Vicente García de la Huerta y el
círculo de Montiano: La amistad entre Huerta y Margarita
Hickey
Philip Deacon
La vida intelectual madrileña
en 1755
La llegada de
Huerta a Madrid a mediados de la década de 1750 coincide con
el resurgir de la actividad cultural española del reinado de
Fernando VI1.
Para participar en ese mundo intelectual hacía falta
establecer relaciones con las organizaciones oficiales y
círculos privados que por entonces protagonizaban la vida
cultural, y los primeros pasos de Huerta en la Corte dan testimonio
del establecimiento de una serie de contactos con personas
influyentes que le ayudaran. Los principales foros deseados por el
intelectual ambicioso los constituían las tres Reales
Academias, pero a su lado existían tertulias eruditas
privadas, la amistad de nobles cultos y el trato con el
pequeño grupo de intelectuales que ya gozaba de cierta
independencia de acción2.
Muchos de estos foros tenían miembros en común y los
mismos nombres vuelven a aparecer en las relaciones conocidas de
sus actividades.
Una vez aceptado
no era difícil hacerse conocer y alcanzar cierto renombre en
el todavía reducido mundillo literario de Madrid. Para la
mayoría de los intelectuales los mecenazgos más
apetecidos eran los de la familia real y la alta nobleza y gran
parte de la intelectualidad hidalga consigue colocarse a
través de un puesto secundario en una casa importante:
había puestos de ayo, bibliotecario y secretario en las
familias nobles, y en el servicio real había puestos
semi-honoríficos de criado además de trabajos en la
Real Biblioteca para los intelectualmente dotados. A través
de uno de estos puestos se podía acceder a una plaza
académica y a los círculos intelectuales que giraban
alrededor. Un hidalgo sin caudal y con ambiciones intelectuales no
podía vivir independientemente como su sucesor ochenta
años después. Debía buscar contactos
útiles y tener cuidado de no contraer enemistades con los
poderosos.
Como sabemos, los
primeros años de Huerta en Madrid parecen depararle un
éxito impresionante en la consecución de
protectores3.
Entra primero de bibliotecario en la Casa de Alba, posición
cumbre donde las haya, pasando en 1761 a ocupar el puesto de
Escribiente en la Biblioteca Real, y en los primeros años de
la década de 1760 es asiduo de las tres Reales Academias.
Estos puestos dan la impresión de haberle colocado en una
posición ideal para dar rienda suelta a sus talentos
literarios y eruditos. Sin embargo los frutos de su primera
década en la Corte no corresponden a las promesas iniciales.
Repasando en breve el resto de su carrera personal e intelectual:
En 1766 le encontramos alienado de su protector Alba e involucrado
en pendencias con el mismo Presidente del Consejo de Castilla, el
Conde de Aranda. Casi inmediatamente después en 1767 y 1768
sospechas sobre sus escritos y actitud respecto al poder le llevan
al exilio y el encarcelamiento. La vuelta del encarcelamiento en
1778 que debía haberle consagrado como autor con el estreno
madrileño y publicación de Raquel, le lleva
de nuevo a disputas literarias algo estériles, y a su muerte
en 1787 hay pocos que quieren celebrar su memoria. A pesar del
renovado interés por su vida y producción literaria
demostrado en los últimos años, el veredicto de la
historia es el de autor de una sola obra cuyos dotes literarios no
fructificaron como era de esperar.
En el presente
artículo se pretende explorar las relaciones entre Huerta y
tres miembros de su círculo intelectual durante sus primeros
años en Madrid. Primero, Agustín de Montiano y
Luyando, fundador de la tertulia que llevaba su nombre y que
incluía a Huerta entre sus miembros. Segundo, Luis Joseph
Velázquez, Marqués de Valdeflores, joven intelectual
malagueño que fue protegido de Montiano, amigo de Huerta y
después implicado en la composición de sátiras
durante el motín de Madrid de 1766. Tercero y con mayor
extensión, Margarita Hickey y Pellizoni. Las recientes
investigaciones de Juan Antonio Ríos han establecido la
existencia de una amistad entre Huerta y esta escritora de
ascendencia irlandesa y milanesa. Se presenta ahora nueva
información sobre esta intrigante amistad que tuvo
repercusiones poéticas en las composiciones publicadas de
ambos escritores, y en particular unos sonetos amorosos de Huerta
que hasta ahora no se le han atribuido.
Montiano y su círculo
Entre las primeras
personas con quien Huerta entra en contacto en los círculos
literarios de Madrid en 1755 sería Agustín de
Montiano y Luyando4.
Montiano era lo que hoy denominaríamos un mandarín de
la vida cultural madrileña. De familia noble vasca y nacido
en 1697, había hecho la carrera del servicio gubernamental
en las Secretarías de Estado y Gracia y Justicia,
granjeándose el favor de Felipe V y Fernando VI. Director de
la Real Academia de la Historia desde 1738 y miembro de la Real
Academia Española desde 1739, es Académico de Honor y
después Consiliario de la Real Academia de San Fernando.
Además de estas grandes instituciones públicas
pertenecía a tertulias privadas como las de Hermosilla y
Blas Antonio Nasarre, existentes antes de 1750 y de las que hoy
sabemos poco, y a la más conocida Academia del Buen
Gusto5.
Esta tertulia privada, lugar de encuentro de nobles y eruditos que
se reunía en casa de la Marquesa de Sarria, le contó
entre sus miembros desde su principio en diciembre de 1749 hasta su
fin en abril de 1751. En sus reuniones Montiano estrechó su
amistad con el aragonés Ignacio de Luzán y el joven
malagueño Luis Joseph Velázquez a quienes lleva
después a la tertulia que se reúne en su propia
casa.
Por lo que se sabe
de su identidad los miembros de la tertulia de Montiano eran
escogidos por su condición de intelectuales más que
de nobles y las publicaciones de aquellos años dan evidencia
de su importancia en el mundo cultural6.
La tertulia contenía personas de la generación nacida
y educada en los primeros años del siglo -Montiano, Juan
Trigueros, Luzán, Felipe de Castro y Juan de Iriarte
-además de una nueva generación de jóvenes:
Velázquez, Cándido María Trigueros, Llaguno,
Nicolás Moratín, Huerta y posiblemente los sobrinos
de Iriarte- que llegan a sobresalir en la década siguiente y
a través del reinado de Carlos III. Quizás por no
tener hijos propios Montiano dispensaba una protección casi
paternal a las jóvenes generaciones, hecho al que dan
testimonio los elogios que le tributan después de su muerte,
acaecida en noviembre de 1764, Nicolás Fernández de
Moratín, Cándido María Trigueros, Alonso Cano,
Eugenio de Llaguno y Huerta7.
Montiano y Velázquez
En los años
50 las relaciones entre Montiano y Velázquez se
cimentaron8.
Los dos habían contribuido con poesías en varios
géneros a la Academia del Buen Gusto y cuando Montiano
publicó su tragedia Virginia, en 1750,
Velázquez hizo un erudito y elogioso examen de ella en la
Academia de la Marquesa de Sarria. Bajo el patronazgo del ministro
de Fernando VI, el Marqués de la Ensenada, Montiano
promocionó a Velázquez en las distintas tareas de
erudición -arqueológicas, históricas y
literarias- que se habían emprendido con apoyo real a partir
de 1750. Velázquez fue comisionado por la Real Academia de
la Historia para hacer un reconocimiento de los restos
arqueológicos en Mérida, Málaga,
Córdoba y Cádiz, y la correspondencia mantenida con
Montiano durante su viaje da cuenta de los problemas que
encontró9.
Velázquez
publicó su primer libro, el Ensayo sobre los alfabetos
de las letras desconocidas que se encuentran en las más
antiguas medallas y monumentos de España, con el
respaldo de la Real Academia de la Historia en 1752, el cual
mereció elogios del P. Isla. Poco después, en 1753,
daría pruebas de su devoción a la poesía con
una edición de las Poesías de Francisco de
la Torre10.
Durante su comisión arqueológica Velázquez
estaba planeando y escribiendo varias obras nuevas, entre ellas los
Orígenes de la poesía castellana que
saldrían con la ayuda de Montiano en 1754, y una
antología comentada de la literatura castellana en
colaboración con Montiano, Llaguno y Juan Trigueros que
nunca vio la luz11.
El joven intelectual malagueño estaba lleno de ideas y
energía que quería dedicar a los avances
científicos de la nación todo lo cual transmite a
Montiano en sus cartas. A través de su correspondencia se
perfila el trasfondo de la vida cultural de la época. Se
nombran y discuten una serie de amigos y enemigos literarios e
incluso políticos, entre ellos Burriel, Campomanes,
Luzán, Mayans, Porcel y Torrepalma. A pesar de su acomodada
situación familiar Velázquez es consciente de la
precariedad de la vida intelectual y muestra su estima hacia sus
poderosos protectores como el ministro Ensenada y en menor escala
Montiano que le facilitan el trabajo intelectual y aprecian sus
actividades.
Huerta en Madrid, 1755-1766
No sabemos
exactamente cómo se estableció el contacto de Huerta
con Montiano. Muy probable es que se produjera a través de
la Real Academia Española donde entra Huerta a instancias
del entonces Director y protector suyo, el Duque de Alba. El hecho
de coincidir con Montiano desde 1760 en tres reales academias
sugiere un trato que otros documentos y afirmaciones demuestran
alcanzó el grado de amistad12.
Un cuarto de siglo más tarde Huerta rinde tributo a los
esfuerzos literarios de Montiano en su ensayo sobre el teatro de
España: «A este digno
Hespañol se debe la restauración de esta especie de
Poesía. Sus tragedias fueron entonces criticadas con mas
gracia que solidez; pero estas críticas no le
privarán de la gloria, de haber promovido con su exemplo, y
quasi resucitado estas composiciones»13.
Otro punto de
enlace con Montiano fue Juan de Iriarte, miembro de las tres Reales
Academias y asiduo asistente a la tertulia desde 175214.
Por sus conocimientos casi enciclopédicos Velázquez
se refería constantemente a él en sus cartas a
Montiano cuando tenía una duda o buscaba información.
Iriarte había sido preceptor del Duque de Huéscar,
después Alba, años atrás y como resultado de
su puesto en la Real Biblioteca donde entró a trabajar
Huerta en 1761, tendría contacto diario con el joven
extremeño15.
Montiano, Margarita Hickey y
Huerta
El primer contacto
registrado entre Montiano y Margarita Hickey ocurrió en 1759
cuando doña Margarita le manda al académico la
traducción que ha hecho de la tragedia Andromaque
de Racine. Su motivo fue para que Montiano con su «mucha instrucción, buen gusto e
inteligencia en estas materias, se sirviese darme su
parecer»16.
Montiano contesta con gran amabilidad y prontitud, devolviendo la
traducción acompañada de una carta en la que hace
comentarios sobre el estilo de la traducción y las ideas del
original. Lo que consigue la traducción es introducir a
Margarita Hickey en el círculo literario de Montiano donde
conocería a Huerta, Velázquez y otras figuras
literarias prominentes.
De los tres amigos
de Huerta, Margarita Hickey es indudablemente la persona menos
conocida y los datos biográficos de que disponemos
actualmente tienen grandes lagunas que es de esperar se llenen
algún día17.
No sabemos ni cuándo nació ni cuándo
murió y sus obras publicadas parecen querer ocultar su
autoría. De padre irlandés y madre milanesa
debió de nacer alrededor de 1740 a juzgar por la edad de sus
hermanos y por el hecho de que hiciera la traducción de
Racine antes de 1759. Su marido, Juan Antonio de Aguirre,
había nacido en 1703 y era miembro de la Casa Real del
Infante Luis, hermano de Carlos III. Así que era casi de la
edad de Montiano y mucho mayor que su esposa. Este hecho ha llevado
a algunos que han escrito sobre ella a especular sobre sus
actividades. Manuel Serrano y Sanz, sin revelar sus fuentes, da
rienda suelta a su fantasía, sugiriendo que por ser «hermosa y de no vulgar imaginación,
debió entonces ser galanteada y corresponder con entusiasmo,
cual suelen las mujeres que en la flor de su juventud sólo
han conocido el invierno del amor, representado en un marido
viejo»18.
Sabemos que Aguirre vivía aún en 1767 porque asciende
a Ayuda de Cámara del Infante en ese año y
debió de morir antes de 1779 ya que doña Margarita se
llama viuda en un documento de aquel año.
Así que en
1759, probable fecha de su aparición en Madrid, el marido de
doña Margarita tenía 56 años, Huerta 26 y ella
tendría quizás 19. La primera evidencia concreta de
contactos con Huerta son las cartas que empiezan a escribirse en
junio de 1766 después de la salida del extremeño para
Francia19.
Pero por el grado de intimidad mostrado en las cartas está
claro que la amistad databa de antes. Es probable que el contacto
se produjera a través de Montiano en 1759 ya que fue en este
año cuando el Infante Luis se trasladó a Madrid con
su servidumbre a raíz de la muerte de Fernando VI. Es
lógico por tanto suponer que Margarita Hickey y su marido se
establecieran en Madrid a partir de entonces. Margarita Hickey
trataría a Huerta a través del círculo de
Montiano y es probable que las relaciones entre los dos se
estrecharan.
El partido ensenadista y el Duque de
Alba
Las publicaciones
de Teófanes Egido y Rafael Olaechea sobre el
«partido» ensenadista, español o castizo nos
llevan a plantear la cuestión del posible alineamiento
ideológico del círculo de Montiano20.
Olaechea define el «partido» ensenadista como un grupo
político-social de oposición, integrado no
sólo por los miembros y adheridos al «equipo de
Ensenada», [...] sino por otras facciones de filiación
originariamente distintas [...] inspiradas en aquellos momentos por
el elemento común de la oposición [...] como
ocurría con la «coligación de los colegiales
mayores» [...] con los parciales del P. Rávago, y con
el llamado «partido jesuítico»21.
Entre tal grupo Olaechea incluye a Velázquez como hecho
incontestable22.
La correspondencia entre Montiano y el joven malagueño en
1752-4 parece confirmar tal afirmación al colocarse
Velázquez con Montiano entre los seguidores y favorecidos
del Marqués. El viaje de Velázquez se hizo bajo la
tutela de Ensenada y la correspondencia con Montiano revela la
confianza que existía entre el joven académico y el
ministro como, por ejemplo, cuando Velázquez le pide un
favor para su hermano Francisco Antonio23.
También entre los miembros de la tertulia de Montiano se
contaba el bibliotecario del Marqués, Antonio Pisón,
por el que Velázquez siempre profiere palabras de gran
amistad24.
El efecto de la
caída del ministro en 1754 fue un choque tremendo tanto para
Montiano como para Velázquez, que a consecuencia veía
peligrar la continuación de su encargo. Montiano le aconseja
«que se esté quieto en
Málaga; que calle y que espere mis avisos»,
consejo que reitera en su carta siguiente25.
Velázquez, agitado y curioso, contesta «Avíseme V. lo
que vaia aconteciendo, con la seguridad de que después de
leídas quemaré sus Cartas, y con nadie me daré
por entendido en estos asuntos»26.
El tema era delicado y parece que Montiano siguió su propio
consejo a Velázquez de callarse. Las cartas de
Velázquez reconocen la ayuda dispensada por Ensenada no
sólo personalmente, sino en su papel de promotor de la
Academia de la Historia. Los Orígenes de la
poesía castellana iban a dedicarse al Marqués
pero con su caída, Velázquez, presionado por
Montiano, cambia la dedicatoria al nuevo protector de la Academia
de la Historia, el Duque de Alba27.
Es evidente, sin embargo, que el Duque no le resultaba muy
simpático, pero a pesar de sus reservas cede ante la
insistencia de su mentor y la obra sale con la nueva dedicatoria,
acción que podría interpretarse como claro intento de
buscar el favor del nuevo ministro. En todo Montiano demuestra ser
el sabio consejero del impetuoso joven, dándole rienda
suelta para gastar sus energías de una manera útil
pero calmando sus ánimos cuando parece a punto de lanzarse a
acciones intempestivas. Montiano se encarga de hablar con Alba y la
comisión continúa con el apoyo del nuevo Director de
la Academia y hombre fuerte del nuevo equipo ministerial del
Rey.
Huerta, en cambio,
debía mucho al Duque y debió de haberse alegrado de
gozar de su confianza, aunque a pesar de su sentimiento de
solidaridad con su protector parece que siempre abrigó
sospechas sobre sus motivaciones, actitud compartida por todos los
que le conocían. Los representantes diplomáticos
tenían mucho interés en analizar sus ambiciones. El
embajador austríaco le consideraba «el más taimado cortesano que jamás
se vio; y en la astucia es en lo que consiste principalmente su
capacidad»28.
Olaechea le llama «profesional de la
intriga»29,
y la traición de Huerta en 1766 confirma plenamente su
juicio.
En cuanto a las
simpatías de Huerta por el «partido»
ensenadista, los autores del Informe fiscal de 1766
encontraron bastantes pruebas para suponerle un aliado de los que
se oponían al gobierno. La evidencia principal fue la
composición de Raquel y su circulación entre
sus amigos, pero el hecho de tener un hermano jesuita fue aducido
como prueba adicional30.
Se podría añadir que en las cartas a Margarita
Hickey, Huerta demuestra su desprecio por los
«golillas», la clase política que, según
la facción colegial del partido castizo, había
usurpado su hegemonía en los órganos del
poder31.
El reinado de Carlos III
La muerte de
Fernando VI y la llegada al trono de Carlos III produjo una
situación incierta en la vida política
española que para el grupo del Montiano podría traer
tanto beneficios como desventajas. En el terreno cultural el nuevo
Rey iría precedido de su reputación de defensor de la
cultura por sus acciones en Herculano32.
En el terreno político los presagios para los antiguos
favorecidos no parecían tan halagüeños. Algunos
esperaban la restitución de Ensenada a su poder anterior y
los primeros meses del reinado testimoniaron las luchas por el
favor del recién llegado monarca. Alba parecía gozar
en un principio del favor del Rey y participa activamente en el
Consejo de Estado aunque se retira poco después. Sin embargo
los ministros más importantes de Carlos son dos italianos,
los Marqueses de Grimaldi y Esquilache. Contra estos dos favoritos
van dirigidos en los años siguientes los dardos del grupo
español, agudizándose el clima de tensión en
los dos o tres años precedentes a 1766. El motín de
Madrid de marzo de aquel año muestra la impopularidad de los
ministros pero sólo se sacrifica Esquilache a los deseos de
la población madrileña y los consejeros del Rey. El
Rey no hace caso a los gritos en favor de Ensenada, y
después de varias consultas trae al Conde de Aranda, feroz
rival de Alba, al puesto de Presidente del Consejo de
Castilla33.
El año de 1766
El año
clave en la vida de Huerta es 176634.
El motín de marzo en Madrid seguido por la cadena de motines
en la mayoría de las grandes ciudades del reino cambian la
política de Carlos III y producen un terremoto en la vida
cultural cuyos temblores tardan casi una década en
desaparecer35.
Sin entrar en las causas y responsabilidades del motín de
Madrid es posible afirmar que Huerta y Velázquez hubieran
querido ver cambios gubernamentales que restituyeran a la clase
noble española a los Consejos reales y que ésta
actuara como fuerza moderadora del poder monárquico. Los
argumentos de Huerta reivindicando el poder de la aristocracia
española se sintetizan en Raquel, los de su amigo
Velázquez sobre el equilibrio de poder entre nobleza y
monarca y los peligros del despotismo real se encuentran en su
inédito Ensayo sobre la naturaleza de 1769 y en
menor grado en su Colección de diferentes escritos
relativos al cortejo de 176436.
Por razones
todavía no plenamente claras Huerta se marchó a
París en junio de 1766 alegando entre otras razones su deseo
de estar lejos hasta que la vicaría eclesiástica
resolviera su pleito de divorcio contra su mujer37.
Es entonces cuando su protector Alba le traiciona. Huerta le
escribe justificando su apresurada salida de España,
acusando a Aranda de inmiscuirse en el pleito de divorcio a favor
de su mujer y cuestionando sus motivos para hacerlo. Al recibir la
carta, según Margarita Hickey, el Duque la entrega a Aranda
«no para hablarle en favor de
V.m. (que esto fuera muy de
estimar) sino para hacerle a él un obsequio, y un servicio
con ella, diciéndole [...] que se la entregava por si acaso
estava Vm. complicado en el alboroto pasado»38.
La traición parece repetir la hecha antes a su otrora aliado
Ensenada en 1754, cuando el Duque, actuando en colaboración
con el embajador británico Keene, consigue su
destitución del ministerio y el exilio. A pesar de las
protestas de inocencia de Huerta, el Gobierno le consideró
sospechoso de estar implicado en el alboroto y de haber compuesto
la tragedia subversiva Raquel. El descubrimiento en el
Archivo de Simancas por nuestro lamentado amigo el historiador
Carlos Corona de los extractos de la correspondencia entre Huerta y
Margarita Hickey durante la estancia de aquél en
París abrió una nueva vena de investigación
que en lo tocante a su proceso ha sido ya explorada por Juan
Antonio Ríos, primero en revelar públicamente la
existencia de la correspondencia, por lo que a continuación
me centraré en las relaciones de tipo personal entre Huerta
y Hickey.
Como dice
atinadamente Juan Antonio Ríos, las relaciones entre Huerta
y doña Margarita parecen tan íntimas que se
podría sospechar rebasaran las meramente
amistosas39.
Doña Margarita parece conocer tan a fondo la
situación de Huerta que incluso le sugiere posibles
estratagemas para conseguir sus fines, llegando a redactarle cartas
para el Duque de Alba, el Conde de Aranda, el Bibliotecario Real
Juan de Santander y el Ministro Roda. Le manda dinero desde Madrid
para sostenerse, se alegra de su posible vuelta a España y
actúa en todo como si estuviera íntimamente informada
de sus deseos, muchas veces sabiendo actuar a su favor mejor que
él mismo. El principal problema planteado por los extractos
de la correspondencia es que los escribanos gubernamentales
sólo copiaron lo que era «reparable» o digno de
mención desde el punto de vista de la investigación
judicial y por tanto omiten gran parte, si no la totalidad, del
texto de la mayoría de las cartas.
Uno de los temas
centrales tratados es el pleito de divorcio entre Huerta y su mujer
Gertrudis de la Carrera a quien doña Margarita debió
de conocer bien porque en la carta del 21 de julio los escribanos
opinan que doña Margarita hace «una descripción
de su muger muy graciosa». Ella como él quiere ver un
«feliz éxito» al asunto del pleito y en sus
cartas comunica detalles proporcionados por el abogado de Huerta y
miembro de la tertulia de Montiano, Tomás Joven de Salas. En
una carta doña Margarita hasta tiene que quejarse de Joven
porque en palabras de los escribanos «la
persigue, y por esto, y por no gustar del tal Joven, se va a
Valdemoro para evitar camorra», a lo que contesta Huerta
llamando a su abogado «un loco
botarate»40.
Una de las
noticias comunicadas a Huerta por doña Margarita es el
arresto de Velázquez el 20 de octubre, hecho que menciona
junto con el arresto de Gándara y Hermoso en carta del 23.
En una carta anterior del 15 de agosto Huerta había escrito
que esperaba una carta de Velázquez, y por otras fuentes
sabemos que hubo contacto epistolar con Velázquez durante
este período, relacionado con la tragedia de la que
tenía copia Velázquez41.
Después de su arresto, Velázquez fue trasladado al
castillo de Alicante mientras seguían las investigaciones.
Tres años y medio más tarde, el 19 de abril de 1770,
se le condenó a diez años de presidio que
empezó a cumplir en Alhucemas42.
Fue sentenciado por la composición de escritos subversivos,
lo que negó firmemente, declarando que los delitos que se le
imputaron eran «tan agenos de mi
carácter, tan distantes de mi manera de pensar, tan
contrarios a mis conocidas costumbres, y tan incompatibles con las
ocupaciones de toda mi vida» que sería incapaz de
cometerlos43.
La correspondencia
interceptada de Huerta fue probablemente utilizada en la evidencia
contra Velázquez ya que, según los escribanos,
doña Margarita «dice que tiene
indicios de que tuvo parte en el motín, y refiere
uno». Después de su arresto Velázquez no
abandonó a su amigo Huerta y entre sus manuscritos
compuestos durante su encarcelamiento en Alhucemas hay notas
escritas «Para Vicente»44.
Velázquez no cumplió toda su condena. Como acto
«de su Real benignidad» el Rey, a través de su
Consejo Extraordinario, le permite trasladarse a vivir en Granada
en 1771 y más tarde, en 1772, a una legua de
Málaga45.
Pero muere en ese mismo año por causas desconocidas, a la
edad de cincuenta años.
Las relaciones literarias
entre Huerta y Margarita Hickey
¿Qué
pasó después de 1766 entre Huerta y Margarita Hickey?
Tras su vuelta a Madrid en 1777 o 1778 parece que Huerta
tenía mucho interés en sacar a luz sus obras
literarias. La situación política había
cambiado en gran medida después de su encarcelamiento en
1769. Aranda, su gran enemigo, estaba de Embajador en París
sufriendo una especie de exilio político. El Duque de Alba
había muerto en 1776. Huerta trata de reincorporarse a su
vida de antes, volviendo a su puesto en la Biblioteca Real y a las
reuniones de las Reales Academias. Y, más importante,
consigue el estreno madrileño de Raquel que
quería acompañar con una edición autorizada
del texto antes de que algún editor pirata sacara una no
autorizada.
Por tanto es
curioso notar que la edición de Raquel se encubre
bajo el anónimo título de Obras
poéticas cuando la saca a luz Sancha en
177846.
El anuncio en la Gaceta de Madrid rectifica este error
pero con todo hay una reticencia a proclamar la aparición
del drama47.
A la luz de las investigaciones de René Andioc sobre las
circunstancias del estreno madrileño y la evidencia de la
correspondencia interceptada entre Madrid y París, es
evidente que la carga política de la obra contribuyó
a cortar el número de representaciones en los teatros
públicos y esto pudo influir también en la publicidad
dada a su versión impresa48.
Los sonetos cruzados entre Huerta y
Hickey
La importancia de
Raquel dentro de la obra de Huerta desvía nuestra
atención de las poesías incluidas en la
edición publicada por Sancha49.
No han llamado la atención de la crítica posterior a
pesar de ser reproducidas en la colección que hizo el
Marqués de Valmar para la Biblioteca de autores
españoles50.
Se podría haber achacado a la edición de Sancha una
falta de obras originales ya que muchas de las contribuciones de
Huerta son traducciones de obras de otros autores. Gran parte de
las composiciones originales son poemas de circunstancias
compuestos con ocasión de alguna ceremonia oficial. Hay sin
embargo varios de estilo más lírico que podría
haber servido para expresar sentimientos personales. Entre
éstos se encuentran romances, endechas,
endecasílabos, madrigales, liras, sonetos y redondillas. Su
tono es en general pesimista, predominando poemas de
desengaño, tristeza por ausencias no especificadas y
desconsolación por ofensas de acción o palabra.
Sólo unos pocos se presentan como expresiones de amor del
autor implícito.
El soneto titulado
«Ponderación justa de un amor verdadero» en la
edición de Sancha recurre a una dicción tradicional
de clara ascendencia petrarquista pero supera a los demás
poemas de la serie por su fuerza expresiva51.
En este poema el autor implícito dirige sus palabras a una
anónima Lisi que ya aparece como blanco de las atenciones
amorosas del poeta en otros sonetos anteriores. Lo destacable del
poema, sin embargo, es que apareció con ligeros pero
significativos variantes en otra colección de poesías
publicada en 1789, dos años después de la muerte de
Huerta. Allí se presenta como obra de un anónimo
caballero y como primer soneto de una serie de ocho52.
Los poemas van precedidos de una explicación según la
cual «quatro fueron remitidos por un
Caballero á una Dama que le respondió con los mismos
consonantes á los tres primeros, y al quarto con consonantes
distintos». La autora de las contestaciones se describe
en la portada del libro como «Una dama de esta corte» y
se esconde bajo las iniciales M. H., pero su identidad, revelada
por los expedientes del Consejo de Castilla y la reseña del
Memorial literario poco después de su
publicación prueba ser la de Margarita Hickey53.
El hecho es que la
colección de Poesías varias sagradas, morales, y
profanas o amorosas de Margarita Hickey contiene tres sonetos
no identificados previamente como obras de Huerta, pero que por los
datos aducidos deben ser atribuidos a él54.
Su valor literario no es alto ya que su composición responde
a un ejercicio típico de las tertulias literarias
según el cual había que repetir algún aspecto
del primer poema, en este caso la palabra final de cada verso, para
formar el siguiente poema. Aquí el juego se extiende a ocho
poemas y la indicación en el último de que a la dama
«el ser querido le da enfado» puede tomarse como un
retórico punto final de la serie más que como
indicación de los posibles sentimientos de Hickey hacia
Huerta.
Desafortunadamente
no sabemos más sobre las circunstancias de su
composición. Lo que está fuera de duda es que Huerta
fue autor del primer poema, como tiene que serlo también de
los otros tres atribuidos al anónimo caballero.
También es de destacar que en la versión publicada
por Sancha en 1779 los sentimientos de amor se expresan aún
con más fuerza que en la versión de 178955.
En ésta el calificativo «voraz» aplicado a su
amor ha desaparecido del noveno verso, reduciendo la fuerza de los
deseos, y las «entrañas» del cuarto verso
están sustituidas por la más suave
«venas». Otro cambio es el nombre de la amante que en
la versión original fue «Lisi», pero que ahora
se convierte en «Fili». Lisi, debemos recordar, es el
nombre de la amante que aparece con mayor frecuencia en los poemas
de Huerta en la edición publicada por Sancha en
177956.
Aspectos autobiográficos de la
poesía de Margarita Hickey y Huerta
A la luz de las
relaciones literarias entre Huerta y Margarita Hickey reveladas por
los ocho sonetos amorosos, otras composiciones incluidas en las
Poesías varias cobran un nuevo significado e
inducen a especular sobre un posible fondo autobiográfico.
Aparte del extenso poema a Cevallos hay un solo poema dedicado a
una persona concreta, la actriz Josefa, o como aquí se
llama, Pepa Huerta. No podrá ser casual que la actriz en
cuestión tomara el papel de la protagonista en el estreno
madrileño de Raquel57.
Otro poema de la colección que parece tener relevancia para
el caso de Huerta si recordamos la convivencia con Gertrudis de la
Carrera antes de su divorcio, es la serie de endechas «respondiendo una amada á las
satisfacciones que su amante quería darla de haberle
nombrado por equivocación con el nombre de otra Dama,
(á quien antes había querido) estando en
conversación con ella»58.
También el hecho de que Huerta se llamara Don Francisco
Lelio Barriga en las cartas desde París nos podría
hacer sospechar que los poemas de doña Margarita en los que
aparece Lelio o Clelio puedan reflejar sentimientos reales de la
autora en lugar de ser ficciones poéticas59.
Sin embargo, nuestras sospechas tendrían que tomar en
consideración la existencia de poemas que muestran un
desprecio por los hombres, aspecto subrayado ya por Serrano y Sanz.
Tal es el caso de la «Décima
aconsejando una Dama á otra amiga suya que no se
case»60.
En efecto muchos poemas parecen inspirarse en un deseo de vindicar
los derechos de la mujer. Cuando dice que «el amante más rendido / Es transformado
en marido, / Un insufrible tirano»61
parece expresar sentimientos poco compatibles con la visión
tradicional de la mujer que se asocia con Huerta y por tanto la
amistad entre Huerta y Hickey puede antojarnos como
sorprendente.
A la luz de los
datos biográficos conocidos de Margarita Hickey es posible
rastrear huellas suyas en la obra poética de Huerta. El
aspecto más destacado es la prominencia de la amante
conocida por el nombre de Lisi quien es, con mucho, el principal
blanco de los deseos del autor implícito. Aparece
principalmente en la serie de sonetos amorosos en los que el autor
se llama Fabio, nombre con el que se designa también el
amante en la serie de sonetos amorosos intercambiados entre Huerta
y Hickey. Otros tres poemas de Huerta parecen contener datos
significativos sobre vivencias reales del autor que pueden
relacionarse con Margarita Hickey. El primero, la
«Relación amorosa», ha sido señalado ya
por Cotarelo como portador de experiencias reales. Hay referencias
al lugar de nacimiento del autor que coinciden con lo que sabemos
de Zafra y los primeros años de Huerta; se refiere a sus
estudios en Salamanca y los primeros devaneos amorosos; y
finalmente el autor se establece en Madrid donde reside su amor
Lisi62.
En el segundo poema, las Endechas reales tituladas «Tristes
expresiones de un desconsolado», el autor implícito se
llama Fabio y su amante Lisi, pero se añade el dato de que
ella es autor de versos63.
En el tercer poema, el «Romance amoroso», los dos
amantes se llaman Fabio y Lisi pero se agrega la información
de que Lisi vive en El Pardo, dato que coincide con el empleo del
marido de doña Margarita en el Palacio real64.
En la
mayoría de los poemas amorosos de Huerta predomina el tema
de la ausencia y la separación de Fabio y Lisi que bien
pudiera reflejar las experiencias de exilio y de cárcel del
escritor extremeño. En uno de sus escritos más
pesimistas, «Reflexiones melancólicas de un amante
desgraciado en una noche aciaga», aparte de unas claras
alusiones autobiográficas al pleito de divorcio de Huerta
contra su mujer («Ya tengo determinada /
La conclusión de mi pleito») que sitúa el
poema alrededor de 1766, el autor parece referirse a las normas
sociales del pundonor aducidas por Lisi para impedir la
expresión de sus sentimientos («... suspende, dueño mío, / por un
instante el decreto / que pronunció el pundonor»)
que en el caso de una mujer casada pudiera reflejar su experiencia
real65.
En resumidas cuentas, aunque la producción poética de
Huerta no parece tener muchas referencias autobiográficas
las pocas que se encuentran cuadran perfectamente con lo que hemos
podido descubrir de su amistad con Margarita Hickey.
Si comparamos la
evidencia impresa de otras obras literarias de los dos escritores
se encuentran adicionales puntos de contacto. Coincidieron en
traducir la misma tragedia de Voltaire de la que la versión
de doña Margarita nunca se ha publicado. La
traducción de la Zaïre, con las correcciones
manuscritas de Eugenio de Llaguno, protegido de Montiano y miembro
de la tertulia, ha quedado entre los manuscritos teatrales de la
Biblioteca Nacional66.
La traducción tuvo que ser temprana porque al publicar la
suya Huerta en 1784 se refiere a doña Margarita diciendo
«Algunos traductores han
desempeñado su empresa con aplauso; pero ninguno con tanta
felicidad, á mi parecer, como una dama de muy singulares
talentos, que hizo una de las primeras traducciones que aparecieron
en España»67.
Uno de los muchos
problemas planteados por las obras de doña Margarita es su
fecha de composición, que podrían abarcar un periodo
de hasta treinta años. Los documentos del Consejo de
Castilla y Consejo de Estado sobre los intentos de
publicación suscitan aún más preguntas en
lugar de resolver los problemas. Demuestran que ella pensaba
publicar gran parte de su producción literaria en 1779, ya
que tras el informe favorable de Nicolás Fernández de
Moratín, que actuó de censor, recibe la licencia de
impresión68.
Sin embargo, espera diez años, hace una nueva solicitud al
Consejo y sólo publica una de las tres traducciones de obras
dramáticas para las que había pedido permiso. Antes
de la solicitud formal hecha en 1779 se había dirigido al
Conde de Floridablanca expresando su deseo de dedicar su poema en
elogio de Cevallos a Carlos III69.
Con mucha cortesía Floridablanca le comunica la negativa del
Rey a aceptar dedicatorias y sugiere que siga el camino habitual a
través del Consejo de Castilla.
Por su
intervención en el caso de Huerta en 1768, Floridablanca
tuvo que recordar el papel de Hickey en ayuda del acusado, pero no
dice nada. Juan Antonio Ríos ha especulado sobre una posible
investigación judicial de doña Margarita pero no
aporta ningún dato concreto70.
Sin embargo, en la introducción a su poema a Cevallos de
1779, la autora menciona la defensa de la Habana por Luis de
Velasco en 1762, diciendo «fue asunto que
deseé yo cantar, y celebrar desde su acaecimiento. Pero
siempre me lo habían, impedido y estorvado varios asuntos, y
algunos contratiempos que me acaecieron en aquellos
días»71.
Estas palabras, que encubren la verdadera naturaleza de sus
problemas y que podrían relacionarse con una
persecución judicial por parte del gobierno, sólo
serán clarificadas tras más investigaciones sobre su
autora. Lo mismo puede decirse de sus relaciones con Huerta. La
correspondencia desde París ha añadido muchos
detalles a lo que sospechábamos sobre Raquel y las
razones de la aparente huida de Huerta, pero la novedad ha sido el
descubrimiento de la amistad entre Huerta y Margarita Hickey. Dada
la existencia de los poemas que se escribieron entre sí, sus
relaciones cobran mayores dimensiones que ahora requieren nuevas
investigaciones para ser esclarecidas.
Apéndice
Se reproduce en A)
el soneto «Ponderación justa de un amor
verdadero» según la versión aparecida en 1779
en las Obras poéticas de Huerta y en B) el mismo
soneto en la versión de 1789 con la secuencia de sonetos que
le sigue. Respeto las grafías y puntuación
originales, sólo omitiendo en B) los subrayados de la
última palabra de cada verso
A)
Ponderación justa de un amor verdadero
Soneto
Arde mi
corazón; y su violento
Incendio por las venas se
derrama,
siendo pábulo noble de esta
llama Amor,
que en mis entrañas
alimento.
Ardiente
exhalación es cada aliento,
que el aire vago a su contacto
inflama;
si es que más propiamente no
se llama
bostezo del volcán de mi
tormento.
Este es, Lisi, mi
amor voraz y activo,
a quien es imposible hallar
segundo
milagro que obró en mi
Naturaleza:
Superior al amor
más excesivo;
mayor que quanto en sí
comprende el mundo,
solo, Lisi, inferior a tu
belleza.
(Vicente García de la Huerta,
Obras poéticas, II, págs. 232-233.)
B)
Ocho Sonetos, de los que quatro fueron remitidos por un Caballero
á una Dama, que le respondió con los mismos
consonantes á los tres primeros, y al quarto con consonantes
distintos
Soneto primero del caballero
Arde mi
corazón, y su violento
Incendio por el pecho se
derrama,
Siendo pábulo noble de esta
llama,
El amor que en mis venas
alimento.
Ardiento
exhalación es cada aliento
Que el ayre vago a su contacto
inflama,
Si es que más propiamente no
se llama
Bostezo del volcán de mi
tormento.
Este es Fili mi
amor, y tan altivo
Que no es fácil poderle
hallar segundo
Milagro, que obró en mi
naturaleza;
Superior al amor
más excesivo,
Mayor que quanto en si comprehende
el mundo,
Solamente inferior a tu
belleza.
Respuesta primera de la Dama
Silvio, el voraz
incendio que violento
En tu amoroso pecho se
derrama,
De ardores juveniles, vulgar
llama,
Y de común pasión
propio alimento.
Lo esforzado
acredita de tu aliento,
Que con los imposibles más
se inflama,
Si es que propiamente no se
llama
De una loca ambición, justo
tormento.
Pues transformar
(¡qué error!) quieres altivo,
En tu noble arrogancia sin
segundo,
El genio que me dio
naturaleza;
Advierte que ese
empeño es excesivo,
Porque más que el imperio,
sí, del mundo,
La libertad estima mi belleza.
Segundo del Caballero, con los mismos
consonantes
Ponderarte el
ardor que violento
Por mi abrasado pecho se
derrama,
No es empeñarte, Fili, en
que a su llama,
Ni aún tus desprecios sirvan
de alimento:
Sin esperanzas mi
pasión aliento,
Que con los imposibles más
se inflama;
Advierte, Fili, bien si nadie
llama
En el mundo ambición, lo que
es tormento:
Y aunque mi amor
confieso que es altivo,
Pues blasona en la tierra sin
segundo,
Por milagro de la naturaleza,
Ser tu esclavo es
blasón más excesivo;
Mira, mi bien, si quien te diera el
mundo
Pensará esclavizar a tu
belleza.
Segunda respuesta de la Dama, con los
mismos consonantes
Renuncia, Favio,
empeño tan violento,
Que pierde tu fe el llanto que
derrama,
Y fácilmente se
ahogará la llama
Que carece como esta de
alimento:
Destínese
mejor tu noble aliento
Que sin correspondencia al que se
inflama,
El amor mismo temerario llama,
Y amor sin esperanza es cruel
tormento:
No camino al
arrojo abras altivo,
Blasonando en tu afecto sin
segundo,
(¡Raro milagro de
naturaleza!)
Ni intentes vuelo
que es tan excesivo,
Que no podrá tu amor vencer,
ni el mundo,
La esquivez natural de mi
belleza.
Soneto tercero del Caballero, con los
mismos consonantes
Bien sé
que en vano mi dolor violento
Lanza suspiros, lágrimas
derrama,
Y que no resta a mi amorosa
llama
Más que sola mi pena, otro
alimento:
Bien conozco el
empeño a que me aliento,
Y quán en vano el
corazón se inflama,
Mas a un amor que heroico se
llama,
Ni aterra lo imposible, ni el
tormento:
Y si fuera mi
amor menos altivo
Por tu desdén, bien
mío, sin segundo
Desdixera de mi naturaleza;
Que aunque
parezca término excesivo,
Solas tres cosas grandes tiene el
mundo,
Mi sobervia, mi amor, y tu
belleza.
Respuesta tercera de la Dama, con los
mismos consonantes
Porfiado
está tu amor, y es muy violento,
Que el yelo que el desdén
Fabio derrama,
Avive impropiamente más la
llama,
Y crezca el fuego más, sin
alimento:
En vano, pues,
repito, ama tu aliento,
En vano el corazón necio se
inflama,
En vano tu fervor bella me
llama,
Y en vano, en fin, al alma das
tormento.
Porque mi pecho,
Fabio, es tan altivo,
Y en el aborrecer tan sin
segundo,
Que igual no le crió
naturaleza:
Y en esto es mi
rigor tan excesivo,
Que aquel que más lisonjas
deba al mundo,
Deberá el desengaño a
mi belleza.
Soneto quarto del mismo Caballero con
distintos consonantes
Necio, atrevido y
loco me apellida,
Fili, tu injusta condición
ingrata,
Y con infames títulos
maltrata
La más noble pasión,
y bien nacida:
Emplea en
mí tu cólera encendida,
Abrasa un corazón que te
retrata,
Y consume, si te es empresa
grata,
La ya torpe memoria de mi
vida:
Ya aborrezco el
vivir, pues inhumana
Segunda causa das a mi
tormento,
Por que acabe mi vida de esta
suerte:
Acción por
todos términos tirana
Ensangrentarte en mi
aborrecimiento,
Sobrando tu desden a darme
muerte.
Soneto quarto de la Dama,
respondiendo á este ultimo del Caballero, en diferentes
Consonantes
Si fuera dable
que mi extravagancia
Se dexase vencer de la fineza,
Triunfado hubiera ya de mi
entereza
Tu tesón, tu porfía,
y tu constancia:
Pero quanto me
obliga tu arrogancia,
Y el seguro que ofrece tu
firmeza,
Me ofende, Fabio, por
naturaleza
El eco solo de amorosa
instancia:
Supiste esta
verdad, ¿qué fruto esperas
Del llanto que derramas
obstinado,
Por más que sean tus ansias
verdaderas?
Si la que ha de
premiar tan fiel cuidado,
No solo no agradece que la
quieras,
Mas aún el ser querida la da
enfado.
([Margarita Hickey],
Poesías varias sagradas, morales, y profanas o
amorosas, págs. 174-178).