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Vid. Severo Sarduy, Barroco y «El Barroco y el neo-barroco», en César Fernández Moreno, ed., América Latina en su literatura.

 

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Vid. Gilbert Highet, The Classical Tradition.

 

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Vid. Helmut Hatzfeld, Estudios sobre el Barroco.

 

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Cf. John Beverley, «Nuevas vacilaciones sobre el Barroco», en Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, vol. 14, núm. 28, pp. 215-227.

 

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La interpretación del Barroco hispanoamericano como etapa de surgimiento de la conciencia criolla no ha sido suficientemente desarrollada por la crítica aunque existen múltiples sugerencias y trabajos parciales realizados en este sentido. Son pioneras las indicaciones de Picón Salas y de Leonard, quien habla, por ejemplo, del mexicanismo naciente y el restringido concepto de «patria» que figura en los textos de Sigüenza y Góngora. También hacia allí apunta el trabajo de Hermenegildo Corbato («La emergencia de la idea de nacionalidad en el México colonial», en Revista Iberoamericana, núm. 6, pp. 337-392). Francisco López Cámara indica, por su parte, varios factores en el surgimiento de la «ideología criolla» («La conciencia criolla en sor Juana y Sigüenza», en Historia Mexicana, núm. 3, pp. 360-373.) Más recientemente, son muy sugerentes las indicaciones de Hernández-Sánchez Barba en su valorización del Barroco hispanoamericano y su estudio de «las actitudes y las mentalidades sociales» del periodo (Historia de América). Octavio Paz analiza este punto en el capítulo «Ritos políticos» de su importante libro Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe. En relación a la obra de ésta, Sabat-Rivers reconoce que «la monja y los otros contribuidores a la obra [se refiere al tomo II de las Obras de sor Juana publicados en Sevilla en 1692] ponían en tela de juicio la superioridad del Viejo Mundo y sugerían el rechazo del statu quo de la situación social en la Nueva España» («Biografías: sor Juana vista por Dorothy Shons y Octavio Paz», en Revista Iberoamericana, vol. LI, núm. 132-133, p. 935). Estamos situados, así, en una etapa fundacional en el surgimiento de la conciencia criolla hispanoamericana, etapa que merece, sin eluda, estudios más profundos.

 

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La Carta de sor Juana Inés de la Cruz a su Confesor. Autodefensa espiritual (a la que aludiremos en esta sección preferentemente con el nombre de «Carta de Monterrey») fue descubierta por Tapia Méndez en 1980 en la Biblioteca del Seminario Arquidiocesano de Monterrey en un volumen del siglo XVIII que contiene impresos y manuscritos variados, transcritos por un amanuense. La autenticidad del texto parece ya indudable. El erudito Antonio Alatorre ha aceptado el texto como perteneciente a sor Juana, al igual que Octavio Paz. Alatorre resume el contenido de la carta publicada por Tapia Méndez y lo califica como «documento sensacional» («Sor Juana Inés de la Cruz y su "sueño" cumplido», en Mexican Literature. Spanish and Portuguese Distinguished Lecture Series, núm. 1-2, p. 17). Sólo ciertos rasgos de estilo y algunos detalles de vocabulario llaman la atención al comparar la «Carta de Monterrey» con la carta Respuesta a sor Filotea. Así indica, por ejemplo Georgina Sabat-Rivers: «Quisiera señalar, sin embargo, que me chocan cierta dejadez y desmesura impropias de sor Juana. No recuerdo, por ejemplo, la palabra "aína" en la obra de la monja» (op. cit., p. 928). En el mismo artículo Sabat-Rivers indica también ciertos giros y conceptos que se apartan de los establecidos en la carta de 1691. En este sentido M. C. Benassy-Berling, autora de uno de los libros más rigurosos sobre la monja mexicana, señala en un artículo posterior, en que se refiere al texto de Monterrey: «Comme it est fait allusion a des faits tres precis connus par ailleurs, comme le style semble bien celui de sor Juana, la critique interne conduit a reconnaitre l'authenticite de cet ecrit, a cette reserve pres qui'il a du etre legerement adultere par les copistes. Les trous son possibles et un petit nombre de phrases son sujettes a caution» («Sor Juana Inés de la Cruz aujourd'hui», en Les Langues Neo-Latines, núm. 254, p. 22). La carta, que aparece sin fecha en el manuscrito del siglo XVIII y que es, probablemente, como también indica Benassy-Berling, copia de copias, fue publicada por primera vez en 1981 por la Universidad Autónoma de Nuevo León con prólogo de Raúl Rangel Frías, en una edición de difusión muy limitada. La edición de Tapia Méndez que manejamos incluye copia del manuscrito original, y en la versión impresa en que se lo transcribe se organiza el texto en párrafos numerados.

 

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O. Paz, «Sor Juana: testigo de cargo», en Vuelta, núm. 78, p. 47.

 

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La edición de Tapia Méndez da ciertas bases para el estudio de este nuevo documento en relación con la carta Respuesta a sor Filotea de la Cruz, en tres apartados: «Para entrar en la comparación de las dos cartas», «Concordancia entre la "Autodefensa espiritual" y la "Respuesta de la poetisa a sor Filotea de la Cruz"» y «El asunto de fondo». Al mismo punto se refirió Octavio Paz en su anexo a la tercera edición de su libro sobre la escritora mexicana (Sor Juana Inés de la Cruz). Benassy-Berling trata el mismo punto de la relación entre las dos cartas en su citado artículo.

 

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La cuestión de la representatividad está bien asentada en la figura de Antonio Núñez de Miranda, a quien Octavio Paz pinta, en su apartado sobre «La abjuración», como un individuo severo e influyente, descendiente de una familia de militares y eclesiásticos. En palabras de Paz: «[...] sobre todo si se piensa en que los congregantes pertenecían a la más alta esfera del gobierno y de la vida pública, el ascendiente de Núñez de Miranda sobre sus oyentes y, a través de ellos, sobre la sociedad entera, era realmente extraordinario» (Sor Juana Inés de la Cruz..., p. 583). En el mismo sentido Benassy-Berling indica que «D. Antonio Núñez de Miranda est l'une des incarnations les plus typiques du pouvoir ecclesiastique. Confesseur repute, directeur de confreries, collecteur d'aumones, qualificateur du Saint-Office, conseiller des pussants etc. son indeniable austerite personnelle, sa qualite de creole et ses reelles capacites intellectuelles lui donnaient un grand prestige» (op. cit., p. 24). A su vez Alatorre se refiere a la relación entre sor Juana y Núñez de Miranda en un estudio en el cual vincula acertadamente el fanatismo religioso del jesuita con las características autoritarias y masculinas presentes en la cultura de la época (op. cit., p. 12).

 

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La «Carta de Monterrey» informa principalmente sobre la relación de sor Juana con el jesuita Antonio Núñez de Miranda, quien fuera confesor de la poetisa desde su niñez, permitiendo corregir interpretaciones erradas vertidas por el padre Juan de Oviedo, biógrafo de Núñez. Aclara las razones del vuelco de sor Juana hacia Arellano, su confesor posterior, así como asuntos vinculados a su dote e ingreso en la vida de clausura. Se refiere también a las circunstancias que rodearon a la solicitud del Neptuno Alegórico, corroborando hipótesis adelantadas por Octavio Paz (Sor Juana Inés de la Cruz..., pp. 212-241). A propósito del Neptuno Alegórico, véase Antonio Alatorre, op. cit., pp. 11-17.

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