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ArribaAbajoCanto Decimocuarto

227-primera línea del sumario:

[...] da al amanecer súbito en ellos [...]


El poeta había escrito antes (11-5-6) de súbito:


Son hombres que de súbito se aíran;


y en lugar de tal modo adverbial, hace ahora adverbio a súbito: súbitamente; frecuentísimo en el Arauco domado de Oña, por ejemplo (Cantos II, IV):


Hacia lo bajo súbito voltea [...]



Y súbito, por más que el mar insano [...]


Parece reminiscencia del italiano supito.



228-1-4:


Le basta asegurar de su recelo [...]


Así está este asegurar en las ediciones posteriores a la príncipe y a la de Salamanca, en las que, echándose de menos la preposición, se escribió a   —308→   asegurar. La verdad es que en todas ellas, en cualquiera de las dos formas que se considere, hay un error. La que le corresponde es, sin duda, a segurar, como se usaba en aquel entonces este verbo. Sin ir más lejos, en La Araucana (283-2-5) donde dice:


Yo os vengo asegurar de parte nuestra [...]


que en la edición príncipe, y en las tres de Madrid de 1578 y 1597, se puso así: a segurar.

De tal uso se podrían citar muchos ejemplos.

Véase uno de la Miscelánea de Zapata, p. 70: «Fue en la ciudad de Córdoba, en el monasterio de Santa Isabel Francisca, una monja, llamada Magdalena de la Cruz, a quien sus padres para segurarla del mundo, metieron de siete años monja».

Rodríguez Marín ha demostrado ya esto con prueba lucidísima en una nota al Rinconete y Cortadillo.



228-2-5:


Los soldados en torno los tizones [...]


En torno, modismo vulgarísimo y cuya procedencia acredita el P. Mir con este verso de Ercilla (Hispanismo y Barbarismo, t. I, p. 668).



228-4-3:


Y haber las centinelas desmentido [...]


«Desmentir las espías. (Mudar las sospechas que se tenían de alguna cosa contraria)». Correas, Vocabulario de refranes, p. 579.

Juan del Valle en su «Vida de palacio» (Calderón, Flores de poetas ilustres, p. 207):


¡Con qué estratagemas, pues,
gastan las noches y días
en desmentir los espías!


Si no es errata los por las, tendríamos aquí un ejemplo del cambio de género de esa voz, haciéndola masculina, tal como hoy se usa.

«Otros hay necios de solar conocido, que como tales, o que caducan de viejos, inhábiles ya para todo género de uso y ejercicio, notorios en edad y flaqueza, quieren desmentir las espías, contra toda verdad y razón, tiñéndose las barbas [...]». Alemán, Guzmán de Alfarache, p. 229. «Y para desvelar sospechas; desmintiendo las espías, para que no se supiese [...]». Id., p. 236.

«Por desmentir las espías, si acaso la seguían, se entró en una casa que halló abierta». Cervantes, Novelas, 6.

Observa Navarrete en su Vida de Cervantes, página 165, que el autor del Diálogo de las Lenguas deseaba en tiempos de Carlos V que se introdujesen las voces manejar, diseñar, discurrir, entretener, facilitar, así como algunos años después se dio cabida a duelo por desafío, centinela, estrada.

Centinela procede del italiano.

Espía como centinela son hoy ambiguos, pero antaño y en Chile eran femeninos; así, González de Nájera, Desengaño, p. 102, segunda edición, escribía: «Ordené que tuviesen siempre una centinela de vista [...]».

Y para terminar, éste del P. Ovalle: «Entre estos fue Caupolicán, que con diez soldados, desmintiendo caminos, se puso en cobro». I, p. 361.



229-1-5:


Cuando la mustia Clicie se mejora [...]


Tres heroínas con el nombre de Clicie se registran en la mitología; la aludida por el poeta es aquella que, amada por Apolo, fue abandonada en seguida por Leucothoe. Convertida al fin en flor, volvía siempre sus pétalos al astro del día como para implorar su afecto; de ahí el calificativo de mustia y el que se mejore cuando el sol comienza a bañarla con sus rayos: manera delicadísima de decir que aquel se hallaba ya sobre el horizonte, y, a la vez, dato aprovechable para fijar en la historia el punto del día en que se iban a verificar los sucesos que el poeta entraba a narrar.

Esa flor sería, pues, la del girasol, que en Chile llamamos maravilla, aunque de alguna especie diversa, pues que la que aquí se conoce y no falta jamás en las chacras, para ahuyentar los pájaros, según se dice, es oriunda del Perú.

En el Romancero de Madrid, 1604, 4.º, hoja 492:


Cuando la celosa Clicie
con faz llorosa atendía,
vuelta hacia el rosado oriente,
de su amante la venida [...]




229-3-6; 410-4-2:


Al fuerte van a dar de sobresalto [...]



Presas de sobresalto muchas gentes [...]


que repite pocos versos más adelante (229-5-3) en forma sustantivada:


Y del peligro y sobresalto ciertos [...]


De sobresalto es un modo adverbial que vale «de improviso o impensadamente», según el léxico. Cuando sabemos que antaño, salto equivalía a asalto, nos explicamos con toda facilidad, que tal es su significado.

Véanse estos ejemplos: «Y envió [Almagro] de sobresalto un capitán con mucha gente que se apoderó de la fortaleza del Cuzco [...]». Zárate, Conquista del Perú, p. 486.

Cervantes, Galatea, p. 63: «[...] ordenó que aquella mesma noche diesen con los bandoleros una compañía de soldados; sólo para este efeto juntada, habiéndolos cogido de sobresalto, con facilidad los desbarataron [...]».



230-1-3:


Quién el arco arrebata, quién un leño [...]


«Leño, el árbol después de cortado y limpio de las ramas, del nombre latino lignum», define Covarruvias. Voz más castiza que palo, que usamos en su lugar en Chile.

He aquí algunos ejemplos del empleo que de ella se ha hecho por los clásicos y los antiguos escritores chilenos:


Ténganse su tesoro
los que de un falso leño se confían [...]


León, Vida del campo.                


  —309→  

Yo quedé en fin dormido como un leño [...]


Cervantes, Viaje al Parnaso, cap. V.                



El siervo no ha de ser tan mal tratado
que siempre sus espaldas mida un leño [...]



Quedó entre dos horcones encajado
en la albarrada el leño con tal fuerza [...]



Que el golpe, sin haber cortado el leño,
en tierra sin sentido puso al dueño.


Oña, Arauco domado, pp. 55, 131 y 271.                



Tendido sobre el lecho, como un leño [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, p. 177.                


Picón Febrés, tratando de esta voz en su Libro raro, p. 219, sostiene que la Real Academia debiera suprimirla «como embarcación o nave, porque de esa manera es irrisorio, aun cuando tenga mucho de académico y de clásico».



230-2-3:


Asegúrala, esfuerza y reprehende [...]


Reprehender en su forma de antaño y de que usó Ercilla cuatro veces (473-4-6; 487-3-3 y 587-1-5):


Reprehendiendo el loco desatino [...]



Me culpo, me castigo y reprehendo [...]



Reprehendido el impaciente hecho [...]


forma que era entonces la usual, por reprender. «Él, después que hubo reprehendido mi atrevimiento y afeado mi determinación [...]». Don Quijote, III, 70.



230-2-7:


Rompiendo el tierno punto en sus amores [...]


Punto, voz que nuestro poeta usó en muchísimas acepciones y que reviste aquí, en sentido figurado, la de llegar una cosa a su extremo de perfección, como cuando Cervantes dijo en Don Quijote, P. I, cap. 14: «Y con esto queda en su punto la verdad».



230-3-7:


Temiéndole de alguna bestia fiera [...]


Nota Ducamin que la construcción de temer con de para indicar el objeto de temor se encuentra así mismo en otro pasaje de La Araucana (369-4-1); pero erradamente, pues allí el verbo es tremer, o sea temblar.

«Temer de su criado (la traición o que le vendiese) -"de tener oración", dice Santa Teresa; pero no me gusta esta locución», observa Salvá, Gramática, página 320. «Es posible, aun hoy, continúa Ducamin, pero este empleo de le nos chocaría».

En Don Quijote se halla también temer de: «Pero de lo que yo agora me temo es de pensar si aquellos franceses le habrán dado libertad [...]» (IV, 115).



231-4-1:


En oyendo los indios extranjeros [...]


Al hablar el poeta de los indios extranjeros, los contrapone a los comarcanos al sitio en que estaba el fuerte de Lautaro, de que había hecho mención cuatro estrofas antes.



232-2-2:


Hacerlos con peligros de su bando [...]


Esto es, a quienes jamás los peligros por que habían pasado pudieron inducir jamás a tener miedo.



234-1-4:


Dan con piernas y brazos a la banda [...]


Dar a la banda es término náutico, que el léxico define: «tumbar la embarcación sobre un costado para descubrir sus fondos y limpiarlos o componerlos»; si bien en el caso de este verso parece que vale lo mismo que «dar el bajel al través, o perderse», que trae el de Autoridades.



234-2-1, 2:


La gente una con otra así se cierra,



Que aun no daban lugar a las espadas [...]


Hablando de la concordancia de un nombre colectivo en singular con verbo en plural, observa Ducamin (p. 269), que es «más sorprendente aun ver construido con el mismo nombre colectivo un verbo en singular y otro en plural», tal como acontece aquí con cierra y daban.



234-2-3; 246-4-7:


Apenas los mortales van a tierra [...]



El bárbaro mortal, la color vuelta [...]


Mortal en la acepción del «que tiene o está con apariencias de muerto», como volvió a decir el poeta en estos versos (316-2-5; 370-4-5; 457-4-5):


El bárbaro mortal, ya desangrado [...]



Así, el rostro mortal desfigurado [...]



Cayó el cuerpo mortal descolorido [...]


(en los dos últimos, sea dicho de paso, falta, sin duda, una coma después de mortal).

He aquí ejemplos de este uso de mortal, sacados de Cervantes:

MILVIO
Nunca Marquino hiciera
desatino tan extraño,
si nuestro futuro daño
como presente no viera:
avisemos este caso
al pueblo, que está mortal [...]

Numancia, jorn. II, esc. II.                


«Cuando Sancho vio que no hallaba el libro, fuésele parando mortal el rostro [...]». Don Quijote, II, 334.


Al príncipe pasó de una estocada:
cayó el joven mortal; creció el bullicio [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 207.                


«[...] como dicen que cuando una persona que está mortal y se sangra, no vuelve naturaleza a consolidar la sangría, porque aquello ya no es menester [...]». Zapata, Miscelánea, p. 89. Y en el mismo libro, página 437: «[...] y el Marco Antonio casi mortal herido, le dijo [...]».

«Hallábame yo no menos mortal que mi querida, de quien por momentos me informaba, heredando desmayos o alientos al paso que su mejoría iba en declinación o aumento». Suárez de Figueroa, El pasagero, hoja 265 v.


Perdida la color y alborotado,
el rostro mustio, pálido y marchito,
—310→
mortal, sudando, laxo y fatigado,
congojoso, espantado, triste, aflito
ante Silva llegó [...]


Purén Indómito, Canto IV, p. 73.                




234-2-5:


Unos por cima de otros se dan guerra [...]


Por cima es una frase adverbial que equivale a decir «en lo más alto», de que hallamos ejemplos en Don Quijote (I, c. 48; II, 68): «por cima de la peña donde se cavaba la sepultura [...]». «pasaron por cima de los dos [...]».



234-4-1:


Como parten la carne en los tajones [...]


Tajón es el tronco de madera que se ve en casi todas las carnicerías y que sirve para el objeto indicado en este verso: definición que corresponde también a la de tajo.

El Diccionario de Autoridades, en vista del ejemplo de Ercilla, la define como tajo grande.


Así como en tajón la carne pican
los diestros cocineros y deshacen [...]


Villagra, Conquista de la Nueva México, hoja 280 vuelta.                


El Inca Garcilaso en la Historia de la Florida, lib. V, Parte II, cap. 16: «Apenas había quitado uno la mano cortada del tajón, cuando otro la tenía puesta para que se la cortasen».



234-4-3, 4:


Y cual de fuerte hierro los planchones
baten en dura yunque los herreros [...]


El léxico da a planchón el valor de aumentativo de plancha, que es el que aquí le corresponde. En Chile tiene el de aumentativo de planchada, en su acepción figurada de terreno plano, a imitación del entarimado que se usaba a bordo para poner a nivel los cañones; de ahí que cierta parte del cerro o nevado de Maule, se llame el planchón, y otro tanto pasa con la falda del volcán apagado, conocido simplemente por El Planchón en la cordillera de Curicó.

Yunque, que antaño fue ayunque, es hoy masculino, como lo fue en su origen. El poeta había dicho ya antes (36-5-6):


En las vulcanas yunques [...]


Cervantes escribió ayunque: «tomar aquel diamante y ponerlo entre un ayunque y un martillo [...]». Don Quijote, Parte I, cap. 33.



234-5-8:


El alma gomitó por la herida.


Ni como anticuado viene en el léxico gomitar, por vomitar, como se puso en las ediciones de Salamanca y Madrid, 1578, 8.º, y, fuera de esas, hasta la última hecha en vida del poeta, se volvió a la forma primitiva; siendo de advertir que no se trata de yerro tipográfico, pues se le vuelve a encontrar más adelante (419-4-6), donde ya no sufrió alteración:


Gomita sangre, la color mudada [...]


«Gomitar y gómito, palabras groseras y bárbaras», declara Covarrubias. Por eso dijo Cervantes vomitan: «Por no parecer de aquellos poetas que cuando les ruegan digan sus versos los niegan, y cuando no se los piden los vomitan [...]». Don Quijote, V, 333. Así corrigió Rosell.



235-3-5:


Del golpe el español quedó adormido [...]


Adormido, participio del verbo adormir, que vale lo que adormecer, y de ahí que se diga adormidera por la planta originaria del Oriente conocida por ese nombre. Ciertamente que hoy diríamos adormecido.

En la misma forma que Ercilla la empleó el Príncipe de Esquilache en su Nápoles recuperada, folio 68:


La Ninfa que le aduerme y acompaña [...]




235-4-2; 484-5-5:


Del caso desastrado del hermano [...]



Pero si ya la historia desastrada [...]


En la misma equivalencia de desastroso, que acostumbramos hoy.

«Desde allí hacia el mediodía de la tierra, que es despoblada hasta la Mar del Norte, es muy desastrada y pobre [...]». Núñez Cabeza de Vaca, Naufragios, p. 544.

Caso desastrado dijeron también poetas como Garcilaso, Cetina, Rufo, Castellanos y Villagra (Conquista de la Nueva España, hoja 215 v.):


Y este dolor y caso desastrado [...]



Los que las tales tierras han poblado
acá pasaron por algún estrecho
huyendo de algún caso desastrado,
o ya buscando tierras de provecho [...]


Elegías, p. 42.                



Y así, no quiero yo que alguna pieza,
por caso desastrado y miserable,
os toque al pie [...]


La Austriada, Canto XXII, hoja 390 v.                



O caso de fortuna desastrada.


Garcilaso, canción I.                



¿No son, como los pobres, tan sujetos
los ricos a mil cosas desastradas?


Cetina, Obras, II, p. 115.                




235-5-8:


Se le bate, derriba y se le allana.


Batir, otra de las voces de frecuentísimo uso en el poema en varias de sus acepciones y que en el presente caso vale abatir: «derribar, echar por tierra».



236-1-7:


Hunde las altas crestas, rompe sesos [...]


Cresta, en la acepción de crestón, de que el poeta se valió una vez más (350-4-2), pero que en la Tercera Parte del poema cambió ya en esa última forma (503-3-4):

  —311→  

Sobre el alto crestón de la celada [...]


Cresta es anticuado, según el léxico.

Cresta o crestón es el penacho o remate de la celada, como define el Diccionario de Autoridades, que cita en comprobante este verso de Ercilla.

Pedro de Oña (Arauco domado, C. IX) empleó también crestón:


Sobre el crestón al aire se menean [...]




236-4-5, 7:


Como el potente Marte sanguinoso
bate el ferrado escudo de Vulcano [...]


Marte tuvo amoríos con Venus, mujer de Vulcano; pero al decir el poeta que aquél bate el ferrado escudo de su rival, no alude, nos parece, a lucha alguna entre ambos, sino a procedencia de esa arma, salida del taller de Vulcano, maestro en forjar el hierro.



237-1-4:


Limpio el derecho muslo le cercena [...]


Limpio, adverbio: limpiamente.



237-2-4:


Y de alto a bajo de un revés le hiende [...]


Si no entendemos mal el significado del verbo hender, que es «dividir por medio alguna cosa» al decir de Covarrubias. Ercilla contó aquí que Andrea había partido en dos a Maulén, lo que parecería ponderación poética si en los historiadores no encontráramos comprobantes de que casos semejantes no fueron raros en los combates entre españoles e indios. Por ser más que ninguno curioso y espantable, referiremos uno que está abonado con el testimonio de fray Bartolomé de las Casas, que lo vio. Dice, pues, así: «Ver las heridas que muchos tenían de los muertos, y otros que aún no habían expirado, fue una cosa de grima y espanto, que como el diablo, que los guiaba, les deparó aquellas piedras de amolar, en que afilaron las espadas aquel día de mañana, en el arroyo donde almorzaron, dondequiera que daban el golpe, en aquellos cuerpos desnudos, en cueros y delicados; abrían por medio todo el hombre de una cuchillada. Entre otros heridos hobo uno, y aun dijeron que era hermano del rey e señor de aquella provincia, viejo, bien alto de cuerpo, y que en su aspecto parecía señor, que de una cuchillada que le dieron en el hombro derecho (debiale de acertar en la coyuntura) le derrocaron todo el lado hasta la cinta; de manera que, estando sentado en el suelo, tenía en tierra caído todo el lado, y el asadura y tripas y cuanto hay en lo hueco, se le parecía, como si estuviera en una escarpia colgado; y fue cosa de mucho notar, el subjecto y complisión natural que aquel hombre tuvo, porque siendo herido el sábado, cuando se celebró esta matanza, estuvo hasta otro sábado sentado en tierra, como dije, con su lado caído, sin comer, salvo beber cada momento, por la sequedad que causa la sangre, y en este estado, vivo, los españoles que se partieron el siguiente sábado, lo dejaron [...] De todo lo dicho yo soy testigo, que lo vide y estuve presente [...]». Historia de las Indias, t. III, p. 25.

Para que se comprenda mejor la hazaña de Andrea descrita por el poeta en este y los tres versos precedentes, hay que advertir que el tajo se da de derecha a izquierda, y el revés, de izquierda a derecha; de modo, que en dos movimientos consecutivos, del tajo le cortó la cabeza a Colca, y del revés dividió en dos el cuerpo a Maulén, sin duda que, dando el golpe de alto a bajo, un tanto al soslayo.






ArribaAbajo Canto Decimoquinto

239-segunda línea del sumario:

Y se cuenta la navegación que las naos del Perú hicieron [...]


Nao, según el léxico, es en todo como nave, o navío, ateniéndonos al de Autoridades, y en efecto, a veces, se les halla indistintamente en una y otra torma. Así, el auto del Consejo de Indias, fecha 11 de julio de 1608, se intitula: «que se excusen las licencias a naos extranjeras para ir en las flotas»; y en el texto dice: «[...] los inconvenientes que tenía el dar licencia a navíos [...]». Ordenanzas del Consejo de las Indias, Madrid, 1681, fol., p. 122.

Sin embargo, en el siglo XVI, sobre todo en América, prevaleció la forma empleada por Ercilla. Bástenos recordar que el doctor Diego García de Palacio publicó en México, en 1587, una «Instrucción náutica para el buen uso y regimiento de las naos, su traza y gobierno»; y en la misma la vemos usada por Pedro de Oña diez años más tarde:


¡Oh! frágil vida, nao sin gobernalle [...]



Ya no llevaba más el protestante
de su ligera lancha y nao altiva [...]


Arauco domado, pp. 79 y 496.                




  —312→  

239-1-3; 295-1-6; 523-1-4:


Donde jamás se ha visto rica vena [...]



Corra con fértil vena y ligereza [...]



De lágrimas un flujo en larga vena [...]


Vena en los dos primeros versos se refiere a la inspiración poética, cuyo uso es frecuentísimo y no necesita más aclaración: en el tercero, está tomada esa voz en sentido metafórico; relacionándolo con el «conducto natural por donde circula el agua en las entrañas de la tierra».

Don Francisco de Quevedo (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 288):


Llegó a los pies de Cristo Madalena,
de todo su vivir arrepentida,
y viéndole a la mesa, enternecida
lágrimas derramó en copiosa vena.


Laso de la Vega, Cortés valeroso, hoja 54 v.:


Cese el confuso llanto y larga vena [...]




239-1-5:


No se puede llamar materia llena [...]


Llena, tomada de la acepción figurada de «perfección o último complemento de una cosa». Así «[...] don Fernando, Cardenio y el Cura le hicieron más llenos y más cortesanos ofrecimientos» [a don Quijote] (IV, 107), como se lee en la edición príncipe de El Ingenioso Hidalgo, que Cejador creyó, malamente, que debía enmendarse llanos, como vino a salir en la de Rodríguez Marín.



239-1-8:


Son, si no son de amor, como pintados.


Acostumbrados a oír como pintado, en la misma acepción figurada como de perlas, hay que advertir que lo dicho aquí por el poeta encuadra, no en tal locución, sino en esta otra: como de lo vivo a lo pintado.



240-1-5:


Dante, Ariosto, Petrarca y el Ibero [...]


En otra parte (29-3-4) se notó ya el haber salido estos nombres propios de personajes italianos sin el artículo definido, y ahora debemos dilucidar a qué poeta quiso referirse Ercilla al decir el Ibero. Winterling opinó que a Boscán; Nicolás y su editor Baudry, que debió de ser a Garcilaso, pero limitándose en la traducción a poner el «bardo español»; Ducamin, por último, apoyado en lo que se lee en el soneto anónimo que va entre los preliminares de alguna de las ediciones de La Araucana (p. 76 del presente volumen) -y que, erradamente atribuyó a Mosquera de Figueroa, por figurar al pie del elogio de éste en la de Sancha-, a saber:


Van de la Italia, Ariosto, el culto Tasso,
y del pueblo famoso del Ibero,
Boscán, Mendoza, célebre y sincero,
y el ilustre y divino Garcilaso,


que la referencia de Ercilla toca, sin duda, a uno de estos tres poetas españoles, siendo que -bien lo demuestra el contexto- figuran allí como simples compatriotas del Ibero. Para nosotros no cabe vacilación al afirmar que el Ibero es Lucano, oriundo de Córdoba, y así apodado por su patria, España: y de ahí, que en el soneto anónimo recordado se diga que parten de Italia, Virgilio; de Esmirna, Homero; de Italia, el Ariosto y el Tasso, y de la patria del Ibero, añadiendo nación a nación, Boscán, Mendoza y Garcilaso: poetas todos que trataban de ser los primeros en la cumbre del Parnaso.

Fácil cosa sería, se nos antoja, encontrar en obras de otros poetas designado así a Lucano, y pues no las tenemos a mano, léase este terceto del «Discurso en loor de la Poesía» que va al frente del Parnaso Antártico (Sevilla, 1608, 4.º) de Diego Mexía, que así, en efecto, lo demuestra:


Y olvido al Español, que en dulce historia
el farsálico encuentro nos dio escrito
por dar a España con su verso gloria.


Mutatis mutandis: el Ibero, el Español tanto monta.



240-1-8:


Si no trata de amor, es desgustosa.


Desgustosa, como que antaño se decía desgusto. «Para que V. E. pueda -decía en su dedicatoria al Marqués de Castell Rodrigo en su Argentina el arcediano Barco Centenera- con más facilidad leerla, sin que le dé el desgusto y fastidio que de las largas y prolixas historias se suele recibir [...]» . Adjetivo formado con la partícula des, indicativa de negación, y de gustoso, que el léxico sólo trae en su forma disgustoso. En esta última lo hallamos empleado en el Romancero de Lasso de la Vega (hoja 149 frente):


Y mientras que su canto disgustoso
en el estío la chicharra usare [...]




240-2-4:


Que me ponga al rigor del crudo filo? [...]


«Crudo se toma algunas veces por cruel, áspero, despiadado, o por ser como fiera que se ceba en la carne cruda [...]». Covarrubias.

La metáfora de que el poeta se vale en este verso ha inducido en confusión a los traductores y al comentador francés de La Araucana: para Nicolás, el crudo filo significa aquí las homicidas espadas de los guerreros enemigos; para Ducamin, valdría como el duro hilo de la lengua, derivando tal interpretación de que darse un hilo a la lengua (confundiendo a hilo con filo) vale lo que afilar la lengua: murmurar.

Pues claro está, nos parece, que uno y otro andan equivocados y que el poeta se refiere al crudo filo de la crítica, a la crítica acerada, que decimos hoy: riesgo que correría al tratar de cosas destituidas del amoroso encanto, con «inculto ingenio y rudo estilo», según su expresión.



240-2-5:


Pero mi celo bueno y sano intento [...]


Ya el poeta había dicho esto mismo en el canto XII (206-2-7):


Se mire en esta parte el buen intento [...]




  —313→  

240-4-6:


Ni pluma tan cortada y sonorosa [...]


Valga la observación de Ducamin a propósito de pluma cortada, que no importa aquí estilo cortado, sino adelgazada.



241-1-8:


Las estrellas más mínimas del cielo.


Recuérdese a propósito de este superlativo que Bello advierte (Gramática, párrafo 109) que a veces se usan como si no fuesen tales, mínimo, ínfimo, etc., y que tal uso es corriente y de buen pasar.

Cervantes escribió en Rinconete y Cortadillo: «En el más mínimo bodegón de toda la ciudad», y comentando Rodríguez Marín (nota 56, p. 370) dice: «Cervantes debía usar el adjetivo mínimo, como lo emplea en este caso, en la acepción metafórica de endeble, insignificante, o ínfimo, que falta en el Diccionario de la Academia». Otro ejemplo: «[...] juro [...] de no salir ni pasar del juramento hecho y del mandamiento de la más mínima y desechada destas señoras [...]». El celoso extremeño. Lo mismo en La Numancia, jornada I, escena I:


De hoy más, con presta voluntad y leda,
el más mínimo déstos cuida y piensa
de ofrecer [...]


Ercilla había escrito ya antes (210-4-2):


Se somete al más mínimo soldado [...]


y todavía en otros pasajes, que no hay para qué recordar aquí.



246-2-6:


Como una onza ligera o suelto pardo [...]


verso que se repite más adelante (325-3-8):


Como una onza ligera o suelto pardo [...]


El pardo y la onza son un mismo animal: aquél es el macho y ésta la hembra. El pardo, que es una especie de tigre, ha sido tomado cuatro veces por Ercilla como término de comparación de la ligereza de los indios; por lo demás, bordoncillo común en todos los poetas:


Leonardo es el padre que en Valencia
de una hija del Rey hubo a Lisardo
en una cueva, donde la violencia,
huyendo, le llevó de un suelto pardo [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 223.                


pero que no es perdonable a Oña, que también echó mano de él (XI, 289) -todavía con el mismo calificativo de suelto, que le da el madrileño-, puesto que en Chile no hay tigres ni onzas, y habría dado más sabor local y acrecentado la verdad de su relación, empleando, por ejemplo, la voz puma, nombre indígena del carnívoro que vive en nuestras montañas.

«No es de menos estima, observaba el P. Ovalle (I, 3), otra buena calidad que tiene este reino y es no hallarse en toda la tierra vívoras [...] ni tampoco hay tigres, onzas ni otras fieras a quien temer».



242-4-7:


Que era de fuerza grande y de gran prueba.


Tres versos más adelante, como ya en otra ocasión anterior, el poeta nos habla de pruebas en la acepción allí definida (167-5-1), de pruebas de prestidigitación y otras semejantes; pero ¿qué debe entenderse cuando dice aquí que Andrea era de gran prueba? En nuestro concepto, esa voz estaría tomada en el mismo significado que reviste en el modo adverbial a prueba de balas, de temblores, etc., esto es, capaz de resistir al golpe de las balas o de las sacudidas de los temblores; pongamos en el caso del presente verso, a prueba de las fuerzas de otros hombres, manifestando así que en ese orden los superaba en mucho.



243-1-1:


Y con facilidad y poca pena.


Baralt acepta como bueno «con mucha pena», y, por ende, «con poca pena», como dijo el poeta, significando poco trabajo o dificultad, acepción perfectamente castiza.



243-1-5, 6:


Y suspendida, sin verter, serena,
la sed por largo espacio mitigaba [...]


A propósito de tan desaforado beber de Andrea, véase la curiosísimna nota 163 de Rodríguez Marín a su edición de Rinconete y Cortadillo acerca de lo que empinaba «la Pipota».



243-2-1:


Aconteció otras veces, barqueando
ríos [...]


Barquear es verbo neutro, que significa andar con la barca de una a otra orilla, si bien Zerolo notó ya que suele ser también activo, como en este ejemplo que nos ofrece el P. Acosta en su Historia de las Indias: «Eran muy diestros en barquear la laguna».

Observa Zerolo que del texto citado por el Diccionario de Autoridades (que es éste de Ercilla) y del de Acosta, se deduce que el verbo barquear es activo en muchos casos, y entonces significa recorrer, o también transportar con una barca.



243-2-4:


A desbravar en riscos y peñascos [...]


Desbravar, verbo neutro en la acepción de «perder o disminuir alguna persona o cosa parte de su braveza»; significado que ya manifiesta de por sí la partícula negativa des.

Cita el Diccionario de Autoridades el presente verso al tratar de esa voz.


No lejos un batel bogando andaba
junto a la costa al desbravar del río [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 209.                


Mendoza Monteagudo, Guerras de Chile, C. VII, p. 146:


Su furia desbravando y todo junto,
llevándose el gobierno del navío [...]




  —314→  

243-3-6:


El ímpetu del agua, del estrecho [...]


Estrecho, tomado aquí por aprieto, paso dificultoso, como ya vimos antes «estar puesto en estrecho».



243-4-5; 315-5-6; 479-2-4:


Hizo con fuerza pie cobrando tierra [...]



Hizo por fuerza pie y sobre él tornaba [...]



Haciendo recio pie, se tuvo fuerte [...]


«Hacer pie. (Cuando uno sienta los pies estando en agua, y también cuando uno se asienta y toma vivienda en algún lugar)». Correas, Vocabulario, página 631. Modismo de que usaba en Chile, todavía mediado el siglo XVII; el P. Ovalle: «[...] porque como no tienen en todo aquel inmenso archipiélago donde hacer pie, por no tener ningún puerto en él, han pasado de largo la vuelta de Filipinas [...]». I, 64.



244-3-7:


Y no de fuerte pasta bien templado [...]


Pasta, que vale aquí porción de metal -hierro, digamos en este caso- sin labrar.



244-5-8:


Que revocó en los montes el sonido [...]


Por segunda vez usó Ercilla este verbo revocar en 380-5-8:


La varia luz que dellas revocaba [...]


en su acepción de «volver atrás, o retroceder al impulso», en cuyo apoyo cita el Diccionario de Autoridades un ejemplo de escritor muy poco conocido. Pedro de Oña nos ofrece nada menos de cuatro en su Arauco domado (pp. 48, 123, 173 y 512):


Oyeron un terrible terremoto
que revocó en el sitio más remoto [...]



Llegado el indio al rancho, aplica el cuerno
al túmido carrillo y recia boca,
de do la voz horrísona revoca [...]



A fuerza de suspiros y clamores,
que, revocando en montes y quebradas,
las dejan (aunque duras) quebrantadas.



En las cavernas cóncavas retumba.
Por entre bosques hórridos revoca [...]




245-3-5:


El golpe fue de llano, y como muerto,
vino al suelo [...]


Tentados hemos estado por creer que en este caso hubiera de por medio una errata y que en lugar de llano, hubiera el poeta querido decir de lleno, tanto más, si se considera el efecto que produjo el golpe; pero en todas las ediciones del siglo XVI aparece escrita tal como se ve en el verso citado. Tendremos, pues, que conformarnos con llano, cuyo significado de su origen latino planus, vendría a significar aquí tanto como de plano.


La macana segunda vez enhiesta,
y estando levantada ya la mano,
allegó Salazar con la respuesta,
que bien creo que fue de brazo sano:
pues (para no caer) nada le presta
haber sido (según dicen) de llano [...]


Castellanos, Elegías, p. 109.                


Pedro de Oña (C. IV, p. 82) también usó de llano, en términos casi idénticos a los de Ercilla:


Que como esgrimidor diestro, y galano,
al secutar el golpe da de llano [...]




245-5-1:


Pasa al Andrea de un golpe el estofado [...]


«Estofado jubón, quasi estofado, porque lo hinchan de estopa, y los curiosos de algodón, y comúnmente de lana [...]». Covarrubias.

Hablando más adelante de otro combate del mismo Andrea (419-4-4), Ercilla por una especie de metonimia, cambia estofado por estofa, y expresa el material de que estaba formado:


Sobre la estofa de algodón colchada [...]


Ya antes habla dicho también (71-5-7):


Ni celada prestó de estofa llena [...]


Oña empleó la voz estofo (C. IX, 233):


Con un estofo doble y fina cota [...]


Falta en el léxico de la Academia la voz estofado en la acepción que la emplea nuestro poeta, si bien trae estofar.

Estofado se usó también como adjetivo en su significado de lleno, repleto. Véase este ejemplo de El Diablo Cojuelo de Vélez de Guevara: «[...] y han llegado donde está aquel talego de vara y media, estofado de patacones de a ocho [...]».

«[...] y vo vi que uno que dio una cuchillada a un alano que llevaba unas armas del lomo de cuero de vaca por una parte y por otra, y en medio estofadas con mucha lana, y cortando ambos cueros y la lana a cercén, como con unas tijeras, abrió hasta lo hueco todos los pechos al alano». Zapata, Miscelánea, página 115.


Prosiguen el camino comenzado,
cubiertos caballeras y caballos
de las colchadas armas, y peones
ensimismo sayetes estofados [...]


Castellanos, Hist. del Nuevo Reino de Granada, t. I, p. 121.                


De esta voz estofa vino después a resultar que por metáfora se dijera de una persona que es de más o menos estofa, según sea su categoría, y de que nos ofrece ejemplo uno de nuestros poetas de la colonia:


Todos con una voz, con un intento
los de menos estofa y más insignes
reducen la opinión a movimiento [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. VI, página 121.                


Véase también este de Cervantes: «¡A la cárcel, señor! ¿Por qué? dijo Claudia. ¿A las personas de mi calidad y estofa úsase en esta tierra tratallas desta manera?». La Tía Fingida, ed. Rivadeneyra.



246-1-2:


Donde en satisfación de la herida [...]


Satisfación, anticuado, que usaba Cervantes todavía   —315→   treinta años más tarde: «sucedió, pues, que por la satisfación que Anselmo tenía de la bondad de Camila, vivía una vida contenta y descuidada [...]». Don Quijote, III, 268.

Vale en este verso tanto como desquite.



246-5-6; 395-5-6:


Los varios apellidos y el ruïdo [...]



Las varias voces, gritos y apellidos [...]


«A pendón herido (Apellidarse y salir la gente con pendón y armas en algún alboroto en manera de guerra)». Correas, Vocabulario de refranes, p. 506. «[...] y los cuadrilleros [...] de su oficio sean tenudos de seguir y mandar que sigan los malhechores hasta cinco leguas dende, haciendo todavía dar apellido [...]». Nueva Recopilación, ley IV, tít. XIII, libro VIII.

Apellidar en sentido de llamar, convocar en son de guerra especialmente. De ahí que en los antiguos cronistas de Chile sea frecuente la frase apellidar la tierra. Se halla en Cervantes: «[...] púsose ella asímismo a la ventura y a grandes voces comenzó a apellidar la gente de la calle, diciendo: Ténganme a ese ladrón [...]». Persiles y Sigismunda, página 670, ed. citada.

Vicente Espinel (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 251):


Con divina alegría
apellidando el nombre de María [...]


Pedro de Oña en El Temblor de Lima, fol. 6:


[...] apellidan Jesús; Jesús se invoca [...]


«Estaba en oración un religioso; oyó el trato del enemigo, siguió al iluso, y al entrar un pie en aquel peligro, asiole reciamente del hábito apellidando a voces a Christo, nuestro Señor, a su sacrosanta Madre y al glorioso San Francisco». Villarroel, Historias sagradas, t. I, hoja 53 v.



248-1-3:


Villagrán que miraba esto de aparte [...]


«Aparte, lo mismo que cerca, lejos, etc., puede ir precedido de algunas preposiciones, en especial de, desde: (aquí este verso de Ercilla) "Que un poco desde aparte había escuchado [...]" (Ercilla); "Yo estaré desde aparte contando por este rosario los azotes que te dieres [...]" (Quijote); "Pregunté a un mozo sin armas / qué miraba desde aparte [...]" (Lope, El alcalde mayor. Cuervo, Dicc. de Construc. y Rég..

A tales ejemplos añadiremos éste de Cervantes (Viaje al Parnaso, cap. V):


El cual le pidió a Febo sus saetas,
cuya arma arrojadiza desde aparte
a Venus defraudara de sus tretas.




248-3-8:


Sacando nuevas fuerzas de flaqueza [...]


«Sacar fuerzas de flaqueza. (Esforzarse, hacer de las tripas corazón)». Correas, Vocabulario, p. 566.

«Comenzó su oficio, procurando aventajarse a todos; y aunque con disgustos que tenía no había cobrado entera salud, sacaba (como dicen) fuerzas de flaqueza [...]». Alemán, Guzmán de Alfarache, p. 55.

Cervantes en su «Adjunta al Parnaso»: «Pero sacando fuerzas de flaqueza, le respondí: -Yo, señor, soy el mesmo que v. m. dice: ¿qué es lo que se me manda?».

Y en Don Quijote (II, 22): «Déjate deso y saca fuerzas de flaqueza, Sancho -respondió don Quijote-, que así haré yo [...]».

Pedro de Oña, dos veces (Arauco domado, C. VIII, p. 196, y C. XIX. p. 517):


Pero sacando fuerzas de flaqueza,
(que della, habiendo amor, puede sacarse) [...]



Aunque sacando fuerzas de flaqueza,
a más perder, más ánimo mostraba [...]



Con una nunca vista ligereza
escuadrones contrarios resistía,
grandes fuerzas sacó de su flaqueza,
ánimo, corazón y valentía [...]


Castellanos, Elegías, p. 117.                




248-4-7, 8:


Otros, que ya en el suelo retorciendo
se andaban [...]


Lo particular de la frase -que por ser en final de verso resulta elegante- está en construir el gerundio con enclítico antes del verbo. Por lo demás, el uso reflejo de andar era muy común:

«[...] aquella que se anda en hábito de pastora por esos andurriales [...]» (Quijote, part. I, cap. XII, página 270, ed. Rivadeneyra).

«[...] y andarse por los bosques y prados [...]» (Id., I, VI, 267).

«[...] y andarme ahora a traer dispensaciones [...]» (Id., I, XXIX, 330).



248-5-7:


Que entre dos elementos se estremecen [...]


Al hablar de elementos, el poeta alude a la filosofía natural antigua, que dividía en cuatro elementos los principios constitutivos de los cuerpos. En la Noticia general de las cosas del mundo, de fray Sebastián Díaz, de que en otra ocasión hicimos recuerdo, se lee: «Aristóteles y su Escuela quieren que estos principios o común masa, sean el fuego, el aire, el agua, y la tierra». Pág. 6.

Ya se comprenderá, por esto, que los dos elementos a que se alude en este verso son el agua y el aire.



249-5-4:


La envidia conocidos los hacía [...]


La envidia que Mallén sentía de ver cómo sus compañeros habían muerto gloriosamente en defensa de la patria, le hacía reconocerlos, aunque desfigurados por la muerte.



250-1-8:


Por más que la mi diestra lo rehúya [...]


La mi diestra, empleando el artículo, donde hoy no lo pondríamos delante de un posesivo; arcaísmo que aún se conserva en la oración del padrenuestro: «santificado sea el tu nombre; venga a nos el tu reino».



  —316→  

250-3-3:


Que yo satisfacer pueda a la ofensa [...]


Donde que, vale con que, tal como en este pasaje de Don Quijote (I, 76): «[...] se le representó que era un castillo [...] con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan [...]».



250-3-5:


Yo turbo el claro honor y fama inmensa [...]


Claro, en la acepción de limpio, puro. Así, Cervantes en Don Quijote habla de grandezas claras, entendimiento claro, renombre claro, etc.


[...] pagando la obligación
a su sangre antigua y clara [...]


Laso de la Vega, Romancero, hoja 68 v.                




250-4-4:


Ya el arrepentimiento vale nada [...]


Como catorce estrofas más delante (253-3-6) dijo también:


Estará tan en sí que falte en nada? [...],


contrariamente a la regla que pide, como observa Ducamin, que en toda proposición negativa preceda por lo menos una negación al verbo.



250-4-8:


Sin sazón de la vida cortó el hilo [...]


Frase figurada, equivalente a matar, quitar la vida, y que debe su origen, evidentemente, a la mitología griega, en la cual Atropos, una de las Parcas, como ya lo contamos, era la encargada de cortar el hilo de la vida; sin consideración a sexo, edad o estado. Representábanla los antiguos cubierta con un velo negro y unas tijeras en la mano.

Sin sazón: fuera del tiempo oportuno; sobre lo cual se puso nota más atrás.



250-5-7:


Proejando por fuerza iban rompiendo [...]


y aplicándola a su persona, dice el poeta al final de su obra, en sentido figurado, (603-4-5):


Viéndome proejar siempre agua arriba [...]


En el Carlo famoso de Zapata (Canto XLII, hoja 223 vlta.) se encuentra esta voz, con el siguiente comentario manuscrito de algún lector anónimo de aquel tiempo en el ejemplar de nuestra Biblioteca Nacional:


Mas ya el proejar al fin, y en la cruxía [...]


« Remar contra las corrientes o la fuerza de los vientos que embisten a la embarcación por la proa».


Contra el rigor del hado prohejando
nuestra derrota siempre proseguimos [...]


Villagra, Conq. de la Nueva México, hoja 113.                


«Estuvieron las galeras parte de aquel día en Yolito, y a la tarde comenzaron a prohejar con los remos [...]». Calvete, Vida de Gasca, II, 453.


La chusma al proejar la fuerza aviva,
las importunas ondas contrastando [...]



Con viento fresco a fuerza se proeja [...]


Rufo, La Austriada, C. XIX, hojas 332 y 338 vlta.                


En los ejemplos citados ya se ve que la ortografía de esa voz ha sido varia en cuanto al uso de la h. El léxico proscribe tal letra.



251-1-6:


[...] y arribaron
en Arica [...]


Ercilla empleó antes este verbo arribar con a, en el Canto II:


Arriban a Purén, plaza segura [...];


y ahora lo vemos usado con en, a semejanza de aportar, como nota Cuervo (Dicc., I, 649), advirtiendo que con tal régimen es raro, a tal punto, que no cita más ejemplo que éste del poema.



251-3-3 a 6:

Ha venido Ercilla hablando de la fuerza de los vientos, y de cómo Eolo, su rey, los encierra en lo interior de la tierra; y aquí, después de esta ficción poética, entra a emitir su opinión sobre la causa de los temblores, diciendo:


Buscan con gran estruendo la salida
por los huecos y cóncavos cerrados;
y así la firme tierra removida
tiembla [...]


Tal era la doctrina corriente entonces en España, según lo advierte Zapata en la p. 225 de su Miscelánea: «Cómo éstos naturalmente se hacen, es cosa tan sabida que no hay para qué tratar de ello: porque siendo en las cavernas de la tierra más el aire que el vaso de ellas, como en el continente no cabe el contenido, busca por dónde salir, aunque sea como Encélado, echando la tierra que tiene de encima de a cuestas [...] Esto suele ser más en las tierras de a orillas del mar que en las de en medio, y más es de maravillar cuando acaece en las mediterráneas tierras».

El poeta no hizo en esta parte sino conformarse a tal opinión en sus dictados; pero es realmente de maravillarse cómo en otro lugar de su obra (376-2), obrando ya a impulsos propios de su fantasía, sostiene una de las aceptadas en nuestros días, al afirmar que los temblores de tierra se producen


[...] sin causa alguna
que la altere y remueva por de dentro,
apretándose recio con su centro.


Concepto, este último, que repite más adelante (415-2-8):


La tierra se apretó contra su centro


en forma figurada, para dar a entender que el encuentro de que allí habla, fue tan recio y con tal estruendo como el que hubiera podido producir un terremoto. Ercilla, que debió de sentir más de uno de esos movimientos sísmicos en Chile, en el Perú a en Italia, pinta en otra parte de su obra el ruido de que vienen precedidos o les acompaña; y en este mismo canto (253-4-2) empleó la voz terremoto, así mismo en sentido figurado, pero en un símil que   —317→   resulta forzado y difícil de alcanzar, al decir del golpe de viento que azotó a la nave en que navegaba, que fue como un «presto y recio terremoto», refiriéndose, quizás, a la sacudida que sufrió.



251-4-7:


De Bóreas ayudadas luego fueron [...]


Bóreas «es palabra griega, que significa septentrional, llamado también Aquilo, de donde se dijo Aquilón. En España es viento frío y seco». Covarrubias. En Chile, por el contrario, es templado y trae las lluvias, en los meses de junio hasta agosto, en que suele degenerar en tormentoso.

Observa Bello (Gramática, p. 206), que ciertos nombres de vientos deponen el artículo definido por efecto de licencia poética, si bien la mayor parte de ellos «tienen el valor de propios por haberlo sido de los dioses o genios a quienes se atribuían los fenómenos de la naturaleza».

Luis Zapata en su Carlo famoso (Canto II, hoja 8 vuelta) dio una enumeración de los vientos, según los nombres poéticos, señalándoles sus cualidades.


Ni le faltó el terrible Bóreas fiero,
ni el negro Áfrico triste y nubiloso,
ni el Noto cruel, húmido y severo,
ni el Subsolano altivo y presumptuoso,
ni el Favonio agradable y placentero,
ni el Nabateo austro, húmido y lluvioso,
ni el sordo y rápido Euro, acedo y crudo,
ni el Aquilo Hiperbóreo, frío y agudo.


Pero en esta lista faltan todavía muchos. Ercilla menciona los siguientes: ábrego, p. 515; aquilón, austro, 221; céfiro, 254; cierzo, 255; coro, 186; euro, 448: garbino, 220; noto, 250; subsolano, 442; tracio, 117; vulturno, 424.



252-1-1:


Donde un caricioso acogimiento [...]


Caricioso procede de caricia y vale lo que cariñoso. El Diccionario de Autoridades trae dos ejemplos del uso de tal voz.



252-1-6:


Al punto se aprestó el matalotaje [...]


Matalotaje, voz de frecuentísimo uso en los escritores chilenos de la colonia, se deriva del francés matelot, porque era la provisión de comestibles que hacía el marinero para su viaje, de donde pasó a aplicarse a los soldados y a las gentes en general. Ercilla no usó de ella sino en esta vez.


Ningún hombre cuenta haga
de honras ni de linaje,
porqués mal matalotaje
para hacer tal jornada.


Oviedo, Quinquagenas, p. 91.                


Laso de la Vega en su Cortés valeroso, hoja 127:


No le será impedido su viaje,
que el navío que sólo está en el puerto,
con provisión y buen matalotaje,
al que partir quisiere será cierto [...]


En las redondillas que Cervantes puso en el Jardín espiritual de fray Pedro de Padilla (1584) empleó esa voz, por cierto que de manera bastante alambicada y de mal gusto:


Y para hacer tal pasaje
ha muchos años que ha hecho
con sano y cristiano pecho
cristiano matalotaje.


«[...] con la falta de las alforjas les faltó toda la despensa y matalotaje». «Aquella noche llegaron a la mitad de las entrañas de Sierra Morena, adonde le pareció a Sancho pasar aquella noche, y aun otros algunos días, a lo menos, todos aquellos que durase el matalotaje que llevaba [...]». Cervantes, Don Quijote, II, l03, 235.

Voz de uso muy corriente entre nuestros escritores coloniales, dijimos. Ovalle (I, 156): «[...] lleva cada uno consigo su matalotaje, y, así, no necesitan del cuidado del bagaje [...]».



252-2-7:


Un mes en mucho vicio reposaron [...]


Vicio, que vale aquí tanto como abundancia. Ejemplos de esta acepción nos ofrece Ercilla varios en su obra (véase la nota 110-4-3) y en el Conde de Lucanor de don Juan Manuel, hallamos este: «Y el conde respondió, que a hombre del mundo non placería más que a él folgar e estar vicioso, si pudiese [...]».



252-4-1:


El Sol del común Géminis salía [...]


El Sol entra a los Gemelos (Géminis) el 21 de mayo de cada año.

En ese verso, Ercilla da a entender, que salía de esa constelación para entrar en la de Cáncer. Se trata, pues, de una fecha que corresponde a la del 21 de junio.

Castellanos (Elegías, p. 265) dijo en forma semejante:


Y aun del Signo de Géminis salía
y al Trópico de Cáncer se metía.


Bello (Obras, t. XIV, p. 42) ha dado la clave para la interpretación de las referencias cosmográficas aplicables a nuestro hemisferio, en los siguientes versos:


Libra, Escorpión, Sagitario
nos dan el tiempo florido;
Capricornio, Acuario, Peces
el abrasador estío;
Aries, Tauro y los Gemelos,
el otoño en frutas rico;
Cáncer, León y la Virgen
la estación de lluvia y frío.




252-5-7:


Las aferradas áncoras alzamos [...]


No trae el léxico en la voz ancla la que se dice aferrada; pero en una de las acepciones de aferrar dice que le corresponde la de agarrar el ancla en el fondo.



253-1-1:


La mar era bonanza, el tiempo bueno [...]


  —318→  

Bonanza, sustantivo, empleado en su valor de adjetivo, sirviendo de predicado a era, cosa muy común en los clásicos, y equivale, por lo tanto, a bonancible.



253-1-2:


El viento largo, fresco y favorable [...]


Viento largo es término náutico, y se dice del que «sopla desde la dirección perpendicular al rumbo que lleva la nave hasta la popa, y es más o menos largo, según se aproxima o aleja más a ser en popa».



253-1-5:


Seis días fuimos así; pero al seteno [...]


Seteno=séptimo; como al numerar el canto decimoquinto, dijo quinceno.

Nota de Ducamin: «Estos ordinales en -eno eran muy empleados en otro tiempo, y aun pueden serlo hoy, aunque lo sean raras veces. Son los únicos verdaderamente populares; las otras son formaciones netamente sabias. En Berceo encontramos: Signos: 13, I septeno; 16, 1 noveno; 18, 1 onceno; 19, 1 doceno; 20, 1 treceno. En las formas compuestas, esta desinencia se añadía al segundo término: dieziseiseno, ventidoseno. Es de advertir que en la lengua de Languedoc, que hoy ha adoptado las formas francesas en -en, fem.: -ena: novena, unzena, dolzena, tretzena, quatorzena, quinzena, sezena, etc. Por lo demás, estas formas vienen de distributivos latinos en -enu, de muy frecuente uso en el latín de la Edad Media como ordinales. Cfr. Cuervo, párrafo 41».



253-2-1:


Bóreas furioso aquí tomó la mano [...]


Tomar la mano, modismo sacado de lo que se usa en ciertos juegos y que se aplica, de ordinario, al razonar, usado aquí, por consiguiente, en sentido metafórico.

«En asomando, salieron todos a recibirle con gran aplauso, métenle en su rueda luego, y él comienza a tomar la mano». Zapata, Miscelánea, p. 263.

Cervantes usó también de la misma metáfora en Don Quijote, I, cap. 29: «[...] tomó primero la mano Cardenio, diciendo [...]».

Cervantes escribió también (IV, 63): «Ella tomó la mano, y en aquella mezcla de lenguas que tengo dicho me preguntó si era caballero [...]». «[...] y si me he puesto en cuentas de tanto más cuanto acerca de mi salario, ha sido por complacer a mi mujer, la cual cuando toma la mano a persuadir una cosa, no hay mazo que tanto apriete los aros de una cuba como ella aprieta a que se haga lo que quiere [...]» (V, 139).

«Tras esto, tomando la mano, di muestras de agradecido en que me hubiese dado tan merecida cuenta de su vida». Suárez de Figueroa, El pasagero, hoja 258 v.


En esta confusión tomó la mano
y a todos les habló desta manera [...]


Castellanos, Elegías, p. 25.                


Es curioso el siguiente pasaje del P. Ovalle porque en él emplea, uno en pos de otro, ese modismo y el de tener mano: «Sintió mucho el General el desacato, y queriéndolo castigar se turbó la junta, y aunque cercaron al matador por uno y otro lado, se dio tan buena maña mosqueteándose con su maza, que no fue fácil el prenderle; pero tomando la mano Lautaro, como quien la tenía tan grande con el General, se compuso todo [...]». I, 347.

«[...] y así, viéndose preso y cautivo con su mujer, ofreció a los españoles que quería tomar la mano con su gente y hacer que de una vez diesen la paz [...]». Ovalle, II, 55.



253-3-4:


Andaba sin gobierno derramada [...]


Recuérdese lo dicho en 104-1-2 acerca de este adjetivo derramado, que el poeta usó una vez más (357-1-5):


Luego de acá y de allá los derramados [...]




253-3-5:


Pero ¿quién será aquel que en tal afrenta [...]


Debemos de nuevo llamar la atención al valor que hay que conceder aquí a esta voz afrenta, de que dejamos nota a la página 15.



253-3-7:


Que el general temor apoderado [...]


No hay en este caso una elipsis, como pudiera pensarse, pues apoderado en su carácter de adjetivo tenía antaño el significado de poderoso, acepción hoy anticuada. De poder se pasó a a-poder-ado; como de dinero salió a-diner-ado.

En Persiles y Sigismunda, lib. I, cap. 14, se encuentra el siguiente ejemplo, recordado por el Diccionario de Autoridades: «no hay pecado tan grande, ni vicio tan apoderado, que con el arrepentimiento no se borre o se quite del todo».

En tal acepción empleó Ercilla este adjetivo en tres pasajes más (276-4-7; 505-5-1; 525-2-5):


Y el tirano cuchillo apoderado [...]



Pero ya la maldad apoderada [...]



Y cuando pienses verte apoderado [...]




253-4-7:


«¡Larga la triza en banda! larga! larga! [...]


Triza es poco usado. La verdadera palabra es driza, que es un cabo de maniobra para suspender las vergas por la cruz.

¡Larga la driza en banda! es una voz marinera muy empleada en toda maniobra, y significa arriar la driza de golpe o rápidamente, con el fin de aminorar la marcha del barco por la supresión de una o más velas que iban en viento.

Debemos esta nota y las cuatro o cinco más que se ofrecen en este Canto sobre términos náuticos a nuestro amigo el capitán de corbeta don Ismael Gajardo Reyes.



  —319→  

253-5-3:


El cerrarse la noche en un momento [...]


Ya vimos que antes el poeta había dicho (72-4-2) cerrarse el cielo, como se dice cerrarse el día, frases ambas que registra el Diccionario de Autoridades, pero sin que el valor que corresponde en ellas al verbo cerrarse haya sido considerado en el léxico vigente; y ahora se nos ofrece esta otra, también olvidada en este como en aquel, de cerrarse la noche por más que se la encuentra en Ercilla y no pocas veces en Don Quijote, v. gr.: «y cuando comenzó el paseo comenzó a cerrar la noche [...]». «[...] acabó de cerrar la noche» (I, p. 99). «Cerrose con esto la noche de mi tristeza [...]». P. I, cap. 27. «En esto se cerró más la noche [...]». I, cap. 34.



254-1-6:


Los otros de tropel corren ligeros
a la escota, a la braza, al chafaldete [...]


Escota es un cabo de maniobra que va hecho firme al puño de las velas.

Braza, otro cabo que se ata a los penoles de las vergas para fijarlas.

Chafaldete es un cabo que va amarrado a los puños de las gavias y sirve para cargar o izar estas.

Con lo dicho, queda explicada la idea del poeta en estos versos.



254-1-8:


Que ningún aparejo gobernaba [...]


Gobernar, en su valor de verbo neutro y que en términos náuticos se aplica al timón cuando el buque no responde a sus diversas posiciones, pero que el poeta hace extensivo aquí a todo el aparejo de las velas.



254-2-1:


Ábrese el cielo, el mar brama alterado [...]


Abrir, usado como reflexivo, y que vale entonces hender, rasgar, y así nuestro P. Ovalle dijo: «Abriose la tierra en muchas partes del monte [...]»; o como cuando en la historia sagrada se lee que «se abrieron las cataratas del cielo».



254-3-7:


Así debajo el mar salió el navío [...]


En todas las ediciones ha salido así: debajo, lección que ha motivado la crítica de Ducamin, diciendo que en ninguna se ha cuidado del sentido, al no poner, como él lo hace, de bajo; olvidándose de que en este caso, debajo no es adverbio, sino preposición, en cuyo valor, le empleó el poeta poco más adelante en otras dos ocasiones (272-5-7, 8):


Viviendo en igualdad debajo dellas
cuantos viven debajo las estrellas.




254-4-3:


Y, aunque era un mangle el mástil muy fornido [...]


Razón tenía Ercilla para insistir en que el mástil de la nave era de aquel árbol, pues el P. Acosta dijo también: «Los robles que traen de Guayaquil [...] y los palos de mangle de que hacen árboles y mástiles de naves, y los tienen por tan recios como si fuesen de hierro». Historia de las Indias, I, 25.



254-4-8:


Y así la racamenta no corría [...]


Cervantes en el Viaje al Parnaso:


La racamenta, que es siempre parlera [...]



Rompe el árbol, la jarcia y racamenta [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 270.                


Vese por estos ejemplos que antaño racamenta se decía; por lo cual, no sin razón, observaba el Diccionario de Autoridades que «algunos la llaman racamenta»; pero tanto allí como en el actual léxico se le asigna el género masculino.

Racamento se dice del «aro de madera, hierro o cuerda, con que se sujeta la verga a su palo, y sirve para subirla o bajarla».



255-1-5 a 7:


Y las valientes ondas reparando,
que del furioso Cierzo repentino
iban la vía siguiendo, las airaba [...]


Queda ya dicho el significado de valiente, y el valor que se concede a airar (4-1-7) en casos como el presente.

Reparar, usado en la acepción de «oponer una defensa contra el golpe para librarse de él».

Cierzo es sinónimo de viento norte.



255-3-5:


Vino en esto de viento una grupada [...]


Grupada, dice el léxico: «golpe de aire y agua impetuoso y violento».

En la descripción que de esta misma tormenta trae Oña en su Arauco domado, se lee (Canto III, página 77):


Oye de allí las voces y lamentos,
los golpes, los turbiones, las grupadas
que del Vulturno y Cierzo reforzadas
confunden los distintos elementos [...]




255-3-7, 8:


Rompiendo del trinquete la una escota,
y la mura mayor fue casi rota.


Amura, cabo que va amarrado, como en la escota, en el puño de las velas bajas de cruz; pero que trabaja en sentido contrario de aquella.

La voz trinquete se refiere a la vela más baja del palo de ese nombre, o sea del palo de más a proa, de modo que según la maniobra descrita por el poeta, al mismo tiempo que se rompía la escota de la vela trinquete, casi se cortó la amura de la vela mayor, o sea el cabo que va hecho firme en el puño inferior de esa vela y que tiene por objeto llevarla hacia proa, cuando así convenga en cualquiera maniobra marinera.

  —320→  

Se deja entender, por el movimiento de esos cabos, que era necesario detener rápidamente la marcha del barco, o sea, efectuar la maniobra de pairar o poner en facha el aparejo del trinquete.

En consecuencia, las velas del trinquete debían quedar con el viento casi por la proa, mientras, las del palo mayor quedaban en posición conveniente para ceñir el viento, o sea para navegar de bolina.



255-4-3:


Miran al gran piloto atentamente [...]


Nótese que gran no es aquí enfático, sino equivalente a mayor, adjetivo cuyo valor no está considerado en el léxico en la acepción que le corresponde de piloto mayor. Del que tenía este título en la Casa de la Contratación de las Indias se trata muy por menudo en el título 23 del libro IX de las Leyes de Indias.



255-4-5:


Unos dicen «zaborda»; otros ¡detente!
Cierra el timón en banda [...]


A nuestro juicio, el poeta ha querido expresar en estos versos que el barco estaba en peligro de varar en la playa, y de ahí la voz de mando: Cierra el timón a la banda, no en banda, voz marinera muy usada para echar la pala del timón enteramente a un costado de la nave; con lo cual se consigue una virada rápida del barco, para zafarlo del peligro que se presenta por la proa.

Zabordar es un término marítimo, que vale varar o encallar la nave, voz que es frecuente encontrar en los antiguos escritores.

«Y mandó el teniente que las proas pusiésemos zabordando en tierra, e así se hizo con mucha diligencia». Oviedo, Historia de las Indias, III, 26.

«[...] y acaece de las naos tener la proa en ochenta brazas y estar la popa zabordada en tierra [...]». Cieza de León, Crónica del Perú, p. 357.

Pedro de Oña (Arauco domado, C. XIX, p. 514):


Temiendo zabordar dejó la vía,
y el rostro al mar sanguino revolviendo
viró para su nave a toda priesa [...]


Barco Centenera (Argentina, hoja 74 v.):


Al armada volviendo, había quedado
la capitana en seco y sin antena [...]
por el consejo y orden y mandado
de Juan Ortiz, zaborda en el arena [...]



Los indios revolvieron con la proa
y en tierra zabordaron la canoa [...]


Castellanos, Elegías, p. 290.                


«[...] pues de otra suerte no fuera posible dexar de zabordar en ella con la travesía que corrió tanto tiempo». Acosta, I, 140.



254-5-4 a 6:


«¡A orza, no amainar, que nos perdemos!»
Otro dice: «¡herramientas, pica, pica!
¡Mástiles y obras muertas derribemos!»


Orza significa inclinar la proa hacia donde viene el viento.

Obra muerta es la parte del casco que queda fuera del agua.

No amainar, en su sentido propio, significa dejar la misma superficie del velamen en viento, o sea, no reducir la marcha del barco.

La destrucción de mástiles y obras muertas a que alude el poeta, es maniobra que se ejecuta en casos de extrema gravedad, cuando hay peligro de naufragio, y obedece a la necesidad de adrizar (o poner verticalmente) la nave cuando está muy escorada o inclinada por efecto de la fuerza del huracán.

De ahí, que se diga en el segundo de esos versos que se alisten las herramientas para picar, o sea, destruir la parte de la obra muerta que se requiera.



256-1-1:


Las gúmenas y jarcias rechinaban [...]


En su forma gúmina se halla varias veces este término náutico en el Carlo famoso de Zapata. Por ejemplo (Canto XLV, hoja 246):


Las gúminas se arrancan, y de fuera
las ánchoras se veen con la tormenta [...]


Rufo, La Austriada, Canto XXII, hoja 389 v., escribió lo mismo:


Gúminas cortan, áncoras desclavan [...]


En las Rimas de don Juan de Jáuregui, traduciendo una oda de Horacio:


Nave, que por entrego
al gran Virgilio debes,
fiado ya en tus gúmenas y antenas [...]


De letra de aquella época se encuentra en el ejemplar del poema que está en nuestra Biblioteca Nacional la siguiente definición de esa voz: «Las maromas gruesas que sirven en los navíos o embarcaciones para atar las áncoras y otros usos»: que el anotador copió del léxico.

Este quiere que hoy se diga gúmena.



256-1-3:


Y las hinchadas olas rebramaban [...]


Y por segunda vez usó de este verbo (266-5-2):


Y el indómito viento rebramando [...]


Como lo indica su estructura, rebramar vale volver a bramar; pero, de ordinario, como en este caso, se le emplea para ponderar la fuerza del bramido.


El aire suena en torno rebramando,
herido de fogosos torbellinos [...]


Rufo, La Austriada, canto XXIII, hoja 417 vuelta.                



Y luego que nos vieron levantaron
una algazara y grita tan grimosa,
que allí todo el infierno parecía
estaba con su fuerza rebramando [...]


Villagra, Conquista de la Nueva México, hoja 125 v.



256-1-6:


Y cerrazón de nubes intricadas [...]


Serrazón se puso en la edición príncipe y en cuantas se hicieron en vida de Ercilla y aun en la de Varez   —321→   de Castro, y de tal verbo se pasó a otro harto grave, escribiéndose ser razón en la de 1610, en la de González de Barcia, -y lo que es todavía muy más de extrañar- en la de Sancha.



256-2-3:


Que del grande reflujo en la marina
hervía la agua, mezclada con la arena.


Dice Ducamin: «El reflujo, después que el viento había arrojado al mar sobre los arrecifes»; y en el léxico, en la voz marina: «Sinónimo de mar. Es ésta una acepción rara. Tal voz, además de los significados que tiene en francés, no le corresponde en español, aun en el siglo XVI, otra que ribera del mar, playa. Nos encontramos aquí, quizás, con un italianismo debido al Orlando furioso».

Ya se ve que el comentador francés no entendió el sentido de estos versos, para nosotros, como para todos los del habla castellana, perfectamente claro: el agua hervía en la marina, en la playa, mezclada con la arena, y no en el mar.



256-2-5, 6:


Rota la escota, larga la bolina,
suelto el trinquete, sin calar la entena [...]


Bolina es el nombre de un cabo que sirve para halar hacia proa la relinga de las velas.

Entena es un palo encorvado muy largo en el cual van envergadas las velas latinas.

Suelto el trinquete, se refiere a la vela trinquete.

Sin calar la entena, es dejarla en su sitio.

El poeta ha querido expresar en estos versos, según nuestro modo de entender, que la vela latina del trinquete, o sea, una vela que va orientada por la cara de popa del palo de ese nombre, estaba sin gobierno, porque se había roto la escota, la bolina estaba en banda, la vela suelta y, o como dicen los marinos, flameando, y de ahí se imponía la maniobra de calar la entena para aferrar la vela o para arreglarla, porque una vela que no obedece a sus cabos de maniobra es un verdadero estorbo para el piloto de una nave.