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Astrología y fascismo en la obra de Arlt [Selección]

José Amícola






ArribaAbajo1. Problemática en torno a la obra de Arlt


Observaciones generales

Roberto Arlt (1900-1942) escribió juntamente con sus colaboraciones periodísticas regulares1 cuatro novelas: El juguete rabioso (escrita entre 1919 y 1924, publicada en 1926), Los siete locos (escrita entre 1928 y 1929, publicada en 1929), Los lanzallamas -continuación de la anterior- (escrita entre 1930 y 1931, publicada en 1931), y El amor brujo (1932). Los cuentos escritos por Arlt en estos años fueron reunidos por él mismo bajo el título de El jorobadito en 1933. Otros cuentos posteriores, aparecidos en revistas, fueron también reeditados juntos bajo el título de El criador de gorilas en 1941. En este mismo año aparece en forma de novela corta semanal su narración Un viaje terrible. A partir de 1932 el interés de Arlt por la narrativa se ha visto eclipsado por el descubrimiento de la forma teatral; a este nuevo género entrega desde entonces sus mayores esfuerzos.

La primera novela de Arlt El juguete rabioso, había aparecido en 1926 un año de fecundo clima para la producción literaria argentina año que además representa la cúspide del clima de optimismo de la república «radical» -o liberal-, cuando el alza de la moneda argentina ponía en peligro las exportaciones por tender a superar el valor del dólar y de la libra esterlina2. Sin embargo, la visión de la situación que daba esa obra marchaba a contrapelo de lo que las clases cultas esperaban. Otros autores consagrados -Ricardo Güiraldes, Enrique Larreta (1875-1961)- acababan de publicar ese mismo año frisos telúricos que tematizaban el campo (de donde, en definitiva, afluían las divisas). El juguete rabioso no mereció atención3. Las dos novelas aclamadas por la crítica, Don Segundo Sombra y Zogoibi, miraban nostálgicamente bacía el pasado y, por ello, cerraban una época el paternalismo feudal- y un género literario -la literatura gauchesca4. La novela de Arlt, en cambio, abría consigo la novelística urbana moderna, con sus profundas raíces en la concreta realidad de la mayor metrópolis hispánica; ella compendiaba la vida de esa buenos Aires e iba dirigida a sus habitantes. Hoy en día algunos críticos la consideran el punto de partida de toda la novelística moderna iberoamericana5. Lo cierto es que ella resulta también el preámbulo y preparación de la siguiente novela de Arlt, Los siete locos, que fue escrita en esa atmósfera hostil del mundillo literario de la época. Ella recibió, sin embargo, el tercer premio otorgado por la Municipalidad de Buenos Aires para la producción de ese año. Esta segunda novela habría de ser su obra central por la densidad y riqueza de los elementos puestos en juego. A ella y a su continuación, Los lanzallamas, dedicaré especialmente las páginas siguientes.

El especial interés de este ciclo reside en aparecer entre dos acontecimientos socioeconómicos de enorme magnitud y vinculados entre sí: la crisis económica mundial de octubre de 1929 -que echó por tierra una estabilidad aparente y la ideología liberal correspondiente- y el primero de los golpes de Estado (el 6 de setiembre de 1930), que desde entonces sacudirían a la Argentina periódicamente, quebrando así la imagen de un país con espléndido porvenir, contrapartida del coloso del Norte6. En realidad, la Argentina era en ese momento el campo de puja entre dos potencias que se la disputaban: Estados Unidos trataba de desalojar a Inglaterra de su hasta entonces semicolonia7. La Argentina estaba entonces atada a Inglaterra mediante una red ferroviaria de propiedad inglesa, que actuaba de agente del capitalismo de Londres, donde desde temprano se había conseguido hacerle contraer empréstitos para endeudaría financieramente y poder así hacer valer mejor las exigencias de explotación8; pero, al mismo tiempo, era la Argentina en 1929 uno de los principales compradores de automóviles que Estados Unidos tenía en el extranjero9. Este conflicto de intereses económicos orquestado mediante una activa diplomacia y campaña publicitaria -es decir, maquinaciones de imposición ideológica- había dividido en dos sectores a la burguesía agraria desde comienzos de siglo10. El ciudadano medio argentino creía, sin embargo, ingenuamente que esta lucha entre Estados Unidos e Inglaterra redundaría en su beneficio, mientras el presidente liberal Yrigoyen hacía denodados y vanos esfuerzos, en un parlamento con fuerte oposición, para obtener el margen de acción que el sistema de la libre competencia habría debido otorgarle teóricamente.

En ese momento aparece Los siete locos, una obra sin igual en las literaturas hispánicas, que, con su hondo pesimismo, cala hondo en la crisis de valores que se avecina, profetizando el derrumbe de un edificio falso.




El argumento del ciclo. Los siete locos-Los lanzallamas

Los siete locos. El cobrador domiciliario Erdosain, acusado por sus jefes de haber sustraído dinero de la empresa, recurre a la ayuda de un conocido, apodado el Astrólogo, para reintegrarlo. Así entra Erdosain en su esfera de influencia y se pliega, sintiéndose fracasado y humillado, a la sociedad secreta del Astrólogo, quien planea crear el pánico para derrumbar la sociedad capitalista y erigir otra donde la mayoría será esclava, pero engañadamente feliz. En las reuniones secretas que desde entonces se organizan un Mayor del ejército propone, en cambio, establecer una dictadura militar. Erdosain, mientras tanto es halagado por el grupo, que le propone la creación de una fábrica de gases asfixiantes, cuyos gastos serían pagados con la explotación de una cadena de prostíbulos. Más tarde, obtiene Erdosain que el dinero para ellos sea conseguido secuestrando a su primo Barsut, de quien quiere vengar antiguas humillaciones. También se planea asesinarlo, pero esto último es fingido por el Astrólogo para mantener a Erdosain atado al grupo mediante un cargo (falso). Erdosain, mientras tanto, se siente agobiado por los remordimientos de la muerte de su primo y se confía a Hipólita, la mujer de un amigo.

Los lanzallamas. Hipólita va a ver al Astrólogo para extorsionarlo por asesino, pero al conocerlo desiste de su idea. Al enterarse, además, de que Barsut no ha muerto, considera genial al Astrólogo y decide secundarlo en sus planes; sin embargo, éste desiste de la conspiración, libera a Barsut, le devuelve su dinero (en billetes falsos) y le entrega un revólver para ganar su confianza; en realidad, lo obliga a matar así a un personaje molesto para defenderse. El Astrólogo prende fuego a la casona, donde ha funcionado la sociedad secreta, y escapa con Hipólita y el dinero verdadero de Barsut. Erdosain, por su parte, confía al cronista (que narra toda su historial que ha asesinado a su amante; poco después el protagonista pone fin a su vida. Barsut, entretanto, es descubierto por la policía al pagar con dinero falso; sus declaraciones a la prensa lo hacen famoso y le abren el ansiado camino de una carrera cinematográfica.




La influencia de Dostoyevski sobre Arlt

¿Qué nos dice, por su parte, la búsqueda de las fuentes? Juan Carlos Onetti, uno de los escritores rioplatenses con más influencias de Arlt, declaraba en el prólogo a la edición italiana de Los siete locos11, que su autor había traducido a Dostoyevski al lunfardo. Con ello se refería Onetti a las relaciones entre el ciclo de Arlt y a Los endemoniados (1871-1872) del novelista ruso. Alberto Vanasco rectifica después algunas de las correspondencias sentadas por Onetti y establece otras entre los personajes de esas novelas12.

Pero tanto Onetti como Vanasco se quedan en la superficie de las semejanzas; más bien colaboran con ello a una lectura de la obra de Arlt que considero superficial. Si bien es cierto que Los endemoniados sirvió de inspiración a Arlt, indicar esto no nos lleva muy lejos en la problemática del ciclo. Más bien habría que indicar, a mi juicio, qué interesó al novelista argentino en la obra rusa, es decir, cuáles elementos no tomó y por qué motivos. Al mismo tiempo sería interesante averiguar qué dimensión podía acordarle Arlt a los sucesos históricos rusos, injertándolos en un contexto tan diferente en tiempo y lugar.

Fedor M. Dostoyevski (1821-1881) escribió Besy (Los endemoniados o Los poseídos) en Dresden hacia 1870 con un claro interés panfletario contra el liberalismo económico y contra el nihilismo filosófico alemán13, pero especialmente contra el anarquismo de M. Bakunin (1814-1876) y de S. Nechaief (1847-1882), que en ese momento había desencadenado un escándalo en Moscú por el asesinato del renegado Ivanof, ocurrido en 1869, ya que había puesto en evidencia la existencia de células (de cinco miembros). En esta novela Dostoyevski sienta su teoría del mal entendido como un realizar el mal por el placer que ello produce. En realidad, a pesar del intento de Dostoyevski de tematizar el acto gratuito, los intereses del instigador en la novela, Piotr Stefanovich Verjovenski, son políticos. Este personaje, un aristócrata intelectual, crea una sociedad secreta, basándose en los deseos de cambio de las otras clases, pero en realidad quiere desprestigiar los movimientos revolucionarios para justificar el establecimiento de un régimen más despótico que el zarismo de 1869, tendiente hacia una apertura burguesa. Para Dostoyevski el liberalismo ateo que Rusia estaba importando de Europa central podía ser perjudicial para el espíritu ruso. Había, en cambio, que fortalecer el zarismo recurriendo a la propia tradición y evitando tanto el fanatismo como el extranjerismo. Estas ideas son, sin embargo, contradictorias en tanto Dostoyesvki exhorta a una mayor represión para la conservación de un zarismo puro. El joven Piotr de la novela es una alusión al anarquista Nechaief, quien en 1869 había publicado un destructivo Catecismo revolucionario, según lo veía la nobleza rusa en ese momento, es decir, como un demente. Así dice este personaje: «Yo soy un pillo y no un socialista»14, con lo que queda claro que Dostoyesvski descarta de su temática la idea de aludir al marxismo15. En 1872, justamente cuando Dostoyevski termina de publicar su novela en folletín, el irracionalismo anarquista también sufría la condena de Marx en su oposición a Bakunin en la asamblea comunista de ese año. Mucho tiempo después veríamos, en cambio, que alguien como Joseph Goebbels (1879-1945) tomaría al pie de la letra lo que en el novelista ruso era una crítica, poniendo como epígrafe de su disertación doctoral de 1921 un párrafo de la novela en el que el personaje Chatof (en la realidad Ivanof) -luego víctima propiciatoria de la sociedad secreta- repite apasionadamente palabras contra la ciencia, la razón y el socialismo, declarándose en pro de una fuerza irracional que habría de mover los pueblos16; dicho epígrafe tiende, a mi modo de ver, un puente entre el anarquismo precientífico y destructor de Nechaief y el fascismo17.

¿Cuál era la visión del anarquismo en el Río de la Plata? Este movimiento había llegado aquí no por la vía aristocrática, sino con los campesinos y artesanos del proletariado y pequeña-burguesía española e italiana. Entretanto, el anarquismo europeo había alcanzado expresión científica con P. Kropotkin (1842-1921), cuya obra La conquista del pan (1892), aparecería publicada en el periódico anarquista La Protesta de Buenos Aires en 1930. Ella había contado ya con la admiración de un intelectual de la talla de Bertrand Russell18. En el seno familiar de Arlt no debía juzgarse el anarquismo como movimiento de aristócratas ociosos19, según lo atestigua la anécdota de 1909: al enterarse Roberto Arlt -niño de 9 años entonces- de que en Barcelona acababa de ser ejecutado el maestro pionero de la pedagogía moderna Francisco Ferrer Guardia (1859-1909) por instigación a atentados anarquistas, sin que fuera probada su participación, fabricó una bandera española y la quemó frente al negocio de un español vecino, después de romperle los vidrios, creyendo ver en ese odiado personaje la encamación de la intolerancia en su país20. Años después, en enero de 1931, cuando Arlt está terminando de escribir Los lanzallamas, es ejecutado en Buenos Aires el anarquista italiano Severino Di Giovanni21; en la novela se siente la influencia de esta experiencia en la simpatía con que está presentados los falsificadores de dinero22. ¿Podría tratarse, pues, en el ciclo de Arlt de una posición hostil al anarquismo como en la novela de Dostoyevski o siquiera burlona como aquella de Chesterton? Evidentemente, no. ¿Qué incita, entonces a Arlt a trasladar la acción de la novela rusa al Buenos Aires de 1928?23 Manifiestamente le interesa a Arlt hacer una parábola sobre hechos de su propia realidad concreta: en la Argentina del capitalismo dependiente durante la república liberal la oligarquía agraria añora la época de la conducción hegemónica del país (de la que ha sido parcialmente desplazada por una pequeña-burguesía acrecida con los inmigrantes que ella misma ha hecho venir) y se dedica ahora a conspirar, junto con una nueva capa militar que ve aproximarse su hora. Los rumores de conspiración son constantemente minimizados con el optimismo legitimista del presente Yrigoyen 24. Por lo tanto, lo que se halla agazapado durante el periodo, como una amenaza, no es el anarquismo libertario que busca justicia ahora a través de la lucha sindical, sino el de un movimiento perfectamente concertado militar y propagandísticamente, que podría llegar a actos como aquellos de creación de pánico que desde 1919 dirigía Mussolini con sus «Fasci italiani di combattimento», que fueron solventados por los grandes terratenientes. Así la amenaza que pesaba sobre el liberalismo de Hipólito Yrigoyen podría desembocar quizás más fácilmente en un golpe militar bajo la bendición estadounidense. Esta es la categórica disyuntiva en que aparece a los ojos de Arlt la Argentina real, pero subyacente de ese momento.

Los endemoniados es, por otra parte, una novela en clave en la que pueden reconocerse figuras de la intelectualidad y aristocracia rusas de aquel momento. En el ciclo de Arlt, en cambio, no existen este tipo de claves, venidas en el regazo de una tradición literaria del siglo XVII, cuando la literatura era un privilegio de un pequeño número de elegidos. Además, ahora la perspectiva es aquí una pequeña-burguesía urbana, que era la clase que por aquellos años daba el tono general en la Argentina, mientras su gran burguesía prefería hacer furor en París. Es, pues, el protagonista del ciclo de Arlt un hombre de la masa; pero este Augusto Remo Erdosain es doblemente antihéroe, por ser no sólo un desconocido, sino también el autor de un desfalco en una empresa (probablemente estadounidense)25. Estamos, pues, muy lejos de la figura inspiradora de Los endemoniados, el ocioso Nicolás Stavroguin. Ahora a la pintura de la vida ociosa de la aristocracia rusa en una ciudad de provincias se le opone la descripción de la angustia de una metrópolis en la mente de un empleadillo que apenas gana para vivir. Ya no hay lugar aquí para la problemática religiosa que preocupa al maestro ruso. El pequeño-burgués Erdosain se debate, en cambio, en una sexualidad temida y tabuizada que tiene su contrapartida en la prostitución. Este elemento de doble cara será constitutivo en la visión de la sociedad que nos da Arlt; la prostitución ejemplificará, al mismo tiempo, de la manera más crasa la explotación del hombre por el hombre que tiene lugar en dicha sociedad. Esta dolorosa cotidianeidad será en Arlt, a diferencia de lo que sucede en la novela de Dostoyevski, el arma para destruir la versión oficial de una realidad promisoria: el liberalismo es atacado por ambos autores, pero el escritor argentino, por su parte, lo pone en el banquillo de los acusados para demostrar que bajo las vestiduras de gala se encuentra la injusticia, no para animar a los gobernantes a la represión26.

Otra diferencia con el modelo ruso se encuentra en el ciclo de Arlt en un desfasamiento del clímax, nacido de la exigencia interna de la obra. Arlt conserva el tipo de desenlace (los instigadores se marchan ilesos, los antihéroes se suicidan), pero cambia la identidad de la víctima propiciatoria: el asesinato de Chatof se transforma en la comedia fraguada del asesinato de Barsut, quien a su vez dispara sobre un agresor, el autómata del Astrólogo, Bromberg. Este desfasamiento corresponde a una preocupación que le será característica a Arlt: la del juego constante entre las apariencias y la verdad.




Tendencias de la crítica en el análisis de la obra de Arlt

La historia de la investigación literaria sobre la obra de Arlt, puede considerarse dividirla en cuatro periodos dotados particularmente de las anteojeras de cada época. Ello no significa, sin embargo, que dentro de ella no haya habido aciertos. La riqueza de los enfoques críticos sobre la producción de Arlt revela su profundidad, por cierto, pero determinados «passe-partouts» conceptuales, convertidos en etiquetas, pueden llevar a estereotipos difíciles de superar. Como ejemplo de estos períodos voy a mencionar los trabajos escritos en la Argentina. Ellos han llegado a sumar nueve estudios, además de los muchos artículos diseminados en revistas y obras de consulta. Estos análisis pueden agruparse, a mi modo de ver, por el énfasis puesto en determinados aspectos sobre la obra de Arlt, los que en cada caso han tomado carácter absoluto y único. Así se han ido descubriendo alternativamente:

  • Entre 1926 y 1952 un «realismo urbano», nacido en la toma de conciencia del fenómeno de crecimiento de Buenos Aires por oposición al campo, que empieza a perder interés y desaparece de la zona iluminada argentina. La tendencia de los artículos de este período culmina en el primer estudio extenso (de 1950), perteneciente a Raúl Larra27.
  • Entre 1952 y 1964 una «angustia existencial», gestada en la profunda influencia de Sartre en la Argentina. La piedra de toque se halla en los artículos de la revista Contorno, que dan el tono general a la investigación28, y terminan de tomar forma en el acentuamiento de un protagonista arquetípico, que Nira Etchenique bautizaría como «El hombre de Arlt»29.
  • Entre 1965 y 1971, «sexualidad, clases sociales y estructuras narrativas». En este periodo los estudios se han intensificado en número, y, al mismo tiempo, ramificado. Los impulsos vienen ahora de un renovado freudismo, de una intensificación del marxismo y de la brecha estructuralista30.
  • Entre 1972 y el presente polifacetismo de los «oficios de vivir». El excelente estudio de Diana Guerrero31, que inicia una nueva época, es también característico como apertura de perspectiva, que coincide con la creciente popularidad de Arlt en el extranjero32.

«El hombre de Arlt»

Entre el estudio primero de Larra, quien ligado a una tendencia biografista propia del positivismo había identificado en demasía los personajes de Arlt con la propia vida del escritor, y el reconocimiento de Diana Guerrero: de que un autor como Arlt podía quebrarse en el prisma de personajes, sin que ellos fueran exactamente él mismo, sino sus potencialidades encontramos el estudio intermedio de Nira Etchenique. Su búsqueda de un personaje típico que no sólo reflejara a Arlt, sino también al argentino medio se apoyaba en parte en Larra, pero especialmente en el exitoso ensayo de Raúl Scalabrini Ortiz (1898-1959) titulado El hombre que está solo y espera (1931). Se trataba, pues, de detectar al pequeño-burgués que deambula y espera en las esquinas de Buenos Aires. En la obra de Arlt sus personajes se presentaban obsesivamente como su espejo en la reiteración de nombres hispánicos unidos a apellidos centroeuropeos, como el del propio Roberto Arlt:

  • Silvio Astier (en El juguete rabioso);
  • Augusto Remo Erdosain (en Los siete locos-Los Lanzallamas);
  • Estanislao Balder (en El amor brujo);
  • Ricardo Stephens (en «Noche terrible», cuento de El jorobadito);
  • Eugenio Karl (en «Una tarde de domingo», ibidem);
  • Gustavo Baer (en «El traje del fantasma», ibidem);

Esta constatación entre la formación de los nombres de figuras en Arlt y el suyo propio concentró durante dos décadas la atención hacia una figura central en la obra de este escritor. Todavía esta influencia negativa se rastrea en el estudio de David Maldavsky, quien a pesar de su intento de dar una base sociológica e histórica a su trabajo no llega al fondo del problema, puesto que no la extiende a todos los personajes; al pretender ubicar solamente a Erdosain en su contexto social, peca así Maldavsky contra el anhelo de totalidad que su intención perseguía.




¿Quiénes son los otros «locos» del ciclo?

Si nos atenemos a la novela Los siete locos, parece surgir inmediatamente la pregunta a quiénes incluye este número. El número 7 -de tradición cabalística33- aparece claramente sólo en el título. Es evidente que el escritor dejó al lector la tarea de recomponer el esquema. Sin embargo, sus lectores -representados por los críticos- tomaron la adivinanza con ligereza, ignorándola. Al no percibir la complejidad del problema, probablemente achacaron inconscientemente las incongruencias a las consabidas «carencias» de Arlt.

En la novela de que se trata hay muchos más que siete personajes singulares34. La cosa fue aparentemente resuelta con facilidad en las puestas en escena35, pues en el capítulo de la reunión de la sociedad secreta se encuentran en la casa en ese momento siete personajes; sin embargo, si leemos el pasaje con atención vemos que se habla del número 5 y 6: «[El Astrólogo] levantó la cabeza mirando a los otros cinco hombres que estaban frente a la cabecera de la mesa...», «la sociedad secreta somos nosotros seis» (LOCOS, p. 103; OBRA, I, p. 221-2). En una escena posterior el Astrólogo divaga a solas con cinco títeres que simbolizan a los integrantes de la sociedad secreta y allí se trata de «cinco fantoches» (LOCOS, p. 165; OBRA, I, p. 284). En estos dos episodios se dejan de lado alternativamente en la cuenta a Bromberg, al Mayor y al Abogado. Es interesante adelantar que el segundón Bromberg es el único personaje declaradamente loco desde el principio de la historia -no tiene derecho a sentarse a la mesa de los jefes- y que el Mayor y el Abogado se perfilan como contrafiguras del Astrólogo. El Abogado abandona, además, la reunión a poco de iniciada36. Creo, pues, que la repetida mención de una sociedad secreta que se compone de cinco miembros -a veces se trata de seis, considerando fuera de ella al jefe superior, que dirigirá también otras posibles células de cinco - es una alusión a los famosos grupos de cinco anarquistas que se dieron realmente en Rusia hacia 1870. En la novela de Arlt ellos no coinciden exactamente con aquellos a los que se alude en el título. Por ello considero que la interpretación de Alberto Vanasco en el artículo ya citado es errónea; allí Vanasco identifica a los cinco funcionarios rusos de Dostoyevski, llamados Liputin, Liamchin, Virguinski, Chigaliof y Tolkachenko con los cinco jefes de Arlt. No encontramos, sin embargo, en Arlt estos seres rusos, excepto la mención de su número. Los funcionarios rusos de Dostoyevski no coinciden en nada con los desclasados de la sociedad con los que Arlt compone su mundo. A Arlt le han servido de inspiración otras figuras que se hallaban al margen de estos cinco o en una posición ambigua con respecto a la sociedad secreta (Chatof, Stavroguin, Kirilof, Stepan Verjovenski, quizás Lebiadkin) o eran sus fundadores (Piotr Verjovenski), todos ellos condenados a fracasar de antemano, tanto en el medio burgués o aristocrático como en la sociedad secreta, pues no son capaces de abrazar la acción y rehacer el curso de su destino, ni siquiera como conspiradores. Ninguno de ellos coincide, sin embargo, exactamente con los personajes de Arlt, pues el escritor argentino ha tomado elementos disímiles de unos y otros como punto de partida, basado en la observación de su entorno, para crear figuras completamente originales y típicamente argentinas.

Si he dedicado tanto espacio a un aspecto aparentemente secundario, ha sido porque la bibliografía ha pasado por alto el problema. Este aspecto numérico fue tratado hasta ahora solamente por Diana Guerrero y, aunque su estudio de 1972 es sumamente sagaz, faltan algunas explicitaciones al respecto. Por primera vez en la historia de la recepción de Arlt se trata en el estudio de Guerrero de analizar de cerca el rostro de los personajes que en rueda concéntrica rodean al mítico «hombre de Arlt»; aquí se nos presentan, entonces, siete locos que, en el fondo, son siete cínicos, que quieren hurtarle el cuerpo a la realidad contradictoria y aniquiladora del medio en que viven, componiendo una máscara y engañando a los propios autores de mecanismos para engañar, es decir a la sociedad. Los siete locos son entonces: 1. Erdosain (que engaña con el desfalco o sintiéndose inventor); 2. el Astrólogo (que se construye un carisma); 3. Barsut (que se pone la máscara de actor para representar lo que no es); 4. Ergueta (que inventa martingalas o entra en trances místicos); 5. Haffner (que detrás de su porte esconde el oficio de rufián); 6. el Buscador de Oro (que miente para atraer con la exaltación del coraje); y 7. Hipólita (que se pretende emancipada). En mayor o menor medida estos caminos encierran una falsedad en su postulación. Son, por cierto, los «oficios de vivir» que el escritor Arlt no ha querido o no se ha atrevido a elegir en su vida real, pero que representan alternativas vitales que Arlt ha exorcizado dándole soplo viviente en el papel. El octavo «oficio» es el del «Cronista» o «Comentador» de la historia, que tiene un puesto aceptable en la sociedad y que no fracasará37, este oficio será el único no rechazable por el escritor Arlt, el oficio vivible38. Hasta aquí Diana Guerrero. La inmanencia metodológica que la autora se impone le impide no sólo un cotejo con el modelo ruso, que puede considerarse perdonable, sino una consideración del contexto histórico en que fueron puestos los personajes del ciclo; esta decisión de inmanencia me parece criticable, puesto que significa tirar por la borda en el momento más promisorio un instrumento que había necesitado dos décadas para alcanzar la agudeza con que se presenta en su estudio39.




Otras lecturas de la obra de Arlt: el personaje autoritario

A esta altura del análisis se puede afirmar que el hombre arquetípico de Arlt, coartado por un trabajo alienante y empujado por la esposa a aceptar las leyes de una sociedad represiva, no es la única personalidad que como un continuum recorre sus páginas. En el segundo plano aparece otra, altamente autoritaria, que ejerce sobre el narrador o sobre el protagonista una mezcla ambigua de atracción y rechazo. Esta línea, que no ha sido tendida por la crítica, se puede trazar desde el Astrólogo y el Mayor del ciclo novelístico hasta el Capitán de Un viaje terrible (1941), pasando por figuras más ambiguas como Saverio -del drama «Saverio el cruel» (1936). Aunque menos nítida que la línea de los protagonistas arquetípicos, esta otra tiene una relevancia política y, además, también va unida a elementos autobiográficos de Arlt y a la formación de su personalidad, a la que es necesario prestar atención.

Los elementos autobiográficos en las obras de Arlt han merecido, por cierto, consideración desde muy temprano, pero ellos no han sido vistos sobre la base de una teoría de la personalidad40. En el trabajo de Raúl Larra se pretendía iluminar la obra a través de los elementos autobiográficos y en el de Maldavsky se partía de la obra para analizar la psicología profunda de su autor. Faltaba en ellos establecer las líneas de doble dirección, como según Sartre41 debía procederse en un análisis literario.

La personalidad de un individuo es una estructura compleja, por cierto, que se forma durante la infancia y la adolescencia en un juego polivalente con el medio, con los otros individuos y con datos genéricos heredados. No se puede, por lo tanto, suponer en la constitución de la personalidad un determinismo a priori, pues las capas del Yo no permanecen pasivas, sino que tratan de resolver a su modo, las imposiciones endógenas y exógenas. El niño varón, por ejemplo, que está en condiciones de superar la etapa edípica puede verse enfrentado en un momento dado ante el dilema de la imposibilidad de identificación con la figura masculina (paterna) y ser así llevado a situaciones vividas conflictivamente42, que tratará de resolver en un complejo proceso, del que no se puede predecir el resultado.

David Maldavsky había tratado justamente en su estudio de 1968 de rastrear los conflictos en que habría estado Arlt en su primera infancia a través de la documentación indirecta que su obra nos suministra. Así vemos en ella, según Maldavsky, que los núcleos familiares han sido siempre amputados de la figura paterna o que cuando ésta aparece, como en el episodio de Erdosain niño, es para someterlo a una humillación. Así analiza también Maldavsky la pesadilla última de Erdosain acosado por el soldado gaseado, quien corporiza a su padre. Las conclusiones de este estudio coinciden con las que en 1965 había presentado Oscar Masotta: el personaje central de Arlt es un individuo incapaz de una sexualidad sana, al que atormenta un sentimiento de culpa fijado en su infancia, por el que buscará humillar y ser humillado. A través de esto percibimos los propios conflictos básicos del Arlt real. Hasta aquí Masotta-Maldavsky. A mi juicio estas conclusiones son correctas, pero el análisis de la relación Arlt-obra y su obra como resultado exige avanzar un poco más.

A mi juicio es importante prestar atención a los elementos biográficos de Arlt en relación con la constitución de su personalidad. Sus padres habían llegado a la Argentina a fines del siglo pasado. Karl Arlt era de lengua alemana, pues venían de Posen, ciudad de la antigua Prusia, hoy territorio polaco; su madre, Catharine Iobstraibitzer venía de Trieste, punto de confluencia de culturas en choque (la austríaca, la italiana y la eslava)43. El niño creció en el seno de esta familia atormentado por el autoritarismo del padre y la reacción de su madre, quien se refugiaba en el mundo ficticio que le brindaban los folletines melodramáticos o el espiritismo. En sus primeros pasos de identificación con su madre, el niño persigue también sin descanso el escape que le suministra la aventura en la ficción folletinesca44. Sin embargo, el conflicto creciente con la llegada de su adolescencia lleva a Roberto Arlt a dejar la casa paterna. El peso que la presencia de un padre despótico dejaría en la personalidad de Arlt lo vemos, claro está, en su obra. En busca de aventuras y de una mejor suerte el futuro escritor se dirige a la ciudad de Córdoba. Seguramente se hallaría allí cuando las revueltas estudiantiles que luchaban por la Reforma Universitaria lograron su intento. Entonces Arlt tenía 18 años y, aunque seguramente no debía de darse cuenta de que aquello que se desarrollaba ante su vista -la destrucción de una universidad elitista- estaba siendo logrado para que en lo futuro individuos como él pudieran estudiar, es evidente que éstos deben de haber sido los primeros contactos que tuvo con las fuerzas de protesta que ponían en cuestión la «gran Cultura», ante la que Arlt se mantendría en constante oposición en su vida y su obra45.

Su inclinación a escribir que se intensifica en estos años (hacia 1919) puede verse también como una identificación con el mundo materno y una oposición al paterno, donde la exteriorización de la sensibilidad estaría tabuizada. Al mismo tiempo ella era la posibilidad de repetición de reencuentro con una actividad placentera de la infancia. Naturalmente que familias con esta configuración no eran raras en aquella época y no de todas ellas salía un escritor. ¿Qué es lo que hace la particularidad de la personalidad de Arlt? En realidad Arlt fue el único escritor de su generación que, sintiéndose arrastrado por un impulso indomable, supo hacer conjugar en la ficción de sus obras ese conflicto familiar al representar el autoritarismo y la búsqueda de escape hacia el irracionalismo. Lo extraordinario de la constelación lograda era que estos serían los elementos más increíblemente presentes en la cultura de una época, que estaba llegando a su culminación más absurda.




Desde el dilema del autoritarismo paterno a la creación del conductor ambiguo

¿Cuál es el puente que le permitió a Arlt el paso de una experiencia individual a la representación de un fenómeno de magnitud social?46 Me parece altamente significativo que dentro de la constelación se encontrara un padre que había recibido un tipo de educación rígida y cruel como se entendía en la Prusia de aquella época, aunque la emigración de Karl Arlt hacia la Argentina haya sido debida al intento de sustraerse a una disciplina y militarismo férreos47. Más tarde, las frustraciones y penurias pasadas por Karl Arlt en sus trabajos temporarios en la cosecha de yerba mate en el Nordeste argentino, de donde volvía humillado por la explotación padecida y sin dinero, hacían que sus rencores se volvieran contra aquellos que, en el mundo de su época, estaban sometidos a él como él estaba sometido a otros: su mujer y su hijo. El autoritarismo paterno debió de estar asociado para el joven Arlt con el de la época guillermina alemana (1871-1918) que el padre representaba y que se caracterizaba por la imposición de ciega obediencia. Pocos años después Arlt vivía las experiencias de grandes cambios sociales y revueltas que cuestionaban los valores impuestos y que se dieron entre 1917 y 1921 dentro y fuera de la Argentina. Su desconfianza ante los poderes legalmente constituidos hace evidente que Arlt no podía tener la misma posición hostil ante la rebelión anarquista que había tenido Dostoievski. El orden establecido que había defendido el escritor ruso había sucumbido -no sólo en Rusia- ante los embates de la Gran Guerra.

¿Por qué, sin embargo, la pintura del conductor político se presenta marcada por la ambigüedad en el ciclo de Arlt? El Astrólogo se nos muestra como un individuo también admirado por los que lo rodean. En realidad, Arlt en su vida privada tenía momentos de despotismo, que indican hasta qué punto estaba marcado por la educación familiar48. Las anécdotas que la hija del escritor, Mirta Arlt, ha venido difundiendo sobre su padre lo muestran como un ser «soñante», pero por otro lado también con rasgos de despotismo49. Las dos vertientes del seno familiar se encuentran en esta caracterización curiosamente conjugadas: autoritarismo y ensoñación como polos opuestos o autoritarismo e irracionalismo como unidad ejercían en la vida y obra de Arlt un poder irresistible. A la pintura de una genial imbricación de estos elementos va a dedicar sin descanso sus esfuerzos. El poder de fabulación lo había adquirido también en la infancia. Su personalidad había tomado forma resolviendo los conflictos en el hecho de registrarlos y describirlos. Ello lo llevaría al oficio de periodista y escritor.




Incomprensión de la postura de Arlt y de su representación del conductor político

La crítica, por su parte, no percibió que la lucha contra el autoritarismo podía darse por medio de una fantasía que la cuestiona50. Las expectativas del público culto de la época eran otras. La obra de Arlt fue, por ello, parcelada y encasillada en los moldes conocidos: se trataba de un realista51, cuyas caídas en lo fantástico significaban -si se lo adscribía a la pintura del proletariado típica de «Boedo»52- una traición y un escapismo desdeñable. Si estaba acostumbrado por aquella época a los planteos claros de la llamada literatura social que venía de escritores católicos como Manuel Gálvez (18821962) o de la generación más joven, izquierdista, de «Boedo»53. Ni se estaba preparado para la representación de caos político en una novela ni para comprender a un autor que quisiera engañar constantemente a sus lectores. La reacción general de la crítica fue, por lo tanto, considerar esos elementos como enigmas o caprichos de un escritor extraño. El público sin voceros de prestigio (como son las revistas literarias y los suplementos de diarios importantes) había respondido, sin embargo, positivamente a la aparición de Los siete locos. La crítica, en cambio, reaccionó en su contra, pues la burguesía no quería ver que en ella estaban anunciados los peligros del fascismo, aun cuando Arlt no pudiera formularlo con claridad. En este sentido, me interesa tomar como ejemplo la ausencia en los estudios sobre Arlt de la mención de una frase clave para comprender la coherencia de su posición política. En su drama antibélico «La fiesta de hierro» (1940) un obrero de la fábrica de armamentos escribe la frase «Abajo el fascismo» sobre el monumento que simboliza la guerra (OBRA, II, pp. 656 y 659). Considero, por mi parte, este episodio como una culminación del cometido de denuncia que Arlt se ha fijado como línea vital desde su juventud, que no puede ser callado, que no debería ser pasado por alto en ningún estudio sobre Arlt54. El mismo año de 1940 Arlt escribe un artículo que titula «Fosco o la economía al revés» -con el arcaísmo «fosco» quiere significar «oscuridad», «confusión»-, en él critica la visión político-económica presentada en una obra que acaba de aparecer en Buenos Aires con las siguientes palabras: «La primera enormidad política que Menasché sostiene expresamente a través de su obra es que las 'dictaduras son el producto de la locura de un individuo' y no la consecuencia de las necesidades de la clase capitalista que trata de buscar salida a la crisis económica a expensas de un violento sometimiento de la clase trabajadora. / Esta monstruosidad política (importa poco que se exprese festivamente por el vehículo de una farsa) se cumple (segundo disparate) en un país cuyas condiciones objetivas son absolutamente contrarias a las que se requieren para el establecimiento de una dictadura. / En Tintinabulia, país de nuestro autor, los negocios marchan viento en popa, el pueblo baila, los covachuelistas no recaudan impuestos, la masa no conoce la policía, ni el ejército, y el rey es bondadoso. En este paraíso económico, que ignora la lucha de clases, Menasché hace cristalizar una dictadura cuando todo estudiante de problemas sociales sabe perfectamente que las dictaduras surgen en un país cuando la clase trabajadora, librándose de las ilusiones parlamentarias, quiere (o existe una posibilidad de que intente) conquistar el poder por la violencia. La burguesía se defiende aplastando todos los organismos de clase tolerados por el régimen democrático». Raúl Larra, quien reproduce la cita55, concluye que Arlt ha ganado claridad ideológica gracias a la lectura de Marx; aquí Larra equipara planos de exigencia entre las declaraciones de personajes de ficción y declaraciones propias de Arlt, y al mismo tiempo, considera algunos pasos políticos como accidentales y no como una cadena en un proceso. Veamos cómo en Los lanzallamas se expresaba el Astrólogo con respecto a la función de los ejércitos nacionales en las repúblicas latinoamericanas:

1)

  «¿Podemos nosotros entablar una guerra con una país vecino? ¡No! Estados Unidos no lo permitiría. Y si con un estado limítrofe es imposible toda guerra, ¿quiere explicarme usted para qué necesitamos este ejército? Además, y observe usted que es una objeción de carácter científico, nuestro ejército completo puede ser destruido por una escuadrilla de cincuenta aviones de guerra [...] De igual modo nuestra escuadra de guerra. ¿Sirve para algo? ¿Podría hacer frente a la Escuadra de Estados Unidos? ¡No! ¿Y entonces...? Ahora, si nuestro estado capitalista mantiene a esos excelentes muchachos de familia es sencillamente porque el estado capitalista no puede sostenerse oprimiendo al proletariado sin el inmediato auxilio de la fuerza».


(LLAMAS, p. 253; OBRA, I, pp. 375-6)                


Pero en estas réplicas la injerencia norteamericana en la esfera económica ha hecho que el mismo democratismo y parlamentarismo sean también un mecanismo a su servicio. Así dice el Astrólogo en otro pasaje:

2)

  «Los bancos y empresas financieras organizan revoluciones en las cuales, prima facie, aparecen lesionados los intereses americanos. Inmediatamente se produce una intervención armada bajo cuya tutela se realizan elecciones en las que salen elegidos gobiernos que llevan el visto bueno de Norteamérica; estos gobiernos contraen deudas con los Estados Unidos, hasta que el control íntegro de la pequeña república cae en manos de los bancos. [...] Nicaragua ha sido invadida para defender los intereses de Brown Brothers Company. Cuando no es la Standard Oil es la Huasteca Petroleum Co. Vea, aquí, a un paso de nosotros, tenemos a un Estado atado de pies y manos por Estados Unidos. Me refiero a Bolivia. Bolivia, por un empréstito efectuado en el año 1922 de 32 millones de dólares, se encuentra bajo el control del gobierno de Estados Unidos por intermedio de las empresas bancarias Stiel and Nicolaus Investment Co., Spencer Trask and City y la Equitable Trust Co. Las garantías de este empréstito son todas las entradas fiscales que tiene el gobierno, controlado por una Comisión Fiscal Permanente de tres miembros, de los cuales dos son nombrados por los bancos norteamericanos y un tercero por el gobierno de Bolivia».


(LLAMAS, pp. 245-6; OBRA, I, pp. 367-8)                


Por supuesto, la posición del Astrólogo está modelada sobre el interés de cada uno de sus interlocutores, en este caso del Abogado, que es izquierdista. La crítica, sin embargo, no ha sabido separar la paja del trigo en las declaraciones de este ambiguo personaje y ha echado por la borda todo como confuso y, por lo tanto, rechazable, aunque tales afirmaciones se vieran confirmadas por los hechos concretos posteriores56: una año después de esta mención sobre Bolivia, este país se ve implicado en «la guerra del Chaco» (1932-1935), que se entiende generalmente como una guerra de intereses petroleros internacionales. La misma Argentina -por cierto no una pequeña república- escenifica elecciones «libres» en 1932 y luego nuevamente en 1938, bajo el patrocinio de normas impuestas, si no por Estados Unidos, por la democrática Inglaterra. Empero, ¿qué conclusiones sacan los críticos? Por ejemplo, Nira Etchenique, en su estudio sobre Arlt, considera sin más que las ideas desarrolladas en el seno de la sociedad secreta son una «absurda mélange» y Ángel Núñez, por su parte, considera que esos personajes toman fascismo y Marx sin dominar el problema57. La tergiversación es todavía mayor entre las derechas; así su representante Raúl H. Castagnino aprovecha la ocasión en 1964 -refiriéndose a «Saverio el cruel», farsa en que se tematiza la represión sangrienta que llevan a cabo las dictaduras latinoamericanas- para hacer alusión a la demagogia de Perón según el encono con que la oligarquía y el capitalismo estadounidense veían a esta figura todavía por aquella época con estas palabras: «crítica contra el armamentismo y contra cierta proclividad a aceptar mesianismos político-sociales a los que son tan adeptas las masas»58. En las palabras de Castagnino descalifica a las masas y su derecho a la conquista de una vida mejor, lo que no necesariamente tiene que desembocar en Somoza o Mussolini.

Una nueva etapa de la investigación se inicia a mediados de la década del 60 entre las generaciones más jóvenes, lo que refleja una clarificación entre las tendencias políticas y un replanteamiento del movimiento peronista, que aunque utilizó la demagogia no masacró a la población ni organizó guerras colonialistas. Así David Viñas centra su visión sobre el ciclo de Arlt bajo la oposición «humillar» versus «seducir» y «obedecer» versus «mandar», logrando con ello una apertura en el planteo general59. Diana Guerrero deja en su estudio la inmanencia, que le es tan cara, por un instante para detectar elementos de ideología fascista en un personaje secundario, el Buscador de Oro; pero no se atreve a extenderlo al instigador, lo que es señal de que no entiende la función del zigzagueo político del Astrólogo60. Otro ejemplo posterior del desconcierto que causa el ciclo de Arlt lo encuentro todavía en la presentación de la película «Los siete locos» en el Festival Cinematográfico de Berlín en 1973, donde se dice en un volante, resumiendo el argumento, que el Astrólogo no sabe si va a establecer un régimen fascista o socialista61. Tal afirmación significa, a mi juicio, caer en el juego de trampas que la obra propone al lector de la manera más ingenua; pues si bien es cierto que el Astrólogo confiesa en monólogo interior al principio de Los lanzallamas que él no sabe hacia dónde va (a diferencia de Lenin), esta declaración de ignorancia descarta de plano la creación de una sociedad socialista para apuntar al juego de borrar las fronteras entre estas dos tendencias que fue típica del fascismo. No olvidemos que Arlt es contemporáneo de Lenin (1870-1924) y de Trotski (1879-1940) y no de Fourier (1772-1837) y que el socialismo ya había dejado de ser una utopía. El modelo del conductor político ambiguo lo tenía Arlt a la vista en la figura de Mussolini (1883-1945), al que el Astrólogo pretende imitar expresamente cuando dice:

3)

  «Hay que descubrir algo grosero y estúpido... algo que entre por los sentidos de la multitud como la camisa negra.. Ese diablo ha tenido talento. Descubrió que la psicología del pueblo italiano era una psicología de barbero y tenor de opereta».


(LOCOS, p. 89; OBRA, I, p. 207)                


Y aunque en el ciclo no aparece el nombre de Hitler (1889-1945), cuya importancia no había sido percibida todavía en la Argentina, es pasmoso descubrir que todos los hechos que se plantean en la sociedad secreta del Astrólogo tienden a prefigurar aquellos del «Drittes Reich». Sin embargo, la crítica no se ha atrevido a indicar estas relaciones por miedo de entrar en un dominio ajeno62. Paradójicamente Thomas Mann (1875-1955), que se mantuvo en su novela corta Mario und der Zauberer [Mario y el mago] de 1930 a un nivel alegórico en su pintura de Mussolini a través del hipnotizador Cipolla, sería mejor comprendido.

En Arlt encontramos, por cierto, la alusión a aquel Mussolini que entre 1919 y 1922 era capaz de desconcertar con sus declaraciones y contradicciones a los propios socialistas, al hacer un principio de la ausencia de principios, y que en 1943 -cuando el novelista argentino ya había muerto- fundaría un gobierno títere de Hitler a orillas del Lago de Garda con el nombre de «Repubblica Sociale Italiana»63.








ArribaAbajo2. La obra en interrelación con principios filosóficos

«Los rumores encontraban en esos tiempos tormentosos, en los que cada uno quería refugiarse en ilusiones, un terreno propicio. Hacía tiempo, sin embargo, que los diarios no gozaban de crédito. Una excepción representaban, por cierto, en los últimos meses de la guerra [set. 1944-abril 1945] las páginas de astrología para multitudes crecientes de desesperados. Puesto que ellas dependían en muchos sentidos del Ministerio de Propaganda [The Goebbels], fueron utilizadas para influir en la opinión pública, según lo que Fritzsche [Director de Radiofonía] me contó en Nuremberg. Horóscopos manipulados hablaban de valles, que había que atravesar, profetizaban futuros giros inesperados, se perdían en alusiones sobre sucesos fatales. Sólo en la página de astrología tenía el régimen todavía un futuro».


Albert Speer, Erinnerungen [Recuerdos] (1969)                



Las mentiras programáticas del fascismo temprano y su versión en el ciclo novelístico

La rica bibliografía en torno al fascismo y al nazismo centra su atención en las causas que los hicieron posibles, y por otra parte, describe el proceso recorrido desde 1918 y 1945. Pero puesto que Roberto Arlt escribió su ciclo novelístico entre 1928 y 1931, cuando no existían casi obras teóricas sobre el tema, el escritor argentino pudo basar su información exclusivamente sobre los ecos periodísticos que la conducta y declaraciones de Mussolini provocaban; en ellos se destacaban, por lo tanto, las características de la táctica fascista, más que las interpretaciones sobre su origen y función. Táctica y mecanismos fascistas concentrarían, pues, la atención de Arlt. Y este aspecto es el que importa dilucidar en este capítulo.

Tanto el fascismo propiamente dicho como el nazismo presentaron en su primera época una cabeza de Jano, de la que mostraban a cada grupo la cara más conveniente. Pero estos «izquierdistas de derechas»64, que quisieron captarse el apoyo de la pequeña-burguesía descontenta, no sólo se vieron impulsados a utilizar el estandarte socializante por cuestiones de atracción de mayor número de electores, sino también porque descubrieron que esta vía podía permitirles derribar las barreras que el modo de producción de un capitalismo monopólico habían impuesto al sistema. Los elementos socialistoides le permitirían organizar una economía, para producir objetos destruibles y para la destrucción, encargados y dirigidos por un aparato central dentro del marco del capitalismo, cuyos resultados acrecentarían suculentamente los beneficios de un puñado de industriales nacionales. Las masas, privadas de representación sindical, serían más explotadas que nunca, pero ilusionadas con la propaganda creerían en una mejoría real de su situación. Así países que a causa de la tardía conformación de su unidad nacional habían llegado tarde al reparto colonialista (como Italia, Alemania y Japón), lograrían ganar el tiempo perdido produciendo una acumulación de capitales rápidamente y romperían así el círculo de hierro que impone la dependencia económica de los países dominantes.

La verdadera cara del fascismo y del nazismo fue siendo mostrada a medida que ambos empezaron asentirse seguros. Las exigencias socializantes perdieron de más en más fuerza, para terminar por ser una burla65. Del socialismo había quedado la idea de la centralización del aparato en manos del Estado y otras fórmulas marginales (que evocaban el sentimiento de pertenencia comunitario, pero que ahora fueron utilizadas cambiándolas de signo). Mussolini había sido el que había jugado con mayor cinismo con la estratagema de decir cada día algo opuesto el día anterior. Desde su diario Il Popolo d'Italia, que desde su fundación en 1914 hasta 1918 había llevado el subtítulo de «Quotidiano socialista», Mussolini declaraba en 1919: «Noi ci permettiamo il lusso d'essere aristocratici, conservatori e progressisti, reazionari e rivoluzionari, legalisti e illegalisti, a seconda delle circonstanze di tempo, di luogo, d'ambiente nelle quali siamo costretti a vivere ed agire» y «La pregiudiziale sono delle maglie di ferro e di stagnola. Non abbiamo la repubblicana, non quella monarchica; non abbiamo la pregiudiziale cattolica o anti-cattolica, socialista o anti-socialista. Siamo dei problemisti, degli attualisti, dei realizzatori»66.

En la década del 20 los instrumentos metódicos que el liberalismo poseía para la comprensión de estos fenómenos evidenciaron ser extremadamente inadecuados67. Por otra parte, hacia 1930 -cuando Arlt parodiaba la situación- el fascismo no había alcanzado todavía su pleno desarrollo: no había entrado en las guerras de expansión para las que se había venido preparando ni contaba con el apoyo de grandes masas de población que sólo las consecuencias de la crisis mundial le traerían. Estaban en ese momento todavía presentes sus pretensiones originales, puesto que tanto en Alemania como en Italia se habían utilizado el socialismo y el nacionalismo extremo como trampolines de lanzamiento. La estratagema de la posibilidad de desdecirse según conviniera les acordó a los fascismos extraordinario éxito68. Por aquellos años -entre 1917 y 1924- el propio Lenin también se vio a veces llevado a dar prioridad a la táctica y, en algunas ocasiones, con postergación de sus principios, pero sus metas eran otras que las de Mussolini. Sin embargo, estas dos personalidades -Lenin y Mussolini- podían parecer, durante la década del 20, como figuras emparentadas. Y de aquí que el Astrólogo las cite a menudo juntas.

Pero si el fascismo se adueñó de fórmulas y elementos superficiales del socialismo, no es válida la afirmación inversa. Y esto es lo decisivo en una argumentación que se oponga al dictum liberal de que los dos extremos políticos se tocan. El fascismo nació como movimiento reaccionario por las fuerzas que los sostuvieron (la alta burguesía), pero no fue un movimiento reaccionario más, sino que utilizó a su favor los grandes cambios sociales de las masas, que se habían desencadenado con la Primera Guerra Mundial; después que los verdaderos socialistas habían sido derrotados por un cúmulo de factores, aprovechó el vacío político que dicha derrota había producido, arrogándose el mérito de haber puesto en retirada al bolchevismo, de quien era una copia falsa.

Cuando Mussolini dejó la dirección del diario socialista Avanti para fundar su propio diario -desde donde incitaba a la intervención en la guerra- sus colegas socialistas lo llamaron «tránsfuga», pues así se acercaba a los nacionalistas. Este peligroso cruce de fronteras de muchos socialistas (y anarquistas) hacia el fascismo no significa que se tratara de vasos comunicantes, sino que el socialismo había degenerado en esquemas vacíos69, a pesar de los esfuerzos de Lenin de desembarazarlo de los malentendidos de la época70. Este concepto estaba desde su utilización en plataformas parlamentarias (hacia 1870) en todas las bocas, pero en él se insertaban las más diferentes ideas y asociaciones. En esta divulgación y falta de precisión entre las corrientes llamadas socialistas entonces encontró Mussolini un vehículo adecuado para llenar con nuevos contenidos. Entretanto, al mismo tiempo, la lucha contra el materialismo se había dado en otros frentes. Hacia fines del siglo XIX se había empezado a difundir en todos los dominios culturales un reflorecimiento del irracionalismo. No es de extrañar, pues, que por aquella época nacieran instituciones como la «Sociedad Teosófica», que basaban su rápida difusión en la utilización programática de la mentira. Los milagros apócrifos y la trayectoria de figuras como Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) y Annie Besant (1847-1933)71 serían desenmascarados por el propio Arlt, quien ya desde su primer artículo de 1920 se interesaba por las implicaciones políticas del ocultismo72. En 1913 Rudolf Steiner se vio obligado a separarse de la organización de la «Sociedad Teosófica» en la sección alemana para fundar la «Anthroposophische Gesellschaft» [Sociedad Antroposófica], en un intento de dar al movimiento seriedad filosófica y científica73. A pesar de las intenciones de Rudolf Steiner de dotar a la corriente de principios morales honestos su obra estuvo marcada por un pathos irracionalista y exageradamente individualista que no sólo remite a su filósofo favorito, Friedrich Nietzsche, sino también a la corriente de Max Stirner. Estos tres autores habían alisado el camino por el que después marcharía hacia Roma Mussolini.




El anarquismo individualista de Stirner, Nechaief y Sorel

El desarrollo del anarquismo siguió, paralelamente a la constitución del socialismo científico, una línea principal que puede sintetizarse en la mención de tres nombres claves: Proudhon (1809-1865), Bakunin (1814-1876) y Kropotkin (1842-1921). Su influencia sobre las masas campesinas y artesanales fue tan grande como la del socialismo, o en algunas regiones todavía mayor, pues la radicalidad de sus exigencias encontró mayor eco. La influencia de Proudhon se dio especialmente en el período entre 1840 y 1870, la de Bakunin especialmente entre 1870 y 1900, mientras que la de Kropotkin se extendió entre 1900 y 193074. Este último teórico del anarquismo representa un giro dentro del movimiento, en tanto su crítica del Estado y del derecho no se dirigen hacia la destrucción total de lo existente, sino a un cambio para perfeccionarlo. Kropotkin mismo tuvo que luchar en este sentido contra el inmoralismo de los otros tres representantes del anarquismo, que hacia 1900 parecieron concentrar toda la atención: Max Stirner (1806-1856), Serguei Nechaief y Georges Sorel (1847-1922), quienes tanto en sus escritos como en sus actos desconocen todo tipo de autoridad y regla jurídica. Max Stirner obtuvo hacia 1890 fama póstuma, cuando se reeditaron sus obras, las que permitieron ahora ubicarlo como predecesor de Nietzsche. Por esta vía indirecta se llegó a que semejante anarquista en su acentuación patética del egoísmo y del individualismo ejerciera influencia sobre personalidades tan reaccionarias como Richard Wagner y Mussolini. Por otro lado, la controvertida figura de Nechaief y su Catecismo revolucionario, que predica un ciego terrorismo, corporizan la propaganda de la acción y de la destrucción, que se hallaban prefiguradas ya en Bakunin75 y que parecen llamadas a repetirse en diferentes épocas; así André Breton (1896-1966) en el segundo manifiesto del surrealismo (de 1929) declaraba que: «L'acte surréaliste le plus simple consiste, révolvers au poings, à descendre dans la rue et à tirer au hasard, tant qu'on peut, dans la foule»76. La serie de atentados contra el Estado que conmovieron la opinión pública entre 1870 y 1914 en todo el mundo, de donde se forjó la imagen del anarquista con la bomba en el bolsillo, debe considerarse originada en Nechaief.

Para Sorel la figura de su contemporáneo Kropotkin permaneció completamente desconocida. Se dirigió más bien a los representantes anteriores del movimiento, con lo que se convirtió en un representante del retroceso del mismo. El conservadurismo inicial de Bakunin y el irracionalismo de Nechaief se unen en Sorel con la defensa de los intereses pequeño-burgueses proudhonianos hacia un pretendido socialismo. Sorel fue un autodidacta que quería amalgamar el concepto de la lucha de clases con categorías de Bergson y Nietzsche, mediante lo cual este concepto se vio distorsionado con un irracionalismo que destruyó su esencia. Sorel no reconoció el papel de la dialéctica en la filosofía y tomó ante ésta una actitud pragmática77. Su obra principal Réflexions sur la violence (que se empezó a publicar en París en 1906) pretendió hipostasiar la violencia, aduciendo que la pondría al servicio del proletariado. Por esos mismos años (1908-1910) grupos de jóvenes monárquicos, los «Camelots du Roi», irrumpen en las clases de la Sorbonne o en funciones teatrales en que estuviera presente la mentalidad liberal o antimonárquica, preludiando en estas escaramuzas la futura táctica fascista. Sin proponérselo tal vez, Sorel venía a completar la «heroización del individuo» de que habla Marcuse78, cuando define la época que fue la antesala de la Gran Guerra. Por cierto, «energía», «movimiento» y «violencia» serían elementos estético-ideológicos que aparecerían por entonces al servicio de la agresión bélica en los precursores literarios del fascismo79. Que también Sorel aluda en sus últimos años conjuntamente a Lenin y Mussolini como «grands conducteurs de peuples»80 atestigua de qué índole son las fuentes que utilizan los personajes de Arlt, que también hacen la misma asociación. El conservadurismo básico de Sorel aparecía cubierto de una tenue capa de barniz socialista. En realidad Sorel pasó de un frente a otro con increíble rapidez: «había nacido para alabar a Thiers, pero alabó a Lenin; mientras pensaba en Taine, decía Marx»81. Esta confusión sería muy pronto utilizada por la reacción.

La corriente de desvirtuamiento del marxismo -cuya ortodoxia consiste según Luckács82 en la conservación del método dialéctico- se debió a causas sociales muy complejas contra las que lucharon Marx, Engels, Lenin y Trotski. La fundación de los distintos partidos socialistas en Alemania (desde 1869) hasta la versión argentina (1896), pasando por la «Fabian Society» londinense (1884), fueron consecuencia de adaptación y compromiso con circunstancias históricas, en las que se abjuraba de las categorías sentadas por Marx (la lucha de clases y la función de la economía), para confiar en un reformismo parlamentario paulatino. Esto trajo consigo la popularización de las ideas de cambio, pero al mismo tiempo les quitó fuerza. Un sector reaccionario quiso entonces adueñarse del bien del que se hablaba en cada esquina83.

Sorel había ayudado a que se constituyera la ideología fascista, al haber creado un conglomerado con fragmentos de los más diferentes autores. En realidad, en su fuero íntimo, consideraba que había que emplear la violencia para impedir que las capas más bajas de la sociedad provocaran una revolución mayor84. La influencia mutua entre Sorel y Mussolini85 no puede negarse86. Poco después, sin embargo, trataba el filósofo Giovanni Gentile, de encontrarle al fascismo una base prestigiosa, estableciendo a Hegel como su punto de partida87.

Sorel no fue en realidad un fenómeno aislado. Tanto Sorel como Nietzsche habían alabado el tipo humano del conquistador88; para ambos lo importante era la salvación de la cultura contra la rebelión de los esclavos. Entre 1919 y 1922 el irracionalismo y los conglomerados míticos empezaban a dar sus frutos en la política.




El coherente irracionalista Friedrich Nietzsche

Irracionalismo y utilización de los mitos habían sido sostenidos por Friedrich Nietzsche (1844-1900), cuyas ideas representaban «a morality suitable to heroic rulers»89, lo que justamente era la justificación ideológica que la clase burguesa en ascenso en la Alemania finisecular necesitaba para su política agresiva de expansión económica a todo trance, la que estaría ahora «Jenseits von Gut und Böse» (más allá del bien y del mal). Sin embargo, la grandeza de Nietzsche reside en su lucha contra las categorías kantianas, que supeditando el hombre exclusivamente al deber y a la razón habían asfixiado su vida afectiva. Nietzsche fue, por ello, algo más que un reaccionario defensor de privilegios aristocráticos. Pensadores de este tipo hubo muchos en el siglo XIX; pero ninguno de ellos alcanzó la influencia de Nietzsche. Su lucha fue la continuación de la lucha contra el Iluminismo hacia una comprensión total del individuo, que asumiera también sus instintos90. A pesar de estos aspectos positivos es imposible hoy en día dejar de ver cuánta arrogante ignorancia hubo en Nietzsche con respecto a los condenados de la tierra a priori, a quienes sancionó con los viejos valores de un señor feudal, mientras pretendía encauzar una revolución de los valores. Que el nazismo pudiera recurrir a él no resultó, a mi juicio, hacerle demasiada violencia a Nietzsche, en tanto su concepción descansaba sobre una impúdica injusticia, que encuentra articulación en muchos otros pensadores que le siguieron y que va degenerando hasta llegar al genocidio de Auschwitz. Nietzsche había desbrozado el camino. Sin proponerse la barbarie nazi, había colaborado con ella al destruir hasta el último resto de la razón. Sus seguidores sacarían el mejor partido ideológico, dando el paso atrás y aparentando marchar hacia adelante: entre el repudio de Nietzsche por las masas y la nebulosa, pero apologética exposición de un Ernst Jünger (1895-), quien pretende transformar todo en su imagen, existe una humanidad que ha presenciado la revolución proletaria. Ya no se puede ignorar al obrero ni su fuerza. Es necesario, pues, engañarlo para contar con su apoyo y que, de este modo, todo quede como estaba. Y había sido justamente Nietzsche quien había subrayado el valor de un elemento que sería decisivo en este procedimiento: el mito, es decir, la mentira. Nietzsche había llevado hasta tal punto su arte de construcción de un edificio de mitos, que ha logrado inclusive enceguecer al enemigo con las bellezas creadas. En gran coherencia irracionalista los textos de Nietzsche se caracterizan por su ambigüedad, por el uso de los mismos términos en acepciones opuestas, de modo que hoy día la bibliografía sobre este filósofo está dominada por el debate entre los estudiosos sobre el sentido de lo que Nietzsche quiso decir. ¿Qué es «Wille zur Macht» [voluntad de poder]? ¿Qué es «Übermensch» [superhombre]? La vaguedad del uso de estos términos permitía la utilización que de ellos haría el fascismo. Por ello para Nietzsche y sus epígonos podría aplicarse lo que Peter Gay dice para el círculo de Stefan George (1868-1933): «Sorcerer's apprentices, they could not exorcise the spirits they had helped call up»91.

Nietzsche era en la época de aparición de Los endemoniados de Dostoyevski profesor de filología clásica en Basilea y no había desarrollado todavía su obra filosófica92; pero en los sucesos de Moscú que la novela tematiza o en la rebelión de la Comuna de París (1871) tuvo ante su vista suficiente prueba del espíritu iconoclasta de las masas. Su obra subsiguiente se empeñaría en la necesidad de una trascendencia del nihilismo; éste podría llevar demasiado lejos si se lo aplicaba a la política93. Era necesario trascender el nihilismo de Schopenhauer llevándolo al plano metafísico individual. «Wille zur Macht», «Übermensch» fueron, sin embargo, categorías que se le escaparon de las manos. Un ejemplo de lo que podían devenir lo encontramos en boca de los personajes del ciclo de Arlt.




El conductor ambiguo: el Astrólogo de Temperley94

¿Quién es este individuo que confunde con sus teorías a Erdosain, el protagonista, y al lector? ¿Hacia dónde marcha en su conspiración revolucionaria? ¿Qué lo hace detener y supuestamente postergar el plan, desde la visita a los falsificadores de dinero? ¿Ha querido, tal vez, hacer gala de su «Wille zur Macht» simplemente, sin pensar en llegar hasta la acción? ¿Debe entenderse este concepto como la voluntad de potencia que consiste en mantener a su alrededor a un grupo de «conducidos», que se dejarán engañar a sabiendas para experimentar el vértigo que produce un ser superior? Cuando se le pregunta por sus motivos para la acción al Astrólogo, éste remite a fuerzas superiores de las que él sería un instrumento:

4)

«[BARSUT].-  -Yo le pregunto qué fin personal persigue usted al querer organizar la sociedad.

[ASTRÓLOGO].-  Su pregunta es estúpida. ¿Para qué inventó Einstein su teoría? Bien puede el mundo pasarse sin la teoría de Einstein. ¿Sé yo acaso si soy un instrumento de las fuerzas superiores, en las que no creo una palabra? Yo no sé nada. El mundo es misterioso. Posiblemente yo no sea nada más que el sirviente, el criado que prepara una hermosa casa en la que ha de venir a morir el Elegido, el Santo».


(LOCOS, p. 99; OBRA, I, p. 218)                


A diferencia del hipnotizador Cipolla de Thomas Mann, el Astrólogo utiliza conceptos en su actuación; aquí reside, a mi juicio, lo interesante de la proyección histórica del personaje creado por Arlt. El Astrólogo es un ideólogo en todo el sentido de la palabra. Un ideólogo como sólo pudo darse en la década del 20, heredero de Sorel en su admiración conjunta de Lenin y Mussolini95, pero decididamente imitador del segundo. Como Mussolini busca el Astrólogo «un símbolo vulgar para entusiasmar al populacho» (LOCOS, p. 89; OBRA, I, p. 207) y quiere dirigirse «a los que tienen un plan para reformar el universo, a los empleados que aspiran a ser millonarios, a los inventores fallidos [...], a los cesantes de cualquier cosa, a los que acaban de sufrir un proceso y quedan en la calle sin saber para qué lado mirar», pero también «a los jóvenes bolcheviques, estudiantes y proletarios inteligentes» (LOCOS, p. 22; OBRA, I, 139). Pero es, justamente, la declarada irresolución del Astrólogo sobre el camino político a seguir, la que debe darnos la clave de que la referencia a Lenin también es una trampa. Los siete locos se cierra, por cierto, con un comentario de Erdosain quien dirigiéndose al Astrólogo le dice que se parece a Lenin. La respuesta del Astrólogo a esta comparación aparece -dos años después- en el comienzo de Los lanzallamas, en forma de monólogo interior: el Astrólogo se dice a sí mismo que la diferencia entre él y Lenin es que el revolucionario ruso sabía a dónde iba96. El zigzagueo ideológico, la falta total de principios y el cinismo, el uso de la mentira y el engaño para realizar una escalada de la explotación, la «Extrapolation» -es decir, introducir en la cadena de un razonamiento juicios falsos típicamente irracionales- lo acercan al «Duce». Veamos en prueba de ello algunos ejemplos del ciclo que parecerían provenir de Mussolini:

5)

«[BARSUT].-  Yo lo creía a usted un obrerista.

[ASTRÓLOGO].-  Cuando converse con un proletario seré rojo. Ahora converso con usted y a usted le digo: Mi sociedad está inspirada en aquella que a principios del siglo noveno organizó un bandido llamado Abdala-Aben-Maimum. Naturalmente, sin el aspecto industrial que yo filtro en la mía, y que forzosamente garantiza su éxito. Maimum quiso fusionar a los librepensadores, aristócratas y creyentes de dos razas tan distintas como la persa y la árabe, en una secta en la que implantó diversos grados de iniciación y misterios. Mentían descaradamente a todo el mundo. A los judíos les prometían la llegada del Mesías, a los cristianos la de Paracleto, a los musulmanes la de Madhi... de tal manera que una turba de gente de las más distintas opiniones, situación social y creencias trabajaban en pro de una obra cuyo verdadero fin era conocido por muy pocos. De esta manera Maimum esperaba llegar a dominar por completo el mundo musulmán. Excuso decirle que los directores del movimiento eran unos cínicos estupendos, que no creían absolutamente en nada. Nosotros los imitaremos. Seremos bolcheviques, católicos, fascistas, ateos, militaristas, en diversos grados de iniciación».


(LOCOS, p. 97; OBRA, I, pp. 215-6)97                


Esta actitud no sólo se presenta en forma teórica, sino que de hecho se confirma posteriormente en el tratamiento del Astrólogo hacia los otros personajes del ciclo. El lector debe permanecer, pues, sobre aviso. Esta adaptación del Astrólogo a las circunstancias en que lo pone su interlocutor se manifiesta en todo momento, pero culmina especialmente en sus conversaciones con el loco apocalíptico Bromberg, a quien habla con frases aprendidas en sus visitas a la Sociedad Teosófica; con el Abogado, a quien plantea, como si él mismo fuera izquierdista, las estratagemas de penetración capitalista en América Latina; y con Hipólita, ante la que pretende pasar por un apologista de la mujer98.

Como Mussolini revela el Astrólogo la elasticidad de movimientos que posee el no deberse a principios:

6)

«[ERDOSAIN].-  Pero ¿usted no quería cristianizar a la humanidad?

[ASTRÓLOGO].-  No, al montón... pero si este proyecto fracasa tomaremos un camino contrario. Nosotros no hemos sentado principio alguno todavía, y lo práctico será acaparar los principios más opuestos. Como en una farmacia, tendremos las mentiras perfectas y diversas, rotuladas para las enfermedades más fantásticas del entendimiento y del alma».


(LOCOS, p. 181; OBRA, I, p. 301)                


7)

  «-No sé si nuestra sociedad será bolchevique o fascista. A veces me inclino a creer que lo mejor que se puede hacer es preparar una ensalada rusa que ni Dios la entienda».


(LOCOS, p. 22; OBRA, I, p. 138)                



El Astrólogo y la propaganda del terror

Las relaciones entre el modelo concreto y la reelaboración literaria en el caso de Nechaief-Piotr Verjovenski, por una parte, y Mussolini-Astrólogo, por otra, presentan un interesante punto común. Tanto Nechaief como Mussolini fueron la piedra de toque en la militarización de sus respectivos movimientos. El anarquista ruso, con la creación de su «Tribunal del Pueblo», y el fascista italiano, con sus «Fasci di combattimento», propician un terror entre la población que posibilitará todo tipo de implantación totalitaria.

«Solamente con diez grupos como éste de aquí, y nadie podrá apresarme», dice Piotr Verjovenski en Los endemoniados99; como el Astrólogo cuando razona de la siguiente manera:

8)

  «Cada jefe de célula estaría a cargo de una batería. ¿Qué es necesario, en resumen? Que los cañones disparen quinientos, cuatrocientos proyectiles. Y los automóviles con ametralladoras. ¿Por qué no ensayar? [...] Diez hombres pueden atemorizar a una población de diez mil personas. Basta que tengan una ametralladora».


(LOCOS, pp. 167-8; OBRA, I, pp. 286-7)                


Evidentemente el fascismo aprendió mucho del anarquismo ruso a nivel de tácticas de creación de pánico100; su desdichado «trait d'union» había sido el teórico de la violencia Georges Sorel.




El Astrólogo y su «Voluntad de poder»

Los defensores de Nietzsche contra la tergiversación de sus ideas por el nazismo arguyen en su apoyo el hecho de que este filósofo no fuera antisemita ni filogermano101, pero en realidad el mundo de entreguerras encontró en sus obras otros elementos igualmente importantes para amalgamar una ideología de la barbarie. Ellos se habían transformado en burdos lugares comunes, que el nazismo supo acomodar a sus conveniencias para aguijonear los espíritus y despertar la agresión. El nacional-socialismo realizó para ello una «extrapolación» en el pensamiento nietzscheano: aprovechando la protesta de Nietzsche contra el «Principio de la realidad» (pretendiendo fundarlo nuevamente, pero impregnado por el «Principio del placer») el nazismo estableció un «Principio de la realidad» dominado por el «Führer». Pero los Elegidos para la conducción estaban ya en los textos del mismo Nietzsche por encima del «Principio del placer», ya que la tendencia a calmar los impulsos distraería del sentimiento de poder. Por ello es interesante constatar que el Astrólogo es un castrado. Su «Voluntad de poder» se expresará en el goce de comprobar que puede dominar las voluntades de los otros gracias a sus dotes de penetración psicológica. Su instrumento será la palabra102. Por lo demás, vive ascéticamente, pero consigue que sean los otros los que lleguen hasta él en su retiro suburbano de Temperley, desde donde mueve los hilos.

El «Superhombre» no es ya en las palabras del Astrólogo el hombre nuevo del futuro que vivirá bajo nuevos principios existenciales, sino especialmente el «Dominador» -que Arlt tenía frente a sí en los acontecimientos de su época:

9)

  «-Entonces me di cuenta de que toda la antigüedad clásica, que los escritores de todos los tiempos [...] no habían concebido jamás que hombres como Ford, Rockefeller o Morgan fueran capaces de destruir la luna... tuvieran ese poder... poder que, como le digo, las mitologías pudieron atribuir a un dios creador. Y usted [a Barsut], implícitamente, sentaba de hecho un principio: el comienzo del reinado del superhombre [...] Ahora bien, cuando llegué a la conclusión de que Morgan, Rockefeller o Ford eran por el poder que les confería el dinero algo así como dioses103, me di cuenta de que la revolución social sería imposible sobre la tierra porque un Rockefeller o un Morgan podían destruir con un solo gesto una raza, como usted en su jardín un nido de hormigas».


(LOCOS, p. 92; OBRA, I, p. 210)                


La sociedad se ha transformado en una escala de jerarquías en la que se estatuye «obedecer» y «mandar», como las únicas pautas de conducta104. Pero estas jerarquías son, a la vez, la relación entre humillados y humilladores que se sienten unidos entre sí por la sensación sadomasoquista que los ata indefectiblemente105.

La sociedad secreta del Astrólogo considera al «Superhombre» desde dos puntos de vista. Uno es el de la situación ya iniciada por el capitalismo; aquí no priva otro principio que el del rendimiento, y el trabajo es necesariamente desagradable y alienante. Otro aspecto lo representa su proyección al futuro utópico, que no es otra cosa que una escalada parodiada de la situación actual. Para este futuro se planea una selección metódica de los Elegidos:

10)

  «-Durante algunos decenios el trabajo de los superhombres y de sus servidores se concretará a destruir al hombre de mil formas, hasta agotar al mundo casi... y sólo un resto, un pequeño resto será aislado en algún islote, sobre el que se asentarán las bases de una nueva sociedad».


(LOCOS, p. 93; OBRA, I, pp. 211-2)                


Dostoyesvski, por su parte, había caricaturizado a los más fanáticos reaccionarios rusos en el plan similar presentado por el conspirador Chigaliof106. El Astrólogo repite el mismo esquema diciendo:

11)

  «-Esa sociedad se compondrá de dos castas, en las que habrá un intervalo... mejor dicho, una diferencia intelectual de treinta siglos. La mayoría vivirá mantenida escrupulosamente en la más absoluta ignorancia, circundada de milagros apócrifos, y por lo tanto mucho más interesantes que los milagros históricos, y la minoría será la depositaría de la ciencia y el poder. De esa forma queda garantizada la felicidad de la mayoría, pues el hombre de esta casta tendrá relación con el mundo divino, en el cual no cree. La minoría administrará los placeres y los milagros para el rebaño, y la edad de oro, edad en la que los ángeles merodeaban por los caminos del crepúsculo y los dioses se dejaron ver en los claros de luna, será un hecho».


(LOCOS, p. 94; OBRA, I, p. 212)                


Lo que en Dostoyevski había sido una burla para desprestigiar al anarquismo de Nechaief es retomado por Arlt para denunciar ideas elitistas que están en germen y latentes en la Argentina de 1930. Mientras tanto ellas han sido en mayor o menor medida selladas por el prestigio filosófico de Nietzsche, quien se promueve contra el «democratismo», contra la extensión de la enseñanza universitaria, contra sentimientos humanitarios107, pero él y sus epígonos están muy lejos de verse reflejados en el espejo convexo de Chigaliof o del Astrólogo: «El mundo debía ser de unos pocos. Y estos pocos caminar con pasos de gigantes» (LOCOS, p. 167; OBRA, I, p. 286) y «Al resto le serviremos la felicidad bien cocinada y la humanidad engullirá gozosamente la divina bazofia» (LOCOS, p. 94; OBRA, I, p. 213)108.

El mito, una de las partes constitutivas del pensamiento de Nietzsche que más repercusión tuvo en la cultura occidental y cuya influencia llega hasta el día de hoy, fue entendido como recurso intuitivo para la explicación de los fenómenos, con el mismo relieve dentro del irracionalismo como, por ejemplo, el método dialéctico dentro del materialismo-histórico. En su oposición a la dialéctica, se apropiaron del mito, entre 1890 y 1950, tanto las corrientes liberales como las fascistas; fueron estas últimas, sin embargo, las que vieron todas las posibilidades de engaño ideológico que el recurso encerraba. El Astrólogo de Arlt se hace eco de este descubrimiento cuando dice:

12)

  «-El hombre es una bestia triste a quien sólo los prodigios conseguirán emocionar. O las carnicerías. Pues bien, nosotros con nuestra sociedad le daremos prodigios, pestes de cólera asiático, mitos, descubrimientos de oro o minas de diamantes».


(LOCOS, p. 59; OBRA, I, p. 177)                


13)

  «-¡Pero usted se contradice! Antes dijo que... -objetó Erdosain.

-Cállese, ¿qué sabe?... Y pensando, llegué a la conclusión de que ésa era la enfermedad metafísica y terrible de todo hombre. La felicidad de la humanidad sólo puede apoyarse en la mentira metafísica... Privándole de esa mentira recae en las ilusiones de carácter económico... y entonces me acordé de que los únicos que podían devolverle a la humanidad el paraíso perdido eran los dioses de carne y hueso: Rockefeller, Morgan, Ford... y concebí un proyecto que puede parecer fantástico a una mente mediocre... Vi que el callejón sin salida de la realidad social tenía una única salida... y era volver para atrás».


(LOCOS, p. 93; OBRA, I, p. 211)                


En esta última frase está expresada, a mi juicio, la síntesis de los movimientos ideológicos que culminaron en el fascismo: un proyecto reaccionario disfrazado de revolucionario, un pretendido resolver grandiosamente los problemas para dejar todo intocado. El fascismo pudo florecer con las crisis causadas por la Primera Guerra, pero en realidad se había venido gestando ideológica y económicamente mucho antes. Esta nueva forma de dominio era una reacción desesperada dentro de un sector dependiente y secundario del propio capitalismo, que había llegado tarde para figurar entre los primeros países de su esfera, pero los sistemas fascistas estaban condenados a priori a la desaparición, aunque Hitler y Mussolini hubieran ganado la guerra, pues el proyecto se basaba sobre una crasa injusticia que despertaría nuevas rebeliones entre los pueblos sometidos (países eslavos o africanos). Los fascismos se revelan así como contramarchas en el no siempre lineal progreso histórico. Las burguesías, por su parte, se dejaron confundir por los rasgos exteriores y, a pesar de ser portavoces de la egalité, etiquetaron con los mismos rótulos los sistemas basados tanto en la desigualdad como a los que pretendían llevar la igualdad a sus últimas consecuencias -a pesar de sus errores.




El Astrólogo como vocero de la ideología más reaccionaria de la década del 30

El Astrólogo revela su programa confusionista a Erdosain, pero todavía con más claridad y sinceridad a Barsut, por quien parece sentir una especial afinidad, que luego se manifiesta fingida, como era de esperar en una figura como la que él representa. Uno de los párrafos más ricos en conclusiones de la profecía política que encierra el ciclo lo encontramos en boca de este personaje, pues, en conversación con Barsut:

14)

«La voz del Astrólogo se hizo menos imperiosa.

-Créame, siempre ocurre así en los tiempos de inquietud y desorientación. Algunos pocos se anticipan con un presentimiento de que algo formidable debe ocurrir... Esos intuitivos, yo formo parte de ese gremio de expectantes, se creen en el deber de excitar la conciencia de la sociedad... de hacer algo aunque ese algo sean disparates. Mi algo en esta circunstancia es la sociedad secreta. ¡Gran Dios! ¿Sabe acaso el hombre la consecuencia de sus actos? Cuando pienso que voy a poner en movimiento un mundo de títeres... títeres que se multiplicarán, me estremezco, hasta llego a pensar que lo que puede ocurrir es tan ajeno a mi voluntad como lo serían a la voluntad del dueño de una usina las bestialidades que ejecuta en el tablero un electricista que se hubiese vuelto repentinamente loco.

Y a pesar de ello siento la imperiosa necesidad de poner en marcha esto, de reunir en un solo manojo la disforme potencia de cien psicologías distintas, de armonizarlas mediante el egoísmo, la vanidad, los deseos y las ilusiones, teniendo como base la mentira y como realidad el oro... el oro rojo...».


(LOCOS, p. 100; OBRA, I, p. 218)                


La intuición artística le permitió a Arlt -mucho antes que los políticos mismos lo hubieran advertido- vislumbrar los horrores que un gran engranaje ideológico desencadenaría en la realidad. Véase este otro fragmento:

15)

«[BARSUT].-  ¿Y usted qué es lo que quiere mover?

[ASTRÓLOGO].-  Una montaña de carne inerte. Nosotros los pocos queremos, necesitamos los espléndidos poderes de la tierra. Dichosos de nosotros si con nuestras atrocidades podemos aterrorizar a los débiles e inflamar a los fuertes.

Y para ello es necesario crearse la fuerza, revolucionar las conciencias, exaltar la barbarie. Ese agente de fuerza misteriosa y enorme que suscitará todo eso será la sociedad. Instauraremos los autos de fe, quemaremos vivos en las plazas a los que no crean en Dios [...] Es necesario, compréndanme, es absolutamente necesario que una religión sombría y enorme vuelva a inflamar el corazón de la humanidad [...] Quiero ser manager de locos, de los innumerables genios apócrifos, de los desequilibrados que no tienen entrada en los centros espiritistas y bolcheviques... Estos imbéciles... y yo se lo digo porque tengo experiencia... bien engañados, lo suficientemente recalentados, son capaces de ejecutar actos que le pondrían a usted la piel de gallina. Literatos de mostrador. Inventores de barrio, profetas de parroquias, políticos de café y filósofos de centros recreativos serán carne de cañón de nuestra sociedad».


(LOCOS, pp. 98-9; OBRA, I, pp. 216-7)                


Así Arlt, tomando como modelo la figura de Mussolini en su trayectoria entre 1919 y 1929, en el momento en que el «Duce» pactaba un «Concordato» con el Vaticano con los gestos más piadosos de que disponía, apuntaba los horrores, de los que el mundo se enteraría mucho más tarde, en la escalada de la barbarie autonomizada y oficializada por Hitler. La Argentina, en cambio, en tanto país al que no se le había permitido ese mínimo de acumulación capitalista independiente, no estaba en condiciones de vivir la profecía. Estos horrores le fueron evitados. Ni siquiera mucho más tarde «el tercer camino» elegido por Perón en 1945 sería el régimen del terror y la agresión armada y la explotación que el Astrólogo quería escenificar109.

Arlt actuó como extraordinario sismógrafo por haber interpretado, con los medios que le brindaba su instrumental artístico, en qué direcciones se desarrollarían los elementos latentes de la situación que él estaba viviendo110. Y he aquí la positiva historicidad de su obra artística: mirando su entorno pudo descubrir en sus capas subyacentes un inmediato futuro que tendría validez más allá de las fronteras argentinas y que se tornaría pesadilla en Europa.

El díptico novelístico de Arlt preanuncia, en este sentido, una obra de pretensión documental de algunos años después: Gespräche mit Hitler [Conversaciones con Hitler] (1939) de Hermann Rauschning (1887-1982). Los pequeños burgueses que aparecen en los diálogos de Rauschning planean el cambio del orden mundial con la misma frialdad con que lo hacen los conspiradores de Arlt. Rauschning documenta, por su parte, las conversaciones escuchadas en la residencia alpina de Hitler, donde tenían acceso las figuras prominentes del «Nationalsozialismus». Así Temperley y Obersalzberg parecen caricaturas entre sí. ¿Se trata aquí de coincidencias casuales? Aun cuando debamos acordarle a Rauschning una fidelidad relativa con respecto a la trasmisión de lo allí escuchado, la no contradicción con otros testimonios111 y la realización histórica de los planes primitivos durante la guerra le acuerdan verosimilitud. La atmósfera que pinta Rauschning acusa tal semejanza con aquella que crea Arlt, que cabe preguntarse cómo pudieron darse esas similaridades. Lo cierto es que la década del 30 no fue una «década infame» solamente para la Argentina. La infamia impregnó con su sello el mundo entero. Arlt y Rauschning van, cada uno a su modo, hacia el núcleo del problema de un momento histórico112. Rauschning por su parte, había sido honrado con la inmediata cercanía de Hitler entre 1932 y noviembre de 1934, cuando renuncia a su cargo como político nacionalsocialista de Presidente del Senado de la Ciudad Libre de Danzig. En este período Rauschning había sentido el imán de la personalidad del «Führer», pero, a la vez, había sentido cierta aversión contra él113. Sus testimonios reproducen las conversaciones de aquel primer período del régimen; ellos tienen hoy valor, pues revelan los designios que estaban ocultos a las masas, pero que se difundían oralmente entre el círculo de iniciados. Esta familiaridad con que Hitler trata a algunos de sus íntimos visitantes es interpretada por Rauschning como uno de los trucos con los que él convierte siempre a los hombres en sus vasallos. Y respecto a estas estratagemas de Hitler, Rauschning hace alusión indirecta a frases similares de la novela de Dostoyevski: Hitler sabía que nada une tanto como delitos cometidos juntos. Este había sido el plan de Piotr Verjovenski al hacer que el grupo de los cinco eliminara a Chatof y éste es el plan del Astrólogo al hacer creer a Erdosain que han asesinado a Barsut. En la historia del nazismo la literatura se convierte en realidad. La táctica de estos falsos revolucionarios para captarse a un pequeño número de iniciados se repite114. Pero en los recuerdos documentales de Rauschning surgen también elementos de una larga tradición literaria y filosófica que tematizan el mal: «'Ridículo', comenzó diciendo Hitler, con voz ronca. '¿Se ha fijado usted cómo la gente se aglomera cuando dos personas se pegan en plena calle La crueldad impone respeto. La crueldad y la fuerza bruta. El hombre medio siente un impacto ante la fuerza bruta y la desconsideración. Las mujeres, por lo demás, también. Las mujeres y los niños. La gente necesita el sano terror. La gente quiere tener miedo, la gente quiere ser atemorizada y así subordinarse a alguien temblando...'»115. Las flores del mal se han vuelto así venenosas para las masas, en un territorio más allá del bien y del mal.

Pero este Hitler de Rauschning muestra otras coincidencias: a las masas hay que engañarlas con la propaganda y la táctica principal será no tener una meta fija, para que no se le reproche ser contradictorio. Y también como en Mussolini se encuentra en esta versión de la figura de Hitler la pretensión de haber superado al marxismo y de haber sintetizado en su ideología lo mejor de cada corriente: «Yo he aprendido mucho del marxismo. Lo confieso sin más. Pero no esa aburrida teoría social ni de su concepción materialista de la historia, ni de esa cosa absurda de la 'teoría del valor de utilidad' y cosas por el estilo. De sus métodos [corporativistas]. El núcleo del Nacionalsocialismo está allí. Fíjese bien. Asociaciones deportivas de obreros, células en fábricas, marchas masivas, escritos propagandísticos redactados especialmente para la masa; todos esos recursos de la lucha política remiten en realidad a los marxistas. Yo necesito tan sólo retomarlos y desarrollarlos; allí tenía en esencia lo que nos hacía falta»116. Este Hitler confiesa, al mismo tiempo, haber tomado de los Protocolos de los sabios de Sión117 los recursos de sembrar la confusión, de la intriga política, de la guerra psicológica, pero también haberse inspirado en la iglesia y en la masonería en su cumplimiento del orden jerárquico, en su juramento de obediencia y en su simbología118. Todas estas confesiones semiprivadas son acompañadas de un declarado cinismo, que no le va en zaga al de las otras figuras literarias. El cinismo de Hitler se condensa en la frase que documenta Rauschning: «Estoy dispuesto a jurar seis juramentos falsos por día»119.

Estas declaraciones de fe secreta de Hitler fueron corroboradas realmente a través de sus actos. Chamberlain y Dadalier creyeron ingenuamente en la seriedad de los pactos que Hitler concluía. Por su parte, Hitler fue más perspicaz, al demostrar que sabía que su táctica del cinismo haría escuela en el mundo. Hitler supo presagiar que cinismo e irracionalismo se extenderían. Stalin mismo caería en ello en su odio contra Polonia, contra el anarquismo, contra los disidentes trotsquistas. La confusión sembrada por Hitler con respecto al socialismo fue una pertinaz semilla que sobrevivió a su muerte, desprestigiando al comunismo, al que se había acercado en muchos de sus aspectos exteriores el totalitarismo fascista. El confusionismo político, de que tampoco Stalin estuvo ajeno, culmina en Mussolini y Hitler, pero había sido una típica creación del siglo XIX120 que ahora había conseguido un extraordinario desarrollo. Es posible que él no haya muerto con estas figuras, sino que esté dispuesto a renacer en otros lugares de la tierra.







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