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Fragmento

32.- Fragmento de la última carta que escribió Arniches

Entierro

33.- Entierro de Carlos Arniches Barrera






B) Bibliografía sobre la vida y la obra de Carlos Arniches

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ArribaApéndices


A) Vocabulario familiar-madrileño, extraído de la obra de Carlos Arniches

Aliviar = marchar (La fiesta de San Antón, cuad. I; esc. IX).

alicáncano = temeroso, apocado (La fiesta de San Antón, cuad. I; esc. IV).

balconear = coquetear desde un balcón (La venganza de la Petra, Act. I; esc. VII).

birria = defección (La cara de Dios, Act. II; cuad. I; esc. III).

boleta = romper un noviazgo.

Dar la boleta = dar calabazas (La locura de don Juan, Act. I; esc. V).

caneo = burla, guasa (Del Madrid castizo, Madrid, Ed. Pueyo, 1919, p. 26).

combina = concertar cita con una mujer (El señor Adrián el primo, Act. III; esc. II).

contra Dios = injusticia: «[...] es un contra Dios, que la Jesusa no se lo merece» (La gentuza, Act. I; cuad. I; esc. IV).

cuí = acertar: «[...] dar en el cuí» (Rositas de olor..., Act. II; esc. X).

currelear = hacer la corte a una muchacha (La banda de trompetas, esc. II).

chalupa = enamorado (La hora mala, Act. III; esc. XII).

changuay = realidad (El señor Adrián..., Act. I; esc. XII).

chufista = bromista (El señor Adrián..., Act. II; esc. VII).

datilear = hacer algo con los dedos (La chica del gato, Act. I; esc. I).

de nen = estupendo, magnífico (El solar de Mediacapa, Act. I; esc. VI).

desaborición = tragedia (La fiera dormida, Act. II; esc. II).

disolver = alejar (La cara de Dios, Act. II; cuad. I; esc. II).

empinen = beber vino en demasía: «del empinen» (La chica del gato, Act. I; esc. VIII).

ene = necesidad (El casto don José, Act. II; esc. IV).

enguirlotar = enamorarse: «[...] y ya que hemos tenío la suerte de que un príncipe como éste se enguirlote con ella» (La piedra azul, cuad. I: esc. IV).

escalzaperros = disgusto (La venganza de la Petra, Act. I; esc. III).

eslomar = por deslomar (La fiesta de San Antón, cuad. II; esc. I).

fruta = chulo (Para ti es el mundo, Act. III; esc. VIII).

gabi = por garbanzo. Los gabis: la comida (La cara de Dios, Act. I; cuad. I; esc. II).

gabrieles = pesetas (Del Madrid castizo, ed. cit., p. 26).

gachó = hombre joven y rico («gachó de guita») (La fiesta de San Antón, cuad. I; esc. III).

guilar = ver: «de que los guilé, me dio un vuelco el corazón» (Del Madrid castizo, ed. cit., p. 82).

guilen = mirada placentera (Rositas de olor, Act. II; esc. I).

guiloy = persona fresca y sin escrúpulos morales (Rosita de olor, Act. III; esc. VI).

garata = fiesta, confusión, escándalo (La gentuza, Act. II; cuad. III; esc. VI).

leandra = peseta (El señor Adrián..., Act. I; escena, III).

licurdia = peseta (El señor Adrián..., Act. I; esc. III).

lucana = peseta (Rosita de olor, Act. III; esc. VI).

macatruqui = susceptible, escrupuloso, un poco tonto (La venganza de la Petra, Act. I; esc. V).

magoy = ratero (La chica del gato, Act. I; esc. VII).

magoya = actitud desentendida, indiferente (Del Madrid castizo, ed. cit. p. 16).

mangue = yo (Los milagros del jornal, esc. III).

manguela = yo (El amigo Melquíades, cuad. I; esc. IV).

manguear = robar (La chica del gato, Act. I; esc. VIII).

manús = ingenuo, inocente (Del Madrid castizo, ed. cit., p. 85).

marcolfa = persona de trato inaguantable (La hora mala, Act. III; esc. V).

martingalear = urdir martingalas (El señor Adrián..., Act. I; esc. VII).

menflis = fastidioso, impertinente, molesto (El agua del Manzanares, cuad. I; esc. III).

monocle = astucia (Del Madrid castizo, ed. cit., p. 89).

pagué = fingir inocencia (La cara de Dios, Act. II; cuad. IV; esc. I).

pagüesa = persona inocente, sin picardía (La chica del gato, Act. I; esc. IV).

paniquizar = aterrar (Las doce en punto, Act. I; esc. VI).

pastizara = dinero (El agua del Manzanares, cuad. I; esc. VI).

picar = marchar, retirarse (El agua del Manzanares, cuad. I; esc. IX).

pimpi = cándido, inocente (El solar de Mediacapa, Act. II; esc. III).

pinguí = beodo (La gentuza, Act. I; cuad. I; esc. I).

pipi = ingenuo (La fiesta de San Antón, cuad. II; esc. I).

pirante = ladrón, golfo (Sandías y melones, cuad. II; esc. I).

piravear = robar (Del Madrid castizo, ed. cit., p. 116).

piraveo = robo (Rositas de olor, Act. III; esc. I).

piscis = asunto de la no incumbencia del que habla (El señor Adrián..., Act. I; esc. III).

quinqué = lo que atrae a las mujeres (La cara de Dios, Act. I; cuad. I; esc. III).

ratimago = coquetear con los ojos (La venganza de la Petra, Act. I; esc. VIII).

repuchar = volverse atrás de lo dicho (La fiesta de San Antón, cuad. I; esc. IV).

sonsi = silencio (La chica del gato, Act. I; esc. II).

sufragania = mujer dependiente de otra persona, esposa (La fiesta de San Antón, cuad. I; esc. III).

talcualejamente = medianamente (La sobrina del cura, Act. I; esc. VI).

tingli = modo o manera peculiar de algo (El amigo Melquíades, cuad. I; esc. IV). También, en el sentido de asociarse con alguien para cometer una fechoría (La chica del gato, Act. I; esc. I). Igualmente, en el sentido de excusa (Rositas de olor, Act. III; esc. I).

tonteo = galanteo, enamoramiento (La hora mala, Act. III; esc. VIII).

trifulca = mujer seductora (El señor Adrián..., Act. I; esc. VIII).

tupi = cafetucho (La chica del gato, Act. II; esc. XI).

violina = borrachera (Del Madrid castizo, ed. cit., p. 62).

zaragata = hombre galante (El señor Adrián..., Act. I; esc. VIII).




B) ¡San Isidro bendito!

Sainete rápido de Carlos Arniches, no recogido en sus Obras completas


 

Bajando por la calle del Mesón de Paredes, está la Corrala: un espacio amplio, entre plazuela y solar, que quiebra la angostura de aquella vía barriobajera. Allí hay una casa de vecindad; en ella, un corredor y, en él, un cuartito humilde, limpio y soleado, donde viven el SEÑOR ULOGIO y la SEÑÁ DESUSA, un matrimonio viejo y castizo -de los poquitos que quedan-, amante de la tradición y madrileño hasta las heces.

 
 

Es un día 15 de mayo, claro, florido y glorioso. ¡Día de San Isidro bendito! El día más madrileño del año.

 
 

El SEÑOR ULOGIO, anciano arriscado, menudo y dicharachero, remendón de oficio, sale de su cuarto, llega al corredor del bajo y golpea en la puerta del 17.

 

SEÑOR ULOGIO.-   (Dando reciamente con los nudillos.) ¡Varisto!... ¡Varistooo!...

VARISTO.-    (Desde dentro, con voz áspera y malhumorada.) ¿Quién aporrea?

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Qué, sus animáis p'al Santo como toos los años?

VARISTO.-  ¿Eres tú, Ulogio?

SEÑOR ULOGIO.-  No, que soy mi tía.

VARISTO.-  Espérate, que salgo.

SEÑOR ULOGIO.-  Andar, que la Desusa ya tié las vituallas en la cesta y a mí ya me tiés vestido y calzado, pero calzado con tres botas, las dos mías y una de seis cuartillos.

VARISTO.-    (Un albañil, cincuentón, más chulo que la calle en que vive, aparece en la puerta con cara compungida.) ¡Ay, Ulogio de mi alma!

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Gachó, tú sin rasurarte y lloroso!... ¡Pero qué te ocurre?

VARISTO.-   (Con una voz en que se nota un burbujeo de lágrimas.) ¡No estamos pa festejos, Ulogio! El primer año que le voy a hacer rabona al Santo.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Pero qué sus pasa, criatura?... Y perdona el disminutivo.

VARISTO.-  Nada, chico; que tenemos un disgusto de muerte.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Repollo!

VARISTO.-  Qué disgusto será que la Desusa la tengo en cama con un ataque de nervios; que anoche, en una convulsión, me se agarró a la cabeza y con decirte que este mes no me tengo que pelar, está dicho todo.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Sí que observaba yo algunos deterioros en el ondulao!

VARISTO.-  Y a la Tere, a mi pobre hija, la tiés a la infeliz que no para de llorar. Es una gotera. Su tía anda too el día detrás de ella con una bayeta.

SEÑOR ULOGIO.-  Pero ¿qué os ha pasao pa ese berrinche, remosca?... ¡Qué me tiés en un grito!

VARISTO.-  Pues náa; las injusticias humanas que le repudren a uno. Figúrate que la pobre criatura se había presentao al concurso de belleza pal nombramiento de Miss Cuesta de las Descargas y se lo han birlao después de ser la candidata preferida y seleccionada.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Atiza!... ¡Pobre chica! Pues estará pa que la hagan cosquillas.

VARISTO.-  ¡Carcula!

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Y a quién se lo han ajudicao?

VARISTO.-   (Con profundo desprecio.) A la Romualda, la hija de Paco el Cachaba, que es una gata tuberculosa, que la enseñan un peazo e cordilla y maya. ¡Como que ha dao en los datos setenta y dos de cadera y mi chica noventa y cuatro, que es una cosa seria..., que la pués medir si quieres.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Ya lo creo! Luego, cuando tengamos un rato, y se la pase el sofoco...

VARISTO.-  Que aquí tengo la filiación. Fíjate: edad, veintiuno. Color de pelo, azafranao. Nariz, remangada sin exceso. Peso, sesenta y dos kilos y cuarto. Piel, nacareada. Contorno de pecho...

SEÑOR ULOGIO.-  ¡No sigas, hombre! De lo bueno, bueno. Como cosa tuya.

VARISTO.-  Sino que, claro, las intrigas... Intermedió un concejal en el Jurao, que le gustan los palillos del enebro; y como, además, mi hija too lo que no sea por mediación de la Vicaría, ¡ñascas!... Pues ahí tiés el atropello.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Bueno, Varisto, pero yo creo que la cosa no es para ponerse así!

VARISTO.-  Sí, hombre, porque tú no sabes el ridículo que estamos corriendo en el barrio; que la chica no pone un pie en la calle que no oiga al pasar a toas las vecinas hacer mis, mis, mis, como si llamaran a una gata.

SEÑOR ULOGIO.-  Y qué, ¿ella no es madrileña?

VARISTO.-  ¡Digo!

SEÑOR ULOGIO.-  Pues es gata. De forma que cuando oiga que la dicen mis, que vaya..., que vaya y arañe a una.

VARISTO.-  Eso ha hecho. Que ya la conoces de bravía. Tres tié con tafetán. Pero, además, la vergüenza mayor es porque ya habían venido de Estampa a interviuvearla, y le habían preguntao que qué toma por las mañanas. Yo le dije que contestara que el fresco... para dar una nota humorística, que siempre gusta en las interviuves; y cuando le insistieron en que la pregunta era pa saber si se desayunaba con chocolate u café, yo le dije que dijera que con «Foscao», que es una cosa más elegante y más modernista.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Estás en todo!

VARISTO.-  ¡Y tenías que haber visto la fotografía al manesio que nos hicieron de toa la familia!... Eso sí, que salimos con los ojos cerraos, hasta el gato... Gracias que era la hora de la siesta.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Comprendo la plancha!

VARISTO.-  Y luego, a más de la plancha, ¡los sacrificios!..., porque ya la habíamos hecho a la Tere un traje de noche de lo más precioso, color malvaloca, de esos sin espalda...

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Cómo sin espalda?

VARISTO.-  Sí; de esos que les pues dar un azote sin levantarles la ropa.

SEÑOR ULOGIO.-   (Poniéndose reflexivo.) Oye, Varisto...

VARISTO.-  Manda.

SEÑOR ULOGIO.-  Y, al remate, ¿no crees tú que será mejor que te hayan desechao a la chica de mis?

VARISTO.-  ¿Por qué lo dices?

SEÑOR ULOGIO.-  Porque sé que, desde que anda en eso, no va al taller a planchar, y se pinta lunares y se sienta, poniéndose las piernas de una forma, que dentro de poco no te va hacer falta enseñar la filiación. Y, además, creo que no para en casa..., y festival por aquí..., y baile por allá..., y sus vuelve al domicilio a unas horas, que ya la critica hasta el sereno.

VARISTO.-  ¡Pero, hombre, hazte cargo que, pa una mujer guapa, la vida moderna tié ciertas exigencias...

SEÑOR ULOGIO.-  Mira, Varisto; en la vida moderna y en la antigua y en toas las vidas, lo mejor es que nadie sepa lo que pesa tu hija, hasta que tenga que cargar con ella. ¡Y cree a un tonto! Conque dejaros de majaderías y disgustos y veniros pa la Pradera a pasar el día con nosotros, que no hay motivo pa otra cosa.

VARISTO.-  ¡Ca, hombre!... A mi mujer y a la Tere no hay quien las saque de casa.

SEÑOR ULOGIO.-  Pues, entonces, ¿por qué no os venís el chico y tú?

VARISTO.-  ¿El chico?... Sí, sí... ¡Bueno está el chico!

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Pues?...

VARISTO.-  Que los males nunca vienen solos; se cogen de la mano, como los paletos, y a jorobarte en ringlera.

SEÑOR ULOGIO.-  Pues, ¿qué le pasa al chico?

VARISTO.-  Ahora voy a sacarlo al sol. Lleva dos días quejándose. Es un grito.

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Muchos dolores?

VARISTO.-  ¡Cómo estará de dolores que tié una novia que se llama Lola y ha regañao con ella!

SEÑOR ULOGIO.-  Pero, ¿por qué está así?

VARISTO.-  Que ha toreao el domingo en el Hoyo de Manzanares.

SEÑOR ULOGIO.-  No me digas más.

VARISTO.-  Míalo. Ahí sale. Él te contará.

 

(Sale EUFRASIO, un jovenzuelo chulillo, como de veinte años, con facha de torero de capea. Trae la cara arañada y un brazo, entrapajado. Se apoya en un bastón, y cada paso es una mueca de dolor. A pesar de todo, sale fumando un puro largo de tabaco oscuro.)

 

SEÑOR ULOGIO.-  Pero, ¿qué ha sido eso, Ufrasio?

UFRASIO.-  Náa, señor Ulogio; un morlaco pregonao que ha visto más chaquetas que un sastre, ¡que maldita sea su estampa!

SEÑOR ULOGIO.-  Pues, a pesar de tóo, buen habano te estás fumando.

UFRASIO.-  Dos pesetas...

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Te ha costao?

UFRASIO.-  Dos pesetas llevo gastadas en cerillas y no estoy a la metá.  (Lo enciende con la última y tira la caja.) 

SEÑOR ULOGIO.-  Ya me ha dicho aquí tu padre que el percance ha sido en el Hoyo.

UFRASIO.-  ¡Cómo que de poco me quedo en él!

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Cuándo llegaste?

UFRASIO.-  Anteanoche.

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Viniste en el correo o en el mixto?

UFRASIO.-  En el correo, pero déme usté un «misto», que me se ha vuelto a apagar.

SEÑOR ULOGIO.-  Toma.  (Le da una cerilla encendida.)  ¿Habrás venido acostao tóo el camino?

UFRASIO.-  Debajo un asiento. Conmocionao y sin billete. ¡Usté verá!...

SEÑOR ULOGIO.-  Y ¿cómo ocurrió la cosa?

UFRASIO.-  ¡Qué sé yo!... ¡Con la tardecita que yo llevaba de ovaciones!... ¡Pa comerme a tóos los astros, de Armillita p'arriba!

SEÑOR ULOGIO.-  Hazme la revista.

UFRASIO.-  Verá usté. Tarde de sol. Calor. Mujerío de buten. En carros, balcones y talanqueras, la gente a racimos. Aparece en el palco del Ayuntamiento el alcalde, agita una colcha, suenan los clarines, abren el corral y sale... el alguacil, y dice que el toro no quié salir, y, en esto, el toro que lo sale y lo revuelca. Aplausos delirantes al toro. Primera ovación de la tarde. El bicho era un chorreao en verdugo, astifino, grandote; un toro de esos que, al segundo lance, se le sabe a uno hasta los dos apellidos. Pero no m'arrugué. Me voy en metá e la plaza, me estiro, doy dos saltitos pa alegrarle, me acude y, ¡zas!, media verónica por este lao..., ¡zas!, otra media por el otro...; dos lances de frente, por detrás, ovación cerrada y a otra cosa. Lo torea mi gente, lo banderillean luego y tocan a la suerte suprema. Cojo la muleta, enderezo la espada, y me voy derechito a la hija del alcalde y le brindo la suerte; y va ella y me arroja un duro en cuartos con tan mal arate que el cartucho fue a caer entre las patas del toro. Pues le digo a usté, señor Ulogio, que el animalito paece que lo conoció. No había quien le menease de las cinco pesetas. Conque yo me arrimo, le doy dos naturales de esta marca y un molinete que era pa una vitrina, y de resultas de lo cual, el toro me se cuadra. Conque lío, me echo la escopeta a la cara y va un guasón y señalándome el cartucho, me dice: «¡Anda con él, que ahí está el dinero!». Y yo, como una vela, me dejo caer a volapié neto...

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Y cuatro pezuñas por el aire?

UFRASIO.-  Dos. Las mías. Al salir del embroque, me entrampilló por semejante sitio, me zamarreó, me sacudió y a la atmósfera...

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Subiste muy alto?

UFRASIO.-  Como que espanté a las cigüeñas de la torre de la iglesia. ¡No le digo a usté más!

SEÑOR ULOGIO.-  Por no hacer caso de mis consejos. Ya te he dicho que tú debías torear con paracaídas. ¡Hay que hermanar el arte con el progreso!

UFRASIO.-  ¡Qué altura, señor Ulogio!

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Y perdiste el duro?

UFRASIO.-  Cuando caí, ya se lo habían gastao en árnica.

SEÑOR ULOGIO.-  Y en tu segundo, ¿qué tal?

UFRASIO.-  Con aquel porrazo, pues quedé regular na más. Salí de la plaza con una oreja.

SEÑOR ULOGIO.-  ¿Regular y saliste con una oreja?

UFRASIO.-   (Muy triste.)  Es que había entrao con dos.

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Ah, vamos!... ¡Pobre chico!... Bueno  (Sonriendo con un laudable afán de alegrar a aquella gente entristecida.) , pues tóo eso no es óbice pa faltar a la Pradera y despreciar al Santo y hacer de menos a los filetes empanaos que acaba de confeccionar mi señora. ¡Conque, ánimo y arreando!...

VARISTO.-  ¡Pero, hombre!...

SEÑOR ULOGIO.-  ¡Que sí!...  (Llamando.)  ¡Jesusa!... ¡Ayúdame a convencerlos!

 

(El SEÑOR ULOGIO y la JESUSA entran en el 17, vencen con su buen humor el pesimismo y la tristeza de aquella pobre gente, víctima de su «fantasía» inadecuada, y, al fin, todos, en pandilla, entre bromas, lágrimas y rengueos, emprenden la caminata, llegan a la Pradera y pasan alegremente el día, comiendo y bailoteando.)

 
 

Se acerca la noche. En la pradera, extensa, que Goya pintó y describió don Ramón de la Cruz, empiezan a brillar las luces de los puestos. A la par, en el cielo traslúcido, parpadean las primeras estrellas y el humilde río corre silencioso, un poco avergonzado de ser -al cabo de sus años- remedo de playa y de aguantar las zambullidas desvergonzadas de las bañistas. ¡El «malló» no le va al Manzanares!

 
 

Y no ha pasado nada más.

 
 

Es decir, ha pasado sobre Madrid, en otro año, un día de mayo, glorioso, azul, lleno de sol fuerte y refrigerado por brisas frescas que se perfuman, gozosas, en el verde nuevo, primaveral y alegre de las acacias madrileñas.

 
 

¡San Isidro bendito!

 

Mayo, 1934.




 
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