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Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones

Conjunto arqueológico de Ercávica (Cañaveruelas, Cuenca)

Presentación del conjunto arqueológico de Ercávica (Cañaveruelas, Cuenca)

La ciudad romana de Ercávica (Cañaveruelas, Cuenca) se ubica en un cerro alargado en sentido norte-sur conocido como el Castro de Santaver, que, a modo de península, se eleva sobre la margen izquierda del río Guadiela, afluente del Tajo. El cerro, a 820 metros sobre el nivel del mar, ofrece una excelente posición estratégica, con un destacado control visual sobre su entorno, situándose en sus inmediaciones el tramo de la calzada que unía Segobriga y Segontia, de gran interés pues comunicaba ambas submesetas.

La noticia de mayor antigüedad sobre Ercávica se remonta al primer cuarto del siglo II a. C., cuando la ciudad, calificada como nobilis et potens civitas, se rindió a T. Sempronio Graco el 179 a. C. (Livio, 11, 50, 1). Ptolomeo (2, 6, 57), por su parte, menciona dos ciudades con ese nombre, una entre los Celtíberos y otra entre los Vascones. Con la ciudad celtibérica se han vinculado las monedas con la leyenda en alfabeto ibérico erkavika, aceptando de forma general la ubicación de esta ceca, así como de la ciudad citada por las fuentes, en el Castro de Santaver, solar de la ciudad romana del mismo nombre, asumiendo por tanto la continuidad topográfica entre ambas entidades urbanas, sin otros argumentos que el hecho de utilizar ambas el mismo topónimo.

La escasa entidad de los materiales aparecidos en el Castro de Santaver con cronologías anteriores a la segunda mitad del siglo I a. C., unido a la existencia de un importante yacimiento con entidad urbana a pocos kilómetros aguas arriba del Guadiela, desaconseja ubicar el núcleo celtibérico en el solar donde se levanta la ciudad romana, en la que, con la excepción de algunos raros materiales pertenecientes a la Edad de Bronce o de cerámicas celtibéricas de amplia cronología, los contextos significativos más antiguos remiten a época tardorrepublicana, hacia la segunda mitad del siglo I a. C., llegando hasta época augustea temprana.

El desarrollo urbanístico de la ciudad comenzaría en época de Augusto, cuando debió programarse su monumentalización, de modo semejante a lo identificado en otras ciudades del entorno, como Segobriga o Valeria. Con dicho programa cabría relacionar, igualmente, la construcción de la muralla. La construcción de una obra de tal envergadura podría tener que ver, tal como se ha señalado para Segobriga, con la obtención por parte de la ciudad del estatus municipal, lo que debió producirse durante el principado de Augusto.

Plinio (Naturalis Historiae, 3, 24) proporciona información sobre el estatuto jurídico de la ciudad en fecha anterior al año 12 a. C., incluyendo a Ercávica entre los municipios del Conventus Caesaraugustanus que denomina latini veteres, esto es, municipios de derecho latino cuyo privilegio sería anterior al otorgamiento general del ius Latii en Hispania por Vespasiano. El rango municipal de la ciudad, adscrita a la tribu Galeria, es indicado por las leyendas monetales desde las emisiones de Augusto, que se sitúan a partir de los años 17-15 a. C., (11-10 a. C., según otros autores). Por su parte, la presencia de magistrados municipales (IIviri) está documentada por la epigrafía desde la época de Tiberio. Con el programa de monumentalización augustea cabe relacionar, también, la organización del conjunto foral, aunque la actividad edilicia se mantendría en época julio-claudia, momento en el que se construirían las Termas de la ciudad. La pujanza de Ercávica durante este período queda puesta de manifiesto por la numismática, ya que el municipio ercavicense fue centro emisor de moneda durante los reinados de Augusto, Tiberio y Calígula.

El auge constructivo debió mantenerse hasta el siglo II d. C., mientras que hacia mediados del siglo III se produciría el declive de la ciudad, con el abandono y caída en desuso de sus principales monumentos. No obstante, hay que recordar el hallazgo, en el interior de uno de los edificios del Foro, de una inscripción dedicada al hijo de Galieno, que sería muestra de que en la segunda mitad del siglo III d. C. la vida municipal ercavicense tenía aún suficiente vigor como para erigir un monumento conmemorativo al hijo del emperador. Una prueba del declive de la ciudad serían los endebles muros de mampostería que compartimentan sus principales monumentos, identificados en la Basílica o las Termas. La ocupación más tardía del Castro de Santaver estaría relacionada con la presencia, en el área del Foro, de un conjunto de enterramientos y cenotafios, para los que se ha propuesto una cronología del siglo V, prueba de la definitiva decadencia urbana de Ercávica.

Durante la época visigoda, la ciudad fue sede episcopal, ahora bajo el nombre de Arcávica, estando constatada la asistencia de varios obispos, presbíteros o vicarios a los Concilios toledanos entre el 589 y el 693. Sabemos, también, cómo Sebastián, último obispo arcavicense, huido a territorio asturiano a mediados del siglo IX, fue investido primer prelado de la recién restaurada sede de Orense por Alfonso III. Los restos arqueológicos de la Arcávica visigoda se localizan en varias zonas del entorno del Castro de Santaver, que por aquel entonces ya debía estar completamente despoblado, aun cuando en su ladera sur se documentaran algunos hallazgos superficiales que remiten al siglo VII. De ellas, destaca, en la ladera sur del Castro, el llamado eremitorio, la necrópolis contigua y un posible baptisterio conocido como la fuente de El Pocillo, así como el monasterio localizado en lo que se conoce como Vallejo del Obispo, a unos 2 kilómetros hacia el sureste de la ciudad romana, lugar donde se situaría la sede de la diócesis arcavicense.

En lo que respecta a la etapa islámica, será desde la segunda mitad del siglo VIII cuando se tenga noticia de estar poblada Santaver y su región por bereberes. El nombre con que aparece en los autores islámicos, Santabariya, no sería sino la corrupción o degeneración del cognomen Celtiberia que acompañaba al nombre de la sede episcopal hispano-visigoda, como acertadamente señalara P. Beltrán. Además de aparecer como ciudad, es citada a su vez como una cora, a menudo citada como Santaberia o Santaber, de la que derivaría el topónimo actual de Santaver. La poca entidad de los restos arqueológicos pertenecientes a época musulmana, identificados todos ellos en la zona del monasterio, sugieren la escasa importancia de la ciudad, hasta el punto de haberse negado su existencia como auténtico núcleo urbano. Con la definitiva conquista de Cuenca en 1177 por Alfonso VIII, alejada la frontera, Santabariya deja de aparecer en las fuentes escritas.

La diócesis no se restableció en su sede original, sino en Albarracín, primero, y, posteriormente, en Cuenca, recién conquistada por Alfonso VIII. El antiguo monasterio, muy transformado, debió retomar su carácter sagrado en el siglo XIII, tras la repoblación cristiana, que en la zona no se inicia hasta la época de Alfonso VII, a mediados del siglo XII. Este edificio debe ponerse en relación con una pequeña población de nombre Santaver, cuya localización cabe situar junto al Vallejo del Obispo. Este núcleo se mantendría hasta 1593, cuando sus últimos habitantes se trasladaron a la vecina villa de Cañaveruelas, aunque todavía en 1642 la iglesia seguía en funcionamiento, ahora como ermita. Esta población aparece hasta 1805, fecha en que figura como un despoblado de Huete.

Los trabajos arqueológicos en Ercávica se remontan a 1972, pudiendo destacar entre los edificios y conjuntos excavados, y que actualmente pueden ser visitados, el Foro, localizado en el sector central del yacimiento y excavado en su totalidad; las Termas, un gran edificio de planta cuadrangular localizado en la parte superior de la meseta sur de la ciudad, y la llamada «Casa del Médico», una interesante vivienda de planta latina cuyo nombre se debe al hallazgo de un conjunto de materiales quirúrgicos y un anillo con el símbolo de los discípulos de Esculapio, así como otras viviendas anejas. Igualmente, puede seguirse el trazado de la muralla, desmontada en algunos de sus tramos.

Alberto José Lorrio Alvarado
Universidad de Alicante

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