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Una nota de ictionimia: «El scarus cretensis»

Manuel Alvar


Universidad de Granada


Introducción

La lámina L del cuestionario1 con el que recogemos los materiales del ALM2 reproduce un pez extraño en las costas peninsulares: el Scarus cretensis3. Digo extraño porque lo fue para mí -y para mis informadores- en las encuestas4 que realicé para la Fundación Cini5. Sin embargo, haciendo pruebas en las Islas Canarias para seleccionar las preguntas marineras que iba a incluir en el futuro ALECan6, el Scarus cretensis fue identificado en todos los lugares donde hice mis calas: San Cristóbal y Las Canteras (dos núcleos de pescadores en Las Palmas de Gran Canaria) y Puerto de la Cruz y Santa Cruz de Tenerife. Estos hechos me han decidido a elaborar las líneas que siguen.






El género Scarus y su documentación antigua

Los Scari constituyen un género nada raro: nueve especies atlánticas y una mediterránea (Scarus cretensis) cita la Enciclopedia Espasa7, pero hay otras en Oceanía8. Incluso -desde un punto de vista puramente ictiológico- poseemos una bibliografía para el estudio de las especies atlánticas9.

D'Arey Wentworth Thompson dedicó un magnífico libro a los nombres griegos de los peces10. Su aportación a la historia de nuestro pez es ejemplar11: gracias a él, sabemos que la antigüedad dispensó sus mayores elogios al escaro, por más que hoy su prestigio de antaño esté muy mermado. La vieja creencia de que rumiaba los alimentos parece estar atestiguada desde Aristóteles12 y Plinio dice que el escaro es «solus piscium dicitur ruminare, herbisque vesci non aliis piscibus» (Nat. Hist., IX, 62) 13. La literatura clásica dotó al escaro de notables habilidades: tenía voz audible, no se le podía capturar por la noche (pues la pasaba durmiendo) y ayudaba a escapar del anzuelo o de la red a sus compañeros aprehendidos. Lo pescaban con semillas de coriandro, a las que era muy aficionado, o con mosca, si es correctamente interpretado un pasaje de Marcial (18, 7)14.

A pesar de la información que facilitan todas estas observaciones, el escaro era un pez raro: sólo así se explica que fuera comida de las altas clases sociales15, con todo y que su carne pareciera insípida: para darle el sabor que no tenía, los cretenses lo aliñaban incluso con sus propias heces16.




Los escaros mediterráneos

Creo que Lozano Rey tiene razón cuando dice que los escaros no debieron ser muy frecuentes en el Mediterráneo, porque la especie falta en las costas españolas (salvo una noticia sobre su pesca en Valencia) y parece lógico que, de ser especie abundante en el Mediterráneo, se encontrara con más frecuencia en nuestros litorales, camino de paso hacia el Atlántico17. Esta realidad actual se confirma con los datos antiguos: parece que sólo abundó en Rodas, Creta y las Cícladas y nunca debió pasar del cabo Lectum en la Tróada, pues aunque el almirante O. Elipertius llevó muchos de estos peces a las costas de Campania, no logró que la especie prosperara allí18.




Escasez de escaros en las costas peninsulares

La rareza de los escaros en España se comprueba con una serie de referencias negativas:

  1. Falta en obras dedicadas a los peces comestibles de nuestras costas19.
  2. En la Enciclopedia España, en un artículo muy bien redactado (s. v. escaro), se habla de la especie del Mediterráneo oriental y se nos dice que allí vive «formando bandadas cerca de las costas rocosas y ocultándose con frecuencia en las hendeduras de las rocas; su carne es comestible y se sala y seca en las costas del mar Rojo»20
  3. En una enciclopedia marítima, bastante peor hecha que la de España, se amontonan las inexactitudes. Por poco cuidado que pusieran sus redactores, no parece verosímil que hubieran errado tanto de tratarse de un pez medianamente conocido21.



Los escaros en las Islas Canarias

Sin embargo, el escaro debió pasar por nuestras costas y, a través del estrecho de Gibraltar, migró a las islas atlánticas22. Y, en efecto, los pobres informes peninsulares que poseemos se enriquecen en las fuentes documentales de las Islas, por más que todos los naturalistas no las empleen23.

Viera Clavijo24, no obstante, ignora la vieja como Scarus cretensis. En su Diccionario sólo se recoge el Scarus Viridis, de Linneo, o peje-verde en las denominaciones regionales25 y, para vieja, se da la equivalencia de Labrus Psittacorostratus26, pez policromo parecido al papagayo (recuérdese el inglés parrot referido a estos peces), por más que los lábridos sean muy distintos de los escaros. Una variedad de nuestra vieja (la llamada colorada o Sparisoma cretense L.) no escasea en África tropical, Azores, Canarias y Cabo Verde27.

P. Barker-Webb y S. Berthelot28, hace más de cien años, nos dieron una precisa información sobre la existencia de este pez en Canarias: sabemos que fue descrito por vez primera por Cuvier (p. 67) y que las variedades insulares pertenecen a una sola especie que, incluso, es muy cercana a la mediterránea, e idéntica a la maderense (p. 68).

Este pez tan importante en la economía insular es, siguiendo a los mismos autores, llamado vieja en las Islas Canarias, y muy abundante en Tenerife, Lanzarote y Graciosa; es más frecuente en las costas rocosas que en el estrecho que separa las Canarias de la costa africana, y los pescadores, incluso, secan las viejas que así pueden transportarse a La Habana.

Los datos son muy exactos: unos pertenecen ya a la historia (secado y exportación de escaros), otros mantienen su precisión. Hoy las viejas son frecuentes en las islas indicadas y, muchos también, en Gran Canaria y Fuerteventura. Los informes que he recogido en encuesta directa dieron las siguientes variedades: colorá (Puerto del Rosario y Órzola, en Lanzarote; Corralejo, en Fuerteventura; San Nicolás de Tolentino, en Gran Canaria; Puerto de la Cruz, en Tenerife) o encarná (Agaete , en Gran Canaria); melá (Puerto del Rosario, Agaete y San Nicolás); morisca «oscura» (San Nisolás); parda (Puerto del Rosario, Órzola, Corralejo, Agaete, San Nicolás y Puerto de la Cruz); lora (Órzola) y republicana, por sus listas tricolores (Puerto de la Cruz). Como viven en las costas rocosas, según he dicho ya, en Tenerife se oye este refrán: «Marzo y abril, la vieja al veril»29, También queda apuntado que estas variedades son muy raras en las próximas costas africanas30.




Adaptación insular de una antigua palabra castellana

En otra ocasión he hablado de adaptación del léxico castellano a la nueva realidad de las islas31. Fauna y flora fueron -al menos, en buena parte- acomodadas a los ojos y los oídos que los conquistadores traían preformados. Y eso mismo ocurrió con nuestras viejas. Recibieron un nombre -¿cuál es su última motivación?- que en la Península se había usado para nombrar a otro pez y el escaro, inédito a los ojos recién llegados, se bautizó como vieja, olvidando que, en otras costas, los hablantes castellanos llamaban vieja a un pez de la familia de los blénidos32.

Sólo estas pocas notas podemos aducir con respecto al nombre vulgar del escaro. Por más que haya pasado del Mediterráneo al Atlántico, nada nos ayuda a poder precisar su nombre. Vieja es palabra demasiado poco expresiva para conocer, gracias a ella, ninguna vía de migración33.





 
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