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ArribaAbajoObservaciones sobre el cautiverio de Cervantes (§§. 24 al 58)

94. Tan escasas eran las noticias que se tenían del cautiverio de Cervantes hasta mediados del siglo anterior, que D. Gregorio Mayans confesó ingenuamente su absoluta ignorancia en este punto diciendo: Después (de la batalla naval) no sé cómo ni cuándo le apresaron los moros y le llevaron a Argel212; siendo muy singular que aquel erudito bibliotecario, tan versado en la lectura de nuestros antiguos libros, no hubiese tropezado con cuanto el P. Haedo y Méndez de Silva refieren de los sucesos que ignoraba213. Más feliz el P. M. Fr. Martín Sarmiento cuando leyó por primera vez en 1752 la Historia de Argel del mismo P. Haedo214, se encontró casualmente en el fol. 185 del Diálogo de los Mártires con la relación que hace el Dr. Sosa, como testigo ocular, de las aventuras y acontecimientos de Cervantes en Argel: cuya noticia tuvo luego mayor apoyo e ilustración con las partidas de rescate que a instancia de D. Vicente de los Ríos se hallaron en el archivo de la redención general215. Por ellas se vino en conocimiento del día y año en que fue cautivado Cervantes, y por quién, y cuál era la embarcación en que venía a España: circunstancias que combinadas con las que refiere Haedo disiparon las sospechas o la opinión de los que como el P. Sarmiento216 creían que el héroe de la novela del Cautivo era el mismo Cervantes. La sencilla comparación que haremos   -pág. 350-   de los sucesos de ambos, prueban que este no era aquel personaje, y así lo manifiesta el mismo capitán cautivo cuando contando su historia habla con evidente distinción de lo ocurrido a un soldado español llamado tal de Saavedra, según hemos visto en el §. 41 de la parte primera. Bien conoció Mayans esta diferencia de personas y sucesos, y aun Pellicer hizo un paralelo que no deja efugio a la perplejidad217. En efecto, es tal el artificio y la frecuencia con que Cervantes mezcla sus lances con los de otros compañeros o conocidos suyos, que es preciso estar muy versado en la lectura de sus obras y en la historia de su tiempo para discernir en ellas lo verdadero de lo figurado.

95. Con documentos tan apreciables, y con las informaciones halladas en el archivo de Indias de Sevilla, son ya los hechos de Cervantes, durante su esclavitud, los mejor comprobados de su vida, así como los más curiosos e interesantes que puede presentar la particular de los hombres. Esta autenticidad debería dispensarnos de entrar en nuevas ilustraciones y pruebas, si todos los hechos tuviesen la extensión y claridad conveniente para no aparecer a veces contradictorios, oscuros o diminutos, y si para dar razón de la preferencia de nuestras opiniones no fuese indispensable entrar en el examen de ciertos incidentes que, ilustrando algunos sucesos de aquel siglo, realzan el mérito de las empresas y de la conducta de nuestro escritor en su cautiverio.

96. Como la autoridad de la Historia y topografía de Argel es uno de los fundamentos de esta parte tan principal de nuestras aserciones, será bien que anticipemos alguna noticia de su autor y de los auxilios y materiales con que entretejió su obra. El primero o principal que la   -pág. 351-   compuso fue D. Diego de Haedo, natural del valle de Carranza, de familia muy noble, inquisidor de Aragón, Cataluña y Valencia, obispo de Agrigento, y últimamente arzobispo de Palermo, en cuya dignidad permaneció desde el año 1589 hasta el 1608 en que falleció a los 86 de edad218. Llevó consigo a Palermo un sobrino llamado también Diego de Haedo, monje benedictino profeso en San Benito el Real de Valladolid, que después fue abad de Frómista, no habiendo logrado suceder al tío en el arzobispado, como este lo intentó nombrándole por su coadjutor219. Procuró el arzobispo, durante su residencia en Sicilia, informarse de los trabajos que padecían los cautivos cristianos en Argel por los que volvían rescatados a aquella isla, perteneciente entonces a los Reyes de España: y en especial por medio del Dr. Antonio de Sosa, del capitán Gerónimo Ramírez220, del caballero Sanjuanista Antonio González de Torres221, que como interlocutores introdujo en sus diálogos, donde refieren todos los sucesos de que fueron testigos y ocurrieron en los años que permanecieron cautivos en Argel al mismo tiempo que Cervantes. Dispuesta la obra con tan legítimos materiales, y con el candor y veracidad propias del carácter del arzobispo, la entregó este, aunque en borrador, a su sobrino, que limándola y dándola la última mano solicitó licencia para su impresión del general de la orden a fines de 1604: firmó su dedicatoria en Frómista a 25 de diciembre de 1605: la aprobó por comisión del consejo el cronista Antonio de Herrera en Madrid a 18 de octubre de 1608: concedió el Rey el privilegio en el Pardo a 18 de febrero de 1610; y finalmente se imprimió en Valladolid por Diego Fernández de Córdoba, y se publicó en 1612 en un tomo en folio. Como   -pág. 352-   el P. Haedo hacía las diligencias para imprimirla en Valladolid en los años 1604 y 1605, cuando precisamente residía Cervantes allí y publicaba su primera parte del Quijote, y en ella la Novela del Cautivo, infiere con mucha probabilidad el M. Sarmiento que noticiosos recíprocamente ambos escritores de sus respectivos trabajos, y viendo Haedo comprobada en la expresada novela la relación del Dr. Sosa, que él insertaba, era natural que la comunicase con Cervantes, deseoso de que la aprobación y anuencia de este calificase la verdad de los sucesos extraordinarios que se referían tocantes a su persona: conjetura que intentaba apoyar con la tradición que hemos citado en el §. 112 de la parte I222. De todos modos es indisputable que la Historia de Argel se publicó cuatro años antes que muriese Cervantes, y que tratándose en ella de su cautiverio, empresas y trabajos de que hizo siempre tanto caudal, es moralmente imposible que no la leyese y examinase, autorizando la certidumbre de su narración con su tácito consentimiento.

97. Nada habla Haedo de cómo, cuándo y por quién fue cautivado Cervantes; y la partida de rescate solo dijo: que cautivó en la galera del Sol yendo de Nápoles a España... a 26 de setiembre del año de 1575223. El alférez Diego de Castellano declaró en 1580 que Cervantes se perdió en la galera de España llamada del Sol, que los turcos ya tuvieron rendida, y después porque vieron venir otras dos la dejaron: y esto sabe porque este testigo estaba en Nápoles cuando el dicho Miguel de Cervantes partió en la dicha galera para ir en España, y luego se publicó esta nueva224. Hernando de la Vega, otro de los testigos, dice: que al tiempo que tomaron los turcos la galera del Sol... donde venía el dicho   -pág. 353-   Miguel de Cervantes... la dicha galera fue traída para Argel, donde este testigo la vido a ella y a la dicha gente, porque el patrón de este testigo, que es el propio del dicho Miguel de Cervantes, fue el que se halló en rendir y tomar la dicha galera, por donde le consta todo lo que dicho tiene225. Nótase en estas declaraciones alguna contradicción, porque en la primera se dice que teniendo ya rendida los turcos a la galera el Sol, la dejaron porque vieron venir otras dos, suceso que tiene alguna semejanza con el que refiere en el Persiles un cautivo fingido226, y en la segunda se asegura que la llevaron a Argel, donde la vio el mismo que declara. Esta última merece tanto más aprecio y preferencia cuanto que la da un testigo ocular, cautivo del turco apresador, como lo fue también Cervantes; y la otra se funda en solo noticias vagas que llegaron a Nápoles, donde a la sazón se hallaba el deponente. Juan de Valcázar, que fue cautivado al mismo tiempo que Cervantes, parece que se conforma más con la declaración de Vega.

98. Por el modo de explicarse de estos testigos aparece también que para rendir los turcos la galera el Sol combatieron con ella, como era regular, trayendo militares tan distinguidos como Carrillo de Quesada y otros; pero la certificación del duque de Sesa lo manifiesta con mayor claridad en estos términos: habiéndose embarcado (Cervantes) en la galera Sol, fue preso de turcos y llevado a Argel, donde al presente está esclavo, habiendo peleado antes que le cautivasen muy bien y cumplido con lo que debía227. Esto prueba que no solo se defendió la galera, sino que Cervantes peleó valerosamente en esta ocasión, cumpliendo con su obligación de buen soldado. Cuando en el lib. V de La Galatea y en   -pág. 354-   otras obras suyas228 se leen combates y apresamientos pintados con tanta propiedad, se persuade cualquiera fácilmente de que en tales descripciones trasladó estos lances verdaderos de que fue testigo, y aun actor tan señalado y principal.

99. D. Vicente de los Ríos aseguró en el núm. 12 de la Vida de nuestro escritor que fue cautivado el día 26 de setiembre por el famoso corsario Arnaute Mamí, capitán de la mar de Argel, a quien cupo en suerte en la división de las presas. Pero esto no aconteció así, porque quien principalmente cautivó a Cervantes y tomó su galera y le tuvo por su esclavo fue el arráez Alí Mamí o Dalimamí, renegado griego, que tenía una galeota de veintidós bancos, y de quien hablan muchas veces el P. Haedo y el P. Pedro Dan en su Historia de Berbería229, distinguiéndole siempre de Mamí Arnaut, o Arnaute Mamí, capitán de la mar, renegado albanés y dueño de otra galeota de igual fuerza. Dalí Mamí era también conocido con el nombre del Cojo230 porque lo era; residía ya en Argel en 1567, donde se hallaba casado, y cuando Azan Bajá partió de Constantinopla a 15 de mayo de 1577 para ser rey de Argel traía siete bajeles, uno de los cuales era la galeota de Dalí Mamí, que venía provisto entonces por capitán de la mar y cabeza de los corsarios231. Esto prueba que cuando cautivó a Cervantes en 1575 era simplemente arráez de su propio buque. Por el contrario, Arnaute Mamí tenía ya el cargo de capitán de la mar en tiempo de Arab Amat, que gobernó a Argel desde marzo de 1572 hasta mayo de 1574, y habiéndole privado este Bajá de aquel empleo fue a Constantinopla con su galeota para quejarse al Sultán. Depuesto del mando Arab Amat, y nombrado para sucederle Rabadán, que vivía retirado en   -pág. 355-   el reino de Túnez; Arnaute Mamí, restablecido ya en su dignidad, fue a ganar las albricias del nuevo rey, y se restituyó a Argel a fines de mayo de 1574, habiendo sido comisionado poco después para conducir auxilios al Ochali para la reconquista de la Goleta232. El capitán de la mar o de los corsarios era como cabeza de todos, y a quien obedecían en cualquiera parte que le hallasen, estando obligados a acompañarle y seguirle cuando salía a corso, sin apartarse de él sino en virtud de su mandato: la provisión de este empleo era privativa del Sultán: había uno en argel, otro en Túnez, y otro en Trípoli; y tenía uno por quince de cuanto robaban o apresaban los corsarios, aunque de ordinario se contentaba con lo que le presentaban o querían dar233.

100. Así pues no fuera extraño que Cervantes, sin embargo de haberle cautivado el arráez Dalí Mamí apresado su galera, hubiese cabido en suerte al capitán de mar Arnaute Mamí en el repartimento de las presas; pero tampoco esto aconteció. La primera partida de rescate o del dinero que entregaron para él la madre y hermana de Cervantes dice expresamente que estaba cautivo en el poder de Alí Mamí234: lo dijo también el mismo Cervantes en la cuarta pregunta de su interrogatorio; y así lo contestaron en sus declaraciones los testigos Hernando de la Vega y Juan de Valcázar, esclavos como él de Dalí Mamí, añadiendo Valcázar que dos de los muchachos renegados a quienes Cervantes dio trazas para que huyesen a tierra de cristianos eran del capitán mayor de Argel Arnaut Mamí, y otros dos del patrón deste testigo y del dicho Cervantes, que era Dalimamí, que también es capitán por el Gran Turco. Tantos y tan clásicos testimonios no nos dejan duda de que el patrón o   -pág. 356-   amo de Cervantes fue Dalí Mamí, renegado griego, y no Arnaute Mamí, renegado albanés, como creyó el Sr. Ríos; habiendo sido también aquel el que se halló en rendir y tomar la dicha galera el Sol, según la expresión de Hernando de la Vega. Acaso Arnaute Mamí mandaba la escuadra que le apresó, y uno de los bajeles que la componían sería la galeota de Dalí Mamí, como sucedió en otras ocasiones que cita el P. Haedo235, y esto parece comprobarlo el sargento Antonio Godínez de Monsalve diciendo en la información de 1578 que Cervantes fue cautivo del capitán del mar turco, e Dalimamí, e otro capitán de otra galera, que residían e residen en Argel... e le cautivaron cuando tomaron los dichos capitanes turcos la dicha galera del Sol... y este testigo le vio traer cautivo juntamente con otro hermano suyo... y le dejó al dicho Miguel de Cervantes cautivo de un turco que era del propio capitán de la mar, e agora ha sabido que está en poder de Cenagá rey de Argel. Por este modo de explicarse se viene en conocimiento de que a lo menos eran tres bajeles argelinos que batieron y apresaron a la galera Sol, y es natural que los mandase Arnaute Mamí como capitán del mar y por ser cabeza de todos los otros corsarios (como dice Haedo)236, y aun por esto habla de él Cervantes y le introduce en la mayor parte de las aventuras de sus novelas, como sucede en el lib. V de La Galatea, en la del Cautivo, en La Española inglesa, y en El Trato de Argel237.

101. Era costumbre de los argelinos dar peor o mejor trato a los cautivos según la esperanza que concebían del precio de su rescate: codicia que frecuentemente templaba la crueldad que les era característica. Por esta causa solo procuraban   -pág. 357-   averiguar la calidad, empleo y riqueza del cautivo que compraban o tenían en su poder, sino que muchas veces fingían y publicaban que era persona muy principal, de mucha consideración y alta jerarquía; y si el cautivo lo negaba, por no ser cierto, lo encerraban y encadenaban con mayor rigor; a lo cual contribuían también algunos cautivos infieles y traidores: «porque si a mí, que soy un pobre clérigo (decía el Dr. Sosa) han hecho de su propia autoridad et plenitudine potestatis, obispo, y después secretario íntimo y de la puridad del Papa; que estaba ocho horas cada día encerrado con su Santidad en una cámara, y solos, tratando gravísimos negocios de la cristiandad; y después me hicieron cardenal, y después castellano del Castilnovo de Nápoles, y ahora me hacen confesor y maestro de la Reina de España: y para esto han sobornado turcos y moros que lo afirmasen, y aun no faltaron malos cristianos (como sabéis) desta casa y de fuera, que por contentar a mi patrón le dijeron que era así, hasta traerme aquí delante turcos huidos de Nápoles poco ha (según tenían acordado), que dijeron y publicaron que en Castilnovo de Nápoles habían sido mis esclavos y servían de cocineros; a vos también hacen gran señor, riquísimo caballero de Malta, pariente de grandes señores y prelados de Italia y Portugal238, y a Juan Botto (que está aquí) también riquísimo y gran comendador de Malta, y a Antonio Garcés, nuestro compañero, caballero muy principal y muy noble en Portugal. Y finalmente, tomando nuestra galera de Malta San Pablo (en que todos fuimos captivos) hasta a los forzados y buenas boyas ¿no los baptizaron por caballeros? y como a tales ¿no rescataron los más dellos que de aquí han salido pesándolos a oro, y subiendo los rescates cuanto   -pág. 358-   en tantos años se ha visto en Argel?»239. Lo mismo cuenta el P. Fr. Gerónimo Gracián quien cautivaron el año 1593: «recién llegado yo a Viserta (dice) en poder de un arráez, que me diera luego por razonable precio, fueron unos cristianos a decir al bajá de Túnez que me conoscían, y que era arzobispo que iba a Roma ser cardenal, con la cual relación me llevó el bajá por fuerza a su poder y puso en precio de treinta mil escudos de talla, y así fue milagro poder volver a esta tierra»240. Cervantes pintó esta costumbre en la novela El Amante liberal, donde contando Ricardo su historia, dice que su amo Fetala le instaba muchas veces a que se rescatase, pues era hombre principal como se lo habían dicho sus soldados; pero nunca lo procuró él, contestándole que le engañaron cuantos le dijeron grandezas de su posibilidad. No es extraño pues que al ver las cartas de recomendación que llevaba Cervantes de D. Juan de Austria y del duque de Sesa se le tuviera en tanta estima, y que por la codicia de su rescate fuese custodiado y mortificado con rigor, para que clamase con mayor ahínco por su libertad.

102. A este efecto de custodia y seguridad se destinaban los baños, que eran unas casas o corrales. En el llamado de La Bastarda encerraban a los cautivos del concejo o del común, y aun a los de algunos particulares; porque allí estaban más holgados y seguros, trabajaban diariamente en las obras públicas de la ciudad y en otros oficios, y de noche cuidaban de su recolección y seguridad. Los del baño grande del rey, que eran de rescate, estaban siempre encerrados y con porteros y guardas que constantemente vigilaban sobre ellos: ni salían a trabajar con la demás chusma, a no ser que por tardarse su rescate   -pág. 359-   los aplicasen a ciertas fatigas, como ir por leña, y otras con que los mortificaban. Este baño real, donde estuvo Cervantes cargado de cadenas a fines de 1577, era cuadrilongo, de setenta pies de largo y cuarenta de ancho, repartido en altos y bajos, con muchas camarillas y aposentos al rededor; en medio una cisterna con buena agua, y a un lado, en la parte baja o inferior, estaba la iglesia u oratorio donde todo el año se decían misas por los sacerdotes cautivos, se cantaban los oficios divinos, se administraban los sacramentos, y a veces se predicaban sermones, siendo tanta la concurrencia en los días solemnes que era preciso decir la misa en el patio; aprovechándose de esta coyuntura los guardianes del baño turcos y moros, para exigir de cuantos entraban de fuera una contribución, con la que sacaban mucha ganancia241. Como Azan Bajá empezó su gobierno tomando para sí de todos los arráeces, turcos, moros, y aun de su antecesor, cuantos cautivos de rescate tenían, a excepción de muy pocos242, llegó a tener en su baño hasta dos mil en el mismo tiempo en que tenía a Cervantes243; y como siempre estaban allí encerrados se entretenían con varios juegos, bailes y representaciones, especialmente los días solemnes, como en la noche de Navidad, según dice el mismo Cervantes en su comedia Los Baños de Argel, donde finge que después de la función de la iglesia, hecha con gran música y concierto de instrumentos, se trató de hacer una comedia, y al fin, por ser más breve, se recitó un coloquio en verso de Lope de Rueda, de los impresos por su amigo Juan de Timoneda, que aunque ya viejo, dice Cervantes, daría gusto por ser muy curioso su modo de hablar en el lenguaje pastoril244. Lope de Vega, que en su comedia Los Cautivos de Argel   -pág. 360-   imitó a las que Cervantes había escrito sobre el mismo asunto, trata también de los romances que se cantaban y de las comedias que en los baños se representaban al uso de España245. En la que Cervantes intituló La Gran Sultana Doña Catalina de Oviedo refiere la historia de esta señora, que pasando con sus padres de Málaga a Orán siendo muy niña, fue cautivada por Morato, arráez, que la vendió en Tetuán a un moro rico y acomodado; habiendo muerto la madre de la pesadumbre, y sido el padre conducido a Argel. Después de cuatro años volvió Morato a Tetuán, y admirado de la hermosura de la niña, que apenas tendría diez años, la compró a su patrón por cuadruplicado precio del que la había vendido anteriormente. Ufano y satisfecho con su compra partió Morato para Constantinopla el año 1600: presentola al Gran Señor, mozo entonces, que mandó colocarla en el serrallo, donde jamás quiso la española mudar su propio nombre y apellido por el de Zoraida, como lo intentaron los turcos; y al fin después de varios sucesos la volvió a ver el Gran Señor, que prendado de su hermosura y discreción la declaró Gran Sultana, y fue particular bienhechora de los cristianos, de cuyas diversiones y entretenimientos gustaba mucho, y solía tomar en ellos una parte muy principal. Los cautivos, ya por reconocimiento, ya por el deseo de lisonjear la afición de la sultana y de captarse su favor, cantaban los romances castellanos, ejercitaban los bailes cantados que tanto se usaban en los teatros de España con el nombre de jácaras bailadas, inventados por Alonso Martínez, y encarnaban comedias españolas, que se compraban en Venecia a algunos mercaderes indios, y aun se procuraban de los virreyes de Italia. Así fue como por obsequio a la misma   -pág. 361-   sultana se representó en el serrallo por los cautivos y por los moriscos de los expulsos de España la comedia La Fuerza lastimosa que Lope de Vega cita como suya en el prólogo del Peregrino en su patria246.

103. Más lamentable y triste era la situación de aquellos cautivos que por su mucha consideración e influjo, o por cómplices en alguna conspiración o delito, eran encarcelados en prisiones y calabozos horrorosos. «Las mazmorras donde custodian a los cautivos (dice un escritor) tienen tres estados debajo de tierra a manera de silos con seguiles al rededor, y en la parte superior una lumbrera con reja. No entra en ellos aire ni sol, ni se puede ver el cielo, y apenas la luz. La última de estas mazmorras sirve también de cárcel para los moros facinerosos. La inmundicia es notable por la continua asistencia de tantos hombres: el tufo y mal olor intolerable... Esta es la habitación de los pobres cristianos, los seguiles sus aposentos, la cama una esterilla: desnudos, aherrojados con cadenas y grillos, argollas y otras crueles prisiones»247. Así se quejaba el Dr. Sosa de que su patrón le tenía desnudo, hambriento, cargado de traviesas, atado a una piedra, encerrado tanto tiempo, solitario, escondido y soterrado en un aposento tan remoto, frío, húmedo y oscuro; al cual sin embargo le habían trasladado por alivio de una mazmorra que estaba más profunda, de la que tres veces le sacaron por muerto; porque además de tener de profundidad veinte palmos, nueve de ancha y once de larga, estaba rodeada de una cisterna que daba muy mal olor248.

104. A vista de estos horrores no es extraño que Cervantes, cuyo cautiverio era de los peores que en Argel había249, intentase cuatro veces   -pág. 362-   la fuga para conseguir su libertad: dos por el camino de Orán, y otras dos por mar en embarcaciones dispuestas ingeniosamente con este objeto. Todas constan bien especificadas en la información, y por ellas se viene en conocimiento de lo que dice Haedo, que Cervantes corrió gran riesgo de su vida, la cual cuatro veces estuvo a pique de perdella empalado o enganchado, o abrasado vivo por cosas que intentó para dar libertad a muchos250; y a esto aluden también las palabras que el mismo Cervantes puso en boca del cautivo, y que hemos copiado en el §. 41, parte I: pasajes que ahora se comprenden perfectamente con los documentos que publicamos.

105. La fuga a Orán era un medio ya conocido e intentado por otros cautivos antes de Cervantes. A principios de octubre de 1568 salió de Argel en hábito de turco un renegado italiano que deseaba volver a la religión cristiana, y habiéndole cogido unos alarbes cerca de Mostagan le presentaron al rey de Argel, que mandó engancharle, y murió atormentado cruelísimamente251. En 20 de mayo de 1572 dos españoles, uno de ellos ibicenco, que huían para Orán, y habían caminado hasta Sargel, fueron aprehendidos y conducidos a presencia del rey, quien mandó tenderlos en el suelo y con sus propias manos les dio tantos palos en la barriga, que el uno murió allí mismo, y sacado por muerto el ibicenco espiró dos días después252. Lo que hace más admirable la constancia y resolución de Cervantes es que durante su cautiverio, según hemos indicado en el §. 35, parte I, ocurrieron otros lances igualmente desgraciados y funestos. A 12 de diciembre de 1578 mató el rey Azan en su casa, también a palos, al mallorquín Pedro Soler, porque intento huir a Orán: en 24 de diciembre de   -pág. 363-   1579 mandó matar de esta manera en su presencia y aposento a Juan Vizcaíno, que iba huido para el mismo presidio; y en 29 de mayo de 1580 hizo apalear a su vista por igual motivo a un mozo español, natural de las Montañas, que se llamaba Lorenzo, de cuyas resultas murió a los dos días253. Sobre estos y semejantes lances trazó Cervantes los que introduce en su comedia El Trato de Argel; en la cual Pedro Álvarez consulta con Saavedra su proyecto de huirse a Orán, por no poder sufrir los malos tratamientos de su amo, que teniéndole por caballero exigía un rescate cuantioso, siendo así que muertos sus padres se había apoderado de la hacienda un hermano suyo muy avaro: piensa hacer el viaje por la marina a causa de que siendo verano todos los alarbes residían en la sierra para gozar del fresco: hace sus provisiones, emprende su camino, y consumido todo y fatigado se esconde a descansar en una cueva, donde se pone un león a su lado y después le sirve de guía: entretanto cogen los moros un esclavo natural de Málaga, que también se huía a Orán, y presentado al rey se disculpa de su delito con que por muerte de su amo había quedado en poder de una mujer que le trataba con la mayor dureza; cuya disculpa no hizo gran impresión en el rey, que mandó darle seiscientos palos en las espaldas y quinientos en la barriga y en los pies.

106. También era común entre los cautivos concertar la fuga por mar, bien fuese en bajel que viniese de fuera con esta determinación, bien que se tomasen disposiciones simuladas en el mismo puerto de Argel por otros medios que eran más aventurados. El P. Haedo en sus diálogos, y Mut que le sigue en su Historia de Mallorca254, refieren un suceso del año 1565 muy semejante al   -pág. 364-   que en 1577 dispuso Cervantes para lograr su libertad y la de otros caballeros. Y cuando Zoraida proponía al capitán cautivo el modo de que sacándola de su casa la llevase a tierra de cristianos, le decía, acompañándole cantidad de dineros: «Rescataos vos con ellos y vuestros amigos, y vaya uno en tierra de cristianos, y compre allá una barca, y vuelva por los demás; y a mí me hallará en el jardín de mi padre que está a la puerta de Babazon, junto a la marina, donde tengo de estar todo este verano con mi padre y con mis criados: de allí de noche me podéis sacar sin miedo, y llevarme a la barca»255. Cervantes en este proyecto de Zoraida no hizo sino trasladar el que urdió él mismo cuando rescató a su hermano Rodrigo y se ha referido en el §. 27 y sigs. de la parte I.

107. Sobre algunas circunstancias de este suceso se notan variedades o alteraciones en los documentos o escritores coetáneos, los cuales conviene examinar. Cuando de noche recaló en la costa la barca que venía a libertar los cristianos, dice Haedo256 que acertaron a pasar ciertos moros por allí, y que divisando la barca, sus gritos y algazara la obligaron a hacerse a la mar, y volverse por aquella vez sin hacer algún efecto, añadiendo que los cristianos fugitivos y ocultos en la cueva ignoraban como había llegado y se tornara el bajel. Pero en la pregunta 7.ª del interrogatorio se dice que por faltar el ánimo a los marineros, y no querer saltar en tierra a dar aviso a los que estaban escondidos no se efectuó la huida: y Cristóbal de Villalón declara que huyó la fragata por haber visto una barca de pescadores que tuvo por otra cosa de más peligro; añadiendo Alonso Aragonés, que la fragata vino dos veces, y a la segunda se perdió (esto es, fue apresada   -pág. 365-   por los moros), y este dicho testigo ha hablado con los mismos cristianos que en ella venían, los cuales le dijeron como habían venido por el dicho Miguel de Cervantes y sus compañeros: cuya exposición confirma también el Dr. Sosa declarando que supo el suceso de la barca de marineros que con ella vinieron, que cautivaron después, y me contaron por extenso como vinieron dos veces, y la causa de su temor, y como por poco no se efectuó una cosa de tanta honra y servicio de Dios. Estos son los fundamentos que hemos tenido para la exposición que hacemos de este pasaje en la parte I.

108. De la segunda tentativa de huirse por mar en el año 1579, de que no habla Haedo, hay también alusiones en la novela del Cautivo: dimos luego (dice) quinientos escudos al renegado para comprar la barca: con ochocientos me rescaté yo, dando el dinero a un mercader valenciano que a la sazón se hallaba en Argel, el cual me rescató del rey. Cónstanos por la información que habiendo proporcionado Cervantes de los mercaderes valencianos Onofre Exarque y Baltasar de Torres, residentes en Argel, el caudal suficiente para comprar una fragata armada, verificó la compra a su nombre el renegado Girón, y lo dispuso todo para poder conducir secretamente a España a Cervantes con otros sesenta de los más principales cautivos. En todo se descubre el ingenio y artificio con que supo entretejer los sucesos en que fue actor o testigo con los que le ofrecía su amena y fecunda imaginación.

109. Pero entre todas estas empresas y tentativas ninguna hay más grandiosa, noble y arrojada, ni que más lleve consigo el carácter del heroísmo y magnanimidad, que la de aspirar a   -pág. 366-   levantarse con Argel destruyendo aquel asilo de los piratas berberiscos, como dejamos apuntado en el §. 40, parte I. Es cierto que ni el interrogatorio, ni las declaraciones de los testigos hablan de esta famosa conspiración. Acaso Cervantes temió (aunque ya libre y rescatado) recordar dentro del mismo Argel y justificar allí una acción que comprometiendo quizá a otros cautivos de los que quedaban, podía ocasionarle malas consecuencias, y cuya memoria había de ser siempre temible y odiosa a los argelinos; pero no por este silencio deja de ser un hecho cierto y bien comprobado. En la novela del Cautivo dijo él mismo (según hemos visto en el §. 41, parte I) haber hecho cosas en Argel que quedarán en la memoria de aquellas gentes por muchos años, y todas por alcanzar libertad257: y el P. Haedo, siguiendo los informes y relaciones del Dr. Antonio de Sosa y del capitán Gerónimo Ramírez (ambos amigos de Cervantes y testigos de sus hechos, el primero su consultor y confidente, y el segundo su compañero y paisano), dice también con mayor expresión, que si a su ánimo, industria y trazas correspondiera la ventura, hoy fuera el día que Argel fuera de cristianos, porque no aspiraban a menos sus intentos... que de su cautiverio y hazañas se pudiera hacer una particular historia... y que si no le vendieran y descubrieran los que en ella (en su traza o proyecto) le ayudaban, dichoso hubiera sido su cautiverio, con ser de los peores que en Argel había. Motivos bastante poderosos para infundir en el rey Azan el temor y recelo que manifestaba cuando decía, que como él tuviese guardado al estropeado español, tenía seguros sus cristianos bajeles, y aun toda la ciudad. Tanto era (añade Haedo) lo que temía las trazas de Miguel de Cervantes258.   -pág. 367-   El cronista Rodrigo Méndez de Silva, siguiendo al P. Haedo, dice igualmente que fue tal su heroico ánimo y singular industria, que si le correspondiera la fortuna, entregara al monarca Felipe II la ciudad de Argel, a quien temió tanto el rey Azan Bajá, que decía: como tuviese seguro a este español, lo estaría Argel y sus bajeles259.

110. Así como no carecían de fundamento estos recelos, tampoco faltaban en su apoyo ejemplos de semejantes conspiraciones en la historia de aquella república. En tiempo de Barbarroja, y a fines de 1531, Juan de Portundo y otros seis capitanes españoles trataron de alzarse con Argel, aprovechando la coyuntura de ser excesivo el número de los cristianos cautivos que allí había, y de andar casi todos libres por la tierra cuando no iban a corso. Concertaron los medios entre sí, y en particular con un valiente soldado llamado Luis de Sevilla, que estaba encerrado en el baño de Barbarroja. Encargaron desde luego a D. Alonso de Peralta les enviase desde Bujía260, entre otros efectos, las armas que necesitaban, como lo verificó: hicieron llaves los mismos cautivos para abrir el baño del rey, y una maza para romper los cerrojos y candados de las puertas; y ya estaba fijado el día y la manera de la ejecución cuando por un pique particular delató al rey todo el concierto un tal Francisco de Almarza, que había sido renegado dos veces; e inmediatamente fueron presos y muertos a cuchilladas diecisiete de los principales autores261. Otro caso semejante ocurrió en 1559 cuando por resultas de la jornada de Mostagan del año anterior vinieron a Argel más de ocho mil cautivos españoles, sin los que anteriormente había, y más de otros ocho mil de diversas naciones, cuya   -pág. 368-   ocasión pareció oportuna a algunos españoles para levantarse con Argel; pero un valenciano llamado Morellón avisó de todo al rey, indicándole que D. Martín de Córdoba, hijo del conde de Alcaudete (después marqués de Cortes), que estaba allí cautivo, era el autor de esta trama, y que entraban en ella como cómplices algunos renegados principales. Inmediatamente pusieron preso a D. Martín en un castillo algo distante de Argel, donde le tuvieron con mucho rigor, hasta que al cabo de dos años se rescató por veintitrés mil escudos: castigaron a varios cristianos, y entonces mataron atrozmente al famoso corsario Juan Cañete, que había sido por mucho tiempo el terror de los argelinos262. Estos ejemplos que refiere el Dr. Sosa, y que no podía ignorar Cervantes, debieron suscitarle una idea, para cuya ejecución favorecía la multitud de cautivos que a la sazón había en Argel, pues pasaban de veinticinco mil263, y solo en el baño del rey, donde él estaba, eran más de mil y quinientos, y a veces llegaban a dos mil264. La ingratitud y malevolencia de algunos conjurados frustraron estos planes de Cervantes, descubriéndole y vendiéndole infamemente; pero sin debilitar por esto los recelos del rey, cuya crueldad solo templaba la codicia del rescate de un hombre que tenía por muy principal, y cuyo valor y arresto admiraba con sobresalto.

111. Era pues consiguiente y muy natural, como efecto de estos temores, que Azan Bajá por su propia tranquilidad y la de su república, y por satisfacer su codicia con un crecido rescate, procurase por todos medios hacerse dueño de Cervantes, y custodiarle a toda su satisfacción. Así lo intentó a fines de 1577 de resultas de haber descubierto la fuga de los cristianos escondidos   -pág. 369-   en la cueva, y que Cervantes era el único y principal actor de este negocio (§. 33, parte I), pues como era en gran manera tirano (dice Haedo) hizo cuenta de tomarlos todos por perdidos para sí, contra toda razón y costumbre. En efecto, luego que fueron presos los cristianos fugitivos mandó por entonces llevarlos a su baño y tener allí en buena guardia, y tomándolos y teniéndolos ya por sus esclavos, retuvo solamente en casa a Miguel de Cervantes; pero no pudiendo con todas sus amenazas sacar otra cosa de sus declaraciones sino que solo era él el culpado, enviole a meter en su baño, tomándole también por esclavo, aunque después a él y a otros tres o cuatro hubo de volver por fuerza a los patrones cuyos eran265. Aunque esta circunstancia no consta expresamente en las informaciones, hay sin embargo algunas especies que la indican y comprueban. El sargento Antonio Godínez y D. Baltasar del Salto declararon en la información de 1578 que cuando vinieron rescatados de Argel, el primero hacía cinco meses, y el segundo un año, quedaba Cervantes esclavo del capitán turco que le tomó; pero que posteriormente habían oído ambos se hallaba en poder del rey Azan Agá, que le tenía por hombre de gran rescate. Consta también por la pregunta 11.ª de la información de 1580, que después del suceso de la cueva mandó el rey meter a Cervantes en su baño cargado de cadenas y hierros; y por la 17. ª, relativa al negocio de la barca del renegado Girón en 1579, que lo mandó meter en la cárcel de los moros que estaba en su mismo palacio, y mandó con gran rigor le tuviesen a buen recaudo, en la cual cárcel le tuvo cinco meses con cadenas y grillos, donde pasó mucho trabajo. De todo esto se infiere el cuidado del rey Azan   -pág. 370-   en asegurarse de la persona de Cervantes desde que conoció cuánto debía temer de su carácter atrevido y heroico; y así es muy probable que si se vio obligado a restituirle a su amo, concertase el comprárselo por quinientos escudos como refiere Haedo: lo que tal vez verificó por resultas de este segundo lance, porque añade que luego que lo compró, le acerrojó y le tuvo en la cárcel muchos días, y después le dobló la parada y le pidió mil escudos de oro, en que se rescató266: y esto, indicando que la compra fue poco anterior al rescate, conviene con el rigor de la prisión en que le tuvo por cinco meses, hasta que dispuso Azan su viaje a Constantinopla, adonde le llevaba si no se rescatara tan oportunamente.

112. Para conseguirlo fue menester todo el empeño, el influjo y la caridad del P. Gil, que viendo determinado al rey Azan a llevárselo si no le aprontaban la cantidad que pedía, pudo completarla con hartas dificultades, aplicando a este objeto varias sumas de la redención, y buscando otras prestadas entre los mercaderes (§. 47, parte I). Haedo se equivocó en la noticia de que el rescate de Cervantes ascendió a mil escudos de oro, porque la partida dice expresamente que estaba en poder de Azan Agá rey, y costó su recate 500 escudos de oro en oro de España267: y en la pregunta 17.ª del interrogatorio afirma él mismo que el P. Gil movido de compasión... y con dar 500 escudos de oro en oro al dicho rey le dio libertad el mismo día y punto que el dicho rey Azan alzaba velas para volverse en Constantinopla: lo cual contestaron el Dr. Sosa y varios de los otros declarantes. Es curioso saber el valor de este rescate arreglándole a nuestra moneda corriente por las noticias que nos han conservado, así la partida, como la Historia de Haedo.   -pág. 371-   Según la primera los 500 escudos eran 1340 doblas, aunque si cada dobla valía 50 ásperos, y los 500 escudos a 135 ásperos cada uno, montan a 67.500, es claro que deben resultar 1.350 doblas; y como 10 ásperos hacían comúnmente un real de España268, se deduce que importó 6.750 reales, y agregando las 9 doblas, o sean 45 reales, que exigieron por sus derechos los oficiales de la galera, sería el costo total 6.795 reales269: para cuyo pago entraron las partidas siguientes:

1.ªLa madre y hermana de Cervantes habían entregado para su rescate 300 ducados, que a 11 reales hacen3.300 rs.
2.ªFue ayudado con la limosna de Francisco Caramanchel, doméstico de Don Íñigo de Cárdenas Zapata, del consejo de S. M., con 50 doblas que son250 rs.
3.ªDe la limosna general de la orden fue ayudado con otras 50 doblas250 rs.
4.ªSe buscaron prestados entre mercaderes 220 escudos, que a 135 ásperos cada uno hacen 29.700 ásperos, y por consiguiente2.970 rs.
Total6.770 rs.

Suma que como se ve discrepa muy poco de nuestra deducción. Los PP. redentores se obligaron a nombre de su orden a reintegrara en Argel las cantidades que tomaron para el completo, por pertenecer algunas a varios cautivos que no estando allí entonces, no pudieron ser rescatados, y aun a devolverlas a sus deudos en España en caso de no verificarse su rescate. Cuando los turcos cuidaban de expresar que la moneda fuese de España, manifestaban en esto el mayor valor que le daban sobre la del país y la de otros reinos, como lo afirma Haedo con respecto a los escudos;   -pág. 372-   pero «la moneda forastera que más aprecian (añade), y con que más huelgan, y de que sacan más provecho, son reales de España de a cuatro y de a ocho, porque los envían y llevan hasta Turquía y al gran Cairo, y de allí pasan adelante a la gran India oriental, y aun hasta el Cayato, China y Tartaria, siempre ganando en ellos el que los lleva: y ansí ninguna mercadería ni cosa más preciosa ni de más valor se puede llevar a Argel, Barbaria o Turquía, que los reales de España»270. Bien es verdad que contribuía mucho para este aprecio la mala fe de los judíos que tenían a su cargo en Argel la fábrica de la moneda del país, en la cual mezclaban siempre mucha liga, a veces la falsificaban, y eran continuos los engaños que hacían impunemente271.

113. Aunque después de rescatado permaneció Cervantes algún tiempo en Argel, como lo demuestra la información concluida por el P. Gil en 22 de octubre de 1580, no juzgamos que esta demora o detención pueda suponerse hasta la primavera del año siguiente, según creyeron Ríos y Pellicer272, fundados tal vez en lo que el mismo Cervantes dijo en el prólogo de las Novelas de que fue soldado muchos años, y cinco y medio cautivo, donde aprendió a tener paciencia en las adversidades. Es cierto que habiendo sido cautivado a 26 de setiembre de 1575 se completaban los cinco años y medio a fines de marzo de 1581; pero esta es una aserción dicha al poco más o menos, y en la cual, como en otras en que se trata edad y fecha de sucesos antiguos, jamás se exige una exactitud matemática273. En la pregunta 18.ª del interrogatorio que presentó para la información, confesó él mismo haber estado cinco años cautivo, y esto lo contestaron y confirmaron los testigos; y el alcalde de un   -pág. 373-   lugar de la Mancha, que introduce en el Persiles, y que según Pellicer es el mismo Cervantes, dijo también que había estado en Argel cinco años esclavo274; cuyo cálculo es el verdadero, respecto a que su rescate se concluyó en 19 de setiembre de 1580; esto es, cinco años menos siete días después que había sido cautivado. Algo más fuertes y poderosas son las razones que tenemos para asegurar que Cervantes regresó a España antes de concluirse el año 1580, y probablemente a pocos días de haberse finalizado la información citada. En el memorial en que pretendía se le recibiese, con fecha de 10 de octubre, decía: «que estando él agora de camino para España desea y le importa hacer una información». Y D. Diego de Benavides, uno de los testigos, declaró en 14 que vivía en Argel ya rescatado juntamente con Cervantes en la misma posada hasta que Dios sea servido que haya navíos para irse en España ambos a dos, él y el dicho Miguel de Cervantes, que también está rescatado y franco. Estos pasajes prueban que así Cervantes como su compañero estaban dispuestos a partir para España en primera proporción; y constándonos que la tuvieron muy luego, no debemos dudar que la aprovechasen, principalmente al cabo de una cautividad tan penosa y dilatada, y cuando el deseo de volver a su patria y al seno de su familia debía más bien acelerar que retardar aquellos momentos de tanto consuelo y satisfacción que el mismo Cervantes expresó después en sus obra275 con las vehementes palabras que hemos copiado en el §. 58, parte I. Sabemos en efecto por una exposición que se hace al fin de la Tabla de los cautivos rescatados el año 1580, impresa en Granada al siguiente, que no alcanzando la limosna para el rescate de otros muchos cautivos, y recelando   -pág. 374-   que renegasen o se perdiesen para siempre, «atento esta notable falta y flaqueza, el buen P. Fr. Juan Gil... dio orden y traza... de enviar los más cautivos a España con su compañero, y quedarse en Argel por algunos días, haciendo, como hizo, oficio de padre, enseñando los ignorantes, consolando los atribulados, animando los flacos e intercediendo con sus patrones por el buen tratamiento, y defendiendo nuestra santa fe católica, y dando algunas limosnas, y rescatando otros muchos con la hacienda que en su poder quedó... Todo lo cual hizo el P. Fr. Juan Gil en tiempo de diez meses... hasta que fue enviado a llamar por los señores presidentes y oidores del consejo, y por su superior, lo cual el dicho Padre hizo y obedeció luego». Y como por la noticia que publicó el P. Haedo en el primero de sus diálogos vemos que Fr. Juan Gil y Fr. Antonio de la Bella llegaron a Argel para hacer este rescate a 29 de mayo de 1580276, se infiere con evidencia que el P. Gil envió a España a su compañero a fines del mismo año con los cautivos ya rescatados, quedándose él allí a continuar los rescates y otras obras de caridad hasta marzo de 1581, en que se cumplían diez meses de su salida de España; pues la fecha de la relación impresa en Granada es de 12 del propio mes y año; y aunque sin expresión de pueblo, debe presumirse que se formó en Madrid, no solo por firmarla ya ambos PP. redentores y otras personas que no suenan en los documentos de Argel, sino por estar autorizada por Pedro de Anaya, escribano real en aquella corte, donde también había autorizado en 31 de julio de 1579 el recibo de los trescientos ducados que entregaron para el rescate de Cervantes su madre y hermana: siendo cierto por otra parte que cuanto se actuó en Argel fue ante Pedro de Ribera,   -pág. 375-   escribano y notario apostólico, que por mandato de S. M. usaba este oficio entre los cristianos que había en aquella tierra, como se ve en la partida de rescate de 19 de setiembre, y en la información de 1580: todo lo cual comprueba que ya en 12 de marzo de 1581 estaban reunidos en Madrid el P. Gil y Fr. Antonio de la Bella de regreso de Argel. Tales son los fundamentos que hemos tenido para fijar la venida de Cervantes a España a fines de 1580, y para no seguir en este punto a los escritores precedentes, que por arbitrariedad o equivocación atrasaron este suceso cuatro o seis meses.

114. El trato y comunicación que tuvo Cervantes por más de cinco años en Argel no solo con los cautivos cristianos, sino con los mismos turcos, moros y renegados, de los cuales algunos se preciaban de ser sus amigos, le proporcionó adquirir conocimiento de la lengua arábiga, siendo cierto, según Haedo277, que muchos cristianos cautivos sabían hablar muy bien el idioma turco y el morisco del país, que aún era allí más necesario. Sin embargo, la lengua más común que en toda Berbería, y aun en Constantinopla se habla entre cautivos y moros, que ni es morisca ni castellana, ni de otra nación alguna, sino una mezcla de todas las lenguas278, y de vocablos que por la mayor parte son italianos y españoles, y algunos portugueses, mal pronunciados, y sin variar los modos, tiempos ni casos, es la que ordinariamente se conoce con el nombre de lengua franca, o hablar franco, y que Haedo llama con más propiedad jerigonza, y Cervantes lengua bastarda279. Es cierto que este escritor en la novela del Cautivo dijo que ninguno de los que estaban en el baño, cuando Zoraida escribía sus billetes, entendía el arábigo, por lo   -pág. 376-   cual hubieron de fiarse de un renegado natural de Murcia para traducirlos; y en otra parte del Quijote, pintando el hallazgo de los cartapacios y papeles viejos que estando en el Alcana280 de Toledo llevó un muchacho a vender a un sedero, dice que estaban escritos con caracteres arábigos, que aunque los conocía no los sabía leer281. Con estas y otras especies trató siempre Cervantes de deslumbrar al lector para ocultar sus propios sucesos bajo el velo de la ficción; pero no podemos dudar que tuvo del árabe el suficiente conocimiento para discernir las significaciones de sus vocablos, y para deducir de estos las etimologías de algunas palabras castellanas, de lo que parece hizo ostentación en varios lugares de sus obras. Fue con todo más feliz en lo primero que en lo segundo, como se advierte cuando usa y define las voces chauz, carcax, mosoliman, gualá, juma, caba, rumia, toraqui, tagarino, pasamaque, turba, cianii, y otras muchas282. Por lo respectivo a las etimologías es notable el siguiente pasaje del Quijote: «este nombre albogués es morisco, como lo son todos aquellos que en nuestra lengua castellana comienzan en al: conviene a saber, almohaza, almorzar, alhombra, alguacil, alhucema, almacén, alcancía, y otros semejantes, que deben ser pocos más, y solos tres tiene nuestra lengua que son moriscos y acaban en i, y son borceguí, zaquizamí y maravedí: alhelí y alfaquí, tanto por el al primero como por el i en que acaban son conocidos por arábigos»283. Así Cervantes con poca exactitud; porque no todos los nombres castellanos que comienzan en al son moriscos o arábigos, por cuya razón dijo con más acierto el autor del Diálogo de las lenguas: «que cuasi siempre son arábigos los vocablos que empiezan en al, como almohada,   -pág. 377-   alhombra, almohaza, alhareme»284. En efecto, de cuatro modos diferentes se halla introducido el artículo al como principio de las palabras castellanas; ya tomado del árabe en ciertas voces latinas alteradas, como almuerzo, algez, albérchigo, almáciga; ya habiendo traído la sílaba al de sus raíces latinas, como en albura, alzar; ya añadiendo la l después de la a radical, como en almendra, almidón; y ya conservando la misma radical, y convirtiendo en l la n o r radical latina, como en alma, albedrío. Esta doctrina se verá bien comprobada si nuestro especial amigo D. Ramón Cabrera llega a publicar sus eruditas investigaciones sobre las etimologías de los vocablos castellanos. Acreditó además Cervantes la inteligencia que tenía del idioma árabe en la discreta e ingeniosa manera con que supo arabizar su apellido bajo el nombre de Cide Hamete Benengeli, que supone ser el autor del original de la obra del Quijote; pues las palabras Ben Engeli, que significan hijo del Ciervo, o Cerval, o Cervateño (según la interpretación de nuestro académico D. Josef Antonio Conde), aluden no solo al apellido Cervantes, sino también a las armas de esta familia285.

115. Dejamos insinuado que Cervantes no es el héroe de la novela del Cautivo, como algunos han supuesto; pero hay sin embargo en aquella fábula pasajes verdaderos, según indicamos en el §. 139, parte I, que conviene ilustrar para entender la parte que su autor tuvo en ellos. Es notorio que ni este fue a Flandes con el duque de Alba, ni sirvió allí a sus órdenes, ni pudo ver la muerte de los condes de Egmont y de Horn286, ni fue cautivado en la batalla de Lepanto, ni quedo esclavo del Ochali, ni por fallecimiento de este287 pasó a poder de Azan-agá, con quien han creído   -pág. 378-   se trasladó de Constantinopla a Argel a mediados de 1577, ni llegó a ser capitán: sucesos y circunstancias que atribuye a Rui Pérez de Biedma, natural de un lugar de las montañas de León, acaso compañero de Cervantes en su cautiverio, y verdadero actor y héroe de la novela del Cautivo.

116. Ya desde esta época aparece mayor la semejanza, y más inmediata la intervención de Cervantes en los acontecimientos de la novela, de cuya realidad asegura el cautivo a los que le escuchaban en estos términos: «y así estén vuestras mercedes atentos, y oirán un discurso verdadero, a quien podría ser que no llegasen los mentirosos, que con curioso y pensado artificio suelen componerse»288. Y en la comedia de Los Baños de Argel, donde se repiten estos sucesos, finaliza la última jornada diciendo:


No de la imaginación
Este trato se sacó,
Que la verdad lo fraguó
Bien lejos de la ficción.
Dura en Argel este cuento
De amor y dulce memoria,
Y es bien que verdad y historia
Alegre al entendimiento:
Y aun hoy se hallarán en él
La ventana y el jardín,
Y aquí da este trato fin,
Que no le tiene el de Argel.



Otra prueba de la certidumbre de estas aventuras, y de la profunda impresión que hicieron en Cervantes es no solo haberlas repetido tantas veces en sus obras, sino lo que dijo por boca del cautivo: «de todos los puntos sustanciales que en este suceso me acontecieron, ninguno se me ha ido de la memoria, ni aun se me irá en tanto que tuviere vida». La contraposición de amores entre amos   -pág. 379-   y esclavos que observó Cervantes, y excitó tanto su atención y curiosidad por ser muy común en Argel, era el resultado natural de la educación y trato que allí daban a las mujeres, como lo expresó él mismo diciendo: «las moras no se dejan ver de ningún moro ni turco, si no es que su marido o su padre se lo manden: de cristianos cautivos se dejan tratar y comunicar aun más de aquello que sería razonable». Y más adelante hablando de Zoraida añade: «y como las moras en ninguna manera hacen melindre de mostrarse a los cristianos ni tampoco se esquivan... no se le dio nada de venir adonde su padre conmigo estaba»289. Lo cual confirma Haedo cuando tratando de cuán celosos son los maridos en Argel, que no consienten que sus mujeres sean vistas ni aun de sus propios hermanos carnales, que por esta razón no usan ventanas a la calle, y que si entrara en una casa algún moro, turco o renegado se alborotaría a voces, huyendo las mujeres a esconderse a sus aposentos, añade: «pero de los cristianos esclavos o no esclavos no se guardan que no sean vistas sino las que son muy principales y mujeres de grandes hombres y alcaides, las cuáles hacen esto por gravedad y reputación de estado»290. Por otra parte el suceso de Zoraida, o su robo y traída a España, no es tan singular (aun suponiendo que acaeciese tal como se pinta) que no hubiese ocurrido por aquel tiempo lance o caso semejante, según lo refiere el P. Sepúlveda y lo copia Pellicer, de una señora alemana, mujer del rey, o sultana de Argel, que hallándose el año 1595 en uno de los jardines fuera de la ciudad, se vino a España con veinte personas y lo mejor y más rico que tenía, en una barca que se envió de propósito desde Valencia por orden de Felipe II, quien la asignó después una pensión, con la cual vivió muchos   -pág. 380-   años en aquella ciudad291. Con estos antecedentes haremos algunas ligeras reflexiones sobre la novela del Cautivo.

117. Dice Cervantes que Zoraida (así la llamaba en la novela, y Zara en la comedia de Los Baños de Argel, aunque los sucesos son los mismos o muy semejantes) era hija única y heredera de Agi Morato, alcaide que había sido de la Pata292 (oficio entre los moros de mucha calidad); que debió su educación a una esclava cristiana, llamada Juana de Rentería, quien la inspiró inclinación al cristianismo, y la instruyó en algunos misterios y oraciones de nuestra religión; que por ser la más hermosa y rica mujer de Berbería la pretendían muchos virreyes del país, y entre ellos nombra expresamente en la comedia a Muley Maluch, que solicitaba al mismo tiempo ser restituido al trono de Fez, como lo consiguió efectivamente a principios de 1576: moro famoso, discreto y muy instruido, que hablaba con perfección el turco, el español, el alemán, el italiano y el francés, y con quien finge o supone casada a Zara o Zoraida al fin de la comedia293. Consta en efecto por la historia que Agi Morato era un renegado esclavón, y uno de los alcaides más ricos que vivían en Argel en 1581, cuya casa era uno de los mejores edificios de la ciudad, y que tenía una hija casada con Muley Maluch, hombre discreto (dice Haedo), y según entendí de muchas personas que le trataron familiarmente, de muy gentil juicio y disposición294. Antonio de Herrera alaba con encarecimiento en su Historia de Portugal las nobles prendas y costumbres de Muley Maluch, especialmente su humanidad con los cristianos; añadiendo que «era muy elocuente, discreto, estudioso y plático en diversas lenguas, especialmente en la castellana e italiana; y yo he visto   -pág. 381-   cartas escritas de su mano en estas lenguas con muy buen carácter, y tenídolas en mi poder, y en algunas pedía libros curiosos: danzaba, tañía laúd y monacordio muy bien... Dejó en Argel un hijo de poca edad que hubo en su mujer, hija de Agi Morato, principal moro y muy rico de aquella ciudad»295. Destronado por un hermano suyo y desterrado de Argel, supo negociar su restitución con el Gran Señor en Constantinopla, y así se ordenó por este a Rabadan-bajá, rey de Argel, que dirigiese una expedición con este objeto: encargo que cumplió con presteza y felicidad. Pocos años después murió Muley Maluch de un mosquetazo en la batalla que ganó el rey D. Sebastián de Portugal en los campos de Alcazarquivir el día 2 de agosto de 1578296, aunque Herrera dice que en el lance de la batalla, ya afligido de la enfermedad que padecía, ya de la congoja y pasión que recibió por lo mucho que trabajó, murió en una litera sin ver el fin de la jornada ni gozar de la victoria que tenía tan deseada297.

118. Para leer los billetes de Zoraida escritos en árabe dice Cervantes, según hemos indicado, que se valió el cautivo de un renegado natural de Murcia298; y en efecto por la información de Argel consta que uno de sus grandes apuros con Azan-bajá (§. 39, parte I) se puso en manos de un arráez íntimo amigo de este, renegado español, que se llamaba Morato Ráez Maltrapillo, de quien Haedo hace también memoria, diciendo que era natural de Murcia299. Es verdad que muchos de los sucesos que siguen en la novela, como la entrega de los quinientos escudos para comprar la barca, la conclusión de la compra y otros se aplican a este renegado, siendo propios, según la información, de otro natural de Granada, que en su país se llamaba el licenciado Girón, y en Argel Abderramen   -pág. 382-   (§. 36, parte I); pero esto prueba la destreza y el ingenio con que supo mezclar y confundir la verdad y el artificio según le convenía. Lo mismo pudiera decirse del mercader valenciano que a la sazón se hallaba en Argel300, a quien dieron los ochocientos ducados en que se rescató al cautivo, siendo cierto que Onofre Exarque, mercader de Valencia, que se hallaba en Argel en 1579, dio más de mil y trescientas doblas para comprar una fragata armada, en que Cervantes con otros compañeros habían de venirse secretamente fugados a España301. De todo lo cual, y de otras varias circunstancias que pudiéramos anotar del mismo modo, debe inferirse que el suceso o la acción de la novela pudo en efecto acontecer al capitán Rui Pérez Biedma, compañero de Cervantes en el baño de Azan-agá, y que por lo menos cuando todo él no sea acierto y verdadero, se compuso de otros hechos y acontecimientos reales y efectivos, aunque enlazados e historiados del modo más oportuno y conveniente para guardar la propiedad de las costumbres y de los lances de la acción principal y sus incidentes, preparando con más naturalidad el desenlace de la fábula.

119. Así queda desvanecida la citada opinión del P. Sarmiento cuando aseguraba que la novela era una disfrazada historia de la vida de Cervantes302, y aplicaba a este todos los sucesos del cautivo desde que le apresaron en Lepanto en 1571 hasta que fue a Argel con Azan-bajá en 29 de junio de 1577303; y así desaparecen también las cavilaciones de otros literatos más modernos, que creyeron que Cervantes, prendado de la virtud y hermosura de la mora Zoraida, no solo la trajo a España, donde murió poco tiempo después, dejándole por fruto de su amor y aventuras a Doña Isabel de Saavedra, sino que a esto aludió en muchos   -pág. 383-   lances y expresiones de La Galatea.

120. Constando que Cervantes mientras estuvo en Argel trató de continuo y muy familiarmente con las personas más distinguidas que allí había, y que estas se honraban con su amistad y buena correspondencia, siendo tal el concepto que de él tenían que hasta los padres redentores consultaban los negocios más arduos304, será tan curioso como oportuno terminar esta ilustración con una breve noticia de las más principales que intervinieron en los sucesos que se refieren, y de quienes el mismo Cervantes suele hacer honorífica mención en algunas de sus obras.

121. Cuando Cervantes fue cautivado venía embarcado con él Pero Díez Carrillo de Quesada, militar respetable, que siendo ya maestre de campo en la jornada del Peñón año 1564, hizo importantes servicios mandando tres mil españoles de los tercios de Nápoles, Sicilia y Lombardía; habiendo venido para esta expedición desde Italia a Málaga embarcado en la capitana de Nápoles, donde iba también D. Sancho de Leiva. Gobernó después interinamente la Goleta, y fue general de la artillería de Nápoles, donde falleció305.

122. D. Francisco de Meneses fue capitán en la Goleta, y uno de los cautivos que Cervantes quiso libertar en su primera fuga a Orán. Era natural de Talavera de la Reina, y de edad de veintiocho años cuando se rescató al mismo tiempo que Cervantes. Parece que anteriormente había venido a España bajo de su palabra a procurar su rescate, y que se presentó puntualmente en Argel antes de cumplir el plazo que se le había señalado306.

123. De D. Antonio de Toledo, caballero de la orden de S. Juan, que dio cartas de recomendación a Rodrigo de Cervantes para los virreyes de Valencia y Mallorca (§. 27, parte I), hace memoria   -pág. 384-   nuestro escritor en su comedia El Trato de Argel, donde el rey se manifiesta incomodado con los arráeces, porque recelosos estos de que él se apropiase este cautivo (como hizo con los demás) le llevaron a Tetuán apresuradamente, y le tallaron en siete mil ducados; precio vil (dice Azan) para tan ilustre y rico personaje, mucho más habiéndole añadido otro compañero que era Francisco de Valencia, quien por sí solo debiera pasar aquella talla. Añade el rey que si él hubiera encontrado allí a D. Antonio exigiría por su libertad cincuenta mil ducados, porque era hermano del conde de Alba y sobrino de una principalísima duquesa. Si el rescate fue como lo refiere Cervantes, sin duda se hizo poco antes de la llegada de Azan-bajá a Argel en 29 de junio de 1577; pues la primera cosa que hizo este en su gobierno fue apropiarse los cautivos de todos los arráeces y otros. Fue después D. Antonio, comendador de la orden de S. Juan y de la cámara de Felipe II, a quien acompañó en su expedición a la conquista de Portugal, en las cortes celebradas en Tomar, y en la solemne entrada que hizo en Lisboa el día 29 de junio de 1581307.

124. Francisco de Valencia era un caballero natural de Zamora, del hábito de S. Juan. Sirvió en Italia a las órdenes del duque de Alba, quien para componer las disensiones que ocurrieron con el Papa, o tomar algún partido decoroso a nuestra corte, le envió en 1555 a consultar con el duque de Florencia si sería bien que la guerra se hiciese en nombre de Marco Antonio Colona, y a pedirle que se declarase contra el Papa. Dos años después le comisionó para reconocer en una fragata el campo enemigo situado en la costa, porque el ejército francés había pasado el río Tronto, y el nuestro estaba alojado en Julia Nova. Y cuando ya   -pág. 385-   el duque de Alba estaba cerca de Roma, llegó Valencia de vuelta de Flandes con orden de Felipe II para que se hiciese la paz con el Papa, pues ni quería guerra con la Iglesia, ni poner en cuidado a los potentados de Italia. Mandole después el rey ir a fortificar y reparar a Orán, llevando consigo al ingeniero Juan Bautista Salvago con mil y quinientos soldados. Hallose en la conquista de Portugal, y a los principios de ella estaba de guarnición en Faro, donde concertó con el marqués de Santa Cruz lo que convenía para continuar la empresa. Llegó a ser bailío de Lora y del consejo de guerra del rey, cuyo destino ocupaba cuando en 11 de enero de 1599 dio su aprobación al Examen de fortificación de D. Diego González de Medina Barba, que había examinado por orden del consejo Real. Estuvo cautivo en Argel, y dio también a Rodrigo de Cervantes cartas de recomendación para los virreyes de Valencia y Mallorca (§. 27, parte I). Parece que se rescató en Tetuán juntamente con D. Antonio de Toledo, en siete mil ducados los dos, a mediados del año 1577308.

125. El Dr. Domingo Becerra, presbítero, era esclavo del rey Azan-Agá cuando Juan Blanco de Paz le imputó la delación que él mismo había hecho contra Cervantes, y de que hemos hablado en los §§. 37, 49 y 56, parte I. Fue natural de Sevilla, gastó la mayor parte de su vida en buenos estudios, residió en la corte de España, fue cautivado y conducido a Argel; donde habiendo llegado a sus manos un librito italiano intitulado Galateo, que había sido bien recibido en Italia, y comparando por él la policía de la república cristiana con la torpeza y grosería de la canalla turquesca, deseó traducirle entonces a nuestra lengua; pero estorbándoselo los grandes trabajos de su esclavitud, lo difirió hasta que   -pág. 386-   libre de ellos pasó a Roma pobremente, y hallándose allí necesitado y sin acomodo, ejecutó su traducción, que dedicó a Francisco de Vera y Aragón, del consejo de S. M., con fecha en Roma a 15 de setiembre de 1584, y se imprimió en Venecia en 1585 en dozavo, por Juan Varisco. Rescatose el Dr. Becerra al mismo tiempo que Cervantes, y tenía entonces cuarenta y cinco años de edad309; y poco después cuando aquel publicó La Galatea, le celebró encarecidamente en el Canto de Calíope.

126. El Dr. Antonio de Sosa era clérigo, y navegaba en una galera de Malta, llamada San Pablo, que obligada de los temporales se acogió a la isla de San Pedro en Cerdeña, donde fue apresada el día 1.º de abril de 1577 por doce bajeles argelinos que también habían arribado allí; y como entre estos se hallase una galeota de quince bancos del alcaide Mahamet, judío de nación, cupo a este por esclavo el Dr. Sosa. Apresaron los turcos en dicha galera gran cantidad de ropa, más de ciento sesenta mil ducados, y doscientas noventa personas. Para acrecentar el rescate de este cautivo suponían en Argel cuanto hemos visto en el §. 101 de esta segunda parte, y por esto sufrió una prisión estrechísima con grandes trabajos; pero sin embargo sabía cuanto pasaba en Argel, y lo apuntaba todo día por día. Al fin se rescató un año después que Cervantes, y pasó a Sicilia, donde comunico al arzobispo Haedo sus observaciones y apuntamientos, con cuyos materiales escribió aquel prelado su Historia. Fue hombre de mucha instrucción y prudencia, muy respetado y querido de los cautivos, y especial amigo y confidente de Cervantes (§. 55, parte I), pues no solo consultaba este con él sus composiciones literarias,   -pág. 387-   sino los proyectos y planes que trazó para la fuga y otras empresas arriesgadas310.

127. Fr. Jorje de Olivar, Oliver u Olivares, que de estos tres modos se le nombra, fue comendador de la orden de la Merced en Valencia, de mucha virtud y entendimiento, según dice Cervantes, y redentor por la corona de Aragón. En 20 de abril de 1577 llegó a Argel acompañado de otros religiosos con la limosna de la redención correspondiente a aquel reino. Cuando prendieron a Cervantes con los cautivos escondidos en la cueva, intentó el rey Azan (§. 32, parte I) sacar cómplice en esta conspiración al P. Olivar, quien por temor de esto puso en salvo y entregó al Dr. Sosa todos los ornamentos y vasos sagrados del oratorio de los cristianos que estaban a su cargo; pero la generosidad de Cervantes le salvó en esta ocasión. En otra estuvo a punto de ser quemado vivo por haberle acumulado que era espía, según refiere el P. Gracián. Era tan generoso y caritativo, que habiendo gastado en una de las redenciones mas de veinte mil ducados que llevaba con este objeto, quedó él mismo en rehenes por otros siete mil311.

128. Fr. Juan Gil, procurador general de la orden de la Santísima Trinidad, y redentor por la corona de Castilla, de cuyo viaje a Argel, y de las virtudes que allí ejercitó, referidas por Haedo extensamente, hemos hecho mención en los §§. 45 y 47, parte I, y en el 113 de esta II, se vio repetidas veces en extremo apuro y trabajo y con el cuchillo a la garganta. Cuando tuvo que regresar a España en obedecimiento de las órdenes que le llegaron, se despidió con muchas lágrimas de los españoles que aún quedaban sin rescatar, por dejarlos expuestos a tantos trabajos y en tan notable peligro de perder la fe y religión   -pág. 388-   de sus mayores. Favoreció mucho a Cervantes, ya consultándole algunos negocios, ya convidándole a su mesa, y tratándole amigable y familiarmente (§. 55, parte I), ya concluyendo su rescate y recibiendo la información de su conducta y hechos en Argel (§. 48, parte I); y Cervantes, cuyo ídolo era la gratitud, le correspondió con grandes elogios diciendo que era un religioso ejemplar y amigo de hacer bien, de gran cristiandad y de consumada prudencia312.