Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice Siguiente


Abajo

Vivir loco y morir más

José Zorrilla



PERSONAJES
 

 
PABLO ROMÁN.
ALBERTO.
JULIÁN.
ANA.
LUISA.
PEREIRA,   portugués.





ArribaAbajoActo I

El ponche


 

Habitación de PABLO ROMÁN, de aspecto casi miserable; una mesa, sillas, papeles, dibujos, y en un caballete un retrato sin concluir. Unos floretes colgados en la pared.

 

Escena I

 

ALBERTO sentado, y ROMÁN en pie, por la escena.

 
ROMÁN

 (Señalando en la mesa una moneda de oro.)  

   Es el último doblón.
ALBERTO
Suerte, por cierto, cruel.
ROMÁN
Brindemos juntos con él
a nuestra separación.
   Mañana, lo mismo que hoy, 5
traerá sus horas el día;
nos queda nuestra alegría
en el alma, Alberto.
ALBERTO
Estoy
   de ello penando en extremo.
¿No hay más remedio, Román? 10
ROMÁN
Los días vienen y van,
y que no ha de llegar temo
    el mío.
ALBERTO
La suerte acaso
te guarda mejor fortuna.
ROMÁN
Es tardía, es importuna, 15
y en impaciencia me abraso.
   ¡Tantas horas de esperar,
tantos días de dolor,
aguardando otro mejor
que jamás ha de llegar! 20
   ¡Y soñando gloria y nombre
sentado al dintel de un cielo,
arrastrarse por el suelo
bajo la planta del hombre!
   No más, Alberto, por Dios, 25
hoy es nuestra despedida:
tal vez otra en esta vida
nos hallaremos los dos.
ALBERTO
    Román, ¿y así se abandona
tanto afán, tanta esperanza? 30
¿Sin amargura se alcanza
esa soñada corona?
   Trabaja, sufro y espera,
que en el sufrir y esperar
está acaso el encontrar 35
esa fama venidera.
ROMÁN
   Decidido, Alberto, estoy;
de nosotros olvidados,
ó famosos ó ignorados,
bebamos alegres hoy. 40
   Nuestro es el día presente,
de los necios el mañana,
la vida es corta y liviana
para todos igualmente.
   Soñé desde que nací 45
esos fantasmas de gloria,
y hoy no encuentro en mi memoria
un recuerdo para mí.
   Todo en la tierra es vacío;
la amargura y el placer, 50
y mañana, y hoy y ayer,
presa son del tiempo impío.
   Riamos, pues, y cantemos,
el alma de llanto ajena,
que tal vez la será en pena 55
el tiempo que no gocemos.

 (Un momento de pausa.)  

   Mira, mil veces pensé
que sólo al cuerpo convida
con ocio y placer la vida;
pero al alma, ¿para qué? 60
   Este cuerpo es un encierro,
del otro mundo antesala;
vida el cielo le señala,
muere, y acaba el destierro.
   Si el cuerpo no ha de vivir, 65
acertado, a fe, es dejar
al ánima descansar,
y al cuerpo inútil morir.
ALBERTO
   ¿Y tu entusiasmo, Román?
¿Tu ambicioso pensamiento? 70
ROMÁN
Borrándose con el viento,
las cosas del mundo van.
   Ambición tuve de ser
grande, y dejar en la historia
famosa y alta memoria, 75
pero esto, Alberto, era ayer.
   Hoy hallé mi corazón
menos osado, más frío.
Juzgué ese afán desvarío,
y lugar di a la razón. 80
ALBERTO
   A tu razón extraviada,
y a tu ambición no cumplida.
ROMÁN
Y, francamente, esta vida
no creo merezca nada
   El mundo es jaula de locos, 85
los más locos gozan más;
mas son pocos.
ALBERTO
Y ¿no harás
por ser, Román, de los pocos?
   El mundo será ilusión,
locura será cual dices, 90
mas si hay tristes y hay felices.
algunos mejores son.
   Si el poder y la riqueza,
el orgullo y la hermosura,
son por cierto una locura, 95
en la locura hay grandeza.
   Ese sublime entusiasmo
que ayer existía en ti,
hoy, ¿no te merece, di,
nada?
ROMÁN
A lo más un sarcasmo;
100
   porque hoy veo más que ayer,
y esos fantasmas de oro,
esos sueños que hoy adoro,
mañana he de aborrecer.
   En fin, yo quiero reir, 105
cantar, beber y esperar
el día en que ha de acabar
nuestra misión de sufrir.
   Ese es mi último doblón,
y hoy es nuestra despedida, 110
si ha de ser en esta vida
de eterna separación...
ALBERTO
    ¡Ah! ¿Estás loco?
ROMÁN
Loco estoy.
ALBERTO
¿eterna ha de ser? ¿Por qué?
ROMÁN
No hablemos más: no lo sé; 115
pero un día grande es hoy.

 (Sale por la puerta del fondo.)  



Escena II

 

ALBERTO.

 
ALBERTO
   ¡Maldita ambición de ser
más de lo que puede un hombre!
¡Maldita ambición de un nombre
con que no hemos de poder! 120
   Sí, ¡maldita esa locura,
bastarda pasión impura,
de querer ganar la altura
sin pisar un escalón!
   Apagóse su osadía, 125
y hoy es un último día...
¡Ay! ¡Para volar tenía
alas en el corazón!
   Y, por cierto, él es poeta,
grande el alma como el mundo; 130
mas por no ser el segundo,
a la nada se sujeta.


Escena III

 

ALBERTO y ROMÁN.

 
ROMÁN
   Pues, señor, ponche tenemos.
Con él la memoria ahoguemos;
cuando borrachos estemos, 135
en nada hemos de pensar.
   ¿A qué ese abatimiento?
yo quiero verte contento;
si, al fin, placer y tormento
con el tiempo han de acabar. 140
 

(Llaman a la puerta.)

 
   ¡Hola! ¡Otro interlocutor!
Sin duda ha errado el camino.

 (Alto.) 

A la puerta del vecino,
si sois un acreedor.
JULIÁN

 (Dentro.)  

    Abre, soy yo.
ROMÁN

 (Abriendo.)  

¡Tarambana,
145
aguardaras a mañana!
Con esa voz de campana,
¿por qué no gritas: «¡Abrid!»?
   Van a traer la ponchera.
JULIÁN
Más a tiempo no viniera 150
a descomunal quimera
contra los moros, el Cid.


Escena IV

 

ROMÁN, ALBERTO y JULIÁN.

 
JULIÁN
    Y ¿á qué santo es la función?
ROMÁN
A mi mudanza de vida.
JULIÁN
Con esa resolución, 155
la difunta Inquisición
se diera por bien servida.
   Una conversión tamaña,
eco hallará en toda España.

 (Riéndose.)  

¡Pues debajo del sayal, 160
no será mala cucaña
este infolio de moral!
ROMÁN
   Pero, hombre, ven, óyeme...
JULIÁN
¿Qué más tienes que añadir?
ROMÁN
Mira, de hoy más no seré... 165
JULIÁN
¿Pues no lo acabo de oir?
No digas más. ¿Para qué?
ROMÁN
   ¡Loco! Ya no hay poesía
ni bellas artes en mí.
ALBERTO
¡Locura es la tal porfía! 170
ROMÁN
Este es el último día
que estamos juntos así.
JULIÁN
    ¿Esa es pulla?
ROMÁN
No, por cierto.
JULIÁN
¿Conque me hablas en verdad,
ROMÁN
Sí.
JULIÁN

 (Con énfasis.)  

Ya; si la sociedad
175
hoy ya no es más que un desierto,
el mundo es la soledad.
   ¿Conque versos, y pinceles,
y esperanzas ¡pif! volaron?
ROMÁN
Cabal.
JULIÁN
¡Ah! Son oropeles.
180
¡Sin renombre y sin laureles,
cuántos hombres se olvidaron!
   Decir que lo pienses bien,
es inútil advertencia;
tú lo quieres, tú lo ten. 185
¿Hay ponche? Pues, en conciencia,
no hay más que decir amén.
ROMÁN
Pues al ponche. Ya está aquí.
 

(Un mozo entra la ponchera.)

 
JULIÁN
¡Oh, qué campo de batalla
veo delante de mí! 190
El ponche es el cielo, sí;
vida en el ponche se halla.
   A esa transparente llama,
que por las orlas del vaso
color y calor derrama, 195
¿qué corazón no se inflama?
Yo en inspiración me abraso.
   Ese azul vago, flotante,
remedo del firmamento,
hace que el poeta cante, 200
hace atrevido al amante
y ahoga el remordimiento.
   El hace del tiempo impío
horas de calma y placer,
al corazón presta brío, 205
y va un hombre a un desafío
bien seguro de volver.
   ¡Amigos! Al agua penas,
paraíso es la embriaguez;
gocemos horas serenas, 210
que éstas tenemos apenas
por la postrimera vez.
ROMÁN
   Inagotable, fecunda,
soltaste la taravilla.
¡Fraseología tremebunda! 215
JULIÁN
Bebamos, y ancha Castilla.
que el universo se hunda.

 (Un momento de pausa.)  

   Aquí noto tu talento,
el mundo vas a dejar
con nobleza y ardimiento. 220
ROMÁN
¿A qué tristeza mostrar
cuando lo dejo contento?
JULIÁN
   ¡Famoso! Es cosa hechicera
dejar la literatura,
las artes..., ser un cualquiera, 225
y entrar en la vida obscura
por puertas de borrachera.
ROMÁN
   Bebamos. Al ponche, Alberto,
no tengas duelo por mí:
para todos está abierto 230
ese porvenir incierto,
que no vemos desde aquí.
   Vendrá tardía ó temprana
nuestra buena ó mala hora,
y en esta vida liviana, 235
si feliz me encuentro ahora,
¿por qué pensar en mañana?
ALBERTO

 (Levantándose de repente y disponiéndose a beber.)  

   Tienes razón: tú lo quieres,
y tú quien lo ha de arrostrar
solamente, Román, eres, 240
y es inútil derramar
lágrimas en tus placeres.
    Bebamos.
ROMÁN
Hablaste al fin
algo, menos mentecato.
JULIÁN
Hoy es nuestro San Martín. 245
No queda vaso ni plato
útil en nuestro confín.
 

(Se sientan, fuman y beben.)

 
   ¿Conque desde hoy nueva vida?
¡Determinación extrema!
Cuanto más desconocida, 250
más la novedad convida.
ALBERTO
Cada loco con su tema.
JULIÁN
   Del disgusto y del placer
gozamos si es repentino;
mejor lo nuevo ha de ser; 255
por eso, si es del vecino,
me enamora la mujer.
   Pues, señor, yo te aconsejo
que no te vuelvas atrás,
siempre fastidia lo viejo. 260
ROMÁN
Te pagaré tu consejo
dándote ponche de más.
 

(Desde aquí, debe conocerse el efecto de la embriaguez.)

 
   Según estás de callado,

 (A ALBERTO.)  

te sientes, una de dos,
ó enfermo ó enamorado. 265
JULIÁN
Ayer estuvo en el Prado
con su mujer, ¡vive Dios!
   ¡Qué miserable es, Alberto,
el mundo que vemos!
ROMÁN
¡Oh!
¿Conque lo hemos descubierto? 270
ALBERTO
Que era una mujer, es cierto;
pero mujer mía, no.
JULIÁN
   Nunca lo creyera en ti,
tú no eres hoy el de ayer.

 (Mirándole a la cara.)  

ALBERTO
Pues te engañaste.
JULIÁN
Ó mentí.
275
Pero hoy como un maniquí
te trae cualquiera mujer.
ROMÁN

 (Levantándose con énfasis.)  

   ¡Conque te vas a casar!
Tú vas a prevaricar.
Lo dije, tus disparates 280
contigo vendrán a dar
en una casa de orates.
    ¡Tú te casas!
ALBERTO
Yo me caso.
ROMÁN y
JULIÁN

 (A carcajadas.)  

¡Se casa!
JULIÁN

 (Con el vaso en la mano.)  

¡Salve, oh sesudo
marido! Levanta el vaso, 285
con un brindis nada escaso,
yo, marido te saludo.
   ¡Salud! Piadosos los cielos,
larga sucesión te den;
continuas fiestas de celos, 290
matrimoniales consuelos
que se asomen a tu sien.
ROMÁN
   Y escribas matrimonial,
misantrópica y difusa,
sobre el amor conyugal, 295
una obra espiritual
a los niños de la Inclusa.
 

(ALBERTO bebe sin interrupción.)

 
JULIÁN
   Sí, lo mejor que has de hacer
es emborracharte.
ROMÁN
¡Bravo!
¡Lo entiendes! Con no atender, 300
lo que quieras ha de ser.
JULIÁN
El estoicismo alabo,
   pero, en conciencia, casarte
es tremenda necedad.
ALBERTO
¿Por qué?
JULIÁN
Tú has de enamorarte.
305
ALBERTO
¿Y si lo estoy?
JULIÁN
Es verdad,
yo no voy a confesarte.
ROMÁN
   ¡Lo que es el mundo, Julián!
Es un abismo profundo.
JULIÁN
Hoy es gran día, Román; 310
unos entran en el mundo,
y otros del mundo se van.
ALBERTO

 (Se levanta dando señales de embriaguez.)  

   ¡Fanáticos! El amor
no es el fantasma de un sueño,
del viento azotada flor... 315
 

(Risa general.)

 
ROMÁN
Poeta predicador,
¿Adónde vas con tu empeño?
JULIÁN
   Déjale, siga el sermón:
sigue, inspirado profeta,
tu noble predicación; 320
la fuente de inspiración
es el ponche del poeta.
ALBERTO
   A vosotros, prohibido
ese sublime placer
por el Señor os ha sido; 325
vosotros no habéis bebido
el amor de una mujer
   en unos ojos de fuego,
en unos labios rosados,
cuando os miran extasiados, 330
cuando al amoroso ruego
os besan avergonzados.
   Vosotros, hombres de tierra,
poetas sin corazón,
cantáis del amor la guerra, 335
sin saber el bien que encierra,
en su inquietud la pasión.
JULIÁN
   ¡Bravo! ¡Bien! Más no dijera
un sacerdote de amor;
sublime es la borrachera. 340
ROMÁN
Otro ataque a la ponchera,
amante predicador.
ALBERTO
   Yo quiero amando vivir
esclavo en dos ojos bellos,
sin leer más porvenir, 345
hasta que llegue el morir
y expire de amor en ellos.
JULIÁN

 (Con una estrepitosa carcajada.)  

   ¡Borracho completamente!
Más borracho que los dos.
ROMÁN
¡Oh ponche, tú solamente 350
haces que un hombre se ostente
digno remedo de un Dios!
JULIÁN
   Yo la he visto, Alberto; es
una niña angelical.
¡Oh! Cuando con ella estés, 355
vístela blanco cendal
de la cabeza a los pies.
ALBERTO
   Si, por cierto, y lo merece;
es un ángel indeciso,
que en la tierra de improviso 360
por vez primera aparece,
bajando del Paraíso.
   Delicada como aroma
de retoñado jardín,
rosada aurora que asoma... 365
JULIÁN
Una hurí para Mahoma,
para Cristo un querubín.
ALBERTO
   ¡Silencio! No hay más placer,
más realidad, que el amor;
no hay en la tierra otro ser 370
con el nombre de señor,
más digno que la mujer.
ROMÁN
   Sí, una chicuela coqueta,
insípida y elegante,
a tal locura sujeta, 375
que la echará de poeta,
y no habrá Dios que la aguante;
   Ó una habladora sin tino
de paseos y de modas,
que a la mitad del camino 380
te mienta un amor divino,
y te engañe como todas.
JULIÁN
   ¡Cuidado, que le ha cogido
de medio a medio la mona!
ROMÁN
¡Y estaba tan comedido! 385
JULIÁN
La cabeza del marido
pronostica su corona.
   ¡Oh siglo matrimonial,
siglo de paz y de amores,
centuria patriarcal, 390
en que los hombres mejores
lo suelen hacer más mal!
   Siglo que pasas cantando,
cantas gimiendo y llorando,
lloras haciendo piruetas, 395
en tus horas arrastrando
un enjambre de poetas:
   Hoy se despide de ti
con solemne borrachera
un poeta que te diera 400
más versos, que gozo a mí
el alma de una ponchera.
   Y no pienses que te deja
para un hábito endosar,
que es pereza que le aqueja, 405
es porque quiere dejar
morirse al alma de vieja.
ROMÁN
   Por cierto, todo es locura
en este mundo vacío;
sin trabajo y sin ventura, 410
pasaré una vida obscura...
 

(JULIÁN se ríe.)

 
¿Te ríes? Pues yo me río.

 (A ALBERTO.)  

   Enamorado sublime,
tú te duermes, ¡vive Dios!
JULIÁN
Otra ponchera le anime. 415
ROMÁN
¿No es cierto que tú estás, dime,
más borracho que los dos?
JULIÁN
   Los fantasmas en tu mente
bullen de tus amoríos:
alza ¡oh poeta demente! 420
la matrimónica frente,
pese a estos tiempos impíos.
ALBERTO
   Basta ya, no me aturdáis;
por más que ambos me digáis,
yo me he de casar al fin. 425
JULIÁN
¡Felices los que encontráis
una mujer serafín!
ROMÁN
    Para mí todas iguales,
fuentes de placeres son,
que nos prestan liberales 430
un paraíso de males
y un infierno de pasión.
   Que sea bonita ó fea,
que sea noble ó villana,
las amo de buena gana. 435
¿Qué importa lo que ella sea
si la he de dejar mañana?
JULIÁN
   Yo tengo por las más bellas,
las de amores de querellas,
atrevidas españolas... 440
ROMÁN
¿Cachetinas de manolas?
¡Pues si me alampo por ellas!

 (Volviéndose a ALBERTO, que está pensativo.)  

   No, señor, no hay que dormir
a pretexto del licor;
al oído hemos de ir 445
a predicarte el amor
hasta que le hayas de oir.
   Ese amor como un torrente
que roe el alma y la mente,
nunca, Alberto, lo encontré: 450
ese amor, convéncete,
es el amor de un demente.
ALBERTO
   ¡Pluguiera a Dios que algún día
sintierais esa pasión
con su insufrible agonía, 455
bullendo en el alma impía,
desgarrando el corazón!
JULIÁN
   Lo que bulle, Alberto, en
es el ponche.
ROMÁN
¡Vive Dios!
¡Amores!

 (Una ruidosa carcajada.)  

Entran en mí,
460
por lo menos dos a dos;
nunca en un amor creí.
   Las bellas son inconstantes,
ingratas y veleidosas;
las sabidas y elegantes 465
son vanas y extravagantes,
y las feas envidiosas.
   Cuando el ron brilla en los ojos
y hace dos de una ponchera,
la más fea es hechicera; 470
ninguna nos causa enojos
y es la pasión verdadera.
   Bebamos, pues; no hay amor.
JULIÁN
Es un fantasma soñado,
quimérico, engañador. 475
ROMÁN
La mujer entre el vapor
quiero del ponche abrasado.
JULIÁN
    Bien dicho; no hay más amores
que el fuego de los licores,

 (A ALBERTO.)  

entusiasta visionario. 480
 

(ALBERTO vacilándole las rodillas, dice con el más marcado desprecio:)

 
ALBERTO
¡Nunca brotaron las flores
en asqueroso calvario!

 (Se arroja sobre una silla completamente borracho.) 

 

(JULIÁN y ROMÁN ríen a carcajadas.)

 
JULIÁN
   ¡Pesado el ponche le fue!
Borracho está, ¡por mi vida!
ROMÁN
Es que en la mente dormida, 485
la imagen de su querida
no le deja estar en pie.
 

(Llaman misteriosamente a la puerta. ROMÁN mira por la cerradura.)

 
   ¡Chis! ¡Silencio! Una mujer...
Ocultaos, me interesa...:
una niña portuguesa 490
a quien dejó antes de ayer.
JULIÁN y
ALBERTO
    Ábrela.
ROMÁN

 (Empujándolos.)  

Ocultaos.
JULIÁN
Pues;
y contigo abandonada...
ROMÁN
No repliquéis; es casada,
su marido es portugués. 495
 

(Se ocultan en la alcoba de la derecha.)

 


Escena V

 

ANA y ROMÁN.

 
ANA

 (ANA, entrando.)  

   Bien me hicistes aguardar.
¿Qué significa esta ausencia?
Faltóme ya la paciencia,
y al fin te vengo a buscar.
   Una enfermedad creí 500
que te agobiara, mas veo
que lo pasas a deseo
sin acordarte de mí.
   Y ¿ese ponche... ¿Estaban, pues,
otros amigos? Veamos... 505
Proseguid.
ROMÁN
No, lo dejamos
para concluir después.
ANA
    ¿Cuándo?
ROMÁN
Cuando vos salgáis.
ANA
Pues ¿tanto acaso os impido?
ROMÁN
Sí, porque yo me despido, 510
y mi marcha retardáis.
ANA
    ¿Te despides?
ROMÁN
Sí, por cierto.
Y ¿adónde vas?
ROMÁN
No lo sé.
ANA
Y ¿hasta ahora...
ROMÁN
¿Para qué?
Aun era mi viaje incierto. 515
   Yo no os lo pude advertir...;
ello es obra del destino.
ANA
No te comprendo.
ROMÁN
¿Hablo en chino?
Mañana voy a partir.
ANA
   Pues ¿cómo? ¿Dónde? ¿Por qué? 520
ROMÁN
Porque me cansa Madrid;
voy a Valencia del Cid,
y el cómo, aun yo no lo sé.
ANA
   ¡Ingrato! Y con tanto amor...
ROMÁN
Nunca, señora, os he amado. 525
ANA
¡Infame! ¿No lo has jurado?
ROMÁN
Soy de oficio jurador.
ANA
   ¡Ingrato! ¿Tanta pasión
no ha podido hacerte amar?
¿Ni un recuerdo ha de guardar 530
de mi amor tu corazón?
   Yo te amé porque me amabas,
me lo juraste y mentías;
si entonces no me querías,
¿por qué, traidor, me engañabas? 535
   ¿Tal juramento olvidaste
para abandonarme así?
No, mi honra no te di;
Tú, Román, me la quitaste.
   Vuélmela, que no es tuya, 540
ó dame otra vez tu amor.
ROMÁN
Y ¿quedaremos mejor
cada uno con la suya?
ANA

 (Con rabia.)  

   Oye: un hombre que detesto,
para casarme buscaron; 545
a él a la fuerza me ataron,
pero no bastó con esto.
   Ya estaba casada yo
cuando en Córdoba te vi;
todo lo dejó por ti, 550
que por tu fortuna no.
   Tú mentiste tu pasión
con palabras tan de fuego,
que en ellas se abrasó luego
el amante corazón. 555
   Y cuando el perjuro
me recordó mi marido,
le dije: «Mío no ha sido,
que otros le dieron por mí.
   Entonces era el amor 560
la pasión que me cegaba,
pero ahora es...
ROMÁN

 (Sonriendo.)  

Bien, acaba.
ANA
La venganza de mi honor.
   De aquí no me he de mover
sin honor ó sin venganza; 565
veremos adónde alcanza
la venganza en la mujer.
ROMÁN
   Y si débil tu virtud...
ANA
Virtud no necesité...,
que a un hombre a quien nunca amé, 570
vendieron mi juventud.
   ¿No tenía yo derecho
acaso a sentir jamás
lo que sienten los demás,
cuando brotó aquí en mi pecho? 575
   Dios puso en el corazón
de amor la violenta llama;
díjole al crearle: «Ama»,
y encerró en él la pasión.
   Yo nunca tuve más de una, 580
y a ti te la dio mi estrella;
no quiero tener más que ella,
y después de ella ninguna.
   Y pues mía mi honra es,
consérvala ¡por tu vida! 585
porque tal vez te la pida
con más ventaja después.
ROMÁN
    Con harta paciencia oí
tantos insultos, señora;
y, ¡por mi vida! que ahora 590
no sé qué queréis de mí.
   Yo ya no soy el Román
que fuí, señora, hasta ayer;
me canso de querer ser
lo que otros por mí serán. 595
   Que, ó porque malo soy yo
para el mundo, ó porque él
sea conmigo cruel,
no quiero más mundo, no.
   Hoy le dejo, y con él todo, 600
hasta que, al fin, carcomida,
caiga en su nada la vida...

 (Mostrando los vasos.) 

Y emprendo el viaje beodo.
   En fin: ya no soy poeta,
ni músico, ni pintor, 605
y por el mayor amor
no diera ya una pirueta.
   Ni soy el mismo de ayer,
ni como ayer siento ya;
conque vuelvo, claro está, 610
al marido la mujer.
ANA

 (Señalando a los vasos.)  

   Si ese remedio sabías
para apagar el amor,
¿por qué en el alma el dolor
tanto tiempo mantenías? 615
   ¡Imbécil! Tú me jurabas
que iba a matarte tu pena,
y, de la ficción ajena,
te creí porque llorabas.
   Es una disculpa vana 620
ahogar el amor, ¡quimera!
Y agotas una ponchera
dejando el mundo mañana.
   Loco, ¿es esa la suerte impía
con que te agobia el destino? 625
¿Es ese el fuego divino
de la noble poesía?
   ¿Es esa, di, la expresión
de tu mortal amargura,
de esa eterna desventura 630
que roe tu corazón?
   ¡Y mientras lloraba yo,
tú estabas en una orgía!
ROMÁN
Del mundo salir debía.
ANA
Y el mundo te rechazó. 635
   Vosotros sois el veneno
de una vieja sociedad,
parodias de adversidad,
carcoma del bien ajeno,
   cieno de un alma viciada, 640
que vais mendigando un nombre
con que a los ojos del hombre
vestir de oro vuestra nada.
ROMÁN
   ¡Tremenda cosa es nacer
en un mundo indiferente, 645
que ha de tachar de demente
lo que no ha de comprender!
ANA
   El mundo os comprende, sí,
esa soñada amargura,
y deja vuestra locura 650
por haber tantas así.
   Pero, Román, yo deliro.
¿Me escuchastes? ¡Oh! ¡Perdón!

 (De rodillas.)  

Tú estás en mi corazón
y en el aire que respiro. 655
   Yo sin ti no he de vivir,
a la ley he de apelar;
porque las leyes, amar
no pueden, no, prohibir.
   Tú serás libre conmigo, 660
y si no quieres mi amor,
déjame al menos mi honor,
que yo le tendré contigo.
    ¡Desdichada!
ROMÁN
¡Ambos, a fe,
somos a cual más aquí! 665
 

(Llaman a la puerta.)

 
ANA
Román, Román, hele ahí.
¡Por Dios vivo, ayúdame!
 

(Llaman otra vez.)

 
ROMÁN
    A la otra puerta, que es tarde.
PEREIRA

 (Dentro.)  

¡Abrid!
ROMÁN
Perdone por Dios,
hermano.
PEREIRA
¡Abrid!
ROMÁN
Y van dos.
670
Idos en paz, Dios os guarde.
ANA
   ¡Mi marido! ¡Oh, compasión!
Me mata de una estocada.
 

(ROMÁN la toma de la mano y la esconde en una alacena que habrá a la izquierda.)

 
ROMÁN
Aquí. ¡Si es de alma porfiada,
bajará por el balcón! 675

 (La oculta.)  

   ¡Maldita sea mi estrella!
Hoy lo pierdo todo yo,
y hoy tal vez, porque me amó,
vida y honor pierde ella.

 (A ALBERTO y JULIÁN.)  

   Salid; ya está el portugués 680
a la puerta.
JULIÁN
¡Bravo apuro!
¿Está el pájaro seguro?
ROMÁN
Ya lo veremos después.
 

(Vuelven a sentarse y beben.)

 
PEREIRA

 (Dando golpes a la puerta.) 

   Abrid, ó ¡por Dios bendito,
que voy a arrancar la puerta! 685
 

(ROMÁN descorre con mucho tiento el cerrojo.)

 
ROMÁN
¡Estúpido! Si está abierta,
¿por qué nos dais tanto grito?


Escena VI

 

ANA oculta; ROMÁN, JULIÁN y ALBERTO, sentados al velador; PEREIRA, embozado.

 
PEREIRA
   ¿Paréceles bien, señores,
hacer a un hombre aguardar
    del honor mío? 690
Ignoráis que andan dolores
que pudiera bien tomar
    con este frío?
ROMÁN
¡Delicado viene un hombre!
Podéis decir vuestro nombre, 695
    y si os place,
os suplico que os sentéis.
JULIÁN
Y que noticias nos deis
   del tiempo que hace.
PEREIRA
¿Tenéis en saberlo prisa? 700
Tal vez pese ¡voto a Dios:
    mucho mi nombre.
ROMÁN
Casi el oíros da risa;
por mucho que os pese a vos,
    parecéis hombre 705
que arrastrarlo bien podéis.
PEREIRA
Que lo arrastro ya lo veis.
JULIÁN
    ¡Viven los cielos!
Vos padecéis algún mal!
PEREIRA
Cierto, y terrible y mortal. 710
ALBERTO
    Con estos hielos
no tiene nada de extraño.
JULIÁN
Pues en ese caso, amigo,
    cuidaos mucho.
Mirad que os puede hacer daño... 715
PEREIRA
¿El tiempo que estáis conmigo
    y el que os escucho?
JULIÁN
Sí, por cierto; mas bebed.
PEREIRA
Mil gracias, no tengo sed;
    os lo agradezco. 720
ROMÁN
Decid al fin qué queréis,
si este favor que me haréis
    de vos merezco.
PEREIRA

 (Acercándose a ROMÁN.)  

¡Tengo celos!
 

(Risa general.)

 
ROMÁN
¡Por mi vida
que habéis errado la casa! 725
JULIÁN
    El otro cuarto
será el de vuestra querida.
PEREIRA
Tengo la paciencia escasa
JULIÁN
    ¡Me tenéis harto!
ROMÁN
Parece su señoría 730
natural de Andalucía,
    en lo atrevido.
JULIÁN
Ó márchese en el momento,
ó diga, en este aposento
    qué se ha perdido. 735
PEREIRA
¿No lo habéis adivinado?
Una mujer busco aquí
   que entró hace poco.
JULIÁN

 (Riéndose.)  

Ya, desde que habéis llegado,
de verás me convencí 740
   que estabais loco.
PEREIRA

 (Con resolución.)  

Aquí ha entrado una mujer.
ROMÁN

 (Con frialdad.)  

Todo el cuarto podéis ver.
JULIÁN
   Vuelvo a decir
que estáis loco de remate. 745
ALBERTO
Dejad ese disparate;
   ya os podéis ir
a la calle.
JULIÁN
¿Una querida
venís a buscar aquí?
   Chicos, vamos, 750
esto es ya cosa perdida.
El rostro en ponche por mí
   le bañamos.
ALBERTO
¡Famosa idea, por Dios!
Le sacamos entre dos 755
   muy formalmente,
y le curamos su mal
llevándole al hospital
   por demente.
ROMÁN
¡Ea, fuera!
JULIÁN
¡Majadero!
760
¿Venís de cobrar baratos
   a hacer papel?
ROMÁN
Idos de aquí, caballero.
JULIÁN
¡Á la cabeza los platos!
   ¡Fuera con él! 765
 

(JULIÁN hace ademán de tirar los platos; PEREIRA coge la mano de ROMÁN y le aparta de los demás, diciéndole con rabia:)

 
PEREIRA
    ¿Conócesme?
ROMÁN
No, por cierto.
PEREIRA
Pues oye: si esa mujer
está aquí, y llego a saber la verdad,
date por muerto.
ROMÁN

 (Levantándose.)  

   Ya nos podemos batir, 770
que aunque oculta la tuviera,
sólo cadáver saliera;
sin ella, a fe, te has de ir.
PEREIRA
    ¿Eres valiente?
ROMÁN
No sé.
PEREIRA
¿Y te batieras conmigo? 775
ROMÁN
Nunca evito un enemigo.
PEREIRA
¿Hubieras temor?
ROMÁN
    ¿De qué?
PEREIRA
Eres niño.
ROMÁN
¡Vive Dios,
que aquí mismo lo veamos!
¡Atrás!

 (Tomando los floretes.)  

PEREIRA
Piénsalo.
ROMÁN
Riñamos;
780
que muera uno de los dos.
 

(Se ponen en guardia. ALBERTO se pone entre los dos. ANA quiera salir del escondite, y JULIÁN la detiene, apoyándose de espaldas contra la alacena.)

 
JULIÁN
    Prudencia, señora.
ANA
¡Cielo!
JULIÁN
Mirad que es vuestro marido.
ALBERTO
Caballeros, prohibido
por las leyes está el duelo. 785
   Batíos en campo raso.
ROMÁN
Aparta, ó de una estocada...
ALBERTO
¡Silencio!
PEREIRA

 (Tirando el florete.)  

No tiras nada.
ROMÁN
De aquí no has de dar un paso
   sin que me mates ó mueras. 790
PEREIRA
Tienes la sangre caliente,
eres joven y valiente
como sois los calaveras.
   Me marcho, y vuelvo a decir
que si está aquí mi mujer, 795
Dios mismo no ha de valer
para dejarte vivir.
JULIÁN

 (Al tiempo de marcharse PEREIRA.)  

   Y si él solo harto no es
para tan bravo enemigo,
nos batiremos contigo, 800
uno tras otro, los tres.


Escena VII

 

ROMÁN, JULIÁN, ALBERTO y ANA, escondida.

 
JULIÁN
    Humos traía.
ALBERTO
Y los lleva.
JULIÁN
Con ese aire de matón,
tiene, apuesto, un corazón
tan blando como una breva. 805
ROMÁN
    ¡Famosa es mi despedida
de este mundo fatigoso;
nunca me pareció hermoso
sino al exponer la vida!
   Bien: volveremos a ver 810
ciertamente a ese matón;
¿qué arriesgo yo en la función?
Nada tengo que perder.
JULIÁN
   ¿Otra vez te has de batir?
ROMÁN
Doquier que nos encontremos. 815
JULIÁN
Ambos por ti lidiaremos.
ALBERTO
Y acabamos de sufrir.
ROMÁN
    ¡Silencio!

 (Abriendo la alacena donde está ANA.)  

Salid, señora:
vida y honra os defendí,
y, a lo más, dentro de un hora 820
parto muy lejos de aquí.
   A veros no volveré;
suplícoos, pues, que digáis
dónde ocultaros queráis,
que yo os acompañaré. 825
ANA

 (Llorando.)  

    ¡Ay de mí, Román!
ROMÁN
Dejemos
suspiros y llantos, Ana;
el sol que saldrá mañana,
juntos los dos no veremos.
   Esta casa abandono hoy, 830
y el mundo dejo con ella;
mi dichosa ó mala estrella,
indolente a esperar voy.
   Sin amigos, sin amores,
sin ningún vínculo aquí, 835
habrán de pasar por mí
horas acaso mejores.

 (Pausa de un momento.)  

   ¿Qué decís? ¿Puedo hacer más
El camino equivoqué.
Inútil me confesé, 840
y humillado vuelvo atrás.
ALBERTO
    Román, ¿no hay remedio alguno?
ROMÁN
Ninguno encuentro.
ANA

 (De rodillas.)  

¡Ah! ¡Por Dios!
ROMÁN
Alzad, que me es importuno.
JULIÁN
    Si ello, Román, ha de ser, 845
y tan a pechos lo quieres,
tú te sabrás lo que eres
y lo que puedes poder.
ROMÁN
    Salgamos.
ANA
¿Y mi marido?
ROMÁN
No temáis entre los tres. 850
JULIÁN
Obscura la noche es
y lluviosa...
ROMÁN
Se habrá ido.
ANA
   De aquí no salimos, no...
ROMÁN
Pues ved lo que habéis de hacer...
ANA
Que no tengo aquí de ser 855
la que pierda sola yo.
ROMÁN
   Ana, si erré mi camino,
¿no es el dolor para mí,
que mi corazón creí
lleno de un fuego divino? 860
   Ni esperanza, ni fortuna,
quedó ya en el pensamiento.
ANA
¡Ni el alma en el pecho siento!
ROMÁN
Vamos; ha dado la una.
 

(Apaga las luces, y vanse todos, cerrando la puerta por fuera.)

 



Indice Siguiente