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ArribaAbajoIX. Ercilla, caballero de Santiago

Muerte de doña Marquesa de Ugarte.- Arreglo de intereses.- Parte Ercilla de Madrid dejando encargada de sus negocios a su mujer.- Después de permanecer embarcado cuatro meses en las galeras en Cartagena, se dirige a Italia.- Visita en Roma al papa Gregorio XIII.- Continúa en viaje a Alemania y asiste en Praga a la coronación de Rodulfo II por rey de Bohemia.- Regresa por Italia a España.- Se dirige luego a Uclés, donde hace su profesión de Caballero de Santiago.- De regreso en Madrid publica la Segunda Parte de LA ARAUCANA.


No habían de tardar ya mucho en enterarse los de doña Marquesa, cuya voluntad si no el afecto, lograra Ercilla irse granjeando poco a poco. A sus primitivos recelos para con él, había ido reemplazando la confianza. Acabamos de ver que de él se valió para que le comprase casa, hasta concluir, poco más tarde, por delegarle su poder para que a su nombre percibiese los corridos de los juros que le correspondían343. Con la muerte de doña Marquesa, acaecida antes del 16 de junio de 1574344, Ercilla entró en posesión de toda la herencia de sus suegros, nombrada como se hallaba doña María de Bazán por su heredero universal, y su situación pecuniaria, al par que se amplió, le desembarazó bastante en sus negocios.

De sus proyectos literarios parecía no acordarse por entonces. Permanecía en borrador la continuación de La Araucana, cuya Primera Parte terminaba precisamente en el punto en que iba la persona del poeta a presentarse en escena y que debía, así, contener el relato de sus propias hazañas en la campaña de Arauco, y apenas si en los años que iban trascurridos desde que dio aquella a luz había hecho otra cosa que autorizar una segunda edición, que saldría en 1574, y para la cual tenía ya sacado el privilegio para Aragón desde marzo de 1569.

Los intereses de los juros de que disfrutaba, pertenecientes a su mujer, seguía percibiéndolos con toda regularidad345, y para liquidar por completo sus asuntos de negocios le quedaba por arreglar el cobro de las cantidades que se le debían en el Perú y el finiquito de sus cuentas con don Fadrique de Portugal, su cuñado. De las rentas de Bobadilla, que eran, en realidad, de poquísima monta, nada percibiría aún,   —131→   pues continuaba disfrutándolas su hermano don Juan346. Dejando por el momento, para hablar de ellas más adelante, sus propias especulaciones, veamos cómo liquidó al fin aquellas cuentas, operación que iba a permitirle cumplir con los estatutos de la Orden de Santiago y lanzarse de nuevo en una vida de viajes y aventuras.

En sus relaciones con don Fadrique no tuvo jamás dificultades, habiéndose convenido en cuantas incidencias se les ofrecieron en el curso de sus relaciones de acreedor y deudor. Así, después de concertados en que por los doce mil ducados que a Ercilla correspondían como heredero de su hermana, impusiese un censo de mil anuales a su favor, le había pagado algunas cantidades, hasta dejarlo reducido a setecientos, lo que hizo, según expresaba, «por descargo de la ánima é consciencia de la dicha doña María Magdalena é por otros justos respetos que a ello le movieron»347, y en marzo de 1571, para que «con mejor comodidad sea pagado el dicho señor don Alonso de Arzilla», le dio autorización para que los cobrase en las rentas de los puertos secos de Deza y Arcos348; luego aceptó que Marina de Vargas cobrase de él la suma que le debía Ercilla del precio del arreglo del collar de oro y pedrería que obsequió a su mujer, y que pagaría a Juan Ruiz de Villasana los maravedís que decía deberle349. Muerto don Fadrique pocos meses más tarde, Ercilla se convino con Niculao de Grimaldo, duque de Eboli, que le entregase ciertas prendas que aquel le había dado por un préstamo que le hizo, del cual había pagado una parte, y que él cobrase los 64,293 maravedís que se le restaban a deber, después de haberle entregado algo en dinero, del producido de la renta de los puertos de Deza y Arcós350; y, por último, algo menos de trascurridos dos años, en 19 de marzo de 1574, doña Margarita de Borja, viuda de don Fadrique, liquidaba del todo las cuentas que tenía pendientes con Ercilla entregándole 696,200 maravedís del principal y 6,141 reales de los corridos del censo impuesto sobre la baronía de Sollana, gran parte en dinero y lo restante en ciertas especies,351 salvo determinado empeño de la renta de un juro por cerca de 200 mil maravedís,   —132→   que quedó pendiente, y con esto terminó también sus relaciones de negocios con la testamentaría de su cuñado.

Quedábale sólo por arreglar lo relativo a lo que se le debía de su sueldo en Indias y al de que gozaba en Alemania. Por lo que toca a lo primero, contamos las exigencias de doña Marquesa de Ugarte a su respecto y de cómo Ercilla había convenido en dar su poder para que lo cobrase a don Jerónimo de Zúñiga, secretario que era en Lima del virrey don Francisco de Toledo, quien, por no haber hecho gestión alguna, según parece, dio Ercilla otro poder a Francisco Fajardo, residente en Sevilla, para que recibiese de él la real cédula y demás recaudos que le tenía enviados, autorizándole para percibir los cuatro mil castellanos a que ascendía la cobranza352. Lo que en realidad había ocurrido era, que requeridos los Oficiales Reales de Lima para el pago de aquella suma, se habían excusado de hacerlo diciendo que no tenían dineros para ello, y habiendo hecho presente al Rey esta excusa, obtuvo Arcilla otra real cédula, fechada, el 27 de septiembre de 1574, para que se le pagasen en la ciudad de la Plata, con la recomendación especial de que, si al recibo de ella, no tuviesen fondos, lo efectuasen con los primeros que cayesen de las situaciones afectas al entero de los sueldos de los gentiles hombres lanzas353. A efecto de cobrar esa suma en Potosí, le envió Ercilla poder a Juan Lozano Machuca, factor Real en Los Charcas, con encargo de que, si algo percibiese de su primer podatario Zúñiga o de los Oficiales Reales, «lo pueda enviar y envíe a estos reinos a la Casa de la Contratación de las Indias, que reside en la ciudad de Sevilla, para que allí me los den, registrados, y en el navío o navíos que le pareciese é que bien visto le sea, para que venga a mi riesgo é aventura»354.

Por lo que respecta a los intereses que percibía, ascendentes a 48 mil maravedís anuales del resto de los ocho mil ducados del dote de su hermana que la reina doña María le tenía señalados, había dado poder para cobrarlos del tesorero de ésta, Bartolomé de Murga355 y de su mano los recibió el 20 de febrero de 1574356; y en abril de ese año daba, asimismo, su representación para que cobrasen del tesorero del Emperador Maximiliano lo que le correspondía de su renta de cien tallares al año, «situados en la sal de la ciudad de Viena», y, en caso necesario, para vender el principal, que era de dos mil tallares357.

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Bien se deja ver por todo esto que Ercilla no había dejado cosa por arreglar en sus negocios en esos días y que su proyectado viaje se acercaba. Lo único que le faltaba era designar la persona que debía representarle en sus negocios durante su ausencia; y, como era natural, esa fue doña María de Bazán, a quien, en vísperas de partir, le extendía un poder general amplísimo el 4 de octubre de 1574358.

¿Cuánto duraría esa ausencia? ¿Era el objetivo del viaje simplemente cumplir con los estatutos de la Orden, o mediaba departe de Ercilla otro motivo aun más grave que le obligase así a separarse de su mujer, que había de quedarse sola en Madrid, cuando todavía no se enteraban cuatro años de su matrimonio? ¿Era, en parte, esa su resolución un impulso irresistible de su afición a la vida activa y a los viajes? En los documentos no hay otro indicio que nos permita asegurar más de lo primero, y, en todo caso, ello demuestra la altura de miras de doña María de Bazán que así aceptaba el sacrificio de su separación, sin ser obstáculo para nada a los proyectos de su marido, cualesquiera que ellos fuesen.

Ercilla ha debido partir de Madrid muy pocos días después de haber extendió su poder a doña María, pues ya el 16 de ese mes de octubre se presentaba ante el veedor y contador de las galeras de España, ancladas entonces en Cartagena, y era admitido en ellas «para asistir é residir en ellas los seis meses que Su Majestad manda para cumplimiento de la profesión que son obligados los caballeros de la dicha Orden y de Alcántara y Calatrava»359. Embarcado estuvo allí cuatro meses cabales, hasta que «pareciéndole haber más ocasiones en Italia para servir y emplearse, se partió a Nápoles a cumplir en las galeras que allí están de España los seis meses de su profesión que Su Majestad manda...»360

Se ve por esto que Ercilla se aburrió con aquella vida inactiva de a bordo, tan ajena a su carácter, y resolvió enterar el tiempo que le faltaba de su permanencia de embarcado buscando en Italia alguna oportunidad de emplear su espada y de servir con más eficacia a su rey, y esa ocasión que anhelaba no podía ser otra que la de figurar en el ejército que allí se aprestaba para ir en socorro de la fortaleza de la Goleta en África, que los turcos tenían en esos días sitiada. Marchose, pues, a Nápoles, y allí sabemos que se hallaba aún en las galeras en principios de mayo del año siguiente361, sin ver cumplidos sus deseos, pues aquella fortaleza se perdió antes de que pudiera verificarse su socorro362.

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Cumplido había, pues, de sobra entonces con lo prescrito en los estatutos de la Orden y aquel frustrado socorro hacía ya, además, inútil su permanencia en Nápoles, «la ilustre Nápoles famosa», que él llamaba363. Partió, en consecuencia, de allí y se dirigió a Roma, donde el embajador de España don Juan de Estúniga, que probablemente alguna relación de parentesco tenía con él, le presentó al papa Gregorio XIII. En la audiencia que le concedió y a que se halló presente aquel diplomático, «miróle con mucha atención, cuenta Garibay, así por sus largas peregrinaciones, de que estaba informado, como por haberle dicho allí el embajador ser hijo de Fortuño García de Ercilla, de cuyas grandes letras y los demás méritos estaba muy informado el Papa, por ser él mesmo de su profesión, y natural de Bolonia, donde él había sido colegial, como queda visto; dudó que fuese su hijo, sino nieto, por verle en aquella edad de 42 años no cumplidos, por haber tanto que el padre era fallecido, y certificándole el embajador y él mesmo ser hijo, le miró con más ternura y muestras de benevolencia, diciéndole haber sido gran hombre. Preguntole, en un buen rato que estuvo en su cámara, algunas particularidades de sus viajes, en especial del que hizo al Estrecho de Magallanes, y dejándole de todo muy satisfecho, le dio su bendición y le otorgó muchas gracias é indulgencias extraordinarias»364.

En continuación de su viaje, siguió al norte de Italia, habiendo visitado, casi seguramente, a Siena, Florencia, Bolonia, Ferrara, Padua, Mantua, Cremona, Placencia, Milán y Pavía, ciudades todas que con especialidad recuerda en La Araucana. De lo que no cabe duda es de que estuvo en Venecia, la isleña ciudad y señoría, como la denomina allí, donde trabó relaciones de cierta intimidad con el embajador español don Guzmán de Silva365. El resto de su viaje lo vamos a oír contar a Garibay, quien debió de saberlo de boca del mismo Ercilla: Después de hablarnos de la buena acogida que había tenido en Alemania del emperador Maximiliano, de su mujer doña María y de Rodulfo, su padrino de boda, ya rey de Hungría, «así porque él mesmo era gentilhombre de la cámara del mesmo rey Rodulfo, como por los servicios agradables de su madre y hermanos. fue presente en la ciudad de Praga, en 9 de septiembre del dicho año de 75, a la coronación del mesmo rey Rodulfo por rey de Bohemia, y de allí pasó luego en su servicio a la ciudad de Ratisbona, donde el Emperador, su padre, tenía convocadas cortes, que allí llaman dietas, para elegir succesor suyo en el Imperio.

«Sin dilación, juntándose los Arzobispos de Moguncia, Treveri y Colonia, y el mesmo rey Rodulfo, como rey de Bohemia, y el Duque de Saxonia, el Marqués de Brandembur y el Conde Palatino del Rhin, que son los siete electores del Imperio, todos vestidos con sus insignias, los Arzobispos con sus mitras, el Rey con su corona,   —135→   y el Duque, Marqués y Conde con las suyas, según la antigua costumbre, y congregados todos en la sacristía de la iglesia mayor de la mesma ciudad, hicieron salir della al Rey, porque el de Moguncia, como archi-canciller de Alemaña, le quería proponer para rey de romanos; así lo hizo por escrito, sacando un papel del seno, y todos uniformemente concurrieron con él con mucho silencio y gravedad en este lugar y día, en 27 del dicho mes de septiembre y año de 75. Luego llamaron al electo rey Rodulfo, y diciéndole el de Moguncia su elección, les dio las gracias, pero rehusola, excusándose por de no bastantes fuerzas para tan gran carga; pero replicándole todos la aceptase, vino en ello, con que lo tuviese por bien el Emperador, su padre, al cual, a ruego y suplicación de todos ellos, viniendo allí, con su corona imperial en la cabeza y los demás ornamentos imperial es, dio a ellos las gracias de la elección del rey, su hijo, por rey de Romanos, y a él licencia para aceptarlo, y desde este día y hora quedó declarado y elegido por rey de romanos futuro emperador, como lo es ahora, segundo de este nombre, porque el Emperador, su padre, murió en la mesma Ratisbona en 12 de octubre del año siguiente de 1576. A todos estos actos, de tanta majestad y grandeza, fue presente este caballero, con tal aceptación de todos, que, como llevando la falda al Rey electo, entrase en el dicho lugar de la elección, le dieron permisión para que se hallase presente a todo, por particular gracia y merced, como a camarero del Rey electo, y así vio ocularmente todo esto como caballero bien quisto con todos.

«Después discurrió por muchas provincias de Alemaña, en especial por las de Estiria y Carintia, hasta acercarse a la de Tracia, y dándole el mermo Emperador Maximiliano licencia para traer 12 caballos y otras cosas a España por su carta imperial, fecha en Viena de Austria, en 3 de mayo del dicho año de 76, sellada con su sello imperial, en que le intitula Camarero del Serenísimo Príncipe Rodulfo, su hijo, rey de romanos y de Hungría y Bohemia, vino a Italia, tocando en el Trivili; y de allí tornó a España sexta vez, en el año siguiente de 1577...»366



El día preciso de su regreso a Madrid no podríamos señalarlo, pero sí que ya el 21 de junio estaba en su casa, al cabo de dos años y cerca de ocho meses de ausencia367. Durante ella, su mujer se había desempeñado a completa satisfacción en el cobro de sus rentas368 y no ocurrió en la casa otro percance que la fuga que había hecho de ella, poco después de su partida, un negro esclavo369.

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No eran trascurridos aún dos meses desde su regreso cuando se puso en camino para Uclés, donde estaba el convento de la Orden de Santiago en el que debía permanecer aprendiendo sus reglas y las demás cosas que, como caballero de ella, tenía que saber. Allí presentó la provisión real que para el efecto le hizo despachar él monarca en 1571 y el certificado de su residencia en las galeras al doctor don Diego Aponte de Quiñones, prior del convento370, quien, en desempeño de sus funciones, mandó al maestro de caballeros le aposentase en uno de los cuartos a ellos destinados, diciendo que él, por su parte, «lo recibía é recibió en aprobación al dicho señor don Alonso de Ercilla»371. Así estuvo tres meses en aquel convento, en el cual, acaso, durante sus paseos por sus hermosas galerías, o en el silencio de sus noches, recordaría que otro poeta como él, también soldado, dormía allí el último sueño372.

Vista general de Uclés

Vista general de Uclés

Cumplido también este requisito, Ercilla dirigió desde su celda una petición al monarca, para que, en vista de ello, se le librase nueva real cédula, a fin de que, previo examen «de hallarse bien instruto en la regla, aspereza, cerimonias e las otras cosas que como caballero de la dicha Orden debe saber», recibiese de él la profesión expresa   —137→   que, como tal, debía hacer, y le permitiese en seguida salir del convento. Y dictada esta orden real en 10 de diciembre, pidió Ercilla al Prior, el 15 de ese mes, que se le diese cumplimiento373, como en efecto se hizo en ese mismo día, «estando en el choro del dicho convento e con él la mayor parte de los religiosos que en él habían, rescebió del dicho señor don Alonso de Arcilla la profisión expresa que debe hacer, y él la hizo desta manera»: «Yo, don Alonso de Arcilla y Zúñiga, caballero de la Orden de Santiago, me ofrezco é doy a Dios y a Santa María y al bienaventurado apóstol señor Santiago, é prometo obediencia al Rey don Felipe, nuestro señor, como administrador perpetuo de la dicha Orden, y al Maestre o Maestres, Administrador o Administradores que por tiempo fuesen de la dicha Orden canónicamente estantes, y hago voto é prometo de vivir eh castidad conyugal é sin propio, según la regla y constituciones de la dicha Orden lo disponen; y el señor Prior lo recibió por hermano é le dio parte en las misas é sufragios que en la dicha Orden se han fecho y se harán de aquí adelante hasta el fin del mundo, y le dio licencia para salir del dicho convento...»374

Puerta de la fachada del Convento de Uclés

Puerta de la fachada del Convento de Uclés