Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
 

31

Cfr. Margit Frenk Alatorre, Estudios sobre lírica..., pp. 77-78; también Noel Salomón, op. cit., p. 368 y ss.

 

32

También es posible que se cantara en las paradas de la procesión del Corpus, o en las «cuarenta horas» de adoración perpetua al Santísimo Sacramento, o en alguna «siesta». Por otra parte, Jaime Moll, en su artículo «Libros de música e instrumentos musicales de la princesa Juana de Austria», Anuario Musical, XX (1965), p. 18, señala que «En la corte real era frecuente intercalar alguna ensalada entre los villancicos, aún a fines del siglo XVI y principios del XVII.» Vid., también, Juan Carrillo, Relación histórica de la Real Fundación del Monasterio de las Descalzas de S. Clara de la villa de Madrid, Madrid, Luis Sánchez, 1616, f. 35v-38v, citado por Rafael Mota Murillo en Sebastián López de Velasco (1584-1659), Libro de missas, motetes, salmos, magnificats y otras cosas tocantes al culto divino, vol. I, Madrid, Sociedad Española de Musicología, pp. 155-156.

 

33

Vid. la Colección de entremeses, loas, bailes, jácaras y mojigangas desde fines del siglo XVI a mediados del XVIII, ordenada por Emilio Cotarelo y Mori, Madrid, Casa Editorial Bailley / Bailliére, 1991, [Nueva Biblioteca de Autores Españoles, 17-18]. En los dos volúmenes de esta obra son muchas las piezas de todo tipo que presentan claras analogías de temática, forma y contenido con la ensalada que estudiamos; sin embargo, no he podido encontrarla ahí. Quizás nuestra ensalada fue una vulgarización de una obra poética de mayor alcance artístico, y no se le dio la debida importancia en su momento. También hay que tener en cuenta que han sido enormes las pérdidas de poesías del Siglo de Oro que hemos sufrido a través del tiempo, y no sería de extrañar que nunca lleguemos a saber si esta ensalada procede de una fuente literaria concreta, o si fue producto de creación efímera y exclusiva para su música.

 

34

Emilio Orozco Díaz, Introducción al Barroco, I, Granada, Universidad de Granada, 1988, p. 269.

 

35

Sobre algunos aspectos de la danza del villano, vid. Juan José Rey, Danzas cantadas en el Renacimiento español, Madrid, Sociedad Española de Musicología, 1978, pp. 22-24. Este musicólogo transcribe los fragmentos del tratado de Francisco Salinas, De musica libri septem (Salamanca, 1592), que hacen referencia a la danza del villano. Vid. también la primera versión castellana del célebre tratado realizada por Ismael Fernández de la Cuesta a partir de la edición de Salamanca (1577): Francisco Salinas, Siete libros sobre la música, Madrid, Ed. Alpuerto, 1983, p. 514, donde dice: «Según este metro, [se refiere al pirriquio] y según estos modos, está compuesto el canto llamado en España villano, porque la gente de las villas y del campo suelen danzar con él más que con otros.». Algunos estudiosos citan esta edición de 1577 como la fuente más temprana que contiene el estribillo tradicional «Al villano se lo dan / la ventura con el pan»; sin embargo, no lo he hallado allí, ni tampoco Margit Frenk, según manifiesta en su Corpus..., p. 739. Por las connotaciones textuales que presenta con algunos fragmentos de nuestra ensalada, vid. también Juan Bautista Comes, Danzas del Santísimo Corpus Christi, transcripción realizada por D. Vicente García Julbe. Valencia, Diputación Provincial de Valencia. 1952; el pasaje que me interesa está en las pp. 1-3 de la parte musical, corresponde al «Principio de las danças en el altar. A 4 dançado», y es el siguiente:


«Dame la mano zagal
y haziendo una reverencia,
canta y bayla en la presencia
de aqueste Pan celestial.»

En relación a la supervivencia de la danza del villano en el folklore actual, vid. el artículo de Ángel Vergara Miravete, «Supervivencia de formas de danza antigua en las músicas del dance aragonés», Nassarre. Revista aragonesa de Musicología, VI, 1 (1990), pp. 179-192.

 

36

Cfr. Noël Salomon, op. cit., pp. 201-202.

 

37

Bruce W. Wardropper, Historia de la poesía lírica a lo divino..., p. 209.

 

38

Ibidem, p. 210: «...los bailes populares que más influencia ejercían en los divinizadores eran el villano, la zarabanda y la chacona -bailes que habían de conocer, una vez domados por los grandes músicos clásicos, una fama internacional duradera.»

 

39

Cfr. Emilio Orozco Díaz, Introducción al Barroco..., pp. 251-259.

 

40

Cfr. Noël Salomon, op. cit., pp. 349-350.