El que vamos a analizar a continuación es uno de los sonetos más celebrados de Sor Juana (MP, núm. 165), y con toda justicia:
En este soneto Juana Inés adopta claramente voz femenina, y el uso de los pronombres es yo/tú. Las palabras utilizadas en el primer cuarteto: «sombra», «imagen», «ilusión», «ficción», son conceptos aristotélicos de raíz latina utilizados en relación con la mente al mismo tiempo que la poeta los usa para dirigirse al ser querido34. En el segundo cuarteto establece que las gracias del ser amado son un «imán» que atraen a su pecho -que encierra el corazón- presentado aquí como de «acero», —422→ palabra que nos transmite la idea de fortaleza ante los embates del amor; es decir, que no estamos aquí frente a la «cera» que encontramos en el soneto último que vimos de Garcilaso. La idea del «imán» de las gracias de él que la atraen se aproximan al concepto de «amor racional» que vimos antes: él tiene méritos suficientes para ser amado pero no es un amor correspondido. Con los dos últimos versos del segundo cuarteto nos enteramos de por qué utilizó «detente» y de por qué recurrió a esos conceptos mentales que mencionamos antes; hay en esos dos últimos versos un reproche: ¿por qué apareces lisonjero enamorándome si luego huyes burlándome? Vemos que la voz lírica se da cuenta del juego tramposo de su amigo y, resuelve, en los dos tercetos (con la misma rima que hemos visto hasta ahora), darle una lección: tu tiranía amorosa no triunfa de mí porque, aunque huyas, mi Fantasía te atrapa a pesar de ti; es la posesión imaginaria del ser amado. Nótese que la «forma fantástica» que «burla», que huye del lazo tendido por la amante es ya producto de la imaginación; esa forma, aun siendo así, logra, al fin, ser atrapada por las facultades del entendimiento: mi mente -le dice- te labra una prisión, estableciendo de esta manera, una relación estrecha entre los sentimientos amorosos y las facultades mentales. Este soneto, además de todo lo mencionado y del alto lirismo que nos transmite, podemos aproximarlo, en el aspecto personal, a la Carta Atenagórica y a la «Carta de Monterrey»; es una prueba más de la confianza y seguridad en sí misma que tenía Juana Inés, en su intelecto: la mente lo puede todo. Y tanto puede que lo mismo forma prisiones que las deshace, como vemos en estos versos (MP, núm. 12), quizás un avance de los conceptos del soneto en cuestión (vs. 25-28):
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Entre los varios y óptimos ejemplos de los mismos tópicos en autores anteriores a Sor Juana que Méndez Plancarte nos transmite en las notas a este soneto (pp. 529-530), destaquemos los más sobresalientes: el primero es de Martín de la Plaza (que ya había apuntado Abreu): «Amante sombra de mi bien esquivo»: de Quevedo: «A fugitivas sombras den abrazos: / [...] / Búrlame, y de burlarme corre ufana»; de Calderón: «Adorando estoy tu sombra, / y -a mis ojos aparente- / por burlar mi fantasía / abracé el aire mil veces»; y del mismo: «donde hubo el "Detente, espera, / sombra, ilusión! [...]"». Estos conceptos —423→ de psicología aristotélica eran patrimonio de todos: Sor Juana los utilizó en un soneto estupendo añadiéndole la nota personal del gran poder de la mente; lo original es que la poeta centra la acción en sí misma, en la amante, no en el amado que huye, quien es, por fin, atrapado35.
Sor Juana tiene otras composiciones, décimas y una glosa, en las que trata ideas aproximadas al ocuparse del tema de la ausencia: el amante, a través del pensamiento, no se aparta nunca por muy distante que esté (cf. la composición núm. 101 en MP): en la glosa habla de que tendrá «siempre el pensamiento en ti / siempre a ti en el pensamiento», convirtiendo las ideas filosóficas de este soneto que estamos estudiando en cuestión que se aproxima a lo amoroso-religioso en las glosas, cuando dice: «Acá en el alma veré / el centro de mis cuidados / con los ojos de mi fe: / que gustos imaginados, / también un ciego los ve» (MP, núm. 142, vs. 40-44). Son, en todo caso, ejemplos inferiores al soneto en lo sintáctico y en lo semántico.
Recordemos que Sor Juana tiene en el Sueño algunos de los conceptos que utiliza en este soneto -incluyendo la palabra «imán», allí con relación a los pulmones que atrapan el aire-; veamos el pasaje en el que menciona al Faro de Alejandría y lo compara con lo que hace la Fantasía. El estómago, dice la poeta (vs. 254-260):
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En uno y otro poema, el soneto y el Sueño, la Fantasía -a la que le conservamos la mayúscula por presentarse, en ambos casos, como protagonista activa- media entre las sensaciones recibidas por los cinco sentidos del cuerpo y el pensamiento: es el «sentido común» que las combina. En el soneto, la Fantasía forma la imagen del amado y la retiene en su mente. Esta facultad del intelecto humano tiene papel preponderante en el soneto que estudiamos: recordemos el que vimos arriba: «Probable opinión es que conservarse» en el cual también la monja convierte en poesía amorosa sus conocimientos científicos.