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En su estrategia viajera y textual, Javier Reverte comparte algunos de los principios expuestos por Martín López-Vega en su ameno «Dodecálogo del escritor de viajes»: figuran entre sus «mandamientos» no contar cómo uno pasa por el paisaje sino cómo el paisaje pasa por uno; ir a donde a uno le apetezca ir, no donde debería ir; leer lo que otros han escrito sobre el lugar por el que uno pasa. El primero de todos es «Escoger siempre el camino más largo» (LÓPEZ-VEGA, Martín, El viajero modernista, Gijón, Llibros del Pexe, 2002, pp. 15-16).

 

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No podemos citar todos los ejemplos referentes a cada variante de las aquí presentadas. Anotemos, sin embargo, uno que muestra la relación «literatura-experiencia», funcionando también en sentido contrario: en la espléndida escena en que el dueño del hotel de Kilwa (Tanzania) «regala» a nuestro viajero el refrán suajili «Donde hay un deseo, hay siempre un camino» (p. 250). Este pensamiento le motiva intensamente: «Ahora tenía la certeza, aunque no supiera cómo, de que llegaría al río y lo navegaría» (ibid.) y la referencia posterior a Conrad se convierte, a la luz de dicho refrán, en nuevo estímulo positivo para proseguir el viaje.

 

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Ver el despiadado retrato que traza de los bóers, recogido por Reverte en pp. 61-62.

 

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Notemos, por nuestro lado, que Gide se muestra favorable a Conrad repetidas veces en la configuración formal de sus textos, por ejemplo: «Se ha criticado a Conrad, en Typhon, por haber escamoteado lo más fuerte de la tempestad. Yo lo admiro, al contrario, por detener su relato precisamente en el umbral de lo espantoso, por dejar libre la imaginación del lector [...]. Es un error común creer que lo sublime de la pintura depende de la enormidad del asunto» (GIDE, André, Voyage au Congo, París, Gallimard, 3996, p. 17, la traducción es nuestra). En el plano del contenido, tampoco faltan las alusiones directas y admirativas: «Conrad habla admirablemente en su Corazón de las tinieblas, del "extraordinario esfuerzo de imaginación que nos ha hecho falta para ver en esta gente a unos enemigos"» (GIDE, André, Voyage au Congo, ob. cit., p. 168).

 

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«[El corazón de las tinieblas] ha pasado por ser una de las más penetrantes representaciones del "horror" del colonialismo» (MANGRINYÀ, Luis, «Prólogo» a la edición de esta obra en Suma de Letras, Madrid, 2001, p. 2).

 

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Ver a propósito de la actualidad de Gide: STEEL, David, «Les modernités de Gide ou Gide moderne d'emploi», en Robert Kopp y Peter Schnyder (eds.), André Gide et la tentation de la modernité, París, Gallimard, 2002, pp. 453-467.

 

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El autor ha realizado una excursión a Matadi, localidad próxima a la desembocadura. Hay también una breve alusión al río en el camino hacia esa ciudad (p. 355), pero sin demasiado relieve para nuestro propósito.

 

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Ver otras evocaciones, por ejemplo, en las páginas 408, 410, 415, 427 y 454.

 

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Conviene notar que Reverte ha explicitado la fertilidad de la literatura cara a la historia: ésta puede ser hija de aquella; así lo señala, refiriéndose a la Grecia antigua: «Quiero decir, sencillamente, que la Historia primitiva, en Grecia, es hija de la leyenda, esto es: de la literatura y que la realidad griega, carne de la vida, nace de la poesía, de la imaginación [...]» (Corazón de Ulises, Barcelona, Suma de letras, 2000, p. 66).

 

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Recordemos que, durante su recorrido por el río, el barco recibe la visita de militares, visita inicialmente de control pero que puede degenerar, como en este caso, en chantaje sobre la vida de los viajeros y en un riesgo auténtico para éstos y para la tripulación.

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