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Lo contenido entre corchetes es de letra más pequeña; pero también autógrafo.

 

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Un dato curioso acerca de la Biblioteca del Conde se halla en las Obras completas de Cervantes (Madrid, 1863, tomo I, pág. CXLI), con relación a la Noticia que publicó D. Joaquín María de Ferrer al fin de su segunda edición en miniatura del Quijote (París, 1832), sobre el Buscapié. Dice así:

«Hablando, dice, un día con nuestro amigo D. Agustín García de Arrieta... sobre la verdadera o supuesta existencia del Buscapié, ofreció darnos un nuevo dato, corroborando el citado (la carta de Ruidíaz), y el mismo día nos pasó un papel que dice así: Mi estimado amigo: Hablando en mi Historia analítico-crítica de la Vida y escritos de Miguel de Cervantes, para servir de introducción a la colección ilustrada y completa de todas sus obras, acerca de algunas inéditas, y entre ellas, del Buscapié, que realmente ha existido y desaparecido por desgracia...digo lo siguiente: Yo, por mi parte, puedo añadir en su apoyo la noticia que me dio, en el año de 1807, la difunta Condesa viuda de Fernán Núñez, de haber tenido en tus manos el ejemplar de aquel, que el señor Conde, su esposo, adquirió siendo embajador por la Corte de España en la de Portugal; pero que a su vuelta a Madrid, al concluir su embajada en Francia, le trajo entre sus muchos y preciosos libros y manuscritos, que yo examiné después, pero que no hallé entre ellos, con cuyo motivo me indicó dicha señora que sospechaba hubiese sido sustraído en el registro que a poco tiempo después de haber muerto el señor Conde, y a la llegada de sus libros de París, se hizo de todos ellos, quemándose en el patio de su casa muchas y muy escogidas obras, lujosamente impresas y encuadernadas, de orden y por medio de dos comisarios de la Inquisición de Corte... Es cuanto puedo decir sobre el particular; quedando de usted, etc.-Agustín García de Arrieta.- París, 20 de Diciembre de 1831.-Sr. D. Joaquín María de Ferrer.»

 

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No se ha encontrado.

 

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No conociendo S. E. a un miserable agregado a su comitiva en el camino, preguntó ¿quién era? y habiéndole respondido era un hombre que había robado a un Embajador, con mucha dulzura y caridad le despidió. Pero luego, justificada la inocencia del que creían culpado por equivocación, mandó al momento que le buscasen, y sucedió todo lo arriba dicho. (Posada de Pegoens, en el Reino de Portugal.)