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Vicente García de la Huerta y el círculo de Montiano: La amistad entre Huerta y Margarita Hickey

Philip Deacon






ArribaAbajoLa vida intelectual madrileña en 1755

La llegada de Huerta a Madrid a mediados de la década de 1750 coincide con el resurgir de la actividad cultural española del reinado de Fernando VI1. Para participar en ese mundo intelectual hacía falta establecer relaciones con las organizaciones oficiales y círculos privados que por entonces protagonizaban la vida cultural, y los primeros pasos de Huerta en la Corte dan testimonio del establecimiento de una serie de contactos con personas influyentes que le ayudaran. Los principales foros deseados por el intelectual ambicioso los constituían las tres Reales Academias, pero a su lado existían tertulias eruditas privadas, la amistad de nobles cultos y el trato con el pequeño grupo de intelectuales que ya gozaba de cierta independencia de acción2. Muchos de estos foros tenían miembros en común y los mismos nombres vuelven a aparecer en las relaciones conocidas de sus actividades.

Una vez aceptado no era difícil hacerse conocer y alcanzar cierto renombre en el todavía reducido mundillo literario de Madrid. Para la mayoría de los intelectuales los mecenazgos más apetecidos eran los de la familia real y la alta nobleza y gran parte de la intelectualidad hidalga consigue colocarse a través de un puesto secundario en una casa importante: había puestos de ayo, bibliotecario y secretario en las familias nobles, y en el servicio real había puestos semi-honoríficos de criado además de trabajos en la Real Biblioteca para los intelectualmente dotados. A través de uno de estos puestos se podía acceder a una plaza académica y a los círculos intelectuales que giraban alrededor. Un hidalgo sin caudal y con ambiciones intelectuales no podía vivir independientemente como su sucesor ochenta años después. Debía buscar contactos útiles y tener cuidado de no contraer enemistades con los poderosos.

Como sabemos, los primeros años de Huerta en Madrid parecen depararle un éxito impresionante en la consecución de protectores3. Entra primero de bibliotecario en la Casa de Alba, posición cumbre donde las haya, pasando en 1761 a ocupar el puesto de Escribiente en la Biblioteca Real, y en los primeros años de la década de 1760 es asiduo de las tres Reales Academias. Estos puestos dan la impresión de haberle colocado en una posición ideal para dar rienda suelta a sus talentos literarios y eruditos. Sin embargo los frutos de su primera década en la Corte no corresponden a las promesas iniciales. Repasando en breve el resto de su carrera personal e intelectual: En 1766 le encontramos alienado de su protector Alba e involucrado en pendencias con el mismo Presidente del Consejo de Castilla, el Conde de Aranda. Casi inmediatamente después en 1767 y 1768 sospechas sobre sus escritos y actitud respecto al poder le llevan al exilio y el encarcelamiento. La vuelta del encarcelamiento en 1778 que debía haberle consagrado como autor con el estreno madrileño y publicación de Raquel, le lleva de nuevo a disputas literarias algo estériles, y a su muerte en 1787 hay pocos que quieren celebrar su memoria. A pesar del renovado interés por su vida y producción literaria demostrado en los últimos años, el veredicto de la historia es el de autor de una sola obra cuyos dotes literarios no fructificaron como era de esperar.

En el presente artículo se pretende explorar las relaciones entre Huerta y tres miembros de su círculo intelectual durante sus primeros años en Madrid. Primero, Agustín de Montiano y Luyando, fundador de la tertulia que llevaba su nombre y que incluía a Huerta entre sus miembros. Segundo, Luis Joseph Velázquez, Marqués de Valdeflores, joven intelectual malagueño que fue protegido de Montiano, amigo de Huerta y después implicado en la composición de sátiras durante el motín de Madrid de 1766. Tercero y con mayor extensión, Margarita Hickey y Pellizoni. Las recientes investigaciones de Juan Antonio Ríos han establecido la existencia de una amistad entre Huerta y esta escritora de ascendencia irlandesa y milanesa. Se presenta ahora nueva información sobre esta intrigante amistad que tuvo repercusiones poéticas en las composiciones publicadas de ambos escritores, y en particular unos sonetos amorosos de Huerta que hasta ahora no se le han atribuido.




ArribaAbajoMontiano y su círculo

Entre las primeras personas con quien Huerta entra en contacto en los círculos literarios de Madrid en 1755 sería Agustín de Montiano y Luyando4. Montiano era lo que hoy denominaríamos un mandarín de la vida cultural madrileña. De familia noble vasca y nacido en 1697, había hecho la carrera del servicio gubernamental en las Secretarías de Estado y Gracia y Justicia, granjeándose el favor de Felipe V y Fernando VI. Director de la Real Academia de la Historia desde 1738 y miembro de la Real Academia Española desde 1739, es Académico de Honor y después Consiliario de la Real Academia de San Fernando. Además de estas grandes instituciones públicas pertenecía a tertulias privadas como las de Hermosilla y Blas Antonio Nasarre, existentes antes de 1750 y de las que hoy sabemos poco, y a la más conocida Academia del Buen Gusto5. Esta tertulia privada, lugar de encuentro de nobles y eruditos que se reunía en casa de la Marquesa de Sarria, le contó entre sus miembros desde su principio en diciembre de 1749 hasta su fin en abril de 1751. En sus reuniones Montiano estrechó su amistad con el aragonés Ignacio de Luzán y el joven malagueño Luis Joseph Velázquez a quienes lleva después a la tertulia que se reúne en su propia casa.

Por lo que se sabe de su identidad los miembros de la tertulia de Montiano eran escogidos por su condición de intelectuales más que de nobles y las publicaciones de aquellos años dan evidencia de su importancia en el mundo cultural6. La tertulia contenía personas de la generación nacida y educada en los primeros años del siglo -Montiano, Juan Trigueros, Luzán, Felipe de Castro y Juan de Iriarte -además de una nueva generación de jóvenes: Velázquez, Cándido María Trigueros, Llaguno, Nicolás Moratín, Huerta y posiblemente los sobrinos de Iriarte- que llegan a sobresalir en la década siguiente y a través del reinado de Carlos III. Quizás por no tener hijos propios Montiano dispensaba una protección casi paternal a las jóvenes generaciones, hecho al que dan testimonio los elogios que le tributan después de su muerte, acaecida en noviembre de 1764, Nicolás Fernández de Moratín, Cándido María Trigueros, Alonso Cano, Eugenio de Llaguno y Huerta7.




ArribaAbajoMontiano y Velázquez

En los años 50 las relaciones entre Montiano y Velázquez se cimentaron8. Los dos habían contribuido con poesías en varios géneros a la Academia del Buen Gusto y cuando Montiano publicó su tragedia Virginia, en 1750, Velázquez hizo un erudito y elogioso examen de ella en la Academia de la Marquesa de Sarria. Bajo el patronazgo del ministro de Fernando VI, el Marqués de la Ensenada, Montiano promocionó a Velázquez en las distintas tareas de erudición -arqueológicas, históricas y literarias- que se habían emprendido con apoyo real a partir de 1750. Velázquez fue comisionado por la Real Academia de la Historia para hacer un reconocimiento de los restos arqueológicos en Mérida, Málaga, Córdoba y Cádiz, y la correspondencia mantenida con Montiano durante su viaje da cuenta de los problemas que encontró9.

Velázquez publicó su primer libro, el Ensayo sobre los alfabetos de las letras desconocidas que se encuentran en las más antiguas medallas y monumentos de España, con el respaldo de la Real Academia de la Historia en 1752, el cual mereció elogios del P. Isla. Poco después, en 1753, daría pruebas de su devoción a la poesía con una edición de las Poesías de Francisco de la Torre10. Durante su comisión arqueológica Velázquez estaba planeando y escribiendo varias obras nuevas, entre ellas los Orígenes de la poesía castellana que saldrían con la ayuda de Montiano en 1754, y una antología comentada de la literatura castellana en colaboración con Montiano, Llaguno y Juan Trigueros que nunca vio la luz11. El joven intelectual malagueño estaba lleno de ideas y energía que quería dedicar a los avances científicos de la nación todo lo cual transmite a Montiano en sus cartas. A través de su correspondencia se perfila el trasfondo de la vida cultural de la época. Se nombran y discuten una serie de amigos y enemigos literarios e incluso políticos, entre ellos Burriel, Campomanes, Luzán, Mayans, Porcel y Torrepalma. A pesar de su acomodada situación familiar Velázquez es consciente de la precariedad de la vida intelectual y muestra su estima hacia sus poderosos protectores como el ministro Ensenada y en menor escala Montiano que le facilitan el trabajo intelectual y aprecian sus actividades.




ArribaAbajoHuerta en Madrid, 1755-1766

No sabemos exactamente cómo se estableció el contacto de Huerta con Montiano. Muy probable es que se produjera a través de la Real Academia Española donde entra Huerta a instancias del entonces Director y protector suyo, el Duque de Alba. El hecho de coincidir con Montiano desde 1760 en tres reales academias sugiere un trato que otros documentos y afirmaciones demuestran alcanzó el grado de amistad12. Un cuarto de siglo más tarde Huerta rinde tributo a los esfuerzos literarios de Montiano en su ensayo sobre el teatro de España: «A este digno Hespañol se debe la restauración de esta especie de Poesía. Sus tragedias fueron entonces criticadas con mas gracia que solidez; pero estas críticas no le privarán de la gloria, de haber promovido con su exemplo, y quasi resucitado estas composiciones»13.

Otro punto de enlace con Montiano fue Juan de Iriarte, miembro de las tres Reales Academias y asiduo asistente a la tertulia desde 175214. Por sus conocimientos casi enciclopédicos Velázquez se refería constantemente a él en sus cartas a Montiano cuando tenía una duda o buscaba información. Iriarte había sido preceptor del Duque de Huéscar, después Alba, años atrás y como resultado de su puesto en la Real Biblioteca donde entró a trabajar Huerta en 1761, tendría contacto diario con el joven extremeño15.




ArribaAbajoMontiano, Margarita Hickey y Huerta

El primer contacto registrado entre Montiano y Margarita Hickey ocurrió en 1759 cuando doña Margarita le manda al académico la traducción que ha hecho de la tragedia Andromaque de Racine. Su motivo fue para que Montiano con su «mucha instrucción, buen gusto e inteligencia en estas materias, se sirviese darme su parecer»16. Montiano contesta con gran amabilidad y prontitud, devolviendo la traducción acompañada de una carta en la que hace comentarios sobre el estilo de la traducción y las ideas del original. Lo que consigue la traducción es introducir a Margarita Hickey en el círculo literario de Montiano donde conocería a Huerta, Velázquez y otras figuras literarias prominentes.

De los tres amigos de Huerta, Margarita Hickey es indudablemente la persona menos conocida y los datos biográficos de que disponemos actualmente tienen grandes lagunas que es de esperar se llenen algún día17. No sabemos ni cuándo nació ni cuándo murió y sus obras publicadas parecen querer ocultar su autoría. De padre irlandés y madre milanesa debió de nacer alrededor de 1740 a juzgar por la edad de sus hermanos y por el hecho de que hiciera la traducción de Racine antes de 1759. Su marido, Juan Antonio de Aguirre, había nacido en 1703 y era miembro de la Casa Real del Infante Luis, hermano de Carlos III. Así que era casi de la edad de Montiano y mucho mayor que su esposa. Este hecho ha llevado a algunos que han escrito sobre ella a especular sobre sus actividades. Manuel Serrano y Sanz, sin revelar sus fuentes, da rienda suelta a su fantasía, sugiriendo que por ser «hermosa y de no vulgar imaginación, debió entonces ser galanteada y corresponder con entusiasmo, cual suelen las mujeres que en la flor de su juventud sólo han conocido el invierno del amor, representado en un marido viejo»18. Sabemos que Aguirre vivía aún en 1767 porque asciende a Ayuda de Cámara del Infante en ese año y debió de morir antes de 1779 ya que doña Margarita se llama viuda en un documento de aquel año.

Así que en 1759, probable fecha de su aparición en Madrid, el marido de doña Margarita tenía 56 años, Huerta 26 y ella tendría quizás 19. La primera evidencia concreta de contactos con Huerta son las cartas que empiezan a escribirse en junio de 1766 después de la salida del extremeño para Francia19. Pero por el grado de intimidad mostrado en las cartas está claro que la amistad databa de antes. Es probable que el contacto se produjera a través de Montiano en 1759 ya que fue en este año cuando el Infante Luis se trasladó a Madrid con su servidumbre a raíz de la muerte de Fernando VI. Es lógico por tanto suponer que Margarita Hickey y su marido se establecieran en Madrid a partir de entonces. Margarita Hickey trataría a Huerta a través del círculo de Montiano y es probable que las relaciones entre los dos se estrecharan.




ArribaAbajoEl partido ensenadista y el Duque de Alba

Las publicaciones de Teófanes Egido y Rafael Olaechea sobre el «partido» ensenadista, español o castizo nos llevan a plantear la cuestión del posible alineamiento ideológico del círculo de Montiano20. Olaechea define el «partido» ensenadista como un grupo político-social de oposición, integrado no sólo por los miembros y adheridos al «equipo de Ensenada», [...] sino por otras facciones de filiación originariamente distintas [...] inspiradas en aquellos momentos por el elemento común de la oposición [...] como ocurría con la «coligación de los colegiales mayores» [...] con los parciales del P. Rávago, y con el llamado «partido jesuítico»21. Entre tal grupo Olaechea incluye a Velázquez como hecho incontestable22. La correspondencia entre Montiano y el joven malagueño en 1752-4 parece confirmar tal afirmación al colocarse Velázquez con Montiano entre los seguidores y favorecidos del Marqués. El viaje de Velázquez se hizo bajo la tutela de Ensenada y la correspondencia con Montiano revela la confianza que existía entre el joven académico y el ministro como, por ejemplo, cuando Velázquez le pide un favor para su hermano Francisco Antonio23. También entre los miembros de la tertulia de Montiano se contaba el bibliotecario del Marqués, Antonio Pisón, por el que Velázquez siempre profiere palabras de gran amistad24.

El efecto de la caída del ministro en 1754 fue un choque tremendo tanto para Montiano como para Velázquez, que a consecuencia veía peligrar la continuación de su encargo. Montiano le aconseja «que se esté quieto en Málaga; que calle y que espere mis avisos», consejo que reitera en su carta siguiente25. Velázquez, agitado y curioso, contesta «Avíseme V. lo que vaia aconteciendo, con la seguridad de que después de leídas quemaré sus Cartas, y con nadie me daré por entendido en estos asuntos»26. El tema era delicado y parece que Montiano siguió su propio consejo a Velázquez de callarse. Las cartas de Velázquez reconocen la ayuda dispensada por Ensenada no sólo personalmente, sino en su papel de promotor de la Academia de la Historia. Los Orígenes de la poesía castellana iban a dedicarse al Marqués pero con su caída, Velázquez, presionado por Montiano, cambia la dedicatoria al nuevo protector de la Academia de la Historia, el Duque de Alba27. Es evidente, sin embargo, que el Duque no le resultaba muy simpático, pero a pesar de sus reservas cede ante la insistencia de su mentor y la obra sale con la nueva dedicatoria, acción que podría interpretarse como claro intento de buscar el favor del nuevo ministro. En todo Montiano demuestra ser el sabio consejero del impetuoso joven, dándole rienda suelta para gastar sus energías de una manera útil pero calmando sus ánimos cuando parece a punto de lanzarse a acciones intempestivas. Montiano se encarga de hablar con Alba y la comisión continúa con el apoyo del nuevo Director de la Academia y hombre fuerte del nuevo equipo ministerial del Rey.

Huerta, en cambio, debía mucho al Duque y debió de haberse alegrado de gozar de su confianza, aunque a pesar de su sentimiento de solidaridad con su protector parece que siempre abrigó sospechas sobre sus motivaciones, actitud compartida por todos los que le conocían. Los representantes diplomáticos tenían mucho interés en analizar sus ambiciones. El embajador austríaco le consideraba «el más taimado cortesano que jamás se vio; y en la astucia es en lo que consiste principalmente su capacidad»28. Olaechea le llama «profesional de la intriga»29, y la traición de Huerta en 1766 confirma plenamente su juicio.

En cuanto a las simpatías de Huerta por el «partido» ensenadista, los autores del Informe fiscal de 1766 encontraron bastantes pruebas para suponerle un aliado de los que se oponían al gobierno. La evidencia principal fue la composición de Raquel y su circulación entre sus amigos, pero el hecho de tener un hermano jesuita fue aducido como prueba adicional30. Se podría añadir que en las cartas a Margarita Hickey, Huerta demuestra su desprecio por los «golillas», la clase política que, según la facción colegial del partido castizo, había usurpado su hegemonía en los órganos del poder31.




ArribaAbajoEl reinado de Carlos III

La muerte de Fernando VI y la llegada al trono de Carlos III produjo una situación incierta en la vida política española que para el grupo del Montiano podría traer tanto beneficios como desventajas. En el terreno cultural el nuevo Rey iría precedido de su reputación de defensor de la cultura por sus acciones en Herculano32. En el terreno político los presagios para los antiguos favorecidos no parecían tan halagüeños. Algunos esperaban la restitución de Ensenada a su poder anterior y los primeros meses del reinado testimoniaron las luchas por el favor del recién llegado monarca. Alba parecía gozar en un principio del favor del Rey y participa activamente en el Consejo de Estado aunque se retira poco después. Sin embargo los ministros más importantes de Carlos son dos italianos, los Marqueses de Grimaldi y Esquilache. Contra estos dos favoritos van dirigidos en los años siguientes los dardos del grupo español, agudizándose el clima de tensión en los dos o tres años precedentes a 1766. El motín de Madrid de marzo de aquel año muestra la impopularidad de los ministros pero sólo se sacrifica Esquilache a los deseos de la población madrileña y los consejeros del Rey. El Rey no hace caso a los gritos en favor de Ensenada, y después de varias consultas trae al Conde de Aranda, feroz rival de Alba, al puesto de Presidente del Consejo de Castilla33.




ArribaAbajoEl año de 1766

El año clave en la vida de Huerta es 176634. El motín de marzo en Madrid seguido por la cadena de motines en la mayoría de las grandes ciudades del reino cambian la política de Carlos III y producen un terremoto en la vida cultural cuyos temblores tardan casi una década en desaparecer35. Sin entrar en las causas y responsabilidades del motín de Madrid es posible afirmar que Huerta y Velázquez hubieran querido ver cambios gubernamentales que restituyeran a la clase noble española a los Consejos reales y que ésta actuara como fuerza moderadora del poder monárquico. Los argumentos de Huerta reivindicando el poder de la aristocracia española se sintetizan en Raquel, los de su amigo Velázquez sobre el equilibrio de poder entre nobleza y monarca y los peligros del despotismo real se encuentran en su inédito Ensayo sobre la naturaleza de 1769 y en menor grado en su Colección de diferentes escritos relativos al cortejo de 176436.

Por razones todavía no plenamente claras Huerta se marchó a París en junio de 1766 alegando entre otras razones su deseo de estar lejos hasta que la vicaría eclesiástica resolviera su pleito de divorcio contra su mujer37. Es entonces cuando su protector Alba le traiciona. Huerta le escribe justificando su apresurada salida de España, acusando a Aranda de inmiscuirse en el pleito de divorcio a favor de su mujer y cuestionando sus motivos para hacerlo. Al recibir la carta, según Margarita Hickey, el Duque la entrega a Aranda «no para hablarle en favor de V.m. (que esto fuera muy de estimar) sino para hacerle a él un obsequio, y un servicio con ella, diciéndole [...] que se la entregava por si acaso estava Vm. complicado en el alboroto pasado»38. La traición parece repetir la hecha antes a su otrora aliado Ensenada en 1754, cuando el Duque, actuando en colaboración con el embajador británico Keene, consigue su destitución del ministerio y el exilio. A pesar de las protestas de inocencia de Huerta, el Gobierno le consideró sospechoso de estar implicado en el alboroto y de haber compuesto la tragedia subversiva Raquel. El descubrimiento en el Archivo de Simancas por nuestro lamentado amigo el historiador Carlos Corona de los extractos de la correspondencia entre Huerta y Margarita Hickey durante la estancia de aquél en París abrió una nueva vena de investigación que en lo tocante a su proceso ha sido ya explorada por Juan Antonio Ríos, primero en revelar públicamente la existencia de la correspondencia, por lo que a continuación me centraré en las relaciones de tipo personal entre Huerta y Hickey.

Como dice atinadamente Juan Antonio Ríos, las relaciones entre Huerta y doña Margarita parecen tan íntimas que se podría sospechar rebasaran las meramente amistosas39. Doña Margarita parece conocer tan a fondo la situación de Huerta que incluso le sugiere posibles estratagemas para conseguir sus fines, llegando a redactarle cartas para el Duque de Alba, el Conde de Aranda, el Bibliotecario Real Juan de Santander y el Ministro Roda. Le manda dinero desde Madrid para sostenerse, se alegra de su posible vuelta a España y actúa en todo como si estuviera íntimamente informada de sus deseos, muchas veces sabiendo actuar a su favor mejor que él mismo. El principal problema planteado por los extractos de la correspondencia es que los escribanos gubernamentales sólo copiaron lo que era «reparable» o digno de mención desde el punto de vista de la investigación judicial y por tanto omiten gran parte, si no la totalidad, del texto de la mayoría de las cartas.

Uno de los temas centrales tratados es el pleito de divorcio entre Huerta y su mujer Gertrudis de la Carrera a quien doña Margarita debió de conocer bien porque en la carta del 21 de julio los escribanos opinan que doña Margarita hace «una descripción de su muger muy graciosa». Ella como él quiere ver un «feliz éxito» al asunto del pleito y en sus cartas comunica detalles proporcionados por el abogado de Huerta y miembro de la tertulia de Montiano, Tomás Joven de Salas. En una carta doña Margarita hasta tiene que quejarse de Joven porque en palabras de los escribanos «la persigue, y por esto, y por no gustar del tal Joven, se va a Valdemoro para evitar camorra», a lo que contesta Huerta llamando a su abogado «un loco botarate»40.

Una de las noticias comunicadas a Huerta por doña Margarita es el arresto de Velázquez el 20 de octubre, hecho que menciona junto con el arresto de Gándara y Hermoso en carta del 23. En una carta anterior del 15 de agosto Huerta había escrito que esperaba una carta de Velázquez, y por otras fuentes sabemos que hubo contacto epistolar con Velázquez durante este período, relacionado con la tragedia de la que tenía copia Velázquez41. Después de su arresto, Velázquez fue trasladado al castillo de Alicante mientras seguían las investigaciones. Tres años y medio más tarde, el 19 de abril de 1770, se le condenó a diez años de presidio que empezó a cumplir en Alhucemas42. Fue sentenciado por la composición de escritos subversivos, lo que negó firmemente, declarando que los delitos que se le imputaron eran «tan agenos de mi carácter, tan distantes de mi manera de pensar, tan contrarios a mis conocidas costumbres, y tan incompatibles con las ocupaciones de toda mi vida» que sería incapaz de cometerlos43.

La correspondencia interceptada de Huerta fue probablemente utilizada en la evidencia contra Velázquez ya que, según los escribanos, doña Margarita «dice que tiene indicios de que tuvo parte en el motín, y refiere uno». Después de su arresto Velázquez no abandonó a su amigo Huerta y entre sus manuscritos compuestos durante su encarcelamiento en Alhucemas hay notas escritas «Para Vicente»44. Velázquez no cumplió toda su condena. Como acto «de su Real benignidad» el Rey, a través de su Consejo Extraordinario, le permite trasladarse a vivir en Granada en 1771 y más tarde, en 1772, a una legua de Málaga45. Pero muere en ese mismo año por causas desconocidas, a la edad de cincuenta años.




ArribaAbajoLas relaciones literarias entre Huerta y Margarita Hickey

¿Qué pasó después de 1766 entre Huerta y Margarita Hickey? Tras su vuelta a Madrid en 1777 o 1778 parece que Huerta tenía mucho interés en sacar a luz sus obras literarias. La situación política había cambiado en gran medida después de su encarcelamiento en 1769. Aranda, su gran enemigo, estaba de Embajador en París sufriendo una especie de exilio político. El Duque de Alba había muerto en 1776. Huerta trata de reincorporarse a su vida de antes, volviendo a su puesto en la Biblioteca Real y a las reuniones de las Reales Academias. Y, más importante, consigue el estreno madrileño de Raquel que quería acompañar con una edición autorizada del texto antes de que algún editor pirata sacara una no autorizada.

Por tanto es curioso notar que la edición de Raquel se encubre bajo el anónimo título de Obras poéticas cuando la saca a luz Sancha en 177846. El anuncio en la Gaceta de Madrid rectifica este error pero con todo hay una reticencia a proclamar la aparición del drama47. A la luz de las investigaciones de René Andioc sobre las circunstancias del estreno madrileño y la evidencia de la correspondencia interceptada entre Madrid y París, es evidente que la carga política de la obra contribuyó a cortar el número de representaciones en los teatros públicos y esto pudo influir también en la publicidad dada a su versión impresa48.




ArribaAbajoLos sonetos cruzados entre Huerta y Hickey

La importancia de Raquel dentro de la obra de Huerta desvía nuestra atención de las poesías incluidas en la edición publicada por Sancha49. No han llamado la atención de la crítica posterior a pesar de ser reproducidas en la colección que hizo el Marqués de Valmar para la Biblioteca de autores españoles50. Se podría haber achacado a la edición de Sancha una falta de obras originales ya que muchas de las contribuciones de Huerta son traducciones de obras de otros autores. Gran parte de las composiciones originales son poemas de circunstancias compuestos con ocasión de alguna ceremonia oficial. Hay sin embargo varios de estilo más lírico que podría haber servido para expresar sentimientos personales. Entre éstos se encuentran romances, endechas, endecasílabos, madrigales, liras, sonetos y redondillas. Su tono es en general pesimista, predominando poemas de desengaño, tristeza por ausencias no especificadas y desconsolación por ofensas de acción o palabra. Sólo unos pocos se presentan como expresiones de amor del autor implícito.

El soneto titulado «Ponderación justa de un amor verdadero» en la edición de Sancha recurre a una dicción tradicional de clara ascendencia petrarquista pero supera a los demás poemas de la serie por su fuerza expresiva51. En este poema el autor implícito dirige sus palabras a una anónima Lisi que ya aparece como blanco de las atenciones amorosas del poeta en otros sonetos anteriores. Lo destacable del poema, sin embargo, es que apareció con ligeros pero significativos variantes en otra colección de poesías publicada en 1789, dos años después de la muerte de Huerta. Allí se presenta como obra de un anónimo caballero y como primer soneto de una serie de ocho52. Los poemas van precedidos de una explicación según la cual «quatro fueron remitidos por un Caballero á una Dama que le respondió con los mismos consonantes á los tres primeros, y al quarto con consonantes distintos». La autora de las contestaciones se describe en la portada del libro como «Una dama de esta corte» y se esconde bajo las iniciales M. H., pero su identidad, revelada por los expedientes del Consejo de Castilla y la reseña del Memorial literario poco después de su publicación prueba ser la de Margarita Hickey53.

El hecho es que la colección de Poesías varias sagradas, morales, y profanas o amorosas de Margarita Hickey contiene tres sonetos no identificados previamente como obras de Huerta, pero que por los datos aducidos deben ser atribuidos a él54. Su valor literario no es alto ya que su composición responde a un ejercicio típico de las tertulias literarias según el cual había que repetir algún aspecto del primer poema, en este caso la palabra final de cada verso, para formar el siguiente poema. Aquí el juego se extiende a ocho poemas y la indicación en el último de que a la dama «el ser querido le da enfado» puede tomarse como un retórico punto final de la serie más que como indicación de los posibles sentimientos de Hickey hacia Huerta.

Desafortunadamente no sabemos más sobre las circunstancias de su composición. Lo que está fuera de duda es que Huerta fue autor del primer poema, como tiene que serlo también de los otros tres atribuidos al anónimo caballero. También es de destacar que en la versión publicada por Sancha en 1779 los sentimientos de amor se expresan aún con más fuerza que en la versión de 178955. En ésta el calificativo «voraz» aplicado a su amor ha desaparecido del noveno verso, reduciendo la fuerza de los deseos, y las «entrañas» del cuarto verso están sustituidas por la más suave «venas». Otro cambio es el nombre de la amante que en la versión original fue «Lisi», pero que ahora se convierte en «Fili». Lisi, debemos recordar, es el nombre de la amante que aparece con mayor frecuencia en los poemas de Huerta en la edición publicada por Sancha en 177956.




ArribaAbajoAspectos autobiográficos de la poesía de Margarita Hickey y Huerta

A la luz de las relaciones literarias entre Huerta y Margarita Hickey reveladas por los ocho sonetos amorosos, otras composiciones incluidas en las Poesías varias cobran un nuevo significado e inducen a especular sobre un posible fondo autobiográfico. Aparte del extenso poema a Cevallos hay un solo poema dedicado a una persona concreta, la actriz Josefa, o como aquí se llama, Pepa Huerta. No podrá ser casual que la actriz en cuestión tomara el papel de la protagonista en el estreno madrileño de Raquel57. Otro poema de la colección que parece tener relevancia para el caso de Huerta si recordamos la convivencia con Gertrudis de la Carrera antes de su divorcio, es la serie de endechas «respondiendo una amada á las satisfacciones que su amante quería darla de haberle nombrado por equivocación con el nombre de otra Dama, (á quien antes había querido) estando en conversación con ella»58. También el hecho de que Huerta se llamara Don Francisco Lelio Barriga en las cartas desde París nos podría hacer sospechar que los poemas de doña Margarita en los que aparece Lelio o Clelio puedan reflejar sentimientos reales de la autora en lugar de ser ficciones poéticas59. Sin embargo, nuestras sospechas tendrían que tomar en consideración la existencia de poemas que muestran un desprecio por los hombres, aspecto subrayado ya por Serrano y Sanz. Tal es el caso de la «Décima aconsejando una Dama á otra amiga suya que no se case»60. En efecto muchos poemas parecen inspirarse en un deseo de vindicar los derechos de la mujer. Cuando dice que «el amante más rendido / Es transformado en marido, / Un insufrible tirano»61 parece expresar sentimientos poco compatibles con la visión tradicional de la mujer que se asocia con Huerta y por tanto la amistad entre Huerta y Hickey puede antojarnos como sorprendente.

A la luz de los datos biográficos conocidos de Margarita Hickey es posible rastrear huellas suyas en la obra poética de Huerta. El aspecto más destacado es la prominencia de la amante conocida por el nombre de Lisi quien es, con mucho, el principal blanco de los deseos del autor implícito. Aparece principalmente en la serie de sonetos amorosos en los que el autor se llama Fabio, nombre con el que se designa también el amante en la serie de sonetos amorosos intercambiados entre Huerta y Hickey. Otros tres poemas de Huerta parecen contener datos significativos sobre vivencias reales del autor que pueden relacionarse con Margarita Hickey. El primero, la «Relación amorosa», ha sido señalado ya por Cotarelo como portador de experiencias reales. Hay referencias al lugar de nacimiento del autor que coinciden con lo que sabemos de Zafra y los primeros años de Huerta; se refiere a sus estudios en Salamanca y los primeros devaneos amorosos; y finalmente el autor se establece en Madrid donde reside su amor Lisi62. En el segundo poema, las Endechas reales tituladas «Tristes expresiones de un desconsolado», el autor implícito se llama Fabio y su amante Lisi, pero se añade el dato de que ella es autor de versos63. En el tercer poema, el «Romance amoroso», los dos amantes se llaman Fabio y Lisi pero se agrega la información de que Lisi vive en El Pardo, dato que coincide con el empleo del marido de doña Margarita en el Palacio real64.

En la mayoría de los poemas amorosos de Huerta predomina el tema de la ausencia y la separación de Fabio y Lisi que bien pudiera reflejar las experiencias de exilio y de cárcel del escritor extremeño. En uno de sus escritos más pesimistas, «Reflexiones melancólicas de un amante desgraciado en una noche aciaga», aparte de unas claras alusiones autobiográficas al pleito de divorcio de Huerta contra su mujer («Ya tengo determinada / La conclusión de mi pleito») que sitúa el poema alrededor de 1766, el autor parece referirse a las normas sociales del pundonor aducidas por Lisi para impedir la expresión de sus sentimientos («... suspende, dueño mío, / por un instante el decreto / que pronunció el pundonor») que en el caso de una mujer casada pudiera reflejar su experiencia real65. En resumidas cuentas, aunque la producción poética de Huerta no parece tener muchas referencias autobiográficas las pocas que se encuentran cuadran perfectamente con lo que hemos podido descubrir de su amistad con Margarita Hickey.

Si comparamos la evidencia impresa de otras obras literarias de los dos escritores se encuentran adicionales puntos de contacto. Coincidieron en traducir la misma tragedia de Voltaire de la que la versión de doña Margarita nunca se ha publicado. La traducción de la Zaïre, con las correcciones manuscritas de Eugenio de Llaguno, protegido de Montiano y miembro de la tertulia, ha quedado entre los manuscritos teatrales de la Biblioteca Nacional66. La traducción tuvo que ser temprana porque al publicar la suya Huerta en 1784 se refiere a doña Margarita diciendo «Algunos traductores han desempeñado su empresa con aplauso; pero ninguno con tanta felicidad, á mi parecer, como una dama de muy singulares talentos, que hizo una de las primeras traducciones que aparecieron en España»67.

Uno de los muchos problemas planteados por las obras de doña Margarita es su fecha de composición, que podrían abarcar un periodo de hasta treinta años. Los documentos del Consejo de Castilla y Consejo de Estado sobre los intentos de publicación suscitan aún más preguntas en lugar de resolver los problemas. Demuestran que ella pensaba publicar gran parte de su producción literaria en 1779, ya que tras el informe favorable de Nicolás Fernández de Moratín, que actuó de censor, recibe la licencia de impresión68. Sin embargo, espera diez años, hace una nueva solicitud al Consejo y sólo publica una de las tres traducciones de obras dramáticas para las que había pedido permiso. Antes de la solicitud formal hecha en 1779 se había dirigido al Conde de Floridablanca expresando su deseo de dedicar su poema en elogio de Cevallos a Carlos III69. Con mucha cortesía Floridablanca le comunica la negativa del Rey a aceptar dedicatorias y sugiere que siga el camino habitual a través del Consejo de Castilla.

Por su intervención en el caso de Huerta en 1768, Floridablanca tuvo que recordar el papel de Hickey en ayuda del acusado, pero no dice nada. Juan Antonio Ríos ha especulado sobre una posible investigación judicial de doña Margarita pero no aporta ningún dato concreto70. Sin embargo, en la introducción a su poema a Cevallos de 1779, la autora menciona la defensa de la Habana por Luis de Velasco en 1762, diciendo «fue asunto que deseé yo cantar, y celebrar desde su acaecimiento. Pero siempre me lo habían, impedido y estorvado varios asuntos, y algunos contratiempos que me acaecieron en aquellos días»71. Estas palabras, que encubren la verdadera naturaleza de sus problemas y que podrían relacionarse con una persecución judicial por parte del gobierno, sólo serán clarificadas tras más investigaciones sobre su autora. Lo mismo puede decirse de sus relaciones con Huerta. La correspondencia desde París ha añadido muchos detalles a lo que sospechábamos sobre Raquel y las razones de la aparente huida de Huerta, pero la novedad ha sido el descubrimiento de la amistad entre Huerta y Margarita Hickey. Dada la existencia de los poemas que se escribieron entre sí, sus relaciones cobran mayores dimensiones que ahora requieren nuevas investigaciones para ser esclarecidas.






ArribaAbajoApéndice

Se reproduce en A) el soneto «Ponderación justa de un amor verdadero» según la versión aparecida en 1779 en las Obras poéticas de Huerta y en B) el mismo soneto en la versión de 1789 con la secuencia de sonetos que le sigue. Respeto las grafías y puntuación originales, sólo omitiendo en B) los subrayados de la última palabra de cada verso


ArribaAbajoA) Ponderación justa de un amor verdadero




ArribaAbajoSoneto


   Arde mi corazón; y su violento
Incendio por las venas se derrama,
siendo pábulo noble de esta llama Amor,
que en mis entrañas alimento.

   Ardiente exhalación es cada aliento,
que el aire vago a su contacto inflama;
si es que más propiamente no se llama
bostezo del volcán de mi tormento.

   Este es, Lisi, mi amor voraz y activo,
a quien es imposible hallar segundo
milagro que obró en mi Naturaleza:

   Superior al amor más excesivo;
mayor que quanto en sí comprende el mundo,
solo, Lisi, inferior a tu belleza.

(Vicente García de la Huerta, Obras poéticas, II, págs. 232-233.)                





ArribaAbajoB) Ocho Sonetos, de los que quatro fueron remitidos por un Caballero á una Dama, que le respondió con los mismos consonantes á los tres primeros, y al quarto con consonantes distintos




ArribaAbajoSoneto primero del caballero


   Arde mi corazón, y su violento
Incendio por el pecho se derrama,
Siendo pábulo noble de esta llama,
El amor que en mis venas alimento.

   Ardiento exhalación es cada aliento
Que el ayre vago a su contacto inflama,
Si es que más propiamente no se llama
Bostezo del volcán de mi tormento.

   Este es Fili mi amor, y tan altivo
Que no es fácil poderle hallar segundo
Milagro, que obró en mi naturaleza;

   Superior al amor más excesivo,
Mayor que quanto en si comprehende el mundo,
Solamente inferior a tu belleza.




ArribaAbajoRespuesta primera de la Dama


   Silvio, el voraz incendio que violento
En tu amoroso pecho se derrama,
De ardores juveniles, vulgar llama,
Y de común pasión propio alimento.

   Lo esforzado acredita de tu aliento,
Que con los imposibles más se inflama,
Si es que propiamente no se llama
De una loca ambición, justo tormento.

   Pues transformar (¡qué error!) quieres altivo,
En tu noble arrogancia sin segundo,
El genio que me dio naturaleza;

   Advierte que ese empeño es excesivo,
Porque más que el imperio, sí, del mundo,
La libertad estima mi belleza.




ArribaAbajoSegundo del Caballero, con los mismos consonantes


   Ponderarte el ardor que violento
Por mi abrasado pecho se derrama,
No es empeñarte, Fili, en que a su llama,
Ni aún tus desprecios sirvan de alimento:

   Sin esperanzas mi pasión aliento,
Que con los imposibles más se inflama;
Advierte, Fili, bien si nadie llama
En el mundo ambición, lo que es tormento:

   Y aunque mi amor confieso que es altivo,
Pues blasona en la tierra sin segundo,
Por milagro de la naturaleza,

   Ser tu esclavo es blasón más excesivo;
Mira, mi bien, si quien te diera el mundo
Pensará esclavizar a tu belleza.




ArribaAbajoSegunda respuesta de la Dama, con los mismos consonantes


   Renuncia, Favio, empeño tan violento,
Que pierde tu fe el llanto que derrama,
Y fácilmente se ahogará la llama
Que carece como esta de alimento:

   Destínese mejor tu noble aliento
Que sin correspondencia al que se inflama,
El amor mismo temerario llama,
Y amor sin esperanza es cruel tormento:

   No camino al arrojo abras altivo,
Blasonando en tu afecto sin segundo,
(¡Raro milagro de naturaleza!)

   Ni intentes vuelo que es tan excesivo,
Que no podrá tu amor vencer, ni el mundo,
La esquivez natural de mi belleza.




ArribaAbajoSoneto tercero del Caballero, con los mismos consonantes


    Bien sé que en vano mi dolor violento
Lanza suspiros, lágrimas derrama,
Y que no resta a mi amorosa llama
Más que sola mi pena, otro alimento:

   Bien conozco el empeño a que me aliento,
Y quán en vano el corazón se inflama,
Mas a un amor que heroico se llama,
Ni aterra lo imposible, ni el tormento:

   Y si fuera mi amor menos altivo
Por tu desdén, bien mío, sin segundo
Desdixera de mi naturaleza;

    Que aunque parezca término excesivo,
Solas tres cosas grandes tiene el mundo,
Mi sobervia, mi amor, y tu belleza.




ArribaAbajoRespuesta tercera de la Dama, con los mismos consonantes


   Porfiado está tu amor, y es muy violento,
Que el yelo que el desdén Fabio derrama,
Avive impropiamente más la llama,
Y crezca el fuego más, sin alimento:

   En vano, pues, repito, ama tu aliento,
En vano el corazón necio se inflama,
En vano tu fervor bella me llama,
Y en vano, en fin, al alma das tormento.

    Porque mi pecho, Fabio, es tan altivo,
Y en el aborrecer tan sin segundo,
Que igual no le crió naturaleza:

   Y en esto es mi rigor tan excesivo,
Que aquel que más lisonjas deba al mundo,
Deberá el desengaño a mi belleza.




ArribaAbajoSoneto quarto del mismo Caballero con distintos consonantes


   Necio, atrevido y loco me apellida,
Fili, tu injusta condición ingrata,
Y con infames títulos maltrata
La más noble pasión, y bien nacida:

   Emplea en mí tu cólera encendida,
Abrasa un corazón que te retrata,
Y consume, si te es empresa grata,
La ya torpe memoria de mi vida:

   Ya aborrezco el vivir, pues inhumana
Segunda causa das a mi tormento,
Por que acabe mi vida de esta suerte:

   Acción por todos términos tirana
Ensangrentarte en mi aborrecimiento,
Sobrando tu desden a darme muerte.




ArribaSoneto quarto de la Dama, respondiendo á este ultimo del Caballero, en diferentes Consonantes


   Si fuera dable que mi extravagancia
Se dexase vencer de la fineza,
Triunfado hubiera ya de mi entereza
Tu tesón, tu porfía, y tu constancia:

   Pero quanto me obliga tu arrogancia,
Y el seguro que ofrece tu firmeza,
Me ofende, Fabio, por naturaleza
El eco solo de amorosa instancia:

   Supiste esta verdad, ¿qué fruto esperas
Del llanto que derramas obstinado,
Por más que sean tus ansias verdaderas?

    Si la que ha de premiar tan fiel cuidado,
No solo no agradece que la quieras,
Mas aún el ser querida la da enfado.

([Margarita Hickey], Poesías varias sagradas, morales, y profanas o amorosas, págs. 174-178).                






 
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