Al mover tu abanico con gracejo | |||
quitas el polvo al corazón más viejo. |
Como el viento continuo, no es sentida | |||
la eterna pesadez de nuestra vida. |
Si pienso en ti, fatigan mi deseo | |||
mil pensamientos vanos, | |||
y, sin saber por qué, cuando te veo | |||
contengo el corazón con ambas manos. |
Te es infiel ¿y la quieres? No me extraña; | |||
yo adoro a la esperanza, aunque me engaña. |
Aunque eres a mi amor inaccesible, | |||
no puedo menos de quererte un poco, | |||
pues soy bastante loco | |||
para morir creyendo en lo imposible. |
Se van dos a casar de gozo llenos: | |||
realizan su ideal: ¡un sueño menos! |
De todo lo visible y lo invisible | |||
crees sólo en el amor, que es lo increíble. |
En la aurora feliz de tus amores, | |||
sólo querías el dinero en flores; | |||
mas, después que pasó tu ardor primero; | |||
sólo quieres las flores en dinero. |
Piensa sólo en amar y en ser amada. | |||
El amor es lo que es; lo otro no es nada. |
Te he visto no sé dónde, ni sé cuándo. | |||
¡Ah! Sí, ya lo recuerdo; fue soñando. |
Las niñas de las madres que amé tanto, | |||
me besan ya como se besa a un santo. |
Es tal la idolatría | |||
con que quiere el destino que te quiera, | |||
que creo que te tengo, Carmen mía, | |||
la ceguedad de la pasión postrera. |
Aunque es tu gran belleza | |||
para mí inaccesible, | |||
te quiero, vive Dios, con la firmeza | |||
de un mártir de la fe de lo imposible. |
A pesar de mis días, | |||
como yo te amo a ti, no amó Macías. |
Me dicen que es un diablo; mas recelo | |||
que este diablo, al caer, se trajo el cielo. |
Lo que yo te decía: | |||
os casasteis, y luego, | |||
si él te amó hasta la víspera con fuego | |||
tú amaste más desde el siguiente día. |
La mujer más estulta | |||
¡con qué artificio el artificio oculta! |
Siempre es algún consuelo | |||
que un marido, por serlo, gane el cielo. |
Fernanda, pienso en ti con tal empeño, | |||
que si duermo, no duermo: ¡engaño al sueño! |
Me han hecho sufrir tanto, que he dudado | |||
si el amor será un odio disfrazado. |
Tanto es lo que te quiero, | |||
que el cetro puse en ti del mundo entero. |
No es raro en una almohada ver dos frentes | |||
que maduran dos planes diferentes. |
Sin la fe la conciencia es un abismo, | |||
y el peor compañero es uno mismo. |
Bendice al mismo tiempo que San Pablo, | |||
los matrimonios por amor, el diablo. |
Al verse tan gentil, ¡con qué embeleso | |||
se da a sí misma, en el espejo, un beso! |
Serás feliz, si metes con prudencia | |||
en un saco el amor y la conciencia. |
Con valor sin segundo, | |||
un abismo salvé tras otro abismo, | |||
y, aunque de todo me salvé en el mundo, | |||
nunca pude salvarme de mí mismo. |
Aunque muy poco a poco, | |||
ya llegué al gran saber: ¡Sé que estoy loco! |
Todo galán, desde que ve ese talle, | |||
es parte de una esquina de tu calle. |
Al pasar por delante | |||
de un espejo en que alegre se miraba, | |||
dije al ver junto al mío su semblante: | |||
¡Cómo empieza la vida y cómo acaba! |
¡Todo pasa, lo mismo que las rosas, | |||
los hombres, los imperios y las cosas! |
Es tan buena mujer, que he comprendido | |||
que nunca hará feliz a su marido. |
Después de bien pensado, | |||
fue mi tiempo perdido el más ganado. |
¡Maldito mal el mio! | |||
Si puedes, huye de él: se llama hastío. |
Las niñas rezadoras que yo trato | |||
nunca piden a Dios el celibato. |
Es tan cierto el candor de tu belleza, | |||
que ocultas sólo el alma en tu franqueza. |
Tened miedo de aquellas | |||
que eclipsan, siendo feas, a las bellas. | |||
Con su novio formó un itinerario, | |||
y, casada después, siguió el contrario. |
De su paz envidioso, | |||
al ver a un muerto, digo: -He aquí un dichoso. |
La ambición desencanta de tal modo | |||
que a mí ya no me extraña | |||
que en salud, en amor, en paz y en todo | |||
tenga envidia el palacio a la cabaña. |
Hay falsas que, mandando en sus sentidos, | |||
no se olvidan de sí, ni en sus olvidos. |
Eres con ellas tan audaz, porque eres | |||
un hombre que conoce a las mujeres. |
Para verte, parece que a tu lado | |||
admiradas las horas se han sentado. |
Más bien que un enfermero, | |||
hay quien cree que un marido es un loquero. |
Si como hombre no sé lo que prefiero, | |||
como un niño sé bien lo que no quiero. |
Es misterioso el corazón del hombre | |||
como una losa sepulcral sin nombre. |
-¡Amame más!...-la niña le decía. | |||
Pero él: -¡Si es imposible!...-respondía. |
Ya ni quiero ni puedo | |||
volver a unir tu corazón al mío, | |||
porque me causa miedo | |||
más que un sepulcro lleno, otro vacío. |
A pesar de lo mucho que te quiero, | |||
no me mato por ti, pero me muero. |
Saben bien los amantes instruídos | |||
que quieren decir sí tres «nos» seguidos. |
Cree, piadoso lector, lo que te digo: | |||
con todo estoy en paz menos contigo. |
Cual si untasen los ojos con beleño, | |||
el oficio de esposo es dado al sueño. |
Como es tan importante lo que te hablo, | |||
nos viene a oír desde el infierno el diablo. |
Renuncia a hablar de ti, porque no creo | |||
que podría imitar, aunque quisiera, | |||
a Petrarca y a Herrera, | |||
que cantan el amor sin el deseo. |
¡Ay del que, amando como yo, no alcanza | |||
más amor que el amor sin esperanza! |
Pronto ha de ser este galán tan tierno, | |||
cual todo esposo, un disidente eterno. |
Todo la duda y la razón lo miran. | |||
La fe y el corazón todo lo admiran. |
Son todos mis sentidos | |||
para verte y oírte, ojos y oídos. |
Ya sé que fui, por más que ella lo olvida, | |||
el grande amor ochenta de su vida. |
Como si fuese un leño, | |||
ya es, tenderme a dormir, mi único ensueño. |
Soy un hombre tan necio, | |||
que defiendo mi vida, y la despreció. |
Ya decía mi abuela | |||
que el amor es un ser endemoniado, | |||
que lo mismo que a un diablo exorcizado | |||
la bendición nupcial le espanta, y vuela. |
Tanto es lo que te quiero, | |||
que, aunque amarte es morir, te amo y me muero. |
Sólo para quererte | |||
voy robando unos días a la muerte. |
Cuenta el amor muy bajo a las mujeres, | |||
que hay un deber contrario a los deberes. |
¡Ay de aquel que ya tiene en esta vida, | |||
excepto para ti, la fe perdida! |
En la hoja en que escribo este «te quiero», | |||
siento el perfume de mi amor primero. |
¡Huid, maldito enjambre | |||
de ideas locas que mi frente esconde, | |||
pues, como dice Franklin, no sé dónde, | |||
«quien vive de esperanzas, muere de hambre»! |
Si sufres, ten paciencia: ese es tu sino. | |||
Toda hermosa es un mártir del destino. |
Sé natural, que es, además de hermosa, | |||
la gran naturaleza una gran cosa. |
Nació, sufrió, murió. Tal fue su historia. | |||
Destino de mujer. ¡Virtud sin gloria! |
La fuiste a secuestrar, y, ya casado, | |||
eres tú, más bien que ella, el secuestrado. |
Por ti mi corazón cayó en la cuenta | |||
de que hay fiebres de amor a los sesenta. |
Dondequiera que voy, hace el destino | |||
que te halle casualmente en el camino. |
Esa mujer que miras de pasada, | |||
jamás, después de vista, es olvidada. |
El santo matrimonio nos aterra | |||
después que hemos sabido | |||
que, en las luchas civiles, el marido | |||
es quien paga los gastos de la guerra. |
Como un gran abogado, esa perversa | |||
hace blanco la negro y viceversa. |
¡Qué olvidos tan extraños! | |||
Al verte no me acuerdo de mis años. |
Hay rubias, como tú, tan verdaderas, | |||
que, al esparcir el día sus destellos, | |||
parece que las mismas hechiceras | |||
cortan rayos del sol con las tijeras | |||
y después os los ponen por cabellos. |
Hay quien da vuelta al mundo, y luego exclama: | |||
-Para nuestra alma el mundo es lo que se ama. |
Sólo a mi amor has dado | |||
un instante de gloria; | |||
mas juro que, sujeto a mi memoria, | |||
jamás caerá ese instante en el pasado. |
Al salir a la calle las ideas, | |||
son del incendio popular la teas. |
Te dije el fin de las amantes glorias | |||
que conseguir anhelas; | |||
casarte como en todas las novelas, | |||
y hartarte como en todas las historias. |
Lleva siempre en la frente lo que se ama, | |||
como Moisés, un resplandor de llama. |
¿Dudas de mí? Teniendo tantas hechas, | |||
no es raro que un ladrón tenga sospechas. |
¡Cuánta mujer que marcha al casamiento, | |||
da en la calle, en el río, o en el convento! |
Aprende, niña bella, | |||
que tan sólo es dichoso el que no olvida | |||
que, aunque no hay nada inútil en toda ella, | |||
no hay cosa más inútil que la vida. |
Muchos, cual yo, delante de tus ojos, | |||
no se miran de pie, se ven de hinojos. |
Con bondad e inocencia, | |||
hermosura y talento, | |||
Teresa, Dios hará que en tu existencia | |||
siga siempre alumbrando tu conciencia | |||
la ley de tu divino pensamiento. |
Si tan niña, eres ya la criatura | |||
más linda que el amor ha conocido, | |||
¿qué será cuando el tiempo y la hermosura | |||
den tu cuerpo a las Gracias concluido? |
Si en hacerla feliz tenéis empeño, | |||
tomad la realidad y dadla el sueño. |
Aunque morirme quiero, | |||
por no olvidarme de tu amor no muero. |
El hombre suele hacer todo lo bueno | |||
por la mujer que le llevó en su seno. |
María, es además de sentimiento | |||
tu mirada una luz con pensamiento. |
Al ver al mundo entero | |||
vagar sin norte y con la fe perdida, | |||
siento por él ese dolor sincero | |||
que siente por su enfermo el enfermero | |||
en el último instante de su vida. |
Gertrudis, pido al Dios omnipotente, | |||
con el más vivo anhelo, | |||
que pasen las tristezas por tu frente, | |||
como pasan las nubes por el cielo. |
Pasando, indiferente por mi lado, | |||
no le importa a la infiel que ya no la ame; | |||
aun no ha sentido, como yo, esa infame | |||
el tormento de odiar lo que se ha amado. |
Desde que vi, Mercedes, tu hermosura, | |||
el quererte es mi ramo de locura. |
Al final de la orgía | |||
siente ella pesadumbre, y él bosteza, | |||
que en amor, ya agotada la alegría, | |||
se queda cada cual con su tristeza. |
Te adoró el primer mes; pero al siguiente | |||
ya era un frío deber su amor ardiente. | |||
¡Paciencia! Hoy como ayer y ayer como antes, | |||
nace y muere un amor en dos instantes. |
A fuerza de burlar y ser burlado | |||
se adquiere este secreto: | |||
que el hombre es un perfecto condenado | |||
y la mujer un ángel incompleto. |
O lánzame al horror del fuego eterno, | |||
o elévame del goce al alto emporio; | |||
pues tu amor, que no es cielo ni es infierno, | |||
jamás deja de ser un purgatorio. |
Van y vienen, por sitios alfombrados | |||
la grey de engañadores engañados, | |||
con hojas de los árboles caídas, | |||
unas cuantas esposas aburridas | |||
y otros tantos maridos fastidiados. |
Son iguales, Leonor, nuestros destinos; | |||
morirás, como yo, de mal de amores, | |||
porque siempre, y en todos los caminos, | |||
tu corazón asaltarán, traidores, | |||
el tedio y el placer: dos asesinos. |
-¿Por qué dicen -pregunta Rosalía-, | |||
que nos mata él amor, siendo tan bueno? | |||
-Lo dicen los que saben, hija mía, | |||
que, si un vaso de amor es ambrosía, | |||
un vaso de placer es un veneno. |
¡Qué bien llevas los años que han pasado! | |||
Y los míos, Pilar, ¡qué bien los llevo! | |||
¿Recuerdas cuántos son? Yo lo he olvidado. | |||
Sólo a indicar me atrevo | |||
que, desde el tiempo viejo en que te he amado, | |||
barrió el polvo de un siglo un aire nuevo. |
Sólo recuerdas de tu edad pasada | |||
lo que hubo de infeliz en tus amores. | |||
¡Qué quieres, prenda amada! | |||
El dolor nos recuerda otros dolores, | |||
pero un placer no nos recuerda nada. |
Todavía, perjura, | |||
mi corazón se goza en la amargura | |||
de tus falsos amores, | |||
como una sepultura | |||
que, con restos de un muerto, cría flores. |
¿Qué diabólicas mañas | |||
tendrá esa pecadora, | |||
que cuando llama a ellas, la traidora2 | |||
siempre la abren las puertas mis entrañas? |
Si algún César triunfante | |||
te viera desde el fondo de su gloria, | |||
podría ese lunar de tu semblante | |||
hacer variar el curso de la historia. |
Fue inútil nuestro afán; no hemos logrado | |||
reavivar tus ardores ni los míos, | |||
porque el amor y el agua de los ríos, | |||
no vuelven a pasar si ya han pasado. |
Al ver hoy tan erguido | |||
al galán que vio ayer tan humillado, | |||
el mundo ha conocido | |||
que llegó para ella el bien perdido | |||
llegando para él el bien logrado. |
¡Aunque no suele enardecer su pecho | |||
el calor de la fe, | |||
pasa la vida, en lágrimas deshecho | |||
envidiando al que cree! |
Sin la fe, la conciencia es un abismo, | |||
y el peor compañero es uno mismo. |
Pasando de la pena a la alegría, | |||
nuestra alma es el retrato | |||
de esa móvil campana que en un día | |||
toca a boda, a agonía, | |||
a oración, a bautizo y a rebato. |
Un rizo de tu rubia cabellera | |||
es la gloria mayor de mi destino: | |||
si como hecho es un trapo una bandera, | |||
como idea es un símbolo divino. |
A eterna fe nuestra alma condenada, | |||
los que no creen en Dios creen en la nada. |
Me dijo «sí», con tan discreto modo, | |||
que no lo oyó ni Dios, que lo oye todo. |
No deja verte bien ni un solo instante, | |||
la inundación de luz de tu semblante. |
Como van las malditas experiencias | |||
nuestra alma invalidando, | |||
en cada año que pasa voy echando | |||
una pata de palo a mis creencias. |
La novedad del día en las ciudades | |||
es la cola del perro de Alcibíades. |
Hay quien tiene ictericia | |||
de soñar que le ahorca la justicia. |
Yo, como muchos, creo | |||
que dura nuestro amor lo que el deseo. |
¡Dichoso el que no olvida | |||
que no se halla ventura | |||
si, a una conciencia pura, | |||
no se une la esperanza de otra vida! |
En cualquier mujer, reina o pastora, | |||
se encuentra alguna cosa encantadora. |
Soy en pensar que me amarás un día | |||
el ciego que soñaba que veía. |
Me inspiras compasión, pues dicen que eres | |||
¡oh infeliz!, muy feliz con las mujeres. |
Me dijo, al verme triste, una chilena: | |||
-Siempre hay una mujer junto a una pena. |
¡Dichosa la mujer que no conoce | |||
que, en los goces tranquilos, falta el goce! |
Pareces, Delia, de la aurora hermana, | |||
y creo firmemente | |||
que al nacer tú, dejó sobre tu frente | |||
sus rayos más hermosos la mañana. |
Les falta algo de amor, a los amores | |||
que no son un infierno de dolores. |
Si en la senda del mal te ves perdida, | |||
no sigas adelante. | |||
Para volver al bien en esta vida | |||
todo momento es el supremo instante. |
¡Quién pudiera, con tierna confianza | |||
deslizar en tu oído | |||
ciertos cuentos, Inés, que yo he aprendido | |||
de mi eterna nodriza la esperanza! |
Acompañado del tintín del oro | |||
toda mujer dormida oye un ¡te adoro! |
¡Oh! ¡Qué niña tan bella!... | |||
En mi tiempo, su madre era como ella. |
Cuando te cases, Lola, | |||
te encontrarás con él dos veces sola. |
Fanny, guardando de tu edad primera | |||
recuerdos halagüeños, | |||
te he de dejar por mi única heredera | |||
cuando haga el testamento de mis sueños. |
Por flaquezas del cuerpo, o las del alma, | |||
la vida es un pecado que se empalma. |
Hay sabio, de impiedad tan candorosa, | |||
que no tiene fe en Dios, y cree en su esposa. |
¿Preguntas qué es amor? Es un abismo, | |||
mal y bien, esperanza y desaliento, | |||
antídoto y veneno a un tiempo mismo, | |||
odio y pasión, deleite y sufrimiento. |
Viejos y nuevos, grandes y pequeños, | |||
los ídolos pasando | |||
desde el cielo a la tierra, van echando | |||
pasadizos de fe, puentes de sueños. |
¿Qué es preciso tener en la existencia? | |||
Fuerza en el alma y paz en la conciencia. |
Eres el tipo raro | |||
de esas que hacen un velo del descaro. |
Cuando dudaba de ella, vacilaba; | |||
pero ya no vacilo: | |||
su amor, mientras dudé, me atormentaba; | |||
hoy sé que me es infiel y estoy tranquilo. |
Todos lo han conocido: | |||
¿Va con uno y bosteza? Es su marido. |
Tu mano de marfil, que antes ardía, | |||
ya me suele quemar de puro fría. |
Tratad con indulgencia | |||
a aquel que hace lo innoble con decencia. |
No olvides un instante | |||
que es quedarse detrás no ir delante. |
¿Por qué saben las gentes que has pecado? | |||
Lo saben porque rezas demasiado. |
Alegra el ver a las mujeres bellas, | |||
como idealiza el alma el ver estrellas. |
¿Qué saqué al fin de los amores míos? | |||
La cabeza caliente y los pies fríos. |
Eres, después de vieja, | |||
sirena inversa que, si llama, aleja. |
Es cosa en ellos y ellas convenida, | |||
dar ellas la virtud y ellos la vida. |
Adoré tanto a Estrella, | |||
que, a pesar de su edad y de la mía, | |||
siempre que me habla con los ojos ella, | |||
yo la oigo con los míos todavía. |
Se hace también, merced a la conciencia, | |||
en los lechos de pluma, penitencia. |
Al pedirme la luna muchas bellas, | |||
yo les di el sol, la luna y las estrellas. |
Ya tanto tu virtud exteriorizas, | |||
que a fuerza de pudor escandalizas. |
¡Cuánto desventurado | |||
hay que cree conquistar y es conquistado! |
¡Cuán feliz es el que oye eternamente | |||
el mismo ruido de la misma fuente! |
¡Feliz tú, que tan sólo has disfrutado | |||
la embriaguez de lo real en lo soñado! |
Hay mujer que se juzga tan despierta, | |||
que siempre piensa el mal y nunca acierta. |
Dice esa infame que por mí ha sabido | |||
que el hombre es un demonio pervertido. |
Yo una vez tuve amores | |||
con una mujer fiel... ¡Horror de horrores! |
Te vendí y me vendiste: está bien hecho: | |||
la venganza, en España, es un derecho. |
Amantes y no amantes | |||
me dicen que, como eres tan hermosa, | |||
parecen tus pendientes de brillantes | |||
los gusanos de luz junto a una rosa. |
Sin los puntales de la fe, algún día | |||
la bóveda del cielo se caería. |
Aunque un ángel lo llene de agua pura, | |||
todo vaso es un cáliz de amargura. |
A un tiempo nos deleita, y nos maltrata | |||
la preciosa Angelita, | |||
pues es mujer que, si nos mira, mata, | |||
y, si vuelve a mirar, nos resucita. |
Diría la verdad, si te jurara | |||
por los dioses mayores y menores, | |||
que son los hoyos de tu hermosa cara | |||
el nido de mis últimos amores. |
Hay Cresos que con ansia desmedida | |||
gastan la vida en apilar dinero | |||
sin calcular primero | |||
que el oro vale menos que la vida. |
Busqué la ciencia y me enseñó el vacío, | |||
Logré el amor, y conquisté el hastío. |
En
la muerte de Zorrilla | ||||
Por bueno y por glorioso, el cielo quiso | ||||
que subiese al Edén, que merecía, | ||||
el último cantor, que descendía | ||||
del primer ruiseñor del Paraíso. |
Ha muerto, y, desde ahora, sus despojos | |||
ya se verán, más que de pie, de hinojos. |
De él, de su amor, y de tu fe, y de todo | |||
hará, el deshielo de la nieve, lodo. |
Teme más, el que es bueno, | |||
a su propio desprecio, que al ajeno. |
Te vi ayer, y perdona si al momento | |||
contigo me casé de pensamiento. |
Por falta de virtud o de memoria, | |||
mientes más tú que el que inventó la historia. |
¿Niegas que fuiste mi mejor amiga? | |||
Bien, bien; lo callaré: nobleza obliga. |
Si miro de tus ojos al espejo | |||
conozco que no sirvo para viejo. |
Tan sólo con mirar, o dar la mano, | |||
vas causando más fiebres que un pantano. |
Es grande en extensión el Océano; | |||
pero es más grande el corazón humano. |
Soy en creer las cosas tan reacio, | |||
que solamente leo | |||
la historia, como un viaje de recreo | |||
por los campos del tiempo y del espacio. |
La muerte, por nosotros tan temida, | |||
es un cambio de frente de la vida. |
Suele morir el hombre en los momentos | |||
en que empieza a ordenar sus pensamientos. |
No hay una luz más bella que la nube, | |||
del humo del hogar que al cielo sube. |
Da al diablo, el hombre, la existencia entera | |||
y la dedica a Dios la hora postrera. |
¿Te casaste? Pues bien, ya has conquistado | |||
frío hogar, mesa muda y lecho helado. |
Cuando ames, Esperanza, ten presente | |||
que lo hermoso del hombre está en la frente. |
Hombre, no temas al infierno tanto, | |||
que el pecador, cuando se casa, es santo. |
Pues te robó a mi amor, que sufra en calma | |||
que tú y yo nos besamos con el alma. |
Si al morir va al infierno mi marido, | |||
es que vuelve al país en que ha nacido. |
Al fin te consagraste a los altares, | |||
más bien que por tu fe, por tus pesares. |
Empleando las frases vagamente, | |||
no dice la verdad, y nunca miente. |
Sé por mí que no hay nada más helado | |||
que el cráter de un volcán, si está apagado. |
¿Y su amor? Ya está muerto y enterrado, | |||
pues hay quien ha advertido | |||
que se limpia al descuido, con cuidado | |||
el sitio en que la besa su marido. |
Cree que ya en otra vida ha sido un reo | |||
a quien ahorcó el verdugo, y yo lo creo. |
No tengáis duda alguna: | |||
felicidad suprema no hay ninguna. |
Nadie puede librarse en su camino | |||
de los celos con trampa del destino. |
Debí un favor a una mujer muy bella, | |||
y, aunque fue a precio vil, después de aquello | |||
toda mi vida al acordarme de ella | |||
la siento hasta en la punta del cabello. |
Aprende a ver sin pena | |||
que tendrá su ambición su Santa Elena. |
¿Qué son la gloría ni el poder, si, en suma, | |||
la gloria aburre y el poder abruma? |
Cosas que nunca ha comprendido mi alma, | |||
bailar con frenesí y amar con calma. |
Teniendo a dos para llenar las horas, | |||
ríes con uno, y con el otro lloras. |
Teresa España, adiós; aunque no quiera, | |||
te he de olvidar, lo sé...cuando me muera. |
A fuerza de estudiado, es un marido | |||
más estulto que Homero traducido. |
Cazadores y amantes | |||
cautivan fascinando con reflejos: | |||
unos cazan mujeres con diamantes, | |||
y otros cogen alondras con espejo. |
Ya la vida desdeño | |||
al ver que, más que un sueño, es un mal sueño. |
Además del perdón que me has pedido, | |||
te concedo el desprecio y el olvido. |
Dadme sangre española | |||
que, sin fuego y sin luz, se inflame sola. |
Conque ¿tienes amores | |||
con una mujer fiel? ¡Horror de horrores! |
Es tal mi somnolencia, | |||
que, aunque estoy en Madrid, vivo en Valencia. |
FIN