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551

Carta al mismo, 4 de diciembre de id. p. 396.

 

552

Id., de 21 de diciembre, p. 397.

 

553

Id., de 28 de ese mes, p. 397.

 

554

Carta de pago de Ercilla a Mucio Palavecino, por 3,136 reales que pagaba a Sarmiento de Acuña, pp. 406-407.

Ese amigo de Ercilla, que había de tener después no poca figuración en la diplomacia, era por entonces muy joven, pues había nacido en Gondomar (de cuyo pueblo le vino su título de conde) el día de Todos Santos de 1567, y por los días en que se carteaba con nuestro poeta tuvo su nombramiento de corregidor de Toro. En 1612, Felipe III le envió de embajador a Inglaterra, cargo que sirvió hasta mayo de 1618, para volver nuevamente a él en febrero del año siguiente. Regresó a España en 1622 y murió cerca del faro el 2 de octubre de 1622. Gran aficionado a los libros, logró reunir una muy buena biblioteca, que en su mayor parte fue a parar a la de Palacio por los años de 1785. Véase el prólogo de don Pascual de Gayangos a las Cinco cartas político-literarias de D. Diego Sarmiento de Acuña, primer conde de Gondomar, embajador a la Corte de Inglaterra, Madrid, 1860, 8.º.

Dan fe de la afición que Sarmiento de Acuña tuvo a los libros los curiosos párrafos de cartas que ha trascrito Pérez Pastor en las páginas 309, 324, 465, 472 y 473 de su Imprenta en Medina del Campo.

 

555

Sacamos esta cuenta, a pesar de que Ercilla había nacido el 7 de agosto de 1533, por cuanto, de acuerdo con la reforma del calendario hecha por Gregorio XIII, se mandó quitar diez días al año de 1582. He aquí el facsímil de la partida de defunción de Ercilla, que se halla en uno de los libros de la parroquia de San Justo de Madrid, que principia en 1590 y termina en octubre de 1597, sin que esté foliado, partida cuya traducción es la siguiente:

«En 29 de noviembre de 1594 años, murió en sus casas proprias de frente de la casa del Cordón D. Alonso de Arcila, caballero del hábito de Santiago, marido de doña María Bazán, natural de... gentil-hombre de la Cámara de la Majestad del Emperador. Recibió todos los Santos Sacramentos. Testó ante Juan del Campillo, escribano del número desta villa. Nombró por sus albaceas a doña María Bazán, su mujer, y al Conde de Fracambui, embajador del Emperador, que vive junto a San Pedro en sus casas, y a fray Juan de Villoslada, prior de San Martín de esta villa, y a don Sancho de la Cerda, mayordomo de la Emperatriz, que vive en las casas del capitán de la guarda, junto a Santa María, y a don Pedro de Guzmán, de la Cámara del Príncipe, que vive junto a San Pedro, y a don Álvaro de Córdoba, de la Cámara del Príncipe; por heredera a la dicha doña María Bazán, su mujer, enterrándose donde quisiere la dicha doña María Bazán; depositose en las Monjas Carmelitas Descalzas, porque así lo declaro doña María Bazán, y para ello le dio poder el dicho señor don Alonso. Da poder a la dicha su mujer para hacer su testamento».



Pérez Pastor la publicó en la pagina 180 del tomo II de su Bibliografía Madrileña, y salió también, como segundo apéndice, a la biografía del poeta de Vargas Ponce (páginas 63-64), aunque con muchos errores y hasta omisiones, como podrá comprobarse cotejando su texto con el original.

Esa partida es interesante porque no deja lugar a dudas sobre el olía del fallecimiento de Ercilla, que se halla, además, comprobado con el poder de don Galaor Osorio a doña María de Bazán, en él que, hablando de los frutos caídos de los bienes del poeta, se lee: «...que lo que ansí nos pertenece es de lo corrido de un año, y cinco meses y once días, desde veinte y nueve de noviembre del año de noventa y cuatro, ques el día que murió el dicho don Alonso...» Documentos, p. 485.

No podrá menos de sorprender el hecho de que León Pinelo, que en sus Anales de Madrid consigna a cada paso noticias de la muerte de otras personas que hoy las tenemos por de mucha menos importancia que Ercilla, no diga una palabra de la de éste. Ya-veremos que habla de la de uno de los albaceas del poeta, y aun, con la fecha de 4 de diciembre de aquel año, apunta la del obispo fray Domingo de Salázar: prueba que pasó completamente inadvertida para sus contemporáneos.

¿Cuál fue la enfermedad de que murió Ercilla? Es de creer que «el mal de su pecho» de que hablaba no fuese otro que la tisis pulmonar, que era como a ésta solía designársela. El mismo médico nuestro amigo cuyo diagnóstico tuvimos ocasión de anotar a propósito de algunos de los remedios que Ercilla hubo de tomar durante su navegación a Chile, opina, sin embargo, que «no es creíble que fuera tísico soldado tan endurecido por largas campañas», y se inclina a pensar, en vista duque el poeta «no pudo ordenar el descargo de su ánima y conciencia, ni otorgar testamento», «cosas que sólo exigen un esfuerzo más o menos largo de la voz», que «esa enfermedad no debió de ser otra que una del corazón, por corresponder a ella las ansias y fatigas que hacen tan penosa toda conversación».

 

556

El hábito blanco con que debía vestirse el cuerpo de los caballeros de Santiago al tiempo de su muerte y la cruz de que se hace mención eran de regla según los estatutos de aquella Orden.

«Del hábito que han de llevar los difuntos. -El maestre, comendador y caballeros lleven sus mantos blancos, y calzones de lienzo, y un poco de lienzo delante de la cara y su barbillera.

»En acabando de espirar el que fuere de Orden, tomarán ceniza bendita... y con ella harán una cruz encima de alguna alhombra o repostero, que esté tendido en el suelo; la cual cruz ha de ser tan luenga como el cuerpo del difunto, y sobre ella pondrán el cuerpo». Instruccion de caballeros en la Regla, y establecimientos de la Orden y Cavalleria del Glorioso, Apóstol Santiago, Patron de las Españas, con la historia del origen y principio della. 1655, fol., sin lugar de impresión, p. 154.

Refiere Agustín de Zárate, que para enterrar a Francisco Pizarro «fue tanta la priesa que se dieron, que apenas tuvieron lugar de vestirle el manto de la Orden de Santiago, según el estilo de los caballeros de la Orden...» Página 497, edición de los Autores Españoles de Rivadeneyra.

 

557

Acta de depósito del cadáver, p. 415 de los Documentos.

 

558

Cúmplenos dar algunos detalles acerca de esas traslaciones que ha experimentado el cadáver, de Ercilla.

Por decreto del ministro de Fomento Ruiz Zorrilla, dado el 31 de mayo de 1869, se creó el Panteón Nacional, a que fueron trasladados el domingo 5 del mes de junio de aquel mismo año, con gran pompa y solemnidad, los restos de algunos españoles ilustres; y, entre ellos, los de Ercilla, que habían sido exhumados el 5 de dicho mes, «que iban en la procesión tras los del Conde de Lanuza y comisiones que los acompañaban y era él décimo en el orden de la comitiva. Iba el carro de nuestro poeta «precedido de dos batidores de coraceros, con media armadura, corona de laurel, los lemas Millarapue, Arauco, y la leyenda:


Y las honras consisten, no en tenerlas,
sino sólo en arribar a merecerlas,



tirado por cuatro caballos con rendaje amarillo y encarnado y penachos grosella y blancos. Trofeos cogidos en Arauco, el poema La Araucana. Comitiva: dos caballos de respeto con rendaje y caparazón azul y plata uno, y carmesí y oro el otro, milicianos nacionales veteranos, comisión del Ayuntamiento de Ocaña, Diputación de las Provincias Vascongadas, Academia Española en cuerpo y de etiqueta».- Guía de Madrid, por Fernández de los Ríos, Madrid, 1876, pp. 443-446.

Don Miguel Díaz Ballesteros y don Benito de Láriz refieren en la página 349 de su Historia de Ocaña y pueblos circunvecinos, Ocaña, 1877, 4.º, la manera cómo se verificó la exhumación de los restos del poeta y su conducción a Madrid:

«Ocaña ha tenido por muchos años la no pequeña honra de ser depositaria de las cenizas del inmortal don Alonso de Ercilla, varón, ilustre y eminente poeta. Juntas las de doña María (sic) de Ercilla, su hermana, y doña María Bazán, su esposa, reposaron en el monasterio de Carmelitas de la villa de Ocaña, hasta que en 5 de junio de 1869 y en virtud de orden del Ministerio de Fomento, comunicada en 31 de mayo del propio año, fueron separadas las del primero y conducidas al Panteón Nacional, templo de inmortalidad, creado en la capital de la Monarquía para conservar reunidos los restos de todos los grandes hombres de España. La exhumación tuvo lugar con la mayor solemnidad; preparada de antemano una bonita y lujosa caja fúnebre, fueron colocados en ella los huesos de Ercilla; hallándose presentes el presidente del Ayuntamiento don Cecilio Gálvez y demás señores de la municipalidad y clero, diputado provincial y las personas más distinguidas de la localidad; celebróse después misa de requiem en la capilla del propio monasterio, partiendo desde allí la comisión nombrada para su conducción, compuesta de los señores concejales don Gervasio del Valle, don Antonio Alcoba y don Vicente Domínguez».



He aquí ahora lo que hemos averiguado respecto a su restitución a su primitivo sepulcro.

En sesión de 25 de abril de 1877, el Ayuntamiento de Ocaña acordó solicitar la devolución de los restos, comisionando para ello al regidor don Vicente Domínguez, quien obtuvo la real orden necesaria el 18 de junio de ese año. Los restos llegaron a aquel pueblo a las cinco y media de la tarde del 4 de julio y fueron recibidos por el Ayuntamiento y todo el clero, cura parroquial y maceros. En el de templo de las Carmelitas se había erigido un catafalco, donde quedaron depositados ese día; al siguiente, a las siete y media de la mañana, el Ayuntamiento asistió a la misa de requiem cantada; y «terminadas estas exequias, se pasó a colocar la caja en el sitio que debiera ocupar dentro del propio monasterio, llevándola procesionalmente por la calle del Carmen a la puerta reglar, donde fue recibida por la comunidad   —206→   entera..., siguiendo la procesión por los claustros hasta el oro bajo.... que quedaron allí en la caja de forma ovalada, forrada de terciopelo negro y galón dorado, de tres cuartas de largo por dos de ancho, con tres cerraduras y dos asas doradas, cantoneras dobles en sus ángulos, y en el anverso una chapa dorada en forma ovalada, con esta inscripción: Ercilla-Ocaña». Expediente de la traslación y depósito de las cenizas de Ercilla en el Convento de Carmelitas Descalzas; en 4 y 5 de julio de 1877, que consultamos original en el archivo del Cabildo.

Un hombre que, estuvo preso en la penitenciaría de Ocaña y que dice haberse hallado presente a la ceremonia, cuenta la participación que le cupo en la colocación de la urna funeraria en los términos que siguen:

«En ese convento fronterizo, dijo, reposan las cenizas de don Alonso de Ercilla. Bien quisiera, a usted que es poeta, amigo Muñoz, regalarlo con una visita a la cripta, donde, guardadas en un cofrecillo están...

»Yo mismo coloqué la urna en el lugar donde se encuentra hoy, que, es la bóveda situada bajo el coro. Conozco el interior del convento palmo a palmo...»



Pedro Luis de Gálvez. Existencias atormentadas. Los aventureros del arte, Madrid, (1907), 8.º, pp. 51 y 52.

El altar mayor de la iglesia

El altar mayor de la iglesia

Damos aquí la vista exterior de la iglesia en que se hallan los restos del poeta, a cuya puerta se distingue la figura de un hombre que parece guardar la entrada... En el presbiterio a mano derecha (para hablar en términos vulgares) a poca altura del suelo, se encuentra una lápida de mármol negro, de forma semiovalada, que mide en su parte superior 45 centímetros, y lleva la siguiente leyenda en letras doradas, encabezada por una cruz de Santiago:

Aquí yacen los restos mortales del
Sor. D. ALONSO DE ARCILLA Y ZÚÑIGA
Caballero del hábito de Santiago
Gentilhombre de Cámara del Emperador Carlos V;
Los de su hermana
La Sra. D.ª María Magdalena de Zúñiga
y los de su mujer la S.ª D.ª María Bazán,
Fundadora en el año de 1595 de este Convento de S.º José,
del orden de Carmelitas Descalzas de esta villa de Ocaña.
Falleció en Madrid el 10 de marzo de 1603.
R. I. P.

Inscripción, en la que, como se ve, se le llama Arcila, y su título de gentilhombre se le supone emanado de Carlos V.

 

559

Este Juan Luis Cotorro era hijo natural de otro de su mismo nombre y apellido, natural de Cornejo, «ques en las siete merindades de Castilla», que había estado también al servicio de Ercilla desde 1571 y de antes al de la familia de su mujer, hasta 1580, en cuyo año, y 7 de septiembre, otorgó testamento nombrando por heredero universal a su hijo, y «porque sirvió de ayudante de guardajoyas», albacea «al illustre señor don Alonso de Arzilla, y suplicó á su merced, decía en ese documento, por servicio de Nuestro Señor, lo acepte, y aceptado, juntamente con su merced nombró á Bernabé de Pereda, criado de la señora doña Isabel Saravia, para que en lo que toca al cumplimiento de mi testamento lo ayude é tome más trabajo...». Hállase esta pieza al fin del protocolo de Luis de Gálvez, 1583, que está sin foliar. Archivo Notarial de Madrid.

Otro servidor de Ercilla, que llevaba también el primer apellido de éste de que tratamos, había sido Juan Ruiz de Villasana, igualmente con plaza en el Palacio Real, donde era portero de cámara del Rey y cuyo nombre aparece con mucha frecuencia mezclado a los negocios del poeta, después de haberlo estado a los de la familia de doña María de Bazán por lo menos desde 1560, y, a tal título, daremos alguna noticia suya, tomándola de su testamento, que otorgó el 22 de noviembre de 1588. Era vecino, y debemos suponer que oriundo, de la villa de Espinosa de los Monteros, casado con Catalina Martín de Llerena, y hacía entonces treinta años que estaba en servicio del monarca, 23 de ellos de portero «en la sala y capilla Real y en todas las jornadas que en dicho tiempo se han ofrecido». Nombró por sus testamentarios a Ercilla y a Luis Cotorro y dos individuos más, para lo que se hubiese de ofrecer en la corte, que no era otra cosa que tratar de obtener se le hiciese merced de la renta del oficio de portero de cámara, «que yo sirvo al presente, decía, para ayuda é remedio de dos hijas que tengo, que quedan pobres». Protocolo de Gonzalo Fernández, año de 1588, hojas 1124 y siguientes.

 

560

Escritura de donación de 27 de febrero de 1595 (pp. 434-435) y la del censo impuesto por don Sancho de la Cerda en ese mismo día (p. 436).

Creemos que hijo de éste sería también un caballero de su mismo nombre y apellido, marqués que se intitulaba de la Laguna, cuyas capitulaciones matrimoniales con doña María de Villena, dama de la Reina, que vimos en el Archivo Notarial de Madrid, se firmaron el 31 de mayo de 1601.