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Ibérica por la libertad

Volumen 4, Nº 6, 15 de junio de 1956

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IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

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IBÉRICA se publica el día 15 de cada mes, en español y en inglés por Ibérica Publishing Co., Inc., 112 East 19 th St., New York 3, N. Y. Todo el material contenido en esta publicación es propiedad de Ibérica Publishing Co., Inc. y no puede ser reproducido en su integridad. Copyright 1956, Ibérica Publishing Co.

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ArribaAbajoEl profesor Jesús de Galíndez y sus conceptos sobre soberanía

Víctor Raúl Haya de la Torre


No conocí al profesor Galíndez, cuyo ilustre nombre pertenece ya a la gloriosa jerarquía de los mártires por la Libertad de nuestra América. Pero de lo que he leído de él, me interesó vivamente su notable comprensión de los problemas fundamentales de la vida política de nuestros pueblos y de la aun indefinida expresión jurídica de la estructura y relación de nuestros estados. Pues, uno de los temas más atrayentes de los análisis del profesor Galíndez es el de la soberanía, que él expuso no hace mucho, en estas mismas páginas de Ibérica, en artículo profundo y brillante1.

Si lo recuerdo bien, la tesis del profesor Galíndez sostiene que la noción de «soberanía absoluta» del Estado se halla en crisis. O en vías de transformación hacia lo que, en una serie de postulados de la doctrina aprista -a aparecer ampliada en un libro actualmente en prensa en México- se ha llamado «la soberanía interdependiente». Coincidencia de conceptos que me honra mucho y por la cual estuve a punto de dirigirme epistolarmente al profesor Galíndez para sugerirle tomara en cuenta ideas similares a las suyas ya expuestas desde hace muchos años en un libro mío titulado La Defensa Continental, cuya primera edición se publicó en Buenos Aires en 1942.

Ahora que el insigne maestro vasco ha caído víctima de uno de los más horrendos crímenes que avergüenzan a las dos Américas, escribo en su homenaje este comentario y tomo coyuntura para aportar mi modesta contribución a los claros y orientadores planteamientos que él formuló.

Jesús de Galíndez

Jesús de Galíndez

El profesor Galíndez descubrió que uno de los asideros jurídicos, o el más utilizado de ellos, en que las tiranías amparan sus crímenes contra los derechos humanos, es el de «la absoluta soberanía» nacional del Estado del cual se adueñan como opresoras sin ley. Y puntualizó como en nombre de esa «soberanía» se cohonestan todas las violaciones imaginables de las normas morales y jurídicas características de los despotismos. Pero, al mismo tiempo, por el convencional respeto a esa «soberanía» así deformada, también se niega a otros estados cualquier forma de acción en defensa del Derecho conculcado. Pues contra ella se levanta como un vade-retro la denuncia de «intervención».

He sostenido y sostengo que las dos últimas guerras mundiales han sido, desde un punto de vista estrictamente jurídico, guerras de intervención. Ambas tuvieron por fin destruir los regímenes internos, ya de los «imperios centrales», en la de 1914-18, ya de los totalitarismos Nazi-fascistas, en la de 1939-45, porque esos sistemas político-militaristas significaban una amenaza para la Galíndez libertad del mundo. Las guerras no fueron pues contra los pueblos que sus despotismos subyugaban, sino contra sistemas políticos sobre aquellos erigidos.

Terminadas las contiendas, derrocadas las dictaduras, las democracias vencedoras reconocieron el derecho de los pueblos vencidos a escoger su propio gobierno y a reiniciar su vida independiente. Y aunque en las circunstancias actuales el conflicto político entre el Este y el Oeste radique precisamente en la exigencia de que aquellos enunciados democráticos sean reconocidos aquende y allende la «cortina de hierro», en principio, repito, las dos guerras mundiales han tenido la misma finalidad. Ella fue precisada en los 14 puntos de Wilson, y en la Carta del Atlántico, cuya declaración, respecto a los propósitos de la lucha, -extraños a todo intento de engrandecimiento territorial de los vencedores- es muy clara.

He citado antes de ahora y aquí mismo, las palabras del Presidente Roosevelt: «Esta guerra tiene como única finalidad no solo el derrocamiento de las tiranías de Alemania, Italia y Japón, sino de todas las demás que existan en el mundo». Tales palabras enarbolan el derecho de intervención en los asuntos internos de otros estados, cuando estos son una amenaza para la paz y la libertad del hombre.

Ha acontecido, que después de la última guerra, Rusia dictatorial, invocó el principio de «soberanía absoluta» del Estado. Y con Rusia, y tras ella, España y todos los otros despotismos que en el viejo y nuevo mundo aun sobreviven. Empero, es precisamente en esta diferenciación entre los estados despóticos o totalitarios, y los democráticos que debe aparecer netamente delimitada la antigua y la nueva concepción de soberanía.

En una democracia la soberanía nacional del Estado proviene de la soberanía del pueblo que lo integra. Y un Estado no puede llamarse «soberano», si su pueblo, fuente de toda soberanía, la ha perdido. Hitler y Mussolini invocaron la soberanía de sus Estados para hacer de ellos campos cerrados de sus genocidios. Por ello, la guerra de intervención fue necesaria. Si la misma regla se hubiese aplicado a España y a otros países, especialmente a los latinoamericanos, tendríamos derecho a llamar a este lado del mundo, «libre»; denominación que hoy se emplea, pero que no es íntegramente verdadera.

Cierto es que en Nuestra América se ha abusado unilateralmente de la intervención, y aun la misma palabra es pronunciada con repulsa. Pero el abuso de la intervención -que es abuso cuando no es colectiva y justificada por la defensa de los derechos humanos- no autoriza a negarla, sino, antes bien, obliga a perfeccionarla. Pues en principio la soberanía de un Estado correspondería a lo que en Derecho Privado se llama «la inviolabilidad del domicilio». El cual es inviolable mientras dentro del hogar no se cometan crímenes. Que, si se perpetran, la inviolabilidad cesa y la autoridad, en nombre del Derecho interviene.

A esta intervención el ex-secretario general de la Organización de los Estados Americanos doctor Lleras Camargo le dio un nombre: «acción colectiva». Pero, en esencia, la acción colectiva es una intervención multilateral, justificada, y autorizada ya en las Américas por el Pacto de Asistencia Recíproca de Río de Janeiro de 1947.

Si los propósitos de ese tratado se cumplieran y ampliaran, podría resultar establecido a plenitud el derecho de defender colectivamente a los pueblos, por parte de los demás Estados, cuando aquellos sean víctimas de una agresión moral o física, no solo exterior, sino interna. Y una tiranía es, sin duda, tan criminal como una invasión, por cuanto las naciones que la sufren son «militarmente ocupadas» y políticamente subyugadas por la fuerza bruta. Que ella sea nacional o extranjera no diferencia la violación de los derechos de los pueblos que la padecen.

Los conceptos jurídicos contemporáneos avanzan progresivamente en los campos del Derecho Internacional, hacia la «soberanía interdependiente». Y las instituciones mundiales de post-guerra, como la Organización de las Naciones Unidas y la Organización de los Estados Americanos, se han constituido a base, -o a costa- de una limitación de la soberanía absoluta de los Estados integrantes. Ocioso es advertir que tales entidades sólo se hallan en una etapa embrionaria de conformación, y circunscritas a representaciones gubernamentales -no pocas de ellas personeras de despotismos- que constriñen su radio de acción. Mas, en principio, ellas representan, ya, la autoridad superior, con tendencia a ser super-estatal; que en un mundo democráticamente estructurado debe representar la ley internacional de los derechos humanos cuya trasgresión es delito punible donde quiera que se cometa.

Hace algún tiempo que Sir Winston Churchill, firmante de la Carta del Atlántico, expresó su esperanza de que alguna vez las Naciones Unidas llegaran a trasformarse en un verdadero parlamento mundial. Vale decir en una asamblea en la cual no solamente los gobiernos estuviesen representados, sino también los pueblos, los partidos, las llamadas «fuerzas vivas» de cada nación. Ese propósito coronaría los objetivos de aquel organismo, tal como, probablemente, Roosevelt lo concibió. Y aunque en los casos de democracias auténticas cuyos gobiernos son autorizada expresión de la voluntad de sus pueblos, pudiera bastar con el tipo de representaciones actuales, tratándose de estados, bajo regímenes de origen ilícito, la reforma propuesta por Churchill parece indispensable. Pues, podría imaginarse, por ejemplo, que si en las Naciones Unidas estuviesen hoy representadas las dos Españas, o los gobiernos y los pueblos latinoamericanos, la democracia quedaría salvada y resguardada, y los despotismos aun subsistentes en el mundo «libre» -por lo menos- no gozarían, como hasta hoy, de la impunidad con que hoy reinciden en el mismo tipo de delitos de los cuales se acusa a las tiranías euroasiáticas.

Resulta paradójico que las Naciones Unidas tengan como norma jurídica la Carta Universal de los Derechos del Hombre, aprobada solemnemente en la Asamblea general de la organización el 10 de diciembre de 1948. En realidad, esa Carta, al igual que la otra, la Carta de los Derechos del Hombre Americano aprobada en la Conferencia inter-continental de Bogotá, en abril de aquel mismo año, vienen a ser las verdaderas constituciones de la ONU y de la OEA. Por ende, ninguna ley, o disposición de los gobiernos, puede contravenirlas; pues, su contravención autoriza una justa intervención o «acción colectiva» para su defensa. Infortunadamente, los rutinarios convencionalismos y la influencia anti-democrática de las dictaduras hacen hasta hoy innocuos los grandes enunciados de aquellas piedras angulares de la jurisprudencia moderna. Y ellas quedan como postulados incumplidos, o acaso, como esperanzas distantes de un mundo cuya meta moral y política no puede ser otra que la de su armónica coordinación bajo una democrática autoridad supra-estatal.

En el Plan para la afirmación y defensa de la democracia en las Américas inserto en mi libro supracitado de 1942, se proponía que los principios que en todas las constituciones americanas garantizan los derechos cívicos y humanos, se elevaran a la categoría de obligaciones internacionales entre los Estados. Y que así como el asilo, la extradición, y muchas otras instituciones del Derecho Internacional suponen deberes recíprocos inter-estatales, así también las libertades básicas de las democracias debieran ser consideradas como instituciones de carácter universal contra las cuales ningún gobierno pudiera atentar por ser derechos intangibles del hombre y del ciudadano. La Carta aprobada por las Naciones Unidas también universaliza la validez inalienable de esos derechos; pero ellos, como en la teoría de nuestras constituciones, quedan indefensos frente a la acción trasgresora de las dictaduras cohonestada por «la soberanía absoluta» del Estado.

El profesor Galíndez vio claramente este problema. Él, quien fue testigo de una de las más feroces tiranías de nuestro hemisferio, comprendió la monstruosa aberración de verla instituida en «Estado soberano». Y al comprobar la impunidad de sus crímenes y el silencio cómplice de todos los estados americanos -entre los cuales aparece como una de nuestras «democracias»- pensó, sin duda, en la necesidad de una sanción colectiva, fundamentada en una nueva concepción de la ley internacional.

Sus ideas sobre la reforma de la obsoleta noción de la «soberanía absoluta del Estado», quedarán como un mensaje aleccionador para todos los pueblos que agonizan bajo las tiranías. Proscrito por la de su país de origen, fue en América, inmolado por otra; paramentadas ambas con la usurpada dignidad de estados soberanos, miembros de la Organización de las Naciones Unidas, y firmantes o adheridos a la Carta Universal de los Derechos del Hombre.

Viena, mayo de 1956.

VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE


PÁRRAFOS DEL ARTÍCULO DE JESÚS DE GALÍNDEZ AL QUE HACE REFERENCIA HAYA DE LA TORRE

En las Américas de hoy, el ejercicio efectivo de la democracia representativa y los derechos humanos han alcanzado ya una esfera interamericana; aunque todavía no exista el instrumento eficaz para exigir su cumplimiento en todos y cada uno de los Estados miembros. Eso irá viniendo; la base del futuro sistema ya está echada.

Lo que estoy defendiendo es una acción de órganos colectivos en virtud de principios comunes previamente adoptados por todos, incluyendo el Estado que sufrirá esa acción. No es Intervención, es Acción Colectiva.

Creo que hoy ya nadie dudará sobre la posible Acción Colectiva de un Organismo internacional sobre un Estado miembro, en casos que afectan a la paz y seguridad internacional. El principio está expresamente salvado tanto en la Carta de San Francisco como en las Convenciones Interamericanas; en las Américas, se ha ido mucho más lejos en el Tratado de Río de Janeiro el año 1947.

La brecha ya abierta en materia de paz y seguridad internacional, marca el camino que un día se seguirá en materia de derechos humanos, democracia efectiva, etc. La pregunta que resta es tan sólo ¿cuándo le pondremos el cascabel al gato?

Algún día tendrá realidad lo que nos parece sueño: que la comunidad internacional de pueblos democráticos ponga el cascabel a los dictadores rebeldes. Las Grandes Potencias se someterán al Derecho Internacional, como los Grandes Señores se sometieron al Derecho Nacional. El futuro nos dará la razón a los idealistas de hoy. Pero ese futuro sólo se acelerará si empujamos; con sinceridad, y con tenacidad.

JESÚS DE GALÍNDEZ






ArribaAbajoContradicciones y tristes espejismos

Ramón Sender


Ramón Sender

Desde que el estado español ha perdido Marruecos por un efecto de boomerang de sus maniobras contra Francia, Franco busca compensaciones económicas políticas. Espera todavía poder decir al pueblo tal vez soy imbécil, es verdad, pero vean que mi estupidez produce dividendos.

Desde hace algunos años estamos oyendo que España es pobre. Ahora después de la catástrofe de África -dicen los fascistas que será más pobre que nunca. Y lo dicen llamando a las puertas del tesoro norteamericano. Bien, nosotros no habíamos dicho nunca que España fuera rica, pero desde Alfonso X sabemos que podemos tener un buen pasar digno y que con un orden interior adecuado ofreceríamos ejemplos de bienestar a otros países de economía más desarrollada. Nuestra agricultura y nuestra industria ligera son prósperas en condiciones normales. También nuestras minas. Los fascistas niegan. Somos pobres y hay, que resignarse. Cuando hablan de resignación se refieren, naturalmente, a las clases productoras, a los obreros, campesinos y pequeños industriales. Es decir a todos menos a los cuadros fascistas.

El estado español es pobre -repiten los franquistas mientras Franco tiende la mano. Sin embargo el estado español se permite lujos en los que ni siquiera se atreven a soñar el flamante imperio inglés, la opulenta América ni la hacendosa Francia. Se permite también subsidiar a una iglesia, hecho contra el cual no diríamos nada si fuera determinado por la voluntad libre de la Nación y no por imposición de un régimen faccioso.

Esos lujos (sin citar otros de menor volumen que alcanzan a todos los planos de la actividad de la nación) representan un gesto de muchos miles de millones de pesetas cada año. Pero España es pobre. Es una contradicción hiriente y evidente.

En el orden político las contradicciones son igualmente escandalosas y de una evidencia grotesca. En estos días y con toda su «voluntad imperial» intacta después de la hecatombe de África los fascistas piden ser incluidos en la NATO. Desde hace veinte años los fascistas españoles no hablan sino de voluntad imperial, gesto imperial, servicio imperial, etc. Han desempolvado a golpes de tambor y trompeta el Testamento de Isabel la Católica. Y han vuelto a guardárselo a golpes de trompeta y tambor mientras perdían Marruecos e Ifni. Hace muchos años que el pueblo español habría dado la independencia a esos territorios. Pero el pueblo que hablaba así no tenía «voluntad imperial». Y Franco lo ametrallaba.

Como dirán los adláteres de Franco, nunca se saben los designios de la providencia. Para compensar esa catástrofe diplomática, peor que la catástrofe militar de Annual, los fascistas quieren entrar -necesitan entrar- en la NATO. Ya que no pueden ser cabeza de ratón en Marruecos quieren tratar de ser cola del león democrático y liberal.

El boomerang marroquí volvió contra sus narices. También maniobraron con los árabes de oriente, pero estos jugaron de tal forma que los fascistas de Franco se han visto de pronto haciendo involuntariamente de agentes rusos. He aquí una política anticomunista sirviendo los intereses de Moscú. Para disfrazar también ese escandaloso fallo quieren entrar en la NATO. En resumen: los fascistas españoles han perdido territorio nacional, se ven obligados a confesar otros fracasos diplomáticos, han causado la ruina económica del país, a las corrientes de protesta popular responden con dos medidas simultáneas: el recrudecimiento del terror y la petición del ingreso en la NATO como acto de prestigio que avale y legalice ese terror.

Está confesando Franco que su única salvación depende ahora de las decadentes, corrompidas y liberales democracias. Perdida la aventura africana y tantas otras cosas quiere que lo acepten en Europa a título de pariente pobre. Nadie dudaría en incluir a España en la NATO si España tuviera un mínimo de decoro político es decir de respeto a la voluntad popular (no precisamente imperial, claro) que es en definitiva la que decide en las grandes crisis.

¿Pero puede entrar en la NATO una España oficial llena de los ecos de las proclamas que pedían al cielo en 1943 y 44 la victoria de Hitler? ¿Puede entrar la España que ha insultado e insulta a los presidentes americanos desde Roosevelt y Truman hasta el mismo Eisenhower y aun hoy habla de la pervertida y caótica Francia, de la débil y desorientada Inglaterra, de la Italia criminal que mató a Mussolini y de la América (esta vez es la nación entera y no los presidentes) estúpida?

Francia es decadente porque permite la libertad de cultos, la libertad de reunión y de prensa y porque carece de la voluntad imperial que tiene la Falange. Es verdad, la pobre Francia permite todas esas libertades (que no le impiden tener una economía renaciente y rica, una producción industrial de primer orden y mantener el lugar de honor en las artes y las letras). Pero Francia no tiene voluntad imperial. Pobre Francia. No tiene más que el mayor imperio de Europa. El único imperio de Europa. Sin gestos, es verdad. Los gestos se los deja a Franco.

Inglaterra es despreciable para los fascistas españoles porque no tiene «nervio rector ni impulso». Y porque permite la publicación de libros de todas clases, incluso contra la monarquía inglesa, incluso contra Franco (lo que es ya el colmo de la falta de nervio rector). Está perdida, Inglaterra. Sólo tiene la primera escuadra de guerra, la primera industria pesada de Europa (incluida la ciencia nuclear aplicada) y la primera organización comercial, financiera y bancaria. No se puede decir que tengan un imperio sino sólo un commonwealth que da la vuelta al planeta y que está asegurado no con ejércitos sino con leves civiles.

(De hecho Inglaterra tiene menos de la mitad de los generales que tiene la España fascista).

En cuanto a América es estúpida para los fascistas españoles porque no usa de su inmensa fuerza para avasallar al orbe (incluida España) ni de la perfidia en sus relaciones internacionales como hacía Franco con los árabes. También lo es porque tiene una economía y una política liberales. Es estúpida porque su dinero es democrático y esa democracia de su dinero llega al extremo de verter fuera del país torrentes de billones de dólares para ayudar a los países atrasados.

Franco tenía voluntad de perfidia como tenía voluntad imperial, desde hace veinte años. Algo es algo. También tiene voluntad de resurgimiento patriótico pero con todas esas voluntades la nación está en quiebra y el nivel de vida de las masas populares es el más bajo de Europa (aceptado por las estadísticas oficiales). Mucho más bajo que el de la anárquica Italia. Lo único que han hecho los fascistas españoles es empobrecer, envilecer, disminuir territorialmente a España y aislarla. De pronto se dan cuenta de todo eso y acuden a mendigar la salvación en Europa.

Sólo el ingreso de Franco en la NATO puede salvarlo ante sus corifeos militares y fascistas que todavía la siguen. ¿Es tan estúpido Franco para esperar que eso sea posible? Bien es verdad que no faltan allí ni aquí quienes estimulen y alienten esa última esperanza.

Sumar factores tan heterogéneos como la España fascista y la Francia liberal, la Inglaterra democrática o esta América que tiene en sus manos el progreso del mundo está fuera de toda posibilidad. La bandera de la unidad europea era hace tiempo una proyección natural de la política republicana. Sin necesidad de buscar recursos desesperados ya que la república no perdió territorios ni llevó a España a la ruina económica ni al desprestigio moral y político.

La pobre república española que estuvo en la vanguardia liberal de Europa sabe que el reajuste económico de Europa después de la crisis de los imperios coloniales clásicos sólo será posible con la unidad continental. ¿Pero es posible la unidad económica sin la consiguiente unidad de espíritu político? La ignorancia de Franco le hace pensar que sí. También pensaba Franco que era posible la conspiración con los árabes, la realización del testamento de Isabel, el imperio vertical y azul, la autarquía económica -y para decirlo todo- el triunfo de Hitler y Mussolini sobre los mares y los continentes.

RAMÓN SENDER




ArribaAbajoLa bancarrota de la diplomacia franquista

Elena de la Souchère


Se inició entre discursos y festividades el capítulo final del proceso de liquidación del protectorado español en Marruecos.

Obligado a renunciar a Marruecos, el Caudillo intentó conseguir que el Sultán concediera a España privilegios idénticos a los que habían sido reconocidos a Francia. Pero la desafortunada diplomacia franquista se vio en el trance de tener que emprender una nueva marcha atrás.

El reconocimiento de la independencia rifeña se tradujo inmediatamente en la supresión de la frontera entre ambas zonas. Concedido al Sultán el poder legislativo en el antiguo territorio español, los dahires y decretos del gobierno de Rabat empezaron a regir el mismo día de la firma del pacto. El convenio disponía que durante un periodo transitorio el gobierno español seguiría desempeñando en el Rif determinadas funciones administrativas que luego serían paulatinamente transferidas al gobierno jerifiano. Deseosos de demostrar su «buena fe» frente a la supuesta «mala fe» de Francia que seguía ejerciendo en su zona determinadas funciones de índole administrativa, las autoridades franquistas dieron a la policía y a los funcionarios españoles la orden de que se abstuvieran de toda intervención en los asuntos marroquíes. Las funciones policiacas recayeron en los irresponsables militantes del Istiqlal que inauguraron la nueva era abriendo las cárceles y poniendo en la calle los reos de delitos comunes. Se produjeron varios atentados y el asesinato de los familiares del Bajá de Larache que se había señalado por su devoción a España. Esta caótica situación motivó la intervención del gobierno de Rabat que después del viaje realizado en la «zona norte» por sus ministros de Estado y Gobernación sustituyó la desfalleciente administración hispano-jalifiana por cinco gobernadores marroquíes. La mayor parte de las facultades pertenecientes hasta la fecha a la administración española habían recaído en los representantes del gobierno de Rabat antes de que se iniciase la conferencia convocada con objeto de definir las modalidades de la transferencia de los poderes.

Ofrecen pocas perspectivas las futuras relaciones entre ambos países. La palabra «interdependencia» empleada en el pacto franco-marroquí ha sido sustituida en el protocolo hispano-marroquí por el concepto mucho más vago de «cooperación». Los lazos que se establezcan constituirán más bien, al parecer, una alianza que una situación de «interdependencia». El Sultán no reconoce a España ninguna de las facultades económicas y culturales concedidas a Francia. Los negociadores franceses habían dado a entender al Sultán que la igualdad de los derechos entre España y Francia había de traducirse en una igualdad de las aportaciones económicas de ambos países, lo que, dado el caótico estado de la economía franquista, significaba una limitación de la participación financiera francesa. Ansioso de amplios créditos franceses, el gobierno jerifiano procuró limitar el área de la cooperación hispano-marroquí. La única forma de cooperación prevista es de índole diplomático-militar. El gobierno franquista «se compromete» a prestar ayuda al gobierno marroquí especialmente en punto a las relaciones exteriores y a la defensa. Pero se estipula que esta asistencia no se aplicará más que en el caso de que las dos partes de común acuerdo lo estimaran oportuno.

El convenio del 7 de abril disponía que la situación de la peseta no sería alterada hasta la conclusión de un nuevo acuerdo. Pero a los pocos días de firmar el pacto el Sr. Buabid, ministro de Estado marroquí, anunció la próxima sustitución de la peseta por el «franco marroquí» en la antigua zona española, que, de este modo se ve englobada en el área económica francesa. Declaración que pone de manifiesto el propósito marroquí de liquidar lo más pronto posible los últimos vestigios de la dominación española.

En su discurso de Sevilla, en el que intentó calmar las inquietudes del ejército cargando a Francia todos los pecados de la insensata política pro árabe, el Caudillo confesó ingenuamente que el proceso tendiente a encaminar paulatina mente la zona jalifiana hacia la independencia había sido acelerado por «errores ajenos», es decir por el reconocimiento de la independencia marroquí por el gobierno galo. Pero al defenderse de esta forma, Franco se acusa, ya que un estadista prudente y discreto, estudiando todas las probabilidades antes de emprender la lucha contra la potencia co-protectora, no hubiera desechado la posible hipótesis del abandono de Marruecos por Francia.

El espejismo norteafricano

No habíamos de esperar que tan pronta y alegremente se conformaran con la pérdida del imperio los jefes militares tuvo prestigio personal se fundó en otros tiempos en la conquista de la zona rifeña iniciada por ellos, pese a la rotunda o posición de amplios sectores del pueblo español. Y menos aun entienden esta alegría los observadores que se acuerdan de las problemáticas esperanzas de nuevo imperio español en tierras africanas con las que soñaban los «africanistas» madrileños al iniciar la errónea «política árabe» que hoy en día trae como consecuencia la evacuación de la zona jalifiana.

Claro está que al finalizar la segunda guerra mundial la política de aproximación al mundo árabe ha sido impuesta al régimen por la necesidad de romper su aislamiento diplomático. Mantenido al margen del mundo occidental, solo le quedaba la posibilidad de iniciar relaciones con los recién nacidos Estados de la Liga Árabe. A partir el año 1951, renacieron las aspiraciones imperialistas ya manifestadas por los dirigentes franquistas en los lejanos tiempos de su colaboración con Alemania. Se acuerda que pocos días antes de que se celebrarse en Hendaya la entrevista Hitler-Franco en la que el «Caudillo» reivindicó en premio de su prometida entrada en la guerra, la zona francesa de Marruecos y el Oranesado, Serrano Suñer, hablando en Roma con Mussolini, justificaba en estos términos las exigencias de su cuñado: «Los objetivos Marruecos y Oranesado importan a todos, de modo especial a los jóvenes». La rotunda negativa opuesta por Hitler a la codicia del «Caudillo» y luego las derrotas sufridas por los ejércitos del Eje dieron al traste con estos primeros sueños imperialistas.

Renacieron las esperanzas al aparecer en el mundo mediterráneo las primeras bases estratégicas estadounidenses. Al «Caudillo» le pareció que por segunda vez la coyuntura diplomática le brindaba la posibilidad de desempeñar un fructífero papel de intermediario entre la primera potencia del mundo y los pueblos árabes. Al horizonte de la diplomacia franquista se perfiló un pacto mediterráneo auspiciado por los Estados Unidos y capitaneado, claro está, por la España franquista.

El recorrido diplomático por las capitales del Próximo Oriente efectuado con este propósito en 1952 por Martín Artajo, fracasó con motivo de la intransigencia del ala extremista de la Liga Árabe que se opuso a la firma del pacto por considerarlo incompatible con el mantenimiento de la dominación española en la zona jalifiana. Colocados ante el dilema de abandonar sus sueños imperialistas o renunciar a la realidad del poder en Marruecos, los africanistas iniciaron una política de mano tendida a los Árabes con el evidente propósito de conseguir las ventajas de una cooperación a costa de unas concesiones de pura apariencia. Se autorizó el regreso de los líderes nacionalistas exilados en Tánger por Varela y la reconstitución de sus disueltas organizaciones. A los periódicos de habla árabe fueron concedidas las más amplias libertades excepto la de criticar la política del Alto Comisario. La fórmula de la «autonomía interna» apareció en la palabrería oficial. Recién iniciada por García Valiño la política de la mano tendida a los nacionalistas, la situación cada vez más tensa creada en la zona francesa brindó al régimen la oportuna escapatoria de una alianza táctica hispanoárabe dirigida contra Francia. Desterrado el soberano legítimo, detenidos o exilados sus leales, prohibidas las organizaciones nacionalistas y las reuniones políticas, y suspendidas todas las publicaciones de habla árabe en la zona francesa, bastaba que las autoridades españolas se negaran a reconocer el Sultán usurpador, y dieran asilo a los refugiados de la zona francesa para que se hicieran acreedores de la gratitud de los Marroquíes.

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El Alto Comisario propiciaba la propaganda del líder reformista Abdejalak Torres, concediendo a sus «camisas verdes» todas clases de privilegios, entre ellos numerosas becas de estudios profusamente repartidas entre los hijos de jerarcas «reformistas». Por el solo hecho de haber opuesto una rotunda negativa a los propagandistas que les instaban a que se alistaran en las «camisas verdes», cuatro marroquíes, estudiantes de medicina que vivían en Madrid mediante, fueron expulsados el año pasado. La predilección manifestada por el Alto Comisario hacia las «camisas verdes» estribaba sin duda en la apariencia semi-derechista del movimiento «reformista» que había hecho suyos los principios, la palabrería y hasta la indumentaria de Falange.

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Pese a esta marcada preferencia, las autoridades franquistas prestaban calor y apoyo a todas las fuerzas marroquíes en lucha contra Francia, cual fuera su orientación política. Durante los dos años que duró el exilio del Sultán, la frontera española permaneció abierta a todos los terroristas de la zona vecina perseguidos por la policía gala. Provistos de armas y municiones volvían a realizar incursiones en la zona francesa. Los jefes nacionalistas que desde el Cairo dirigían la «guerra de liberación» no tenían, pues, ningún interés en plantear en la zona jalifiana problemas inoportunos que, al despertar el instinto de conservación de los jerarcas franquistas, les aconsejaran la suspensión de la ayuda tan eficaz como tangible suministrada a la guerrilla árabe. De este modo, mientras duró el exilio del Sultán, Franco, cargando a Francia con todas las culpas, pudo seguir desempeñando el papel de campeón de la emancipación árabe sin conceder a la zona jalifiana ninguna libertad auténtica.

El regreso del Sultán

Al intensificarse la lucha, a partir del pasado mes de octubre, los grupos armados y el armamento procedente del Cercano Oriente empezaron a desembarcar en Nador. En este pequeño puerto de la zona jalifiana, donde estaba establecido el cuartel general de las fuerzas guerrilleras, los representantes del «comité de liberación» procedían a una labor de selección de los voluntarios recién llegados de Argelia y Marruecos. Los hombres escogidos para engrosar las filas de los guerrilleros salían al campo de entrenamiento de Temsaman. Al terminar este periodo de preparación militar, los Marroquíes emprendían la marcha con rumbo a los distintos puestos de la región fronteriza, mientras los voluntarios argelinos se congregaban en Zaio, pequeña aldea de la frontera oriental rifeña, de donde salían los hombres y el armamento destinados al Oranesado, cuya frontera se hallaba aproximadamente a 20 kilómetros de los puestos fronterizos españoles. Las tropas regulares se habían retirado 10 kilómetros adentro para que los guerrilleros pudieran actuar con plena libertad sin que se hiciera patente la complicidad franquista.

El objetivo señalado a los comandos que actuaban en las cercanías de la frontera meridional rifeña era la ocupación del Atlas Medio a la altura de Taza y la ruptura del eje horizontal de comunicaciones abierto desde el litoral atlántico marroquí al Oranesado. Los comandos que al mismo tiempo invadían la zona fronteriza que se extiende desde el Rif oriental hasta el Oranesado tenían el propósito de fomentar en dicha zona un levantamiento que facilitara el paso de las tropas y armas destinadas al frente argeliano. De alcanzar este doble propósito los guerrilleros hubieran creado el frente continuo anhelado por el comité de liberación establecido en El Cairo.

Ante la amenaza de una insurrección generalizada, Francia prescindiendo de las etapas, acordó restituir el Sultán a su trono. No en balde podía declarar el jalifa, semanas después, en un mensaje cursado al «Caudillo»: «España fue un factor decisivo para el regreso de nuestro bien amado Sultán».

Pero este triunfo llevaba consigo un mortal peligro. Regresado Mohamed V al trono, restablecidas en la zona francesa las libertades básicas de asociación, prensa y reunión, y constituido en Rabat un gobierno marroquí integrado por representantes de las dos fuerzas nacionalistas, el Istiqlal y el Partido Democrático de la Independencia, la política franquista quedó rezagada. Los jóvenes nacionalistas que al salir de la cárcel o al volver del exilio se apoderaron de pronto en Rabat de las palancas de mando, ya podían prescindir de la ayuda española y soñaban con la extensión de su recién nacida autoridad a la zona jalifiana.

Tan pronto como se anunció el próximo regreso del Sultán, los congresistas del Istiqlal, reunidos en Madrid a mediados de noviembre, reclamaron la plena independencia y la reunificación de Marruecos. Exigencia que implicaba el abandono de la zona jalifiana por los españoles. A principios de diciembre Mohamed V hizo suyas estas reivindicaciones declarando, con motivo de la visita de una delegación del partido tangerino de la «Unidad e independencia», que «el objetivo para cuya consecución había que trabajar más era el de la restauración de la unidad marroquí» y que esperaba que «España siguiera el ejemplo francés y reconociera la independencia rifeña». Durante su estancia en Tetuán, a mediados de diciembre, Al-Lal-el-Fassi consiguió persuadir al líder reformista Abdejalak Torres que suscribiera una declaración conjunta abarcando los tres extremos siguientes: independencia de Marruecos, unidad territorial y monarquía constitucional.

Los primeros pasos atrás

Iniciada la lucha, los «africanistas» inauguraron un complejo juego de pasos en falso y pasos atrás.

A los dos días de salir Al-Lal-el-Fassi con dirección a El Cairo, sus leales de Tetuán, Larache y otras ciudades fueron sometidos a un régimen de libertad vigilada. Ante las impaciencias de los anti-colonialistas de Tetuán y el temor de los colonialistas madrileños de Falange, y de la derecha clásica, que empezaban a comprender que si el interés les dictaba la conveniencia de acercarse a Francia, el gobierno franquista se veía en el trance de tener que hacer alguna manifestación de voluntad que satisficiera a los unos a los otros. A mediados de diciembre, García Valiño en Zaragoza y Franco en Madrid pronunciaron con veinticuatro horas de intervalo dos declaraciones, aparentemente contradictorias, que, sin duda alguna, habían sido concertadas, puesto que durante su breve estancia en Madrid, el Alto Comisario celebró, antes de salir con rumbo a la capital aragonesa, una larga entrevista con el Sr. Martín Artajo. Mientras García Valiño inauguraba la política de la mano tendida a Francia dejando prever la adopción por España de una posición «paralela» a la política resueltamente reformista del gobierno parisino, Franco dirigía nuevos ataques contra la política y la prensa francesas, criticando las reformas democráticas previstas por las autoridades galas y negándose rotundamente a permitir la introducción de estas medidas en la zona jalifiana. De ambos discursos y de la entrevista aclaratoria concedida por García Valiño a un corresponsal del periódico árabe de Tetuán El Día, se desprendía, pese a estas contradicciones, un programa común abarcando dos extremos: apertura de negociaciones franco-españolas con objeto de armonizar ambas políticas, y fidelidad a la línea política tendiente a encaminar paulatinamente a la zona jalifiana hacia la independencia. El segundo extremo aclaraba el primero. Al desechar las reformas democráticas por estimar que los Marroquíes no habían llegado todavía al suficiente grado de madurez para vivir en régimen democrático e independiente, y al declarar que Marruecos debía «cubrir amplias y complejas etapas antes de conseguir su plena independencia», los dirigentes franquistas manifestaban claramente su propósito de no alinearse a la política francesa. El paralelismo de ambas políticas implicaba pues la adopción por Francia del lentísimo ritmo evolutivo fijado por la dictadura franquista. El «Caudillo» intentaba pactar con Francia para frenar su política reformista. Durante más de dos años el régimen había intentado compeler a Francia a que accediera a las exigencias árabes; y al alcanzar su objetivo se encontraba en el trance de tener que frenar la evolución iniciada en la zona francesa.

Con objeto de conseguir que el gobierno galo retrasara la aplicación de las anunciadas reformas, el «Caudillo» daba a entender que en este caso estaría dispuesto a apoyar la diplomacia francesa y hacer efectiva la vigilancia española en la zona fronteriza. Era obvio que la aplicación inmediata del programa reformista en la zona gala se traduciría por lo contrario en una intensificación de la ayuda suministrada por el Alto Comisario de Tetuán a los guerrilleros rifeños y oranesados. Pero los diplomáticos franceses ya no creían más en las promesas del «Caudillo» que tantas veces les había engañado descaradamente oponiendo siempre un rotundo mentís a las notas acusándole de conceder ayuda a la guerrilla. Además, al dar un paso atrás después de comprometerse solemnemente a realizar determinadas reformas, Francia podía temer legítimamente que se intensificara la lucha en su zona. Por lo tanto el Quai d'Orsay procuró eludir toda negociación directa con el Palacio de Santa Cruz. Se inició el diálogo a la altura de los Altos Comisarios. Al entrevistarse el 10 de enero en Palafito con García Valiño, el Residente General francés carecía de facultades para discutir el problema de las reformas en la zona francesa. Solo cabían en su cometido las cuestiones relativas a la cooperación entre Francia y España para el establecimiento de la seguridad en el Rif. Ante el hecho consumado ocurrido en la zona francesa, el «Caudillo» sólo podía elegir entre dos soluciones: o quedarse atrás o alinear su política con la de Francia.

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En realidad la creciente agitación que se observaba en la zona jalifiana a fines de diciembre y a principios de enero había borrado ya la primera hipótesis. A mediados de diciembre, García Valiño creía todavía en la posibilidad de contener y encauzar la corriente nacionalista reiterando sus promesas de otorgar a los rifeños la anhelada «autonomía interna». «Haré todo cuanto esté en mi mano -declaró el 20 de diciembre al director del periódico El Día de Tetuán- para ampliar el cuadro de la s responsabilidades de los ministerios del Majzen». El programa del Alto Comisario estribaba en la esperada lealtad de los grandes feudatarios a los que ofrecía nuevos poderes y prebendas para que tuvieran interés en mantener intacta la personalidad de la zona jalifiana, fuera de la jurisdicción de Rabat. Para sujetar los líderes reformistas de dudosa lealtad, García Valiño les oponía un nuevo competidor, el llamado partido del «Marruecos Libre» capitaneado por el bajá de Larache. Pero la inesperada rebelión de las masas marroquíes dio al traste con este sutil programa.

Las reservas hechas por el Caudillo sobre la oportunidad de establecer en Marruecos una democracia de tipo europeo habían provocado una oleada de protestas en los círculos nacionalistas. Ante el restablecimiento de la libertad sindical en la zona francesa y los aumentos de sueldos decretados por las autoridades de Rabat, varios miles de obreros declararon la huelga en la zona de Melilla, pidiendo que la libertad sindical les fuera otorgada y que sus jornales se aumentaran hasta equipararlos con los de los obreros en la España metropolitana. En el transcurso de la huelga, los mineros se unieron a una manifestación política celebrada en Melilla en la que se pedía para el Rif el beneficio de la independencia. Mientras estallaban en Tetuán las primeras bombas, tenían lugar varias manifestaciones en Arzila y Alcazarquivir donde la muchedumbre acometió al Imán por haber pronunciado palabras hostiles al Sultán. Cayendo en la cuenta de que más valía no ir contra corriente Abdejalak Torres, a quien el Alto Comisario había ofrecido la presidencia del «autogobierno» de la zona jalifiana, presentó la dimisión. Por su parte, el jalifa, convencido de la imposibilidad de mantener sus privilegios de príncipe de opereta en una zona separada del resto de Marruecos, desechó la propuesta de García Valiño y publicó un comunicado expresando la esperanza de que en un plazo próximo el General Franco reconociera solemnemente la independencia y la unidad territorial del imperio jerifiano.

Se publicó este comunicado el 9 de enero en víspera de la entrevista Dubois-García Valiño. Abandonado por sus feudatarios rifeños, el gobierno franquista no podía mantener su posición de intransigencia ante la firme y declarada voluntad de Francia de hacer efectivas sus promesas de reconocer la independencia marroquí. La autoridad franquista no tenía pues más remedio que alinear su política con la de Francia, dando a conocer en el comunicado publicado a raíz de la conferencia de los gobernadores, su intención de introducir en su zona «reformas políticas que permitieran, por medio de una evolución paralela, asegurar la independencia de Marruecos». Ratificando el acuerdo de los gobernadores, el comunicado facilitado a la prensa al terminar el consejo de ministros del 13 de enero afirmaba la «firme voluntad» del gobierno de «defender la unidad y la independencia de Marruecos».

A las tres semanas de declarar las reformas democráticas incompatibles con el grado de evolución de los marroquíes, el «Caudillo» se comprometía solemnemente a introducir estas mismas reformas u otras «paralelas» en la zona jalifiana. Después de censurar ásperamente la recién inaugurada política gala la dictadura iniciaba con respecto a Marruecos una evolución «paralela» a la de Francia. No se podía afirmar de un modo más explícito que el gobierno franquista concedía a su pesar y a regañadientes las libertades tantas veces prometidas a los rifeños. Las muestras de intransigencia y las desafortunadas retiradas de los dirigentes franquistas habían puesto de manifiesto a la vez la mala fe en la que estribaban sus reiteradas promesas de conceder libertades a los rifeños, y la debilidad que les obligaba a pesar suyo a hacer efectivas estas promesas. Desde aquel momento sabían los marroquíes que podían imponer por la fuerza las reformas que el «Caudillo», pese a sus engañadoras promesas, nunca les concedería espontáneamente. Ningún pueblo olvida una lección de esta clase. Y los Árabes menos que los demás.

(Continuará en el próximo número.)

ELENA DE LA SOUCHÈRE

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ArribaAbajo Un error freudiano de Franco

Phyllis Santamarina


La prensa americana mencionó con mucho orgullo el regalo que Martín Artajo ha traído del dictador Franco al presidente Eisenhower. Sin embargo, al parecer, nadie ha tratado de analizar el significado de uno de esos regalos: el burro. Es de suma importancia que los psicólogos y políticos americanos, lo mismo que el público en general, sepan lo que significa la palabra burro para el pueblo español.

Burro, en español, naturalmente, es un cuadrúpedo, perteneciente a la familia de los Equidae, Genus Equus Asinus. Pero además, la palabra burro, en un sentido amplio, se refiere a la especie homo sapiens cuando el hombre precisamente no es sapiens.

En España el apelativo burro se aplica a un morón, a un imbécil, o a cualquiera que carezca de sentido común. El significado popular de burro en política fue maravillosamente expresado por Goya en una serie de grabados en los cuales presenta burros cabalgando sobre políticos, mostrando así que un político puede ser más burro que el burro mismo. Teniendo esto en cuenta, se puede imaginar el efecto producido por este regalo sobre más de cien millones de personas de habla española, lo mismo que sobre la gente de muchos otros países, puesto que el concepto español de burro es bastante general en otras lenguas. Solamente aquí, en los Estados Unidos, el burro simboliza inofensivamente un partido político, cosa que Franco y la mayoría de los españoles saben muy bien. Pero al enviar un burro, asno o pollino, que es lo mismo, al jefe del partido republicano, el Sr. Franco parece estar pensando en el significado español de burro más bien que en el símbolo del partido demócrata americano. En cualquiera de los dos casos, fue un desvergonzado insulto político.

¿Es que Franco prefiere a los demócratas en la Casa Blanca? Hay muchas razones para pensar que no. Entonces el regalo de Franco es, no solo un insulto al partido republicano, sino también a todos los políticos americanos que le ayudaron a destruir la democracia en España, que le ayudaron a modernizar el equipo de su ejército y su policía, que le ayudaron a saltarse a la torera la condena de su régimen por las Naciones Unidas, y que más tarde le ayudaron a obtener la admisión a esa organización. Los americanos fueron en ayuda de Franco varias veces cuando estaba al borde del caos económico, y hasta dieron subsidios a industrias cuyas utilidades van a Franco, o a miembros de su familia.

Cuanta más ayuda recibe Franco de los Estados Unidos, más prestigio perdemos nosotros entre las naciones europeas que todavía ven en Franco el fantasma de Hitler y Mussolini. Con nuestra ayuda al dictador Franco, estamos quitando a España toda posibilidad de evolución democrática. Al hacer esto, nos estamos desacreditando moralmente a nosotros mismos como líderes de un mundo democrático. Las naciones democráticas no se han atrevido a entrar en relaciones con Franco hasta que nosotros le hemos dado la mano, y aún ahora hay muchas naciones que se niegan a entrar en relaciones con él. A pesar del apoyo económico y político que Franco ha recibido de los Estados Unidos, y de cientos de millones de dólares que hemos gastado en la construcción de bases en España, los Estados Unidos no pueden usar las bases españolas sin permiso del Dictador. Este continúa prohibiendo la difusión de publicaciones norteamericanas en España, prohíbe los matrimonios entre americanos y españoles si el matrimonio no se celebra dentro de la iglesia católica, y no permite a los misioneros americanos actuar en España.

¿Qué obtenemos de Franco a cambio de nuestro apoyo a su régimen? Nada. Al obtener tantos beneficios por nada Franco tiene razones más que suficientes para considerar burro al pueblo americano. Tal vez la idea original del regalo fue un error freudiano, error que, como es sabido, representa los verdaderos sentimientos del subconsciente de un individuo. Sin embargo, un regalo diplomático implica siempre alguna reflexión, y así lo que empezó siendo un error freudiano, cristalizó en uno de los más desvergonzados insultos diplomáticos a nuestro país.

A los que no están familiarizados con la psicología de los errores, conviene decirles que el regalo de Franco es una expresión del odio que el dictador español tiene hacia Eisenhower y los americanos. Aún, si Franco no tiene aparentemente malos sentimientos hacia nosotros hoy día, en su subconsciente existe el veneno que puede un día dañar a muchos americanos. Aquellos que se niegan a aceptar los hechos del psicoanálisis, comprenderán mejor el significado del regalo de Franco si miran los grabados de Goya, y, sin esfuerzo verán al burro de Franco cabalgando sobre el pueblo americano.

PHYLLIS SANTAMARINA




ArribaAbajoSin permiso de la censura

Información de nuestro corresponsal en España


Recursos extremos

Hace diecisiete años que las tropas fascistas entraban en Madrid y con ellas se derrumbaba la resistencia material del ejército republicano. De aquellos moros, regulares, falangistas, etc., que el día 1 de abril de 1939 desfilaban por la Castellana, aclamados por la multitud histérica de fascistas, ya quedan muy pocos, tan pocos que en este año solo hemos visto la escolta mora que protege al dictador.

Cuando se terminó nuestra guerra civil el general Franco, al igual que muchos hombres de Estado, dijo que «no habría vencidos ni vencedores», y su promesa quedó a la misma altura que todas las que ha hecho a través de toda su vida política.

Sabe que la opinión pública está contra él y a pesar de ello su orgullo no deja pasar una sola ocasión sin exhibir los apoyos que le sostienen o que cree que le sostienen. El desfile debía tener lugar el primero de abril, como todos los años, pero conociendo el estado de agitación en que se halla el país prolonga la fecha del espectáculo hasta que encuentra una buena coyuntura para presentarlo.

La visita del rey de Irak, Faisal II, el 18 de mayo sirvió para estos fines.

Franco quiere hacerse amigo del Islam a toda costa para fortalecer su situación internacional, por eso las invitaciones a los jefes de Estado de países árabes están a la orden del día. Quizás sea una nuestra de agradecimiento hacia aquellos bereberes que le ayudaron a subyugar al pueblo español o es muy posible que trate de autodefenderse de esa manera de las posibles traiciones que pudiera ser objeto; lo que si está suficientemente demostrado es que siempre se ha fiado más de sus fanáticos moros que de sus falangistas.

Rodeado de moros llegó a su tribuna presidencial en unión del rey Faisal II, donde presenció juntamente con el gobierno y militares el desfile de esas tropas, que según dijo últimamente en Sevilla, utilizaría si fuera necesario para reprimir cualquier movimiento del pueblo español, aunque bien sabe que en un caso dado sólo puede contar con las fuerzas regulares de la Policía Armada.

El pueblo de Madrid presenció el desfile de las tropas con curiosidad, pero una vez terminado y cuando Franco y el rey Faisal II se encaminaban hacia El Pardo con su exorbitante escolta de coches y caballos, los cascos de estos últimos eran los únicos que rompían el silencio que el pueblo de Madrid ofrecía al dictador; parecía que pasaban los restos putrefactos de la tiranía. Madrid no olvida. En la mente de la juventud los vencidos materialmente se están convirtiendo en los vencedores espirituales.

El dictador sabe que va hacia su hundimiento y ante este temor trata de enterarse personalmente de lo que está sucediendo en la nación; así quizá podrá preparar con tiempo cualquier solución extrema que deba adoptar; pero todo esto nos parece pretender detener el inexorable destino.

Extraoficialmente y de incógnito Franco se encuentra estos días en el Norte en conversaciones con los gobernadores civiles de Bilbao, Pamplona, San Sebastián etc., tratando de encontrar la raíz de los últimos acontecimientos huelguísticos, que han sido de oposición al régimen. Al parecer existe gran preocupación en los medios gubernamentales ante la perspectiva de lo que pudiera suceder el día de mañana si esos movimientos se repiten y se extienden a otras ciudades españoles.

Un desaire marroquí

Mientras en Rabat, y a pesar del gran recibimiento que Franco hizo al Sultán presentándose además como defensor de «moros y cristianos», los marroquíes conceden el decanato del cuerpo diplomático acreditado en dicha ciudad al representante de Francia. Algunos días antes la prensa española daba por seguro que ese nombramiento iba recaer en el representante diplomático de España. Este acuerdo del gobierno de Rabat evidentemente muestra poca deferencia hacia el gobierno franquista y poca atención a su cacareada amistad hispano-marroquí, lo que ha llevado al embajador oficioso de Franco a enviar una «protesta formal» al gobierno del Sultán.

«Otra victoria como esta y estoy perdido», dijo en cierta ocasión el general griego Pirro, y Franco ante el fracaso de su pretendida amistad con el naciente Marruecos Libre puede adjudicarse esa histórica frase.

Madrid, junio de 1956.




La libertad de la cultura en el hemisferio occidental

Los delegados de Norteamérica y de los países Latinoamericanos acordaron en Milán, en septiembre de 1955, confiar al Comité Ejecutivo Mundial del Congreso por la Libertad de la Cultura la preparación de una conferencia de intelectuales de todos los países americanos con el fin de proceder al planteamiento y a la discusión libres de los principales problemas de interés continental relacionados con la libertad cultural y los derechos humanos.

El Comité Mundial ha adoptado, entre otras decisiones, las siguientes:

La Conferencia se celebrará en la Ciudad de México durante los días 5 al 13 de septiembre.

El enunciado general de la Conferencia será: «LA LIBERTAD DE LA CULTURA EN EL HEMISFERIO OCCIDENTAL».

Los informes previstos son los siguientes:

A) LA LIBERTAD DE LA CULTURA EN LOS ESTADOS UNIDOS,
por Sidney Hook.

B) LA LIBERTAD DE LA CULTURA EN AMÉRICA LATINA,
por Luis Alberto Sánchez.

C) LA COLABORACIÓN ENTRE LOS PAÍSES AMERICANOS EN DEFENSA DE LA LIBERTAD DE LA CULTURA,
por Eduardo Santos.

Los temas que han de tratarse y las personalidades inscritas ya para tomar parte en los debates aseguran el mayor éxito a esa Conferencia, de la que se esperan resultados positivos.

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ArribaAbajo Editorial

A la busca de esperanza


Después de la visita del ministro de Relaciones Exteriores de Franco a Washington no podía esperarse que entrara en el terreno de posibles especulaciones la admisión de España en la NATO, pero el Sr. Martín Artajo ha sabido lanzar al viento a su regreso esperanzas a ese anhelo del gobierno franquista.

En el ministerio de Relaciones Exteriores de Madrid se hablaba, a pesar del convencimiento que llevó de Washington el Ministro de la firme actitud de los partidos políticos de Inglaterra y Francia y de las negativas de Noruega y Dinamarca, de que la entrada de España en la NATO y el Pacto mediterráneo serían cuestiones tratadas por el Consejo de la NATO en su reunión de París. Pero la reunión atlántica de París no ha sido propicia a tales aspiraciones. Esa es la razón de que el Sr. Martín Artajo haya tratado de animar a sus colaboradores, pero en esta tarea no ha podido ir muy lejos, el ministro se ha limitado a emplear el ambiguo lenguaje diplomático describiendo la situación sin salida con estas palabras: «No ha cambiado nada».

Así las cosas era de todo punto necesario a los jefes franquistas lanzar otras esperanzas hacia otro objetivo y ese objetivo ha sido Marruecos. De nuevo se pone sobre el tapete el carácter estratégico de Marruecos y la posibilidad de España de establecer bases aéreas en aquel territorio.

A este propósito el Sr. Areilza, embajador de Franco en Washington, ha presentado ante el inquieto Secretario de Estado americano, Mr. Foster Dulles, la posibilidad y la conveniencia de que las bases americanas en España y las futuras bases españoles en Marruecos puedan ser una parte del dispositivo estratégico atlántico, en la NATO o fuera de ella.

Esas preocupaciones explican los actos realizados por el Gobierno Español en conexión con sus relaciones con Marruecos: el reconocimiento de Tunisia como Estado soberano e independiente, el nombramiento de embajador en Rabat, aun antes de haber obtenido la aprobación del gobierno marroquí, y «su buena disposición» respecto a Tánger. En relación con esta última cuestión el gobierno del general Franco ha definido su actitud: se declara favorable la tesis sostenida por el gobierno marroquí a fin de proceder a la revisión del Estatuto de Tánger, y de la integración de esta zona al territorio marroquí. Todos esos actos son gestos vanos, los problemas fundamentales que tiene España planteados no se resuelven con gestos ni con entradas oficiales en organismos internacionales. Ya está España en las Naciones Unidas, también en la UNESCO y también en la Organización Internacional del Trabajo. ¿Qué ha resuelto respecto a sus problemas interiores? Huelgas, serias protestas de los elementos universitarios, encarcelamientos de estudiantes, destituciones de profesores, descontento en el Ejército, declaraciones de las altas autoridades eclesiásticas contra los regímenes totalitarios, pérdida de Marruecos, mi seria, malestar, inseguridad.

La situación española no se nutre de esperanzas contrahechas, busca su natural salida. Inevitablemente España va hacia la liquidación de su dictadura.

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ArribaResumen de noticias

La situación obrera en las provincias vascas

(OPE) -La situación en los medios de trabajo en Vizcaya y Guipúzcoa sigue siendo tensa. En general en las factorías la producción sigue siendo más baja que la normal. De un lado las autoridades tratan de obligar a los trabajadores a que abandonen su táctica de «trabajo lento», por otro lado esas mismas autoridades prohíben toda negociación entre patronos y obreros, mientras que el Sindicato oficial -único al que puede pertenecer los trabajadores- deja abandonados a los obreros. Los sindicatos de cualquier industria pertenecen al Sindicato único y oficial, por tanto no ampararán nunca ninguna demanda de los trabajadores que no sea del agrado del Gobierno.

De los huelguistas detenidos durante el periodo de huelgas siguen detenidos aun muchos. Se tiene noticias de otros trabajadores que habían sido sacados de sus casas a la madrugada y que ahora escriben desde los puntos de destierro.

Estas sanciones no siempre corresponden a una actitud más destacada en la huelga, pues en varias fábricas se ha presentado la policía con orden de llevarse detenido a diez obreros cualesquiera, y como los directores se negaran a hacer la selección que se les pedía, fueron los mismos policías quienes pidieron la nómina y escogieron las víctimas al azar.


Siguen las represalias

(OPE), 5 de junio: -Tanto en Guipúzcoa como en Vizcaya persiste el malestar obrero, causado por las represalias y el encarecimiento de la vida. Los despidos, los encarcelamientos, los destierros, el incumplimiento de las promesas y la dificultad de hacer frente a la carestía creciente de la vida han dado lugar a una excitación visible entre la clase trabajadora y nada extrañaría que a la menor cosa se produjera aquí o allá un paro cualquiera que rápidamente derivase de nuevo en otra huelga general.

Se van teniendo noticias de obreros encerrados en el campo de concentración de Nanclares de la Oca (Alaba) y de otros desterrados a las provincias agrícolas de Burgos, Soria, Valladolid, Ávila, Salamanca, etc., donde las dificultades de encontrar trabajo les condenan a la miseria.

Para dar una idea de la amplitud de las represalias basta consignar que tan solo en una de las secciones de la Babcock-Wilcox ascienden a unos 70 los obreros desterrados.

Se critica duramente, incluso por los industriales, a los gobernadores de Guipúzcoa y Vizcaya que con sus disposiciones han empeorado la situación social.


El general Franco dialoga

Se ha vuelto a abrir el diálogo entre el general Franco y D. Juan, diálogo que comenzó en 1954 en la finca «Las Cabezas», propiedad del conde de Ruiseñada.

De fuente autorizada sabemos que, por el momento, estas conversaciones se han establecido a través de dos intermediarios, uno en Madrid habla en nombre de D. Juan, otro marcha a Estoril llevando al pretendiente las opiniones de Franco. Al parecer estas conversaciones se han iniciado a petición de Franco. D. Juan, por el momento, se limita a anotar con satisfacción esta evolución del General.

El conde de Ruiseñada ha celebrado una entrevista con un redactor del diario londinense Daily Express, en la que ha manifestado que el general, Franco ha prometido a D. Juan que el futuro rey de España será el propio D. Juan, y no su hijo Juan Carlos.

El redactor del Daily Express preguntó al conde si la restauración de la monarquía se produciría antes de lo que se esperaba, en vista del desasosiego que reina en España actualmente, a lo que el conde de Ruiseñada contestó: «No me parece justo que me ponga Vd. en situación difícil con una pregunta como esa...».


El franquismo busca salidas

En Madrid corre el rumor de que la comisión nombrada en la junta Política de Falange encargada de redactar «los proyectos de las leyes fundamentales», propondrá la creación de un puesto de jefe del Gobierno separado del de jefe del Estado -en la situación actual los dos puestos están reunidos en la persona de Franco-. En ese caso el general Franco quedaría fuera de las disputas y fuera de algunas responsabilidades y guardaría solamente el puesto de «regente del reinó».

Otra salida de las que busca el franquismo para remozar su pérdida de poder es el proyecto de organizar una «nueva fuerza política» a la que ya llaman «los independientes». Ese grupo, al parecer, cuenta con nombres como el del capitán general de Cataluña, general Bautista Sánchez, el director de estudios del infante Juan Carlos, general Martínez Campos y algunos ministros de los llamados «técnicos», como el Sr. Planell, ministro de Industria y el conde de Vallellano.


Delegación soviética a España

La agencia Tass ha anunciado que una delegación gubernamental soviética a cuya cabeza figura Alexandre N. Askotchevski, Sub-Secretario de economía agrícola de la U.R.S.S., ha salido de Moscú para Madrid donde tomará parte en las sesiones del Consejo Ejecutivo de la Comisión Internacional para Irrigación y el Drenaje.

La delegación soviética comprende, además del presidente citado, Sr. M. N. Popov, Ministro de Aguas y Bosques de la U.R.S.S., y M. Perekhrest, director del Instituto del Estado de Ukrania para Trabajos Hidráulicos.


Embajador a Rabat

El gobierno español ha nombrado embajador en Rabat a D. Felipe Alcover, antiguo cónsul general de España en Rabat.

Desde el punto de vista jurídico este nombramiento es ilegal puesto que hasta la conclusión de los acuerdos de interdependencia con Francia, los antiguos tratados estaban en vigor, es decir, que la diplomacia marroquí está considerada como diplomacia francesa.

El 29 de mayo la prensa madrileña recogía una información de Rabat anunciando que el Sr. Alcover había protestado cerca del gobierno del Sultán contra la inclusión en los acuerdos diplomáticos franco-marroquíes, firmados el día anterior en París, de la cláusula en virtud de la cual se reconoce al representante de Francia como decano del cuerpo diplomático de Rabat.

El mismo día que el Gobierno español nombraba embajador en Rabat al Sr. Alcover, tomó el acuerdo de reconocer la Tunisia como Estado independiente y soberano.


El rey del Irak en Madrid

El día 18 de mayo llegó a Madrid el rey Faisal del Irak. En el aeródromo fue recibido por el general Franco y los miembros del gabinete, estaban presentes también los embajadores de algunos países árabes. El objeto de la visita del rey Faisal ha sido el examen de la situación en el Próximo Oriente y África del Norte.

Los círculos diplomáticos españoles se esfuerzan en presentar esta visita como el comienzo de negociaciones conducentes a la elaboración del soñado pacto mediterráneo, tendiente a compensar las pérdidas sufridas en el terreno internacional.


Ifni y Marruecos

Una delegación de 1200 miembros del partido del Istiqlal, partido de la independencia, de la posesión española de Ifni, que está situada en la parte sud-oriental de Marruecos, fueron recibidos por el Sultán Mohammed Ben Youssef, a quien pidieron la incorporación de su zona al nuevo Marruecos independiente.

Los delegados afirmaron representar a 13 tribus de Ifni.

El Sultán, dirigiéndoles la palabra, dijo: «Todo el territorio de nuestro imperio, históricamente marroquí; debe volver a Marruecos. Vamos a iniciar negociaciones con España y tenemos la esperanza de obtener la incorporación a nuestro imperio de las Zonas que no están hasta ahora totalmente unidas a él».


Situación de los militares

En la tarde los cuarteles de España están vacíos. No se tome a broma, esa situación real es la consecuencia de la imposibilidad en que se encuentra el régimen de sostener completamente un ejército pletórico. Cierto que los gastos militares son los más pesados del presupuesto español, pero son insuficientes para cubrir los gastos de ese ejército.

Diariamente los oficiales y suboficiales se ausentan de los cuarteles para dedicarse a ocupaciones lucrativas que le permiten completar más o menos sus escasos sueldos. El «job» más frecuente es el de empleado de librería, pero muchos oficiales subalternos son representantes de comercio y se dan casos de tenientes que trabajan las tardes como albañiles y chofer de taxis.



Reportaje de Marcel Niedergand, Franco-Soir, 18 de mayo de 1956.


Aparición de la revista Índice

Ha vuelto a aparecer la revista Índice y no por decisión espontánea del Director General de Prensa sino, según nuestros informes, por una gestión colectiva de los, agregados culturales de las embajadas latinoamericanas cerca del ministerio de Asuntos Exteriores.

Pequeña victoria de Martín Artajo sobre Aparicio.


Bardem no puede salir de España

La España franquista, que pertenece a la UNESCO como miembro de la entidad internacional, ha negado el visado salida al gran cineasta español Bardem. La prensa francesa ha recogido escandalizada la noticia.

Bardem debía representar España en la primera reunión internacional de cineastas que se ha celebrado en París en la última quincena del mes de mayo. Cineastas de treinta y cuatro naciones se reunieron en el Museo del Hombre para celebrar la reunión y esperaban con impaciencia la llegada de Bardem, al que consideran uno de los más prometedores productores de la nueva generación. Los reunidos enviaron un telegrama de protesta al gobierno de Franco calificando el hecho como uno de los mayores atentados a la libertad de expresión.


De la prensa española «Fiesta de la Flor»

Todo es precioso. Las mesas petitorias, que cada año se instalan con más gusto y cuestan más caras. Las señoritas postulantes. Las huchas (algunas, fíjense bien, de plástico) destinadas a recoger los pequeños donativos. Bandas de música, perros policías, señores que hacen su propaganda a base de entregar en persona cantidades importantes en determinadas mesas...

Todo precioso. Claro que algunos pensamos que la misma cantidad de dinero podría obtenerse aumentando un poco, cierto día, los precios de los espectáculos, o mejor aun estableciendo un eficaz impuesto sobre la renta. Pero es que nosotros queremos complicar las cosas. Lo bueno es el tipismo, las flores, el hombre que va tan contento porque lleva las dos solapas cubiertas de banderillas, el rico que pasa de mesa en mesa dejando sus cheques y su sonrisa, para salir en los periódicos y presumir de caritativo...



Juventud, Madrid, 2 de junio de 1956.



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