HISTORIA
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Desde el período Paleolítico
se tiene conocimiento del asentamiento humano en las colinas que
circundan la ciudad, pero será durante la etapa Neolítica
cuando estos grupos presenten formas de vida más organizadas
y estables. Gracias al hallazgo de un poblado en el valle del río
Barraeca (Albarregas), en el espacio ocupado por una necrópolis
romana, se ha podido constatar la presencia estable de elementos
humanos que eligieron este privilegiado lugar para establecerse
y desarrollar su cultura material, como queda constancia por los
restos esparcidos por la zona.
Pero será durante la Edad del Bronce en su fase final, cuando
se tenga un conocimiento más profundo de la presencia humana
en el área topográfica que enmarca la ciudad de Mérida.
Así sobresalen buenas muestras del saber hacer de estos grupos
en los hallazgos producidos en las excavaciones de la Zona Arqueológica
de Morería, unido a objetos de bronce muy característicos
de este período. Sin embargo, a pesar de estos hallazgos
que confirman la ocupación del solar emeritense hasta bien
entrado el siglo VIII a.C., a continuación se va a producir
un vacío poblacional hasta la misma fundación de Augusta
Emerita.
Orígenes de la ciudad
En torno al año 25 a.C. y una vez solventadas, que no concluidas,
las Guerras Cántabras tras la toma de Lancia, mandaba Octavio
Augusto fundar una colonia en la provincia Lusitana con el nombre
de Augusta Emerita (Dión Casio, Historia Romana, 53, 25,
2; documentos epigráficos procedentes del área del
Teatro). El encargado de cumplir la orden sería el legado
Publio Carisio, con el objetivo principal de asentar a los legionarios
más veteranos de las guerras mantenidas contra Cántabros
y Astures. Esta era una zona poco romanizada, en medio de Vettones,
Túrdulos, y Lusitanos que ocupaban hasta entonces el extremo
suroccidental de la Península.
Las razones de la fundación estuvieron motivadas
por aspectos de carácter estratégico, funcional y
económico. La nueva colonia vino a heredar el papel protagonizado
con anterioridad por la cercana Metellinum (Medellín), al
este de Mérida, aguas arriba del río Anas (Guadiana).
Su ubicación en un valle favorable para el vadeo del río
Guadiana, punto de encuentro entre dos vías principales?
la Vía de la Plata, que enlaza Norte y Sur, y la que unía
la urbs de Complutum con Olissipo, de Este a Oeste? marcaría
de manera definitiva su futuro como nudo de comunicaciones de toda
la franja occidental de la Península Ibérica.
Por otro lado, la topografía ofrecía una serie de
colinas laterales bien ventiladas, fundamentales para la construcción
de edificios singulares aún conservados en la actualidad
(Teatro, Anfiteatro, Circo). De igual manera el lugar elegido era
rico en materias primas en su suelo granitos, dioritas, mármoles,
etc., así como en recursos naturales: buenos terrenos para
el desarrollo de la agricultura, bosques cercanos y agua en abundancia,
como ha quedado de manifiesto por la presencia de manantiales y
la construcción de presas para surtir de agua a la colonia
(Cornalvo y Proserpina). También destaca por ser la característica
ciudad-puente, a imagen de Roma con su isla Tiberina o Toulouse,
Córdoba, etc., escogiéndose para su emplazamiento
la margen derecha del río. (fig. 01)
El territorio dependiente de Augusta Emerita estaba
cercano a los 20.000 kilómetros cuadrados, dividiéndose
para su buena administración en prefecturas. Esta gran extensión
viene a coincidir en gran medida con la actual provincia de Badajoz
(Extremadura), si bien sus límites hacia el Sur y hacia el
Este, no sobrepasarían las sierras cercanas a la actual Zafra
(Sierra de los Santos), Iulipa-Zalamea de la Serena, y la franja
cercana a Valdecaballeros, colindantes con las otras provincias
hispanas de la Bética y la Tarraconense, respectivamente.
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Inicio |
Augusta Emerita durante
el Altoimperio
En este marco espacial la colonia Augusta Emerita va a ir adquiriendo
un esplendor que va a quedar reflejado en la monumentalidad de sus
principales edificios, deleite para el turismo actual de la ciudad
(Teatro, Anfiteatro, Circo, puentes sobre los ríos Anas y
Barraeca; el primero con sus 792 metros sería uno de los
más largos e importantes del Imperio, Dique de contención
bajo la muralla, red de cloacas, Acueductos de los Milagros y Rabo
de buey-San Lázaro, etc.). La ascensión al rango de
capital de la provincia Lusitania hacia el año 15 a.C., que
comprenderá los Conuentus emeritensis, scallabitanus
y pacensis, y la generosidad con la que se trataría
a la colonia en época julio-claudia, con la realización
de proyectos urbanos de una gran trascendencia futura, como sus
foros, municipal y de la provincia a imagen de los de Roma, supusieron
el definitivo impulso administrativo dado a la ciudad.
Más tarde durante período Flavio y Antonino, que supuso
un momento de esplendor para toda la Hispania Altoimperial, hizo
de esta ciudad un punto de referencia principal para el resto del
mundo romano al relanzarse de manera definitiva su patrimonio social,
monumental y económico.
Así, bajo la influencia de los emperadores flavios se llevarían
a cabo la ampliación de sus foros municipal y provincial,
finalización de las obras del Anfiteatro y de la muralla
en el lado oriental, la remodelación de los edificios dedicados
al culto Imperial; templos de Diana y de Marte, así como
el santuario de los dioses orientales que estaba ubicado en el cerro
de San Albín. No debemos olvidar igualmente la factura otorgada
a su arquitectura doméstica y a la red de saneamiento de
la ciudad.
No menos importante serían sus talleres de escultura, pintura
y mosaico, de los que queda buena muestra en todos los restos monumentales
repartidos por la ciudad, y el Museo Nacional de Arte Romano. Tanto
es así, que los talleres de escultura durante los siglos
I y II, no llegaban a producir lo suficiente ante las exigencias
constructivas de la urbe, como ha quedado de manifiesto en los restos
hallados de las suntuosas mansiones situadas intramuros en los actuales
yacimientos arqueológicos de Morería y Centro cultural
Alcazaba.
Augusta Emerita vive durante toda la segunda centuria un momento
de gran esplendor, bajo los emperadores hispanos Trajano y Adriano,
tanto en lo constructivo, como en lo económico, viniendo
gentes procedentes de diversos lugares de Hispania como del Imperio
a afincarse en su territorio. No olvidemos la presencia de elementos
norteafricanos en la provincia Bética (mauri), y de cierta
inestabilidad al finalizar la segunda centuria en la cuenca mediterránea.
Es el momento del asentamiento de gentes que profesan el culto a
deidades orientales (Mitra) y de elementos judíos, constatado
gracias a los restos escultóricos y epigráficos hallados
en la ciudad y depositados en el Museo Nacional de Arte Romano y,
en el museo sefardí de la sinagoga de “El Tránsito”
en Toledo.
Respecto al siglo III son pocas las fuentes documentales
que nos pueden ofrecer información acerca de la ciudad y
su entorno, no obstante por los restos arqueológicos hallados
en su suelo, hay que destacar la presencia de abundante material
industrial (cerámica, vidrios, y artes menores), así
como la erección del “Templo de Marte” que en
absoluto trasmiten una sensación de decadencia o crisis para
la ciudad y su entorno, como hasta ahora se venía manifestando.
En cuanto al conocimiento del entramado social de la colonia en
este siglo, tenemos la suerte de contar con inscripciones romanas
procedentes de la llamada “Necrópolis Oriental”,
con una cronología que abarca desde mediados del siglo I
hasta final del siglo III d.C. Estas inscripciones presentan un
amplio abanico, tanto en su tipología como en su contenido,
que nos está indicando sobre el variado panorama social de
la ciudad. Así destacar de entre los restos hallados, la
presencia de un duumvir de Metellinum, una mujer oriunda de Nicomedia
y, un más que posible nuevo gobernador de Lusitania, no documentado
hasta el momento .
También tenemos los primeros testimonios de la existencia
de cristianos en la ciudad, gracias a la noticia del movimiento
organizado en torno al obispo Marcial, en defensa de los perseguidos
por Decio en el 254, y la carta de Cipriano de Cartago acusándolo
de libelático. Tras el edicto de libertad de cultos, Mérida
se convierte en una de las ciudades españolas, junto a Sevilla
y Tarragona, a la que se le confiere la dignidad metropolitana.
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Inicio |
Augusta Emerita, capital
de la diócesis Hispaniarum durante el Bajoimperio
Las características más significativas que definen
este período en la ciudad de Mérida, a finales del
s. III y a lo largo de todo el s. IV son, por un lado, la continuidad
de su trama urbana y, por otro, su intensa actividad edilicia relacionada,
al parecer, con el nuevo status jurídico que, tras las reforma
administrativa llevada a cabo por Diocleciano, convierte a Mérida
en la Capital de la Diócesis Hispaniarum y, por tanto, en
la sede del vicarius hispaniarum.
El desarrollo urbano que va a experimentar la colonia durante este
período de estabilización socio-económica de
Constantino y sucesores, va a convertir a la ciudad en una de las
más importantes del mundo romano. Al dato histórico
que nos ofrece el testimonio de Ausonio, –poeta del siglo
IV– que en su obra Ordo Urbium nobilium, hace mención
a las ciudades de Hispania en los versos 81 y siguientes:
“Clara mihi post has memorabore, nomem
latinum,
Emerita. Aequorens quam praeterlabitur amnis,
summittit cui tota suos Hispania fasces.
Corduba non, non arce potens ibi Tarraco certat
Quaeque sinn pelagi iactat se Bracara dives”
Trad. “Tras éstas recordaré
a la ilustre Emérita, nombre latino, a la que baña
un río grande como un mar, ante quien Hispania entera baja
sus fasces.
Ni Córdoba, ni Tarraco, poderosa ciudadela, rivalizan contigo,
ni Bracara, que se jacta de ser rica en el centro de los mares”.
Hay que añadir también la noticia trasmitida en el
Laterculus Pelemii Silvi –texto administrativo de fines del
siglo IV–, cuyo texto nombra únicamente a Augusta Emerita
en la nomina provinciarum.
“IV. Nomina Provinciarum....in Hispania VII
2 Prima: Tarraconensis
3 Secunda: Carthaginiensis
4 Tertia: Baetica
5 Quarta: Lusitania, in quia est Emerita
6 Quinta: Gallaecia
7 Sexta: Insulae Balearis
8 Septima: Tingitana”.
Actualmente, no parecen existir dudas, que tras
las reformas llevadas a cabo por Diocleciano, Emerita Augusta fue
elegida como capital de la diócesis Hispaniarum en detrimento
de la hipótesis que señalaba a Hispalis (Sevilla)
o Tarraco (Tarragona), como posible residencia del Vicarius de la
diócesis.
Esta nueva característica la convierte en
un centro administrativo, económico y político de
gran importancia en el conjunto de la Hispania bajoimperial, incluyendo
parte del Norte de África, manteniendo esta posición
hegemónica incluso después de las invasiones germanas
del siglo quinto. Es el momento en el que se llevan a cabo la reconstrucción
de diversos edificios públicos como el Circo y el Teatro,
confirmados por las últimas excavaciones llevadas a cabo
en sus recintos, así como la remodelación que vive
la ciudad con la edificación de numerosas mansiones situadas
intramuros de la misma (Casa de los mármoles, Casa Basílica
o del Teatro, etc.) Este auge constructivo se traslada también
al campo, con la aparición de pavimentos musivos de gran
calidad, decorados con motivos figurativos, en algunos casos, y
geométricos en otros. Villae con importantes mosaicos se
han documentado en Pesquero (Pueblonuevo del Guadiana), donde se
ha recuperado una importante escena órfica, y en Las Tiendas
(Mérida), donde se representan escenas de cacería
y bustos con cuatro estaciones. En estas villas rústicas
se asiste a un período de cambios donde los asentamientos
rurales, en la mayoría de los casos, experimentan un enriquecimiento
importante de los materiales utilizados en su parte noble, es como
si el mundo urbano se fuera desplazando decisivamente en el mundo
rural. Igualmente la concentración de la propiedad debió
ser un hecho generalizado en este territorio como ocurre en el resto
del Imperio.
Respecto a la difusión del cristianismo en la colonia, la
iglesia de Mérida parece contar con un prestigio reconocido
desde el siglo III, según se deduce de la epístola
69 de Cipriano de Cartago. En ella se hace mención al diácono
Elio y a la congregación de la ciudad– item Aelio diacono
et plebi Emeritae consistentibus in Domino– como consecuencia
de los problemas surgidos con su obispo Marcial.
También durante la persecución contra los cristianos
llevada a cabo bajo los emperadores Diocleciano y Maximiano Hercúleo,
tuvo lugar en la ciudad el martirio de Eulalia, como pone de manifiesto
el poeta cristiano Aurelio Prudencio en su Peristephanon,
Hym. 3.
Este hecho reactivaría la comunidad cristiana de la ciudad,
y sin duda aseguraría a su iglesia importantes donaciones
desde época temprana. Esta coyuntura religiosa y social convirtió
desde entonces a la ciudad en lugar de peregrinación y culto,
convirtiéndose la mártir en protectora de la misma.
Otra fuente documental importante que corrobora esta implantación
de una comunidad cristiana influyente en la ciudad son las actas
de los concilios hispanorromanos, donde se tiene constancia de la
presencia del obispo de Mérida, Liberio, al primer concilio
celebrado por la iglesia hispana en Illiberis (Granada) en el año
314. En el año 380, otro obispo de Mérida, Hydacio,
que tendría al final del siglo IV e inicios del V un papel
muy destacado en la lucha entre ortodoxos y herejes, asistió
al concilio convocado en Caesaraugusta para ocuparse de la herejía
priscilianista, muy extendida por la provincia. Todo ello viene
a mostrarnos una iglesia influyente, con un prestigio teológico
asociado a una amplia proyección social y a una creciente
riqueza, que la convertirán durante el siglo V-VI en la iglesia
más preponderante y rica de España.
El siglo V representa para Mérida y su provincia, al igual
que para la mayoría de los territorios situados a occidente
de Roma, la presencia de las primeras invasiones bárbaras
del norte. Así suevos, alanos y vándalos lucharán
por hacerse con la renombrada ciudad del Occidente latino. Por Hydacio
(obispo de Gallaecia), sabemos de la importancia que sigue manteniendo
Mérida en el siglo V, al hacer una referencial y destacada
mención en su Continuatio Chronicarum Hieromyniarum, donde
al parecer la ciudad intramuros no sufriría daños
de consideración por parte de los distintos reyes bárbaros
que se acercaron a sus puertas. No así las zonas situadas
extramuros que sí se verán arrasadas; las áreas
de necrópolis sitas en las vías de salida hacia Astorga
o Córdoba, la profanación del túmulo de Eulalia
por el rey suevo Hermegario en el 429, así como la destrucción
de las domus anexas a la muralla en la zona Oeste de la ciudad.
La crónica de Hydacio –obispo de Aquae Flaviae, actual
Chaves en Portugal –es también una fuente de vital
importancia para conocer la continuidad y el desarrollo del cristianismo
trinitario en Mérida. Para el año 445 señala
que el obispo de la ciudad era un tal Antonino, convirtiéndose
la sede emeritense en referente para otras sedes episcopales de
la Hispania de ese momento. Con posterioridad, la iglesia martirial
de Santa Eulalia muestra la importancia histórica y artística
de esta basílica, la cual está estrechamente relacionada
con la diversidad de muestras escultóricas y arquitectónicas
que atesora, procedentes de todos los monumentos históricos
de la ciudad y su área de influencia.
Una vez desaparecida la autoridad imperial de manera
definitiva, será un pueblo bárbaro; los visigodos,
los que hagan su aparición en la ciudad (año 468),
aunque no sabemos ni en que número, ni cuanto tiempo estuvieron.
Más tarde, con el establecimiento definitivo del pueblo godo
en la Península, terminaría por establecerse en la
ciudad un gobernador (dux), desde donde ejercerá el poder
para toda la provincia lusitana.
Por Isidoro de Sevilla, que en su Historiae
visigothorum, Sueborum et Vandalorum cita en numerosas ocasiones
la ciudad de Mérida, sabemos del respeto que despierta en
numerosos reyes bárbaros el edificio martirial donde se encuentran
los restos de santa Eulalia. No obstante, ello no fue óbice
para terminar siendo arrasado, como han demostrado las excavaciones
llevadas a cabo en la última década. Asimismo cita
a los reyes visigodos que pasaron por la ciudad, llegando a ser
durante el reinado de Agila, a mediados del siglo VI, sede regia
de la monarquía visigoda. Esta elección de Mérida
no fraguaría por motivos políticos y estratégicos,
trasladándose definitivamente la capital del reino a Toledo.
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Inicio |
Trascendencia de la iglesia
emeritense durante el período Visigodo.
Durante toda la etapa de presencia visigoda en la Península,
la iglesia emeritense jugará un papel de primera magnitud
en los acontecimientos, tanto de carácter religioso como
político, que van a afectar a la monarquía visigoda
y al reino en general.
No debemos olvidar la defensa de la ortodoxia llevada a cabo por
la sede emeritense durante el enfrentamiento entre Leovigildo y
su hijo Hermenegildo. De este modo, la mayoría del pueblo
hispano-romano de la ciudad y la voluntad mantenida por los metropolitanos
emeritenses, hicieron valer la primacía de la iglesia católica
trinitaria frente a la unitaria arriana, y su posterior triunfo
en el III Concilio de Toledo, con la proclamación de la unidad
religiosa en todo el reino visigodo con su rey Recaredo y el obispo
Leandro a la cabeza en el año 589 d. C.
Así basta recordar al obispo Masona, metropolitano
de Mérida y cabeza del clero católico, que se enfrentó
abiertamente a las pretensiones del rey Leovigildo de convertirse
al arrianismo, y con él todos sus seguidores, lo que hubiera
representado el triunfo de la iglesia unitaria arriana en toda el
reino visigodo.
El texto de las Vitas Sanctorum Patrum Emeretensium
(VPE) es la obra que hace una mención más expresa
de la ciudad de Mérida en la segunda mitad del siglo VI,
e inicios del VII. Es igualmente un documento de inigualable valor
historiográfico para el conocimiento de la Hispania de la
segunda mitad del siglo VI, tanto para la vida política,
como para la religiosa, aun cuando se trata de una obra de carácter
hagiográfico. Redactado en un período en el que no
existen crónicas históricas, excepto los documentos
de las actas de los concilios, hace un detallado análisis
de la vida cotidiana de la ciudad; sus obispos, la riqueza monumental
de sus iglesias, la pugna mantenida contra miembros de la iglesia
unitaria arriana, así como de los peregrinos y mercaderes
venidos de Oriente a la basílica de la mártir Eulalia,
que traen la semilla artística bizantina que influirá
de una manera decisiva en las técnicas escultóricas
emeritenses de los siglos VI-VII.(fig. 02)
De esta obra redactada en el siglo VII, se desprende
claramente la floreciente actividad económica y comercial
que vive la ciudad en los siglos VI-VII, la cual se ve impulsada
por sus arzobispos, que son en definitiva los auténticos
sustitutos del poder civil en la ciudad, si no en toda la provincia
lusitana.
X. Presencia de peregrinos y mercaderes venidos de Oriente en Mérida
a mediados del siglo VI.
“ Anualmente durante muchos disfrutando dichosamente de una
época feliz en compañía de su grey y, viviendo
con alegría en Dios, y floreciendo siempre lleno de virtudes,
cierto día aconteció que de la región, de la
que él mismo era oriundo, llegaron en naves desde Oriente
unos mercaderes griegos y atracaron en el litoral de Hispania. Y
cuando llegaron a la ciudad emeritense fueron al encuentro del obispo
según su costumbre. Los cuales, tras haber sido recibidos
con benevolencia por éste y tras haber regresado, al salir
de su palacio, a la casa donde se hospedaban, al día siguiente
le enviaron un presente en agradecimiento, llevándole un
niño de nombre Fidel, que con ellos había venido de
su país con el fin de obtener un salario”.
V.S.P.E., 4,3,1.
Como consecuencia de esta situación, derivada por la falta
de un poder político y civil fuerte, los obispos de la metrópolis
emeritense se erigen en los auténticos sustitutos de este
vacío de poder. Ello traerá como consecuencia un impulso
constructivo que se plasmará en una fisonomía urbanística
de clara significación cristiana. Se construyen y restauran
de una manera ininterrumpida, desde mediados del siglo VI hasta
bien entrada la séptima centuria, basílicas, monasterios,
escuelas, y hospitales– xenodochium o albergue de peregrinos–,
institución de origen oriental, bizantina que conjugaba las
funciones sanitarias, de hospital, con las asistenciales de asilo,
único ejemplo en la Hispania de este período. Muchas
de estas edificaciones se ubicaban extramuros de la ciudad, así
el monasterio de Cubillana se hallaba en el margen derecho del Guadiana,
hacia su desembocadura; como también el monasterio femenino
de Santa María de todas las vírgenes, localizado gracias
a la inscripción que fecha el momento de su dedicación
acaecida en el año 661.
Igualmente de suma importancia para el conocimiento de la arquitectura
paleocristiana es el conjunto de la Basílica de Casa Herrera,
villa del Bajoimperio, en las inmediaciones de la capital. Se trata
de una singular iglesia de doble ábside contrapuesto que
la emparenta tipológicamente con algunas iglesias africanas.
De este período y del anterior, muestra la ciudad de Mérida
una gran cantidad de restos de decoración arquitectónica
y escultórica; como columnas, capiteles, canceles, veneras,
pilastras, etc. Estas técnicas constructivas y decorativas
de clara influencia Ravenitica, afectarán a los modelos a
seguir en zonas alejadas de la metrópolis emeritense, llegando
su influjo a la propia Toledo, e incluso a áreas situadas
en el curso medio del Ebro.
En el Liber Iodiciorum de Recesvinto se
alude igualmente a la colonia de comerciantes, peregrinos y mercaderes
de origen oriental que se asientan durante este período en
la ciudad. Este hecho se ve confirmado por el significativo número
de inscripciones epigráficas cristianas, griegas y algunos
ejemplos de inscripciones judías, aparecidas en las excavaciones
arqueológicas llevadas a cabo a lo largo y ancho de la colonia
emeritense. Así para estos siglos (IV-VII), Mérida
puede considerarse como uno de los centros epigráficos más
importantes de la Península.
Aunque los datos que nos ofrecen las fuentes documentales
sobre Mérida en la segunda mitad del siglo VII y comienzos
del VIII, son claramente insuficientes con respecto al período
anterior, esto no implica necesariamente la decadencia de la ciudad.
Así tenemos por ejemplo, las actas del concilio provincial
celebrado por la Iglesia lusitana en la iglesia de Santa Jerusalén
de Mérida el 6 de noviembre del año 666, en el que
se tratan aspectos relacionados con el patrimonio de las iglesias
lusitanas, problemas de litigios entre diócesis, de administración
de propiedades, y con ello de las relaciones que se establecían
entre sus obispos, etc. Se trata de un documento excepcional, en
el que no hay lugar acerca de problemas sobre el dogma, y donde
la cuestión predominante en estos momentos es la de imponer
disciplina a miembros del orden episcopal, casi monárquico,
y la administración de unas propiedades cada vez más
amplias y complejas.
Este paulatino proceso de cambio que vive la sociedad
emeritense a lo largo de la séptima centuria, se inscribe
dentro de los vaivenes socioeconómicos y políticos
que se van a ir desarrollando en toda la Península (inestabilidad
de la monarquía visigoda, protofeudalización del estado,
epidemias, malas cosechas, hambrunas, guerra civil, etc.)
No por ello va a perder su importancia geoestratégica en
el occidente peninsular cuando las tropas comandadas por Musa ibn
Nusayr tomen la ciudad en el 713 d. C./ 94 H., tras un largo asedio
que durará siete meses. La entrega de la misma se hará
mediante un pacto de capitulación a semejanza del llevado
a cabo en la zona levantina con el conde Teodomiro, más o
menos acaecido por la misma fecha. La toma de la ciudad por parte
de las tropas arabo-bereberes, les debió causar una gran
impresión como queda testimonio en los textos de geógrafos
e historiadores, repletos muchos de ellos de una exuberante fantasía.
Así queda el testimonio del gran cronista de la corte Omeya
durante el califato, Ahmad al-Razi, uno de los primeros en ofrecernos
una extensa descripción de la ciudad y su jurisdicción
administrativa:
“ ...todos los reyes que vivieron aquí emprendieron
bellas construcciones, y cada uno de ellos empleó y utilizó
los más bellos mármoles, e hizo venir el agua desde
muy lejos, con mucha habilidad y esfuerzo. Fue así edificada
de una manera excelente. Se han encontrado vestigios de construcciones
que duraron eternamente, pues ninguna persona podría destruirlos
ni por la fuerza ni por subterfugios, su fábrica era de piedra
muy dura . Mérida es muy reputada en todas partes. Ninguna
persona podría describir completamente las maravillas de
Mérida.”
Ya, durante el dominio islámico de la ciudad, ésta
seguirá siendo el núcleo poblacional más importante
del Gharb al-Andalus (Occidente de al-Andalus), siendo referente
en las disputas que mantendrán los sucesivos walíes
de al-Andalus hasta la proclamación del emirato en el 756.
Con posterioridad a esta fecha, algunos hijos de emires ejercerán
el cargo de gobernadores, convirtiéndose la Marida andalusí
en capital de la frontera próxima o Inferior de al-Andalus
(al-tagr al-Adnà).
“ Mérida y Toledo son entre las ciudades
de al-Andalus las más grandes y las mejores fortificadas.
Las plazas de defensa en las Marcas gallegas son Mérida,
Nafza, Guadalajara y Toledo, frente a las dos ciudades gallegas
de Zamora y León” (Ibn Hawqal, Siglo X).
Esta situación se mantendrá
hasta la fundación de Badajoz (Batalyws) en el último
tercio del siglo IX /III H, como consecuencia de las repetidas rebeliones
protagonizadas, en su mayor parte por elementos muladíes,
con ‘Abd al-Rahman b. Marwan al-Yilliqi a la cabeza.
Mérida se convertirá en un continuo foco de rebelión
aún más activo que Toledo, por lo que será
castigada con dureza por parte del poder cordobés. Estos
repetidos levantamientos a lo largo del siglo IX, por parte de los
elementos muladíes, bereberes y mozárabes de la ciudad,
vienen motivados principalmente por el incremento de la presión
fiscal que gravaba especialmente a los artesanos y a los grandes
propietarios.
La reacción del poder cordobés contra estos grupos,
especialmente los muladíes, se saldaría en el año
868 con la destrucción de las defensas de la ciudad y, en
el 875 con el traslado de parte de la población a Badajoz
y Córdoba.
Con posterioridad a esta fecha iría paulatinamente perdiendo
importancia dentro de la organización administrativa y militar
de al-Andalus, tanto durante el período que atraviesa el
califato, como durante el período taifa y de los imperios
norteafricanos, ha
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