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ArribaAbajoCanto Trigesimotercero

531-1-5:


De la vida reglada a la anchurosa [...]


Reglada debe decirse y no arreglada como acostumbramos en Chile. En comprobación, si es que la necesita, citaremos algunos ejemplos.

Mateo Alemán, en el Pícaro Guzmán de Alfarache, pintándonos la condición del rico en concepto de las gentes: «[...] si avariento, reglado y sabio [...]».

«[...] las mujeres son las que primero dan causa a cualquier movimiento, por lo cual es necesario vivir con ellas muy reglado [...]». Carta de guía de casados y avisos para Palacio, Madrid, 1724, p. 43.



532-1-7:


Que no sólo de bienes fue avariento [...]


Avariento y avaro son sinónimos, según Covarrubias y Aldrete. No sabríamos por qué, pero nos imaginamos que el primer término es aun más despectivo que el segundo y más fuerte, como que parece aplicarse a pequeñeces. Así, en la parábola del rico avariento resulta que se quiso decir más que avaro.

Avaro escribió Cervantes (Don Quijote, V, 122): «Dije virtudes, riquezas y liberalidades, porque el grande que fuese vicioso será vicioso grande, y el rico no liberal será un avaro mendigo [...]».

Avariento, Alcázar (Poesías, p. 9) y Oña (Temblor de Lima, fol. 8 vlto.):


Goce el avariento
sus bienes ajenos,
y en sus cofres llenos
funde su contento [...]



Que aquella noche en la avarienta Lima
sobraba ya el metal, que tanto estima [...]


Consultando a Cuervo, vemos que llega a la misma conclusión, fundándola con su habitual sabiduría. Dice, pues: «Avariento. Este [...] adjetivo, formado con el mismo sufijo despectivo que grasiento, gusaniento, mugriento, etc., es voz popular que representa la avaricia como vicio sórdido que lleva a actos indignos; avaro, voz erudita hasta cierto punto, no tiene de ordinario aquella énfasis, y señala meramente la circunstancia de estar dominado por el apetito de allegar y guardar. Esta diferencia parece notarse en el siguiente pasaje.


»Que cual suele el avariento
del cofre cada momento
sacar el oro y contallo,
no menos avaro hallo
contigo mi pensamiento».


Lope, Los embustes de Celauro, 2, 20.                




532-4-1:


Torció el curso a la diestra bordeando [...]


Bordeando, de bordear, término de marina: dar bordadas, esto es, «hacer girar la nave a un lado y otro sobre los costados alternativamente para ganar el viento contrario».



532-4-2:


De las vadosas Sirtes recelosas [...]


«Vadoso, sa, adj. que se aplica al paraje de mar, río o lago que tiene vados o suelos someros, y por eso peligroso para la navegación». Diccionario de Autoridades. Trae el siguiente ejemplo de Juan de Mena, cop. 21: «Syrte, ser llamado así porque trahía las naves, y llegándolas al vadoso mar, encallen y perezcan».


¿Quién ha visto en un águila enroscada
víbora azul, o pardo cocodrilo
a una palma enredarse levantada
de las crecientes del vadoso Nilo?


Valbuena, El Bernardo, p. 214.                




532-5-2:


De frutíferas plantas adornado [...]


Ya había salido antes esta voz (449-2-7):


Y fructífero término remate [...]


con la particularidad de aparecer con su forma actual, dejándola anticuada, en todas las ediciones, con excepción de las dos de Madrid de 1578; pero frutífero escribía Cervantes todavía en Persiles y Sigismunda: «[...] y salieron a ver desde aquella cumbre la amenidad de la pequeña isla, que sólo podía bojar hasta doce millas, pero tan llena de árboles frutíferos, tan fresca por muchas aguas [...]». Página 619, ed. citada.



532-5-7:


Quiso fundar un pueblo de cimiento [...]


De cimiento, que repitió muy poco más adelante (538-2-6):


Asuelen a Cartago de cimiento:


tal como decimos vulgarmente de cuajo, de raíz, con el valor indicativo de modo, que en tales casos corresponde a la preposición de.



534-1-7:


Viniendo avecindarse muchas gentes [...]


Otro caso de la supresión de la a seguida de voz que comienza por la misma sílaba. Son tantos ya los de esta especie notados en La Araucana y que se encuentran en las obras impresas en otro tiempo, que tenemos que arribará la conclusión de que en realidad no se pronunciaba y que por eso se omitía en la escritura.



534-2-8:


De «carta» la llamó «Cartago» Dido.


Y como Ercilla lo dijo también Zapata: «[...] ni es   —405→   de maravillar de estas denominaciones, pues el famoso Capitolio romano se llamó así de caput, una cabeza que se halló en él de un caballo, y Alba, de una puerca blanca con muchedumbre de crías, y de carta, la insigne ciudad de Cartago». Miscelánea, página 137.

Contra esta etimología de Ercilla se puede oponer la de Covarrubias, más entendido que el poeta en materias de esa naturaleza; si es que aquel no la tomó de fuente extraña: «Cartago, fundación de Elisa, la cual fue de Fenicia, y en su lengua vale tanto como "ciudad nueva"».

«Llegó Dido a las costas de África, cuyo rey, que era Hyarbas, y sus moradores la vendieron tanta tierra como un cuero de un toro que le fue por ella pedido, deque, haciendo delgadas correas, midió sitio en que fundó una ciudad, a quien llamó Virsa, que quiere decir cuero, y después llamó a la ciudad Cartago, y el alcázar se quedó con el nombre de Virsa. Hay diferentes opiniones en la derivación del nombre de Cartago, pero la común es ésta, porque Cartago quiere decir "ciudad nueva" en su lengua». Lasso de la Vega, Romancero, hoja 144 vlta.

Conformándose, sin duda, con esta opinión, Cervantes dijo, por boca de Lenio en la Galatea, página 147, libro IV: «[...] éste [el amor] hizo cesar las comenzadas obras de la nueva Cartago, y que su primera reina pasase su casto pecho con la aguda espada [...]».



535-1-2:


Del franco Yarbas, rey musilitano [...]


Musilitano dijo aquí, pero unas cuantas estrofas más adelante (536-5-6) escribió mauritano, adjetivo este que se halla en el léxico, pero no así el otro, que resulta equivalente en el lenguaje de Ercilla.



535-2-5:


Donde no, que con justo sentimiento [...]


Donde no es frase elíptica que equivale a «en caso que no (se haga o suceda aquello de que se trata), de lo contrario». Cuervo, Dicc., II, 1321 f.

En un soneto atribuido a Cervantes (Colec. Rivadeneyra, t. I, p. 710):


Den voacedes, por Dios, a mi pobreza,
les dice: donde no, por ocho santos,
que haré lo que hacer suelo sin tardanza [...]


«La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender; donde no, conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia». Don Quijote, I, 126.

«Donde no, dice Rodríguez Marín, comentando este pasaje, es expresión elíptica, que quiere decir: "donde no hagáis lo antes dicho" [...]. Significa si no, o de lo contrario».

En comprobación (que no la necesita) citaremos estos otros ejemplos: «El Gobernador envió a decir que se sosegasen y guardasen la paz que con él habían asentado, y viniesen a traer los cristianos y indios que habían llevado, y que los tenía por amigos; donde no lo quisieran hacer, que procedería contra ellos como contra enemigos [...]». Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios, p. 589.

«[...] y que cada uno escribiese lo que podía dar, con presupuesto que lo había de dar luego; donde no, que los llevaría consigo presos». Zarate, Conquista del Perú, p. 536.

«[...] que si enviasen a decir a Alonso de Hinojosa que dejase pasar a Casca al Perú, que sería para que escribiese en su favor al Emperador e hiciese lo que ellos quisiesen, donde no, le forzarían a ello [...]». Calvete, I, 259.

«[...] y así nacida y criada se la habían de traer por la misma agua cada año; donde no, que los declararía por enemigos y los asolaría». Acosta, II, 167.


Mude, como prudente, pareceres
porque de sabios es mudar sentencia;
donde no, si durase su porfía,
crea que durará también la mía.


Castellanos, Hist. del N. R. de Granada, t. I, p. 13.                



Una, dos y tres veces os requiero
a todos como sois, estigio bando,
que forzados hagáis cuanto yo quiero,
pues no hay apelación en lo que mando;
donde no, yo haré [...]


Rufo, Canto XXII, h. 396.                




535-3-5:


Causoles turbación, considerando [...]


En todas las ediciones, inclusa la de Rosell, salió este gerundio en vez del participio, que es el que le corresponde por la rima y, aun por el buen decir. Advertiremos, con todo, que correctamente escrito había salido en la edición príncipe y en la de 1597.



535-4-8:


Mostrando desplacer con la embajada.


Dice Cuervo, tratando del verbo desplacer: «El infinitivo se sustantiva, lo mismo que en el verbo simple: desagrado, disgusto». Y añade al de Ercilla el siguiente ejemplo de la Diana de Gil Polo :


No ser querida y amar
fuera triste desplacer
mas ¿qué tormento o pesar
te puede, ninfa, causar
ser querida y no querer?


Al que añadiremos nosotros el siguiente: «[...] y no les habían hecho ningún enojo ni desplacer [...]». Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios, p. 585.

Recuérdese lo dicho en 365-2-7.



535-5-7:


Veinte de tu consejo más instrutos [...]


Instrutos, forma latinizada de instruidos.



536-3-7:


Dejemos nuestras casas y manida [...]


La manida es propia de los animales, de modo que, por más rústicos que supongamos a los compatriotas de Dido, que distaban de serlo, parece que aquella voz está mal empleada aquí. No faltan, sin embargo, ejemplos en que manida se haya usado en el sentido expresado por Ercilla.

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Cervantes (Don Quijote, I, 280): «Díjole el cabrero lo que primero le había dicho, que era no saber de cierto su manida», refiriéndose a Cardenio.


Aquí han visto muchos un gigante,
que allá la tierra adentro es su manida [...]



Al capitán Garay acompañaba
Rui Díaz, que procuran la manida
de Cayu, que en las islas habitaba [...]


Barco Centenera, Argentina, hojas 12 v. y 112.                


Podemos citar uno en que, dirigiéndose nada menos que al Santísimo Sacramento, dice el Alma preguntando:


-¿Si te doy panal de vida
de la boca del león [...]?
-Darete mi corazón,
en que hagas tu manida.


Baltasar del Alcázar, Poesías, p. 153.                


El participio manido, da, del verbo manir, significa otra cosa muy distinta, y tiene etimología también distinta. Véase en el siguiente ejemplo. Cieza de León, Crónica del Perú, p. 451: «[...] son buenas para comer [las viscachas] como estén manidas [...]».



536-5-1:


Y pues tiene de ser en tu presencia [...]


Dice Salvá: «Tener. Este verbo rige también, como haber, al determinado en infinitivo por medio de la preposición de, y la frase denota entonces la intención de hacer algo, o la probabilidad de que suceda la cosa, v. g.: "Tengo de hacer la cocina" [...]». Gramática, p. 212. Régimen que no escasea en el lenguaje de Cervantes, por ejemplo: «[...] sabe que tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla [...]». «[...] pues qué más tengo de ver, que lo que he visto?». Don Quijote, P. I, caps. 7 y 25.

Ya se ve que hoy emplearíamos que, en lugar de «tiene que ser...».



537-1-5:


A todos los trató y miró de guisa [...]


De guisa es modo adverbial anticuado, equivalente a de manera; frecuente en Don Quijote. Véase lo que Cejador dice de la procedencia de tal voz.



537-1-8:


De sus casas y quicios los sacara.


Vemos que Ercilla junta aquí en uno los dos modismos sacar de quicio y sacar de sus casillas, frecuentes aún en nuestro modo de expresarnos; eso sí, que apartándose en el segundo de la lección común que pide casillas, pero que el poeta hubo de alterar en ese verso para amoldarla a su relato y a la medida. Jugando de ambos términos, casas y casillas, dijo Cervantes en Don Quijote, P. II, cap. 2: «[...] que hayas dicho y digas que yo fui el que te saqué de tus casillas, sabiendo que yo no me quedé en mis casas [...]».



537-2-2:


Jamás os vi rendidos vez alguna [...]


Observa Ducamin que vez alguna implica una mera repetición de jamás: en lo que sólo tiene razón en parte, pues en la frase, tal como está, aparece así la negación con más fuerza; siendo muy propio de jamás juntarse a veces con siempre, como es corriente y castizo, sin que tal uso se pueda achacar a redundancia.



537-3-6:


De justa deuda y natural debida [...]


Otro empleo de la preposición de, distinto del que vimos hace poco, que esta vez importa la determinación de dónde vienen o proceden las cosas. «De la espesura de un bosque que allí estaba, salían unas voces»; «dice que lo hago de miserable», escribió Cervantes.



537-4-1:


¡Al alto y grande Júpiter pluguiera [...]


Observa Ducamin que Ercilla atribuye equivocadamente a los sirios los mismos dioses que a los griegos y latinos.



537-5-8:


Tus urgentes razones aprobamos.


y poco después en términos idénticos (538-4-3):


Con más razón y fuerza más urgente.


Urgente, en la acepción que le corresponde primariamente de que una cosa insta a su pronta ejecución, apremiante, que diríamos; y no, como de ordinario se toma en Chile, cuando en los sobres de las cartas se pone urgente, que vale luego.



538-2-2:


Por tus ancianos viejos impedidos [...]


Vuelve el poeta a incurrir aquí en la repetición de dos términos enteramente idénticos, ya que no hay anciano que no sea viejo, ni viejo que no sea anciano; los viejos jóvenes o los jóvenes viejos, ya es otra cosa...



538-3-5, 6:


Harás que el hierro y llamas militares
asuelen a Cartago de cimiento [...]


Ejemplo que presenta Selva (n. 196) para demostrar la irregularidad del verbo asolar, no sin advertir en nota que en su acepción de «secarlos campos o echar a perder sus frutos el calor», derivándose entonces de sol, se conjuga como regular. Mejor, habría sido declarar que son dos verbos distintos, uno derivado de suelo y el otro de sol.



538-3-7:


Así que en tu eleción y a tu escogida
queda la guerra o paz comprometida.


Escogida es el participio, sustantivado, de escoger, lo mismo que cogida, p. de coger, que el uso ha impuesto como sustantivo. No la trae el léxico en ese valor; diríamos hoy a tu elección.

Comprometida, en la acepción más corriente en el lenguaje forense; someter a compromiso, poner la resolución en manos de un árbitro.



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538-4-7:


Dándonos con el tiempo prosperado [...]


Si prosperado se refiere a tiempo, hay que considerarlo como sinónimo de próspero. En la 5.ª ed. del Diccionario de la Academia no tiene este significado, y figura sólo como p. p. de prosperar. Puede entenderse que los senadores pedían a Dido que les diera «el fruto deseado, prosperado con el tiempo», es decir, «desarrollado, sazonado, adelantado con el tiempo». En este caso, sería oportuno poner comas después de dándonos y de prosperado.

«Prosperado. El así acrecentando de bienes y riquezas, hecho feliz y afortunado.


»Por mí, Labán, te viste prosperado,
sin padecer del tiempo los reveses [...]


Esquilache.                


»Hacer buenos y prosperados a los suyos [...]. Fray Luis».

Academia Española, Diccionario de Autoridades.

El Marqués de Santillana en el Doctrinal de Privados:


A Dios non referí grado
de las gracias e mercedes,
que me fizo cuantas vedes
e me sostuvo en estado
mayor e más prosperado
que nunca jamás se vio
en España [...]



Y Mahoma, que en todo es nuestra guía,
le dé ventura y vida prosperada [...]


Rufo, La Austriada, C. II, hoja 24 v.                


Observa Ducamin que prosperar puede usarse transitivamente aun hoy día, y, en efecto, lo hallamos empleado por Rodríguez Marín: «[...] ni lució tanto como en Sevilla que, sobre ser muy prosperada por su suelo [...] habíase engrandecido [...]». Prólogo al Rinconete y Cortadillo, p. 10.



538-5-3:


Mira a tus pies esta ciudad prostrada [...]


Prostrada, en su forma latinizada, por postrada, conservando la r, cosa que ocurre con bastante frecuencia en los antiguos escritores, y especialmente en propio: proprio.



540-3-6:


Para la inmola y sacrificio usado [...]


No figura en el léxico esta voz inmola, por inmolación, sacrificio. Es abreviación de inmolación, como conversa y contesta, vulgares, lo son de conversación y contestación; prédica, de predicación, y excusa, de excusación.



540-3-8:


Les dijo las palabras semejantes [...]


«Sucedió, pues, que uno que los dos se andaban paseando por un prado fuera de la ciudad, Anselmo dijo a Lotario las semejantes razones».

Comentando este pasaje del Don Quijote, escribe Rodríguez Marín (III, 177): «Clemencín definió: "O sobra las, o semejantes es errata por siguientes. Ni lo uno ni lo otro, pues, como dice el Sr. Cejador, artículo Semejante, tal expresión significa, «razones parecidas a las que siguen. Modo de decir que emplea Ercilla [...]», y cita el verso de La Araucana que queda copiado.

Juan de Castellanos en sus Elegías, p. 32 y 353, dijo lo mismo que Ercilla:


Y a todos los soldados que tenía
semejantes palabras les decía:



Salduendo con halagos abundantes
le decía palabras semejantes.




541-1-2:


De poder tener bien me inhabilita [...]


El régimen de inhabilitar con de, donde hoy emplearíamos para, era corriente antaño; así en Don Quijote, P. I, cap. 50: «[...] el pobre está inhabilitado de poder mostrarla virtud de liberalidad con ninguno [...]».

Ya en ocasión anterior el poeta había escrito lo mismo (6-1-6):


Del uso militar lo inhabilitan.




542-3-4:


Falsó su historia y castidad preciada [...]


«Falsar, a. ant. Falsear» (Dicc. de la Acad.).



542-3-5:


Por dar a sus ficiones ornamento [...]


Fición, por ficción, otra de las voces que en la edición príncipe salió en su forma actual y se mudó después en aquélla, anticuada.



543-2-2:


Sin que pueda haber dello sentimiento [...]


Sentimiento, aplicado aquí a lo material de ser sentido, esto es, en la acepción de oír o percibir con el sentido del oído, ciertamente del todo inusitada hoy, y rara antiguamente. El Diccionario de Autoridades sólo trae el siguiente ejemplo, tomado de la Arcadia de Lope de Vega : «Yo te prometo que si las flores en que cayeron, como tienen alma vegetativa, la tuvieran con el sentimiento, que ellas huirían de su veneno».



543-4-4:


Iba a paso tirado caminando [...]


Ercilla habló ya de paso llano, paso tendido, y ahora de paso tirado. Hállase también en Don Quijote, t. I, p. 229: «[...] y él subió sobre su asno y comenzó a seguir a su señor, que, a paso tirado [...], se entró por un bosque [...]». Equivale, nos parece, a paso largo.



544-1-7:


La centinela descubrir del cerro [...]


Y luego en (545-1-1, 2):


La centinela en esto, descubriendo
de la punta de un cerro nuestra gente [...]


Puede haber aquí una transposición violenta, y   —408→   entonces el complemento del cerro modificaría a centinela, y la construcción, deshecho el hipérbaton, quedaría así: «porque no pueda la centinela del cerro (es decir, que está en el cerro) descubrir vuestra venida oculta...».

Puede también la contracción del, en la frase del cerro, significar desde el, y entonces del cerro no modificaría a centinela, sino a descubrir, y el significado de la construcción sería: «porque no pueda la centinela descubrir desde el cerro vuestra venida oculta...».

En el fondo, el sentido sería en ambos casos correcto.



544-3-2:


El sitio es ocupado y peñascoso [...]


Cuervo, según vimos en nota a la página 192, trató con bastante extensión del régimen y de las diversas acepciones del verbo ocupar, y dice que el participio ocupado ocurre con frecuencia construido con de, trayendo a colación el siguiente ejemplo de La Araucana (49-4-1):


Estaba el suelo de armas ocupado [...];


del Romancero del Cid:


Dello está muy ocupado;


de la Égloga VI de Francisco de la Torre:


Ya de la muerte mísera ocupado;


y de Salvá, Gramática castellana, Sint., cap. VII de: «Ocupado de una idea».

Esto por lo que toca al régimen. En cuanto a la acepción que tiene en ese verso, le viene de perlas el que el mismo Cuervo transcribe tomándolo de La Conquista de la Bética, lib. IX, de Juan de la Cueva:


El llano que de tiendas se ocupaba.


Pero el adjetivo ocupado, tal como se lee en el primer verso copiado, ¿qué valor tiene? Parece, desde luego, que corresponde a la acepción de lleno. No puede decirse que se refiera a gente, pues el sentido de la frase lo rechaza. ¿Montuoso? ¿Poblado de árboles, arbustos o malezas?



544-3-5:


Mirad que os daña ya la detenida [...]


Detenida, como poco antes había dicho escogida, sustantivando estos participios. Vale, pues, detenimiento, detención. Es voz que, en esa forma y valor, no la hallamos empleada por autor que conozcamos.



544-4-4:


A sacarle del tema fue bastante [...]


Recuérdese que antes, al tratar del valor de esta voz tema, el poeta la hizo femenina. Ya se indicó que vale porfía.



545-1-3:


Dio la voz y señal apercibiendo [...]


Verso en el que apercibir está usado en su acepción de avisar, según advierte Cuervo, citando, además, algunos ejemplos que lo comprueban, como éste de Cervantes: «Adelantose don Antonio para apercibir a Cornelia, por no sobresaltarla con la improvisa llegada del duque y de su hermano». Novela 10.



546-4-6:


Tomando de los otros más lenguaje [...]


Tomar lenguaje por tomar lengua o lenguas, no lo hemos visto empleado, pero es correlativo de tomar voz (vide Dic. de la Acad., art. Voz).



546-4-7:


Que todos contestaban que era un hombre [...]


Contestaban: que se hallaban contestes.

Ejemplos del empleo de ese verbo en tal acepción sacados de Jovellanos y Navarrete, trae Cuervo.



547-2-5:


Cuando la triste Palla, descubriendo [...]


Palla, con mayúscula en las ediciones antiguas, inclusa la de 1589, en la de Sancha y en las modernas, sin exceptuar la académica ni la nuestra: pero es yerro que debe enmendarse, puesto que ese no era el nombre de la mujer de Caupolicán, sino un simple sustantivo, cuyo significado cuidó el poeta de indicar en la advertencia preliminar, diciéndonos que palla vale señora de linaje y de vasallos. Véase en las Voces indígenas.



547-4-2:


Hinchó la redondez de sus hazañas [...]


Hinchó de henchir. Véase lo dicho en 168-4-6.

Redondez por mundo no es extraño en una época en que ya era común decir «por toda la redondez de la tierra» (Don Quijote, cap. XIX, parte I, pág. 265, ed. Rivadeneyra).



547-4-5 a 8:


¿Eres tú el capitán que prometías
de conquistar en breve las Españas,
a someter el ártico hemisferio
al yugo y ley del araucano imperio?


Alude Fresia con esta frase a la que el poeta había puesto en boca de Caupolicán en su arenga a los caciques después de la muerte de Valdivia (122-5-6, 8):


Entrar la España pienso fácilmente,
y al gran emperador invicto Carlo
al dominio araucano sujetarlo.


Prometer de: «se halla en nuestros clásicos, nota Salvá (Gramática, p. 311), pero hoy día omitimos la preposición».

Las Españas, dice la discreta Dorotea en Don Quijote (t. III, p. 112) : «[...] sino que luego, con algunos de los míos, me pusiese en camino de las Españas [...]». «En plural, advierte Cejador, por los   —409→   varios reinos que la formaron, y desde la época romana en que se dividía en Ulterior, Citerior, Tarraconense [...]». En plural, en este caso, refuerza el concepto hiperbólico atribuido a Caupolicán por la india.

Hemisferio, ahora, y ya vimos que antes dijo hemisfero.



548-2-2:


Para triunfar de la mudable diosa [...]


Observa Ducamin, con perfecta razón, que esta alusión a la mitología es del todo inoportuna en boca de la india, y mucho más en las circunstancias en que la profería.



548-5-4:


Recobrando al pasar la fida guía [...]


Aquí y en otro lugar (570-3-8):


Una prática lengua y fida guía [...],


italianismo que encuentra su mejor representación en castellano en «El Pastor fido» de Guarini, que Oña imitó en América en cuatro pasajes de su Arauco domado, como en este (C. IV, p. 94):


Mas viendo lo que el fido campo tarda [...]


Nota el léxico que viene del latín fidus, y que es adjetivo anticuado, por fiel.



549-3-6:


Con medroso temblor se retrataban [...]


Retratar, anticuado, por retractar. En aquella forma lo usó todavía Cervantes: «[...] puesto que se tiene por cierto que al tiempo de su fin y muerte dicen que se retrató della, y dijo que él la había inventado [...]». Don Quijote, t. VI, p. 116.






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552-2-5:


Mas cargole fortuna así la mano [...]


Cargar la mano: uno de los modismos muy corrientes hoy en día, que se le escapó a Covarrubias, y Aldrete.


El cielo en mis dolores
cargó la mano tanto,
que a sempiterno llanto
y a triste soledad me ha condenado [...]


Garcilaso, Égloga I.                




552-5-6:


Que aquesa es de los prósperos temida [...]


Aquesa por esa, «uso casi totalmente desterrado de la prosa en el día, y raro aun en verso», observa Bello (Gramática, p. 60) . En La Araucana no se halla más ejemplo que el citado y este otro de aquesta, por esta (556-5-4):


Cercenara de un golpe aquesta mía [...]


quizás por exigirlo así el número de sílabas del verso.



554-2-5:


Pero deja la vida condenada [...]


Condenado, que tiene aquí la significación del que siente mal de una cosa y la desaprueba; en este caso, diríamos aborrecida.



554-2-7:


Y más en este tiempo que la mía [...]


Que, en su valor de en que, como muy poco más adelante dijo (555-3-1, 2):


Luego aquel triste, aunque felice día,
que con solemnidad le baptizaron.




554-3-8:


A dar al rey Felipe la obediencia [...]


Dar la obediencia, frase que ya ocurrió antes, y que vale someterse.



554-4-8:


Que para ambas fortunas estoy presto [...]


Quedó ya comprobado que por fortuna tanto puede entenderse la adversa como la favorable. He aquí un ejemplo en que esta voz aparece empleada en plural, cual en este verso de Ercilla:

«[...] y llegó a la isla de Santa Catalina con hartos trabajos y fortunas que por el camino pasó [...]». Núñez Cabeza de Vaca, Comentarios, etc., p. 550.



554-4-2:


Hasta que cumpla aquí lo que pusiere [...]


Poner, en la misma acepción que empleó postura (165-3-6; 333-3-5):


Conforme a la postura justamente [...]



Pero la condición y la postura [...]


Casos en que poner vale prometer, ofrecer, proponer, como el refrán que dice: «el hombre pone y Dios dispone», que repitió Cervantes en Don Quijote y Núñez registra, cambiando hombre en gente.

De otra acepción de postura se ha tratado ya (442-5-7).



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555-4-1:


Descalzo, destocado, a pie, desnudo [...]


Advierte el léxico de la Academia que destocar, en la acepción de «quitarse el sombrero, la gorra, descubrir la cabeza», es anticuado.



556-3-6:


Las afrentas demás había sufrido [...]


Observa Cuervo, citando este verso, que el adverbio demás rarísima vez se halla pospuesto al sustantivo, y tanto, que el sabio gramático no pudo señalar otro ejemplo que el de nuestro poeta.

Pero, ¿es bien cierto que demás esté empleado aquí en su significado de otras o restantes? ¿No pudiera sospecharse que se quiso decir que las afrentas hasta allí sufridas excedían a las que hubieran podido imponérsele, y que debiéramos escribir entonces de más, conforme a la forma primitiva de ese adverbio, como cuando decimos, por ejemplo, que fulano cumplió de más con lo que ofreció?



556-4-1, 2:


¿Como qué? ¿en cristiandad y pecho honrado
cabe cosa tan fuera de medida [...]


Tal es la ortografía usada en la edición de la Real Academia y seguida por nosotros. Pero, sin duda que para alguno ofrecerá reparo el interrogante después de que y preferiría, quizás, cerrarlo después de cómo y abrirlo en qué, o bien, poner el qué entre admirativos. Para salvar esta duda, nuestra primera diligencia ha sido registrar las ediciones primitivas, en las cuales nada se saca al respecto, porque, como es bien sabido de los que manejan libros antiguos, el signo de interrogación era en aquellos tiempos punto menos que desconocido, supliéndose en las más de las ocasiones por el admirativo; pero en el caso que nos ocupa, ni siquiera este existe y el verso ha quedado todo sin signo ortográfico alguno.

González de Barcia dejó este pasaje sin más que una coma después de como.

Don Antonio de Sancha:


¿Cómo? qué en cristiandad [...]


Don Eugenio de Ochoa, exactamente como Sancha; y en la lección que da Rosell:


¿Cómo? ¿Qué? ¿En cristiandad y pecho honrado [...]


Cuervo, al transcribir este verso en abono de abatido, puntúa también así:


¿Cómo? ¿Qué? ¿En cristiandad y pecho honrado [...]


Veamos si un examen de los textos de autores que han empleado este como que nos permite sacar en limpio la verdadera ortografía de tal pasaje.

Bartolomé de Torres Navarro en su comedia La soldadesca, en el diálogo entre un soldado y un fraile, dice aquel:


Dejaros de hipocresía;
buscad, señor, un ducado:
¡cómo qué!
No vais vos contra su fe;
del resto, bien que pequéis,
luego yo os absolveré
cuantas veces vos querréis [...]


Así, según la lección que trae don Antonio Gil de Zarate en su Manual de literatura, t. II, p. 84, y que ofrece algún reparo, pues, a nuestro entender al menos, después de qué debía haberse marcado un interrogante; puesto que en esa palabra termina la frase, y tal como ha quedado, haciéndola seguir sin pausa alguna hasta resto, carece del sentido que le corresponde, o, si se prefiere cambiar los dos puntos de ducado, por coma, y suprimir la frase admirativa. En todo caso, esta observación no alcanza al ¡Cómo qué!

«¿Cómo? ¿qué decís? ¿gastar los ratos perdidos con la propia mujer?». Suárez de Figueroa, El Pasajero, hoja 140.

¿Cómo qué me falta? Antes me quejo de lo que me sobra». Cetina, Obras, II, 163.

También lo usó nuestro Pedro de Oña, Arauco domado, C. V, p. 120, sin indicación cartográfica en la edición de Madrid (no disponemos de la de Lima, 1596); en la de la Colección Rivadeneyra y en la de Gutiérrez.


¿Cómo? que tu soberbia frente altiva
podrá sufrir agora ver delante [...]


En Don Quijote ocurre varias veces esa frase. Comenzaremos por la segunda y transcribiremos el pasaje en que se halla, según lo copió Bello en su Gramática, p. 289 : «¡Cómo qué! Es posible que una rapaza, que apenas sabe menear dos palillos de randas se atreva a poner lengua y a censurarlas historias de los caballeros andantes [...]?». Pero para nuestro insigne gramático, la observación que este párrafo ofrece toca a que el acusativo las historias, régimen propio de censurar, no lo es de poner lengua, que exigía en. Parece, por tanto, que aceptó ese ¡Como qué! tal como se halla. «Algunos editores, dice Rodríguez Marín (V, 117, 13), Cortejón, uno de ellos, escriben así este pasaje: "¡Como! ¿qué es posible [...]"». Y por su parte lo vierte así: «¿Cómo que es posible que una rapaza [...]».

El segundo pasaje del Don Quijote en que ocurre es el siguiente, que Clemencín y Cortejón ponen esta vez: «Cómo que ¿será posible, serenísima Casildea de Vandalia, que has de consentir que se consuma y acabe en continuas peregrinaciones y en ásperos y duros trabajos este tu cautivo, caballero? [...]». Y Rodríguez Marín enmienda de nuevo (V, 225, 17): «¿Cómo que será posible [...]», y añade que aquellos comentadores «se olvidaron entonces de lo que leyeron en caso muy parecido y leen ahora aun más desacertadamente [...] y aun Cortejón añade una impertinente coma al que».

Veremos ahora el tercer pasaje a que se alude (I, 14): «¿Cómo que es posible que cosas de tan poco momento y tan fáciles de remediar puedan tener fuerzas de suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro, y tan hecho a romper y atropellar por otras dificultades mayores?».

Y por tercera vez, Rodríguez Marín corrige: «Cortejón puntúa mal este pasaje: "¡Cómo! ¿Que es posible [...]".   —411→   Creo que no está bien, y menos con el qué acentuado. La pregunta me parece elíptica: "¿Cómo [sucede] que es posible tal cosa? [...]"».

En el cap. XXX de la Primera Parte también se lee: «¿Cómo qué no la has visto, traidor blasfemo?, dijo don Quijote». También podría escribirse: «¡Cómo qué! ¿no la has visto, traidor blasfemo?».

A estos pasajes del Don Quijote, podemos añadir el siguiente de Persiles y Sigismunda, p. 632, t. I, Colec. Rivad., que, aunque un tanto diverso en el orden de las palabras, viene en el fondo a equivaler al del caso de La Araucana: «¿Cómo, y es posible, que vos mismo queráis confesar vuestra ofensa?».

Es de extrañarse que el P. Mir, que dedica cinco páginas de su Hispanismo y Barbarismo a ventilar el uso de la locución como que, no se pusiera en el caso de que se empleara en forma dubitativa, ni Bello (Gramática, cap. I, p. 367) ni su anotador Cuervo, que tratan también de este modismo, llamándolo «conjunción continuativa», no digan tampoco palabra al respecto. ¿Será éste un indicio de que nunca, estimaron que tenía el valor que le atribuye la lección del texto de la edición académica de La Araucana?

Váyase juzgando por estas muestras cómo, autores y editores han entendido el sentido de tales pasajes y la puntuación que han usado, que, ciertamente, no parece satisfactoria.

Nunca, será, pues, más propio que en este caso del ¿Cómo qué? repetir aquello de lo de grammatici certani.

Cuervo, estudiando en su Diccionario este adverbio como en sus diferentes acepciones, trae lo siguiente respecto al caso de que tratamos.

«bb) Otras veces el que introduce una proposición significativa del hecho que causa la admiración o extrañeza. "¡Cómo! ¿que fue posible, di, enemiga, | que siendo tú muy más que yo culpable, | con título cruel, con nueva liga | mudases fe tan pura y extremada?". Montem., Diana, I (43). "¡Cómo! ¿que piensas tú, hermosa ninfa, que quedará lengua tan libre, que pueda fingir pasiones?". Id., ib., 4 (144). "¡Cómo! ¿que es posible que cosas de tan poco momento y tan fáciles de remediar, puedan tener fuerzas de suspender y absortar un ingenio tan maduro como el vuestro?". Cerv., Quij., I, pról. (R. I. 252). "¡Oh la más hermosa y la más ingrata mujer del orbe! ¡Cómo! ¿que será posible, serenísima Casildea de Vandalia, que has de consentir que se consuma y acabe en continuas peregrinaciones y en ásperos y duros trabajos este tu cautivo caballero?". Id., ib. 2, 12 (R. I. 4281). gg) A exclamaciones de esta forma debe sin duda su origen el ¡cómo qué! ¿como qué? [...] que usan los modernos. "¿Y Quintana? (preguntó Fernando al ministro Ballesteros) ¿cómo no dice nada en esta ocasión? -Señor (le contestó el ministro), Quintana está en desgracia y oscurecido, y no es de creer rompa el silencio que se ha impuesto. -¿Cómo qué? (replicó Fernando). Arregla tú esto de cualquier modo, y dile que yo deseo haga escuchar su voz en obsequio de la reina". Mesonero, Mem. de un setentón, 2, p. 45. "¿Quién te ha mandado | resucitar, mal soldado, | sin permiso del sargento? | -Yo no he muerto. -¿Cómo qué...? | A otro can con ese hueso". Bretón, Pascual y Carranza, 14 (4. 135). "Ha sido | ministro ya por dos veces. | -¡Cómo qué!... ¿también ministro?". Gil y Zarate, Un año después de la boda, 4. 7 (51)».

Bien explicado está por el ilustre filólogo este modismo, significativo de grande admiración o sorpresa, y también de grande enfado. Por eso el insigne humanista español Raimundo de Miguel dice en su Gramática Latina que denota enfado; v. gr.: ¡Como qué! ¿te atreves a negarlo? y que equivale a los latinos itane?, itane vero?, quid?, quid igitur? Según el tono que se le dé, se escribirá con admiración o con interrogación, y con o sin coma, según que forme una sola locución o dos.

Sea lo que se quiera, por nuestra parte nos apartamos de todas las lecciones empleadas hasta ahora y puntuamos así:


¿Cómo? ¡Qué! ¿En cristiandad [...]


Y para ello nos fundamos en el desarrollo de las diversas emociones que, en nuestro concepto, se van produciendo en el alma de Caupolicán en los momentos en que pone el poeta en su boca ese verso. Pregunta, sorprendido de lo que ve, ¿Cómo? y al notar que el verdugo es un negro, exclama: ¡Qué! en son de protesta, admirado de tal hecho; y luego, ya cerciorado de lo que pasa, pregunta: ¿En cristiandad [...] cabe semejante cosa?

Tales nos parece que son las diversas evoluciones que se suceden en su ánimo y que deben traducirse escribiendo así ese verso.



556-4-4:


Le dé muerte una mano así abatida [...]


«Abatida cosa, dice Covarrubias, es cosa vil, baxa, menospreciada, abiectus, a, m, y abatido el menospreciado y tenido en poco [...]».

He aquí un ejemplo del empleo de esa voz en tal acepción en la Galatea de Cervantes, lib. III: «[...] que me había movido a mí a tomar tan abatido ejercicio como era el de truhán».



556-5-7:


Acabar no podrá que bruta mano [...]


Bruto, el animal irracional: «de do vino, dice Covarrubias, llamar brutos a los hombres de poco discurso, y groseros [...]».

El adjetivo, como se sabe, es brutal.



557-2-7, 8:


Sosegado quedó de la manera
que si asentado en tálamo estuviera.


Debe leerse, nos parece, de la misma manera que; o de manera como.

Asentado, por sentado, sobre lo cual quedó ya nota. Pudiera parecer extraña esta expresión de «asentarse en el tálamo», cuando al presente se da a esa voz tálamo el significado de cama de los recién   —412→   casados; pero tal extrañeza desaparece si se advierte que también se llamaba tálamo el «lugar preeminente donde los novios celebraban sus bodas y recibían los parabienes»: que era, como se ve por esta definición del léxico, una especie de estrado.

En la dicha acepción la empleó Cervantes en su borrador de Rinconete y Cortadillo: «No hay más, enojada mía: voacé se sosiegue, así se vea casada y en el tálamo». «No alude el Repolido al lecho nupcial, dice el comento de Rodríguez Marín, sino al tabladillo o plataforma en que los novios, en la fiesta de sus bodas, solían recibir los parabienes y las dádivas de los convidados. Así, era vulgar esta comparación, que recuerda Covarrubias. Mesurada como novia en tálamo». Nota 47, p. 344.



557-3-7:


Temiendo poner mano en un tal hombre [...]


Entre las diversas frases en que el léxico trae a poner mano o manos, no está incluida esta, si bien se recuerda la de poner manos violentas, que vale lo mismo; aunque se aplica, de ordinario, sino en absoluto, a las que se ponen en las personas de orden sacro.

Es frase de que usó Cervantes en los mismos términos que Ercilla: «¿Las manos había él de ser osado ponerlas en el rostro de la Cariharta, ni en sus carnes [...]». Rinconete y Cortadillo p. 299, ed. Rodríguez Marín.



557-4-3:


Si tiro alguno avieso allí salía [...]


«Avieso, lo que no va por vía derecha, como la saeta que dio el golpe fuera del blanco». Covarrubias. Las Casas lo usó al hablar de un camino: «Pero no por eso dejaba de añadir pecados a pecados, y males a males, por su insensibilidad, por lo cual, para enmendar el avieso camino que andaba [...]». Hist. de las Indias, III, 200. Con malicia picaresca, aplicándola a los ojos, en sentido de bizco, Gil Vicente en su comedia El viudo:


¡Oh! calla, no digas eso,
que es mucho gentil mujer.
-No le visteis el avieso:
si pone el blanco tan grueso,
¿qué diablos habéis de ver?


«Jamás se le perdió una [nave], y cuando al retorno le traían cien mil ducados, era avieso el suceso del viaje». Zapata, Miscelánea, p. 240.


Y en los lugares menos descubiertos
los más aviesos tiros eran ciertos.


Castellanos, Elegías, p. 270.                



¿Por qué desconfianza o suerte aviesa
en tales pechos tal error se halla?


Rufo, La Austriada, hoja 389.                



Y seguí a Jesús las huellas locas
por senda angosta, por camino avieso [...]


Hojeda, La Cristiada, hoja 70.                


Un poeta de la colonia lo usó también entre nosotros -y conviene hacerlo notar, ya que decimos siempre avieso en su sentido figurado, aplicándolo a lo moral-; anticuado, según el léxico.


Sufriendo el inconstante tiempo avieso
el cerco sustentaron [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. IX, p. 175.                




558-1-3:


Que la amarilla y afeada muerte [...]


«Afeado, adj. Hecho o vuelto feo» (Zerolo, Dicc. Enciclop. de la leng. cast.).

«Dio voces diciendo: ¡Oh, qué cosa tan mal hecha y afeada (Gracián, citado por Acad., Diccionario de Autoridades).



558-5-4:


Del oficio y bastón ya pretendido [...]


Bastón, en su acepción figurada de jefe del ejército araucano, y tomada de lo que ocurre en la milicia europea, en la que el bastón es insignia de mando; de donde se dijo frecuentemente antaño «arrimar el bastón», por cesar en el gobierno.



559-2-7:


Para que se juntasen a consulta [...]


Así como el léxico consignó la frase «entrar en consejo», o como decía el de Autoridades, «juntarse a consejo», en cuya forma ya la vimos empleada en el poema, y la de «subir la consulta», no habría estado de más que le hubiese dado cabida también a la de juntarse a consulta, que aquí vemos empleada por Ercilla.

Consulla, en tal acepción, vale «conferencia que se tiene entre algunas personas sobre materia que pide reflexión». Diccionario de Autoridades.

Completa esta definición el empleo de la misma voz consulta que el poeta consignó poco más adelante (562-1-7):


El atónito pueblo reportado [...]
se junta a consultar en este medio
las cosas importantes al remedio.


Y todavía una vez más (564-4-6):


En lo ya consultado conveniente.




559-5-8:


Mostraban sus preñados pensamientos.


Preñado en su acepción de «que incluye en sí una cosa que no se descubre».

Fray José de Sigüenza en su Vida de San Jerónimo: «Vese en esta historia trocado todo: y en vez de aquellas preñadas pláticas de los consejeros, de estado; de los razonamientos de los capitanes [...]».

Tirso de Molina en la Villana de Vallecas:

VIOLANTE
¿Es antojo?
DON JUAN
¿Quién lo duda?
VIOLANTE
¿Preñado está?
DON JUAN
De deseos.

Baltasar Gracián, Agudeza y arte de ingenio, hablando del lenguaje: «Hase de procurar que las proposiciones hermoseen el estilo, los reparos aviven, los misterios le hagan preñado, las ponderaciones profundo [...]».

  —413→  

Pedro de Oña (Arauco domado, C. XVIII, p. 464):


Con otras grandes cosas hay cifradas,
en esas breves silabas preñadas.




560-1-6:


Sin manera o señal de convenencia [...]


segunda vez empleada casi al final del poema (600-5-4):


Contra la paz común y convenencia [...]


y en esa forma, por concierto, como decimos hoy aveniencia, la escribió Cervantes (Don Quijote, V, 253): «Soy más contento desa condición y convenencia -respondió don Quijote».


Y a tal colmo subió el de su potencia,
que hacia y deshacía emperadores,
hasta que en útil premio y convenencia
a su rey y futuros sucesores
Honorio dio en legítima tenencia,
la España [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 157.                



Ninguno este mi ruego contradiga,
conforme a nuestro pacto y convenencia [...]


Rufo, La Austriada, Canto XXIII, hoja 395 v.                


El léxico da esta voz por anticuada y como sinónima de conveniencia en las acepciones de «correlación o conformidad entre dos cosas distintas», o de «ajuste, concierto y convenio».

De aquí que Covarrubias dijera: «Conveniencia, el concierto. Proverbio: Más vale mala avenencia, o conveniencia que buena sentencia».



561-4-6:


Y forzaban las hijas recogidas [...]


Recogido, en su acepción de recogimiento, el que vive retirado del trato y comunicación de las gentes, y se dice más especialmente de la mujer que vive retirada en determinada casa con clausura voluntaria o forzada; a la primera especie de estas pertenecerán, así, las monjas, y a la segunda, las que recoge la autoridad. En Santiago de Chile hubo antiguamente una casa de recogidas de esta especie. En el verso de Ercilla se alude a las hijas de los conquistadores que vivían honestamente, en sus casas, pues no había aún conventos de monjas en las ciudades australes.



562-5-1:


«¿A qué fosado muro o antepecho [...]


En Chile no conocemos más antepechos que los que se ponen como remate y adorno de las paredes, en cuyo valor no se halla en el léxico; pero este enseña que la primera acepción que corresponde a esa voz es la de «pretil de ladrillo, piedra, madera o hierro, que se suele poner en parajes altos para evitar caídas»; de donde nuestro antepecho.



562-5-4:


Que baste sola un hora a resistillo? [...]


Cuando el poeta ha dicho sola, indicaba ya el género femenino de hora, y, por consiguiente, el un parece que se le opone y contradice el sentido, si bien es necesario confesar que un resulta mucho mejor para la armonía y cadencia del verso. Recuérdese la regla general de Bello (Gramática, pág. 35): «Puede, con todo, decirse un antes de cualquier sustantivo femenino que principie por la vocal á acentuada: un alma, un águila, un arpa; lo que se extiende a algún y ningún, especialmente en verso, donde también suele decirse un hora». Veamos algún ejemplo de esta práctica.

«[...] y será bien dar tiempo al tiempo; que no se ganó Zamora en un hora». Don Quijote, VIII, 286.

Baltasar del Alcázar, Poesías, p. 59:


Da a cada amante Guiomar,
por excusar las porfías,
del día un hora, y muchos días
le faltan horas que dar.


Y en América Pedro de Oña dos veces en su Arauco domado (C. X, p. 200, y C. XIV, p. 351 , donde se ve la misma sola de Ercilla):


Pues no he gozado bien siquiera un hora,
que llegue, ni con mucho, al mal de agora.



Y más lo que es hallar en sola un hora
lo que mil años no, cuando es buscado.


Barco Centenera (Argentina, hoja 162 v.):


Mi fin, dice, se llega ya postrero,
el hora se me acerca postrimera [...]




562-5-5:


Si queréis hacer rostro y mostrar pecho [...]


Mostrar pecho, esto es, energía, valor, es frase que no se halla en el léxico.



563-4-2:


Viendo la tierra pobre y poca presa [...]


Presa en sentido de botín, que traduce el genuino que le corresponde y de que sería ocioso citar aquí ejemplos, y muy diverso del que dejamos apuntado (166-3-1) en que presa es asimismo sustantivo. Usó también de esa voz como adjetivo (459-4-8):


Con diez indios atrás presas las manos.




463-5-7:


Y las aves alígeras del cielo [...]


«Las voces compuestas son de más uso en poesía que en prosa; y hacen un bellísimo efecto en aquélla, muchas que en ésta serían afectadas. Lope pinta con gran belleza el undísono mar [...]. Garcilaso dice:


»Mas mortífero siempre y ponzoñoso.


»Ercilla:


»Y las aves alígeras del cielo.


»Herrera:


»El flamígero rayo se desata.


»Voces todas a un tiempo expresivas y armoniosas». Gil de Zarate, Manual de Literatura, Madrid, 1842, 8.º, t. I, p. 115.

El léxico considera este adjetivo como puramente poético.

El valor de alígero se encuentra declarado en el siguiente pasaje de Don Quijote (VII, 60):

«-Así es -respondió la barbada Condesa-; pero todavía le cuadra mucho, porque se llama Clavileño   —414→   el Alígero, cuyo nombre conviene con el ser de leño, y con la clavija que trae en la frente, y con la ligereza con que camina [...]». ¡Como si alígero tuviera relación etimológica con ligereza!


Mandome el del alígero calzado,
que me aprestase y fuese luego a tierra [...]


Cervantes, Viaje al Parnaso, cap. III.                


Aludiendo al dios Mercurio, a quien se pinta con alas en los pies.

Hallámosle empleado por Castellanos:


[...] para lo cual apercebidos fueron
setenta compañeros solamente,
el Martín Galeano por caudillo:
todos sin ministerio de caballos,
por ser equinos pies allí baldíos,
si no fueran alígeros Pegasos.


Historia del N. R. de Granada, t. I, p. 343.                


Y en Chile por Álvarez de Toledo:


A su guarida cada cual se vuelve
como si fuera alígero, volando [...]


Purén indómito, Canto XVI, p. 316.                


Martínez de la Rosa en sus Anotaciones a la Poética cita también los ejemplos de Garcilaso y Ercilla aquí anotados, y observa a ese propósito que «la lengua griega se aventajaba mucho a las demás para expresar una imagen con una sola voz, por la facilidad de componer una palabra con varias, reuniendo así todas las circunstancias requeridas para redondear de una vez la idea; muy inferior en este punto a la lengua griega quedó la latina, aunque hizo alguno que otro esfuerzo para imitarla; y aun las lenguas modernas, y entre ellas la española. Mas no carece totalmente de tan precioso dote, de que puede sacarse provecho empleándola con cordura, como ya lo hicieron excelentes poetas. Lope de Vega pinta al undísono mar [...]».

Será justo reconocer, sin embargo, que ya sale de lo que puede parecer permitido en el lenguaje poético extremar esa licencia. Bien está, sin duda, cuando vemos todavía a Herrera valerse de belígero.


¿Son éstos, por ventura, los famosos
los fuertes, los belígeros varones?


Canción VI, lib. II.                


O a don Pedro de Rejaule intitular a una de sus comedias La Belígera Española; o a Lope escribir:


Sin éstos de odoríferos aromas [...]


Jerusalén Conquistada, libro III, h. 60.                


pero el mismo cae ya en exageración intolerable al decir:


Y al Betis olivífero trujera
los laureles del monte de Helicona.


Laurel de Apolo, silva II.                


o al calificar de veneníferas las culebras, según las llama en el canto V de la Dragontea. Y a este tenor Corte Real, apodando:


Y donde nace el sol hasta el sombrío
apartado nubífero Occidente.


Canto XV, fol. 211.                


Y en América el P. Hojeda:


Y al cristífero Ignacio alegre atiendo [...]


La Cristiada, hoja 220 v.                


El mismo Cervantes escribió (Id.) floríferas:


De las faldas floríferas de Flora [...]


Pero ciertamente está dentro de la cordura de que hablaba Martínez de la Rosa, don Juan de Jáuregui, cuando, queriendo pintar al dios Amón, dotado de cuernos, lo llama cornígero:


El ardor todos respirando intenso
llegaron donde inculto el Garamanta
con pobres gomas de oloroso incienso
al cornígero Amón aras levanta [...]


La Farsalia, Parte II, hoja 38 v.                




564-3-4:


El linaje de gente y rustiqueza [...]


Rustiquez, rustiqueza y rusticidad son sinónimos, según el léxico. En la primera de esas formas escribía esa voz González de Nájera: «[...] se fundan (los palos de los fuertes) con la rustiquez que se cortan [...]». Desengaño, p. 183.



564-2-8:


Que arguya y dé a entender nuestra laceria.


Laceria -es conveniente avisarlo en Chile- vale miseria.

AURELIO
¿Qué buscas en la miseria,
Amor, de gente cautiva?
Déjala que muera o viva
con su pobreza y laceria.

El trato de Argel, jorn. I, esc. I.