1
«Antropología estructural». Buenos Aires, 1968, p. 27.
2
A estos propósitos puede consultarse el número 22 de la revista «Infancia y aprendizaje», Madrid, 1979, en especial los artículos de Álvaro Marchesi y Gema Paniagua, que contienen amplias referencias a otros trabajos de similar naturaleza.
3
Nuestra clasificación de cuentos, y su justificación, se encuentra con más detalle en la introducción y los apéndices de Cuentos al amor de la lumbre, I y II, Anaya, Madrid, 1983-84.
4
Op. Cit., p. 23.
5
Conviene recordar,
sin embargo, que la oposición
sincrónico/diacrónico es meramente operativa, como la
mayoría de las grandes dualidades en que se ha basado la
lingüística moderna y la semiología en sus
comienzos, si bien tanto en Hjelmslev, como en Saussure, en el
Círculo de Praga como en el Formalismo Ruso, se
señalaban ya relaciones de implicación entre ambas
conceptuaciones, que el marxismo y el psicoanálisis han
desarrollado más claramente. Valdrá la pena citar de
nuevo a Lévi-Strauss: «El
Cours de linguistique
générale plantea relaciones de equivalencia
entre lo fonético, lo diacrónico, lo individual, que
forman el dominio del habla; y entre lo gramatical, lo
sincrónico, lo colectivo, que son del dominio de la lengua.
Pero hemos aprendido en Marx que lo diacrónico podía
hallarse también en lo colectivo, y en Freud, que lo
gramatical podía encontrar también su cumplimiento en
el seno mismo de lo individual»
. Op.
Cit., p. 34.
6
Otras observaciones sobre este asunto concreto de las relaciones de los vivos con los antepasados, y la visión del mundo como totalidad sin fronteras entre la vida y la muerte, están apuntadas en el artículo «Del tiempo ilimitado», (Letra Gorda, n.º 2, Consejería de Cultura, Murcia, diciembre, 1987). Sobre la naturaleza familiar de ogros, enanos, hadas, genios, duendes, etc., en los cuentos populares, como auténticos antepasados, y el deseo que en ello se manifiesta de destruir a la muerte, puede consultarse a Stith Thompson en El cuento folklórico, Caracas, 1972, pp. 494-495. También en Bruno Bettelheim, Psicoanálisis de los cuentos de hadas (Barcelona, Crítica, 1975, p. 15) se contienen algunas apreciaciones sobre el cuento como eficaz colaborador en la lucha contra el miedo a la muerte. Es esta condición de la narrativa folklórica como aniquiladora de la muerte una más de las que explican su condición de texto infinito.
7
Op. Cit., p. 14.
8
Acerca de esta
importante cuestión es preciso insistir en que la
colaboración entre el materialismo histórico y el
psicoanálisis, como disciplinas no excluyentes, es un camino
que sigue presentándose particularmente sugestivo cuando se
abordan las manifestaciones del inconsciente colectivo en los
sueños del individuo, y ello se pone en relación con
los arquetipos del cuento maravilloso. Como punto de partida se
podría tomar el siguiente texto de Jung: «El más vulgar de los individuos tiene
un sueño que ofrece representaciones y conjuntos
imaginativos, de los que en vano se buscaría la huella y el
origen en su experiencia personal, pero que yo, con no poco
asombro, he encontrado en viejos mitos o textos antiguos, de los
que el sujeto del sueño no había tenido jamás
conocimientos»
. (Los complejos y el
inconsciente, Madrid, 1969, p. 389).
También
Propp, intentando hallar la raíz histórica del motivo
de un cuento folklórico «el
héroe huye arrojando un peine»
, concluye citando a
Bogoraz: «La propia construcción
de este motivo corresponde a las teorías de la escuela de
Freud acerca del parentesco entre sueño y mito, pues con la
triple repetición y con la persistente tendencia a atravesar
la barrera y apoderarse de la víctima que huye, este mito
recuerda la forma obsesiva de persecución que nace y se
desarrolla en el sueño»
, (Las raíces
históricas del cuento, Madrid, Fundamentos, 1974,
p. 510). Bien es cierto que
Propp trae a colación esta interpretación de Bogoraz,
y otras de Aarne y de la escuela finesa, para refutarlas, si bien
no consigue él mismo sino sugerir la historicidad de algunos
de los motivos que se dan en «la fuga
con transformaciones»
, y que tienen que ver con antiguas
creencias en que al morir uno se convierte en tal animal o cosa.
Como se ve, otra vez volvemos a tocar el tema de la muerte en el
trasfondo de las narraciones míticas (y el cuento es una de
ellas). En mi opinión, todo el asunto está mal
planteado si lo que se quiere es probar la relación concreta
entre un motivo folklórico concreto y un sueño
concreto. Es preciso abstraer de uno y de otro ámbito algo
más genérico, como podría ser «la huida de un gran peligro en condiciones
aparentemente imposibles»
, para ver de inmediato la
coincidencia que a ese nivel existe entre los sucesivos y
dramáticos intentos de fuga de Bancaflor y su amante,
queriendo escapar del diablo que los persigue, y cualquier
sueño de los muchos que se caracterizan por la angustiosa
sensación de que no se puede correr cuando se huye de un
gran peligro. Que tal peligro sea la muerte misma, simbolizada en
el cuento y en el sueño por esto o aquello (obsérvese
que en Bancaflor el perseguidor es nada menos que el Diablo, esto
es, el principal adversario del otro mundo), no es de
extrañar en la propia teoría de psicoanálisis,
y es también perfectamente compatible con el origen
histórico del símbolo-muerte en los cuentos que,
según Propp, recogerían en la fuga del héroe
antiguas creencias en la transformación en animal o cosa
cuando aquél está a punto de ser alcanzado.
9
Aspects du Mythe, París, Gallimard, 1963, p. 243.
10
Sabemos hoy que la estructura narrativa de un cuento se corresponde íntimamente con la adquisición de la función simbólica, además de con el desarrollo ordenado de la memoria, lo cual tienen mucho que ver con la facultad de adquisición del lenguaje buscando apoyos rítmicos y secuenciales. En realidad, si nos atenemos a las teorías de J. Piaget y B. Inheldor, según las cuales la formación del pensamiento se relaciona más con la función simbólica que con la adquisición del lenguaje (los niños aprenden a pensar un poco antes que a hablar, pero sólo a través de símbolos), veremos que el cuento de tradición oral supone un intento de introducir la lengua en el momento adecuado, como tercer elemento en esa peculiar relación, al darle consistencia expresiva. Dicho de otra manera, forzando al símbolo y al concepto a establecer relaciones a través de la palabra, mediante un relato capaz de integrar lo simbólico y lo significativo con los apoyos secuenciales -y reiterativos- de la intriga, esto es, graduando la adquisición de un contenido y fijándolo al mismo tiempo en un sistema de símbolos. El cuento oral se convierte de este modo en el mejor catalizador de la mente en sus primeros pasos por el mundo de la inteligencia.