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231

El golfo de San Buenaventura.

 

232

Véase la nota siguiente.

 

233

Resume Mendieta uno de sus capítulos con estas palabras: «De cómo fray Francisco Solano pasó a las Indias por celo de padecer martirio por Cristo y por huir la honra que como a santo le hacían.»

 

234

234. El poeta se refiere en esto, a que invitado el santo por los que ocupaban el bote en el momento del naufragio a bajar donde ellos estaban, rehusó viendo que iban a quedar abandonados más de ochenta negros bozales, que con ellos venían.

Púsose en el acto a catequizarlos, bautizolos en seguida, hasta que partiéndose la nave muchos de ellos se ahogaron, que son los que Oña supone se fueron al cielo.

 

235

No se olvide que habla el río Lima, y que por consiguiente se refiere a su valle del Rimac.

 

236

La Recolección de Santa María de los Ángeles en Lima, cuyo primero provincial fue.

 

237

«En todo el Perú es pública y manifiesta la milagrosa fuente de agua que el Señor dio en la provincia del Tucumán por los méritos de fiel siervo el padre fray Francisco Solano». Vida, etc., pág. 192.

 

238

El epígrafe del capítulo XXX del lib. 2.º del libro del padre Mendieta, [pág. 181] es el siguiente: «Que las aves del cielo obedecían al siervo de Dios, y lo eran familiares, y un toro muy bravo que se le arrodilló, y el dominio que tuvo sobre otros animales y sabandijas indómitas».

 

239

«Fue público entre los religiosos que, siendo el bendito padre guardián del convento de la Recolección de Lima, y estando en oración en el coro alto, pasó el aire al altar mayor, que hay distancia de cien pies, poco más, donde lo hallaron de rodillas en oración.

»Estando por morador en el convento de Trujillo, se dijo por cosa cierta, y dello se trataba en la ciudad públicamente, que en el dicho convento le vieron algunas veces elevado del suelo media vara en el aire». Id., pág. 96.»

 

240

Fue el caso que por el mes de diciembre de 1604, inspirado salió el padre a predicar a la plaza mayor, y tomando por tema «el lenguaje de Cristo cuando dijo a los fariseos que tenía virtud para derribar el templo y volverlo a reedificar», entendió la gente que anunciaba la ruina de la ciudad, y de aquí la gran penitencia popular. En cuanto a la manera cómo el pueblo pudo deducir tal cosa, responde Mendieta que por los merecimientos y trabajos del predicador «permitió el Señor que se equivocase el auditorio». Pág. 148.