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El anciano blanco

Registro bibliográfico

  • Título: El anciano blanco
  • Autor: Restrepo Restrepo, Carlos Eugenio, 1867-1939
  • Publicación original: 1904
  • Descripción física: PDF
  • Notas de reproducción original: Digitalización realizada por la Biblioteca Virtual del Banco de la República (Colombia)
  • Notas:
    • Colombia
    • Resumen: Este es el mensaje de dolor que el señor Manuel Uribe Angel recibe de su pueblo, por la muerte del más ilustre de sus hijos contemporáneos. Carece de portada. Colección Eduardo Nieto Calderón. (De La Miscelánea de Medellín, entrega 1a., año VII).
    • Resumen: -167 - lío. Con no menor entusiasmo y gallardía ocupó la hi ~ buna el 24 de Noviembre de 1875, para conmemorar el segundo centenario de la fundación de Medellín. Y j rara coincidencia!: a,quella cátedra que se puso en el atrio de la Catedral, y desde donde él nos dio esa lección de cariñoso patriotismo, ocupaba precisamente el sitio en donde, esta manana, se levantó la tribu na mortuoria des~ tinada para enseñar á las nuevas generaciones las gran­des cualidades y los hechos honrosos del sentido anciano. Y, finalmente, el filósofo cristiano no permaneció ocio~ so durante los diez años últimos de su activa y fecunda existencia: habiendo sido privado de la vista corporal, lo cual motivó la paralización de sus habituales ocupacio­nes y le redujo á la vida de forz~so retiro, se preparó des­de entonces para el viaje de' ultratumba, con la lectura de la Biblia y de otros libros religiosos, y acrecentando su amor á Nuestro Senor Jesucristo con el estudio de su maravillosa vida y doctrina y la práctica frecuente de los santos sacramentos, adquirió la fortaleza necesaria para sopcrtar, con paciencia, jovialidad y resignación admira­bles, los sufrimientos que la edad avanzada trae consigo. y por disposición suya, su cadáver tuvo por ropaje el modesto sayal de los religiosos del Carmelo, y sobre el pecho, á modo de escudo, el Crucifijo. Sorprendente ha sido que hasta el final de su larga e~istencia hubiese conservado sus robustas facultades in­telectuales y el hábito del ·aseo y la pulcritud en todo. j Feliz el hombre que, como el Dr. U ribe Angel, ha entrado en la vida del reposo verdadero, después de ha­ber acopiado en este mundo buen caudal de virtudes y merecimientos que le den títulos suficientes para ser reci­bido con misericordia en la morada de la eterna luz! j Dígnese la Soberana Bondad acogerle beI1ignamen .. te en ella! Medellín, 17 de Junio de 1904. ESTANISLAO GÓMEZ B. (De La Mi8celánea de Medellín, entrega. 1~, año VII). EL ANCIANO BLANCO Envigado, por conducto del Ce>llcejo y del Jefe Mu­nicipal, en solicitud premiosa, me hizo el honor de exi· -168- gírme que fuese el representante de la tierra nativa del Dr. Manuel Uribe Angel, en las exequias del llorado an .. Clano. ~ No hablé en ellas, porque temí que el estrépito ora_ torio pudiese turbar lo austero de la muerte. Cumplo ahora la comisión, trayendo á La lJ!iscelá .. 1zca-el periódico favorito del Dr. U ribe Angel-el men­saje que le enVla su pueblo, el mensaje del dolor por la muerte del más ilustre de(.sus hijos contemporáneos. Este es para Envigado un duelo de familia, y no puede menos que hacerse oír en las horas fúnebres en que llora la muer-te de su Jefe. . Cada ramo del saber, cada fibra del amor, pierden algo en la desaparición del Dr. U ribe Angel. Colombia y Antioquia sienten orfandad en ella, porque han quedado sin el obrero que en muchas de sus necesidades las ser­vía, y en muchos de sus infortunios las consolaba; pero 'su pueblo natal lo pierde todo! El Dr. U ribe Angel y lp. tierra de su nacimiento se amaron, se compenetraron: el hombre le dio su inteli­gencia y su energía, le consagró desvelos, le prodigó co­nocimientos, perfeccionó su hermos1Jra, contó sus primo., rosas tradiciones, la virtud y gallardíp. de sus mujeres y las grandezas de sus hombres grandes. En esa tierra re­cogió la primera y la última luz que llegaron á sus pupi­las, y cuando la noche fue en éstas-noche larga que ape­nas acaba de amanecer en el Cielo.. -quedaron prisione­ros entre los ojos apagados los rayos d,e los días tórridos y los crepúsculos incomparables del horizonte nativo. La tierra, en cambio, dio al hombre cuanto darle podía: gérmenes de vida que modelaron el C1Jerpo para las formas de la estatua; ambiente de lu,z y de colores que ayudaron al perfeccionamiento del ~nimo apacible; y le dio el amor, .amor sin límites, que no le fue esquivo en vida y qut;! hará perdurar la memoria del muerto en las gt:neraciones del porvenir ! pasarán mucJ:lOs afíos, tal vez siglos, en que los párvulos d.e esa tierra p.prendan á un mismo tiempo los nombres de CRISTO y del Dr. Urib~ Angel, enseñados por las madres creyentes y por los co­razones gratos. Muchas son las fases ,de luz con que la tierra puede mostrar al hombre, para enaltecerlo y enseñarlo ' como tj~mplo; la que veo cOq:1O más pesh-lmbradorp. y qo~~pt~ -169- es la benevolencia: él no se atedió con el amargor de las pasiones ni maleó su alma con la áspera acritud del odio. Lo amó todo, desde lo más amable: Dios, la familia, la niñez y la juventud, hasta lo más difícil de amar: á sus enemigos, que los tuvo arteros, y á sus penas, que las tuvo ,crueles. En la filosofía del Dr. U ribe Angel, sencilla y sin repliegues, y en su c'ristianismo desinteresado y de pa­triarca, jamás penetró la máxima de que el mal se repri­me con el mal. A los ,asaltos de las pasiones ajenas y de las suyas, opuso la benevolencia, más fuerte que ellas, y ,que le dio la victoria. Al empuje de la sangre y de doc­trinas que aguijaban su combatividad, enfrentó la tole­rancia, que lo sostuvo en vida y que 10 ha dejado morir ¡tranquilo, como un héroe del amor. Al recordar los últimos años del D.r. U ribe Angel y ,contemplar sus cabellos albos, albos; nívea, muy nívea la barba; las mejillas blanquísimas; cándida, inmaculada el alma, y el corazón como vestido siempre de primera ,comunión, cree uno que aquél puede entrar á la posteridad ,con el nombre de EL ANCIANO BLANCO. Hago la paráfrasis de un pensamiento del Dr. Uribe Ange! para decir: Cuando en Colombia queramos tener ~ los hombres de Pluta,rco, no busquemos e! burdo cañama­zo con que se forman los advenedizos adocenados; bus­, quemos la tela finísima con que se tejieron el alma y el corazón de aquel anciano. o Finco en mis creencias para consolarme de esta muer­te, que con razones tántas lamentamos, pensando que el espíritu del Dr. U ribe Angel sigue velando por la Patria, '. ,con su bondad y con su amor de siempre, acendrados por ,el filtro de lo eterno. Dios escuchará las súplica.,,; concÍ­, liatorías de aquel espíritu: le oirá mucho, porque amó ¡Il1ucho. Justo .es hablar de concordia en el recuerdo de quien vivió predicándola; cuando se hace en nombre de un pue­. blo que la pregona por el trabajo, y cuando una vida de benevolencia acaba de cerrarse con una muerte de paz. Ningún ,homenaje ,conviene más á la muerte que la prez de la ,concordia. Lo advirtió el poeta Ricardo Gil, de ,quien Baralt pudo decir "que hasta el silencio canta en :$;US ,es,trofas" . .como la ofrenda más cara á mi alma y má$.
    • Resumen: Homenajes póstumos; Oratoria colombiana; Discursos; Duelos
    • Dominio público
  • Forma/género: unidad documental
  • Idioma: español
  • Institución origen: Biblioteca Virtual del Banco de la República
  • Encabezamiento de materia:
El anciano blanco | Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Ampliar imagen

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