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Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones

Conjunto arqueológico de Conimbriga

Presentación del conjunto arqueológico de Conimbriga

Debemos las más antiguas referencias sobre las murallas, el acueducto, tumbas e inscripciones a los humanistas portugueses del siglo XVI. Sin embargo, fue sólo en 1873 cuando se realizaron aquí los primeros sondeos; el primer plano del emplazamiento data de 1899. El resultado del XVI Congreso Internacional de Antropología y Prehistoria celebrado en Portugal en 1930 fue la adquisición por el Estado de las primeras parcelas de terreno y la organización de las excavaciones por parte de la Universidad de Coimbra. Las décadas de 1940 y 1950 estuvieron marcadas por una amplio y gran proyecto de consolidación y reconstrucción de las estructuras descubiertas.

Esto permitió que el yacimiento arqueológico se delimitara y protegiera correctamente. La mayoría de los investigadores que han estudiado el lugar desde el Renacimiento coinciden en identificarlo como el oppidum de Conimbriga que aparece citado en la Historia Natural de Plinio el Viejo y en el Itinerario de Antonino.

Dos altares de caliza local, uno dedicado al Genio Conimbrigae y otro a Flaviae Conimbrigae confirman esta identificación. Según los filólogos, este prestigioso nombre dado por los romanos y que la evidencia arqueológica muestra que fue celtizado más tarde, desde el siglo VII, tiene un origen ibérico indígena.

Inspirado en los ejemplos de Ventimiglia, Ampurias y Verulamium, el Museo Monográfico de Conimbriga fue inaugurado en 1962, teniendo como misión la continuación de las excavaciones arqueológicas, la protección, conservación, estudio y divulgación de las ruinas y de los hallazgos; permite ofrecer al visitante un espacio donde relajarse y entrar en contacto con otros, una amplia ventana abierta a un enclave arqueológico y a su entorno.

Sabemos poco sobre los habitantes que los romanos encontraron aquí. El más claro documento es una inscripción consagrada por una de las comunidades indígenas a los Lares Lubanci, protectores del grupo del mismo nombre, perteneciente a la gens de los Dovilonici. La falta de evidencias sobre la vida en Conimbriga antes de su romanización contrasta enormemente con la abundancia de restos de la época romana y de las etapas siguientes. Se reconoce fácilmente el espacio urbano de comienzos de la época imperial, bien definido por la típica muralla ciudadana de comienzos del Imperio Romano, y también la drástica reducción que sufre a comienzos del siglo IV d. C., cuando toda la zona habitada fuera de la meseta fue sacrificada para disponer de una muralla defensiva de mayor eficacia.

Desde el comienzo, la administración romana dotó al oppidum de un foro, un acueducto y unas grandes termas públicas edificadas con una alta calidad en la construcción. Hay evidencias importantes de sus domus a la entrada de la ciudad y en las cercanías del centro monumental. Un buen número de testimonios muestran que durante el reinado de Claudio hubo un desarrollo importante de las zonas habitadas, de las calles y de los sistemas de abastecimiento de agua y de drenaje. Pocos años después, cuando Vespasiano concedió a las ciudades de Hispania el privilegio de la ciudadanía romana, Conimbriga recibió el epíteto Flavia y sus ciudadanos comenzaron a ser inscritos en la tribu Quirina.

La transformación y crecimiento del centro cívico y religioso, un programa que tardó en ejecutarse entre 25 y 30 años, trajo como consecuencia la edificación en el espacio del foro de un santuario consagrado a la divinidad imperial y la sustitución de las termas públicas del sur por otras aún más grandes y lujosas. La grandeza de este programa oficial de transformación urbana y arquitectónica se evidencia en las iniciativas privadas; las zonas residenciales se ampliaron y extendieron, se construyeron espaciosos patios ajardinados, y todo ello se decoró profusamente con mosaicos de gran calidad.

Tras la conquista sueva, Conimbriga se reorganizó y llegó a ser centro episcopal. No obstante, la ciudad acusó el golpe; sus sistemas técnicos se deterioraron y la falta de agua causó una degradación progresiva que llevaría más adelante a su total abandono, probablemente a finales del siglo VI.

El nombre Conimbriga, aunque sinónimo durante varias décadas de un importante conjunto de mosaicos romanos bien conservados in situ, se asocia ahora a la imagen más compleja de un lugar donde la naturaleza, la ciencia, el pasado y el presente se combinan para crear una atmósfera muy especial en la que el visitante tiende a emplear más tiempo del que inicialmente había previsto y, en muchos casos, llega a repetir la visita.

El Museo del conjunto que también alberga los espacios del Laboratorio de Conservación y Restauración y del Taller de Restauración de Mosaicos, ofrece a los visitantes un auditorio, una tienda del Museo (libros, reproducciones, etc.) y un restaurante.

Virgílio Hipólito Correia
Director del conjunto arqueológico de Conimbriga

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