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ArribaAbajoLa bucólica del Tajo




ArribaAbajoÉgloga primera



DAPHNIS

   El blando aliento de Fabonio tierno,
en mil preciosas flores encendido,
alegraua los fines del inuierno,
apenas de los montes despedido,
quando tras su ganado sin gouierno,  5
de su ninfa cruel aborrecido,
el sin ventura Palemón salía
con la primera luz del claro día.
   Lleua sus quexas el ligero viento
y sus ardientes lágrimas el río,  10
el sacro río que detuuo atento
sus claras aguas a su canto pío;
de cuyo lastimado sentimiento,
causa cruel de vn pecho elado y frío,
con mil quexas al cielo se quexaua  15
y el sordo cielo nunca le escuchaua.
   Solo por la ribera sola llega,
de su dolor acompañado solo,
a la más agradable y fértil vega
que el Ganges baña ni descubre Apolo;  20
a quien después que su frescura riega
el claro Tajo, el español Pactolo,
de su grata belleza combidado,
apenas mueue su cristal sagrado.
   Cuyas riberas claras coronadas  25
de blancas flores, de purpúreas rosas,
de plantas ameníssimas cercadas,
quales muy raras, quales muy copiosas,
vnas suben al cielo leuantadas,
otras caen en las aguas sonorosas,  30
haziendo todas con sus sombras bellas
vmbrosos valles en el claro dellas.
   Sube la yedra con el olmo asida
y en otra parte con la vid ligado;
ellas reciben de su arrimo vida  35
y él de sus hojas ornamento amado;
cuya bella corona sacudida
mansamente del ayre regalado,
ya se mira en el agua, y se retira,
y luego buelue, y otra vez se mira.  40
   El verde mirto y el laurel hermoso,
aquél a Venus, éste a Febo caro;
el derecho ciprés y álamo vmbroso,
aquél oscuro y éste verde claro;
el plátano y el cedro, y oloroso  45
sobre todos gentil líbano raro,
su lugar apacible coronando,
aquí y allí los tray el ayre blando.
   Entre cuyas vmbrosas ramas bellas,
Filomena dulcíssima cantando  50
ensordece la selua con querellas,
su grauíssimo daño lamentando;
lleuan los ayres los acentos dellas
los montes y las cueuas resonando,
de donde, con tristíssimo gemido,  55
eco responde al canto dolorido.
   Donde mirando los alegres prados,
valles vmbrosos y árboles floridos,
de blancas, rojas flores matizados,
vnos brotando y otros florecidos,  60
los dorados cristales sossegados,
los animosos vientos desparcidos,
la Primavera con la bella Flora
que vna los viste y otra los colora,
   y que el rigor de su dolor esquiuo,  65
que la dureza de su ninfa bella,
que la firmeza que le tiene viuo
crece, ni mengua su fatal estrella,
de su crueldad, de su desdén altiuo,
tan tierna y tristemente se querella,  70
que el monte ablanda, que detiene el río,
el cielo para, inclina el viento frío.
   De cuyo graue daño lastimado,
apenas apremiada la alma, espira
la alma triste, cuyo duro estado  75
al cielo que la ve tan solo admira;
y por prouar si viue el desdichado
en aflicción tan desigual suspira,
entre cuyos suspiros infelice
estas palabras dolorosas dize:  80
   Si tanta desventura es hado mío,
llorad, cansados ojos, tanto
que turbe la corriente deste río
la vena larga de mi amargo llanto;
ya que la fuerça de vn mortal desvío,  85
ya que el rigor de vn pecho puede qua[n]to
Iúpiter con su rayo riguroso,
acabe yo con el amor furioso.
   Daphnis, hermosa más que Febo claro,
y más que bella Daphnis rigurosa,  90
perfección celestial, estremo raro,
Ninfa en el suelo y en el cielo Diosa,
sin ti, mi bien, sin ti, mi solo amparo,
sin ti, con tu belleza milagrosa,
la triste vida, ¿qué sustento causa?  95
¿Es el morir efeto desta causa?
   Huuieran ya mis lágrimas piadosas,
fieles testigos de mi fe sincera,
a compassión mouido las furiosas
fieras hircanas de la Libia fiera;  100
huuieran mis fatigas dolorosas,
mi mucho amor, mi pena lastimera
enternecido mi fortuna dura,
si me viniera della desventura.
   Y tú, cuya belleza sobrehumana  105
admira el cielo, admira el mundo, admira
la causa de los cielos soberana,
en quien el suelo y el Olimpo espira,
intractable, duríssima, inhumana
te muestras siempre a quien por ti suspira,  110
como si fuesse del Rector del cielo
mostrarse siempre airado con el suelo.
   Nunca Iúpiter muestra su potencia
eternamente al aflixido suelo;
nunca de turbias nube la inclemencia  115
esconde la diuina luz del cielo;
nunca del Austro crudo la violencia
junta de nieblas espantoso velo;
nunca dura la mar alborotada,
fortuna nunca sigue tan ayrada.  120
   Quando persigue, quando fauorece,
quando amenaza cielo, mar y tierra,
agora paz, agora guerra ofrece,
ofrece paz, y ofrece cruda guerra;
agora de su mal se compadece  125
y agora hiere la empinada sierra,
arrebatando de la vista el cielo
con rayos, vientos, aguas, nieblas, yelo.
   Y tú, cuya hermosura sobrehumana
te haze respetar por diosa eterna,  130
entre las soberanas soberana,
y entre las sempiternas sempiterna,
cuya serenidad y cuya humana
presencia mansa y mansedumbre tierna
ofrece paz, descanso y gloria ofrece,  135
que con tu pecho no se compadece.
   Más intractable, más endurecida
que el mar inchado, que la sierra elada,
más que roca del viento sacudida
respondes a mis quexas despiadada.  140
Si como essotras es mortal mi vida,
y si es apenas vida de cansada,
¿para quándo pretendes remediarme
si no pretendes, Daphnis, acabarme?
   Títiro, cuya triste vida el cielo  145
en mil eternas desuenturas prueua,
buscando el solitario desconsuelo,
que en su dolor su pensamiento eleua,
aquí llegó, donde el ameno suelo,
las claras aguas, monte, prado y cueua  150
de su fertilidad produzen flores
de diferentes hojas y colores.
   Y de su Palemón querido viendo
el perdido ganado desparcido,
vnos por los peñascos ir paciendo  155
y otros por el desierto consumido,
«¡quánto puedes, tirano amor!», diziendo,
se quedó suspirando sin sentido,
hasta que de sus lágrimas bañado
boluió llorando a su primero estado.  160
   Y al apacible verde prado ameno
adonde estaua Palemón llegando,
halló el pastor de su sentido ageno,
apenas el aliento respirando;
y de temor y de rezelo lleno,  165
su muerte lastimosa rezelando,
como pudo llorando le despierta
de aquella miserable vida muerta.
   Querido Palemón, le dize, caro
más que mi vida, Palemón amigo,  170
a quien el inclemente cielo auaro
trata como duríssimo enemigo,
si tus intentos con tu mal comparo
si con tu bella Ninfa, yo te digo
que, aunque passa tu mal el sufrimiento,  175
que excede su belleza tu tormento.
   Que te consueles, no te pido aquesto;
no consiente consuelo tu quebranto;
que no te acabes Palemón tan presto:
esto te pido por el cielo santo.  180
Basta el pecho de mármol contrapuesto
a las piadosas aguas de tu llanto,
sin dar con tu crecido sentimiento
fuerças a Daphnis y armas al tormento.
   Ella, pastor, sinceramente quiere  185
a ti, y a mí, y a Tirsis, y a Siluano;
ni a Corydón ni a Lycidas prefiere,
ni a Menalca desama, ni a Montano.
Si deste trato con que al mundo hiere
y aficiona el Olimpo soberano  190
pretendes ser de todos el amado,
viues, pastor, amante y engañado.
   Mírame a mí, cuyo dolor terrible
el sufrimiento más constante excede,
cuya ninfa cruel, cuya insufrible  195
afición inmortal matarme puede;
y viuo, y passo más de lo possible,
aunque apenas mi mal me lo concede;
porque llorar vn mal eternamente,
es quitarse la vida crudamente.  200
   ¿Qué puedo hazer agora, le responde
el aflixido Palemón llorando,
si nunca mi fortuna corresponde
con lo que me consumo deseando,
si me lleuó mi pensamiento donde  205
siento vn acogimiento dulce y blando?
Si estaua ya del cielo mi cuydado,
¿tengo de resistir al cielo y hado?
   Déxame aquí, pastor, agora solo,
llorando mi fortuna rigurosa;  210
lleue mis quexas el veloz Eolo,
mi ardiente llanto el agua presurosa.
Abráseme la luz del rojo Apolo,
oféndame la noche tenebrosa,
muera desesperado y no se diga  215
que viuo en disfauor de mi enemiga.
   Si claramente Palemón mirasses,
-Títiro dize- lo que el cielo ofrece,
si menos lastimado contemplasses
el esmaltado campo que florece,  220
si al fin, pastor amigo, procurasses
no dar fuerças al mal que te intristece,
aqueste prado, aqueste valle y río,
sería tu bien como es a vezes mío.
   Tañe si quieres, canta si te agrada,  225
no te dexes lleuar de tu cuydado:
la alma de miserias rodeada
no puede durar mucho en vn estado.
Si nunca el cielo ni fortuna ayrada
persiguen de contino vn desdichado  230
y tú persigues tu cansada vida,
más eres que fortuna encruelezida.
   Diziendo aquesto, Títiro sacaua,
por alegrar a Palemón cantando,
su zampoña dulcíssima, que daua  235
ornamento a las seluas su son blando;
el viento se serena, serenaua
los elementos enemigos, quando
tras el sonido, ya despacio y presto,
Títiro y Palemón cantaron esto:  240

TÍTIRO

   Nunca de flores Primauera hermosa,
nunca de rosas prado matizado,
Aurora nunca tras la blanca diosa,
rebuelta nube con el Sol dorado,
nunca purpúrea con neuada rosa,  245
blanco jazmín y acanto colorado,
ansí parece al despuntar del día,
como la soberana Cintia mía.

PALEMÓN

   Ni claro Norte tras tormenta fiera,
ni claro Sol tras noche tenebrosa,  250
ni tras inuierno yerto Primauera,
ni tras Austro cruel Aura amorosa,
ni tras lluuia que el viento perseuera
cielo sereno con su luz hermosa,
al nauegante, al campo, al monte, al día,  255
son lo que la diuina Daphnis mía.

TÍTIRO

   Cintia, cuya belleza soberana
por tus hermosos ojos se trasluze,
con quanta perfecció[n], con qua[n]ta humana
y celestial deydad el alma luze,  260
si vna firmeza y vna fe tan llana,
como tu gracia inmensa en mí produze,
por víctima del ánima conoces,
¿por qué vn amor tan grande desconoces?

PALEMÓN

   Daphnis, más que la luz del cielo hermosa,  265
en quien el celestial sujeto espira,
cuya belleza y gracia milagrosa
a su principio soberano admira,
al vna firmeza pura y amorosa
a semejante voluntad inspira  270
al más essento pecho endurecido,
remedia mi dolor entristecido.

TÍTIRO

   Ni de tormentas fiero mar inchado,
ni contrapuestos crudos elementos,
de ardientes rayos Iúpiter armado,  275
ni en altos montes rigurosos vientos,
pueden lo que el desdén altiuo ayrado
de aquellos ojos del amor essentos,
quando los passa por mis tristes ojos
la causa celestial de mis enojos.  280

PALEMÓN

   Menos es de fortuna la inclemencia,
de los rebueltos vientos la braueza,
del hado el mal, del tiempo la violencia,
falto de bien, y lleno de aspereza,
menos que la duríssima presencia  285
en quien reuela el cielo su grandeza,
quando la dura causa de mi pena
el rayo tira de su luz serena.

TÍTIRO

   La bella ninfa Primauera y Flora
de flores cubren el marchito prado:  290
vna le viste y otra le colora:
vna de verde y otra de encarnado:
mas no tan presto sale mi pastora
dando su luz a todo lo criado,
quando del resplandor hermoso della  295
cubierta queda su presencia bella.

PALEMÓN

   Abrasa Febo con su luz ardiente,
marchita el Austro con su soplo elado
vmbroso valle y prado floreciente,
de blancas rojas flores variado:  300
pero sale mi Sol resplandeciente,
serenando la mar y viento ayrado,
y quanto mira y toca reuerdece,
los montes cubre y árboles florece.

TÍTIRO

   El mirto a Venus, y el laurel a Febo,  305
y a Alcides es el álamo agradable;
la enzina a Ioue, a Isis el azebo,
y a Palas es la verde oliua amable.
Vn plátano le place a Cintia nueuo:
sea dende oy el plátano notable  310
y al plátano se humillen lauro vmbroso,
álamo, enzina, oliua, y mirto hermoso.

PALEMÓN

   De Cibeles el pino fué preciado
y el olmo de Siluano fué querido;
el bello Cipariso transformado  315
en gran precio de Apolo fué tenido;
de Daphnis es el líbano estimado
sobre todos los otros escogido:
reuerencien al líbano precioso
el pino, y el ciprés, y el olmo vmbroso.  320
   Cantó Títiro aquello y esto luego
su caro Palemón le respondía,
con tanta suauidad, con tal sossiego
que al río su corriente detenía;
y del ardiente Sol huyendo el fuego,  325
que, como fuera de sazón, hería,
por los árboles bellos emboscados
el llano huyeron de los verdes prados.




ArribaAbajoÉgloga segunda



FILIS

   En la ribera del sagrado río,
que por los arenales puros de oro
al Océano Reyno se apresura,
ribera clara de los Dioses coro,
a quien el bosque que la cerca vmbrío  5
con acopadas plantas haze escura,
donde Flora y Natura
bordando el gentil prado
de verde y encarnado,
la hermosura de Arabia descubriendo,  10
los descasados árboles texiendo,
clarificando el sol mostrando el día,
puro y sin nube qual la luz le cría;
   el cristalino río, coronado
de blancas, rojas y purpúreas flores,  15
impetuoso corre resonando
y sustentando al prado sus colores;
con su cristal a trechos derramado,
vn estrellado cielo está formando;
el ayre está soplando  20
tan regaladamente,
como si solamente
al deseo medido se pidiera,
para dar vna eterna primauera,
cuyo diuino y celestial consuelo  25
oluida en tanto el del claro cielo.
   Al tiempo que la noche tenebrosa
iba subiendo por el rojo Oriente,
y el claro Dios al mar se despeñaua,
matizando las nubes de Occidente  30
con la resplandeciente luz hermosa,
que contrapuesta en sí reuerueraua,
los vientos amansaua,
el río detenía,
las aues suspendía,  35
el desdichado Tirsi, lamentando,
la alma triste en los suspiros dando,
quando, tras vno a quien siguió la vida,
ansí soltó la voz entristecida:
   Filis cruel, hermosa Filis cruda,  40
más que la clara luz tras la tristeza,
más que peñasco contrapuesto al viento,
saca, ninfa, del agua la cabeça,
conocerás en mi passión sin duda
que es verdadero el graue mal q[ue] siento.  45
Y si mi triste acento,
por sólo entristecido,
merece ser oydo,
tu sinrazón y mi dolor aduierte
en el postrero punto de la muerte,  50
como lamenta el cisne fatigado
en la ribera deste río echado.
   Essa beldad, que a su principio admira,
detiene el Sol en medio de su vía,
serena el animoso viento ayrado,  55
tray Primauera, luz, Aurora y día,
refrena la feroz y ardiente ira
del riguroso y crudo mar inchado,
colora monte y prado
de la púrpura y nieue,  60
que de su rostro llueue,
suspende los espíritus vitales
de sus serenos rayos celestiales;
si tan piadosa como bella fuera,
¿qué más cielo que vella pretendiera?  65
   Mas quiere mi contraria suerte dura
que en la contemplación de su sujeto
dos estremos derriben vn deseo;
que si aquel soberano y solo objeto
del principio más alto de hermosura  70
es más que con la vista mortal veo,
el otro estremo creo
que, en las rocas más yertas,
en las Syrtes desiertas,
en la furia del piélago alterado,  75
para sólo acabarme fué criado;
y eslo sin duda en este cristal frío,
pues que no le destiempla el fuego mío.
   Huuiera mi lamento enternecido
vn estremo de cosas impossibles,  80
si resultara dello mi contento;
pues hago aquestas aguas inmouibles
al lastimoso son entristecido
con que de tu fiereza me lamento;
pues turbo el elemento  85
de tu aluergue diuino
con mi llanto contino;
pues enciendo los mansos ayres fríos
con los suspiros presurosos míos.
Tú sola, a mi lamento ensordecida,  90
acrecientas passión, y el cielo vida.
   Tú sola, más cruel que fiera hircana
del animoso cazador herida,
rigurosa te muestras al sentido.
Tú sola, más que roca endurecida  95
en la tormenta de la mar insana,
no te mueue mi llanto entristecido.
Tú sola fiera has sido
más sorda a mi lamento
que el animoso viento,  100
con mis quexas tristíssimas turbado,
pues turba el río dellas lastimado.
Y yo solo tan firme qual tú esquiua,
no dexaré de amarte mientras viua.
   Mientra diere su luz el Sol al día,  105
mientra siguiere su camino el cielo,
su curso el río, el Sol a la mañana,
mientra fuere mortal el bien del suelo,
Fortuna instable, firme mi agonía,
Apolo claro, escura y fría Diana,  110
la beldad soberana
en quien el cielo adoro,
como en su sacro coro,
en la alma estará fixada eterna,
como en cosa de vida sempiterna,  115
en quien ni muerte, oluido, pena y gloria
puedan hazer su idea transitoria.
   Si menos dura y más dichoso fuera
que mereciera padecer la pena,
que el esquiuo mirar causa contino,  120
la alma respirara más serena
en la desconfiança cruda y fiera
en quien la tiene puesta mi destino;
mas soy de más indino;
y assí, triste y cuytado,  125
muero desesperado,
pues, de donde pendía mi ventura,
me sucede la estrema desventura.
Y, como que te agrado en esto siento,
en tan graue dolor, muero contento.  130
   Claras corrientes, cristalinas ondas,
riberas de mil flores coronadas,
en quien florece eterna Primauera,
plantas que vais al cielo enderezadas,
y con la sombra a las cabernas hondas  135
de los cristales desta mi ribera,
ya que es fuerça que muera,
crezca en vuestra corteza
mi nombre y mi firmeza,
mientra os diere su fauor el cielo,  140
reuerdeciendo el desmayado suelo.
Y a Dios quedad, y con mi ninfa bella,
que, si esto es cielo, su deidad es ella.
   Clara agua, verde prado, fuente amena,
manso aire, luna escura, valle vmbrío,  145
ardientes luces, cielo sacrosanto,
Dríadas bellas, Náyades del río,
compañía de Oréadas serena,
fieles testigos de mi graue llanto,
si no os pusiere espanto  150
mi canto entristecido,
aplicad el oído
a mi doliente voz entristecida,
si no rendís primero vuestra vida.
Y a Dios quedad, y con mi ninfa bella,  155
que, si esto es cielo, su deidad es ella.
   Y, pues que miserablemente muero,
dad después de mi muerte eterna holga[n]ça
al cuerpo y al espíritu doliente,
y lleue yo, aunque muerto, confiança  160
que sentiréis mi fin ayrado y fiero
mientras no pierda el río su corriente;
que, aunque tan crudamente
la muerte se me ordena
como fin de mi pena,  165
la ira que en mi dulce Ninfa siento
ha de cortar vuestro piadoso intento.
Y a Dios quedad, y con mi ninfa bella,
que, si esto es cielo, su deidad es ella.
   Y tú, Filis diuina y soberana,  170
causa cruel del graue mal que siento,
en paz te queda, queda en paz amada,
que, aunque jamás la diste a mi tormento,
pudiendo ser conmigo más humana,
porque no sientas nunca lastimada  175
mi muerte desdichada,
no veas lo que passo,
en el último passo
de mi cansada vida miserable,
en mil muertes de oluido perdurable,  180
sólo recibe el cuerpo desdichado,
a cruda muerte por tu causa dado.
   Con el último acento entristecido
en las ondas se echó del cristal frío,
el nombre de su Filis repitiendo;  185
estremecióse el cristalino río
y con vn riguroso y cruel bramido
se fué por las riberas esparciendo
y, del terrible estruendo,
los valles resonaron,  190
los montes retumbaron,
hiriendo la arboleda sonorosa
de la ribera clara y espaciosa,
y, entrando por el río presuroso,
acabó de turballe su reposo.  195
   Salía ya la Aurora derramando
por las azules, blancas, rojas flores,
el néctar soberano que las cría,
dando sus perfectíssimos colores
a quanto mansamente va mirando  200
en monte, soto, y valle, y selua vmbría;
y tras ella venía
la lumbre soberana,
que sigue a la mañana,
serenando los vientos leuantados,  205
resplandeciendo con su luz los prados
y descubriendo en ellos la hermosura,
que inuidiosa eclipsó la noche escura.
   Salía el Sol, y Dórida salía
dando la luz de sus hermosos ojos  210
a quanto reluzía en la ribera,
y eclipsándole al Sol sus rayos rojos,
que presurosamente los tendía,
los suyos dieron luz, qual si Sol fuera,
y, tendiendo ligeramente el rayo diuino  215
al río cristalino,
vn bulto la agua clara trastornaua,
como que de su orilla le apartaua.
Corre ligera, y ve su bien difunto
y amortecida queda con él junto.  220
   Y mojada del agua cristalina,
que el viento presuroso meneaua
miró muerto su bien, y assí con vida
quedóse elada más que el cuerpo estaua;
y sobre su pastor amado inclina  225
la idea del cielo amortecida
y torna entristecida,
los vientos encendiendo,
el río embraueciendo
con las lágrimas tristes, que solía  230
sossegar el furor que en él auía;
y, quando pudo hablar, su bien mirando,
desta suerte se acaba lamentando:
   Alma dichosa y bienauenturada,
que, en la gloria del cielo milagroso,  235
estás viendo mi llanto entristecido,
perdóname si ofendo tu reposo
en tu descanso eterno sublimada,
derramando en humor enternecido
el ánimo aflixido,  240
que, como despojado
de tu bien desdichado,
de qualquiera manera seguiría
con la muerte cruel tu compañía,
pues siendo tú su alma y tú perdida  245
padecerálo mi cansada vida.
   Si la alma de mi triste vida fuiste
y acabó con la tuya muerte fiera,
también acabaría con la mía.
Acábese la vida lastimera,  250
pues quando falta el bien es causa triste
de donde nace llanto y agonía.
Y pues la muerte impía
te quitó de conmigo,
recíbeme contigo,  255
que aquél será mi cielo deseado,
que pueda de tu mano serme dado
después de aquesta muerte miserable,
en tan graue tormento perdurable.
   Faltó la voz y vida juntamente,  260
reclinando su rostro en su querido,
a la pastora triste y desamada.
Estremecióse el río embrauecido
y, resonando fiero su corriente,
ensordeció la selua sossegada.  265
Y aquella luz sagrada,
a quien sigue Diana,
por la muerte inhumana
de la Pastora bella, que moría,
debaxo de vnas nubes passó el día,  270
quedó sin flor y sin color el prado,
como de quien la daua despojado.
   Y, al son postrero de su triste acento,
salió del agua el coro soberano,
cercando en medio el cristalino río,  275
y con semblante triste y rostro humano
les dieron lastimoso enterramiento
a la sombra del valle más vmbrío;
y con acento pío
estuuieron cantando,  280
las vrnas derramando
en torno de la triste sepultura,
hasta que tramontando la luz pura,
el sepulcro de flores coronaron
y a su sagrado río se tornaron.  285




ArribaAbajoÉgloga tercera



ECO

   Paced, ouejas, las floridas yeruas
por los dorados y purpúreos campos;
paced alegremente por los valles
no perdonando la hermosura suya.
Tú, Melampo, fortíssimo cuydado  5
contra las azechanças de los lobos,
en tanto que paciendo están, refrena
los ímpetus ligeros y feroces
del enemigo del ganado antiguo.
En tanto, yo, tendido en la verdura  10
de la florida y enramada cueua,
conmigo solo cantaré mi pena
y, dando a mi zampoña dulce espíritu,
apartaré del ánima cuydados.
Blanca y hermosa ninfa, en otro tie[m]po  15
ardor de mil enamorados faunos,
de claros ojos y cabellos de oro,
de gracia soberana enriquecida,
agora sola voz, sonido agora
de temerosas y profundas cueuas  20
de solitarios y cerrados valles,
adonde recibiendo fuerça y brío
de las querellas a los vientos dadas,
mustia y apassionadamente cuentas
el grauíssimo mal que te lastima.  25
Salue tú, seruicial y eterna Eco,
a quien Amintas, yo, que soy la guarda
destas blancas ouejas y de aqueste
plateado rebaño de nouillos,
esta cabada gruta te consagro,  30
abraçada y prendida por mil partes
de los hermosos y enredados laços
de aquesta floreciente y verde yedra,
de donde a mis querellas más atenta
con doliente sonido me respondas.  35
Tú, conmouida con los dulces sones
del espíritu dado a las zampoñas,
arrebatas mis quexas por el ayre
y con ellas te quexas de tus daños;
tú, quantas vezes nos quexamos, llena  40
de piedad de nuestros duros males
no sé por qué razón te quexas dellos.
Mas no me marauillo que te mueuan
lágrimas piadosas de amadores;
también a ti, cuytada, el amor crudo  45
también te hirió a ti terriblemente.
¡Ay, miserable!, y ¿tú compones y ornas
los hermosos cabellos y la hermosa
frente donde el amor su gloria tuuo?...
Tu Narciso y tu amor, tu ardie[n]te fuego  50
intractable y duríssimo desprecia
todo lo que es amor, siguiendo el duro
exercicio del monte, por los altos
y enriscados peñascos desta sierra.
¿Por qué ruegas en vano, por q[ué] ruegas  55
con voz humilde y con piadosas quexas?
¿Quié[n] desprecia tus ruegos, quié[n] desprecia
tu amor y tu hermosura soberana?
Detén, cruel y despiadado, el passo,
que no te sigue la furiosa rabia  60
del león coronado, ni la ciega
cólera del ardiente tigre hircano:
vna ninfa te sigue soberana
de hermoso rostro, mansedumbre tierna,
seguro pecho y voluntad rendida.  65
Vna ninfa diuina que ha baxado
muchas vezes a Iúpiter del cielo.
Detén, cruel, el passo y el que agora
enderezas al agua tuerce y huye,
q[ue] en esta agua te espera la cruel muerte.  70
¡Ay, miserable moço, que es possible
que tanto mal te aguarda, que es forçoso
que se cumplan tus hados desgraciados!
Madre inmensa de todo lo criado,
que con diuersas y pintadas flores  75
adornas el vestido floreciente
de la galana y fértil Primauera,
agora leuantando las violetas
nacidas con la Aurora soberana,
cubriendo agora los tendidos ramos  80
con hojas y con flores y con frutos,
recibe este doliente moço, y estos
muertos y fatigados miembros fríos,
y permite, diuina y santa Diosa,
que con el fauor tuyo se haga eterno.  85
Él viuirá con el diuino espíritu
de Fabonio nacido y recreado
entre otras bien nacidas flores, vna
bella flor argentada, semejante
al amor de Endimión quando anochece.  90
Tú conmigo también, Eco doliente,
ayunta tus querellas con las mías
y suenen las cabernas donde habitas
con gemidos y vozes atronadas.
Amarilis cruel, ¿por qué desprecias  95
mi firmeza y amor, por qué más sorda
que la corriente del quebrado Tigris
desprecias mis querellas miserables?
¡Ay de mí, desdichado, que el cuydado
general de mis toros no despierta  100
vn espíritu flaco y descaído
que en la parte mejor de mi alta siento!
Después que desleal el encendido
fuego de tu beldad me passó la alma,
paze el ganado mustio y él al río,  105
y él al pasto, y al monte se va solo;
solo se va buscando sus vezerros,
y a la cabaña sola se va solo.




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TIRSI

   Al tiempo que la dulce Primauera
a su primer estado reduzía
el campo de belleza despojado,
coronando de flores la ribera
que el inclemente yerto inuierno auía  5
con sus yelos y nieues abrasado,
bordando el verde prado
con los viuos colores
de azules, blancas flores,
vistiendo las desnudas plantas de hojas,  10
quáles escuras verdes, quáles rojas,
entretexiendo el arboleda vmbrosa
yedra con roble, vid con olmo hermosa;
   en las concabidades de vna piedra,
que el presto curso de las aguas haze  15
en la ribera del Tesín florido,
ornada toda de verbena y yedra,
que a pura fuerça de las olas nace
en el yerto peñasco endurecido,
lugar sacro ofrecido,  20
a las ninfas sagradas
de sus claras moradas;
al tiempo que la luz del claro Apolo
el cóncabo orizonte dexa solo,
para gozar del presto mouimiento,  25
del animoso y encendido viento,
   aquí, donde la fuente resonaua,
el ayre entre las flores se metía,
los valles resonauan sin aliento,
el viento su braueza suspendía  30
y las yeruas y rosas meneaua,
dando a su perfección más ornamento,
donde el diuino acento
de las bellas sirenas
de las aguas serenas  35
del cristalino río sosegado
detenían el ánimo pasmado,
haziendo la caduca vida eterna
al regalado son de la voz tierna.
   Quando la clara luz del rojo Apolo,  40
por el profundo Reyno de Neptuno,
al Reyno del Aurora descendía,
dexando el mundo con su ausencia solo
del rayo reluziente que importuno
con más ardor que su sazón hería,  45
los vientos encendía,
las aguas aumentaua,
con las que derramaua
Tirsis cuytado, de quien es temida
más que su muerte su cansada vida,  50
cuya prouada y rigurosa suerte
le acrecienta la vida por la muerte.
   De su dolor grauíssimo vencido,
tales estremos suspirando hazía,
que los peñascos duros ablandara  55
si consistiera en ellos el sentido
que en su ninfa terrible consistía,
Filis, sin duda su enemiga cara;
cuya belleza rara
no a Tirsi, pastor solo,  60
mas al diuino Apolo
dexar hiziera su dorada esfera
por su hermosura rigurosa y fiera;
quando, cobrando su perdido aliento,
assí soltó la triste voz al viento:  65
   Agora que mi suerte me concede
tiempo para llorar mi desventura,
mayor ventura que del cielo espero,
fuerça será que conuertido quede
en vna planta, en vna piedra dura,  70
pues que de mi remedio desespero.
Amor, injusto y fiero,
dissimulado amigo,
encubierto enemigo,
que mi rendido y lastimado pecho  75
vn infierno de penas tienes hecho,
por auerme mostrado escasamente
la gloria de tu cielo reluciente,
   si con el alma, con la vida y gloria
que mi perdida libertad me daua  80
satisfize la gloria que me diste,
y si de mis despojos y vitoria
ganada voluntad, firmeza esclaua,
corona y triunfo al enemigo hiziste,
¿qué cruda furia triste  85
persigue mi sossiego,
talando a sangre y fuego
el real de mi pecho saqueado,
a mi contrario francamente dado,
si basta ser como prisión rendido,  90
sin ser como enemigo perseguido?
   Allá tu poderosa mano buelue
donde por el rigor del mar elado
no se puede estender tu ardiente fuego,
que si como la siento allí rebuelue,  95
poco será quedar tan abrasado
como yo de llorar mis males ciego.
Passa encendiendo luego
aquel essento pecho,
que niega tu derecho,  100
despreciando soberuia y crudamente
la dulce ley de tu rigor clemente;
de cuyo riguroso, altiuo brío
tiene principio el graue llanto mío.
   No pudo proseguir las justas quexas  105
que del injusto y fiero amor formaua
el desdichado Tirsi desamado,
por llegar resonando a sus orejas
un ¡ay! de rato en rato, que arrancaua
el coraçón más libre de cuydado.  110
Y auiendo apresurado
por entre lo escondido
de vn valle florecido,
siguiendo los suspiros dolorosos
los tardos passos menos pereçosos,  115
hallando la ocasión de aquel estruendo,
descuydado de sí, quedó aduirtiendo.
   La mano de alabastro sustentando
el claro cielo, al suelo reclinado,
aljofarando el prado florecido  120
como queda la mustia Clicie, quando
su claro amante queda trasportado,
vna ninfa del sacro río vido,
cuyo dolor crecido,
vertido por los ojos  125
por últimos despojos
del alma más rendida que aflixida,
y más aborrecida que rendida,
declarauan la pena lamentable
del espíritu suyo miserable.  130
   Cuya belleza celestial mirando,
tan eleuado se quedó aduirtiendo,
como si la diuina inmensa viera.
Y si del triste sentimiento blando
con que sus ansias iba despidiendo  135
al lastimado suyo no boluiera,
no dudara que fuera
en piedra conuertido,
estando suspendido
en aquella visión marauillosa,  140
a su sentido natural gloriosa;
cuyo causado estraordinario espanto
no pudiera venir sino de tanto.
   Y auiendo con suspiros dolorosos,
con tristíssimas lágrimas auiendo  145
su grauíssima pena declarado,
deteniendo los vientos animosos,
las sonorosas aguas deteniendo
con vn boluer de ojos sossegado,
al son dulce acordado  150
de vna sonora lira,
amansando la ira
de los contrarios fieros elementos,
rebueltos de la furia de los vientos,
dixo aquestas palabras lastimadas  155
de vn mar de llanto apenas escapadas:
   Injustíssimo amor, ¿por qué consientes
que el triunfante contrario de mi vida
desprecie los despojos ofrecidos?
Tú, que los rigurosos accidentes,  160
que la alma triste tienen consumida,
tienes injustamente concebidos,
abrasa los sentidos
más elados que nieue
de vn libre, que se atreue,  165
en sola su flaqueza confiado,
resistir tu poder jamás domado;
basta morir contino lastimada
sin viuir juntamente despreciada.
   Tú, que los abrasados coraçones  170
con yelo enciendes y con fuego yelas,
prendes y libras milagrosamente,
tú, que las ardentíssimas passiones
de los amantes míseros consuelas
con la esperança que el dolor consiente,  175
buelue furiosamente
tu no vencida mano
al coraçón tirano
del riguroso endurecido pecho,
de sola su dureza satisfecho,  180
y sienta tu potencia poderosa
quien la desprecia como poca cosa.
   Porque si, justo amor, injusto fueras
ya tuuieras passado el pecho essento
del fiero monstruo, que adorando viuo;  185
ya tuuiera tu mano cruda y fiera
ablandado el rigor del crudo intento,
que tu descuydo tiene tan altiuo.
Basta el cuerpo captiuo
sin rogar tanto en vano  190
al vencedor tirano
que desprecia de vn alma la vitoria,
por ser para su brío poca gloria,
por ser, ¡ay, triste!, de quien él desama,
que a ti te puede dar vn alma fama.  195
   Las derramadas lágrimas ardientes,
el ahinco del pecho leuantado
con las ansias del alma defamada,
con otros mil contrarios accidentes
que, en vn pecho de amor jamás tocado,  200
acabarán la vida fatigada,
la triste voz cansada,
apenas despedida
del alma entristecida,
el aliento vital entorpecido,  205
el sentimiento sin ningún sentido,
tanto con sus passiones acabaron,
que la diuina ninfa desmayaron.
   En el suelo cayó, como la rosa
que auiendo en el florido prado sido  210
del néctar del Aurora sustentada,
apenas la sazón del año hermosa,
que sustentó su tiempo florecido,
tras el inuierno yerto fué passada,
quando tras ella entrada  215
la sazón inclemente
de la calor ardiente,
los campos deleytosos abrasando,
las sombras de los árboles negando,
quando de su color hermoso falta,  220
reclina la corona de hojas alta.
   Y el cuytado pastor que atento auía,
las dolorosas quexas escuchado,
con lágrimas de amor solenizadas,
viendo la ninfa desmayada y fría,  225
el color de su rostro demudado,
luego salió de aquellas enramadas
y con vozes turbadas,
«Hermosa ninfa -dize-,
¿qué fortuna infelice  230
turbó la nieue, y el cristal, y el ostro,
colores viuos de tu bello rostro,
que muestras tu belleza milagrosa
perdido el viuo de su luz hermosa?»
   Boluió luego la ninfa suspirando  235
y, el desamado Tirsi conociendo
no desdeñó su dulce compañía,
y los cansados miembros leuantando,
poco a poco se fueron recogiendo
a la parte del valle más sombría.  240
Cuya caberna vmbría,
de plantas coronada,
de flores matizada,
es deleytosa parte defendida
de la furia del ayre embrauecida,  245
de los ardientes rayos que el verano
Apolo tiende por el monte y llano.
   De donde sobre mármoles de Paro,
como la nieue de la sierra elada,
vna fuente claríssima salía;  250
cuyo cristal, más puro, viuo y claro
que el agua de la sierra despeñada,
el alameda fresca produzía.
Donde después que auía,
por vn camino vsado,  255
los árboles regado,
por vnos yertos riscos empinados
del curso de las aguas quebrantados,
haziendo un ronco son de peña en peña,
en el sagrado río se despeña.  260
   Cuya rara belleza contemplando,
del deleytoso valle conuidados,
en torno de la fuente se sentaron;
y sus penas grauíssimas contando,
vno del otro amante consolados,  265
el rigor de sus males aliuiaron;
quando cerca escucharon
vn pastor lastimado
de su bien apartado,
que cantando diuina y dulcemente  270
de aquella gloria que gozó presente,
a la fuente puríssima venía,
buscando su querida compañía.
   Y a cantar incitados juntamente
del mandamiento de la ninfa hermosa,  275
sus sonorosas liras acordadas,
al río deteniendo su corriente
y al Aura su presteza bulliciosa,
dulcemente sonaron meneadas;
las seluas admiradas  280
no resonaron tanto
al sonoroso canto
con que los dos pastores lastimados
alibiaron cantando sus cuydados,
como quando las hiere Bóreas crudo,  285
Noto furioso de piedad desnudo.
   Pusieron fin al canto sonoroso
y el claro Sol al espacioso día,
acaso por oíllos detenido,
y dexando la fuente y valle vmbroso  290
se fueron recogiendo en compañía
a su común albergue conocido;
cuyo trecho florido,
de plantas enramado,
auiéndose acabado,  295
la ninfa se dexó lleuar del rio
a su profundo cabernoso y frío;
y los pastores, apartados della,
a su cabaña fresca, verde y bella.




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PROTHEO

   Ay vn lugar en la ribera, donde
el sacro Tajo corre tan vfano
que apenas a la vista humana esconde
su cristalino albergue soberano;
cuya pendiente peña corresponde  5
por vna parte al claro mar cercano
y estendida por otra con los montes
a los más leuantados Orizontes.
   Cuya falda duríssima cabada
del blando curso de las aguas tiernas,  10
de mil vmbrosas plantas adornada,
quáles con cierto fin, quáles eternas,
agora el sacro Glauco, agora agrada
al coro de las ninfas sempiternas,
haziendo digna su baxeza humana  15
de su presencia eterna y soberana.
   Llegaua la sazón entonces quando
el hijo soberano de Latona
los florecidos campos abrasando,
ardiendo para la insufrible Zona,  20
quando de flores y hojas despojando
de los árboles bellos la corona,
seca los prados y las sombras quita,
abrasa el monte y el frescor marchita.
   Qua[n]do después de auer passado Apolo,  25
mostrando su belleza soberana,
del Nilo al Tajo, deste al otro Polo,
en seguimiento de su bella hermana,
en el silencio de la noche solo,
al rayo de su Diosa sobrehumana  30
el desdichado Palemón salía,
como en tinieblas de su claro día.
   Ausentaron al pobre pastorcillo
de su ribera, más que el cielo clara,
su pura voluntad, su amor sencillo,  35
su ninfa desleal, su Daphnis clara;
pretendieron los hados destruillo
y en él hizieron vna prueua rara
de la firmeza más constante y pura
que mereció puríssima hermosura.  40
   Y de vna voz dulcíssima lleuado
que serenaua cielo, mar y viento,
al ánimo solícito apremiado,
apenas respiró de su tormento.
Cantaua el jouen por su mal osado  45
su mal acontecido pensamiento,
cuyos intentos, cuyo fin rabioso
dieron principio y nombre al Po famoso.
   Las hermanas bellíssimas llorando,
en árboles amenos conuertidas  50
quando las vnas se llamauan, quando
gozauan de otras diferentes vidas;
de cuyo aliento doloroso y blando
las hojas ligeríssimas mouidas,
al agua inclinan sus coronas bellas  55
por ver al claro hermano dentro dellas.
   Cantaua de la ninfa soberana,
desamparada en la ribera fría,
a quien la rigurosa mar insana
de su contentamiento dividía;  60
lleuan los vientos crudos la inhumana,
perjura nauecilla, que le huía,
y ella también con ellos suspirando
alexa el bien que viue deseando.
   Luego cantó de aquel laurel essento,  65
de aquella Daphnis, de la ninfa dura,
cuyo ligero y presto mouimiento
de Apolo fué pesada desventura.
Cantó por éste de otro igual portento,
de cuya celestial belleza pura,  70
por célebres oráculos se entiende,
que es el bien que en el cielo se pretende.
   Cantaua de la ninfa soberana
del claro Tajo, Daphnis ornamento,
Daphnis, cuya belleza sobrehumana  75
ni tiene fin ni alcança pensamiento.
A quien si la beldad al cielo llana
y al mundo sin cabal conocimiento
la deydad del alma le faltara,
no dexará de ser al mundo rara.  80
   Quando de Daphnis el diuino y raro
nombre de Palemón hirió el sentido,
hasta el transunto de su ninfa caro,
quedó de mortal yelo entorpecido.
Y recibiendo conocido amparo  85
del rostro del amor allí esculpido,
con vna voz del ánima sacada
ansí se quexa de su suerte ayrada:
   Cielo contra mi gloria conjurado,
si de mi soberano bien me alexas,  90
si siempre voy de mal en peor estado,
¿de qué me sirven mis amargas quexas?
Si con el nombre de mi bien amado
tan duramente mi sentido aquexas,
¿qué gloria celestial pretendes darme  95
si con mi Daphnis vienes a matarme?
   Ausente voy, ausente y oluidado
de quien fuera mejor del cielo sello;
no huuiera jamás desesperado
aunque me lastimara parecello;  100
pero la furia del desdén airado
del simulacro de Natura bello,
de tal manera me persigue ausente
como me ha perseguido eternamente.
   Aunque del bien que recebí mirando  105
no fué capaz mi corto pensamiento,
en el morir y en el viuir penando,
mi graue mal excede mi contento.
Si el bien passó mi sentimiento blando,
mi mal passa mi fuerte sufrimiento;  110
si lo que recebí fué soberano,
el mal que passo passa el ser humano.
   Si quien me mata me ha de dar la vida,
si me destruye quien contino adoro,
¿a quién bueluo la voz entristecida,  115
si su dureza despiadada lloro?
Ninfa cruel y más esclarecida
que la belleza del empíreo coro,
si tú me acabas, de quien vida espero,
¿a qué me guarda mi destino fiero?  120
   Los suspiros y lágrimas ardientes
apenas despedidos y vertidas
de los ojos, y espíritus pendientes,
de agenas almas y de agenas vidas,
de graues y terribles accidentes  125
por testigos del ánima salidas,
tan tierna y tristemente le aquexaron,
que de su sentimiento le sacaron.
   Blancas, purpúreas flores produziendo,
prados, valles, montes aljofarando,  130
las sombras de la noche deshaziendo,
los ayres y los cielos alegrando
rompió la Aurora con su luz, saliendo,
las negras nubes del Oriente, quando
otra diuina luz del claro día  135
tras el Aurora como Sol salía.
   Huyen las nubes, resplandece el cielo
del claro rayo de su luz herido,
serena el ayre, reuerdece el suelo,
vno mirado y otro suspendido;  140
el néctar del Aurora, el claro yelo
en flores, yeruas y árboles vertido,
endurecida su primera forma,
en Orientales perlas se transforma.
   Filis, de cuya gracia sobrehumana  145
el cielo y las estrellas son despojos,
de bellos ojos, de presencia humana,
de clara frente y de cabellos rojos,
mostrando el Sol su lumbre soberana,
escureciendo los eternos ojos,  150
testigos fieles de la noche fría,
de su caberna de cristal salía.
   Sale del Ganges el dorado Apolo
por sus arenas de oro celebrado,
del Nilo al Tanais, deste al otro Polo,  155
del baxo centro al cielo leuantado;
del Tajo sale aqueste Febo solo;
Tajo de mil grandezas adornado,
de arenas de oro, de cristal lucido,
riberas bellas, cielo esclarecido.  160
   Salió con ella la diuina y rara
Cintia, dando su luz al propio día,
cuya belleza, más que Apolo clara,
vn no sé qué diuino esclarecía.
La soberana Fílida y la cara  165
al cielo y mundo celestial Talía;
cuyas estraordinarias excelencias
ni en el cielo tuuieran competencias.
   Los prados de beldad enriqueciendo,
los ayres y los cielos serenando,  170
la clara luz del Sol escureciendo,
los dioses en el cielo alborozando,
el curso del Olimpo detiniendo
y el del ameno Tajo refrenando,
llegaron a la más hermosa vega,  175
que el sacro Ganges con sus aguas riega.
   Cantando aquí, bellíssima pastora
a la sombra de vn verde mirto estaua,
cuya beldad, como la que se adora,
al mundo paz, al cielo gloria daua;  180
dora su resplandor el campo, y dora
quanto alcança su luz, quanto alcançaba
a reboluer sus amorosos ojos,
del cielo luces y del Sol despojos.
   Al son de sus dulcíssimos acentos,  185
de peligro de amor dulce Syrena,
inclínanse los cielos y elementos,
y el cóncabo del cielo se serena,
y la braueza de los fieros vientos,
si alguna mueue la floresta amena,  190
de tal suerte parece que le acoja,
que no se siente en ramo mouer hoja.
   Tras vnas ramas de vn laurel copioso,
de vna yedra inmortal entretexido,
estaua sin sentido el venturoso  195
Palemón, que belleza tanta vido
y del coro de ninfas milagroso
a su primer estado reduzido;
por las ninfas del monte preguntaron
y al monte su camino enderezaron.  200
   El venturoso Palemón mirando
la sobrenatural beldad que adora,
la diuina y eterna contemplando,
la del cielo conoce y ésta ignora;
la dulce vista y el semblante blando  205
del rayo del Oriente, que colora
nube sutil de blanco y encarnado,
en éxtasis le tiene arrebatado.
   Tal era su belleza sobrehumana,
que, si vencido acaso no viuiera  210
de hermosura de diosa soberana,
aquesta respetara por primera;
muere por Daphnis, Daphnis inhumana,
diosa en el cielo y ninfa en la ribera,
y puede tanto su passión estraña,  215
que piensa q[ue] es lo cierto y no se engaña.
   Mouió las hojas de vna fértil planta
cieruo sediento por allí venido;
la bella ninfa presta se leuanta,
dexando plectro y prado florecido.  220
Y aunque la mansa fiera se adelanta
por el bullicio de la selua oído,
vna flecha ligera la detiene
y otra que traspassando el ayre viene.
   El blanco lado traspassado brama,  225
la fresca y verde yerua colorando
con la erbolada sangre que derrama
el ya doliente y bello pecho blando;
cuya ganchosa y empinada rama,
entre otras verdes ramas enredando  230
ya de la rigurosa flecha muerto,
cayó en el suelo desangrado y yerto.
   Llegó la ninfa celestial corriendo
y el venturoso Palemón bolando,
las seluas con su vista enriqueziendo,  235
los valles con su luz alborozando,
y tan gentil pastor presente viendo,
sin turbación de su semblante blando,
refrenando las obras de natura,
boluiendo solo su belleza pura.  240
   Gentil pastor, le dize, si en ti cabe
humanidad para con Dios eterno,
si no te ha sido en tiempo alguno graue
obedecer a Febo sempiterno,
assí jamás el cielo menoscaba  245
la multitud de tu ganado tierno,
que fauorezcas esta soberana
ninfa del monte y sierua de Diana.
   Que cortes la cabeza fuerte pido
de aqueste bello cieruo desangrado,  250
para colgar del ramo florecido
adonde le faltó su aliento amado:
que el sacro Apolo, dios esclarecido,
a quien es de contino consagrado,
aunque no le den gloria dones sacros,  255
gózase con aquestos simulacros.
   El admirado Palemón responde:
deidad diuina y ninfa soberana,
si la verdad al caso corresponde,
yo creo que eres diosa sobrehumana  260
donde tiene beldad el cielo, donde
tiene belleza y gracia más que humana,
como la inaccessible, que parece
en la que por tus ojos resplandece.
   Si tu belleza soberana inclina  265
la gra[n]deza mayor que el mundo entrona,
el coro fiel de la región diuina,
la procediente lumbre de Latona,
como diuina ninfa no hazes dina
de los dioses y diosas la corona  270
escogiendo pastor tan desdichado
para ser a tu culto consagrado.
   Dixo, y apenas luego executaua
el mandamiento de la ninfa hermosa,
quando tras otra bella cierua entraua  275
cansada Filis, de su fin ganosa.
La cierua ligeríssima bramaua,
en el pecho la flecha ponçoñosa,
quando, con otra fiera detenida,
cayendo rinde la perdida vida.  280
   Llegaron por contrarias partes luego
Fílida, Cintia y la sin par Talía,
con tal estruendo y tal dessasossiego,
que el suyo apenas Tajo desparcía;
y del ardiente y encendido fuego  285
con que los rasos campos Febo hería,
al claro néctar de su albergue echadas,
las claras aguas dexan plateadas.




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GALATEA

   En vnas yertas rocas rigurosas,
cóncabas de las olas sossegadas
de los cristales de la diosa Tetis,
por donde las corrientes sonorosas
del presuroso y cristalino Betis  5
entran de su furor arrebatadas,
al cielo tan alçadas,
que cubierta su altura
de blanca nieue pura
parece que sustentan en su cumbre,  10
sustentando la blanca nieue elada,
la inmensa pesadumbre
del curso celestial arrebatada,
   en el rigor que el inclemente Arturo,
de las aguas y vientos ayudado,  15
turba furiosamente su sossiego,
deshoja y quiebra el árbol más seguro,
ciega la vista con el presto fuego
del centro hasta las nubes leuantado,
abrasa el verde prado,  20
altera el manso viento,
esconde el firmamento,
haze temblar la cumbre leuantada
de la mamo de Iúpiter herida,
de la más empinada  25
elada yerta sierra endurecida,
   puestos los ojos en el mar sagrado,
como en el cielo y gloria más cumplida
del espíritu suyo consumido,
cuyo dolor por ellos derramado,  30
si no quedara en nieue conuertido,
en llegando a la tierra endurecida
su pena entristecida
no dudo enterneciera
el alma cruda y fiera  35
de la más que diuina Galatea,
cuya beldad del cielo soberano,
mayor que se desea,
alibiaua su mal, aunque inhumano;
   quando la tenebrosa noche escura,  40
eclipsando la luz del claro cielo
y mostrando en descuento sus estrellas,
cuya resplandeciente lumbre pura,
si no se conociera salir dellas,
fuera tenida por del dios de Delo,  45
el cuytado Florelo
de suerte se quexaua,
que pienso que ablandaua
la dura causa de su cruda muerte,
jamás con llantos tiernos ablandada,  50
sacando desta suerte
la triste voz del alma fatigada:
   Ya que los hados míos rigurosos
la diuina beldad, que adoro y temo,
de turbias nubes y de rayos llena,  55
me conduzen al punto más estremo
que pueden dar los Astros poderosos,
a quien el cielo fiero mal ordena,
publíquese mi pena,
muestren la boca y ojos  60
por mortales despojos
los suspiros y lágrimas ardientes,
que abrassen los elados vientos fríos,
que crezcan las corrientes
de los amenos ríos,  65
alguna vez tenidos y amansados
al son de mis acentos lastimados.
   Ya que, cruel y hermosa Galatea,
desesperado quieres que perezca,
cosa que ofende tu beldad diuina,  70
no permitas, señora, que padezca
antes que tu diuino rostro vea
lo que tu gran dureza me destina;
tu vista dulce inclina
a mi terrible duelo;  75
inclinaráse el cielo
a remediar mi suma desventura,
si, de su gran rigor eternecida,
mostrares menos dura
la alma endurecida,  80
en mi daño terrible conjurada,
como si como Dios no fuera amada.
   Ya que quieres que muera desamado,
ya que quieres, señora, que yo muera,
injusto premio de mi fe crecida,  85
oye mi dolorosa voz postrera,
que, junta con el ánimo cansado,
sale perdiendo la doliente vida;
y sea recebida
como del claro cielo,  90
suelta del mortal velo
esta alma, que merece gloria eterna,
porque en tu gran beldad la tuuo puesta
como en la sempiterna
que el cielo manifiesta,  95
a quien su gloria de rigor merece
a quien lo que por ti por él padece.
   Essa beldad, que la pureza della
en las profundas aguas encerrada
haze resplandecer el cielo y suelo  100
como la transparente luz sagrada
del claro Sol y de qualquier estrella,
debaxo de los velos de su cielo,
rayos del dios de Delo,
laberintos dudosos,  105
lazos dificultosos
adonde el crudo amor se mete ciego,
por no quedarse en ellos enlazado,
elado de aquel fuego,
de aquel yelo abrasado,  110
que en las puertas de la alma reberuera,
para rendir la que miró ligera;
   claro, constante y cristalino cielo,
armado de las Iris celestiales
y esmaltado de estrellas juntamente,  115
cuyos diuinos rayos inmortales
prestan su luz al claro Dios de Delo,
quando aparece más resplandeciente;
morada reluziente
de la rosada Aurora,  120
adonde muestra Flora
los blancos lirios y purpúreas rosas,
la pura nieue y el color de Tiro,
rubí, perlas preciosas,
marfil, coral, zafiro,  125
tesoros por preciosos escondidos
en los profundos piélagos temidos;
   si esta beldad del cielo soberano,
de mi graue dolor enternecida,
sin el desdén altiuo se mostrara,  130
¿qué gloria más eterna y más cumplida
pudiera dar el cielo sobrehumano
a quien su mayor bien comunicara?
Mas es, ¡ay, suerte auara!,
vn rostro de Medusa,  135
vna fiera Aretusa,
vn imposible de diuersas cosas,
en quien sus calidades han perdido
las que eran piadosas
por verme a mí metido  140
en este laberinto del deseo,
cuya salida por la muerte veo.
   Huuiera mi grauíssimo tormento,
aunque significado sólo fuera
y no fuera sentido juntamente,  145
mouido a compassión vn áspid fiera,
amansado el furor del rezio viento,
detenido del Tigris la corriente;
huuiera solamente
mi doloroso canto,  150
sin mi crecido llanto,
enternecido las Hircanas fieras,
las del Cáucaso monte cabernoso,
aunque sus almas fieras
fueran del riguroso  155
endurecido y áspero sujeto
que tu cruel espíritu perfeto.
   Y tú, diosa diuina, y soberana
de los cristales deste mar sagrado
en quien piedad de dios se considera,  160
más sorda que el furor del viento aurado
rebuelto con el agua del mar cana,
no aduiertes mi cansada voz postrera.
¿Qué roca que sintiera,
qué contraria fortuna,  165
qué ventura importuna
no se compadeciera de mi suerte,
aunque naciera dellas mi tormento,
si al punto de mi muerte,
con tanto sentimiento,  170
como muestra mi pena por ti, cara,
de la dureza suya me quexara?
   Mas éste tu aluedrío riguroso,
que es el hado fatal que me gouierna
en este mar rebuelto de la vida,  175
como influencia de la mente eterna,
por quien se rige el mundo venturoso,
en su suerte dichosa y aflixida,
la muerte entristecida
me destina contino;  180
yo sigo mi destino,
acabando la vida lastimada,
pues es remedio del dolor la muerte;
que pues ella te agrada,
por saber complacerte,  185
por bien perdida en tu seruicio diera,
si sempiterna y no caduca fuera.
   Y tú, más dura que mi dura suerte,
determinada siempre de seguilla,
aun escuchar no quieres mi lamento:  190
porque el amor y voluntad sencilla,
que por ti me conduzen a la muerte,
pudieran abrasar tu pecho essento.
Mas mi contentamiento
a ti, ni al cielo, y hado  195
puede ser demandado,
que en vano se pretende cosa mía,
si no por pretenderse lo imposible;
pues está mi alegría
en parte tan terrible,  200
que ni por mal ni cosa diferente
puede ser alcançada eternamente.
   Venga la muerte, pues q[ue] tú la ordenas,
que, aunque por muerte, triste y dolorosa,
ella será como de ti venida.  205
Falte la cruda vida por odiosa,
arcabaránse las terribles penas
de ser de tu beldad aborrecida,
que si fué detenida
después que la desamas  210
viua, y en viuas llamas,
fué por dalle las penas inmortales
del altiuo desdén de tu belleza;
no porque aquellos males
de tu primer dureza  215
no pudieran traella al postrer passo,
que de tan gran dolor forçado passo.
   Acoge la postrera voz doliente
y con ella el espíritu cansado
de aqueste miserable cuerpo mío,  220
y baste ser al triste desdichado
sin que también el alma juntamente
conozca el crudo infierno en tu desvío.
Esse ingrato aluedrío
del alma que ésta adora  225
enternézcase agora,
para dar esta gloria merecida
a quien, si por amor no la merece,
es deuda más deuida
del triste que padeze  230
el rigor de la muerte arrebatada,
por la querida cosa deseada.
   Vos, diosas de las aguas cristalinas,
sereno cielo, noche temerosa,
marinos dioses, Reyno sacrosanto,  235
Hécate de las sombras espantosa,
deidades sacrosantas y diuinas,
que estáis atentas a mi graue llanto,
vença ya mi quebranto
la rigurosa ira  240
de aquella que os inspira
al contrario sujeto que procuro,
por aflixir mi desdichada suerte:
que si me hazéis seguro
que gusta de mi muerte,  245
y que en su deseada gracia muero,
dichoso yo que alcanço lo que quiero.
   Y tú, cruel y hermosa Galatea,
salua ya la doliente ánima mía,
pues que te va llamando solamente;  250
que libre de mi triste compañía
la dulce tuya, qual su fin desea,
puesto que la pretende indignamente;
ya verás claramente
que es tanta mi firmeza,  255
que es tanta tu dureza,
que rompo por la muerte dolorosa
por alcançar tu vista deseada;
no traces otra cosa
al alma desdichada,  260
con que indignada de la tuya tanto,
siga las sombras del eterno espanto.
   Despeñara su cuerpo fatigado
en los profundos senos de Neptuno,
dende la cumbre leuantada al cielo,  265
vencido de su mal tan importuno,
de su ninfa cruel desconfiado,
el desdichado y mísero Florelo,
si en tanto desconsuelo
no tocara su oído  270
vn canto enternecido
de vn coro de las diosas del mar cano,
como de las del cielo soberano,
diversos instrumentos resonando,
demás gloria las almas oluidando.  275
   Los ayres suspirando destemplados,
las aguas lamentando ensordecidas,
furiosa tempestad amenazando,
al dulce son de su furor mouidas
a su primera y cara paz tornados,  280
larga tranquilidad assegurando,
se sossegaron, quando
la voz que los mouía
y que los detenía
suspendió los lugares peligrosos  285
de los rebueltos mares procelosos,
dando la gloria del Olimpo santo
en quanto puede darse con el canto.

LEUCOTEA

   De aquel pecho de nieue elado y frío,
de aquel desdén altiuo y riguroso  290
en su mismo sujeto transformado,
de aquel amor en vano poderoso
pagado con la muerte de vn desvío,
he de cantar el fin desventurado.
Cielo, fortuna y hado,  295
templando su dureza,
vengaron la fiereza
del monstruo riguroso de natura,
que viendo al triste amante sin ventura,
amargo triunfo de su pecho crudo,  300
seguramente velle muerto pude.
   La beldad soberana de quien digo,
en el alma de Iphis encerrada,
vn furor amoroso le vertía,
vna pena solícita y amada,  305
vn dulce amor de sí propio enemigo,
vn bien seguro que qual mal temía,
vn contento sentía,
que parecía contento:
mas visto el fundamento,  310
de diferente causa redundaua,
pues imperfectamente se le daua,
quando considerando su accidente
no le satisfazía enteramente.
   Y esta furiosa llama derramada  315
por las partes más viuas del sentido,
tan diferente daño le causaua,
que del rigor elado consumido,
del encendido fuego el alma elada,
sin entender la causa le acabaua;  320
qualquier dolor le daua
tan rigurosa muerte,
que por más dulce suerte
escogiera su muerte que su vida,
sin ser su desventura conocida;  325
y fatigado desta pena cruda
rompió el silencio de su lengua muda:
   Injusto amor, amor terrible y fiero,
turbador del contento con que halagas
al que más asseguras tu reposo,  330
si tengo por salud las fieras llagas,
de cuyo sentimiento crudo muero
en el ser que me tienes riguroso,
no muestres tan furioso
tu poder no vencido  335
con quien tienes rendido,
que si mi gran firmeza conociesses,
si mi tormento abiertamente viesses
aunque puesto en el pecho de mi diosa,
acabarías mi pena dolorosa.  340
   Enternezca mi llanto lastimoso
tu pecho por mi mal endurecido,
alguna vez con llantos ablandado;
que si mi mal huuieras aduertido
por estremo de daño congoxoso,  345
mis passiones huuieras acabado.
Y si eres Dios llamado,
y sigo tu vandera,
adorando vna fiera,
que con su desdeñoso altiuo brío  350
desprecia tu amoroso señorío,
enciende el pecho más terrible, y duro,
que contra tu furor tuuo seguro.
   Lleuan las justas quexas del amante
los animosos vientos encendidos  355
con los suspiros en el medio dados;
y el amor y la ninfa endurecidos
el vno y otro en su rigor constante,
viuen de sus passiones descuydados;
los dolores causados  360
del crudo monstruo horrendo
van contino creciendo,
despreciada la fe por quien espera,
perdida la esperança verdadera,
el altiuo desdén más duro y yerto,  365
el bien dudoso y el tormento cierto.
   Y, combatido destos accidentes,
al tiempo que la noche temerosa
viniendo a verse con su amante tierno
seguía la diuina luz hermossa,  370
con cuyos resplandores transparentes
aparece su rayo sempiterno,
quando en silencio eterno
estauan trasportados
los cuerpos trabajados  375
de los mortales, fieras, peces, aues,
en amorosos dulces sueños graues,
sólo el cuytado amante se lamenta
del injusto dolor que le atormenta.
   Y sólo por la noche sossegada,  380
de su dolor grauíssimo trahído
a la prisión de la alma dolorosa,
ya de darse la muerte conuencido,
no pudiendo sufrir tan lastimada
la miserable vida trabajosa,  385
la diestra temerosa
vacilando, teniendo
el instrumento horrendo
para tan duro fin predestinado,
tres vezes le soltó como pesado  390
y tres vezes prouó de darse vn lazo,
y allí temblaua más el fuerte brazo.
   Y otras tantas, te[m]blando, el desdichado
alzó los flacos braços descaídos
por añudar el cuello consumido.  395
Vn miedo elado pasma sus sentidos,
la sangre salta de su pecho osado,
mirándose del rezio laço asido:
y queriendo atreuido
atar el fin postrero  400
del laço crudo y fiero
a la ventana de su ninfa fiera,
por dar fin a su vida lastimera,
rebuelto en él cayó. ¡O, casos fieros!,
gran mal es el notado por agüeros.  405
   Estando al fin colgado fuertemente,
aun no de su ventura satisfecho
por tenelle con vida aquel momento,
el coraçón en lágrimas desecho,
los ojos en el cielo transparente  410
y en su graue dolor el sentimiento,
con el mortal acento
que la alma despedía
en la postrer porfía,
con que luchaua con el cuerpo elado,  415
ya de la muerte mísera ocupado,
ya con las ansias de morir postreras,
dixo aquestas palabras lastimeras:
   Venciste al fin, Anaxarete fiera:
ves aquí fiera ingrata, que has vencido,  420
ves aquí cómo muero desamado;
por estas tristes lágrimas te pido,
por aquesta firmeza verdadera,
por este laço crudamente atado,
que, después de librado  425
el espíritu mío
del cuerpo elado y frío,
mires, colgados, más benignamente
estos despojos del desdén ardiente,
con que trataste el ánima vencida,  430
a dexallos colgando conuencida.
   Que el riguroso daño que me acaba,
la belleza cruel y desdeñosa,
adonde cobra fuerças mi tormento,
ha sido para mí tan poderosa,  435
que el trago amargo de la muerte braua
me da, si puede ser, contentamiento:
mas este sufrimiento
del daño padecido,
tan mal agradecido,  440
tan de veras acusa mi firmeza,
que me fuerça quexar de tu dureza;
cuyo rigor al mundo manifiesto
en el postrer dolor me tiene puesto.
   Y, si de mi tormento condolida,  445
tuuieras de mi muerte sentimiento,
no sientas de manera mi quebranto,
que de mi doloroso discontento
pierdas la venturosa y dulce vida,
que tengo de querer y quise tanto:  450
porque, señora, en quanto
tu vida se sustente,
no muero totalmente;
antes viue de mí la mejor parte;
pues para ti mi espíritu se parte  455
como al descanso más glorificado
que puede ser del alto cielo dado.
   Mas, ¡ay de mí!, q[ue] a quien pretendo ciego
inclinar a mi llanto doloroso
es de donde procede solamente.  460
Vos, dioses, si ay alguno tan piadoso
q[ue] aduierta el postrimero humilde ruego
de aquel que se lamenta justamente,
acabad prestamente
esta vida cansada,  465
injustamente dada
al riguroso punto de la muerte,
por menos dolorosa que mi suerte,
pues llega mi passión a tal estremo,
que estoy muriendo, y aun la vida temo.  470
   Y plega a ti, qualquier deydad o suerte,
que escuchas mis palabras, lastimosas
dellas, si puede ser, eternizada,
que no sigan las furias espantosas,
con el horrendo agüero de mi muerte,  475
la causa de mi mal endurecida;
sino que, arrepentida
de su desdén passado,
llore mi fin ayrado;
y esto quiero por gloria deseada,  480
después del duro fin de mi jornada,
en qualquiera lugar predestinado
para gloria del ánimo cansado.
   El miserable amante quedó muerto
y la ninfa cruel y endurecida  485
en su mismo sujeto transformada,
mirando al triste que quitó la vida,
con el frío mortal elado y yerto,
el cuerpo sin la alma lastimada;
mas fieramente ayrada  490
la vengadora diosa,
que castiga furiosa
las sinrazones de las cosas justas
en las injustas ánimas injustas,
en vn elado mármol conuertido  495
vino a dexar el cuerpo endurecido.
   Y tú, pastor de veras lastimado,
no maldigas la agua sacra y nuestra
con tu temprana muerte desdichada;
no tiene siempre Iúpiter su diestra,  500
aunque le tenga el cielo y mundo ayrado,
para tirar el rayo leuantada:
la mar alborotada
no hiere de contino;
el cielo cristalino  505
tal vez ofrece paz, tal guerra ofrece,
alegra juntamente y entristece,
ofreciendo contino confiança,
que tras fortuna suele auer bonança.
   Pusieron fin al sonoroso canto  510
al tiempo que la Aurora descubriendo
los claros rayos de su luz salía,
y las delgadas aguas diuidiendo
se dexaron lleuar del agua tanto
que con la luz ninguna parecía;  515
y el fiel pastor que auía
atentamente oído
el caso entristecido
del miserable amante desdichado,
ingrata y crudamente despreciado,  520
con mayor esperança que contento,
apenas goza del vital aliento.




ArribaAbajoÉgloga séptima



GLAUCO

   Házese vna caberna vmbrosa, donde
la altiua frente del sagrado Arages
a su Doris se ofrece vitoriosa
con la verde guirnalda, y con los trages
que el remozado Abril zela y esconde  5
de la cara de Febo luminosa;
habitación vmbrosa
y doloroso abrigo,
ocasión y testigo
de muchas y tristíssimas querellas  10
de sacros dioses y Nereydas bellas,
   secreto aliuio de ánimo afligido
a quien traen las estrellas
a llorar sinrazones de Cupido.
La noche amiga, que el silencio eterno  15
con los dobleces de su manto tiende
en los ya graues ojos de la tierra,
las luminarias del Olimpo enciende,
con quien se ha regalado amante tierno,
al ingrato pecho su ventura encierra.  20
Caían de la sierra
altíssima las nieblas,
que las negras tinieblas
y el ayre turbio de la noche espessa,
vnas a otras sucediendo a priessa,  25
   quando el sagrado Glauco, diuidiendo
la refrenada y presa
agua del mar, salió su gruta huyendo.
Serénase la noche, y el turbado
cerco del ancho seno se serena,  30
a la deydad del sacro Glauco atentos.
Y él, conduzido de la amarga pena,
que solicita su ánimo cansado,
alienta suspirando mar y vientos.
Cuyos tristes acentos,  35
llorando interrumpidos,
con ardientes gemidos,
declarauan la alma dolorosa
a la ninfa más dura y rigurosa
de las Nereydas soberanas, quando  40
de la alma congoxosa
ansí soltó la triste voz llorando:
   Ya que me desespera mi ventura,
mi mucho mal, mi poco sufrimiento,
de la incierta esperança de mi vida,  45
ya que me desengaña mi tormento,
mi mucho amor, mi mucha desventura
de la promesa de mi bien perdida,
verted, ojos, la alma consumida,
verted, dolientes ojos,  50
por últimos despojos
de las obsequias de mi triste muerte,
lágrimas piadosas
por la clemencia de mi amarga suerte,
menos fingidas, quanto más forçosas.  55
   Llegó mi lamentable pena donde
mi desventura miserable llega;
vna y otra me quita la esperança;
vna me mata y otra cruel me niega
el bien que a la desdicha corresponde,  60
como tras la tormenta la bonança.
Vn tiempo me engañó mi confiança
y aumentóse mi daño
con este dulce engaño,
que si en el tiempo que viuí muriera,  65
que moría dichoso
por morir engañado conociera:
tal es vn desengaño riguroso.
   Desengañado de mi bien agora,
agora de mi bien desengañado,  70
¿qué remedio me trae el crudo cielo
si no le sufre ya mi duro estado,
si presa ya del mal la alma llora
su fe perdida y su perdido zelo?
Llorad, ojos, llorad mi desconsuelo,  75
llorad agora tanto,
que mitigue mi llanto
el aspereza de mi suerte dura,
jamás enternecida;
daránme vuestras lágrimas la muerte,  80
o la misericordia dellas vida.
   No la deseo, ni lo quiera el cielo
que padeciendo por aquella mano,
que me puede matar y dar la vida,
siendo mi mal destino soberano,  85
siendo fatal mi duro desconsuelo,
quiera librar la alma consumida:
esto quiere mi suerte endurecida.
Y pues trabajos vienen,
trabajos me conuienen;  90
medirme quiero con mi corta suerte,
que si no me remedio,
serálo de mis lágrimas la muerte.
   Ya que mi vida no consiente medio,
sacra deydad del mar, hermosa Scila,  95
miedo y terror del triste nauegante
y del amante de tu cruel belleza;
más apacible y mansa que el constante
cielo sereno y más que la tranquila
agua de Tetis, falsa a mi firmeza,  100
si de tu sinrazón y mi tristeza
tuuieras vn cuydado,
tantos días llorado,
de quien adora tu beldad eterna
siendo Dios soberano,  105
no me quexara con endecha tierna
al solo mar, a mi dolor humano.
   Dexa ya sossegar, ninfa diuina,
el estrecho peligro que defiendes
al que oprime los hombros de Neptuno.  110
Si flacos leños anegar pretendes,
inclina tu beldad, al cielo inclina
tu lumbre resistida de ninguno,
que el rayo de tus ojos importuno,
que altera mar y viento,  115
al estrellado assiento
y al Reyno de la noche dará guerra,
quanto más a vn rendido,
mísero dios, que tu profundo encierra.
   Llora el sagrado Glauco y a su llanto  120
los detenidos y pasmados vientos
hazen vn son doliente y lamentable;
los Delphines y Phocas, con atentos
oídos, escuchauan el quebranto
del espíritu triste y miserable,  125
y con el admirable
ruydo de sus saltos,
ya profundos y altos,
declarauan el gozo que les daua
la dolorosa voz que les cantaua  130
endechas lastimosas y dolientes,
la libertad esclaua,
cercada de contrarios accidentes.




ArribaÉgloga octaua



LYCIDA

   Al tiempo que el Aurora descubría
el rosicler y perlas Orientales,
en los amenos campos esmaltadas,
que el negro manto de la noche auía,
con los rayos de Febo celestiales,  5
cubierto sus colores variadas,
quando las aluoradas
de las pintadas aues
resonauan los prados,
de plantas ameníssimas cercados,  10
haziendo menos graues
los mortales cuydados
de los que fatigados del sossiego
salieron antes que el ardiente fuego,
   huyendo el rayo de la luz más dino  15
de la región del cielo luminosa,
la sazón del Otoño seco entrada,
el ausente pastor Montano vino
a la frescura de vna cueua vmbrosa,
del curso de las aguas escabada;  20
cuya florida entrada,
rodeada de yedra,
de juncos, cañas, flores
enredadas en árboles mayores,
ornan la tosca piedra,  25
que los claros licores
del cristalino Tajo que la baña,
con su blandura su dureza engaña.
   De cuyo presuroso y presto curso,
llenas las bellas y húmidas cabernas,  30
como vrnas claras del sagrado río,
muchas vezes agradan al concurso
de las ninfas del agua sempiternas
para gozar profundo tan vmbrío.
Y del albergue frío,  35
saliendo a la ribera
coronada de flores
de varias y bellísimas colores,
traen dulce Primauera
con los yelos mayores  40
que el claro cielo, si se cierra, influye,
quando los montes Iúpiter destruye.
   Y el mismo dios, el mismo sacro río
de escuras verdes hojas coronado,
a la ribera sale presuroso,  45
mouiendo la agua del albergue frío
en término más largo y dilatado
que quando sale fuera de reposo;
y cubriendo el vmbroso,
profundo y verde seno,  50
con sus aguas vezinas,
a sus cabernas torna cristalinas;
y ya le dexa lleno
de sus aguas continas,
y ya le desampara la corriente,  55
y luego torna presurosamente.
   Cuyas concabidades espaciosas,
de verdes obas, verde musgo llenas,
de las crecientes del sagrado río,
eran habitación de las hermosas  60
ninfas del prado, que por las amenas
seluas passan la fuerça del estío.
Cuyo lugar sombrío
era descanso agora
del pastoral concurso  65
al medio del mortal y ardiente curso
hasta la postrera hora,
que acabado el discurso
de su jornada larga y espaciosa,
en las aguas de Dórida reposa.  70
   Y de la soledad contraria dura,
de los passados bienes de la vida
a su memoria triste reduzido,
contemplando la altíssima hermosura
con quien tiene su alma diuidida  75
quedó sin sentimiento de sentido,
y del feroz ruydo
que el fiero viento hazía,
con las aguas embuelto,
a su primero sentimiento buelto,  80
los ayres encendía,
ya de cantar resuelto,
con los suspiros y dolientes quexas
de ti, Lícida cruda, que le dexas.
   Falta la voz al ánimo cansado  85
y faltara la vida juntamente,
si fuera falta para ser sentida.
Bien se pareze como viuo ausente
de quien viuir presente y apartado
es muerte fiera y es alegre vida,  90
ausencia entristecida,
peligro de mal lleno,
donde mi culpa peno.
Afloxa, furia fiera, el instrumento
de mi cruel, grauíssimo tormento,  95
y suspende tu crudo efecto en tanto
que con cansado acento
el discontento de mi estado canto.
   Agora que me tienes apartado
de la beldad que admira cielo y suelo  100
me dais a conocer el bien perdido.
Bien sé que con perder vn bien del cielo,
en quien se muestra su valor cifrado,
quedé, más que perdido, entristecido.
No añadas al sentido,  105
estimando el contento,
tan alto sentimiento
que pierda cuerpo y alma consumida,
pues es poco faltar la triste vida;
que si como la vida se acabara  110
en la triste partida,
viniendo diuidida, me faltara.
   Si lo que fui primero considero,
y lo que soy por el ausencia miro,
de tan alta ventura me lamento;  115
que la belleza por quien yo suspiro,
aunque dichosamente vella espero,
no dexa de causarme discontento:
y aqueste apartamiento
que fuera de la vida,  120
y no fuera partida,
de tal suerte lastima mi sentido,
que no quisiera ser, por auer sido
de la más inhumana y cruel pastora
que el mundo ha poseído,  125
fauorecido, dura cosa agora.
   No pudo proseguir el triste canto
el ausente pastor entristecido
por la venida de vn amigo ausente;
y auiéndose llorando recebido,  130
alibiando con verse su quebranto
se sentaron al punto juntamente.
Y aviendo largamente
sus bienes y sus males,
diferentes y tales,  135
con lágrimas ardientes declarado
al son de sus zampoñas acordado,
y al del furor del viento y agua vasto,
esto cantó Montano y esto Ergasto.

MONTANO

   Lícida mía, más que el Sol hermosa,  140
donde tengo mi gloria señalada
como en parte diuina y soberana,
más blanca y colorada
que el blanco lirio y la purpúrea rosa,
cubiertos del humor de la mañana:  145
si viesse tu belleza sobrehumana,
en quien mi gloria veo,
¿qué me puede mostrar el claro cielo,
si en solo mi deseo
tengo puesta mi gloria y mi consuelo?  150

ERGASTO

   Fílida mía, más resplandeciente
que al salir del Oriente la mañana,
como guía del Sol esclarecida;
más serena y humana
que el resplandor del cielo transparente  155
al cabo de la noche escurecida;
si te doliesse mi cansada vida
mostrándote piadosa
a la firmeza de mi amor estraño,
el alma dolorosa  160
podrá cobrar alibio de su daño.

MONTANO

   Lícida mía, si apartado agora
de la luz de tus ojos soberanos
las claras luces de los cielos veo,
si los ojos humanos  165
del venturoso amante que te adora
te ven por los cansados del deseo,
el grauísimo mal con que peleo,
¿cómo me tiene viuo,
si sólo viuo aquel momento, quando  170
de tu vista recibo
la presencia que muero deseando?

ERGASTO

   Fílida mía, si en desgracia tuya
contra la furia del desdén altiuo,
que en tu belleza pura considero,  175
vn solo punto viuo,
tu rigor desdeñoso me destruya.
Si de mi vida cruel no desespero,
que como mi dolor terrible y fiero
venga de tu dureza,  180
de lo que puede ser possible excede;
y es como tu belleza
y es tu belleza más de la que puede.

MONTANO

   Lícida mía, más que la alma cara
agora viua, muera, pene o tema,  185
espere, desconfíe, llore o cante
la belleza suprema,
más que la de los cielos puros clara,
y a mi vida más que ellos importante,
eternamente la tendré delante;  190
a quien mi muerte fiera,
ni peligros contrarios de la vida
puedan quitar que quiera,
hasta que el cuerpo y alma se despida.

ERGASTO

   Fílida mía, más que el alma cara,  195
agora me atormente tu dureza,
agora me persiga cielo y hado
y sea mi firmeza
prueua de la fortuna más ayrada
que puede acrecentar mi duro estado,  200
mientras el reluciente dios dorado
siguiere su camino,
la clara luz del día noche escura,
sola serás contino
amada en pena, y gloria, y desventura.  205
   No pusieran tan presto fin al canto,
que el solitario y solo monte oía,
los dos tristes y míseros pastores,
si el negro manto de la noche fría,
del triste Reyno del eterno espanto,  210
no eclipsara los Delios resplandores.
Y viendo ya mayores
las sombras estendidas
por las seluas floridas,
el Sol en Occidente colorado,  215
entre las pardas nubes abrasado,
poco a poco se fueron recogiendo,
ardentíssimas lágrimas vertiendo.