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Paulino Lucero o Los gauchos del Río de la Plata cantando y combatiendo contra los tiranos de la República Argentina y oriental del Uruguay (1839 a 1851)

Hilario Ascasubi



portada



Homenage

A la memoria del doctor don
VALENTÍN ALSINA, eminente
patriota, virtuoso ciudadano e
ilustre jurisconsulto argentino.

HILARIO ASCASUBI.

París, 2 de agosto 1872.



  —I→  

ArribaAbajoPrólogo

Después de algunos años consagrados al sostén de los principios de libertad y civilización, en que, teniendo en vista ilustrar a nuestros habitantes de la campaña sobre las más graves cuestiones sociales que se debatían en ambas riveras del Plata, me he valido en mis escritos de su propio idioma, y sus modismos para llamarles la atención, de un modo que facilitara entre ellos la propagación de aquellos principios, es sólo a instancias de mis amigos que he podido resolverme a publicar, reunido a un solo cuerpo, todas las poesías que contiene este libro.

En globo, ellas presentarán al lector como el horizonte lejano de nuestros hechos y sus diversas peripecias; el cual irá perdiéndose de nuestra vista cuando más vamos entrando en la actualidad, donde el cuadro de la realidad principia a hacer desaparecer el aparente límite que a lo lejos diseña aquel ficticio horizonte.

Sin haber podido formar conciencia del mérito real y positivo de mis producciones, lejos de haber   —II→   tenido en vista antes de ahora poner en un solo cuerpo las que contiene este libro, he temido por el contrario el exponerlas como en un cuadro sobre el cual el público pudiere juzgar de ellas, fuera de la escena en que me fueron inspiradas; circunstancia que tanto contribuye a realzar el mérito de toda producción literaria.

Pero personas más competentes que yo para juzgar de trabajos de esta naturalesa, ya sea movidas por un espíritu de patriotismo, amistad, o simpatía por los principios que he vertido en mis escritos, han conseguido al fin lanzarme el campo de la publicidad. Ellas me han impulsado a ofrecer a mis compatriotas una colección completa de mis trabajos, y no obstante que agradezco el generoso sentimiento que les induce a aconsejármelo así, debo sin embargo hacer caer sobre ellas ya sea el aplauso o el sarcasmo con que fueren recibidos mis trabajos, pues a no ser por sus insinuaciones no me habría expuesto a hacerme acreedor a una u otra cosa; desde que tampoco habría llegado el caso de ofrecer la colección que hoy sale a luz.

HILARIO ASCASUBI.





  —1→  

ArribaAbajoJacinto Amores, gaucho oriental, haciéndole a su paisano Simón Peñalva, en la costa del Queguay, una completa relación de las fiestas cívicas, que para celebrar el aniversario de la jura de la Constitución oriental, se hicieron en Montevideo en el mes de julio de 1833

[Diálogo entre Jacinto Amores y Simón Peñalva, describiendo el primero las fiestas cívicas en Montevideo por la jura de la Constitución en 1833]1


JACINTO llegando a casa de su aparcero Peñalva antes del mediodía



JACINTO

    ¡Aquí está Jacinto Amores!
Vengo, paisano Simón,
a ganarle un vale cuatro2,
y al grito rayarseló.

SIMÓN

    Pues, amigo, si tal piensa,  5
fieramente se engañó.
—2→

JACINTO

    ¡Qué me he de engañar, nunquita!

SIMÓN

    Se engaña, y creameló,
que en la redondez del mundo
hasta ahora no alumbra el sol  10
a gaucho alguno que pueda
alzarme al truco la voz.

JACINTO

    ¡Barbaridá! Y ¿cómo está?

SIMÓN

    Alentao, gracias a Dios.
Y usté ¿diaónde diablos sale  15
en ese pingo3 flanchón?

JACINTO

   De la ciudá caigo, amigo,
rabiando, y con su perdón
voy a soltar a este bruto,
que desde que lo parió  20
su madre la yegua...

SIMÓN

¡Ahijuna!
—3→
La madre del redomón4,
si le parece, y...

JACINTO

De juro.
(¡Qué viejo tan cociador!)
Pues, como le iba diciendo,  25
nunca en la vida se vio
de este bruto una obra buena.
¡Ah, maula!

SIMÓN

Pues largueló,
que de flautas de esa laya
dos tropillas tengo yo;  30
por supuesto, a su mandao.

JACINTO

    Eso sí, siempre pintor.

SIMÓN

    Como guste; desensille,
y vamos para el fogón,
pues le conozco en la cara  35
que viene algo secarrón;
y allí, mientras toma un verde,
me contará por favor
si ha visto esas funcionazas
de nuestra Custitución,  40
de las cuales en el pago5
—4→
no hay gaucho que dé razón.
Así, merecer deseo
de su boca un pormenor.

JACINTO

   Me parece razonable,  45
amigo, su pretensión;
así, voy a complacerlo,
aunque vengo calentón
por causa de que el caballo
también cuasi me tapó,  50
allí al cair a la cañada,
aonde tan fiero rodó
que, si no le abro las piernas
en su lindo, hecho mojón
entre el barrial de cabeza  55
me planta, o me hace colchón.

SIMÓN

    No me venga con preludios,
pues ya sé que es parador6.

JACINTO

    A veces, pero no en todas;
por fin, eso ya pasó.  60
Y volviendo a su deseo,
en cuanto a conversación
traigo más cuento que infierno
y podré darle razón,
como guste, en lo tocante  65
al todo de la función.
—5→

SIMÓN

    ¡Cosa linda!, sientesé;
velay mate, apureló,
y empiece, que estoy ganoso
de escucharlo.

JACINTO

Pues, señor,
 70
partiendo de una alvertencia,
desde el día veintidós,
ya rumbeando a las funciones,
fui a golpiarme al Canelón7,
adonde jugando al truco  75
con el ñato Salvador,
me pasé todo ese día;
y el liendre con su intención,
sintiéndome algunos riales,
y sabiendo mi afición  80
a echar un trago, a la fija
esa noche me apedó,
y orejiando la pasamos;
y la jugada siguió
hasta el veintitrés de tarde,  85
que del todo me peló,
y largándome el barato
a la ciudá se largó.
Yo, después de churrasquiar,
apenas escureció,  90
ensillé el ruano8 y salí
al trote hasta el Peñarol9,
—6→
adonde desensillé
en la chacra10 de Almirón;
y de allí, a la madrugada,  95
cuanto el lucero apuntó,
cogí despacio, y después
que asiguré un cimarrón11,
rumbié al galope a la Aguada12,
aonde llegué a la sazón  100
en que la primer orilla
iba descubriendo el sol.
¡Barajo!... ¡Pero, qué helada,
la que se me levantó
en esa cruzada! ¡Ah, Cristo!  105
Por poco me endureció,
con todo que para el frío
presumo de aguantador;
pero, esa mañana... ¡eh, pucha!
las narices, crealó,  110
me gotiaban, y entumido
me apié en lo de un Español,
pulpero de mucho agrado;
y luego que alabé a Dios,
le pedí un vaso de anís,  115
que para entrar en calor
es bebida soberana;
y apenas me lo alcanzó,
al pegarle el primer beso,
de atrás sentí... ¡Bro... co... tón!  120
el trueno de un cañonazo
que a la casa estremeció.
—7→
Y al crujido de los frascos,
los vasos y el mostrador,
por supuesto, mi rocín  125
de la sentada que dio
hizo cimbrar el palenque13,
y en seguida reventó
el cabresto, al mesmo tiempo
que el cojinillo voló  130
y en medio de las orejas
al pingo se le enredó;
de manera que espantao
y echando diablos salió
campo afuera hasta el Cerrito,  135
en donde me le prendió
las boliadoras un criollo
que allí se le atravesó.

SIMÓN

    ¡Vaya un mozo comedido!

JACINTO

   Cabalmente, se portó.  140
Y como le iba diciendo,
tras del trueno del cañón
un repique general
por todo el pueblo sonó,
y al mesmo tiempo soltaron  145
en el Cerro un banderón
de la Patria azul y blanco,
y en la esquina con el Sol.
—8→
    De ahí siguieron menudiando
las campanas y el cañón,  150
y de tal modo, aparcero,
se me ensanchó el corazón,
que doblé el codo y de un trago
sequé el vaso, crealó;
y luego un ¡Viva la patria!  155
le atraqué por conclusión.

SIMÓN

    En su vida, amigo Amores,
no ha hecho usté cosa mejor;
y en un caso semejante
lo mesmo hubiera hecho yo  160
y cualquier criollo patriota.
Prosiga.

JACINTO

Pues, sí, señor.
    Luego que el vaso apuré
y el cuerpo me entró en calor,
enderecé al bullarengo  165
cantando muy alegrón;
y al embocarme en la calle
que le llaman del Portón,
la vide de punta a punta
que parecía una flor,  170
adornada con banderas
de toda laya y color:
las unas de Buenos Aires,
las otras de la Nación;
pero, eso sí, acollaradas,  175
como quien dice: en unión;
después las de Ingalaterra,
las de Uropa y qué sé yo...
—9→
Era puro banderaje
de lo lindo lo mejor.  180
Así, medio embelesao
con tantísimo primor,
fui a torcer por una esquina,
cuando en esto el redomón
de una yunta de mujeres  185
se hizo poncho y se tendió
al ver que una en la cabeza
traiba un escarmenador14,
que era capaz de espantar
al famoso Napolión.  190
¡La pu... rísima en el queso!
¡si aquello daba temor!
Era más grande que un cuero
la peineta, sí, señor;
de manera que el caballo  195
tan de veras se asustó
que fue preciso atracarle
las espuelas con rigor.
Al sentir las nazarenas15,
tiritando atropelló  200
en derechura a las hembras,
y una de ellas se enojó
tantísimo y tan de veras,
que la gente se juntó,
al comenzarme a gritar:  205
«¡Ah, camilucho ladrón,
que te hago pelar la cola
si ruempo mi peinetón!
¡Jesús, mis ochenta pesos!
—10→
Favorézcanme por Dios;  210
vayan a la Polecía
y tráiganme un celador;
o que venga el comisario
y amarre a este saltiador,
gaucho, atrevido, borracho...».  215
Y la hembra se calentó
a decirme desvergüenzas,
que a no ser por la afición
que le tengo y le tendré
siempre al ganado rabón,  220
me dejo cair y allí mesmo
la castigo, o qué sé yo.

SIMÓN

    Pues, amigo, en no hacer caso
no hay duda que la acertó,
porque las hembras puebleras  225
en cuanto se enojan son
como víboras toditas;
y en teniendo un camisón
de tafetán o lanilla,
ya tienen la presunción  230
de unas virreinas, y así
se largan de sol a sol
con el corpiño ajustao
y llenas de agua de olor,
sin camisa algunas veces,  235
pero con su peinetón;
pues como es prenda de moda,
ahí largan todo el valor;
lo mesmo que en el ponerse
en cada hombro un pelotón  240
como panza de novillo.
—11→
¡La gran punta! ¡qué invención!
¿No la ha visto?

JACINTO

Quitesé;
de eso también procedió
que el animal se espantase,  245
de suerte que me obligó
a volverme para atrás;
fortuna a que en el portón
vive un mozo portugués
en un medio corralón,  250
adonde me resolví
a dejar mi redomón.
Luego a pie me fui a la esquina,
y al sentirme delgadón
compré pan y gutifarras  255
y un rial de vino carlón;
atrás me chupé otro rial,
después me soplé otros dos;
y en seguida a la guitarra
me le afirmé tan de humor,  260
que ni el mesmo Santos Vega,
que esté gozando de Dios,
se hubiera tirao conmigo;
porque estaba de cantor
con la mamada, paisano,  265
lo mesmo que un ruiseñor.
    En esto, a la doce en punto,
otra vuelta... ¡Bro... co... tón!,
dianas y repicoteos
por toda la población:  270
—12→
cosa que me hizo acordar
de cuando en Ituzaingó
nos tiramos cuatro al pecho...
¿Se acuerda, amigo Simón?

SIMÓN

    Glorias como esa, paisano,  275
nunca Peñalva olvidó;
pues ya sabe que este brazo
allí también se blandió.
Bien que los gauchos patriotas
peliamos por afición;  280
y en cuanto se arma una guerra,
sin más averiguación.
de si es rigular o injusta,
nos prendemos el latón,
y dejando las familias  285
a la clemencia de Dios,
andamos años enteros
encima del mancarrón,
cuasi siempre unos con otros
matándonos al botón.  290
Así de la paisanada
los puebleros con razón
suelen reírse, porque saben
que los gauchos siempre son
los pavos que en las custiones  295
quedan con la panza al sol;
y el que por fortuna escapa
de cair en el pericón,
después de sacrificarse
saca un pan como una flor,  300
cuando tiene por desgracia
—13→
que arrimarse a un figurón
de los que al fin se asiguran
del mando y del borbollón.
Y si no, vaya por gusto  305
en cualesquier aflición
o atraso que le suceda,
y procure la ocasión
de alegarle a un gobernante,
a quien usté lo sirvió  310
con su persona y sus bienes
hasta que se acomodó;
vaya y pídale un alivio...
¿Y qué le daban?, ¡pues no!
Ni bien llega usté al umbral,  315
le sale algún adulón
atajándole la entrada
y haciendo ponderación
de que se halla vuecelencia
muy lleno de ocupación,  320
porque le está dando taba16
algún ricacho, o dotor,
o la señora fulana,
o el menistro, o qué sé yo
todas las dificultades  325
que pone con la intención
de cerrarle la tranquera
a cualesquier pobretón;
y si usté ve que lo engañan,
y se mete a rezongón,  330
le largan cuatro bravatas
y lo echan de un repunjón
cuando menos, que otras veces
—14→
le acuden con un bastón
a medirle las costillas  335
sin más consideración.
¿No es así?... Pero por fin,
mudemos conversación;
platique de las funciones.
Velay otro cimarrón.  340

JACINTO

¿Qué dice de las costillas?
¡Barajo!, amigo Simón,
a mí nadies me aporrea
ni me ronca sin razón.
¡Qué!, ¿así no más se dan palos?  345
¡La pu... nta del maniador!,
pues estábamos lucidos
después de tanto arrejón
y trabajos por ser libres.
No, amigo, eso sí que no.  350
    Yo, aunque soy un pobre gaucho,
me creo igual al mejor,
porque la ley de la Patria,
como las leyes de Dios,
no establece distinciones  355
de ninguna condición
entre el que usa chiripá17
o el que gasta casacón.
Todos los hombres iguales
ante la justicia son,  360
la cual tan sólo distingue
—15→
y le da su proteción
al hombre más bien portao;
y sobre ese punto yo
presumo como el que más,  365
y es tanta mi presunción
que me creo en cualquier parte
del todo merecedor.
Siendo así, no puedo, amigo,
sufrirle a ningún pintor.  370
    Cabalito. Con que así,
mudando conversación,
seguiré mi cuento aquel:
    Me había puesto alegrón,
y al sentir los cañonazos  375
me tiré del mostrador,
y echando mano a sacar
plata de mi tirador,
me encontré sin un cuartillo.
¡Voto al diablo!, dije yo;  380
a la cuenta en el galope
la mosca se me perdió.
    Entonces quise al pulpero
darle una sastifación,
dejándole el poncho en prenda;  385
pero el hombre no entendió
de disculpas, al contrario,
como un tigre se enojó,
y para echarme a la calle
me dio tal arrepunjón  390
que me hizo sentar de culo.
¡Ahijuna!, le grité yo,
y en cuanto me enderecé
—16→
sin más consideración
le sacudí un guitarrazo,  395
y en ancas con el farol
adonde estaba el candil;
pero el pulpero sacó
el cuerpo, haciéndose gato,
y no sé diaónde agarró  400
un espadín, con el cual
como un toro me embistió.
Pero, amigo, es como robo
peliar con un chapetón
y a cuchillo, hágase cargo;  405
ni medio a buenas llegó,
con todo que sobre el lazo
se me vino, y me tiró
tres viajes, que en el tercero
cuasi, cuasi me aujerió;  410
por suerte le metí el poncho,
y cuando él menos pensó
le hice una media cabriola,
¡y apenas se descuidó
le crucé los dos cachetes  415
con un tajo de mi flor!
    Por supuesto, el maula viejo
al coloriar aflojó,
y le cacé el espadín
que asustao me lo soltó;  420
entonces salí a la calle,
y atrás de mí se largó
el pulpero, dando gritos,
de manera de que yo,
temiendo a la Polecía,  425
me le senté a un mancarrón
—17→
que estaba frente a una puerta
con apero de dotor;
y de allí como balazo
me fui a golpiar al Cordón,  430
adonde solté el rocín,
y se me proporcionó
el venderle las cangallas
a otro pulpero Nación,
que por la silla y la espada  435
siete pesos me aflojó.
    Agarré el mono y a pie
caí por el otro portón,
y haciéndome zonzo entré
hasta la Plaza mayor.  440
¡Ah, cosa! ¡Bien haiga Cristo!
Viese, aparcero Simón;
eso era una maravilla
de cortinas de color,
pilares, arcos, banderas,  445
de la plaza al rededor;
y allá en el medio una torre
de muy lucida armazón
que nombraban la Pirami,
aonde estaba un figurón  450
arriba con la bandera
de nuestra Custitución.
Luego, esa misma Pirami
tenía abajo al redor
letreros y versería,  455
y un mozo que se arrimó
anduvo dándole güeltas,
y uno por uno leyó
—18→
el cómo, el cuándo, y el pago
aonde la patria triunfó.  460
    Luego la farolería,
amigo, daba calor;
era cosa de asombrarse,
ver tantísimo farol.
    ¿Y la soldadesca? ¡Ah, cosa!  465
Encantao estaba yo
viéndola tan currataca
luciendo en la formación,
cuando la musiquería
redepente resonó,  470
al tiempo que de la iglesia
el gobierno despuntó
con toda la oficialada
saliendo de la función.
¡Qué uniformes galoniaos!,  475
¡qué penachos de color!,
¡qué corbos y qué murriones
relumbrantes como el sol!
    Luego con los melitares
entreverada salió  480
una manada de escuros,
vestida de casacón
y fachas de teruteros;
porque traiban el calzón
no más que hasta la rodilla;  485
de ahí, espadín y bastón,
y zapatos con hebillas,
y un gran sombrero flauchón...
vestimenta singular
que usa todo ese montón  490
—19→
de alcaldes y escrebenistas,
y dotores, como son
todos por lo rigular:
gente, amigo, superior
para armarle una tramoya  495
y chuparle el corazón
al diablo, si se le antoja
el meterse a pleitiador.
Al fin, se largó el hembraje
en la última división.  500
¡Ah, mozas de cuerpo lindo!,
¡si eso daba comezón!
Salió una muchacha rubia
así como de su altor,
con un vestido celeste  505
y su triángulo punzón,
y una cara como un cielo.
¡Ah, hembra linda!, ¡crealó!
Y tan pintora, eso sí;
toda se zangolotió  510
al bajar las escaleras,
de suerte que se enredó
en las polleras tan fiero
que medio trastabilló.
    Entonces un cajetilla  515
que estaba allí de mirón,
y tendría con la moza
conocencia, o qué sé yo,
cuanto la vido ladiarse,
cuanto se le acollaró  520
por la cintura y salieron
requebrándose los dos.
¿Qué le parece?
—20→

SIMÓN

¡Divino!
Me gusta, amigo, ¡pues no!,
ya sabe que me deleita  525
oír platicar del amor...
Pero, entre tanto, dispense,
y alcánceme ese asador,
voy a prenderle un matambre;
y prosiga por favor,  530
que recién me va gustando
el cuento.

JACINTO

Pues, sí, señor;
cuando todos se raliaron
yo también me iba a largar,
y me topé redepente  535
con el amigo Olimar,
tan apedao que a gatitas
se podía enderezar.
Al verlo tan chamuscao
le quise allí gambetiar,  540
pero me pilló tan cerca,
que no me pude escapar
de que me pegara el grito:
-¡Amigo!, ¿cómo le va?
-Muy lindamente... Y lueguito  545
se me pegó al costillar,
con un porrón de giniebra,
y me comenzó a informar
de las rifas que vendían,
mostrándome un chiripá  550
—21→
que con dos riales y medio
acababa de sacar.
    Al ver esa prenda linda
se me antojó el arresjar,
y al punto de resolverme  555
echamos a caminar,
llegando hasta una ventana,
aonde primero a jugar
entré a la gata parida
para poderme atracar,  560
porque el gentío que había
era con temeridá.
    Allí adentro estaba un mozo
de facha muy rigular,
haciendo la mazamorra  565
con cartuchitos no más;
y al verlo tan trajinista
me hizo medio desconfiar;
pero, como en todo soy
incapaz de recular,  570
largué mis dos petacones,
y luego salí a pelar
papeles en la vedera,
sin conseguir acertar
en alguno con letrero,  575
que era el modo de ganar.
    Como soy medio suertudo
de nuevo volví a largar
otro petacón y medio;
pero, ¡qué Cristo!, al pelar  580
saqué puro blanco y blanco...
¡Mire qué infelicidá!
—22→
    Dándome por trajinao
cuasi empecé a renegar,
y por no perderlo todo  585
rejunté para pitar
todos estos papelitos.
¡Mire si es barbaridá,
vender a medio cada uno!
¡Vaya un modo de robar!  590

SIMÓN

    Pero, amigo, ¿quién lo mete
en juegos de la ciudá?
¿No sabe que los puebleros
son capaces de embrollar
al gaucho más orgulloso?  595
Valiente no maliciar.
Velay, pite, y otro día
no se deje trajinar.
    Con que, prosiga adelante.

JACINTO

   Por fin, me iba a retirar  600
después de la peladura,
cuando empezaron a entrar
las yuntas de danzarines,
que venían a bailar
sobre un tablao que sería  605
del tamaño del corral.
    Primero entraron a pie
dos pandillas, luego atrás
entraron los de a caballo,
y en el istante a volar  610
—23→
principió la cuhetería18,
culebriando hasta trepar
allá por los infiernillos;
y de arriba... ¡tra... ca... tra!,
lo mismo que maíz en la olla  615
era un puro reventar.
    Al rato los danzarines
empezaron a marchar,
moniando por el tablao
y sin quererse largar.  620
Así anduvieron rodiando,
pero en cuanto entró a tocar
la música el fandanguillo,
se agacharon a bailar
primorosísimamente.  625
¡Ah, mozos de habilidá!,
y luego tan currutacos,
eso era temeridá;
porque cada danzarín
parecía un general:  630
chaqueta y calzón de raso,
toditos por el igual;
luego en el pecho una cosa
a manera de pretal
de puro galón dorao.  635
De ahí, ceñidor y puñal
y unos bonetes cacones
con sortijas de metal;
y otra porción de primores
que se veían relumbrar.  640
Luego unos arcos floridos,
—24→
cosa muy particular,
con los que hacían mudanzas
y figuras al bailar;
hasta que al fin se cansaron,  645
y le dieron el lugar
a otra tropilla distinta
que luego subió a danzar;
y si bien lo hicieron unos,
no se quedaron atrás  650
los segundos, que bailando
se pusieron a trenzar
unas cintas de la patria
con toda preciosidá.
    Sujetaron un istante;  655
y entonces vide trepar
a un muchacho como un cielo,
que principió a platicar
a gritos con los mirones;
y todos al escuchar  660
las razones del mocito,
en cuanto cesó de hablar
gritaron: ¡Viva la Patria!,
y entraron a palmotiar
de la plaza y los tejaos  665
las gentes como maizal.
A los gritos los danzantes
se volvieron a agachar,
y dele guasca... otra vez;
bailando hasta destrenzar  670
las cintas completamente.
    En seguidita no más
los que estaban a caballo
se echaron a disparar,
—25→
maniobrando de este lao,  675
para luego irse a topar
a fuerza de chuza y bala
por el otro lao de allá;
y otra vuelta a sable en mano
se volvían a encontrar,  680
y de revés se tiraban
unos viages sin piedá:
eso sí, todo chanciando,
no era cosa de peliar.
Pero, ¡ah, pingos belicosos!,  685
se podía atropellar
al diablo en cualquiera de ellos.
Nunca he visto en la ciudá
unos fletes más bizarros.
    Al fin se empezó a nublar  690
la tarde, y un aguacero
se principió a descolgar;
de suerte que me largué
en derechura al corral
del portugués que le dije,  695
quien me salió a preguntar
aónde me había entretenido.
¡Ah, mozo de voluntá!
Esa noche nos mamamos19,
y cuando no pude más,  700
cojí y me acosté a dormir,
y me vine a despertar
al otro día a la tarde,
que, sin comer ni matiar20,
—26→
cuanto vi el tiempo asentao,  705
me fui a la plaza a golpiar,
aonde las fiestas seguían
con la mesma majestá,
y estaban los de a caballo
prontitos para jugar  710
la sortija, que en un arco
entraron a disputar
quién la ensartaba primero;
y echándose a disparar
uno atrás de otro al galope  715
ninguno pudo embocar.
    Pero... ¡eh, pucha!, ¡ah, mozo diablo
uno llamao Piquimán!,
ojo al Cristo se venía
a fuerza de rebenquiar,  720
y cuando estaba cerquita
comenzaba a sujetar,
y así mesmo cabuliando
no consiguió el acertar;
hasta que un hombre en un zaino  725
rompió, y después de embocar,
le tocaron los clarines
y sentó el pingo ahí no más.
Pusieron otra sortija
y comenzaron a entrar  730
otras nuevas mojigangas,
que era para reventar
al verles la facha, amigo;
y después de chacotiar
a vueltas y cogotazos  735
no sé aónde fueron a dar.
    Tras de esto, las luminarias
—27→
empezaron a alumbrar,
y así que estuvo escurito
mandó el alcalde quemar  740
una porción de castillos
primorosos a cual más.
    Después de eso a las comedias
la gente empezó a rumbiar,
y yo atrás del bullarengo  745
también entré a cabrestiar
voluntario, de manera
que cuando quise acordar
estuve entre las comedias,
aonde tuve que aflojar  750
en la puerta cuatro riales,
que tengo que lamentar
mientras viva en este mundo;
porque, después de pagar
para ver las comediantas,  755
nada conseguí el mirar,
y allí entre unos callejones
cuasi me hacen reventar
a encontrones; y así anduve
dando güeltas sin cesar,  760
hasta que en ese trajín
me empezaron a sonar
las tripas como organito:
con que me mandé mudar,
y en la primer pulpería  765
que vi me entré a merendar
pescao frito y vino seco,
medio frasco o poco más;
de suerte que me templé,
y de allí me puse a cantar  770
—28→
hasta las diez, cuando el hombre
me dijo que iba a cerrar
la pulpería; y de allí
sin saber aónde rumbiar
salí en pedo, y... ¡vea el diablo!,  775
en cuanto salí no más,
pasó frente a mí una moza
y se empezó a zarandiar,
como diciéndome: envido,
de suerte que al costillar  780
me le pegué y al instante
la comencé a requebrar,
y, como que me rascaba,
la mosca le hice sonar;
pero la hembra redepente  785
al ñudo echó a disparar,
y dando güelta ahí cerquita
se trepó sin resollar
por una escalera arriba;
y yo me volví a topar  790
otra vez en las comedias,
aonde iban a fandanguiar.
    Como ya había pagao,
de nuevo quise dentrar,
y al tiempo que me colaba  795
muy orondo y muy formal,
redepente, ¡voto al diablo!,
un pueblero gamonal
me sujetó del cogote
y me pegó el grito: -¡Atrás!  800
Ahora no se entra de poncho.
Salga, no sea animal.
-Paisano, le contesté,
—29→
usté puede dispensar,
que siendo yo mozo pobre  805
no me puedo presentar
de casaca como usté,
que algún platudo será
por lo guapo y vanidoso;
y si es de menospreciar  810
este poncho para usté,
patrón, me voy a largar,
permitiéndome tan sólo
decirle con claridá,
que entre un gaucho y un pueblero  815
no encuentro disigualdá,
cuando el primero es honrao
y se sabe comportar.
    En esto un don Chutipea
vestido de militar,  820
agradao de mis razones,
de la mano me hizo entrar,
así no más, emponchao...
¡Vaya un hombre liberal!
    Luego adentro, por sopuesto  825
me traté de acomodar
sentao como vide a muchos,
y como al lao de enlazar
viché21 un cajón boca arriba,
de dos varas poco más,  830
con muchas sillas adentro,
ahí me entré a repatinguiar
sobre la más bien dorada;
y vi una temeridá
—30→
de puebleros que a la sala  835
principiaron a dentrar
con unas mozas, amigo,
lindas como una deidá.
    A poco rato salieron
dos madamas a bailar,  840
de unas cinturas, ¡ah, Cristo!,
si no hay cómo comparar
la finura, porque a un soplo
se les podía quebrar.
Cada una con su cortejo  845
hizo yunta, y a la par,
haciéndose cortesías,
entraron a recular,
y cuanto hacía la dama
lo mesmo hacía el galán.  850
    De ahí bailaron otras cosas
que yo no puedo explicar;
pero lo que me gustó
fue, amigo, que al rematar
se armó un cielito con bolsa,  855
y ya se largó a cantar
sin guitarra un mozo amargo
de aquellos de la ciudá.
¡Bien haiga el criollo ladino,
cómo se supo quejar!  860
Al fin se hizo un entrevero
algo más de rigular;
y yo al ver la cosa en punto
me iba ya a desemponchar;
pero, apurándome el sueño,  865
comencé luego a vichar
aónde poderme tender
—31→
para medio dormitar;
y tantiando en un rincón,
(mire qué casualidá),  870
trompecé en una limeta
tapada con alquitrán;
luego le rompí el pescuezo
y le empecé a menudiar,
sin saber qué diablos era,  875
que se colaba no más
como dulce de aguardiente;
pero con la suavidá
tomé un pedo tan tremendo,
que me tuve que anidar  880
debajo de una escalera,
aonde comencé a roncar
sin saber más del fandango,
porque volví a dispertar
al otro día a la tarde  885
revolcao como animal;
y así me largué a la plaza...
Y al momento de llegar,
de nuevo los bailarines
empezaron a bajar;  890
y otro vez la cuhetería
y música sin cesar:
gentío que no cabía,
banderas cada vez más,
rompecabezas, tucañas,  895
y muchachos a montar
en caballitos de palo,
que hacían remoliniar
al lao de unos cochecitos,
cosa muy particular.  900
¿Y las mozas, aparcero?
—32→
¡Jesucristo!, ¡qué beldá!,
se cruzaban en tropillas
de a diez, de a doce y de a más;
mojigangas como hormigas,  905
soldados como trigal;
Naciones como mosquitos,
y en un puro lengüetiar;
cajetillas, por supuesto,
muchos, ¡con temeridá!,  910
eso sí, currutacones
todos ellos a cual más.
    Finalmente, a la oración
se principió a iluminar
toda la farolería  915
en la plaza y la ciudá;
y prendieron los castillos...
y acabados de quemar,
las gentes a las comedias
se volvieron a largar.  920
    Al ratito yo también
cansao me mandé mudar,
porque estaba tan rendido
que a gatas podía andar;
de suerte que a un bodegón  925
fui y me puse a merendar;
y a las ánimas en punto
fatigao me vine a echar.
Dormí en lo del portugués,
y en cuanto quiso aclarar  930
me levanté, calenté agua,
me senté a cimarrionar;
de ahí pagué lo que debía,
después me puse a ensillar;
—33→
monté y me largué a mi pago,  935
adonde espero llegar,
si el Señor quiere y la Virgen,
con toda felicidá.
    Velay todo lo que he visto;
no tengo más que contar.  940

SIMÓN

    Dichoso de usté, aparcero,
que ha sabido disfrutar
funciones tan soberanas.
¡Viva el Gobierno oriental!...
Y el año que viene, amigo,  945
si Dios nos deja llegar,
y yo tengo cuatro pesos
para poderlos gastar,
desde ahora ya le suplico
que me venga a acompañar  950
para que nos vamos juntos
a la función a gauchar.
    Después que el viejo Peñalva
acabó de platicar,
Jacinto ensilló un obero  955
y Simón un alazán;
se echaron un trago al pecho
y salieron a la par:
el uno cortó a su pago,
y el otro se fue a campiar.  960



  —34→  

ArribaAbajoEl Truquiflor

Remitido de un soldado oriental del ejército del general don Fructuoso Rivera, para el número cuatro del periódico titulado El Gaucho en Campaña, el cual se publicaba en Montevideo en el año de 1839


[El Truquiflor.- Remitido de un gaucho soldado del ejército del general don Fructuoso Rivera]


Campamento en marcha a 25 de otubre de 1839.

Amigo relator de la Gaceta del Gaucho:

Ya que va a soltar su número 4, lárguelo a la fija, patroncito, como nosotros, velay ahora se lo hemos atracao a los Rocines de Echagüe ayer 24 en las puntas del arroyo de Mendoza; y nos han reculao fieramente, porque no es fácil resistir a un ¡vale cuatro!, el cual le ataja la orina al diablo.- Y si no, vea lo que ha sucedido entre nosotros y los invasores de Juan Manuel el porteñazo.



    Pues, señor, oído a la cosa
dende que los entrerrianos
se vinieron a esta banda
con las miras de atrasarnos,
viene a ser casi lo mesmo  5
que si vinieran jugando
al truquiflor con nosotros
un partido interesado,
en el cual los orientales
como por PRENDAS jugamos  10
—35→
la libertá y la fama;
y aquellos, por el contrario,
arrejan la esclavitú
y el sostén de esos tiranos
Rosas, Echagua y Urquiza,  15
que los están gobernando
pior que como en Portugal
se gobiernan los esclavos.

    En fin, dende el Uruguay
nos vinimos barajando,  20
y la jugada empezó
del Uruguay a este lao.

    Nos traiban una empalmada,
y nosotros descuidaos
cortábamos ande quiera,  25
y así nos fueron tantiando
creyendo ponerse en güenas22,
hasta que dende el Durazno
les conocimos el juego;
de suerte que comenzamos  30
a quererles a la fija,
pues para eso asiguramos
en todas manos el DOS.
¡Don FRUTOS!, ¡háganse cargo,
si flor que tiene ese triunfo  35
puede retrucarla el diablo!

    Por fin así nos vinimos
nosotros siempre falsiando
con un punto cualquierita,
—36→
hasta que los igualamos,  40
y acá por Santa Lucía
ya nos pusimos a tantos.
En esta disposición,
de los dos lados cuajamos
una flor rigularita,  45
y ellos cuanto la orejiaron
al instante un contraflor
vanidosos nos echaron.

    Haciéndonos los petizos
nosotros nos achicamos,  50
para dejarlos venir
y en el truco revolcarlos,
que es donde luce el poder.
Por supuesto, nos jugaron
carta grande en la primera;  55
pero ahí no más la empardamos
cantándoles ¡flor y truco!
con todo el DOS, por si acaso...
¡Retruco!... nos respondieron
queriendo largar el guacho.  60
¡Oigale a los embusteros!,
les dijimos... ¡VALE CUATRO!,
a que no aguantan maulones...
y medio les amostramos
la carta por la orillita.  65

    ¡Qué aguantar!, ¡ni por los diablos!
Se jueron a la baraja
al ver el DOS coloriando23,
—37→
y han ido a dar al infierno;
y se hallan tan atrasados  70
que ahora... ¿cuándo nos alcanzan,
si sólo nos falta un tanto?,
y ese en el primer envite
fijamente lo ganamos.

    Con que así el amigo Echagüe  75
ya se puede ir refalando
el poncho, si es medio güeno;
porque no hay duda, paisanos,
los vamos a revolcar,
de balde está valaquiando  80
ese Rosas... ¡Ah, malhaya,
si viniera!... pero, cuando
arreja, ¡si es tan vilote!
aunque hemos de ir a buscarlo
hasta allá por Güenos Aires,  85
y hemos de darle trabajo
a ese gaucho quebrallón.
¡Sí, maula!, ¿qué te has pensado,
que hemos de perder las vacas
y cuanto nos han robado  90
esa punta de ladrones,
que aquí se nos han soplado
burlándose de la patria?,
¿y que esto hemos de olvidarlo?
¡Pues no, mi bien!, al instante...  95
ya verán en acabando
con toda esta sabandija,
si de coplada nos24 vamos
a pasiar por las estancias
de Rosas el afamao,  100
y repasarle los pingos
—38→
y comer güenos asaos
con el general Rivera.

    Entonces por decontado,
si lo topo yo algún día...  105
pero, ¡no quiero asustarlo!
¡Ahijuna!, aunque se me escuenda,
allá tengo que rastriarlo.



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