Delicias / de Apolo, / recreaciones / del Parnaso, / por las /
tres Musas / Urania, Euterpe, y Calíope. / Hechas de varias
poesías, / de los Mejores Ingenios de España /
Dedicadas / al Ilustrísimo Señor Don / Fernando
Álvarez de Toledo, & / Con licencia. / En Zaragoza,
/ Por Juan de Ibar, 1670. 6 hs.+199 págs. [Págs.
89-90 y pág. 121]. Texto idéntico editado en Madrid,
en la misma fecha por Melchor Alegre, recopilado por D. Francisco
de la Torre Sevil.
Vega, Lope de, Justa poética, y alabanzas justas que
hizo la insigne villa de Madrid al bienaventurado San Isidro en las
fiestas de su beatificación, recopiladas por Lope de Vega.
Dirigidas a la misma insigne villa, Madrid, Viuda de Alonso
Martín, 1620.
Vega, Lope de, Colección de las obras sueltas así
en prosa, como en verso, (ed. de F. Cerdá y Rico),
Madrid, Sancha, 1776-79. Tomo XI [1777].
Relación de las fiestas que la insigne villa de Madrid
hizo en la canonización de su bienaventurado hijo y
patrón San Isidro, con las Comedias que se representaron y
los Versos que en la justa poética se escribieron. Dirigida
a la misma insigne villa por Lope de Vega y Carpio, Madrid,
Viuda de Alonso Martín, 1622. 22 hs.+156 fols. [Fols.
53v-55v; fols. 131v-132r].
Avisos para la muerte, escritos por algunos ingenios de
España, recogidos y publicados por Don Luís
Ramírez de Arellano, y añadidos en esta
séptima impresión, Madrid, Viuda de Melchor,
1672.
Cancionero de 1628, (edición y estudio de
José M. Blecua), Madrid, CSIC, 1945 (Anejo XXXII
RFE), págs. 618-21.
Calderón de la Barca, Pedro, Poesía
inéditas, (ed. de Felipe Picatoste), Madrid, Imprenta
de la Biblioteca Universal, 1881.
Elegía / en la muerte / del Señor Infante / Don
Carlos. / Al Señor Infante / Cardenal. / Por Don Pedro
Calderón/ de la Barca. (s.l., s.a. [ca. 1632]), 6 fols.
Monforte y Herrera, Fernando de, Relación de las fiestas
que ha hecho el Colegio Imperial de la Compañía de
Jesús de Madrid en la canonización de San Ignacio de
Loyola, y S. Francisco Javier, Madrid, Luis Sánchez,
1622. 4 hs.+74+105 fols. [Fols. 47v-45v].
Panegírico / al / Excelentísimo / Señor
Don Ivan Alfonso / Enríquez de Cabrera y Colona, Almi /
rante de Castilla, Duque de Medina de / Rioseco, Conde de Melgar, y
de Módi- / ca, Comendador de Piedrabuena, Orden / de
Alcántara, Gentilhombre de la Cá- / mara de su
Majestad, y su Capitán / General de los ejércitos de
/ Castilla la Vieja. / Compuesto / por / D. Pedro Calderón
de la Barca Cava- / llero del hábito de Santiago. /
Encomendado a la protección / del Excelentísimo
Señor / D. Francisco Fernández de la Cueva, Duque de
Alburquerque, / Marqués de Cuéllar, Conde de Ledesma
y Guelma, Señor / de las villas de Monbeltrán, y la
Codosera, Gentilhom- / bre de la Cámara de su Majestad.
(s.l., s.a. [ca. 1638]), 7 hs. 4º.
Habiendo preguntado una dama quien era Don Pedro
Calderón y qué galanteos tenía escribiole este
romance, mss. 3797 Biblioteca Nacional de Madrid, fols.
217r.-222r.
Varias centellas de amor divino, compuestas por los mejores
ingenios de España. Recogidas por la devota curiosidad de
don Juan Núñez de Velasco, Madrid, María
de Quiñones, 1656.
Exhortación / panegírica al / silencio./ Motivada
de su apóstrofe / «Psalle et Sile». / A la protección del /
Eminentísimo Reverendísimo / Señor Don
Baltasar de Moscoso y Sandoval, Carde- / nal Presbítero de
la Santa Iglesia de Roma, del Tí- / tulo de la Cruz en
Jerusalén, del Consejo de / Estado de su Majestad, Arzobispo
de Toledo, / Primado de las Españas, y Gran Canciller /
Mayor de Castilla, &c. / Por / Don Pedro Calderón de la
Barca / Caballero de la Orden de Santiago, y Capellán / de
su Majestad en su Real Capilla de los / Señores Reyes
Nuevos, (s.l., s.a. [1661]), 6 hs.+12 fols.
Poemas
A un río helado
Salid, ¡oh Clori divina!
al Tormes, que ofrece hoy
fija puente a vuestra planta
su inquieto cristal veloz.
Esta vez pudo el diciembre
5
lo que mil pudisteis vos,
que tienen fuerza de escarcha
poderes de admiración.
No su nieve a vuestra vista
quieto el cristal se paró,
10
que si aquí suspende el hielo,
hiela aquí la suspensión.
Salid, que el río os espera,
que juzga discreto hoy
la suela del chapín vuestro
15
corona ya de favor.
Y pues su honor os aclama,
restituireisle su honor,
si cuando le huellan tantos
vos corona suya sois.
20
Sobre la cama de campo
solícito el aquilón
tiende sábanas de nieve,
do se acuesta enfermo el sol.
Desmayos pues de sus luces
25
mejóranse en vuestras dos,
que mayores rayos visten
en eclíptica menor.
Bien que en tantos cielos puestos
como deidad superior,
30
los que son rayos de luz,
de fuego fulmináis vos.
Si el mundo ardiendo callara,
diré, pues ardiendo estoy,
que son incendios sus luces
35
y que es fuego su esplendor.
Que le holléis el campo aguarda,
porque vuestras huellas son
las que previenen abriles,
las que producen verdor.
40
Y en Pascua de Nacimiento,
cuando en la muerte se vio,
tendrá en vuestro pie florido
Pascuas de Resurrección.
Yo mis glorias solicito,
45
pues a quien ha dado soy
a vos vista las libranzas
de sus glorias el amor.
Salid, pues, ¡oh Clori bella!
no os neguéis, ingrata, no
50
a las voces de los ojos,
al llanto del corazón.
Y tendremos esta vez,
si lo merece esta voz,
honor Tormes, luz el día,
55
vida el campo, gloria yo.
Romance amoroso a una dama
¿No me conocéis,
serranos?
Yo soy el pastor de Filis,
cera a su pecho de acero,
esclavo a sus ojos libres.
Huésped en vuestras riberas,
5
oponer de amor me visteis
a las armas vencedoras
resistencias invencibles.
Mas ¡ay! yo muerto, serranos;
¡ay, amor, ya me venciste!;
10
los incendios de mis hielos
tus poderes acrediten.
Para matarme tus ojos,
Filis, el amor elige;
que a mayores vencimientos
15
bastan los rayos que viste.
A cuyo imperio süave,
a cuya fuerza apacible
no hay libertad que se exente,
no hay exención que se libre.
20
A tu beldad las beldades
desconocidas se rinden,
desde las que el Tetis beben,
hasta las que el Ganges viven.
Cuyo nombre el Gata ufano
25
gloria le da más felice
que sus arenas al Tajo,
que sus imperios al Tíber.
En tu alabanza mi efecto,
entre efectos imposibles
30
epiciclos fatigara;
mas temo que espumas pise.
Retírase, pues, cobarde,
y tanta empresa remite,
o de un águila a los vuelos
35
o a los acentos de un cisne;
que una voz ronca no puede
ni puede una pluma humilde
ultrajarte; que te ignora
quien se atreve a describrirte.
40
Mis deseos igualmente
que por divina te admiten,
como a deidad te veneran
y como a deidad te piden,
así, pues, el tiempo nunca
45
en ti con mudanza triste
las rosas aje del rostro
ni del cuello los jazmines;
a la primavera hermosa
que en tus mejillas asiste,
50
en siempre floridos mayos
goce perpetuos abriles;
que admitas unos deseos,
que una voluntad estimes,
como atrevida en quererte,
55
acordada en elegirte.
Si tienes dueño, a tu dueño
te hurta: mi mal te obligue,
para que mi ardor aplaques,
nieve a que a mi cuello apliques.
60
Yo vi que hurtados a un muro
a que pudieran asirse,
le repartieron abrazos
a un árbol unos jazmines.
Tú verás que a mis deseos
65
solicitan persuadirte
yedra que dos olmos trepa,
vid que dos álamos ciñe.
Prisiones rompe el capullo
avaramente sutiles
70
el clavel, y fuera dellas
con púrpura el aire tiñe
pues te incitan sus ejemplos,
Filis, sus ejemplos sigue;
que si tú mi amor retornas,
75
cierto estoy que Amor me envidie.
A San Isidro
Soneto
Los campos de Madrid, Isidro
santo,
emulación divina son del cielo,
pues humildes los ángeles su suelo
tanto celebran y veneran tanto.
Celestes labradores, en
cuanto
5
son amorosa voz, con santo celo
vos enviáis en angélico
consuelo
dulce oración, que fertiliza el
llanto.
Dichoso agricultor, en quien se
encierra
cosecha de tan fértiles despojos,
10
que divino y humano os da tributo,
no receléis el fruto de
la tierra,
pues cogerán del cielo vuestros ojos,
sembrando aquí sus lágrimas, el
fruto.
A San Isidro
Octavas
Túrbase el sol, su luz se
eclipsa cuanta
medroso esparce hasta el segundo oriente.
El viento con suspiros se levanta;
présaga España su desdicha
siente:
y en tanta confusión, en pena tanta
5
Filipo al fatal golpe está obediente:
¡Oh justo llanto, oh justo sentimiento!
Tema España, el sol llore, gima el
viento.
Mas cese el sentimiento, cese el
llanto,
y en vez, España, de funesto luto,
10
fiestas publica, que te ensalce cuanto
te oprimió de los ojos el tributo;
pues ya Madrid piadosa a Isidro santo
vuelve a sus campos a coger el fruto
que sembró de piedad y
desengaños
15
al fin dichoso de quinientos años.
Ya más gloriosa con
humilde celo
vuelve, piadosa al Labrador divino,
a ver el prado, el río, fuente y
suelo,
donde a la tierra y cielo abrió
camino,
20
porque de nuevo en ella olbligue al cielo,
en tanto que su Rey sujeto es dino
a su piedad, volviendo a su porfía
Sol a España, al sol luz, a la luz
día.
Dichosa, insigne villa, y
más dichosa
25
cuanto por más piadosa te
señalas,
vuele tu fama al viento licenciosa;
sirviendo a tu piedad de amor las alas,
vive, ¡oh! más que la muerte
poderosa,
pues no sólo el arado al cetro
igualas,
30
pero aun exceden por divinas leyes
tus pobres labradores a tus reyes.
A Lope de Vega Carpio
Décima
Aunque la
persecución
de la envidia tema el sabio,
no reciba della agravio,
que es de serlo aprobación.
Los que más presumen son,
5
Lope, a los que envidia das,
y en su presunción verás
lo que tus glorias merecen;
pues los que más te engrandecen
son los que te envidian más.
10
A Madrid, por la dicha de ser su Patrono San Isidro
Labrador
Glosa
Madrid, aunque tu valor
Reyes le están aumentando,
nunca fue mayor que cuando
tuviste tu labrador.
Aunque de gloria se viste,
Madrid, tu dichoso suelo,
nunca más gloria tuviste
que cuando, imitando al cielo,
pisado de ángeles fuiste.
5
No igualará aquel favor
el que hoy ostenta tu honor,
aunque opongas tu trofeo,
aunque aumente tu deseo,
Madrid, aunque tu valor.
10
No tendrás glorias
mayores,
que cuando en las manos bellas
de angélicos labradores,
eran tus flores estrellas,
los rayos del sol tus flores.
15
En vano están laureando,
en vano están coronando
tu frente, en vano el honor
que te ha dado un labrador,
Reyes le están aumentando.
20
Dirán que cuándo
tuviste
más gloria que en ti se encierra.
Di que cuando ángeles viste
labrar humildes tu tierra;
di que cuando cielo fuiste;
25
que cuando al cielo imitando
el sol te estaba envidiando,
pues su luz tu luz prefiere;
y así sabrá quien dijere
Nunca fue mayor que cuando.
30
Mayores triunfos, mayores
lauros tu poder advierte,
pues con divinos favores
respetas, como la muerte,
mas que reyes, labradores.
35
Hagan inmortal tu honor
jaspes, mármoles y bronces;
pues para gloria mayor
hoy tienes tal rey, y entonces
Tuviste tu labrador.
40
Descripción del Carmelo, y alabanzas de Santa
Teresa
Romance
En la apacible Samaria,
hacia donde el sol se pone,
en túmulo de esmeraldas
yace un gigante de flores.
Verde Atlante de los
cielos,
5
tanto su beldad se opone,
que, siendo cielo en la tierra,
parece en el cielo monte.
Cerrándole al viento el
paso,
sube hasta la esfera, donde
10
pedazo del cielo fuera,
a ser unas las colores.
Sin que el sol se albergue en
ondas
se le niega el horizonte,
y hace anochecer el día
15
cuando amanecer la noche.
Aqueste pues cuyas plantas,
aun en variedad conformes,
son cultura celestial
de aquel jardinero noble,
20
de aquel venerable sol,
que en más luminoso coche,
por eclíptica de viento
planeta de fuego corre,
de aquel que rigiendo rayos
25
quemó los vientos veloces,
cuando abrasado el Carmelo,
eclipse vio de dos soles,
éste en las más
eminente
punta que en su luz se esconde,
30
virgen rosa planta bella
porque del sol se corone.
Casta azucena o
jazmín
süave, cuyos colores
en viva aroma los cielos
35
piadosamente recogen.
Santo Carmelo, tu planta
es Teresa, porque logres
su hermosura, sin que el viento
o la marchite o la borre.
40
A San Isidro
Décimas
Ya el trono de luz
regía
el luminoso farol,
el fénix del cielo, el sol,
cuya edad es sólo un día.
Ya desde la tumba fría
5
en su fuego vuelve a ser
hoy lo mismo que era ayer;
que, si en todo es de sentir
que nace para morir,
él muere para nacer.
10
Veloz la vida se quita,
con que más gloria se adquiere,
pues cuando en el agua muere,
en el fuego resucita.
Las aves, a quien incita
15
la luz de sus resplandores,
cantando dulces amores,
eran, con belleza suma,
al campo flores de pluma
cuando al viento aves de flores.
20
Entre las rosas cantaban
y el aura que las movía
solamente conocía
por aves las que las volaban.
Todas a Isidro esperaban,
25
cuando el labrador dichoso
se quedaba perezoso
de su trabajo olvidado:
¿quién vio vicioso al cuidado
y al descuido virtuoso?
30
Antes de labrar el suelo
(¡oh tardanza de amor llena!)
en la Virgen de Almudena
labraba piadoso el cielo;
y como su santo celo
35
en el sol le suspendía
de la celestial María,
divertido, no pensaba;
como siempre, al sol miraba,
que pudo pasarse el día.
40
A San Isidro
Canción
Coronadas de luz las sienes
bellas,
conduce el sol su luminoso coche
a la estación donde madruga el
día;
quitó el prestado honor a las
estrellas,
y en campañas de luz venció a la
noche
5
con los ardientes rayos que regía;
castigo a su osadía
la tierra fue, que nuevo sol le opuso,
esfera de verdor, campo de fuego.
Cuando en sus rayos ciego,
10
querúbicas deidades vio confuso
sembrar por rubios granos esmeraldas,
por espigas coger verdes guirnaldas.
Los campos de Madrid ya cielos
bellos
y los cielos del sol campos hermosos
15
eran con los opuestos resplandores;
porque asistiendo o cultivando en ellos,
ya labrador, ya espíritus dichosos,
campos de estrellas son, cielo de flores:
vestida de esplendores
20
acredita la tierra al sol desmayos,
que paga el sol en rayos a la tierra;
y en luminosa guerra,
espigas compitieron a sus rayos,
porque el cielo y la tierra en sus fatigas
25
mieses de rayos son, globos de espigas.
El viento, entre los varios
arreboles
del resplandor, Madrid, que a ti reduces
cielo humano te vio, divino suelo:
dudó dos cielos y creyó dos
soles,
30
admirando, confuso entre dos luces,
brillando el campo y cultivando el cielo;
que con santo desvelo
Isidro le labraba con el llanto,
ángeles con su gloria le ilustraban,
35
y el viento, que abrasaban
mansos eclipses, en abismo tanto
ignora a quién incline su destino,
a ángel cultor o a labrador divino.
Este pues en su espíritu
dichoso,
40
arrebatado hasta los cielos sube
(que bien la tierra por el cielo olvida)
y espíritus del trono luminoso,
rayos de luz en abrasada nube,
bajan al suelo a darle nueva vida.
45
La tierra, agradecida
al favor de los cielos soberano,
sin esperanzas del abril florece:
tanto, tanto agradece
el beneficio de la culta mano;
50
y estrellas produjera entonces bellas,
si nacieran sembradas las estrellas.
Rompe la tierra el paraninfo
alado
y el rústico instrumento que la
oprime,
nunca más dulce, nunca más
süave
55
a la mano obediente, no al arado,
el surco estima que en su centro imprime
celeste autor de su esperanza grave.
¿Quién habrá que te
alabe,
ángel o labrador, si ofrece el suelo
60
a celestial cultor humano fruto,
y celestial tributo
a humano agricultor ofrece el cielo?
Y aunque use el hombre angélico
ejercicio,
¿quién vio al ángel usar
rústico oficio?
65
¿Quién más
dichoso está, quién más ufano?
¿Con ángeles el suelo en este
día
o con un labrador, no más, el cielo?
Más gloria tiene el cielo soberano,
pues humildes dos ángeles envía
70
que próvidos por él labren el
suelo:
tanto pudo tu celo,
tanto, Isidro, tu amor maravilloso,
tanto tus oraciones celestiales.
Por dos ángeles vales:
75
dos suplen tu descuido virtuoso;
y pues de flores ver los campos llenos,
porque se aumenten más trabaja menos.
Deje de mi pluma el vuelo,
mi torpe acento el canto,
80
mi voz aliento tanto;
que aunque alaba a Madrid, Madrid es cielo;
y es bien que a tanto empleo se presuma
suave voz, dulce acento y veloz pluma.
A un altar donde estaba una imagen de Santa Teresa en una
nave