Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice


ArribaAbajo

Una historia Romántica


Rafael Azuar





Durante la última Guerra Mundial y por razones fácilmente comprensibles, entre ellas la ocupación de Suecia, no se otorgó ningún premio Nobel. La gloriosa tradición se continúa en 1945. Este año recibe el premio una poetisa chilena, que se firma Gabriela Mistral, como símbolo -dice el acta de la concesión del premio- del idealismo del mundo latinoamericano.

Gabriela Mistral es, por esta época, una mujer ya madura, de cincuenta y seis años. La escritora Dulce María Loinaz, quien la tuvo de huésped unos días, nos da algunos detalles sobre su personalidad. Gabriela era extraordinariamente ensimismada y aun cuando hablaba, lo hacía en una especie de monólogo aislado, ausente. Parecía una seria matrona y lo más bello en su rostro eran sus ojos verdes y su sonrisa. Defendía sus ideas con sinceridad, incluso con acritud y aspereza. Se negaba a tocar el dinero y, cuando salía de compras, era su secretaria la encargada de pagar.

Gabriela Mistral tenía el gesto amargo, duro. Murió en un hospital de Nueva York, en el año 1957. Su vida encerraba una lejana tragedia, una especie de leyenda. La protagonista de aquella romántica historia fue una joven maestra de escuela, llamada Lucila Godoy.

Ejercía su magisterio en una pequeña aldea del valle de Elqui, provincia de Coquimbo, y tenía entonces diecisiete años. La pequeña aldea -estamos en 1906-, su contacto diario con las niñas, su sentimiento cristiano, que la hacía olvidarse de las frases mordaces de las comadres, los paseos solitarios por los alrededores de la aldea, los senderos, esos largos crepúsculos en los que el alma sueña los momentos más sublimes de la existencia... Lucila Godoy, los claros ojos verdes abiertos al misterio de los atardeceres andinos, sostiene sus primeras relaciones amorosas con un joven que trabaja en la línea del ferrocarril, compañero suyo de pensión, un joven que se llama Romelio Ureta, cuyas iniciales van a ser durante años tortura de biógrafos. Verso tras verso, va quedando registrada esta historia sentimental en el diario de la poetisa.

La tragedia estalla, de modo imprevisto, un día cualquiera. ¿Pasión no correspondida? Nunca lo sabremos con certeza. El caso es que Romelio Ureta se ha suicidado, disparándose un tiro en la sien. Sobre el corazón, en un bolsillo, se le ha encontrado una tarjeta de Lucila. No parece, empero, que el motivo de la tragedia fuese el amoroso. Una versión más razonable -y, sin duda, más exacta- nos dice que Romelio, para salvar de la ruina a un amigo, le había prestado fondos del ferrocarril; al no poderlos reintegrar y desesperado ante el peligro de perder su honra, se quitó la vida, nos dice uno de sus biógrafos.

Este fue el profundo secreto de su vida, del cual se negará a hablar durante muchos años; en algunos libros sólo aparecen las iniciales del joven R. U. y todo se difumina entre discretos velos. Pero el hecho capital, el que eliminó a Lucila de la escena, fue la gran promesa que hizo en aquella terrible circunstancia: la de despreciar los placeres y galas de este mundo, la de renunciar al amor de otro hombre, durante un espacio de diez años. Pide traslado al Liceo de niñas de Punta Arenas, estudia hasta el agotamiento, empieza a publicar sus poemas con el seudónimo de Gabriela Mistral, hace valiosas amistades, entre ellas la de Pablo Neruda. Si bien su vida amorosa va muriendo en sus versos, eternizándose, diría Unamuno, su fama va creciendo en todo el mundo. Sus poemas, recogidos por Federico de Onís en 1922 y publicados por el Instituto Hispánico de Nueva York, son reproducidos en las revistas europeas más importantes. El gobierno chileno, siguiendo una tradición hispanoamericana, tal como se había hecho con Amado Nervo y con Rubén Darío, la manda de embajada a varios países.

Gabriela es una mujer adusta, grave, que apenas sonríe y mira con tristeza cuanto la rodea. «Fui feliz en el valle de Elqui y después ya no lo fui más...» -confiesa, en un momento de intimidad, a su mejor amiga.








Arriba
Indice