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ArribaAbajoPrólogo

del traductor D. Samuel A. Lafone Quevedo


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Prólogo del traductor


ArribaAbajo- I -

Preliminar


1. Este prólogo tiene por principal objeto tratar con algo más de extensión aquellos puntos del texto de Schmídel que no se prestan a ser aclarados en las cortas notas que nos permite el reglamento a que se sujetaron las publicaciones de nuestra Sociedad: ellas han de limitarse a una sencilla y breve explicación del texto, cuando éste lo requiera. La limitación es acertada, porque notas largas interrumpen la lectura y fastidian, sobre todo cuando sucede que el texto es de una o pocas líneas y la nota de todo el resto de la página. A este mal se aumenta otro, que la nota va en tipo diminuto, lo que cansa la vista. Quedaba el otro recurso, el de notas completas en un apéndice; mas esto también tiene sus inconvenientes: no siempre se siente uno con voluntad de revolver las páginas al fin de un volumen. Se ha creído, pues, que todos estos inconvenientes   —40→   convenientes se podrían salvar en un prólogo con párrafos numerados en que se presentasen al lector los fundamentos de las explicaciones dadas en resumen en las notas al texto. Para mayor facilidad de referencia, cada capítulo, a más de su número, llevará también un título alusivo a la materia de que se trata.




ArribaAbajo- II -

Cronología


2. Se le acusa a Schmídel de ser inexacto a este respecto, y seguramente las fechas que él da no siempre son las de los acontecimientos a que corresponden. La cuestión es si estos son errores de pluma, de ignorancia u olvido, o de computación por diferencia de calendarios; pero cierto es que el error de Schmídel de incluir la primera fundación de Buenos Aires en el año 1535 ha sido madre fecunda de muchos otros durante el siglo que acaba de terminar (XIX). Madero2 en su conocida obra dejó establecido el año 1536 como el que correspondía a la tal fundación. Como se verá en la nota al pie de la página, Madero deduce que esto debió suceder a mediados del mes de marzo de 1536. Villalta3 dice que Mendoza «llegó a la   —41→   isla de San Gabriel entrante el año de 536», mientras que Schmídel4 cuenta que, Dios mediante, llegaron al Río de la Plata el año 1535. Una de las dos fechas está mal, y por cierto que no es la de Villalta. ¿Cómo se explica entonces la diferencia? Muy fácilmente. Para un bávaro, que escribía o dictaba en Baviera, y probablemente valiéndose de un clerical, el año 1535 duraba hasta el 28 de febrero del que para nosotros (y, para Villalta también) sería 15365. Acostumbrados como estamos al calendario reformado, en uso actualmente, nos olvidamos que en otros tiempos y en otros países se computaba el año de distinta manera. De esto resulta que Schmídel en su relación arranca su cronología con atraso de un año. Veamos si este error es constante. Empecemos por eliminar la fecha 15386, que es la de la llegada de Alonso de Cabrera al Río de la Plata. Pasemos al cap. XL en que se da la fecha de la prisión de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, día de San Marcos (abril 25) de 1553. Está visto que éste es un error de pluma por 1543, como está en la edición alemana de 1567. El hecho tuvo lugar en el día citado, pero del año 15447, p. 181. Aquí, pues, tenemos nuevamente el año de diferencia y en el mismo sentido. Dos fechas más se dejan para tratarlas con la de arriba de 1538, y   —42→   son éstas: (1) el levantamiento de los carios, 1546, y (2) la expedición al Perú, 1548. El 25 de julio de 1552 recibe Schmídel cartas de España llamándolo a su país y el 26 de diciembre del mismo año parte de la Asunción. El 24 de junio de 1553 se embarca en el puerto de San Vicente (Santos), llega a Lisboa el 30 de septiembre, y el 26 de enero de 1554 desembarca en Amberes. Según la hipótesis ya enunciada, 1554 debería ser 1555, y en tal caso las dos fechas anteriores 1552 y 1553 serían respectivamente 1553 y 1554, sin que sea una dificultad la referencia al «día de año nuevo» en enero de 1554; porque las variaciones de calendario no impedían que se llamase así el 1.º de enero8.

3. En todas las fechas anteriores tenemos que dos de ellas llevan un año de retraso, y en las demás sospechamos que suceda lo mismo; pero quedan unas 3 en que el autor aumenta un año y son: -(1) 15399 por 1538- llegada de Alonso Cabrera10; (2) 1546 por 1545 -guerra con los carios; y (3) 1548 por 1547- partida de Irala al Perú11. No nos explicamos cómo ha podido suceder esto, no siendo que Schmídel apuntaba las fechas sobre poco más o menos, como que probable es que hacía su relación de memoria, y que le perturbaba el diferente modo de computar el año.

4. La cosa no es de mayor importancia, y en los   —43→   casos de significación tenemos documentos a la mano que nos dan las fechas exactas.

5. Es curioso que en una de las ediciones alemanas12 dice Schmídel que regresó a los 20 años (de 1534 a 1554), mientras que en la latina los años son 19 calculados entre los mismos 1534 y 1554.




ArribaAbajo- III -

Distancias


6. Schmídel siempre habla de «millas», y las más de las veces agrega esto -wegs- «de camino», que no es la misma cosa que distancia absoluta, o por altura, que sería la que calculaban los pilotos. El mapa en la edición latina de Hulsius (1599) trae una escala de millas13, en la que se ve que 60 millas italianas son iguales a 17 ½ españolas, así que las «millas» en nuestro continente son de a 17 ½ en grado, o sea una legua de algo más que tres millas. Algunas de las distancias se ve que resultan de error de pluma, como aquélla de 20 millas entre Sanlúcar y las Canarias, según la edición alemana de 1567. La del año 1889 da aquí 200 millas, pero no dice el editor si es corrección de él o transcripción exacta del MS. Las 500 millas del Janeiro al Río de la Plata serían unas 1500 a razón de   —44→   3 por 1; pero aún aquí es probable que el «wegs» que califica esta distancia represente el aumento ocasionado por una derrota que no es la de nuestros vapores de los siglos XIX y XX. Al fin del capítulo VI habla del ancho del Paraná en la altura de San Gabriel, o la Colonia, y las ocho leguas que establece corresponden muy bien a las que se cuentan entre San Gabriel y la Punta de Lara. El explorador Boggiani, gran conocedor de muchos de los lugares citados por Schmídel, insiste en que las distancias citadas por nuestro autor son bastante exactas.




ArribaAbajo- IV -

Expedición de Mendoza


Número de hombres y embarcaciones

7. Schmídel dice terminantemente que fueron «2500 españoles y 150 alto-alemanes, neerlandeses, y sajones» y que 14 eran los navíos. No sé que el testimonio de Herrera14 haga fe contra lo que dicen Schmídel15, Isabel de Guevara16, Oviedo17 y otros18. El primero reduce a 800 más o menos la gente que se embarcó con Mendoza; pero él   —45→   escribía ateniéndose a lo que constaba de documentos oficiales, que no son el todo en esta clase de expediciones. Si se alega que Schmídel aumentaba, se puede contestar que Herrera disminuía, y que los agregados pudieron ser dos tantos más que los del escalafón oficial. Con 800 hombres no hubiesen quedado ni con quienes fundar la Asunción. Herrera tampoco nombra mujeres y sin embargo sabemos que las hubo; entonces deberíamos también asegurar que Isabel de Guevara ni existió ni vio los 1500 hombres a que se refiere, porque Herrera no se acordó de ella. Esto no quiere decir que Schmídel no exageró el número de los expedicionarios, y que en lugar de 2500 no fueron sólo 1500, como asegura la Guevara, los que con los 150 alemanes, mujeres, y otros, harían los 2000, que es el guarismo más general. Fácil es que se haya equivocado alguien escribiendo o leyendo 2 mil por 1 mil: las cifras 1 y 2 no siempre se distinguen muy bien en los MSS. viejos. Sea de ello lo que fuere, en este punto no se le puede refutar a Schmídel con datos precisos como en el caso de la fecha 1535 por 1536, que es (esta) la verdadera de la fundación de Buenos Aires. En el artículo citado de la Revista Paraguaya concluyó así: «Toda la 'lucidez y erudición exquisita' del señor Fregeiro no va más allá de establecer que, por el dato oficial, 2000 fueron los que Mendoza conducía por cuenta propia: Schmídel estaría, o no, en lo cierto cuando escribió que de San Lúcar partieron 2500 españoles y 150 tudescos en 14 naves. No se ha probado que esto no sea así».



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ArribaAbajo- V -

Las maravillas del mar


8. De admirar es que Schmídel se haya contentado con tan poca cosa, porque lo que cuenta de los peces raros poco discrepa de la realidad. El principal de ellos es ese Schaubhuetfischs, el Remora Remora, que Burmeister llama Echeneis naucrates. El nombre alemán significa -pez-sombrero-de-paja- y se llama así porque sobre la cabeza tiene una especie de chupón o fuente muy curiosa, ovalada, con la que se adhiere a otro cuerpo cualquiera. De ello nació el cuento de que atajaban los buques. Schmídel los describe dos veces, al principio y al fin de su relación, y en la segunda vez les da el nombre español de sumére, que no puede ser otra cosa que sombrero. Extraño es que sólo le hayan hablado de los golpes que estos peces daban contra los costados de las embarcaciones19.

9. Los peces sierra y espadas son tan conocidos hoy por las historias naturales que nadie se admira de ellos; mas en aquel tiempo las ballenas y los peces voladores eran lo que sería el pez sombrero para nosotros; y de los segundos se cuenta que una vieja se enojó con su nieto marinero cuando   —47→   éste le decía que en el mar había peces que volaban, y sólo se reconcilió con ella al inventarle que en el mar Rojo habían pescado una de las ruedas del carro de Faraón.

10. Precisamente es por la seriedad con que Schmídel cuenta lo que vio en alta mar, por lo que podemos confiar en él cuando nos hace la relación de sus viajes. En el curso de su historia se verá que era un hombre sensato, y que cuando se trataba de consejas, y cosas por el estilo, no les atribuía más importancia que la que tenían, como por ejemplo en el caso de los basiliscos a propósito de los yacaré. Lo de las Amazonas era creencia general, y así muchas otras tradiciones, como aquélla de que un poco más allá estaba el Paititi, el País de la Sal, la Ciudad de los Césares, -en una palabra- El Dorado; pero aún por este lado era muy sobrio el estraubigense.




ArribaAbajo- VI -

Mandioca, mandubí y batatas20


11. Tanto la mandioca cuanto el maní (mandubí), y la batata, son plantas indígenas de América, como lo demuestra de Candolle21, y lástima es que   —48→   no haya conocido, o que no haya citado, las noticias que Schmídel nos da de estas importantes plantas de nuestro suelo americano. Los lugares remotísimos en que se hallaron estos productos ya antes del año 1550, demuestra hasta la evidencia, y sin lugar a la menor duda, que en nuestro continente, y no en el de África, se descubrieron. La obra de Candolle es tan conocida, y de tan fácil consulta que no hay para que reproducir sus argumentos, y baste con decir que se refuerzan con las noticias contenidas en el texto de nuestro Schmídel.

12. Según informes del doctor Manuel Domínguez, se distinguen hoy muchas más clases de mandioca que las que menciona nuestro autor, pero nos limitaremos aquí a éstas, que parecen ser las mismas que cita Ruiz de Montoya22.

13. La mandioca es la raíz de una de las euforbias, plantas por lo general venenosas, pero muy útiles, como por ejemplo el castor o tártago. Pohl la llama manihot utilissima, y Lineo, játropha manihot23.

14. Schmídel hace mención de la mandioca cinco o más veces, pero en sólo tres distingue entre las clases24. Yo las identifico así:

15. Manteochade o Manndeochade.- Mandióg eté o tapoû25. Ésta es la mandi-ó-tin del doctor Manuel Domínguez26, quien dice: «Es la   —49→   mejor mandioca. Es el pan de la mesa paraguaya». Ruiz de Montoya confunde la été con la tapoû.

Mandeoch mandepœ o manndepone.- Ésta puede ser la pepirá27, que es la colorada y dulce.

Mandeos perroy.- Si ésta es la mandi-o-tapóyo-á de Domínguez28 «es la mandioca más grande, un tanto insípida, pero se come: rinde mucho almidón». Ver arriba § 15.

Manteoch o manteos propie o propy.- Es la poropi de Montoya29, que él llama «dulce» y Schmídel dice «que sabe a castañas».

16. El manduiss30 es nuestro maní.- Arachis hypogœ de Lineo. Lo encuentra Schmídel en toda la tierra caliente del interior y lo nombra varias veces. Es otra de las plantas utilísimas originarias de América, como lo es también la batata que tantas veces nombra nuestro autor31.

17. Oviedo32 en su historia da esta noticia del mandubí:- «se siembra y nasçe debaxo de tierra, y tirándose la rama se seca ó arranca, y en la rays está aquel fructo metido en capullos como los garbanços y tamaño como avellanas, y assados y crudos son de muy buen gusto».

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18. Sólo nos falta en esta lista ese Vachgekhue o bachakhue que yo identifico con el Mbacucú o Xiquima de Ruiz de Montoya, quien sólo dice de ella que es raíz conocida.




ArribaAbajo- VII -

Cerro de San Fernando


19. El Pan de Azúcar del mapa de Azara, en 21º30'. Se halla cerca del puerto de la Candelaria por donde Juan de Ayolas hizo su entrada. Alvar Núñez Cabeza de Vaca lo coloca en 21º «menos un tercio», es decir 21º 20', y no 20º 40'33 . Es un modo de decir, porque el que subía le faltaba un tercio de grado para alcanzar a los 21º. Que esto es así se prueba fácilmente: Oviedo, después de contar los regocijos cuando Salazar se juntó con Vergara (Irala), dice que bajaron a lo que «agora llaman 'la Asunción', questá en 25 grados menos un terçio». -Esta ciudad se halla en 25º 20' de Lat. Sur -más o menos, y no en 24º 40'34.



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ArribaAbajo- VIII -

Los horrores del hambre


20. La traducción inglesa de 1891, publicada bajo los auspicios de la Sociedad «Hakluyt»35 trata de exagerada y de increíble a la relación de Schmídel en su capítulo IX. He aquí lo que al respecto dice Villalta36:

«Llegados al Pueblo los Bergantines i poca gente que beníamos hallamos que hera tanta la necesidad i hambre que pasaban que hera espanto por (que) unos tenían a su compañero muerto 3 i 4 días i tomaban la Ración por poderse pasar la vida con ella; otros de berse tan Hambrientos les aconteció comer carne humana37, i así se bido que asta 2 ombres que hicieron justicia se comieron de la cintura para abaxo.»

En sus párrafos 6 y 11 Villalta agrega esto a propósito de las necesidades: - «digo los Soldados, porque los Capitanes i allegados a ellos estos nunca pasaron necesidad, etc.»

21. Ruy Díaz de Guzmán38 confirma todo esto; entre otras cosas dice:

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«Comieron carne humana; así le sucedió a esta mísera gente, porque los vivos se sustentaban de la carne de los que morían, y aun de los ahorcados por justicia, sin dejarle más de los huesos, y tal vez hubo hermano que sacó la asadura y entrañas a otro que estaba muerto para sustentarse con ella, etc.»

Si se objeta que este historiador no es de los más fidedignos, acudamos a Herrera, quien compulsó la mejor documentación de su tiempo39. Entre lo demás que conducía Antón López de Aguiar venía un indulto al que se refiere el historiador de Indias en estas palabras:

«Y porque se entendió que la extrema hambre que aquellos castellanos habían padecido, los había forzado a comer carne humana y que por temor de ser castigados se andaban entre los indios, viviendo como alárabes, el rey los perdonó y mandó que los recibiesen sin castigarlos por ello, teniéndolo por menos inconveniente, atenta la gran hambre que a ellos los necesitó que pasasen la vida sin oír los Divinos Oficios, ni hacer obras de cristianos.»

No hay para qué abundar en más citas: está visto que Schmídel describía lo que presenció como testigo de vista, y como ésta muchas otras cosas más.



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ArribaAbajo- IX -

Los comedores de carne humana


22. Parece increíble que aún haya personas que duden de la existencia en todos los tiempos de «comedores de carne humana», o sean antropófagos, llamados en América «caribes».

23. Alvar Núñez Cabeza de Vaca40 describe la ceremonia de cebar y comerse a los enemigos entre los carios, y Schmídel hace otro tanto al pasar por los tupí del Brasil41. Las declaraciones de los testigos en las informaciones que se levantaron contra Sebastián Gaboto42 están llenas de datos sobre este rito de los indios de raza guaraní. Los chiriguanos, indios de la misma generación, tenían la misma horrenda costumbre, y aún se cuenta de algunos casos entre ellos en nuestros días. Los caribes, los mejicanos, los del Perú y los araucanos, unos más y otros menos, todos participaban de la carne de las víctimas que sacrificaban, ya sea a algún dios, ya a los manes de sus parientes que habían muerto a manos de los prisioneros o sus compañeros.

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24. Pero Hernández43 acusa a Irala de permitir que los carios se comiesen a los agaces cautivos en su presencia, y la de Alonso Cabrera y García Venegas; y no es esta la única ocasión en que los españoles se lo permitieron a los indios. Este permiso otorgado por aquéllos a éstos cada y cuando les convenía, es más deshonroso para la humanidad que el hecho de comer la carne humana en los indios, puesto que ellos creían cumplir con un deber de su rito, mientras que los españoles compraban su provecho a precio de horrendo crimen.




ArribaAbajo- X -

Duchumeyen - Tucumán44


25. La edición inglesa de la Sociedad Hacluyt (p. 19), trae una nota en que se critica la identificación de Tucumán por Ternaux Compans.

26. Tucumán era una provincia muy conocida por los españoles desde los primeros días de la Conquista. Mendoza sabía que Almagro le había invadido su jurisdicción, y éste había pasado por las cabeceras del río Bermejo en la dicha provincia. Irala tenía que saber que entraba en sus 200 leguas de Norte a Sud.

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27. En 1536, mientras bajaba Juan de Ayolas a Buenos Aires con el objeto de conducir a don Pedro de Mendoza de allí a Buena Esperanza en los timbú, les sale un tal Gerónimo Romero45, de la gente de Sebastián Gaboto, y les contó maravillas de las riquezas de tierra-adentro. Este sería uno de los compañeros del capitán César, quien se anduvo por el Tucumán, porque sólo por allí pudo penetrar al Perú. En 1545 la gente de la entrada de Diego de Rojas, al mando de Francisco de Mendoza, llegó a las juntas del Carcarañá con el Paraná, y al fortín que fue de Gaboto; allí habló con un indio de los de Francisco de Mendoza, de la gente de Irala46, que también llevaba el mismo nombre.

28. En 1550 entró Juan Núñez de Prado y fundó la ciudad del Barco, unas pocas leguas al Sud de la vieja ciudad47 de San Miguel de Tucumán, fundada cerca del río de Monteros. En algunos papeles viejos una que otra vez se habla de esta ciudad del Barco con el nombre de Tucumán.

29. Hay que tener presente que la palabra «Stat» en Schmídel por lo general dice «ciudad», pero es voz algo lata en su significación: aquí conviene traducirla así: «jurisdicción».

30. Mientras viajaba Schmídel a Europa se estaba fundando la ciudad de Santiago del Estero (1553), capital que fue por muchos años de la provincia del Tucumán, Juríes y Diaguitas. Por aquellos   —56→   tiempos era más cosa Tucumán que todo el Río de la Plata, sin que por ello faltasen algunos hombres que, como el licenciado Matienzo, presintiesen ya el espléndido porvenir de la cuenca de nuestro argentino río48. En el tiempo de Schmídel empero no había oro ni plata, se moría la gente de necesidad, de pura hambre se convirtieron en antropófagos, y poco faltó para que no emigrasen todos al Tucumán en pos de las riquezas y abundancia que les prometía Gerónimo49 Romero el de la entrada de Gaboto.




ArribaAbajo- XI -

Etnografía


31. Los datos etnográficos que contiene la relación de Schmídel son muy abundantes; falta saber si tienen valor científico. Esto es lo que se tratará de conocer en las siguientes consideraciones.

32. Para ser un buen etnólogo en el siglo XVI, como en todos, se necesitaba ser observador exacto y haber llenado las siguientes condiciones:

1.ª Conocer personalmente a los indios que se describen;

2.ª consignar sus rasgos físicos;

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3.ª describir sus usos y costumbres;

4.ª fijarse en la lengua o idioma;

5.ª precisar la distribución geográfica;

6.ª dar los nombres con que los conocían, propios y extraños.

Pedir más que esto serían exigencias impropias para aplicadas a un autor del siglo XVI, en que no se daba la importancia que nosotros les atribuimos a estas cosas. Veamos, pues, cómo se ajusta nuestro autor a las reglas a que pretendemos someterlo.

33. Llega Schmídel al Janeiro (cap. V) y se da con los thopiss (tupí), de la raza guaraní, que llamaban así en los dominios del rey de Portugal. Sobre estos indios algo más nos dice a la pasada por tierra de regreso a su país; pero en esta ocasión se contenta con nombrarlos como del Janeiro, y así cumple con las reglas 5.ª y 6.ª.

34. Puesto en San Gabriel del Río de la Plata se encuentra con los zechuruass (charrúas), comedores de carne y pescado, que huyen con mujeres e hijos sin dejar qué pudieran alzar los muy honrados recién llegados; éstos empero alcanzaron a ver que los hombres andaban desnudos, y que las mujeres se tapaban las vergüenzas con una especie de delantal. Aquí sólo faltan dos de nuestras reglas, 2.ª y 4.ª, pudiéndose completar los datos por autores tan célebres como Hervás, Azara y d'Orbigny.

35. Pasan los expedicionarios a la banda occidental del Río Paraná a fundar allí la primera Buenos   —58→   Aires, y se encuentran con los carendies (querandí), que comían y vestían como los charrúas, y andaban de acá para allá como los gitanos, «a noche y mesón», como dice Villalta50, y hasta las 30 leguas y más a la redonda; a la sazón empero se hallaban como a 4 leguas del real, esto es, como por las Conchas. Los tales querandí tenían sus aliados y amigos, se defendían con arcos, dardos y boleadoras, usaban mantas de pieles y hacían acopio de pescado, de aceite y harina del mismo; sólo le faltó decirnos que eran hombres muy desarrollados y que hablaban la lengua tal o cual.

36. Eran los últimos días del primer año de la existencia de la sin suerte Buenos Aires51 cuando acudieron a destruirla 23.000 guerreros de las 4 naciones: carendies (querandí), barenis (guaraní), zechuruas (charrúa) y zechaneís diembus (chaná-timbú)52. De éstas la primera y la tercera nos son ya conocidas, no así las otras dos que para el editor de 1567 eran zechuas y diembus, y para Hulsius en su edición latina53 bartenes y timbúes. Nadie atinaba a identificar esos bartenes desconocidos en la etnografía platense, y nos contentábamos con atribuirlos a la ignorancia de Schmídel; mas hoy que los bartenes de los editores se han trocado en los barenis del autor, ya sabemos dónde   —59→   estamos: a éste que de Paraguay hizo Pareboe, etc., guaraní tenía que sonarle barení54 y, si no a él, a su amanuense, que tanto vale. Aquí pues tenemos representados los guaraní de las islas, quienes por otros conductos sabemos que no eran amigos de los españoles, y con sobrada razón, porque no era carga muy liviana dar de comer a 2.500 o 1.700, o sean sólo 800, huéspedes incómodos que se morían de hambre, por lo menos los que no eran capitanes, al decir de Villalta55.

37. En cuanto a diembus y zechenaís diembus hay esta diferencia: este es un nombre que precisa los timbú que eran, porque el nombre solo de timbú es general de todo indio que horadaba las narices, de suerte que los hallamos hasta en los confines de Bolivia, sin que por esto sean de la misma generación o raza de estos zechenaís. Sabemos por otros conductos que en el Río de la Plata había ciertos indios a que los guaraní llamaban chaná56, y de éstos había unos que eran chaná mbeguá, ubicados en la Banda Oriental y Entre Ríos, y otros que se decían chaná-timbú y vivían desde cerca de Buenos Aires hasta las inmediaciones de Santa Fe (la de Cayastá). En todo tiempo parece que hubo indios que se llamaban chaná, sin más calificativo. Los timbú derivaban su sobrenombre de los adornos que se ponían en las narices,   —60→   y fueron los guaraní quienes se lo aplicaron, como que por éstos fue por lo que los españoles conocieron a aquéllos. En cuanto a los mbeguá no podemos etimologar con la misma confianza57; es sin embargo fundada la interpretación de «gente de tembetá o barbote». -Schmídel no trata de estos chaná-mbeguá así por este nombre; lo que no quita que los charrúa hayan podido formar parte de esta generación de indios.

38. Se ve, pues, que en la enumeración de los indios que él dice pusieron sitio a Buenos Aires, incluye precisamente a los únicos que pudieron hallarse presentes, indios que conocemos con todos sus pelos y señales, y en cuanto a la lengua de los querandí, sabemos que fue materia de un estudio, como idioma separado, por el bien conocido Padre Alonso de Bárcena S. J.58 La lengua de los chanás ha sobrevivido59, y Hervás habló con los que habían andado entre los charrúas como misioneros: aquella no es guaraní, esta según Hervás, Azara, d'Orbigny y otros no lo era tampoco.

39. En el cap. XIII dice Schmídel que el principal de los timbú se llamaba Rochera Wassu o Zchera Wassu. -Esto es guaraní puro: «Nuestra Cabeza (Cacique) Grande» y de ello se ha deducido que los timbú hablaban guaraní. -Indudablemente   —61→   que lo hablaban, como nosotros francés cuando se ofrece; pero el argumento es como este otro: -Almirante se llama el que manda nuestras escuadras, desde luego somos moros todos, ingleses, franceses, españoles, italianos, etc. Andando veremos qué idioma hablaban los timbú.

40. Fundado el presidio de Corpus Christi, o sea de Buena Esperanza60, se dispuso Ayolas a buscar los carios del río Paraguay, y sea que los vio en este viaje, sea que fue en algún otro, porque la relación es algo confusa en esta parte, entra Schmídel a darnos noticias etnográficas de la mayor importancia.

41. Antes de pasar adelante conviene que establezcamos una o dos distinciones. (1) No es necesario que los chaná-timbú que ayudaron al sitio de Buenos Aires sean unos con los timbú de Buena Esperanza, ni creo yo que lo fuesen, pues estaban separados por ciertos indios de raza guaraní, que pueden o no ser los carcará del Carcarañá y río de Corrientes61. (2) El fortín de Gaboto estaba servido por naciones de los guaraní, que eran comedores de la carne de sus enemigos; mientras que Buena Esperanza y Corpus Christi estaban fundados en plena tierra de los timbú, que no se sabe hayan comido carne humana bajo ningún concepto.

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42. A 4 leguas de camino de los timbú de Buena Esperanza, coloca Schmídel a los karendos62, los corondas de los autores modernos, que comían pescado y carne; muy parecidos a los timbú, con las mismas estrellas en las narices, altos como ellos, horribles las mujeres, sus vergüenzas tapadas, como las de los timbú, con delantales, y las caras arañadas y ensangrentadas63. Eran diestros en trabajar mantas de pieles, y tenían muchas canoas. Con los carios eran enemigos, y dan a los españoles un cautivo de éstos para que les sirva de baqueano y de «lengua».

43. De los corondas, a las 30 leguas de camino, llegan a los gulgeissen, gente que se atienen64 a pescado y carne, se horadan las narices, y hablan la misma lengua que los timbú y corondas. Lo demás se complementa, porque está visto que las tres naciones son de una sola raza o generación. El nombre gulgeissen, el ser laguneros, la distancia que media entre ellos y los corondas, todo hace comprender que estos indios eran los muy conocidos bajo el nombre de quiloazas o quilbazas65. Sobre el río de este nombre se fundó la primera ciudad de Santa Fe. Los indios especiales de Santa Fe son los abipones, y sus rasgos físicos   —63→   corresponden perfectamente a los de las tres naciones citadas. Sabemos también que se metían plumas en las narices, desde luego que eran timbú. Serán o no serán estas tres naciones abipones, pero Schmídel establece que ellas eran de raza timbú, y que, por las señales que nos da, de ninguna manera podían ser de los guaraní. Por ahora, a falta de prueba documentada, es preferible clasificar a los timbú, corondas y quiloazas como naciones afines de los chaná del Baradero y Soriano, todos más o menos timbú, porque se horadaban las narices. Estas naciones vivían del lado de Santa Fe, que Schmídel llama la margen izquierda del Paraná, a la inversa de lo que se diría ahora.

44. De los gulgaises66 caminaron 18 días sin encontrar gente, hasta llegar a los machkuerendes67, distancia de 64 leguas, por las vueltas y revueltas del camino. Estos indios eran comedores de pescado, y de carne, pero poca; buenos canoeros y amigos de los españoles, lo que se confirma en la carta de Irala de 1541. Vivían sobre un río que se metía tierra adentro (sin duda el que separa las provincias de Entre Ríos y Corrientes) sobre el lado oriental del río Paraná; hablaban «otra lengua», es decir, que no era la de los corondas, gulgaises, etc., pero, por lo de las narices horadadas, no dejaban de ser timbú. Los hombres eran hermosos   —64→   de cuerpo, pero horrorosas las mujeres: en una palabra, eran de la raza non-guaraní que se había establecido en ambas márgenes del río Paraná, y que constaba de naciones que más se parecían en sus usos, costumbres y rasgos físicos que en su lengua o idioma68. El río que desemboca en el Uruguay y separa Corrientes de Entre Ríos, aún conserva el nombre de estos mocoretá.

45. Aquí llegamos a una jornada de las más interesantes en todo el viaje, porque en este capítulo (XVIII) se trata de los indios llamados zechennaus saluaischco -en buen castellano: nuestros parientes salvajes-, que en boca de indios carios o raza guaraní equivalía a decir que los reconocían por paisanos. -¿Y si estos eran paisanos de los guaraní porque se llamaban chaná, por qué no lo eran los chaná-timbú, que oían también de chaná? -La contestación la hallamos en el texto mismo del autor nuestro. Era aquélla «una gente petiza y gruesa»69, comía pescado, miel y toda clase de alimañas, y andaban hombres y mujeres, chicos y grandes, como la madre los largó al mundo. Vivían a 18 leguas de los machueradeis70, y estaban de guerra con ellos; su morada quedaba a 20 leguas del río Paraná. No falta quien crea que los caracará de la laguna Iberá eran carios, y como se sabe que andaban por el río de Corrientes, no sería   —65→   extraño que fuesen carios-caracará, que Schmídel vio y llamó zechennaus saluaischco.

46. Oviedo71 menciona a los barrigudos en seguida de los quiloaçes; mas como estos indios no figuran en el texto de Schmídel, no hay para qué nos ocupemos de ellos72. Una cosa se debe observar, que ambas relaciones acusan un solo origen, y una a la otra se amplían y explican.

47. Según este historiador, los «chanaes salvajes» se hallaban «en la costa de Norte y par del Río Grande» en seguida o adelante de los quiloaçes y barrigudos, y más al norte recién aparecen los «mecoretaes». Schmídel invierte el orden, y nombra primero a los machueradeiss, y recién después a sus «zechennaus saluaischco». -Hay una explicación sencilla de todo esto. Los tales chaná serían los carcará de la laguna Iberá que habían bajado por el río Corrientes de 20 leguas tierra adentro, donde era su morada, rompiendo así la zona dominada por los mocoretá entre el Paraná y Uruguay, más o menos por los 30º. El mismo Schmídel los trata de advenedizos en el momento que los vio. La etnología de la costa occidental de lo que es hoy la provincia de Corrientes está sin aclararse por falta de documentación precisa; pero si hubiesen sido naciones de la estirpe guaraní o caria nos lo hubiesen hecho conocer.

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48. Las descripciones que de unos y otros indios hacen Oviedo y Schmídel concuerdan bastante bien, así que no hay dificultad alguna en identificar los mocoretá y chaná salvajes, de uno y otro autor.

49. Después de dejar a estos indios, anduvieron unas 95 leguas de camino, algo más de dos grados de latitud, que corresponde a la región al norte del río de Santa Lucía, entre las Garzas73 y la embocadura del Paraguay, y allí dieron con los mapenus (mepenes)74, una numerosa nación y muy canoera, que se extendía 40 leguas a todo viento. Por desgracia, nuestro autor sólo se ocupa de contar cómo pelearon75, así que de esta relación no sacamos más que el nombre de ellos y su costumbre de pelear sobre el agua. Azara, en la edición francesa, dice que los españoles llamaban a los abipones, mepones76; por el momento empero no hay más que dejar a los mepenes, indios acuáticos, como mepenes, y a los abipones, indios terrestres, como abipones. Todos los mapas colocan a los mepenes en el rincón entre el Paraná y el Bermejo, que muy bien puede haber sido ocupado por los abipones. Una cosa debe asegurarse, que no eran carios, porque, si hubiesen sido, Schmídel nos hubiese contado que tenían mandioca, maní, etc.,   —67→   y en Corrientes, y no en la Asunción, se hubiesen asentado los españoles77.

50. A los 8 días y 40 leguas de camino llegaron los españoles a los kueremagbeis78, indios que siempre se mostraron amigos de los cristianos. Comían sólo pescado, carne y algarroba. Era gente alta y gruesa, hombres y mujeres. Se horadaban las narices para meterse plumas de papagayo; las mujeres tenían las mejillas tatuadas con rayas azules y las vergüenzas tapadas con delantales de algodón. He aquí una verdadera descripción de gente de raza guaycurú, ya sea ella toba, ya abipona. El mismo nombre de kueremagbeis o kurgmaibeis se presta a ser interpretado por este otro: kuru-meguá79.

51. De los kuremagbeis caminaron 35 leguas hasta llegar a los aigeiss80, que ocupaban el territorio bañado por el río Bermejo o Yepedy, como lo llama Schmídel81. Comían los Agá82 pescado y carne; eran altos y esbeltos, hombres y mujeres, éstas hermosas, pintadas y sus vergüenzas tapadas. Todo indica la raza pampeano-guaycurú, rama payaguá-mbayá. Eran ellos grandes guerreros por agua.

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52. Con estos indios se cierra la lista de las naciones que fueron del Río de la Plata en tiempo de la conquista, pero que han desaparecido, siempre que no se admitan algunas de las identificaciones que se han pretendido hacer, como ser aquella de mepenes convertidos en abipones, etc. De los aigeiss, aeiges o aygass (porque todas estas variantes y otras más se encuentran en el texto) adelante, ya trata Schmídel de indios que se han perpetuado hasta nuestros días, y nos servirán de piedra de toque para aquilatar el valor científico del saber y observación de nuestro autor.

53. De los «aygas» caminaron 50 leguas83 río Paraguay arriba, hasta dar con la nación de los carios, como se llamaban en aquel tiempo los guaraní del Paraguay. ¡Cómo se saborea el autor en medio de esa abundancia de maíz, mandioca, batatas, maní, etc., y también pescado y carne y aves de todas clases, y miel para comida y bebida! Era una bendición, era el paraíso. Dejaban atrás las miserias de la raza pampeana (nómades, más o menos), y entraban en la tierra de promisión de la raza guaraní (sedentaria, más o menos). Raza extendida, como dice Schmídel; gente petiza, corpulenta, apta para la labor -como dirían los naturalistas de hoy-, hecha para servir de hormiga negra a la hormiga blanca que se presentaba a sojuzgarlos. Los varones se abrían el labio inferior   —69→   para ingerirle el barbote84 de cristal85, de dos jemes de largo. Hombres y mujeres andaban «como las madres los... y Dios los echó al mundo», cosa muy de los carios y de sus congéneres, los zennas saluaischco. Los padres, maridos y hermanos vendían sus hijas, mujeres y hermanas por cualquier baratija86; pero, naturalmente, estos indios, como más civilizados que los pampeano-guaycurú, tenían que estar más al corriente de estas cosas, y que lo observe Schmídel es prueba de que era un relator fidedigno del medio en que actuaba. «Ítem más», como a veces decía nuestro autor, estos carios comían... carne humana, siempre que podían, a saber: cuando estaban de guerra y les caía algún prisionero, hombre o mujer, no importaba cuál, y se la saboreaban como a cualquier chanchito, y era ocasión de gran boda: sólo se escapaban las lindas, por su hermosura, y los viejos, ¡por su carne dura!! Era la nación más extendida de todas en el Río de la Plata, y sus «pueblos o ciudades»87 ocupaban toda la parte elevada del río Paraguay. -Sus pueblos o ciudades estaban fortificadas de una manera muy curiosa, que el autor describe con toda minuciosidad, y que el artista de la edición latina de Hulsius88 ha pretendido reproducir; guárdese el lector, empero,   —70→   de creer que los demás indios, como ser los timbú, etc., tenían pueblos así construidos. Esta es invención del que ideó las láminas. Las «demás naciones» no contaban con más palizadas que sus piernas largas para huir, cuando no se creían con poder bastante para triunfar del enemigo, cristiano o indio. Esta es una de las grandes diferencias que Schmídel establece con perfecta claridad, porque siempre habla de los pueblos (fleckhen) en general, mientras que a propósito de los carios ya los distingue con esta advertencia: pueblo o ciudad, fleckhen oder stet. Esto no obstante algunas tribus pueden haberle aprendido algo a los carios, y entre estas acaso debemos incluir a los indios timbú y carcará.

54. Desde Buena Esperanza hasta la Asunción cuenta Schmídel 335 leguas, de camino se entiende; unos 10 grados por «altura».

55. A las 100 leguas «de camino» de la Asunción estaban los piembas o paimbass, etc., como Schmídel llama a los payaguá89, gente que vivía sólo de pescado, carne y algarroba..., que por lo tanto tenía que ser, como se ha visto que lo es, hasta por su lengua, rama de la raza pampeana-guaycurú.

56. Cerca de estos indios estaba otra nación, que Schmídel y otros apellidan de naperus90, cuyo alimento de sólo pescado y carne los declara   —71→   nómades. Por la región que ocupaban es muy probable que sean nación de esa raza que hoy llamamos lengua-machicuy, que son los lenguas modernos, angaité, sanapaná y guaná91, indios que corresponderían perfectamente a la descripción de nuestro autor.

57. La expedición de Ayolas en la parte a que se refiere Schmídel, concluye en San Fernando92, y se reanuda cuando vuelve a este punto con Alvar Núñez Cabeza de Vaca93. Caminan las 100 leguas de camino entre la Asunción y los payaguá, y otras 100 más, de la misma especie, hasta llegar a los guajarapos, que nuestro autor llama baschereposs, según su fonetismo bávaro; gente ésta que comía pescado y carne, era canoera, las mujeres se tapaban las vergüenzas, y, por consiguiente, no eran carios. Estos son los mismos indios que Azara94, Hervás95, Castelnau96 y Martius llaman guachí o guachica. Vivían tierra adentro del río Paraguay, más o menos en el paralelo 20º y margen oriental de este río. Martius reproduce un corto vocabulario recogido por Castelnau, y, según éste, su clasificación debería buscarse entre la raza pampeana, rama guaycurú,   —72→   pero con sus diferencias, que acaso respondan a influencias de las vecinas naciones.

58. Schmídel abrevia su relación, y omite indios nombrados por Alvar Núñez, hasta que a las 90 leguas de los guajarapos dan con una nación que aquél llama sueruekuessis y éste describe, sin nombrarlos97, como habitantes del puerto de los Reyes. Los varones usaban orejeras, y las mujeres, tembetá o barbote98: eran hermosas, y andaban en cueros. Cada indio tenía su casa por separado, en la que vivía con su mujer y sus hijos, y eran agricultores. Por lo visto se trata de una nación zamuca o chamacoca, como parece que eran también los jarayes y siberis. Schmídel dice que el barbote de estas mujeres era del largo y grueso de un dedo. Que las mujeres usen tembetá parece extraño.

59. De este punto parte Schmídel con Hernando de Ribera, río arriba, y llegan a unos indios que vuelve a llamar sueruckhuessis, y que compara a los sueruckuissys ya nombrados; entre unos y otros mediaban 4 leguas. A los 9 días de viaje y 36 leguas de distancia, llegan a los acheress, nación de mucha gente, altos y desarrollados, hombres y mujeres, como ningunos otros del Río de la Plata; no comían otra cosa que pescado y carne; las mujeres no se tapaban más que las vergüenzas99.   —73→   Por las señas, estos ajeres eran de raza pampeana.

60. A las 38 leguas de los ajeres llegaron a los scheruess o jarayes. Estos indios eran orejones, y usaban barbote de resina; se pintaban de azul hasta la rodilla, imitando ropa. Las mujeres se embijaban de otra manera, desde los pechos hasta las vergüenzas100; son hermosas a su modo y nada mezquinas estando a obscuras. Algunos autores quieren que sean guarayos101. Se trata de una nación chamacoca o zamuca, como se desprende de los usos y costumbres.

61. Lo que sean los jarayes serán también los syeberiss, porque Schmídel identifica las dos naciones, y otro tanto se puede asegurar de los orthuses, urtueses de Alvar Núñez, indios todos agricultores, y por este lado interesantes para los españoles, que buscaban indios útiles. Pueden ser los otuquis, indios de la raza de Chiquitos.

62. Después que Alvar Núñez Cabeza de Vaca fue derrocado de su mando y remitido a España los «carios» y «aigaiss», con otras naciones más, se sublevaron contra el español, o sean los cristianos, como los llama Schmídel y como los apellidan siempre los indios. Para conjurar este peligro se hizo alianza con los jheperus y batatheiss102.   —74→   Esta gente sólo comía pescado y carne, y peleaba por agua y por tierra, lo más por tierra. Sus armas eran dardos con punta de pedernal, macanas y unos palillos con dientes de palometa, con que degollaban a los enemigos que volteaban con sus macanas. De las cabelleras hacían trofeos para memoria de sus hazañas. Se trata, pues, de indios que no eran de la raza de los guaraní. ¿Serían tobas, mataguayos103 o lenguas? -En cualquier caso debieron ser pampeanos, más o menos guaycurú104.

63. Concluida esta guerra con los carios y entrado el año 1547, en alianza con los mismos carios ya reconciliados, parte Schmídel, bajo las órdenes de Irala, con la expedición que se dirigía al Perú105. Salieron del puerto de San Fernando106, donde en aquel tiempo vivían los payaguá. De allí llegaron, después de 8 ó 9 días de viaje y 38 leguas de distancia, a una nación llamada naperus, que sólo comían pescado y carne; eran gente alta y corpulenta y sus mujeres feas, sin más adorno que un delantal. -Todos los rasgos son de raza pampeana, y lo probable es que hayan sido tribus de lenguas-machicuy107.

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64. Un viaje de 7 días, o sea de 28 a 30 leguas, los puso en tierra de los maieaiess, los mbayá de los modernos: una gran multitud de gente, con vasallos que les servían, y, por consiguiente, bien surtidos de comida de todas clases, ni más ni menos que entre los guaraní, sin que ni los señores ni sus súbditos fuesen de esta raza. Los maijeaijs son altos, gallardos y guerreros, en aquel entonces como ahora, pampeanos de raza, y sus siervos los chaneses, mojo-mbaures de origen. Las mujeres eran hermosas, sin más vestido que el delantal, y nada mezquinas de sus favores. Estos mbayá son los caduveos de Boggiani, y los siervos, esos guaná-quiniquinao, etc., de Miranda, descriptos también por Escragnolle Taunay108. Los mismos usos y costumbres prevalecen hasta el día de hoy, y en esta relación, como en todas las demás, se muestra Schmídel un observador digno de toda fe. Irala109 confirma que esta entrada fue por los mbayá.

Estos indios estaban a 70 leguas de San Fernando, y de allí llegaron a los zchennte, vasallos de los mbayá, y los chané de los demás historiadores. Parece que es la misión de la raza chané-aruaca servir a sus vecinos más guerreros. ¿Acaso serían ellos los restos de una población americana sojuzgada por hordas invasoras? -Así parece, porque no se concibe cómo a la par de indios bravos suele haber otros más mansos.

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65. Irala, en su famosa carta del año 1555, se limita a decir que llegaron a la provincia de los tamacocas, y de allí a la de los corocotoquis110, con referencia general a los «carios de la sierra», que son los chiriguanos. Schmídel, en esta parte, es muy parco de datos etnológicos, y, si no fuese por la carta de Irala ya citada, no sabríamos a qué atenernos, porque de los nombres de tribus o naciones poco se puede sacar en limpio: eran todas, o las más, agricultoras.

66. Si queremos darnos exacta cuenta de lo que eran los zamucos o chamacocos, los tumaná o tumanahá y los morotocos o moro111, debemos estudiar lo que de ellos ha escrito el explorador Guido Boggiani112, quien ha estado en contacto con ellos, y por lo tanto, me limitaré a reproducir algunas de las noticias de aquel viajero: en amplitud e importancia son únicas, como que ha vivido largo tiempo con estos indios.

67. Según este autor, los chamacoco son los más nomádicos y los tumanahá los menos; éstos algo entienden de labranza, pero sus parientes los moro o morotocos, mucho más, y estas tres naciones hablan dialectos de la misma lengua113. Hoy estos indios ocupan parte del territorio que antes   —77→   fue de los mbayá, a los que eran inferiores en pujanza. Cardús, en su obra sobre las misiones en Bolivia114, dice que los morotocos «honran a las mujeres con el título de señoras», y que son las que mandan, etc. Según Boggiani, los chamacoco, hombres y mujeres, son «orejones», esto es, se ponen rodelas en los lóbulos de las orejas, y los primeros usan el barbote largo, en este caso de hueso, y no de resina, como el de los carios. Se pintan, pero no se tatúan. Los hombres andan en cueros, las mujeres con un pequeño delantal.

68. Schmídel, después de nombrar thohannes, payhanas y maiehonas, pasa a los morronos, que sin duda son los moro o morotocos115. Después vienen perronoss, sunennos, borkenes, leichonos116, karchkonos, digeberis, peysennes, maygennos y karckhokies. Antes de llegar a tierra de estos últimos indios, dieron con unas salinas que pueden ser las que marca Jolis117 en su mapa118. Hasta aquí cuenta Schmídel unas 320 leguas desde San Fernando, lat. 21º 20', hasta las salinas, distancia que, como máximum, no puede exceder de 5 grados, 2 de latitud y 3 de longitud: esto demuestra que anduvieron de acá para allá perdiendo tiempo y desandando camino, hasta enterar casi tres tantos de la verdadera distancia.

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69. De la Salina, como a las 36 leguas, llegaron a los karkhokhies, indios que usan el tembetá como botón de los chiriguanos. Pelean con dardos, arcos y flechas, y rodelas o paveses de anta. Las mujeres visten tipoy, y usan un canuto asegurado al labio, en que meten una piedra verde o gris. -Son hermosas, y no se mueven de las casas. Por lo visto se trata de una nación chiriguana, y precisamente a esa distancia de la Salina están los chiriguanos, según Jolis119. De los karkhokhies a las pocas leguas, llegaron a los machkaises, y precisamente sobre el río Pilcomayo y en el paralelo 20º entre 315º y 316º, Jolis coloca el valle de Machareti, en la región de los chiriguanos.

70. Nada de lo que dice Schmídel se opone a lo que conocemos por otros conductos. Los mbayá (pampeano-guaycurú) y chané (pampeano-mojo-baure) se presentan con las señales características de su origen vario. Los muchos pueblos pampeano-zamuco llenan el vacío entre los chané y las salinas; y del otro lado (el oeste) de éstas empiezan los carios de la sierra o chiriguanos. Irala llama a éstos karkhokies y machkaisies «corocotoquis», y dice que estaban a 52 leguas de los tamacocas, distancia que concuerda con la que demuestra Jolis en su mapa. Resulta, pues, que las tales salinas dividían la nación zamuco-morotoca de la corocotoca, que yo identifico con los chiriguanos, en razón del botón en   —79→   el labio de los varones y el tipoy de las mujeres120.

71. Cuando regresa Schmídel del Paraguay a Alemania, hace la descripción de los thopis; en nada discrepa de lo que ya sabemos de ellos por otros conductos. Eran comedores de carne humana, de los enemigos se entiende; mas para que no faltase andaban siempre en guerra; y por lo demás son como lo cuenta el capítulo LII, que es un complemento a lo que dice Alvar Núñez en sus Comentarios121. El idioma es muy parecido al de los carios, y esta apreciación nos prueba que Schmídel lo entendía y hablaba, y por lo tanto, que era muy competente en eso de saber si tales o cuales indios eran del habla guaraní o no.

72. Largo y muy largo nos ha salido este capítulo, pero sólo así se podía establecer que los datos etnológicos que nos suministra Schmídel son de verdadero valor científico. En su relación se destacan dos grandes razas, la guaraní y la que no lo es. Esta, que es la pampeana de d'Orbigny, se subdivide en dos ramas, una nomádica122 o guaycurú-patagónica, que sólo comía carne y pescado, y la otra semisedentaria123, que sembraba y solía vivir a la par de la anterior en calidad de protegida o vasalla, como los chané con los mbayá. A la   —80→   guaraní sólo la encuentra Schmídel en el Brasil, en las inmediaciones de Buenos Aires; en el Paraguay, a la vuelta de la Asunción124; y en el territorio que conducía del Alto Paraná al Atlántico. Los demás indios se hallaban desparramados en todo lo que anduvo nuestro autor.

73. Debemos fijarnos en que Irala, en su viaje al Perú por el país de los zamucos o chamacocos («tamacocas», como él los llama125), entró por donde habían andado ya Hernando de Ribera y Schmídel en tiempo de Alvar Núñez. Iban en pos de las fabulosas riquezas de los amazones, cuento éste que no es inventado por nuestro autor, sino que consta también en la relación de Hernando de Ribera126. Se buscaba El Dorado, y los indios, cansados de sus molestos huéspedes, siempre los halagaban con noticias de algo mejor un poco más allá. Así se explica esa larga peregrinación por el país de los jarayes en las dos entradas. El viaje al Perú parece que fue cosa de última hora y por las razones que el mismo Irala da en su carta127. Esta carta, los apuntes de Schmídel y las noticias ya citadas del explorador Boggiani, adquiridas in situ, bastan para determinar quiénes eran los indios que visitaron más allá de los mbayá, por el norte y el   —81→   oeste. Irala es algo confuso en su relación, pero esto es, más o menos, lo que dice: -Desde el puerto de San Fernando pasaron por diversas generaciones hasta llegar a los tamacocas. Allí supieron de las minas de plata en las sierras de los carcaxas, que, si no se explica mal Irala, son las de los charcas (chuquisaca). -De regreso para entre los corocotoquis, a 52 leguas de los tamacocas, y allí le confirman las noticias de las riquezas que había más al norte, «los naturales de la tierra y yndios carios de la sierra»128. ¿Quiénes eran estos naturales? -Los corocotoquis, que según se ve, no eran carios, es decir, chiriguanos. Lo que hay de cierto es que los españoles al pasar de la tierra de los mbayá y chané entraron por la provincia de los chamacocos, chiquitos y chiriguanos, y que encontraron carios entre los jarayes. El mapa de Jolis, levantado por el abate Joaquín Camaño a fines del siglo XVIII es la mejor guía que podemos tener para darnos cuenta de los indios que visitaron Cabeza de Vaca e Irala con Schmídel. Concluiré con las palabras de López de Velazco:

«Así como estas provincias son grandes, son muchas las naciones de indios que hay, y más la diversidad de lenguas que platican, aunque se reducen a dos diferencias de naturales; unos que llaman gandules, por la mayor parte muy altos, más que españoles, bien hechos y de buenas facciones, enjutos y morenos, y bien proporcionados,   —82→   de buenas fuerzas aunque sin maña, mal vestidos; no siembran, y se sustentan de la caza y pesca, holgazanes, y su más continuo ejercicio es la guerra: los otros son los indios labradores guaraníes, que quiere decir guerreros, porque van muy lejos de su tierra a guerrear, de estatura de españoles, y bien agestados, que hacen sus sementeras, y entretanto que se crían también ejercitan la guerra, caza y pesca: entre ellos, los que están alrededor de la Asunción, son los que más se derraman por la tierra, y así la lengua de los que se llaman guaraníes es la que generalmente se habla en todas las provincias, aunque tienen lenguaje particular». Geografía y Desc. Univ. de las Indias. -ed. Madrid 1894, p. 555.