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Ibérica por la libertad

Volumen 5, Nº 7-8, 15 de julio de 1957

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IBÉRICA es un boletín de información dedicado a los asuntos españoles y patrocinado por un grupo de americanos que creen que la lucha de España por la libertad es una parte de la lucha universal por la libertad, y que hay que combatir sin descanso en cada frente y contra cada forma que el totalitarismo presente.

IBÉRICA se consagra a la España del futuro, a la España liberal que será una amiga y una aliada de los Estados Unidos en el sentido espiritual y no sólo en sentido material.

IBÉRICA ofrece a todos los españoles que mantienen sus esperanzas en una España libre y democrática, la oportunidad de expresar sus opiniones al pueblo americano y a los países de Hispano-América. Para aquellos que no son españoles, pero que simpatizan con estas aspiraciones, quedan abiertas así mismo las páginas de IBÉRICA.

Directora:

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Consejeros:

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  • JOHN A. MACKAY
  • VICTOR REUTHER

IBÉRICA is published on the fifteenth of every month, in English and Spanish editions, by the Ibérica Publishing Co., 112 East 19 th St., New York 3, N. Y. All material contained in this publication is the property of the Ibérica Publishing Co., and may be quoted, but not reproduced in entirety. Copyright 1957, by Ibérica Publishing Co.

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ArribaAbajo La transición española

Por qué no creo en la solución monárquica


Julián Gorkin


Las detenciones operadas en España, en el curso de las últimas semanas, tienen una significación extraordinaria. Me atrevo a decir que una significación realmente histórica. Constituyen una importante etapa en el proceso antitotalitario iniciado por los motines estudiantiles de Madrid en febrero de 1956, por los plantes de los estudiantes de Barcelona hace unos meses. Unos y otros, lo mismo que las firmas -varios millares- recogidas entre los intelectuales en contra de los castigos impuestos a los segundos, demuestran que las nuevas generaciones, así como la aplastante mayoría de la intelectualidad adulta, están decididamente en contra del régimen secuestrador de la voluntad española. Los detenidos recientemente no forman parte de los núcleos republicanos y obreros tradicionales, inquebrantablemente adversos al franquismo; pertenecen a formaciones políticas de nueva creación, al partido democristiano virtualmente constituido, al liberalismo monárquico, es decir, a unas oposiciones nuevas germinadas bajo el régimen. Y lo verdaderamente significativo es que muchos de ellos formaron parte del régimen o colaboraron con él. Con su detención y su procesamiento el régimen les reconoce, quiéralo o no, carta de naturaleza, existencia real e incluso oficial.

¿Cómo tratan de justificarse oficialmente las detenciones? La acusación principal es la siguiente: esos elementos «subversivos» han mantenido contactos con la emigración republicana y, junto con esta, desean el derrocamiento del régimen actual. Es decir, que propenden a la reconciliación de los españoles para la reconquista de la libertad de España. Nos encontramos ante un hecho transcendental, a mi juicio el más sintomático y prometedor de cuantos se han producido en España desde el fin de la guerra civil: entre las fuerzas opositoras del interior y las fuerzas expatriadas se ha establecido el contacto, se ha abierto el diálogo y se ha hecho necesaria la negociación de un pacto liberador y constructivo o reconstructor. Y el régimen persigue violentamente esta voluntad reconciliadora de los españoles, reconstructora del hogar nacional. En una palabra: persigue la voluntad de convivencia y de concordia y trata de impedir la vuelta a la normalidad. Si fuera menester una nueva demostración de que ese régimen representa la anti-España, la anti-Nación, la encontraríamos ahí sin lugar a dudas.

Que sería necesario superar un día u otro las consecuencias de la guerra civil y establecer el diálogo entre todos los que anteponen España a sus egoísmos y a sus aberraciones, eso lo sentíamos más o menos claramente desde hacía años. Sin embargo solo de año y medio a esta parte se ha ido imponiendo esa necesidad entre los españoles del interior y los expatriados; hoy es ya una verdadera necesidad histórica, un imperativo económico-político y moral, un deber patriótico y universal. Y tan es esto cierto, que los que se coloquen al margen de este imperativo o se opongan a él -sean los que fueren y en nombre de lo que fuere- serán condenados por la Historia.

Todo esto nos impone el sentido de la responsabilidad y un deber de conducta: honradez, sinceridad y claridad por parte de todos. Los disimulos, los cálculos maquiavélicos y el bajo maniobreo constituirían un pésimo comienzo y no nos llevarían a la salvación de España. No superarían el trágico abismo abierto, sino que lo prolongarían o abrirían otro más grave aun. Más clara y concretamente: si lo que busca en el diálogo y la negociación cada partido o cada bloque de fuerzas -y estos bloques se están articulando- es el propio medro y el aprovechamiento particular en detrimento de los otros, quien pagará las consecuencias será el pueblo español en su conjunto y, en fin de cuentas, todas y cada una de las formaciones políticas y sindicales en cuestión. España es un organismo inmensamente enfermo y se trata de curarlo, pues si este no se cura no hay curación para nadie.

Para las derechas históricas la salvación de España está en la Monarquía. Me parece lógico y natural que piensen así... Incluso estoy dispuesto a admitir que la tradición española es una tradición monárquica y que, en el conjunto de la Historia de España, los dos ensayos republicanos resultan efímeros y hasta inconsistentes. Pero fueron efímeros e inconsistentes ante todo por su brevedad, porque no tuvieron tiempo de realizar una obra ni de crear y asentar una tradición propia. Y además -y esto no deberían olvidarlo las derechas- porque se dedicaron a hacer obra de conservación y no de revolución. ¿Qué hubiera sido del régimen conservador monárquico si la Segunda República hubiera tenido la voluntad de destruirlo mediante una revolución a fondo? Sean cuales fueren las ideas de cada cual, creo que nadie puede discutir hoy esta verdad brutalmente sencilla: mientras las izquierdas, en nombre de la famosa «República conservadora y sin derramamiento de sangre», evitó la destrucción política y social de las derechas, éstas no pensaron sino en la destrucción de las izquierdas. Y para destruirlas y volver a la tradición monárquica se preparó y se desencadenó la guerra civil. ¿Y cuál ha sido el resultado? ¿Acaso la restauración monárquica tradicional? No por cierto: el resultado ha sido el totalitarismo franco-falangista, la muerte y la ruina, la anormalidad permanente y el callejón sin salida, la asfixia y la consunción de todas las fuerzas vivas y creadoras de España. La prueba está en que para sacar a España del terrible atasco y devolverle la normalidad, incluso bajo el signo monárquico tradicional, es imprescindible la desaparición del régimen actual. Lo que asusta realmente a las derechas ¿no es esta responsabilidad histórica y la consecuencia del fracaso? ¿No es su natural instinto de conservación el que las lleva a desear una restauración monárquica que las proteja y que asegure, en la medida de lo posible, una transición incruenta? Todo eso me parece por demás humano y deberían decirlo así abierta y sinceramente.

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¿Puede ser una solución el retorno puro y simple a la tradición monárquica? Por las razones que apuntaré, yo no lo creo. Empecemos por reconocer que la tradición monárquica se divide en dos partes, bien delimitadas: la de la grandeza creadora de España, que llevó a esta a la cúspide mundial, y la de la decadencia, que la ha reducido a muy poca cosa. Durante la fase de su decadencia el Estado monárquico español no solo perdió todos sus territorios exteriores, sino que en el interior dio lugar a continuas asonadas, levantamientos, guerras civiles y, moral y políticamente, a una división de España en dos. Esta división no era ni casual ni caprichosa, sino que respondía a una necesidad del desarrollo español y a un reflejo del desarrollo mundial: los cuadros tradicionales del Estado y de la sociedad no respondían ya a las nuevas realidades, los nuevos problemas y las soluciones creadoras y progresivas. Luego la tradición monárquica, prestigiosa antaño, ha perdido ese prestigio y se ha convertido en un signo de decadencia y de desbarajuste. También Francia conoció una gloriosa tradición monárquica y ¿qué fue de ella? La unidad alemana e italiana se hicieron bajo el prestigioso signo monárquico y ¿quién siente hoy la necesidad en estos países de volver a este signo?

Claro está que frente a estos ejemplos se nos citan los de Inglaterra, Bélgica, Holanda y los países escandinavos, democracias sólidas e incluso ejemplares en las que los socialistas y los sindicatos obreros han podido gobernar y gobiernan -y han realizado grandes avances sociales- bajo el signo monárquico. Es cierto que esas Monarquías son mucho más democráticas y avanzadas que la mayoría de las Repúblicas americanas, por ejemplo. Quiere ello decir que el problema democrático no es simplemente institucional, sino de desarrolló económico-social y de formación y tradición político-cívicas. ¿Quién puede pretender que, desde estos puntos de vista, España pueda resistir la menor comparación con los países antes citados? En estos últimos las monarquías son auténticamente constitucionales, más bien símbolos institucionales, con prerrogativas limitadas, sin funciones ejecutivas sino meramente moderadoras o de consejo. ¿Cuándo conoció España nada semejante? Y si eso no fue posible en el pasado, ¿cómo se nos puede demostrar que lo será en el futuro y teniendo en cuenta la herencia que nos dejará el franquismo?

Contrariamente a los países a que acabamos de referirnos, en los que tanto las fuerzas conservadoras -las derechas- como las fuerzas progresivas -las izquierdas- pueden convivir y hasta colaborar bajo la institución monárquica, en España no ha podido ocurrir tradicionalmente nada igual. En España las fuerzas reaccionarias y de conservación social han sido siempre monárquicas; en cambio no solo los partidos republicanos, sino el socialista, las centrales sindicales y los partidos nacionalitarios -catalanes, vascos, gallegos- han sido y son antimonárquicos. Esta diferenciación no responde tan solo a un problema de doctrina o, en todo caso, la doctrina es la consecuencia y el reflejo de una contradicción fundamental de tipo económico, social, político y moral. Así es y de esta realidad hay que partir, sin tapujos y sin equívocos, al proseguir el diálogo y la negociación entre las derechas y las izquierdas.

A la diferenciación antes apuntada viene a añadirse otra realidad: hoy no existe un candidato a la restauración monárquica que reúna en sí la popularidad, la solvencia moral y la independencia de carácter -sin hablar de la decisión y la audacia- necesarias para establecer un fuerte nexo entre los españoles. Eso los monárquicos lo saben tan bien como los republicanos. Si ese candidato existiera, Franco no estaría hoy en el poder ni podría practicar ese macabro juego de la sucesión cuando le convenga y en la persona que le convenga. Ni se sentirían los monárquicos españoles tan divididos, domesticados unos e irritados otros y, en realidad, impotentes todos. Ese es el drama, un drama que no interés a tan solo a los monárquicos. Sin él, la negociación de un acuerdo mínimo de cara a la transición sería mucho más fácil.

Creo que era menester situar el problema en su cruda realidad. Hemos procurado hacerlo clara y sinceramente. Pero hay otra realidad: es que el régimen actual no puede continuar. Su descomposición y su podredumbre han llegado al punto máximo. España se consume y se envilece bajo su secuestro. Los problemas se acumulan, y se agravan y, consecuentemente, los descontentos y las materias explosivas. El inmovilismo prepara la catástrofe. ¿Qué español digno deja de sentirlo y de temblar ante esta perspectiva? ¿A quién le interesa la continuación de la pugna abierta, su agravación cada semana e incluso cada día y, al final; la solución catastrófica? A nadie. A nadie que tenga un mínimo de responsabilidad.

Hay que salvar a España aislando y liquidando al franquismo. Todos los que convergen en la necesidad de superar las consecuencias de la guerra civil, de establecer un puente, sobre el abismo abierto, de restablecer la reconciliación de los españoles en la libertad, de normalizar la vida pública y la convivencia civil, de crear una nueva conciencia nacional y de integrar a España en el concierto universal democrático y libre deben intensificar el diálogo y preparar el compromiso. Por encima de las responsabilidades históricas. Sometiendo el pasado al porvenir. Para esta obra vital y urgente las derechas antifranquistas pueden y deben contar con las izquierdas. Un pacto e incluso un programa de transición y de superación es posible entre ambas partes.

¿Cuál es el escollo? Las derechas, que tienen conciencia de su responsabilidad respecto del pasado y que desean cubrirse de cara al porvenir, dicen insistentemente: queremos que el compromiso y el programa se establezcan bajo el signo institucional monárquico. Repito que me parece natural y lógica su pretensión. Pero no es menos natural y lógica la pretensión de las izquierdas al responder: sin signo institucional previo. Sometiendo el régimen futuro, monárquico o republicano, a lo que decida libremente la voluntad nacional. Comprometiéndose todos a respetar el fallo. Honradamente no les pueden pedir las derechas a las izquierdas que colaboren en la instauración y el afianzamiento -aun cuando sea transitoriamente- de la monarquía sin llevarlas al suicidio político. Pues a un suicidio equivaldría el reniego de su historial, de su formación, de su esencia. ¿A quién puede interesarle semejante suicidio? ¿A quién le interesa socavar desde el comienzo el necesario equilibrio político de cara al porvenir? ¿A quién aprovecharía? Tan solo a los pescadores en río revuelto: a los comunistas, capaces de todas las maniobras y todos los cambalaches políticos con tal de medrar al servicio de la política exterior del Kremlin; a los demagogos de la gimnasia revolucionaria, que solo pueden vivir en el caos y para el caos; y, finalmente y en nombre del anticomunismo y del orden, a otro aventurero o caudillo. No se trata tan solo de superar el abismo abierto ayer; se trata, además y sobre todo, de no abrir otro abismo mañana.

JULIÁN GORKIN

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ArribaAbajo Nuevo diálogo de las Españas

Fernando Valera


A los nuevos liberales de la España solariega que leyeron el primer «Diálogo» y solicitaron una segunda plática.

En mi ensayo sobre «Diálogo de las Españas», iniciado hace más de un año en Ibérica de New York, reproducido en Excelsior de México y continuado en Cuadernos de París, me propuse realzar la necesidad de que los españoles de las tres Españas -la oficial, la peregrina y la solariega- entablásemos el diálogo que nos permitiera superar el estado crónico de guerra civil y conocernos mejor que nos conocemos, como antecedente obligado de la reconciliación nacional. En realidad vengo trabajando en este sentido, no ya desde que salí al destierro en 1939, sino desde antes de que la sistemática siembra del odio a que fue sometida nuestra España desencadenara la funesta guerra civil. Supe preverla, la he sufrido pues dos veces, primero en imagen anticipada y luego en realidad vivida; anhelaría ahora contribuir a remediar los inmensos daños que ha inferido a la patria. Digo esto para que sin más esclarecimientos mi simpatía por cuanto vosotros venís haciendo, comprendáis desde el otro lado de la barricada, con igual espíritu humano y patriótico.

Imposible examinar aquí los muchos puntos de conformidad, y los pocos aunque profundos de desacuerdo con el nutrido documento que me enviasteis, en respuesta a mi «Diálogo de las Españas». Coincido con los tres fines que os proponéis alcanzar: vuelta a una democracia viable, proceso abierto a la gradual transformación de la sociedad española y proscripción de los métodos de violencia. Me parece también acertada la táctica de proceder por etapas, siendo la primera una alianza a largo plazo, en torno a un programa común convenido, de todas las fuerzas de izquierda potencialmente aliables.

Permitidme una primera observación: ¿Por qué desconocéis o ignoráis en la numeración explícita que hacéis de dichas fuerzas, al republicanismo clásico? Ni cuantitativa, ni cualitativamente es un residuo despreciable, como se inclina a creer y propagar cierto prohombre socialista desterrado. Políticamente, como todo los movimientos de opinión que no representan un interés centrífugo y parcial de clase, grupo o región, sino una aspiración centrípeta de comunidad o nación, el republicanismo clásico tiene altísimo papel que desempeñar en el funcionamiento equilibrado de la futura democracia española, donde por desgracia tan abundantes y poderosas van hacer las tendencias dispersivas. Moralmente los republicanos representan el sector de opinión nacional que no quiso la guerra, siquiera no lograse evitarla, que fue arrastrado a ella por el ardor ajeno, las propias debilidades y la general desventura.

Cierto que su gran pecado del pasado fue la anarquía interna que le hizo oscilar del caudillaje personal a la atomización colectiva, pero el republicanismo, por la fuerza de la realidad y su evolución en el tiempo, se deshace de esa pasada tendencia y será una fuerza política moderna sin caudillo ni jefe permanente, sin estrechez sectaria que permita recoger los altos ideales comunes, respetando la diversidad de tácticas ocasionales y sabrá destacar en cada caso el líder, el hombre representativo que mejor interprete el momento político. Este es, al menos, el pensamiento y la decisión de la mayoría de los republicanos.

*  *  *

Decís en vuestro documento, y coincido con vosotros, que tras una primera alianza de las fuerzas liberales y progresivas, sería preciso promover y organizar una especie de Unión Nacional, si es que de veras nos proponemos reconciliar a los españoles y normalizar, por procedimientos democráticos, la vida de la sociedad y del Estado.

En la transición de la primera etapa a la segunda, de la Alianza de izquierdas a la Unión Nacional, se os plantea, como no podía por menos, el tremendo problema institucional que por razones de rapidez y economía os avenís a que se resuelva sacrificándole el otro mucho más esencial a mi juicio, el de la soberanía. Aquí es donde aparece la discrepancia fundamental con vuestro programa.

Debo dejar sentado que nuestra adscripción y lealtad a la legitimidad republicana en exilio, no significa desconocimiento de estos dos hechos, más que principios. Primero, que la soberanía es anterior y superior a la legitimidad, y segundo que la soberanía nacional no ha emigrado ni puede emigrar, y reside plenamente en la España solariega.

Como republicano comprendo que no es viable restablecer, en la coyuntura presente la legalidad de 1931. Defendemos los republicanos la permanencia de la legitimidad en cuanto procede de actos de la soberanía, cuya autenticidad fue patrióticamente reconocida y acatada por Alfonso XIII y que ni el mero triunfo de la fuerza, ni la obra del tiempo puede anular, al menos en el acto de nuestra adhesión. Solo otra manifestación jurídica igualmente sincera e indiscutible de la voluntad nacional nos liberaría de la trágica carga de esta lealtad.

Lamento que los monárquicos liberales no hayan llegado todavía a comprender ni compartir el criterio de que tampoco es viable el restablecimiento previo a una consulta electoral de la legalidad monárquica. Una monarquía impuesta por razones de rapidez y economía, se encontraría desde el principio ante el dilema de o no consultar ni acatar en lo sucesivo la voluntad nacional (es decir, de no ser ni popular ni democrática), o de correr el riesgo, si la consultara, de una derrota electoral que abriría de nuevo el círculo de las convulsiones y violencias políticas. La táctica de condicionar a una restauración previa de la monarquía el apoyo que pudieran aportar para la liberación de España, es claro indicio de que esos monárquicos liberales no están dispuestos a acatar la voluntad del pueblo sino cuando sus manifestaciones les sean favorables. En efecto, si los monárquicos estuviesen dispuestos a acatar mañana una manifestación de la voluntad popular que les fuere adversa ¿Por qué no se avienen a facilitarla previamente?

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Vuestros emisarios han hablado de las preocupaciones y temores que abrigan altas personalidades monárquicas responsables, de que una monarquía restaurada no fuese estable ni cumpliese con la misión histórica de reconciliar a los españoles, si no contaba con una poderosa fuerza democrática y popular de izquierdas con que compensar y equilibrar las poderosas fuerzas tradicionales de carácter conservador de la sociedad española. El temor me parece justificado. En cuanto republicano, comparto una inquietud semejante aunque de sentido contrario, porque tampoco sería estable, nacional y pacificadora una república que no acertase a asimilar aquellas fuerzas tradicionales de la opinión actual del pueblo español. Acaso por no haberlo comprendido así y no haber sabido hacer los sacrificios necesarios para «nacionalizarse», fue tan triste el desenlace de la experiencia republicana de 1931, iniciada con tan prometedores auspicios.

Entre las múltiples soluciones que pueden apuntarse para resolver esos conflictos, conflictos que nos tienen a todos encastillados en nuestras trincheras y nos impiden ponernos en pie de paz e iniciar el camino de la reconciliación, pueden señalarse tres:

1) Plebiscito entre la Monarquía con la constitución de 1876 o República con la de 1931 y reconstrucción rápida del Estado. La ventaje de este procedimiento es que elude de momento los riesgos de todo periodo constituyente, experiencia siempre costosa y azariega.

2) Apertura lo antes posible del periodo constituyente, si se estima conveniente afrontarlo, resolviendo plebiscitariamente el problema de régimen al mismo tiempo que se vota la Cámara Constituyente, como se hizo en Italia a raíz de la carda de Mussolini.

Debo hacer hincacapié en este sistema porque, a mi juicio, daría mucho camino andado para la consolidación de la futura democracia cuya mayor desventura sería que, como en 1931, las fuerzas sociales de carácter nacional se rompieran en dos bandos irreconciliables por la cuestión de régimen.

3) Periodo provisional de un plazo convenido de diez años, por ejemplo, dotando al gobierno nacional de un estatuto jurídico y de un programa circunstanciado y gradual de reconstrucción y reorganización política y económica del país.

En el camino que vosotros propugnáis ahora de una Alianza de los elementos liberales a fines, como primera etapa hacia la Unión Nacional, con el designio de reconciliar a los españoles y desplazar el presente sin lanzarnos al abismo de un porvenir incierto, que lo rehabilitaría, he trabajado mucho el ánimo del exilio, al principio contra incomprensión y aun la hostilidad de muchos de los que ya hoy proclaman una política de reconciliación nacional.

Ilustración

Comprendo vuestros temores de que quizá haya que pasar por una etapa de restauración previa de la monarquía -o decidirse a afrontar una era revolucionaria- si quienes pueden hacer más rápida y económicamente la transición no se avienen a seguir el otro camino razonable de consultar previamente la voluntad nacional. Ello sería un error gravísimo, error que nos llevaría, por las razones explicadas, no a superar un periodo de violencias, sino a aplazarla. En todo caso yo no me incorporaría a tan arriesgada empresa.

Puestos ante una situación de hecho muchos republicanos estaríamos bien dispuestos a abrir un margen de crédito y confianza a la experiencia, sin implicarnos en ella. Condición previa e ineludible para la apertura de este margen de crédito sería que la situación del hecho se declarase a sí misma provisional, garantizase plena libertad de organización, acción y expresión a los partidos republicanos y se comprometiera al inclinarse respetuosamente ante la soberanía nacional libremente consultada con las garantías que asegurasen la sinceridad de las elecciones. Pudiéramos seguir -esa experiencia con simpatía, pero desde fuera.

FERNANDO VALERA




ArribaAbajoLos cinco libros de Ariadna

Prólogo de la novela de Ramón Sender


(Primeros párrafos)

Alguien ha dicho que los antiguos tenían verdaderas razones para vivir mientras que los modernos solo tenemos pretextos. Muchos de los emigrados, solo tenemos pretextos, realmente, aunque los míos los encuentro cada día más gustosos y si hacemos algo con una responsabilidad verdadera es porque queremos que sean lo más plausibles para uno mismo. Ariadna es producto de ese estado de ánimo. Perdidas algunas raíces, quizá las más importantes, sentimos la necesidad de compensarlas con una floración capaz dé explicar lo inexplicable o de propiciar alguna clase de emoción virgen.

Este libro de prosa está escrito como otros míos sub species poetica. Comentando Epitalamio o La Esfera algunos críticos han dicho de ellos lo mismo. Ya pasada la juventud pero no el amor juvenil por la; vida me gusta comprobar que mi acento natural era la poesía y Ariadna buena o mala como novela será una prueba más. No es difícil construir algo lírico a distancia con los detritos acumulados o esparcidos de tantas ruinas. Es posible que el haber escrito el libro rápidamente sea la causa de cierta monotonía y se vea en él un acento sostenido de un mismo estado de ánimo, pero acepto el riesgo a cambio de la espontaneidad que pueda tener y a veces tiene el primer borrador. Hay quienes creen que Ariadna la tiene. O dicen que creen que la tiene. Yo creo también fácilmente lo que me conviene creer. O digo que lo creo.

En todo caso buena o mala -yo diría que discreta y a veces inspirada y con alguna resonancia gustosa para los lectores españoles- aquí está Ariadna. Con ella y con otros fantasmas de mi intimidad espero el momento de regresar a España o de renunciar definitivamente al regreso en una dulce calma. No se entienda demasiado al pie de la letra. Pocas veces en estos tiempos la calma lo es. La imaginación vuela, el recuerdo la alcanza y compensa y la inquietud y la ansiedad del futuro se les unen turbando nuestra vigilia hasta la angustia. Que mis contrarios, esos que me hacen el favor de obligarme con su odio a limitar y condicionar mi panfilismo natural se conformen con estas atenuantes abstractas mientras llegan otras contrariedades más ricas y concretas. Y sepan que no les guardo rencor. No por generosidad cristiana ni pagana sino porque sé que su odio es una forma de condicionado amor que me beneficia y al cual debo no poco de lo bueno que tengo, si tengo algo.

Pero permítanme recordarles que algunos han caído en las telas de araña viscosas de los sistemas que hacen del poeta un enemigo mortal. No es necesario puntualizar (las contrariedades personales debe guardárselas cada cual) aunque es bueno repetir que se asesina al poeta en la España de hoy y en la Rusia del Vodz. Cuando no pueden asesinarlo porque los brazos no alcanzan tan lejos se intenta el envilecimiento por la calumnia. Pero a tal extremo han llegado las cosas que la víctima de este último desafuero puede ya considerar su suerte con orgullo. No soy yo solo a merecer este privilegio aunque conmigo han ido realmente demasiado lejos y quiero recordarles que eso de que la mayor mentira sea la más fácilmente creída no da, resultado siempre y que hay en el orden natural de las relaciones humanas una secreta ley de compensaciones. A fuerza de acumular injurias sobre una persona no es raro verla aparecer de pronto aureolada de una pureza angélica. En las resistencias secretas del escritor y del artista hay defensas de una calidad que ignorarán eternamente los del alboroto y todavía en los momentos más críticos nos flanquean los duendes custodios de lo indiscernible. Por el contrario los mayores elogios de la tontería adicta no logran hacer de un lerdo o de un canalla un hombre estimable. En todo caso por si hay algún lector que sorprendido en su inocencia, duda de mis defectos (más bien podríamos llamarlos excesos) y de mis virtudes (no tengo ninguna que no sea una simple y natural fidelidad a los primarios intereses de mi salud moral y física) les recordaré que soy el mismo de la infancia, la adolescencia y la juventud. Pueden seguir amándome u odiándome con los mismos estímulos. Se cambia de maneras, se modifica el color del pelo y el acento verbal; quizá se llega a hablar un idioma diferente, pero uno no cambia en lo esencial.

Soy un hombre ordinario en la acepción discreta de la palabra. Mi vida ha sido siempre y sigue siendo la de un pequeño burgués con una tendencia mixta a la pereza y a la aventura. Al ensueño y al más crudo realismo. He tratado de ser un burgués sin conseguirlo. Más a menudo he tratado de identificarme con los llamados proletarios sin lograrlo tampoco. Por un azar que a veces me sorprende a mí mismo todavía a pesar del panfilismo del que hablaba he estado como casi burgués o casi proletario en el centro de casi todos los acontecimientos importantes de la vida de mi país y en ellos he tomado naturalmente el lado del pueblo por una cierta inclinación a lo noble. Allí donde se alzaba la protesta, allí estaba yo. La vida era fea y alguien tenía la culpa. Nunca he creído que se pudiera hacer otra cosa en España la clásica Iberia ferax venenorum de Horacio. No he sido un héroe aunque he sufrido a veces las desventajas del heroísmo. Durante la guerra de África, las sublevaciones contra Primo de Rivera, las conspiraciones contra la monarquía, los lamentables hechos de Casas Viejas, el alzamiento de Asturias y la guerra civil he estado siempre en medio de la refriega aunque en lo que se refiere a la guerra civil cada español estuvo, creo yo, en cada instante en el centro de cada acontecimiento. Sin embargo como no pertenecí a ninguna congregación secreta ni pública, no me beneficié con ninguna de las victorias parciales que tuvimos y menos con las derrotas. Todo esto no quiere decir que no haya actuado en 1934-36 cerca de los de Moscú y por cierto con una lealtad a toda prueba porque desde el primer día hasta el último de nuestra corta relación les expuse todas mis discrepancias. No conseguimos resolverlas y me alejé lo mismo que me había acercado. Eso de que estuve en el partido y me echaron son cuentos de vieja ad majorem Vodzi gloriam. Si fuera verdad lo diría porque hace muchos años que eso no constituye para nadie un motivo de vergüenza sino todo lo contrario.

Pero la base de nuestras discrepancias no era política. La diferencia estaba en nuestra manera de entender lo humano. Yo lo entendía a mi modo y ellos no lo entendían de modo alguno. Además yo tenía demasiada fe en demasiadas cosas. Ellos no son gente de fe sino de trucos y martingalas con el bajo espíritu de los burócratas de todos los tiempos. Quizá con eso se puede asaltar el estado (tampoco lo creo, porque los que lo hicieron en Rusia en 1917 eran feroces idealistas), pero hemos visto ya que ni los hombres viven mejor, ni las relaciones sociales son más justas. Al revés. Los llamados proletarios están en Rusia envilecidos por la miseria y el terror.

El único argumento con el que los rusos solían taparnos la boca era el siguiente: En Rusia todo el mundo trabaja y no hay injusticias como el paro obrero. En los últimos años se ha demostrado que hay algo peor. La población no asimilada por la economía del país es convertida en un subproletariado que trabaja catorce horas por solo la comida, es decir en una esclavitud peor que las de la Edad Media. En esas condiciones están veinte millones de trabajadores rusos. Los hechos son más tozudos que todas las propagandas.

Creo que no puedo ver ni sentir políticamente. No soy capaz de formar en la fila de los perros de circo ladrando a compás y llevando en la boca el bastón del amo ni por otra parte tengo el menor deseo de actuar de jefe de pista. ¿Con esos veinte millones de esclavos detrás? No, gracias. Tampoco mis experiencias de juventud fueron políticas. Ignoro lo que es una asamblea de partido o una reunión de célula. Pero sé que el poeta y el político son especímenes opuestos e inconciliables y que las cualidades del uno y del otro se repelen. Cuando me he acercado a la política me he conducido como poeta (resultaba así un animal indefinible) y entre los escritores me consideraban a menudo un político. Unos y otros se engañaban y se irritaban al sentirse engañados. Pero un escritor no puede evitar la circunstancia social. Para mantenerse insensible a los problemas sociales en nuestro tiempo hay que ser un pillo o un imbécil.

Sin embargo esa actitud arguyente no debe ser definidora, para uno. La verdad es que cada vez que me doy cuenta de que alguien trata de definirme lo dificulto por todos los medios. Sabido es que el que nos conoce nos limita, el que nos comprende nos domina, el que nos define nos mata. Gracián dice: «Atento al primor. Todos te conozcan. Ninguno te abarque». Me parece justo que nadie pueda con exactitud definirme ya que yo no me atrevo a definir tampoco a nadie. Unos dicen que soy un idiota y no ha faltado quien diga (a nadie le falta un adepto ciego) que poseo alguna habilidad literaria. Los unos y los otros tienen tendencia a exagerar. Pero lo mismo me da una cosa que otra y a todos se nos va a llevar el diablo un día como se llevará al planeta que pisamos y al universo en el que seguimos todavía girando.

Sin embargo no hay que encogerse de hombros. Lo que hay que hacer es actuar enteramente y no fraccionariamente. No actuar como hombres de una clase social sino como un ser humano elemental y genérico. No aceptamos el truco de la conciencia de clase. Hasta ahora ha dado solo victorias a los enemigos del hombre. Cada vez que se actúa en nombre de la clase de los explotados se les hace perder la batalla a los explotados (en Alemania, en Italia, en España) y cuando los explotados creen haber triunfado políticamente en Rusia con su conciencia de clase y sus fárragos doctrinarios son más explotados que antes y viven más miserablemente y con unos horizontes más turbios y menos vastos que nunca. Es natural. Una doctrina que conduce a la guerra y al caos tiene que concitar y atraer sobre sí la catástrofe. Por encima de los intereses de clase están los de la especie. Cuando se actúa en nombre de ella (cristianismo, revolución francesa, revolución americana) los trabajadores obtienen libertades, provechos y formas de bienestar que los pobres rusos ignoran. Pero además la especie tiene sus leyes secretas con las cuales cuida y cela su hoy y su mañana.

Por la misma razón por la cual en tiempos de guerra o de epidemias aumenta enormemente la cifra de nacimientos -la especie existe y todo lo que existe quiere seguir existiendo-, por la misma razón la especie sabrá hacer de todas las clases una sola en el plano del bienestar y de la civilidad antes de afrontar el riesgo de su propia aniquilación. Las clases que representan hoy la cultura y que tienen poder están encontrando ya soluciones en algunos lugares del planeta. La amenaza de la bomba atómica (el gran mal) lleva traza de convertirse -oh manes dialécticos- en el gran bien.




ArribaAbajoSin permiso de la censura

«Con la iglesia hemos topado»

La malicia -o sabiduría- popular ha querido que el gobierno que rige desde Febrero los destinos del país haya sido tachado de ensotanado. Fenómeno es éste que no puede extrañarnos en nuestra tierra ya que la multisecular confusión de poderes espirituales y materiales en manos de la Iglesia (los Concilios de Toledo no son de ayer mañana) ha encendido cóleras tan propicias al fuego como esas rastrojeras agosteñas de nuestra meseta.

A cuento de esto viene un chistecito más de los que el buen humor madrileño utiliza a la manera de venablos. Sabido es que cuando el Sr. Arburúa regentaba el ministerio de Comercio era actividad importante de éste departamento la concesión (no siempre exenta de arbitrariedad) de licencias de importación; Cuando se llamaba por teléfono, siguiendo el rito falangista, el funcionario respondía: «Arriba España». Hoy no es Falange sino «Opus Dei» quien manda en el Ministerio. Por eso, el funcionario que responde a la petición de licencia, dice: «¡Sin pecado concedida!».

Bromas aparte, nuestro pueblo es muy amigo de apoderarse de una creencia generalizada y convertirla en un dogma o en clave capaz de explicar todo. Esta es una de las razones que han obligado a la jerarquía eclesiástica a poner los puntos sobre las íes, mediantes dos editoriales en la revista Ecclesia. El primero de ellos se titula: «¿La Iglesia en el poder?» y dice explícitamente que no puede confundirse la presencia en el poder de miembros del «Opus Dei» con el ejercicio del poder por la Iglesia. El otro, más extenso, está dominado por la idea de marcar distancias entre la Iglesia y el Régimen. Se citan profusamente las frases del Cardenal Primado Plá y Daniel en la universidad Gregoriana de Salamanca, donde abundan afirmaciones como esta: «Habréis oído tal vez que hoy en España mandan los curas. No mandan ni en España ni en ningún país del mundo». Y tras explicar en profusas columnas que «la Iglesia» no se infeuda en ningún régimen aun que trate cordialmente con él, se descuelga al final pidiendo que se dicten las leyes complementarias anunciadas en el artículo 34 del Fuero de los Españoles para (y vale la pena de transcribir la parrafada):

consolidar cada día más la unidad entre los españoles y la paz social, dentro del uso legítimo de las libertades inherentes a la persona humana y del razonado diálogo entre los distintos estamentos sociales en defensa de sus derechos respectivos y aún entre el Estado, los ciudadanos.



Prudente actitud

Esta actitud pudiera sorprender a quien no haya seguido de cerca la prudente actitud de la jerarquía eclesiástica desde el mes de febrero. Contrasta con la intención de no «embarcarse» en la nave gubernamental, la solidaridad que existía antes, cuando el Sr. Martín Artajo era ministro de asuntos exteriores, y cuando Pío XII dio instrucciones a éste en noviembre de 1956 para lograr «la plena pacificación de los espíritus». Es más, cuando el Sr. Martín Artajo fue «dimitido» en Febrero escribió al Nuncio una carta, que se ha hecho pública, recordando cómo le había pedido consejo años atrás antes de aceptar el cargo que le proponía el Caudillo. El representante de la Santa Sede no ha tenido ningún inconveniente en confirmar dicho episodio.

Singular y prudente actitud la de la Iglesia ahora, cuando cede a los seglares que detentan cargos en el gobierno, el monopolio de los aciertos o errores con que se salde su gestión.

Pero hay más. Nuestros lectores americanos conocen sin duda las respuestas del Caudillo a la interviú que le hizo, a primeros de este mes, la agencia «Noticias Católicas» de la «National Catholic Welfare Conference». Una vez más habrán comprobado la impermeabilidad política del jefe del Estado y su deseo de justificarse recurriendo a los más desacreditados latiguillos. Sin embargo, la cuestión no reside ahí, y tal vez muchos lectores no hayan parado mientes en ello. Lo interesante de esa interviú no son las respuestas, sino las preguntas, que han sido formuladas con el pleno asenso, si no por iniciativa de la jerarquía.

Las preguntas constituyen una verdadera interrogación programática estrechamente relacionada con el criterio mantenido en Ecclesia, con la pastoral de los -Metropolitanos el año pasado sobre el nivel de vida de los trabajadores e incluso con las palabras de Pío XII a Martín Artajo: mayores libertades, elevación del nivel de vida y aquella otra tan categórica: «¿Algún mensaje para los expatriados españoles desde hace veinte años?»

La interviú ha sido hecha por Paco de Luís, personalidad del periodismo católico, presidente del consorcio de prensa no falangista (Con-De-Sa) y de la asociación de periodistas católicos. Ha sido el primer gesto público que la Iglesia ha iniciado. Partiendo de la interviú, el segundo de los editoriales de Ecclesia mencionados pasa más abiertamente al ataque.

Estos días se están reuniendo en Toledo los cardenales y arzobispos españoles. Secreto es el tema de sus deliberaciones y secretas serán sus resoluciones hasta que hayan sido aprobadas por Roma. Pero ya no falta quien vaticine que las relaciones entre la Iglesia y el Estado pudieran ser uno de los temas primordiales de estas deliberaciones.

¿Quiere decir esto que la Iglesia ha pasado a la oposición y que asistiremos al peregrino espectáculo de que la mayoría de los mitrados se opongan verdaderamente al régimen? Nada permite pensar en semejante actitud que contradeciría las habituales normas de prudencia de la Iglesia. Se trata, pura y simplemente, de no participar en las responsabilidades de los gobernantes, cuando estos comienzan a alienarse las simpatías de la mayoría no ya de la población sino de los católicos. Cuando Herrera Oria y Careaga siguen en prisión, adonde ha llegado también el viejo canonista Sr. Torrubiano Ripoll, resulta demasiado duro para la Iglesia solidarizarse con la represión.

Además, las tendencias católicas de izquierda cobran cada vez más fuerza. Circula por Madrid, un documento1 que ya tiene varios meses de existencia, firmado por siete sacerdotes, dos abogados, un catedrático y dos obreros, que constituye un verdadero programa del catolicismo con tinte «social» y de izquierda. Este documento afirma desde sus primeras líneas que «nos encontramos, nada menos, con una sociedad llamada católica que, en su dimensión religiosa, va definiéndose cada día con más indudable relieve, por su vaciamiento de Catolicismo». Sin tomar posición sobre la guerra civil, afirma no obstante:

Toda la violencia y la desmesura que desembocaron en el año 1936 fueron, por tanto, las consecuencias forzosas de una inveterada situación de injusticia, cuya fermentación vinieron a apresurar, desviar, y por último enloquecer, gérmenes de determinadas doctrinas sociales e ingerencias políticas.



Por desgracia no podemos exponer en el marco de este artículo un estudio como el que nos ocupa de veintidós páginas mecanografiadas a un espacio. Baste con decir que condena solemnemente la división de «dos Españas», la inmovilidad de un catolicismo que se quiere oficial, el «espíritu de cruzada» y de los que se creen asistidos de la razón de un «juicio de Dios», y propugna por una revisión de las estructuras económicas y sociales del país y por un Catolicismo que se acerque al pueblo, que se interese por las experiencias de otros países, por revisar los «tópicos de la desgraciada identificación del Catolicismo y la tradición nacional». De entre sus últimas líneas entresacamos esto: «Por Dios, que nuestro Catolicismo de ayer no haga sombra sobre nuestro posible catolicismo de hoy y de mañana; el único posible».

Están pasando muchas cosas en España y los cambios operados en muchas conciencias tienen que reflejarse en las actitudes de la Iglesia, celosa de guardar unas posiciones que el dogma estima eternas. Por eso el Caudillo y sus fieles que, apoyándose en el integrismo pensaban golpear a diestro y siniestro, pudieran verse obligados a hacer la popular reflexión de nuestros héroes cervantinos.

Nueva clientela carcelaria

Y ya que decimos que «pasan cosas», en efecto, el capítulo de lo inaudito está lejos de acabarse. Figúrense ustedes que el general Kindelán se presentó en la cárcel de Carabanchel, de uniforme para visitar a los detenidos. Oficiales de prisiones y otros cancerberos, habituados a tratar a puntapiés al «carpintero de la esquina» y a otros «rojos» de idéntica catadura, están confusos y atribulados ante la alcurnia de sus huéspedes de hoy. La ignorancia de este hecho ha sido una de las causas -se dice- de la salida del general Hierro del poco simpático puesto de Director general de Seguridad. Cuando el Sr. Satrústegui fue puesto en libertad le pareció que debía lavar semejante mancha e hizo publicar una nota en la prensa diciendo que estaba demostrada su inculpabilidad. El general Hierro no tuvo la perspicacia de comprender que, cuando la censura había dejado publicar la susodicha nota, había que ponerse guantes para entrar en materia. Hierro creyó que se trataba de un «rojo» más e hizo publicar otra nota polemizando con Satrústegui y diciendo como que «ya veríamos» en que quedaba todo. Si la polémica era caer en el ridículo, por otra parte significaba tina intromisión de la Dirección de Seguridad en las atribuciones del poder judicial. Sabemos que el «Fuero de los Españoles» no existe para los huelguistas (obreros o estudiantes) de Barcelona, pero ¡caramba! cuando se trata de ciertos personajes resulta improcedente pisotearlo con ostentación. Esto fue la gota de agua que hizo desbordar el vaso. Y hete aquí a D. Carlos Arias Navarro nombrado Director general de Seguridad, flanqueado por el coronel Ayuso y Sánchez-Molero, ayudante y hombre de confianza del general Camilo Alonso Vega. Arias Navarro fue enviado a Pamplona como hombre apaciguador cuando se produjo el conflicto con la Diputación de aquella provincia de tradición foral. Mucho es de temer que su misión en el edificio de la Puerta del Sol no tenga el mismo carácter. Sin embargo es digno de hacer constar -aunque sin querer sacar consecuencias de ello- que es el primer Director de Seguridad de carácter civil y no militar. Tal vez porque para militares basta con el titular del Ministerio.

El pan de cada día

De modo que, tal vez vayan mejor los seguros sociales, porque lo que es el resto de la vida material... valdría más no hablar. La subida del teléfono se hace la competencia con la subida de las tarifas eléctricas y con la que el Ayuntamiento madrileño nos promete sobre los taxis. Pero más chusco ha sido lo del pan. Cuando se subió el precio del trigo hace varias semanas, el ministro de Agricultura, que tiene un nombre difícil de llevar (se llama Cánovas) aseguró que por nada del mundo subirían los precios del pan. Poco después aparecen las siguientes disposiciones: se divide el pan en «familiar» y «el otro»: el familiar se sube en 0,35 el kilo. En cuanto al otro, ¡precio libre! Ya tendremos ese riquísimo panecillo de Viena al que las generaciones jóvenes han situado en la misma dimensión fabulosa de la Atlántida y las Sirenas. Pero, ¡a qué precio! Y como eso tantos otros panecillos que irán reduciendo el pan «familiar» a la mínima expresión, lo más incomible posible.

En fin, Justo es reconocer que si los asuntos interiores van mal, los medios oficiales se consuelan con las actividades diplomáticas que tanto suelen apasionarles. Claro que la pasión lleva, a veces, demasiado lelos. Por ejemplo, la VI reunión del Centro Europeo de Documentación, bajo la presidencia de Otto de Hapsburgo, no se ha limitado a pedir el ingreso de España en la OTAN, sino que ha criticado a los Estados Unidos Porque a juicio de los congresistas, inspirados en Parte por el Sr. Martín Artajo:

La política de los Estados Unidos no ha tenido siempre en cuenta en este último año los intereses de los pueblos libres. A los Estados Unidos les falta decisión y firmeza en lo que concierne a los pueblos que se encuentran bajo el yugo soviético. Esta actitud ha repercutido en la política de las Naciones Unidas negativamente.



Y después de esto, viene una toma de posición contra todo posible acuerdo de desarme, temor que, como ya decía en mi crónica anterior, cuesta muchas noches de insomnio a los prohombres del Palacio de Santa Cruz. Y nótese que a esta reunión del «Centro Europeo» no fue el ministro de asuntos exteriores, como de costumbre, porque las peregrinas resoluciones más arriba señaladas estaban preparadas por los expertos diplomáticos del gobierno y había que dar la impresión de que éste «no se metía en nada».

Asuntos africanos

En fin, más importantes han sido los viajes del Sr. Balafrej, ministro de asuntos exteriores de Marruecos. Los diplomáticos españoles se baten palmo a palmo, aunque con la convicción de que la retirada de la peseta del Norte de Marruecos es inevitable. Se trata de fruncir el ceño para obtener las mayores compensaciones posibles. Los incidentes de Ifni han dado ocasión al gobierno español para ponerse bravucón con la nostalgia de los mejores tiempos coloniales: detenciones, cierre del local del Istiqlal, envío de una bandera de la Legión. En Rabat no hicieron ninguna gracia estas medidas, pero se pensó que eran otras tantas, razones para salirse con la suya en las convenciones financieras en vía de discusión con España.

Al gobierno español le interesa conservar buenas relaciones con Marruecos. Su sempiterna «vocación de mediador», fracasada una vez más en Oriente Medio, se proyecta ahora sobre Argelia. Las entrevistas celebradas en Madrid por el leader del F.L.N. Sr. Ferhat Abbas y el del Istiqlal, El Fassi, celebradas en el mayor sigilo, parecen no ser sino el primer paso de proyectos mucho más ambiciosos. Verdad es que un sector de los gobernantes españoles no quiere indisponerse con Francia; pero la mayoría piensa que se aproxima la hora de hacer jugar a España el papel que Egipto ya no puede jugar. Los rumores que corren en Madrid sobre el particular son muy concretos. Pero... el oficio de profeta está muy desacreditado.

TELMO LORENZO

Madrid, julio de 1957.



EL «MONUMENTO DE LA DISCORDIA»

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Joe Covello

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Joe Covello

A 40 kilómetros de Madrid y próximo al Escorial, se encuentra en el llamado «Valle de los caídos» este monumento que se va a inaugurar el 18 de este mes.

Se calcula que la Guerra Civil costó un millón de muertos a los españoles, pe ro en esta tumba monumental no serán admitidos sino los restos de los «Cruzados», es decir, de aquellos que combatieron al lado del general Franco y cuyas familias acepten el desplazamiento.

Se ha dicho que la mayoría de los obreros que han trabajado en estas obras, que dieron comienzo en 1944, han sido prisioneros políticos.

Un artículo titulado «Franco's Incredible Monument» publicado el 31 de octubre de 1954 en This Week Magazine declaraba que el monumento costaría 75000000 de dólares.

Los españoles llaman esta monumento «El Monumento de la Discordia».




ArribaAbajoInforme sobre la situación del catolicismo español

Fragmentos del estudio redactado para su presentación en el Congreso del Apostolado Seglar que debía haberse celebrado en El Escorial en la segunda quincena del pasado mes de noviembre. Dicho Congreso fue aplazado «sine die». Los autores han mido conveniente comunicarlo a las personas más interesadas en los temas que debían tratarse.

Las consideraciones que siguen han sido escritas por un grupo de católicos que, tan alejados de todo levantamiento indisciplinado como de cualquier impremeditación, intentamos honradamente abrir un camino mental a la compleja situación religiosa y social de nuestra patria.

El punto de arranque de nuestras reflexiones lo constituye la situación religiosa de la sociedad española tal como se ofrece a cualquier examen medianamente atento... nos encontramos, nada menos, con una sociedad llamada católica, que va definiéndose, cada día con más indudable relieve, por su vaciamiento de catolicismo.

En los ambientes populares esta descristianización se traduce en indiferencia religiosa, que en las clases obreras es ya desde hace más de 30 años verdadera apostasía y entre nuestros campesinos toma cada día más el cariz de un abandono masivo por negligencia y por ignorancia. Únicamente el reconocimiento oficial, o incluso el requerimiento, del Bautismo y el Matrimonio mantiene para un número incalculable de estos españoles la vinculación externa a la vida religiosa.

En la burguesía el testimonio corre a cargo de su inconsciencia y de su frivolidad; de su entrega, sin hondura ni consistencia religiosa, al disfrute bobo e inelegante de la paz actual; de su disentimiento de todo noble afán de justicia social y de mejoramiento del pueblo; de su lujo injustificado e insultante; de su inmoralidad, cuyo aumento hace aumentar en proporción la hipocresía; de su fiero egoísmo.

Sobre estos dos extremos sociales hemos de señalar la angostura de nuestro ambiente intelectual católico, del que parece haberse enseñoreado la mediocridad y la suspicacia, que han alejado de manera fulminante del campo católico a los dos tercios de la naciente intelectualidad juvenil.

Nuestro catolicismo ha sido calificado por el Exmo. Sr. Arzobispo de Zaragoza, de «Catolicismo aburguesado». La apreciación no puede ser más certera... Un Catolicismo aburguesado es un Catolicismo a la medida de una estructura determinada de la sociedad: la estructura burguesa. La burguesía señaló y comenzó por ser un estado legítimo y necesario en el proceso de ascensión de los pueblos de Occidente. En él se ponía de bulto la plenitud de una posesión del mundo y la exaltación de unos valores fundamentales: los del individuo. Pero si la adquisición de aquellos valores fue legítima, su posesión por una clase social con enajenamiento de las restantes comenzó ya muy pronto a convertirse en una usurpación delictiva. Resultó que en un momento dado, una clase social ha desalojado de la sociedad a las demás.

Es oportuno recordar aquí las palabras, aunque desprovistas de valor oficial, pronunciadas en una conversación privada por uno de los hombres más clarividentes de nuestros días, Pío XII: «La burguesía y el liberalismo son criaturas del siglo XVIII, que crecen y se hacen adultas en el XIX, para envejecer y morir en el XX. Yo mismo las he visto morir en Alemania. Y aun después, desde 1933, parece como si los pueblos europeos se apresuraran precipitadamente a cerrar sus tumbas».

Pero en la vida de un pueblo, un anacronismo nunca es venial; es siempre suicidio. Para este suicidio no parece sino que la burguesía española se ha empeñado en ir poniendo todos los medios.

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Y, ante todo, seamos también en esto sinceros aun a riesgo de pasar por crueles. La burguesía española no pudo emparejarse con las demás burguesías de Occidente. Por muy intolerable que esto pueda parecer, hay que sostener que mientras que la burguesía europea ha hecho la Europa moderna, en todos sus sentidos buenos y malos, la burguesía española ha tenido una buena parte en impedir que pudiera llegar a fraguar una posible España moderna.

En el vasto terreno de los movimientos de ideas -de ideas con una inmediata repercusión social, pues a lo social nos circunscribimos- un esquema elemental nos presenta a una España escindida en dos enormes bloques enfrentados: burguesía y pueblo. Toda la violencia y la desmesura que desembocaron en el año 1936 fueron, por tanto, las consecuencias forzosas de una inveterada situación de injusticia, cuya fermentación vinieron a apresurar, desviar y por último enloquecer, gérmenes de determinadas doctrinas sociales e ingerencias políticas.

Pero la burguesía era totalmente incapaz de comprender que en aquella violencia sin freno la razón era mucho más voluminosa que la sinrazón; completamente ajena a la angustia verdadera del pueblo y a su significado, y sin ocurrírsele otra cosa que lamentar los desmanes cívicos para los que siempre tuvo a mano la fácil explicación de los manejos más o menos misteriosos de determinadas fuerzas subversivas, hay que reconocer que resbaló siempre sobre las verdaderas causas de la situación sin ver en ella otra cosa que un problema de orden público cuya solución podía ponerse en manos de la Guardia Civil.

Sostenemos enérgicamente que el sentido SOCIAL -subrayamos la palabra- de la guerra española fue: un sentido burgués... La única solución al dilema que iba a plantearse en términos sangrientos en el año 36 hubiera debido consistir en la intervención de un tercer factor REALMENTE diferente de los otros dos litigantes.

La guerra civil no alteró en lo esencial los términos SOCIALES de la situación española; no tuvo otro resultado social que el de la reafirmación de una sociedad burguesa frente a la revolución. Si España había hecho una guerra por resolver un problema, y se había sometido, si vale la imagen, a una tremenda intervención quirúrgica, al salir de ella seguía con su problema dentro. Y buena prueba de ello es la nueva situación nacida a raíz de la guerra y que llega hasta nosotros.

Queramos o no, nos resulte antipática o simpática la frase, nos encontramos frente a frente con dos Españas; con dos realidades españolas; una oficial y otra vital. Y no por ajena vamos a rechazar esta terminología empleada hace más de 30 años para calificar otra situación análoga en ciertos aspectos: la Restauración. ¿No se dice que nos encontramos ante la perspectiva de otra restauración? Es tremendo esto de encontrarse por las buenas al pasado alojado cómodamente en el presente, como si entre el uno y el otro no hubiera «pasado nada».

Por paradoja, en la España tullida hay algo que se mueve y que crece: su inautenticidad, es decir, su terco distanciamiento de lo real. Por una parte esta pretendida realidad oficial se va vaciando, por otra las zonas de efectiva realidad más densa, de más peso específico humano de la vida nacional, pierden confianza en la burguesía en lo que representa o parece acaparar: política, cultura, religión. Y, claro está que pérdida de confianza en las clases que por su situación se encuentran llamadas a ejercer una función rectora no acaba así; lleva consigno una nueva desvitalización.

¿Cómo reacciona la España oficial ante estos hechos? Ante todo comienza por no reaccionar; los hechos no logran conmover su duro caparazón de «verdades eternas». La falta de visión de los más, la inhibición y la deserción del resto, que ven, pero son pusilánimes o temen arriesgar algo, se encargan de mantener la inmovilidad.

Pero esta terca inmovilidad no hace sino apresurar la velocidad con que la otra España se aleja. La inalterabilidad de lo oficial provoca la exacerbación de la resistencia a la inmovilidad por parte de todo aquello que vive y necesita moverse y crecer. Y todas estas fuerzas jóvenes constreñidas en posturas incómodas desarrollan impulsos crecientes, simultáneos y contradictorios de violencia y de cansancio; es el tira y afloja de quien lucha por deshacerse de sus ataduras, algo que ante los diferentes aspectos de la vida de la nación comienza por ser un patriotismo amargado y acaba derivando hacia la amargura sin patriotismo. Amargura que se llama escepticismo político, resentimiento de clases, anticlericalismo. Y es inútil que nadie pretende emborracharse con palabras o emborrachar a los demás; todo eso está ahí, por desagradable que sea, y madura inexorablemente.



El escrito termina con el siguiente párrafo:

Por nuestra parte, afirmamos nuestra decisión inquebrantable de fidelidad a la Iglesia Santa de Dios y de su Hijo Jesús, que es católica, apostólica y romana. Pero también la decisión, tan inquebrantable como la anterior, de mantenernos, vivir y morir fuera de este catolicismo español cuyas maneras nos parecen heridas de muerte.



Este documento está firmado por siete sacerdotes, dos abogados, un catedrático y dos obreros, en representación de sus respectivos grupos.



NUESTRA ENCUESTA

Contestación del leader socialista de Cataluña, Don Manuel Serra Moret

P. ¿Cómo concibe Vd. el futuro de España? Política, Cívica y Económicamente.

Resulta difícil establecer una democracia sin la necesaria educación, ejercicio e identificación del pueblo en sus prácticas fundamentales. Cuando el proceso ha sido repetidamente interrumpido, como en España, la empresa deviene ardua, aunque no imposible. Téngase presente que la lucha no comenzó en 1936 sino a principios del pasado siglo y que el pueblo español no ha podido hacerse una idea cabal de lo que la democracia representa.

Por mi parte, me sentiría satisfecho si la liquidación del franquismo pudiera hacerse -todas las proporciones guardadas- como se hizo en Italia la liquidación del fascismo. España está más atrasada que Italia y carece de un partido demo-cristiano culto y civil como ha tenido Italia para establecer un cierto equilibrio entre las avanzadas sociales y los intereses retrógrados. En España el engreimiento eclesiástico y castrense se extiende hasta las masas populares. Sin embargo, el breve lapso republicano demostró a través de los muchos escollos la viabilidad de la democracia española y permite creer que disponiendo de buenos conductores, España podría alinearse con los pueblos mejor formados cívicamente. Dependerá de la sacudida emocional que siga al derrumbe franquista y de la habilidad y firmeza de los llamados a suceder a la anarquía y al despotismo actuales.

P. ¿Cuál sería su fórmula para articular un programa de reconstrucción nacional?

Si la evolución fuese pacífica y ordenada, lo primero que debería hacerse sería el restablecimiento del gobierno municipal con todos sus atributos mediante elecciones libres por sufragio universal. Igualmente y de inmediato debe proclamarse la libertad de sindicación a fin de restablecer el derecho y la conciencia de los trabajadores como clase sin lo cual no es posible el desenvolvimiento económico y ciudadano. La autodisciplina del proletariado ha de ser la suprema garantía del régimen democrático futuro.

El restablecimiento de las autonomías regionales, particularmente en Cataluña y Euzkadi, es indispensable para la estabilidad de la democracia peninsular.

Sin duda habrá necesidad de promulgar una nueva constitución, más breve, más objetiva y menos casuística que la de 1931, basada en el sistema federativo, respetando y alentando la personalidad municipal y regional, dando al individuo la noción clara de sus derechos y deberes, de la importancia de su independencia e iniciativa personal y de sus posibilidades como hombre libre y como miembro de la comunidad.

En cuanto a la economía española, como todas las demás, será el exponente del desenvolvimiento civil de la población y de su posición mental con respecto a la utilidad y valor del trabajo sin ayudas ni interferencias del extranjero. Esperar esa ayuda es una torpeza y pedirla es una infamia. El individuo o el pueblo que mendiga está irremisiblemente perdido. Es lo que ha hecho Franco y lo que da la medida exacta de la abyección a que ha conducido al país. España es más pobre con la ayuda americana que sin ella y será aun más pobre y desvalida cuando funcionen las bases.

Si se quieren ejemplos -que mucho abundan- miremos Saudí Arabia y los jardines de Riyadh en medio de la indigencia universal para medir la riqueza traída por la intervención extranjera. Es la misma riqueza que traía a España el oro de América construyendo El Escorial, los jardines de Aranjuez y demás posesiones reales en medio de la mayor depauperación que ha conocido el país. Véase, en otro plano, la riqueza de Venezuela, con una Caracas monumental y sin producción agrícola o industrial para sostener una población exigua. No hay que confundir el fausto con la riqueza ni la barbarie con el bienestar.

Quiérase o no, la edificación económica de España es un problema de educación moral que tan solo la democracia puede resolver. Sin grandes proyectos de reforma agraria, con el solo juego del régimen fiscal y el crédito público pueden extirparse el feudalismo y el latifundismo que impiden el progreso y la producción. En economía se peca mucho de fantasía y milagrismo literario. Los dinamarqueses, frente a los arenales que fueron sus granjas y jardines de hoy, no hicieron planes ni proyectos ostentosos, sino que se pusieron a trabajar humildemente, con lo cual aprendieron a trabajar inteligentemente, aumentando el rendimiento y la efectividad de su trabajo. En Holanda, con el clima y el mar enemigos, han luchado individual y colectivamente, con éxito, multiplicando su población, aventajando a su antigua colonia, Java, que no lleva trazas de emularla. Italia ha hecho y sigue haciendo mucho en este sentido. No hablemos del prodigio helvético, la lección más útil y elocuente de la historia.

La U.R.S.S. necesita un Gossplan porque su economía cerrada y centralizada necesita un orden pre-establecido y una pauta para su burocracia monumental e inerte. Pero sus progresos no son fruto de la planificación global sino de las empresas perfeccionadas.

Consideramos prematuro que España ingrese en el mercado común europeo hallándose su producción en pañales y con una organización social viciosa y arcaica. Si hoy se exportan criados y mineros, el mercado libre aumentaría la demanda. Puesta en sus rieles, España puede competir con los demás y sumarse entonces a toda combinación internacional que ensanche sus horizontes y acreciente sus aptitudes para la lucha económica y civil.

P. 1. En qué forma aspira a gobernar España el partido a que Vd. pertenece.

Nosotros, los que formamos el Moviment Socialista de Catalunya, somos demócratas, republicanos, federalistas y socializantes. Parece superfluo fijar el alcance de la palabra socializante después de los ejemplos de Suecia, Noruega, Dinamarca, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda, y el más reciente de la provincia de Saskatchewan en el Canadá. Es la orientación que se da a las corrientes económicas y a los actos de gobierno que, sin ahogar la economía libre, le dan sentido de comunidad social y de sana justicia distributiva.

P. 2. Cómo cree posible lograr la colaboración de los restantes españoles.

La colaboración entre todos los españoles puede ser difícil de momento, particularmente con los que provocaron la guerra civil y han mantenido a España en un régimen cavernario. La tolerancia y la convivencia no dependen exclusivamente de nosotros, pero si se evitan competiciones demagógicas es posible que derechas e izquierdas lleguemos a un acuerdo sobre temas fundamentales.

P. 3. Qué estudios o trabajos ha realizado el grupo o partido a que pertenece Vd. durante estos últimos años.

Varios son los estudios que ha realizado nuestro grupo particularmente en el campo de la economía y del derecho social. Pero el estudio más concienzudo y tenaz ha sido el de interpretar a nuestro pueblo en su mentalidad, sus sentimientos, sus instintos, sus posibilidades y su actitud frente a un inmediato porvenir. Partimos del supuesto que no seremos los exilados las llamados a determinar lo que ha de ser España y como ha de resolverse su emancipación y su estructuración social y política. El hecho de que nuestras ideas e iniciativas encuentren amplio eco en Cataluña no excluye la realidad de que serán los españoles de dentro de España los que decidirán lo que hay que hacer y cómo hacerlo.

P. 4. ¿Qué forma de gobierno prefiere Vd. para España, y cómo espera y concibe que una mayoría suficiente de españoles la apoye sin necesidad de imponerla mediante procedimientos violentos?

Es evidente que el retorno a la monarquía tiene escasos partidarios incluso entre los que se levantaron en armas contra la República. De hecho la monarquía, existe puesto que la dictadura de Franco es vitalicia y si posible fuera sería perpetua. Cambiar Franco por un Borbón no tiene más alcance que reconocer una dinastía, es decir, un paso hacia atrás. La permanencia de un régimen monárquico representa la permanencia del franquismo con todos los agravantes. Una monarquía republicana estilo nórdico, en España es imposible. Los monárquicos, empezando por los pretendientes a la corona, no tienen el menor interés ni saben nada de libertad ni derecho público; viven de espaldas al pueblo y en el mejor de los casos ejercerían un paternalismo anacrónico reñido con la civilidad y la ciudadanía.

En el supuesto que la monarquía sucediese a Franco y ofreciese algunos derechos democráticos, consideraríamos terminado el periodo de anormalidad y lucharíamos dentro de España por la plenitud democrática y el progreso social en el cuadro de las nuevas instituciones. Las formas de gobierno no nos obsesionan, pero desde antiguo, en todas partes, el reconocimiento de la soberanía popular ha implicado la forma republicana de gobierno que es en definitiva la única, legítima y aceptable.

P. 5. ¿Cómo concibe las relaciones internacionales en este momento?

Para que España esté en buenos términos con Europa y lo que se llama el mundo libre, no es necesario que tenga bases militares en su suelo ni que se incorpore a la OTAN. Más que alianzas temporales y oportunistas, nos conviene confundirnos con Europa y formar parte de su compuesto político y económico y, sobre todo, de su espíritu, con el cual, si llegásemos a identificarnos, España habría perdido su triste singularidad y su complejo medieval o ante-Renacimiento.






ArribaAbajo Editorial

Sin equívocos


La situación política española no se hace visible a todos, es necesario observar hechos cotidianos sin relieve marcado, en sus menudencias aparentes, saber leer su soporífera prensa censurada y sin desmayo rodear de interés creciente esas batallas de fondo que pretenden ser torneos de guante blanco, pero por esta vez la censura -con su cuenta y razón- nos brinda una verdad esencial.

El conde de Ruiseñada ha publicado un artículo en el diario madrileño ABC titulado «Lealtad, continuidad y configuración del futuro» que ha sido recogido por casi todos los periódicos de mayor circulación en provincias. En dicho artículo el autor presenta sin circunloquios la forma institucional monárquica que -según él- es en la que sueñan considerables núcleos de españoles para un futuro del país.

La Monarquía que ambicionan amplísimos sectores del país -dice el conde de Ruiseñada- y a la que muchos como yo servimos, no es la Monarquía del parlamentarismo liberal, ni la Monarquía cortesana y decadente, ni un régimen de privilegios y oligarquía, ni la coronación de un Estado neutralista antimilitar, manejable por las sectas.

Nuestra Monarquía... es, por último la continuidad del Alzamiento Nacional del 18 de julio y no una mera componenda sobre la base ilusoria de que «aquí no ha pasado nada».... No admitimos el repudio ni siquiera el olvido de lo que significó el Alzamiento, la Cruzada y la Victoria... Se quiera o no se quiera, la nueva Monarquía española tendrá siempre su origen en esa Historia nacional concentrada en aquel 18 de julio.



El articulista sigue diciendo que él y los que como él piensan, «no admiten como monárquicos, y están tan lejos de ellos como de los republicanos, a aquellos nostálgicos de las formas liberales de gobierno o a los ansiosos de ver retornar a la Monarquía rodeada de quienes serían eficaces palancas para su destrucción, como antes lo fueron sus antecesores de escuela».

Monárquicos liberales, demócratas y republicanos deben agradecer al conde de Ruiseñada la claridad de los términos en que ha dejado planteada cuestión tan importante: la de la sucesión del régimen actual de España. Es una lealtad que todos deben agradecerle, porque nadie puede llamarse a engaño. Los monárquicos constitucionales deben meditar en las firmes declaraciones que hemos acotado: si la monarquía se implantara en España llevada de la mano del régimen franquista, es decir, por el general Franco, no sería otra cosa, por que no puede serlo, que la continuidad del régimen franquista, una monarquía apoyada en los postulados de la rebelión militar del 18 de julio de 1936, lo que es igual: franquismo con o sin Franco.

Una monarquía liberal, democrática y parlamentaria no se podrá instaurar sin esa consulta previa al país sobre el problema fundamental que tiene planteado España: la cuestión institucional. Esa cuestión, base del futuro de aquel país, o se resuelve democráticamente aceptando los que resulten vencidos el fallo nacional o se resuelve dictatorialmente, es decir, imponiendo el general Franco y las fuerzas que le apoyaran una monarquía absoluta de tipo franquista; la exposición del conde de Ruiseñada lo declara sin equívocos. Los monárquicos absolutistas no están dispuestos a la consulta democrática, ni aún pasando por un periodo de transición sin signo definido, y no lo están porque están seguros de que esa consulta daría como resultado un fallo adverso.

Vean los monárquicos constitucionales, demócratas y parlamentarios a donde puede llevarles su optimismo y vean aquellos republicanos ingenuos o sin discernimiento político en lo que pueden terminar sus debilidades.

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ArribaResumen de noticias

Los puntos sobre las íes

El periódico de Acción Católica Española, Ecclesia, ha comentado la entrevista concedida por el general Franco a la Agencia católica National Catholic Welfare Council de Washington en un largo editorial.

El editorial sale al paso de posibles interpretaciones falsas que puedan darse en el extranjero a las palabras del general Franco en lo que respecta a las relaciones entre la Iglesia y el Estado.

Y dice Ecclesia: Algunos han pretendido que el Concordato de 1953 ponía la Iglesia al servicio del Estado; otros ha afirmado, por el contrario, que el Estado se había puesto entre las manos de la Iglesia.

La Iglesia, en derecho, queda independiente del Estado y respetuosa de los derechos de la sociedad civil. Ecclesia dice, «y así es en efecto», y cita a ese respecto declaraciones recientes del cardenal Primado de España: «Cristo no ha dicho a sus apóstoles: "Id y gobernar el mundo; él les ha dicho: Id y enseñar a todas las gentes". Dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios, sin confusiones».

El editorial sigue señalando las declaraciones optimistas del general Franco sobre el desarrollo de las libertades en España en la organización política y social y añade: «Después de estas declaraciones se puede esperar ver nacer las leyes complementarias del Fuero de los Españoles y del Fuero del Trabajo, anunciadas en el artículo 34 del Fuero de los Españoles».

Este artículo -añadimos nosotros- señala: «Las Cortes votarán las leyes necesarias para el ejercicio de los derechos reconocidos en esta Carta».


Dificultades hispano-marroquíes

El órgano del Istiqlal Al Alama publicó el 19 de junio una información según la cual las autoridades españolas en Ifni habían cerrado los locales del partido nacionalista marroquí y detenido los miembros del partido y conducidos al Sahara. Las fronteras han sido restablecidas entre el Marruecos independiente y la zona que continúa bajo el dominio de España.

Según la misma información estos acontecimientos volvían a poner sobre el tapete el problema de los ejércitos extranjeros, añadiendo: «Puede que exista una conexión entre los incidentes de Ifni y las negociaciones que siguen actualmente entre el ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos y el Gobierno español sobre ese territorio nacional, que está todavía bajo el nacionalismo».

Refuerzos de la Legión Extranjera

Le Figaro de París publicó en su edición del 24 de junio un telegrama desde Tetuán que decía:

Mil legionarios españoles se han embarcado en Ceuta con destino al territorio de Sidi Ifni, enclave español en Marruecos, en el cual han ocurrido desórdenes y ocho muertos.

Los desórdenes han ocurrido el jueves... ocho días después de la negativa de España de ceder el territorio a Marruecos. Sidi Ifni tiene 15000 habitantes, en su mayoría nómadas.

Según las escasas informaciones que llegan del territorio, entre los muertos figura un sacerdote.



Puntos de vista

Marruecos pretende que el territorio de Ifni es parte integrante del antiguo protectorado español y que debe ser devuelto con el mismo derecho que la zona norte. España, por el contrario considera este territorio como una cesión en «plena propiedad y soberanía». Recordemos que Ifni fue separado de la antigua administración de Tetuán en 1946 e integrado al África Occidental española al lado del Río de Oro y de la Seguia-El-Hamra.

En la entrevista celebrada entre el general Franco y el Sultán Mohammed V en Madrid, en el mes de abril último igual que en el momento de la independencia, no se ha dicho una palabra de este enclave ni sobre las plazas de soberanía: islas Chafarinas, Alhucemas, presidios de Ceuta y Melilla.

La prensa Europea comenta de manera diversa estos acontecimientos, mientras una parte de ella pretende que Balafrej ha ido demasiado lejos pretendiendo que los asuntos contenciosos hispano-marroquíes se liquidaran inmediatamente, otra parte de la prensa señala que este cambio de la diplomacia nord-africana de Franco es debido a la influencia creciente -en perjuicio de la Falange- de los militares en el nuevo gabinete español.


Detención de un periodista cubano

La Habana. El Tribunal de Urgencia ha ordenado la detención del periodista Luis Ortega Sierra, contra quien se sigue proceso por calumnias en la revista Bohemia dirigidas al jefe del Estado español. La causa ha sido abierta en virtud de denuncia presentada por la embajada de España y de querella formulada por el ministerio fiscal.

Luis Ortega Sierra es el periodista que, durante su reciente estancia en España, se entrevistó con Ridruejo y recogió las manifestaciones de éste que dieron lugar a su detención (OPE).


Encarcelado a los 78 años

Se confirma que entre las cincuenta personas detenidas últimamente y encarceladas en la prisión de Carabanchel, se encuentra D. Jaime Torrubiano Ripoll, de 78 años de edad, especialista en Derecho Canónico de gran renombre que había pertenecido hace veinticinco años al partido republicano de D. Niceto Alcalá Zamora, primer presidente de la República española, y de D. Miguel Maura.


Ayuda adicional a España

El embajador norteamericano en Madrid, Mr. John Davis Lodge, informó al ministro de Asuntos Exteriores Sr. Castiella, y al ministro de Comercio, Sr. Ullastres, de que los Estados Unidos habían aprobado ya la ayuda adicional económica en este ejercicio fiscal de 20 millones de dólares.

Un informe de la Embajada señaló que el dinero procederá del fondo especial presidencial. Con él se elevará a un total de 70 millones de dólares la suma con que los Estados Unidos ayudarán a España durante el ejercicio fiscal que ha terminado el 30 de junio.

La Embajada dijo también que el dinero «se suministrará para satisfacer una petición del Gobierno español que lo necesita para reducir la presión inflacionista, la que ha sido más fuerte este año.

Con estos 20 millones el total de la ayuda prestada por los Estados Unidos a España se eleva a 300 millones de dólares (UP) 29-6-57.


Destituciones y cambios

El Boletín Oficial del Gobierno español anunció el 24 junio el cese en su cargo del general Rafael Hierro Martínez y el nombramiento del nuevo titular D. Carlos Arias Navarro, que ocupaba anteriormente el cargo de Gobernador Civil de Navarra.

El citado periódico oficial insertaba al mismo tiempo el cambio de nueve Gobernadores Civiles correspondientes a las provincias siguientes: Madrid, Valladolid, Navarra, Huelva, Cádiz, Oviedo, Huesca, Lugo y Teruel.

Información de Le Monde

El periódico parisién Le Monde del 26 de junio insertaba el comentario siguiente:

Desde el cambio ministerial efectuado por el general Franco en el mes de febrero último, se esperaba una «depuración» entre los Gobernadores Civiles, que son al mismo tiempo jefes provinciales del Movimiento nacional (es decir de Falange).

Los militares habían obtenido el nombramiento del general Alonso Vega como ministro del Interior, del que dependen precisamente los Gobernadores Civiles. Las fricciones y rivalidades entre los gobernadores civiles y los gobernadores militares eran frecuentes y muchas veces agrias -como en Barcelona entre Felipe Acedo y el general Bautista Sánchez, muerto hace poco-, y se daba como seguro un cambio en masa de los gobernadores civiles para ponerlos al diapasón de sus colegas militares.

Aunque no se ha dado ningún detalle suplementario, es probable que la decisión que acaba de ser publicada en el Boletín Oficial corresponde a la primera etapa de la operación. Es de notar que la medida no alcanza al Gobernador Civil de Barcelona, uno de los más criticados.




El Apostolado de los peluqueros

Copiamos del periódico Ecclesia, órgano del Episcopado español, del 22 de junio, el llamamiento hecho por el Arzobispo de Barcelona a los peluqueros y barberos:

Todos, con raras excepciones pasan por vuestras manos; no hay profesión que, cual la vuestra, a pesar de la mecanización moderna, sea tan necesaria, tan universal, y tan frecuentemente solicitada.

Esto y la naturaleza de vuestro trabajo que permite el diálogo con aquellos a quienes servís, se presta a que podáis hacerles mucho bien si ejercéis vuestra profesión con espíritu humano y cristiano. Las lecturas que ponéis al alcance de vuestros clientes en el tiempo de espera del servicio ofrecen asimismo bella oportunidad de hacerles bien si son amenas, instructivas y moralizadoras.

La dificultad de vuestro trabajo estriba no en el aspecto técnico del mismo, sino en la grandísima variedad del carácter, estado psicológico, opiniones sociales y creencias religiosas de vuestros clientes.

Se me dice que sois 4000 entre peluqueros y barberos. ¡Cuánto bien podéis hacer! Pesadlo delante de Dios y obrad en consecuencia, y el Señor os lo premiará.




La Hermandad Obrera

La «Hermandad Obrera de Acción Católica» pasa por malos momentos. Se dice que se ha presentado por el Gobierno español una declaración y demanda pidiendo la disolución de dicha asociación, fundada en que no se limita a la acción de la sacristía, sino que acepta y propugna la doctrina del papa Pío XII sobre cuestiones sociales.

El ministro de Información mantuvo una larga conversación con el Cardenal Plá y Daniel, Primado de España. Fruto de esta conversación ha sido la suspensión del Boletín de militantes de la HOAC, que publicó su último número el 11 de abril.


Laín Entralgo al extranjero

Entre las setenta becas que para estudios en el extranjero acaba de repartir el jurado de la Fundación March, figura una para el ex-Rector de la Universidad de Madrid, según explica la siguiente nota: «Don Pedro Laín Entralgo, catedrático de Historia de la Medicina residente en Madrid. Lugar y centro de trabajo: París, Viena, Munich, (Bibliotecas Nacionales y Bibliotecas Universitarias). Temas: Historia de la medicina griega» (OPE).



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