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Vicente Huidobro: aproximación psicobiográfica


Folia Psiquiátrica, Vol. 8 1, año 2003 pp. 7-13

Dr. Arturo Roizblatt1

Ps. Lucio Gutiérrez2




Resumen

Siguiendo la guía que proporciona un estudio patobiográfico, considerando la biografía e intercambio epistolar de un connotado poeta nacional, se intenta una descripción psicológica, específicamente relacionada con sus características de personalidad. Se comentan también las limitaciones de un estudio de esta índole.




Summary

Following the concept of a pathobiographic study, considering the biography and the letter exchange of a reknown national poet, we intend a psychological description, focusing in personality characteristics. We emphazise the limitations of a study of this type.






ArribaAbajoIntroducción

Siguiendo a Chiozza, diremos que una patobiografía es una biografía en la que se toman en consideración ante todo «el relato escrito de una vida en cuanto tiene de padecimiento y de pasión, y en cuanto alude a lo inacabado de esa vida que se encamina, siempre, de modo inevitable, hacia una meta incumplida»3. El método patobiográfico es a todas luces un acercamiento complejo y limitado, y opera a partir de una distancia histórica, en ausencia del sujeto de análisis. Al escribir un artículo sobre Vicente Huidobro, por un lado se nos presenta la posibilidad de un análisis en virtud de su producción artística como reflejo de una personalidad y formas determinadas de vincularse al mundo. Por otro, se podría hacer un análisis de su historia vital, en la que la producción literaria podría ser considerada como un epifenómeno, producto escindido de su autor. La primera operación nos alejaría de la biografía del autor en su íntima relación con la obra que produce, la segunda nos alejaría de aquello que de alguna manera suscita nuestro análisis de Huidobro como «personaje» históricamente relevante. Hemos optado por analizar más bien, la relación que establece Huidobro con sus otros significativos, principalmente su madre María Luisa Fernández, y secundariamente la relación que este Vicente creador establece con la obra artística. Nuestro método ha sido principalmente el análisis de ciertos fragmentos esenciales del «Epistolario» entre dicho personaje y su madre, complementándolo con referencias de biógrafos y lectores de su obra.




ArribaAbajoAntecedentes biográficos

Vicente Huidobro nace en Santiago de Chile en 1893. Hijo de don Vicente García Huidobro, descendiente de una familia cargada de títulos y blasones, heredero del Marquesado de Casa Real y de doña María Luisa Fernández, una de las figuras más destacadas del feminismo del primer cuarto del sigo XX, a quien se le describe como «una gran dama, enaltecedora de toda tradición familiar, cristiana y patriota; intelectual y artista por temperamento, delicada escritora, mujer de acción»4. Otro comentarista dice de ella «de apergaminada estirpe, ha sostenido sin embargo, que la mejor aristocracia es la del talento y la del valor personal, la de la virtud y el heroísmo»5. María Luisa Fernández contaba entre sus antepasados a destacados prohombres de la vida institucional chilena; su padre fue don Domingo Fernández Concha, destacado financista, filántropo y hombre público que figuró en el Congreso Constituyente de 1870, fue banquero y formó la hacienda vitivinícola Santa Rita donde realizó con los obreros múltiples obras sociales. Era «humilde y altivo aunque parezca contradicción» dice Virgilio Figueroa6.

Huidobro contrae matrimonio a los 20 años con una distinguida y aristocrática joven de la sociedad chilena: Manuela Portales Bello. Su hijo Vladimir cuenta: «Vamos por la calle, mi padre divisa un mendigo, le da una limosna y éste agradece con un "que Dios se lo pague señor", a lo que mi padre contesta "A juzgar por su aspecto, no creo que Ud. tenga mucha influencia allá arriba».7 Vicente Huidobro no creía en Dios; un día un amigo le preguntó que haría si en ese momento Dios se le aparecía: «saco un revolver y lo mato».

Vicente Huidobro fallece en Cartagena, Chile, en 1948.




ArribaAntecedentes del epistolario 1924-1945

Algunos aspectos propios al carácter de Vicente Huidobro pueden desprenderse del análisis de las misivas intercambiadas con su madre:

-«Tanto viven para mí, tanto existen, que sólo pienso en el modo de salvarlos y porque sé las cosas que ustedes no saben es que trato de esconderlos en un rincón del mundo en donde puedan esperar que pase el Diluvio». (27 de Noviembre de 1930)8

-«Raras veces me irrito y casi siempre sólo al ver que Uds. no quieren abrir los ojos y que no se dan cuenta de lo que pasa y va a pasar en el mundo. Es decir, me irrito por cariño, porque los quiero y sólo pienso en el modo de salvarlos o de prepararlos para lo que pueda pasar.» (1 de Mayo de 1932)9

Vemos pues que de cierta forma Huidobro se instala como el «salvador» y «protector» de su hogar de origen, ubicando a su vez a éste como un grupo debilitado, sin figuras que puedan hacer frente a la adversidad inminente del panorama político contemporáneo. Estas tendencias, observadas principalmente a través de la correspondencia de Vicente Huidobro con su madre, nos permiten especular respecto de posibles interrelaciones entre su personalidad y algo que podríamos llamar del orden de lo narcisista. Cuidándonos de no establecer un diagnóstico estrictamente psicopatológico, llaman la atención una serie de elementos que son compartidos por este creador artístico y por las descripciones realizadas en la literatura respecto de los caracteres y caracteropatías narcisistas. Organizadas en función de la mantención de su autoestima a través de la afirmación externa, Jones (1913) se refirió originariamente a estas caracteropatías como el «Complejo de Dios». Describía así a un tipo de persona caracterizada por el exhibicionismo, la inaccesibilidad emocional, enjuiciamiento constante, despreocupación, fantasías de omnipotencia y sobreevaluación de su creatividad10.

Kernberg11 ha enfatizado los impulsos agresivos innatos y la intolerancia a la frustración constitucionalmente determinada como factores etiológicos asociados con las patologías narcisistas. Las personas en riesgo de desarrollar un carácter narcisista serían constitucionalmente mas sensibles que el resto a mensajes emocionales no verbales12. Otros factores etiológicos asociados incluyen el manejo ambiental en el desarrollo del niño. Miller13 habla de niños cuyo talentos naturales son explotados por sus cuidadores como una forma de mantener la autoestima de estos. Al tratar a los niños dotados como extensiones narcisistas de sus padres, quedarían predispuestos en la adultez a desarrollar patologías narcisísticas. El ambiente familiar en el que emergen dicho tipo de dinámicas se relaciona con una constante evaluación del niño. Al ser vital al mantenimiento de la estima del cuidador primario, el niño será directa o indirectamente criticado cuando fracase en alguna tarea. O, a la inversa, será criado en un ambiente de constantes y siempre presentes congratulaciones por su rendimiento. A la luz de esta visión, ambas constelaciones serán dañinas por igual, al instalar al niño en un lugar en el que será constantemente evaluado en términos de lo que logra o no, realizar. El carácter «heredado» de las patologías narcisistas tendría que ver, desde esta perspectiva, con cómo ciertos padres pueden tener necesidades narcisistas hacia un hijo en particular, que no le permiten a éste discriminar entre sus sentimientos genuinos y espontáneos, y sus esfuerzos por impresionar y agradar14.

Las personalidades narcisistas presentan dentro de sus características principales una fuerte tendencia a la idealización, que se acerca a la conceptualización del «self grandioso» planteado por Kohut15, propio de una de las polaridades de las patologías narcisistas. Observamos dicho proceso en Huidobro, acompañado de la devaluación a su familia, que con mayor claridad puede apreciarse en la relación que establece con sus hijos y país de origen:

-«Un padre debe tener cierto respeto por sus hijos, esto es esencial para el cariño ¡Cómo voy a tener respeto por hijos míos educados en Chile? Ud. Comprenderá que esto es imposible. Podré quererlos, claro está, maternalmente como un león quiere a sus cachorros, pero con un pero, eternamente con el pero de no concederles ninguna beligerancia espiritual, de sentirlos en un plano inferior.»16



-«Pienso que no debe dar ninguna importancia a la opinión que tengan de Ud. o de mí en Chile. Es lo mismo y cuenta tanto en el mundo como lo que se piensa en las Islas Sándwich. La raza chilena es tonta por naturaleza y aunque ello es muy triste, no tiene remedio (a menos que lleven 500.000 europeos por año)»17.



Podemos apreciar pues la devaluación de la tierra que dio origen a su hijos, a él mismo, y a sus antecesores. No hay en estas misivas un reconocimiento de sus hijos en tanto individuos con una historia particular; el juicio hacia ellos es más bien en virtud de sus condiciones de origen (su raza chilena) mostrando, como contracara, una exaltación de la cultura y raza europea. La idealización y devaluación aparecen aquí como mecanismos defensivos que acercan a si todo aquello deseable por el sujeto (como es el caso de la «cultura europea» en las misivas revisadas de nuestro autor), rechazando todo aquello que tiene relación con su raigambre de origen (salvo en el caso de la relación con su madre). Vemos además en Huidobro la tendencia propia de las personalidades con rasgos del orden de lo narcisista a ejercer un constante ordenamiento de las preocupaciones en su vida en términos de lo más valorado y lo menos valorado18, como es el caso de sus afanes como escritor y la relación que junto con su madre tenían para con la cultura chilena.

Los mecanismos defensivos y procesos adaptativos de idealización y devaluación pueden generar, de acuerdo a McWilliams, un «perfeccionismo aparente» que opera como una posición defensiva en la que la persona motivada narcisísticamente queda atrapada. Esto ocurriría en tanto la personalidad se organiza en función de ideales irreales a los que continuamente aspira, sea convenciéndose a sí mismo que los ha conseguido (como en el caso del «self grandioso» propiamente dicho), o bien respondiendo ante estos ideales inalcanzables con una resolución depresiva. La demanda de perfección se expresa en un criticismo crónico hacia si mismo o hacia otros, así como en la dificultad para integrar las ambigüedades de la existencia humana19. Algo de este orden puede observarse en las cartas de Vicente a su madre, donde expresa una crónica actitud de crítica hacia su país natal, así como un enjuiciamiento de sus propios hijos en función de su procedencia, es decir, en virtud de una evaluación en términos ideales y no con observancia a sus características particulares.

La relación que María Luisa Fernández mantenía con su hijo Vicente también otorga importante material a nuestro análisis. Entre Huidobro y su madre existía una relación muy cercana:

-«Convéncete que tu madre es tu mejor amiga y la única que te comprende en este mundo.»



-«El día primero del año, seré yo quien te bese primero, quien te bendiga y pida a la Santísima Virgen te guarde en su corazón.» (Dic. 1926)

-«Tanto que tardas en escribirme, no sabes que me hace daño tu silencio, ¿no sabes que el amor necesita comunicación permanente para poder soportar la ausencia?» (1929) 20

María Luisa Fernández usualmente se refería a su hijo como «El Salvador» o «Vicente I». Llama la atención como ella reafirmaba y exaltaba en Huidobro la imagen de un hombre de orígenes e ideales caballerescos, instalándose ella a su vez en el lugar de la «única» que podría comprenderle:

-«Tu antepasado el Cid, lamentará no poder abrazar al que inmortalizó de los de su sangre. Batallador por batallador: el de la espada y de las conquistas de la tierra, con el de la idea que se eterniza. Ambos se saludarán al margen del tiempo: el abuelo de las barbas blancas, con mi pelado...» (1928)21

-«El Mío Cid está sobre mi velador junto con la Sagrada Escritura. Para no dejar de saborearlo y verte pintado en él a cada gesto heroico y salvaje y real. A pesar de que tú dices no dar precio a la sangre... que papá tan grande! Tú eres profundamente aristócrata y siempre desde niño has necesitado tener tu corte. Los vasallos te han sido infieles por falta de raza lo cual no quita tengas tu trono y; muera quien no piensa como pienso yo!». (1930)22

La relación que mantiene María Luisa Fernández con su hijo instala a Huidobro desde un lugar idealizado (el heredero del Cid, el salvador, el aristócrata de trono perdido). Siguiendo a Miller, diremos que la madre en este caso «en forma totalmente inconsciente y yendo en contra de la buena voluntad, intentará satisfacer sus propias necesidades narcisistas con la ayuda de su hijo y cargará a éste narcisísticamente.»23. María Luisa, en las misivas, denota las exigencias narcisistas con las que inviste continuamente a Vicente. Exigencias que, si tomamos en consideración los antecedentes biográficos, aparentemente tendrían su raigambre en demandas transgeneracionales (desde Domingo Fernández Concha y los antepasados directos en la vida de María Luisa, hasta las proyecciones imaginarias en el Cid y la realeza que invisten de blasones al niño Vicente).

La relación que mantiene Huidobro con sus creaciones artísticas también llama nuestra atención. En ella se aprecia cómo este creador literario utiliza a la poesía como un modo de sobreponerse a los avatares de la naturaleza. En 1914, su primer manifiesto Non Serviam que lee en el Ateneo de Santiago de Chile, refiere: «Hemos cantado a la naturaleza (cosa que a ella bien poco le importa). Nunca hemos creado realidades propias, como ella lo hace o hizo cuando era joven y llena de impulsos creadores... Non Serviam. No he de ser tu esclavo, madre Natura; seré tu amo».24 Comenta en una de las cartas a su madre: «Solo hay una cosa cierta y es que la poesía es un consuelo y un refugio. Sin ella el vacío sería completo y deberíamos acudir a la muerte». (17 de junio de 1932)25

Una entrevista de Carlota Bühler26 llama «autodeterminación» a la época en que Huidobro dice «En mis primeros años toda mi vida artística se resume en una escala de ambiciones. A los diecisiete años me dije: debo ser el primer poeta de América; luego al pasar de los años pensé: debo ser el primer poeta de mi lengua. Después a medida que corría el tiempo mis ambiciones fueron subiendo y dije: es preciso ser el primer poeta del siglo.»

Podríamos plantear que es desde la relación narcisisante María Luisa-Vicente, que Vicente autor reclamará autonomía y buscará una salida en el establecimiento de la grandiosidad (llegar a ser el «salvador» y «primer poeta del siglo») que, diremos desde la comprensión psicodinámica expuesta, operará a la manera de una defensa contra la depresión, que a su vez será una defensa contra el «profundo dolor que produce la pérdida del Yo»27. El vacío provocado a partir de esta relación en su desarrollo, y la depresión como respuesta a ello, serían compensados en la adultez a partir de características de la personalidad que sostendrán una autoimagen de grandiosidad con un «vago sentido de falsedad»28.

De acuerdo a los planteamientos de Alice Miller, y siguiendo la tradición de D.W.Winnicott, la depresión surge en una relación cargada narcisísticamente, es decir, en la medida en que un objeto de amor es considerado no en tanto objeto con actividades propias y diversas al self, sino como parte del propio self29. Este tipo de relación aparecería como una forma sintomática frente a la pérdida del Yo, pérdida que surgiría tras la renegación de los propios sentimientos y sensaciones. Se postula que dicha forma de relación, al inicio de la vida y en función de una relación particular madre-bebé, fue la «adaptación necesaria para la vida, por miedo a perder el amor del objeto durante la infancia»30, prolongándose así como modo de relación hacia los posteriores objetos introyectados para el niño. Es por miedo a perder el amor de la madre, que el niño postergaría sus propias necesidades y sentimientos en función de una adaptación a las necesidades maternas. No deja de llamarnos la atención, en este sentido, que el deseo de Huidobro de ser «amo de la Madre Natura» podría sostener la hipótesis de un afán de poder y dominación como respuesta a profundos sentimientos de desazón y depresión.

Dentro de todas estas consideraciones patobiográficas, resulta aún más interesante la capacidad creadora de este prócer literario. De acuerdo a los expresado en sus misivas, pareciera ser que su capacidad creadora cumpliera además la función de protegerle de caer en una profunda desolación, propia quizás de su estructura del carácter.

Mayores estudios, en todo caso, podrían efectuarse en relación a los vínculos existentes entre los rasgos propios de la caracterología de este creador y su capacidad para llevar al arte las inquietudes propias su devenir histórico.





 
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