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Docampo habla de dos capillas consagradas a la Virgen del Rosario: la una al lado del Evangelio en donde estaba la imagen sevillana de la Virgen que hoy se encuentra en la capilla construida sobre el arco de la calle Rocafuerte y la otra perteneciente a la Cofradía «distinta y separada de la de los españoles» y que era «diferente de la iglesia». La primera era de españoles; la segunda, de la «hermandad de los naturales y demás gente de la República».

Ninguna de las dos subsiste. La una, que se encontraba al lado izquierdo de la portería del Convento, fue convertida más tarde y en época bastante reciente, en Capilla dedicada a Santa Rosa de Lima, perteneciente a la Cofradía de esta advocación, que sigue hasta hoy atendiendo a su culto. La otra era la construida por el padre Bedón para la Cofradía que él fundó, y que, como ya lo dijimos, no debió ocupar sino la superficie del primer tramo de la actual Capilla del Rosario, que no se la construyó sino en la primera mitad del siglo XVIII, es decir cuando el Cabildo de la ciudad facilitó a la Cofradía el uso del espacio suficiente para extender la primitiva hasta el otro lado de la calle Rocafuerte.

En sus Apuntaciones históricas dice el doctor Pablo Herrera que «En 23 de abril (1733) concedió el Cabildo cuatro varas de la parte de la calle pública que va de Santo Domingo a la Loma, para que se formase un Camarín para la Santísima Virgen del Rosario. Jacinto González fue el Mayordomo de la Cofradía de esta Santa Imagen, que hizo la solicitud. Quiso obstruir la calle, mas por oposición de los vecinos de la Loma, se ordenó que se formara un arco y sobre él el camarín como existe en la actualidad».

Esta hermosa construcción que en otro capítulo examinaremos, es, pues, de las últimas que se hicieron en el monasterio y la última, sin duda, de las obras interesantes de la arquitectura religiosa   —10→   de Quito; pues la Basílica de la Merced se concluyó en 1736 y es probable que por ese año se estaría levantando esa capilla. Aún pudiéramos aventurar en decir, que José Jaime Ortiz que levantó la fábrica de la basílica mercedaria pudo muy bien hacerla o alguno de los arquitectos que entonces trabajaban en la fachada de la Iglesia de la Compañía.

De ninguna manera se puede decir que la actual Capilla es la misma que empezó a hacer el padre Bedón, la continuó con entusiasmo el padre Amaya en 1621 y la concluyó el padre fray Jerónimo de Cevallos durante su Provincialato (1677-1681), sin más aditamento que el Camarín al que se refiere don Pablo Herrera en su cita del Acta del Cabildo del 53 de abril de 1733. La Capilla actual no es una obra de remiendos, sino un todo armónico hasta con el arco sobre el que se asienta. Se compone de una serie de arcos y muros de relleno hechos para descargar el peso de las cúpulas sobre los machones del arco de sustentación y disminuir el de su bóveda.

No es improbable que, cuando la Cofradía solicitó y el Cabildo concedió las cuatro varas de calle pública, se pensara sólo en construir un Camarín atrás de la primitiva capilla y aún se comenzara a hacerlo, obstruyendo la calle, como nos cuenta Herrera. Pero sí es seguro que cuando los vecinos de la Loma se opusieron a tal obra y el Cabildo ordenó que se formara un arco para construir el Camarín, los Cofrades y los religiosos mismos hubiesen cambiado de idea, al ver que con el arco, tenían, no sólo las cuatro varas de tierra que pidieron, sino muchas más. Considérese, además, que sobre el arco de la concesión, no se halla construido el Camarín, sino el presbiterio. El Camarín queda sobre terreno, firme, al otro lado de la calle Rocafuerte.

Desde 1650 hasta fines de aquella centuria, se prosiguió la obra del segundo claustro del convento y la ornamentación de la iglesia.

En 1681, el padre fray Pedro de la Barrera escribía al padre fray Ignacio de Quezada y le decía: «Nuestra iglesia la dejó nuestro maestro fray Jerónimo de Cevallos, hecha una ascua de oro hasta los arcos torales. La Capilla del Rosario es de los mayores relicarios que hay: el Señor Presidente, don Lope Antonio de Munive, está acabando un gran retablo para un lado e Infante para el otro». No hay que decir que la Capilla del Rosario a que se refiere el padre Barrera era la primitiva.

En 1688 se concluyó el refectorio del Convento. Lo certifica la inscripción que se lee encima del dintel de la puerta de entrada: «Acabose esta obra siendo Prior el muy reverendo padre maestro fray Juan Mantilla en el año de 1688, a 15 de enero».

En 1650, fray Antonio Rodríguez religioso franciscano e insigne arquitecto, había comenzado varias obras del Convento dominicano que las dirigió hasta 1657 en que fue llamado por sus superiores a Lima. «El gasto ordinario que tiene este Convento monta -dice el cronista Rodríguez Docampo- según lo regulado por mayor, unos años más y otros menos, 4905 pesos, sin el trigo de la estancia que se consume en el sustento diario, el cual tienen limitado por el gran costo de la Iglesia y su Sacristía de cal y canto y Claustro que se han hecho y van haciendo»18.

¿Quién era fray Antonio Rodríguez? Cuando escribimos nuestro Volumen I de Contribuciones a la Historia del Arte   —11→   en el Ecuador, dijimos algo acerca de este religioso en varios pasajes de la historia del convento franciscano, según los datos existentes en su archivo. De éstos consta que fray Antonio era quiteño, ingresó al Convento franciscano en 1632 y emitió sus votos solemnes en manos del padre Guardián el 23 de octubre de 163319. Fue arquitecto notable, que dirigió varias obras públicas de la ciudad, otras en su propio convento, como el segundo claustro y la parte que es hoy Policía de Orden y Seguridad20, edificado en 1649 por el padre fray Fernando de Cozar; el arreglo de la Capilla de Villacís21 en la iglesia del Convento Máximo, según las estipulaciones del contrato de capellanía celebrado entre los religiosos y el comendador don Francisco de Villacís en 1659; la iglesia de Santa Clara, la Capilla de la Universidad de San Fernando, hoy Colegio de los Corazones y algunas otras obras en el Convento de Santo Domingo, durante los años de 1650 a 1657.

En este último año, parece que fray Antonio Rodríguez estaba en la cumbre de la fama como arquitecto. Era el preferido por los vecinos de la ciudad para la edificación de sus casas; el Cabildo civil le consideraba como el verdadero y genuino director de las obras públicas de la ciudad, y las Comunidades religiosas, como el artista esencialmente necesario para el trazo, edificación y arreglo arquitectónico de sus iglesias y conventos. Naturalmente esta gran situación del religioso no dejó de atraerle la animadversión de los alarifes laicos que veían casi acaparadas por fray Antonio las edificaciones de la ciudad, y, por otro lado los celos de ciertos religiosos que no miraban bien la ausencia de su compañero por muchas horas del día fuera de su convento. Algunos de estos últimos denunciaron ante el Comisario General de las provincias del Perú, fray Francisco de Borja, la conducta irregular de nuestro artista y, aún más, se quejaron de que en la construcción del tercer claustro del Convento, había dado más comodidad a ciertas celdas con perjuicio de los servicios comunes de la casa. «Hemos tenido -decía el Comisario al padre fray Fernando de Olmos, Provincial del Convento de Quito- repetidos avisos que se ocupa en obras de fuera de la Religión, y siendo esto contra la pureza de nuestro estado y profesión y digno de que se castigue y repare para enmienda suya y escarmiento de otros, damos a vuestro padre dicha autoridad y comisión para que ordene al padre Presentado o Vicario de ese nuestro Convento, ponga a dicho nuestro hermano un caparon y una disciplina de corrección en la comunidad, y le recluse en dicho nuestro convento hasta que por Nos sea ordenado otra cosa. Y por quanto hemos tenido abisos de que en el sobredicho nuestro convento de San Pablo de Quito se fabrican algunas celdas, dándoles secretas dentro de ellas, y para su limpieza quitan el agua del común del convento, siendo esto en daño y perjuicio del bien común, ordenamos y maridamos a vuestro padre que, usando de la misma autoridad que le tenemos dado, no permita vaya ni corra a dichas secretas agua ninguna que pertenezca al servicio común del Convento»22.

El padre Comisario, para evitar incidentes, prefirió con suma   —12→   discreción ordenar que fray Antonio Rodríguez fuese a Lima a hacerse cargo de algunas de las obras de su convento. Mas no bien llegaron las Patentes a Quito, en julio de 1657, se esparció la mala nueva de la posible ausencia del fraile que tantos buenos servicios como arquitecto estaba, precisamente en esos momentos, prestando a la ciudad. El primero en alarmarse fue el propio Ayuntamiento que, después de tratado el asunto en la sesión del 16 de julio, decidió oponerse de todos modos al viaje a Lima de fray Antonio, encargando al capitán Baltazar de Montes Doca, como Procurador de la ciudad, dar todos los pasos necesarios y conducentes para impedir la ausencia del citado religioso. Y ante la Real Audiencia se presentó el Procurador pidiendo, a nombre del Cabildo, justicia, Regimiento de la ciudad, que no se permitiera la salida de fray Antonio, «obrero y arquitecto mayor de las fábricas del Convento de esta ciudad de dicha Religión»; por causar ella, prejuicio gravísimo a la República por ser «persona esencialísima... de gran habilidad y necesarísimo para dichos edificios, que totalmente cesavan, faltando su industria»; y, añadió que si ya hubiese salido de la ciudad, se le hiciere regresar.

No se contentó con esto el Procurador; sino que, conociendo que fray Antonio estaba dirigiendo las obras del Convento y de la iglesia de Santa Clara, así como varias obras de los dominicanos, hizo que sor Jerónima de San Agustín, abadesa de las clarisas y fray Simón de los Reyes por medio del Procurador del Convento dominicano, presentasen también ante la Audiencia, sendos Memoriales con solicitudes en idéntico sentido a la del Cabildo quiteño. La primera puso de manifiesto a la Audiencia los inmensos perjuicios que iba a sufrir el Convento con la ausencia del religioso arquitecto, «por cuya planta y dispusición se ha ydo edificando en nuestro convento la yglesia»; que faltaba todavía la edificación del refectorio y dormitorio, la media naranja, y que no estaban todavía abiertos los cimientos de la capilla mayor, «que todo lo que resta es el primor de dicha obra, la qual no habrá quien la acabe, así por no saver los fines que lleva la dicha planta, como por la suma necesidad nuestra... con que nos quedaremos para siempre sin dichas ofiçinas y sin yglesia, que de limosna nos hacia el dicho fray Antonio Rodríguez, ahorrando este costo, que es el más considerable, para cuyo efecto alcanzamos del Generalísimo de la Orden patente en orden a que ninguno de sus prelados inferiores le sacase de esta ciudad para otra, hasta que nos acavase la dicha nuestra iglesia»23. El Procurador de los dominicanos, por su parte, hizo también presente que en su convento estaba   —[Lámina III]→     —13→   fray Antonio dirigiendo de limosna obras de mucha consideración, que sin él no podrán continuarse y pidió que no se consintiese en su salida «por ser dicho fray Antonio Rodríguez persona esencial para dichos edificios y para todas las necesidades de esta ciudad».

Convento de Santo Domingo.- Quito. Uno de los principales retablos del claustro principal

Convento de Santo Domingo.- Quito. Uno de los principales retablos del claustro principal

[Lámina III]

Gobernaba la Audiencia entonces el doctor don Pedro Vázquez de Velasco, duodécimo Presidente de Quito, el cual con los Oidores no encontraron obstáculo para acceder a lo solicitado por el Cabildo quiteño, las monjas clarisas y los frailes dominicanos, e inmediatamente con la premura del caso, al día siguiente, 17 de julio, ordenaron al Guardián de San Francisco, detener a fray Antonio o hacerlo regresar si ya hubiere salido «sin dar lugar a que Su Señoría por ahora se valga de otro remedio» mientras el Presidente dirigía su reclamo al padre Comisario.

Pero ya el religioso había salido de la ciudad el día sábado 14, según contestó el padre Diego Carrillo, Guardián del Convento, a la citación que se le hiciera con el decreto de la Audiencia, añadiendo «que no sabe donde está, por haverse ya ydo, y haverle dado el auio necesario».

El Presidente insistió, desagradado, en la orden de la Audiencia y decretó nuevamente: «que por quanto la persona del dicho fray Antonio es de las más esençiales y neçesarias en esta república, y de quien tienen mucha neçesidad todas las religiones de ella, y en particular la suya y la de las religiosas de Santa Clara, por estar sin yglesia, y ha más de 14 años que la empezaron a edificar y más de ocho que no se le travajava en ella hasta que Su Señoría ha tomado la mano para que se continúe el dicho edificio con limosnas que para ello ha recogido, siendo la dicha yglesia de tres naves y de mucha arquitectura, la qual está a cargo del dicho fray Antonio, y, si él faltara, çesaría la obra de suerte que nunca se acavaría; además de que a la republica ha de haçer mucha falta por balerse de dicho religioso para los edificios públicos como siempre se ha balido: Mando por segunda vez y segundo apercibimiento se exhorte al dicho padre Guardián, para que haga de la parte y lugar donde estubiere y se hallare el dicho fray Antonio, le haga volver a su convento, en el ynterin que, como dicho tiene, da quenta Su Señoría al Reverendísimo padre Comisario General; y, no queriendo cumplir el dicho padre Guardián, el Regidor del Partido donde se hallase, le haga bolver y le entregue al dicho padre Guardián, para que le tenga en el dicho su convento i remita al de la Recolección de San Diego de esta ciudad».

«Así lo probeyó y firmó.- Doctor don Pedro Vázquez de Velasco-. Ante mi Martin de Aybar, escrivano de camara y govierno». Notificado con este nuevo auto, el padre Guardián contestó, más asequible, «que deseando cumplir con la obligación y obediencia de religioso en lo que le tiene mandado su superior el Reverendísimo padre Comisario general, quisiera en todo y por todo obedecerle y no faltar a lo que por Su Señoría se le exhorta, y en cumplimiento de vno y otro, lo que podía haçer es diligençiar y saber en el paraje en que se hallare el dicho fray Antonio y embiarle a llamar para que buelva, pero con cargo de que no avite en el convento grande, sino en la Recolección de San Diego, mientras Su Señoría dicho señor Presidente da quenta a su Reverendísima para que provea lo que convenga».

Pero si el Guardián amainaba, el Presidente no se contentaba con nada que no fuese el regreso del lego franciscano a la ciudad. Sin satisfacerle, pues, la respuesta de fray Diego Carrillo, el doctor Vázquez de Velasco, apenas la recibió, reunió inmediatamente   —14→   la Audiencia, que opinó y acordó a que «en conformidad de los autos de dicho señor Presidente y respuestas del padre fray Diego Carrillo, guardián del convento de esta ciudad, se despache Real Provisión en forma de Ruego y Encargo, para que los autos proveídos en esta razón por el dicho señor Presidente se cumplan y executen por el dicho padre Guardián, y que se le mande al Corregidor de esta ciudad y a los demás Corregidores de esta Jurisdicción que con efecto los executen. Y que asimismo, en la misma forma de Ruego y Encargo, se despache Provisión, para que el reverendo padre fray Francisco de Borja, Comisario general de estas Provincias, suspenda la execución de las órdenes y patentes que tiene dados».

Despachada la Real Provisión el 31 de julio, llegó a conocimiento del Comisario en Lima el 19 de setiembre, quien, no sólo no hizo el menor caso de lo que la Audiencia de Quito le mandaba bajo el nombre de Felipe IV, sino que al día siguiente, 20 de setiembre, envió nuevas Patentes, ya no solamente para llamar a fray Antonio Rodríguez de modo más apremiante, sino también al Guardián y al ex Provincial fray Andrés Izquierdo, que le pareció estaban con la Audiencia y el Cabildo contra la salida de fray Antonio y muy a favor de este. Y para que las hiciera cumplir comunicó al padre fray Fernando de Olmos en esta forma:

Fray Francisco de Borxa, de la Regular Observancia de Nuestro padre San Francisco, lector jubilado, Calificador del Santo Oficio por la Suprema y General Inquisición, Padre perpetuo de la Provincia de la Concepción y Comisario general de todas las del Perú, tierra firme y Chile cum plenitudine potestatis por nuestro Reverendísimo padre fray Pedro Manero, Ministro general de toda nuestra sagrada Religión, etc. Al padre fray Fernando de Olmos, predicador y padre perpetuo de nuestra Provincia de San Francisco de Quito, salud y paz en el Señor: Por cuanto en este chasque que despachamos vnas Patentes y Ordenes en que mandamos a los padres fray Andrés Izquierdo, lector jubilado y padre perpetuo de dicha nuestra Provincia y fray Diego Carrillo, predicador y guardián de nuestro Convento de San Pablo de la ciudad de Quito, bengan a nuestra presencia a este convento de Jhs. de Lima, donde necesitamos de sus personas para cosas tocantes al bien de la Religión, y deseando que esto tenga el devido efecto, conociendo como conocemos la religión, zelo y prudencia de Vuestra Paternidad, y que en la execución de dichas Patentes se habrá con la rectitud y madurez que se requiere, por tanto, por las Presentes firmadas de mi mano y nombre, selladas con el sello mayor de nuestro oficio y refrendadas de nuestro secretario, ordenamos y mandamos a Vuestra Paternidad por santa obediencia, en virtud del Espíritu Santo y pena de excomunión mayor late sentencie ipso facto yncurrenda reservada la absolución a Nos, que luego que Vuestra Paternidad reviva dichas nuestras Patentes con esta orden nuestra, las yntime a los dichos Padres delante de testigos, para lo qual concedemos a Vuestra Paternidad toda nuestra autoridad, la que podemos y de derecho se requiere, y asimismo, para si los dichos religiosos se mostrasen resueltos a la execución de dichos nuestros mandatos, no cumpliéndolos dentro del término que les señalamos en dichas Patentes, los declare Vuestra Paternidad por públicos excomulgados, poniéndoles de tablillas en el choro y refitorio de ese nuestro convento de San Pablo de Quito, de la qual excomunión no podrán ser absueltos si no es por Nos, a quien la tenemos reservada.- Asimismo ordenamos y mandamos a Vuestra Paternidad que si dichos Padres no tubieren el avio necesario para hacer su viaje a esta ciudad de Lima, que de los efectos y limosnas que esa nuestra Provincia tiene para las   —15→   obras de ese nuestro Convento de San Pablo de Quito, saquen lo suficiente y necesario para el avio de dichos Padres, y les señalará un religioso sacerdote o lego, el que más a propósito les pareciese, que les venga asistiendo para que así hagan su viaje con decencia y comodidad, para lo qual damos asimismo a Vuestra Paternidad toda nuestra autoridad.- Y por quanto en esta mesma ocasión embiamos obediencia con excomunión al hermano fray Antonio Rodríguez, religioso lego y morador de nuestro convento de San Pablo para que venga a esta ciudad de Lima a nuestra presencia, cometemos asimismo la notificación y excomunión de ella a Vuestra Paternidad y le damos nuestra autoridad para que la haga cumplir y excecutar y, si por algún accidente no tubiese esto efecto y se quedare dicho hermano en el sobredicho Convento de San Pablo, de adonde hemos tenido repetidos avisos se ocupa en obras de fuera de la Religión, siendo esto contra la pureza de nuestro estado y profesión y digno de que se castigue y repare para enmienda suya y escarmiento de otros, damos a Vuestra Paternidad dicha nuestra autoridad y comisión para que ordene al padre Presentado o Vicario de ese nuestro Convento ponga a dicho nuestro hermano un caparon y una disçiplina de correcçión en la comunidad, y le recluse en dicho nuestro convento hasta que por Nos sea ordenada otra cosa.- Y por quanto hemos tenido abisos de que en el sobredicho nuestro convento de San Pablo de Quito se fabrican algunas celdas, dándoles secretos dentro de ellas, y para su limpieza quitan el agua del común del convento, siendo esto en daño y perjuicio del bien común, ordenamos y mandamos a Vuestra Paternidad que usando de la mesma autoridad que le tenemos dada, no permita vaya ni corra a dichos secretos agua ninguna que pertenezca al servicio común del convento.- Y porque para la execución de lo dicho tendrá Vuestra Paternidad necesidad de secretario, le concedemos a Vuestra Paternidad la dicha nuestra autoridad para que pueda nombrar un religioso a quien mandamos por santa obediencia esté a la de Vuestra Paternidad.- Todo lo qual cumplirá Vuestra Paternidad según y como se lo ordenamos en esta nuestra patente, y mandamos por santa Obediencia, en virtud del Espíritu Santo y pena de excomunión mayor latae sentenciae ipso facto yncurrenda, que ningún inferior nuestro ympida directe o indirecte la execuçión de ella, que es dada en nuestro convento de Jhs. de Lima en veinte días del mes de septiembre de mill y seis cientos y cinquenta y siete años.- Fray Francisco de Borja, Comisario general.- Por mandato de Su Paternidad muy reverenda.- Fray Manuel Gutierrez Davila, secretario general.



El 5 de noviembre, delante de la Comunidad reunida en el coro de la iglesia y con el ceremonial del caso, se notificó a cada uno de los religiosos a quienes se dirigía el Comisario en sus Patentes, lo contenido en éstas y prestaron obediencia. Así mismo se entregaron después de leídas, las otras patentes al padre Guardián y al hermano Rodríguez, que prestaron obediencia delante de la Comunidad. Por lo visto había ya regresado fray Antonio al Convento satisfaciendo de ese modo los deseos y reclamos de la ciudad y de la Audiencia.

Las nuevas y terminantes órdenes del Comisario bien pronto se conocieron en toda la ciudad, agravadas ahora con la llamada del Guardián y del padre Izquierdo, e inmediatamente comenzó la agitación de los ánimos, un tanto calmados con el regreso del religioso arquitecto, y volvió a encenderse el espíritu de contravenir a dichas órdenes a toda costa, pero ya no sólo para impedir el viaje de fray Antonio por ser necesario a la ciudad, sino alegando   —[Lámina IV]→     —16→   la necesidad de la paz en el Convento, turbado por dichas Patentes, según estas decían.

Convento de Santo Domingo.- Quito.- Uno de los cuatro retablos del claustro principal

Convento de Santo Domingo.- Quito.- Uno de los cuatro retablos del claustro principal

[Lámina IV]

Al siguiente día de la publicación en el Convento de las Patentes del Comisario, ya el Cabildo se reunía y acordaba impedir, la salida, no sólo de fray Antonio, sino de todos tres religiosos. El Procurador se dirigió en ese sentido a la Real Audiencia; a nombre del Ayuntamiento, y aquella que se encontraba de acuerdo con este, pasó la solicitud al fiscal y con su dictamen, acordó despachar otra Real Provisión prohibiendo la salida de los religiosos, exigiendo su vuelta a la ciudad en el caso de haber salido y pidiendo al padre Olmos la exhibición y entrega de las Patentes «para que se vean en el Real Acuerdo, y que por ahora sobresean y manden sobreseer en su execución y cumplimiento».

Notificado el padre Olmos, pidió copia de la orden para contestar a la Audiencia. Ésta se la otorgó previniéndole que no hiciere nada hasta que entregase las Patentes. Mientras tanto, a solicitud del Fiscal, se notificó al Padre Guardián, al padre Izquierdo y a fray Antonio, la Provisión Real, contestando éstos que «hablando con el respeto y veneración que deven, como basallos leales de su Rey y Señor, suplican del dicho auto las veces que el derecho les permite, por cuanto su prelado superior, por obediençia y descargo de graves çensuras reservada la absolución al dicho padre Comisario general, les manda salgan de esta çiudad para la de Lima dentro de quatro días». Terca la Audiencia y empeñada en contrariar la orden del Comisario franciscano decretó inmediatamente: «Guardese lo proveido para que por ahora no salgan ni hagan novedad, por conbenir así a la paz y quietud de la Religión, y despachen para ello Provisión de ruego y encargo».

El 8 contestó el padre Olmos a la Audiencia negándose a entregar las Patentes y a sobreseer su ejecución, apoyándose en razones claras y concluyentes, ya bajo el aspecto legal, ya bajo el moral y el de las conveniencias para la paz de la ciudad y del Convento, ya bajo el de la disciplina y observancia religiosas. Al tratar del reclamo que hace el Fiscal de la presencia de fray Antonio Rodríguez en Quito fundándose en que son imprescindibles sus servicios como arquitecto, dice el padre Olmos lo siguiente: «en quanto al dicho fray Antonio Rodríguez, en casso que fuera bastante, parece solo aparente y pretende, porque las obras que diçe, ni corren por su quenta y antes delinquiera en ocuparse en obras que no fueran de conventos de mi Religión, como se dispone en las Constituçiones de ella; y hay muchos arquitectos en esta çiudad a quien les es deçente esta ocupación de tanta mas pericia en la Arquitectura como es notorio a Vuestra Alteza».

Con el apuro del caso y por ser ese el último día del plazo de cuatro días que tenían los religiosos para cumplir con las órdenes del Comisario bajo pena de excomunión reservada, se reunió la Audiencia para examinar la respuesta del padre Olmos y decidió exigir la exhibición y entrega de las Patentes dentro de ese mismo día y rechazar su ejecución hasta que las conozca y examine el Real Acuerdo. Ante tanta violencia y despotismo de la Audiencia, el padre Olmos entregó aquellas Patentes y los tres religiosos que debían marchar al día siguiente, se detuvieron ante la imposición de la fuerza.

Para justificar su terrible abuso de autoridad, ese mismo día 8, levantó la Audiencia un proceso informativo sobre los graves disturbios que ella aseguraba había sobrevenido en el Convento por las Patentes del Comisario y que los probó con testigos ad hoc   —17→   que aseguraban sólo haber oído narrar lo sucedido. Esta verdadera infamia fue contradicha por el gran Obispo de Quito, fray Alonso de la Peña Montenegro en una información en que acusó al presidente Vázquez de Velasco de abuso de autoridad y de calumnia y por el padre Fernando de Cozar, que solicitó de la Audiencia una información «de todos los religiosos grandes y exemplares de más opinión y crédito», del Convento: información a la que no accedió la Audiencia.

No seguiremos más adelante porque no nos interesa la manera cómo se enredó y desenredó el lío que formó la Real Audiencia con motivo del apoyo pedido por el Cabildo de la ciudad para impedir que el arquitecto franciscano fray Antonio Rodríguez, no saliese de Quito; pues, con lo dicho basta para aquilatar el valor de nuestro artista y la gran estimación que se le tenía. Del proceso del que hemos sacado esos datos no consta si, al fin y al cabo, fray Antonio Rodríguez, fue o no a Lima. Era de creerse que se hubiese ido, porque la Real Audiencia no podía suspender del todo la ejecución de las Patentes y el Comisario franciscano tenía que hacer respetar su autoridad, no sólo en sus súbditos, sino ante el poder civil que quiso desconocerla y menoscabarla. Era de creerse que fray Antonio Rodríguez hubiese tenido que marchar a Lima, si no tuviésemos un documento que hace suponer lo contrario: la solicitud que el 19 de noviembre de 1629 presentó el Comisario don Francisco de Villacís a los religiosos franciscanos para que le permitieran erigir la Capilla que lleva su nombre en la iglesia y que a fray Antonio Rodríguez se le ordene el arreglo: construcción de dos bóvedas para entierro de él, de sus familiares y amigos que él quisiere, ejecución del retablo, de la tribuna y de la puerta frente a la de la Sacristía.

Es, pues, más que probable que el lego arquitecto no salió de Quito y continuó dirigiendo las obras de Santa Clara y del monasterio dominicano de esta ciudad.