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241

Referencia a las famosas minas de Potosí y a las incursiones de los ingleses y holandeses en el Pacífico, que tanto sobresalto causaron siempre a los virreyes de Lima.

 

242

A las súplicas interpuestas cerca del Sumo Pontífice por la ciudad de Santiago, como vimos hace poco, habían precedido las de Lima, de las corporaciones, etc., etc. Pedía, pues, Oña al Tíber, a nombre del Rimac, que se uniese a sus ruegos para conseguir «la mayor laureola».

 

243

Felipe IV.

 

244

Podría llevarse todavía la investigación hasta los libros parroquiales de defunción; pero el descuido, el tiempo y las revoluciones han arrastrado en Lima con papeles de toda especie. Los restos del archivo de la Real Audiencia existen en una sala de la Corte Superior de Justicia.

 

245

Esto se deduce de lo que apunta el abate Molina en el catálogo que da al fin de su Historia de los escritores de las cosas de Chile, a saber, que en la librería de Barcia existía manuscrito cuando él escribía [1782] un Poema sobre las guerras de Chile; a no ser que se admita la existencia de otro trabajo en análogas condiciones al nuestro, cosa improbable.

 

246

[«equinoxio» en el original. (N. del E.)]

 

247

Merlo, Defensa legal en exclusión de los cargos que le sacaron siendo oidor de la Real Audiencia de la Plata, año de MDCLXXVI.

 

248

En otro Memorial presentado por don Luis José Merlo de la Fuente, y que consta solamente de dos fojas impresas en folio, se refiere que cuando fue gobernador su padre, habiendo tenido noticia de un alzamiento de indios, hallando ser cinco caciques movedores de él, mandó hacer justicia de ellos, y que la mujer de uno quiso rescatarlo ofreciendo unas grandes barras de oro por la libertad del preso, a lo cual respondió don Luis «no ser vendedor de la justicia, lo cual latamente consta del libro Compendio historial, etc.» He aquí, pues, como los nombres de Xufré del Águila y Merlo de la Fuente aparecen a cada paso confundidos en las obras de la colonia.

 

249

No debemos dejar pasar desapercibido un documento quo sin duda alguna tiene relación con nuestro propósito. Cuando el padre Diego de Rosales tuvo concluida su Historia general del Reino de Chile, algunos que la leyeron desearon que antes de publicarse se les permitiese agregar algo de su letra en recomendación de libro tan estimable. Don Jerónimo Hurtado de Mendoza, entre otros, contador, juez, oficial de la Real Hacienda de Santiago, escribió unos tercetos que contienen ciertas declaraciones personales suyas. Dirigiéndose al jesuita, le dice:

¡Oh! gran Rosales, despertó del grave

ueño en que ya mi Musa ha sumergido

el genio, que en la edad larga no cabe.

Según estas palabras, aparece de manifiesto que Hurtado de Mendoza se había dedicado a la poesía años atrás, y que en esa época era ya viejo. Y a continuación agrega, completando el mismo pensamiento:

A descolgar del tronco del olvido

volvió mi gratitud el instrumento

que en la primera edad sonó atrevido.

Acabamos también de decir, valiéndonos de sus mismas palabras, que el autor del poema cuya cuenta traemos entre manos llegó a Chile en 1599, que entonces solo contaba diez y ocho años, y, por consiguiente, que cuando celebraba en sus estrofas las hazañas de don Francisco de Quiñones, hallábase, como se dice con razón en los tercetos, en la edad primera; y, por el contrario que cuando escribía al frente de la obra de Rosales, por los años de 1666, era ya viejo, se hallaba en la edad larga, en que, según él, no cabía el genio poético.

Merece también notarse que don Jerónimo Hurtado expresaba que su lira había producido acordes atrevidos, lo que evidentemente debemos atribuir a que el género en que cantara era de aquellos que suponen preparación, largo aliento, a todas luces una composición mayor, un poema, para hablar con las palabras de su época.

Adquiere notable robustez esta hipótesis si se examinan dos de los tercetos que siguen, que dicen de esta manera:

Siguió Ercilla, siguió la senda incierta

del alto monte, y su valiente estilo

de esta noticia nos abrió la puerta...

Otros en literario honroso tema

de este asunto emprendieron y en su vuelo

uno se despeñó, y otro se quema.

Sin hacer hincapié en el nos de la primera estrofa que puede referirse a todos en general, pero que estaría especialmente bien empleado en un poeta que habiendo cantado asunto análogo el de Ercilla, dijese éste nos abrió la puerta; fijémonos en que después de estampar que los escritores siguieron al ilustre don Alonso en su obra de cantar en verso la guerra araucana, añado que uno de ellos se despeñó, y que el otro, se quema. En Chile, es conocido de todos el dicho vulgar de quemarse por ir acercándose al objeto que se busca, y ésta es también la aceptación castiza de la palabra según nuestro diccionario. Basta, por otra parte, leer la comprobación de Hurtado de Mendoza para que aún sin una larga práctica pueda traslucirse que quien la ha escrito tenía ya un considerable ejercicio en el arte de hacer versos.

Con tales antecedentes nos parece claro que don Jerónimo Hurtado de Mendoza es también autor de un trabajo poético que no ha llegado hasta nosotros.

 

250

Historia general, t. 2.º, pág. 290.

Jiménez de Mendoza es un hombre conocido en la historia de Chile. «Aunque nacido en Santiago (?) donde se casó su padre -refiere el señor Vicuña Mackenna, (Historia de Valparaíso, t. I, pág. 48)-, hizo sus estudios legales en Lima... Pasó su juventud en los Charcas donde fue teniente de corregidor y asesor del gobernador Pedro de Lucideña.» «Siendo corregidor en Coquimbo cuando Hawkins aportó al puerto de Valparaíso (1594) despachó aviso al virrey del Perú tan oportuno que valió más tarde la derrota del pirata inglés. Pasó en seguida a ser fiscal de la Audiencia de Santiago y después al corregimiento de la capital, cuyas funciones desempeñaba cuando ocurrió la ruidosa pendencia de los Lisperguer que le valió un destierro de cuatro años al sur del reino -(Historia de Santiago, t. I, pág. 154)-, trocado a poco por el empleo de auditor de guerra del ejército que desempeñó durante quince años hasta su muerte ocurrida probablemente en 1631.»