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Se reunió Cervantes a su antiguo tercio (§. 59 al 62)

129. Exponiendo sus servicios al Rey en mayo de 1590 dijo: y después de libertados (él y su hermano del cautiverio de Argel) fueron a servir a V. M. en el reino de Portugal y a las Terceras con el marqués de Santa Cruz.

130. Antonio de Herrera, que ya había concluido su Historia de Portugal y conquista de las Terceras en setiembre de 1586, hablando de la victoria que ganó la armada del marqués de Santa Cruz en julio de 1582 dice: «En la cual había tres mil soldados españoles del tercio del maestre de campo general D. Lope de Figueroa, muy ejercitados en las guerras de Levante y Flandes, y acostumbrados a tener muchas victorias de sus enemigos, y a vencer siempre: y entre los dos mil soldados del cargo de D. Francisco de Bobadilla había también muchos soldados viejos, aliende de que lo eran todos los capitanes y oficiales de aquel tercio, sin otros muchos entretenidos que iban embarcados con gran número de caballeros, sin muchos principales aventureros que iban a servir al Rey»313.

131. El Lic. Mosquera de Figueroa en su Comentario   -pág. 389-   de la jornada de las islas de las Azores, en la cual sirvió de auditor general, tratando de los preparativos para la misma campaña de 1582 dice: «Llegó el maestre de campo general D. Lope de Figueroa con su tercio a la ciudad de Lisboa, y luego se dio orden para que todas las compañías se embarcasen, y así se embarcó D. Lope con el tercio de tres mil quinientos ochenta y dos hombres: y luego D. Francisco de Bobadilla con su tercio de dos mil quince soldados». Refiere en seguida la demás tropa que iba en esta armada, y añade: «La mayor parte de esta infantería era escogida, por ser gente ejercitada y soldados viejos, diestros y bien disciplinados... y los más de los capitanes señalados, por haberse hallado en muchas ocasiones en servicio de S. M., así en Italia como en los estados de Flandes»314.

132. El mismo autor, refiriendo el desembarco hecho para la conquista de la Tercera en 26 de julio de 1583 en la ensenada de Puerto de las Muelas, a dos leguas de la ciudad de Angra, hace de Rodrigo hermano de Cervantes la siguiente honorífica mención: «Llegaron brevemente las barcas a tierra, donde saltaron los españoles con grande esfuerzo entre aquellas lajas a los lados de los fuertes: algunos ponían el pie seguro en una piedra para escaparse de la resaca, que era grande: otros que no podían esperar esta coyuntura se abalanzaban y se sumergían, de suerte que el agua les cubría hasta la cinta, y con la resaca quedaban luego exentos para salir. Echose al agua animosamente con su bandera, por haber encallado la barca, Francisco de la Rua, alférez de D. Francisco Bobadilla, y tras él el capitán Luis de Guevara y Rodrigo de Cervantes, a quien después aventajó el marqués; y así muchos salieron de las barcas mojados, corriendo agua salada de entre las   -pág. 390-   ropas y las armas»315. Sigue el autor refiriendo el ardimiento con que treparon nuestras tropas por lugares asperísimos, y asaltaron las trincheras a pesar del horroroso fuego de los enemigos: de cuyo suceso tenemos igual noticia en una relación que se halla manuscrita en el archivo de Simancas316, y por la cual consta además que los fuertes y trincheras estaban a cargo del capitán Borgoñón, persona de mucha opinión entre los franceses que los defendían. Estos testimonios comprueban lo arduo de aquel desembarco, el valor con que se ejecutó, y la justicia con que el marqués de Santa Cruz premió el distinguido mérito de Rodrigo de Cervantes.

133. Miguel de Cervantes había pertenecido al tercio de Figueroa hasta que le cautivaron: su caudillo le conocía y apreciaba como soldado que tanto se acreditó en él; y cuando tantos militares acababan de distinguirse en la conquista de Portugal, y restaba aún la reducción de las Terceras, es natural que para mejor lograr la remuneración de sus anteriores servicios quisiese continuarlos a ejemplo de su hermano, y que lo verificase en su antiguo tercio; el cual fue uno de los pocos que estuvieron embarcados en la armada del marqués de Santa Cruz, y así se concilia el haber estado Cervantes a sus órdenes en Portugal y las Terceras, como expuso en su memorial.




Compuso un buen soneto en alabanza del Marqués de Santa Cruz (§. 63)

134. Cuando el emperador de Alemania Rodulfo II, después de la jornada de las Terceras, pidió al marqués de Santa Cruz su retrato y escudo de armas por medio del conde Tribulcio,   -pág. 391-   caballerizo mayor de la emperatriz, y al efecto le retrató el célebre Felipe de Liaño en 1584, escribió el Lic. Mosquera de Figueroa un elogio de aquel famoso capitán, que entonces se imprimió suelto con varias composiciones poéticas en su alabanza; y después de su muerte lo reimprimió este autor al fin de sus Comentarios, suprimiendo algunas, entre ellas un romance de Ercilla, y añadiendo otras, de cuyo número es el indicado soneto de Cervantes, que dice:


No ha menester el que tus hechos canta,
   Oh gran Marqués, el artificio humano,
   Que a la más sutil pluma y docta mano
   Ellos le ofrecen al que al orbe espanta:
Y este que sobre el cielo se levanta,
   Llevado de tu nombre soberano,
   A par del griego y escritor toscano
   Sus sienes ciñe con la verde planta.
Y fue muy justa prevención del cielo
   Que a un tiempo ejercitases tú la espada,
   Y él su prudente y verdadera pluma;
Porque rompiendo de la invidia el velo,
   Tu fama en sus escritos dilatada,
   Ni olvido, o tiempo, o muerte la consuma317.






La permanencia de Cervantes en Portugal (§. 64)

135. Está a nuestro parecer bien comprobada, ya en la descripción que hace de aquel país en el lib. III del Persiles, cap. 1.º; ya en el caso que cuenta el caminante polaco cap. 6.º, que supone sucedido en Lisboa, aunque apropiando en él muchas de las circunstancias que concurrieron en la muerte de D. Gaspar de Ezpeleta en Valladolid; ya en el conocimiento de las costumbres y el carácter de los portugueses, que manifiesta   -pág. 392-   en el mismo capítulo, donde se detiene elogiarlos; en su afición a la lengua portuguesa, que en ser dulce y agradable, dice en el cap. 12, puede solo competir con la valenciana; y en el aprecio que hacía del célebre Camoes, de que dio una prueba cuando en la nueva y pastoril Arcadia dijeron las zagalas a D. Quijote (parte IX, cap. 58) que traían estudiadas dos églogas, una del famoso poeta Garcilaso, y otra del excelentísimo Camoes en su misma lengua portuguesa; ya en fin en tantas otras alusiones y encomios que hizo en sus obras de aquella nación, de la cual habla siempre con encarecimiento.




No se publicó La Galatea hasta los últimos meses de 1584 (§. 70)

136. Sin embargo de que en el discurso preliminar que acompañará a la nueva edición de esta novela procuraremos ilustrar varias especies que indicamos en 1los §§. 67 al 71 de la parte I, juzgamos conveniente copiar aquí la partida de muerte y entierro de Marco Antonio Colona, porque es una comprobación de lo que dejamos afirmado en el 70:

«Petri ad vincula 1.º día de agosto de 1584 murió el Ilmo. Sr. Marco Antonio Colona, virrey de Sicilia, en casa del Ilmo. Sr. duque de Medinaceli, que fue miércoles en la noche, a las once horas de la noche: rescibió todos los sacramentos: no hizo testamento: enterrose en depósito, que se hizo ante Hernando de Durango, secretario del consejo del Ilmo. Sr. duque, en la capilla mayor de esta colegial a la parte del evangelio, debajo de la reja de las reliquias: hiciéronse tres oficios con el cabildo de esta colegial, y en todos tres oficios celebraron por el ánima de S. E. todos los prebendados, y seis días consecutivos, que fue cada prebendado nueve misas: no se hizo otra cosa.=El canónigo   -pág. 393-   Guzmán».


Hállase en la colegiata de Medinacelli, libro de finados, que principia en 5 de junio de 1581                


137. Por este documento debe corregirse la equivocación con que señaló la fecha del fallecimiento de Colona el Dr. Babia en su Historia pontifical y católica, p. III, t. 3.º, c. LXXXV, año 1584, p. 276, donde dice:

«Partió este año para España, llamado del Rey, Marco Antonio Colona, virrey de Sicilia. Pasó a Nápoles, y de allí a Roma, embarcose en Civitavieja, desembarcó en Barcelona, y caminando a la corte, en Medinaceli enfermó, y el rigor grande de la enfermedad, quizá causada del largo camino y calor del tiempo, le acabó la vida en muy pocos días a dos de agosto».





Se desposó Cervantes en Esquivias (§. 71)

138. Consta lo dicho, y todo lo demás contenido en este §., de los documentos y certificaciones que publicó Ríos en los núms. 38 y 39 de sus Pruebas, y de la carta de dote otorgada por Cervantes a su mujer, que insertó Pellicer en la pág. CCV de la vila de este escritor. Según dicha carta (prescindiendo de una leve equivocación de maravedises que aparece en ella) valían los bienes en que fue dotada Doña Catalina de Palacios y Salazar ciento ochenta y dos mil doscientos noventa y siete maravedís, comprendidos los treinta y siete mil quinientos (o cien ducados) en que la dotó su marido.






ArribaAbajoSobre algunos poetas amigos de Cervantes (§. 73)

139. Entre los amigos que se granjeó nuestro escritor, más con su condición que con su ingenio, como dice él mismo en el prólogo de las   -pág. 394-   novelas, se cuentan algunos poetas y literatos insignes de quienes daremos una breve noticia, copiando los elogios que merecieron a Cervantes; pues aunque de corto o ningún mérito en cuanto a la poesía, acreditan su estimación a personas tan dignas de ella por sus luces y aplicación, y comprueban de algún modo su residencia en Madrid en los años en que aquellos publicaron sus obras.

140. Fue uno de ellos Juan Rufo Gutiérrez, jurado de Córdoba, donde nació hacia el año 1547, si juzgamos por la edad de treinta y siete que señala el retrato que acompañó a la primera edición de la Austriada. Enviado por aquella ciudad a D. Juan de Austria, le mandó éste escribir la historia de sus jornadas y hechos memorables, como lo cumplió, empleando diez años de continuo estudio en componer y limar aquel poema, que imprimió en Madrid en 1584, y se reimprimió, al siguiente en Toledo, y en 1586 en Alcalá de Henares. Habíale concluido a fines de 1578, en que la ciudad le recomendó al rey D. Felipe II; a cuya hermana, la emperatriz de romanos y reina de Bohemia y Hungría, está dirigida la dedicatoria con fecha en Madrid a 20 de marzo de 1582318. Parece que se halló sirviendo a D. Juan de Austria en las campañas de Levante y de Italia, que después describió como poeta, y que regresó a España en la capitana de Marcelo Doria, que era una de las once galeras que componían la escuadra que trajo al duque de Sesa, y entró en Barcelona el jueves 7 de abril de 1578319. Tuvo dos hijos, uno llamado Juan y otro Luis, a quien siendo muy niño dirigió una carta en verso, que se halla entre sus poesías320; las cuales publicó en 1596 al fin de sus Apotegmas, quejándose entonces   -pág. 395-   de haber perdido parte de lo mejor de su edad por falta de arrimo y protección321. Residió algún tiempo en Madrid, donde le ocurrió el lance que refiere Porreño tratando de la severidad de Felipe II322; pero su principal establecimiento fue en Toledo, según puede inferirse de uno de los sonetos que están al principio de aquella obra. Su paisano D. Luis de Góngora le celebró mucho en sus versos; y el famoso Pedro Laínez, que aprobó la Austriada a 28 de marzo de 1582, entre otros elogios que hizo de ella dijo lo siguiente: «El ingenio del autor me parece particularmente aventajado, y el estilo tan dulce, fácil, grave y sustancial, que hasta agora no creo que tenemos en España autor de los que han escrito historia fabulosa o verdadera que se le aventaje; y si alguno le iguala tendrá bien de qué loarse». Cervantes también alabó este poema como uno de los mejores que en verso heroico y en lengua castellana se había escrito y que podía competir con los más famosos de Italia, encargando se guardase como una de las más ricas prendas de poesía que tenía España323, y muchos años antes había celebrado a su autor en el Canto de Calíope. Y aunque estos elogios no sean tan ajustados como lo requiere la delicada crítica del día, y Cervantes haya sido censurado severamente por su nimia indulgencia324, repetiremos no obstante el soneto con que quiso recomendar aquel poema histórico, y acreditar la estimación que hacía de su autor:


Oh venturosa levantada pluma
   Que en la empresa más alta te ocupaste
   Que el mundo pudo dar, y al fin mostraste
   Al recibo y al gasto igual la suma:
Calle de hoy más el escriptor de Numa,
   Que nadie llegará donde llegaste,
-pág. 396-
   Pues en tan raros versos celebraste
   Tan raro capitán, virtud tan suma,
Dichoso el celebrado y quien celebra,
   Y no menos dichoso todo el suelo
   Que de tanto bien goza en esta historia;
En quien invidia o tiempo no harán quiebra;
   Antes hará con justo celo el cielo
   Eterna más que el tiempo su memoria325.



141. No solo indicó Cervantes el aprecio que hacía de Pedro de Padilla en los versos con que elogió algunas de sus obras, y se imprimieron al principio de ellas, sino que tratando muchos años después en el escrutinio de la librería de D. Quijote del tesoro de varias poesías de aquel escritor, se explicó en estos términos: «Como ellas no fueran tantas... fueran más estimadas: menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene: guárdese, porque su autor es mi amigo, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito»326. En el discurso que precede a las obras de Gregorio Silvestre, impresas en Lisboa en el año 1592, se cuentan entre los amigos de aquel escritor a Luis Berrio, D. Diego de Mendoza, D. Fernando de Acuña, Gaspar de Baeza, el M. Juan Latino y el bachiller Pedro de Padilla, habilidad rara y única en decir de improviso, y a pocos inferior en escribir de pensado. Fue natural de Linares, como lo aseguró Lope de Vega en el Laurel de Apolo327. Hay quien opina que fue caballero de la orden de Santiago; y es cierto que siendo ya avanzado en edad tomó el hábito de los carmelitas calzados en Madrid a 6 de agosto de 1585328, sobresaliendo entonces mucho en la predicación, y dando a sus composiciones el carácter místico que requería su nuevo estado. Pellicer dice que falleció   -pág. 397-   en 1595329, y el autor de las noticias que se estamparon al principio de las Grandezas de la Virgen, reimpresas en 1806, creyó más vagamente que había muerto después de aquel año. Nosotros podemos asegurar que todavía vivía en 1599, pues no solo en 20 de agosto de 1597 censuró un libro sobre curación de la peste, compuesto por Miguel Martínez de Leiva; en 9 de diciembre La Dragontea, y en 6 de agosto de 1598 La Arcadia, obras ambas de Lope de Vega, sino que aprobó también el poema El Isidro del mismo autor en su convento del Carmen de Madrid a 22 de enero de 1599330, no siendo posible por falta de noticias fijar la época de su fallecimiento. Más cierto parece que está sepultado en el mismo convento, y que se le aprecia entre los literatos como uno de los escritores más puros y correctos de la lengua castellana. Publicó en Madrid el año 1583 un Romancero, en el cual se contienen algunos sucesos ocurridos a los españoles en la jornada de Flandes; con otras historias y poesías que dirigió al marqués de Mondéjar. Expidió el Rey la licencia para imprimir esta obra por 15 años en los reinos de Castilla, con fecha en Lisboa a 22 de setiembre de 1582, refrendada por Antonio de Eraso, después de estar aprobada de orden del consejo por el M. Juan López de Hoyos; y al principio se hallan tres sonetos, uno de Francisco de Montalvo, otro de López Maldonado, y el siguiente de Cervantes al autor:


Ya que del ciego dios habéis cantado
   El bien y el mal, la dulce fuerza y arte
   En la primera y la segunda parte
   Do está de amor el todo señalado,
Ahora con aliento descansado
   Y con nueva virtud que en vos reparte
-pág. 398-
   El cielo, nos cantáis del duro Marte
   Las fieras armas y el valor sobrado.
Nuevos ricos mineros se descubren
   De vuestro ingenio en la famosa mina
   Que a más alto deseo satisfacen,
Y con dar menos de lo más que encubren
   A este menos lo que es más se inclina
   Del bien que Apolo y que Minerva hacen.



En su Jardín espiritual, impreso en 1584, y publicado el año siguiente, se hallan tres composiciones poéticas de Cervantes por este orden:




Redondillas de Miguel de Cervantes al hábito de Fr. Pedro de Padilla


   Hoy el famoso Padilla
Con las muestras de su celo
Causa contento en el cielo
Y en la tierra maravilla.
   Porque llevado del cebo
De amor, temor y consejo,
Se despoja el hombre viejo
Para vestirse de nuevo.
   Cual prudente sierpe ha sido,
Pues con nuevo corazón
En la piedra de Simón
Se deja el viejo vestido.
   Y esta mudanza que hace
Lleva tan cierto compás,
Que en ella asiste lo más
De cuanto a Dios satisface.
   Con las obras y la fe
Hoy para el cielo se embarca
En mejor jarciada barca
Que la que libró a Noé.
   Y para hacer tal pasaje
Ha muchos años que ha hecho
-pág. 399-
Con sano y cristiano pecho
Cristiano matalotaje.
   Y no teme el mal tempero,
Ni anegarse en el profundo;
Porque en el mar de este mundo
Es plático marinero.
   Y ansí mirando el aguja
Divina cual se requiere,
Si el demonio a orza diere,
Él dará al instante a puja.
   Y llevando este concierto
Con las ondas deste mar,
A la fin vendrá a parar
A seguro y dulce puerto:
   Donde sin áncoras ya
Estará la nave en calma,
Con la eternidad del alma
Que nunca se acabará.
   En una verdad me fundo,
Y mi ingenio aquí no yerra,
Que en siendo sal de la tierra,
Habéis de ser luz del mundo.
   Luz, de gracia rodeada,
Que alumbre nuestro horizonte,
Y sobre el carmelo monte
Fuerte ciudad levantada.
   Para alcanzar el trofeo
Destas santas profecías
Tendréis el carro de Elías
Con el manto de Eliseo.
   Y ardiendo en amor divino,
Donde nuestro bien se fragua,
Apartando el manto al agua
Por el fuego haréis camino.
   Porque el voto de humildad
Prometo segura alteza;
Y castidad y pobreza
-pág. 400-
Bienes de divinidad.
   Y ansí los cielos serenos
Verán, cuando acabarás,
Un cortesano allá más,
Y en la tierra un sabio menos.




Miguel de Cervantes a Fr. Pedro de Padilla


   Cual vemos que renueva
El águila real la vieja y parda
Pluma, y con otra nueva
La detenida y tarda
Pereza arroja, y con subido vuelo
Rompe las nubes, y se llega al cielo:
   Tal, famoso Padilla,
Has sacudido tus humanas plumas,
Porque con maravilla
Intentes y presumas
Llegar con nuevo vuelo al alto asiento
Donde aspiran las alas de tu intento.
   Del sol el rayo ardiente
Alza del duro rostro de la tierra
(Con virtud excelente)
La humidad que en sí encierra,
La cual después en lluvia convertida
Alegra al suelo, y da a los hombres vida.
   Y desta mesma suerte
El sol divino te regala y toca:
Y en tal humor convierte,
Que con tu pluma apoca
La sequedad de la ignorancia nuestra,
Y a sciencia santa y santa vida adiestra.
   ¡Qué sancto trueco y cambio,
Por las humanas las divinas musas!
¡Qué interés y recambio!
¡Qué nuevos modos usas
De adquirir en el suelo una memoria
-pág. 401-
Que dé fama a tu nombre, al alma gloria!
   Que pues es tu Parnaso
El monte del Calvario, y son tus fuentes
De Agapine y Pegaso
Las sagradas corrientes
De las benditas llagas del Cordero,
Eterno nombre de tu nombre espero.



Después de estos versos, que están al principio del libro, se encuentra al fol. 221 v. una canción de Padilla a San Francisco, a la que siguen varias composiciones que en loor del mismo Santo, y a intercesión del autor, escribieron algunos de los famosos poetas de Castilla, como el Dr. Campuzano, Pedro Laínez, López Maldonado, Lope de Vega, Gonzalo Gómez de Luque y Miguel de Cervantes; cuyo soneto impreso al fol. 230 v. dice así:


Muestra su ingenio el que es pintor curioso
   Cuando pinta al desnudo una figura,
   Donde la traza, el arte y compostura
   Ningún velo la cubra artificioso.
Vos, seráfico Padre, y vos hermoso
   Retrato de Jesús, sois la pintura
   Al desnudo pintada, en tal hechura
   Que Dios nos muestra ser pintor famoso.
Las sombras, de ser mártir descubristeis;
   Los lejos, en que estáis allá en el cielo
   En soberana silla colocado:
Las colores, las llagas que tuvisteis
   Tanto las suben que se admira el suelo,
   Y el pintor en la obra se ha pagado.



Publicó Padilla en 1587 la mencionada obra de las Grandezas y excelencias de la Virgen nuestra Señora, dedicándola a la Serma. infanta Margarita de Austria, profesora en el monasterio de las Descalzas reales de Madrid331, y en su principio se lee el siguiente soneto de Cervantes:

  -pág. 402-  

De la Virgen sin par santa y bendita,
   Digo de sus loores, justamente
   Haces el rico sin igual presente
   A la sin par cristiana Margarita;
Dándole, quedas rico; y queda escrita
   Tu fama en hojas de metal luciente;
   Que a despecho y pesar del diligente
   Tiempo, será en sus fines infinita:
Felice en el sujeto que escogistes;
   Dichoso en la ocasión que te dio el cielo
   De dar a virgen el virgíneo canto;
Venturoso también porque hiciste
   Que den las musas del hispano suelo
   Admiración al griego, al tusco espanto.



Finalmente en el Canto de Calíope dedicó Cervantes a Padilla un pomposo elogio; y Espinel repitió otro no menos hiperbólico en su Casa de la Memoria.

142. también nos dejó Cervantes pruebas de amistad con López de Maldonado, que parece fue natural de Toledo, y que residió algunos años en Valencia, donde fue uno de los individuos de la academia de Los Nocturnos que se reunía en aquella ciudad por los años de 1591, y adoptó en ella el nombre de Sincero332. Cervantes en el Canto de Calíope, y Espinel en su Casa de la Memoria le alabaron encarecidamente. Publicó López Maldonado en 1586 su Cancionero, o colección de varias poesías, que aprobó por orden del consejo D. Alonso de Ercilla, y para cuya impresión había obtenido privilegio real a 19 de abril de 1584; y entre las muchas composiciones que se hallan al principio en alabanza del autor y de la obra, escritas por Vicente Espinel, Juan de Vergara, Lope de Vega, Gonzalo Gómez de Luque, Diego Durán, Pedro de Padilla y otros célebres poetas de aquel tiempo, hay de Cervantes   -pág. 403-   las dos que aquí copiamos, y con las que parece quiso corresponder al soneto que escribió López Maldonado en loor de La Galatea.


El casto ardor de una amorosa llama,
   Un sabio pecho a su rigor sujeto,
   Un desdén sacudido y un afeto
   Blando, que al alma en dulce fuego inflama.
El bien y el mal a que convida y llama
   De amor la fuerza y poderoso efeto,
   Eternamente en son claro y perfeto
   Con estas rimas cantará la fama:
Llevando el nombre único y famoso
   Vuestro, felice López Maldonado,
   Del moreno Etíope al Cita blanco;
Y hará que en balde del laurel honroso
   Espere alguno verso coronado,
   Si no os imita y tiene por su blanco.




Del mismo al mismo


   Biendonado sale al mundo
Este libro, do se encierra
La paz de amor y la guerra,
Y aquel fruto sin segundo
De la castellana tierra.
   Que aunque le da Maldonado,
Va tan rico y bien donado
De sciencia y de discreción,
Que me afirmo en la razón
De decir que es bien donado.
   El sentimiento amoroso
Del pecho más encendido
En fuego de amor, y herido
De su dardo ponzoñoso
Y en la red suya cogido:
   El temor y la esperanza
Con que el bien y el mal se alcanza
-pág. 404-
En las empresas de amor,
Aquí muestra su valor,
Su buena o su mala andanza.
   Sin flores, sin praderías,
Y sin los faunos silvanos,
Sin ninfas, sin dioses vanos,
Sin yerbas, sin aguas frías,
Y sin apacibles llanos:
   En agradables concetos,
Profundos, altos, discretos,
Con verdad llana y distinta,
Aquí el sabio autor nos pinta
Del ciego dios los efetos.
   Con declararnos la mengua
Y el bien de su ardiente llama
Ha dado a su nombre fama
Y enriquecido su lengua,
Que ya la mejor se llama:
   Y hanos mostrado que es solo
Favorecido de Apolo
Con dones tan infinitos
Que su fama en sus escritos
Irá de este al otro polo.



Del mérito y amistad de López Maldonado hizo memoria Cervantes en el escrutinio de la librería de D. Quijote, donde tratando del expresado Cancionero dijo: «También el autor de ese libro es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye, y tal es la suavidad de la voz con que los canta que encanta: algo largo es en las églogas; pero nunca lo bueno fue mucho: guárdese con los escogidos»333.

143. Alonso de Barros fue otro poeta apreciado y amigo de Cervantes por este mismo tiempo. Había nacido en Segovia el año 1552, según conjetura Colmenares, de una familia ilustre de aquella ciudad334. Sus padres se llamaron Diego   -pág. 405-   López de Orozco, que fue de la cámara del emperador, y Doña Elvira de Barros, quienes acomodando al hijo en la servidumbre del real palacio le proporcionaron llegar al empleo de aposentador de los reyes Felipe II y III, que sirvió mucho tiempo, sin que el bullicio y continuado afán de la corte le distrajese de sus estudios ni de la composición de las obras que publicó, hasta que en 1604 falleció en Madrid, y fue sepultado en el templo de nuestra Señora de Loreto. El expresado Colmenares solo conoció de sus escritos el que intituló Perla de proverbios morales, impreso en Madrid año 1601; los cuales, concordados con sentencias de filósofos y poetas por Bartolomé Jiménez Patón, se imprimieron en Baeza en 1615 (cuya edición tenemos a la vista), y en Lisboa en 1017. También escribió un elogio de Mateo Alemán y de su libro de la vida de Guzmán de Alfarache, que se imprimió al principio de las antiguas ediciones. En su Filosofía cortesana moralizada que, aprobada por Ercilla, publicó en 1587, se halla de Cervantes el siguiente soneto:


Cual vemos del rosado y rico oriente
   La blanca y dura piedra señalarse,
   Y en todo, aunque pequeña, aventajarse
   A la mayor del Cáucaso eminente:
Tal este, humilde al parecer, presente,
   Puede y debe mirarse y admirarse,
   No por la cantidad, mas por mostrarse
   Ser en su calidad tan excelente.
El que navega por el golfo insano
   Del mar de pretensiones, verá al punto
   Del cortesano laberinto el hilo.
Felice ingenio y venturosa mano
   Que el deleite y provecho puso junto
   En juego alegre, en dulce y claro estilo.



  -pág. 406-  

144. Hemos visto en el §. 67 de esta parte II cómo correspondió Espinel en su Casa de la Memoria al elogio que Cervantes le había tributado poco tiempo antes en su Canto de Calíope. Cultivó Espinel con lustre la poesía y la música, siendo en la una inventor de las décimas que se llamaron por esto Espinelas, e introduciendo en la otra la quinta cuerda de la vihuela o guitarra, añadiéndola con esto gran perfección para el bajo y acompañamiento músico335. Muchos son los elogios que hicieron de él varios escritores coetáneos, particularmente Lope de Vega, que sujetaba sus obras a su censura y corrección; Don Alonso de Ercilla, que afirmaba que sus versos líricos eran los mejores que había visto; Lupercio Leonardo de Argensola, y Cervantes, que todavía al fin de sus años decía por boca de Apolo en la carta que incluyó en su Adjunta al Parnaso: «Al famoso Espinel dará vmd. mis encomiendas, como a uno de los más antiguos y verdaderos amigos que yo tengo». Sin embargo, el mismo Cervantes en el expresado viaje manifestó que conocía bien su carácter diciendo:


Este, aunque tiene parte de Zoilo,
   Es el grande Espinel, que en la guitarra
   Tiene la prima, y en el raro estilo336.



Era en efecto Espinel tan disimulado, socarrón y maldiciente, que cuando ya muerto Cervantes publicó la Vida del Escudero Marcos de Obregón, olvidó la antigua buena correspondencia con aquel amigo, procurando zaherírle ocultamente y rebajar el mérito del Ingenioso hidalgo de la Mancha, para encumbrar sobre él a su buen Escudero, como lo observó Pellicer337, y lo referimos también en el §. 176 de la parte I.

141. De la amistad y trato que tuvo Cervantes con Luis Gálvez de Montalvo, autor del Pastor   -pág. 407-   de Fílida, con Francisco de Figueroa, Pedro Laínez, Ercilla y otros poetas igualmente distinguidos, tendremos ocasión de hablar cuando analicemos La Galatea, y procuremos correr el velo a los hechos y personajes verdaderos que se ocultan ingeniosamente entre las aventuras y pastores de aquella novela.