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«L'episodi d'Artús [...] amb escenografia solemne i llenguatge pompós» (Badia 1993: 125); pomposo es un adjetivo muy apropiado para estas fiestas: «pompós» cabalga en ellas, en efecto, Diafebus (623), y también Tirant (630). Es cierto que Hauf ofrece pistas importantes que denotan que la figura de Arturo podía estar, en contexto amoroso y burlesco, asociada a la estupidez (1995: 130). Y claro está que la no denominación explícita del espectáculo como «entremés» podría formar parte de la estrategia de Martorell que, «con la finalidad de hundir al lector en este refinado y fantástico ambiente literario, narra estos hechos sin descubrir nunca la trampa, disimulando intencionadamente que todo es ilusión cómica.» (Riquer 1992: 147)

 

12

El cap. LX de Amadís (848-60), que coincide con el episodio de Urganda, desde la llegada hasta la partida de la nave, es un claro paréntesis incrustado en medio de la propuesta del rey Lisuarte (847-48 y 860-61) de rescatar a Arbán de Norgales y Angriote de Estraváus, prisioneros de Ardán Canileo y Madasima en la Ínsola de Mongaça (el rescate ocupará el cap. LXI, pp. 860-81). El contenido del cap. LX —la adivinanza, más que predicción, de Urganda— no tiene relación directa con este rescate. Retarda la decisión de ataque a la isla y, por tanto, incrementa las expectativas y el valor narrativo del episodio en que se integra.

 

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Véase para todas las fiestas Riquer 1992: 141-48. Para el primer acto, la «representación» de la Sibila, Massip 1996: 155. Grifoll cree que el segundo de los actos puede ser identificado con el juego de la tabla redonda descrito por Riquer (Grifoll 1993: 324-32). En apoyo de su sospecha, hemos visto más arriba, en las dos citas a la Crònica de Muntaner, cómo este juego suele preceder en la fiesta ciudadana a la entrada de naves. Las justas van seguidas de la cena, y ésta de las danzas, momos y entremeses, que duran tres horas; continúan durante un segundo, tercero y cuarto día.

 

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Como la que explicita más detalles sobre la puesta en escena, la mallorquina consueta del rey Asuero, que acota la necesidad de cuatro tablados («per representar la present consueta es menester quatre cadefals»), cada uno con una media de diez actores. (Huerta 1976: 237)

 

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Weber (1965) concluía su comparación de este texto con el Auto de la Sibila Casandra, señalando que nada impedía que el autor extremeño hubiera conocido alguna representación del portugués y hasta la del mismo Auto de la Sibila en 1513. Gómez Muntané formula una revisión del tema, poniendo el acento en las grandes diferencias de concepción musical entre ambos textos (1994: 195-200).

 

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La enumeración de las Sibilas en Adramón (160) es muy semejante a la que da la traducción castellana de Guarino Mezquino (Baranda, 749-50), y una prueba más de su dependencia. El cambio de diez, en la traducción del texto franco-véneto, por doce se comprende por error del autor de Adramón, que cuenta la «Cumana» y «Norça» como dos (no es sino una) y desdobla la sibila «Saba de Arabia» como «Saba, Arabya».

 

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Esperanza, nacida cristiana («per ço com en flum Jordà era estada batejada, era nomenada Esperança» (632)), coincide con Artús en que «lo major do que la noble en virtuts deu haver, sí és vida casta.» (635) El deseo ejemplar que expresa Carmesina de eludir el matrimonio para contentar al padre viejo (648-49) es el mismo que retiene a la casta Dorotea al lado del suyo, el griego Menalao, viejo y paralítico, en el «Cuento de Bruto y Dorotea», que se incluye en El Victorial: «Hera demandada en casamiento de muy altos hombres. Mas ella amava tanto a su padre, que entendía que si ella casase, que su padre non sería tan bien servido.» (Beltrán 1994: 320) La Dorotea de El Victorial es un interesante precedente, que no menciona Lida, de Sibila de la ficción caballeresca hispánica: «por la vida linpia que bivía, fue tenida por dehesa, segund aquel tienpo. E fue una de las sevillas que fablaron ante de la venida de Jesucristo.» (340) Además de ser profetisa, hace uso de artes de nigromancia en un episodio marítimo (342-43).

 

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Como también dan, más cerca de nuestros textos, los versos en los que Fr. Paulino de la Estrella se refiere al pez como ballena:


«Será la señal tercera
(¡qué espectáculo tan feo!)
que las ballenas del mar
y los monstruos más horrendos
serán vistos sobre el agua,  10
y harán tan grandes estruendos
con los gemidos que lleguen
sus bramidos hasta el cielo.»

(Devoto 1974: 183)

 

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Es la visión de la gran urca que se aparece al autor de Siena libre de amor al final de la obra, «cuyas velas, aimantes, bovetas, escalas guardanleras e cuerdas eran escuras de esquivo negror.» (Hernández 1982: 207) Cátedra interpreta es e final como simbólico de la recuperación de una fuerza perdida y la apertura de otros caminos de reforma que lo alejen de «la ribera de ese mar de pecado que esclaviza a la misma voluntad.» (1989: 151) No olvidemos que Martorell muestra conocer la obra de Juan Rodríguez del Padrón. Ni que se estaba dentro o en campo limítrofe con el de una tradición lírica —la galaico-portuguesa— que jugaba con asiduidad con la asociación conceptual y formal de mal, mar, amor y muerte.

 

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En principio, los signos agoreros que Artús, en Tirant, ve en el presente no son las calamidades cósmicas en la profecía del fin del mundo que suelen caracterizar a la Sibila de la celebración litúrgica, sino los errores morales de la sociedad: «veig anar aquest miserable de món rodant de mal en pijor, car veig que los mals hòmens, qui amen ab decepció e frau, són prosperats, e veig abaixar virtut e llealtat (635) Se ha anotado que este diagnóstico significa un lugar común en las moralizaciones sobre el poder y la fortuna (Badia 1993: 98). Para otras interpretaciones del texto, relacionadas con el tema de la restauración de la gran caballería artúrica, véanse Miralles (1977-78: 146), Badia (1993: 123-25). Sin embargo, las mismas fallas, con casi idéntico contenido, sirven como «señales [...] muy ciertas y bien sabidas» del fin del mundo a Isaías, en el Auto de la sibila Casandra de Gil Vicente:


«quando fuere lealtad
y la verdad,  15
despreciada y no valida;
quando vieren que la vida
es abatida
del que sigue la bondad.»

(versos 626-31) En Tirant siguen estas palabras a otras donde se podría ver un espaldarazo a la carrera ascendente de Tirant: «hi ha qui són rics e eixits de poc llinatge, [...] e deuen ésser molt estimats perquè fan més que llur natura no els atorga.» En el Auto preceden al anuncio del nacimiento de Jesús. Pongo en cursiva las correspondencias.