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Varias poesías

Hernando de Acuña




ArribaAbajoTasa

Yo, Pedro Zapata de Mármol, escribano de cámara de su Majestad, doy fee que los señores del Consejo, de pedimiento y suplicación de la parte de doña Juana de Zúñiga, viuda, mujer que fue de don Hernando de Acuña, difunto, tasaron un libro, que con licencia de su Majestad se imprimió, intitulado Varias Poesías, a cuatro maravedís cada pliego en papel; y al dicho precio, y no más, mandaron que se venda; y que, primero que se venda ningún libro, se imprima esta tasa en la primera hoja de cada volumen. Y parte que dello conste de pedimiento de la dicha doña Juana de Zúñiga, y mandamiento de los señores del Consejo, di la presente firmada en mi nombre, en la villa de Madrid, a 15 días del mes de hebrero de 1591.

PEDRO ZAPATA DE MÁRMOL




ArribaAbajoEl Rey

Por cuanto por parte de vos, doña Juana de Zúñiga, viuda, mujer que fuistes de don Hernando de Acuña, difunto, nos fue hecha relación que el dicho vuestro marido hizo y compuso un libro, de que ante nos hicistes presentación, que trata de Varias cosas de Poesía, y nos suplicastes que, atento que era obra de mucho gusto e ingenio, os mandásemos dar licencia para le imprimir y privilegio por veinte años, o como la nuestra merced fuese. Lo cual visto por los del nuestro Consejo, y como por su mandado se hicieron las diligencias que la premática por nos fecha sobre la impresión de los libros dispone, fue acordado que debíamos de mandar dar esta cédula para vos en la dicha razón, y nos tuvímoslo por bien; y por la presente, por vos hacer bien y merced, os damos licencia y facultad para que por tiempo de diez primeros años siguientes, que corren y se cuentan desde el día de la fecha desta nuestra cédula, vos o la persona que vuestro poder hubiere podáis hacer imprimir y vender el dicho libro, que de suso se hace mención; y damos licencia y facultad a cualquier impresor destos nuestros Reinos, que vos nombraredes, para que por esta vez lo pueda imprimir, con que después de impreso, antes que se venda, lo traigáis ante los del nuestro Consejo, juntamente con el original que en él se vio, que va rubricado y firmado al cabo de Pedro Zapata de Mármol, nuestro escribano de cámara de los que en el nuestro Consejo residen, para que se vea si la dicha impresión está conforme al original, o traigáis fee en pública forma en cómo por corrector nombrado por nuestro mandado se vio y corrigió la dicha impresión por el original, y se imprimió conforme a él, y que quedan asimismo impresas las erratas por él apuntadas para cada un libro de los que así fueren impresos, y se os tase el precio que por cada volumen hubiéredes de haber. Y mandamos que durante el dicho tiempo persona alguna sin vuestra licencia no lo pueda imprimir ni vender, so pena que el que lo imprimiere haya perdido y pierda todos y cualesquier libros, moldes y aparejos que de los dichos libros tuviere, y más incurra en pena de cincuenta mil maravedís, cada vez que lo contrario hiciere; la cual dicha pena mandamos sea la tercia parte para el juez que lo sentenciare, y la otra tercia parte para la persona que lo denunciare, y la otra tercia parte para la nuestra cámara. Y mandamos a los del nuestro Consejo, Presidente y Oidores de las nuestras audiencias, Alcaldes, alguaciles de la nuestra Casa y Corte y Chancillerías, y a todos los Corregidores, Asistente, Gobernadores, Alcaldes mayores y ordinarios, y otros jueces y justicias cualesquier de todas las ciudades, villas y lugares de los nuestros Reinos y señoríos, así a los que agora son como a los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta nuestra cédula y merced que así vos hacemos; y contra el tenor y forma della ni de lo en ella contenido no vayan, ni pasen, ni consientan ir ni pasar por manera alguna, so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra cámara. Fecha en San Lorenzo, a cuatro días del mes de otubre de mil y quinientos y ochenta y nueve años.

YO EL REY

Por mandado del Rey nuestro Señor,

Juan Vázquez




ArribaAbajoEl Rey

Por cuanto vos, doña Juana de Zúñiga, viuda, mujer que fuistes de don Hernando de Acuña, me habéis hecho relación que el dicho vuestro marido al tiempo de su muerte dejó dos cuerpos de libros hechos de su mano, el uno intitulado El Caballero Determinado, con algunas adiciones al fin dél, y el otro de Poesías y cosas de buen ingenio, y por cédulas mías os he hecho merced en concederos licencia y privilegio para que solamente vos y quien tuviere vuestro poder podáis imprimir y vender los dichos libros en estos Reinos por tiempo de diez años, suplicándome os manadase dar otro tal para las mis Indias, y para que pudiésedes llevar a ellas los que de los dichos libros imprimiésedes en estos Reinos. Y visto por los de mi Consejo de las Indias, y los dichos libros y privilegio, lo he habido por bien; y por la presente doy licencia a vos, la dicha doña Juana de Zúñiga, para que por tiempo de diez años siguientes que corran y se cuenten desde el día de la data desta mi cédula en adelante, vos y quien tuviere vuestro poder podáis hacer imprimir en las dichas Indias, Islas y Tierra firme del mar Océano, y cualesquier partes dellas donde hubiere impresión, los dos dichos libros, y para que vos o quien el dicho vuestro poder hubiere podáis enviar a las dichas Indias la cantidad de los dichos libros que imprimiéredes en estos mis Reinos; y mando que durante el dicho tiempo ninguna ni algunas personas de cualquier calidad y condición que sean, mas de solamente vos y quien el dicho vuestro poder hubiere, no sean osados de imprimir, ni hacer imprimir ni vender los dichos libros en las dichas Indias y cualesquier partes dellas, so pena que el que hiciere lo contrario pierda todo lo que se imprimiere, y los moldes y aparejos con que se hiciere; y demás desto pague por cada vez cincuenta mil maravedís. Lo cual todo se reparta en esta manera: la mitad para mi cámara y la otra mitad para el denunciador y juez que lo sentenciare, por iguales partes. Y mando a los del dicho mi Consejo, Presidentes y Oidores de las mis audiencias Reales de las dichas Indias, Islas y Tierra Firme del mar Océano, y a los mis Gobernadores, Corregidores y cualesquier otros mis jueces y justicias de todas las ciudades, villas y lugares dellas, así a los que agora son como a los que adelante fueren, que guarden y cumplan esta mi cédula y lo en ella contenido; y contra ella no vayan, ni pasen, ni consientan ir ni pasar en manera alguna. Fecha en Madrid, a ocho de hebrero de mil y quinientos y noventa años.

YO EL REY

Por mandado del Rey nuestro Señor,

Andrés de Alba




ArribaAbajoPrivilegio de Aragón

Don Felipe, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de Aragón, de León, de las dos Sicilias, de Jerusalem, de Portugal, de Hungría, de Dalmacia, de Croacia, de Navarra, de Granada, de Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorcas, de Sevilla, de Cerdeña, de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de Algeciras, de Gibraltar, de las Islas de Canaria, de las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra Firme del mar Océano; Archiduque de Austria; Duque de Borgoña, de Brabante, de Milán, de Atenas y Neopatria; Conde de Abspurg, de Flandes, de Tirol, de Barcelona, de Rosellón y Cerdeña; Marqués de Oristán y Conde de Goziano. Por cuanto por parte de vos, la noble doña Juana de Zúñiga, viuda, mujer de don Hernando de Acuña, difunto, nos ha sido hecha relación que el dicho don Hernando compuso un libro que trata de Varias cosas de Poesía, y que, por ser de mucho ingenio y trabajo, a suplicación vuestra os habemos dado licencia por estos nuestros Reinos de Castilla de imprimir el dicho libro, del cual y de la dicha licencia originalmente habéis hecho presentación en este nuestro S.S.R. Consejo de Aragón que cabe nos reside, y porque deseáis hacelle imprimir en los Reinos de la Corona de Aragón nos habéis suplicado que os mandásemos dar licencia para ello en la misma conformidad. Y nos, por lo que os desamos complacer, lo habemos tenido en bien. Por ende, con tenor de las presentes de nuestra cierta ciencia y real autoridad, deliberadamente y consulta, damos licencia, permiso y facultad a vos, la dicha doña Juana de Zúñiga, y a la persona o personas que vuestro poder tuvieren, que podáis imprimir en los dichos nuestros Reinos y señoríos de la Corona de Aragón, y en cualquier parte dellos al impresor o impresores que quisiéredes el dicho libro de Varias cosas de Poesía, y vender aquél y los que de otras partes lleváredes impresos a vender en los dichos Reinos, prohibiendo según que con las presentes prohibimos y vedamos que ninguna otra persona los pueda imprimir, ni hacer imprimir ni vender en los dichos nuestros Reinos y señoríos de la Corona de Aragón, sino vos o quien vuestro poder tuviere, como dicho es. Y esto por tiempo de diez años contaderos del día de la data de las presentes en adelante, so pena de doscientos florines de oro de Aragón, y perdimiento de moldes y libros, divididera en la forma acostumbrada. Con esto, empero, que los libros que nuevamente imprimiéredes o lleváredes impresos a la dicha Corona no los podáis vender hasta que hayáis traído a este nuestro S. S. R. C. un libro para que se vea y compruebe con el original que habéis presentado, que queda en poder del noble, manífico y amado Consejero don Miguel Clemente, nuestro Protonotario; mandando con el mismo tenor de las presentes a cualesquier Lugartenientes y Capitanes, Generales, Regentes de Cancillería, Regente de oficio y Portants veces de nuestro General Gobernador, Alguaciles, porteros, vergueres y otros cualesquier oficiales y ministros nuestros en los dichos nuestros Reinos y señoríos de la Corona de Aragón, constituidos y constituideros, y a sus Lugartenientes o Regentes los dichos oficios, so incorrimiento de nuestra ira y indignación y pena de mil florines de oro de Aragón de bienes del que lo contrario hiciere, exigideros y a nuestros reales cofres aplicaderos, que la presente nuestra licencia y prohibición, y todo lo en ella contenido, os tengan, guarden y cumplan, tener, guardar y cumplir hagan, sin dar lugar a contradición ni permitir que sea hecho lo contrario en manera alguna, si nuestra gracia les es cara y en nuetra ira e indignación y en la pena sobredicha desean no incurrir. Dat. en San Lorenzo, a veinte y nueve días del mes de otubre, año del Nacimiento de nuestro Señor, de mil y quinientos y ochenta y nueve.

Yo el Rey:
V. Frigola Vicecancellarius. V. Comes, generalis Thesaurarius. V. Terça, Regens.
V. Quintana Regens. V. Clemens, pro conseruatore generali. V. Campi Regens.
V. Marcilla Regens.
Dominus Rex mandauit in don Michaeli Clementi visa
er Frigola Vicecanceliarium, Comitem generalem Thesaurarium,
Campi, Terça, Marzilla et Quintana, Regentes
Cancellarios, et me, pro conseruatore generali.




ArribaAbajoPrivilegio de Portugal

Eu el Rei faço saber aos que este alvara virem que eu hei por bem e me praz de fazer merce a donna Joanna da Çuñiga, molher que foi de dom Fernando da Cunha, que Deu perdoe, de lhe dar licença pera que ella possa fazer imprimir e vender nos meus Reinos e senhorios de Portugal um livro que o dito seu marido traduzio em sua vida, de lingoa frances em lingoa castelhana, chamado Cavaleiro Determinado, com humaos addiciôes que mais fez pera o dito livro. E outrosi me praz de lhe dar licença pera fazer imprimir e vender outro livro que o dito seu marido compos, que trata de Varias Poesias; as quaes licenças ei por bem de lhe conceder por tempo de dez annos, quem començarâo da feitura deste em diante, durante o qual tempo nenhum imprimidor, ne livreiro ne outra pessoa alguma de qualquer qualidade que seja nâo poderâo imprimir nem vender nos ditos meus Reinos e senhorios, nem trazer de fora delles os livros acima no meados, salvo aquelles livreinos e pessoas que pera isso tiveren poder e licença da dita donna Joanna, e qualquer pessoa que, durando o dito tempo, imprimir ou vender os ditos livros, ou os trouxer de fora sem. lincença sua, perderâo pera ellas todos os volumes que lhe forem achados. E allem disso encorrera em pena de cincoenta cruzados, a metade pera minha camara e outra metade pera quem o accusar. E mando a todos minhas justiças a que o conhocimento disto pertenecer que lhe cumpram e guardem este meu alvara como nelle se contem, o qual hei por bem que valha, tenha força e vigor, como se fosse carta por min assinada e passada pella Chancellaria, sem embargo da ordenaçâo do segundo livro, titulo vinte, que diz que as cousas cujo effecto houver de durar mais ahum anno passem per cartas, e passando per alvaraâs nâo, valha. E valhera outrosi posto quem nâo seja passado pella Chancellaria sem embargo da ordenaçao em contrairo. Marcos da Mesquita o fez em Madrid, a nove de dezembro, de M.D.LXXXIX. Estevan da Gama o fez escrever.

Rey

Pedro Barbosa

Antonio Pinto




ArribaAbajoCarta dedicatoria al Príncipe Don Felipe N. S.

La traducción del Caballero Determinado que hizo don Hernando de Acuña por mandado del Emperador don Carlos N. S., de gloriosa memoria que ha sido tan aceto a muchos buenos ingenios, la dedicó a su Majestad Cesárea por justas causas que a ello le movieron. Después le pareció añadirle ciertas adiciones no desconvenientes a la materia que allí se trata, las cuales dedicó a la Majestad Católica del Rey N. S. Y porque yo sé que, si viviera, ofreciera a vuestra Alteza este libro, que trata de varias cosas de Poesía, porque le cupiera también parte de sus obras, hago yo agora lo mismo. Y así, de su parte y de la mía se las ofrezco a V. A., a quien suplico que, en consideración de haberle hecho un caballero que con tantas veras y en tantas ocasiones sirvió con las armas y con el entendimiento a su padre de vuestra Alteza, que Dios muchos años guarde, y a su abuelo, le lea, que en él hallará vuestra Alteza algunas cosas que le darán gusto, como le han dado a los hombres de ingenio que le han visto, por cuya persuasión me he movido a sacarle a luz, y le favorezca y ampare como confío.

Doña Juana de Zúñiga






ArribaAbajoSoneto



    Huir procuro el encarecimiento,
no quiero que en mis versos haya engaño,
sino que muestren mi dolor tamaño
cual le siente en efeto el sentimiento.

   Que mostrándole tal cual yo le siento  5
será tan nuevo al mundo y tan extraño,
que la memoria sola de mi daño
a muchos pondrá aviso y escarmiento.

   Así, leyendo o siéndoles contadas
mis pasiones, podrán luego apartarse  10
de seguir el error de mis pisadas

   y a más seguro puerto enderezarse,
do puedan con sus naves despalmadas
en la tormenta deste mar salvarse.




ArribaAbajoA su Majestad



   Invictísimo César, cuyo nombre
el del antiguo Carlo ha renovado,
al sonido del cual tiemble y se asombre
la tierra, el mar y todo lo criado;
en quien Roma su imperio y gran renombre  5
conoce más que nunca sublimado,
y do el dichoso siglo que os alcanza
pone primera y última esperanza.

   Vos, pues, Señor, en cuya fortaleza
el nombre se sustenta y ser cristiano,  10
y en el supremo grado de grandeza
tenéis siempre delante el ser humano;
si del don bajo suple la bajeza
un puro corazón sincero y sano,
dél acetad esta señal presente,  15
como César humano, humanamente.




ArribaAbajoLa fábula de Narciso



   Si un bajo estilo y torpe entendimiento
merecieran llegar a aquella altura
do, señora, llegó mi pensamiento,
y tuviera en esto igual ventura,
pudiera yo contar lo que es sin cuento,  5
dando a vuestro valor y hermosura
seguridad, cual nadie la ha tenido,
de la ofensa del tiempo y del olvido.

   Mas si mi ingenio lo procura y quiere,
razón lo contradice y le castiga,  10
pues manda que primero considere
a qué puede bastar y a qué se obliga.
Porque de vuestro ser ninguno espere
llegar a decir tanto, que no diga
mucho más el silencio, con la falta  15
de quien ose emprender cosa tan alta.

   Y pues de tanto bien como en vos veo
aun no puede lo menos celebrarse,
lo más, que yo no entiendo, aquello creo,
que aquí tiene mi fe donde fundarse.  20
Y ofreciendo por obra el buen deseo,
podrá con justa causa disculparse
el flaco, que no emprende gran conquista,
y el que mirando al sol pierde la vista.

   Así, por ser en esto tan notoria  25
la poca fuerza del ingenio humano,
en vuestro nombre trataré una historia
cuyo sujeto no se finge en vano.
Y vos, que sola estáis en mi memoria,
desde ella alumbraréis mi ingenio y mano  30
con aquel resplandor y luz que distes
al siglo venturoso en que nacistes.

   Y aunque el camino, y el juicio vuestro,
va de lo general tan apartado,
yo sé que contra Amor, y en daño nuestro,  35
seguís lo que es de muchas aprobado:
ésta es la ingratitud, que es un siniestro
y error por mil ejemplos reprobado,
como dello nos da más claro aviso
la vida con la muerte de Narciso.  40

   Amor rige su imperio sin espada,
mas con todo castiga, y no consiente
que sea en su desprecio tan usada
la fiera ingratitud entre la gente;
la cual, siendo mil veces condenada  45
a destierro por él, tan justamente,
se admite, y hay mil damas tan exentas,
que con ella le hacen mil afrentas.

   Y conviene entender que no se debe
menospreciar jamás virtud divina,  50
y menos la de Amor, que al bien nos mueve
y de bien en mejor nos encamina.
Y la que contra Amor yerra o se atreve
entienda que a pasar se determina
lo terrible del mundo y lo más fuerte,  55
que es triste vida y miserable muerte.

   Si Amor muda en fortuna la bonanza
de quien contradecille espera, o piensa,
juzgad, señora, si hará venganza
de quien por obra le hiciere ofensa.  60
Que como es la soberbia, y confianza,
pecado inmenso, así es la pena inmensa,
cual a muchas la dio, cuya memoria
vive en la antigua y la moderna historia.

   Y los ejemplos que en el mundo ha habido,  65
ni los basta a contar verso ni prosa,
de las que, a Amor habiendo resistido,
con muerte lo pagaron dolorosa.
Testigos serán Fedra, File y Dido,
y serálo también Enón hermosa,  70
con Ariadna, Hipsífile y Medea,
cuya verdad es justo que se crea.

   Cualquiera déstas fue soberbia y cruda,
hasta que Amor, a la venganza vuelta
su blanda voluntad, que así se muda,  75
la dellas castigó que andaba suelta.
Tanto, que a cada cual negó su ayuda,
cuando la vio en pasiones más envuelta,
y al fin, como se escribe, fenecieron
entre penas diversas que sufrieron.  80

   Mas ¿qué testigo habrá más verdadero
para probar esta opinión tan cierta?
¿Qué ejemplo deste tiempo, o del primero,
nos muestra la verdad más descubierta,
y declara mejor al venidero,  85
si quien resiste a Amor yerta o acierta,
que el caso lamentable de Narciso,
hermosísimo hijo de Cefiso?

   De Cefiso y Leríope engendrado,
fue, por su mal, Narciso tan hermoso  90
que, en mostrándose al mundo, fue estimado
por un don celestial maravilloso.
Esto puso a sus padres en cuidado,
que un bien tan excesivo y milagroso,
como exceder parece a la natura,  95
es común opinión que poco dura.

   Y con este temor su madre vino
donde a los pueblos su respuesta daba
el hado Tiresias, adivino
que a todos la verdad pronosticaba.  100
Pídele si a Narciso su destino
breves o largos días le otorgaba,
que tan nueva belleza en mortal vida
cuanto más es amada es más temida.

   Como acabó la madre su pregunta  105
sobre tan importante y cara cosa,
aunque está la esperanza al temor junta,
quedó de la respuesta temerosa.
Ésta le da Tiresias, en que apunta
el mal futuro en condición dudosa:  110
que el niño cuya vida saber quiere
gran tiempo vivirá si no se viere.

   A los padres fue escura esta respuesta,
o al menos se pasó sin ser creída,
hasta que en fin se hizo manifiesta  115
con el triste suceso, y fue entendida
tan nueva forma de morir como ésta,
y fin tan miserable de una vida,
que se viese o se oyese no se alcanza,
y, permitiólo Amor en su venganza.  120

   Jamás se vio en humana criatura,
primero ni después, mayor belleza
que la que dio a Narciso la natura,
de gracia acompañada y gentileza:
el aire, el ademán v la postura  125
tal novedad mostraban y extrañeza,
que igual no solamente no tenía,
mas poderlo tener no parecía.

   Las felices estrellas se juntaron
y en hacelle hermoso concurrieron,  130
las gracias todas juntas le dotaron
de todo lo mejor que en sí tuvieron:
la pintura fue tal que nunca osaron
retratalla en color, ni la esculpieron,
Apele, Zeusi, Praxitele o Fidia,  135
ni lo supo emendar la mesma envidia.

   Iba creciendo el mozo, y mil querellas
con sospiros y lágrimas crecían,
por donde andaba, en dueñas y doncellas,
sin poderse valer cuantas le vían,  140
no sin admiración en todas ellas
de la nueva mudanza que sentían,
que la más libre, en viéndole presente,
prueba lo que es amar fundadamente.

   Mas él, que es contra Amor endurecido  145
y de seguille está tan apartado,
que, como a otro el ser aborrecido
tanto y más le aborrece el ser amado,
de ninguna entre tantas fue movido
ni de ajeno dolor toma cuidado,  150
que, si hay cosa que iguale a su belleza,
es sólo su desdén y su aspereza.

   En ningún ejercicio se embaraza
que se conforme con sus verdes años,
ni toma gusto sino sólo en caza  155
y en hacer a las fieras mil engaños.
Déstas sin descansar sigue la traza,
que en seguir los provechos o los daños
de Amor no piensa ni se acuerda dello,
o, si se acuerda, es para aborrecello.  160

   Mas en los montes, valles y espesura
de las selvas ya dél acostumbradas,
aún vino a ser dañosa su figura,
y a causar más de un llanto sus pisadas:
que en verle no quedó ninfa segura,  165
ni pudieron estarlo en sus moradas,
antes con las demás a un mismo punto
el verle y el arder fue todo junto.

   Y con mostralle claro que le amaban,
no solamente a amar no le movían,  170
pero con la blandura que mostraban
en extremo mayor le endurecían.
Así más lejos siempre se hallaban
cuanto más deseosas le seguían,
dando deste dolor y sentimiento  175
sus quejas y sus lágrimas al viento.

   Y por montes y selvas maldiciendo
van las tristes amantes de una en una
el punto en que le vieron, pues muriendo,
la muerte no le mueve de ninguna.  180
Y como va el dolor siempre creciendo,
maldicen su deseo y su fortuna,
y al cielo que juntó beldad tamaña
con rigor y aspereza tan extraña.

   Al amor cada una reprehende  185
como digno de ser reprehendido,
que no siente su daño y que no entiende
lo que dél suele ser tan entendido:
que su reino y sus leyes no defiende
de un mozo de quien es tan ofendido,  190
y siendo despreciado, se consiente
despreciar y ofender tan claramente.

   ¿Dónde está, Amor, tu brazo poderoso,
le dicen, y tan fuerte en toda parte,
que a Plutón en el reino tenebroso  195
sojuzgó, y en el cielo a Apolo y Marte?
¿Cómo el temido es ya tan temeroso,
y sufres que un soberbio no se harte
de ver contino llanto en nuestros ojos,
llevándonos las almas por despojos?  200

   ¿Dónde está el arco, Amor, que te hacía
tan temido en el mundo v acatado,
y las saetas, que cualquier valía
contra el más duro pecho y más armado?
¿Dó está la ardiente hacha que encendía  205
el corazón más frío y más helado?
¿Dó está el cuidado y el mortal recelo,
la esperanza, el temor, la llama, el yelo?

   ¿Cómo del arco se aflojó la cuerda?
¿Cómo se despuntaron tus saetas?  210
¿Cómo permites que el temor se pierda
a tus públicas armas y secretas,
sufriendo al que no cura ni se acuerda
que amenaces con mal, o bien prometas?
Pues tu reino y tu ser debe moverte,  215
si perdello no quieres y perderte.

   Narciso libre y suelto anda cazando
por montes, valles, selvas y riberas,
hiriendo crudamente, y aun matando,
más número de ninfas que de fieras;  220
y de tu imperio, Amor, siempre burlando,
y de nuestras congojas lastimeras.
Pues mira, de quien tanto se atreve,
si un divino poder vengarse debe.

   Estas y otras mil cuitas semejantes  225
dicen las tristes sospirando al cielo,
en amar a Narciso tan constantes
cuan llenas de dolor y desconsuelo.
Y, aunque de ser amadas tan distantes
cuanto está el fuego de la nieve o yelo,  230
todas van a buscar y amando siguen
a aquél que con seguille se persiguen.

   Tal hubo entre ellas que, a seguirle intenta,
de venir a hallarle se temía,
que el fuego en que Amor lejos la sustenta  235
temor de cerca en yelo le volvía.
Así nueva pasión cumple que sienta
do quier que el pie o el ánimo movía,
y así del bien y mal por prueba siente
que vienen a dañar casi igualmente.  240

   Hubo otra allí que, cuando más quejosa,
la desesperación le dio esperanza
de contarle su pena dolorosa,
de suerte que hiciese en él mudanza.
Ya está de comenzarlo deseosa  245
y esfuérzase en su débil confianza,
tanto que entre sí mesma ya decía:
«Pues callo mi dolor, la culpa es mía.

   Mía es toda la culpa, pues no entiendo
ni procuro a mi mal remedio o cura.  250
No me ofende Narciso, yo me ofendo,
y él no sabe mis ansias por ventura:
él no puede saber que estoy muriendo,
si nunca le conté mi desventura,
que al viento y a los montes la descubro,  255
y a quien puede valerme se la encubro».

   Así diciendo y sospirando, parte
a buscar y seguir el crudo amante,
pensando de qué forma y con cuál arte
le mostrase su pena y fe constante.  260
Ya junta la razón, ya la reparte:
«Esto diré después, esto delante»;
ora a este dicho, ora a aquél se allega
y, junto éste y aquél, afirma y niega.

   Pero en el punto que a mirar llegaba  265
al que a paso tan duro le ha traído,
de sólo contemplalle se acordaba,
poniendo lo demás todo en olvido.
Toda junta en miralle se empleaba,
para sólo mirar tiene sentido,  270
y éste mil veces aun quería perdelle
viendo tan claro que le enoja en velle.

   Así, lo que a otro descubrir quería,
así misma decirlo osaba apena
y queda del temor helada y fría,  275
el alma de dolor y angustia llena.
Sólo sabe seguir la usada vía
de estar toda en Narciso y de sí ajena,
hacer concetos y quedarse muda,
y, temiendo, esperar en vano ayuda  280

   Entre las otras ninfas Eco andaba,
más graciosa que todas y más bella,
a quien su habla natural faltaba
por causa que ella dio para perdella,
tal que a hablar en vano se esforzaba.  285
Así lo permitió su fiera estrella,
juntando este trabajo y desventura
con su extremada gracia y hermosura.

   Y de todo su mal causa había sido
Juno, del alto Júpiter esposa,  290
que buscando en un valle a su marido,
del cual andaba, con razón, celosa,
Eco delante se le había ofrecido
y, con manera de hablar graciosa,
tanto la tuvo en un sabroso cuento,  295
que la diosa tardó y erró su intento.

   Porque tal lugar dio el entretenella
a Júpiter, que cerca la sentía,
que se pudo apartar y esconder della
la ninfa que consigo allí tenía.  300
Y sin que viese Juno a él ni a ella,
se escaparon los dos por otra vía.
Advertida la diosa deste engaño,
sobre Eco quiso que cayese el daño.

   Y dijo: « ¡Oh ninfa!, porque el mundo aprenda  305
a temer a los dioses, mando y quiero
que tu engañosa habla a nadie ofenda
de hoy más, y que este engaño sea el postrero,
y que no hables ni tu voz se entienda,
sino oyendo hablar a otro primero,  310
y replicando de la voz ajena
las últimas palabras con gran pena».

   Hecho, pues, un castigo tan notable,
la diosa se partió de allí enojada,
quedando la triste Eco miserable  315
con dolor en el alma y lastimada:
mueve la lengua con pensar que hable
palabras con que fuese perdonada,
mas sólo, cuando Juno hablaba,
sus últimos acentos replicaba.  320

   Extraña es la pasión que prueba y siente
de verse así la triste enmudecida,
y aunque del yerro tarde se arrepiente,
con señales se muestra arrepentida.
Tiene su primer voz siempre en la mente,  325
esto hace su pena muy crecida,
y acreciéntase mas con que no espera
volver ya al uso de la voz primera.

   Ésta, pues, vio a Narciso que, cazando
como solía, por la selva andaba;  330
mírale atenta y, yéndole mirando,
por sí mesma la triste no miraba:
que por la vista Amor va penetrando
hasta que al alma y corazón pasaba,
do apenas ha pasado, apenas llega,  335
cuando la fuerza de ambos se le entrega.

   Al Amor sin sentido se ha entregado
y a su poder del todo está rendida,
tanto que es otra y que del mal pasado
con el dolor presente se le olvida:  340
ya lo que suele no le da cuidado,
ya no se acuerda de su voz perdida,
que a la pasión humana que más puede
la que nace de Amor pasa y precede.

   Estando de seguille o no dudosa,  345
en fin Amor la fuerza a que le siga.
Jamás fue de hablar tan deseosa
ni el ser muda le dio tanta fatiga;
mas, viendo ya ser imposible cosa
que el todo de su mal, ni parte, diga,  350
sólo que él hable es lo que pide y quiere
por poder replicar lo que dijere.

   Vale siguiendo atenta y escuchando
por ver si acaso a su Narciso oyese
cualquier palabra con que, replicando,  355
a lo menos con él hablar pudiese.
Y de lo que desea va esperando
si en fin de su razón algo dijese
con que ella, respondiendo como suele,
manifieste un dolor que tanto duele.  360

   Así le sigue, y cuanto más se allega
siente mayor y más cercano el fuego;
entre sí ya le habla y ya le ruega,
sin acordarse que no se oye el ruego;
ya aprueba lo que hace, ya lo niega,  365
y desta confusión se culpa luego,
y nácenle en el alma mil concetos
que por falta de voz son imperfetos.

   Pero los ojos muestran, y el semblante,
lo que mostrar no pueden sus razones,  370
do cualquiera señal es tan bastante,
que en una se declaran mil pasiones.
Muévese, espera y vuelve en un instante,
según le pinta Amor las ocasiones,
que tal es en la triste la mudanza  375
cual el temor la hace, o la esperanza.

   Perdióse tras un corzo acaso un día
Narciso por la selva donde andaba,
y el verse lejos de su compañía,
en tanta soledad, temor le daba.  380
Eco sola escondida le seguía,
Eco era sola quien por él miraba
para ser al peligro la primera,
si a desdicha saliese alguna fiera.

   Que la muerte le viene a la memoria  385
de aquel hermoso Adonis, desastrada,
y Venus, que con él pierde su gloria,
sobre el sangriento cuerpo abandonada.
Teme que aquella lamentable historia
venga a ser en su daño renovada,  390
y el de Narciso tiene por su daño,
que el suyo ni le teme ni es tamaño.

   Pues de seguir el corzo ya dejando,
quedó cansado el mozo y afligido
de ver venir la noche, recelando  395
que allí la ha de pasar solo y perdido.
A toda parte mira y, esperando
de alguno de los suyos ser oído,
en altas voces «Aquí estoy» decía,
y Eco sola «Aquí estoy» le respondía.  400

   Oye la voz y está maravillado
de quién será el que habla y se le esconde;
vuelve a llamar y siente ser llamado
con sus palabras sin saber de dónde.
«Pues venid y allegad», dice espantado,  405
y escucha de qué parte o quién responde;
mas Eco, oyendo lo que pide y quiere,
«Venid, llegad», en alta voz refiere.

   Aquí la esforzó Amor a que, saliendo,
al amado Narciso se allegase  410
y, decille sus ansias no pudiendo,
mostrallas con señales procurase.
Con llanto, con suspiros, y gimiendo,
ninguna hubo en amor que no mostrase,
y juntamente, aunque era todo en vano,  415
se llega por tomarle de la mano.

   Pero Narciso, a cuya gran dureza
no puede la de un mármol compararse,
no sólo la apartó con extrañeza,
mas luego, por no vella y apartarse,  420
huye por do mayor es la aspereza,
diciendo, sin dejar de apresurarse:
«Antes yo muera de rabiosa muerte
que sufra que me quieras, o quererte».

   No pudo aquí sufrir ya el corrimiento,  425
mas, gimiendo la triste y sospirando,
por la espesura se arrojó sin tiento,
«Me quieras, o quererte» replicando.
De sí le viene ya aborrecimiento,
de la gente y la luz se va apartando,  430
mas dentro de su pecho oye y entiende
quién de todo la culpa y reprehende.

   Metida al fin en una cueva escura,
entre sí mesma habla y dice al cielo:
«Eterno movedor que de la altura  435
miras cuanto se hace en este suelo,
tú, que tan nueva gracia y hermosura
formaste por mi daño y desconsuelo,
no permitas que quede sin castigo
tanta fiereza y desamor conmigo.  440

Mas el que hizo en mí tan gran mudanza
sienta en el alma y corazón mudarse,
y pruebe qué es amar sin esperanza
quien a tantas movió a desesperarse;
y porque al daño iguale mi venganza,  445
él venga de sí mesmo a enamorarse,
pues ni puede probar mayor dureza,
ni vencerle podrá menor belleza.

   Y en mí, que sólo para llanto y pena
y males nunca vistos fui nacida,  450
cúmplase presto lo que el hado ordena,
que es ser luego deshecha y consumida:
nunca será sino agradable y buena
muerte que me privare de tal vida,
pues que viene a librar mis tiernos años  455
de mil presentes y futuros daños».

   Mientras esto consigo está diciendo,
dio el cielo de piedad señal muy clara:
vase el humor vital ya consumiendo
por el hermoso cuerpo y por la cara;  460
ya el frío por los miembros va corriendo,
ya el calor natural los desampara,
ya está en la mayor parte endurecida,
ya queda en dura piedra convertida.

   La voz le quedó viva solamente,  465
mas limitada y no como solía;
vive invisible, y a lo que oye y siente
responde sin tristeza ni alegría.
Mas cuando tal ofensa Amor consiente,
para vengarse no le falta vía,  470
que luego tiempo y ocasión ordena
de dar a tanta culpa mayor pena.

   Los montes y los llanos calentaba
con sus rayos el sol de mediodía,
cuando con su ganado reposaba  475
a la sombra el pastor donde solía;
de su trabajo el labrador cesaba,
para volver de nuevo a su porfía;
daba la hora reposo a los mortales
y sosiego a las aves y animales.  480

   Narciso, que con sed y caluroso,
no menos que cansado, se hallaba,
sombra para tomar algún reposo
y agua do se refresque deseaba;
y en fin llegando a un valle deleitoso,  485
a una fuente su suerte le guiaba
cual nunca la halló persona humana,
ni cazando jamás Febo o Diana.

   En piedra natural está cavado
el vaso de la fuente, tan guardada,  490
que de ninfa o pastor, ni de ganado,
ni de ave o fiera fue jamás tocada.
Defiéndela del sol porcada lado
una espesura de árboles cerrada,
y el verde suelo pintan tiernas flores  495
de mil diversidades de colores.

   En la fuente y el valle, la natura
no dejó ningún obra para el arte,
que son sombra agradable y con frescura
parece que convida a cada parte.  500
Y sale la corriente a la verdura,
do con dulce sonido se reparte
en chicos arroyuelos, de manera
que hacen inmortal la primavera.

   No tan presto Narciso ve delante  505
la dulce sombra del lugar presente,
que se alegra en el alma y al instante
a refrescarse va junto a la fuente;
donde el que, siempre amado y nunca amante,
al Amor despreció tan libremente  510
a pena nunca vista es condenado
de Amor, que no perdona este pecado.

   ¡Oh cuánto para el triste mejor fuera,
sin reposar en el ardiente estío,
seguir como era usado alguna fiera,  515
y aun seguilla en invierno al mayor frío,
que haber llegado a verse en lo que espera!
Mas contrastar al hado es desvarío,
que no hay mudanza en lo que cielo ordena,
o placer o pesar, descanso o pena.  520

   Así, ya cuando de su desventura
el término y el punto era venido,
bajándose a beber vio su figura,
que vista por él antes no había sido;
pero tan desusada hermosura  525
como la que en el agua ha aparecido,
ni conoce que es suya, ni imagina
que humana pueda ser, sino divina.

   Como a tal la saluda, y juntamente
la ve claro moverse a saludalle,  530
y que, lo mesmo que él, hace y consiente
en cualquier ademán y en el hablalle.
Vuelve y escucha en torno de la fuente
si el son de aquella voz entienda o halle,
mas ve que calla si él está callando,  535
y que cuando él escucha está escuchando.

   Parécele, si él habla, que responde,
y que de verle triste se entristece;
que si él algo se aparta, se le esconde,
si vuelve a aparecer luego parece.  540
En fin quiere su suerte, que allí adonde
vino por refrescarse le acaece
que, por quitar la sed y ardor que tiene,
más sed y más ardor le sobreviene.

   Ya no sabe qué diga ni qué haga,  545
ni en lo que está, ni a sí sabe entenderse;
ya recibe de Amor aquella paga
que a tal ingratitud podía deberse:
no halla cosa en qué se satisfaga,
el estarse le cansa, y el moverse,  550
deshácese entre sí como quien prueba
con libre corazón cosa tan nueva.

   Con extraña atención al agua mira,
ni descansa en miralla ni en no vella,
ya deja de mirar y se retira,  555
ya vuelve sin saber partirse della.
Por quien mil sospiraron ya sospira,
quien querellas causó ya se querella,
y ya tiene los ojos de agua llenos
quien tanta derramó de los ajenos.  560

   Mas tanta de los suyos ya llovía,
que remueve y enturbia el agua clara,
y esto la amada vista le impedía,
que siendo suya le costó tan cara.
Recélase que al valle se saldría,  565
parte a seguilla, y en partiendo para,
y en parando se vuelve a mirar luego
y a encender en el agua el mesmo fuego.

   De nuevo se está atónito, admirado
de todo aquello en que él es admirable,  570
y ya el mirar le tiene en un estado
que es sobre la miseria miserable.
Y el que padece es mal tan desusado,
que por la novedad es incurable,
pues mira en sí lo mesmo por que muere  575
y, viéndose morir, mirarlo quiere.

   Mas su mirar no entiende que es mirarse,
ni que este su querer era quererse,
ni que su desear es desearse,
ni su no conocer desconocerse:  580
extraño mal que a sí le dañe amarse,
que venga a ser provecho aborrecerse,
y convenga ser dél su propia vida,
antes que tan amada, aborrecida.

   Ya va creciendo el agua que corría  585
con la que de sus ojos él derrama,
ni de comer se acuerda en todo el día,
ni hay para él noche, ni reposo o cama.
No cesa un punto su mortal porfía,
habla, gime, sospira, llora y llama,  590
turba la fuente con su llanto crudo,
no ve su sombra, y queda ciego y mudo.

   No hay remedio ni cosa que sea parte
para consuelo de pasión tan nueva,
ni hambre o sueño que de allí le aparte,  595
ni otra razón o fuerza que le mueva.
Busca, tienta, procura, usando de arte,
y, en fin, ya la experiencia y larga prueba
le descubren y muestran el engaño,
que así lo quiere Amor para más daño.  600

   Descúbrese el engaño, y él entiende
lo que hasta aquel punto no ha entendido:
que él solo es el que daña y el que ofende,
y solo es el dañado y ofendido;
que él es el que arde y el que el fuego enciende,  605
el movedor de todo y el movido;
que el que desea es él, y el deseado;
y, en fin, que es el amante y el amado.

   ¡Oh, cuál fue su dolor y, cuál su llanto,
luego que entiende lo que no entendía,  610
que se aumentan en él y crecen cuanto
más imposible su esperanza vía!
A las aves del aire pone espanto
y las fieras del bosque enternecía,
los árboles que cerca de allí estaban  615
los ramos a sus quejas inclinaban.

   Eco, la triste ninfa, aunque corrida
y con tan justas causas enojada,
puesto que de su queja no se olvida
ni della ya podrá ser olvidada,  620
condoliéndose dél en ver su vida
de tanto bien a tanto mal mudada,
todas las veces que quejar le oía
a su clamor y quejas respondía.

   «¡Oh valle, oh selva, oh montes y llanura!»  625
dice en voz dolorosa el desdichado,
«pues tan durable vida os dio natura,
decí, en mil siglos que ya habéis pasado,
si vistes de tan nueva desventura
un corazón humano rodeado,  630
o fingirse un dolor cual es el mío,
con imaginación o desvarío.

   Triste, que está conmigo el bien que quiero,
y dejarme, aunque quiera, no podría,
y por el mesmo bien que tengo muero,  635
que si no lo tuviese viviría.
Por sólo poseello desespero
de lo que, estando en otro, esperaría.
¡Oh crudo y fiero Amor, oh caso extraño,
que en tener lo que quiero esté mi daño!  640

   Si no cesa el deseo ni es cumplido,
aunque se goce el bien que se desea,
no siendo el amante poseído
de suerte que en sí mesmo lo posea,
injustísimo Amor, ¿por qué has querido  645
que sólo en mí tan al contrario sea,
que en mí tenga mi bien, y con tenelle
muera entre el desealle y poseelle?

   Contra toda razón a mí me hace
más pobre y miserable mi riqueza,  650
lo que el cielo en mí hizo me deshace,
pues sola me ha vencido mi belleza.
Aquel que, amando, en la que más le aplace
se queja de rigor y de aspereza,
¡oh cómo sé que se satisficiese,  655
si un hora de mi mal probar pudiese!

   Procura el amador verse presente
y estar, si puede, de su bien cercano;
yo, teniéndole en mí, soy tan ausente,
que desde cien mil leguas lloro en vano.  660
¡Oh si del fiero mal que esta alma siente
estuviera el remedio en otra mano,
que en mano de la fiera más terrible
fuera dificultoso y no imposible!

   ¿A quién iré que pueda consolarme  665
si el consuelo y la queja está conmigo?
¿O quién diré que venga a remediarme
si yo soy mi remedio y me persigo?
Acabe mi dolor ya de acabarme,
satisfágase Amor en mi castigo,  670
pues tiene, para estar bien satisfecho,
tan poco por hacer y tanto hecho.

   Tenga ya fin, pues otro bien no espera,
vida tan miserable y desdichada,
y muerte su venida no difiera  675
donde es tan convenible y deseada.
La causa de mi muerte no quisiera
que agora, como yo, fuera acabada,
mas si vivir conformes no podemos,
conformes a lomenos moriremos».  680

   En este punto el amoroso fuego,
sobre la yerba donde echado estaba,
de arder y consumir acabó luego
el poco humor vital que le quedaba.
Muriendo dijo: «¡Oh miserable y ciego,  685
amado y amador!» Y replicaba
Eco con doloroso sentimiento:
«¡Oh amado y amador!», en triste acento.

   Y luego aquellos ojos se cerraron,
que para verse por su mal se abrieron,  690
en pago de que a tantos no miraron,
ni aun sólo ser mirados consintieron.
Si lágrimas de muchos derramaron,
en lágrimas también se consumieron,
y con morir su pena aún no cesaba,  695
que allá en el agua Estigia se miraba.

   De toda la comarca los pastores,
luego que el caso lamentable oyeron,
lloran la novedad de los amores
y del triste suceso que tuvieron.  700
Cruel llaman al cielo en mil clamores,
y a la natura, porque al mundo dieron
tan sobrenatural gracia y belleza,
para llevarla dél con tal presteza.

   Todas las ninfas de aquel valle umbroso  705
a las tristes obsequias se juntaron,
que juntas quieren dar sepulcro honroso
al cuerpo muerto que ya vivo amaron.
Buscáronle, y fue caso milagroso
que allí no pareció ni le hallaron,  710
y a do murió una flor no vista vieron,
que todas por Narciso la tuvieron.

   Por Narciso de todas fue tenida,
y Narciso de todas fue llamada,
la cual de blancas hojas es ceñida  715
al derredor y, en medio, colorada.
La dolorosa muerte fue plañida
y con tristes endechas lamentada.

Eco, desde la cueva a do se esconde,
al triste llanto, no sin él, responde.  720

   Así acabó el soberbio y desdeñoso,
el rebelde de Amor, ingrato y fiero,
cuyo suceso, aunque es tan espantoso,
ya pudo, y aún podrá, ser verdadero:
porque al Amor lo más dificultoso,  725
y lo más increíble, es muy ligero;
y así, toda cruel o ingrata espere
sentirlo cuando menos lo creyere.

   Y si nunca a mujer jamás fue dada,
por gran ingratitud, pena tan fuerte,  730
¿quién sabe para cuál tiene guardada
por ventura el Amor la mesma suerte?
Viva la que es discreta recatada,
que pues hubo en el agua fuego y muerte,
más cercano peligro, y más presente,  735
hay siempre en el espejo que en la fuente.



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