91
Cfr. Oleza,
«La propuesta» cit., p. 158: «[las obras] presentan una construcción
deficiente del conflicto y una escasa articulación de sus
historias múltiples»
; p. 185: «En el primer Lope hay una primera fuente de
catálisis en su indudable tendencia a multiplicar motivos,
historias, situaciones diversas, en su tendencia a la
dispersión, como si se sintiera obligado a atiborrar sus
comedias de líneas paralelas e intersecantes»
;
Lavonne C. Poteet-Bussard, «Algunas perspectivas sobre la
primera época del teatro de Lope de Vega», en Lope
de Vega y los orígenes del teatro español. Actas del
I Congreso Internacional sobre Lope de Vega, ed. de Manuel
Criado de Val, Madrid, Edi-6, 1981, p. 349: «La estructura de las comedias en el primer
período es más episódica y espontánea
que en las comedias posteriores [...] Con frecuencia, la
acción oscila entre una multitud de escenarios, lo cual da
la impresión de presenciar un mundo caótico cuya
estructura se debe sola y únicamente a la dinámica
personalidad de los jóvenes protagonistas»
.
92
Cfr. Jesús
Cañas Murillo, «Tipología de los personajes en
el primer Lope de Vega: las comedias del destierro»,
Anuario de Estudios Filológicos, XIV, 1991, p. 78:
«El número de personajes que
encontramos en las comedias escritas por el primer Lope de Vega es
absolutamente elevado. [...] Predomina la acumulación de
personajes, la dispersión de funciones, la
proliferación de agonistas accidentales»
.
93
Cfr. Ignacio
Arellano, «El modelo temprano de la comedia urbana de Lope de
Vega», en Lope de Vega: comedia urbana y comedia
palatina, Actas de las XVIII Jornadas de teatro clásico
(Almagro, 1995), ed. de Felipe B. Pedraza Jiménez y
Rafael González Cañal, Festival de Almagro,
Universidad de Castilla-La Mancha, 1996, p. 56: «el agente cómico de estas primeras
comedias no es el gracioso, todavía sin mucha
definición, sino que es un agente
múltiple»
. Véase además, Oleza,
«La propuesta» cit., p. 190: «todavía no hay un portador
individualizado de comicidad. Sin embargo, todos los personajes se
convierten, en algún momento, y por medio de la locura, en
personajes cómicos, sobre todo el propio
protagonista»
. Sobre el tema en general sigue manteniendo
vigencia el estudio de J. H. Arjona, «La introducción
del gracioso en el teatro de Lope de Vega», Hispanic
Review, VII, n. 1, 1939, pp. 1-21.
94
Ya hemos tenido la
ocasión de mencionar la opinión de García
Martín (nota 10) quien habla de «irrazonable
aglomeración de episodios inconexos». Cfr. Armando
Cotarelo y Valledor, El teatro de Cervantes, Madrid, 1915,
p. 494: «No hay que buscar aquí
orden ni concierto»
; Menéndez Pelayo, ob,
cit., p. 342: «Sólo la
reverencia debida a su inmortal autor impide colocar esta obra
entre los que él llamaba conocidos
disparates»;
Canavaggio, Cervantes cit., p.
346: «las secuencias episódicas,
unidas por un juego de correspondencias simbólicas, se
multiplican a menudo en detrimento de la acción»
;
Casalduero, ob. cit., p. 69: «diríamos que hay un exceso de
composición»
; Chevalier, ob. cit., p. 442:
«La pièce n'est sans doute pas un
modèle de construction rigoureuse, et l'on conviendra en
particulier que le debut du premier acte s'accorde assez mal avec
la suite de l'action»
; García Martín, ob.
cit., p. 227: «Esta comedia carece
prácticamente de argumento»
.
95
Entre otros, Oleza
señala que una peculiaridad del teatro cortesano es «una estructura inorgánica de la
acción, descentralizada en momentos y temas de
espectacularidad autónoma»
, y acerca de una de las
obras de Lope parodiadas afirma: «La
estructura de la acción es esencialmente inorgánica,
al contener tres historias que sólo circunstancialmente se
imbrican entre sí»
(«Adonis y Venus»
cit., respectivamente pp. 312 y 323). De hecho, algunos
especialistas han destacado el carácter cortesano de la obra
cervantina: cfr. Varey, art. cit., p. 27: «Parece ser una comedia destinada a
representarse en un teatro palaciego»
; Teresa Ferrer
Valls, La práctica escénica cortesana: de la
época del emperador a la de Felipe III, London, Tamesis
Books, 1991, p. 98: «obra que debe mucho
a la tradición cortesana, tanto en su vertiente de fasto
como en la de las églogas teatrales
pastoriles-mitológicas.»
96
Cfr. Daniela
Delcorno Branca, L'Orlando furioso e il romanzo cavalleresco
medievale, Firenze, Olschki Editore, 1973, p. 15: «Le numerose
avventure che s'intrecciano, interrompendosi di continuo, sembrano
impedire il dominio della vicenda: in realtà tale ordine
frantumato e apparentemente capriccioso costituisce un vero e
proprio sistema di espliciti richiami, non meno che di calcolate
simmetrie e di sottili rispondenze»
.
97
Wardropper, art.
cit., p. 159, señala que «Un
"defecto" de la dramaturgia cervantina de que se ha hablado con
frecuencia es su concepción novelesca de la
comedia»
. La misma le llega a Lope de sus lecturas
italianas, Ariosto in
primis.
98
Cfr. Canavaggio,
«Las figuras del donaire» cit., pp. 51-67; de manera
específica el ilustre crítico francés asienta:
«los bufones cervantinos presentan una
complejidad que nos impide asimilarlos con un simple a todas luces
anacrónico a principios del siglo XVII. Par otro lado,
tampoco resulta posible definirlos como meras contrafiguras del
gracioso de la comedia nueva. Éste no llegó a ser, en
vida de Cervantes, arquetipo elevado por el Fénix a la
categoría de norma estética»
. Del mismo
Canavaggio, véase también, «Sobre lo
cómico en el teatro cervantino: Tristán y Madrigal,
bufones in
partibus», Nueva Revista de Filología
Hispánica, XXXIV, n. I, 1985-86, pp. 538-547.
99
Cfr. mi «El primer Lope y el teatro de inspiración ariostesca» cit.
100
Angélica en el Catay, para ejemplificar, presenta dos situaciones de este tipo. Un correo, a punto de caer víctima de la ciega violencia de Roldan, le convence de que no puede conformarse con cortar una sola cabeza y, fingiendo ir a llamar a otros compañeros, logra ponerse a salvo (III, pp. 354-355). Casi al final de la pieza (III, pp. 360-361), Pinardo, para secundar al loco paladín, finge ensillarle un caballo en una escena que, posiblemente, haya sugerido a Cervantes, siempre tan atento a lo que hacía el Monstruo de la Naturaleza, el episodio de Clavileño de la II Parte del Quijote.