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Provisión de Óñez de Loyola.- Colección de Historiadores de Chile, tomo II, pág. 289.
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Id. pág. 289.
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Codicilo.- Sepan cuantos esta carta vieren como yo el capitán Hernando Álvarez de Toledo, morador en esta ciudad de Santiago de Chile que por cuanto yo tengo hecho mi testamento último y postrimera voluntad ante el presente escribano de esta carta en esta dicha ciudad en veinte y siete días del mes de noviembre del año próximo pasado de seiscientos y treinta, y porque tengo según me quiero acordar dejado y mandado que mi cuerpo sea enterrado en el convento del señor Santo Domingo que está fundado en esta ciudad con el hábito del señor San Francisco, porque mi ánimo y voluntad es de enterrarme en la iglesia mayor de esta dicha ciudad, ahora por vía de codicilo y en aquella vía y forma que más haya en derecho y lugar, ordeno y mando que mi cuerpo sea enterrado en la dicha iglesia mayor catedral de esta dicha ciudad en el asiento y sepultura que en ella hay de mis padres, y con el dicho hábito del señor San Francisco, y con este mando que se guarde y cumpla el dicho mi testamento en lo que no fuere de contrario a este codicilo. Hecho en Santiago de Chile en dos días del mes de diciembre de mil y seiscientos y treinta y un años, y el otorgante a quien yo el escribano público doy fe que conozco. Lo firmó, siendo testigos, Pedro Díaz de Evacola, y Miguel de Miranda el mozo, y el alférez Juan Ruiz de Medina y Jerónimo Serón y el hermano Pedro de Cibara del orden de Juan de Dios.- Hernando Álvarez de Toledo.- Ante mí, Miguel de Miranda Escobar.- Secretario público. (A f. 500 de 1631.) Archivo general.
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A continuación señalamos todas esas octavas, trascripción que justificará tanto el deseo de conocer esos restos, que evidentemente deben haber sido de los peores que tuvo la obra, como el gran peso que los respectivos pasajes que les preceden producen en favor del libro cuya existencia comprobamos.
Tratando de un combate trabado entre araucanos y españoles en la cuesta de Villagra, y retirados los indios a sus trincheras después de una lucha tenaz, continúa Ovalle: «Llegando a este punto el citado capitán Fernando Álvarez, de Toledo en su Araucana manuscrita, dice que se apartó una escuadra de veinte españoles y embistió a ellos con tal ánimo y resolución que abrieron puerta para que entrasen los demás y tuviesen el buen suceso que luego diré; y antes de llegar a él será justo hagan paréntesis estas dos octavas en que el autor nombra estos valerosos y esforzados héroes dignos de inmortal memoria, de cuyos descendientes viven hoy muchos que conozco en Chile, y así los pongo aquí para su honor:
El capitán don Carlos, Peñalosa
Tomás Pastén, Diego Arias y Becerra,
don Pedro Calderón y el de Espinosa,
Luis de Cuevas, Quirós, Nicolás Serra
Serrano, Villagra, Juan de Mendoza
don Luis de Esquibel, Soto, Juan Guerra,
Miguel de Riva y Juan de Cadeno
Pedro Nuño y Francisco Sáez de Mena.
Aquestos veinte son los que embistieron
or la mano siniestra al fiero asalto,
y un lienzo por dos parte les rompieron
causándoles terrible sobresalto:
al punto a la defensa los salieron
los contrarios con grito horrendo y alto,
mas la española gente entró furiosa
Con fuerte pecho y mano poderosa.
«Abierta esta brecha y entrada por este lado, embistió luego siguiéndole gente muy granada y lucida por la parte más alta; y lo mismo hicieron, por otras otros valerosos capitanes que refiere el mismo autor en las siguientes octavas:
Siguiole en el cruel y fiero asalto
hoy al maese de campo brava gente
que del fuerte acometen lo más alto
y más dificultoso por la frente.
Ninguno de valor se halla falto:
con tal brío se muestran al presente
que cada cual entiende ser bastante
a deshacer un muro de diamante.
El capitán Vallejo y Alvarado
don Alonso Zurita y su sobrino,
Pero Gómez, Durán y Juan Hurtado
con el valor y pecho que convino,
Lope Ruiz, Luis Monte y Maldonado,
Juan Gudinez, Godoy, don Bernardino
del Águila Jufré, que hoy tal se muestra
con valerosa espada y feliz diestra.
Miguel de Silva, Rojas y Cabrera
don Lorenzo, Juan Pérez, Labarría
el de Sorria y Hernández de Herrera
Tinoco, y el de Vargas acudía
don Juan Rivadeneira en la primera
hilera, su valor hoy descubría
Pedro Pastén, Azoca y Juan Henrique
cuyos hechos la fama los publique.
De Rodolfo don Juan por otra parte
entró con otra banda de guerreros
asando foso, muro y baluarte
en la plaza saltó de los primeros
delante de los suyos, cual un Marte
mostraba al enemigo los aceros
del juvenil furor y la braveza
del ánimo gallardo y fortaleza.
Síguele aqueste día el de Gaete
don Gabriel, morales y Bufardo,
Miranda, Simón Díaz y Alderete,
Urbanega, Cisternas y Guajardo;
Amador Arias con valor se mete
mostrándose cruel, Bravo y Gallardo
Verdugo, Salazar, Luzón, Sargento
con muchos que pudiera y no los cuento.
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El historiador don José Pérez García cita (lib., 7.º, cap. II, nota 11) la Araucana manuscrita de Álvarez de Toledo, hablando de las batallas de Villarrica y cuesta de Villagra, y dice a este propósito que la victoria estuvo indecisa «hasta que veinte españoles la apostillaron y entraron en la plaza de armas, como lo cuenta don Fernando Álvarez de Toledo, que se halló en la batalla». Pérez García tomó este dato de Ovalle, ¿o citaba en vista del libro de nuestro poeta? Él no lo dice. Recordando este mismo pasaje de nuestro poeta, guarda también silencio sobre el particular Córdoba y Figueroa, Historia de Chile, pág. 161.
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Y tan a la letra debió estarlo que parece no tuvo otra fuente a que ocurrir, como se desprendo de sus propios términos: «Y pues se han nombrado muchos de los que más parte tuvieron en esta victoria (cuesta de Villagra) sería agravio no hacer lo mismo a los veinte reformados que anduvieron al lado del gobernador, y tanto se señalaron en el principio y fin de la batalla, de los cuales (aunque no de todos y por eso tampoco podré yo referirlos) hace mención el mismo autor de arriba en esta octava que dice así:
Francisco son y Alonso de Riveros
los que lo siguen hoy con el de Luna
Lorenzo de Bernal, y Juan Riveros
en quien jamás se halló tardanza alguna,
Córdova y Castillejo aunque postreros
fueron en el salir; llegan a una
con ellos don Antonio Brito, y Recio
a quien la fama ha dado honroso precio.
Ovalle, pág. 238.
267
Ovalle, pág. 265.
268
Anales de la Universidad de Chile, 1866, pág. 204.
269
Contado tengo ya si no me olvido
que soy, señora, frágil de memoria
y con voluntad sola he proseguido
falto de lo demás aquesta historia.
Si de vuestro favor yo careciera,
o en él no confiara cual confío,
o pasara tras de Oña la carrera
en un rocín tan flaco como el mío...
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Ticknor, Historia de la Literatura española, nota de Gayangos, en la pág. 472 del tomo 3.º.