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Hoja suelta

Revuelo de Aniceto el Gallo


Campamento en la Cañada de Cepeda, a 10 de setiembre de 1859.

Señora doña Aniceta Rocamora.

Mi querida esposa:



ArribaAbajo    Sabrás que al fin se ha largao
a caballo el balaquero262
Urquiza, que desde enero
sin apiarse anda montao.
¡Cómo vendrá de escaldao!  5
¿No te haces cargo, mi vida?
trairá la cola fruncida
—234→
y se tendrá que ensebar
cada rato, antes de dar
por acá otra zambullida.  10

    Pero, si en la que pegó
la vez pasada en Palermo,
con su peladura enfermo
pudo juir y se alivió,
fue porque, apenas montó  15
al bordo de un barco inglés,
desde el cogote a los pies
los marinos lo ensebaron,
y enjabonao lo llevaron
a Gualeguaichú otra vez.  20

    Mas hoy que vuelve escaldao,
bichoco263 y tan barrigón,
y diz que algo mansejón,
aunque anda todo trabao264,
si lo topa algún soldao  25
de HORNOS, en esta flacura
de Rosines, lo asigura,
lo embozala, se le sienta...
y lo larga hecho osamenta
¡con tamaña matadura!  30

    Así, déjalo allegar
aparentando poder,
que ya tendrá qué morder
si trata de relinchar,
o presume que ha de hallar  35
—235→
    Porteño que se le cuadre,
ni quiera hacerlo compadre265,
ni pretenda en estos casos
sino darle más guascazos
que besos le dio su madre.  40

    Yo al menos, como al fandango
ya me le pienso afirmar,
y si consigo voliar
al presidente guarango,
lueguito me le arremango,  45
y al colmo de mi deseo
lo muento, lo galopeo
a bajarle la barriga,
y si medio se fatiga,
o se aplasta, lo cuereo.  50

    ¿Qué te parece, Aniceta,
la intención? ¿no te da risa?
¡pobre Diretudo Urquiza,
ya está viejazo y maseta!...
pero, mesmo así sotreta266,  55
a fuerza de hinchar el lomo
ha logrado no sé cómo
ser un malevo sin hiel,
y de su amo Juan Manuel,
hacer el segundo tomo.  60

    En fin, chinita adorada,
calentamé a tu tocayo,
cosa de que largue un Gallo
—236→
para la teruterada:
pues tan ruin y tan delgada267  65
la tiene Urquiza en enjambre,
que a ÉL mesmo puede que de hambre
redepente lo atropellen,
¡ahi-juna... pu! lo desuellen
y le coman el matambre268.  70

    Con que, mi alma, hasta la vista:
que el papel toca a sus fines,
como tocan los clarines
ahora mesmo a pasar lista.
Rogale a Dios que me asista  75
en la presente campaña,
y que me deje dar maña
hasta conseguir mi gusto,
que es toparme con don Justo
y trajinarle una entraña.  80

    Después de eso vos verás
cómo todos los paisanos
luego nos damos las manos
y ya no peliamos más;
pues sólo tendremos paz  85
libres de ese Mashorquero
presidente terutero,
manotiador y ambicioso,
a quien rastrea hoy tu esposo

José Araoz el Lujanero.





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ArribaAbajoNº 14

Buenos Aires.- Octubre 1º de 1859



Ahí te mando, primo, el sable:
no va como yo quisiera;
de Tucumán es la vaina
y de Salta la contrera.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Don Venancio Undebeita.                




Artículo de fonda269. -El refrán veterano. -Mi salida. -Hágome el petizo. -La picana de don Manuel Pérez. -El cielito. -El truco de Virotica. -¡Retruco y barajo! -El güevo. -La chalana y las pelotas. -La chorizada de Bilbao. -Urquiza alunao. -El coronel Fausto. -Vuelta al reñidero, y allá va el Gallo.


ArribaAbajo   Cuando al general Tristán
lo emprimó la patria gaucha
hasta pelarle la chaucha270
—238→
en Salta y el Tucumán,
salió entonces de refrán  5
aquel verso inolvidable,
por tan gaucho y aplicable
a todo golpiao, si en copla
sale un paisano y le sopla...
¡ahí te mando, primo, el sable!  10

¿No es verdá, paisanos, que el refrán veterano es chusco y gaucho? Mesmamente: y por eso como yo también soy gauchón y ando con sangre de pato, con cierto justo motivao, velay que hago ahora esta nueva salida, a ver si encuentro algún otro general primo o golpiao, para atrácarselo en copla bien o mal concertada, y pegue o no pegue, como solía soltar versos el difunto bendito don Venancio Andabestia, pueta del tiempo de la pajuela271.

Pero antes de entrar en argumento, alviértole al auditorio, que, en lengua gaucha, el decir un primo, es lo mesmo que decir un golpiao, un cantimpla, un tilingo, un zonzo, un lele, un payo, y la ecétera de don Gaspar...

Adelante.

Hecha esta alvertencia, dígole al público, que como yo no he pelechao272 haciendo gacetas, ni presumo de ser escrebido o versista, ya había tocao retirada a respeuto de soltar más Gallos, con todo de que a veces me tentaba a largarlo el ver lo que porfía y forcejea el señor de Urquiza,   —239→   Diretudo cabezudo, por costitucionarnos, manotiarnos y sicofantiarnos. ¡Zape, diablo!

Pues, a pesar de tal majadería terutera, se guía yo mi propósito, y calladito me andaba haciendo el petizo, riéndome solo en mis adentros del cacareo, las balacas, las proclamas, y la guerra tremenda y enfurecida del general Colafruncida; pero el diablo sin duda, como es tan tentador, vino y le metió la cola a mi amigo don Manuel Pérez, quien, de puro urquizano, renejao y cándido (a lo Limeño), una mañana se puso a picaniarme, apostándome 200 pesos a que yo no soltaba el Gallo de miedo de la invasión, cuando el Diretudo don Justo pensó venírsenos con su chalana273 y las pelotas274 de cuero aquellas, que por acá supimos que estaba armando Vuecelencia, porque en una gaceta de acá salieron las décimas que voy a imprentar abajo de esta llana, donde las lerá el que guste.

La gaceta decía así

NOTICIAS FRESCAS DE LA ARMADA INVASORA

Buenos Aires, y febrero de 1859.



ArribaAbajo    Diz que en cierto embarcadero
del Paraná se halla Urquiza,
—240→
armando en guerra a la prisa
tres mil pelotas de cuero,
¡cada cual con su mortero!  5
y una tremenda chalana
que será la capitana
de aquella escuadra pujante,
en que vendrá de almirante
don JUSTO Macarandana.  10

    Gente sólo le ha faltao
para hacer marinerada;
pero, con teruterada
dicen que la ha tripuliao275,
¡diablo! y que determinao,  15
sin más barco, ni más flotas,
teruteros ni gaviotas,
se nos viene en su chalana,
mandando Macarandana
la invasión de las pelotas.  20

Pues, señor, y como les iba diciendo: a pesar de tales noticias, cuando lo vi bolsiquiar sacando los doscientos pesos el amigo Pérez, yo saqué de mi tirador otros tantos, hicimos la apuesta con depósito, y... ¡qué diablos! esa mesma tardecita, a salú de don Manuel el parador, le canté a Vuecelencia las coplas y el cielito siguiente:


ArribaAbajo   Como mi amigo y querido
—241→
paisano, don Eme Pérez,
el chiche de las mujeres
por idéntico a Cupido,
de infeliz se ha presumido  5
que la invasión cacareada
tiene a la gente asustada,
y al Gallo en particular,
lo quiere desengañar
por medio de una versada...  10

Aniceto el Gallo.




Cielito del terutero



ArribaAbajo   ¿Con que el tremendo don Justo
ha dao término a la tregua,
y por fin montao en yegua
viene a matarnos de un susto?
    ¡Ay, cielo!... ¡Barbaridá!  5
de invasión precitripada,
si es en yegua preñada,
el hombre cómo vendrá!
—242→

    De ahí, si por suerte no pasa
la calor que hace al presente,  10
¿no pudiera al Presidente
redetírsele la grasa?
    Mi cielo, temo y supongo
que aun viniendo el viejo al paso,
si lo pilla algún solazo  15
se le haga aceite el mondongo276.

    ¿Quién diablos lo habrá tentao
a semejante invasión,
estando tan barrigón
y de yapa abichocao?  20
    Cielito: tome un consejo,
señor don Justo José,
no se venga, mire que
para tal cosa está viejo.

    Hay gauchos en esta tierra  25
que mesmamente dan risa,
pero el Diretudo Urquiza
con sus balacas de guerra...
    Cielo mío, es por demás
de loco para esas cosas,  30
de suerte que a su amo Rosas
¡lejos! lo ha dejao atrás.
—243→

    Deje toda esa bambolla
«que ya voy; que de acá a un mes...»
véngase ya de una vez,  35
le sumiremos la bolla.
    Cielo, porque es de alvertir
que colegimos sus fines,
y que se pela a maquines
para hacerse RELEGIR.  40

    Cese pues de balaquiar,
véngase ya cuesta abajo
y evítenos el trabajo
de tener que irlo a buscar.
    Cielo, porque unas gaviotas,  45
que esta mañana han venido,
cuentan que se le han podrido
la chalana y las pelotas.

Hechas pues las coplas anteriores, por supuesto le trajiné los doscientos al mozo infeliz, los mesmos que cabalitos se los di de limosna a los pobres de la Recoleta.

Después, a la cuenta mis versos llegaron a Gualeguaichú, aonde se agravió por ellos cierto Cantimpla llamao Virotica, quien, de tapao bajo el poncho de un imaginao Barriales, me truco a desvergüenzas; pero luego supe que allá en Entrerríos no había tal chimango coplero llamao Barriales, sino el mesmo Virotica, secretario y tiernísimo yerno del Diretudo, a quien no se le despega bailándole de pelao, o el pelao, que es idéntico a la gazuza.

  —244→  

De juro, me calentó el manflorita con sus relinchos, y me obligó a soplarle el tapón de más abajito: y si volviese a rebuznarme, ¡ahi-juna! le prometo atracarle gallo y más gallo hasta hacerle largar un güevo morrudo y jediondo, como de terutero.

Velay va el tapón que le prendí: con permiso del auditorio.




Retruco a virotica

Señor Imprentero del Nacional.

Buenos Aires, a 28 de abril de 1859.


ArribaAbajo   En su gaceta, patrón,
por la patria hágame un cabe
para la viruta suave,
que largó a continuación
por toda contestación  5
al Virotica coplero
Barriales y Cantafiero,
poeta de la manada
—245→
que va a morder cuando invada
Justo Panza y Terutero.  10

Aniceto.


Dice un refrán que no es mengua
dar ciertas contestaciones,
cuando para ello hay razones;
y, a cada bruto en su lengua.





ArribaAbajo   ¡Barajo! ¡qué versería
puerca la del tal Barriales!
ahi-juna pu...! ¿en qué andurriales
ese bruto nacería?
¿Qué yegua lo pariría  5
que al pujo no reventó?
cuando diz que lo largó
¡con seis patas! y que al verlo
tan animal, sin lamberlo,
alzó el rabo y lo solfió!  10

    De ahí, cuentan que entre un maizal
con leche de choclo y miel
lo crió un gaucho de Montiel,
hasta prenderle el morral.
Entonces el animal  15
de juro se hizo maicero,
y después de eso afrechero
insaciable, hasta que al fin
ya es bruto grande y Rosín,
roncador y mashorquero.  20

    Pues, ese mesmo bagual
—246→
me ha salido relinchando,
y como contrapuntiando
de versista federal.
¡Habrase visto animal  25
más jediondo y presumido!
sin duda se ha persuadido
que saliéndome a toriar
yo me voy a calentar;
pero, sepa ese aturdido...  30

    Que a todo bruto Rosín,
que me hace coplas iguales
a las del tapao Barriales
le contesto a lo mastín;
que cuando un cuzco277 ruin  35
con ladridos lo torca,
el mastín lo desprecea,
y en vez de echársele encima,
ni le gruñe: se le arrima,
alza la pata y lo mea.  40

Después de estos lances, volví a dejarme andar calladito, pero luego sucedió que, ahora días pasaos en compaña del señor general don VENANCIO FLORES, cayó de Entrerríos a esta ciudá una pandilla de jefes, oficiales y soldados, todos Orientales amargos y más coloraos que el fuego, que es lo mesmo que decir: Salvajes Unitarios.

Entre los nombraos llegó también un amigo mío de todo mi cariño y confianza, como lo es el señor coronel don Fausto Aguilar, hombre que en la guerra siempre anda puntiando a vanguardia, haciéndose   —247→   el desganao de peliar (con tigres, digo yo), pero que, en ofreciéndose un entrevero, es capaz de tragarse hasta de a seis teruteros a un tiempo; y que de yapa todavía se queda lambiendo por un gallo de los míos. ¡Vaya un buitre insaciable!

De por fuerza: cuanto supe su llegada, enderecé de carrera a visitarlo, encontrándolo felizmente en su casa a eso de la oracioncita.

Así que llegué, y que me iba colando en la sala que estaba llena de oficialada y medio escura, el coronel Fausto, que es un lince, me clavó el ojo y se me echó encima prendiéndome un abrazo a lo soldao, con el cual me hizo crujir los costillares... ¡La...pu...janza en las muñecas!

De ahí me mandó sentar a su lao, y agarró la taba278 diciéndome:

-¡Por Cristo! mi sargento Aniceto, ¡cuánto me alegro de verlo! ¿cómo le va de salú? pues desde el tiempo aquel, en que estuvimos juntos en la zapallada de Caseros, hasta hoy, nada he sabido de usté. ¿Diaónde sale, amigazo?

-De por acá no más, amigo coronel Fausto, y va me ve algo alentao. ¿Y a usté cómo le va yendo?

Hombre, a mí me va viniendo la gana de campo afuera, pues, como he llegao a pie, deseo y necesito pronto apretarle la cincha a cualquier Rosín de esos de por el Rosario... por más mordedor y bellaco que sea.

-¡Ay, hijito, qué deseo tan indireuto! ¡óigale al colorao viejo!

  —248→  

-Cabal: y además deseo saber ahora mesmo, amigo Aniceto, si ¡no trai el gallo de mi afición.

-¡Adiós diablos! ya lo sentí venirse, pero no se lo traigo, porque no lo he soltao, ni ya me entretengo en eso.

-¡Voto a Cristo! ¿Cómo es eso que ahora en la ocasión más linda y calentona se empaca y no suelta el gallo? ¿entonces en qué diablos se entretiene?

-¡Me ando no más despacito en procura de trajinar una polla fina y linda, como para sacar cría, y entonces sí verá uste que...

-Salga, amigo Aniceto: ¿sabelo que yo pudiera ver si usté se anda así lerdiando? es que de repente don Justo lo pille a tiro y le atraque un trajín y una polla de mi flor! ¿Oye?

-¿De veras? ¡oh! ¿y por qué?

Chancita: que se lo digan acá mis compañeros, y después no se encoja: ¡largue prontito el Gallo y abra el ojo! que lo primero le conviene a nuestra causa, y lo segundo a usté para salvar el cuero y acreditarse, a fin de hacer carrera linda en la milicia.

-¡Pues no, mi alma, y que hacía yo carrera linda en la milicia largando gallos!... No diga, coronel Fausto.

-Sí digo, sargento Aniceto; sin duda de que aquí ya sus paisanos cuando menos le habrán dao un buen cargo.

-Pues, señor, se equivoca muy fiero, porque acá los salvajes de hoy en día no me han dao ni leche, cuando a veces la redaman sobre algunos maulas mamones, ni tampoco tengo más cargo que la gineta aquella que, después de la aición de   —249→   Monte Caseros, me dio don Justo José, a quien sea del modo que fuere se la debo; pero a los unitarios de ahora no les he merecido nada, sin duda porque soy poco pretencioso, y medio cimarrón para acercármeles, cuando largan nombramientos por cargueros; pero, como por eso yo no me he de resertar de la banda en que siempre me aguanté sin agraviarme por nada, sigo y sigo defendiendo el pleito por la Patria y nada más. ¿No le parece, coronel Fausto?

-Muy bien: y me parecerá mejor que, a pesar de lo que me ha dicho, suelte el Gallo, porque nos divierte mucho y anima a la paisanada, y en ancas porque a los mesmos teruteros les gusta, y que sólo al viejo Justo lo abomba y lo hace rabiar.

-Eso es cuento, amigazo: ¿qué caso ha de hacer el Diretudo de mi Gallo infeliz?

-¿Qué dice? ¿que no le hace caso? Oiga: ahora poco tiempo, cuando nos preparábamos en Entrerríos para sacarle el cuerpo a Urquiza, sabíamos por allá, de buena letra, todo el entusiasmo que había aquí entre el Porteñaje, y leíamos todos los periódicos de esta ciudá que iban chispiando contra el Viejo Soberbio, pero como no viamos ni una copla de Aniceto, medio deseconfiando decíamos: ¿cómo es esto que ahora tan luego el Gallo ha cerrao el pico? ¿si le habrá entrao moquillo, o andará juido, o si estará envaretao, o por ladiarse del todo en esta cuestión?

-¡María Santísima! ¡qué esperanza! cuando usté sabe bien, coronel Fausto, que yo soy y seré siempre Salvaje Unitario, de opinión firme como palo a pique, y que ni el diablo me ladea.   —250→   ¡Vaya, vaya, con sus dudas! ya me están haciendo calentar, no embrome.

-Me alegro: justamente es lo que yo quiero: templarlo en su lindo y hacerlo corcoviar hasta que suelte el Gallo; y de fijo que lo suelta cuando le diga yo algo más.

-Bueno pues, prosiga y desembucho de una vez.

-Pues, como le iba diciendo: en esas dudas estuvimos hasta que por fortuna y casualmente yo, y acá ese compañero, nos hallamos en presencia del viejo Justo, al tiempo que un tal Bilbao acababa de hacerle la letura de un larguísimo chorizo de su mesma Gaceta (como les dice la Tribuna).

-Y es verdad que la Tribuna así los llama a los argumentos de don Pancho el Ráculo.

-Pues bien, ese mesmo día Urquiza tenía ya entripada la noticia de que le fallaba la alianza del Paraguay y el Brasil: y que Cafulcurá lo andaba medio embrollando; y supo también ese mesmo día temprano, que un vapor de los de acá lo había manoteao, de un barco en el Paraná, nada menos que dos mil garabinas y tres mil sables, entre los cuales le mandaban para él uno muy rumboso con vaina de plata, regalo que le venía de perilla cuando el viejo está tan escasón de armamento.

-De por juerza: ¡con tantísimos ejércitos que tiene armaos!

-Hágase cargo, amigo Aniceto.

-¡Pues no: barajo! ¡y cómo estaría de alunao por la falsiada de las alianzas, el manoteo del armamento atrás, de la ocurrencia de metérsele allí ese cócora de Bilbao a soplarle la longaniza o   —251→   chorizo o argumento de su gaceta. ¡Barbaridá!

-Pues, con todo eso, don Justo no se calentó fiero sino cuando, para rematar la fiesta, entró ese su secretario Virotica trayéndole fresquitos los nuevos versos de usté, y que, como despreciándolos y por gracia, se puso a lerlos medio a la oreja del viejo, que lueguito empezó a hinchar las narices y a rascarse los cuadriles, medio clavándose las uñas, hasta que a media letura reventó, pegando un bufido y diciendo: «¡Ahi-juna grandisíma pu... salvaje perro: seguí no más largando Gallos, que el día que yo te agarre, juro y prometo hacerte engrasar bien la cabeza, y después de hacértela quemar como chicharrón yo mesmo, de un revés te la he de cortar en el chiquero de los chanchos. ¡Anda, no más, pícaro piojoso!». ¿Qué le parece, amigo Aniceto?

-¿Qué quiere que me parezca? Calentura del Vuecelencia y nada más. ¿Con qué me va a cortar nada si anda tan desarmao, y yo le tengo acá el corvo ese de los tres mil que le manotiamos? ¿con qué, repito, me puede afirmar el corte seis para descogotarme en el chiquero? con nada. Aunque ahora que viene al pelo, encuentro un cabe para facilitarle arma y quedar bien con el costitutionero.

-Vamos a ver, ¿qué piensa hacer para desagraviarlo?

-Nada más que soltarle un Gallo, que lleve un corvo en las patas y en la cresta la copla siguiente:


   Ahí te mando, primo, el sable:
no va como yo quisiera,
del Paraguay es la vaina
—252→
y del Brasil la contrera;
los tiros son de Pa-juera,  5
aonde los perdió asustao
Cafulcurá que ha escapao
en una yegua rabona;
y también va una dragona
de chorizos de Bilbao.  10

-¡Superiorazo! dijieron el coronel Fausto y sus compañeros, de quienes me despedí largándome a dormir, sin soñar con el chicharrón que quiere hacer de mi mate279 el golpiao Diretudo, a quien por último lo calculeo bien achicharronao con tantísimas contrariedades, chicharras y Teruteros flacones que lo rodean en el pantano que se ha metido de puro SICOFANTÁSTICO.



  —253→  
Carta fresca y noticiosa del Ejército del Norte

Campamento en Cepeda, setiembre 28 de 1859.

Señora doña Sinforosa Pretao



ArribaAbajo   Celebraré, amada esposa,
que esta te halle ricotona
y sin estar barrigona,
que estés siempre buena moza;
yo acá estoy como la rosa,  5
gracias a la Providencia,
aunque sintiendo la ausiencia
de tu amor, que es mi regalo;
ando de amores al palo280,
y, ¿qué hemos de hacer? Pacencia.  10

    Con esta carta van dos
que te escribo esta semana,
pues tarde, noche y mañana,
a toda hora pienso en vos,
que este invierno sabe Dios  15
los fríos que habrás pasao,
a no haberte calentao,
—254→
como cuasi lo supongo,
de día con tu morrongo281,
de noche con el pelao282.  20

    Has hecho bien, Sinforosa,
como yo, haciendo un esfuerzo,
para concertarte en verso
esta carta cariñosa:
aunque lo pior de la cosa  25
es que he de verme apurao
para hacer tal concertao,
a pesar de que haré empeño
pero es el diablo que el sueño
me tiene muy atrasao.  30

    Y no pensés que el servicio
me esté haciendo cabeciar,
no es eso, es el orejiar...
que siempre será mi vicio:
así anoche, con Mauricio  35
tu primo, en una jugada
me pasé de trasnochada,
porque me sentí acertao;
aunque había trasnochao
en la anterior de avanzada.  40

    Pues, con todo, entre bostezos
y sin más luz que la luna,
sin errar carta ninguna,
les pelé nueve mil pesos
a unos mercachifles de esos  45
que, vienen de la ciudá
—255→
a pelarnos por acá,
vendiéndonos el tabaco
a diez pesitos el naco
y aventao... ¡Barbaridá!  50

    Y aquí que corre moneda,
como en la vida se ha visto,
por diez papeles, ¡qué Cristo!
sin pitar naides se queda:
pues no hay soldao que no pueda  55
hoy en nuestro campamento
gastar veinte, o gastar ciento,
divertirse y voraciar,
y por supuesto pagar
sin hacer asco al momento.  60

    Únicamente he notao
en nuestra gente un disgusto
presumiendo que a don Justo
el rocín se le ha empacao:
o que se le ha empantanao,  65
de juro, errando la senda
por la cual a media rienda
a venir se disponía
de un tirón, (¡y que venía!)
a traír la guerra tremenda.  70

    Ojalá llegue mañana:
de veras que lo deseamos,
y verá si le atracamos
chuza, balas y tacana,
pues aquí crece la gana  75
de peliar, cada vez más;
así, a quien te hable de paz,
mientras que gobierne Urquiza,
—256→
hasta sacarle la friza...
largátele por atrás.  80

    Por mí no tengas cuidao,
ni por naides finalmente,
porque, mi alma, entre esta gente
ni con luz se halla un morao283:
sólo hay criollaje alentao,  85
rumboso y bien mantenido,
como igualmente lucido
a respeuto de armamento,
pues tenemos, y no miento,
el siguiente contenido:  90

    -Fusiles a Lominié,
garabinas fulminantes,
artillerías volantes
y de cuhete Lacongré,
chocho largo y fiero que  95
encienden entre un cañuto
veinte o treinta por minuto,
y como ascuas culebriando
¡barajo! salen matando
gente y pingos a lo bruto.  100

    En fin: ya el sueño me quiebra,
voy por eso a rematar
esta carta, y destapar
luego un porrón de giniebra,
al que, a tu salú, de una hebra284  105
le sacaré hasta el añil;
y como siento al candil
—257→
flaquiar y hacerme chus-chus,
contento aparto a la luz
seis Loros nuevos de a MIL285...  110

    Los cuales te entregará
don Rosendo el pagador,
mozo lindo y servidor
con la mejor voluntá:
él, pues, te los llevará  115
sigún me lo ha prometido;
así, chinita, te pido
que al hombre lo agasajés;
pero no te descuidés,
mira que es medio cupido.  120

    Luego, soltale las riendas
a tu gusto en el gastar,
sin dejarte trajinar
por los mozos de las tiendas.
Comprá, eso sí, lindas prendas,  125
como es y será tu flujo;
largale el valor al lujo,
y lucí tu aire de taco
zarandeando el miriñaco,
o, más bien dicho... el tapujo.  130

    Con que así, prenda adorada,
adiosito, que ya espicha
el candil, cuando por dicha
mi carta está terminada.
Mañana a la madrugada,  135
—258→
si Dios quiere, Sinforosa,
te escribiré cierta cosa
fatal que me ha sucedido...
al firmarme -tu marido-

Anacleto Reventosa.