Venus y
Adonis
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Cuando apenas,
al sol, con semblante escarlata |
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le da el último adiós
la bella aurora en lágrimas, |
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Adonis se dispone al placer de la
caza, |
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a la que tanto ama, que del amor se
mofa; |
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mientras Venus, enferma de deseo,
le acosa |
5 |
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y cual audaz amante, trata de
enamorarle. |
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«Tú,
tres veces más bello, que yo soy» le declara. |
|
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«Cuya flor y dulzura,
ciegamente ama el prado, |
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que a las ninfas empañas, y
que eres como el hombre, |
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más blanco que las rosas y
las propias palomas. |
10 |
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|
Te hizo un día Natura, con
ella en competencia |
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para decirle al Mundo que con tu
muerte acaba. |
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Baja de tu
caballo, portento de hermosura, |
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sujeta su cabeza al fuste de la
silla |
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y si este favor me haces, por ello,
te prometo, |
15 |
|
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descubrirte mil veces los secretos
más dulces; |
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|
siéntate junto a mí,
donde no haya serpientes |
|
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|
silbando alrededor, mientras te
beso amante, |
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sin que tu labio
sienta, que se apaga este fuego, |
|
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|
que sentirás más
ganas entre tanta abundancia, |
20 |
|
|
pasando del rubor a la albura al
instante, |
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|
que diez besos serán cual
uno y como veinte: |
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|
Que un día de verano
será como una hora |
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|
|
derrochada entre gozos donde el
tiempo se pierde.» |
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|
Después
de esto le toma, su sudorosa mano, |
25 |
|
|
tan llena de vigor y de
vitalidad, |
|
|
|
y temblando de ardores, le nombra
como bálsamo |
|
|
|
terrenal soberano, que hasta las
diosas cura |
|
|
|
y ya en pleno delirio su anhelo le
da fuerzas, |
|
|
|
para bajarlo ciega y audaz de su
caballo. |
30 |
|
|
|
Sobre su brazo
cuelgan las riendas del corcel, |
|
|
|
mientras el otro abraza al dulce y
tierno joven, |
|
|
|
que con rubor y enfado y con
frío desdén, |
|
|
|
indiferente al juego no expresa
algún deseo; |
|
|
|
ella ardiente y roja cual
relumbrante brasa, |
35 |
|
|
él rojo de vergüenza,
pero incapaz de amarla. |
|
|
|
|
La ornamentada
brida a una rama nudosa |
|
|
|
ella ata prontamente
¡Cuál ligero es Amor! |
|
|
|
El caballo está atado y en
ese mismo instante |
|
|
|
trata de sujetar al rebelde
jinete; |
40 |
|
|
lo hace retroceder hacia donde ella
quiere |
|
|
|
y con fuerza le obliga pero no con
lujuria. |
|
|
|
|
Una vez
él en tierra se tumba ella a su lado, |
|
|
|
cada uno apoyado, en codos y
caderas, |
|
|
|
si le acaricia el rostro, él
se enoja y se enrabia |
45 |
|
|
reprendiendo su gesto; ella le
cierra el labio |
|
|
|
y besándolo le habla con
lascivo lenguaje: |
|
|
|
«Si me regañas, nunca,
podrás abrir los labios.» |
|
|
|
|
Él arde
de vergüenza y ella trata con lágrimas |
|
|
|
mitigar el pudor de sus rojas
mejillas; |
50 |
|
|
mientras con sus suspiros y dorados
cabellos |
|
|
|
pretender abanicar su rostro hasta
secarle; |
|
|
|
él la llama soberbia y la
acusa su falta, |
|
|
|
aunque después a todo ella
con besos mata. |
|
|
|
|
Cual un
águila hambrienta punzada por ayuno, |
55 |
|
|
desgarra con su pico, plumas,
carnes y huesos, |
|
|
|
y batiendo sus alas, devora
ávidamente, |
|
|
|
hasta sentirse harta y acabar con
su presa; |
|
|
|
ella besa su frente, su mejilla y
mentón, |
|
|
|
y allí donde termina vuelve
de nuevo al juego. |
60 |
|
|
|
El se siente
forzado, mas nunca la obedece, |
|
|
|
yaciendo sobre ella y exhalando su
aliento, |
|
|
|
del cual ella se nutre tal como en
una presa: |
|
|
|
Oh celeste humedad y aire de
gracia; |
|
|
|
convirtiendo su rostro en floridos
jardines |
65 |
|
|
que el aliento de él, riega
con finas lluvias. |
|
|
|
|
Mirad, tal como
un pájaro, atrapado en la red, |
|
|
|
así yace en sus brazos,
Adonis maniatado; |
|
|
|
vencida su vergüenza, se
despierta su cólera, |
|
|
|
la cual da más belleza al
enfado en sus ojos: |
70 |
|
|
pues la lluvia agregada a un
río caudaloso |
|
|
|
por fuerza causará un gran
desbordamiento. |
|
|
|
|
Ella sigue
implorando, graciosamente implora |
|
|
|
modulando el decir para un gentil
oído; |
|
|
|
él abatido aún airado
la amenaza, |
75 |
|
|
con la roja vergüenza y
cenicienta cólera; |
|
|
|
ella así aún
más le ama y al ver su palidez |
|
|
|
aumenta su pasión con un
gozo más vivo. |
|
|
|
|
Que él se
muestre a su gusto, ella sólo ha de optar |
|
|
|
por el amor, y jura, con su mano
inmortal |
80 |
|
|
no apartarse jamás del seno
de su amante, |
|
|
|
hasta que él no pare de
llorar largamente, |
|
|
|
cuyas lágrimas riegan sus
divinas mejillas, |
|
|
|
y un dulce beso paga esta deuda sin
cuenta. |
|
|
|
|
Ante esta
promesa él levanta su cara, |
85 |
|
|
tal como un somormujo que emerge de
una ola, |
|
|
|
que al verse descubierto, de nuevo
se sumerge; |
|
|
|
así ofrece entregar
él lo que ella le pide, |
|
|
|
mas cuando ella está lista y
le ofrece sus labios |
|
|
|
él parpadea y vuelve sus
labios a otra parte. |
90 |
|
|
|
Nunca viajero
alguno, en el verano ardiente, |
|
|
|
ansió beber como ella la
dulce concesión. |
|
|
|
Ella ve su remedio, mas no puede
lograrlo |
|
|
|
y aunque en agua se baña su
fuego sigue ardiendo: |
|
|
|
«¡Oh, piedad!»
ella grita «¡Pedernal corazón! |
95 |
|
|
Sólo un beso te imploro;
¿por qué eres tan esquivo? |
|
|
|
|
He sido
cortejada, cual te cortejo ahora, |
|
|
|
por el fiero y terrible dios de la
misma guerra, |
|
|
|
cuya cerviz jamás fue en
batalla inclinada, |
|
|
|
y el que conquista y triunfa en
todos los combates, |
100 |
|
|
ha sido mi cautivo y a la vez fue
mi esclavo, |
|
|
|
y a mendigado aquello que te doy
sin pedirlo. |
|
|
|
|
El sobre mis
altares ha colgado su lanza, |
|
|
|
su golpeado escudo y su triunfal
cimera, |
|
|
|
y aprendió por mi gozo
juegos dulces y danzas, |
105 |
|
|
a ser loco y simpático,
divertido y afable |
|
|
|
desdeñando el tambor y la
bandera roja; |
|
|
|
fue su campo mis brazos y su tienda
mi cama. |
|
|
|
|
Si todo
él dominaba, yo a él le dominé, |
|
|
|
cautivo en un rosario de rosas
encarnadas: |
110 |
|
|
obediente su acero a una fuerza
más fuerte |
|
|
|
mas servil, sin embargo, ante mi
frialdad. |
|
|
|
¡No seas orgulloso ni del
poder te jactes, |
|
|
|
dominando a quien rinde al dios de
los combates! |
|
|
|
|
Toca al menos
mis labios con los tuyos tan bellos |
115 |
|
|
-que aun que no tan hermosos, son
iguales de rojos- |
|
|
|
y así el beso será
tan tuyo como mío; |
|
|
|
¿qué miras sobre el
césped? Levanta tu cabeza, |
|
|
|
y verás tu belleza en mis
propias pupilas; |
|
|
|
¿y si juntos los ojos,
juntemos, también labios? |
120 |
|
|
|
¿Te da
vergüenza el beso? Cierra, pues bien los ojos, |
|
|
|
tal como yo los cierro y hagamos
noche el día, |
|
|
|
que donde dos se encuentran se
descubre el amor; |
|
|
|
se osado, que este juego nuestro,
no está a la vista: |
|
|
|
y estas azules venas en que nos
apoyamos |
125 |
|
|
no podrán delatarnos ni
saber nuestro anhelo. |
|
|
|
|
La tierna
primavera sobre tu ansiado labio |
|
|
|
revela inmadurez; que merece
probarse: |
|
|
|
usa bien este tiempo, la
ocasión es propicia; |
|
|
|
la belleza no debe ser en sí
malgastada: |
130 |
|
|
que si la flor hermosa no es cogida
en su punto |
|
|
|
se consume y marchita apenas pasa
el tiempo. |
|
|
|
|
Si es que yo
fuera fea, detestable o arrugada, |
|
|
|
rústica de modales,
contrahecha y de voz ronca, |
|
|
|
usada y despreciada,
reumática y fría, |
135 |
|
|
de mirada borrosa, flaca
estéril sin jugo, |
|
|
|
podías vacilar que no te
merecía |
|
|
|
mas, no teniendo taras, ¿por
qué tú me aborreces? |
|
|
|
|
No eres capaz de
ver ni una arruga en mi frente; |
|
|
|
son mis ojos azules, brillantes y
vivaces; |
140 |
|
|
y cual la primavera renuevo mi
belleza, |
|
|
|
apretada de carnes y de
médula ardiente; |
|
|
|
húmeda mano y lisa que al
tacto de tu mano, |
|
|
|
capaz de disolverse o fundirse en
tu palma. |
|
|
|
|
Ordena que
razone y encantaré tu oído, |
145 |
|
|
tal como hace un hada
flotaré sobre el césped, |
|
|
|
o cual lleva una ninfa desmelenado
el pelo, |
|
|
|
bailando en las arenas sin dejar
huella alguna |
|
|
|
que el amor es espíritu todo
compuesto en fuego, |
|
|
|
que no se hunde, ligero, capaz de
evaporarse. |
150 |
|
|
|
Es testigo este
prado en que feliz reposo, |
|
|
|
las flores y los árboles que
mi cuerpo soportan; |
|
|
|
dos débiles palomas me
arrastran por el cielo, |
|
|
|
desde la fiel mañana hasta
la dulce noche |
|
|
|
y en todo tiempo allí donde
jugar anhelo, |
155 |
|
|
siendo el amor ligero
¿cómo en ti es tan pesado? |
|
|
|
|
¿Está tu corazón prendado de tu rostro? |
|
|
|
¿Puede tu mano diestra,
hallar en la otra amor? |
|
|
|
Se tú quien te corteje y
tú quien te rechace, |
|
|
|
quítate tu albedrío,
y lamenta tu robo. |
160 |
|
|
De esta forma Narciso, se
prendió de sí mismo |
|
|
|
y murió por besar en la
fuente su imagen. |
|
|
|
|
Para dar la
antorcha luz. La joya por lucirla, |
|
|
|
para el sabor el manjar, juventud
para el gozo, |
|
|
|
las hierbas por perfume, para
granar las plantas, |
165 |
|
|
lo que crece por sí, abusa
de su aumento: |
|
|
|
del grano nace el grano, y de lo
lindo el lindo; |
|
|
|
tú que tal has nacido, tu
deuda es concebir. |
|
|
|
|
¿Por
qué tú te alimentas de la fecunda tierra |
|
|
|
si la tierra no puede de ti
fecundizarse? |
170 |
|
|
Por ley de la Natura te obliga a
que tú engendres |
|
|
|
a los que han de vivir cuando
tú ya no existas; |
|
|
|
y así, a pesar de todo,
tú en ellos sobrevives, |
|
|
|
y lo que a ti parece eterno
tendrá vida.» |
|
|
|
|
Ora la reina
enferma de amor, está sudando, |
175 |
|
|
pues de donde ella estaba, se ha
marchado la sombra, |
|
|
|
y el Titán, fatigado de su
alto mediodía, |
|
|
|
con su quemante ojo, ardiente los
miraba, |
|
|
|
anhelando que Adonis fuera su
conductor, |
|
|
|
y él al lado de Venus,
reemplazar al amante. |
180 |
|
|
|
Por entonces,
Adonis, cansado de su fuerza, |
|
|
|
y con gesto sombrío y mirar
desdeñoso, |
|
|
|
ojos ensombrecidos, con sus cejas
fruncidas, |
|
|
|
tal cuando los vapores
empañaban el cielo, |
|
|
|
exacerbado exclama:
«¡Fuera, basta de amor! |
185 |
|
|
que el sol quema mi rostro y tengo
que partir.» |
|
|
|
|
«¡Ay
de mí, -gime Venus- tan joven y tan cruel! |
|
|
|
¡Con qué vanos
pretextos te quieres alejar! |
|
|
|
Suspiraré el aliento
celestial cuyo soplo |
|
|
|
refrescará el ardor de este
sol que derrite: |
190 |
|
|
haré para ti sombra con mis
propios cabellos; |
|
|
|
y si también ardieran los
apago con llanto. |
|
|
|
|
Brilla el sol
desde el cielo, brilla pero calienta, |
|
|
|
y mira donde estoy, entre aquel sol
y tú: |
|
|
|
El calor que recibo del sol poco me
daña; |
195 |
|
|
la llama de tus ojos es la que a
mí me abrasa |
|
|
|
y si inmortal no fuera, aquí
me moriría, |
|
|
|
entre el sol celestial y este sol
terrenal. |
|
|
|
|
¿Insensible, eres roca, duro como el acero? |
|
|
|
O más que roca o piedra que
la lluvia ablanda: |
200 |
|
|
¿De mujer eres hijo, y no
puedes sentir |
|
|
|
que es amar y el tormento del deseo
de amor? |
|
|
|
Si tu madre tuviera espíritu
tan duro, |
|
|
|
no hubiera conocido la maternal
ternura. |
|
|
|
|
¿Quién soy para que tú me desprecies
así, |
205 |
|
|
o que gran amenaza se esconde tras
mi ruego? |
|
|
|
¿Qué mal haré
si pongo un beso en vuestros labios? |
|
|
|
Hermoso, habla primores, o ten la
lengua muda: |
|
|
|
Dame tan sólo un beso, que
yo devolveré |
|
|
|
con otro más intenso, y si
quieres dos más. |
210 |
|
|
|
¡Fuera,
cuadro sin vida, fría piedra insensible, |
|
|
|
ídolo bien pintado, opaca
imagen muerta, |
|
|
|
estatua que contenta solamente a
los ojos, |
|
|
|
tan parecido al hombre, pero
jamás parido! |
|
|
|
Aunque tengas aspecto de hombre,
tú, no eres hombre, |
215 |
|
|
pues por instinto el hombre siempre
tiende a besar.» |
|
|
|
|
Dicho esto, la
impaciencia ahoga su voz rogante, |
|
|
|
y el excitado enojo le provoca una
pausa; |
|
|
|
muestran su gran enfado sus ojos y
mejillas, |
|
|
|
pues siendo en amor juez, no
ganará su causa: |
220 |
|
|
y ora llora, ora intenta hablar tan
débilmente |
|
|
|
que su llanto interrumpe lo que
intenta decir. |
|
|
|
|
Agita su cabeza,
lo coge de la mano, |
|
|
|
unas veces lo mira, otras mira a la
tierra; |
|
|
|
lo envuelve entre sus brazos como
si fuera un cinto: |
225 |
|
|
y encadenarlo entre ellos, pero el
bien se resiste, |
|
|
|
y a veces cuando lucha por evadirse
de ellos, |
|
|
|
ella anuda sus dedos de
pálida azucena. |
|
|
|
|
«Bien
mío -ella le dice- ya que aquí te he encerrado, |
|
|
|
dentro de este contorno de
pálido marfil, |
230 |
|
|
yo seré como un parque y
tú cual un venado; |
|
|
|
comiendo donde quieras, sobre el
monte o llanura: |
|
|
|
pasto sobre mis labios, y si
hubiera sequía, |
|
|
|
desciende donde están las
fuentes del placer. |
|
|
|
|
Dentro de este
lugar está lo que desees, |
235 |
|
|
llanuras deliciosas con abundante
hierba, |
|
|
|
redondeadas colinas, y bosques
sombreados |
|
|
|
para encontrar refugio de tempestad
o lluvia. |
|
|
|
Sé, pues, tú, mi
venado ya que yo soy tu parque |
|
|
|
y aunque ladren mil perros, no te
perseguirán.» |
240 |
|
|
|
Adonis ante
esto, con tal desdén sonríe, |
|
|
|
que hay en cada mejilla dos bonitos
hoyuelos: |
|
|
|
hizo Amor estos huecos, para ser
enterrado |
|
|
|
en caso de morir en tan sencilla
tumba, |
|
|
|
quizá ya previniendo que si
él allí yacía, |
245 |
|
|
donde el Amor estaba, jamás
él moriría. |
|
|
|
|
Estos huecos
perfectos, estos dulces fositos, |
|
|
|
se abren para tragarse la
pasión de la Venus. |
|
|
|
Loca, ¿cómo
podrá recobrar la razón? |
|
|
|
Ya mortalmente herida, ¿para
qué un nuevo golpe? |
250 |
|
|
¡Oh reina del amor,
destronada en su reino; |
|
|
|
amar a una mejilla que con
desdén sonríe! |
|
|
|
|
Ahora,
¿hacia qué camino? ¿qué tendrá
que decir? |
|
|
|
su verbo ha sido inútil, sus
dolores aumentan; |
|
|
|
con el paso del tiempo, su
pasión quiere huir, |
255 |
|
|
de los brazos de ella, él
lucha por salir. |
|
|
|
«¡Piedad, algún
favor, algo de compasión!» |
|
|
|
Él emprende la fuga y corre
hacia el caballo. |
|
|
|
|
Mas, de pronto,
de una espesura vecina, |
|
|
|
una robusta yegua, juvenil y
arrogante, |
260 |
|
|
al caballo de Adonis, espía
enamorada, |
|
|
|
se adelanta corriendo, relinchando
y soplando |
|
|
|
y el alazán al verla,
aún a un árbol atado, |
|
|
|
fuerte, rompe sus riendas y corre
hacia la yegua. |
|
|
|
|
Él,
altanero brinca, relincha aún amarrado, |
265 |
|
|
deshace el gran tejido de sus
fuertes amarres; |
|
|
|
marca su duro casco en la tierra
que pisa, |
|
|
|
que en su seno resuena como un
trueno del cielo; |
|
|
|
el hierro del bocado, entre sus
dientes rompe, |
|
|
|
pasando a dominar lo que le
sometía. |
270 |
|
|
|
Empina las
orejas, sus crines se le erizan, |
|
|
|
en ondas deslizantes sobre su
esbelto cuello, |
|
|
|
aspira el aire ansioso y otra vez
lo despide: |
|
|
|
cual pasa con un horno despidiendo
vapores: |
|
|
|
y en sus altivos ojos, brillantes
como el fuego, |
275 |
|
|
muestra su gran coraje y su
ardiente deseo. |
|
|
|
|
A veces trota
como, si sus pasos contaran, |
|
|
|
con gentil majestad y modesta
jactancia; |
|
|
|
de pronto salta y se encabrita y
relincha |
|
|
|
cual queriendo decir: «Mirad
mi fortaleza; |
280 |
|
|
y hago esto por ver, si cautivo el
mirar, |
|
|
|
de esa yegua tan linda que
está cerca de aquí.» |
|
|
|
|
¿Cómo poder fijarse en su jinete airado, |
|
|
|
en su mimoso
«¡Hola!» o en su «¡Quieto te
digo!» |
|
|
|
¿Qué le importan a
él las espuelas o bridas |
285 |
|
|
o la rica gualdrapa o las vistosas
galas? |
|
|
|
El sólo ve su amor incapaz
de otra cosa, |
|
|
|
que a su altiva mirada, nada
más le complace. |
|
|
|
|
Mirad, cuando un
pintor, a la vida supera, |
|
|
|
dibujando un caballo tan bien
proporcionado |
290 |
|
|
que rivaliza en arte con la propia
Natura, |
|
|
|
cual si lo muerto fuera más
real que lo vivo; |
|
|
|
así este corcel gana a otro
corcel corriente |
|
|
|
en forma, en valentía, andar
y condición. |
|
|
|
|
Cascos y andares
bellos, larga y tupida crin, |
295 |
|
|
gran pecho y ojos grandes,
proporcional cabeza, |
|
|
|
alto cuello, y orejas cortas,
robustas patas, |
|
|
|
crines y espesa cola, gran grupa y
liso pelo |
|
|
|
todo lo que es belleza a él
no le faltaba, |
|
|
|
excepto un buen jinete para sus
buenos lomos. |
300 |
|
|
|
A veces se
distancia y arrogante se planta, |
|
|
|
otras le causa espanto el temblar
de una pluma; |
|
|
|
otras trata que el viento compita
en su carrera |
|
|
|
y no sabe si corre y no sabe si
vuela, |
|
|
|
ya que en su crin y cola el fuerte
viento canta, |
305 |
|
|
ondeando sus crines como emplumadas
alas. |
|
|
|
|
Mira a su dulce
amor, y por ella relincha; |
|
|
|
ella responde cual si su pensar
supiera, |
|
|
|
sintiéndose cual hembra, al
verse cortejada; |
|
|
|
se hace la indiferente, mas bien
parece arisca |
310 |
|
|
rechazando al corcel y de su ardor
burlándose, |
|
|
|
despreciando con coces sus amables
caricias. |
|
|
|
|
Entonces,
melancólico, muestra su descontento, |
|
|
|
y hasta baja la cola cual penacho
flotante, |
|
|
|
buscando alguna sombra para el
sudor del anca: |
315 |
|
|
piafa, y muerde a las pobres moscas
con su gran rabia. |
|
|
|
Su amor, dándose cuenta de
cómo está de airado, |
|
|
|
se torna más mimosa y
apacigua su furia. |
|
|
|
|
Mas su
impaciente amo, trata de sujetarlo, |
|
|
|
y a la indomable yegua le da temor
el verlo, |
320 |
|
|
tratando velozmente de no ser
aprendida, |
|
|
|
el caballo la sigue, dejando solo a
Adonis. |
|
|
|
Como locos se esconden en el espeso
bosque |
|
|
|
dejando atrás los cuervos
que vuelan sobre ellos. |
|
|
|
|
Por el correr
cansado, Adonis, renegando |
325 |
|
|
contra su impetuosa
caballería indomable: |
|
|
|
y ahora, una vez más, la
feliz ocasión |
|
|
|
da al enfermo de Amor, redoblada
insistencia, |
|
|
|
pues los amantes dicen que hay
triple sufrimiento |
|
|
|
si al corazón le niegan la
ayuda de la lengua. |
330 |
|
|
|
Como un horno
cerrado o un río detenido, |
|
|
|
aquel es más ardiente, y hay
más furia en el agua, |
|
|
|
tal se puede decir del dolor
reprimido; |
|
|
|
que hablar libre mitiga el fuego
del amor; |
|
|
|
pero si el defensor del
corazón se calla, |
335 |
|
|
el cliente se hunde, abatido en su
causa. |
|
|
|
|
Cuando la ve
venir, empieza a enrojecer, |
|
|
|
cual revive en el viento un
carbón apagado, |
|
|
|
guardando en su bonete su faz
más enojada; |
|
|
|
pone la vista en tierra con su
turbado ánimo, |
340 |
|
|
sin poner atención en la
presencia de ella, |
|
|
|
pues sus ojos apenas la miran de
soslayo. |
|
|
|
|
¡Oh, que
gran espectáculo, verla tan anhelosa, |
|
|
|
acercarse furtiva al tozudo
muchacho, |
|
|
|
observando la lucha del color en su
cara, |
345 |
|
|
cómo el carmín y el
blanco uno a otro se destruyen! |
|
|
|
Su mejilla que estaba
pálida, poco a poco, |
|
|
|
se enciende como un gran
relámpago del cielo. |
|
|
|
|
Ella al verle
sentado, a su lado se sienta |
|
|
|
y como amante humilde a sus pies se
arrodilla: |
350 |
|
|
con una de sus manos le libra del
sombrero, |
|
|
|
mientras la otra acaricia sus
hermosas mejillas: |
|
|
|
las mejillas conservan la huella de
su mano, |
|
|
|
como guarda la nieve al caer
cualquier huella. |
|
|
|
|
¡Qué guerra de miradas se desata entre ellos! |
355 |
|
|
Los ojos de ella ruegan suplicantes
los de él, |
|
|
|
pero los ojos de él hacen
que no la miran, |
|
|
|
ella mira y cautiva, él mira
y la desdeña, |
|
|
|
hasta que el mudo drama termina con
sus actos, |
|
|
|
con un coro de lágrimas de
los ojos de ella. |
360 |
|
|
|
Ella con gran
ternura lo toma de la mano, |
|
|
|
cual lirio aprisionado en su
cárcel de nieve, |
|
|
|
o pálido marfil en faja de
alabastro; |
|
|
|
tan blanca amiga abraza a tan
blanca enemiga: |
|
|
|
pero este gran combate de
agresión y de fuerza |
365 |
|
|
es como dos palomas ambas
picoteándose. |
|
|
|
|
Ella maquina un
nuevo y dulce parlamento: |
|
|
|
«¡Oh, tú, el
más hermoso, caminante del mundo! |
|
|
|
Si fueras lo que yo y yo fuera un
muchacho, |
|
|
|
estaría insensible y
tú con esta herida |
370 |
|
|
y por un mirar dulce
quedarías sanado, |
|
|
|
aunque sólo la ruina me
buscara al salvarte.» |
|
|
|
|
«¡Devuélveme mi mano!»,
dice él «¿por qué la
estrechas?» |
|
|
|
«¡Dame mi
corazón!» dice ella, «y la tendrás; |
|
|
|
¡dámelo no suceda que
se acere en el tuyo |
375 |
|
|
y al volverse de acero no pueda
suspirar |
|
|
|
y quedar para siempre ajena a todo
amor; |
|
|
|
si el corazón de Adonis el
mío endurecía.» |
|
|
|
|
«Por
pudor», él le grita «dejarme ya partir; |
|
|
|
perdí mi diversión,
ha huido mi caballo, |
380 |
|
|
y sólo por tu culpa
así lo perdí todo: |
|
|
|
idos de aquí, os ruego,
dejadme por fin solo, |
|
|
|
pues mi alma y mi ser, tan
sólo se preocupan |
|
|
|
de apartar mi caballo de esa
salvaje yegua.» |
|
|
|
|
A esto ella le
responde «Tu corcel, obediente, |
385 |
|
|
le da la bienvenida al cercano
deseo; |
|
|
|
pues la pasión es brasa que
se debe enfriar, |
|
|
|
pues en caso contrario,
arderá el corazón: |
|
|
|
el mar tiene sus límites, el
deseo ninguno, |
|
|
|
por tanto no te extrañe, que
tu corcel se vaya. |
390 |
|
|
|
¡Parecía un rocín, atado en aquel
árbol, |
|
|
|
dominado sumiso por una sola
rienda! |
|
|
|
Pero al ver a la yegua tan joven
como un premio, |
|
|
|
miró con gran desdén
su inútil cautiverio, |
|
|
|
destrozando la brida de su
encorvada testa, |
395 |
|
|
dejando libre el pecho, sus ancas y
la boca. |
|
|
|
|
¿Quién al ver a su amada, desnuda sobre el
lecho, |
|
|
|
sobre sábanas blancas, con
un color más blanco, |
|
|
|
podrá saciar sus ojos
glotones de deseo, |
|
|
|
sin que pretendan tanto todo el
entendimiento? |
400 |
|
|
¿Quién tan
tímido es que con valor no intente |
|
|
|
aproximarse al fuego cuando el
invierno aprieta? |
|
|
|
|
Permite que
disculpe a tu corcel muchacho; |
|
|
|
he implora el corazón que
del corcel aprendas |
|
|
|
a dar uso a los goces que a veces
se presentan; |
405 |
|
|
aunque yo quede muda, tu instinto
te dirá; |
|
|
|
¡oh! aprende a enamorarte, la
lección es bien simple |
|
|
|
y una vez que lo intentes,
jamás lo olvidarás.» |
|
|
|
|
«No conozco
el amor, ni pienso conocerlo, |
|
|
|
no, si es un jabalí, para
acosarlo entonces; |
410 |
|
|
es excesivo el préstamo y no
quiero deber; |
|
|
|
mi amor por el amor es sólo
de desprecio; |
|
|
|
pues tengo por oído, que es
en la vida muerte, |
|
|
|
y que risas y llantos van en el
mismo aliento. |
|
|
|
|
¿Quién llevará un vestido sin forma y sin
remate? |
415 |
|
|
¿Quién arranca el
capullo antes que brote hoja? |
|
|
|
Si las cosas que nacen se mutilan
creciendo, |
|
|
|
se ajan en primavera, y pierden su
valor: |
|
|
|
el potro que se monta o carga
cuando es joven |
|
|
|
jamás será robusto,
pues pierde su arrogancia. |
420 |
|
|
|
Me hacéis
daño en la mano, con apretar. Partamos |
|
|
|
y cese el tema inútil, la
charla sin sentido: |
|
|
|
retirar el asedio sobre mi
corazón, |
|
|
|
que no abrirá sus puertas a
las armas de amor: |
|
|
|
dejad vuestras promesas, la
lágrimas fingidas, |
425 |
|
|
que un corazón de acero no
permite estas huellas.» |
|
|
|
|
«¿Por qué puedes hablar?
¿Por qué tienes la lengua? |
|
|
|
¡Ojalá no tuvieras o
yo estuviera sorda! |
|
|
|
Con tu voz de sirena me haces el
doble daño, |
|
|
|
ya tenía mis cargas para
aguantar más nuevas: |
430 |
|
|
celestial melodía,
áspera resonancia, |
|
|
|
dulce música oída que
hiere el corazón. |
|
|
|
|
Si en vez de
ojos, oídos, tuviera, te amarían, |
|
|
|
esa belleza interna, secreta e
invisible, |
|
|
|
o si yo fuera sorda, se me
conmovería |
435 |
|
|
cada una de las partes de mi ser
más sensibles |
|
|
|
que sin ojos ni oídos, para
verte y oírte, |
|
|
|
de ti me prendaría tan
sólo por el tacto. |
|
|
|
|
Y aún si
de ese sentido del tacto careciese, |
|
|
|
y no pudiese ver, ni escuchar, ni
tocar, |
440 |
|
|
con tener sólo olfato para
poder guiarme, |
|
|
|
aún con esto mi amor por ti
sería grande, |
|
|
|
pues del dulce alambique de tu
admirable rostro |
|
|
|
se desprende un perfume que hace
amar al olfato. |
|
|
|
|
¡Qué gran banquete fueras para el sentir del
gusto, |
445 |
|
|
tú que puedes nutrir a todos
los sentidos! |
|
|
|
¿No desearían estos
por siempre este festejo, |
|
|
|
diciendo a la Sospecha de cerrar
bien la puerta |
|
|
|
por que nunca los Celos, siempre
mal acogidos |
|
|
|
no inquietaran la fiesta con su
amargo avasallo?» |
450 |
|
|
|
Una vez
más se abrió el portal del sonrojo |
|
|
|
que cedió dulce paso al
discurso de él, |
|
|
|
como una aurora roja que al momento
presagia |
|
|
|
naufragio a los marinos, tempestad
a los campos, |
|
|
|
tristeza a los pastores y a las
aves angustia, |
455 |
|
|
vendaval y borrasca al ganado y
vaqueros. |
|
|
|
|
Del presagio
nocivo, ella, hábil se percata: |
|
|
|
tal como calla el viento antes de
cualquier lluvia, |
|
|
|
o como muestra el lobo los dientes
al aullar, |
|
|
|
o tal como la baya se abre antes de
teñir, |
460 |
|
|
como la mortal bala de un ruidoso
cañón, |
|
|
|
ella todo adivina antes de
oírle hablar |
|
|
|
|
Mas ante su
mirada, la diosa se desploma, |
|
|
|
pues la miradas matan y el amor
resucitan, |
|
|
|
una sonrisa cura la herida de un
mal gesto, |
465 |
|
|
mas, ¡bendito quien sufre y
el amor lo enriquece! |
|
|
|
El cándido inocente,
creyendo que está muerta, |
|
|
|
golpea sus mejillas hasta darles
color; |
|
|
|
|
y asombrado por
todo, renuncia en su intención |
|
|
|
de reprenderla duro cual planeo al
principio. |
470 |
|
|
¡Qué astuto es el
Amor, qué habilidad la suya |
|
|
|
mediante una caída,
pretextar la defensa! |
|
|
|
Ya que ella permanece cual muerta
sobre el césped |
|
|
|
y que el aliento de él, le
de una nueva vida. |
|
|
|
|
Él su
nariz aprieta, golpea sus mejillas, |
475 |
|
|
le hace doblar los dedos, y los
pulsos aprieta, |
|
|
|
frota los labios de ella, buscando
mil maneras |
|
|
|
de reparar el daño que
causó su rudeza: |
|
|
|
él la besa, y la diosa, por
propia voluntad, |
|
|
|
jamás se repondría,
por que la bese siempre. |
480 |
|
|
|
La noche del
dolor se vuelve claro día: |
|
|
|
ella abre débilmente sus
azules ventanas |
|
|
|
tal cual sol luminoso, que con
lozano adorno, |
|
|
|
alegra la mañana y hace
vivir la tierra |
|
|
|
y, al igual que el brillante sol
glorifica el cielo, |
485 |
|
|
así el rostro de ella se
enciende con sus ojos; |
|
|
|
|
que se quedan
prendidos en el rostro del joven, |
|
|
|
cual si de este prestado tomaran su
fulgor. |
|
|
|
Nunca se habían mezclado
cuatro luces iguales, |
|
|
|
si no hubiese él nublado con
su ceño las suyas; |
490 |
|
|
dando sus propias lágrimas
la luz más transparente, |
|
|
|
cual la luna nocturna se refleja en
el agua. |
|
|
|
|
«¿Dónde estoy?» dice
ella, «¿en el cielo o la tierra, |
|
|
|
sumergida en el mar o metida en el
fuego? |
|
|
|
¿Será esta hora la
aurora o la tarde expirando? |
495 |
|
|
¿Me deleito muriendo, o
deseo la vida? |
|
|
|
Yo vivía y la vida era un
dolor de muerte: |
|
|
|
Yo moría y la muerte era
viva alegría. |
|
|
|
|
¡Ya que
tú me mataste: vuelve a darme la muerte: |
|
|
|
tu corazón tutor tan
hábil a tus ojos |
500 |
|
|
ha enseñado mil tretas, y un
fingido desdén, |
|
|
|
que ha asesinado al pobre
corazón de mi pecho; |
|
|
|
cual estos ojos míos, fieles
guías de mí, |
|
|
|
sin tus piadosos labios,
jamás hubieran visto. |
|
|
|
|
¡Pueda
ellos besarme por mi bien largamente! |
505 |
|
|
¡No descolores nunca sus
vivos carmesíes! |
|
|
|
¡Qué mientras ellos
duren, su perpetua frescura |
|
|
|
combata la infección en
años de peligro! |
|
|
|
Para que los augures que
pronostican muerte |
|
|
|
digan que fue tu aliento, quien dio
fin a la peste. |
510 |
|
|
|
Castos y dulces
labios impresos en los míos, |
|
|
|
¿qué puedo hacer
porqué, jamás sean sellados? |
|
|
|
En venderme consiento, y consiento
gustosa, |
|
|
|
si me pagas y compras y usas la
buena compra, |
|
|
|
y si tal compra haces, para evitar
las trampas, |
515 |
|
|
estámpame tu sello sobre mis
rojos labios. |
|
|
|
|
Que por mil
besos doy mi propio corazón, |
|
|
|
pagando como quieras, si quieres
uno a uno, |
|
|
|
¿qué son diez
centenares, para ti, de caricias? |
|
|
|
¿Tal raudo que se cuentan,
velozmente se dan? |
520 |
|
|
Y si al faltar el pago la deuda se
doblara, |
|
|
|
¿son veinte centenares de
besos un problema?» |
|
|
|
|
«¡Oh,
reina», dice él, «si algún amor os
causo |
|
|
|
medir mi timidez por mis contados
años: |
|
|
|
antes que me conozca no
intentéis vos hacerlo; |
525 |
|
|
que ningún pescador repara
en alevines: |
|
|
|
cae la fruta madura, la verde
está prendida |
|
|
|
y cogerla a destiempo, agria el
buen paladar. |
|
|
|
|
El que consuela
el mundo, con marcha fatigosa |
|
|
|
su trabajo de día termina en
el Oeste; |
530 |
|
|
chilla el búho, que es,
heraldo de la noche, |
|
|
|
va al redil el ganado, las aves a
sus nidos; |
|
|
|
y nubes cual carbones la luz del
cielo apagan, |
|
|
|
nos dicen que partamos,
dándonos buenas noches.» |
|
|
|
|
«Diga yo
"buenas noches", y dilo tú también; |
535 |
|
|
que si lo hacéis
tendréis un dulce y largo beso.» |
|
|
|
«Buenas noches» murmura
y antes que él diga «adiós», |
|
|
|
se cobra el dulce pago que es de la
despedida: |
|
|
|
los brazos de ella ciñen su
cuello en dulce abrazo; |
|
|
|
fundidos en un cuerpo al unir ambos
rostros. |
540 |
|
|
|
Hasta que
él, sin aliento, se desliga y retira |
|
|
|
la humedad celestial de sus corales
labios |
|
|
|
que conocen sus labios sedientos de
dulzura, |
|
|
|
labios que ya saciados se quejan de
sequía: |
|
|
|
el por tanta abundancia, ella por
la escasez, |
545 |
|
|
juntos los labios de ambos, caen a
tierra enlazados. |
|
|
|
|
Se apodera el
deseo de la vencida presa, |
|
|
|
y glotona la Venus nunca
está satisfecha, |
|
|
|
ella domina el labio, los de
él obedecen, |
|
|
|
y pagan el rescate que pide la
agresora; |
550 |
|
|
buitre rapaz que pide, alto precio
retando |
|
|
|
en desecar el rico tesoro de sus
labios. |
|
|
|
|
Pues habiendo
sentido del botín la dulzura, |
|
|
|
ella con rara furia empieza a
saquear; |
|
|
|
su cara exhala humo, y su sangre
está hirviendo, |
555 |
|
|
su lujuria sin freno le da nuevo
coraje; |
|
|
|
proclamando el olvido, ataca la
razón |
|
|
|
sin pensar en pudores o el honor
naufragando. |
|
|
|
|
Encendido y
cansado por los abrazos de ella, |
|
|
|
cual pájaro salvaje que
amansan las caricias, |
560 |
|
|
o como el ágil corzo
fatigado al correr; |
|
|
|
cual el lloroso infante que al
mecerlo se aplaca, |
|
|
|
así obedece Adonis, se
entrega y no resiste, |
|
|
|
mientras ella se sacia, sin lograr
lo que quiere. |
|
|
|
|