Viaje al infierno [fragmento]

Sor Josefa María García

Estando un día en oración, fue mi amor Jesús servido de llevarme al infierno. ¡Oh Dios de mi alma! ¡Quién tuviera en su mano una centella de vuestro amor, para cada una de las criaturas racionales, para que ninguna se atreviera a ofenderos! Si supieran las almas lo que en aquel lugar se padece, es como imposible, que ninguna ofendiese a Dios su Creador. No se mira en aquel sitio tenebroso cosa alguna que no sirva de pena imponderable: hay en él un ruido espantoso de continuos gritos, aullidos y silbidos horrendos; hay formidables visiones de condenados y demonios; hay una densísima oscuridad, pero no estorba que se vea todo con admirable distinción. Yo, en medio de tanta confusión y horror, me hallé muy confortada; porque mi Padre San Joseph me llevaba de un brazo, y mi Ángel Custodio en el otro. El Santo Patriarca, me acuerdo que me dijo: Mira, hija, los tormentos que hay prevenidos para los que no aman ni temen a Dios. Fui restituida a los sentidos, y estuve mucho tiempo asombrada, y siempre me parece que tengo delante lo que entonces vi.