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As the fourth character whose attraction to Fortunata has structural importance, he may be called a «protagonist». On the basis of his actual intervention in the story, he is not.

 

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A new line of inquiry could start from the fact that 4 and 2 enclose 3, the number of protagonists in the procreational triangle and the number of participants in the constantly changing triangle of amorous conflict.

 

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Véanse Barthes, Essais critiques (París: Editions du Seuil, 1964), y Butor, Essais sur le roman (París: Gallimard, 1969).

 

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Como se verá, en este ensayo me interesa más la novela Nazarín que el carácter humano de su protagonista, y me parece más importante la relación entre lector y novela que la relación entre el autor y su obra. De entre las novelas de Galdós, Nazarín se presta perfectamente a la perspectiva crítica que le voy a aplicar, pero es evidente que dicha perspectiva no se limita a esta obra. Quiero dar las gracias a mi amigo Vernon A. Chamberlin por haberme estimulado a emprender este estudio de Nazarín.

 

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Indicamos la parte y el capítulo de Nazarín donde se encuentran las citas; las páginas se refieren a la primera edición: Madrid: La Guirnalda, 1895. (Hemos modernizado la acentuación y corregido la puntuación donde era necesario.)

 

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Es de interés que el movimiento narrativo interior de la novela no se interrumpe con la acostumbrada histeria retrospectiva, sustituyéndose, después de una sola frase de identificación, un movimiento hacia adelante con la esperanza de revelar, a través del trato con Nazarín, su carácter y su historia pasada (I, ii, 21).

 

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La primera frase de la Tercera Parte capta en su ritmo el movimiento rápido y el estado de ánimo agitado de Nazarín. La que sigue («Hermosa era la mañana») sirve de contraste. En la tercera el aspecto estático de la segunda se pone en movimiento gracias al estado interior animado expuesto en la primera («La imaginación del fugitivo centuplicaba los encantos de cielo y tierra...»).

 

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Es bien sabido el gusto que tenía Galdós por dar nombres significativos a sus personajes. Además de las resonancias bíblicas (Ana de Ara) y dantescas (Beatriz) que tienen los nombres de las dos mujeres, el de Ándara encierra una obvia sugestión de movimiento. Algunos lectores encontrarán un posible juego alfabético en estos nombres: A, B...; A... z.

 

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Los verbos de locomoción, ya mencionados, se suceden con extraordinaria prolijidad en esta parte: va, tira, cruza, se alejó, avanzó, acercóse, apresuróse, viene, con prisa la llevó, entró, salió, tropezó, se marchaba, se apartó, metiéndose por el camino, encaminémonos, anduvieron, me he lanzado, etc.

 

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Obsérvense, por ejemplo, estos dos casos de transición en la Tercera Parte entre los Cap.os iv a v y v a vi, respectivamente: «-¿Pero cómo le digo todas esas cosas, padrito, si no volvemos a Móstoles? // -Puedes ir tú, yo te espero aquí». «-¿Sabes que me pones en curiosidad -indicó Nazarín-, y que la pintura que has hecho de esa fiera más me mueve a seguir hacia allá que a retroceder? // -Señor, no busquemos tres pies al gato -dijo Ándara,- que si ese hombre tan bruto nos arrima una paliza, con ella hemos de quedarnos» (pp. 141 y 150-51). Son dos momentos de movimiento hipotético, de indecisión o decisión que antecede al movimiento. La anulación de la supuesta descontinuidad formal anula también todo impedimento ante el movimiento.

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