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ArribaAbajo Canto Tercero

39-segunda línea del sumario:

Mátanle los araucanos los corredores [...]


Corredor es término de milicia, que se aplicaba al soldado enviado de descubierta, explorador que decimos hoy; de donde se deriva corredurías, que abarca también la idea de incursión armada a tierras del enemigo. Más adelante tendremos ocasión de volver sobre este punto.



40-2-1:


A Valdivia mirad, de pobre infante [...]


Infante, soldado de a pie, calificativo que el poeta le da, contraponiéndolo al de a caballo, cuyos costosos arreos en aquellos tiempos le hacían preferente al de infantería.



40-3-1, 2:

Bello, al tratar del relativo quien, observa que «no se limita hoy tan estrictamente a personas, que no se refiera algunas veces a cosas, cuando en estas hay cierto color de personificación, por ligero que sea. Así, dice, no tienen nada de repugnante para nuestros oídos ni estos versos de Rioja (que cita) ni aquellos en que dice Ercilla, hablando de la codicia:


»Esta fue quien halló los apartados
indios de las antárticas regiones [...]».


Tratando más adelante (capítulo XXXVIII, pp. 248-249) de las construcciones de ese relativo, después de manifestar que equivale algunas veces a el cual y tiene un antecedente expreso de persona o de cosa personificada, hace notar que otras veces no se calla el antecedente «porque va envuelto en quien, cuyo significado se resuelve entonces en dos elementos, una idea de persona o cosa personificada, y el relativo que, cosa que sucede, entre otras veces, cuando el antecedente es predicado, y el relativo sujeto», y cita en comprobación de lo que dice los dos versos que quedan copiados, diciendo: aquella que, aquella predicado de fue, y que, sujeto de halló.

Debemos advertir que el insigne gramático, que citaba, probablemente, de memoria, esos versos de La Araucana, puso, equivocadamente, Ella fue por Esta fue.



41-1-4:


Présago y con temor del mal futuro [...]


«Por muchos altibajos ha pasado la voz presago, como grave la puso primeramente la Academia (Dicc. primera edición); luego dijo présago (sexta edición, por ejemplo); luego otra vez presago (novena edición), y ya ha vuelto a hacerla esdrújula (décima y undécima edición); como es muy posible que todavía haya otras oscilaciones análogas, dice Cuervo, Apuntaciones, p. 34, es quizá lo más conveniente atenerse a la pronunciación latina prefiriendo como grave el vocablo de que tratamos, y abroquelarse, en caso de impugnación, con los ejemplos que suministran los escritores de la edad de oro de la literatura española:


»El cielo no alumbró; quedó confuso
el nuevo Sol, presago de mal tanto.


Herrera, «Canción VII. A la pérdida del Rey don Sebastián», lib. II, Col. de Aut. Esp., t. XXXII, p. 319.                



»Su ánimo, presago lastimero
de mi infelice suerte, el cuerpo al punto
desnuda del sutil vigor ligero.


Id., Elegía, «Qué señales presente de tristeza».                



»El corazón presago de algún daño.


Jáuregui, Aminta, acto III.                



»Cual si anteviera el ánimo presago
ya por su medio el venidero estrago.


Id., Orfeo, Canto I.                


  —219→  

Présago, hemos dicho nosotros, siguiendo el léxico y el texto del poema de la edición de la Academia, pero sí debemos advertir que en todas las del siglo XVI aparece presago, sin acento, y que Cervantes hizo esdrújula esa voz (Num., jorn. II, esc. I):

SAC. 2.º
¿No oyes un ruido, amigo?, ¿viste
el rayo ardiente que pasó volando?
Présago verdadero desto fuiste.

En La Española Inglesa: «Pusieron los ojos en Isabela, y no la conocieron, aunque el corazón, présago del bien que tan cerca tenían, les comenzó a saltan en el pecho [...]». Colec. Rivad., t. I, p. 151.

Y en Persiles y Sigismunda, p. 583, t. I, Colec. Rivad.: «A todo esto no alzaba la cabeza de sobre el pecho la hermosa Auristela, que como présaga del mal que le había de venir, iba pensativa [...]».

En América la hallamos empleada por Barco Centenera, Argentina, hoja 200 v.:


Temían el succeso subsecuente
y el ánimo presago adevinando
en lo futuro mal inconviente,
el Capitán el sueño prometía
como en Madrid siguro en demasía.


Rufo en La Austriada, Canto I, hoja 20:


Y présaga al seguro puerto atiende,
que una centella todo el monte enciende,


El último Dicc. de la Academia (14.ª edición) admite presago y présago.



41-2-5:


Dándote por ventaja de su grado [...]


Para la mejor inteligencia de lo que el poeta quiso decir, se debió poner entre comas la frase adverbial de su grado, que vale como «voluntaria y gustosamente», según la definición del léxico. Es más generalmente usado entre nosotros «de buen grado», así como antaño se decía «mal su grado», cual en este ejemplo de Castellanos (Elegías, p. 148) y otros que se verán en seguida:


Volviendo, mal su grado, por do vino [...]



Fijo mío mucho amado,
para mientes,
e non contrastes las gentes
mal su grado [...]


Proverbios del Marqués de Santillana.                



Y a pesar de su grado allí parose [...]



Y estar allí encerrado a su mal grado [...]


Orlando Furioso, trad. de Urrea, Cantos I y II.                



Todos venían al suelo mal su grado [...]



Hace morir la yerba mal su grado [...]


Garcilaso, Égloga II.                



La sombra vence al sol mal de su grado [...]



Y si ésta llega, cual sospecho, a Europa,
mil damas nos traerá, mal de su grado [...]


Barahona de Soto, La Angélica, Cantos VII y XI.                



Muchos el rico peso sacudieron
de los cansados hombros, mal su grado [...]


Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 20 v.                



El alférez cayó de otra manera,
y fue, que de gran número impelido,
perdida mal su grado la bandera [...]



Tal quiebra, al embestir, la pasamenta,
y tal de las del Turco, mal su grado [...]


Rufo, La Austriada, Cantos XXII y XXIII.                



En fin, por agradalla, mal su grado [...]
y por tomar las lágrimas que llora
dejó tomar la sangre a su señora [...]



Quedose don Alfonso, mal su grado,
por falta de salud, y no de brío [...]


Oña, Arauco domado, Cantos XIII y XIX.                



Guardando mal de su grado
un gran rebaño de penas [...]


«Romance a Elisio», atribuido a Cervantes en el Romancero de D. Eugenio de Ochoa, París, 1838.                


«[...] que si el fraile no se dejara caer de la mula, él le hiciera venir al suelo, mal su grado, y aún ferido, si no cayera muerto [...]». «[...] pues llega don Gaiferos, y sin mirar si se rasgará o no el rico faldellín, ase della, y mal su grado la hace bajar al suelo [...]». Cervantes, Don Quijote, I, 202, y VI, 163.



41-2-6:


A cabo en caminar se resolvían [...]


Observa Salvá, Gramática, p. 315, que «hoy está reservada la locución resolverse en, para los objetos materiales que mudan de estado por una causa física».



41-3-2:


En sus valientes brazos se atrevieron [...]


Advierte Cuervo que atreverse usado con en, que vale lo que confiarse, es régimen anticuado, si bien no cita más ejemplo que el presente verso de Ercilla.



41-4-7:


Sólo Valdivia calla y teme el punto [...]


Punto en su valor de «ocasión oportuna, momento favorable», que es, de entre todas las acepciones que de esta voz nos da el léxico, la que más se aproxima a lo que ha querido decir el poeta.



41-5-4:


Que en nuestro daño da bandera al viento [...]


Dar bandera al viento significa aquí lo mismo que banderas tendidas (68-3-3), locución de que tratamos en otro lugar.



42-2-1:


Quién éstos son tendréis en la memoria [...]


En el comienzo de La ilustre fregona de Cervantes se halla el siguiente pasaje: «A estos dos caballeros mozos, como quien han de ser las principales personas deste cuento [...] les llamaremos [...]»: sobre el cual observa Rodríguez Marín que «Quien haciendo a plural lo mismo que a singular era comunísimo antaño»: lo que confirma lo dicho por Bello de que el uso moderno de ese relativo es un tanto diferente del que acostumbraron los escritores castellanos hasta después de los tiempos de Cervantes y Lope de Vega, sobre lo cual ya tuvimos ocasión de insistir al comentar otro verso de Ercilla de este mismo canto.



42-3-2:


De los mozos livianos que allí había [...]


  —220→  

«Liviano, del nombre latino levis, toda cosa que tiene en sí poco peso, transfertur ad animum, y sinifica el hombre inconstante y que fácilmente se muda». Covarrubias.

Ya el poeta había hablado antes (11-3-6) del «liviano común».

«[...] como mancebos livianos determinaron de alzarse en la tierra [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 572.



42-4-8:


Enmudeció de rabia y de corrido.


Corrido, de que el poeta usó en tres pasajes más y de que sería ocioso multiplicar ejemplos.

«Correr, de su propia significación, que es currere, tiene otra, y es esta que decimos que se corre uno cuando, burlando con él y motejándolo, se enoja. Esto mostró galanamente un caballero en una copla que hizo a otro caballero, que, siendo él flaco, cabalgaba en un caballo flaco, y era hombre que le pesaba que burlasen con él:


»Vuestro rocín, bien mirado,
por compás y por nivel,
os es tan pintiparado
en lo flaco y descarnado,
que él es vos y vos sois él;
mas, una cosa os socorre
en que no le parescéis,
que él, de flaco no corre,
y vos, de flaco, os corréis.


Mayans, Orígenes, p. 96-97.                


Vaya todavía este, de los varios que Lope de Vega nos presenta en su Jerusalén conquistada, libro V, hoja 123:


Como suele salir de pobre aldea
tal vez recién formada compañía,
tan rota que se corre que la vea
noble villa o ciudad marchar de día [...]




42-5-2:


¡Cuánto la verde plática sentiste!


Con el calificativo de verde designó a aquella plática, en vista de haber sido hecha por mozos livianos.



43-1-5:


Veinte mil conjurados, yo testigo [...]


Y después en (364-5-2):


Puso la diestra mano (yo presente) [...]


o cuando dijo (288-3-1):


Aquella noche, yo mal sosegado [...]


Expresiones todas que corresponden -como observa Rodríguez Marín en nota al pasaje de Cervantes que vamos a copiar- al ablativo absoluto latino, en el cual se suprime el verbo estar o hallarse, que el mismo Ercilla no omitió en una frase de construcción semejante (280-5-2):


Hallándome con otros yo presente [...]


He aquí el ejemplo análogo de Cervantes (Don Quijote, III, 211): «Afligiose Camila, como mujer discreta y honrada, de la orden que su marido la dejaba, y díjole que advirtiese que no estaba bien que nadie, él ausente, ocupase la silla de su mesa [...]».

Castellanos escribió también yo presente:


[...] el capitán Luis de Villanueva
que fue mucho después en Cartagena,
a matrimonial yugo sujeto
con doña Inés de Heredia, yo presente [...]


Historia del Nuevo Reino de Granada, I, 390.                




43-3-2:


Sin más les persuadir, rompe la vía [...]


Romper la vía: tal como decimos romper la marcha, romper las hostilidades, romper el día, en su sentido figurado, que vale lo que empezar.



43-5-5:


Las astas de anchos hierros blandeando [...]


Gerundio de blandear, que se repite en 185-1-7, 315-4-4:


Quién la fornida pica blandeando [...]



Una asta de dos costas blandeando [...]


Pero pocas estrofas más adelante (316-1-3) usa de blandiendo:


Y blandiendo la gruesa pica dura [...]


Blandear es el verbo llamado a suplir las formas que faltan al defectivo blandir, y hoy que ha empezado -como observa Bello (Gramática, p. 138)- a usarse blande, blanden, es raro que ocurra.



44-1-4:


Y más vecino, a fin que no cerrase [...]


Cerrar, en su significado de acometer, de que veremos ejemplos más adelante; por ahora bástenos con este del P. Ovalle (I, 355): «[...] últimamente cerraron todos juntos, sin más temor de las balas que si fueran de algodón [...]».



44-2-1:


La piquería del bárbaro calada [...]


Acepción de calar diversa de las que quedan indicadas en la nota correspondiente de la página 35. Así dice el Diccionario de Autoridades: «Calar la pica, es tomarla para usar de ella, poniéndola en la postura de servir». «Y a esta sazón ellos comenzaron a calar las picas hacia adelante [...]». Sandoval, Hist. de Carlos V, Amberes, 1681, fol., t. I, p. 475.

El poeta vuelve a emplear esta misma expresión, cuando dice (64-4-1, 2):


Calan de fuerte fresno como vigas
los bárbaros las picas al momento [...]


Tal como se dice hoy calar bayoneta.

González de Nájera, tan experto en cosas de la guerra de Chile, aconsejaba que se enseñase a los soldados españoles a «marchar y guardar rectamente sus hileras, y en los escuadrones a saber calar las picas a todas partes [...]». Página 243 de nuestra edición.



45-4-6:


Que con la basca y última congoja [...]


  —221→  

Ercilla empleó también, en dos ocasiones, el adjetivo bascoso (233-3-7, 523-4-6):


Bascoso, revolviéndose en el lodo [...]



Desfogando aquel ímpetu bascoso [...]


Covarrubias escribe vascas. Carece de singular, y corresponde, según ese autor, a «las congoxas y alteraciones del pecho cuando uno está muy apasionado, o de mal de corazón, o de enojo, o de otro accidente [...]».

En el Romancero del Cid se halla, en efecto, en plural:


Estando, pues, combatiendo
con tan honrosas bascas [...]


Por supuesto que Oña empleó también las voces bascas y bascoso:


Sonaban ya por donde discurría
rabiosas bascas, voces y gemidos,
que con mortales ansias despedidos
formaban dura y áspera armonía [...]



Mas no se fue Bernal sin pago desto,
porque le dio tal golpe el brazo fuerte
con la bascosa rabia de la muerte,
que casi le dejó en sus manos puesto [...]


Arauco domado, VI, 155, y XI, 274.                


«El marearse los hombres que comienzan a navegar es cosa muy ordinaria, y si como lo es tanto y tan sabido su poco daño, no se supiera, pensaran los hombres que era aquel el mal de muerte, según corta, congoja y aflige el tiempo que dura, con fuertes bascas de estómago y dolor de cabeza y otros mil accidentes molestos». Acosta, I, 130.



45-5-2:


Haciendo tales hechos señalados [...]


frase que repite en idéntica forma (202-1-7):


Hiciéramos un hecho y una suerte [...]


Era corriente antaño decir hacer su hecho, como escribió el P. Ovalle (I, 360): «Caupolicán con su ejército, y tres leguas de la fortaleza de los españoles hizo alto y dio trazas de espiarlos y saber la disposición que tenían para hacer mejor su hecho»; donde se ve que vale tanto como lograr su propósito, realizar su intento.



46-1-8:


Antes cobran el campo y los retiran [...]


Cobrar, en su acepción de recuperar; y campo, como sitio elegido para el combate o desafío; y así se dice campo del honor, campo de batalla.

Retirar, usado como activo en este pasaje y en otros, v. g., (65-3-8):


Los castiga, maltrata y los retira [...]


en su valor de rechazar.



47-1-3:


Acariciado dél y favorido [...]


Por segunda vez aparece esta voz (157-5-3):


De la instable Fortuna favoridos [...]


Favorido, anticuado, por favorecido.

Propiamente, favorido, según Covarrubias, es aquel a quien hace favor la dama; pero Cervantes lo empleó en el mismo sentido que Ercilla (Don Quijote, III, 321): «[...] y la salutación que el mejor maestro de la tierra y del cielo enseñó a los allegados y favoridos fue decirles que cuando entrasen en alguna casa, dijesen: "Paz sea en esta casa [...]".» .

Y Castellanos, Hist. del N. R. de Granada, t. I, p. 209:


[...] y éstos por ser personas favoridas,
que doquiera tenían mucha mano,
no podía quitallos de por medio.




47-1-6:


Viendo que a más andar se retraía [...]


Cuatro veces usó Ercilla de esta frase a más andar (145-4-8, 298-3-8; 490-5-3):


Que a más andar también se le avecina [...]



De rota a más andar ganaban tierra [...]



Al fuerte a más andar nos recogimos [...]


«A más andar: cuando uno va muy a prisa, va a más andar [...]». Correas, Vocabulario, p. 507.

Modo adverbial, por a toda prisa, que se nos figura resulta tan elegante como expresivo y para prestigiarlo cuenta con el uso frecuentísimo que de él hizo Cervantes (Galatea, lib. III, p. 114):

CRISIO
Hágase lo que pide Orompo agora,
pues ya de recoger nuestro ganado
se va llegando a más andar la hora.

«[...] y con todo esto, los siguieran, si no vieran que Galatea y Florisa y las otras dos pastoras a más andar hacia donde ellos estaban se venían [...]». Id., p. 196. «Lo que Tirsi dijo, movió a querer llamar a Lauso; y así le dio voces que viniese; mas viendo que no las oía, y que ya a más andar iba trasponiendo un recuesto, con toda ligereza se adelantó [...]». Id., p. 201.

Y no menos de cuatro veces en Persiles y Sigismunda: «[...] pugnaban con todas sus fuerzas llegar a ella con la mayor brevedad que pudiesen, porque ya las barcas hacían agua, y los bastimentos a más andar iban faltando [...]». Pág. 576, t. I, Colec. Rivadeneyra. «[...] y se vino el día, no a más andar, como dicen, sino para más pensar [...]». Id., p. 585. «[...] y se vino a más andar el día [...]». Pág. 627. «[...] Isabela, que a más andar se iba al otro mundo [...]». Pág. 658.

En El trato de Argel, jorn. I, esc. II:


Y pues te deja agora la discordia,
que tanto te ha oprimido y fatigado
y a más andar te sigue la concordia [...]


Las dos doncellas, p. 204, t. I, Colec. Rivadeneyra: «[...] que a más andar, se iban entrando por los huesos y médulas [...]» .

«En estos coloquios y otros semejantes pasaron la noche amo y mozo; mas viendo Sancho que a más andar se venía la mañana, con mucho tiento desligó a Rocinante, y se ató sus calzones». Don Quijote, I, 148.


Faltan a más andar los bastimentos [...]


Castellanos, Elegías, p. 19.                


Pedro de Oña dijo, por su parte (Arauco domado, C. XIII, 328, XV, 381):

  —222→  

A más andar llegándose venía [...]



A más andar los pasos les tomaba.


Usado también por el P. Ovalle (I, 356): «Iban muy orgullosos los indios ganando tierra, tenían ya muy apretados a los nuestros y a más andar se mostraba por ellos la victoria [...]».



47-3-2; 76-3-4:


Y engerís en el tronco generoso [...]



Hierros otros en astas engerían [...]


Engerir, forma anticuada de ingerir, la cual hallamos usada por Cervantes: «-¡Ha visto usted aquel concordar de versos, aquel jugar del vocablo con el nombre de la dama, y aquella invocación de Cupido, y aquel gallardo tan bien encajado, y los años de la niña tan bien engeridos, con aquella comparación tan bien contrapuesta y traída de pequeña a gigante. La Tía fingida, p. 246, t. I, Colec. Rivadeneyra.


Era mudable, trascendido y sabio
de sangre castellana y mora engerio [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 167.                




47-2-3:


Una incurable plaga, una dolencia [...]


¿Está bien empleada la voz plaga? ¿No habría de por medio una errata, debiendo leerse llaga por plaga? ¿Se puede ingerir una plaga?

Cesen tales dudas ante la explicación que nos da el léxico, de que plaga valía antaño lo que llaga, tal como aparece poco más adelante en el poema (59-1-7):


La llaga que al principio no se cura [...]




47-4-2; 369-3-2:


Que de nuestros agüelos mantenemos [...]


Forma que se repite en dos pasajes más, pero que en la edición príncipe y en la de Salamanca que le siguió, apareció en la que se usa. Aquella la vemos empleada aún a principios del siglo XVII, tanto en España como en América.


Hijas de un padre y nietas de un agüelo [...]


Alcázar, Poesías, p. 138.                


Cervantes, Don Quijote, V, 108: «[...] y yo no sé, por cierto, quién le puso a él don, que no tuvieron sus padres ni sus agüelos».

El P. Hojeda (La Cristiada, hoja 262 v.):


Eres, por cierto, y el Señor lo vía
cuando tus más que pérfidos agüelos
la justa maldición y profecía
se echaron, que les cumplen hoy los Cielos.


Dejamos ya indicado que es una de las voces anticuadas que, según afirma el señor Cavada, se conserva aún en el habla corriente en Chiloé.



47-5-7:


A lo menos firmad el pie ligero [...]


Y en este verso (251-5-2):


Salidos de las naos el pié firmamos [...]


En no menos de cuatro pasajes más del poema se usa de este verbo firmar por afirmar (121-4-7; 233-2-6; 243-4-4):


Los unos y los otros sin firmarse [...]



Se firma recatado y sospechoso [...]



Viendo que sin firmarse alto lo lleva [...]


y todavía en un sentido más limitado y especial, sin duda de la milicia, cuando dijo (186-2-8):


Firman el paso presuroso oyendo [...]


Ejemplos de este uso anticuado de firmar por afirmar: «Firmados, pues, en este parecer, se desembarcó el Virrey, y don Antonio Moreno se llevó consigo a la morisca y a su padre [...]». Don Quijote, VIII, 181.

En la misma forma lo empleó Pedro de Oña (Arauco domado, C. XIX; p. 499):


Que si ellos van con íntimos deseos
de ya firmar sus pies en vuestros llanos [...]


Don Juan de Arguijo (Flores de poetas ilustres [...] ordenada por don Juan Antonio Calderón, p. 17):


¿Y cómo puede ser que te prometas
fe del infido, del tirano ayuda,
y no veas que, en firmando aquí la planta,
probará en tu garganta
su agudo alfanje aquella mano cruda?




47-5-8:


A ver cómo en defensa vuestra muero.


A ver, dice el léxico, es una expresión familiar «con que se explica la determinación a esperar que el suceso diga la certidumbre de alguna cosa». En Andalucía es muy frecuente oír «veremos a ver».



48-5-3; 395-5-3:


Mata, hiere, destronca y echa a tierra [...]



El recio destroncar y encuentro horrendo.


En las acepciones figuradas de este verbo destroncar el léxico sólo contempla la de «cortar o descoyuntar el cuerpo o parte de él -que es la que le corresponde en estos versos- o la de arruinar a uno», olvidándose de la que tiene en un sentido más general, y bien expresiva, por cierto, de dejar una cosa cualquiera cortada o separada de su parte principal, de que darán muestra los ejemplos siguientes:

«[...] y en aquel punto tan dudoso paró y quedó destroncada tan sabrosa historia, sin que nos diese noticia su autor dónde se podría hallar lo que della faltaba». Don Quijote, I, 214.


No quedó al golpe horrible altiva espada
de cuantas antes contra sí tenía,
que no huyese, viendo destroncada
la mayor fuerza con que el Rey venía [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 217.                


En Chile usamos de este verbo destroncar aplicándolo a los árboles que se arrancan de raíz, y se dice que está un caballo destroncado cuando por viejo o enfermedad de las manos marcha con dificultad.

Véase Román, Dicc. de Chilenismo, t. II, art. Destroncar.



  —223→  

48-3-5:


En él se resumió toda la guerra [...]


Y empleó el poeta por segunda vez ese verbo cuando dijo (61-1-4):


En que fue de los grandes se resuma [...]


Y tercera vez (176-5-3):


En disputa la lucha resumieron [...]


«[...] y entre todos los que por el mesmo salvoconducto parescía haber sido participantes en este negocio, se resumieron en matar al capitán Gaspar Rodríguez [...]». Zárate, Conquista del Perú, ed. Rivad., p. 515.

«Ríe él de la vanidad de los sueños; llora ella en pensarlo, y échase a sus pies que no salga; y en fin, tantos gritos y voces dio, poniéndole sus chicos hijos delante por criar, que él lo otorgó y se resumió de quedarse en casa». Zapata, Miscelánea, p. 298. Y en la misma obra, p. 455, se lee también: «[...] mas, se resumieron en fin de le meter en una bóveda, por ahorrarse el trabajo de la sepultura». Todavía el citado autor en su Carlo famoso, hoja 55:


Al fin se resumió en esto postrero [...]



Pues, ¿en qué te resumes, di, Salicio,
acerca deste enfermo compañero?


Garcilaso, Égloga II.                



Muchas cosas consultan y decretan:
y fueron en efecto resumidos
acometelles antes que acometan [...]



El Polo se resume que escribiese
de su mano el mandato y que se asiente [...]



Aquel congoxosísimo cuidado
con ningunos descuidos interpola,
y de vacilaciones rodeado
se quiso resumir en una sola.


Castellanos, Elegías, pp. 86 y 119.                


Barco Centenera (Argentina, hojas 164 y 137):


Y en tanto todos ya se han resumido
que de paz recibiesen al cristiano [...]


En todos estos ejemplos se ve, nos parece, que resumir vale lo que resolver en último término, decisión final: acepción que no se halla en el léxico.



48-4-2; 192-1-1:


Ni en antigua escritura se ha leído [...]



Veranse por los ojos y escrituras [...]


Hoy en día aplicamos casi en absoluto la voz escrituras a las que tienen carácter de públicas; pero en Ercilla y otros poetas se refería en general a relaciones escritas. Otros ejemplos de La Araucana (349-3-2; 380-1-6):


Digno de poner en escritura [...]



Hechos que no se han visto en escrituras,


esto es, en libros.

El mejor ejemplo del empleo de esta voz nos lo ofrecen las Sagradas Escrituras, como se llama a la Biblia, o libros sagrados; pero ocurre también en varios pasajes del Don Quijote, v. gr. (IV, 265): «[...] negándome que no ha habido en el mundo Amadises, ni de Gaula ni de Grecia, ni todos los otros caballeros de que las escrituras están llenas».

«[...] y allí no faltará quien ponga en escrito las hazañas de vuestra merced, para perpetua memoria». «[...] y hizo otras cien mil insolencias, dignas de eterno nombre y escritura». Don Quijote, II, 177, 290.

Cervantes dijo también en tal sentido: «otras algunas cosas les sucedieron en el camino de Barcelona, no de tanta importancia que merezcan escritura [...]». Persiles y Sigisinunda, p. 646, ed. cit.


Para saber si debo dar más paso
en seguilla, o dejar tan loca pena,
consagro al fuego vuestro esta escritura.


Cetina, Obras, I, 61.                


Cieza de León en su Crónica del Perú la emplea muchas veces, v. gr., en este pasaje del proemio: «Lo que pido es, que en pago de mi trabajo, aunque vaya esta escriptura desnuda de retórica, sea mirada con moderación; pues, a lo que siento, va tan acompañada de verdad».

Francisco de Jerez (Conquista del Perú, p. 330, ed. Rivad.): «Si todos los razonamientos que entre este indio y el gobernador pasaron se hobiesen de escribir por extenso, sería hacer escriptura, y por abreviar, va en suma».

Juan de Castellanos (Elegías, pp. 116 y 144):


En aquesta sazón y coyuntura
otros valerosísimos soldados
Que no sabré poner por escriptura
estaban en los pueblos señalados [...]



Otro varón cantamos valeroso,
que fue no menos digno de escritura [...]


Pedro de Oña usó, asimismo, de esa voz en su Arauco domado, Canto IV, p. 84:


No es fábula ni poética figura,
fición artificiosa, ni ornamento,
sino verdad patente la que cuento,
que es de lo que se precia mi escritura [...]


Siguiendo esta práctica, Mendoza Monteagudo escribió en sus Guerras de Chile (Canto I, p. 3):


Para que del lector considerada
conozca en mi escriptura claramente
de qué parte se trata y de qué gente.


Donde manifiestamente se deja ver que no se trata de su letra -según se entendería hoy-, sino de su relato.



48-4-6; 454-3-1:


De un bárbaro mochacho, haya podido [...]



Era mochacha grande, bien formada [...]


Danos el léxico por anticuado a mochacho, pero le vemos empleado aún por Cervantes: «[...] y de una Marica y un a una doña tal y señoría, no se ha de hallar la mochacha, y a cada paso ha de caer en mil faltas [...]». Don Quijote, V, 104 .



49-3-7:


Y contrastó el furor del vitorioso [...]


Este verbo contrastar es muy usado por Ercilla en el sentido de oponerse, resistir, impedir, detener con éxito, especialmente en su relación de la batalla   —224→   de San Quintín. Empleó también «sin contraste», o contraste de fortuna, que es la voz que de entre sus similares se ha conservado en Chile. Ejemplo (316-3-6):


Fue sin contraste en un momento abierta [...]


En su forma verbal la usó Cervantes (Don Quijote, IV, 125):


Ni pueden ser dichosos
los que, no contrastando a la fortuna,
entregan desvalidos
al ocio blando todos los sentidos.


Frase enteramente análoga a la que Ercilla había expresado (252-2-5; 603-5-7):


De la adversa fortuna contrastado [...]



Pero a cualquier fortuna contrastaban [...]


o en lugar de «fortuna», «el hado», que dijo en dos ocasiones (404-3-3; 424-5-4):


No pudo contrastar el duro hado [...]



Contrastaba al furor del duro hado [...]


Baltasar del Alcázar en dos de sus Poesías (pp. 165 y 198, ed. de la Real Academia, Madrid, 1910, 8.º):


No venza tu enemigo ni contraste
lo que Tú con tu sangre redemiste [...]



La bella diosa, viéndote ocupado
en contrastar las ondas de Neptuno [...]


«[...] las cuales aves toda la noche no paran, y cuando esclaresce el día se tornan a esconder, y no parescen hasta que es puesto el sol, que tornan a su acostumbrada pelea, contrastando con los dichos murciélagos». Oviedo, Sumario, p. 502.

Ningún ejemplo mejor para apreciar el valor de ese verbo que este que nos ofrece Zapata: «[...] el rey Francisco, sacado de la prisión del Emperador, y aún dándole su hermana en casamiento, con mayor envidia que antes, le contrastó y guerreó toda su vida». Pág. 105.

Oña empleó también la forma verbal, pp. 40 y 87:


Potencia que a la suya contrastase [...]



De nuevo los combaten y contrastan [...]


Pero, en realidad de verdad, la frase que ha sobrevivido como clásica es la de los contrastes de fortuna.



49-4-1:


Estaba el suelo de armas ocupado [...]


Ocupado que vale aquí tanto como lleno, repleto, en la misma acepción figurada en que el poeta usó ese adjetivo, hablando de la gente española en el siguiente verso (102-5-6):


Ocupada del miedo de la guerra [...]


Y sin duda en la misma, pero más difícil de traducir, cuando dijo (544-3-2):


El sitio es ocupado y peñascoso [...]


¿Corresponde, acaso, a la que le da el Diccionario de Autoridades de que «vale también llenar algún espacio o lugar vacío»? ¿O de embarazar o estorbar a uno, que trae el léxico? Estas dos son las únicas que más se acercan a lo que el poeta quiso expresar, pero no corresponden sino remotamente a ello. ¿Ocupado con qué?, nos preguntaremos. ¿Con árboles, malezas, completando el calificativo de «peñascoso» que le sigue?

El Diccionario de Autoridades trae en comprobación de su definición que hemos copiado el siguiente ejemplo de la Historia de la Orden de Santo Domingo del P. Castillo, t. I, lib. I, cap. 51: «Fue a descubrirle la falda del sayo, que llevaba ocupada, y halló ser verdad que eran manzanas».

A la misma acepción corresponde esa voz en la siguiente frase de la conocidísima Profecía del Tajo de Fr. Luis de León:


Acude, corre, vuela,
traspasa el alta sierra, ocupa el llano.



El bárbaro, en la villa y en la fuga,
ocupado de empacho y de vergüenza,
se fue por una senda muy hollada [...]


Villagra, Conq. de la Nueva México, h. 148 v.                



Mientras yo oía tus empresas bravas
los miembros un temor me iba ocupando [...]


Mexía, Parnaso Antártico, hoja 29.                



[...] mustio color violado,
amarillez caída
ocupa tu belleza [...]


Obras del bachiller Francisco de la Torre, hoja 33 v.                


Y en este ejemplo de Ovalle (II, 76): «[...] pues podemos decir, que estando con el bocado en la boca, los alcanzó y ocupó la ira de Dios, como lo experimentaron miserablemente [...]».

Pero quien nos va a resolver la duda propuesta acerca del significado que debe darse a ocupado en el último de los versos citados, es Oviedo (Sumario de la natural historia, p. 514): «[...] desde Panamá hasta el dicho río de Chagre hay cuatro leguas de muy buen camino, y que muy a placer le pueden andar carretas cargadas, porque, aunque hay algunas subidas, son pequeñas, y tierra desocupada de arboleda y llanos [...]».



49-4-5:


También habían sus gentes reparado [...]


En muchas ocasiones echó mano Ercilla del término reparar en la acepción de detenerse en vista de algún tropiezo o inconveniente.

Reparar el golpe, que es modismo corriente, lo usó también varias veces (319-5-6):


A dos manos el golpe ha reparado [...]


De otras acepciones de reparar hablaremos más adelante.



50-1-5:


Treme y gime la tierra del horrendo [...]


Tremer, usado cinco veces en el poema, por temblar, como se ve especialmente cuando el poeta dijo (104-1-1, 2):


Venían ya los caballos por el llano
las orejas tremiendo derramadas [...]


Véanse algunos ejemplos del uso de esta voz:


Mézclanse con tal furor,
que las vecinas montañas
—225→
por toda parte tremieron
de tantas plantas holladas [...]


Lasso de la Vega, Romancero, hoja 49 v.                


El mismo Lasso de la Vega, Cortés valeroso, hojas 15 y 40:


Y un tenebroso, escuro y negro velo
cierra la noche, tremen mar y cielo.



Del ímpetu furioso, horrendo y crudo
la muralla tremió [...]


Pedro de Oña en Arauco domado, C. X, p. 260:


Trabose fiera luego la batalla.
Y comenzó a tremer el monte y prado [...]



Le adora el Cielo y treme dél la tierra [...]


Hojeda, La Cristiada, h. 150.                




50-2-3:


Pero Caupolicano le señala [...]


Pudiera pensarse que señalar estuviese empleado aquí en la acepción de «mostrar o designar con la mano o algún ademán, como llamando la atención hacia una persona o cosa», pero cuando vemos que en otro caso análogo (71-5-5) usa del mismo verbo:


Y un golpe le señala de tal suerte [...]


es necesario persuadirse de que el valor que ha querido concederse a esa voz es el de «herir dejando señal en el cuerpo, especialmente en el rostro», como lo asienta el Diccionario de Autoridades al citar el último de esos versos.



50-2-5:


Al sesgo la ferrada maza cala [...]


Al sesgo, «modo adverbial que vale oblicuamente, o al través». Así el Diccionario de Autoridades que comprueba su definición con este verso de Ercilla.



50-2-8:


De los bullentes sesos rociada [...]


Más adelante (232-3-6) empleó también Ercilla el verbo bullir:


La diestra, que aun bullendo el puño afierra,


verbo de los que con tañer y reñir, tomó como ejemplo Bello en su Gramática para manifestar uno de los accidentes de la conjugación regular, en los que se suprime la i no aguda con que principian ciertas terminaciones, diciéndose bulló, porque en las estrictamente regulares , ieron, iendo no es acentuada la i.

Conviene notar, igualmente, en ese último verso, tal como lo trae la edición académica, que el sentido habría quedado más en claro poniendo coma después de bullendo, ya que lo que el poeta quiso expresar fue que la mano derecha, después de cercenada y cuando aún hervía, no desaferraba el puño de la espada.

También el Diccionario de Autoridades ha recordado el primero de estos versos de La Araucana, diciendo que, como participio activo del verbo bullir (en latín ebulliens, fervens), le corresponden sus acepciones: comprobándolo, además, con este pasaje de Don Quijote: «Se arroja en mitad del bullente lago».



51-2-1:


A Juan de Gudïel no le fue sano [...]


Sano, en la acepción de seguro, sin riesgo, usado aquí como adjetivo neutro, por provechoso, útil.


Mas no muestres saber este secreto
del anillo, que no será sano [...]


Urrea, Orlando furioso, Canto II, p. 21.                




52-2-7, 8:


Que constantes rendir no se quisieron
hasta que al crudo hierro se rindieron.


Con manifiesta elegancia juega aquí el poeta de esas dos acepciones de rendir: en el primer verso equivale a entregarse al enemigo; en el segundo a ceder forzadamente, como en el de la «Canción a las ruinas de Itálica»:


Las torres que desprecio al aire fueron,
a su gran pesadumbre se rindieron.




52-3-8:


Tras él corriendo el clérigo de misa [...]


Ha necesitado el poeta decir clérigo de misa, pues por clérigo se entiende, «no solamente el que es de orden sacro, mas aun el de sola tonsura», según lo preceptúa el derecho canónico. De ahí la frase familiar bien conocida de que se diga de que tales y cuales cosas son sólo para los de misa.



52-4-2, 3:


Los grandes jabalís fieros, cerdosos,
seguidos de solícitos rastreros [...]


Jabalí es, precisamente, una de las voces que Bello cita como ejemplo en su Gramática para preceptuar que si el singular termina en vocal aguda, el plural debe formarse añadiendo es. «A otros en i, fuera de alelí, rubí, observa Cuervo anotando ese texto, extienden los poetas, si bien raras veces, el plural en s [...] Iglesias (Cantilena IV) usa, jabalís». Y antes que él también lo empleó Ercilla, según se ve.

Perro rastrero, dice el léxico, es «el de caza, que la busca por el rastro».



52-4-6; 291-2-4:


Lebreles irlandeses generosos [...]



Los osados lebreles ayudaba [...]


Dice el léxico que el perro lebrel deriva su nombre de ser particularmente a propósito para la caza de liebres: circunstancia que no se aviene bien con los calificativos que Ercilla le da en estos versos y con las funciones que le hace desempeñar en la caza mayor.



52-4-7:


Con no menor cudicia y pies livianos [...]


Tres versos antes había dicho el poeta cudiciosos. De la primera forma existen variantes de cubdicia   —226→   (Madrid, 1569) y ya en las de Madrid de 1578 salió en la forma usada hoy: codicia.

Cervantes usaba todavía de cudicia. «Yo salí de mi tierra y dejé hijo y mujer por venir a servir a vuestra merced, creyendo valer más, y no menos; pero como la cudicia rompe el saco, a mí me ha rasgado mis esperanzas [...]». Don Quijote, I, 132.

En el Arauco domado de Pedro de Oña la hallamos empleada multitud de veces, de las cuales vaya esta por muestra (Canto III, p. 67):


Sobre estos validísimos varones
en Chile por pirámides tenidos,
asiento de ambición y de cudicia,
cayó derecho el rayo de justicia.




53-2-1:


Cuentan que estuvo de tomar movido [...]


Moverse de tomar, dice Ducamin (279) es una construcción analógica de: «moverse de un afecto», es decir, que Ercilla no considera a tomar, etc., como fin, sino como móvil: «movido de la idea de tomar».



53-2-7:


Y apuntando a Valdivia en el celebro [...]


En el Canto XX (325-1-8) escribió cerbelo:


Según era gallardo de cerbelo [...]


En las dos formas, celebro y cerbelo, se encuentra empleada esta voz en los autores clásicos del siglo de oro de la literatura castellana.


Dos horas dormí, y más a lo discreto,
sin que imaginaciones ni vapores
el celebro tuviesen inquieto.


Viaje al Parnaso, Cap. VI y allí mismo, Capítulo VII:


Esto que se recoge es el tabaco,
que a los vaguidos sirve de cabeza
de algún poeta de celebro flaco.


Y no pocas veces en el Don Quijote, como en esta (V, 36): «[...] que le hago saber que imagino, como quien ha pasado por ello, que todas nuestras locuras proceden de tener los estómagos vacíos y los celebros llenos de aire».

En otra ocasión, en aquella obra, Cap. IV, escribió cerbelo:


Larga de manos, corta de cerbelo [...]


Pero lo corriente era la primera forma:


Destílese el celebro en mil concetos [...]


Una sátira sevillana del licenciado Francisco Pacheco, por Francisco Rodríguez Marín, Madrid, 1908, página 9.                


«[...] y ansí doy gracias a Nuestro Señor porque mi mal reinaba ya en el celebro, que era el último más principal lugar que le quedaba por ocupar [...]». Zapata, Miscelánea, p. 203.



53-3-7:


Recio al cogote cóncavo deciende [...]


Si cóncavo es lo que «tiene la superficie más deprimida en el medio que por las orillas», ¿cómo pudo darse tal calificativo al cogote? Sin embargo, en González de Nájera encontramos un ejemplo de que tal voz se aplicaba a objetos aparentemente convexos, pues dice «que a los indios servía de reloj el arco o cóncavo del cielo». Desengaño, p. 49.



53-4-5:


No hizo el crudo viejo golpe en vano [...]


Hacer golpe, por dar golpe, que decimos hoy.



53-5-3:


Quiso emendar el libre desacato [...]


que se cambió ya en la edición de 1597 por enmienda, si bien no se hizo otro tanto más adelante cuando el poeta dijo (56-3-3):


Para poder tomar la justa emienda;


y, a la inversa, aparece corregida por su forma actual, más adelante (136-5-7):


Dios a su pueblo ingrato y sin emienda [...]


en la edición príncipe y en las dos de Madrid de 1578, y dejada tal como está en las otras tres veces en que aparece en el poema (pp. 275 y 594).

En Don Quijote está escrito siempre emienda, conforme a su etimología latina emendare. Vaya este ejemplo en que aparece repetida (V, 230, 231): «Una o dos veces -respondió Sancho-, si mal no me acuerdo, he suplicado a vuesa merced que no me emiende los vocablos, si es que entiende lo que quiero decir en ellos, y que cuando no los entienda, diga: "Sancho, o diablo, no te entiendo"; y si yo no me declarare, entonces podrá emendarme [...]».

«De emendar prometió la incauta vida [...]», escribe Valbuena, El Bernardo, p. 179.



53-5-5:


Salió el viejo de aquello al fin barato [...]


«En prosa, barato, sea adjetivo, sea adverbio, debe referirse a la mercadería y no al comprador, y no puede decirse: "salgo barato de tal o cual compra", sino "tal o cual compra me sale barato o barata". En el presente caso se diría, cambiando el sujeto de salir: "le salió al viejo barato".». Ducamin, p. 33, nota 1.



54-2-6; 140-1-3:


Arrimadas las armas sin recelo [...]



Las armas por entonces arrimando,


esto es, dejando el ejercicio de la guerra.

«Motejele un día en el juego de pelota de necio, de carámbalo y digno de ser privado de la bufonesca profesión. De buena gana la arrimaré yo, Juan, como vos la heredéis [...]». Suárez de Figueroa, El Pasagero, hoja 254.

«Es difícil cosa arrimar el bastón el que está hecho a mandar», decía el P. Ovalle (I, 255).

Frases todas en que arrimar corresponde a su significado de «llegar una cosa a otra», según Covarrubias, o juntar o poner una sobre otra, amontonar, de acuerdo con la derivación de rima, tal como se ve en este ejemplo de Jerez (Conquista del Perú,   —227→   p. 334, ed. Rivad.): «En este pueblo de Caxamalca fueron halladas ciertas casas llenas de ropa liada en fardos arrimados hasta el techo de las casas».

De aquí ha provenido nuestro barbarismo de ruma y arrumar.

En el significado, que expresa ese mismo autor, de «arrimarse al parecer de otro, darle su voto y consentir con él»; se halla en 279-5-7:


Al parecer del viejo se arrimaron [...]


En la acepción primera la empleó Agustín de Zárate (Conquista del Perú, p. 522): «[...] y cuando era necesario, tampoco se acostaba ni dormía más de cuanto recostado en una silla se le cansaba la mano en que arrimaba la cabeza [...]». Y Cervantes en esta frase: «[...] venía arrimada a un bastón negro [...]». Persiles y Sigismunda, p. 614, t. I, Colec. Rivad.

«Pusiéronle en las manos una lanza, a la cual se arrimó para poder tenerse de pie». Don Quijote, VII, 311.

Como se ve, ese arrimar corresponde a nuestro colgar, cuando decimos: colgó la espada, colgó el laúd.



54-5-4:


Celebran de beber la alegre fiesta [...]


y exactamente lo mismo en 121-5-8:


Celebra de beber la fiesta usada [...]


que en este último verso salió en la edición príncipe, seguida de la de Madrid, 1578, 8.º, con del. Sancha y Rosell y Ferrer del Río adoptaron la primera lección; pero si beber en este caso está sustantivado, parece que debe ir precedido del pronombre correspondiente del.



55-1-5; 496-4-5; 517-1-4:


Que tomadas de salto y de repente [...]



La cual, de salto fácilmente muerta [...]



Que no diésemos salto y trasnochadas [...]


Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 110 v.:


Dos horas a placer borrachearon,
los saltos refiriendo de aquel día [...]


«Y allí se detuvo algunos días, esperando oportunidad para hacer algún salto». Zárate, Conquista del Perú, p. 536.

«Y por todas partes donde el santo Evangelio se predica y se pone la cruz, se espanta y huye, y en público no osa hablar ni hacer más que los salteadores, que hacen a hurto y en oculto sus saltos». Cieza de León, Crónica del Perú, p. 403.


Anduvieron después haciendo saltos
por una y otra banda del gran río [...]


Castellanos, Hist. del N. R. de Granada, t. I, p. 389.                


En cuyos ejemplos, salto está tomado por asalto, que es la forma hoy usada. Claramente aparece esto en el siguiente pasaje de las Quinquagenas de Oviedo (p. 51): «Este no es el primero salto o robo questos tales frailes, que acá andan, han fecho, ni será el postrero que harán».



55-2-4:


Querían pasar la vuelta de la España [...]


Vuelta, por dirección, camino, ruta, de que en La Araucana abundan ejemplos.

«[...] pocos años ha navegó Álvaro Mendaña y sus compañeros, saliendo del puerto de Lima la vuelta del poniente, en demanda de la tierra que responde, leste oeste, la Perú [...]». Acosta, Historia natural y moral de las Indias, I, 49.

«Llegaron aquella noche a Antequera, y en pocos días y grandes jornadas se pusieron donde estaba la compañía, ya acabada de hacer y que comenzaba a marchar la vuelta de Cartagena [...]». El Licenciado Vidriera, p. 159, t. I, Colec. Rivadeneyra.

«En este tiempo iba marchando el gobernador la vuelta del fuerte, entre recelo y confianza de lo que había de hallar [...]». González de Nájera, Desengaño.

En Chile la usaba todavía el P. Ovalle (I, 69): «[...] por no tener ningún puerto en él, han pasado de largo la vuelta de Filipinas [...]».



55-3-3:


Que como diestro y sabio, otro pretende [...]


Exactamente como dijo más adelante (307-1-1):


«Mas el alto Señor, que otro dispone [...]


y en dos ocasiones posteriores.

Otro, usado en ambos casos como sustantivo, equivalente a diverso fin u objeto, otra cosa: acepción que no se registra en el léxico.

Así dijo también Urrea en su traducción del Orlando furioso, Canto VIII, p. 77:


Mas él, con otro fin, otro procura [...]




55-3-5:


Cuando a todos los habla en tal manera [...]


«Para colmo de vacilación en el uso de las formas complementarias del pronombre el, dice Suárez (página 343), el dativo plural ha pretendido también diversificarse, siendo numerosos los ejemplos que pudiéramos citar, extraídos de la mina de los escritores clásicos, en que aparece la forma los en sentido dativo; dicha práctica se remonta bastante en las edades del castellano». Cita ejemplos de la Crónica de Alfonso el Sabio, de Santa Teresa, Saavedra, Quevedo, Isla y éste de Solís, fuera del presente de Ercilla: «Apartose Hernán Cortés con el cacique y con los principales de su séquito, y los hizo un razonamiento con la voz de su intérprete».

Aunque sobran ejemplos para probar que en España, antes y ahora, lo y los han sido usados algunas veces como dativos masculinos, no es esto lo común ni mucho menos. En el caso del verso de Ercilla, no media errata, pues en todas las hechas en vida del autor, salió los.

Así también en la académica de Ferrer del Río, en la de González de Barcia, de Sancha y de Ochoa. Sólo Rosell enmendó les por los. No sabemos si nos equivocamos cuando creemos notar en la forma de los alguna más fuerza que en la de les, que da cierta solemnidad al discurso que va a seguir después de anunciado por esas palabras.

  —228→  

Del empleo de lo y los como dativos, hablan Bello y Cuervo, el primero en la nota al § 930 de su Gramática, y el segundo en la nota 121 a la misma obra, ed. de París de 1905.



55-4-3:


Ni que sea nuestra patria, yo defiendo [...]


y pocos versos más abajo y en respuesta a la expresión anterior:


Donde no habrá en el mundo quien defienda,


y en muchos otros lugares en que defender está empleado por vedar, prohibir, impedir.

En comprobación del uso de defender en semejante acepción, pues parece netamente un galicismo, que, en realidad, casi no la merecía, nos resolvemos a traer a cuenta un pasaje de Covarrubias en que figura, porque parece enderezado especialmente a Ercilla y a su Araucana. Hállase en el vocablo fábula, y dice así: «[...] algunas veces damos nombres de fábulas a las cosas que fueron ciertas y verdaderas, pero en su discurso tienen tanta variedad, que parecen cosas no acontecidas, sino compuestas, e inventadas de algún gallardo y lozano ingenio. Los que habéis leído las Crónicas de las Indias, cosa que pasó ayer, tan cierta y tan sabida, mirad cuántas cosas hay en su descubrimiento y en su conquista que exceden a cuanto han imaginado los vanos mentirosos que han escrito libros de caballerías, pues éstas vendrá tiempo que las llamen fábulas, y aun las tengan por tales los que fueren poco aficionados a la nación española, y para evitar este peligro se había de haber defendido que ninguno las escribiera poéticamente en verso, sino conservarlas en la pureza de la verdad con que están escritas, por hombres tan graves y tan dignos de fe, sin atavío, afeite, ni adorno ninguno».

Laso de la Vega (Cortés valeroso, hoja 56 v.):


Y si por ser alivio a mi cuidado
me fuere o por remedio defendido [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 181:


Pasó gallardo, la visera alzada
sin ser de nadie en nada defendido [...]


Cervantes usó de este verbo defender en un pasaje de Don Quijote (V, 51) en el mismo sentido, con precisión admirable y dándole al vocablo una fuerza extraordinaria: «Cuenta la historia que las voces que oyeron don Quijote, el Cura y el Barbero eran de la Sobrina y Ama, que las daban diciendo a Sancho Panza, que pugnaba por entrar a ver a don Quijote, y ellas le defendían la puerta [...]».

Y en El Trato de Argel, jorn. I, esc. II:


Dicen en esto, que ninguno entiende
el disignio del rey, y el hablar desto
al grande y al pequeño se defiende.


Calderón de la Barca, en el auto sacramental La vida es sueño, el Hombre dirigiéndose a la Sombra:


¿Quién eres, bella zagala,
que sobre la tierra triunfas,
tan dueño de sus caudales,
que para ti los usurpas,
sin que ella te los defienda [...]


En Chile Álvarez de Toledo en el Purén Indómito (Canto VII, p. 128):


Al teniente importuna, pide y ruega
que el socorrer su gente no defienda [...]




57-5-5:


Había precios y joyas señaladas [...]


Precios, por premios, voces que usó indistintamente Ercilla, pero más frecuentemente de la primera (335-2-4; 336-3-2):


Que yo le diese el precio me dijeron [...]



A pretender el precio parecieron [...]


Y en (401-2-8):


El gran premio y honor de la vitoria [...]


¿Hay, en realidad, alguna diferencia en el valor de estas palabras?

Nos parece que hoy en día no diríamos precio en los casos a que se refieren los tres primeros versos citados, reservando precio para el valor de las cosas, ya en sentido material o intelectual; pero antiguamente se encuentran ejemplos de la práctica seguida por Ercilla. Recordamos el siguiente de Cervantes, La Gitanilla, Colec. Rivadeneyra, t. I, página 111: «A doquiera que llegaban, él se llevaba el precio y las apuestas de corredor, y de saltar más que ninguno [...]».

Comentario de Rodríguez Marín a este pasaje: «Precio en su acepción de premio, como prix francés. Andrés Rey de Artieda, Discursos, epístolas y epigramas de Artemidoro, Zaragoza, Angelo Tavanno, 1605, folio 36 vlto.:


»A mantener la justa se dispone
y a defender a todo el mundo el precio.


»Y Lope de Vega, en El amigo por fuerza, acto I:


»Mantuve, perdí, gané,
perdí precios, gané precios,
sin dar a dama ninguno,
que fue notado en extremo».


A estos ejemplos del insigne humanista, añadiremos el siguiente de las Guerras de Malta de Santisteban Osorio, Canto IX, p. 99:


En la cumbre de un líbano empinado,
sin ñudo, untado y más, resbaladero,
estaba un corvo alfange bien templado,
entre todos los precios el primero [...]




58-2-1, 2:


«Por tierra de Elicura son bajados
catorce valentísimos soldados [...]


«Es para notarse, observa Suárez, p. 213, nota, que el verbo ser, cuyo uso más frecuente como auxiliar es el de la formación de la voz pasiva ("es calumniado", "fuimos vistos"), sirve también para formar el antepresente de los verbos llamados neutros, sustituyéndose a haber»; citando en comprobación de semejante uso el presente ejemplo de La Araucana.



58-3-2:


Caupolicán, con muestra no alterada [...]


  —229→  

Muestra, tomado aquí en su acepción de aspecto, semblante, «porte, ademán, apostura», como en este otro caso (175-2-8):


La muestra de Orompello y osadía [...]


Ya veremos que el poeta empleó todavía esta voz en acepciones muy diversas, cuando, v. gr., dijo «muestra general» (341-sumario), «empezó la muestra» (347-2-1).