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221

221. Da Rosell este detalle.

 

222

Antes existía ya el San Ignacio de Loyola, poema heroico (Valladolid, 1613, 8.º) de Alonso Díaz, natural de Sevilla, y en 1666 fue seguido del Poema heroico de igual título, de Hernando Domínguez Camargo, en 4.º: «el autor era de Santa Fe de Bogotá, y su poema que ocupa más de 400 páginas en octavo, no es más que un fragmento publicado después de su muerte» Ticknor, Literatura española, tomo III, pág. 155, nota Literatura en Nueva Granada23; Herrera, Ensayo, pág. 54; Vergara y Vergara, , pág. 102.

 

223

Parece que la Compañía de Jesús encargó al poeta indiano la composición del poema destinado a celebrar sus glorias espirituales; al menos esto se desprende de la «protección minerval» a que nuestro autor se refiere en la dedicatoria; de aquel «vestido os le devuelvo» que repite, y hasta del lujo de esa edición en 8.º, (¡que no se tasó!) adornada de láminas alusivas a la vida del santo y a más orlada de hermosas viñetas.

 

224

Artículo citado.

 

225

Tan desconocida es aún la primera parte que el mismo señor Gutiérrez no la había visto nunca, según se desprende claramente de la referencia que se limita a hacer del apunte incompleto que trae Gil y Zárate en su Manual de Literatura. A la fecha existe un ejemplar del libro en la B. N. Egaña, otro en poder del señor Barros Arana, ambos en muy buen estado; y otro (aunque incompleto) que adquirimos nosotros en Lima y que tiene el mérito de haber pertenecido a la librería del templo de la Compañía de Jesús en el Cuzco.

 

226

Silva II, pág. 192, Colecc. Rivadeneira.

 

227

Nota 12 a la pág. 146 de Ticknor, [Historia de la Literatura Española] en el Apéndice, pág. 471, t. II.

 

228

Córdoba y Salinas, Corónica de la Provincia de los Doce Apóstoles, etc., pág. 216.

 

229

En la pág. 652 del libro de Mendieta, Oña habría podido también ver un compendio de las fiestas celebradas en Santiago en honor de San Francisco Solano.

 

230

«Existen motivos para inferir -dice Arión en su artículo del Ferrocarril-, que Oña pasó a España en los primeros años del siglo XVII». Pensamos nosotros que la duda en un sentido negativo no puede sostenerse. No habrá olvidado el lector que el Ignacio de Cantabria se había publicado en Sevilla en 1639 y que el autor expresaba en la dedicatoria que desde quince años atrás, es decir, desde 1624, trabajaba en su composición. Añadía, además, o por lo menos daba a entender bastante claro, que había recibido para ello encargo de la Compañía de Jesús. Posteriormente, también como vemos, en 1643 se daba a luz en Madrid, el libro Vida de San Francisco Solano, que llevaba a su frente la Canción real de nuestro poeta; siendo de advertir que aún cuando no hemos visto la edición de 1629, nos parece casi seguro que en esta no se hallaba aquella poesía.

Ahora bien, ¿es razonable creer que la Compañía de Jesús hubiese confiado un encargo de tanta importancia, como era el de celebrar sus hazañas, a un poeta que viviera lejos del centro de los grandes ingenios, y por consiguiente a lo menos tachable de poco conocido y prestigioso? Interesada como se hallaba y como la ejecución lo demuestra en que la obra saliese bien corregida y adornada ¿habría permitido que el autor se hallase lejos del lugar de la impresión?

La dificultad estaría fácilmente allanada a encontrarse datados el prólogo del Ignacio o la Canción; pero si de aquí no puede afirmativamente deducirse que residía en las fechas indicadas en Sevilla o Madrid, es evidente que a no haber estado en estas ciudades cuando se imprimieron los libros en que se veía su nombre, habrían por lo mismo llevado la data del lugar en que se encontraba el autor.

¿Cuándo hizo este viaje? Se trasluce manifiestamente que fue con posterioridad al año 1605, más o menos, porque de otro modo no habría podido hablar de la Antártica Academia en el libro de Mexía, cuyos originales fueron aprobados en esa fecha.

Vino, pues, así el licenciado a rozarse con los mejores ingenios que en su literatura cuenta la España, Lope de Vega, Calderón, etc. Desarrollaríamos de buena gana las consideraciones a que esta circunstancia se presta respecto de la carrera literaria de nuestro Oña, si no temiésemos extralimitar el asunto que vamos tratando.