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Fortunato Quezada

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Honramos hoy las columnas de El Diario Español, apuntando algunos datos biográficos, sobre la personalidad de un joven y talentoso médico peruano, muy sincero y fervoroso admirador de España, el doctor don Fortunato Quezada, quien en su corta, pero brillante actuación profesional, tiene ya conquistado un sólido prestigio como cirujano y maestro universitario.

Nació el doctor Quezada en la ciudad de Trujillo, el 5 de marzo de 1895. Fueron sus padres el señor Alberto Quezada, distinguido caballero limeño y la señora Carmen Larrea de Quezada, de la culta sociedad de Chiclayo.

Desde las aulas universitarias se destacó la personalidad del doctor Quezada, como una promesa de actividad útil y bienhechora. Dotado de clara inteligencia, espíritu investigador e infatigable en el estudio, cursó con lucidez los primeros años de su carrera imponiéndose a la consideración de sus condiscípulos y maestros ganándose al mismo tiempo, su franca simpatía.

Como estudiante, fue en 1917 presidente fundador de la Federación de Estudiantes del Perú, institución a la que dedicó sus juveniles entusiasmos y prestigió con su decisión y talento.

El 26 de julio de 1917 presidente fundador de la Facultad de Medicina de Lima, y el nueve de setiembre del mismo año sus méritos lo llevan a desempeñar el puesto de Jefe de Servicio del Hospital de San Bartolomé.

El 10 de diciembre después de lucidas pruebas y una interesante —209→ tesis que fue inserta en los Anales universitarios, se graduó de doctor en medicina en la ilustre escuela de San Fernando.

Meses más tarde, en abril de 1920, cuando la vieja Universidad de San Marcos volvía a su vida normal, después de la efervescencia renovadora que agitó sus claustros en pro de nuevas orientaciones y métodos de enseñanza, el doctor Quezada recién egresado de las aulas y contando solo veinticinco años de edad, fue llevado por la opinión unánime de alumnos y maestros a ocupar la Cátedra de Anatomía Descriptiva de la Facultad de Medicina. Su talento, su saber y sus dotes de maestro probaron luego el acierto de esa elección.

El 13 de mayo de 1922 sucede al doctor Gastañeta en el desempeño de la cátedra de Anatomía Topográfica correspondiente al cuarto año de medicina, imprimiendo modernas orientaciones al plan del curso, como muy bien lo expresara en su brillante lección de apertura con estas frases: «Reunamos e independicemos el concepto legendario, clínico y aplicativo de la anatomía macroscópica, tanto descriptiva como topográfica, que es una hermosa leyenda en la instrucción quirúrgica».

En el mismo año reemplaza al doctor Gastañeta por haber sido llevado este distinguido maestro a ocupar el Decanato de la Facultad, como Jefe del Servicio de Cirugía de la sala de San Juan de Dios, en el Hospital Dos de Mayo.

Finalmente el doctor Quezada ha sido elegido miembro de la Academia Nacional de Medicina y de la Sociedad Peruana de Cirugía.

Pero no solo en la cátedra como maestro y en la clínica al lado del enfermo, ha sido fecunda la labor del doctor Quezada sino que ha aportado a la medicina peruana una extensa bibliografía sobre temas interesantísimos pudiendo señalar entre otros las siguientes obras y opúsculos: un volumen de 146 páginas insertado en la revista universitaria sobre el «Ensayo de Metodología Química». La Muerte súbita entre nosotros, volumen de 82 páginas: estudio fisio-patológico de 50 casos autopsiados. Hacia una Anatomía Nacional, insertado por la Crónica médica de Lima; volumen de 76 páginas publicado en 1919. «Estudio anatómico del cráneo tallado por Gavilán»; trabajo publicado por los Anales de la Facultad de Medicina en 1920; Revista Universitaria, año de 1920. «Las ciencias biológicas en Perú independiente», folleto de 16 páginas solicitado y publicado por Mercurio Peruano en la edición del Centenario. «Esbozo etio-patogénico de la muerte súbita por dilatación aguda al estómago con oclusión duodenal», trabajo publicado en los Anales de la Facultad de Medicina, año de 1919. «Dilatación quística del hopato-colédoco por estenosis del segmento pancreático»; insertado en la crónica médica; «Heridas de bala de la pleura y el pulmón», publicado en la Crónica médica en abril de 1920. «Nuevas ideas sobre el shock en cirugía». «Apendicectomías retrógradas o de la base a la punta», publicado por los Anales Hospitalarios en el año de 1922.

Tal es a grandes rasgos la labor proficua realizada por el doctor Fortunato Quezada y que gustosos damos a conocer a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires.

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Pedro José Rada y Gamio

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Persistiendo en nuestra tarea de presentar en las columnas de El Diario Español de Buenos Aires a los iberoamericanos de sangre española nacidos en el Perú; hoy tenemos el agrado de presentar al doctor Pedro José Rada y Gamio que está emparentado con la más alta nobleza española, pues es sobrino de don Juan Mariano de —211→ Goyeneche y Gamio, conde Huaqui y duque de Gamio. A tan excelsas cualidades, reúne nuestro biografiado su gran talento puesto al servicio de la patria en multitud de ocasiones. Después de terminar con lucidez sus estudios de jurisprudencia en la Universidad de Arequipa, en 1911 fue nombrado encargado de negocios ante la Santa Sede, cargo que ejerció hasta principios de 1918. De regreso al Perú, fue elegido diputado por Arequipa, y en marzo de 1921, fue nombrado ministro de Fomento cuando faltaban apenas cinco meses para la fecha del Centenario de la Independencia Nacional. Desplegó tal actividad, que logró con muy reducidos recursos organizar perfectamente todo el vasto y complicado programa de fiestas de esa conmemoración clásica. En el ministerio de fomento luchó por mejorar las condiciones higiénicas y de salubridad que encontró en las formas más deplorables con la fiebre amarilla en el norte del Perú, la bubónica en el Callao, el paludismo en la ciudad de Lima y en todos los valles de la costa. Reorganizó los servicios de inmigración; puso término al desbarajuste de ciertos servicios públicos. Estimuló el desenvolvimiento de la agricultura y la ganadería. Es miembro correspondiente de las Reales Academias Españolas de la Lengua, de la Historia y de Legislación y de Jurisprudencia de Madrid; de la Academia Colombiana de jurisprudencia y de la Academia de los Arcades de Roma. Es Comendador de la Orden Pontificia de San Gregorio Magno y miembro del ilustre Colegio de Abogados de Lima.

Además, el doctor Rada y Gamio tiene una extensa y valiosísima bibliografía. Actualmente es Ministro de Gobierno y Policía.

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Enrique de la Riva Agüero

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El gran deseo que agita nuestra vida, el ideal que perseguimos incansable en nuestro camino, la estrella que vemos fija siempre en nuestros horizontes y en nuestra conciencia, en la unidad de todos los españoles, es la unidad de todos los iberoamericanos en confederación con la madre patria, España, levantadas todas ellas sobre los mismos derechos fundamentales, unidas al pie de un mismo altar, con los ojos puestos en un mismo Dios, que recuerdan una misma cuna, y que hablan una —213→ misma lengua. Este es el fin que perseguimos al fundar en las columnas de este diario esta «Galería de honor».

Hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, a uno de los peruanos más distinguidos, a uno de los iberoamericanos más fervorosos amigos de España, al doctor Enrique de la Riva Agüero, que es abogado, diplomático, publicista, político y orador parlamentario; nuestro biografiado nació en Lima el año de 1857, y es nieto del gran mariscal don José de la Riva Agüero. Ingresó a la Universidad en 1875 y se recibió de abogado en 1883.

El curso normal de la vida ha sido en el Perú, reemplazando hombres con otros hombres y colocando en los primeros puestos de las diversas funciones nacionales, a quienes se han instruido después de la guerra del Pacífico de 1879 a 1883. Hoy son los niños del año 79, los que tienen las funciones representativas del país, excepto algunas figuras ya incorporadas en esta «Galería de honor» y algunas otras que vamos a incorporar, entre las cuales consideramos a don Enrique de la Riva Agüero, el primer estudiante que después de fundada por Manuel Pardo la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas, recibió en ella el título de doctor, siendo inmediatamente nombrado catedrático adjunto de los cursos de Derecho Constitucional y de Derecho Administrativo.

Seguramente, no obstante su estudiosidad y capacidad y sus aptitudes para hablar y escribir, no tenía aficiones a la enseñanza universitaria, pues prefirió dedicarse a la diplomacia y a la política, dejando, de cuando en cuando alguna huella universitaria de su talento. Así en el Ateneo leyó un notable trabajo sobre «El Consejo de Estado», y en la Facultad de Ciencias Políticas, hizo bello discurso en contra del «Derecho de conquista».

Riva Agüero desciende de políticos, era sobre todo político, y por eso es en la escena pública donde desenvuelve su personalidad, habiendo sido joven aun, ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Nicolás de Piérola y habiendo sido, entonces también presidente del Consejo de Ministros.

Después fue senador, y puede decirse que fue uno de los primeros senadores del Perú, no solo por su inteligencia, sino por su independencia, pues combatió un proyecto de empréstito presentado por el gobierno de don José Pardo en 1905, a pesar de ser amigo político y personal de él.

Más tarde fue jefe del Civilismo Independiente y volvió a ser ministro de Relaciones Exteriores y presidente del Consejo de Ministros, cuando don José Pardo volvió a ser Presidente de la República en 1915.

Se creía en esa época, que Riva Agüero sucedería a Pardo en la jefatura del Estado, más tuvo la debilidad y el error de gobernar sin presupuesto, lo cual, como es natural, hizo difícil su mantenimiento, en el rol del gran eje de la política. En efecto, Riva Agüero gobernó su presupuesto, pero el presidente Pardo, después de conservarlo unos cuantos meses en el gabinete, lo reemplazó ante la necesidad de escapar a los debates que en el Parlamento iba a producir que Riva Agüero, legalmente responsable de su política, permaneciese en su portafolio.

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Las posibilidades, y más que eso, las probabilidades de ser candidato a la presidencia de la República se esfumaron, pues, a consecuencia de gobernar sin presupuesto, pero Riva Agüero, probó una vez más la sinceridad de su espíritu, porque dejó el ministerio antes de reunirse el Parlamento donde quiso aparecer dando disculpas impropias de la altivez de su espíritu.

Comprendió Riva Agüero su error y cubriéndose con su toga, como un romano, se retiró a su hogar, dejando definitivamente la escena política. En realidad, si las cosas no hubieran seguido esta trayectoria, y si se hubieran mantenido en la línea iniciada en 1910, lo natural hubiera sido ver a Enrique de la Riva Agüero, figurar entre los más notables candidatos a la presidencia de la República, altísimas funciones a las que hubiera llevado excepcionales cualidades de capacidad, de carácter y de conocimientos en la política internacional, conocimientos adquiridos en el desempeño de la cancillería del Perú, en el estudio permanente de las cuestiones teóricas y prácticas del Derecho de gentes, en el desempeño de la Legación del Perú en la República Argentina, y, por último en España cuando ante el rey don Alfonso fue el representante autorizado y simpático del gobierno peruano. En todas partes dejó rastros de su caballerosidad y del amor al Perú, este digno descendiente de la madre patria España.

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Edgardo Rebagliati

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Presentamos a los lectores de El Diario Español a uno de los jóvenes escritores peruanos que más se distinguen por su talento. Su nombre es toda una promesa; ha dado ya hermosas demostraciones de inteligencia, de contracción al estudio y de alto fervor por las letras.

Desde el año 1914 ha formado parte de diversas redacciones de diarios y revistas y ha librado brillantes campañas periodísticas. Ha sido redactor principal de La Prensa hasta el año 1921 y es actualmente redactor de las revistas Mundial y Aire Libre.

El doctor Edgardo Rebagliati es abogado de los Tribunales de la República y ha conseguido halagadores éxitos en su profesión. Sus estudios los siguió en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima y se distinguió durante su vida universitaria por la rebeldía de su espíritu y por su afán renovador. Egresó de la de la Facultad el año 1920 y se graduó de abogado ante la Corte —216→ Superior de Lima el 7 de enero de 1922. Durante su época de estudiante el doctor Edgardo Rebagliati mereció el honor de formar parte, por voluntad de la mayoría de sus compañeros de estudio, de la misión universitaria enviada por el Perú a la ciudad de La Paz en misión de acercamiento y confraternidad. En esa misión desempeñó el cargo de secretario y fue uno de sus más destacados miembros.

Recientemente el gobierno del país le designó para ejercer una de las secretarías de la Embajada Extraordinaria del Perú ante los Estados Unidos del Brasil con motivo del primer centenario de la independencia de aquel pueblo hermano. Toda la compleja labor intelectual de esa misión, que presidió el ilustre político y hombre público don Juan de Dios Salazar y Oyarzábal, estuvo confiada al doctor Edgardo Rebagliati que supo cumplirla con talento y con discreción.

El desempeño de tan importante cargo, que reviste excepcional significado, puesto que el doctor Edgardo Rebagliati lo desempeñó cuando apenas contaba 27 años de edad le dio al joven escritor oportunidad de conocer las repúblicas de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil y de incrementar mediante su conocimiento el acervo de su cultura.

Una vida tan intensa y tan honrosa le da derecho al doctor Edgardo Rebagliati para figurar entre los representativos de la nueva generación peruana y por ello digno de ser presentado a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires.

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Emilio Rodríguez Larraín

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Hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires en esta «Galería de honor», a uno de los iberoamericanos más entusiastas y defensores de la madre patria, al inteligente y distinguido peruano Emilio Rodríguez Larraín.

Nuestro biografiado nació en Lima el 16 de octubre de 1873. Hijo del respetable caballero señor don Manuel Rodríguez y de la virtuosa matrona doña Emilia Larraín. Hizo sus estudios de instrucción media, sucesivamente en el seminario de Santo Toribio y en el Colegio Nacional de Guadalupe, ingresando a estudiar derecho en la Universidad de Lima el año de 1891 y optó el grado de doctor en Jurisprudencia obteniendo a la vez el título de abogado en 1900. Durante sus estudios facultativos desempeñó la superintendencia de la Bolsa Mercantil y la secretaría de la Cámara de Comercio siendo presidente —218→ de esta institución el eminente estadista peruano don Manuel Candamo, personalidad que le dispensaba todo su afecto y su más amplia confianza.

En 1901, gobernando el Perú don Eduardo López de Romaña, ingresó por consejo especial del señor Candamo en la función administrativa del país aceptando la importante comisión gubernamental de Visitador General de Hacienda, con el fin de estudiar y controlar el estado económico financiero de las Juntas Departamentales, Municipios, Sociedades Públicas de Beneficencia, Tesorerías Fiscales y Colegios Nacionales; en el desempeño de esta delicada misión dio pruebas de energía y carácter poco comunes, corrigiendo errores, suprimiendo prácticas viciosas y rutinarias, llegando el caso de tener que aplicar el más severo correctivo legal por causa de defraudación pecuniaria. Esa comisión le permitió recorrer la casi totalidad del territorio nacional, excepto el puerto amazónico de Iquitos.

Por aquella época, durante una estada en Lima, la Compañía Nacional de Recaudación le confió el difícil encargo de organizar la importante sección de recaudo de las rentas departamentales del Perú.

Poco después de haber asumido la presidencia de la República don Manuel Candamo, en septiembre de 1903, fue nombrado el doctor Rodríguez Larraín prefecto del departamento de Huancavelica, a los 30 años de edad, circunstancia esta verdaderamente excepcional y que discrepaba con todos los precedentes, pues la práctica consuetudinaria consistía en designar prefectos, a ciudadanos ya en edad madura, pero el presidente Candamo en este como en otros puntos, rompió los antiguos moldes, determinando gobernar con elemento joven, inteligente y capaz; y hubo de escoger, con feliz acierto, al doctor Rodríguez Larraín para la elevada función prefectural, en la cual nuestro biografiado exhibió su amplia capacidad de ejemplar funcionario de gobierno, permaneciendo en el cargo durante un año. A fines de 1904 el gobernante de entonces, apreciando también las revelantes aptitudes del doctor Rodríguez Larraín, lo designó para ejercerla en esa época difícil la prefectura del departamento de Huánuco, circunscripción que era el núcleo político del doctor A. Durand, jefe del partido liberal, tenaz opositor de las candidaturas Candamo y Pardo en 1903 y 1904 respectivamente. Gran tino demostró el gobierno en la designación, porque el joven prefecto Rodríguez Larraín hizo con discreción y talento, magnífica administración política, logrando permanente tranquilidad en el departamento cuyo manejo se le había confiado, gobernándolo más de un año a satisfacción general de todos los huanuqueños.

En 1906 reasumió la visitaduría general de Hacienda hasta junio de 1909, en que el Presidente de la República don Augusto B. Leguía, conocedor de las preclaras dotes del doctor Rodríguez Larraín le llamó para hacerlo su secretario privado, acompañándole hasta la terminación de su período presidencial el 24 de setiembre de 1912. Continuó —219→ como secretario privado del presidente don Guillermo E. Billinghurst, por dos meses, siendo en seguida nombrado como Encargado de Negocios del Perú en la República de Panamá, cargo diplomático que desempeñó dignamente hasta noviembre de 1913.

El 4 de enero de 1914, aceptó la dirección de administración (subsecretario de Hacienda, en otros países), elevado cargo que hubo de renunciar el 3 de febrero; pero la renuncia no le fue admitida por la Junta de Gobierno instalada el 4 de febrero, continuando en el ejercicio de sus importantes funciones hacendarias y administrativas hasta el 18 de agosto de 1915 fecha en la cual el cambio de gobierno lo determinó a permanecer al margen de la función pública, abriendo su prestigioso bufete profesional de abogado.

Desde principios de 1917, fue uno de los prominentes y ardorosos iniciadores en el país de la candidatura de don Augusto B. Leguía a la presidencia de la República para el período gubernamental 1919 a 1923; al efecto publicaba artículos de hábil y eficaz propaganda auspiciadora de dicha candidatura, la cual triunfó en los comicios populares de mayo de 1919. Fue uno de los principales y arriesgados ciudadanos que encabezaron y ejecutaron el movimiento político de la madrugada del 4 de julio de 1919, que llevó al poder supremo de la nación a don Augusto B. Leguía, siendo elegido en agosto de ese año diputado nacional por las provincias de Huánuco y Ambo. Reunida en septiembre la asamblea constituyente, intervino el doctor Larraín principalmente en el gran debate sobre la reforma de la constitución política del Perú, destacándose desde entonces como orador de estilo castizo moderno, doctrinario y principista; su austeridad y rectitud como legislador no ha sido ni es óbice para que amengüe su leal y firme adhesión al Jefe del Estado, de quien es uno de sus mejores amigos.

El doctor Rodríguez Larraín es una de las sólidas mentalidades peruanas contemporáneas; su erudición y sus profundos conocimientos en filosofía, finanzas, sociología, derecho y ciencias económicas, es de todos sabida; en asuntos administrativos, es, en fin, verdadera autoridad.

Nuestro biografiado ha desempeñado, además, importantes cargos públicos dentro del movimiento hacendario, comercial del país; habiendo sido durante el bienio 1913-1915 Presidente del Directorio de la Compañía Peruana de Vapores, Director de la Compañía Recaudadora de Impuestos Fiscales, Director de la Compañía Explotadora del Guano para la Agricultura Nacional y Director de algunas otras sociedades anónimas de la importancia de las ya mencionadas. Con este motivo, no podemos dejar de hacer mención de su patriótica y vibrante actitud en defensa de la marcha y subsistencia de la Compañía Peruana de Vapores. El doctor Rodríguez Larraín, en sesión memorable de accionistas, y en la que hubimos de ser testigos presenciales, evitó, haciendo uso de sus reconocidas energías, la liquidación de esta gran empresa nacional, que en un arranque de interés particular, los accionistas todos secundando a los bonistas, en número que representaba —220→ la mayoría del capital, determinaron la disolución de la compañía. A lo cual el citado doctor se opuso en forma que levantó la airada protesta hacia su persona, y en proporciones que hasta la policía tuvo que intervenir en protección suya. En tal ocasión, como la compañía quedase acéfala, porque directores y gerente renunciaron los cargos, el doctor Rodríguez Larraín, usando de su carácter y funciones de Director General de Finanzas Públicas, dirigió solo, durante dos meses la marcha de la compañía, hasta que llegó a constituir un nuevo directorio, compuesto de notables elementos del comercio y que fue nombrado por resolución gubernamental. En este camino del decidido apoya a la Compañía Peruana de Vapores, lo hemos visto todos, después, defendiendo airosa y denodadamente los intereses de tan simpática empresa peruana.

Tal es, a grandes rasgos, la personalidad del doctor Rodríguez Larraín, sincero admirador y amigo de la madre patria España, y, uno de los exponentes de la actual intelectualidad nacional peruana.

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Eleodoro Romero

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A los lectores de El Diario Español de Buenos Aires presentamos hoy al doctor Eleodoro Romero que es abogado, catedrático, delegado del Perú en la Liga de la Naciones y vocal de la Corte Suprema de Justicia. El doctor Eleodoro Romero, en unión de su hermano Eulogio Romero formaron un estudio de abogado de lo más notable en el Perú. De ese estudio salió Eleodoro Romero a la vocalía de la Corte Suprema de Justicia, llevando a ella gran bagaje de antecedentes de sabiduría y probidad. Ha sido profesor de Derecho Civil y profesor de Historia del Derecho Peruano en la Facultad de Jurisprudencia; ha sido Decano de esa misma Facultad; ha sido Decano del Colegio de Abogados; ha sido Ministro de Justicia, Instrucción y Culto; ha sido Delegado del Perú a la Sociedad de las Naciones. Principió su carrera en 1886 en el puesto de Secretario de la Municipalidad de Lima, y de ese empleo pasó a ser primer secretario de la Legación del —222→ Perú en Italia, ejerciendo sus funciones diplomáticas en 1890 y 1891. Al regresar al Perú en 1892 se dedicó de lleno al ejercicio de la abogacía, ejerciéndola con breves interrupciones hasta 1922 en que fue electo por el Congreso Vocal de la Corte Suprema. Cuando en 1899, durante el período presidencial de don Eduardo Romaña fue Ministro de Instrucción, reunió el Congreso de Higiene Escolar, cuyas conclusiones constituyen un honor para el Perú.

Nuestro biografiado es de la época del doctor Lizardo Alzamora, doctor Carlos Wiesse, doctor Enrique de la Riva Agüero y de otros notables ciudadanos, que ocupan hoy las primeras posiciones públicas. Son ellos los rezagos de las generaciones, que después de cumplir sus deberes patrióticos recibieron sus títulos académicos al finalizar la guerra del Pacífico en 1883.

He aquí la ilustre personalidad del doctor Eleodoro Romero que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

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Godofredo Ruiz Eldredge

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Persistiendo en nuestra labor patriótica por el acercamiento espiritual de nuestra querida España con esta república, continuamos presentando los valores representativos del Perú en todas las faces de su vida progresiva. Ya han desfilado por esta «Galería de honor» valores representativos de las Ciencias, Letras, Ejército, Diplomacia, Banca, etc., y hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, al distinguido peruano representativo de la industria y del comercio, el señor Godofredo Ruiz Eldredge.

Nuestro biografiado nació en Lima el 7 de junio de 1876, hijo de don Mariano Ruiz y de la señora Francisca Eldredge. Hizo sus estudios en el Colegio Labarthe y en su propio hogar con el pedagogo Jiques y Navarrete, y desde muy joven se dedicó al comercio.

La guerra civil que se inició en 1894/1895 contra el gobierno del General Cáceres, le inflamó su sangre, y, abandonando las labores comerciales e industriales, tomó parte en ella en favor de la coalición concurriendo —224→ a la batalla de Lima el 17 de marzo de 1895, dando muestras de valor y serenidad. Afiliado al partido liberal, tomó parte en todas las revoluciones organizadas por Augusto Durand jefe del Partido Liberal al cual desde entonces pertenece.

En 1909 fue preso y encarcelado en la penitenciaría por la revolución del famoso 29 de mayo de ese año que encabezara tan descabelladamente Isaías de Piérola, prisión esta que fue injusta, porque nuestro biografiado, lejos de estar comprometido en ese golpe de estado, lo censuró y lo condenó.

Tomó sí, parte muy activa en la revolución del 4 de febrero de 1914 contra el Presidente Billinghurst y en las conspiraciones contra la dictadura del general Óscar Benavides.

Formó parte de la convención de los partidos políticos que en 1915 proclamara la candidatura de don José Pardo a la Presidencia de la República.

En 1919 fue elegido diputado por Huari en donde goza de gran popularidad, triunfando en estas elecciones a pesar de haber tenido en contra el elemento oficial de esa época. No se incorporó al Congreso por el golpe de Estado del 4 de julio que disolvió el Poder Legislativo, convocando él, a nuevas elecciones. Desde entonces se consagró por completo al comercio e industrias, alejándose de la política.

La energía, carácter y constancia de nuestro biografiado guarda gran paralelo con la de sus progenitores los hispanos, y a ello se debe el progreso que ha alcanzado en el comercio y la posición brillante que ocupa en la sociedad.

He aquí diseñada la personalidad de este distinguido peruano, que siente correr por sus venas la sangre noble y valerosa de aquellos esforzados paladines, los conquistadores de la América.

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Alberto Salomón

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La confederación de los pueblos hispanoamericanos con la madre patria (España) es la gran necesidad del día. Es necesario a todo trance que nuestra grandeza española, que el espíritu español no se queden allá en la península ibérica, perdidos como nuestros ríos en el mar, en el océano del tiempo, que todo lo esteriliza, es necesario que de una vez se decida nuestra querida España a fomentar la unión de estas repúblicas entre sí, primero; para llegar cuanto antes a la confederación anhelada tanto por los españoles de España, cuanto por los mismos iberoamericanos. Debe primero reunir a estos pueblos, enlazar su comercio con el de España; estableciendo una paz duradera entre los diferentes estados de origen hispano, señalando sus límites por medio de «grandes conferencias diplomáticas», contribuyendo también a civilizar al salvaje que aun queda en las selvas que descubrieron y exploraron los titanes españoles del siglo XVI; y propagando estas grandes —226→ ideas, sería coronar nuestra obra en la América, pedida y sostenida hace tiempo por nosotros, en las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

Nosotros no podemos renunciar a las ideas que tenemos sobre los grandes y maravillosos destinos de nuestra grandiosa nacionalidad hispana. Hoy España tiene dos campos abiertos donde poder ejercer su maravillosa actividad, el África y la América. En la primera, su obra es de fuerza, es de conquista, porque las tribus bárbaras que rasgan nuestro pabellón en la costa africana parece como que piden con su audacia la única educación que es posible darles, la educación por medio de las balas; el único bautismo posible por ahora, que para su salvación pueden recibir, «el bautismo de la sangre». En cambio nuestra obra en la América, es más plácida y serena es de «predicación», de «amor y de fraternidad».

Para esta predicación encuentra España grandes y entusiastas colaboradores tales como el actual ministro de Relaciones Exteriores, doctor Alberto Salomón, que hoy tenemos el honor de presentar en esta «Galería de honor», a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires.

Este distinguido peruano nació en el Callao (Lima) en noviembre de 1870, hijo de don Juan Salomón y de doña Magdalena Osorio de Salomón. Hizo sus estudios en el Instituto Lima, en el Seminario de Santo Toribio y en el Convictorio Peruano, ingresando después a la Universidad de San Marcos en la que fue un alumno sobresaliente cursando las Facultades de Letras, Ciencias Políticas y Jurisprudencia, recibiéndose de abogado en 1902. Dado su indiscutible mérito en 1905 fue nombrado catedrático adjunto de Economía Política en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Mayor de San Marcos. En 1908 fue nombrado catedrático principal interino de Derecho Constitucional, cátedra que desempeñó lucidamente hasta 1911, en que ingresó al parlamento formando parte de la Cámara de Diputados como representante por la provincia de Andahuaylas.

El doctor Salomón se ha revelado en la tribuna parlamentaria como un leader de gran visión política, por su elocuencia, energía y firmeza en sus discursos que lo presentan como orador de sólida lógica y clara argumentación.

En 1914 dio al país una muestra de su carácter y de sus convicciones. En uno de los días del mes de marzo de ese año por los acontecimientos políticos del «4 de febrero», fuerzas armadas impedían a determinados representantes el acceso al congreso. El doctor Salomón trató varonilmente de forzar el paso que le cerraban las turbas asalariadas, siendo herido de un balazo en la frente, llevándolo sus amigos políticos al consulado de Bolivia en donde se le hizo la primera curación. No obstante el delicado estado de salud y la excitación nerviosa de que estaba poseído, se hizo conducir en una camilla al Congreso a fin de contribuir con su presencia a formar el quorum en esa sesión tan importante que debía realizarse. Terminada esta, los congresistas amigos y gran parte de pueblo lo acompañaron al Hospital Francés —227→ cargando la camilla sus mismos compañeros de Cámara y seguido por miles de personas que hondamente emocionados lo acompañaban.

Desde el 4 de octubre de 1929 está frente del portafolio de Relaciones Exteriores cargo para el que lo señaló unánimemente la opinión pública al dejar ese alto sitial el doctor Melitón F. Porras.

Estos son a grandes rasgos las líneas morales y sentimentales de este distinguido peruano que entre muchas condecoraciones de los Estados europeos, ostenta la Gran Cruz de la Real Orden de Isabel la Católica, como amoroso descendiente de la noble España.

A continuación inserto el hermoso discurso Americanista, en su fondo hispanófilo, que pronunciara el doctor Salomón en el 99.º aniversario de la Batalla de Junín, al pie de la estatua de Bolívar, pues en la misma España, a este héroe se le va a levantar una estatua.

Señor Presidente de la República:

Señores:

Por acertada iniciativa de los dignos representantes diplomáticos de las cuatro repúblicas que, con el Perú forman la constelación bolivariana, estaba acordado congregarnos aquí el 6 de agosto último, 99.º aniversario de la homérica jornada de los centauros de Junín que, por feliz y sugestiva coincidencia, es también la fecha magna de Bolivia.

Intentábamos en tal día rendir el homenaje de nuestro amor aquilatado por el tiempo y el análisis, al héroe inmortal que, por la magnitud y trascendencia de su obra, la sabiduría de su consejo y la devoción abnegada de su corazón puesto al servicio de estos pueblos, constituye el más austero de los vínculos que los une en el presente y el más fuerte acicate que los ha de guiar en lo futuro.

Desgraciadamente un hecho infausto e inesperado en la vida de una gran nación amiga y hermana con la cual nos ligan tan estrechos lazos de admiración y afecto que sus dolores han de repercutir necesariamente como propios en nuestros corazones, nos obligó a aplazar -inclinados ante la tumba del ilustre presidente Harding- el sencillo homenaje que hoy venimos a rendir al genial caraqueño. Inútil es recordaros que la nueva fecha escogida posee también un magnífico significado histórico, pues en ella conmemoramos un centenario inolvidable; el del desembarco en el Callao del héroe cuyo recuerdo y cuya gloria nos ha reunido en esta plaza con que nuestra gratitud escucha aun el eco de sus pasos, rodeado de muchedumbres delirantes cuando se dirigía al recinto augusto de las leyes, ora a asumir el mandato supremo en días terribles de lucha y desconcierto, ora a renunciar cumplida la obra de libertad e independencia que al Perú trajo a la cabeza de ínclitos guerreros que desde los llanos bravíos de Venezuela, las mesetas andinas de Nueva Granada y los hondos valles del Ecuador vinieron a sumar sus esfuerzos con el de nuestros propios luchadores, de los hombres del Alto y Bajo Perú, y de los que, nacidos a orillas del Plata, trasmontaron la adusta cordillera para completar y asegurar la obra iniciada por el gran caudillo del sur.

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La palabra cálida y elocuente del ilustre Ministro de Colombia, llena del fervor americanista que todos le reconocemos y sustentada por la autoridad moral de su noble vida de repúblico, expresará dentro de breves instantes todo el alcance que le demos a esta solemne actuación. Cúmpleme tan solo deciros que la corona de bronce que, en nombre de las cinco repúblicas bolivarianas, colocamos hoy en este pedestal, simboliza no solo el afecto colectivo de estos pueblos por la memoria de Bolívar -a él se le puede citar sin adjetivos- sino también la realización ya casi palpable del ensueño bolivariano, de la idea fecunda y avasalladora que fue como la fuerza motriz de su genio, que inspiró sus proyectos para alcanzar la independencia americana, que retempló su espíritu en las horas amargas de la derrota y que orientó invariablemente sus concepciones de estadista y de filósofo; el convencimiento de que estos pueblos estaban llamados a altísimos destinos en la vida de la humanidad y que para cumplir su providencial misión les era indispensable mantener la paz y el orden internos y estimular la armonía y el espíritu de fraternidad entre todas las naciones del continente.

En verdad, señores, no es tan sólo el recuerdo del guerrero victorioso el que nos ha reunido aquí. Si grande fue la obra de su espada no le cede en valor y en trascendencia la de su espíritu de conductor y de vidente, el precursor del ideal panamericano, el genio político que concibió antes que nadie el anfictionado americano y reunió en Panamá el primer Congreso de las Repúblicas del nuevo Mundo; el legislador que buscó, empeñoso, fórmulas constitucionales que, sin estrangular la libertad de los ciudadanos, permitiesen el establecimiento de gobiernos fuertes capaces de conservar la tranquilidad y el orden público, tiene hoy tanto derecho a nuestros afectos y a nuestros homenajes como el héroe epónimo que cantó nuestro Olmedo y que se impuso a la admiración del mundo en las gloriosas jornadas de Carabobo y Boyacá, de Pichincha y de Junín.

Señores:

Es fuente inagotable de nobles estímulos y de fe en el porvenir contemplar la realidad actual afirmativa de que comenzamos a ser dignos del Libertador, pues ya entran nuestros países por las sendas del orden y fraternal armonía en las que él deseaba impulsarnos hacia la realización de sus destinos. Y así estos pueblos van correspondiendo a la memoria del héroe lleno de energías y visión profética que, aun vencido y acorralado en La Puerta, escribía a Pueyrredón, director supremo de las provincias del Plata, para anunciarle una próxima victoria definitiva e invitarle a cooperar a la unidad de Sud América; porque, según él, todos los americanos «debían tener una sola patria». Y por todo esto, venimos aquí, unidos en un santo anhelo americanista, altas las frentes y ensanchados los corazones, a expresarle a este solitario de la gloria, nuestra gratitud y nuestro afecto y a evocar su figura radiante para decirle, llenos de esperanza, que sus vaticinios están cumpliéndose; que el eje de la civilización universal se irradia hacia los pueblos que creó su genio, y con ellos «crece en los siglos la gloria de su inspiración y de su obra».


—229→

Remigio B. Silva

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Entre los vecinos notables del puerto del Callao (Perú) se destaca en primera línea, como un ejemplo de laboriosidad y constancia, el conocido escritor y hombre público local Remigio B. Silva, que hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires.

Si tomáramos su actuación en el campo del trabajo, desde sus juveniles años como norma de su carácter emprendedor e irreductible, ella podría servir de pauta, de modelo, a las nuevas generaciones de estas democracias hispanoamericanas, que tienden a formar de la energía y el deber, la más sólida base para su próximo engrandecimiento.

Cuenta en su tronco ancestral Remigio B. Silva, por parte de doña Jesús Fernández, una vinculación estrecha con la madre España. Y de ahí, seguramente arranca el acendrado amor de Silva a todo lo que se refiere a la metrópoli donde halló vida la hermosa lengua de Cervantes.

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En la ciudad de Trujillo, fundada por el audaz conquistador Francisco Pizarro vio la luz primera el año 1876 nuestro actual biografiado.

Su padre, el ilustre marino don José Manuel Silva, hijo este, a su vez, del coronel Remigio Silva, gran patriota, corresponsal del prócer San Martín en Lima. Parece que la adversidad, que a muchos amilana, hubiera sido la piedra de toque para probar el temple de alma de Remigio B. Silva.

En efecto, casi niño, apenas a la edad de dieciséis años, tiene que truncar sus estudios de la Escuela Naval, para lanzarse a la lucha por la existencia.

Un timbre de orgullo para el adolescente, había que bregar para el sostenimiento de sus ancianos padres, abatidos momentáneamente por la enfermedad y la pobreza.

Y vemos entonces a Silva ingresar a la Empresa del Muelle y Dársena, la más poderosa en su género, en el Perú; y de allí, paso a paso, a fuerza de tenacidad y buen comportamiento, consigue el puesto de secretario general, puesto que se disputaban personalidades con influencias políticas y mil recomendaciones diversas, cuando acababa de cumplir la edad de veintiún años.

Esa empresa se halla constituida por capitales franceses. Era lógico que el idioma francés se manejara en ella. Pues bien Silva, con intuición del porvenir con esa visión de los caracteres fuertes, apenas ingresado a ella, inicia su aprendizaje de tal lengua, y llega al cabo a dominarla tanto como la suya propia. He aquí otro ejemplo que no tiene que envidiar a aquellos caracteres sajones que con tanta profusión describe Marden en una de sus obras.

También la raza hispanoamericana presenta, como este, multiplicidad de casos de voluntad y firmeza.

A cualquiera otro que no hubiera sido de tal temple de alma hubiera bastado la relativa comodidad del puesto conquistado. Pero ese temple de dinamismo constante impelía a Silva hacia otro orden de cosas, hacia otro sendero donde pudiera ser útil a sus conciudadanos. Y lleno de entusiasmo y fe se lanza a las lides comunales. Ingresa al municipio como concejal, y dentro del Concejo es nombrado síndico de rentas.

Su labor es infatigable; ordena, escudriña, cautela y saca a la luz pública lo que él no encontraba conforme. En esa lucha de que se ocupa la prensa de 1910 sufre ataques y malevolencias; tiene los consabidos enemigos de esa clase de campos de batalla. Pero él no se arredra, a todos hace frente, refleja su pensamiento en números; muestra matemáticamente, el estado de las rentas municipales, pide sanción, pide reforma, se vale del folleto, de los diarios. Y cuando ya, en lo más álgido de la lucha piensan vencerlo, consigue el más hermoso triunfo moral que pueden apetecer los que no buscan más satisfacción en la victoria, que la conciencia del deber cumplido.

El concejal Remigio B. Silva cosecha ese gran triunfo moral cuando es sacado del local de la municipalidad en hombros del pueblo, tras una sesión borrascosa (12 de diciembre de 1910), y es llevado —231→ entre grandes vítores la plaza Independencia, en donde pronuncia un discurso y dice, entre otras cosas, lo siguiente: «Estoy resuelto a ir adelante; y ya que vosotros, artesanos honrados me ofrecéis vuestro valioso concurso, estad seguros que no desmayaré un solo instante».

Aparte de la anotada, Silva se ha dedicado a trabajos literarios y periodísticos. Tiene la vocación del escritor; la rueda de la fortuna acaso truncó en él todo el vuelo que habría podido alcanzar en la profesión periodística. Desde el año 1896 ha estado en correspondencia con los escritores argentinos Luis Berisso, Emilio Berisso y José Ingenieros. Ha colaborado en periódicos argentinos y uruguayos.

La Comisión de Fiestas Patrias le otorgó una medalla de oro (año 1898) por el enorme éxito que obtuvo con la lectura de su composición poética titulada «En el día de la Patria», en una velada que se llevó a cabo el 28 de julio de aquel año. Ha colaborado en los siguientes diarios nacionales: El Comercio, El Tiempo, El Callao, El Porvenir, y en varias importantes revistas literarias. Y además ha formado parte del cuerpo de redacción de alguna de ellas. En abril de 1899 fue aceptado como miembro del ateneo de Lima a propuesta de su presidente, el malogrado hombre público doctor Javier Prado y Ugarteche y del entonces secretario señor Clemente Palma.

Ha hecho campañas nacionalistas en defensa de la raza y de ciertos imperialismos.

Su labor periodística citada se halla dispersa, ya firmada con su propio nombre ya con el seudónimo de René Ghil.

Sin embargo, como ya se ha indicado, ha publicado algunos folletos útiles y opúsculos con algunas poesías. Remigio B. Silva, alma grande con sentimientos de niño, es un adorador ferviente de las musas... y de vez en cuando suele viajar ideamente hasta las cumbres del Parnaso.

Casi niño, muestra el estado de su alma en estos endecasílabos asonantes, que son fragmentos de una composición titulada «Mi Credo»:

Mi religión: el Bien; mi patria, el mundo.

Mi eterno paraíso: la Esperanza...

Abdico de los dioses y me postro

ante aquel que da un pan en la desgracia...



Hay en la labor comunal de Silva una página interesante, digna de párrafo separado.

En 1909 publicó en un volumen (tomo I) de más de 500 páginas, la Legislación Municipal. En esa obra se hallan coleccionadas las ordenanzas, tarifas, contratos, leyes y resoluciones del Honorable Concejo Provincial del Callao; trabajo este que hace suponer una enorme labor de paciente investigación.

La impresión se hizo en la imprenta del Municipio, con la autorización del alcalde y el beneplácito de los señores concejales.

El autor presentó su obra con esta dedicatoria: «Al Honorable —232→ Concejo Provincial del Callao dedico y obsequio el presente trabajo como testimonio del respeto que me inspira la Institución Municipal».

Pero él mismo, llevado de ese su espíritu de combate por la verdad y el orden, escribió un prólogo catilinario, del cual reproducimos el siguiente trozo:

Hemos llegado al extremo de tener que rogar, que suplicar, para conseguir nada más que el cumplimiento de un deber. Se ha perdido a este respecto toda noción de moral. Con rarísimas excepciones, en las oficinas públicas no se encuentra ni amor al trabajo ni espíritu de orden, ni deseos de servir los intereses de la colectividad. Desgraciadamente es en los municipios donde más se nota esta falta de rectitud y de justicia, y donde más se hacen sentir sus deplorables efectos. El empleado no tiene respeto por el jefe, ni el jefe tiene consideración por el empleado. Si hay algo que necesita urgente y radical reforma, es la administración pública en el Perú. Se tiene por lo general tan pobre idea de todo lo que tiende al bien común, que es muy difícil encontrar quien, seria y abnegadamente se preocupe de cumplir con su deber, cautelando los intereses generales como propios, etc.


Ante tan ruda franqueza, el resquemor fue unánime. Y ¡oh! asombro de estos siglos... Su prólogo fue objeto de un auto de fe en el mismo patio del municipio...

Una ola de encontrados remolidos fue el epílogo de ese caso sin precedente en la historia del municipio chalaco. La opinión pública acompañó a Silva, y este siguió en la brecha alentado por la gente de orden y por sus innatos nobles sentimientos.

Siendo síndico de rentas presentó un proyecto para hacer el plano «ideal» del Callao. Fue discutido, aprobado y aplaudido, pero desgraciadamente no se ha realizado hasta la fecha.

Otro de sus importantes proyectos ha sido el de pavimentación, que ha corrido igual suerte que el anterior.

Además han fracasado, por falta de comprensión de aquellos a quienes iban dirigidos, los siguientes: formación del margesí de los bienes municipales; compra de los llamados terrenos de la Mar Brava, en 1898, cuando se hubieran podido conseguir a 17 centavos la vara cuadrada; hoy valen dos y tres soles la vara; expropiación de la fábrica del gas y algunos otros.

Cuenta Remigio B. Silva a su haber con los siguientes cargos públicos: delegado ante la antigua Liga de Defensa Nacional, delegado de las extintas Juntas Departamentales. Organizador de la primera fiesta veneciana que se realizó con gran éxito en la bahía del Callao en celebración del siglo XX.

Miembro honorario o activo de gran parte de las instituciones humanitarias del Callao. Director de la Cámara de Comercio. Director de la Beneficencia Pública. Miembro de la instalación de la Caja de Ahorros del Callao. Inspector de la misma. Candidato a la senaduría suplente por el Callao en 1915. Miembro de la comisión nombrada por el gobierno para el estudio del desarrollo de las Cooperativas en —233→ el Perú. Miembro de la comisión para la celebración del centenario en el Callao. Tesorero del Comité «Aeroplano Callao». Secretario del Comité de Empresas Navieras y de la Dársena. Miembro corresponsal de la Sociedad Geográfica de Lima, y de la Sociedad Geográfica de México. Condecorado por el gobierno francés con las palmas académicas en 1916. Vicecónsul de Bélgica y delegado del Comité Peruano Belga del Perú.

Y finalmente Remigio B. Silva, ha sido el organizador, el alma de la actual Cooperativa de la Dársena. Esta institución, fundada en 1917 con solo 27 artículos, pagándose las acciones a razón de 20 centavos quincenales, cuenta hoy con un establecimiento en que se expenden más de ochocientos artículos de primera necesidad (inclusive medicamentos) y se ha departido hasta la fecha a los accionistas un dividendo anual de 8 por ciento.

Esta puede decirse que es la gran obra de Silva, porque ella redunda positivamente en beneficio de las clases trabajadoras.

Tal es a grandes rasgos la biografía de este batallador sincero, sin tacha, como hombre público, honorable como hombre de trabajo, y ejemplar en su vida privada, ya como noble amigo, ya como digno padre de familia. Su labor intensiva y múltiple, puede sintetizarse en dos palabras: «Vida y Trabajo». En esas dos palabras que son el título que ha dado Samuel Smiles a uno de sus más famosos libros.

Que la vida de este hijo de la patria peruana, de este admirador y descendiente del tronco hispano, sirva de modelo a las generaciones que se alzan en esta joven república llamada, en un remoto cercano, a ser, por a riqueza de su suelo y la constancia de sus hijos, una de las más grandes y progresistas de la América Española...

He aquí un peruano que da honra y gloria a su patria y a su raza.

—234→

Salvador del Solar

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La personalidad del señor Salvador del Solar que hoy presentamos a nuestros lectores de El Diario Español de Buenos Aires, nació en Lima en el año 1873, hijo del doctor Pedro Alejandrino del Solar y de la matrona doña Rosario Cárdenas. En Parlamentarios del Perú contemporáneo encontramos lo que sigue:

Salvador del Solar hizo sus estudios preparatorios en el «Convictorio Peruano» ingresando después a la Escuela de Ingenieros hasta obtener su título profesional, siendo muchos años ingeniero adscrito a la Junta Departamental de Lima y haciendo con tal carácter el trazo —235→ de los caminos más importantes que unen esta capital con las provincias colindantes.

Apenas salido de la adolescencia, se dio de alta en las fuerzas coalicionistas del sur, habiendo formado parte de los guerrilleros que combatieron en Moquegua y en Tarata a órdenes del valeroso coronel Pacheco Céspedes, contra las aguerridas fuerzas caceristas.

Ingresó al parlamento durante el primer gobierno de Pardo, como diputado suplente y después como propietario por la provincia de Castrovirreyna del departamento de Huancavelica, habiendo sostenido agitadas luchas electorales con prestigiosos elementos regionales de dicha provincia, como el actual representante doctor Manchego Muñoz.

En su Cámara presidió muchos años, la comisión de Obras Públicas, redactando luminosos dictámenes; fue miembro prestigioso del bloque parlamentario, que le llevó a la segunda vicepresidencia de la Cámara baja en 1913.

Solar tomó parte principal y activa en la elección convencional que llevó al poder por segunda vez al doctor José Pardo, a quien acompañó en su política, hasta la caída de su gobierno.

Solar, es hermano del distinguido repúblico doctor don Amador del Solar que figura como uno de los posibles candidatos a la próxima presidencia de la república.


Estas son las líneas morales de este distinguido iberoamericano gran defensor de la madre patria España.

—236→

Amador del Solar

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Continuando nuestra patriótica y desinteresada labor por el acercamiento espiritual de los iberoamericanos con nuestra querida España, hasta llegar algún día al acercamiento material que forme una sola gran nación España con todas sus hijas de ayer, hermanas queridas de hoy, las repúblicas hispanoamericanas, presentamos a nuestros lectores de El Diario Español de Buenos Aires, al distinguido peruano señor Amador del Solar, político y orador parlamentario, que nació en Lima en el año de 1836. Hijo del ilustre don Pedro Alejandrino del Solar, que tan brillante papel hizo en la guerra del Pacífico, primero, y después en la restauración de las garantías políticas vulneradas por —237→ el gobierno del año de 1895, oponiéndose a la oposición del militarismo como primer vicepresidente de la república, presidencia que debió ocupar legalmente por fallecimiento del presidente general Remigio Morales Bermúdez; ha heredado nuestro biografiado el talento y las virtudes cívicas de tan noble progenitor. Vencedora la causa noble de su ilustre padre, junto al que actuó en esa campaña que dirigió don Nicolás de Piérola como delegado supremo, volvió a Lima triunfante, siendo uno de los principales actores que lucharon en la coalición contra el régimen militar. En 1896 fue elegido diputado por Castrovirreyna y en 1899 fue nombrado plenipotenciario del Perú en Bolivia, arreglando entonces el régimen aduanero por Cojata e iniciando negociaciones para el arreglo directo del pleito de límites pendiente. En 1906 fue Ministro de Gobierno. En 1911 fue elegido senador por Huancavelica. En 1916 fue elegido presidente del Senado hasta el año de 1917, que se retiró de la política, ausentándose del país, habiendo desempeñado en 1919 el cargo de Ministro Plenipotenciario del Perú en la República Argentina, de donde regresó a Europa. Ha sido uno de los representantes al Congreso que con mayor elevación y patriotismo ha desempeñado sus funciones, mereciendo no solo la aprobación de sus electores, sino también la de sus compañeros de cámara.

Ha tomado parte en casi todos los debates importantes y especialmente en los económicos. Es autor de varios proyectos y entre otros uno que reforma el poder judicial. Es también autor de los dos últimos reglamentos interiores de la Cámara de Senadores.

He aquí diseñada la importante personalidad del señor amador del Solar, digno descendiente de sus ilustres progenitores los valerosos y nobles hispanos, que con su ejemplo, virtudes y valor, señalaron el camino que han seguido en todos los ramos del saber humano los peruanos, predilectos hijos de la noble España.

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Frecuentemente hemos presentado a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires en esta «Galería de personajes ilustres peruanos amigos de España», a médicos insignes, jurisconsultos de renombre, políticos de primera fila y hombres de estudiosidad y de sabiduría sin par, pero con menos frecuencia hemos presentado a quienes aman a España en el seno de las clases productoras del Perú.

Hoy vamos a colocar en esta «Galería de honor» a uno de esos hombres representativos del Perú, a César Soto, tipo de caballerosidad, de probidad y de esfuerzo incansable; y estas condiciones de caballero, de hombre bueno y hombre de talento, las ha desarrollado en pro de la industria, y de todos los grandes intereses públicos de su país.

Con las teorías y la cultura de un buen aprendizaje de humanidades, nuestro biografiado fue durante 20 años el empleado de Tomás Valle, italiano inteligentísimo y uno de los hombres más prestigiosos de negocios y de empresa del Perú desde 1880 a 1910. El instinto guió a Valle para adivinar en el joven Soto, las ricas cualidades de que estaba —239→ adornado; y la experiencia hízole confirmar las adivinaciones del instinto. Y así el joven César Soto, pasó progresivamente de empleado de modesta jerarquía a alto empleado de absoluta confianza, para llegar a ser el apoderado general de Valle.

Su cultura teórica, se había enriquecido mientras tanto; y el joven Soto alcanzaba a dominar las lenguas extranjeras y las altas combinaciones de la matemática financiera, nutriendo su espíritu en las horas que la juventud habitualmente dedica al deleite y al descanso.

Todo esto tuvo su recompensa, porque la probidad, el trabajo, el talento y la experiencia en la vida, le abrieron la ruta de la riqueza, pues hoy César Soto tiene un cuantioso capital, y además de cuantioso respetable, por radicar su origen en la virtud de la labor extenuante y de la severa economía ¡La Virtud! encarnose en César Soto la virtud al amasar su capital y encarnarse en él, al empleado. Testificándolo sus numerosos trabajadores de la hacienda «Monterrico Grande», de la que es gerente y el más grande copropietario. Ahí en Monterrico Grande existen escuelas, habitaciones, asistencia médica, métodos perfeccionados de cultivo, buenos salarios, estímulo perenne para los obreros en forma de primas por buena conducta, indemnizaciones superiores a las que fijan las leyes por accidentes del trabajo y, en fin, hay el ejemplo vivo del cumplimiento de las funciones simpáticas de la riqueza. La riqueza ha de bajarse para consolar la miseria y César Soto, modestamente, cristianamente, sin que su mano izquierda conozca el acto de su mano derecha, derrama dos tesoros: el de su dinero y el de su consuelo. Trabajo y amor al prójimo. Y sigue y seguirá trabajando César Soto porque el dinamismo creador de su acción es incontenible. César Soto, es un hombre eficiente: su vida es lección de eficiencia; es el hombre a quien uno de sus biógrafos se refería diciéndole: «A ti que sorbistes lágrimas y dolores con la entereza de Scévola y la dulzura de Cristo; a ti que remordiendo tristezas escondidas y desfallecimientos mortales, barrías los abrojos de tu camino y en las moles de granito que se alzaban a tu paso, te labrabas un escabel: a ti que me distes tu alma noble, tu sangre triste y un hilito imperceptible de tu luz».

Estas son a grandes rasgos las líneas morales y sentimentales de este distinguido peruano, digno descendiente de hispanos del siglo XVI, cuya voluntad férrea y virtudes excelsas solo encuentran parangón con aquellos valerosos y nobles españoles, que con la espada y con la cruz ensancharon el mundo del cristianismo, dando a la humanidad regenerada un paraíso con el descubrimiento de América.

Nuestro biografiado, el distinguido peruano César Soto, nació en Ica, pequeña ciudad ubicada cerca de Lima y de la que como en las antiguas ciudades de la Grecia que dio los más grandes filósofos que fueron los fundadores del pensamiento humano, así, de Ica, han salido los más grandes hombres, los más grandes filósofos del Perú, los más famosos oradores.

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Dalmace Moner Tolmos

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El coronel Dalmace Moner Tolmos es, por sus actos y lo tenía que ser por su estirpe, fervoroso amigo de España, pues tanto su padre don Ramón Tolmos como su madre doña Paula Marañón nacieron en tierra española.

Nuestro biografiado el coronel Tolmos nació en Ica, hermosa y riente ciudad ubicada al sur de Lima, suelo privilegiado por la naturaleza el que a la par que produce una exuberante vegetación, es una de las provincias del Perú que mayor número de talentos ha producido en todos los ramos del saber humano. En este suelo tan privilegiado nació y se educó nuestro biografiado el que siendo capitán del ejército peruano, le sorprendió en la República Argentina la declaración de la guerra del Pacífico el año de 1879, abandonando los negocios particulares que en el suelo argentino lo retenía y dando prueba de la efervescencia de su sangre hispana, regresó al Perú para defender con su pecho —241→ el ultraje inferido por el agresor del Mapocho, concurriendo a las campañas y a las batallas durante esta terrible guerra del Pacífico. Fue varias veces herido gravemente llegando a obtener por acciones de la guerra diversos ascensos hasta el de teniente coronel; y cuando ya con esta clase militar firmose la paz con Chile y estableciose en Lima el gobierno que la había suscrito, el teniente coronel Tolmos fue uno de los primeros en negarse a reconocer ese gobierno, y en seguir «la bandera de la Breña», levantada en la cordillera de los Andes por el general Cáceres, quien al ocupar el poder ejecutivo en 1886, nombró al teniente coronel Tolmos adjunto militar de la Legación del Perú en España, cargo donde tuvo oportunidades de acentuar el amor por la patria de sus progenitores.

Después de regresar al Perú, el gobierno del general Cáceres, conociendo que el señor Tolmos era un soldado de excepcional cultura y de magníficas dotes para las funciones administrativas; hízole director general de Obras Públicas, dirección donde hubo de prestar importantes servicios y de donde pasó al consulado general del Perú en Bélgica, desempeñándolo durante los períodos presidenciales de Morales Bermúdez, de Piérola y de Romaña.

En los últimos días del gobierno del señor Romaña regresó al Perú, y, al regresar, en la época del gobierno de don Manuel Candamo, fue ascendido por el poder legislativo a la clase de coronel, sorprendiéndonos que aun no sea general no obstante sus méritos y sus aptitudes.

Después de ser coronel don Dalmace Moner Tolmos, fue en 1905 jefe de la zona militar de Lima y en 1907 prefecto de Arequipa, recordándose aun en este viril e importante departamento la gestión prefectural del coronel Tolmos.

Más tarde fue senador por el departamento de Ica, y salió del Senado para ejercer la representación diplomática en los Estados Unidos del Brasil.

El nombramiento diplomático del coronel Tolmos tuvo el valor de la consagración de sus grandes aptitudes diplomáticas desarrolladas en la legación del Perú en España y en el consulado del Perú en Bélgica, capacidad unida a sus condiciones de hombre de mundo, y su cultura por conocer varios idiomas, por haber realizado numerosísimos viajes y por haber tenido prolongadas residencias en Londres, en París y Boston.

Tocole al coronel Tolmos representar al Perú en Río Janeiro, durante el centenario peruano; y aun se recuerda en la sociedad fluminense la esplendidez de las fiestas que el diplomático peruano supo ofrecerla, como se recuerda, también su obra de cordialidad para el acrecentamiento de los vínculos fraternales existentes entre el Perú y el Brasil.

El coronel Tolmos es miembro de la sociedad de Beneficencia Pública de Lima y de la sociedad Geográfica; y tiene gran número de condecoraciones, entre ellas la de la Legión de Honor de Francia y la de Leopoldo de Bélgica.

Por último, es imposible prescindir, no obstante el carácter sumario —242→ de estos datos, de que el coronel Tolmos tuvo la idea de dotar al Perú de una escuela de agricultura y que fue él, quien seleccionó y contrató en Bélgica el personal de ingenieros agrónomo y de químicos llamados a iniciar la enseñanza de ese instituto. En esta tarea estuvo bien afortunado el señor Tolmos, porque todos los profesores elegidos por él, supieron fundar una institución que ha dado y continúa dando óptimos frutos; y algunos de sus profesores, después de cumplir con sus compromisos, contribuyeron y contribuyen, como empresarios y como propietarios al desarrollo agrícola e industrial del Perú.

Los servicios del señor Tolmos, en orden de la enseñanza agrícola, fueron seguidos por su empeño para que en el Perú hubiera fábrica de proyectiles; y con tal fin el gobierno le encomendó que vigilara en Bélgica el aprendizaje técnico de un grupo de jóvenes peruanos en la fabricación de cartuchos para fusil, personal que bien educado en aquella nación, regresó al Perú dando pruebas prácticas de lo útil de la iniciativa del coronel Tolmos y del celo con que había vigilado la educación de los futuros armeros y pirotécnicos del ejército peruano.

El coronel Tolmos, es, pues, naturaleza vigorosa mentalmente y muy activo en la acción; y su mente y sus actos fueron ante todo por la patria. Su patriotismo no es de palabras, sino de hechos en los campos de batalla y en la vida cívica.

He aquí a grandes rasgos diseñada la importante figura de este distinguido peruano que corre por sus venas la noble y valerosa sangre española.

—243→

Lizardo S. Ugarte

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Entre la pléyade de jóvenes intelectuales que se levantan resplandeciente en el Perú, y que son una continuidad de aquellos hispanos nacidos en este suelo con la idea de la libertad y del derecho, se destaca vigorosamente la figura del doctor Lizardo S. Ugarte, por su talento probidad y carácter.

Nuestro biografiado que nació en Arequipa, fue hijo del bizarro coronel Vicente Ugarte, militar de brillante figuración, uno de los últimos representativos del viejo ejército moldeado en las severas ordenanzas españolas, y como tal, todo lealtad y disciplina, como abnegación y honor, y de la señora María Bejarano, dama de acrisolada y revelantes virtudes, y, una de los últimos vástagos de la noble y linajuda familia de los Lasso de la Vega Mogrovejo que se radicaran en Arequipa en el año 1540. El doctor Ugarte hizo sus estudios primarios en el Colegio «Barrós» de esta ciudad de Lima, y su instrucción media en el Colegio Labarthe, ingresando en el año 1900 a la Universidad Mayor —244→ de San Marcos, donde hizo los cursos de Filosofía y Letras, Jurisprudencia y Ciencias Políticas y Administrativas, Facultad esta última donde obtuvo la «Contenta de Bachiller y fue sorteado en la de Doctor».

Ingresó a la vida pública del país como afiliado al Partido Constitucional, donde prontamente se le eligió secretario de la Directiva Central. Fue adjunto de dicho partido ante la junta Electoral Nacional y, en ese carácter, a pesar de su corta edad, fue el alma de la campana hecha para anular la imposición electoral que se quiso hacer para sacar triunfante la candidatura Aspíllaga contra la que con fuerza avasalladora se enfrentó la de don Guillermo Billinghurts. Elegido diputado suplente, por la provincia de Urubamba ante el Congreso Nacional demostró la rectitud de su carácter y el valor de sus convicciones, enfrentándose a la política del presidente provisorio general Benavídez, siendo uno de los pocos que combatió la ley de situación militar, preveyendo que con ella iba a desaparecer la disciplina y el orden en el ejército, ya que se entregaba al elemento surgido en el cuartelazo que motivó la caída de Billinghurts.

Continuó actuando en el partido Constitucional hasta el nuevo golpe de estado del 4 de julio de 1919 que llevó al poder a don Augusto B. Leguía y en las primeras elecciones que se realizaran, presentó su candidatura a la Diputación por Huarochirí, pero combatido por el oficialismo no pudo ingresar al Parlamento, a pesar de haber ganado la elección; retirándose entonces de la política.

Se encuentra dedicado en la actualidad al ejercicio de su profesión de abogado, en la que se iniciara bajo la hábil dirección del notable jurisconsulto, el doctor Mariano N. Valcárcel; y su contracción y la forma impecable en que viene actuando le ha valido el que el Tribunal, desde hace varios años, lo eligiera juez suplente de la Capital puesto que siempre ha desempeñado con brío, carácter y rectitud, distinguiéndose por su campaña para reprimir las extralimitaciones de los funcionarios policiales en orden a las garantías individuales.

En la defensa de pleitos está considerado entre los notables abogados, por su conocimiento de las leyes escritas y por la elocuencia de sus informes. Ha publicado diversos estudios de derecho y de economía política, entre los cuales tuvo gran acogida una monografía sobre los trust.

He aquí diseñada a grandes rasgos la importante personalidad de este distinguido peruano, verdadero iberoamericano, gran defensor de sus progenitores los hispanos.

—245→

[Horacio H. Urteaga]

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Como no siempre los hombres que imponen admiración por su talento y por su civismo merecen ser estimados y admirados por los demás, siente el biógrafo cierta complacencia cuando por casualidad se reúnen en el biografiado el talento y el patriotismo. Esto sucede en el doctor Horacio H. Urteaga, que hoy tenemos el honor de presentar a nuestros lectores. El doctor Urteaga es un escritor de una cultura extraordinaria, y su pluma siempre la ha puesto al servicio de la verdad y de la justicia. Además es abogado, político y catedrático de —246→ la Universidad Mayor de San Marcos. Entre los escritores de talento y nombradía que abundan en este país, se destaca vigorosa la figura del doctor Urteaga, que forma a la cabeza de ellos una constelación de investigadores de la historia incaica, constelación que ha de ser el faro que guiará a las generaciones por venir, y servirá de estímulo para la prosecución de las investigaciones históricas de la raza incaica que con tanto entusiasmo como talento, trata en todas sus obras nuestro biografiado el doctor Horacio H. Urteaga.

A tan excelsas cualidades reúne la de ser un amoroso hijo de la madre España, pues es descendiente por línea paterna de don Ascencio Esteban Urteaga, de la nobleza vascongada que fue corregidor en Cajamarca.

En los estudios históricos que ha publicado el doctor Urteaga, encontramos la siguiente crítica que hace del Licenciado Polo de Ondegardo, que refleja el amor a la madre patria, y al Perú.

No supo el Licenciado que al buscar los groseros cimientos de la política imperial, iba a escribir las primorosidades del «orfebre» y que trabajando con el anhelo de encontrar la verdad, encarnó su dictamen una protesta contra la injusticia. Servía así a su patria con creces; pues no solo representó lo que el genio español tenía entonces «de organizador y expansivo», sino lo que poseía de sapiente y humano. En su dictamen se trasparenta el carácter noble de la raza. Para él, la conquista no había de ser la tala de territorios, ni el aniquilamiento de las razas aborígenes; no, la conquista era para ese hombre ilustrado y humano la absorción en la raza vencedora, de lo que en la vencida hubiera de aprovechable. Pero no vamos a juzgar de la nobleza del arma de la raza española, compulsando sus valores negativos, patrimonio de todas las épocas y de todos los pueblos, muy al contrario, como observamos que de la relatividad de los guarismos morales, los del mal tienen mayor suma de contingencia si los errores y las faltas abrieron surco, dejaron también estela de luz, los beneficios y las virtudes, y hay que buscar en esa hidalguía ingénita del español, en ese generoso espíritu altruista de la raza, en ese afán de novedad y brillo por aspiraciones idealistas, la remota simiente de las mejores cualidades del mestizo del Perú. En la liquidación de los valores morales del régimen español, acciones e ideas como las de Ondegardo, representan toda una reivindicación, y cuando se considera la eterna fecundidad de la justicia y del deber, el olvido se encarga de ocultar el daño «ante el mérito del sembrador».


He aquí diseñada a grandes rasgos la relevante figura de este distinguido peruano que es gloria y prez de la patria que lo vio nacer, y a la vez es un defensor de nuestros derechos. Este distinguido ciudadano nació en la ciudad de Cajamarca el año de 1877 del matrimonio del doctor José A. Urteaga y de la señora doña Tomasa López. Hizo sus estudios de primera y segunda enseñanza en los colegios del Arco y Nacional de San Ramón y desde muy joven se dio a conocer por sus aficiones literarias e históricas. En 1897 vino a Lima a continuar su instrucción superior cursando las facultades de Derecho —247→ y Letras, obteniendo en esta última «el alto premio de la Contenta del Doctorado».

Como muestra de la enorme labor histórica antigua del Perú, damos una relación, siendo sus principales obras El Perú, Bocetos históricos, con prólogo del doctor Javier Prado, sabio maestro rector que fue de esta Universidad, el nunca bien llorado ilustre amigo del que escribe este artículo, obra que, fue premiada con medalla de oro por el Concejo Provincial de Lima en 1914: La escritura en el antiguo Perú, estudio monográfico, inserto en uno de los boletines de la Sociedad geográfica y en edición separada; Historia de la América, Historia de la Edad Media, Historia antigua del Oriente, Extirpación de la industria en el Perú, Historia de los Incas, Informaciones sobre el Perú antiguo, Las idolatrías de los indios Yungas, Relación de la conquista del Perú, Las posesiones geográficas de las tribus que formaron el imperio de los Incas, Fragmento de una historia de Trujillo, etc. Además ha hecho publicaciones en las siguientes revistas: Prismas, Ilustración peruana, Variedades, Actualidades, Lecturas, Lima Ilustrado, Revista histórica, Boletín de la Sociedad Geográfica, El Ateneo de Lima, y en los diarios El Comercio, La Crónica, La Prensa, El Diario, El Bien Social.

Estas son a grandes rasgos las líneas morales y sentimentales de este distinguido peruano que siente con orgullo circular en sus venas la sangre noble, y valerosa de sus progenitores los hispanos.

—248→

Luis S. Ugarte

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Hoy tenemos el agrado de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, a uno de los artistas más inspirados que dotó la naturaleza en esta antigua metrópoli que formó el antiguo virreinato del Perú. Nuestro biografiado es el señor Luis S. Ugarte, notabilísimo pintor. El arte en la concepción de este artista, no se ocupa nunca del objeto mismo, sino de la presentación del objeto; no expresa el mundo en cuanto es, sino en cuanto es considerado por su espíritu selecto y concebido por su imaginación. Él sabe que el arte tiende a la alta vida espiritual que encierra el mundo y no solamente a lo que hiere a los sentidos, sino en la medida en que penetra en su alma que es la fuente de la emoción.

Este artista cuya reputación no necesita ditirámbicas canciones para ser conocida, porque está bien cimentada, nació en Lima (Perú) en 1877, hijo legítimo de don Luis Ugarte y de doña Trinidad Ronceros —249→ junto con la instrucción intelectual, se educó haciendo sus primeros estudios en el Museo de Escultura que dirigía el notable artista señor Ricardo G. Suárez. El señor Ugarte al lado de este profesional, y cuando solo contaba 13 años de edad, reveló sus grandes méritos de artista con su notable cuadro Un mosquetero obra que le valió el primer premio Concha. Con tal motivo el gobierno acordó en mérito a sus revelantes aptitudes artísticas, enviarlo a Europa para que perfeccionara el arte de Miguel Ángel, pero la irreparable pérdida que de su señor padre recibió el novel y laureado artista, impidieron la realización de su viaje, que, al haberse efectuado, hubiera gloria y prez de la patria peruana.

Estancada por este accidente desgraciado, su perfeccionamiento en el arte, nuestro biografiado continuó sus estudios de dibujo bajo la dirección del artista francés M. Ch. Perron, y la pintura con el reputado artista españoles señor Ramón Muñiz.

Desde entonces y en sentido progresivo, ha ido siempre cosechando laurel sobre laurel para tejer su corona de artista. Entre los premios podemos citar el retrato al óleo del general don Roque Sáenz Peña; el provocado para el monumento a Santa Rosa de Lima y últimamente el premio más grande que puede obtener un artista, ha sido la consagración universal por su inmejorable cuadro al óleo del más sabio de los peruanos contemporáneos el ilustre y nunca bien llorado doctor Javier Prado, que fue dignísimo Rector de esta gloriosa Universidad Mayor de San Marcos. La Cámara de Senadores le ha encomendado la continuación de su galería de presidentes, y el Concejo de Oficiales Generales los retratos de algunos de sus presidentes. Los premios en concurso en todas las revistas, son inmensos.

He aquí diseñada a grandes rasgos la importante personalidad de este distinguido artista que es un verdadero amante de la madre patria, España, y siente con orgullo correr por sus venas la sangre noble y valerosa de aquellos titanes hispanos que con inimitable valor conquistaron un nuevo mundo.

—250→

César Valdez

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Estando ya muy próxima la publicación de mi obra España en el Perú, que contiene la galería de personajes ilustres peruanos amigos de España, no podía prescindir de presentar en esta «Galería de honor» al joven e inteligente médico peruano doctor César Valdez que nació en Cajamarca, primera ciudad en el Perú que ocuparon los españoles. Debo confesar que si me propuse buscar peruanos amigos de España, los he encontrado, nobles, leales y grandes defensores del honor y de la raza; los he encontrado, tal vez, más cariñosos hacia la Metrópoli, que muchos de los que se titulan españoles, porque, mientras que en la misma España hay una mínima cantidad de esos titulados separatistas, que se vanaglorian en hablar mal de España; en cambio en el Perú, esta pléyade de peruanos que integran mi obra España en el Perú, y otros que irán desfilando en los volúmenes sucesivos; la bendicen y la veneran como a madre idolatrada. Nuestro biografiado por su estirpe es español, como lo es por su idioma y por su fe, y siempre lo hemos visto defender a la madre patria con la altivez hispana.

—251→

Los padres de nuestro biografiado fueron el señor José Santos Valdez y la señora Dolores Hernández. Hizo sus estudios en el Colegio Nacional de Cajamarca ingresando después a la Universidad de San Marcos en la Facultad de Medicina hasta recibirse de Médico. En 1906 ingresó a la Facultad de Ciencias naturales, previo examen de aspirante universitario, siendo aprobado con nota de sobresaliente. En 1908 ingresó a la Escuela de Medicina. En 1912 fue nombrado interno de los Hospitales, por concurso. En 1914 se graduó de bachiller en medicina presentando una tesis sobre «La patología de los delincuentes» en el panóptico de Lima, que fue insertada en los Anales Universitarios y premiada con el premio Bignon correspondiente a dicho año. El 16 de julio de 1915 obtuvo el título de Médico Cirujano. En 1916 hizo un viaje a Europa y Estados Unidos con el objeto de perfeccionar sus estudios y visitar los hospitales de las principales capitales europeas y norteamericanas. Regresó al Perú en 1918 y fue nombrado por el Gobierno, médico de las Comisiones de límites con el Brasil y Bolivia.

Aprovechando de las vacaciones que en este puesto obtuviera, las empleó para volver a Europa y dedicarse a sus estudios profesionales, visitando además las principales ciudades del Brasil, Chile y la Argentina.

Desde el comienzo de su carrera médica, ha pertenecido a la Sanidad Naval siendo en la actualidad Cirujano del Crucero «Almirante Grau» con el grado de Capitán de Corbeta.

He aquí las líneas morales y sentimentales de este distinguido peruano que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

—252→

Luis Varela y Orbegoso

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Continuando con todo entusiasmo la labor que nos hemos impuesto para la conquista del pensamiento de los iberoamericanos en favor de la madre patria nuestra querida España, hoy presentamos en esta «Galería de honor», a uno de los más esclarecidos peruanos, a uno de los talentos mejor cultivado para el foro, para la diplomacia, para el periodismo y para la crítica de arte.

Pero no se entienda esa crítica ramplona y callejera, esos juicios breves y tan decisivos que da el público y hasta algunos aspirantes a críticos que tan arrogantes dan sus fallos por la influencia de determinada persona interesada en el asunto; no, la crítica en las manos de este —253→ eminente peruano, el doctor Luis Varela y Orbegoso, es razonada y es filosófica, porque ella da razón de su juicio, ella penetra en el pensamiento del autor, situando la obra musical o literaria en la evolución del arte, relacionándolas con las que la han precedido, y averigua las influencias que han contribuido a su aparición. La pluma en las manos de este ilustre escritor, es arma de mejor temple que el acero toledano y su cerebro lleno de fuerza motriz de alta presión, está preparado para realizar todas las concepciones de su espíritu selecto, y como los artistas creadores, posee cualidades de memoria y precisión con las que ha conquistado, que sus altos juicios críticos, sean recibidos con el respeto y consideración consiguientes.

El doctor Luis Varela y Orbegoso nació en Chorrillos (Lima) el 25 de febrero de 1878, hijo del señor Felipe Varela y de doña Rosa Orbegoso, nieta esta distinguida dama del ilustre general Luis José Orbegoso que fue presidente del Perú y uno de los próceres de la Independencia. En 1900 se graduó de doctor después de obtener la contenta, o lo que llamamos nosotros matrícula de honor en los tres años anteriores dentro de la Universidad de San Marcos.

En 1904 se recibió de abogado, siendo uno de los profesores del Colegio Nacional de Guadalupe. En 1908 ingresó a la redacción de El Comercio y fue jefe de redacción de ese diario hasta 1919. En esta redacción popularizó el seudónimo de «Clovis», con el que escribió sus selectas y hasta ahora no igualadas críticas de arte. En este año fue nombrado primer secretario de la Legación del Perú en Bélgica, puesto que también desempeñó en la de Holanda en 1914. En el año de 1921, fue encargado de Negocios en la Legación de Bélgica y en mayo del mismo año fue nombrado Encargado de Negocios en Grecia, y desde esos altos puestos diplomáticos ha enviado a El Comercio muy interesantes crónicas europeas de asuntos internacionales, todas ellas tratadas con talento y clarividencia.

Ha sido secretario de la oficialía mayor de la Cámara de Diputados, visitador de instrucción del departamento de Lambayeque y jefe de presupuesto de la Cámara de Diputados.

Es miembro y secretario del Instituto Histórico del Perú, y del Ateneo; es vocal del ilustre Colegio de Abogados y de la Sociedad Geográfica. Es oficial de la Legión de Honor de Francia, oficial de la Orden del Imperio Británico, oficial de la Orden de la Corona de Italia, Caballero de la Orden de la Corona de Bélgica. Es miembro honorario del Cercle Francaise de Lima, vocal del consejo directivo de la Sociedad Geográfica, miembro activo del comité Francé Amerique de París, delegado de la Sociedad de Lima al Congreso de Bibliografía de Bruselas en 1920, miembro de la Sociedad Geográfica de París, miembro titular de la Sociedad de Americanistas de París, delegado de la Sociedad Geográfica de Lima en las ceremonias del Centenario de la Sociedad Geográfica de París y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid. Ha sido abogado del gobierno peruano ante el Tribunal de La Haya con motivo de las reclamaciones francesas, y además es catedrático de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima.

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Este fecundo escritor es autor de las siguientes obras: El arbitraje obligatorio (1899); Un ensayo federal (1900); La criminología de Garofalo (1901); Apuntes para la historia de la sociedad colonial (1905); Texto de geografía (1906); Los Presidentes de las Cámaras de Diputados del Perú (1916). Ha publicado la Historia del Perú del Padre Anello Oliva y los documentos del gran mariscal don Luis José de Orbegoso. Durante la guerra europea fue corresponsal de El Comercio en París.

Estas son a grandes rasgos las líneas morales y sentimentales de este distinguido peruano, que, a tan excelsas virtudes, reúne la de haber conservado siempre con orgullo la descendencia de sus nobles progenitores, pues desciende de las familias más ilustres y más antiguas del Perú desde la época del coloniaje, y además, en sus venas se inflama la sangre noble y valerosa de aquellos titanes del siglo XVI, que con la espada y con la cruz ensancharon el mundo del cristianismo.

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Armando José Vélez

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A nuestros lectores de El Diario Español de Buenos Aires, tenemos el agrado de presentar en esta «Galería de honor» al distinguido peruano Armando José Vélez.

Nuestro biografiado hizo magníficos estudios en el Colegio Nacional de Nuestra Señora de Guadalupe y en las Facultades Universitarias de Ciencias Políticas y Administrativas y de Jurisprudencia habiendo sido Presidente de algunas instituciones juveniles, prueba del afecto y de la consideración de sus condiscípulos. Inició su carrera administrativa de Secretario de la Prefectura de Lima en 1890 y pasó después en 1895 a la Oficina Mayor de la Cámara de Diputados, empleo importantísimo que desempeñó hasta 1911. En la Oficialía Mayor de la Cámara de Diputados fue el consejero sincero y competente de los Presidentes de ella, llegando a obtener en 1911 un voto de simpatía —256→ parlamentaria. En esa época negose a continuar en las funciones de su empleo cuando el 13 de junio produjéronse fundamentales acontecimientos y él creyó que deberes de lealtad le imponían sacrificar su posición, y así lo hizo sin titubear. En 1912 fue Director General de Administración en el Ministerio de Hacienda, y en 1913 fue Ministro de Hacienda. Tomó parte activa en la política del país, siendo diputado suplente por Canta en 1892; diputado por Lima en 1897; diputado por Moquegua en 1899, interviniendo en numerosos debates y condújose siempre en forma de rodearse de la aureola del respeto y del prestigio personal y público, inclusive entre sus adversarios políticos.

Nuestro biografiado es de espíritu laborioso y privilegiadamente preparado para la vida pública, llevando su concurso a las principales comisiones de la Cámara de Diputados y su palabra resonó en la tribuna con acentos de sinceridad, de elocuencia y de patriotismo. Es el tipo del perfecto caballero leal y sincero amigo, virtudes estas comunes, herencia que le legó su progenitor el distinguido jurisconsulto doctor José Miguel Vélez que fue Presidente de la Corte Suprema de Justicia. El Presidente Vélez, en una memoria anual fue el primer magistrado que opinó por destruir la teoría tradicional del cuasi delito en materia de responsabilidad de los empresarios en los accidentes del trabajo de los obreros y por someter esta responsabilidad a los principios del Riesgo Profesional, esto es, a la doctrina por la que los empresarios han de indemnizar todos los accidentes del trabajo, tengan o no tengan culpa en estos accidentes.

He aquí en breves frases dibujadas las líneas morales de nuestro biografiado el doctor Armando José Vélez que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

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Pedro N. Vidaurre

Hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires al señor Pedro N. Vidaurre que es un iberoamericano defensor de los derechos de la raza y de la madre España. Nuestro biografiado, después de cumplir sus deberes en la guerra del Pacífico en el puesto de Guardia Marina, título que obtuvo previos brillantes estudios en la Escuela Naval, se dedicó a desenvolver su actividad, llegando a ser gerente de una importante Compañía de Seguros, posición que hubo de perder cuando el Gobierno de 1908, tomó presos a los miembros de la Junta Directiva del Partido Demócrata, aprovechando de la revolución que el 1.º de mayo de dicho año había hecho el partido liberal, teniendo al frente a su valeroso y popular caudillo doctor Augusto Durand.

El señor Pedro N. Vidaurre había llegado a ser miembro de junta Directiva del Partido Demócrata, por sus revelantes servicios prestados a esa agrupación política, por el prestigio de que gozaba entre sus correligionarios, por sus prendas de valentía, de abnegación y de capacidad; y, en fin, por el afecto con que lo distinguía Nicolás de Piérola, el gran hombre de Estado del Perú y el caudillo histórico de su democracia y de sus anhelos de progreso.

Pedro N. Vidaurre, antes de ser del círculo de las preferencias de Nicolás de Piérola, había afirmado con los hechos y en la tribuna su fe demócrata. En efecto, contribuyó a la revolución de 1895 y fue diputado a Congreso en 1901. Fue secretario de la Cámara de Diputados en 1902.

Cuando la revolución de 1909 hubo de ausentarse del país y residió en la República Argentina, hasta 1914. Al volver fue Prefecto del Departamento de Tumbes, del Departamento de Tacna y del Departamento del Cuzco.

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Adolfo Villa García

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Hoy engalanamos las columnas de El Diario Español de Buenos Aires presentando en esta «Galería de honor» a la venerable personalidad representativa de la Corte Suprema de Justicia en el Perú doctor Adolfo Villa García.

El doctor Adolfo Villa García, pertenece a la generación de los Isaac Alzamora y de los hombres que comenzaron a dirigir los negocios públicos del Perú después del triunfo de la reacción popular en contra del gobierno del general Iglesias. Es en esa época en 1886 que aparece el doctor Adolfo Villa García en la Cámara de Diputados, de donde pasó en 1890 a la Cámara de Senadores, habiendo sido ministro de Justicia, Culto e Instrucción en 1888, cuando una reforma constitucional declaró compatible la función parlamentaria con la función ministerial, —259→ circunstancia que permitió a los partidos políticos aprovechar del juvenil prestigio de Villa García y hacerlo miembro de un gran gabinete donde hubo figuras de la importancia nacional de Aurelio Denegri e Isaac Alzamora.

Mas toda esta vida política de Villa García, desenvuelta con talento y con patriotismo, desde 1886, hasta 1893, es relativamente de valor secundario, sobre todo al compararla con otras dos manifestaciones de su espíritu, con su acción de maestro y con el papel por él cumplido en la magistratura.

Fue profesor de la Universidad desde 1876, año en que el sabio español Sebastián Lorente, inolvidable educador de la juventud del Perú, lo llevó al cuerpo docente de la Facultad de Filosofía, Historia y Letras, Facultad en la que llegó a ser desde 1890, catedrático titular de Historia de la Filosofía Antigua.

También fue profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas llevado a ella por el eminente francés Pablo Fradier Foderé, fundador de esa Facultad.

Ahí en 1900, obtuvo el título de catedrático de Derecho Internacional Privado; y al abandonar la enseñanza en 1919, dejó la certidumbre de que era bien difícil reemplazarle en una asignatura que, como la cátedra de Derecho Internacional, exige conocimientos profundos en todo el contenido de las ciencias jurídicas.

La convicción pública ha sido confirmada por los hechos, pues hasta ahora subsisten los programas que en 1915 hiciera el doctor Villa García y en el claustro universitario, se extraña al afectuoso y erudito maestro, a quien la fortuna reservó la fruición patriótica de condenar con gran elocuencia, en 1884, desde la tribuna universitaria, el saqueo de la Universidad por las tropas chilenas.

Hemos reservado para terminar las referencias a la carrera judicial del doctor Adolfo Villa García. He aquí algunos datos sobre ella: juez de Primera Instancia de Lima hasta 1900; vocal de la Corte Superior de Lima desde 1900 hasta 1909 y vocal de la Corte Suprema de justicia desde esta última fecha, hasta hoy, siendo actualmente vocal decano de dicho Supremo Tribunal cuya presidencia ejerció en 1916 y en 1917, y en esas funciones altísimas de presidente del poder judicial del Perú mantuvo sus características de modestia y de suave, pero eficaz energía, virtudes que integran con el espíritu de trabajo, con el talento, y con su notoria e insospechada probidad.

Hacemos votos porque no esté próxima para el doctor Adolfo Villa García la jubilación forzosa por límite de edad, a fin de que el Perú continúe aprovechando de las excepcionales aptitudes de que goza aun con magnífica amplitud.

Nuestro biografiado el doctor Villa García, nació en Ica privilegiada ciudad que ha sido la cuna de hombres tan famosos por su talento como maestros, diplomáticos, oradores y jurisconsultos como los Manzanilla que los destellos y luminosas irradiaciones de su formidable cerebro han traspasado las fronteras y miles de personas siguen sus huellas.

—260→

Augusto Villa García

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Ya toca a su término la publicación de las biografías que integran mi obra España en el Perú, que he formado para presentar en esta «Galería de honor» a todos los peruanos ilustres amigos de España, para que sean conocidos de todo el elemento español radicado en la República Argentina y aun de los mismos españoles que habitan en la Península Ibérica.

Hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires en esta misma galería al doctor Augusto Villa García que es presidente de la Corte Superior de Justicia de Lima. Nuestro biografiado allegado a este puesto en 1923, después de estar en dicho Tribunal Superior desde 1914. En estos nueve años el doctor Augusto ha dado pruebas cotidianas de su talento y de sus excepcionales condiciones de carácter y de ciencia para ejercer las funciones de administrar justicia, en cuyo ejercicio iniciose como juez de la Provincia de Ica en 1900. En los quince años de juez en Ica conquistose el respeto de todos, y el día que abandonó ese juzgado para desempeñar las funciones de vocal en la Corte de Lima los iqueños tuvieron la emoción —261→ contradictoria de alegrarse y enorgullecerse por el ascenso alcanzado por Augusto Villa García en su carrera judicial y el dolor moral de privarse de él, como juez y como amigo.

En efecto, amigo de todos en Ica provincia de su nacimiento que tuvo la fortuna de readquirirle desde 1886, año en que Augusto Villa García obtuvo el título de abogado y el título de doctor en la Facultad de Filosofía y Letras. En esta Facultad, en la de jurisprudencia y en de Ciencias Políticas, hizo notables estudios y recibió laureles académicos, hondas consideraciones de sus profesores y afectuosa estima de sus camaradas, entre los cuales estaban los distinguidos jóvenes iqueños Benjamín Fajardo muerto en la batalla de San Juan el 13 de enero de 1881, Jesús Elías y Salas, Heráclides Pérez y otros.

Augusto Villa García tiene además, entre sus méritos sobresalientes y entre sus servicios públicos, el haber contribuido a la reorganización del Colegio Nacional de San Luis Gonzara en Ica, bajo la dirección del doctor, Alberto L. Ureta, hombre de gran talento y de gran corazón. Augusto Villa García fue colaborador eficiente de Alberto L. Ureta en a obra de reorganizar aquel histórico plantel de enseñanza secundaria y desde 1892 hasta 1914 consagrose en él a enseñar la asignatura de Historia General.

Nuestro biografiado el doctor Augusto Villa García como su hermano, el doctor Adolfo, nacieron en la pequeña ciudad de Ica suelo privilegiado que ha sido cuna de hombres doctos en jurisprudencia, en el parlamento y en todos los ramos del saber humano.

—262→

Manuel Vicente Villarán

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La importante personalidad del doctor Manuel Vicente Villarán que hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, nació en Lima el año de 1876. Hizo notables estudios de Instrucción secundaria en el Colegio Nacional de Guadalupe, y su reputación de joven caballeroso, de talento y de estudio se acrecentaron progresivamente en los claustros universitarios donde obtuvo los grandes premios que se llamaban «Contentas» en la Facultad de Jurisprudencia y en la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas. Recibido de abogado en 1895 y de doctor en Jurisprudencia en ese mismo año, fue nombrado profesor adjunto interino —263→ del curso de Filosofía del Derecho, adjuntía que obtuvo en propiedad, por medio de concurso, en 1896. Más tarde, en 1901 por concurso, también, obtuvo el título de profesor principal de esa asignatura. En ella renovó el programa y las pruebas incuestionables de su competencia, lo llevaron a ser también Catedrático Principal por concurso en la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas. Ahí publicó un programa más detallado de Derecho Constitucional y monografías sobre algunos otros puntos de este importante curso. Fue decano de la Facultad de Jurisprudencia en 1918, y en 1922 fue electo rector de la Universidad con el aplauso de todos sus colegas y de todos los estudiantes. También ha sido el doctor Manuel Vicente Villarán decano del Colegio de Abogados de Lima, presidente del Directorio del Banco del Perú y Londres, presidente de la Comisión que formuló la Ley Orgánica de Enseñanza, actualmente en vigor, miembro del antiguo Consejo Superior de Instrucción Pública y senador de la República, representando el Departamento de Junín. El doctor Villarán es uno de los primeros jurisconsultos del Perú, y sus frecuentes viajes a Europa y a EE. UU. de América, han contribuido al bagaje de su gran cultura como jurisconsulto y como hombre de mundo.

El doctor Manuel Vicente Villarán ha producido en su cargo de rector notables documentos y elocuentes discursos; sabe unir el espíritu de disciplina con el espíritu de progreso; cuenta con la entusiasta y unánime cooperación de sus colegas y con el afecto de los alumnos es digno sucesor en esas funciones universitarias de su ilustre padre Luis Felipe Villarán. Es, en fin, uno de los hombres mejor preparados en Ciencias Políticas, Ciencias Económicas y Ciencias jurídicas.

He aquí en síntesis la importante personalidad de este distinguido peruano que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

—264→

Federico Villarreal

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Continuando siempre nuestra labor patriótica por el acercamiento espiritual de nuestra querida patria España con estas repúblicas iberoamericanas presentando a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires a las personalidades representativas del Perú para que sean conocidas por todo el elemento español, hoy tenemos el alto honor de presentar al señor ingeniero Federico Villarreal, que es en el Perú, y lo sería en la Argentina y en España, el hombre hijo de sus obras. Villarreal ha llegado a la cumbre de la sabiduría y de la fama con esfuerzos, sin tregua y con un talento que nadie ha superado en el Perú en el campo de las Matemáticas, pues nuestro biografiado es ingeniero de minas, como lo es ingeniero civil, doctor en ciencias matemáticas, profesor en la Escuela de Ingenieros y en la Universidad de Lima. Ha dedicado 50 años de su vida a enseñar, a crear y a propagar las ciencias matemáticas empleando todas las formas posibles de la enseñanza a saber: la lección, la conferencia, el artículo periodístico, el artículo de revista, el folleto, el libro de texto, la obra elemental —265→ y en fin las obras maestras y toda esta ciencia adquirida y arrojada al público, no le ha excluido influir en la marcha de las instituciones, pues ha sido decano de la Facultad de Ciencias Naturales y Matemáticas por más de 20 años y fue también senador de la República.

Su vida le ha creado, naturalmente, nombradía en América, pudiendo afirmarse que es bien conocido y estimado en todos los círculos científicos de ambas Américas y de Europa según lo acreditan los numerosos diplomas de los centros sabios del mundo que le han rendido el tributo de reconocer su genio matemático.

Su última obra Trabajo mecánico del hombre ha de servir para el estudio científico del fenómeno del trabajo humano y para que las leyes al formarse tengan datos sobre les límites de la resistencia y del organismo humano y sobre el punto inicial de la fatiga de él. Y nos limitamos a señalar esta obra por la imposibilidad de resumir en este breve artículo; biográfico, toda la fecunda importancia de su labor desde el año 1885 hasta el día en que por haber llegado al límite de edad ha pedido su jubilación de profesor, hecho deplorado en los centros universitarios y en el país entero.

La universidad al otorgarle la jubilación le confirió el título de «Decano honorario» y resolvió imprimir a expensas de ella, las numerosas páginas escritas por ese «sabio maestro» y el país, por el órgano de la prensa de todos los colores políticos, le rindió el homenaje de admiración y de gratitud.

Villarreal ha enseñado 50 años desde preceptor de escuela primaria, a profesor de enseñanza secundaria y catedrático universitario. Su fama no depende pues, del amistoso favor. Es hija de sus excepcionales méritos: y el Perú ha de esperar que el ejemplo de este hombre sea fructífero en las mentes y en las tareas de los millares de jóvenes crecidos a la sombra de su saber.

Pero, así como en las capas de la tierra en esas grandes lápidas, donde el Creador ha dejado escritas con caracteres indelebles las series de transformaciones que ha sufrido el globo, se ve claro, manifiesto, «el progreso», que sube desde los seres inferiores, últimos eslabones de la cadena zoológica, hasta el hombre cuya organización y cuya inteligencia es como el anillo nupcial de Dios con la Naturaleza, así en Villarreal se observa «igual fenómeno de progreso» desde mayo de 1870 en que se le ve de preceptor de primeras letras para el distrito de Túcume después de rendir examen en Trujillo ante la comisión departamental de instrucción pública de La Libertad, ha pasado por toda la escala del progreso hasta llegar al pináculo de la gloria a donde solo saben llegar los sabios. Es que la historia del progreso es toda la historia humana. Si buscamos al hombre primitivo allá en su cuna apenas lo encontraremos y nos parecerá como una piedra perdida en el monte, o como una hoja perdida en el bosque.

Pero más tarde por las llanuras del Asia se levanta una nube de polvo; es el hombre que pasa del estado contemplativo al estado guerrero, de la inocencia a la primera juventud. Luego los bosques crujen heridos por el hacha, las plantas machacadas se deshilan en fibras, se —266→ urden nuevamente en teas; es que el hombre se ha lanzado al mar y quiere abrazar en su seno palpitante de amor toda la tierra. Y como el amor en la vida, como el amor es el soplo divino que todo lo fecunda, así como entre las riberas del Mediterráneo se levantó la Grecia más luciente que la primer estrella de la tarde, coronada de mirtos y rosas destilando miel de inspiración y rodeada de genios como el florido arbusto en primavera de blancas mariposas, así también se levantó en el Perú el más grande sabio en las matemáticas que ha podida contemplar la América, Federico Villarreal, rodeado por la élite de catedráticos de la Universidad de San Marcos. Este sabio peruano nació en agosto de 1850 en la ciudad de Lambayeque (Norte del Perú) e hizo su instrucción primaria y media en ese Departamento primeramente en Túcume hasta 1859 y después en Lambayeque hasta 1863, volviendo a ese pueblo donde estuvo de cajero en la maquinaria de despepitar algodón de Zaracondegui y Compañía.

En 1877 Villarreal se trasladó a Lima y después de rendir examen de matemáticas se matriculó el 22 de marzo de 1877 en el primer año de la sección de ciencias matemáticas de la Facultad de Ciencias de la Universidad Mayor de San Marcos. Por sus notas de sobresaliente se le concedió la «contenta» de licenciado, grado que optó el 26 de mayo de 1880, sosteniendo una tesis sobre el «Efecto de la refracción sobre el disco de los astros», y por decreto de 16 de agosto de ese mismo año, fue nombrado profesor adjunto de astronomía de la Facultad de Ciencias encargándose de la cátedra por estar ausente el catedrático principal. El 23 de setiembre de 1881, optó el grado de doctor en Ciencias Matemáticas, versando su tesis sobre la clasificación de las curvas de tercer grado obteniendo la medalla de oro que había prometido la Facultad al primer doctor que se recibiera en esa sección. El 5 de mayo de 1882 se matriculó en la sección de construcciones civiles de la Escuela de Ingenieros.

En julio de 1886, obtuvo el título de ingeniero civil. El 4 de mayo de 1887 obtuvo el título de ingeniero de minas, y por acuerdo de la Facultad se hizo cargo de la cátedra de mecánica y teoría general de motores; en 1890 fue nombrado profesor de trigonometría esférica, cosmografía, construcción de carta y cálculo de probabilidades de la Escuela Militar que desempeñó hasta 1894, y el 20 de febrero de 1893 fue elegido decano de la Facultad de Ciencias y ha sido reelegido en 1907, 1911, 1915 y ahora por jubilación Decano Honorario de esa misma Facultad.

He aquí a grandes rasgos, diseñada la importante personalidad de este sabio peruano Federico Villarreal, que ha de servir de faro luminoso, como estrella de primera magnitud, a las generaciones estudiosas que verán en él al más sabio de los peruanos en las Ciencias Matemáticas, sirviendo de estímulo a los que se dediquen a tan ardua como difícil ciencia, y que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

—267→

Carlos A. Washburn

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Próximo a publicarse mi obra España en el Perú que contiene las biografías de cierto número de personajes ilustres peruanos amigos de España, incluyo en la misma al distinguido peruano el doctor Carlos A. Washburn que es un verdadero iberoamericano.

Nuestro biografiado nació en Trujillo el 21 de junio de 1854, haciendo sus estudios en la Universidad de Arequipa. En esa ilustre Universidad que ha producido notabilísimos abogados como los Emilio Lizárraga, de feliz recordación, por su talento, por su lealtad en su amistad y honradez, los Clodomiro Cornejo, José Segundo Osorio, Francisco La Torre y otros mil que sería largo enumerar. Allí en 1876 se recibió de doctor en Jurisprudencia y en Letras, siendo nombrado ese mismo año attaché en la Legación del Perú en París.

El doctor Carlos Washburn, vocal de la Corte Suprema de Justicia está en el núcleo de los hombres modestos, capaces y probos de la —268→ Magistratura del Perú. Comenzó su carrera pública en 1880 desempeñando el Consulado del Perú en Bélgica, cargo consular que obtuvo sobre la base de la sólida y brillante reputación que consiguió en la Universidad de Arequipa cuando hizo en ella sus estudios de abogado. Al regreso de Europa fue juez de primera instancia de Trujillo y mereció a los pocos años su ascenso a vocal de la Corte Superior del Departamento de la Libertad. En 1894 fue reabierta la Universidad de ese Departamento que es la única existente en toda la región norte del Perú y entonces fue nombrado Rector de esa institución el doctor Carlos A. Washburn cuyos conocimientos en las ciencias de la historia son tan grandes y profundos como en las ciencias jurídicas. En 1905 fue promovido al puesto de cocal de la Corte Superior de Lima; y ocupó estas funciones judiciales cuando fue llamado en 1907 a la Presidencia del Consejo de Ministros y al Ministerio de Justicia, Instrucción y Culto.

Todos recuerdan las reformas que en estos ramos de la Administración supo introducir y que contribuyó a que se viera en la Legislatura de 1908 el proyecto sobre responsabilidad de los empresarios por los accidentes del trabajo, proyecto aplazado desde 1905. En porvenir muy próximo está llamado a ser Presidente de la Corte Suprema, a donde fue incorporado como vocal en 1914. En los nueve años trascurridos desde 1914 a 1921 ha acentuado la notoriedad de su reputación de sabio y probo magistrado.

He aquí la personalidad de este distinguido iberoamericano que hoy honra las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

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Carlos Wiesse

Próximo el día en que se ha de publicar mi obra España en el Perú, no era posible prescindir de considerar en esta «Galería de personajes ilustres peruanos amigos de España», al doctor Carlos Wiesse porque es un hispanófilo convencido.

En Mi viaje a América, libro del sabio maestro español don Rafael Altamira y C., acabo de leer el discurso académico que pronunció el doctor Carlos Wiesse en la ceremonia de la incorporación de ese gran español a la Universidad de San Marcos de Lima. El doctor Wiesse imbuido de erudición histórica y de amor a España, resumió magistralmente la influencia de la cultura hispana en el pensamiento filosófico y en las formas literarias de las clases docentes del Perú en la segunda mitad del siglo XIX; y semejante recuerdo le da preferente título a figurar en la presente «Galería de honor» de los peruanos amigos de España, y al no considerarlo, mi obra estaría, incompleta porque faltaría de ella uno de los hispanófilos más eminentes.

El doctor Carlos Wiesse, hijo de la cautiva Tacna, abandonó los claustros universitarios lleno de laureles y de talento para ir en 1880 a la Legación del Perú en el Ecuador; y hubo de volver a la Universidad en 1885, a reemplazar a Sebastián Lorente en la Cátedra de Literatura. La reputación que tuvo de alumno, la ha mantenido de Maestro, enseñando en la Facultad de Letras los cursos de Historia del Perú y de Sociología, con vocación ejemplar y con esfuerzo eficaz. Lecciones orales, textos, trabajos de investigaciones, artículos de prensa, todo lo ha hecho el doctor Wiesse en provecho de la enseñanza universitaria y ofreciéndola el vigor de su mentalidad creadora y erudita. Además de los servicios públicos en el campo de la alta docencia, Carlos Wiesse se ha destacado en la diplomacia, por su acción y por su pluma. Fue Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores, siendo ministro el doctor Isaac Alzamora, y fue consultor técnico del mismo Ministerio cuando la Junta de Gobierno de 1914.

En esas dos oportunidades aprovechó el Perú de su excepcional capacidad teórica y de su extraordinario conocimiento de los negocios diplomáticos. Carlos Wiesse ha escrito libros, memorias y artículos acerca de los grandes asuntos que sobre límites territoriales, sobre arbitrajes y sobre reclamaciones extranjeras tiene el Perú.

Es insuperable en este gran campo de su actividad, y está además entre los mejores maestros y publicistas. Su labor de publicista y de maestro es sorprendente; y se extiende desde los libros de viajes hasta los libros de historia, desde los de carácter elemental, hasta las obras magistrales.

Recoger sus dispersos trabajos de erudición y de docencia, es deber que corresponde a la juventud.

Al terminar diremos que la talentosa escritora conocida con el seudónimo de Miriam, es hija de Carlos Wiesse.

He aquí un distinguido peruano que honra hoy las columnas de El Diario Español de Buenos Aires.

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Manuel Yábar Dávila

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Continuando nuestra labor patriótica en pro de la conquista del pensamiento de los iberoamericanos en favor de nuestra querida España, hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires a una de las personalidades más brillantes y talentosa en las finanzas.

Nuestro biografiado es el señor Manuel Yábar Dávila, que ha merecido, dado su talento financista, ser solicitado y nombrado por la poderosa firma Norte América, «The Mercantil Oversea Corporation of Perú», gerente de la importante oficina establecida en Lima, puesto que desempeña a satisfacción del Director General.

La obra de este gran hombre de negocios tiene en su favor el espíritu del siglo, nada importa que esta esté construida en la pesada roca; el huracán siempre la destruirá y la reducirá a polvo. Pero cuando se levanta una obra grandiosa y en esa obra tiene por sí el espíritu y el progreso de la edad en que nace, y dirigido esta por un cerebro luminoso para las operaciones bancarias como en el señor Yábar Dávila; —271→ puede muy bien desafiar esta obra, todas las tempestades, como el alto cedro que ve estrellarse el huracán en sus ramas, y el terremoto en sus raíces. El espíritu de nuestro siglo nos enseña que debemos respetar al individuo, su esfera de acción, su derecho inviolable y sagrado, y después debemos respetar la nacionalidad, que es otro individuo superior, que tiene su esfera propia y derechos fundamentales. El señor Manuel Yábar Dávila nació en la hermosa ciudad del Misti, Arequipa, (Perú) el 3 de mayo de 1886. Fue hijo del señor don Exequiel Yábar y de la respetable matrona arequipeña, señora Grimanesa Fernández Dávila. Inició sus estudios en la Facultad de Letras, pero los abandonó por el comercio en donde nuestro biografiado encontró gran campo de acción, en el que en tan corto tiempo se ha conquistado una posición en las finanzas tanto moral como económica digna de las mayores alabanzas. En el Departamento de Arequipa su ciudad natal, rara es la empresa donde el señor Yábar Dávila, no haya intervenido directa o indirectamente en las consultas financieras. Pero no solamente su espíritu estaba absorto en las finanzas; Arequipa, le debe mucho a sus iniciativas como miembro de la Honorable Municipalidad y de la Sociedad de Beneficencia. Como miembro del Concejo Provincial de Arequipa, en el que estuvo 5 años, a su iniciativa y a veces auxiliando con su propio peculio, construyó un hermoso establecimiento de baños en Tingo, (lugar de baños a 5 minutos de Arequipa por tren y tranvía eléctrico) el que está dotado de los últimos adelantos, y en el Distrito de Cayma (muy cerca de Arequipa), construyó una hermosa plaza pública, dotó a este Distrito de luz eléctrica y terminó la apertura de varias calles en el mismo. Todo esto le valió la gratitud del vecindario, quienes le obsequiaron con dos medallas de oro y una tarjeta, también de oro que le obsequiaron así mismo las Municipalidades distritales de Tingo y Cayma respectivamente. Fue también miembro de la Sociedad de Beneficencia de Arequipa, director del Tranvía Eléctrico de la misma ciudad y director de muchas instituciones de caridad dejando siempre por donde él pasó, huellas de una honradez acrisolada, un talento nada común y un gran amor al trabajo.

A tan excelsas cualidades como reúne el señor Manuel Yábar Dávila, reúne también la de ser un amoroso hijo de la madre patria, España, pues de la metrópolis llegaron sus antepasados, y por sus venas circula muy pura la sangre noble y valerosa de aquellos que descubrieron y conquistaron con la espada y con la cruz un nuevo mundo, y ensancharon los dominios del Cristianismo.

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Manuel Irigoyen Canseco

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En el Perú, como en todos los países del mundo, los hombres que alcanzan figuración y relieve pueden clasificarse en dos grandes categorías o grupos: los que levantan su personalidad apuntalada en la reclame de amigos y satélites, no siempre desinteresada pero exagerada siempre y que hacen de méritos mediocres grandes virtudes y resonantes éxitos; y los que sin declamaciones y ditirambos baratos hacen su labor silenciosa y sólida reposada en una efectividad real de energía constructora o de actividad fecunda, cuya apreciación corresponde después a las gentes ajenas a las influencias desviadoras del momento y a la colectividad beneficiada con sus esfuerzos.

A esta clase de personalidades de valor sustantivo pertenece el doctor Manuel Irigoyen Canseco. Solo por cumplir con el protocolo de las biografías apuntamos que fueron sus padres el eminente internacionalista don Manuel Irigoyen y la aristocrática dama doña Mercedes Diez Canseco. El lustre del abolengo, constituye en los hombres una obligación, no siempre fácil de cumplir, de sostenerlo y honrarlo no solo con —273→ la rectitud de una conducta digna, sino con el esfuerzo de la inteligencia y de la acción.

El doctor Irigoyen Canseco no se limitó a desenvolver en la vida pública las altas virtudes morales heredadas, comportándose con la rectitud, caballerosidad y gentileza que viera entre los suyos, sino que dueño de una cultura sólida lograda en el estudio y en el trabajo ha realizado y realiza en su actuación pública obra fuerte de bien público y de patriotismo. En 1909 la provincia de Huari, por movimiento espontáneo y arrollador le escogió para representante en el Congreso, y desde entonces viene representando a esa provincia, venciendo más de una vez a los candidatos del oficialismo y aun las resistencias y cábalas de los gobiernos que han tratado de imponer a otros ciudadanos en premio de servicios políticos.

La actuación del doctor Irigoyen en la Cámara ha sido siempre ponderada e independiente, por lo que en una de las legislaturas fue elegido vicepresidente, puesto en que le permitió presidir con frecuencia las sesiones de ese cuerpo legislativo con el tino y habilidad necesarios para orillar dificultades políticas en momentos de lucha apasionada en el parlamento.

Conocidas como eran las condiciones de inteligencia y honorabilidad que le caracterizan, todas las instituciones públicas le han llamado a su seno para utilizar su concurso. Así en las elecciones municipales que inspiró un programa renovador y saludable lanzado por el doctor Pedro de Osma en 1915, el pueblo de Lima eligió entre los concejales a quienes confiaba la reorganización municipal al doctor Irigoyen Canseco. Reelegido en 1918, la corporación edilicia lo elevó al cargo de Alcalde en 1919, puesto en el que dejó ver con toda amplitud admirables condiciones de carácter y de sagacidad e inteligencia y de actividad frente a problemas muy graves que se presentaron y a situaciones difíciles de orden social y económico.

Mediante hábiles gestiones con los propietarios hizo la pavimentación del Paseo Colón en la única forma digna de la cultura de nuestra capital, y con la que esa zona de la ciudad ha cobrado gran realce. Siendo deficiente la dotación de agua potable de la ciudad, continuó la labor de su antecesor construyendo nuevas galerías en la Atarjea, la higienización del agua por el cloro e inició la construcción del actual Reservorio. Fue en esa época en la que se acentuó la crisis de las subsistencias y en la que los acaparadores trataron de hacer su negocio a costa del hambre del pueblo. El doctor Irigoyen estableció con gran éxito, para facilitar a las clases menesterosas la adquisición a precios bajos de los artículos de primera necesidad, las ferias dominicales en la Alameda Grau, en las que se vendían los artículos al precio de producción, eliminando al intermediario especulador.

No pocos conflictos gremiales que ponían en peligro el funcionamiento de industrias primordiales para la vida de la Comuna fueron solucionados por el alcalde con sagacidad, muy especialmente los que produjeron en la industria panadera. Estas dificultades gremiales dieron ocasión para que las propagandas disociadoras ejercitaran influencias malsanas en el espíritu de los obreros, por lo que se produjo el —274→ paro alarmante de 1919, que llegó a poner en serio peligro la propiedad privada, y que el Gobierno de entonces no pudo garantizar debidamente el doctor Irigoyen Canseco, comprendiendo claramente la entidad del daño que se avecinaba, organizó rápidamente la guardia urbana con todos los elementos de orden de la capital y logró así intimidar los avances de las turbas exaltadas, a la vez que contribuía con su autorizada intervención a la solución del conflicto obrero que dio pretexto para la huelga general. En las postrimerías de su brillante actuación edilicia, el doctor Irigoyen Canseco pretó a la institución un inolvidable servicio, gestionando y obteniendo de la Asamblea Nacional de 1919 la nacionalización de la deuda Municipal.

El doctor Irigoyen, tuvo importante participación como iniciador de la fundación del Banco Popular del Perú, que motivó el que se le nombrara Cajero, puesto que ha venido desempeñando por veinte años, sin más interrupción que la proveniente de la licencia que solicitara mientras desempeñara la Alcaldía de Lima, y con el objeto de poder consagrarse de un modo absoluto al elevado puesto que le había confiado la Comuna. Al regresar al Banco fue promovido al puesto de subgerente que actualmente desempeña.

Es propietario en compañía del doctor Hugo Magill de la negociación agrícola ganadera «Ñaña», y se preocupa con gran interés del mejoramiento del ganado, importando para los cruces ejemplares de razas estudiadas con acierto para el mejoramiento de nuestro ganado lechero. Los señores Irigoyen y Magill han sido quienes primero importaron al Perú el tipo Holstein, que tan buen resultado han dado.

El doctor Irigoyen ha hecho recientemente un viaje de estudio a Europa en el que ha recogido muchas ideas que han completado su cultura y que cuando llegue la ocasión podrá aplicar con el empeño y actividad que le distinguen. Es pues este caballero uno de esos hombres de valor sustantivo cuyos méritos y prestigios no son el resultado de improvisaciones efectistas sino de una labor de estudio y de condiciones personales valiosas que justifican la estimación y el afecto de los que saben distinguir el mérito real de una personalidad de los efímeros y circunstancias que con frecuencia se atribuyen a personalidades de mediocre valor.

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Carlos Zavala Loayza

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Continuando siempre con el mismo entusiasmo patriótico para hacer revivir en los corazones peruanos la sangre española que circula por sus venas y a la vez despertar en los españoles el tradicional cariño hacia el Perú, hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, en esta «Galería de honor», a uno de los peruanos más inteligentes y distinguidos en la magistratura peruana. No soy por cierto el más autorizado para hacer la apología de estos distinguidos peruanos; yo mismo he pensado mil veces que las abstracciones metafísicas, las altas y elevadas esferas de la ciencia, no eran para mi espíritu y que en vano pretendería volar por donde suelen hacerlo las águilas. Yo solo he nacido para recoger las flores que se caen de la imaginación de los poetas y las ideas que se desprenden de la mente del filósofo, para presentarlos a mis lectores en estas «Galería de honor».

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Hoy nuestro biografiado es el doctor Carlos Zavala Loayza que ocupa lugar de relieve en la magistratura del Perú siendo a la vez doctor en las Facultades de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, y ha llegado a las funciones de la Corte Superior de Justicia de Lima después de haber ejercido por 8 años la agencia fiscal ante los jueces de 1.ª instancia de Lima también.

La promoción del doctor Carlos Zavala Loayza coincidió con el hecho de haberse promulgado el Código de Procedimientos Penales, que ha sustituido a un código, que, sobre esa materia, había regido en el Perú por más de 60 años, y esa coincidencia impuso al doctor Zavala Loayza esfuerzos, estudios y deberes de carácter excepcional, porque tenía que contribuir como representante del ministerio público a la aplicación de ese cuerpo de leyes.

Ardua fue y es la tarea por cumplir para los jueces en la hora inicial de aplicar una legislación llamada a reemplazar a leyes que han regido por largo tiempo en una sociedad. Hay que prescindir de toda la antigua jurisprudencia; hay que formar una nueva jurisprudencia, hay que luchar con las costumbres formadas alrededor de la ley antigua, y hay, en fin, que vencer todos los tropiezos que, al ejecutarse en el primer instante, ofrecen todos los actos legislativos y principalmente los actos, concernientes a enjuiciamiento y a la represión de los delincuentes.

Con todo este cúmulo de detalles, el doctor Carlos Zavala Loayza ha estado en el tribunal correccional de Lima a la altura de las necesidades impuestas por la hora inicial del imperio del nuevo Código de Procedimientos Penales, Código que exige a los fiscales su presencia en las audiencias y su intervención oral en los debates.

Ya el fiscal no solo examina el proceso y da su dictamen escrito, sino que con su palabra contribuye al desarrollo de la vista de la causa. El trabajo se ha recargado naturalmente, y, con este recargo, exhíbense mejor las aptitudes, el celo y el tesón de los jurisconsultos encargados del ministerio fiscal. En realidad el ministerio fiscal, con estas dobles funciones envuelve alto honor y el doctor Carlos Zavala Loayza, ha acreditado ser digno de él, correspondiendo a todas las expectativas vinculadas a su nombramiento, obtenido después de laboriosa carrera. Vamos a recordarla a grandes rasgos. Nació en Lima el año de 1882, hijo de don Pedro José Zavala y de doña Virginia Loayza. Estudió en instituto de Lima ingresando a la Universidad en 1897, obteniendo su título profesional en 1903; dedicándose empeñosamente a la abogacía por algunos años; siendo adjunto a los agentes fiscales de Lima hasta 1912, en que fue nombrado agente fiscal en propiedad de la provincia de Lima; y en 1913 fue nombrado secretario de primera clase de la legación del Perú en Roma, habiendo llegado a ser encargado de negocios ante el gobierno italiano.

Pero antes de desempeñar las funciones diplomáticas que supo ejercer con tacto y con brillo, y de iniciarse en la carrera judicial, el doctor Zavala Loayza había destacado su persona en el seno del Concejo Municipal. Allí, durante 6 años, sirvió inteligentemente y abnegadamente —277→ los intereses comunales de la metrópoli peruana y aun se le recuerda por su infatigable acción, por el bien comunal. Él tuvo la idea de organizar y la voluntad de llevar a cabo en 1909 «Los juegos florales», fiesta literaria nunca celebrada en el Perú antes de esa época y que tampoco se ha vuelto a celebrar después de ella.

Es así mismo el doctor Zavala Loayza, un eminente jurisconsulto, y un caballeroso hombre de mundo. Es un hombre de salón. Su rectitud de magistrado está a la par de su corrección social; y por lo uno y por lo otro es uno de los leaders de la sociedad de Lima. Como prueba del aprecio que se le tiene, ha sido reelecto por varios años para el cargo de vicepresidente del Club Nacional, cuya importancia social es bien conocida en Buenos Aires.

Por último, al contemplar la sobresaliente figura del doctor Carlos Zavala Loayza, deploramos que se haya negado siempre, insistentemente a ser catedrático universitario y a formar desde la cátedra de la Universidad, el alma de las nuevas generaciones, que habrían recibido de sus labios los conocimientos que andan en su poderosa y cultivada mentalidad. Quiere ser magistrado judicial, y nada más. En realidad lo ha conseguido, porque al observar su rectitud y su ciencia, puede decirse, «el doctor Carlos Zavala Loayza, es un magistrado probo e inteligente».

He aquí diseñada a grandes rasgos la importante personalidad de este distinguido peruano, verdadero iberoamericano que siente correr por sus venas la sangre noble y valerosa de sus progenitores los hispanos.

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Fray Mariano Holguín

Obispo de Arequipa

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Hoy tenemos el honor de presentar a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires a uno de sus defensores más decididos, a uno de los personajes peruanos más elocuentes que en todo momento canta con entusiasmo las glorias inmarcesibles de nuestra querida España. Nuestro biografiado es Fray Mariano Holguín, religioso franciscano y hoy dignísimo obispo de Arequipa.

Este ilustre prelado nació en Arequipa el 5 de octubre de 1860, e hizo sus estudios en el Seminario de la misma ciudad mistiana. Su irresistible vocación por el sacerdocio lo hizo vestir el hábito franciscano en el convento de la Recoleta de Arequipa el 25 de mayo de 1881, convento que en su casi totalidad los padres, eran españoles y lo son actualmente. Profesó en dicha orden franciscana el 28 de mayo de 1882, —279→ y se ordenó de sacerdote el 28 de febrero de 1885. El 30 de junio de ese año la totalidad de los padres españoles conociendo las dotes morales e intelectuales del padre Holguín, lo eligieron como guardián de su convento, honor merecidísimo, por sus virtudes y claro talento que le valió la altísima dignidad de ser reelegido guardián en el Capítulo Provincial celebrado en el convento el 12 de agosto de 1897.

En este elevado cargo se formó el dibujo del que en época no lejana sería elegido por la Santa Sede Obispo Peruano. Durante su guardianía fundó en Arequipa el Círculo de Obreros Católicos el 19 de marzo de 1886. Como el talento y virtudes del padre Holguín se esparció rápidamente en todo el Perú, en cuyo nuevo puesto lució con suma elocuencia los dones que tan pródigamente derramara sobre él la naturaleza, y el 31 de mayo de 1903 fue elegido Definidor General de la Orden en Roma, de donde sus merecimientos lo llevaron al Episcopado.

Efectivamente, el 12 de agosto del año 1904 fue preconizado Obispo de Huaras, consagrándose como Príncipe de la Iglesia Peruana en la ciudad de Lima, el 16 de octubre del mismo año. En 1906 fue trasladado a la Diócesis de Arequipa que actualmente ocupa con el beneplácito de todos sus feligreses, caso este sorprendente, dados los tiempos que corren de liberalismo. Es que Monseñor Holguín tiene talento nada común y a esto se une una verdadera humildad franciscana, derramando en silencio la semilla del bien y de la virtud, socorriendo al desvalido sin ostentación, y convenciendo al incrédulo con su elocuente y persuasiva palabra como un verdadero Apóstol, verdadero espejo de la caridad cristiana. Monseñor Holguín está condecorado con la honorificencia de Prelado Doméstico de Su Santidad y asistente a su Sacro Solio Pontificio.

Habiéndose hecho este prelado religioso franciscano en el Convento de Arequipa (Recoleta) cuyo personal es casi todo de españoles, monseñor Holguín les mereció tal aprecio, que casi apenas ordenado de sacerdote, lo eligieron guardián de su convento, transcurrido el tiempo exigido por las constituciones de la Orden, los religiosos españoles le volvieron a tributar el honor de elegirlo de nuevo su guardián.

Monseñor Holguín ha cultivado siempre el afecto más acendrado a España, y no desperdicia ocasión alguna para proclamar las grandezas y glorias de la madre patria; la magnanimidad de su gran Rey, la solidez de sus instituciones, la honradez, la nobleza nativa de su gente. Monseñor Holguín es un hispanófilo sincero y entusiasta.

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Manuel Benigno Valdivia

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Convencidos de que los hombres públicos pertenecen al país y que, por esta razón, sus actos y aun sus personas deben pasar por el tamiz de la crítica, trazamos esta semblanza. No se encontrará en ella elogios convencionales y banales. Su finalidad es puramente ética.

El artificioso distingo entre la conducta de la vida pública y de la privada, ha traído como consecuencia bilocación espiritual. Abstraer la personalidad humana y juzgar únicamente los actos de orden público, en nuestro concepto, es un error del que se deriva la consagración de hombres intrínsecamente mediocres, tan solo porque en el ejercicio de las funciones que la Nación les encomendara tuvieron algunos aciertos o habilidad suficiente para disimular el sacrificio de los intereses colectivos en aras del egoísmo y de la concupiscencia.

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Estudiemos, pues, primero, al hombre, con la certeza de que si encontramos condiciones éticas y robusta mentalidad, habrá garantía de corrección y de pureza en todos los momentos de su vida ciudadana y tendremos la exégesis de todas sus actitudes.

El doctor Valdivia es uno de los magistrados que conserva la tradición jurídica de Arequipa y uno de los maestros que hace honor a la Universidad, precisamente, porque al foro y a la docencia ha sabido llevar en forma integral la austeridad de su espíritu y la belleza y el calor de su vida privada.

Nació en hogar de acrisolada virtud, como naciera la mayor parte de los ciudadanos que son honra y prez de nuestra tierra natal. Recordemos que, en nuestra infancia el nombre de don Andrés A. Valdivia, padre de don Manuel, era citado por nuestros viejos ascendientes, como el prototipo de la honradez. Desde entonces aprendimos a reverenciarlo, y hoy, nos damos cuenta que por herencia psicológica, por educación y por constante práctica del bien, el hijo haya acrecentado el tesoro que el anciano venerable le legara con su nombre.

Durante su niñez, el doctor Valdivia, con criterio y voluntad superiores a su edad, supo compartir las horas que debieron consagrarse a los juegos infantiles, entre la labor de una oficina comercial y los estudios de instrucción media en el Colegio de la Independencia Americana.

Los días fugaces de la adolescencia, irisados de ilusión y mariposeantes de alegría, trascurrieron al margen de su vida juvenil, y quedaron en su alma las huellas profundas de la lucha cotidiana para asegurar la subsistencia, y las estelas de luz que su mentalidad absorbía en los claustros de la Universidad mistiana.

Supo destacarse como estudiante. Los severos maestros aquilataron sus aptitudes mentales y volitivas y le concedieron la contenta de bachiller en Jurisprudencia, y el derecho a ser sorteado en la Filosofía y Letras.

Optó los grados de doctor en Jurisprudencia y en Ciencias Políticas y Económicas, habiendo sido el primero de los alumnos que alcanzó tan hermoso galardón en esta Facultad dentro de la Universidad de Arequipa. Este detalle es revelador de su inquietud espiritual, y de su anhelo por captarse las fuentes del conocimiento que surgían en nuestro medio ambiente. Esbozábase ya la silueta del maestro.

Se recibió de abogado el 10 de diciembre de 1898, en la Corte Superior de Justicia de Arequipa, después de haber rendido examen de egreso ante la veneranda y gloriosa Academis Lauretana, conforme a las leyes vigentes en aquella época. Y sin duda, los inflexibles vocales, apreciaron la psicología del joven abogado cuando lo eligieron adjunto a los Relatores, diez días después de haberle otorgado el título profesional.

Al año siguiente se le encomendó la Agencia Fiscal mientras se reemplazaba al eminente doctor Víctor N. Morales, que fue ascendido a la Fiscalía del Tribunal. En estos cargos fue perfilándose el magistrado, que paso a paso, y escalón por escalón, va llegando a la cúspide.

El 3 de noviembre de 1899, el Tribunal lo eligió Relator Suplente —282→ de la Segunda Sala, puesto que después obtuvo en propiedad el 31 de diciembre de 1900. Hemos tenido oportunidad de leer las relaciones de autos que formulaba en cumplimiento del Código de Enjuiciamientos Civiles, y nos ha dejado la impresión de su diafanidad y justeza y de su imparcialidad para exponer los procesos ante la consideración de los jueces.

Al cabo de dos lustros, el 10 de febrero de 1910, fue nombrado juez de primera instancia interino, en lo criminal, y poco después en propiedad. Grato recuerdo deja a los profesionales, de su paso por la judicatura. Visión clara, incorruptibilidad y hondo conocimiento de las leyes y del corazón humano fueron y son los perfiles del joven magistrado.

Sus prestigios consolidados determinaron su nombramiento de vocal interino de esta Corte el 27 de julio de 1918, y de vocal titular el 18 de enero de 1920. Integérrimo y bondadoso, sabe conciliar la rigidez de la ley y los dictados de la conciencia. La opinión pública le rinde pleitesía. Valdivia abroquela su corazón, corre un velo sobre su persona, y mantiene a tope la bandera de la justicia, contribuyendo a conservar el alto prestigio que el Tribunal de Arequipa ha ganado en buena lid dentro y fuera del distrito judicial.

Sus actividades no se han circunscrito al foro. El 19 de abril de 1900 se le designó como catedrático accidental de Economía Política, Derecho Administrativo, Estadística y Finanzas, en reemplazo del doctor J. Clodomiro Cornejo, nombrado prefecto del Departamento, y que fue uno de los maestros más queridos de nuestra Universidad, y, posteriormente catedrático principal interino de Derecho Marítimo y Legislación Consular, cátedras que obtuvo en concurso el año 1903. Los alumnos de la Universidad recuerdan todavía con fruición, la alegría que produjo entre los estudiantes el éxito de la prueba. Todos se disputaban el honor de contribuir para obsequiar al maestro una tarjeta de oro, expresión de simpatía y de aplauso.

Inteligencia ágil y penetrante y un gran corazón, distinguieron siempre al joven catedrático. Su exposición es clara, fruto de la meditación y del estudio. Severo y jovial al mismo tiempo y con exquisito don de gentes, conquista fácilmente la voluntad de los estudiantes que pasan por sus aulas.

Desde la reorganización de cátedras ocasionada por la actual ley de instrucción, dicta el curso de Derecho Internacional Privado, y dentro de poco, seguramente, podrá apreciarse más hondamente sus vigilias cristalizadas en la obra que prepara para la publicidad. Ha merecido ya ser designado como socio de la Sociedad Americana de Derecho Internacional, cuya sede ha sido Washington, y es al presente, la ciudad de La Habana.

Desempeñó también, por más de veinte años la Tesorería de la Universidad del G. P. S. Agustín, sin que nunca el Tribunal Mayor de Cuentas ni el Consejo Universitario hayan formulado la menor observación a sus procedimientos ni deducido reparos a sus cuentas.

Ha ejercido también muchos puestos concejiles. Fue juez de Paz —283→ del Cercado durante dos años, socio de Beneficencia e inspector de Asuntos Contenciosos, delegado del extinguido Consejo Superior de Instrucción Pública, juez de hecho, etc., y es socio de diversas instituciones humanitarias y de las principales sociedades de la localidad.

Su posición económica y social ganada en trabajo inmaculado y constante desde la infancia, le permite enriquecer su biblioteca, y cumplir las máximas de caballero y del cristiano, que bebe en el manantial del evangelio; y ha formado un hogar respetable, por matrimonio contraído hace algunos años, con una dama de las familias más distinguidas de la localidad.

Sus convicciones son firmes. Su preparación sólida. Su mentalidad robusta. Su corazón muy grande. Su moral muy pura. Es, pues, uno de nuestros valores y uno de los hombres llamados a ocupar sitiales más elevados del que hoy prestigia con sus virtudes públicas y privadas.

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Edilberto Zegarra Ballón

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Nació en Arequipa el 24 de febrero de 1869. Hijo del médico doctor Francisco A. Zegarra y de la señora Julia Ballón de Zegarra. Hizo sus estudios en el Colegio Nacional de la Independencia, siendo rectores los doctores José Benito Montesinos y Carlos R. Polar, sucesivamente.

En 1890 ingresó a la redacción del diario La Revista del Sur.

En 1891 fue nombrado Oficial de la Oficina de Estadística y de Obras Públicas de la Municipalidad.

En el mismo año fundó la magnífica revista científica y literaria El Cosmos, en compañía de Jorge Polar, Alberto Rey de Castro y Víctor M. Siles.

En 1896 fue nombrado Subprefecto de Islay-Mollendo, en donde se distinguió como autoridad culta y progresista. Permaneció en dicho puesto hasta 1899.

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En 1889 publicó su poema «Celia», que le mereció elogios de literatos notables del Perú y del extranjero. Desde entonces, ha colaborado en periódicos literarios del país y de Sudamérica.

En 1901 fue nombrado secretario de su excelencia el presidente de la República don Eduardo L. de Romaña.

En 1903 volvió al cargo de Visitador Fiscal.

En 1905 fundó en Arequipa el diario, de gran formato, El pueblo, en compañía de un grupo de amigos, siendo, desde entonces director y redactor en jefe de ese diario, que ha alcanzado gran circulación y prestigio y que es considerado como el primero de la República, fuera de Lima.

En 1909 fue elegido Senador suplente por el departamento de Arequipa, en oposición de los candidatos oficiales: concurrió como tal a la Cámara de Senadores en 1911 y 1912.

Cuando se inició en la República el movimiento popular en favor del señor Billinghurst en 1912, fue designado presidente del Comité Departamental de Arequipa encargado de dirigir ese movimiento.

En 1913 la provincia de Cailloma lo eligió su diputado; pero, por motivos de interés político, esa elección fue anulada por la Corte.

En 1914 fue llamado al Congreso que debía resolver el problema político de la sucesión del señor Billinghurst, como senador suplente y formó en las filas de la mayoría, que fue contraria al golpe de Estado dado el 15 de mayo por el general Benavides. Desde entonces, resolvió separarse de la política; dedicándose exclusivamente al desarrollo del El Pueblo y su incremento y mejor manejo, como su director y como gerente de la empresa, que hoy se halla en plena prosperidad.

Ha publicado dos tomos de poesías: uno titulado Espontáneas, con prólogo de Carlos G. Amézaga y otro titulado Poemas y varios folletos.

Tiene inéditos algunos trabajos literarios y una novela.

Ha pertenecido al «Club Literario» y «Ateneo» de Arequipa.

Es miembro de la Junta Directiva de la Sociedad de Beneficencia Pública de Arequipa y pertenece a otras instituciones.

(Del Diccionario biográfico de peruanos contemporáneos, 1917).



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Manuel T. Arispe

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Hoy presentamos a los lectores de El Diario Español de Buenos Aires, al distinguido arequipeño señor Manuel T. Arispe. Nuestro biografiado por su estirpe pertenece a la raza española por la que él sentía predilección. Los datos biográficos referentes a su persona los encontramos en El Pueblo de Arequipa de 12 de mayo último con motivo de su reciente muerte.

Hijo de don Mariano Arispe Arnillas y de doña Gregoria Vizcarra. Nació en Arequipa el 8 de junio de 1868. Cursó la instrucción media en el colegio del doctor Luis Chávez, habiendo ingresado a la Universidad del G. P. San Agustín el año 1886. Dedicado al magisterio durante cinco años, lo ejerció en varias escuelas municipales en Arequipa y en Mollendo, hasta que fue elegido tesorero del Concejo de este puerto el año de 1891. Sirvió este cargo, algunas veces junto con el visitador de escuelas de la provincia, hasta el mes de junio de —287→ 1896 en que fue nombrado por el gobierno de don Nicolás de Piérola, tesorero auxiliar de la Tesorería Fiscal de Arequipa. En el mes de diciembre de 1897 fue nombrado tesorero principal de la misma, desempeñando este puesto hasta noviembre de 1899 en que fue nombrado por el gobierno del señor Romaña, contador de la Aduana de Mollendo. En noviembre de 1904 dejó esa colocación y trasladándose a Arequipa, donde en unión del señor Edilberto Zegarra Ballón y otros caballeros inició los trabajos para la fundación del diario El Pueblo de aquella ciudad, diario que apareció el 10 de enero de 1905, y del cual fue redactor principal durante ocho años, haciendo especialmente la crítica literaria, social y política en sección por él creada y que se popularizó con el título de Tijeras. En el mes de noviembre de 1912 fue nombrado administrador de la Aduana de Mollendo, por el gobierno del señor Guillermo Billinghurst puesto que renunció a raíz del movimiento revolucionario del 4 de febrero de 1914, volviendo a las tareas periodísticas en El Pueblo del que fue uno de sus propietarios.


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El descubrimiento de América

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Embarco de Colón en el puerto de Palos (España). 3 de agosto 1492.

No fueron las tres mil millas de mar desconocido, o Mar de las tinieblas como se le llamaba al mar Atlántico, el obstáculo principal para que no se hubiese descubierto la América algunos siglos antes; fueron la ignorancia humana más honda que el mismo Atlántico, y el fanatismo más tempestuoso que sus ondas, los que cerraron el paso por tantos siglos, el horizonte del Occidente de Europa.

Es interesante saber el cómo y cuándo concibiera Colón el proyecto de tan estupenda importancia como fue el descubrimiento de América. Hacía en esa época, más de un siglo que se habían descubierto las islas de Madera y las Azores, y por el año 1473, anduvo Colón errante hasta llegar a Portugal en donde contrajo matrimonio con Felipa Moñiz que fue la madre de su hijo y cronista Diego. Esta su esposa era hija de un capitán de barco a quien llamaban el Navegante y cuyos servicios fueron premiados nombrándole primer gobernador de la recién descubierta Isla de Porto Santo cerca de las de Madera. Colón fue a visitar a su intrépido suegro a su estancia en Porto Santo, y —290→ no hay duda que en esta visita, oyendo los relatos del Navegante, empezara a dar forma a su colosal pensamiento. Desde aquel día no tuvo descanso. La idea capital de su vida fue la de ir hacia Occidente, ir hacia el Asia como él creía. Fue a Génova a hacer la primera oferta, pero Génova rehusó el ofrecimiento, lo mismo que Juan II de Portugal. Pensó en ofrecer su ideal a Francia, pero la suerte estaba designada para España.

En Andalucía se detuvo en un Monasterio donde pidió hospitalidad, encontrando en el Guardián del mismo Juan Pérez de Marchena el protector que él necesitaba. Este monje había sido confesor de la Reina y gracias al entusiasmo con que este Guardián expusiera la súplica a su Reina, logró interesarla por lo que los Reyes llamaron a Colón a la Corte.

La reina Isabel tuvo la iniciativa y asumió la responsabilidad, y como tenía un reino propio, el de Castilla, sufragó los gastos con cargo a este reino, y el viernes 3 de agosto de 1492 a las 8 de la mañana, embarcó Colón en el puerto de Palos, villa de la provincia de Huelva (España).

Colón embarcó en calidad de español al mando de 120 españoles haciendo este viaje por obra de la fe y del dinero de los españoles, no por altruismo, sino después de haber conseguido que se le nombrase Almirante, antes de partir, que sería el Virrey de todas las tierras que descubriera y de que se le asignara una décima parte de todas las ganancias, y aunque fue rechazada esta atrevida exigencia por el rey don Fernando; todo se le otorgó a Colón gracias a la magnanimidad de la reina Isabel, obteniendo las condiciones que imponía, el 17 de abril de 1492, fecha en la que se firmó por los Reyes Católicos y Colón, el pacto de todo lo que este pedía.

No nos ocuparemos de las peripecias del viaje, hasta el 12 de octubre; peripecias en las que tanto Colón como su valiente camarada el marino español Pinzón, alentaron el decaído espíritu de la marinería. Esta decadencia del espíritu, era hija de la ignorancia de la geografía que había en aquella edad remota. En esa época, un mapamundi era algo que muy pocos de nosotros podríamos descifrar, porque todos los sabios del orbe sabían menos de la topografía del mundo de lo que sabe hoy un colegial de primer año de media. Aunque en esa época se había convenido que el mundo era esférico, nadie aportaba ningún conocimiento fundamental. Se sabía que, hacia el occidente de Europa se extendía el «mar de las tinieblas», y más allá de una pequeña zona nadie sabía lo que era ni lo que contenía, y era tal la ignorancia que no se arriesgaban mar afuera, por temor de llegar inadvertidamente, más allá del límite del océano y de que el buque con su tripulación cayesen en el vacío, porque en esa época no se soñaba siquiera con la ley de la gravitación. Sin embargo, la creencia general era de que había tierra en aquel mar desconocido. Esa idea fue creciendo durante muchos siglos, y ya en el siglo II de la era cristiana, empezó la certidumbre que había islas más allá de Europa. En tiempos de Colón, los cartógrafos ponían generalmente en sus burdos mapas algunas islas que colocaban al azar en «el mar de las tinieblas». Luego, todos estaban —291→ conformes en que había tierra hacia occidente, y por lo tanto Colón no inventó la idea, pues esta era general antes de que él naciera. La cuestión por lo tanto, no estribaba en saber si había un Nuevo Mundo, sino en determinar si era posible o practicable llegar a él, sin caer en el abismo. Todos decían que era impracticable llegar a esas tierras, Colón dijo que era practicable, y ese es su título de gloria.

Si él no inventó la teoría, supo llevarla a la práctica, y esa fe que tenía en sí mismo, y su tenaz valor en hacer que otros tuviesen fe en él; fue el rasgo más grande de su carácter. Así es como lo vemos embarcar en el puerto de Palos en su Nao la «Santa María» y sus dos carabelas la «Niña» y la «Pinta», tripuladas por hombres renuentes a falta de voluntarios, pues muy pocos estaban dispuestos a embarcarse en una empresa tan loca, como aquella se reputaba. En esta forma todo estuvo listo para hacerse a la mar, como se hizo el 3 de agosto de 1492 para descubrir no un Nuevo Mundo, que por cierto no se buscaba, sino un camino más corto para llegar al Asia.

Por fin en la mañana del 12 de octubre de 1492 se rasgó para siempre el velo que ocultaba la América. Un hombre blanco, un simple marinero andaluz llamado Rodrigo de Triana fue el primero que lleno de entusiasmo, emoción y alegría, gritaba dirigiéndose a Colón «Tierra a la vista», y desembarcando todos, tomó Colón posesión de las tierras descubiertas en nombre de España, enarbolando el pendón de Castilla y de Aragón.

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Desembarco de Colón en la América. 12 de octubre de 1492.

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Escudo usado por Colón, cuyo lema es «Por Castilla y por León, Nuevo Mundo halló Colón».

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La colonia española en Lima

El Perú, que es una porción de la tierra americana, tierra esta tan hermosa en donde ha extremado su poder la naturaleza; es el templo con que el Creador adornó con todas las grandes maravillas, para alojar en él una gran idea, y tanta maravilla como la América encierra en los tres reinos animal, vegetal y mineral, quiso el mismo Dios que fuera descubierta y civilizada por la España creyente, noble y valerosa de la Edad Media. Sin duda quiso Dios premiar a España por el término de aquella gran epopeya de siete siglos en que los españoles detuvieron a los árabes en Covadonga, a los Almoravides en Toledo, a los Almohades en las Navas de Tolosa, a los Benimerices en el Salado, hasta llegar a Granada para ver desde los altos de las Torres Bermejas la cima de los Andes en la América, e iluminando a un hombre sublime como fue Colón y a una Reina Católica como lo fue la reina Isabel de España; viera el primero con el auxilio de la segunda desde la nave de su fe, los celajes del nuevo mundo con que soñaba su mente desde la que veía la luz incierta del mundo que descubrió. Fue el premio de siete siglos de sacrificios, el premio de aquella cruzada inacabable en que se habían salvado las nacionalidades europeas, porque España había interpuesto su pecho y su espada entre Europa y el África para favorecer la civilización cristiana; por eso fue que el Nuevo Mundo fue entregado a España, que había sido descubierto por ella.

No es nuestro ánimo profundizar la esencia de los hechos históricos, no. Pero debemos preguntar, ¿por qué pasaron tantos siglos sin que el Viejo Mundo conociera al Nuevo? ¿por qué los cartagineses y los griegos lo mismo que los normandos y anglosajones, venecianos y genoveses no descubrieron al Nuevo Mundo habiendo alguno de estos llegado hasta el Polo? ¿por qué no se deslizaron por ese Atlántico inmenso?, y por último, ¿por qué los irlandeses que según sus tradiciones llegaron a la América no supieron retenerla y conservarla? Porque España estaba destinada en el plan Divino de la Providencia a descubrir y explorar la América que es la tierra de la libertad, el santuario de la conciencia libre.

Pero el descubrimiento y exploración de la América no era cosa —294→ fácil y por lo que respecta al Perú en el cual vivimos, sé decir, que los actos de heroicidad y abnegación del conquistador Pizarro y demás héroes en la Isla del Gallo, que en fotograbado presento, al cruzar la raya que Pizarro trazó con su daga sobre la arena, jamás lector alguno tuvo conocimiento de heroísmo más grande. Hasta el parcial historiador Prescott admite que en todos los anales de la caballería, no se encuentra nada que lo aventaje. Las verdaderas penalidades y peligros, la verdadera exploración y conquista de las Américas comenzaron con la década de 1510 y a 1520, que fue el principio de una centuria de exploraciones y conquistas tales como jamás vio el mundo antes, ni ha vuelto, ni volverá a ver después, en la que España lo hizo todo, salvo algunas hazañas comparativamente pequeñas de Portugal, en la América del Sur, entre los sitios conquistados por España, y, entre más de mil héroes españoles, se destacan vigorosamente las figuras de Pizarro, Cortés, Valdivia y Quesada, que fueron los más grandes dominadores de la América salvaje.

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Pizarro en la Isla del Gallo.

Dentro de estos cuatro héroes, que son dignos de ser considerados como los Césares de América, sin disputa alguna, Francisco Pizarro fue el más grande. Es cierto que Cortés fue el primero en el orden cronológico, y para su época era muy ilustrado, y, como César, tenía la ventaja de saber escribir su propia biografía, mientras que su primo lejano Pizarro, no sabía leer ni escribir, y tan solo firmaba, haciendo una Cruz en el papel. Pero si Pizarro tuvo la desventaja de su falta de instrucción; en cambio se vio obligado a luchar con penalidades y obstáculos infinitamente mayores que Cortés, y supo conquistar un —295→ territorio tan grande como el de este, con un tercera parte de hombres, mucho más violentos y rebeldes, por lo que se debe considerar a Pizarro como el más grande de los españoles que vinieron a América, y a la vez el más grande de los dominadores del Nuevo Mundo. No dudamos, que la injusticia con que Pizarro ha sido tratado hasta ahora por peruanos y españoles, cesará pronto, elevándose en la plaza principal de Lima un monumento como recuerdo y gratitud al conquistador del Perú y fundador de Lima, Francisco Pizarro, marqués de los Atavillos y de los Charcas.

Este título de Marqués de los Atavillos, fue motivado por el nombre de la región últimamente explorada en la provincia de Canta que fue desde esa época el feudo particular de este Marqués, y la época de la concesión del mismo se remonta cuando Hernando Pizarro fue a España llevando el quinto real dándole cuenta de la conquista, y fue tan grande el contento del Emperador al ver las riquezas de que era portador Hernando Pizarro, que concedió a este todo cuanto pedía, entre otros el título del hábito de Santiago y al Conquistador el de Marqués de los Atavillos. La palabra Atavillos debe ser indígena, pues en la provincia de Canta figuran desde la época de la conquista las palabras «Hanan-Atawillos-Lurín-Atawillos». Presentamos a continuación el escudo de la nobleza de Pizarro.

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Escudo usado por Pizarro.

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Después vino la España colonial en el Perú de la que damos algunos gráficos tales como el asesinato del conquistador Francisco Pizarro en su palacio, cuadro este del artista español Muñiz, propiedad de don Miguel Garreta que ha tenido la gentileza de darnos una copia para publicarla en este libro.

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Asesinato de Pizarro en su palacio.

La idea de la Independencia de América, era una de las ideas capitales con que se inauguraba nuestro tiempo. España misma había contribuido a esparcirla en la conciencia humana, ayudando a Washington contra Inglaterra.

La Independencia de la América no debe atribuirse tan solo por el odio a los españoles. Ciegos serían los americanos si no tuvieran presente que los navegantes españoles les despertaron a la vida; que los soldados españoles destruyeron aquellos imperios y refinamientos del despotismo con la barbarie de las tribus salvajes; que los sacerdotes españoles llenaron las selvas con las palabras del Evangelio; selvas donde humeaba los sacrificios cruentos; que los arquitectos españoles hermosearon sus ciudades con edificios soberbios; que el genio de los poetas españoles se infiltró en su genio y que la sangre española que corre por nuestras venas se infiltró en su sangre, donándoles una civilización que había costado a España 15 siglos de martirios.

Nadie debe dudar que España había hecho por sus colonias todo cuanto cabía hacer dentro del espíritu reinante en esa época en la península ibérica. España había escrito aquel Código de Indias, cuyas sabias y justas leyes, si al espíritu del tiempo se atiende, han sido esas leyes la admiración de propio y extraños. Los indios, en la Legislación —297→ española, eran tratados como niños que necesitaban la autoridad de sus padres. Se les exceptuaba de la alcabala, del diezmo, del derecho de patentes y solo establecía, sobre ellos, una pequeña capitación; estas leyes les dejaba su administración propia bajo sus caciques y prohibía a la raza blanca permanecer entre ellos para preservarles de su astucia, y evitar que cayeran esclavos de ellos por su gran superioridad.

La emancipación, la independencia americana, fue un hecho necesario. Esta emancipación se sentía en la misma península ibérica, que las colonias se separaban de su metrópolis; se sentía bajo el silencio del despotismo. Aranda había ya aconsejado a Carlos III que emancipara toda la América menos las islas, que fundara en ellas grandes imperios, con los ojos puestos en la república naciente, en la república a quien España había auxiliado en sus primeros años cuyo poder se convertiría pronto en gigantesco. Es que el gran político español veía como una fatalidad inevitable el hecho de la Independencia de América.

De una interesante conferencia sustentada por el hábil y erudito coronel peruano M. C. Bonilla, copiamos el final de la misma que dice:

Visión de Ayacucho

La guerra de la independencia de América fue el más hermoso florón en la corona del heroísmo español, enseñado con la religión y el idioma y trasmitido con la sangre, durante tres siglos. Así lo dice el final de aquella pugna legendaria.

Al crearse la América, la Naturaleza misma formó los Andes para servir de escenario a las más portentosas maravillas y proezas y en ellos designó al Condorcunca para ser el altar donde debería oficiarse la solemne consumación de la emancipación del Nuevo Mundo.

En sus faldas, el 9 de diciembre de 1824, «otro día de gloria coronó la admirable constancia» de los libertadores de Sud América.

En los espacios siderales de la historia fulgió esplendoroso el Dios de los incas transformado en Nación, «desde ese instante libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa defendida por los genios tutelares del Ejército Unido Libertador del Perú».

Aquellos genios asistieron, en ese día, 9 de diciembre de 1824, a un espectáculo más sublime que la misma gran batalla.

No fue la entrevista precursora de la lid, acto incalificable, sin precedentes y sin repetición en la historia, digno tan solo de aquellos paladines del honor y prototipos de la hidalguía.

No fue el derroche de valor, talento y energías de cada uno los episodios del combate.

No fue el caballeresco final de la encarnizada lucha.

Fue esta visión profética: «La visión de Ayacucho».

Sobre la amarilla paja que alfombra la pampa de Ayacucho, habíase vertido sangre americana en defensa de los fueros de España y —298→ se había derramado sangre española por la emancipación de América, y, con ellas y así quedaba, desplegado, sobre el propio corazón del Continente, el pabellón glorioso de la Madre Patria.

La batalla fue epilogada por una fuerte lluvia, después de la cual un bello arco iris -la enseña dada por Miranda a Venezuela, bajo cuyos pliegues a la Gran Colombia cristalizaba en victorias los ideales de Bolívar- apareció como símbolo de confraternidad entre los pueblos, como vínculo de amorosa paz entre los hombres.

Limpio el cielo, sólo era interceptado por diáfanos cúmulos, semejando la bandera paseada por San Martín, blanca como sus ideales y celeste como el espacio imagen de la inmensidad y del porvenir.

Y la Fama, la Justicia, la Libertad, la Gloria, sonreían admiradas y complacidas, y sus labios rojos como el fuego sacro del patriotismo, estaban separados por una franja blanca como los sentimientos del Perú hacia la Madre Patria y hacia sus hermanas, las nacionalidades copartícipes en la epopeya de su libertad.


Con la independencia de esta República podemos decir que quedó eclipsado todo el ambiente español; pero gracias a la hábil pluma, del ilustre y glorioso, escritor nacional, el príncipe de las letras peruanas don Ricardo Palma, supo por medio de sus tradiciones mantener latente el amor hacia la madre patria, amor que había desaparecido por la lucha fratricida que estos pueblos supieron alcanzarla y a la vez vencerla como premio al ideal de la naturaleza que quiso que la América fuera la tierra de la libertad y del derecho.

Desde entonces empezaron a radicarse en el Perú algunos españoles hasta hoy que solo contamos con un porcentaje menor que en cualquiera otra República de origen hispano. Por eso es que la colonia española en el Perú ha sido siempre pequeña y deficiente para cantar las glorias de España y presentar a los peruanos los tesoros de nuestro espíritu español de la misma manera que en otro tiempo sacrificándonos por su causa les infundimos nuestra habla y hasta nuestra propia sangre española; debemos pues los españoles procurar por todos los medios posibles, reunir las ideas de todos nuestros escritores, comunicando en sus varios raros matices el espíritu español, recordando a los peruanos un día y otro día en todos los tonos de nuestra común habla, que aquí están sus hermanos de siempre, mostrando a sus ojos el ideal de un porvenir de paz, en que, reunidas nuestras fuerzas y nuestras inteligencias, pudiéramos hacer brotar en las entrañas de la América y en el seno de nuestra querida España, una nueva fuerza, una nueva ciencia y una nueva, literatura.

Si en el Perú no hubieran existido religiosos y educacionistas españoles, como los padres agustinos en Lima y Chosica entre los que se destaca vigorosamente la venerable figura del sabio padre Vélez; los padres jesuitas en Lima y Arequipa y los reverendos padres misioneros del Corazón de María, en Lima, Huacho y Trujillo, institución esta fundada por el padre Claret, seguramente no sería tan intenso como lo es ahora el recuerdo de España en el Perú. La labor patriótica de estos religiosos españoles es tan grande, que, a pesar de ser tan pocos, —299→ han mantenido siempre y mantienen hoy latente el amor hacia la madre España; ya en la Cátedra Sagrada; ya en la tribuna; ya en las aulas de los colegios. Por ello, son todos dignos de las mayores alabanzas. Partícipes de esta gloria son en primer término el doctor Manuel Pérez Santiago, doctor en Filosofía y Letras, notable pedagogo malagueño lo mismo que el no menos notable pedagogo burgalés don Emilio Huidobro también doctor en Filosofía y Letras y el ilustre doctor Santiago Pérez Gonzalo que nació en Los Arcos de Navarra. Estos tres personajes españoles, ya desde las aulas del colegio, ya desde la cátedra en la Universidad, han mantenido y mantienen vivo el recuerdo y el cariño hacia la madre patria. Otra notable personalidad española que mantiene latente el amor hacia España, es el inteligente escritor y periodista don José Pardo y Castro, galiciano, el que desde las columnas de El Comercio, defiende el honor y la integridad de España. Personajes como estos son los que debían llegar a estas playas, y no la chusma, que como escoria, han arrojado de su seno las demás repúblicas y en especial Chile y la Argentina.

Los misioneros del Corazón de María tienen a su cargo el Santuario y Viceparroquia de Cocharcas la Parroquia de Huacho y Colegio Seminario de Trujillo. En setiembre de 1912 se hicieron cargo del Santuario y Viceparroquia de Cocharcas en Lima, habiendo encontrado la iglesia y el conventillo en estado bastante lamentable, y la huerta casi no existía.

Bien pronto introdujeron notables mejoras en dichos edificios y consiguieron para la iglesia ornamentos, vasos sagrados, candeleros, etc., hallándose hoy bien provista de todo. El culto de entonces se reducía a la Salve cantada de los sábados a la que asistían 4 ó 5 personas y una misa los días de fiesta a la que asistían de 10 a 20 personas. Hoy además de la Salve a la que asisten de 50 a 100 fieles, hay cinco misas muy concurridas los días de trabajo y cuatro los días festivos asistiendo a ella como mil cristianos. Se predica en todas ellas, como también por la noche y por la tarde hay catecismo al que asisten de 300 a 400 niños. Lo mismo hacen estos religiosos en 14 colegios de la Viceparroquia, enseñando religión a 2000 niños.

Como párrocos atienden solícitamente a la administración de los Santos Sacramentos, visitan diariamente a cuatro o cinco enfermos graves, llevan solemnemente el Santo Viático 3 ó 4 veces por semana; cuando muere algún feligrés van a la casa a despedir el cadáver, y además, por espacio de 3 meses al año, se practica diariamente la visita parroquial a domicilio.

Dirigen con entusiasmo y celo las sociedades piadosas de La Liga Eucarística, Jueves Eucarísticos, Apostolado de la oración, Cristo Pobre, Archicofradía del Corazón de María, San José y Ánimas como también están al frente de las conferencias de San Vicente de Señoras que reparte comestibles todos los lunes a 35 familias pobres.

En tiempo de monseñor García Naranjo, un padre de esta orden hizo como delegado suyo la visita pastoral a bastantes parroquias, y otro padre hizo de secretario de visita de monseñor Philipps: el mismo padre fue por cuatro años a misionar en la Vicaría de Huancavelica —300→ así como también otros dos padres dieron misiones en la Diócesis de Huarás y en la ciudad de Huacho cuando aun no tenían bajo su cuidado aquella extensa parroquia con su compañía.

Como misioneros y predicadores, ejercen sin cesar el ministerio de la divina palabra pudiéndose calcular en mil las pláticas y sermones que predican en misiones, ejercicios y novenas, etc., cada año. Sirven así mismo puntualmente tres capellanías; dos de ellas que son la de Santa Eufrasia y H. Maristas del Callao con beneficios positivos para la niñez. Por varios años fueron también capellanes y profesores de la Escuela Naval.

Frutos espirituales. Entre otros, 40000 comuniones al año en su iglesia y 18000 en predicaciones y capellanías.

En Huacho, tanto en la ciudad como en su extensa y hermosa campiña, hacen lo mismo que en Cocharcas teniendo bajo su jurisdicción de 20 a 30 mil almas. De esta parroquia de Huacho se encargaron los padres en marzo de 1916 y residen de ordinario 3 ó 4 padres. En Trujillo desde 1914, tienen el Seminario, Colegio de San Carlos y San Marcelo. Lo tomaron con ochenta alumnos y hoy asisten 420 alumnos, de los cuales 32 son seminaristas con vocación para seguir la carrera eclesiástica. En el ala principal del seminario han construido altos y han llevado a cabo mejoras tan importantes que han cambiado casi completamente el edificio. Tienen en muy buen pie una brigada de Boy Scouts, banda de música y centro sportivo de football.

Otros heroicos defensores de la fe y del espíritu español son los misioneros Descalzos hijos de San Francisco de Asís, los que tan solo con el crucifijo en la mano, y el pensamiento puesto en Dios, penetraron y penetran hoy día a las selvas vírgenes de la América para hacer la conquista espiritual de esos seres nacidos en la vida brutal, y, aunque las víctimas de estos se cuentan por miles, acuden presurosos a cubrir esas bajas los hijos de San Francisco. Son nuevos héroes de la fe que van a conseguir la reducción de esas fieras, humanas, o a recibir una muerte gloriosa. Cuando esos seres son conquistados por los misioneros españoles la primera palabra que balbucea sus labios es la dulce de Dios y también la de España, patria esta de sus nobles y abnegados salvadores.

La población civil española es bien reducida en Lima, aunque sí, es muy selecta: hay unos pocos ricos mineros y los más son comerciantes, profesiones ambas que no se amoldan para la educación de las masas por la lista que a continuación presento se ve que los principales miembros de la colonia española en Lima son ingenieros, arquitectos, médicos, artistas, músicos, pedagogos y periodistas, profesiones estas que estos distinguidos miembros ponen muy alto el nombre de España, que a pesar de ser tan pequeña la colonia, hay relativamente mayor número de profesiones liberales que en cualquiera otra República, pero la parte principal de la educación está encomendada a los religiosos españoles, que son gloria y prez de la patria española.

A continuación presento la lista de los principales miembros de la colonia española; hay algunos ausentes y otros de escasa figuración social y comercial. Estos españoles que presento dan honor a España —301→ por su laboriosidad y talento: ellos son por orden alfabético.

Albizuri Luis, propietario; Arias Agustín, minero propietario; Arana Pablo, naviero comerciante; Baxerías Antonio, artista músico; Bustelo Alejo, comerciante; Aledillo Pablo2; Busalleu José, comerciante; Bosque Angosto Juan R., médico; Carrera José, arquitecto; Cabrerizo Santos, comerciante; Cáceres Esteban M., artista músico; Cáceres Lizárraga Luis Esteban, notable violinista; Díaz Ufano Aurelio, comerciante; Díez Gallo Gerardo, comerciante; Díez Gallo Ramón, comerciante; Díaz Emilio, comerciante; Fernández Bernardo, comerciante; Fernández y F. Pedro, comerciante; Fernández Rodrigo, comerciante; Flecha Pedro, arquitecto; Garreta Miguel, comerciante; Gallo Aniceto, minero propietario; Guzmán Miguel, comerciante; Gutiérrez Antonio, comerciante; Gómez Ayau Fernando, teniente de la Guardia Civil española, miembro de la Misión de Policía en el Perú; Gómez Hernández, José, sargento de la Guardia Civil española; Huidobro Emilio, notable periodista y pedagogo, doctor en Filosofía y Letras; Inurretegui Miguel, propietario; Loredo Germán, comerciante; Liebana Crispín, propietario; Montori Amado, comerciante; Montori Víctor, comerciante; Mendiola Juan, comerciante; Menchaca Daniel, comerciante; Menchaca Antonio, comerciante; Menchaca Alfonso, comerciante; Menchaca Carlos, comerciante; Martínez Ventura, comerciante; Mas Juan Felipe, comerciante; Mosquera Fernando, comerciante; Nadal Ricardo, comerciante; Payet José, comerciante; Ortega Nicolás; Planas Cortés Juan, comerciante; Peral Juan V., comerciante; Piqueras Cotolí, escultor; Miguel Planas.

Pérez Santiago Manuel, pedagogo, doctor en Filosofía y Letras; Pueyo y España Pedro, teniente coronel de la Guardia Civil española y jefe de la Misión de Policía española; Peral Aurelio, comerciante; Peral Carlos, comerciante; Pons Juan, comerciante, representante de fábricas del Japón, de Europa y de América; Pardo Castro José, periodista; Pamies Antonio, ingeniero; Quesada Antonio, comerciante; Ruiz Vicente, comerciante; Rodríguez Manuel, arquitecto constructor de líneas; Rodríguez Leopoldo, comerciante; Sanz Manuel, comerciante; Solé Matías, minero propietario; Solé Jaime, arquitecto constructor; Solé Magín, comerciante; Solé Daniel, contador mercantil; Sánchez Visaires Bernardo, capitán de la Guardia Civil, segundo jefe de la Misión de Policía española, Sedó Severino, artista músico; Wieytes Julio, comerciante; Wais Durán Martín, comerciante; Vallés Federico, comerciante; Villanueva Valcárce, médico; Vich Víctor, comerciante; Vallejo Gallo Julio, comerciante; Zariquey Manuel, comerciante y otros más cuyos nombres no nos han sido remitidos.

Además cuentan los españoles con un centro social importante como el Casino cuyo presidente es don Antonio de Quesada; la Beneficencia, cuyo presidente es don Augustín Arias y la Cámara de Comercio cuyo presidente es don Luis Albizuri y secretario el doctor Manuel Pérez Santiago.

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Miembros prominentes de la colonia española en Lima, Perú

Manuel Pérez Santiago

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Licenciado en la Facultad de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid y doctor en Letras de la Universidad Mayor de San Marcos de Lima.

Nació en la histórica ciudad de Martos (Jaén) en 1866. Hijo de don Simón Segundo Pérez, prestigioso jefe de administración y de la distinguida dama española doña Francisca Santiago R. de Borbón. Hizo sus estudios de Humanidades en Málaga al lado de su tío y padrino canónigo secretario del Cabildo Catedral. Estudió la Filosofía en San Pelagio en Córdoba con el padre Zeferino González, concluyendo sus estudios de Escritura y Teología en Jaén con el ilustre deán don Pedro Espinosa de los Monteros. Sin tener en cuenta el brillante porvenir que le ofrecía la carrera eclesiástica, cuyos estudios terminó —303→ con los calificativos de meritisimus, obteniendo también por oposición una de las mejores capellanías en Córdoba, dada su vocación por la enseñanza, se trasladó a Madrid, en cuya Universidad Central cursó Filosofía y Letras, especializándose en Gramática, Latín, Hebreo y Griego. Su primer puesto fue de presidente y catedrático de Latín, Castellano, Retórica y Filosofía en el Colegio de Instrucción Secundaria de San Rafael en Málaga. Dice a la sazón el periódico La Unión Mercantil de dicha ciudad en su número 21 de febrero de 1904, refiriéndose a la labor pedagógica del doctor Pérez Santiago hasta entonces: «Tratándose de persona tan generalmente estimada en Málaga y que tan excelentes servicios viene prestando a la enseñanza, nuestros lectores verán con gusto esta merecida muestra de justo aprecio al que por tantos títulos honra el magisterio». Fundó después su Colegio de Instrucción Media con el nombre de «El Angélico Doctor de las Escuelas» que acreditó hasta tal punto que el mismo periódico añadía algún tiempo después. A partir de esta fecha, todos conocen la importancia excepcional, que ha conseguido dar a su colegio, con su celo, laboriosidad y talento, haciendo de él uno de los más importantes de España.

En 1904, deseando visitar la su hermano, don Antonio Pérez Santiago, que residía en Bahía de Caráquez (Ecuador) por sus negocios comerciales, aceptó en dicha ciudad, por contrato con el respectivo gobierno, el cargo de Rector del Liceo Pedro Carbo que desempeñó hasta el 1912, en que determinó regresar a España. No solo la prensa de dicho país, sino las autoridades y corporaciones de Bahía le prodigaron elogios por su importante obra de instrucción y educación en esta provincia de Manabí, haciendo representaciones ante el gobierno para que no le permitiera retirarse. El periódico El Globo de dicha localidad dice refiriéndose al doctor Pérez Santiago:

Es un pedagogo de reconocida instrucción, hábil organizador de planteles, que se distingue por su espíritu de disciplina, moralidad y cultura, pues estos han sido los signos característicos del Liceo Pedro Carbo durante el tiempo que ha estado bajo su acertada dirección.


En 1912, de paso para España, con el natural deseo de conocer el sur de América, puesto que su viaje de venida lo hizo por el norte, llegó a Lima donde pensaba detenerse unos meses. Contratado por los propietarios del Instituto de Lima doctores Arturo Pérez Figuerola y José S. Wagner, como subdirector de dicho colegio, puesta a prueba su actividad y condiciones pedagógicas, fue invitado para formar parte del directorio, constituyéndose la sociedad Wagner Pérez y Co., que ha venido sosteniendo con gran tesón y extraordinario prestigio la fama de este importante plantel, uno de los más acreditados y antiguos de la capital. Hoy, habiendo adquirido por escritura pública la parte que correspondía al doctor Wagner, dirige la marcha del colegio en unión del doctor Arturo Pérez Figuerola, habiendo conseguido en Lima por su cultura y caballerosidad un lugar preferente entre los intelectuales, contando con el cariño de la juventud que le respeta y venera.

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En 1918, deseando incorporar sus estudios en la Universidad Mayor de San Marcos de Lima, pretendió el grado de doctor, cuyos ejercicios verificó en abril del mismo año, mereciendo el calificativo de sobresaliente por unanimidad y la distinción de que su trabajo, «La Literatura y las Bellas Artes» fuera publicado en la Revista Universitaria. En la colonia española ha ocupado siempre lugar preferente, por su entusiasmo y cariño hacia su patria, habiendo desempeñado el cargo de presidente del Casino Español por espacio de más de seis años, de los doce que lleva de residencia y últimamente el de secretario de la Cámara de Comercio, que ha desempeñado dos años con gran acierto. Es delegado de «La Unión Ibero Americana», miembro corresponsal de la Cruz Roja española, de la Sociedad Geográfica, etc., etc.

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José Pardo Castro

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Entre los residentes españoles en el Perú, descuella en primera línea, no como luchador del capitalismo, sino como obrero del intelecto, el periodista don José Pardo Castro.

El alma de la raza, el carácter tesonero de los conquistadores de antaño palpita aun en este moderno batallador, en cuyos ideales avanzados luce, como aurora de simbolismo vidente, el deseo del encauzamiento de las energías de la patria las nuevas conquistas de los credos que se inician...

Y esta modalidad de Pardo Castro no hay que buscarla en las transformaciones de la época presente. Para comprenderla, hay que referirse a más lejanos tiempos; hay que escudriñar el sitio donde el tronco ancestral echó sus poderosas raíces... Y llegamos hasta la hermosa tierra galiciana, hasta los sotos de verdor brillante y perenne, hasta las costas bravías y tormentosas, modeladoras de temperamentos fuertes, en que formó sus lares una de las más remotas razas pobladoras de algunas regiones occidentales de Europa: la raza celta, tan antigua, que hay quien la supone de parentesco inmediato con la raza atlante.

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Por eso vemos en él, las características de esa raza que ha dado al mundo maravillosos brotes. Nacido en la Coruña, capital de la provincia de su nombre, Pardo Castro desciende en línea paterna de los señoríos de la Torre y de Leis, y del prócer Pedro Pardo de Zela, quien, por defender las libertades públicas contra las usurpaciones del clericalismo, fue hecho prisionero y poco después ejecutado.

Por línea materna le corresponde el señorío de Castro Xeres, que más tarde se refundió en el de Lemos. Ambas ramas dieron ilustres varones que descollaron en la política, la milicia, el arte, la ciencia, la literatura, la magistratura y la iglesia, figurando entre ellos la ilustre pensadora Emilia Pardo Bazán.

Otro prócer Castro, de la línea materna, fue fusilado por los carlistas, en el pueblo de Carral, el año 1845, en cuyo lugar se levanta un monumento en memoria de los sacrificados.

Pero, a pesar de esa su genealogía -que solo hemos querido anotar ligeramente para llegar a la conclusión de cómo a través de las generaciones se siguen modelando las virtudes del carácter- José Pardo Castro posee la más exquisita sencillez aunada a la mayor modestia.

Él no cree en el valor de los abolengos tradicionales, sino en los propios méritos. Y es que, en verdad, aquellos sin los segundos vienen a ser como rayos de luz que han perdido su foco originario, a la manera de esos grandes soles que ha tiempo dejaron de existir, y solamente, por el fenómeno de la distancia, irradian los últimos estertores de su agonía luminosa... Así son las noblezas heráldicas, cuando no muestran, siquiera en alguno de sus vástagos, las virtudes del carácter y el intelecto...

La carrera periodística de nuestro biografiado es una serie no interrumpida de páginas honrosas. Lucha desde niño por abrirse paso hacia la meta de sus ambiciones. Se inicia a los catorce años, bajo la dirección del gran periodista español don Augusto Suárez de Figueroa, y continúa colaborando en varias revistas y diarios de España. Ferviente convencido de los ideales republicanos, dedica los primeros años de su juventud a la defensa de ellos; y comprendiendo que su implantación en la metrópoli era todavía prematura, por falta de preparación en las masas populares, emigra a América y se establece en Méjico. Contaba entonces veinte años de edad. Como en la madre patria prosigue en esa república la carrera del periodismo, por la que tiene decidida, vocación y ama apasionadamente con verdadero orgullo. Pasado cierto tiempo se dirige a Cuba, luego a Panamá, después al Perú y otros países suramericanos. Conoce los problemas políticos y sociales de todos los estados que ha recorrido y del continente; y en todos ellos ha laborado activamente en la prensa en pro de sus propios ideales, dentro del respeto a las leyes y la moral colectiva.

En la capital del Perú, Lima, en donde parece que en vez de la tienda de campaña de aventurero del ideal, ha plantado los cimientos de su torre de marfil; en esta ciudad es en la que más intensamente, con la mayor madurez que dan los años, ha vivido su vida de periodista. En la redacción de El Diario, primero, en La Prensa del doctor Augusto Durand, años después, y actualmente en El Comercio, —307→ decano de la prensa nacional, ha dado a luz notables artículos, ora anónimos, ya bajo diversos seudónimos o con su nombre propio. Desde las columnas de estos diarios ha abordado temas internacionales, principalmente, en los cuales tiene versación profunda; y además ha tratado con visión progresista sobre muchos de los problemas que conciernen a la madre patria, a la vez que ha vapulado merecidamente sus grandes errores políticos...

Bajo el seudónimo de Anarkos publicó hace pocos años hermosas crónicas de viaje sobre el balneario de Yura, uno de los más medicinales del sur del Perú, y sobre las bellezas y necesidades agrícolas del departamento de Arequipa. La Municipalidad de la ciudad capital, que lleva el mismo nombre de ese departamento, proyectó otorgarle una medalla de oro, que Anarkos jamás, ni indirectamente, solicitó; porque el suyo no es de aquellos temperamentos daltonianos que confunden el brillo falso del oropel con el auténtico del oro...

Es el principio individualista el que más se amolda a su carácter. Él tiene el concepto de que esa doctrina esencial para el progreso de los pueblos, ya que dentro de ella cabe la iniciativa y el desenvolvimiento de las energías individuales.

Su voluntad, como su carácter enérgico, poco comunes, rechaza todo aquello que signifique claudicación o engaño... Por tal motivo ha desdeñado muchas veces risueñas expectativas, prefiriendo ser nada, colectivamente, antes que esa misma colectividad pudiera haberlo tildado de falaz e inconsecuente...

Como posee en alto grado el sentido del honor, y lleva en sí, muy suyo e ingénito, el orgullo de su austeridad y recogimiento, nunca ha sabido doblar la cerviz ante los grandes ni ha apelado a medios velados para conquistar posiciones...

Amigo leal, a toda prueba, no derrocha ese noble cariño espiritual. Comprende que ese don inapreciable es escaso como el mineral radiante, y que sus partículas aprisionadas deben guardarse, como la hostia de las religiones, en arca santa...

No estima a los individuos más que por su valer moral e intelectual. Conocedor de la vida, sabe que el mecanismo de la sociedad está calcado en moldes convencionales. Por eso es que mira esos moldes a través del prisma de su experiencia y su filosofía...

Tal es someramente expresada la biografía de este joven conquistador de ideales en pleno siglo veinte; que lleva en sus venas, con orgullo de español seleccionado, la misma sangre de esos otros conquistadores celtas, que en las lejanías de la historia plantaron sus torres de marfil al pie de las hermosas rías, en el dintel de los umbrosos montes y bajo el cielo de la legendaria y pintoresca Galicia.

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Santiago Pérez Gonzalo

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Nació en Los Arcos de Navarra el 25 de julio de 1883. Es doctor en Teología; profesor de Sagrada Escritura, Hebreo, Griego, Latín y Filosofía en el Seminario Central de Lima; profesor que fue de Filosofía del Derecho, Filosofía y Griego en la Universidad Católica de Lima. Actual profesor de Derecho Público Eclesiástico en el Seminario y profesor en propiedad de la Cátedra de Sagrada Escritura de la Facultad de Teología de la Universidad Mayor de San Marcos. En 1915 publicó Psallte sapienter y en 1916 un Seudónimo bíblico.

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Luis Albizuri

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Hace 52 años que llegó al Perú el señor Luis Albizuri. Hombre austero, mesurado, bondadoso de carácter, le conquistaron estas bellas cualidades el respeto y el afecto de todos los españoles y peruanos. En el Perú, formó una respetable familia, y sus merecimientos han traspasado la frontera por lo que nuestro augusto monarca el rey don Alfonso XIII le confirió la Condecoración de la Cruz de Isabel la Católica. Es hombre práctico por excelencia y a su constancia, probidad, ha logrado reunir una cuantiosa fortuna. El señor Albizuri es uno de los principales miembros de la colonia española y actualmente es el presidente de la Cámara Oficial de Comercio Española en el Perú.

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Bernardo Fernández

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Nació en Navia, provincia de Asturias. Desde su juventud, después de recibir sólida instrucción se dedicó al comercio en donde se ha conquistado una posición holgada que le permite figurar entre los españoles ricos que hay en el Perú. Su trato afable, su educación esmerada y su honradez acrisolada, han sido las llaves que le han abierto las puertas del mundo social y comercial. Hoy día es Vicecónsul de España en el Perú, y cosa rara, todos los españoles están contentos de él. Cuando ha ejercido interinamente el Consulado en Lima, todo el sueldo que por ese servicio le correspondía, lo derramaba silenciosamente en manos españolas necesitadas que en tropel llegaban a su oficina. El año de 1890 se trasladó desde España a La Habana y en 1907 se radicó en el Perú, siendo jefe y socio de la respetable firma comercial de García Hermanos.

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Miguel Garreta

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Entre los miembros distinguidos de la colonia española en Lima, se destaca vigorosamente la personalidad del señor Miguel Garreta, por su laboriosidad en el comercio, probidad y circunspección que lo hacen acreedor a la estimación general.

El señor Miguel Garreta, personalidad preparada para el comercio, recibió su instrucción primaria y media en el reputado plantel de educación que en Lima dirigen los padres jesuitas. Al comercio, que, desde hace 27 años está dedicado, ha aportado su inteligencia y honradez, habiendo logrado ensanchar considerablemente la casa comercial que en unión de su ilustre progenitor establecieran en Lima, casa de la que hoy día, es el jefe propietario. Sus grandes conocimientos comerciales y bancarios que posee, son el fruto de su carácter observador en los múltiples viajes que ha hecho por Europa y América del Norte y del Sur. Su radio de acción comercial la extendió en la marina, habiendo sido dueño y armador de la Barca «Belfas» de 3000 toneladas de registro. El señor Miguel Garreta da honra y gloria a la colonia española y al comercio general.

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Fernando Mosquera

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Nació en la Coruña (España), y después de recibir una sólida instrucción comercial, muy joven se dedicó al comercio desde el año de 1903. A los dos años, o sea, en 1905 se trasladó a la Isla de Cuba dedicado al comercio hasta el año de 1915 que llegó al Perú, habiéndose labrado una sólida reputación por su honradez y laboriosidad, llegando a ser en la actualidad uno de los jefes de la importante y respetable casa comercial de García Hermanos que es la más antigua casa comercial española que hoy existe en Lima.

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Felipe García

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Nació en Montenegro de Cameros en la provincia de Soria (España). En el año de 1899 se embarcó directamente al Perú, radicándose en Sullana (en el norte del Perú), en donde se dedicó desde aquella fecha al comercio, fundando la importante casa comercial que hoy tiene y que siempre continúa bajo su dirección y propiedad.

Dicha casa comercial se dedica exclusivamente a la importación de mercaderías generales y tiene cuenta corriente en el Banco del Perú y Londres, y Mercantil Americano de Piura y en el Banco Italiano de Lima.

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Pedro Flecha

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Nació en León (España) llegando al Perú en 1909. Es un competente maestro en obras y desde esa fecha se dedica al ramo de construcciones, siendo uno de los preferidos constructores en Lima, por su competencia, honradez y seriedad en sus contratos, cualidades estas, que enaltecen a la persona y dan honra y gloria a la colonia española en el Perú.