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Viajes


Marco Polo






La división del mundo


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- I -

Aquí empieza la rúbrica de este libro denominado: la división del mundo


Señores emperadores, reyes, duques y marqueses, condes, hijosdalgos y burgueses y gentes que deseáis saber las diferentes generaciones humanas y las diversidades de las regiones del mundo, tomad este libro y mandad que os lo lean, y encontraréis en él todas las grandes maravillas y curiosidades de la gran Armenia y de la Persia, de los tártaros y de la India y varias otras provincias; así os lo expondrá nuestro libro y os lo explicará clara y ordenadamente como lo cuenta Marco Polo, sabio y noble ciudadano de Venecia, tal como lo vieron sus mortales ojos.

Hay cosas, sin embargo, que no vio, mas las escuchó de otros hombres sinceros y veraces. Por lo cual referimos las cosas vistas por vistas y las oídas por oídas para que nuestro libro resulte verídico, sin tretas ni engaños.

Y todo hombre que leyere y entendiere este libro debe creer en él, pues todas estas cosas son verdad, y os certifico que desde que Dios nuestro Señor plasmó con sus manos a Adán y Eva, nuestros primeros padres, hasta hoy día, no hubo cristiano ni pagano ni tártaro ni indio ni hombre alguno de ninguna generación que tanto supiere ni buscare como el dicho mi señor Marcos averiguó y supo; por eso os digo que sería gran desventura no quedaran escritas todas las grandes maravillas que vio y oyó para quelas gentes que no las vieron ni conocieron tengan de ellas razón en este libro. Y os repito que para enterarse de ello vivió en estas diferentes regiones y provincias más de veintiséis años.

Y ello fue que, estando encarcelado en Génova, hizo exponer todas estas cosas a maese Rustichello de Pisa, que se hallaba también en la misma prisión en el año 1298 del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.




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- II -

De cómo micer Nicolás y micer Mafeo fueron de Constantinopla en busca del mundo


Fue en tiempo de Baduino, emperador de Constantinopla en el año 1250 de la Encarnación de nuestroSeñor Jesucristo: Hallándose con sus mercancías en Constantinopla, procedentes de la ciudad de Venecia, micer Nicolás Pol (padre de Marco Polo) y su hermano micer Mafeo Pol, prudentes, nobles y avisados comerciantes, reuniéronse en consejo y decidieron embarcar en la mar grande para hacer prosperar sus asuntos. Después que hubieron comprado joyas de gran valor, partieron de Constantinopla en un barco hacia la tierra de Soldadía.




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- III -

De cómo se fueron micer Nicolás y micer Mafeo de la Soldadía


Cuando hubieron residido un tiempo en Soldadía decidieron irse aún más lejos. Pusiéronse en camino, y tanto cabalgaron que no hubo aventura que les detuviese hasta que llegaron al reino de Barca Caan, que era dueño de una parte de Tartaria, situada entre Bolgara y Sara. Barca Caan recibió con grandes honores a micer Nicolás y micer Mafeo y celebró con regocijo su llegada. Los dos hermanos diéronle las joyas que habían traído. Aceptolas Barca con gran complacencia y le plugieron muchísimo. Hízoles entonces entregar dos veces tanto cuanto valían las joyas y les invitó a pasar una temporada en varias partes del reino, en donde halláronse con gran contentamiento.

Al año de residir en tierras de Barca encendiose una guerra entre Barca y Alan, señor de los tártaros de Levante. Fuéronse el uno contra el otro con gran violencia, combatiéronse ferozmente y hubo gran pérdida de gentes de una parte y otra, y Alan fue vencedor. Y en estas circunstancias no hubo hombre que pudiera pasar por esos caminos sin caer prisionero, y como ésa era la dirección por donde habían venido y sólo podían seguir en dirección contraria, los dos hermanos se dijeron: «Ya que no podemos volver a Constantinopla con nuestras mercancías, sigamos hacia Levante; así podremos volver quizá a tierras del soldán». Se equiparon convenientemente y se separaron de Barca, yéndose a una ciudad denominada Uchacca, que era al confín sur del reino de este señor. Y partiéronse de Uchacca pasando el Tigre, atravesando un desierto que era largo diecisiete jornadas, no encontrando a su paso ni ciudades ni castillos, sino tribus tártaras que vivían del pastoreo en sus tiendas de campaña.




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- IV -

De cómo los dos hermanos pasaron el desierto y llegaron a la ciudad de Bojaria


Y cuando hubieron pasado el desierto llegaron a una ciudad que se llamaba Bojaria, noble y hermosa ciudad. También la provincia denominábase Bojaria y el rey se llamaba Barac. Era ésta la más bella ciudad de Persia. Una vez llegados a ella no podían ya ni adelantar ni retroceder, y en vista de esto permanecieron en ella tres años. Mientras esto sucedía vino un emisario de Alan, el señor de Levante, que era enviado por el gran señor de todos los tártaros, llamado Cublai. Y fue gran asombro el de este emisario cuando vio a micer Nicolás y a Micer Mafeo, pues jamás habíase visto un latino en esos parajes. Dijo a los dos hermanos: «Señores, os advierto que el gran señor de los tártaros jamás vio un latino y tiene gran deseo de trabar conocimiento con ellos; así que si queréis venir conmigo, os aseguro que os verá muy de su agrado y os llenará de honores y bienes».

Los dos hermanos contestáronle que lo harían gustosos si era cosa factible, y él replicó que llegarían sanos y salvos y sin ninguna impedimenta si se iban en su compañía.




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- V -

De cómo los dos hermanos prestaron fe al emisario del Gran Khan


Cuando oyeron las razones del mensajero enviado, aparejaron sus caballerías y decidieron seguirle. Pusiéronse en camino y viajaron durante un año a través de las montañas, y tomando por atajos y vericuetos llegaron al cabo de él. Y encontraron grandes maravillas y cosas extraordinarias, que no os referimos porque micer Marcos, hijo de micer Nicolás, que ha visto también todas estas cosas, os las contará más adelante en este mismo libro.




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- VI -

De cómo los dos hermanos llegaron en territorio del Gran Khan


Y cuando llegaron en presencia del Gran Khan, éste les hizo muchas fiestas y les recibió con grandes honores y cortesía, y fue grande su alegría al verles. Les hizo varias preguntas sobre muchas cosas. Ante todo sobre los emperadores, de cómo mantienen el poder y administran justicia, cómo combaten y, en fin, cómo viven y lo que hacen, y los interrogó luego respecto a los reyes, a los príncipes y barones.




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- VII -

De cómo se informa el Gran Khan de los asuntos de los cristianos


Y se informó luego del Papa y de todos los hechos de la cristiandad y de la Iglesia romana y de las costumbres de los latinos. Micer Nicolás y Mafeo le dijeron toda la verdad y cada uno a su vez, como conviene a hombres prudentes y cultos conocedores de la lengua de los tártaros: el tártaro.




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- VIII -

De cómo el Gran Khan envió a los dos hermanos como embajadores al Papa de Roma


Cuando el gran señor que tenía por nombre Cublai Khan, señor de todos los tártaros del mundo y de todas las provincias, reinos y regiones de esta gran parte del mundo, hubo escuchado las gestas de los latinos contadas por los dos hermanos tan llanamente, quedó muy complacido y prometiose a sí mismo enviarles como embajadores al Papa. Y pidioles a los hermanos encargarse de esta misión con uno de sus barones. Contestáronle que lo harían como les mandase, como si fuera su propio señor, el Dux. Entonces el Gran Khan hizo llamar a uno de sus barones, llamado Cogatai, y le dijo quería fuera acompañando a los hermanos a ver al Papa. Éste le contestó: «Vuestro siervo soy y pronto a vuestro mandato». Hizo luego el gran señor preparar sus credenciales en turco y las dio a los dos hermanos y a su barón, y les encargó lo que debían decir de su parte al Pontífice. Es menester que os diga lo que contenía el documento y la embajada que enviaba: Pedía que le enviara hasta cien sabios de la cristiandad que supieran las siete artes, que supieran discutir a los idólatras y a los gentiles que todos los ídolos que tenían en sus casas eran obras del diablo y que supieran probar por razonamientos que la ley cristiana es mejor que la de ellos. Además, encargó a los hermanos que trajeran aceite de la lámpara que alumbra el sepulcro de Dios nuestro Señor en Jerusalén. Ya estáis enterados de lo que decía el mensaje que el gran señor enviaba al Papa por medio de los dos hermanos.




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- IX -

De cómo el Gran Khan da a los dos hermanos las tabletas de oro de su mensaje


Cuando les hubo entregado el mensaje que enviaba al Papa les hizo dar unas tabletas de oro en las cuales decía que los tres embajadores deberían recibir allí donde fueran y donde pasaran: caballos, arreos y escolta de un país a otro. Y cuando micer Nicolás y Mafeo estuvieron listos y bien guarnecidos de cuanto necesitaron, se despidieron del gran señor, montaron a caballo y emprendieron el camino. Al poco tiempo el barón tártaro cayó enfermo y no pudo continuar. Quedose atrás en una ciudad, y cuando los hermanos vieron que no se reponía, le dejaron y continuaron su viaje, y os diré que por doquier se velan honrados y bien servidos en cuanto se les antojaba. Cabalgaron tanto, que llegaron a Laias, para lo cual emplearon tres años, y esto sucedió porque no siempre podían proseguir su ruta, por el mal tiempo y la nieve y porque los ríos que tenían que vadear eran considerables.




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- X -

De cómo los dos hermanos llegaron a la ciudad de Acre


Y dejaron Laias para llegar a la ciudad de Acre, y esto sucedió en el mes de agosto del año 1200 de la Encarnación. Allí se enteraron que el Papa había fallecido, y cuando supieron que el Papa, que tenía por nombre Clemente, había muerto, se encaminaron en busca del Legado de la Iglesia romana en el reino de Egipto. Este varón ilustre, de mucha autoridad, se llamaba Tealdo de Plasencia. Le expusieron de qué importante misión eran mandatarios de parte del Gran Khan al Papa, y cuando el Legado les hubo oído, le pareció gran maravilla y que lo que los hermanos decían era de gran honra y provecho para la cristiandad. «Señores -les dijo-, ya que veis que el Papa ha muerto, os aconsejo esperar que haya otro Papa, y entonces le lleváis vuestra embajada». Viendo que el Legado les decía cosa razonable, pensaron que en ese intervalo irían a Venecia a ver a sus familias. Y fueron de Acre a Negroponte. Y en Negroponte se embarcaron en una galera, que les llevó a Venecia. Micer Nicolás encontró que en este interregno su mujer había muerto y le quedaba un hijo de edad de quince años, que se llamaba Marcos, y éste es el que habla en este libro. Micer Nicolás y micer Mafeo quedaron cerca de dos años en Venecia, en espera de la elección de un nuevo Pontífice.




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- XI -

De cómo los dos hermanos partieron de Venecia para regresar al país del Gran Khan y se llevaron a Marcos, el hijo de micer Nicolás


Después de esperar el tiempo que habéis oído, y viendo que no elegían nuevo Papa, pensaron que habían demorado bastante para regresar cerca del Gran Khan, y decidieron volver. Entonces se fueron de Venecia, llevándose a su hijo Marcos, directamente a San Juan de Acre, en busca del Legado antedicho. Con él platicaron sobre estos asuntos y le pidieron venia de ir a Jerusalén a recoger el aceite de la lámpara del sepulcro de Jesucristo, ya que el Gran Khan había expresado el deseo de poseerlo. El Legado les dio permiso. Fueron luego al Santo Sepulcro, a Jerusalén, y habiendo cogido el aceite volvieron a Acre a decirle al Legado: «Señor, mucho hemos tardado en volver a ver al Gran Khan, y como aún no hay Papa, creemos es nuestro deber el írselo a decir». Y el Legado (que es el más importante personaje de la Iglesia de Roma) les dijo: «Puesto que queréis volver hacia la tierra del Gran Khan, os doy mi pláceme». Escribió entonces su misiva al Gran Khan, explicándole de cómo micer Nicolás y micer Mafeo le habían. traído su embajada; pero no pudieron cumplirla por entero por no haber aún un nuevo Papa.




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- XII -

De cómo los dos hermanos y Marcos partieron de Acre


En cuanto los dos hermanos estuvieron en posesión de las credenciales, pusiéronse en camino para volver a la tierra del Gran Khan. Y tanto anduvieron, que llegaron a Laias. Mas no bien hubieron llegado, fue elegido Papa el Legado que tenía por nombre Gregorio de Plasencia. Grande fue la alegría que experimentaron al oír esta nueva, y no tardó en llegar a Laias un emisario del Papa diciendo a micer Nicolás y Mafeo que retrocedieran a ver al Pontífice. No quiero deciros la alegría que esto les causó, y le contestaron que allá iban de buen grado. Entonces el rey de Armenia hizo armar una galera para que en ella embarcaran y los envió así, con grandes honores, al Legado.




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- XIII -

De cómo los dos hermanos fueron a Roma a ver al Papa


Y cuando llegaron a Acre fueron a Su Santidad el Papa y se prosternaron humildemente ante él. Les recibió con gran deferencia, dándoles su bendición y haciéndoles gran fiesta. Y el Papa acordó darles para que les acompañaran a dos de los predicadores, los más sabios de toda la provincia, y éstos se llamaban Nicolás de Vicenza y Guillermo de Trípoli. El Papa expidió sus breves y cédulas que contenían el mensaje que enviaba al Gran Khan, y dando a todos su santa bendición, se fueron los cuatro con Marcos, hijo de micer Nicolás. Encamináronse seguidamente a Laias; mas no bien hubieron llegado, cuando Bondocdero, sultán de Babilonia, vino a Armenia con un numeroso ejército, que causó estragos en toda la comarca, y nuestros embajadores viéronse en peligro de muerte. Considerando esto, los dos hermanos predicadores dudaron si debían proseguir. Entregaron por fin a micer Nicolás y Mafeo sus breves y cartas y se separaron de ellos, regresando con el maestre de campo.




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- XIV -

De cómo los dos hermanos y Marcos llegaron a la ciudad de Clemeinfú, en donde se hallaba a la sazón el Gran Khan


Y micer Nicolás, Mafeo y Marcos, hijo de Nicolás, se pusieron en camino y cabalgaron tanto toda la primavera y el estío hasta llegar a la ciudad de Clemeinfú, en donde se encontraba el Gran Khan. No haré mención, sino más adelante, de lo que encontraron en el camino, pues deseo contároslo a su tiempo en mi libro. Sabed sólo que emplearon tres años y medio en este viaje, pues las grandes nevadas y las lluvias y los ríos desbordados les impedían cabalgar en invierno. Y, en verdad, cuando supo el Gran Khan que llegaban les envió al encuentro un mensajero con cuarenta días de anticipación, y fueron bien atendidos y servidos por todos.




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- XV -

De cómo los dos hermanos y Marcos fueron al palacio del Gran Khan


Cuando Nicolás, Mafeo y Marcos llegaron a esa gran ciudad se fueron al Palacio Principal, en donde se hallaba el Gran Khan rodeado de muchos barones. Se arrodillaron y humillaron ante él; pero el Gran Khan les hizo levantar, les colmó de honores y les recibió con grandísimo júbilo, interrogándoles de cuanto habían hecho desde que se separaron. Los hermanos le aseguraron de que todo había ido a pedir de boca, puesto que volvían sanos y salvos. Entonces presentaron sus breves y cartas que el Papa le enviaba, que le causaron gran alegría. Cuando el Gran Khan vio a Marcos, que era el joven bachiller, les preguntó quién era. «Señor -dijo micer Nicolás-, es mi hijo y esclavo vuestro». «Sea bienvenido», dijo el Gran Khan. Mas ¿por qué extenderme en referiros más tiempo las grandes manifestaciones de cariño y los honores con que fueron recibidos por el Gran Khan?




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- XVI -

De cómo el Gran Khan envía a Marcos como embajador


Y Marcos, el hijo de micer Nicolás, aprendió tan a la perfección la lengua y costumbres de los tártaros y su literatura, que a todos causaba maravilla. Pues desde su llegada a la corte aprendió a escribir y a hablar cuatro lenguas. Y como era sabio y prudente, el Gran Khan le cobró gran cariño, estimando su valor. Y cuando vio el buen entendimiento de Marcos le envió como embajador a una región donde era menester seis meses para llegar. El joven bachiller cumplió su misión sabia y prudentemente. Había oído decir repetidas veces que cuando el Gran Khan enviaba mensajeros por las varias partes del niundo y éstos no sabían referirle más que el objeto de la misión por la cual habían sido enviados, los trataba de necios e ignorantes, pues más le placía oír las costumbres y curiosidades de las cortes extranjeras que lo que se refiriera al pretexto que tomaba para enviarles. Y Marcos, que sabía esto, se esmeró en contarle al Gran Khan cuantas novedades y cosas extrañas y curiosidades había visto en su embajada.




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- XVII -

De cómo volvió Marcos de su misión y lo que refirió al Gran Khan


Cuando Marcos volvió de su misión y se halló en presencia del Gran Khan, después de referirle la manera en que había negociado y conducido su embajada, contó cuantas novedades había visto, tanto en el camino como en las ciudades, tan sabia y elocuentemente que el Gran Khan quedó encantado, y cuantos le oyeron decían entre ellos que este joven, si llegaba a tener larga vida, no podía por menos de alcanzar fama de varón de provecho y de gran sabiduría. ¿Y qué más os diré? Desde entonces el joven fue llamado micer Marco Polo, y así le llamaremos más adelante en nuestro libro. Sabed, en verdad, que don Marcos vivió con el Gran Khan diecisiete años, y no cesó de ir y venir en misión, enviado por el Gran Khan, que viendo que le traía continuamente noticias de doquier y cumplía tan cabalmente sus negociaciones, le tuvo en gran estimación, le colmó de honores, no queriendo separarse de él, por cuya razón los varones empezaron a envidiarle. He aquí por qué causa don Marcos sabe más de esta región que ningún otro hombre, y que quizá entienda más él que los mismos naturales, pues se aplicaba en ello con todo entendimiento.




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- XVIII -

De cómo micer Nicolás y micer Mafeo piden permiso al Gran Khan para volver a su tierra


Y cuando micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos demoraron el tiempo que sabéis con el Gran Khan, se dijeron que era hora de volver a su tierra natal. Pidieron autorización repetidas veces y con gran cautela; pero el Gran Khan los quería tanto y los veía con tanta complacencia en su corte, que no quería por nada del mundo consentir en ello.

Empero la reina Bolgana, mujer de Argón, rey de Levante, murió y la dicha reina puso en su testamento que ninguna dama pudiera ser de Argón ni sentarse en el trono, que no fuera de su linaje.

Argón reunió a tres de sus barones: el primero llamábase Culatai; el segundo, Apusca; el tercero, Coia, y les envió al Gran Khan, acompañados de brillante escolta, para que le buscaran una dama que fuera del linaje de la reina Bolgana, su difunta esposa.

Cuando los tres barones llegaron al Gran Khan y le explicaron el objeto de su viaje, el Gran Khan les recibió admirablemente. Hizo venir a su presencia a una dama que se llamaba Cogacin, y que era del linaje de la reina Bolgana. Era joven y agraciada y no tenía más que diecisiete años. Y dijo a los barones que era esta señora la que les convenía, y ellos la encontraron muy de su agrado.

En ese entonces volvía micer Marcos de las Indias y de diferentes mares y entretenía la corte con sus relatos sobre estas regiones, y los tres barones, que habían trabado conocimiento con los sabios latinos micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos, se dijeron entre ellos que desearían navegar en su compañía y fueron al Gran Khan a pedirle en gracia que los enviara por mar y que con ellos marcharan los tres latinos. El Gran Khan, que ya sabéis cuánto los quería, accedió a esa gracia y permitió a los latinos que se fueran con los barones y la gentil dama.




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- XIX -

Donde trata de la despedida, de los hermanos y Marco Polo del Gran Khan


Cuando el Gran Khan se decidió a verles partir, les hizo venir a su presencia y les entregó dos tabletas como salvoconducto para que circularan libremente por sus dominios y para que en donde fueren hallaren escolta, y tanto ésta como ellos, que todo fuera de libre de gastos. Y les encomendó un embajada al rey de Francia, al rey de España y a otros reyes cristianos, y luego hizo aparejar 14 veleros, de cuatro mástiles cada uno y 12 velas, y os podría referir, pero sería demasiado largo entreteneros sobre este particular.

Cuando las naves fueron aparejadas y los tres barones y la dama y micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos se despidieron del Gran Khan, embarcáronse con una dotación de 500 personas, y el Gran Khan les hizo aprovisionar por un plazo de dos años.

Se dieron a la mar y navegaron cerca de tres meses, hasta llegar a una isla, hacia Mediodía, que se llama Java y en esta isla vieron muchas cosas maravillosas, que os contaré más adelante en este libro.

Dejaron luego, la isla y navegaron en el mar de la India dieciocho meses antes de llegar a su destino.

Cuando llegaron encontráronse con que Argón había muerto, y la dama fue dada en esposa a Casan, hijo de Argón. Pues no os miento diciéndoos que cuando entraron en las naves eran 600 personas, sin la marinería, y todos habían perecido, salvo 18 de entre ellos. Encontraron al señorío de Argón regentado por Chiacato. Le recomendaron a la dama, y así cumplieron su embajada.

Cuando micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos hubieron cumplido con la misión que les confió el Gran Khan, dio a los tres embajadores cuatro tabletas de oro, con la orden escrita en letras de oro, que los tres mensajeros fueron honrados y servidos por doquier, como si se tratara de su propia persona, y que los caballos y gastos que hicieren corrieren de su cuenta.

Otro sí os referiré para que veáis en qué gran estimación les tenían, en razón del aprecio que de ellos hacía el Gran Khan, que les confiaron la reina Cocacin y a la hija del rey de Mangi para que las llevaran a Argón, señor de Levante, y así lo cumplieron. Asegurándoos que servían a estas señoras como si fueran sus propias hijas, cuidando de que llegaran sanas y salvas. Y éstas, que eran jóvenes y bellas, los consideraban como a sus propios padres y le obedecían y acataban sus voluntades como a tales. Escoltáronlas hasta dejarlas en manos de sus barones. La reina Cocacin, que era mujer de Casan -reinante a la sazón-,quería tanto a los tres latinos, que se desvivía por complacerles y halagarles. Y cuando se despidieron de ella para volver a su tierra, lloró amargamente.

Esto os lo cuento en elogio a la conducta de los tres caballeros latinos, a los que fueron confiadas las damas para escoltarlas a países tan remotos a sus reinos y señores. Dejemos ahora esto para proseguir nuestra relación.

Cuando los tres mensajeros se despidieron de Ciacatu, pusiéronse en camino y cabalgaron tanto que llegaron a Trebizonda y de Trebizonda a Constantinopla, y de Constantinopla a Negroponte, y de Negroponte a Venecia. Y esto fue el año de 1295 de la Encarnación de Cristo. Y ya que os conté el prólogo, ahora comienza la relación del libro.




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- XX -

Aquí se habla de la Armenia Menor


En verdad, hay dos Armenias: la Mayor y la Menor. De la Menor es rey un señor, cuya jurisdicción está bajo la dependencia del Tártaro. La región es rica en villas y castillos y abundante por todos conceptos. Es tierra que produce cantidad de caza, de animales y pájaros. Pero es una provincia de condición malsana. Antiguamente los hombres eran gallardos y valientes capitanes; ahora son raquíticos y viles, y no tienen más condición que la de ser grandes bebedores. Hay en la costa una ciudad llamada Laias, que es notable por su comercio. Todas las especias y paños de seda y brocateles pasan por esa ciudad, y otras tantas cosas preciosas. Y todos los mercaderes de Venecia y Génova y otros lugares vienen a adquirir aquí sus mercancías.

Y hombres y mercaderes que quieren ir a tierra firme empiezan su ruta por esta ciudad. Os hemos informado de la Armenia Menor, y ahora os contaremos lo referente a la Turcomania.




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- XXI -

En donde se habla de la provincia de Turcomania


En Turcomania hay tres suertes de habitantes, que son: los turcos, que rezan a Mahoma y observan su ley; son gentes sencillas y de lenguaje rudo; viven en las mesetas en donde saben que hay abundantes pastizales, porque se dedican al pastoreo. Crían especies caballares de gran enjundia. El resto de la población se compone de armenios y griegos, mezclados a ellos en villas y castillos. Viven del comercio y del arte, pues sabed que fabrican los más bellos tapices, superiores a los del resto del mundo, y también tejen paños de seda, púrpura y otros colores, bellos y ricos cual ninguno, y muchísimas cosas más. Las ciudades son: Conio, Cesarea y Sebasto, y hay otras tantas villas, ciudades y castillos, de los cuales os hago gracia, para no ser demasiado extenso. Todos están sometidos al Tártaro de Levante, que es su señor. Y dejemos esta provincia, para ocuparnos de la Armenia Mayor.




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- XXII -

La Armenia Mayor


La Armenia Mayor es una provincia muy extensa; empieza en una ciudad llamada Arçinga, en la cual se fabrican los mejores bogaranes (cuchillo ancho de dos filos a modo de rejón). También he visto las más bellas lacas que hay en el mundo. Tiene minas de plata riquísimas. Los habitantes son armenios y súbditos de los tártaros. Abundan en ciudades y castillos, y la más noble es Arçinga, que tiene un arzobispo. Las otras son Argiron y Darçiçi. Es una provincia muy rica. En verano la viven las huestes del Tártaro de Levante, porque hay en ella ricos pastizales para el ganado, pero en verano solamente, porque en invierno el frío es tan intenso y la nieve tan abundante que no dejaría vivir a los animales. Y por eso emigran en invierno a países cálidos, adonde encuentran pastos en abundancia. En esta Armenia Mayor es donde se encuentra el Arca de Noé en una alta montaña (el monte Ararat). Confina al Mediodía y a Levante con un reino llamado Morul, que está habitado por cristianos, jacobinos y nestorianos, de los cuales os contaré particularidades más adelante. En la zona limítrofe a la Georgia hay una fuente de la cual mana aceite en abundancia [¿petróleo?], de tal suerte que pueden cargarse cien naves a la vez, pero no es comestible, mas combustible y sirve para ungir los camellos contra la tiña y el forúnculo. Y los hombres vienen de muy lejos a recoger este aceite y en toda la comarca no se quema más que esta sustancia.

Dejemos ahora bien a la gente de Armenia Mayor para ocuparnos de la provincia de Georgia.




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- XXIII -

Donde se habla del rey de Georgia y de su hacienda


En Georgia hay un rey que se llama David Melic, lo que significa, en español, rey David. También está sometido al Tártaro. En lo antiguo todos los reyes de esta provincia nacían con un signo de águila en el hombro derecho. Es una raza fuerte y valiente, diestra en las armas, buenos arqueros y excelentes en la lid. Son cristianos de rito griego. Llevan el cabello peinado a la usanza de los clérigos. De esta provincia fue de la que no pudo pasar Alejandro cuando quiso dirigirse a Poniente, por ser el camino extrecho y en extremo peligroso, pues de un lado hay el mar y de otro una altísima montaña donde es imposible cabalgar. El sendero es tan menguado entre el mar y la montaña durante más de cuatro leguas, que un puñado de hombres pueden tener en jaque a todo un ejército. Y fue la razón que impidió pasar a Alejandro. Y éste hizo alzar una torre para cegar el pasaje y construir una fortaleza, de modo que la gente no pudiera atacarla, y fue llamada la Puerta de Hierro, lo cual refiere el libro de Alejandro, de cómo encerró a los tártaros entre dos montañas.

Y no es cierto que fueran tártaros, sino un pueblo llamado Comain, pues en aquella época allí no existían tártaros. Hay muchas ciudades y plazas fuertes en donde tienen seda en abundancia y se tejen brocados de seda y oro de los más hermosos que darse puedan. Tienen pájaros y gavilanes y toda especie de cosas en gran abundancia. Viven del comercio y de la industria. En la provincia hay montañas altísimas, desfiladeros angostos y temibles, y os digo que los tártaros jamás pudieron apoderarse de ella.

Hay también un monasterio llamado de San Leonardo, que contiene la especie maravillosa que os referiré: Debajo del monasterio hay un lago, que viene de una montaña, que no tiene en todo el año ni un pez, ni grande ni chico. En cuanto viene la cuaresma, por el contrario, llegan en grandes cantidades los peces hasta el sábado Santo, o sea la víspera de Pascua de Resurrección. De modo que en esta época hay miles de peces y en el resto del año, como os digo, no queda ni uno solo. El mar del cual os hablo que está al lado de la montaña se llama Glevechelan, y es de 2.700 millas, más o menos alejado de todo otro mar unas doce jornadas. El Eúfrates y otros ríos desembocan en él. Últimamente la navegaron mercaderes genoveses hasta muy lejos. De ahí viene la seda que llaman «ghelle».

Os hemos referido los límites de la Armenia a Poniente. Ahora os hablaremos de otros confines que están hacia Mediodía y Levante.




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- XXIV -

En donde se habla del reino de Mosul


Mosul es un gran reino habitado por diferentes pueblos, del cual os hablaré ahora. Hay la población árabe que reza a Mahoma. Hay otra especie de gente que son cristianos, pero no dependen de la Iglesia de Roma. Tienen un patriarca que hace funciones de arzobispo, obispo y abate, que ellos llaman católico y envía sus clérigos a la India, al Catai y a Bagdad, lo mismo que hace el Papa de Roma. Y os digo que cuanto cristiano encontréis en estas regiones es o bien nestoriano o bien jacobita.

Los tejidos de seda y oro que allí se fabrican son llamados «muselinas»; son finísimos y transparentes. Todas las especias caras son de este reino. En las montañas viven unas gentes llamadas kurdos: una parte sarracena, que adora a Mahoma, está compuesta de mala gente: hombres de armas terribles, que saquean, si pueden, a los mercaderes. Dejemos el reino de Mosul y hablemos de la gran ciudad de Bagdad.




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- XXV -

De cómo fue tomada, la gran ciudad de Bagdad


Bagdad es una gran ciudad, en donde se halla el califa de todos los sarracenos del mundo, así como Roma es la cabeza de la cristiandad. En medio de la ciudad pasa un gran río, por el cual se puede ir al mar de las Indias, y mercaderes y mercancías van por él sin cesar. Habéis de saber que hay, navegando por este río, dieciocho jornadas desde Bagdad a la mar, de Indias. Y los mercaderes que quieren ir a las Indias van por esta vía fluvial hasta una ciudad llamada Chisi, y entre ésta y Bagdad hay otra gran ciudad llamada Basora y alrededor de ella se crían las mejores palmeras que hay en el mundo.

En Bagdad se tejen los más variados brocateles y paños de oro y seda, es decir, el nassit, nac y la púrpura, bordados de toda suerte de animales y pájaros. Es la ciudad más noble y grande de la región.

El califa de Bagdad tiene un inmenso tesoro en oro, plata y piedras preciosas, y os diré cómo y por qué. Es verdad que en 1295 de la era de Cristo, el gran señor de los tártaros, cuyo nombre era Alan, hermano del que reina hoy día, reunió un gran ejército y vino a Bagdad, la sitió y la tomó por la fuerza. Y fue un hecho muy notorio, pues en Babilonia había más de 100.000 jinetes e infantes. Y cuando hubo conquistado la ciudad encontró en el palacio del califa una torre llena de oro, plata y otros tesoros, tales, que jamás se vieron mayores reunidos en un solo lugar: Cuando esto vio, hizo traer a su presencia al califa y le dijo: «¿Señor, por qué reuniste tantos tesoros? ¿Qué hubieras debido hacer? ¿No sabías que yo era tu enemigo y venía con un poderoso ejército para despojarte de todo? Cuando esto supiste, ¿por qué no repartiste tus tesoros a tus caballeros y soldados para defender la ciudad y tu persona?». El califa no supo qué contestar a esto. Entonces Alan replicó: «Puesto que veo que amas tanto a tus tesoros, voy a darte a comer de ellos». Y al instante hizo prender al califa, lo hizo encerrar en la torre del tesoro y mandó que nada le dieran de comer ni de beber, y luego exclamó: «Califa, come de ese tesoro, puesto que tanto te gustaba, ya que nunca más comerás otra cosa en tu vida». Dicho esto, le dejó en la torre, donde murió, después de cuatro días. Y más hubiera valido que el califa diera los tesoros a sus hombres para la defensa de sus tierras y sus gentes, en lugar de perecer con todos ellos y verse así despojado. Y éste fue el último de los califas de Bagdad.

Ahora os hablarenlos de Tauris. Os podía haber referido anteriormente sus hechos y gestas, mas como la materia se presta a un largo relato, abrevio el mismo.




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- XXVI -

De la gran maravilla que sucedió en las montañas de Bagdad


Queremos relatar una gran maravilla que sucedió entre Bagdad y Mosul. Hubo en 1275 de la Encarnación de Cristo un califa de Bagdad que odiaba a los cristianos, y día y noche pensaba el modo de convertir a éstos en sarracenos o hacerlos perecer si no lo conseguía. Todos los días reunía en Consejo a sus ministros y a seis sabios para preparar sus planes, pues todos ellos odiaban a los cristianos. Es verdad que todos los moros detestan a los cristianos. El caso es que el califa y los sabios que le rodeaban encontraron que en el Evangelio está escrito: «Si un cristiano tiene tanta fe como un grano de anís, obtendrá de Dios con su oración que se junten dos montañas». Cuando hubo leído esto el califa, se alegró inmensamente, porque vio en ello un pretexto para convertir a los cristianos a la religión sarracena o perderlos a todos.

El califa mandó entonces reunir a todos los cristianos de su reino, y cuando se hallaron en su presencia les enseñó el Evangelio y les hizo leer el texto. Enterados de ello, les preguntaron si aquello era la verdad. Los cristianos contestaron que ésa era la única verdad. «¿Decís, pues -replicó el califa-, que un cristiano que tiene fe, por las oraciones hechas a su Dios es capaz de juntar dos montañas?». «Esto es» -respondieron los cristianos-, «Os ofrezco una alternativa -dijo el califa-; puesto que sois cristianos, debe de haber entre vosotros quien tenga un poco de fe; de modo que haréis mover esa montaña que veis desde aquí, o si no,os haré morir de mala muerte, pues si no la hacéis mover es que no tenéis fe. De modo que os haré perecer a todos, a menos que no os convirtáis a la ley de Mahoma y así estaréis en la fe verdadera y os salvaréis. Os doy, pues, diez días de tiempo para conseguir esto. Si en tal término no lo habéis hecho, os condenaré a todos a muerte». Dicho esto, calló el califa y despidió a los cristianos.




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- XXVII -

Del miedo que tuvieron los cristianos de cuanto les dijo el califa


Cuando esto oyeron los cristianos, tuvieron gran miedo de morir. Sin embargo, confiaban en su Creador que los sacaría de tan duro trance. Los sabios cristianos reuniéronse en consejo, pues había arzobispos, obispos y sacerdotes entre ellos. No pudieron resolver más que rezar a Dios nuestro Señor para que en su gran misericordia les inspirara en esta ocasión y les hiciera escapar de una muerte segura si no hacían lo que el califa les había exigido. Sabed, pues, que día y noche se hallaban en oración y rezaban devotamente al salvador Dios del cielo y de la tierra para que les auxiliara en el duro trance en que se veían.

Quedaron ocho días y ocho noches orando hombres, mujeres, niños pequeños y grandes. Y sucedió que un ángel del Señor se apareció a un obispo, que era hombre de vida santa e inmaculada, y le dijo: «Ve a un zapatero que no tiene más que un ojo y le dirás que rece para que la montaña se mueva, y la montaña cambiará de sitio». Y os contaré cuál era la vida de este zapatero.

En verdad os digo que era un hombre honrado y casto. Ayunaba con frecuencia y su alma no estaba mancillada por pecado alguno. Iba a misa diariamente y frecuentaba a menudo la iglesia. Tenía maneras tan gentiles y una vida tan ejemplar, que no había otro mejor a cien leguas a la redonda. Atestigua una cosa que hizo el derecho a decir que era hombre de gran fe. Había oído varias veces que en el Evangelio decía: «Si el ojo os hiciere pecar, hay que arrancarle o hacer de modo que no haga pecar». Un día llegó a su casa una bella señora a comprarse zapatos.

El maestro quiso verle el pie y la pierna para saber qué zapatos pudiera calzar. Y se hizo enseñar la pierna y el pie, que eran tan hermosos que jamás hubo otros más bellos. Cuando el maestro vio las piernas de esta mujer, fue tentado, porque sus ojos se deleitaban en ellas. Entonces dejó marchar a la dama y no quiso vender los zapatos. Y cuando se alejó, el zapatero se dijo: «Ah, desleal y ladino, ¿en qué piensas? Tomaré gran venganza en mis ojos, que me escandalizan». Y cogiendo una lezna, se dio un corte en el ojo, de tal suerte que se le reventó y no vio más con él. Así, este buen zapatero se vació el ojo, y ciertamente era un santo varón. Mas volvamos al relato.




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- XXVIII -

De cómo vino la revelación a un obispo de que un zapatero haría mover la montaña


Cuando tuvo el obispo la revelación de que la oración de un zapatero tuerto haría mover la montaña, se lo comunicó a los cristianos. Y los cristianos obtuvieron que hiciera venir el zapatero. Entonces le dijeron que elevara una plegaria al Señor para hacer mover la montaña. Cuando el zapatero se hubo enterado de lo que los cristianos pretendían de él, contestó que no era tan santo para que el Señor le escuchase en tan gran milagro. Los cristianos le instaron fervorosamente de interceder por ellos, hasta que pudieron persuadirle de cumplir su voluntad y de elevar a su Creador esta prez.




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- XXIX -

De cómo la oración del cristiano hizo mover la montaña


Cuando expiró el plazo concedido por el califa, los cristianos se levantaron de madrugada, y hombres y mujeres, pequeños y grandes, se fueron al pie de la montaña en procesión, llevando la Cruz del Salvador. Eran más de 100.000 reunidos en la llanura los que rodeaban la Santa Cruz. El califa asistía por su lado con un sinnúmero de sarracenos, pronto a exterminar a los cristianos en cuanto la montaña no se moviese.

Y los cristianos, grandes y chicos, tenían gran zozobra y miedo; pero, sin embargo, esperaban en su Creador. Cuando todos, cristianos y sarracenos, se hallaban reunidos en el valle, el zapatero se arrodilló ante la Santa Cruz, y alzando sus brazos al cielo, imploró al Salvador para que la montaña se moviera y para que los cristianos no tuvieran que morir de muerte adversa. Y acabado que hubo de impetrar la clemencia del cielo, la montaña empezó a agitarse y moverse violentamente. Y así que el califa y los sarracenos vieron esto, llenáronse de maravilla y más de uno se convirtió, y el califa mismo se hizo cristiano en secreto. Cuando murió le hallaron encima una cruz, y los sarracenos no lo sepultaron en la tumba de los demás califas, sino en lugar apartado.

Y así se produjo el milagro.




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- XXX -

En donde se habla de la ciudad de Tauris


Tauris es una gran ciudad en una provincia llamada Irac, en la cual hay numerosas villas y castillos; pero como Tauris es la más noble ciudad de esta provincia, os hablaremos de ella y de sus hechos. Los hombres de Tauris son comerciales e industriales: fabrican paños de oro y seda de gran valor. La ciudad está tan bien situada, que desde la India, Bagdad, Mosul, Cremosor y de otras muchas envían sus mercancías, así como los mercaderes latinos vienen a adquirirlas desde países más lejanos. Hay abundancia de piedras preciosas. Es ciudad en donde se enriquecen los mercaderes y los navegantes. La población es una mezcla de mil razas: hay armenios, nestorianos, jacobitas, georgios y persas; hay hombres que adoran a Mahoma (y éstos son la mayoría), que llaman taorizinos. La ciudad está rodeada de hermosos jardines, llenos de abundante fruto. Los sarracenos de Tauris son malos y desleales; la ley que les dio el profeta Mahoma les manda hacer todo el daño que puedan a los cristianos y a los que no participen de su fe, y que si los despojan no será pecado. Y por esta razón harían cosas perversas si no fuera por la Señoría, que se lo impide. Todos los sarracenos del mundo observan esta ley.




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- XXXI -

Dejemos a Tauris y pasemos a Persia


La Persia era antiguamente una inmensa provincia, noble e importante, pero en el presente los tártaros la han destruido y diezmado. En Persia se halla la ciudad de Sava, de donde partieron los tres Reyes Magos cuando vinieron a adorar a Jesucristo. En esta ciudad están enterrados en tres grandes y magníficos sepulcros. Encima de los cenotafios hay un templete cuadrado, muy bien labrado. Estos sepulcros se hallan el uno junto al otro. Los cuerpos de los Reyes están intactos, con sus barbas y sus cabellos. El uno se llamaba Baltasar, el otro Gaspar y el tercero Melchor. Micer Marcos interrogó a varias personas con respecto a estos tres Reyes Magos, y nadie supo dar razón de ellos, exceptuando que eran Reyes y fueron sepultados ahí en la Antigüedad. Pero os voy a referir lo que averiguó más tarde sobre el particular:

Un poco más lejos, y a tres días de viaje, se halla un alcázar llamado Cala Atapereistan, lo que en español significa: «Castillo de los adoradores del fuego». Y esto es la verdad, pues estos hombres adoran el fuego. Os diré por qué lo adoran: Las gentes de ese castillo cuentan que en la Antigüedad tres Reyes de esta región fueron a adorar a un profeta que acababa de nacer y llevarle tres presentes: el oro, el incienso y la mirra, para saber si ese profeta era Dios, rey terrestre o médico, pues dijeron que si tomaba el oro, era rey terrenal; si el incienso, era un Dios; si la mirra, entonces era un médico. Cuando llegaron al sitio en donde había nacido el niño, el más joven de los Reyes se destacó de la caravana y fue solo a ver al niño y vio que era semejante a él, pues tenía su edad y estaba hecho como él, y esto lo llenó de asombro. Luego f ue el segundo de los Reyes, que era de la misma edad, y contestó lo mismo. Y creció al punto su sorpresa. Por fin, fue el tercero, que era el más anciano, y le sucedió lo que a los otros dos. Y quedáronse pensativos... Cuando se reunieron se contaron uno a otro lo que habían visto y se maravillaron de ello.

Entonces decidieron ir los tres a un tiempo, encontrando al niño del tamaño y edad que le correspondía (pues no tenía más que trece días). Ante él se postraron ofreciéndole oro, incienso y mirra. El niño cogió las tres cosas y, en cambio, les entregó un cofrecillo cerrado. Los Reyes Magos volvieron después de esto a sus respectivos países.




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- XXXII -

Relación de los Reyes Magos que vinieron a adorar a Dios


Cuando hubieron cabalgado algunas jornadas, se dijeron que querían ver lo que el niño les habla dado. Abriendo el cofrecillo, se encontraron que contenía una piedra. Sorprendidos, preguntáronse qué significaría aquello, pues habiendo el niño cogido las tres ofrendas, comprendieron los Reyes que el niño era Dios, Rey terrestre y Médico, y debía de tener aquello un sentido oculto, y, en efecto, el niño dio a los tres Reyes la piedra, significándoles que fueran firmes y constantes en su fe. Los tres Reyes tomaron la piedra y la echaron a un pozo, ignorando aún su significado, y cuando la piedra cayó al pozo, un fuego ardiente bajó del cielo y penetró en el pozo. Cuando tal vieron los Reyes, quedaron estupefactos y se arrepintieron de haber tirado la piedra, pues era un talismán. Cogieron del fuego que salía del pozo para llevarlo a sus respectivos países y ponerlo en un magnífico y rico templo. Y desde entonces está ardiendo y le adoran como si fuera un dios. Y los sacrificios y holocaustos que hacen son con ese fuego sagrado. Jamás toman de otro fuego que no sea de este maravilloso, caminando leguas y leguas para conseguirlo, cuando se les acaba, por la razón que ya os dije. Y son numerosos los que adoran el fuego en esta región. Todo esto le contaron a mi señor Marco Polo, y también de que los tres Reyes Magos el uno era de Sava, el otro de Ava y el tercero de Cashan. Y ahora que os he contado esta historia os citaré otras ciudades de la Persia, sus costumbres y gestas.




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- XXXIII -

Los ocho reinos de Persia


Sabed que en la Persia hay ocho reinos, porque es una extensa provincia, y he aquí los nombres de ellos: el primero se llama Casvin; el segundo, hacía Mediodía, Kurdistán; el tercero, Lor; el cuarto, Gulistán; el quinto, Ispahon; el sexto, Ceraci; el séptimo, Sonkara; el octavo, Tonquín. Todos estos reinos están hacia Mediodía, menos uno, que está cerca del árbol solitario.

En este reino hay magníficos caballos que llevan a vender a la India. Y sabed que son caballos de gran valor, porque se venden muy bien cada uno en 200 libras. También tienen los asnos mejores del mundo, que valen hasta 30 marcos de plata cada uno, son grandes corredores y muy resistentes. Estas gentes llevan los caballos hasta Chisi y a Curmosa, que son dos ciudades en el litoral de la India; allí encuentran mercaderes que se los compran, los llevan al interior de la India y los tornan a vender a buen precio.

En este reino hay gente muy cruel y homicida, y siempre tienen pendencias entre ellos, que si no fuera por el temor a la Señoría de los tártaros de Levante matarían a todos los negociantes que viajan por esos parajes. Y a pesar de la soberanía de los tártaros, no dejan de cometer fechorías, que si los mercaderes no van bien provistos de armas y de flechas los matan y los maltratan. Todos son musulmanes y observan la ley del Profeta.

En la ciudad hay muchos mercaderes y artesanos que viven de su trabajo y del tráfico de los mismos. Tejen el brocado de oro y seda de toda especie. Hay en la comarca mucha abundancia: tienen maíz, trigo, avena, cebada y alpiste y toda clase de vinos y frutas.

Dejemos estos reinos y os contaré de la gran ciudad de Yasdi y de todo lo que la concierne.




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- XXXIV -

De la ciudad de Yasdi


Yasdi es una noble y bella ciudad de la Persia. En ella se fabrican brocados de seda que llaman «yasdi» y que los comerciantes transportan a muchas regiones para sacar de ellos pingües beneficios. Adoran a Mahoma. Alejándose de ella, hay que cabalgar siete jornadas en la llanura, y nohay más que tres lugares con habitaciones donde repararse.

Hay buenos caballos que tratan magníficamente, mucha caza en los bosques, perdices y tordos en abundancia. También hay buen número de pollinos salvajes. Al cabo de siete jornadas de marcha hay un reino llamado Kerman.




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- XXXV -

Del reino de Kerman


Kerman es otro reino de la Persia y antiguamente tenía un senor hereditario, pero después de la conquista de los tártaros ya no es así, y tienen un gobernador impuesto por la voluntad del Tártaro. En este reino hay semillero de piedras llamadas turquesas. Las encuentran en las montañas picando la roca. Tienen además minas de acero y ónix. Todos los arreos de los caballos son muy bien labrados y cincelados, tanto los frenos como las espuelas, las sillas, las espadas, arcos, goldres y aljabas, vainas y demás armaduras en usanza.

Las damas y damiselas bordan a la perfección sobre brocados de seda de todos colores, animales, pájaros, flores y otros motivos. Fabrican las gualdrapas de los barones y grandes capitanes, tan primorosamente, que es maravilla el verlo. También confeccionan almohadones, edredones, cojines, y todo esto con una habilidad increíble. En las montañas nacen los más variados pájaros. Los que mejor vuelan son de una especie más pequeña: halcones pintados de rojo en el pecho y debajo de la cola; vuelan con tanta rapidez que no hay pájaro que los alcance y los sobrepuje.

Partiendo de la ciudad de Kerman se galopa otras siete jornadas, encontrando al paso castillos, caseríos y alquerías en gran cantidad. El cabalgar es muy agradable por estas regiones, habiendo abundante caza de perdices. Al cabo de las siete jornadas de marcha por esa llanura, se da con una inmensa calzada agreste, cuya ascensión dura dos jornadas y otras dos para bajar a la vertiente opuesta. También aquí abunda la fruta. En otros tiempos hubo habitaciones, pero ahora es terreno de mesta en donde sólo pastan algunas majadas conducidas por sus pastores. En esta bajada de la ciudad de Kerman reina en invierno tal frío que hay que proveerse de mantas y abrigos para no sucumbir.




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- XXXVI -

De la ciudad de Camandi


Al cabo de la pendiente, después de dos jornadas de montura, se halla uno en un inmenso llano, en cuya desembocadura está la ciudad de Camandi, que antaño fue muy grande y noble ciudad. Pero queda reducida hogaño, porque los tártaros la saquearon en varias ocasiones. Esta llanura es muy calurosa.

La provincia que mencionaremos ahora se llama Reobar. Sus frutos son los dátiles, las manzanas, los pistachos y otras especies que no crecen en nuestras regiones nórdicas. En este llano hay una especie de pájaro que se llama francolín, que es diferente de los francolines de otros países, pues son negros y blancos y tienen el pico y las patas encarnadas. Los animales suelen también ser bastante diferentes de los nuestros, y os hablaré ante todo de los bueyes. Los bueyes son muy grandes y blancos como nieve, el pelo liso y corto, por el calor sin duda; las astas gordas y pequeñas y nada puntiagudas. En el lomo tienen una prominencia redonda, alta dos palmos, es decir, una joroba. Son hermosísimos, y cuando los quieren cargar se echan como los camellos; luego álzanse por sí solos. Llevan muy bien pesadas cargas, siendo robustísimos. Tienen el morro grande como el de los pollinos, y la cola tan gruesa y larga que bien puede pesar treinta libras; son grandes y gordos, y exquisitos como alimento. En esta llanura hay varios castillos y villas fortificadas, con murallas altas y fuertes para la defensa contra los caraunas, que son bandidos que merodean por el país. ¿Y por qué se llaman caraunas? Porque sus madres son indias y sus padres tártaros. Cuando esta gente recorre el país dedicándose al pillaje, lo hacen con encantamientos y sortilegios y obras diabólicas, logrando que la atmósfera se oscurezca de modo que nada se pueda divisar al horizonte. Y consiguen que estas tinieblas perduren unos siete días. Conocen perfectamente la región. Cuando han sumido al país en la oscuridad, cabalgan apretados los unos contra los otros en grupos que llegan a formar hasta un núcleo de 10.000 (a veces más y a veces menos), de tal suerte, que ocupan casi toda la parte que desean devastar, no escapando a su triste suerte ni hombre ni bestia ni objeto alguno. De suerte que después de haber apresado a los hombres, matan a los viejos y se llevan a los mozos, vendiéndolos como siervos y esclavos. Su rey se llama Nogodar. Este Nogodar fue a la corte de Ciagatai, que era hermano del Gran Khan, con 10.000 hombres, y vivió con él, pues era su tío y, al mismo tiempo, un gran señor. Cuando hubo obtenido la hospitalidad, Nogodar ideó y ejecutó una gran felonía. Ya os diré cómo: Al separarse de su tío Ciagatai, que vivía en la Armenia Mayor, se escapó con 10.000 hombres, todos crueles y ladinos; pasó por Badasian y por una provincia que se llama Pasciai, por otra denominada Kesciemur, perdiendo gente y ganado, porque los caminos eran estrechos y malos y había muchos desfiladeros. Cuando hubieron pasado todas estas provincias, entraron en la India limítrofe a una provincia llamada Dilivar. Se apoderaron de una hermosa ciudad llamada Dilivar, asentando en ella sus reales y desposeyendo al rey Asidin, sultán poderoso. Ahí quedó Nogodar con sus huestes, y no hubo nadie que mandara por encima de él, e hizo la guerra a los demás tártaros que vivían en los vecinos reinos.

He aquí la historia de esa llanura y de las tribus que hacen la oscuridad para dedicarse al bandolerismo. Micer Marcos fue preso por estas gentes en la oscuridad, pero pudo escapar a un castillo llamado Canosalmi. De sus compañeros pocos salvaron, fueron presos, muertos o vendidos. Y os contaré ahora otras cosas más amenas.




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- XXXVII -

De la segunda meseta inclinada


Esta llanura se extiende al Sur, en una longitud de cinco jornadas de marcha. Y al cabo de estas cinco jornadas se encuentra una nueva meseta que desciende 20 millas y ofrece caminos pésimos. En ellos guarecen gentes maleantes, y el tránsito es poco seguro y peligroso.

A la bajada de esta pendiente hay una llanura muy bella, que se llama la llanura de Formosa. Para llegar a ella se emplean dos jornadas; hay magníficos ríos, bordeados de palmeras por doquier. Hay abundancia de francolines, loros y otros pájaros que no existen en nuestra tierra.

Después de cabalgar otras dos jornadas, se llega al Océano, y en la costa hay una ciudad llamada Cormos, que es puerto de mar. Los mercaderes llegan a ella de las Indias en sus barcos, naves y galeras, y traen toda suerte de especias y piedras finas y perlas y brocados de oro y seda, colmillos de elefantes y otras mil mercaderías. Allí las entregan a los naturales, que a su vez las desparraman por todo el universo. Es una ciudad sumamente comercial. De ella dependen muchas otras villas y castillos. Es la capital del reino, cuyo rey se llama Ruemedan Acomat. El clima es tórrido, el sol implacable y la costa un poco encerrada, de modo que no pasa el aire. Si un mercader extranjero llega a morir en ella, el rey se incauta de toda su fortuna. En esta región hacen un vino de dátiles y especias que es exquisito, y cuando los hombres lo toman se emborrachan y se purgan a la vez, lo que les hace gran bien y les fortifica además los músculos. Los hombres no comen como nosotros, pues si prueban el pan candeal y la carne, enferman. Para conservarse sanos beben vino de palmera y comen pescado. También comen muchas cebollas.

Su galeras son muy malas y se van a menudo a pique, porque no están clavadas con puntas de hierro, sino cosidas con hilo que fabrican de la corteza de Indias, que hacen macerar y se vuelven fuertes como crines de caballo. De estos hilos o cordeles hacen una red, con la cual cubren la carena; pero aunque dure bastante, al cabo del tiempoel hilo se deshace en el agua del mar. Las naves tienen un árbol, una vela y un timón; carecen de puente; cuando las cargan cubren las mercancías con cueros. No conocen el acero, y por esta razón hacen el espolón de madera y de cuerdas entretejidas. La navegación es muy agradable en estas galeras, pero, como os he dicho, son inseguras y naufragan con frecuencia, tanto más que hay grandes tempestades en el mar de la India.

La población es negra y adora a Mahoma. En verano la gente se aleja de la ciudad porque el calor es tan intenso en ella que morirían; se van a los alrededores, a sus jardines, en donde hay agua y ríos. A menudo sopla en verano un vendaval de arena tan ardiente, que mataría a todo el mundo si se quedara en la ciudad.

Siembran trigo, cebada y otros cereales en el mes de noviembre y lo recogen en marzo, y así se hace con la recolección de todos los frutos, pues se recoge y cuenta la cosecha en el mes de marzo; después de este mes ya no encontráis ninguna sola hierba ni fruto, pues el sol lo abrasa todo.

Las galeras no están alquitranadas, sino untadas con una especie de aceite de pescado.

Cuando muere algún indígena, los hombres y mujeres le guardan mucho duelo. Las mujeres especialmente lloran a sus muertos más de cuatro años después de la defunción, por lo menos una vez al día. Se reúnen para esta ceremonia deudos, parientes y vecinos y celebran el duelo con gran pompa.

Dejemos ahora esta ciudad.

No os referiré aquí aún lo que atañe a las Indias, contándolo más adelante en este libro en su tiempo y lugar. Volveremos a pasar la montaña y regresaremos por otro camino a la ciudad de Kerman, de la cual os hablé ya, pues para alcanzar esa región, de la que quiero hablaros, hay que volver por la ciudad de Kerman.

Ya os dije que el rey Ruemedan Acomat, del cual nos separamos entonces, es el que reina en Kerman. El camino de regreso de Cremosa a Kerman está compuesto por bellas llanuras ricas en víveres. Hay baños calientes. Hay perdices, frutos, dátiles en cantidad. El pan de trigo es tan amargo, que nadie puede comerlo; por lo tanto, no se consume, y esto es debido a que el agua con que se amasa es amarga. Los baños de que os hablo son fuentes termales calientes. Son excelentes para varias enfermedades y eczemas.

Deseo hablaros ahora de otras comarcas que os iré nombrando en mi libro hacia tramontana.




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- XXXVIII -

De cómo se internó por una comarca salvaje y pobre


Desde Kerman cabalgamos siete jornadas por caminos feos y aburridos. Durante tres días no encontramos ni un solo río, y las fuentes que se hallan al paso son saladas; el agua es de color verde como el pasto, y tan amarga, que nadie puede beberla. Si por casualidad llega a probarla el viajero, se enferma. La sal que da esta agua una vez evaporada es tan fuerte, que un solo grano produce cólicos terribles. Por esta razón los hombres se llevan agua en las alforjas de sus cabalgaduras. También sus caballerías beben a veces de ella cuando están sedientas y les produce igualmente cólicos. Durante tres días no se encuentra ninguna habitación; todo alrededor es desierto y de aspecto árido. No se ve rastro alguno de animales, pues no encontrarían alimento.

Al cabo de estas tres jornadas hay otra tirada de cuatro, en las mismas condiciones. Todo es aridez, desolación; el agua amarga, no hay ni árboles ni animales, a excepción de algunos borricos salvajes. Por fin, después de estas cuatro jornadas acaba el reino de Kerman y empieza la ciudad de Cobinan.




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- XXXIX -

La grande y noble ciudad de Cobinan


Cobinan es una gran ciudad. Los habitantes adoran a Mahoma. Hay hierro, acero e imán en gran cantidad. Fabrican espejos de acero grandes y bellos. Aquí se hace la atutía, muy buena para los ojos. Os diré cómo la obtienen: toman una tierra compuesta de cobre y calamina, que sirve para hacer el latón; lo ponen en un horno muy fuerte, sobre el cual hay una rejilla de hierro. El humo y la humedad que se adhieren a la rejilla forman una sustancia llamada «atutía», y lo que queda de la tierra en el fuego es la «escoria», con la que se hace el latón.

Dejemos esta ciudad y prosigamos.




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- XL -

De cómo se pasa por un desierto


Cuando se aleja uno de Cobinan se atraviesa un desierto por espacio de más de ocho días, seco, árido, sin fruta ni árboles, las aguas amargas y pésimas, y hay que llevarse toda clase de provisiones para comer y beber, excepto el agua para las caballerías, que, a pesar de tener mal sabor, ellas beben con gran avidez.

Al cabo de las ocho jornadas se encuentra una provincia llamada Tonocain. En ella hay cantidad de castillos y ciudades; confina con la Persia hacia el poniente. En la llanura vastísima crece el árbol que los cristianos llaman el árbol seco (álamo). Os diré cómo es: es muy grande y gordo, sus hojas son de un lado blancuzcas y del otro verdes. La corteza es como la del castaño, pero la madera es fuerte y amarillenta; a 100 millas a la redonda no se ve otro árbol, salvo en una dirección, a unas 10 millas, en donde hay un arbolado de otras especies. En este lugar es donde, según se dice, se efectuó el encuentro entre Alejandro y Darío. Las ciudades y castillos son ricas en cosas buenas; el clima es templado, ni demasiado frío ni demasiado caliente. Las gentes rezan a Mahoma. El tipo de los indígenas es gallardo; las mujeres, especialmente, son de gran hermosura.

Dejemos esta región y os hablaremos de otra llamada Muleet, en donde tenía por costumbre vivir el Viejo de la montaña.




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- XLI -

En donde se trata del Viejo de la montaña y de sus asesinos


Muleet significa herético, según la ley de Sarain. Os contaré su historia, tal como la oyó repetidas veces micer Marcos.

Al viejo le llamaban en su lengua Aladino. Había hecho construir entre dos montañas, en un valle, el más bello jardín que jamás se vio. En él había los mejores frutos de la tierra. En medio del parque había hecho edificar las más suntuosas mansiones y palacios que jamás vieron los hombres, dorados y pintados de los más maravillosos colores. Había en el centro del jardín una fuente, por cuyas cañerías pasaba el vino, por otra la leche, por otra la miel y por otra el agua. Había recogido en él a las doncellas más bellas del mundo, que sabían tañer todos los instrumentos y cantaban como los ángeles, y el Viejo hacía creer a sus súbditos que aquello era el Paraíso. Y lo había hecho creer, porque Mahoma dejó escrito a los sarracenos que los que van al cielo tendrán cuantas mujeres hermosas apetezcan y encontrarán en él caños manando agua, miel, vino y leche. Y por esta razón había mandado construir ese jardín, semejante al Paraíso descrito por Mahoma, y los sarracenos creían realmente que aquel jardín era el Paraíso.

En el jardín no entraba hombre alguno, más que aquellos que habían de convertirse en asesinos. Había un alcázar a la entrada, tan inexpugnable, que nadie podía entrar en él, ni por él. El Viejo tenía consigo a una corte de jóvenes de doce a veinte años; era los que adiestraba en el manejo de las armas, convencidos ellos también por lo que dice Mahoma, que aquello era el Paraíso. El Viejo los hacía introducir de a cuatro, de a diez y de a veinte en su mansión; les daba un brebaje para nadormecerles, y cuando despertaban se hallaban en el jardín, sin saber por dónde habían entrado.




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- XLII -

De cómo el Viejo de la montaña convierte a la obediencia y a la disciplina a sus asesinos


Cuando los jóvenes despertaban y se encontraban en el recinto, creían, por las cosas que os he dicho, que se hallaban en el cielo. Y damas y damiselas vivían todo el día con ellos, tocando y cantando y dándoles todos los gustos, sometidas a su albedrío. De suerte que estos jóvenes tenían cuanto deseaban, y jamás se hubieran ido de allí voluntariamente. El Viejo, que tiene su corte en una espléndida morada, hace creer a esos simples montañeses que es el Profeta. Y así lo creen en verdad.

Cuando el Viejo quiere enviar un emisario a cierto lugar para matar a un hombre, hace que tomen el brebaje un determinado número de entre ellos, y cuando están dormidos les hace llevar a su palacio. Y cuando despiertan y les dice que van a tener que ir en misión, se asombran, y no siempre están contentos, pues por su voluntad ninguno se alejaría del Paraíso en donde se hallan. Se humillan, sin embargo, ante el Viejo, pues creen que es el Profeta. El Viejo les pregunta de dónde vienen; ellos contestan: «del Paraíso», y aseguran que ese paraíso es realmente como el que Mahoma describió a sus antepasados, haciéndoles lenguas de cuantas maravillas contiene. Y los que no conocen aún, tienen deseos de morir y de ir al cielo para alcanzarle pronto. Así es que cuando el Viejo quiere hacer matar a un gran señor, escoge por asesinos a los mozos que sean más garridos. Los envía por el país y les manda matar a ese hombre. Ellos van y ejecutan el mandato de su señor y vuelven luego a su corte (por lo menos los que escapan con vida, pues hay muchos de entre ellos que son ejecutados después de haber cometido el reato).




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- XLIII -

De cómo los asesinos se entrenan para el mal


Cuando los que se han salvado vuelven a su señor, dicen que han cumplido con su misión. El Viejo demuestra gran regocijo y festeja la hazaña. Ya le han enterado de quién puso más ardimiento y diligencia en la ejecución, pues envía a la zaga hombres que le informan de quién fue el más arrojado.

Cuando el Viejo quería quitar de en medio a algún señor u otro hombre que le estorbaba, escogía entre sus asesinos a los más aguerridos, los mandaba a donde quería, diciéndoles que les enviaba al Paraíso y que matarán a tal o cual hombre, y que si éste desaparecía les estaba reservado el cielo. Lo que les mandaba lo cumplían de muy buena gana, de manera que la víctima no escapaba a su mala suerte cuando el Viejo así lo disponía. Así tenía en jaque a varios reyes y varones, que no tenían ni idea de que quisiera exterminarlos.

Os he referido las artimañas del Viejo de la montaña y de sus asesinos; ahora os contaré cómo fue derrotado y por quién. Otra cosa se me olvidaba deciros: este Viejo tenía a otros dos sicarios, que eran sus cómplices y tenían sus malas costumbres. El uno lo envió a Damasco y el otro al Kurdistán. Pero dejemos esto, y veamos cómo acabó. Hacia el año 1262 del nacimiento de Cristo, Alan, el señor de los tártaros de Levante, enterado de las horribles hazañas de este Viejo, decidió que había que destruirle. Reunió a sus barones, los envió bien provistos de gentes de armas y pusieron cerco al castillo durante tres años; pero era tan fuerte, que no pudieron tomarle. No hubiesen podido apoderarse de él si los sitiados hubieran estado bien provistos de todo; pero al cabo de los tres años se acabaron los víveres, y entonces el Viejo de la montaña, de nombre Aladino, hubo de rendirse con toda su gente, y pereció infamemente.

Desde aquella época hasta hoy no hubo más asesinos y acabó el terror que el Viejo de la montaña sembrara en el pasado.

Y dejemos ahora esto y prosigamos nuestra relación.




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- XLIV -

De la villa de Sapurgan


Dejando este castillo se cabalga por hermosos llanos y valles con ricos pastizales, frutos, hierbas en gran abundancia. Los ejércitos se complacen en quedarse en ellos por la gran cantidad de cosas que hallan para su sustento. Esta región se cabalga en ocho días, pasando por villas y castillos. Los habitantes adoran a Mahoma.

Hay trozos en que hay que cabalgar por un desierto de 60.000 millas, en donde escasea el agua, que conviene llevar consigo. En cuanto a los animales, aguantan sin beber hasta encontrar una fuente.

Después de cabalgar ocho días se llega a una ciudad llamada Sapurgan. Es una ciudad rica y abundante. En ella se encuentran los mejores melones del mundo, en gran cantidad, que ellos tienen por costumbre de secar del modo siguiente: los cortan alrededor como correas, los ponen luego al sol a secar y sevuelven más dulces que la miel. Con ellos comercian y los venden en los alrededores. También hay multitud de pájaros y caza. Dejemos esta villa y os contaremos de otra llamada Balc.




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- XLV -

De la noble y gran ciudad de Balc


Balc es una noble y gran ciudad. En lo antiguo fue más próspera, pero la invasión de los tártaros y otros pueblos la han echado a perder. Tenía antes magníficos palacios y casas de mármol, pero éstas fueron destruidas. Aquí fue donde Alejandro tomó por esposa a la hija de Darío. Los habitantes adoran a Mahoma. Hasta aquí llega la tierra del señor de los tártaros de Levante, y esta ciudad es limítrofe a la Persia.

Dejemos esta ciudad y hablemos de otro país llamado Dogana. Abandonando la ciudad de Balc, se cabalgan doce jornadas sin encontrar rastro alguno de habitaciones, porque la gente huyó toda a la montaña y se refugió en las fortalezas, por miedo a los bandidos, que les tenían atemorizadas.

Hay agua en gran cantidad, caza y leones.

No se hallan víveres con facilidad durante estos doce días, así que hay que proveerse de ellos para sí y las caballerías.




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- XLVI -

En donde se menciona la montaña de sal


Después de andar doce días se halla una ciudad fortificada, llamada Taican; en ella hay alhóndiga. Es una región muy hermosa, y las montañas de Mediodía son grandes y dan mucha sal. De todas partes vienen a cogerla, hasta de veinte jornadas de distancia, porque la sal es excelente. Es tan dura, que no puede partirse más que con la picota de hierro, y la hay en tanta abundancia, que durará hasta el fin del mundo.

Hay tres jornadas de marcha desde esta ciudad, entre Nordeste y Levante, siempre entre poblados y una comarca rica en frutas, trigo y viñedos. Beben mucho y frecuentan a menudo las tabernas, pues tienen muy buen vino cocido. No se tocan la cabeza más que con una banda retorcida de diez palmos de larga, con la cual se la envuelven. Son buenos cazadores, y se dedican también a la cetrería. No se visten más que con pieles de animales, que ellos mismos cazan, cosen y adaptan para cubrirse el cuerpo; con las mismas se calzan también; todos saben coser las pieles.

A tres jornadas de marcha se encuentra una ciudad llamada Scasem, que pertenece a un conde, y los demás castillos y ciudades están en la falda de la montaña. Por medio de esa ciudad pasa un gran río.

Hay muchos erizos. Los cazadores los persiguen con sus perros; entonces el animal se repliega sobre sí mismo y lanza sobre la jauría las púas que cubren su dorso; así logra herir mortalmente a más de un perro.

Scasem está en una gran provincia que lleva el mismo nombre. Tiene idioma propio. El pueblo se dedica al pastoreo, es montaraz y posee en la montaña espaciosas habitaciones. También viven en cavernas, que ellos mismos se escarban fácilmente en la montaña, que es de arcilla blanda. Partiendo de esta ciudad se vuelve a caer en despoblado durante leguas y leguas, sin encontrar ni habitación ni alimento ni que beber, si no se lleva consigo.

Al otro extremo de la provincia se encuentra Balacian, que os describiré.




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- XLVII -

De la gran provincia de Balacian (Badakchan)


Balacian es una provincia en donde adoran a Mahoma. Tiene idioma propio. Es un gran reino hereditario, es decir, que la dinastía desciende directamente de Alejandro y de la hija de Darío, el gran rey de Persia. Todos estos reyes se llaman en sarraceno Qulcarnein, lo que significa en español Alejandro, por amor del gran rey.

En esta provincia nacen las piedras preciosas llamadas «balax», que son bellas y de gran valor. Nacen en las rocas de la montaña. Los naturales perforan grandes galerías y taladran la montaña para buscarlas, como se hace con las venas argentíferas. Se encuentran en una montaña llamada Sighinan. El rey la manda taladrar sólo para él, y nadie puede ir a esta montaña para buscar los «balax», so pena de muerte. Al que las cogiera se le aplicaría la pena capital. El rey las envía en obsequio a los demás reyes, príncipes y grandes señores; a éste por cortesía, al otro para granjearse su amistad; pero también las hace vender para comprar oro y plata. Por eso no las deja coger por cualquiera y vender por todo el mundo, porque así quitaría a estos «balax» su valor. Y, por tanto, se esfuerza en que nadie las transporte sin su permiso. Sabed que en esta región hay otras montañas en donde se encuentra el lapizlázuli del más fino y mejor, la piedra de la cual se saca el azur, que está en filones en la montaña, como los demás minerales.

También hay minas de plata.

Es una comarca muy fría; nacen en ellas caballos que son grandes corredores y no van herrados. Tienen el pie muy firme en la montaña. También nacen halcones sagrados, que son muy hermosos y vuelan muy alto. Hay gran cantidad de aves y de pájaros de toda especie. Tienen trigo y cebada.

No tienen aceite de oliva, pero lo hacen de nueces y de cinamomo. En esta tierra hay desfiladeros, tan angostos en varios lugares, que nadie puede penetrar en ellos, y tajos fantásticos, y las ciudades y castillos en las montañas son fortalezas inexpugnables. Son buenos arqueros y tiradores; se visten con cueros de animales, porque el paño es muy caro. Las grandes damas y los gentiles llevan pantalones, como os contaré más adelante. Hay algunas que se cubren las piernas con 100 brazadas de tela; otras con 80 ó 60, y lo hacen para demostrar que son gruesas, porque a los hombres les gustan las mujeres entradas en carnes.

Después de haberos descrito este reino, os contaremos de gente varia que se halla al Mediodía, a diez jornadas de esta provincia.




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- XLVIII -

En donde se habla de la provincia de Pasciai


A diez jornadas de Balacian hay una provincia llamada Pasciai. Los indígenas son idólatras y tienen idioma propio. Los hombres llevan en las orejas unos zarcillos de oro y plata, perlas y piedras preciosas. Son maliciosos, listos y prudentes. Esta provincia tiene clima cálido. Se alimentan de carne y arroz. Dejemos esta relación para hablaros de otra provincia, a siete jornadas de distancia hacia el viento griego y que tiene por nombre Kesimur.




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- XLIX -

De la provincia de Kesimur (Cachimira)


Es una provincia que aún tiene idólatras. También con idioma propio. Se entregan a toda especie de encantamientos, brujerías y artimañas diabólicas. Hacen hablar a los ídolos. Por sus consejas hacen cambiar el tiempo y pueden producir la oscuridad en la atmósfera. Hacen mil cosas por poder de magia o por ciencias ocultas. Son jefes de otras tribus idólatras y les abastecen de ídolos. Desde este país se podría ir al mar de Indias. Los naturales son morenos y delgados: las mujeres, muy bellas y morenas también. Sus alimentos consisten en carne y arroz. Es tierra templada, en donde no hace frío ni calor. Tienen bosques frondosos. Son autónomos, y su rey hace observar la justicia. Hay ermitaños que viven en sus cenobios y observan abstinencia absoluta; son muy castos y no pecan contra su fe. Los tienen por muy santos; viven muchos años, y la abstención de pecar la hacen por amor a sus ídolos. Han construido muchas abadías y monasterios de su religión.

En esta comarca se venden más corales que en ninguna otra parte.

Dejaremos esta provincia y no continuaremos hacia la India. No quiero aún tocar este punto, porque a la vuelta os hablaré de todo lo referente a la India. Por eso retrocedamos a nuestra provincia, hacia Balacian, porque es imposible ir por otra región.




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- L -

Del gran río Balacian (Badakchan)


Dejando a Balacian, se navega doce jornadas entre Levante y sobre un río que es del hermano del señor de Balacian, en cuyas orillas hay muchas casas y castillos. Los hombres son valientes y rezan a Mahoma. Al cabo de las doce jornadas se llega a una provincia, que no tiene mucha extensión, pues se recorre en tres jornadas en todos sentidos, y se llama Vocan. Tienen idioma propio y sus habitantes son de raza guerrera. Tienen por jefe a un señor que llaman None, lo que en español significa conde, pero son vasallos del señor de Balacian. Tienen animales en cantidad, caza y venados de todo especie.

Alejándonos de este lugar, caminamos doce días hacia Nordeste, por sitios montañosos, y llegamos a un lugar que es el más elevado del mundo. Allí hay un valle entre dos montañas, por el cual corre un magnífico río y las mejores praderas de ricos pastizales, pues un animal flaco engorda en diez días. Hay gran abundancia de fieras. Multitud de carneros salvajes, muy grandes, con cuernos hasta de seis palmos y, por lo general, de tres o cuatro. De estas astas hacen los pastores cuencos, en los cuales comen; aquí encierran a sus animales en cercados. Esta meseta se llama de Pamir, y durante doce jornadas no hay ningún poblado, y conviene que los viajeros lleven provisiones. No hay pájaros voladores por la latitud y el frío. El fuego no es tan claro como en otras partes por el frío intenso, y las cosas tardan mucho en cocer.

Dejemos este relato para entreteneros de otras cosas hacia Nordeste y Levante. Al cabo de las doce jornadas conviene cabalgar otras cuarenta más entre Nordeste y Levante por montes, cuestas y valles, vadeando ríos, recorriendo desiertos sin habitaciones ni manera de aprovisionarse, por lo que le conviene al viajero llevar consigo víveres. A esta región la llaman Belor. Los hombres viven a una latitud muy elevada. Son idólatras y muy salvajes; no viven de la caza; son malísimos.

Dejemos esta inhospitalaria región, para contaros de la provincia de Cascar.




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- LI -

Del reino de Cascar (Caschgar)


Cascar fue antaño un reino; ahora pertenece al Gran Khan. Las gentes adoran a Mahoma. Hay muchas poblaciones y castillos, y la más importante ciudad es Cascar. Están también situados entre Nordeste y Levante; crecen muchas plantas de algodón y salen de esta región mercaderes que van por todo el mundo haciendo negocio con esta planta. La población es miserable y pobre, muy sobria en el comer. En este país hay cristianos nestorianos, que tienen su Iglesia y su credo. Los de la provincia hablan un idioma propio. En su totalidad se recorre en cinco jornadas. Dejémosla para tratar de Samarcanda.




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- LII -

De la gran ciudad de Samarcanda


Samarcanda es una grande y noble ciudad. Los habitantes son cristianos y sarracenos, y son vasallos del sobrino del Gran Khan, que, no obstante, no es su amigo, pues varias veces ha probado su enemistad hacia él. Es el verdadero amo. Os contaré un gran milagro que sucedió en esta ciudad.

Hace en verdad poco tiempo que Ciagatai, hermano carnal del Gran Khan, se hizo cristiano. Era señor de esta región y de varias otras comarcas. Cuando los cristianos de la ciudad de Samarcanda se enteraron de que su señor era cristiano, llenáronse de alegría y construyeron en esta ciudad una gran iglesia en honor a San Juan Bautista. Tomaron un bello trozo de piedra que pertenecía a los sarracenos y lo pusieron como pilar a una columna que había en medio de la iglesia y que sostenía la bóveda de la misma. Mas sucedió que Ciagatai dejó de existir, y cuando los sarracenos supieron que había muerto, airados por saber esa piedra en la iglesia cristiana, se dijeron que la arrebatarían a la fuerza. Lo que les era muy fácil, pues sobrepujaban quince veces en número a los cristianos. Entonces las personas principales entre los sarracenos fueron a la iglesia de San Juan, expusieron sus títulos ante los cristianos y les exigieron la devolución del pilar. Los cristianos replicaron que le darían cuanto quisieran, pero les suplicaban les dejasen esa piedra, pues sería gran lástima se la quitaran de la iglesia. Los sarracenos replicaron que no querían ni oro ni tesoro, sino esa piedra a todo trance. El mando y señorío pertenecía a ese sobrino del Gran Khan. Éste ordenó que dentro de dos días fuera devuelta la piedra a los sarracenos. Y cuando esta orden llegó a los cristianos, se encolerizaron y no supieron qué hacer... Pero se produjo el milagro que os voy a contar: Cuando llegó la madrugada del día fijado, la columna que descansaba sobre el pilar, por voluntad de nuestro Señor Jesucristo se apartó del pilar y se elevó en el aire casi a tres palmos de tierra, y así se sostuvo, como si la piedra hubiera estado debajo. Desde aquel día la columna quedó suspendida, y así permanece todavía, lo que por todos fue considerado un gran milagro.

Dejemos esto para contar las particulardades de una provincia llamada Yarcan.




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- LIII -

Aquí trata de la provincia de Yarcan (Yarken)


Yarcan es una provincia que se recorre en cinco jornadas. La población obedece a la ley de Mahoma. Hay algunos cristianos nestorianos. Pertenecen a la jurisdicción del sobrino del Gran Khan, del cual os hablé anteriormente. Viven en la abundancia, pero no hay nada notable que contar; por eso pasamos de largo y os hablaremos de Cotan (Khotan).




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- LIV -

De la provincia de Cotan (Khotan)


Cotan es una provincia entre Levante y Nordeste, larga diez jornadas. Pertenece al Gran Khan. Los habitantes adoran a Mahoma. Hay numerosos castillos y ciudades, y la más noble entre ellas, cabeza del reino, se llama Cotan. Hay abundancia de productos, algodoneros en cantidad; tienen propiedades, viñas y jardines. Viven del comercio y la industria. No son guerreros.

De aquí salimos para Pem, otra provincia de la cual os hablaremos.




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- LV -

De la provincia de Pem


Pem es una provincia que se recorre en cinco jornadas entre Levante y Nordeste; los habitantes adoran a Mahoma y son vasallos del Gran Khan. Es rica en ciudades y castillos, y la capital del reino se llama Pem. Hay un río en ella, cuyas aguas llevan el diaspro y la calcedonia. Hay abundancia de productos. El algodón crece por doquier. Viven del comercio y de la industria. Tienen una costumbre singular: cuando una mujer tiene un marido que se separa de ella para ir de viaje por más de veinte días, tiene derecho a escoger otro marido. Así es la costumbre.

Esta provincia de Cascar pertenece hasta ahora a la Gran Turquía. Dejemos estos para contaros de la provincia de Ciarcian.




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- LVI -

Aquí empieza el relato de la provincia de Ciarcian


Ciarcian es una provincia de la Gran Turquía, entre Nordeste y Levante. Los habitantes adoran a Mahoma. Posee numerosas ciudades y castillos, y la más hermosa de entre ellas es la capital, llamada Ciarcian.

Hay un río que lleva en sus aguas el diaspro y la calcedonia, que se vende en Catá, y produce mucha riqueza, porque lo hay en cantidad y es excelente. Toda esta provincia es arenosa, y de Cotan a Pem hay dunas de arena, así como en el mismo Pem. Hay aguas estancadas y amargas, pero también las hay potables y dulces. Cuando llega un ejército enemigo, se refugian con sus mujeres e hijos y caballerías entre las dunas durante dos o tres días, en donde saben que hay agua y podrán subsistir. Nadie puede descubrir su paradero, porque el viento borra los rastros por donde han pasado, como si jamás hubiera habido una pisada humana por esos parajes. De esta forma escapan al enemigo. Y si sucediera que un ejército pasara por ahí y que fuera un ejército amigo, esconden a los animales, pues no quieren que los cojan y coman, pues los guerreros no suelen pagar lo que toman.

Desde Ciarcian hay cinco jornadas de marcha entre las dunas, donde hay aguas fétidas y amargas. No hay nada digno de mención, por lo demás, en esta provincia. Al cabo de cinco días se encuentra una ciudad al extremo del desierto, donde es menester que los hombres se aprovisionen de víveres para poderle pasar.

Prosigamos el relato y dejemos esto.




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- LVII -

De la ciudad de Lop


Lop es una gran ciudad a orillas del gran desierto llamado de Lop, entre Levante y Nordeste. Esta ciudad pertenece al Gran Khan. Los habitantes adoran a Mahoma. Los que desean pasar el desierto descansan en ésta durante una semana para refrescarse y aliviar la carga de sus cabalgaduras. Al cabo de la semana se abastecen de víveres para un mes y dejan la ciudad para entrar en el desierto.

Éste es tan inmenso, que en un año no se llega a recorrerlo en toda su extensión.

En donde es más estrecho hay que emplear un mes en la travesía. Está lleno de dunas, montañas y valle No hay nada que comer en él. Al cabo de un día y una noche de marcha se encuentra, sin embargo, agua, de sabor algo agrio, pero que puede apagar la sed a unos 50 ó 100 hombres, con sus caballerías. Sólo en otros dos sitios se encuentra agua amarga; las otras son buenas, y hay hasta 28 abrevaderos. No hay fauna ni pájaro alguno, porque no encuentran qué comer.

Pero oiréis de él una maravilla que os contaré:

Si cabalgando de noche por ese desierto alguien se aleja de la caravana y se queda distante de sus compañeros para dormir o para otra necesidad, al querer alcanzarlos oye voces que le hablan como si fueran sus compañeros de viaje, y que le llaman hasta por su nombre. Esto les hace perderse más y más, de forma que se extravían por completo. De este modo perecieron y se perdieron muchos viajeros. Hasta durante el día oís las voces de esos espíritus y os parece oír instrumentos extraños, así como tambores.

Así se pasa el desierto con grandes fatigas. Dejémosle, pues os he contado sus particularidades, y os mencionaré la provincia que se encuentra en este desierto.




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- LVIII -

De la provincia de Tangut


Después de tres días de marcha en el desierto ya nombrado, se encuentra una ciudad llamada Saciú, que pertenece al Gran Khan; la provincia se llama Tangut. En ella son todos idólatras. Hay, sin embargo, algunos cristianos nestorianos. También hay sarracenos. Los idólatras tienen un lenguaje propio. No viven del comercio, sino de la agricultura. Hay muchas abadías y monasterios llenos de ídolos de muchas clases, a los cuales sacrifican y por los que sienten gran reverencia. En cuanto a un hombre le nace un hijo, engordan un carnero para ofrecérselo al ídolo. Al cabo del año, en el día de la fiesta del ídolo, el que ha criado el cordero se lo lleva en gran pompa con sus hijos al templo. Luego le cuecen, le llevan ante el dios con gran respeto y le dejan ahí hasta hacer sus oraciones, para que el ídolo proteja a su niño, pues creen que los ídolos comen la sustancia de la carne. Después de esto cogen la carne, se la llevan a su casa en triunfo y convidan a parientes y amigos a comerla con gran alboroto, y cuando han comido la carne guardan cuidadosamente los huesos en un armario, en lugar seguro, porque fueron tocados por el ídolo.

Los idólatras de todo el mundo se hacen incinerar cuando fallecen y les llevan después de muertos al sitio en donde han de ser quemados. En un lugar indicado hacen sus parientes una casita de madera, que cubren de seda y telas de oro, y cuando el difunto está depositado en este túmulo la concurrencia le trae vinos y viandas. Lo hacen esto porque pretenden que así le han de recibir en el otro mundo. También cuando el cadáver llega al sitio donde tiene que ser quemado, sus parientes y allegados hacen cortar en papel formas humanas, caballos, monedas grandes como bizancios, y otros simulacros, que hacen quemar junto con el cuerpo del difunto, y pretenden que en el otro mundo el muerto tendrá tantos carneros, esclavos, animales y objetos como los que queman en efigie de cartón.

Cuando llevan el cuerpo a incinerar tañen cuantos instrumentos tienen y hacen música a su alrededor.

Otrosí; cuando estos idólatras mueren, los deudos llaman a los astrólogos, les dicen la fecha del nacimiento, el mes, el día y la hora, y según eso los astrólogos adivinan, por arte diabólico, cuál es la fecha en que han de quemar el cuerpo. Y así permanece el cadáver en su casa una semana, un mes y hasta seis meses sin quemar, pues jamás le incinerarían sin que el adivino les advirtiera que era llegada la hora. Mientras tanto queda el cuerpo depositado en la casa del modo siguiente: hacenuna caja con gruesos tablones de un palmo bien calzado, ponen en ella el cuerpo del difunto y le cubren de lienzos empapados en alcanfor y otras materias aromáticas, de forma que el cuerpo no despida mal olor.

Los parientes del difunto, tantos días como guardan el cuerpo en su casa, tantos como le hacen participar de las comidas, poniendo el ataúd cerca de la mesa, dándole de comer como si estuviera vivo. Este simulacro dura un rato, porque pretenden que el alma come de estos alimentos. Algunas veces el astrólogo les dice que no conviene que el muerto salga por la puerta, y la hacen cegar con una plancha, sacándole por otra puertas o a veces abriendo un boquete en la pared.

Todos los idólatras tienen estas mismas costumbres.

Dejaremos esta materia para tratar de otras ciudades que están allende en el desierto.




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- LIX -

En donde se menciona la provincia de Camul (Khamil)


Camul es una provincia que fue antaño un reino con ciudades y castillos numérosos; su capital se llama Camul igualmente. La provincia está enclavada en el desierto; de un lado hay el gran desierto y de otro uno más pequeño, que se recorre en tres jornadas. Los indígenas son idólatras y tienen idioma propio; viven de fruta, pues la hay en abundancia, alimento que ellos venden también a los viajeros que pisan por allí. Son hombres de carácter alegre, que no saben más que cantar, tocar toda clase de instrumentos y darse a las delicias del cuerpo. Son hospitalarios, y si un extranjero viene a hospedarse en su casa, están encantados, ordenando a sus mujeres que hagan la voluntad del huésped. Ellos se van de la casa a ocuparse de sus asuntos, no regresando en dos o tres días. El forastero queda solo en casa de la mujer y hace lo que le parece; se acuesta con ella como si fuera su mujer propia, y ellos lo toman esto a mucha honra. Todos los de esta ciudad son burlados por sus mujeres, pero no se ofuscan por eso. Las mujeres suelen ser hermosas y muy alegres.

Y aconteció que en tiempos de Mongu Khan, señor de los tártaros, le fue referido que la gente de Camul permitía a sus mujeres cometer adulterio con los forasteros. Y Mongu les prohibió, so gran pena, de no albergar más a extranjeros en su casa. Cuando esto oyeron los de la población se indignaron. Reuniéronse todos en consejo y decidieron lo siguiente: llevar a Mongu un gran presente, pidiéndole que les dejara usar de sus mujeres como bien les parecía, según la costumbre de sus antepasados, que les mandaban dejar a los extranjeros disfrutar de sus mujeres y de sus bienes. Que los ídolos veían este proceder con complacencia y con eso se multiplicaban sus haberes en vez de menguar. Cuando Mongu Khan oyó estas razones, dijo: «Puesto que queréis vuestra vergüenza y vituperio, tenedlos». Y consintió que hicieran su voluntad y mantuvieran sus costumbres, como lo hacen hasta nuestros días.

Dejemos Camul y vamos hacia tramontana, a una provincia perteneciente al Gran Khan.




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- LX -

En donde se habla de la Provincia de Gkingkintalas


Gkingkintalas es una provincia que está más hacia Poniente cerca del desierto, a una distancia de dieciséis jornadas. Pertenece al Gran Khan; hay en ella castillos y ciudades y tres clases de religiones: los cristianos nestorianos, los que adoran a Mahoma y los idólatras.

En el confín de esta provincia hay hacia Poniente una montaña en la cual se encuentran filones de acero y ónix.

También de la misma se saca el mineral que sirve para hacer la salamandra (el amianto). Y sabed que la salamandra no es un animal como se dice, sino lo que os voy a explicar. Es cierto que ningún animal puede vivir en el fuego, porque su naturaleza está compuesta por los cuatro elementos. Como la gente no sabía lo que era una salamandra, decían que era un animal, pero no es así. Tenía un compañero de viaje cuyo nombre era Curficar, un turco muy sabio que vivió tres años con el gran Khan para explotar la salamandra, el ónix, el acero y otras cosas. El Gran Khan le había encargado de gobernar durante tres años esta provincia, para ocuparse de la salamandra, y mi companero me explicó el hecho y le vi con mis propios ojos. Cuando se taladra la montaña se saca un mineral que, una vez desmenuzado, se mantiene unido por filamentos como la lana. Por eso cuando se tritura este mineral se deja secar, luego se machaca en grandes morteros de cobre, luego se lava bien y se seca y quedan esas hebras de las cuales os hablo. Luego ese hilo que se parece a la lana se hila y con él se hacen hermosas telas. Estas telas no son, empero, muy blancas. Mas las ponen en el fuego y las dejan allí algún tiempo y se vuelven blancas como la nieve. Es menester, sin embargo, que esta tela de salamandra no tenga costura alguna, ni roto, para poderla meter en el fuego y que se vuelva blanca. Ésta es la verdad; la salamandra y todo lo demás son cuentos y fábulas. Os diré además que en Roma hay un gran lienzo que el Gran Khan envió al Papa como presente para poner en él el sudario de nuestro Señor Jesucristo.

Dejemos esta provincia y os contaré de otra entre Levante y Nordeste.




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- LXI -

De la provincia de Succu


Alejándonos de esta provincia por el espacio de diez jornadas entre Levante y Nordeste no se encuentra poblado alguno. Nada hay digno de mención; al cabo de estas diez jornadas nos encontramos con una provincia llamada Succu, en la cual hay numerosas ciudades y castillos, y la capital tiene por nombre Succu. Hay en ellas cristianos e idólatras; son vasallos del Gran Khan. La provincia a la cual pertenece ésta, y que mencioné más arriba, se llama Tangut. Por las montañas que la cubren se recoge el ruibarbo en cantidad. Allí lo adquieren los mercaderes para llevarlo a vender por el mundo. Los indígenas viven de la agricultura. Dejando estos lugares, os hablaremos de una ciudad llamada Campiciú.




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- LXII -

De la ciudad de Campiciú


Campiciú es una ciudad que se halla en Tangut. Sus habitantes son idólatras y algunos de entre ellos adoran a Mahoma. Hay también cristianos que tienen tres grandes y hermosas iglesias. Los idólatras también tienen sus templos y rezan según sus ritos. Poseen una cantidad de ídolos; los hay enormes, los unos de madera, los otros de piedra o de barro, todos cubiertos de oro y muy bien labrados. El ídolo gigante está en medio de varios otros pequeños que parecen rendirle pleitesía. Y ya que os hablo de los ídolos, voy a contaros más pormenores sobre ellos.

Sabed que el clero regular de los idólatras vive más honestamente que las demás gentes. Evitan la lujuria, aunque no la tienen por gran pecado. Pero si un hombre yace con una mujer contra natura, lo condenan a muerte. Tienen un almanaque para contar las lunas y los meses como nosotros. Hay una época del lunario en la cual los idólatras no matan a los animales ni a los pájaros durante cinco días, ni comen de una res que haya sido sacrificada durante esos días, y viven durante ellos más honestamente que los demás días. Tienen derecho a tener treinta mujeres, más o menos, según la proporción de su matrimonio y puedan mantenerlas. Los hombres dan a sus mujeres para su manutención ganado, esclavos y dinero según sus medios. Por lo general tienen a la primera mujer por lamejor. Si ven que una de sus mujeres no tiene buena conducta o deja de gustarle, pueden, repudiarla y hacer según su albedrío. Se casan con sus primas y también con las viudas de sus padres. No tienen en cuenta ciertos pecados graves para nosotros, porque viven como los animales.

Hagamos punto y os contaremos otros hechos hacia Poniente. Micer Nicolás, micer Mafeo y micer Marcos vivieron un año en esta ciudad por un hecho que es inútil mencionar. Y prosigamos a sesenta jornadas hacia Poniente.




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- LXIII -

De la ciudad de Eçina


Partiendo de Campiciú, se cabalgan doce jornadas hasta llegar a una ciudad llamada Eçina, que está limitando con el desierto de arena hacia tramontana y pertenece a la provincia de Tangut. Los indígenas son idólatras. Tienen ganado caballar y lanar. Se crían excelentes halcones laneros, alfaneques o negris. Viven de la agricultura y no se dedican al comercio.

En esta ciudad hay que abastecerse para cuarenta días, pues en dejándola se atraviesa un desierto hacía Poniente durante cuarenta días, donde no hay ni habitaciones, ni ventas, ni rastros humanos, más que en verano en los valles y montañas. Se encuentran, sin embargo, a menudo burros salvajes y animales extraños. Hay también bosques de pinos. Después de cuarenta días por este desierto se llega a una provincia hacia Poniente, y oiréis cuál.




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- LXIV -

De la ciudad de Caracoron


Caracoron es una ciudad que tiene tres millas de circunferencia. Es la primera plaza fuerte que los tártaros arrebataron al enemigo al salir de su patrimonio. Os contaré las gestas de los tártaros de cómo conquistaron al mundo y cómo realizaron su expansión. Los tártaros vivían hacia Poniente en los alrededores de Ciorcia; en esta región había una gran llanura pelada, sin habitaciones ni ciudades ni fortalezas: pero los pastos eran excelentes, los ríos caudalosos. No tenían señor, pero es lo cierto que pagaban un tributo a un señor que en su idioma llamaban Khan, lo que en español significa el gran señor. Y fue éste el Preste Juan, del cual hablan todos en el gran Imperio. Los tártaros le daban una renta de diez cabezas de ganado, y adivino que se multiplicaron, y cuando esto vio el Preste Juan, decidió dividirlos en varias regiones. Envió a ellas para regentarlos a sus barones. Y cuando los tártaros oyeron lo que hacía con ellos el Preste Juan, montaron en cólera. Emigraron entonces todos juntos y fueron hacia el desierto de tramontana, adonde el Preste Juan no podía ni alcanzarles ni perjudicarles. Se declararon en rebelión, no pagaron ya sus alcabalas y así quedaron por algún tiempo.




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- LXV -

De cómo Gengis fue el primer Khan de los tártaros


Y sucedió que en el año de 1187 de la Encarnación de Jesucristo los tártaros eligieron como rey a un hombre que en su lengua se llamaba Gengis Khan. Era hombre de gran valor, de buen sentido y valiente como el que más. Y cuando le eligieron rey, todos los tártaros del mundo que se hallaban desparramados en países extranjeros se llegaron a él y le aclamaron como gran señor. Y Gengis Khan mantenía su autoridad franca y llanamente. Los tártaros acudieron numerosísimos, y cuando Gengis Khan vio que había tal multitud, se calzó las espuelas, se armó de arco y coraza y fue a la conquista de otras partes del reino. Y conquistaron ocho jornadas de tierra. Pero como con los vencidos usaba de clemencia y no les hacía daño alguno, se sumaban a sus huestes y proseguían la conquista de otros pueblos. De esta manera conquistaron la multitud de pueblos que habéis oído mencionar, y las gentes, viendo el buen gobierno de este señor y su bondad, se sometían voluntariamente a él. Cuando tuvo como súbditos a tanta multitud de gentes capaces de cubrir la tierra entera, dijo que quería conquistar la mayor parte del mundo. Entonces envió emisarios al Preste Juan, y esto fue en el año 1200 del nacimiento de Cristo. Y le propuso de tomar por esposa a su hija. Cuando el Preste Juan oyó que Gengis Khan le pedía la mano de su hija: «¿Cómo no tiene vergüenza Gengis Khan de pedirme a mi hija por mujer? ¿No sabe él, por si acaso, que es mi siervo y vasallo? volved a él y decidle que antes quemaría a mi hija que dársela por esposa. Decidle también que le condeno a muerte por traidor y desleal a su señor». Luego instó a los embajadores que se fueran y no volvieran a reaparecer más en su presencia. Partieron los emisarios a toda prisa y no pararon hasta hallarse en presencia de su señor, contándole cuanto les había dicho el Preste Juan, sin omitir palabra.




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- LXVI -

De cómo Gengis Khan arma su gente para ir contra el Preste Juan


Y cuando Gengis Khan oyó las palabras violentas que Juan pronunciara contra él, parecióle que de rabia iba a estallársele el corazón dentro del pecho, pues os repito que era un gran señor. Y habló enfurecido a los que le rodeaban, diciendo que todo lo abandonaría, su dominio y señoría, si no le hiciera pagar bien caro al Preste Juan la afrenta que le había hecho, y que pronto le demostraría si era o no su siervo. Y reuniendo a su gente, juntó el mayor ejército que nunca se viera, con todos los armamentos temibles de que disponía, e hizo saber al Preste Juan que iba en contra suya con todas sus fuerzas y que se preparara a defenderse. Cuando el Preste Juan supo que venía contra él con todas sus huestes, dijo con aire socarrón que aquello no era nada, que no eran guerreros y que no había por qué temerles; sin embargo, se preparó con un esfuerzo supremo, no queriendo morir de muerte infame, e hizo convocar a todas las gentes de países extranjeros. Así reunió a un numeroso ejército. Y de este modo se preparaban de una parte y otra. Y Gengis Khan desplegó sus fuerzas en una gran llanura llamada Tangut, que pertenecía al Preste Juan. Y allí sentó sus reales. Y eran sus hombres en tan gran número que no podían contarse. Allí supo con regocijo que el Preste Juan venía a su encuentro y holgóse de que fuera en esta bella y ancha llanura donde podía librar una gran batalla; ya le tardaba en luchar cuerpo a cuerpo con él. Y dejemos a Gengis Khan y sus huestes y volvamos al Preste Juan.




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- LXVII -

De cómo el Preste Juan, con sus gentes, fue al encuentro de Gengis Khan


Y cuentan que cuando el Preste Juan supo que Gengis Khan venía a su encuentro con toda su gente, caminaron tanto hasta llegar a la llanura de Tangu t y asentaron el campamento a la vera del de Gengis Khan, a 20 millas de distancia. Cada ejército descansó para estar dispuesto el día de la batalla.

Y así, prontos a la lucha, esperaban los dos ejércitos. Un día Gengis Khan hizo venir a su presencia a sus astrónomos, el uno cristiano y el otro sarraceno, y les hizo decir cuál sería el vencedor en la contienda. Los astrólogos consultaron los signos de las estrellas. El astrólogo sarraceno no supo decirle la verdad, pero el cristiano fue más feliz y se la enseñó abiertamente. Cogió una caña, que partió en dos pedazos iguales, y las puso de un lado y otro sin que nadie las tocara. La una llevaba una inscripción con el nombre de Gengis Khan y la otra con el del Preste Juan. Y dijo a Gengis Khan: «Señor, mirad esta caña que lleva vuestro nombre, así como la otra del Preste Juan; cuando hayamos hecho nuestras invocaciones de las dos, la que venza es la que indicará el que gane la batalla». Gengis Khan dijo que ansiaba ver el resultado, y apresuraron la experiencia lo antes posible. Los astrólogos tomaron el salterio y leyeron ciertos salmos e hicieron sus invocaciones. Entonces la caña de Gengis Khan, sin que nadie la tocara, se puso encima de la del Preste Juan. Y cuantos presenciaron el hecho esto vieron. Y vístolo, Gengis Khan no cabía de gozo y alegría. Y como tenía a los cristianos por hombres honrados, les colmó de honores y les tuvo la mayor consideración como caballeros honestos y veraces.




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- LXVIII -

De la gran batalla entre el Preste Juan y Gengis Khan


Después de dos días, las dos partidas se armaron y batieron duramente. Y fue la batalla más grande y encarnizada que jamás vio el género humano. Y hubo grandes bajas de una parte y otra, mas al fin venció GengisKhan la batalla y en ella pereció el Preste Juan y fue desposeído, y Gengis Khan continuó sus conquistas. Después de la victoria reinó seis años Gengis Khan y se apoderó de castillos, ciudades y provincias. Mas al cabo de seis años fue a un castillo llamado Coagin y fue herido por una flecha en la rodilla, de cuyas resultas murió. Y fue esto una gran desventura, porque era sabio y valiente.

Os he contado de cómo los tártaros eligieron a su primer gran señor, de cómo vencieron al Preste Juan. Ahora os contaré de sus usos y costumbres.




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- LXIX -

Relato de los Khanes que reinaron después de Gengis Khan


Después de Gengis Khan reinó Cui-Khan; el tercero, Batui-Khan; el cuarto, Ocati-Khan; el quinto, Mongukhan; el sexto, Cublai-Khan, que es el más grande y poderoso de todos ellos, pues todos juntos no tuvieron tan gran poder como este Cublai, y aun más que todos los emperadores cristianos, moros y sarracenos no podrán tener ni tendrán tanto poder como Cublai. Y os lo demostraré en este libro.

Sabed en verdad que todos los grandes señores que descienden de la dinastía de Gengis Khan son sepultados a su muerte en la montaña llamada Altai. Cuando mueren los grandes señores de los tártaros, aunque se hallen a cien jornadas de esta montaña, convienen en que les lleven allí. Y es gran maravilla que cuando el cuerpo de estos señores es llevado a esta montaña -aunque esté a cuarenta días de distancia-, todos los hombres que encuentra el cortejo fúnebre a su paso son pasados por las armas y atravesados por una espada por los que conducen el cadáver, que les dicen: «Id a servir a vuestro señor al otro mundo», pues creen firmemente que el que así muere irá al lugar de la bienaventuranza a servir a su señor. Y la misma suerte corren los caballos: cuando muere el gran señor, sus mejores caballos son sacrificados para que vayan a servirle al otro mundo. Y sabed que cuando finó Mongu-Khan, más de 20.000 hombres murieron hallándose al paso del cuerpo que llevaban a la sepultura.

Más cosas os contaré de los tártaros: los tártaros viven en invierno en llanuras fértiles y regiones templadas, en donde hay buenos pastizales para su ganado. En verano viven en lugares frescos de la montaña y en el valle, en donde encuentran agua, bosques y pastos para las majadas. Tienen casas de madera, que recubren de fieltro, de forma cilíndrica, y que transportan con ellos adonde van. Atan las vigas con tanto orden, que son fácilmente transportables. Y cuando arman y tienden sus casas colocan la puerta hacia el Mediodía. Tienen carretas cubiertas de fieltro oscuro, así que cuando llueve no se estropea nada en su interior. Estos carros son uncidos por bueyes o tirados por camellos, sobre ellos llevan a sus mujeres e hijos. La mujer es en el hogar la que compra, vende o fabrica todo lo necesario al amo de la casa y a la familia, pues los hombres no se ocupan más que de caza, guerra y cetrería.

Viven de carne, leche y caza. Comen ratas de faraón, de las que abundan en las llanuras y por doquier. Comen indistintamente carne de caballo y de perro, es decir, toda clase de carne, y beben de la leche de yegua. Se guardan muy bien de tocar a la mujer del prójimo, pues esto lo tienen por gran villanía. Las damas son buenas y leales con sus barones y son sumamente habilidosas en los quehaceres de la casa. Los matrimonios se hacen del siguiente modo: cada hombre tiene derecho a tener hasta cien mujeres si le place y tiene con qué mantenerlas. Los maridos pagan la dote a la suegra y la mujer no da nada al marido. Pero tienen a la primer mujer por la mejor y la más venerable. Tienen más hijos que los demás hombres por el número de mujeres que poseen. Toman por esposas a sus primas y a sus madrastras. Se casan también con sus cuñadas, siempre que haya muerto el hermano, y cuando se casan, celebran las bodas con mucho boato.




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- LXX -

Del dios de los tártaros y de su ley


Y ésta es la ley: creen en un solo dios, que llaman Nacygai; le dicen el rey terrestre que cuida de sus hijos, su trigo y su ganado. Sienten por él el más profundo respeto y cada cual tiene uno de estos dioses en sus casas. Lo representan en general moldeado con fieltros y trapos, y también a su mujer e hijos. Le sientan a la mujer a la izquierda y los hijos delante. Cuando comen, como acto de veneración, le untan la boca al dios con carne gorda, y a su mujer e hijos, y siembran pan ante la puerta de su casa. Hecho esto, dicen que el dios y su familia han tenido su parte. Luego se ponen ellos mismos a comer y a hacer sus libaciones. Beben leche de yegua, pero la preparan de tal suerte que parece vino blanco y que es riquísimo. A éste le llaman chemis.

Sus avíos son los siguientes: los ricos visten con paño de oro y brocatel de seda y grodetures, sombreros de cebelinas, armiño y zorro; todo su indumento es magnífico y de gran precio.

Sus armas son el arco, la espada y la maza. Pero se sirven más del arco que de otra arma, porque son excelentes arqueros. En la espalda llevan una armadura de cuero de búfalo u otras pieles muy bien curtidas.

Son magníficos hombres de armas y valientes guerreros, y pueden resistir más que otros mortales. Muchas veces, cuando están en campaña, resisten hasta un mes sin comer, y se sustentan tan sólo con leche de yegua y algo de carne de perdiz. Su caballo pastará lo que halle, pues no está acostumbrado ni a la cebada ni la paja. Son muy disciplinados y obedientes a su señor, y cuando están en campaña pasan la noche a caballo, armados de pies a cabeza; el caballo pace las hierbas que encuentra al paso. Son aguerridos, curtidos, incansables en la faena y la gente mejor preparada para conquistar reinos e imperios.

Se dividen jerárquicamente en la siguiente forma: cuando un señor de los tártaros va a la guerra lleva 100.000 jinetes y los distribuyen en el siguiente orden: cada 10 hombres tienen un jefe, un grupo de un centenar tiene otro jefe, otro manda a 1.000 hombres y otro a 10.000, de suerte que el general no necesita reunir en consejo más que a 10 hombres. El que tiene a su cargo a 10.000 no tiene que hacerlo más que con 10 y el de cien con otros tantos, y así cada uno, respectivamente, obedece a su jefe inmediato. Cuando el señor de 100.000 hombres quiere mandar sólo a un ala de su ejército, manda venir al jefe de los 10.000 hombres, que le entrega 1.000, y el jefe de los 10.000 manda al jefe de 1.000 que le proporcione 10 hombres, y el jefe de 100 manda al de 10, y cada uno lleva contingente a la parte de 1.000 hombres y saben cuánto le pueden dar y obedecen ciegamente al mandato más que a nadie en el mundo. Al conjunto de 100.000 hombres le llaman «Tut» y a los 10.000 un «Toman», y los «Tomanes» se pueden contar por millares, por centenas y por docenas. Y cuando el ejército va a una acción, sea en la montaña o en el llano, manda 200 hombres de vigía, llamados «excaregaites», así detrás como delante. Y esto lo hacen para evitar una sorpresa. Cuando van muy lejos a guerrear no llevan armamento: llevan dos botellas de cuero, en donde ponen la leche para beber, y una pequeña cacerola para los víveres, y la tienda de campaña para guarecerse en tiempo de lluvia. Os diré que cuando es menester cabalgan hasta diez días sin víveres y sin encender fogatas; viven de la sangre de sus caballos, a los cuales les pinchan una vena y chupan esa sangre sin desmontar de ellos. También llevan la leche congelada como una especie de pasta seca, de modo que al mojarla se derrite en el agua y les sirve de bebida sustanciosa.

Cuando se baten con sus enemigos los vencen de la siguiente manera: simulan la huida y de pronto se vuelven y asaltan al enemigo. Tienen amaestrados a sus caballos de modo que se vuelven al enemigo como si fueran perros. Así que cuando el enemigo los cree vencidos y en huida es él el que está perdido. Y cuando los tártaros ven que han conseguido matar algunos hombres y caballos, presos de nuevo ardor, combaten tan valientemente que vencen al enemigo.

Todo lo que os he contado se refiere a las usanzas y costumbres de los tártaros antiguos; pero al presente se han envilecido. Las costumbres de Catai son las de los idólatras; las que se practican hacia Levante son, en cambio, a la manera sarracena.

Administran la justicia del siguiente modo: cuando algún hombre roba algún objeto insignificante, pero que con ello perjudica a otro, se le dan siete bastonazos, o 37, o 47, hasta 107, según valga la cosa robada, y a algunos les suele costar la vida. Si roban un caballo les condenan a ser cortados por medio de una espada. Si el ladrón tiene con qué pagar, paga nueve veces el valor del objeto robado, y entonces es dejado en libertad.

Cada señor y los propietarios de cierta cantidad de ganado lo hacen marcar con un sello o una cifra: así hacen con los caballos, las yeguas, los camellos, las vacas, los toros y otros animales. Luego los sueltan para que pasten, sin el cuidado de ningún pastor; si por casualidad se mezclan los rebaños, cada uno devuelve la pieza, según la marca que lleva, al propietario. Los corderos, carneros y cabras están al cuidado de un pastor. Todo este ganado es grande y gordo y presenta hermosos ejemplares.

Os diré otra curiosa usanza que tienen, y que se me olvidó contaros: cuando entre dos vecinos hay uno que ha perdido un hijo de cuatro años o más y al otro se le ha muerto una hija, los casan juntos. Dan la muchacha muerta al hijo difunto por esposa y hacen levantar acta de ello. Luego queman el documento, y el humo que se levanta en los aires dicen que va hacia el hijo, al otro mundo, a atestiguar que se tengan por marido y mujer. Luego celebran un gran festín y desparraman las viandas por aquí y por acullá, diciendo que de ello participan sus hijos en el cielo. También hacen pintar en un papel el retrato del hijo y caballos y gualdrapas y monedas, que queman igualmente, y dicen que todas estas cosas que hicieron quemar serán propiedad de sus hijos en el otro mundo. Y hecho esto, se consideran parientes y se tratan con cariño, como si sus hijos vivieran en realidad.

Os he contado extensamente las costumbres de los tártaros; pero aún queda que contaros las gestas del Gran Khan, que es el gran señor de todos los tártaros de su poderosa corte imperial; pero os lo contaré en este libro en su tiempo y lugar, pues son narraciones interesantes de contar.

Y volvamos a la gran llanura en donde nos hallábamos cuando empecé a contaros las costumbres de los tártaros.




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- LXXI -

De la llanura de Bargu y de varias costumbres de los indígenas


Alejándonos de Caracoren y de Altai, en donde ponen los cuerpos de los tártaros, nos dirigimos a una región llamada Bargu, que tiene de extensión cuarenta jornadas.

Los habitantes se llaman Mecrit y son salvajes. Viven del pastoreo y de la caza. Cabalgan ciervos. Las costumbres son las de los tártaros. Son vasallos del Gran Khan. Desconocen el trigo y el vino. En verano se nutren de venado y pájaros, pero en invierno carecen de todo, por el frío intenso. Y cuando se cabalgan cuarenta jornadas se llega al Océano. Allí, en las montañas, anidan los halcones marinos, pues no hay ni mujeres ni hombres ni bestias ni pájaros, a excepción del llamado «Bargherlac», que es alimento de los halcones. Es del tamaño de la perdiz; sus patas, como las de los loros; la cola, como la de la golondrina, y vuelan muy bien, y cuando el Gran Khan desea tener halcones peregrinos los reclama a esa comarca, pues nacen en una isla que hay en el mar, así como los gerifaltes. Esta comarca está situada tan a Septentrión, que la estrella del Norte queda un poco atrás hacia el Mediodía. Los gerifaltes nacen en esta ciudad en tanta abundancia, que el Gran Khan tiene cuantos quiere. Así, que los cristianos que los traen de sus tierras no los llevan al Gran Khan, sino a Argón, señor de Levante.

Ya os hemos referido todo lo concerniente a la provincia de Septentrión hasta el Océano. Volveremos atrás hasta el Gran Khan, en una provincia llamada Campiciú.




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- LXXII -

Del gran reino de Erginul


Cuando se deja Campiciú, del cual os he hablado ya, se marcha cinco jornadas por un camino donde se oyen hablar ciertos espíritus malignos, y al cabo, hacia Levante, se encuentra el gran reino llamado Erginul. Pertenece al Gran Khan; forma parte de la provincia de Tangut, que está dividida en varios reinos. Los habitantes son cristianos nestorianos, idólatras y mahometanos. Son muchas las ciudades que hay en ella, y la capital es Erginul. De esta ciudad se va al país de Catai.

Yendo al Catai se encuentra al paso una ciudad llamada Cilingiu. La provincia también se denomina así. Aquí también hay numerosas villas y fortalezas. También forman parte de Tangut y pertenecen al Gran Khan.

Hay otros salvajes, con astas enormes y magníficos pelos largos, salvo en la espalda, y pintados de blanco y negro. Tienen el pelamen de tres palmos de largo. Los naturales han domesticado varios de estos toros; los cogen salvajes y se reproducen de tal modo que tienen gran cantidad de ellos. Con ellos cazan y trabajan, y como tienen mucha fuerza rinden el doble trabajo que los demás animales.

En esta región se produce el almizcle mejor y más fino. Sabed que el almizcle se recoge así: hay un animalito del tamaño de una gacela, que tiene el pelo muy áspero, las patas de gacela, sin cuernos, con cola de gacela, cuatro dientes, dos abajo y otros dos en la mandíbula superior, de tres dedos de largo y muy puntiagudos. Van siempre por parejas. Es un hermoso animal. Cuando se le apresa, el animal tiene escondido en el medio del vientre, en una bolsita entre el cuero y la carne, el humor, que se corta con el pellejo y se aparta, y este humor es el almizcle, del que mana una fragancia muy persistente. En esta región lo hay en cantidad.

Los naturales viven de la industria y del comercio, y tienen trigo en abundancia. Es una provincia grande de veinticinco jornadas. Hay faisanes dos veces mayores que los nuestros, del tamaño de un pavo real. Tienen la cola de lo palmos de larga y comúnmente de nueve, ocho y siete, por lo menos. Los hay también más pequeños y como el faisán de nuestra tierra. Hay inmensa variedad de pájaros de los más bellos matices y colores.

Los naturales son idólatras. Son gruesos, tienen la nariz roma y el pelo negrísimo. Son barbilampiños, excepto algún que otro pelo en la barbilla. Las mujeres no tienen ningún bello; sólo tienen pelos en la cabeza. Son blancas, de hermosa piel y de miembros proporcionados. Son muy inclinados a la lujuria y tienen cantidad de mujeres, y ni sus leyes ni costumbres son contrarias a eso. Pueden tomar cuantas mujeres quieran y cuantas puedan mantener. Si hay una mujer hermosa y de humilde condición, la toman por su hermosura los más conspicuos varones y hombres notables de gran prestigio; por ello dan dinero a la madre según lo estipulen.

Proseguiremos nuestro viaje y hablaremos de otra provincia hacia Levante.




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- LXXIII -

De la provincia de Grigaia


Dejando a Arginul y yendo hacia Levante durante ocho jornadas, se encuentra una provincia donde hay numerosas villas y castillos, y es la de Tangut. La ciudad principal se llama Calaciai. Los naturales son idólatras y hay tres iglesias de cristianos nestorianos. Son feudatarios del Gran Tártaro. Hacen camelotes de piel de camello, blancos, buenos y de la mejor calidad. De allí los llevan a los mercaderes de todos los países, a Cati y a todas partes.

De esta provincia iremos a otra hacia Levante, que llaman Tenduc, entrando en las tierras del Preste Juan.




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- LXXIV -

De la provincia de Tenduc


Tenduc es una provincia de Levante rica en castillos y ciudades. Pertenece el Gran Khan, pues los descendientes del Preste Juan son sus vasallos. Su capital es Tenduc. El rey de esta provincia desciende del Preste Juan y él mismo se da este nombre. Es cristiano; su nombre es Georgie. Gobierno en nombre del Gran Khan, pero no sobre el dominio del Preste Juan: tan sólo en una parte de él, pues el Gran Khan dio por esposas a sus hijas y parientas a los reyes que descienden del Preste Juan.

En esta provincia se encuentran las piedras de las que se saca el cobalto, y las hay de excelente calidad. Tejen camelotes muy finos de piel de camello. Viven del pastoreo y de la agricultura. También parte de entre ellos se dedican al comercio y a la industria.

El señor es cristiano, como os he dicho ya; pero en la población hay idólatras en gran número y hombres que adoran a Mahoma. Hay una clase de gente llamada Argón, que quiere decir en español «guasmul», es decir, mestizos de dos tribus: la de Tenduc, idólatra, y la mahometana. Son muy hermosos, mucho más que los demás del país; más finos, más cultos y hábiles comerciantes. Sabed que en esta provincia vivía el sabio maestro del Preste Juan cuando éste reinaba sobre los tártaros y todas las provincias y reinos circunvecinos. Y aún moran ahí sus descendientes, y el Georgie que os nombré es de la estirpe del Preste Juan y heredó de la señoría del mismo. Es el lugar que en nuestro país llamamos Gogo y Magogo, pero ellos lo llaman Ung y Mungul. Y en cada una de estas provincias hay una familia de esta gente: en Ung los gogos, y en el Mungul los tártaros.

Y cabalgando por esta provincia siete jornadas hacia Levante, hacia Catai, nos encontramos con varias ciudades y castillos, en donde adoran a Mahoma y a los ídolos; pero aún existen algunos cristianos nestorianos.

Viven del comercio y la industria. Fabrican el brocado de oro, que llaman nascisi, fin y nac, y paños de seda de varias suertes; también tejen el brocatel de seda y oro y bayetas de lana de muchas clases.

Son vasallos del Gran Khan. Hay una ciudad llamada Sindaciu; en ésta se hacen trabajos de toda especie de talabartería y los arreos necesarios del ejército. En una montaña de esta provincia hay un lugar llamado Ydifu, en el cual hay filones argentíferos, de los cuales se saca muchísima plata. También tienen caza en abundancia.

Abandonaremos esta provincia y ciudad para irnos a tres jornadas y llegar a una ciudad llamada Ciagannor, en la cual hay un gran palacio, que pertenece al Gran Khan, y es la residencia de predilección del gran señor, porque hay lagos y ríos llenos de cisnes. En el llano hay grullas, faisanes y perdices y toda clase de pájaros. Y por eso el Gran Khan la habita de preferencia; ahí se complace en cetrear con el gerifalte y el halcón, y es uno de sus entretenimientos favoritos. Hay cinco clases de grullas: una negra, como los cuervos, y de gran tamaño; la otra, toda blanca, las alas preciosas, con plumaje lleno de ojos redondos como la cola del pavo real, pero de color dorado; la cabeza es negra y roja, el cuello negro y blanco y larguísimo. La tercera especie es semejante a la nuestra; la cuarta, pequeña, con un penacho rojo y el cuerpo negro. La quinta es gris, con la cabeza bermeja y negra, el cuerpo grande y bien plantado.

En esta ciudad hay un valle, en donde el Gran Khan ha hecho construir varios pabellones para criar pájaros, que llamamos perdices reales. Las hacen guardar, y hay en cantidad fabulosa, y cuando viene a cazar tiene todas las que quiere a su albedrío.

Y nos iremos hacia tramontana y Nordeste hacia donde sopla el viento griego:




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- LXXV -

De la ciudad de Ciandu y del maravilloso palacio del Gran Khan


Y cuando nos alejamos de la ciudad arriba mentada por espacio de tres jornadas, llegamos a otra llamada Ciandu, que ha fundado el Gran Khan. Este Khan se llama Cublai-Khan.

En esta ciudad elevó un palacio de mármol y piedras, cuyas alas y estancias están enteramente doradas.

Es maravillosamente bello y bien decorado. Desde este alcázar parte una muralla que tiene cerca de 16 millas de circunvalación, en cuyo recinto hay fuentes, ríos y valles. El Gran Khan ha reunido en él toda suerte de animales: ciervos, corzos y gamos, que dan en pasto a los gerifaltes y halcones, que aquí tiene en número de 200. Él mismo va a verlos una vez por semana y va galopando por esta pradera, que corre a lo largo del muro, y muy a menudo trae consigo un leopardo en la grupa de su caballo. Así se divierte en ver cómo los ciervos son devorados por los gerifaltes.

Sabed que en esta pradera cercada de muros ha hecho construir un palacio de vigas, pero dorado en su interior y decorado con toda especie de aves y pájaros, hábilmente recortados sobre el oro. La armazón es de cañas y tablones barnizados, tan bien unidos que el agua no puede echarlos a perder. Estos tablones son de más de tres palmos de espesor por 10 a 15 de longitud. A veces su longitud cubre toda la casa de un lado a otro; el palacio está enteramente compuesto de estas cañas doradas y vigas y dispuesto en tal forma que el Gran Khan puede hacerlo desarmar cuando quiere, y está ligado por 200 gruesos cordones de seda.

En él habita el Gran Khan tres meses del año: junio, julio y agosto. Porque no hace calor y porque goza con la estancia en él. En estos tres meses se arma el pabellón de caña, que luego se desarma en los demás meses del año. Así lo hizo construir, para armarle y desarmarle. El Gran Khan abandona el día 28 del mes de agosto de cada año la ciudad y el palacio. Y os diré el por qué más adelante.

Tiene una cuadra de caballos y yeguas blancas como la nieve (jamás de otro color), en número de 10.000; no puede beber de la leche de estas yeguas más que el Gran Khan y sus allegados que sean de la familia del emperador y su estirpe. Y sólo otra categoría de gente tiene este privilegio, y son los llamados «Horiat», por especial favor acordado después de una gran victoria ganada antaño por ellos con Gengis Khan.

Y os digo que honran tanto a estas yeguas blancas, que si un gran señor las encuentra a su paso cuando las llevan a pastar, nunca pasaría por en medio de ellas, sino cederá el paso. Y los astrólogos y los ídolos han sugerido al Gran Khan que cada año el 28 de agosto hay que regar la tierra y desparramar en el aire esa leche para que la beban los espíritus. Y los ídolos dijeron que así los espíritus protegerían a sus mujeres, sus ganados, su trigo y sus casas y hacienda.

De ahí se traslada el Gran Khan a otra residencia.

Pero os contaré un milagro, que he tardado en referiros: sabed que estando el Gran Khan en su palacio hubo una gran nevada y muy mal tiempo. Tenía un sabio astrólogo y un brujo, que por su sabiduría y sus sortilegios hacían despejar las nubes sobre su palacio, de modo que allí nunca hacía mal tiempo, aunque todo alrededor reinara la tormenta. Estos sabios se llamaban Tebet y Quesmur y eran de familia idólatra. Eran maestros en artes diabólicas y en hechizos, pero hacían creer que el poder de encantamiento era debido a su santidad y al caso que los dioses hacían de ellos. Estos hombres tienen por costumbre, cuando hay un condenado a muerte, de hacerle cocer y comerle luego; pero si hubiere muerto de muerte natural, entonces no lo comen. Y estos bacsis logran con sus sortilegios hacer el milagro siguiente: cuando el Gran Khan está sentado en la inmensa sala en su estrado alto y ponen las copas llenas de vino y de leche y otras bebidas en el suelo, en medio de la sala, a 10 pasos de la mesa, estos bacsis hacen, por sus artificios y encantamientos, que esas copas llenas se levanten del suelo y se posen ellas solas ante el Gran Khan, sin que nadie las toque. De este hecho pueden atestiguar más de 10.000 hombres que lo presenciaron. Y los hombres sabios que entienden de nigromancia os dirán que esto puede hacerse.

También os digo que cuando vuelven estos bacsis de las fiestas de sus ídolos, le dicen al Gran Khan: «Señor, el tal ídolo desea se celebre la tal fiesta en su honor». Y nombran al ídolo que desean honrar, y añaden: «Sabed, gran señor, que este ídolo tiene por costumbre traer el mal tiempo y las calamidades que destruyen a nuestro ganado, y el granizo y el pedrisco, y si no se le ofrecen holocaustos nos mira airado; por eso os pedimos nos deis tantos carneros de cabeza negra, tanto incienso, tanta madera de zábila y tanto de esto y tanto de lo otro para que podamos inmolar y sacrificar con gran pompa a nuestro ídolo para que nos proteja». Y los bacsis se lo dicen a los barones que rodean al Gran Khan y a sus mayordomos y consiguen cuanto piden para honrar la fiesta de sus ídolos. Entonces hay gran jubileo, con cantos y letanías. Inciensan y perfuman de especies el ambiente, hacen cocer la carne y la presentan a los ídolos, derramando el jugo aquí y allá, para que así se alimenten. Y así es como los honran en sus ceremonias. De modo que cada ídolo tiene su fiesta en un día determinado, como nuestros santos, pues tienen grandes templos, abadías y monasterios, que forman pequeñas ciudades, en las que hay más de 2.000 monjes que viven más honestamente que los demás ciudadanos.

Estos monjes llevan afeitada la cabeza y la barba. Celebran una ceremonia con cantos y luces, con la pompa que jamás podréis figuraros. Entre ellos hay algunos que pueden casarse; por lo general lo hacen y tienen muchos hijos.

Hay otra suerte de religiosos, llamados «sensin», que guardan rigurosa abstinencia y llevan una vida ejemplar. No comen en toda la vida más que sémola, que es el afrecho o restos que quedan en la cáscara del trigo. Esto lo meten en remojo en agua caliente algún tiempo y luego comen esa papilla. Ayunan varias veces al año y no toman otra cosa que esa sémola. Tienen grandes y numerosos ídolos y a veces adoran al fuego. Los seglares dicen que los que viven en tan grande abstinencia y de vida tan estrecha son como los «ratarinos», porque adoran los ídolos de manera diferente a la suya y dicen que son locos, porque afligen así a sus cuerpos. Tienen un gran respeto por ellos. Éstos no tomarían mujer por nada en el mundo. Y se tonsuran la cabeza y la barba. Llevan vestidos negros y blusas de estameña, y si fueran de seda las llevarían del mismo color. Duermen sobre tablas de madera y llevan una vida austera.

Sus iglesias e ídolos son todos femeninos; es decir, que llevan nombres de mujeres.

Y dejemos este argumento para contaros los grandes hechos y maravillas del gran señor de todos los tártaros el Gran Khan llamado Cublai.




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- LXXVI -

Donde trata de los hechos del Gran Khan que reina presentemente, llamado Cublai Khan, de cómo rige a su corte y administra justicia; de sus gestas y proezas


Os quiero relatar en nuestro libro todas las grandes proezas y maravillas del Gran Khan que reina en la actualidad, llamado Cublai, que en nuestro idioma quiere decir el señor de los señores. Y lleva ese título justificadamente, pues es sabido de todos que es el hombre más poderoso en tierras, huestes y tesoros que jamás haya existido desde Adán, nuestro primer padre, hasta nuestros días.

Os demostraré en mi libro lo que es un hecho.




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- LXXVII -

De la gran batalla librada entre el Gran Khan y el rey Nayan, su tío


Sabed, en verdad, que desciende en línea recta del emperador Gengis Khan, y que por su descendencia debe ser el señor de todos los tártaros. Heredó la señoría el año 1256 del nacimiento de Cristo y empezó a reinar ese año. Mereció el mando por su valor, sus proezas y su inmensa sabiduría, pues sus parientes se lo quisieron arrebatar, aunque la señoría le venía de derecho. Reinó desde esa fecha cuarenta y dos años, hasta el año 1298. Debe de tener ochenta y cinco años. Antes de heredar el reino tomó parte en varios hechos de armas y fue bizarro capitán, y desde que reina no ha hecho más que una campaña, en el año 1286, y os diré por qué.

Un hombre que llamaban Nayan y era tío de Cublai Khan, se vio, muy joven aún, dueño y señor de varias tierras y provincias, de suerte que podía armar hasta 400.000 hombres. Sus antepasados habían sido antaño vasallos del Gran Khan, y él mismo lo era. Pero, como os cuento, era un joven de treinta años. Viéndose tan gran señor, no quiso más someterse al Gran Khan, y pensó en quitarle el poder. Entonces Nayan envió emisarios a Caidu, que era otro grande y poderoso señor y sobrino del Gran Khan, de natural rebelde, que también le odiaba. Le mandó ponerse de su lado y que fuera por otra parte a arrancarle su tierra y señorío al Gran Khan. Y Caidu le respondió que estaba de acuerdo y pronto con sus gentes en la fecha que le había indicado para ir contra el Gran Khan. Y éste tenía el poder de armar a 100.000 hombres. Y tanto Nayan como Caidu se preparaban y reunían cantidad de caballeros e infantes para ir en contra del Gran Khan.




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- LXXVIII -

De cómo el Gran Khan fue al encuentro de Nayan


No se inmutó el Gran Khan al oír tamaña felonía, y como hombre prudente y de gran valor se preparó con sus gentes y juró que no quería llevar su corona ni reinar en sus tierras mientras no diera muerte a los dos traidores. Y el Gran Khan hizo sus preparativos en veintidós días, tan secretamente, que tan sólo su Consejo estaba enterado de ello. Reunió a 350.000 hombres y caballos y a 100.000 infantes; y aún tuvo tan pocos, porque éstos guardaban al huésped que tenía en su casa, y sus otros ejércitos, que eran numerosos, estaban lejos, conquistando tierras y, por consiguiente, no había tiempo para reunirlos, pues si hubiera podido reunir a todas sus fuerzas, hubiese tenido cuantos soldados quería y se habría juntado una tal multitud, imposible de contar. Y entre estos 350.000 hombres estaban sus halconeros y otros que le rodeaban en su corte. Cuando reunió a su gente hizo venir a los astrólogos para ver si vencería al enemigo y si estaba destinado a aniquilarlos, y le pronosticaron que haría cuanto se propusiera. Entonces el Gran Khan se puso en camino con sus huestes y anduvieron veinte días, hasta llegar a una llanura, donde se hallaba Nayan con toda su tropa, que consistía en 400.000 hombres. Llegaron de madrugada, y tan secretamente, que el enemigo ignoró su llegada, porque el Gran Khan había hecho ocupar sus caminos de modo que nadie pudiera ir y venir sin caer prisionero. Y fue por lo que los enemigos no sospecharon siquiera su llegada. Se hallaban muy cerca del campo cuando Nayan, despreocupado en su tienda de campana, holgábase con su mujer y regocijábase en su belleza, pues sentía por ella gran pasión.




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- LXXIX -

En donde empieza la batalla del Gran Khan y de su tío Nayan


Cuando llegó el alba del día señalado para librar la batalla, apareció el Gran Khan en una plataforma, en la misma llanura donde Nayan había acampado (ajeno a lo que le esperaba, creyéndose muy a salvo de toda sorpresa). No habían tenido siquiera la precaución de poner centinelas ni vigías ni delante ni atrás. El Gran Khan surgía de una plataforma, como os dije, en un pabellón sujeto a cuatro elefantes. Su señera flotaba tan en lo alto, que podía verse desde todas partes. Sus hombres alineados y escalonados en orden de batalla a 30 millas a la redonda, envolvían el campamento de Nayan por todos coltados. Cada hombre, a caballo con su peón, lanza en ristre. Todos en plan de batalla, cercando al enemigo para combatirle. Cuando Nayan y sus hombres se vieron acosados por el Gran Khan, ciñendo el campamento, quedaron atónitos. Corrieron a las armas. Se armaron hasta los dientes y pronto se alistaron en plan de batalla.

Una vez que las dos partes contrarias se hallaron frente a frente, se procedió al ataque; entonces oyóse sonar los clarines, tañer instrumentos de toda clase y cantar en alta voz. Porque las costumbres de los tártaros predican que cuando están listos en orden de batalla, no entran en él hasta que los capitanes no suenan las nácaras; luego tocan sus atabales, hacen música de chirimías, de arpas y de laúdes, cantan cantos guerreros. Por eso los cantos y sonidos se hacían oír de una parte y de otra. De pronto empezaron a tocar las nácaras del Gran Khan. Y cuando éstas sonaron se entabló la lucha, con arcos, espadas, mazas y juego de lanzas, y los hombres de a pie tenían ballestas, ristres y otras armas, en cantidad. Comenzaron la lucha, cruel y sangrienta; llovían flechas por doquier. Los gritos y ayes lastimeros hendían el aire. Los caballeros y sus cabalgaduras caían muertos a granel. Y los gritos y alaridos eran tan grandes, que no se hubiera oído al dios tonante. Y como Nayan era cristiano bautizado, su señera llevaba bordada la cruz de Cristo.

Y para no prolongar el relato: Sabed sólo que esta batalla fue la más grande y encarnizada que jamás libraron los tiempos antiguos. Y jamás viose tal multitud de jinetes y soldados. Tantos murieron, que da horror el recordarlo. La refriega duró desde la madrugada al mediodía. Y el Gran Khan salió vencedor. Cuando Nayan y sus soldados vieron que no podían resistir, huyeron a cual mejor; mas nada les sirvió, pues le aprisionaron con sus barones y sus soldados y todos sus armamentos, y tuvieron que rendirse al Gran Khan.




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- LXXX -

De cómo el Gran Khan hizo matar a Nayan


Cuando el Gran Khan supo que Nayan había caído prisionero, mandó que le dieran muerte. Le condenaron a morir de la manera siguiente: envolviéronle en un capote, y tanto le mantearon hasta darle la muerte. Y así lo hicieron, porque no querían que la sangre del emperador se derramara en tierra, ni que el sol y el aire lo vieran, pues sabed que Nayan era de la estirpe del gran Señor.

Cuando el Gran Khan venció la batalla, como os lo he referido, todos los hombres de Nayan le rindieron pleito homenaje y le juraron fidelidad. Pertenecían a cuatro provincias: primera, la Ciorcia; segunda, Cauli; tercera, Barscol; cuarta, Sichintingin.

Y después que el Gran Khan hubo vencido en la batalla, hubo judíos, sarracenos e idólatras que no creían en Dios, que se burlaban de la cruz que Nayan traía bordada en su pendón. Y decían a los cristianos: «¡Mirad cómo la cruz de vuestro Dios ayudó a Nayan, que era cristiano!». Y tanto se mofaron y hacían burla de ello, que llegó hasta oídos del Gran Khan, y el Gran Khan riñó severamente a los que se permitieron esas chanzas en su presencia. E hizo venir a un grupo de cristianos que se hallaban en el sitio y les consoló diciendo: «Con razón la cruz de vuestro Dios no ayudó a Nayan, porque, en su sabiduría, sabía que no era menester ayudarle contra el derecho. Nayan fue desleal y traidor y se volvió contra su señor; tuvo, pues, la suerte que se merecía». Éstas fueron las palabras del Gran Khan a los cristianos con respecto a la cruz que Nayan llevaba en su estandarte.




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- LXXXI -

De cómo el Gran Khan vuelve a la ciudad de Cambaluc


Después de su victoria sobre Nayan volvióse el Gran Khan a su capital de Cambaluc, y allí demoró contento, en medio de grandes festejos. Otro barón, llamado Caidu, que era también rey, al oír la derrota de Nayan y su muerte, montó en gran cólera; mas se guardó de preparar la guerra, pues temía correr la misma suerte que Nayan.

Ya os dije que ésta fue la única vez que él Gran Khan fue a la guerra, pues para las demás empresas guerreras enviaba a sus hijos y a sus barones; pero en aquella ocasión quiso ir en persona, porque la audacia de aquel príncipe le pareció grave en demasía. Dejemos ya esta aventura y volvamos a los hechos notables del Gran Khan.

Os contamos ya sus orígenes y su edad. Diremos ahora lo que hace con los barones que se distinguen en las batallas y con los que son felones y malvados. Al que se porta bien y manda 100 hombres le da el mando de los 1.000 y le regala además vajilla de plata y una tabla de mando, que equivale a una ejecutoria de nobleza.

Porque el comandante de 100 hombres tiene una tableta de plata, el que tiene mando de 1.000 una de plata dorada, y el que manda 10.000, una tableta de oro con cabeza de león. Y os diré el peso de estas tablas. Los del mando de 100 y de 1.000 tienen tablas que pesan 120 «sazos», y los de cabeza de león pesan 220 «sazos», y en todas estas tablas hay inscripciones con una sentencia que dice: «Por la fuerza y por la gracia que Dios ha dado a nuestro emperador, el nombre de Khan sea bendecido y loado, y los que le desobedezcan morirán o verán su perdición. Y los que posean estas tablas tienen privilegios y un reglamento de todo lo que deben hacer por su cargo y dignidad».

Ahora os instruiremos de otras cosas. El que tiene el mando de 100.000 hombres o que manda a un gran ejército tiene una tabla que pesa 300 «sazos» y lleva inscrita la sentencia de que os he hablado más ariba. Al pie de la tabla hay un león labrado, y en el tablero están representados el Sol y la Luna. Y los que tienen este privilegio son grandes jefes, con mando muy extenso, y los que poseen esa tabla deben tocar su cabeza con un sombrero de paja. Cuando se sientan deben hacerlo siempre en silla de plata, y el gran señor da a éstos una mesa de gerifaltes, y los que a ésta se sientan tienen plenos poderes, son grandes varones y pueden representarle como a su propia persona. Cuando envía a un embajador, puede proveerse de los caballos del rey, y os digo rey, porque puede tomarlos, desde el rey para abajo, a cualquier otro hombre.

Dejemos este negocio y veremos la continencia del Gran Khan y su majestad y prestancia.




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- LXXXII -

De la prestancia y majestad del Gran Khan


El señor de los señores, llamado Cublai Khan, es de buena estatura, ni grande ni pequeño, sino mediano. Es proporcionado, de miembros ágiles; la cara, blanca y bermeja como una rosa; los ojos, negros; la nariz, recta y bien delineada.

Tiene cuatro mujeres legítimas, y el mayor de los hijos de estas mujeres tiene derecho a ser dueño del Imperio cuando deje de existir el Gran Khan. Las mujeres llevan el título de emperatriz, y cada uno le añade su nombre propio para distinguirlas. Estas damas tienen su corte aparte, con 300 doncellas, hermosas y bien parecidas, a su servicio. Luego criados, escuderos y otros hombres y mujeres, de modo que cada séquito alcanza a 10.000 personas. Cada vez que el señor quiere acostarse con una de sus mujeres la hace venir a su alcoba, y a veces va también al cuarto de ellas.

Tiene, además, muchas amigas, y os diré en qué forma. Hay una raza de tártaras que son muy hermosas; cada año eligen cien doncellas de las más agraciadas que hay en el reino, y son traídas al Gran Khan. Las hace guardar por las mujeres de sus barones, manda que con ellas se acuesten para saber si tienen buen aliento, si son vírgenes y sanas en todos sus miembros. Y las más hermosas, buenas y sanas las dedican al servicio del señor. Cada tres días y tres noches, seis de estas doncellas sirven al señor en su aposento, en su lecho y en todo cuanto necesitare. El Gran Khan hace de ellas lo que quiere, y ellas lo tienen en gran honor. Al cabo de tres días y tres noches estas damiselas se dan el cambio y son remplazadas por otras seis.




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- LXXXIII -

De los hijos del Gran Khan


El Gran Khan tiene 22 hijos varones de sus mujeres. El mayorazgo tenía por nombre Gengis, en recuerdo del buen Gengis Khan, y debía ser el futuro Gran Khan y señor de todo el Imperio; pero murió y recayó en un hijo suyo llamado Temur, y éste es el que está designado para heredar el Imperio y ser Gran Khan y señor. Y es por derecho, porque este Temur es hijo del hijo mayor del Gran Khan. Este príncipe es sabio, valiente y esforzado, y ya lo ha demostrado en varias batallas y acciones de guerra. El Gran Khan tiene otros 25 hijos más de sus amigas, que son buenos y valientes, y cada uno tiene el título de gran barón y algún mando en el ejército.

De los hijos que tiene de sus cuatro mujeres, siete son reyes de grandes provincias y reinos. Todos gobiernan con sabiduría, porque son barones, esforzados yvirtuosos. Y esto no es de extrañar, porque su padre, el Gran Khan, es hombre extraordinario y el mejor gobernante del Imperio, así como el más valiente entre los tártaros. Os hablé del Gran Khan y de sus hijos; ahora os diré cómo tiene su corte.




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- LXXXIV -

Del palacio del Gran Khan


El Gran Khan vive en la ciudad principal del Catai, llamada Cambaluc, durante tres meses del año: diciembre, enero y febrero; en esta ciudad tiene su palacio, del cual os quiero contar.

Hay ante todo un gran muro cuadrado, que por cada costado mide una milla, es decir que en su totalidad es de cuatro millas. Este muro es grueso y tiene por lo menos 10 pasos de elevación; es blanco y almenado. En cada esquina de la muralla hay un grande y magnífico palacio, en el cual guardan los arreos, las armas, las sillas y frenos de los caballos, cuerdas de arco, ballestas y todo lo necesario al ejército. En medio de cada muro hay un palacio semejante al del Gran Khan, de modo que en el recinto hay ocho palacios. Todos ellos contienen las colecciones de armas del Gran Khan, y es que uno lo dedica a las sillas, otro a los arreos únicamente y otro a coches y palanquines.

Esta muralla tiene cinco puertas al Sur; en el centro hay una puerta mayor, que no se abre más que para dar paso al Gran Khan; a los lados de esta puerta hay otras dos más pequeñas, por donde pasa la demás gente, y más allá hay otras dos grandes puertas, por donde pasan todos los que van a palacio.

Dentro de este recinto hay otro muro, más largo que ancho, dispuesto de la misma manera, con ocho pabellones y cinco puertas al Sur, idéntico al primero, sólo que por los costados no tiene más que una sola puerta. En medio de todos estos muros está el palacio del Gran Khan, que os describiré. Es inmenso, rodeado de un gran foso; no tiene entresuelo, pero el piso se eleva a 10 palmos del suelo. El techo es altísimo. Los muros de los salones y estancias están recubiertos de oro y plata y hay en ellos bellísimas pinturas de dragones, animales, pájaros, caballeros y damas y figuras de toda especie. La sala central es tan grande, que 6.000 hombres pueden comer en ella. Tiene tantos aposentos y habitaciones, por lo demás, que no hay mortal que supiera hacer otro mayor ni mejor ordenado.

El techo exterior está pintado de rojo, gualdo, azul y otros colores, tan bien barnizados, que relucen como cristales, y es tan sólido el barniz, que durará para muchos siglos.

Entre las dos murallas hay ricas praderas y alamedas de árboles preciosísimos, en los cuales corren y se solazan toda clase de animales: ciervos, llamas, gacelas, gamos y cebellinas, pero en recintos apartados y no por donde deben pasar los hombres. Hacia la diestra hay un lago que contiene toda clase de peces, pues el gran señor hizo que le llenaran de peces de toda especie, para tenerlos a su voluntad cada vez que los pidiera. Un gran río atraviesa el lago; pero todo está tan ingeniosamente dispuesto para que los peces no puedan escaparse, pues la embocadura del lado está protegida por un enrejado de alambre de cobre.

Hacia Poniente, lejos del palacio y en una colina, ha hecho levantar una explanada a más de cien pasos de altura y de un perímetro de una milla. Esta colina está cubierta de árboles que no pierden jamás su verdor y están perennemente lozanos. Cuando se mienta ante el Gran Khan un árbol curioso o bello, que se haya visto por alguna parte, lo hace traer por medio de los elefantes, con todas sus raíces y mucha tierra, para plantarle en esta colina. (Y por grande que fuera el árbol lo traería de esta manera.) De modo que posee los mejores árboles del mundo. Las paredes que suben a la colina son de mármoles verdes y malaquita, y así, entre el verde de los árboles y las piedras del mismo tono, todo aparece verde de color esmeralda, y por eso le llaman el Monte Verde.

Remata a este monte un soberbio palacio, verde también, y monte, palacio y árboles son tan bellos, que hacen las delicias de la vista. Y el gran señor los hizo construir para regalarse en ellos y complacerse.




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- LXXXV -

Del palacio del hijo del Gran Khan, que reinará después de su muerte


Debajo de su palacio hizo construir otro semejante al suyo, el cual es también perfecto. Éste es para su hijo, cuando llegue a reinar y sea gran señor. Por eso está hecho de igual modo y magnificencia que el suyo. Y Temur, hijo del Gran Khan, lo habitaba y seguía en él el mismo ceremonial y costumbres que su padre. Y esto lo hacía por orden del Gran Khan, que deseaba le guardaran a su hijo la misma consideración y le eligieran Gran Khan después de su muerte. También éste tiene la bola y los sellos del Imperio; pero no con la plenitud de poderes que tiene el gran señor.

Ya os he descrito los palacios, y ahora os describiré la ciudad de Katai, por qué fue fundada y cómo. En verdad, existía allí una grande y noble ciudad que llamaban Cambaluc, que en nuestro idioma significa la ciudad y por sus astrólogos supo que esta ciudad se sublevaría y crearía grandes dificultades al Imperio. Por esta razón el Gran Khan hizo construir otra ciudad más abajo, e hizo que los habitantes de aquélla se trasladaran a ésta; la de abajo se llama Taidu.

Tiene 23 millas de cintura; es cuadrada, y sus cuatro lados son perfectamente iguales. Está amurallada con muros de adobe y de tierra que miden 10 pasos de ancho por 20 de alto. En su base no tienen igual espesor que en la cúspide, pues miden sólo tres pasos en la parte superior. Estos muros son blancos y almenados. Tienen 12 puertas, y a cada lado de ellas se halla un hermoso palacio, de modo que a cada tres puertas corresponden cinco palacios, y éstos tienen grandes salas y arsenales, donde viven los guardianes.

Las calles de la ciudad están tiradas a cordel y son anchas, de modo que en ellas se abarca toda la perspectiva, y desde cada puerta se ve la otra que está enfrente. En la ciudad hay bellos palacios, hermosas mansiones, casas magníficas y amplias habitaciones. En medio de la ciudad encontraréis una torre que tiene una campana grandísima, que repica por las noches, para que nadie salga a la calle después de los tres toques.

Y cuando la campana sonó, nadie se atreve a salir, como lo mandan las ordenanzas, excepción hecha de un caso apurado por asistir a un enfermo o a una mujer que esté de parto. Y si esto hacen, deben proveerse de una luz o un farol. Cada puerta de la ciudad está guardada por 1.000 hombres, y no es por desconfianza, sino por honrar al gran señor que vive ahí y porque no quieren que los ladrones cometan villanías.

Os he contado de las ordenanzas de la ciudad; os contaré de la corte y otros hechos.




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- LXXXVI -

De cómo el Gran Khan se hace guardar por 12.000 hombres a caballo


El Gran Khan se hace guardar por 12.000 hombres a caballo, que llaman quesican, o sea caballeros fieles al señor, y esto no lo hace por temor, sino para demostrar su grandeza. Los 12.000 hombres son mandados por cuatro capitanes, tocándole 3.000 a cada uno. Éstos montan por turno la guardia cada tres días y tres noches, y allí están a mesa y mantel. Así turnan los 3.000 continuamente durante todo el año.

Cuando el Gran Khan se sienta a comer en cualquiera de sus cortes, tiene mesa aparte en un estrado más elevado que los demás y colocado mirando hacia Mediodía. Su primera mujer se sienta a la izquierda, un poco más abajo; un escalón más abajo se sientan sus hijos, nietos, sobrinos y parientes, personajes del linaje imperial, pero siempre de modo que sus cabezas lleguen a los pies del señor. Los demás dignatarios de la corte se sientan en otras mesas y aun algunos más abajo (sobre tapetes) que los príncipes de sangre imperial, y así de las mujeres. Todas las mujeres del hijo del gran señor y de sus hijos y parientes se sientan a la izquierda y más abajo, y así las mujeres de los dignatarios, y cada uno sabe el puesto que le corresponde según dispuso el gran señor. Las mesas están colocadas de modo que el gran señor las abarca todas con la vista, aunque son numerosísimas. Aparte de esto, comen en la corte otros 40.000 hombres más, pues acudeu forasteros con grandes presentes y de países lejanos y son gente de consideración; estos magnates vienen, por lo general, cuando el Gran Khan celebra sus ceremonias de corte.

En el centro de la sala donde el gran señor se sienta a la mesa, hay un gran recipiente de oro en forma de barril, con vasos más pequeños a los costados. Del guadamanil se saca el vino u otro brebaje para llenar una vasija de oro como para satisfacer a ocho o diez hombres. Ésta es llevada por dos coperos, del cual uno sirve y el otro tiene la copa de oro; así sirven a los caballeros y a las damas.

Todas estas vasijas, jarros y copas son de grandísimo valor, pues el Gran Khan posee una tal cantidad de vajilla de oro y plata que aun viéndolo no se puede creer.

Los que sirven los manjares y brebajes al Gran Khan son nobles barones y llevan la boca y nariz tapadas con servilletas recamadas de seda y oro para que con sus alientos no desfloren las comidas y brebajes del Gran Khan.

Cuando el Gran Khan bebe, todos los instrumentos se ponen a tocar, y los hay a fe en gran cantidad. Cuando el señor alza su copa en la mano, todos los barones y los circunstantes se arrodillan y prosternan ante él. En el banquete imperial los platos se sirven en gran abundancia y son innumerables.

Las damas acompañan siempre a sus barones a la corte. Una vez concluida la comida se reúnen en la gran sala central delante del gran señor, donde juglares, bufones y truhanes hacen toda clase de juegos y farsas y divierten a la corte, y todos hacen fiesta al gran señor.




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- LXXXVII -

Relato de la gran fiesta que celebra el Gran Khan el día de su aniversario


Los tártaros acostumbran a festejar su aniversario. El gran señor nació el día 28 de la luna del mes de septiembre, y ese día celebran la fiesta mayor, a excepción de la de primero de año, como os contaré luego. El día del aniversario de su nacimiento se viste el Gran Khan con un magnífico traje de paño de oro. Y más de 12.000 barones y dignatarios se atavían igualmente del mismo color y de manera parecida a la de su señor. No es que los atavíos sean tan suntuosos, pero son, sin embargo, de color y brocatel de oro y seda, con un gran cinturón todo de oro. Estos trajes los regala el gran señor a sus cortesanos. Hay trajes de éstos de ceremonia que son de gran valor, y las piedras preciosas y las perlas que llevan encima valen más de 10.000 bizancios de oro. Hay variedad de ellos, pues el Gran Khan regala 13 veces al año estos ricos trajes a estos 12.000 barones y caballeros para que se vistan como él. No hay otro señor que tal haga y que pueda sostener tan inmenso gasto.




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- LXXXVIII -

Continuación de la fiesta que celebra el Gran Khan el día de su aniversario


Todos los tártaros del mundo y todas las provincias y regiones hacen grandes presentes el día del cumpleaños del Gran Khan, cada uno según está estipulado y como conviene que lo haga. El gran señor ha destinado a 12 barones para dar la señoría a estos hombres según lo que trae cada uno de ellos. Y ese día oran los idólatras, los cristianos y los sarracenos y el pueblo para que le conserve la vida y le colme de alegrías y de prosperidad. Esas horas pasan en medio del regocijo general, festejándolas con gran pompa. Pero dejemos esto para hablar de otra gran fiesta que celebran al empezar el año, que ellos llaman la fiesta blanca.




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- LXXXIX -

De la fiesta que celebra el Gran Khan el primero de año


El primero de año es para ellos en febrero, y lo celebran muchísimo. Es costumbre que ese día, tanto el Gran Khan como todos sus súbditos, hombres y mujeres, se vistan de blanco. Lo hacen porque consideran que el blanco es símbolo de gran alegría, y, además, porque creen que todo el año gozarán de bienaventuranza si lo empiezan bien. En esa fecha todos los vasallos de las provincias y regiones más lejanas le traen magníficas ofrendas de oro, plata y piedras raras y ricos brocateles blancos. Así, para todo el año tiene una cantidad de tesoros. También entre el pueblo y los barones y nobles señores es costumbre se regalen entre ellos objetos blancos, deseándose mutuamente salud y prosperidad.

Es asimismo usanza presentar al Gran Khan en obsequio más de 100.000 caballos blancos. Y ese día llegan comitivas de más de 5.000 elefantes cubiertos de magníficas gualdrapas bordadas de pájaros y flores. Lleva cada uno en el lomo dos ricas alforjas bordadas con estuches muy bellos y lujosamente trabajados conteniendo vajilla, arreos magníficos, que suelen ser comúnmente blancos. Y llegan caravanas de camellos cubiertos de ricos paños de oro y cargados con las cosas necesarias a la fiesta,y todos pasan ante el Gran Khan. Esta comitiva es la coga más grandiosa que darse pueda, y por la mañana, antes que las mesas estén preparadas, todos los reyes, duques, marqueses, condes, barones y caballeros, astrólogos, médicos, buhoneros y otros oficiales y comandantes de tierra y mar vienen a la gran sala delante del señor, y los que no caben en ella se quedan afuera de manera que pueda verlos el Gran Khan, a presentar sus credenciales y oficios. La comitiva se forma de este modo: Ante todo, sus hijos, sus sobrinos y los de su linaje imperial. Luego, los reyes; después los buques y las maestranzas, unos tras otros como tienen que seguir según la jerarquía. Y cuando todos se han colocado en sus respectivos puestos viene un sacerdote que dice en alta voz: «Inclinaos y adorad». Y a la voz del sacerdote todos se inclinan, tocando la tierra con la frente, y adoran al Gran Khan como si fuera un dios. Y esto lo hacen cuatro veces seguidas. Van luego a un altar que está muy adornado, y sobre este altar hay una tabla bermeja en la cual está escrito el nombre del Gran Khan y delante un magnífico incensario. Con él inciensan la tabla y el altar con reverencia y vuelven a sus sitios respectivos, presentando sus ofrendas que son de la riqueza que podéis suponeros.

Hecho esto, y habiendo visto el gran señor con gran complacencia todo este ceremonial, se ponen a comer y se sientan por orden y jerarquía, como os he contado ya en el otro capítulo. Os he hablado de la fiesta blanca; os contaré ahora de los trajes que el Gran Khan regala a los barones para que asistan a estas ceremonias.




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- XC -

De los 12.000 barones que asisten a las fiestas


Sabed en verdad que el Gran Khan ha dispuesto 13 fiestas a las cuales deben asistir los 12.000 barones que llaman quecican, o sea, los más próximos feudatarios del Imperio. A cada uno le da 13 trajes de colores variados bordados en perlas, alfójar y piedras preciosas de grandísimo valor. Les regala también calzas de gamuza bordadas finamente con hilos de plata, y todo esto tan recamado y rico, que cuando se han revestido con estos adornos tan nobles y suntuosos parece cada uno rey. Hay un traje designado para cada una de las 13 fiestas, teniendo el Gran Khan otros semejantes y parecidos, aunque bordados con más magnificencia; pero es de rigor que los barones ostenten el mismo día un traje parecido al del gran señor y en los mismos colores que esté.

Os he hablado de los 13 trajes que tienen los 12.000 barones, lo que hacen 156.000 trajes, que valen un tesoro. Sin contar calzas, botas y cinturones de oro, que valen otros tantos patrimonios, y todo esto lo hace el gran señor para que sus ceremonias resulten brillantes y fastuosas.

Os diré una cosa más maravillosa aún de las que os llevo contadas en este libro. Sabed que un gran león es traído al pie del señor en estas ceremonias, y cuando le ve se hecha a sus pies y se humilla como si lo reconociera por dueño y señor. Y así queda postrado ante él sin cadena y en plena libertad, lo que es verdaderamente prodigioso.

Dejemos esto y os contaré de una gran cacería ordenada y dirigida por el Gran Khan.




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- XCI -

De cómo el Gran Khan dispone para que le traigan los venados


Mientras el Gran Khan vive en la ciudad de Catai los tres meses de diciembre, enero y febrero, ha establecido que sesenta días todos sus oficiales deben cazar y dedicarse a la cetrería. Y es costumbre que cada señor o capitán le traiga grandes piezas, como jabalíes, ciervos, corzos, gamuzas, osos y otros animales de caza mayor. Así, que todos deben dedicarse a la caza. Y estos animales, después de destripados y bien mondos, los ponen en carretelas y los envían al gran señor. Y esto durante treinta días, así que llegan en grandes proporciones. Los que viven en reinos más retirados se las mandan ya cocidas y adobadas, porque el camino es largo y se echarían a perder. Os he hablado de la caza y de los venados; os hablaré de las fieras que tiene el gran señor.




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- XCII -

De los leones, leopardos, lobos, linces, gerifaltes, halcones, búhos, gavilanes y otros pájaros


El gran señor tiene leopardos en cantidad, que sirven para cazar y coger otras piezas. Tiene lobos adiestrados en la presa de otros animales y que son excelentes cazadores. Tiene grandes leones, más fieros que los de Babilonia, de pelo de bello color, leonado de blanco, negro y bermejo. Éstos suelen estar adiestrados para la caza del jabalí; tiene bueyes salvajes, pollinos, osos, ciervos, cervatos, gamos y otros venados.

Y es cosa bella el mirar cómo estos leones apresan a las fieras. Van de caza con los leones en carretas, acompañados de un perrito. Hay además águilas que están adiestradas para cazar lobos, zorros y gacelas, y las que combaten contra los lobos son grandes y terribles, pues no hay lobo que se salve de las garras del águila.

Os quiero hablar ahora de las jaurías de perros que tiene el gran señor.




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- XCIII -

De los hermanos del Gran Khan que están al cuidado de los perros de caza


El gran señor tiene dos barones que son sus hermanos carnales, el uno llamado Baian y el otro Mingan. Tienen el título de «ciunci», es decir, los que guardan al perro mastín. Cada hermano tiene 10.000 hombres a sus órdenes, que visten de rojo y azul; cada vez que van de caza con el gran señor visten este atavío. De estos 10.000 hombres hay 2.000 que llevan a la mano un perro mastín o dos. Cuando el Gran Khan va de caza, uno de sus hermanos, llevando sus 10.000 hombres con sus 5.000 perros, le acompaña, mientras el otro, con igual cantidad de hombres y perros, va por el otro lado. Y van tan bien ordenados, que se despliegan en fila en una jornada de marcha y no hay fiera que quede viva a su paso. Y es un espectáculo admirable ver cómo perros y cazadores se desenvuelven en esta cacería. Es sorprendente, cuando cabalga el gran señor en las landas, ver venir a su encuentro a sus perros con presas de ciervos y otros animales; lo que resulta, sin duda alguna, un espectáculo tremendamente bello.

Os conté de los perros de caza; os diré en lo que emplea el tiempo otros meses del año.




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- XCIV -

De cómo se ocupa de cetrería


Pasados los tres meses de residencia en la ciudad que os nombré, se va en el mes de marzo hacia Mediodía hasta el mar Océano, llevando consigo 10.000 halconeros y 5.000 entre gerifaltes y halcones peregrinos, halcones sagrados para cazar en el río. Y no los tiene sólo consigo, sino que los divide en grupos de 200, 100 y más; éstos apresan a los pájaros y los traen al gran señor. Mientras éste caza con su gerifalte, hay 10.000 hombres distribuidos de dos en dos, que se llaman «toscador», o sea buhoneros, que vigilan y guardan, y cada uno lleva su reclamo o señuelo a capirote para que cuando fuera menester pueda cobrar su halcón. Y cuando el señor suelta sus pájaros no ha menester que los siga, que ya están ahí sus hombres para recogerles y socorrerles si así lo necesitan.

Y todos los pájaros del Gran Khan tienen en las patas un escudete de oro pegado a los cascabeles, y también así acostumbran tenerlo los de los barones, en el cual dice el nombre del pájaro y el de su propietario. De modo que si se extravía puede ser devuelto a éste, y si no se encontrara el dueño hay un barón llamado «bularguci» que se encarga de hacerlo buscar a los guardas. Y cuando se extravía un caballo, una espada, un venablo o un pájaro, o cualquier cosa, se lo llevan a este oficial para que lo guarde hasta encontrar su dueño, y aquel que no se lo llevare inmediatamente es tenido por un ladrón y pueden prenderle. Así es que el que haya perdido un objeto acude a este barón, que se lo entrega al instante. Y éste se encuentra siempre muy a la vista con su pendón para que todos puedan acudir a él con presteza. De modo que nada se pierde que no sea restituido.

Si el Gran Khan caza cerca del mar Océano tiene mil ocasiones para apresar cuantos pájaros quiera, y no hay placer comparable a éste.

El Gran Khan va siempre encima de su elefante en un pabellón de caza forrado en su interior por brocatel de oro repujado y cubierto exteriormente de piel de león. Allí se custodian los mejores gerifaltes. Sale a la caza en un elefante, rodeado de los barones, y cuando éstos le señalan las grullas, hace que entreabran el techo de su pabellón y lanza los gerifaltes y azores. Y allí contempla con gran regocijo y satisfacción, tendido en su lecho, el espectáculo del gerifalte persiguiendo a las grullas. Y sus barones le dan escolta. Nadie en el mundo puede experimentar mayor deleite cual este señor cuando va de caza.

Hay otro paraje, llamado Cacciar Hodun, donde también posee uno de estos pabellones, y allí encuentra a sus amigas y a su numerosa corte, compuesta de 10.000 personas. Os describiré el tal pabellón: es tan amplio, que sus cámaras son capaces de contener 1.000 caballeros, y la puerta mira hacía Mediodía. Cerca de ésta hay otra hacia el Oeste, en donde mora el señor en persona. Allí es donde da audiencia a sus vasallos, y detrás de esta sala se halla aparejada la alhania o alcoba. Todo alrededor hay otros pabellones que sirven para el séquito. Las tiendas son hechas de esta manera: en medio tienen tres columnas de madera olorosa, muy bien labrada; exteriormente están cubiertas con pieles leonadas, blancas, rojas y negras, también trabajadas, que ni el viento ni la lluvia las puede dañar. En el interior las paredes van recubiertas de armiño y de cebellinas, que son las dos pieles más preciadas que existen, pues la piel de cebellina que se necesita para hacer un traje de hombre costaría 2.000 bizancios si es de la mejor y 1.000 si es de calidad inferior. Y el tártaro la llama la reina de las pieles. De estas dos clases de pieles están recubiertas las dos grandes cámaras del Gran Khan, cosidas con tal destreza que encanta el verlas, y la alhanía donde duerme el señor es también por fuera de piel de león y por dentro de cebellinas y de armiño. Los cordones que ligan las cañas del pabellón son trenzados en seda y burato y de tan primorosa labor que ni un rey podría pagarse este lujo.

Rodean a estos pabellones otros semejantes, y las amigas del Gran Khan tienen los suyos, así como los gerifaltes que se hallan custodiados en otros más lejos. Este campamento está lleno de gente; es toda una población de astrólogos, médicos, halconeros y otros oficiales la que compone el séquito del Gran Khan. Y la estancia del señor en esos parajes dura hasta la primavera, que cae por nuestra Pascua de Resurrección. Y pasa el tiempo en estas delicias cazando en los lagos y en tierra, apresando grullas, cisnes y otros mil pájaros.

Ningún mercader, ni artesano, ni villano puede tener ni perros de caza, ni halcones, ni pájaros, ni dedicarse a la cetrería a 20 leguas a la redonda de donde mora el señor. Sólo en otras provincias remotas pueden cazar y adiestrar pájaros a voluntad.

Y hasta donde alcanzan sus feudos no hay rey, ni duque, ni barón que se atreva a cazar liebres, ni reses, ni venado en tiempo de veda. Y el que contraviniere a este edicto se arrepentiría en verdad, porque así lo ha dispuesto el gran señor. Y es tal la obediencia y el acato a su soberana voluntad, que liebres, gamos y otros animales vienen pacíficamente hasta entre los hombres, que les pueden acariciar, pero se guardarían muy bien de hacerles ningún daño.

Y hasta Pascua de Resurrección queda el gran señor disfrutando de esos pagos, para volver a su ciudad de Cambaluc, con sus gentes y su corte, por la misma ruta que había emprendido al venir.




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- XCV -

Más relatos sobre la corte del Gran Khan


Al volver a su muy amada villa de Cambaluc se instala en el palacio mayor y celebra tres días de fiesta con su corte y sus mujeres.

Y pasados los tres días se recoge en la ciudad alta, que, como os dije, hízose construir, llamada Ciandu, o sea el palacio de mimbres rodeado por la gran pradera. Allí pasa el estío, porque es una región fresca preservada de la canícula. Allí queda desde el primero hasta el veintiocho de agosto, día en que hace desparramar la leche de sus yeguas blancas, como os conté más arriba en mi narración. Vuelve luego durante seis meses a la ciudad de Cambaluc para celebrar en ella su aniversario en el mes de septiembre, y permanece allí octubre, noviembre, diciembre, enero y febrero, que es el mes en que cae la fiesta blanca. Desde el primero de marzo a mitad de mayo va a orilla del Océano, como os tengo contado; luego vuelve durante tres días a su capital, celebrando fiestas, saraos y entretenimientos con sus mujeres, y son días de júbilo y de alegría para toda la corte, pues maravilla el ver con la solemnidad con que celebran estos tres días.




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- XCVI -

De la ciudad de Cambaluc, de su grandeza y su numerosa población


Hay una multitud de casas entre el centro, la villa y los arrabales de esta ciudad; hay tantos arrabales como puertas, y en éstos vive tanta gente como en la ciudad. En ellos se hospedan los mercaderes que vienen a sus negocios, y acuden en gran número a causa del Gran Khan, que hace que la ciudad sea un espléndido mercado.

Los palacios en los arrabales y en la ciudad son también muy hermosos, pero no llegan al del Gran Khan.

En la ciudad no se entierra a ningún hombre. Y a los idólatras los van a incinerar más allá de los arrabales; allí también dan enterramiento a los demás muertos.

En el recinto de la ciudad no puede vivir ninguna pecadora o mujer de malas costumbres; son las damas del gran mundo quienes sirven a los hombres por dinero, y aun éstas viven en los arrabales. Eso sí, allí las hallaréis en gran número: hay 20.000 cortesanas que mercan sus favores. Y son muy necesarias por el tráfico inmenso de la ciudad. Podréis daros cuenta de la cantidad de gente que reside en Cambaluc y pasa por ella, por el número crecido de sus meretrices.

En Cambaluc se mercan los objellos más raros yde más valor. Primeramente, de las Indias vienen cargamentos de alhaites, piedras preciosas, perlas finas, joyas y preseas; son traídas a esta ciudad.

De la provincia de Catai y de los demás reinos afluyen todas las mercaderías. Naturalmente que esto sucede por la gran cantidad de compradores y de gente allí reunida en la corte del Gran Khan, por los huéspedes ilustres, las damas, sus barones y dignatarios y por lo que compra el gran señor.

Cada día entran más de 1.000 carretas de sederías o de ingredientes para fabricarlas, porque en Cambaluc se teje el paño de oro, las bayetas de seda, los grodetures y tafetanes. En los alrededores de la ciudad hay otras pequeñas villas que viven todas de lo que compra la capital.

Y ahora os hablaré de la «Ceca» y de la moneda que se acuña en esta misma ciudad y veréis las riquezas del gran señor y cómo puede gastar cuanto se le ocurra y más de lo que os dije.




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- XCVII -

De cómo el gran señor acuña moneda


También es Cambaluc la Ceca del gran señor. Arreglolo de tal manera que el Gran Khan posee el secreto del alquimista más avisado. Hace acuñar monedas del modo siguiente: toman la corteza de los árboles (moreras por lo general, de las que el gusano de seda devora la copa), y de la membrana que hay entre la corteza y el tronco suelen hacer una pasta como la del papiro, de color muy moreno, casi negro. A estos papeles o tarjetas las hace cortar de varios tamaños, por lo general como tarjetas largas y estrechas. Una pequeña, a la cual le da el valor de la mitad de un sueldo; otra mayor, que vale un sueldo; otra de medio ducado de Venecia, y otra de dos ducados, y otra de cinco, y otra de diez. Otra hay que vale un bizancio, y otra de tres bizancios, y así hasta diez bizancios. Todos estos papeles o tarjetas son sellados con el signo del Gran Khan. Hace fabricar tal número de ellos, que puede comprar fácilmente todos los tesoros de la tierra. Y una vez estampillados, los hace repartir por todas las provincias, reinos y señoríos y paga con ellos todas sus cuentas. Nadie puede desechar esta moneda, so pena de muerte. Y todos los mercaderes toman esos papeles en pago de sus mercancías y con ellos se pagan las perlas, las joyas, el oro y la plata. Y el papel que vale diez bizancios no pesa ni uno. Y mientras varías veces al año llegan los mercaderes con perlas, piedras finas, oro y plata, el gran señor llama a 12 sabios que son los elegidos para estas cosas y son muy duchos en la materia, les manda que examinen las cosas que traen los mercaderes y que las justiprecien y les paguen lo que valen. Y estos 12 barones les pagan el precio en esa moneda de papel.

Los comerciantes lo aceptan con gran placer, porque con ellas pueden a su vez comprar cuanto quieran. Y así el Gran Khan hace pagar con esas tarjetas mercancías que valen sus 400.000 bizancios.

Y una vez al año se publica un bando diciendo que todos los que posean oro, piedras y plata lo lleven a la Ceca y le serán trocados por ese papel moneda. De esta manera el gran señor acumula tesoros incalculables de plata, oro y piedras finas.

Cuando estos papeles se rompen, o ensucian, o deterioran, se los llevan a la Ceca, donde los cambian por nuevos con una disminución del 3 por 100. Y cuando un hombre quiere adquirir un cinturón de oro, una vajilla de plata o joyas y preseas se va a la Ceca del Gran Khan y le lleva los papeles en pago del oro y plata que compra al barón que dirige la Ceca.

Y ya veis cómo el gran señor puede tener, y tiene, los mayores tesoros del mundo.

Os he contado de las cosas referentes a la moneda, y ahora os contaré de la nobleza y señorío.




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- XCVIII -

De los 12 barones que asisten en sus actos al Gran Khan


El gran señor escogió a 12 hombres de los más principales de su reino entendidos en todos los negocios que conciernen las 33 provincias. Os diré su ordenamiento y facultades.

En primer lugar habéis de saber que los 12 barones viven en un palacio espacioso, con inmensas salas, en la ciudad de Cambaluc; cada provincia tiene un juez, un notario y un escribano, que viven en este mismo palacio, pero cada cual en su departamento. Y este juez y escribano deciden de todos los negocios que conciernen a las provincias de las que son diputados, pero están a su vez sometidos al mando de los 12 barones. Estos 12 barones son poderosos: ellos eligen a los señores y gobernadores de las provincias. Les señalan según sus méritos al Gran Khan, que los ratifica en sus cargos, dándoles una tableta de oro, tal como conviene a su señorío. Y estos barones deben también reunir y formar las huestes para la guerra, siempre con la venia del gran señor.

Al Consejo le llaman «Scieng», es decir, la Suprema Corte, y nadie hay más poderoso que ellos, salvo el Gran Khan. El palacio en que viven se llama también «Scieng», y ésta es la mayor dignidad que hay en la corte del gran señor, pues tienen derecho de hacer cuanto les place. No os hablaré del gobierno de las provincias, porque lo dejo para más adelante con más pormenores. Y dejemos esto para contaros cómo el Gran Khan envía a sus estafetas y de qué modo aparejan sus caballos.




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- XCIX -

De cómo desde la ciudad de Cambalue se va por diferentes vías a las provincias


De la ciudad de Cambaluc, parten varias carreteras, que van por determinadas provincias, y cada una se llama con el nombre de provincia adonde lleva. Y es cosa hecha con muy buen juicio y muy bien ordenada. Cuando un correo parte de Cambaluc y ha recorrido 25 millas, encuentra un puesto llamado «iant» en su lengua, y en la nuestra posta. Y en cada posta encuentra un palacio muy grande, en donde los embajadores y emisarios del Gran Khan pueden alojarse. En estas ventas tienen camas con colchas de seda y demasquinos y todo lo que conviene para hospedar a personas de importancia. Y si un rey bajara en ellas quedaría satisfecho. Cada posta cuenta con 400 caballos de repuesto, según lo ha establecido el gran señor, siempre prontos a continuar la ruta. A cada 25 o 30 millas hay las tales postas (en las carreteras principales se entiende). Y esto en todo el Imperio del Gran Khan.

Hasta en parajes, alejados, donde escasea el poblado y no hay hospedería ni albergues, ha dispuesto el Gran Khan que haya estas postas, con sus casas cómodas y caballerías y arneses.

Así es que los embajadores, heraldos y estafetas del Gran Khan encuentran en todas partes donde cobijarse y caballos de repuesto.

Esto no hay emperador, ni rey, ni ningún otro hombre que lo disfrute con tanta largueza.

De modo que hay más de 200.000 caballos dedicados a las postas para los correos y estafetas, y más de 10.000 palacios amueblados a este objeto.

Hay en las pequeñas aldeas, de tres en tres millas, un hombre con un relevo. Lleva una gran cintura llena de monedas o colgantes de hierro, para que suenen de lejos cuando galopa. Éstos van como el viento, pero nunca más allá de tres millas, y el que le oye venir se apronta a relevarle. Se entregan de uno a otro por medio del escriba, que tiene obligación de reseñarlo, una pequeña tarjeta, y por medio de estas estafetas tiene el Gran Khan las nuevas de diez jornadas de distancia en un día y una noche (pues no emplean más estos hombres en hacer el recorrido de cinco jornadas). Y en dos días y dos noches llegan las noticias de veinte jornadas, y en diez días y sus noches las que vienen de cien días de distancia. De modo que estos hombres rinden en un día el fruto de diez jornadas. Éstos están exentos de toda alcabala, y el Gran Khan les remunera con largueza.

Y para los caballos que esperan el relevo se arregla el gran señor del modo siguiente, y pregunta: «¿Cuál es la ciudad más próxima a la posta?». Averigua con qué cantidad de caballos puede contar como tributo en esa ciudad, y así provee la posta. De modo que no le cuesta nada al gran señor, a menos de que no se trate de lugares apartados y distantes en los cuales esté obligado a proveer las postas con sus propios caballos.

Cuando es menester que un heraldo llegue pronto para traer la noticia de la rebelión de una provincia, corren 200 millas en un día y hasta 250. Cuando quieren correr la posta tan rápidamente y hacer tantas millas en un día, les entregan la tabla del gerifalte con la expresa nota que tienen algo importante que comunicar y es menester lleguen como el rayo. Si son dos, se ponen en camino con dos buenos caballos fuertes y resistentes. Se vendan el vientre y atan la cabeza y corren hasta llegar al puesto o a la posta de 25 millas, y allí encuentran el relevo de caballos frescos y aparejados. Montan en la silla y continúan a todo correr hasta la posta siguiente, en donde encuentran otro relevo pronto, y así hasta la noche. Y de este modo estas estafetas hacen 250 millas para traer las noticias al gran señor.

Dejemos esto de las postas, que os hemos relatado minuciosamente, y os contaré una gracia que el gran señor concede dos veces al año.




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- C -

De cómo el Gran Khan ayuda a sus súbditos cuando tienen malas cosechas o pierden el ganado


Tiene el Gran Khan por costumbre mandar emisarios para enterarse del estado de las cosechas en sus provincias, y si han sido perjudicados los labradores por el granizo, pedrisco u otra calamidad, y si hay gente que ha sufrido de estos males les perdona por ese año el pagar el tributo, les hace dar grano para la siembra, para que coman, y esto por bondad de corazón. Esto en el estío; en invierno hace la misma cosa para el ganado. Si un hombre ha perdido sus animales o sus bestias por una epidemia o por accidente, les hace dar el suyo propio y les perdona el pecho por este año.




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- CI -

De cómo el Gran Khan hace plantar árboles en los caminos


Ha ordenado que por las carreteras por donde pasa la posta, los mercaderes y los peregrinos, se planten árboles, de dos en dos, a los lados del camino. Estos árboles son tan grandes, que se ven de lejos. Y esto para que nadie pierda de vista la carretera y no se aparte de ella. Y los encontraréis en regiones desiertas, muy útiles para los viandantes, que no pierden el camino, y los hay en todas las provincias y en todos los reinos.




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- CII -

Del vino que beben en Catai


Los habitantes de Catai beben un vino que preparan del modo siguiente: Hacen una bebida con arroz fermentado y otras especias, y lo elaboran de tal manera que es mejor que cualquier otro vino, porque es muy ardiente.

Y ahora os contaré de unas extrañas piedras, que ellos logran quemar como la madera.




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- CIII -

De una especie de piedra que arde como la madera


Hay en toda la provincia de Catai una clase de piedras negras, que sacan de la montaña, como los minerales, y queman como si fueran zoquetes de madera. Es decir, que el f uego es más intenso y resistente que el de la madera, y si las encendéis por la noche y prenden bien, os durará la candela hasta la mañana siguiente. Y en toda la provincia de Catai queman de esas piedras. No faltan, sin embargo, bosques para quemar madera; pero esas piedras cuestan menos y duran más.

También os contaré de cómo el Gran Khan se ocupa de que el trigo se abarate.




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- CIV -

De cómo el Gran Khan hace almacenar trigo para proveer a su gente en tiempo de calamidades


Cuando llega un buen año y cosecha abundante, y el gran señor ve que hay mucho en el mercado, hace recoger una buena cantidad y llenar bien los graneros y arreglarlos de modo que puedan durar tres o cuatro años. Con esto quiero decir que hace almacenar toda clase de cereales: trigo, cebada, alpiste, arroz y demás, y de todo esto recogen en gran cantidad.

Cuando el trigo llega a faltar o sube mucho de precio, saca él de sus graneros, y si la fanega cuesta un bizancio, hace distribuir cuatro fanegas a cada hombre. Y así todos tienen trigo en abundancia. De este modo, el gran señor provee para que en tiempo de hambre sus súbditos no padezcan. Y lo mismo ordena que se haga en sus tierras y señoríos.




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- CV -

De cómo el Gran Khan hace la caridad a los pobres de su Imperio


Y os contaré cómo hace la caridad a los pobres en la ciudad de Cambaluc. Se preocupa de las familias pobres de seis, de ocho y de diez miembros, y si no tienen que comer les hace dar trigo y toda clase de vituallas. También los que van por pan a la corte o a palacio nunca vuelven con las manos vacías, y eso que van más de 30.000 personas diarias durante todo el año. Y es gran bondad del señor hacia su pueblo, que así le quiere y le venera como a un dios.

De Cambaluc iremos a Catai, a ver las grandes cosas que contiene.




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- CVI -

De la provincia de Catai y del río Pulisanghin


Sabed que micer Marcos en persona fue enviado como embajador por el Gran Khan hacia Poniente, y se ausentó de Cambaluc y viajó por espacio de cuatro meses. Os referiré lo que vio a la idea y al retorno.

Partiendo de la ciudad de Cambaluc, a 10 millas, hay un río llamado Pulisanghin, que desemboca en el Océano, y sobre el cual transportan muchas mercaderías.

Mide 300 pasos de largo por ocho de ancho. En este río hay un hermoso puente de piedra de 24 arcos y 24 pilastras de mármol gris, magníficamente entrelazadas. A cada lado del puente hay una columnata de mármol, que corre a lo largo del pretil; cada columna tiene por base la figura de un león y está rematada en su cúspide por otro león grande y bien labrado; a un paso y medio de esta columna hay otro semejante, con los leones por base y remate, y de una columna a otra hay un parapeto de mármol gris, para que los hombres no caigan al agua. Y así, una tras otra, hasta el cabo del puente,que es de una bella construcción.




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- CVII -

De la gran ciudad de Giongiu


A 30 millas hacia Poniente de este puente se encuentran habitaciones lujosas y viñedos y campos y una gran ciudad llamada Giongiu. En ella hay varias abadías idólatras. Viven del comercio y la industria. Tejen en ella el paño de oro y los brochados de seda; hacen magníficos cendales y hay muchas hospederías para los viajeros.

Al salir de la ciudad y a una milla de ella hay dos caminos, uno hacia Poniente y otro hacia Occidente; el de Poniente llega hasta Catai, y el de Occidente a la provincia de Catai, siempre cuajadas de ciudades, castillos, fábricas, alhóndigas y grandes zocos, campos, viñedos y muchos monumentos.

Os contaremos del reino llamado de Taianfu.




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- CVIII -

En donde se habla del reino de Taianfu


Al salir de Giongiu, después de diez jornadas de marcha, se halla el reino de Taianfu. La capital tiene también el mismo nombre; es grande y bella; en ella hay mucho tráfico y mucho arte. En esta ciudad fabrican arneses, necesarios al ejército del gran señor. Hay viñedos y vino excelente, y la misma ciudad es la que surte a la provincia. Hay criaderos de gusanos de seda y mucha industria en buratos y sedas.

De Taianfu se cabalgan siete jornadas a Poniente, en una rica región con villas, castillos, fábricas y almacenes. Hay un continuo vaivén de mercaderes, y al cabo de siete jornadas se encuentra una ciudad llamada Pianfu, también muy comercial. En ella fabrican sedas en cantidad. Y ahora hablaremos de otra gran ciudad, llamada Cacianfu; pero ante todo mencionaremos un magnífico castillo llamado Caiciu.




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- CIX -

En donde trata de un castillo llamado Caiciu


A dos jornadas a Poniente de Pianfu hay un bello castillo, llamado Caiciu, que hizo construir antaño un rey llamado Dor. En este castillo hay un gran palacio, que en una de sus amplias salas contiene una colección de retratos y pinturas de todos los reyes que reinaron antiguamente en esta provincia y han ido dejándolos a su paso. Del rey Dor os contaré una historia interesante que pasé entre él y el Preste Juan, y que narran las gentes del lugar. Es verdad que este rey Dor era enemigo del Preste Juan, pero estaba tan bien fortificado en su castillo que aquél no podía hacerle daño alguno, por lo cual se sentía muy molesto y furioso. Siete criados del Preste Juan le retaron y le dijeron que le traerían vivo al rey Dor. El Preste Juan les contestó que si esto hacían no les había de pesar y sabría recompensarlos, así que decidieron hacer lo siguiente: se fueron en compañía de sus escuderos y le dijeron al rey Dor que venían del extranjero para servirle. El rey les acogió gozoso y les contestó que eran los bienvenidos.

De esta manera los siete criados empezaron a servirle. Dos años quedaron a su servicio, y el rey les tomó gran apego y se fiaba de ellos como de sus propios hijos. Y escuchad lo que hicieron estos malvados (¡que nadie puede librarse de los hombres desleales!) Cuando vieron que el rey estaba indefenso, dieron por llegado el momento de ejecutar su proyecto. Dijéronle al pronto al rey que tendría que seguirles y que si no le matarían. El rey, extrañadísimo, exclamó: «¡Cómo, amados hijos! ¿Adónde queréis que vaya?». «Vendrás -dijeron- con nosotros hasta nuestro señor el Preste Juan».




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- CX -

De cómo el Preste Juan hizo apresar al rey Dor


Cuando esto oyó entró en gran aflicción: «¡Tened piedad de mí! ¿Cómo es posible que habiéndoos colmado de honores en mi palacio queráis librarme en manos de mi enemigo? ¡Si esto hacéis, seréis unos villanos y malandrines!». Éstos dijeron que así debía ser. Y le llevaron ante el Preste Juan. Y al verle el Preste Juan, gozábase en su venganza. Mandó que le encerraran en un calabozo y que le guardaran las fieras, para significarle su desprecio y que le consideraba tan vil como a ellas. Así le tuvo dos años, y al cabo de ellos le hizo venir a su presencia y le dijo: «Ya ves que no eres de talla como para hacerme la guerra y no puedes medirte conmigo». Así lo reconoció humildemente el rey Dor. Entonces el Preste Juan, al verle tan bueno y mansueto, le dio ricos caballos y arneses, le vistió de brocado de oro y, haciéndole acompañar por brillante escolta, le devolvió a su reinado, y desde ese tiempo fue su amigo y aliado.




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- CXI -

En donde se habla del gran río de Caramoran


A 20 millas hacia Poniente se encuentra un río llamado Caramoran, que es tan grande que desemboca en el Océano. A sus orillas hay grandes poblaciones y mucho tráfico. En sus riberas crece el jengibre y el cinamomo. Hay tanta multitud de pájaros, que por tres faisanes se da un sueldo, es decir, un aspro, que vale un poco más.

A dos jornadas del río se encuentra la noble ciudad de Cacianfu. Los naturales son idólatras, y los de la provincia de Catai lo son igualmente. Es una ciudad industriosa y comercial; hay gran mercado de sedas. Tejen en ella brocados de oro y de seda de todas clases, y de allí vamos a la cabeza del reino, llamada Quengianfu.




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- CXII -

De la gran ciudad de Quengianfu


Y cuando se deja la ciudad de Cacianfu se cabalgan ocho jornadas hacia Poniente, encontrando siempre amenas praderas, poblaciones, ciudades, aldeas y castillos, jardines y campos fertilísimos, y se llega a la ciudad de Quengianfu. Toda la comarca está llena de moreras, en las cuales anidan los gusanos de seda; los habitantes son idólatras. Hay abundancia de pájaros y toda suerte de bichos. Es gran ciudad comercial e industrial. Quengianfu fue capital poderosa del reino y tuvo muchos reyes buenos y justos, y hoy la rige un hijo del gran señor, llamado Mangalai; su padre le confió este reino y le hizo coronar aquí; es muy amado de sus súbditos. Los huéspedes que moran en torno a su palacio tienen gran solaz de venación. En el arrabal en donde está este palacio hay una llanura rodeada de lagos, ríos y riachuelos; por él corren numerosas fuentes. Hay una muralla robusta, que rodea la ciudad, y tan hermosa que no puede dibujarse mejor. Las estancias son amplias y pintadas, con friso de oro repujado. El rey Mangalai es justo y ecuánime y muy querido de sus súbditos; la guardia vive en los alrededores de palacio y se alimenta de la caza, que tiene a su albedrío.

Nos internaremos en la montaña para contaros una provincia muy pintoresca, entre riscos, que se llama Cuncun.




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- CXIII -

De los confines de Catai y Mangi


Dejando Mangalai, se marchan tres días hacia Poniente por una hermosa llanura cubierta de ciudades, villas, castillos y aldeas, ricas en sedas y abundante en frutas. Al cabo de las tres jornadas se llega a un país de altas montañas, y valles muy hondos, que es la provincia de Cuncun. Entre los riscos y peñascales hay aldeas y fortalezas. La gente es idólatra y vive de la caza y de la agricultura. En los bosques hay muchas fieras: leones, osos, lobos, gamos, ciervos, de modo que la gente que los caza vende sus pieles y saca gran provecho de ellas. Cabalgando veinte jornadas entre riscos no se deja, sin embargo, de encontrar castillos y poblados, y en ellos muy buenas hospederías para el viandante, en donde puede descansar y solazarse. Y vamos a otra provincia.




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- CXIV -

De la provincia de Acbaluc Mangi


Después de veinte jornadas entre las montañas de Cuncun se llega a la provincia de Acbaluc Mangi, que abarca una inmensa llanura. También esta zona está muy poblada. Los indígenas son idólatras. Viven del comercio y de la industria, y crece una tal cantidad de jengibre, que abastece a toda la provincia de Catai, que saca de esta planta mucho provecho. Es un mercado rico en trigo, arroz y toda clase de cereales. La capital se llama igualmente Acbaluc Mangi, lo que significa ciudad blanca. Esta provincia es hermosísima y rica en bosques y valles, y durante veinte jornadas siempre es el paisaje rico y poblado. Aquí también hay osos, leones, ciervos y gamos, y el animal del que se saca el almizcle.

Sigamos por orden y llegaremos a la ciudad de Sindufu.




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- CXV -

De la gran provincia de Sindufu


Después de veinte jornadas hacia Poniente, en el confín de Mangi, está la provincia llamada de Sindufu. La capital se llama también Sindufu, y tiene grandes y poderosos reyes. Tiene 20 millas de circunvolución; está dividida de la siguiente manera: el rey dejó a su muerte tres hijos, y entonces la ciudad se dividió en tres partes; cada cual tiene un muro de defensa, separando la que toca a cada cual; pero estos muros, a su vez, están dentro de la muralla de la ciudad. El rey, que era muy rico y poderoso, dejó grandes tesoros para sus tres hijos. Pero el Gran Khan conquistó este reino y destronó a los tres reyes.

La ciudad está dividida por un río que lleva aguas dulces y tiene muchos peces; es ancho media milla y muy profundo; llega al Océano, que está a ochenta o cien jornadas de distancia, y se llama Quiansui. A orillas de este río hay numerosas villas, ciudades y castillos. Navegan en él muchos bajeles y hermosas naves. Parece un mar más que un río, por su anchura. Os describiré el puente que está encima de él.

El puente, enteramente de piedra, tiene ocho pasos de ancho y una media milla de largo; en su pretil hay columnas de mármol, que sostienen el techo del puente, pues es cubierto, y el techo, de madera, está pintado de mil colores y adornos; en el interior, a lo largo, hay pabellones ocupados por mercaderes y artesanos. Estos pabellones se desarman por la noche y se arman de día con vigas dispuestas para ello, y los hombres que mercan en él pechan al gran señor por lo que venden, que le rinde bien 1.000 bizancios de oro. Los indígenas son idólatras.

De esta ciudad se cabalgan cinco jornadas por llanos y valles no perdiendo nunca la traza de castillos y villas. Los hombres se dedican a cultivar la tierra. Son también industriales, porque trabajan los más bellos cendales y otros paños. Hay fieras en cantidad, leones y leopardos.

De aquí a cinco jornadas se llega a una provincia desierta, llamada Tíbet.




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- CXVI -

De la provincia del Tíbet


Después de cinco jornadas se entra en una provincia muy devastada, porque Mongut Khan la ha arrasado. Hay castillos y villas destruidos por la guerra. Hay bambúes tan grandes y gordos, que tienen tres palmos de circunferencia y 15 pasos de altura. De un nudo a otro miden tres palmos. Los viajeros que pasan de noche por esta región arrancan las cañas de estos bambúes y con ellas hacen fuego, pues cuando arden chisporrotean de tal suerte y producen tanta humareda que los leones y osos huyen despavoridos y no hay cuidado que se acerquen. Es tremendo el ruido que producen al estallar en el fuego. Y os contaré algo curioso a este propósito:

Cuando se cogen estas cañas verdes y se ponen en haces, prendiéndoles fuego con unas astillas, en seguida empiezan a retorcerse y a crujir, de tal suerle que se las oye hasta a 10 millas de distancia en el silencio de la noche, y el que no está acostumbrado a oír esas detonaciones se queda pasmado. Los caballos, que nunca oyeron tal ruido, huyen espantados, rompen sus bridas y las cuerdas con que los amarran, así que es buena precaución vendarles los ojos y atarles bien fuerte las patas para que no puedan huir. Con estas fogatas es la manera más segura de escapar a las fieras, que viven en abundancia en esos bosques. Hay que proveerse de víveres para los veinte días porque no hay ni venta ni hospedería ni quien dé de comer a las caballerías. Se encuentra por todo este camino a muchas fieras dañinas y peligrosas, aun cerca de los poblados.

Os contaré cómo casan a las mujeres. Ningún hombre tomaría por esposa a una virgen; dicen que no valen nada si no han conocido a otros hombres antes de casarse. Y por esta razón se aplican las mujeres a perder pronto su virginidad. Cuando pasan extranjeros por esta región y despliegan sus tiendas de campaña para descansar y hacer un alto en el camino, las viejas de los castillos y poblados bajan y traen a sus hijas hasta el campamento y las entregan a los forasteros para que con ellas se acuesten, y ellos las retienen y usan de ellas, pero no pueden llevárselas: antes de separarse de ellas es conveniente den a la moza con la cual han dormido un regalo o una prenda para que puedan demostrar, cuando quieran casarse, que han tenido un amante. Por lo general les regalan piedras para collares. De este modo, si una joven lleva colgadas de su cuello veinte señales, para demostrar que ha tenido muchos amantes, es la que se llevará la palma y será la que más pretendientes tenga. Y ellos dirán que es más agraciada que las otras. Pero cuando ya han hecho de ella su mujer, la quieren muchísimo, y malhaya al que tocare a la mujer de otro, de lo cual se guardan mucho. Os he contado de esos singulares matrimonios. Las jóvenes tienen de dieciséis a veinticuatro años.

La gente es idólatra y de mala entraña. Desconocen el bien, y para ellos robar y cometer villanía es muy natural. Son los mayores ladrones que existen. Aquí también abundan los «gudderis», del cual se saca el almizcle. Estos malos hombres tienen buenos perros, que le apresan al dremán, y con eso consiguen tener almizcle en grandes cantidades. No tienen ni papel moneda ni oro, pero se lo procuran con esa sustancia aromática. Se visten muy pobremente; de pieles de animales, por lo general, y de bocoran. Tienen idioma propio. Este Tíbet es una provincia muy extensa.



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