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ArribaAbajoBotánica aplicada



- I -

   -Te mando ese presente, con la idea
      de que puedas saber
que esa flor, que llamamos la «Dionea»,
      destruye por placer.

   A un gusano de luz que esta mañana
      en su cáliz entró,
la simbólica flor americana
      cerrándose lo ahogó.

   Cuando entra algún gusano en su corola
      a paladear la miel,
cerrando ella los pétalos, lo inmola
      con un gozo cruel.

   ¡Pobre insecto! Yo al ver que halló encerrado
      verdugo y tumba allí,
¡perdona, Inés, pensé en nuestro pasado,
      y me acordé de ti!


- II -

   Inés le contestó: ¡Qué cándido eres!
      ¿Cómo puedes pensar
que haya en el mundo flores ni mujeres
      que maten por matar?

   Hoy, a una abeja que llegó volando,
      la flor la aprisionó;
mas la abeja, los pétalos rasgando,
      mató la flor y huyó.

   Por lo que ves, no faltará quien crea
      que ayer verdugo, hoy juez,
cazadora de insectos, la «Dionea»
      es cazada a su vez.

   Si el mirar al gusano aprisionado,
      pensaste en mí y en ti,
yo, al ver el cáliz de la flor rasgado,
      ¡pensé, llorando, en mí!






ArribaAbajoUn dogma inédito


   No sé si es cuento o no es cuento,
pues duda el que lo contó
si esto pasó o no pasó
en el Concilio de Trento.
   Un hombre de gran doctrina
fue a un Concilio a sostener,
«que es, por madre, la mujer
una creación divina.
   Y que, en honor al Eterno,
que creó tan nobles seres,
se exceptuase a las mujeres
de las penas del infierno».
   Fue el dogma planteado así,
y al ponerse a votación,
los sabios, sin excepción,
fueron diciendo: «Sí, sí.»
   -Muy bien- dijo el presidente-,
queda este dogma aceptado;
mas se dejará archivado
y oculto perpetuamente.
   ¿Qué paz, orden ni gobierno
podría en el mundo haber
si supiese la mujer
que para ella no hay infierno?-






ArribaAbajoLo que hacen pensar las cunas


   Después que sobre la losa
recé con amor ardiente
por la que, por fin dichosa,
descansa perpetuamente,
   pude a la salida ver
que a una niña, con encanto,
daba besos la mujer
del guardián del camposanto.
   Y estremecido al mirar
a la pobre criatura,
a quien faltaba apurar
el cáliz de la amargura,
   en medio de mi tristeza,
-«casi es más triste -pensaba-,
mirar la vida que empieza
que ver la vida que acaba».
Por esa al atravesar
esta vida de dolor,
si los sepulcros pesar,
las cunas me dan horror.






ArribaAbajoPor si acaso


   «El día de la Justicia,
hasta los mismos objetos
revelarán los secretos
que hoy esconde la malicia».
Al oír esta noticia
del párroco de un lugar
por si podrían contar
los secretos que alumbraron,
todas las niñas echaron
sus lamparillas al mar.






ArribaAbajoLa voz de la conciencia


   Amó a Andrés la bella Inés
con tan ciega idolatría,
que hasta a un loro que tenía
le enseñó a llamar a «Andrés».
   Pasó el tiempo y se olvidó;
de su Andrés Inés la bella,
y un Teodoro, infiel como ella,
a celos la asesinó.
   Y cuando, al morir, Inés
llamó gimiendo a Teodoro,
más constante que ella, el loro
repetía: -«¡Andrés!» «¡Andrés!».






ArribaAbajoHasta las tumbas engañan


   Dos soldados se hallaron
en el último trance de una guerra;
      cuerpo a cuerpo lucharon
y cayeron los dos muertos en tierra.
       Vio el dueño de una granja
en olvido e insepultos los soldados,
      y enterró en una zanja
a los dos enemigos abrazados.
      Si se unen de este modo
dos odios en la sima de la nada,
      puede ser, como todo,
la tumba engañadora y engañada.
      Por eso, aunque se miran
con invencible horror las sepulturas
      a mí sólo me inspiran
las risas que destilan amarguras...






ArribaAbajoEl amor no perdona


   Murió Julia, maldecida
por un hombre a quien vendió,
y en el punto en que dejó
el presidio de la vida,
   la dijo Dios: -¡Inconstante!,
ve al purgatorio a sufrir
y reza hasta conseguir
que te perdone tu amante.
   -¡Oh, cuán grande es mi alegría
-dijo ella-, en sufrir por él!
¡Quien no perdona a una infiel
es que la ama todavía!-
   Y el Purgatorio bajó
contenta, aunque condenada,
pensando que aun era amada
del hombre a quien ofendió.
   Y cuando, al fin, con pesar,
le dio su amante el perdón,
se le oprimió el corazón
hasta romper a llorar.
   Y Julia, ya absuelta, es fama
que, llena de desconsuelo,
decía entrando en el cielo:
-¡Me perdona!... ¡Ya no me ama!...-






ArribaAbajoLa cantinera



- I -

   Fue Lersundi un general
discreto, galante y bueno,
en los peligros sereno
y en sus acciones leal.
   Este tipo del honor,
recordando por su historia
que tanto o más que la gloria
nos electriza el amor,
   en un terrible momento,
mostrando a una cantinera
que por sus hechizos era
alma de su regimiento.
   -¡Ea, a morir o a vencer!-
dijo, a Napoleón copiando-.
Ved que os están contemplando
los ojos de una mujer-.
   Y haciendo correr la voz
de que una mujer los mira,
hasta al más tibio le inspira
una arrogancia feroz.
   Todos a luchar se lanzan,
honrando a mujer tan bella,
y al pasar por cerca de ella,
miran, se cuadran y avanzan.
   ¡Hermosa enseña de amor!
Por ella cada soldado
siente el aire saturado
de un aroma embriagador.
   Entre descargadas cerradas,
mirando hacia la bandera,
les manda la cantinera
hurras, besos y miradas.
   Y aunque parezca locura,
pudo más que los cañones
la rompiente de pasiones
que promovió la hermosura.


- II -

   ¡Gran victoria! Al terminar
aquella función de guerra,
todo era paz en la tierra
y melodía en el mar.
   Sólo al final de la acción
la cantinera lloraba,
porque murió el que ella amaba
con todo su corazón.






ArribaAbajoLa fe que hay en el mundo


A Josefina Álvarez y Guijarro.



   Dios dijo a un ángel: -Rogad
al mundo, y por vos sabré
cómo anda aquello de Fe,
de Esperanza y Caridad-.
   Vio el ángel en oración
a una mujer frente a frente,
y halló tanta fe en su mente
y tanta en su corazón,
   que, remontando su vuelo,
dijo a Dios: -En sólo un ser
sobra allí Fe para hacer
otro mundo y otro cielo-.
   Y Dios, con su gran bondad,
alzó su mano divina,
y en nombre de Josefina
bendijo a la humanidad.






ArribaAbajoEl arte de ser feliz


La señora doña Enriqueta Carrasco.





- I -

   No acierto, Enriqueta hermosa,
cómo has llegado a pensar
que yo te puedo enseñar,
el arte de ser dichosa.
   ¡Ay! Es en vano que acudas
a mi cátedra a aprender.
Mi saber llega a saber
que dudo... hasta de mis dudas.
   Sólo al hablar de ilusión
me asalta desde el vacío
una ráfaga de hastío
que hiela mi corazón.
   El que duda siempre está
en una angustia suprema
resolviendo este problema
«¿Si será?, ¿si no será?...».


- II -

   En cambio, el que no cree en nada,
lleva, exento de ilusión,
dentro de su corazón
la conciencia emparedada.
Y a ratos, afortunado,
vive en el mundo sin pena,
comiendo la fruta ajena
con cercado o sin cercado.
   Sabe por su buena suerte
el hombre que es descreído,
que es un bálsamo el olvido
y un gran descanso la muerte.
   Por eso cuando afanada
quieras encontrar reposo,
ten presente que el dichoso
lo cree todo....o no cree nada.


- III -

   Y ya que por tu virtud
eres una gran creyente
que sabe llevar de frente
la alegría y la salud,
   imita la fe de aquellas
que, a través de un santo velo,
jamás advierten que el cielo,
tiene más nubes que estrellas.
   Cree mucho, y obra de modo
que, haciendo santo el dolor,
aceptes hasta el amor,
con retóricas y todo.
   Con fe o sin fe, tú reniega
de mi incertidumbre odiosa,
y si quieres ser dichosa,
no dudes: afirma o niega.






ArribaAbajoRecuerdos inútiles


   Tu epitafio grabé; mas vi que un día
lo del «amor» ya el polvo lo borraba,
la palabra «virtud» no se entendía,
y tu «nombre» ya el lodo lo empañaba.
¡Dios odia lo superfluo, muerta mía,
y en cualquier epitafio que se graba,
gracias al polvo, a la humedad y al lodo,
no suele sobrar algo, sobra todo!






ArribaAbajoVenganzas del tiempo viejo


   Fue a presidio Juan Pascual
por artes de una mujer,
y -¡La mataré al volver!-
dijo blandiendo un puñal.
Pero ¿la mató? No lay tal
cuando, del puñal armado,
la fue a asesinar, turbado
no pudo vengar su queja,
porque al verla fea y vieja,
exclamó: -¡Ya estoy vengado!






ArribaAbajoSan Miguel y el diablo



- I -

   Despertando en sus vecinas
la más piadosa ternura,
así les decía el cura
de San Miguel de Salinas:


- II -

   -La que a Dios quiera ser fiel,
que ponga con gran cuidado
sus donativos al lado
del busto de San Miguel.
   Pues cuando el diablo, el dinero
mira a su lado caer,
se llega él mismo a creer
tan santo como el primero.
   Jamás olvidéis que Dios
os concede un solo amante,
y que el diablo os da, inconstante,
¡más de un novio....y más de dos!


- III -

   ¡Más de dos!...El día aquel
tan sólo al diablo se honró,
pues ni un céntimo cayó
del lado de San Miguel.
   Y es que, sin duda, hay vecinas
que, en cuestiones de ternura,
creen más el diablo que al cura
de San Miguel de Salinas.






ArribaAbajoCabeza y corazón


A Blanca Quiroga y Pardo Bazán.





- I -

   Un ángel y el demonio, a Eva un día
      contemplan con amor.
-Y ¿qué opináis, decid, de esa obra mía?-
      les preguntó el Señor.


- II -

   Mirando de Eva la gentil cabeza,
      dijo el demonio así:
-¡La mujer! A pesar de su belleza
      es inferior a mí.
   ¡Sentir sin comprender! ¡Perpetua ilusa
      que goza en delirar!
¡Que tiene, sin razón, la ciencia infusa
      del arte de engañar!
   Uniendo la inconstancia a la hermosura
      (el demonio añadió),
creedme Señor, vuestra mejor hechura
      vale menos que yo-.


- III -

   -La mujer (siguió el ángel), de tal modo
      desafía al dolor,
que, aunque débil su fe, se arriesga a todo
      por servir al amor.
   De la santa piedad hija querida,
      ni piensa, ni hace el mal,
y, próvida, transmite con la vida
      la sed de lo ideal.
   La mujeres tan buena (enardecido
      el ángel concluyó),
que, aunque soy en el cielo un elegido,
      ella es mejor que yo-.


- IV -

   Tú, dotada de espíritu sublime
      y de gran corazón,
Blanca, entre el ángel y el demonio, dime:
      ¿quién tiene más razón?






ArribaAbajoLa fuerza de la ilusión


   Para templar la aflicción,
de Adán, después de caer,
un ángel le dio a beber,
en forma de agua, ilusión.
Desde tan fausta ocasión
viven en la tierra amantes
que, constantes o inconstantes,
doblemente ilusionados,
nunca se creen engañados
porque ellos se engañan antes.






ArribaAbajoLas locas de amor


   -Te amaré, diosa Venus, si prefieres
que te ame mucho tiempo, y con cordura-.
Y respondió la diosa de Citeres:
-Prefiero, como todas las mujeres,
que me amen poco tiempo y con locura.






ArribaAbajoLa escala de la vida


A mi constante amigo, el Sr. D. Pío Gullón.



   Llenas de gozo o de duelo,
van: tras del hijo, la madre;
detrás de la madre, el padres
y en pos del padre, el abuelo.
   Mientras el niño impaciente
marcha sobre un pie saltando,
la madre, en dos pies, va andando
más bella que un sol naciente.
   No en dos pies, va el padre en tres,
en su bastón apoyado;
y en sus muletas clavado,
va el abuelo en cuatro pies.






ArribaAbajoEl premio a la virtud



- I -

   No alcanzó el premio a la virtud, María,
      aunque con santa calma
vivió como una niña casta y fría
casada con el cuerpo y con el alma.


- II -

   Mas lo alcanzó cierta mujer casada
      que, con ánimo fuerte,
aunque vivió de otro hombre enamorada,
fue fiel a su marido hasta la muerte.






ArribaAbajoEl cuarto de hora del diablo


   Las leyes de Dios, Moisés
dictó desde el Sinaí;
bendijo al pueblo y después
vio al diablo y le dijo así:
   -Para tentar y perder
a las almas, Satanás,
sólo podrás disponer
de un cuarto de hora, y no más-.
   Y el diablo, de gozo loco,
dijo: «Pues puede el Eterno,
aunque un cuarto de hora es poco,
hacer más grande el infierno».






ArribaAbajoFinal del apocalipsis



- I -

   Ved lo que a Electa, su devota amiga,
      escribía San Juan:
«Permite que el destina te prediga
      de los hijos de Adán.
   El hombre del progreso indefinido,
      por su ciego sentir,
no conoce al gran Ser desconocido,
      ni al nacer, ni al morir.
   Llevado por sus locas ambiciones,
      de su apetito en pos,
siempre pone delante sus pasiones
      y detrás a su Dios.
   Llamándole el deseo hacia adelante,
      y el recuerdo hacia atrás,
a espaldas de su Dios, vive ignorante,
      y muere mucho más.
   Por la pasión en guerra, siempre en guerra
      con la fe y la razón,
la bestia apocalíptica se encierra
      en su ruin corazón.
   Siempre el hombre ha de ser el prisionero
      de todo lo fatal,
y morirá lo mismo que el primero,
      el último mortal».


- II -

   Besando Electa el singular escrito,
      dijo: -Tiene razón:
todo hombre, en este mundo, es un proscrito
      ciego por la pasión.






ArribaAbajoEl sacrificio de Isaac


   Pronto ya a matar al hijo.
Abraham, por obediencia,
llena de humana demencia,
Sara, su mujer, le dijo:
   -Si Dios ordenar al padre
la muerte de Isaac podría,
jamás se lo ordenaría
al corazón de una madre.






ArribaAbajoNo hay peor mal que los celos


   Su carne en el infierno acostumbrada
      al dolor más cruel.
-En realidad, ni esto es sufrir, ni es nada-,
      dijo alegre Luzbel.

   Y rió más y más, hasta que un día
      una rubia encontró,
que al infierno fue a dar por causa mía,
      y de ella se prendó.

   Y si un diablo más joven la miraba,
      no pudiendo reír,
Luzbel, muerto de celos, exclamaba:
      -¡Esto sí que es sufrir!






ArribaAbajoLas brujas inversas



- I -

   Salió de un aquelarre un encargado
de buscar una bruja extravagante,
para llenar con ella la vacante
de otra bruja que huyó con un soldado.


- II -

   Después de mil pesquisas y mil pruebas,
los fieles de una cierta colegiata
le dieron para bruja una beata
que descubrió doce virtudes nuevas.






ArribaAbajoAmor y celos


   Faltando de los cielos
a la equidad divina,
decía la imperiosa Catalina
hablando de su amor y de sus celos:
-Para ellos los castigos más veniales,
para ellas las venganzas más crueles;
porque aunque son los crímenes iguales,
la mujer que perdona a sus infieles
no perdona jamás a sus rivales-.






ArribaAbajoLos rigores de la suerte


   Yo conocí a un valiente
que cuando iba a la guerra a matar gente
murió de una caída en el camino;
y al expirar, decía tristemente:
-No es el rayo el que mata, es el destino-.






ArribaAbajoLo inimitable


Al gran autor D. Emilio Mario.



   A una actriz que llegó a ser,
famosa por sus laureles,
le dio Mario los papeles
de «ángel» y «furia» a escoger,
-¿Qué duda puede caber?
-dijo la actriz impasible-.
Cualquiera mujer sensible,
haciendo al sexo una injuria,
puede imitar a una furia,
pero a un ángel...¡imposible!






ArribaAbajoLa ley de las madres


   Llevada por su ciega idolatría,
subió al Cielo una madre a ver a un hijo,
y no hallándole allí, como creía,
bajó al infierno, y blasfemando dijo:
   -Sufriré al lado de él, y de este modo
cumpliré el principal de mis deberes;
porque el amar a un hijo más que a todo
es la «gran ley de Dios» de las mujeres-.






ArribaAbajoDespués del primer sueño


   Se casaron los dos, y al otro día
la esposa, con acento candoroso,
al despertar, le preguntó al esposo:
-¿Me quieres todavía?-






ArribaAbajoEl tejado de vidrio


   Decía de la reina de Inglaterra
don Felipe segundo;
-De acuerdo con el Diablo, no la aterra
ser, sin Dios, el escándalo del mundo-.

   Y la reina Isabel le respondía:
-Por no servir de escándalo a la gente,
sin duda quiere que, como él, prudente,
cite al Diablo, de noche, a Dios de día-.






ArribaAbajoResabios del vicio


   -Insultáis, bostezando, a quien os ama,
le dice a Luis catorce cierta dama.
-Si daros por esposa el Cielo quiso
una infanta inocente,
¿qué os falta en vuestra casto paraíso?-
Y el gran rey le responde: -La serpiente-.






ArribaAbajoLas almas en pena


   A un alma en pena pregunté quién era,
y el alma contestó de esta manera:
-Son las almas en pena esos maridos
que, muriendo engañados o aburridos,
renunciaron al Cielo y a sus placeres
por no encontrarse allí con sus mujeres.
Y yo que te lo cuento
y que he sido tostado a fuego lento,
el Cielo abandoné cobardemente,
por no hallarme algún día frente a frente
de una mujer que, por la Gloria suelta,
trae a la Corte celestial revuelta-.
Dijo, y partiendo con pausado vuelo,
cruzó la tierra sin mirar al Cielo.






ArribaAbajoLas estrellas errantes



- I -

   En mi niñez, viendo una estrella errante,
   creí sencillamente
que era algún ángel que venía amante
   a darme abrazos y a besar mi frente.


- II -

   Ya joven, vi otra estrella que corría
   y dije, en mi locura:
«es mi estrella del Norte, que me guía
   al placer, al amor y a la ventura».


- III -

   Vi ayer volar un astro mortecino,
   que descendió hasta el suelo;
era la estrella de mi buen destino,
   que, ya de vieja, se cayó del cielo.






ArribaAbajoEl amor es la muerte


A doña Concepción Fernández de Cadórniga.



   Cuando el Dios justiciero
barrió de dioses el Olimpo entero,
la muerte, con acento enternecido,
le dijo al dios Cupido:
-Tú que eres el honor de lo creado,
sé inmortal como yo, vente a mi lado-.
Y uniendo así, con la pasión más tierna,
a la inquietud febril, la paz eterna,
el placer y el dolor viven de suerte
que el que busca el amor, halla la muerte.






ArribaAbajoCompensación


   Nació voluble Adán, y el Dios clemente,
con el hombre tan justo como tierno,
para agrandar su mente,
besándole en la frente,
le inspiró la manía de lo eterno.






ArribaAbajoLo universal del amor


   Escribe el más cordial de los poetas
pintando sus amores:
«Lo mismo que las flores,
se atraen y fecundan los planetas,
y en los mundos creados,
por esa ley de amar y ser amados,
sea grande o pequeño,
todo ser es el ángel del algún sueño».






ArribaAbajoPoetas y filósofos


A Mariano Ordóñez, mi muy querido amigo.





- I -

   Habla el poeta: «¡Oh vida encantadora!
Ved qué cosas tan bellas:
luz de sol, luz de luna, luz de aurora,
flores, mujeres, pájaros y estrellas».


- II -

   Y el filósofo dice: «¡Oh triste vida,
gozo en aborrecerte,
pues me ofreces los males sin medida:
hastío, enfermedad, vejez y muerte!».






ArribaAbajoTermómetro conyugal


   Jugando al «si tú quieres, yo no quiero»,
sube y baja el amor en dos casados,
pues es ley que obedece el mundo entero
el ser los que amen más, menos amados.
Si el termómetro de ellos baja a cero,
el de ellas, sin razón, sube a cien grados,
y pasa esto así a esposos como a esposas,
aunque tengan por sangre agua de rosas.






ArribaAbajoLa virtud siempre es dichosa


   Fue exhumado el cadáver de María,
y después de apartado su cabello,
vi un frasco de cristal, colgado al cuello,
con un papel escrito que decía:
«Al ser que ha calumniado mis acciones
por error, por sospechas, o por celos,
le mando desde lo alto de los cielos,
con la paz y la dicha, mil perdones.
Protesto que en mi vida más secreta,
estando junto a aquel que tanto he amado,
siempre el aire y la luz han circulado
entre él y yo con libertad completa.
La infamada mujer que aquí reposa
murió feliz porque murió inocente,
pues calumniada y todo, únicamente
consigo misma es la virtud dichosa».
Y al final, añadía:
«Abrázame, al morir, conciencia mía».






ArribaAbajoTeología natural


   Recuerdo que un astrónomo profundo
con quien hablé una vez de teología,
creyente a su manera, me decía:
-Más allá de este mundo, hay otro mundo.
Por leyes inmutables del destino,
aquí y en las regiones luminosas,
como atraen las cosas a las cosas,
atrae lo divino a lo divino.
Muere el cuerpo, y entonces con anhelo,
el espíritu vuelve a quien lo crea,
y cual sigue a la luna la marea,
el alma va, por atracción, al cielo.






ArribaAbajoLa indiferencia del todo


A mi sobrino D. Vicente R. Valdés.



   A la esposa más buena y más querida
de entre mis brazos la arrancó la muerte;
murió la madre que me dio la vida,
murió la hermana que labró mi suerte.
Y siguió indiferente su camino
el mundo que va ciego a su destino.






ArribaAbajoLos miserables


   Como no tienen las miserias tasa,
si ladraba su perro,
murmuraba Escipión en el destierro:
-De seguro es un pobre ese que pasa.






ArribaAbajoLa docta hipocresía


   La virtud no es virtud sin la prudencia,
y prueba esa verdad una señora
que fue, por ser alegre y decidora,
calumniada en su amor y en su inocencia.
Mas, gracias a la docta hipocresía,
llegó a brillar entre las más honradas,
cuando, variando de conducta, hacía
con juiciosa doblez calaveradas.






ArribaAbajoEl látigo eterno


   Ya el mal se nos revela
sufriendo palmetazos en la escuela;
pasan después los años
y ahogan nuestro amor los desengaños;
luego el remordimiento,
nos tortura implacable el pensamiento.
Porque herir sin descanso y sin medida
a todo ser sensible,
es la misión de un cómitre invisible
de este abierto presidio de la vida.






ArribaAbajoAntes y después


   Antes de merecerte
tu aliento me embriagaba, ídolo mío;
y hoy lo encuentro tan húmedo y tan frío,
que recuerda el aliento do la muerte.






ArribaAbajoFeliz ignorancia


   Oyendo a un confesor que aseguraba
que matan al amor los desengaños,
le preguntó una joven de quince años:
-Pero ¿el amor se acaba?






ArribaAbajoLa ciencia de engañar



- I -

   ¡Tus virtudes! Acaso me engañaras,
      si no pertenecieras
al gremio de esas grandes embusteras
que dan, para engañar, las cuentas claras.


- II -

Sí, sí, caro lector, esa que miras,
formando su virtud con falsedades,
da color de verdad a las mentiras
y un aire de mentira a las verdades.






ArribaAbajoFe sobre todo


   Nunca olvidéis este consejo, dado
por el padre del Val a un confesado:
«Para aumentar tu religioso celo,
cree con santa ignorancia en lo que creas
pues, minada una vez por las ideas,
si vacila la fe, se hunde hasta el Cielo».






ArribaAbajoSinrazón de la razón


   Pensando hacer el único modelo
      de toda perfección,
con aplauso del diablo, dotó el Cielo,
      al hombre de razón.
Mas queriendo con ésta, en todo arcano
      descubrir el «por qué»,
siempre encuentra la duda el ser humano,
      pero nunca la fe.






ArribaAbajoMoras y cristianas



- I -

   Y entramos en Tetuán, en donde un moro
pagándole un favor con su ventura,
le dio una esclava a Juan, que era un tesoro
de gracia, de humildad y de hermosura.


- II -

   Elevada la esclava a compañera,
se hizo altiva y hostil desde aquel día,
y fue dueña del dueño de manera
que con Juan se portó como una arpía.


- III -

   Y es que Juan la elevó, porque ignoraba
que más de una mujer, como la mora,
es un ser celestial cuando es esclava
y una loca de atar cuando es señora.






ArribaAbajoLas bodas de oro del diablo


   Nunca fue de mi agrado
cantar las bodas de oro del casado,
y, como el diablo, celebrar prefiero,
las libertades de oro del soltero;
pues, siempre astuto, aunque de amor se abrasa
el diablo se enamora y no se casa.






ArribaAbajoSaber y no saber



- I -

   Cuando con ansia de saber medito,
mido con arrogancia,
como si fuese un sueño, la distancia
que media entre nada y lo infinito.
   Mas mi razón, cual todas, limitada,
nunca ve claramente,
eso que hay de común entre la mente,
lo infinito, los sueños y la nada.


- II -

   Saber y no saber, todo es lo mismo,
porque el fin de la ciencia es el abismo.






ArribaAbajoEstudios inútiles


   Y estudié hasta el latín porque creía
que no pensando, en ti, te olvidaría;
más fue grande mi error, pues la belleza
con sus maneras de encantar extrañas,
si no entra como un sueño en la cabeza,
penetra como un rayo en las entrañas.






ArribaAbajoEl poder del llanto


A doña Emilia Pardo Bazán.





- I -

   Dio el Cielo a la mujer miles de encantos,
y a pesar de ser tantos,
son éstos de un poder irresistible;
además de lo buena y lo sensible,
une al pudor, en cuya fuente pura
todos beben su copa de locura,
el dejo celestial de sus acentos
y unos ojos que ven los pensamientos.


- II -

   Leyendo esto, al gran Lope recordaba
nuestra insigne escritora, y replicaba:
-¿Y a qué olvidar nuestro mayor encanto?
Para ablandar lo duro del destino,
ha dado Dios a la mujer el llanto,
que es lo que hay en lo humano de divino.






ArribaAbajoMentira diabólica


   Despojando a las gentes el demonio
de la honesta ilusión del matrimonio,
como simple advertencia,
a la puerta del templo de Himeneo
escribió esta sentencia:
«Sólo dura el amor lo que el deseo».






ArribaAbajoGuerra de almas



- I -

   Dama y galán: él la ama
hasta perder con el amor la vida,
cuando ya la olvida,
rendada del galán muere la dama.


- II -

   Aprenda el que leyere
la gran verdad que este precepto encierra,
lo mismo que en la guerra,
en el amor el que no mata muere.






ArribaAbajoEl pájaro mensajero


   Un pájaro solté que alzando el vuelo,
en busca de mi amor entró en el Cielo.
En la carta que el pájaro llevaba,
recordando mis íntimas ternuras,
a mi amor le encargaba
que me hablase del Cielo y sus venturas.
El pájaro volvió con la respuesta,
pero llegó borrada,
porque entre el hombre y Dios se halla interpuesta
la noche sin estrellas de la nada.






ArribaAbajoFuga de ángeles


   Ya ves en tu interior por vez primera
los duendes que de niña has visto fuera;
y vive prevenida,
porque si hallas, siguiendo ese camino,
la tentación a la ocasión unida,
por tu desgracia te creerá perdida
y hará a Dios dimisión de su destino
el ángel de la guarda de tu vida.






ArribaAbajoEl peor de los mundos


A mi querido sobrino Ramón R. Valdés.





- I -

   Escribe un pensador: «Tengo delante
un cielo sin estrellas o estrellado,
y un sol que viene o va, limpio o nublado,
   El aire es de poniente o de levante,
mar azul, campo erial, florido el prado,
siempre igual, sombra o luz, calor o frío,
este mundo exterior me causa hastío».


- II -

    Y sigue: «No hay un átomo en reposo,
ni en lo moral una verdad probada:
se llama bien al mal, feo a lo hermoso
fe a la ilusión y dicha a la soñada.
   Aquí lo cierto es falso, allí es dudoso,
por lo cual «sólo sé que no sé nada»;
y, al fin, si el mundo real me hastía tanto,
este mundo interior me causa espanto».






ArribaAbajoHombres y mujeres


   ¿Extrañas, Elia mía,
que aun ame con locura?
¡Qué quieres! Mi pasión por la hermosura,
puede más que mis años todavía.
   Modelo, de los grandes sacrificios
y tipos tan honestos como bellos,
no he vista nunca una mujer con vicios,
ni hallé jamás hombres de bien sin ellos.






ArribaAbajoTodo y nada


A mi excelente amiga la marquesa de Vellisco.



   ¿Qué sabemos? Que son los cementerios
el osario común de los humanos,
que el alma es un abismo de misterios
y el cuerpo un hervidero de gusanos.
   Mas nos queda, marquesa, el gran consuelo
de que, con fe, toda conciencia honrada,
aunque mirando al mundo no ve nada,
feliz, toda lo ve mirando al cielo.






ArribaAbajoLa hora maldita



- I -

   Desde que, siendo un santo, ha maldecido
Job la hora del día en que ha nacido,
hay para todos en la humana vida,
una hora maldita y maldecida.


- II -

   ¿Y hoy pretendes saber, Rosa hechicera,
cuál es la hora para mí maldita?
Oyelo bien: la que llamé bendita,
aquella en que te vi por vez primera.






ArribaAbajoMi vida


   En mi vida infeliz paso las horas,
mientras llega la muerte,
convirtiendo en doloras
las tristes ironías de la suerte.