Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.


ArribaAbajoAlegoría del Libro segundo

La Fama, y sus clamores representan la Admiración, y Expectación de Europa a vista de una Empresa tan fuera del Humano discurrir.

El no atender Jacinta a las noticias, y Historias con que su Padre procuraba divertirla, declara, que sólo atiende, y gusta de Sucesos Amorosos quien tiene Amor, estando violento en todo lo demás.

La Tempestad que luego se forma espantosa acuerda las Penas, y Angustias, en que este poderoso Afecto hace fluctuar los Amantes. La Isla verde de la Esperanza, donde encuentran algún alivio, y a cuyo abrigo sepultados en el Letargo de su Enajenamiento, se sueñan algún rato entre felicidades, con los falsos bienes de su Pasión que sólo tienen de verdaderos el Pesar con que atormentan al desvanecerse.

Muéstrase verosímil con este naufragio, lo que muchos pensaron de que hubiese Colón registrado antes aquel Orbe nuevo, llevado allá por semejantes impaciencias de las Ondas; Opinión que tiene apoyo en muchos Autores de gran Crédito.

Advierto aquí, que en las antecedentes dilatadas Navegaciones de Colón, quiere introducir el Poeta, que yendo por el Mar Atlántico se le aparece una inteligencia, y le dice: Ahora estás sobre una de las principales Cortes desta grande Isla hundida, la cual llegando a merecer el último enojo del Cielo la sumergió Dios, conservando en el fondo milagrosamente sus edificios, y dándole por castigo que estén ejerciendo debajo de las Ondas las Acciones que le merecieron esta ruina, con el conocimiento de cuán malas son. Y diciendo esto se hace más diáfano el Mar, y ve Colón sus Casas, Ejércitos, Armadas, etc. y las causas porque se pierde un Imperio.

El Nuevo Mundo

Poema Heroico de Don Francisco Botello de Moraes y Vasconcelos.




ArribaAbajoLibro segundo




1


Dilatose en el Aire, como el Lino
el Ruido, el Humo, y Voz de los metales,
con que el dejar la Tierra el Ligurino
rompe aún tiempo de Favonios, y Cristales.
Resonó el Oceano; Cual vecino,
bramar fueron de Atlante estruendos tales;
y en fin llegó el Rumor que alto se inflama
al alcázar y Oídos de la Fama.




2


Tiene Esta su Palacio y Mansión digna
(donde nunca el Olvido entró siniestro)
puesta en el Aire; allá donde confina
con el Celeste Mundo el Mundo nuestro.
En densos globos de Vapor que afina
sus cimientos dispuso Estudio diestro,
donde movible, oh grande Alcázar, subes
sobre volantes Cáucasos de nubes.




3


Raro es el Orden, rara la Estructura
desta alada Mansión que el Viento alista,
y rara la Materia en quien se apura
en vano de los ojos la conquista.
Cristal parece. pero aún es más pura;
congelado Aire se negó a la Vista;
y Base, Frisos, Arcos y Todo hermoso,
es deste No sé qué maravilloso.




4


Como en Sueño al Pensamiento humano,
que en él se usurpa a los Desasosiegos,
muestran mal diciendo Alcázar vano
Combinaciones de Fantasmas ciegos;
O cual las Nubes en el Viento ufano
forman dudosas Torres sin sosiegos,
pretendiendo en sus densas Tropelías
ser las Casualidades Simetrías;




5


Así mal divisado Estotro Existe;
mas tan sólido y fuerte se celebra,
que el Bronce ante él es Cera que desiste;
Las Cordilleras de Alpes, fácil Hebra.
Sus acerados Dientes, cuando insiste
en roerle el Cimiento, el Tiempo quiebra;
y pierde, conspirando a hacerle daños,
Catapultas de Siglos, Huestes de años.




6


Todo está desgarrado en partes cientos
con Ventanaje y Pórticos el Muro;
De Orificios se criba el Pavimento;
Más es Red, que Palacio, el que aseguro.
No es tan abierta la Extensión del Viento;
Y solo sirvió en ella el Lienzo puro
para hacer que se viese sin desaire
en más roturas más patente el Aire.




7


No hay Puerta alguna en Pórtico o Ventana;
y en vez della em Columnas tiene presos
Biombos de Papel que da en su Plana
los Poemas más célebres Impresos.
Y como en nuestro Oído la Membrana
del Tímpano hace el son, así en excesos
crece cualquiera Estruendo allí descrito,
y Ecos innumerables grita un Grito.




8


Calle los Ecos de Lucrecio el Mundo;
Los Ruidos de Elis mil; y el Hueco Aonio;
De nueva admiración a este fecundo
sonante muro Antiguo Testimonio.
Todo rumor del Orbe y del Profundo
por las diáfanas Fauces del Favonio
es siempre un Soplo que hace en voces puras
los Albogues sonar destas Roturas.




9


De mil locuaces Turbas voladoras
están llenos los Atrios y las Cuadras;
Vuelan mezcladas las Engañadoras
Voces, y Verdaderas, en escuadras.
Con la Credulidad a todas horas,
sin Autor, o susurro infiel, taladras
sus estancias; siempre habla sin reposo
el Error temerario, el Gusto Ocioso.




10


Va la Curiosidad, y con exceso
para mil Corros ver, distancias corta;
la Admiración, donde hay mayor suceso,
arqueadas las cejas queda absorta.
Busca el Aplauso, el Triunfo de más peso;
la Poesía a imitar lo Sumo exhorta;
y examina la Historia, dando leyes,
Virtudes ya, ya Infamias de los Reyes.




11


En la parte exterior del Edificio,
que remata en un Globo de Topacio,
descansa de su rápido ejercicio
tal vez la Reina deste gran Palacio;
De su rostro el Relámpago propicio
huyen las nubes a distante espacio,
cual huyen de la Aurora el lucimiento
los nocturnos Escándalos del Viento.




12


Pisa la hermosa Bola; y la Pureza
del blanco pecho al Céfiro entregada,
(en acción de volar) la ligereza
de sus Plumas mereciendo está templada.
A cualquier ruido vuelve la cabeza;
y en la punta del pie toda librada,
hacia la parte del rumor se explica
inclina el Cuerpo, y el Oído aplica.




13


Apenas llegó aquí el Sacro Celo
de Colón, y su Empresa el Noble ruido,
luego la Fama para honrar el Suelo
cayó del Globo al Aire esclarecido.
No tan sólo los ímpetus del Vuelo,
más aún Beldad le aumenta aquel Sonido:
parecía cuajarse Venus suma
del Golfo Vano en la Invisible Espuma.




14


Menos bella Corinto Misteriosa
(de Eterno florecer Tempe inconstante)
buscando el Templo de la mayor Diosa
fingió la Descendencia de Taumante.
Menos de Arabia al Ave portentosa
del gran Nilo la bruma ve espumante
acreditar en Pompas sucesivas
reiteradas las Horas fugitivas.




15


Jamás tanta Hermosura floreciente
hospedaron los Céfiros risueños;
parecía batir, Flora luciente,
por Pluma fragrantísimos empeños.
Nunca (sembrando a rosas el Oriente)
con Alas de Arreboles halagüeños,
Triunfa tan dulce de la Noche fiera
el Hipérbole hermoso de la Esfera.




16


Purpúreo al claro Monstruo defendía
un Velo en quien Oídos, Lenguas, y Ojos
tejió el Destino; hidrópica bebía
la Trompa aliento de sus Labios rojos.
Era Bajel del Euro, que impelía
de su Pelo y su Púrpura despojos;
Remos las Alas son que explaya el Vuelo;
el Cabello Fanales; Vela el Velo.




17


Más que nunca en Carrera portentosa
rasgó el Noto su impulso arrebatados
y más que nunca se vertió armoniosa
toda en Soplos al Bronce enmarañado.
Si al hinchado Semblante ardiente Rosa
añadía su Aliento violentado,
se hacen del Rapto en las agitaciones
los Astros de su Vista Exaltaciones.




18


Suspirando ambicioso en Solio inmune
tener el Austro tantas Claridades,
porque en fluidas sendas se desune
culpa sus infelices Raridades.
De aves inmensas en la escuadra, que une
excesivo el Primor de sus Beldades,
turban (siguiendo el ínclito Portento)
Babilonias dulcísimas el Viento.




19


Por donde en Vuelos doran centelleantes
sus Plumas el Favonio esclarecido,
en sucesos las Trompas incesantes
llueven inundaciones de Sonido.
Repiten las Frondosas las Undantes
grutas de Tierra y Mar el Sacro ruido;
y aún lo duplica en el indeficiente
Convexo Azul la Bóveda Luciente.




20


De Colón generoso los Intentos,
de la Española Hueste la alta suma,
y el inmenso Oceano en sus alientos
dispara el Monstruo de Sonido y Pluma.
Ya en agudos, ya en Ásperos acentos
Armas, Naves, Ejércitos, y Espumas
son Víboras que en Voz rasgan entonces
las cóncavas Entrañas de sus Bronces.




21


Ni olvida de Fernando, que esclarece
a España, en tanto Auxilio inmensa Gloria;
Fernando, que en sagrada Lid merece
desta Gloriosa Unión la Real Victoria.
En todo el Orbe grande pasmo crece;
previene altos Aplausos la Memoria.
Así la Fama vuela hermosa, en cuanto
de la Paz besa Iberia el Rostro Santo.




22


Puesto glorioso término a la Guerra
que ahuyentó tanto tiempo el Ocio blando,
a gozar bienes que la Paz encierra
despidió sus Ejércitos Fernando.
Ya del Campo el Asombro se destierra;
Y la Yerba levanta respirando
el verde Cuello, que perdía renombres
pisado de Caballos, Carros, y Hombres.




23


Del Pecho y de la Frente desasidos
los Yelmos, y la Malla se advertía;
como en la Espada ociosa estar dormidos
los ceños que inquieto Belona impía.
El Hijo y el amante enternecidos
llevan en su presencias alegría
a la Madre y la Esposa, en quien ha tanto,
sus Osadías murmuraba el Llanto.




24


Quien ansioso a abrazar corre el Amigo
que en su ausencia hasta allí vivió infelice;
quien a la Dama cuenta, en el abrigo
del Lecho, hazañas de su lid felice;
cual pondera el Valor del Enemigo;
y cual, para explicarle en lo que dice,
pinta el Campo, el Ejército, o la Almena
con la Espada (ya báculo) en la Arena.




25


A las aras se pagan reverentes
Ofrendas que de Marte en los enojos
enseñó el Riesgo a la Piedad, pendientes
visten la Pared Sacra altos Despojos.
Sobre las ricas Lámparas ardientes
con globos que hace el Aura en sus arrojos
ondeaban ya (sin Bélicos afanes)
nuevo humo de la Luz los Tafetanes.




26


Guillelmo, anciano, entre otros victorioso
pagar rendido un Voto procuraba
que de la Virgen Madre hizo piadoso
a un Templo en que Alta Cádiz la adoraba.
Málaga deja, donde El Rey su honroso
Esfuerzo con Haciendas mil premiaba;
hallose en su Conquista El gran Guillelmo:
Marcial su Edad encaneció en el Yelmo.




27


Mas no dejar de Málaga las Playas
pudo sin la Hija en quien vivió felice.
Quiso (oh Jacinta) que en la Nave vayas
y tu Esplendor los Piélagos matice.
Jacinta, a cuya vista (oh Sol) desmayas;
de Carlos dulce Ardor, si ya infelice
le era Noche en la Ausencia, ardiendo enojos,
la sombra de las Luces de sus Ojos.




28


A su Belleza en misteriosas calmas
añade la Poesía y lo Entendido;
de Esmirna y Mantua competir las palmas
se ve en su Plectro acierto repetido.
No, por mostrar no hay Sexo entre las almas,
Safo así pisó el Monte que es, florido
[manando Discreción y Eternidades]
terreno Impíreo en líquidas Deidades.




29


Y otro Encanto en su Voz [que del más rudo
peñasco árbitro suena] se atendía.
Las aves enfrenó, suspendió el mudo
Pueblo absorto del Agua su Armonía.
Con su Rumor callar el Cielo pudo;
y el Mundo olvidar Pasmos que fingía
movieron por distintos Horizontes
los Monstruos fríos y los Tirios Montes.




30


También Fadrique, de Guillelmo hermano,
los sigue; y Padre de Leonor, la Dama
que de Jacinta y Carlos, el tirano
Afecto supo y amorosa llama.
Mas Leonor no acompaña al Tío anciano,
porque faltó, y noticia o leve fama
della no hubo, después que al gran camino
se ausentó de Iberia al Ligurino.




31


¿Qué no hizo el Padre Noble? ¿cuál despecho
no lo encendió? Mil medios inquiría.
Obró (mas siempre en vano) cuanto un pecho
generoso en suceso tal debía.
Desesperado en fin, no satisfecho,
su Discurso al del Tiempo el vuelo fía;
y reprimiendo el grito de su Agravio
es Dedo el Juicio, del Silencio al labio.




32


Es prudente Fadrique; ni desprecia
el Rey su acierto y brío en la Campaña;
y aunque los libros no trató, se aprecia
de Estado en el alta Experiencia extraña.
Por eso Embajador fu ya en Venecia;
y fiel Mercurio lo atendió de España
la siempre Augusta con triunfal Destino
grande Reliquia del Honor Latino.




33


Los dos Hermanos pues, con la Hija bella
buscando Cádiz Málaga dejaban;
dormía el Mar; la Nave atropella
de vidrio Obsequios que sus Breas lavan.
Todo el velamen del Bajel descuella
que altas preñeces cóncavas hinchaban:
del Soplo más fecundo y más benigno
pródiga Inspiración concibió el Lino.




34


Ya dentro allá del Mar los divertía
de su Cerúlea tez la alta belleza;
Sólo a Jacinta amor entristecía
y a Fadrique ofendida su Nobleza.
Guillelmo, opuesto a su melancolía,
grande Conversación discreto empieza:
allá (dice) está ahora el Clima Hispano,
y acá la Libia a la siniestra mano.


A África vasta, donde inunda errante
un Despueblo arenoso mil regiones,
de su Obelisco es Zócalo espumante
La Sal Mediterránea a los Triones.
al Ocaso y al Austro del Mar de Atlante
y el de Etiopía baña sus mansiones:
sus Latitudes que alto incendio exhalan
las Gorgones y Arómata señalan.




36


La Cumbre es el riscoso Tormentorio
que halló del Luso la obstinada Entena
del Mar de Hércules a este Promontorio
su Longitud vastísima se llena.
A romper va el Bermejo Mar notorio
un Istmo que con Asia la encadena,
un Istmo que con Asia la encadena,
y en Suez trunca absorto al curso el hilo
bramar oyendo en fauces siete al Nilo.




37


Desta del Mundo tercer Parte ardiente
me dio un Moro noticia peregrina.
Madagascar grande Isla hacia el Oriente
el Trópico del Austro le domina.
Lagos mil, Profundísima corriente
de Ríos la atención allí examina,
hinchadas Venas donde el Clima abona
la eterna Fiebre de su ardiente Zona.




38


En Minas de Oro la peor encierra
Peste de cuantas en sus Orbes crecen;
tiene Piedras preciosas; que en su tierra
ardiendo los Peñascos, resplandecen.
No sólo peregrino se destierra
el Pueblo que los Cielos le ennegrecen;
aún vaga el Campo allí; vuelan extrañas
con las Sierpes en Montes las Campañas.




39


La Noticia que más deleitó afable
mi Oído, es cuando a hablar se determina
de la fuente en que nace la admirable,
Fecundidad de Egipto cristalina.
Buscando este Secreto sudó instable
la Persiana ambición, Griega, y Latina:
curiosidades mil ahogo profundo
en una fuente que no había, el Mundo.




40


De Séfotris fue digno el soberano
Intento; y del que uncía no diverso
Reyes al eje; inquiéralo el Romano,
Farsálica Inquietud del Universo.
¿Qué es ver cuando se escupe y llega ufano
al gran Mediterráneo en cristal terso
de un Río a siete bocas sucesiva
ser muchos Mares pródiga saliva?




41


¿Qué es ser vueltos en lluvias los raudales
(del Cielo haciendo a Egipto independiente)
Nembrot de sí en sus Torres de Cristales
introducir lo Undoso a Omnipotente?
Que es del Julio en los hórridos fanales
fabricarse su Invierno su Corriente?
De no agotar sus fértiles diluvios
late el celeste Can rabia en Vesubios.




42


Del Reino de Goiam lindes apura
la Provincia de Agaos, que al nacido
Fénix de vidrio mece en grama pura:
Sabala es de la Tierra el apellido.
Hínchase en grande monte la llanura
de espesísimos árboles vestido;
dando la Primavera en risco hermoso
Recatos verdes al Misterio undoso.




43


En la más alta y más frondosa cumbre
(a dos pies cada diámetro no llega)
cela breves dos fuentes la techumbre
del gran Boscaje que el Favonio anega.
No sale el agua; mas la escasa lumbre
sólo mira, que el Bosque allí le entrega;
abriendo (a ver si es bueno aquel ambiente)
los Párpados de un Césped floreciente.




44


Llena de agua la altísima Montaña
casi se hunde al tocarla los Mortales:
sin duda, allá en sus Golfos, de la extraña
floresta las raíces son Corales.
Trémulo el Monte, en senos inmortales
que en fecundas pinturas la Destreza
a la gran Madre da Naturaleza.




45


L'África lo publique de ondas llena;
que, en vez de blanca sangre en cándido hilo,
bebe sediento el labio de su arena
al pie del Monte derramado el Nilo.
Aves mil de Cristal después su Vena
siguen, mirando que en monstruoso estilo
renace el Mar con espaciosas Plumas
del gran Vistoso Pájaro de espumas.




46


Rompe el Lago de Bed; y inquiero luego
su curso encuentra, y vuelve hacia su Fuente,
como que a morder vuelva, Dragón ciego,
sus Ondas porque impelen su Corriente.
Por vastos climas lleva el vasto Riego
cerca de su gran Cuna floreciente,
mas no halla al fin el Monte en que ha nacido,
en los ardientes Páramos perdido.




47


Va a la interna Etiopía, discurriendo
sus broncos Reinos que el Zenit infama,
donde en sudor, el rudo Pueblo ardiendo,
verdinegros aljófares derrama.
Ya en estrechas canales que abre horrendo,
como los Tigres de su margen brama,
ya rápido gran sierra en que borbolla
despedazada en mármoles arrolla.




48


Ya en los Campos se explaya; todo un Clima
a un Egeo [sin margen] corresponde;
y manto de Cristal, por que no imprima
su rabia el Sol, una Provincia esconde.
Venle el Cirrheo; y el que en Patria opima
ya el Ébano o Marfil arranca; y donde
son las flechas [que allí ponen sus gentes].
Cólera aparatosa de las frentes.




49


Busca Méroe; los Blemias baña fieros;
a Siéne llevar sus ondas quiere,
y prófugo, en diluvios extranjeros,
de ajeno Mundo extraña Zona inquiere.
Corre el Cancro donde África, en severos
arenales y polvo, triste aún muerte,
pues copiando en color la onda Eritrea
[que de Asia la divide] bermejea.




50


Fertilizando al fin Egipto ufano
muere en sus Bocas que hablan tanto al Mundo.
Linde al Mediterráneo el Oceano
es aquí, y allá el Nilo sin segundo.
Mas no lo he dicho bien; truncan el vano
Jaspe al Mediterráneo Mar profundo,
de aquella parte con soberbio estilo
siete Oceanos, y de estotra un Nilo.




51


Dijo Guillelmo: Mas ya en la alta Popa
al Estrecho ancho en fama se acercaban
donde del Mundo (la África y Europa)
dos Partes en un Piélago se lavan.
Aquí (Prosigue) con su undante Copa
a España y Libia que antes se enlazaban
sus dos Zonas el Mar partió interpuesto,
Trópico de Cristal al Cancro opuesto.




52


Tanto puede la Edad: Así sin duda
la Propóntide, de Asia nos separa;
y así y de la gran Bota desanuda
parte del pie en Sicilia, Tetis clara.
En Eubea, en Bitinia, en la ya muda
Leocosia, y en mil partes con la lid rara
discorde el Mundo amigo hacen las solas
espumantes Cizañas de las Olas.




53


Mira el Abila y el Calpe (que hoy divides
oh Mar) cada uno un Mundo en monte aunado;
Columnas (vocal puerta las dio Alcides)
del Oceano al Pórtico erizado.
Broncos se miran, amagando lides;
y como antes de paz mano se han dado
la Tregua rota por Provincias bellas
ascienden a honestar con las Estrellas.




54


Ceuta allá ves, (del Lusitano Aliento
gran Conquista en piadosas Guerras duras)
Que de Abila a la Cumbre dando aumento
es peñascoso Airón de Arquitecturas.
Porque el Sol no temiese otro ardimiento
viendo elevar sus riscos, le son puras
al Sol las cinco Quinas fieles Martes;
las cinco Zonas Foso a estos Baluartes.




55


Mira Alcázar, y Tánger que glorioso
su nombre a esotra parte difundiendo
va de la Mauritania que el famoso
Medo en la antigua edad dominó horrendo.
Aquí en el Huerto Hesperio misterioso
la Fábula en la Libia entra queriendo
Ramos de Oro a la puerta dio lucientes
dese Averno de Tigres, y Serpientes.




56


Es el Reino de Fez el que eriza
riscoso hacia el Estrecho, y tierra Hispana;
Lo aparta de Marruecos la onda riza
de Umarabia, al Ocaso en Vega llana.
Umarabia, que en giros se desliza
al Mar de Atlante, Víbora Africana;
y entre las peñas que humedece opimo
verdes Camisas da de musgo, y limo.




57


Otro linde a este Reino es al Oriente
del pródigo Malúa la onda fría;
otro el Atlante al Austro, que impaciente
de allí a Numidia sus peñascos guía.
Numidia, que con Sangre antiguamente
impartible el Imperio escribió impía:
De su Cetro la línea fue importuna
un Bárbaro Renglón de la Fortuna.




58


Mira (prosigue) las Victorias
del Berberisco en nuestro monte horrendo,
donde el grande Alcides las memorias
en la célebre Heraclea están viviendo.
Aquí muchas clarísimas Historias
la Antigüedad obscura confundiendo
al Papel destos montes cuajó extraños
Borrón de Siglos con Diluvios de Años.




59


Juntó (cegar queriendo el Golfo) activo
Hiraclis destas Sierras los descuellos.
¡Oh error! Dos Montes en un Pecho altivo
caben, y aun cupo la Ambición con ellos.
Por Monte de Tarif después nocivo
es Gibraltar el Calpe: A muchos Cuellos
yugo imponer le vio Nuestro Horizonte;
y hoy su Nombre es fatal, coyunda al Monte.




60


............................................................
............................................................
............................................................
............................................................
............................................................
............................................................
............................................................
............................................................
............................................................




81


Mas ya de Trafalgar Montado el Cabo
(Dejando el de Espartel a la siniestra)
el Oceano dividían bravo
costeando por su humor la Hesperia nuestra.
Dejan mil Pueblos que a l rueda el clavo
no pusieron, y humildes hoy los muestra;
y ya la alta Isla ven, que hacen ligeras
las Columnas de Alcides sus Banderas.




82


Cádiz digo; a quien pródigo el Mar lava,
la que otro tiempo en no difuso asilo
Gades por los adobes se llamaba
que dio a sus Muros el Fenice estilo.
La que a Alcides triunfante veneraba
en e Gran Templo a que ofreció Lucilo
entre los humos de Amomo, y Casia
las Opulencias Bárbaras del Asia.




83


Ese emporio que a Mundo hoy corresponde
(Oh Cádiz) otra edad fue mansión breve;
si ya es tal, que en el fondo el Mar se esconde,
y apenas a besar tu pie se atreve.
Aun Garganta voraz no eras adonde
con Sed de Oro Infernal, ansiosa bebe
por tantos Vasos de atrevida Popa
las Venas de l América la Europa.




84


Mas (¡oh Mar siempre infiel, siempre de ruinas
Teatro!) Arrepentido el Campo undoso
de hacer Valles sus Libias cristalinas,
en altas Sierras se encrespó furioso.
Sin duda a nuevo Centro Peregrinas
vanas las Ondas van del peso hermoso;
y al ver (Jacinta) que su emporio pules
rebalsar quizá en Orbes quiere azules.




85


Sin Viento antes tu tez (que aun no desgarra)
hinchando al Golfo, lo mecía injusto
el Huracán que concebido amarra
en su gran Seno el Mar, para lato susto.
No de otra fuerte que al tirar la Barra
de grave hierro el Español robusto
columpia el peso que después vibrado
el Euro rompe, y estremece el Prado.




86


A poco espacio en raptos fluctuantes
descolló la Tormenta; Y dividido
su Mármol, Vagas furias disonantes
abortó el Mar con hórrido bramido.
Clama el Piloto inquieto; Y los restantes
de la Nave prorrumpen en gemido;
Mas lleva airado el Euro a Extraña parte
los Votos del Temor, la Ley del Arte.




87


Las Nubes otra Tierra en bronco asiento
negras parecen; Sólo a horror se aclaran;
Montes obscuros son del Firmamento
más tupidos si al Mundo se comparan.
Cuaja el Bóreas la Olas; Contra el Viento
en Granizo, hechas Riscos, se disparan;
Y a macizar de Hielo, oh Golfo, subes
las volantes Cavernas de las Nubes.




88


Creyeras que allí el Mundo vuelta afuera
la interior masa en ímpetus fatales
retiraba la Luz a oculta esfera,
nieblas vertiendo y furias Infernales.
Del Aire ciego otra Tormenta fiera
llenó el Orbe de Truenos, y fanales;
Fanales, con que al Cielo (oh Rayo) le ajas
las Púrpuras azules de sus Fajas.




89


Llueven mil Rayos, vuela el Mar violento
en Cumbres a encontrarlos con desdoro;
Son mordiéndose la Onda, y Rayo al Viento
broche medio de Plata, y medio de Oro.
Sino es que al muerto Sol honra el sangriento
Mar en sus nudos con infiel decoro,
siendo cada Ola en el horrendo ensayo
blandón de Vidrio con luz del Rayo.




90


Más se erizaba el Horizonte plano
del Mar: mayores cúmulos lo infaman;
Más Montes de agua a su irritado Llanto
membrudos Monstruos d'ella se derraman.
Síguelos el furioso Viento ufano,
y Ellos por todo el Mar huyendo braman,
hasta que salpicando arenas pocas
Ciegos se hacen pedazos en las Rocas.




91


A los Nautas el vuelo del Navío
no distinguir cual sea el Centro le hace;
Mil veces usurpando el sitio frío
a la Quilla, la Gavia en Ondas yace.
Los Golfos lleva al Cielo el Noto impío,
y al ímpetu que Estrellas le deshace
ruedan con velocísimos extremos
rechinando los Círculos Supremo.




92


En l'Agua que se impele con ensayos
de Averno, el mismo Sol que extingue, suena;
Arrancada articula con desmayos
la Osa el bramido con que el Polo truena.
Desciende la Región Celeste en Rayos;
La Tierra asciende en agitada arena;
Es, confundido en embrión perverso,
ceño del Aire todo el Universo.




93


Desnudo de Agua, en Peñas desiguales
se vía el Esqueleto de la Tierra;
Donde por nuevas Grutas Infernales
se exhala el central Fuego a tanta Guerra.
Etnas viendo, y Relámpagos fatales
aquí, y allá, difunto el Pino yerra;
surca otro Orbe en el Viento a quien externos
por Cielos circundaban dos Infiernos.




94


Dispárase infeliz su buque en tanta
pólvora cristalina que lo hiere;
La Gente al Árbol se ata aunque la espanta
el Mar; Trabaja; Y el morir difiere.
Mas con todo el Mar vago la quebranta,
y aun las Grutas bramando el Austro inquiere,
por si hay más Ondas; Viose errando asiento
volar la Espuma, fluctuar el Viento.




95


Corren furiosos todos porque muera
triste un Leño; Cada uno atroz se exhala;
todo Árbol le cortó en la Lid primera
el Aquilón con la Segur de un ala.
Dio el Leño tal balance que se hundiera
a no llegar otra Onda que lo iguala:
Onda, que era (arrollando el Cristal roto)
la faz hinchada con que sopla el Noto.




96


No haría estruendo tal, si deshiciese
el Cielo sus Estrellas con desmanes;
ni el Aire si a uno sólo redujese
juntos sus Truenos todos, y Huracanes;
Ni en la Tierra tal ruido es dable hubiese
reventando a una todos sus volcanes,
como el que hace en la Nave que maltrata,
cada monstruoso Ariete de Plata.




97


¡Triste Jacinta! En tanto horror que aún calma
la alta seguridad de Estrellas puras,
¿qué hará tu Corazón, que ociosa palma
del querer sólo adquiere en las ternuras?
Aflígese infeliz; mas en el Alma
combatida de ráfagas tan duras
no llegó, con perder cuanto es denuedo,
a ser igual del Cielo Amor al Miedo.




98


Aquel Vendado a cuyas impiedades,
y a cuyo error no copian las Esencias,
todas en su Cendal las Ceguedades,
y en su Carcax violento las Violencias;
Aquél, en cuya cárcel las Edades
miran que, en vez de huir las inclemencias,
se abraza el peso, y porque no se ausente
la prende a la prisión el Delincuente;




99


Aquel Mago de Glorias, y pesares,
que astuto al Universo da en su llama
mayor Veneno que hacia los Altares
de su Chipre allá el Nilo Ondas derrama;
Aquél, entre el horror de Viento, y Mares,
rasgaba ardiente para herir la Dama
(Más que uno instable, y que otro más sangriento)
la espada infiel del Mar, l'ala del Viento.




100


Porque no des tu aliento cuando lloras
(Oh Jacinta) a las ráfagas deshechas,
disparaba con órdenes traidoras
a dominarlo ejércitos de flechas;
Quedaban las Saetas voladoras
en el cándido Seno Espadas hechas;
Es guarnición el Pecho al leño junta,
y pomo el Corazón a cada punta.




101


De su amante infeliz por quien suspira
le finge el Rostro Amor con dulce alarde;
y acordarselo ausente es más que al Ira
del Viento, y Mar para que este cobarde.
El Aire fue el gran lienzo en quien lo mira;
Donde las nubes eran Sombras; Y arde
en rojos coloridos sus confines
desgreñado el Relámpago a Carmines.




102


No impedía su Vista el Globo fiero
de Ondas que al Reino ascienden de la pluma:
Las Nubes para verlo eran acero
que espejo hacen el vidrio de la espuma;
Si caen Rayos más el Lisonjero
Objeto vía con su hoguera suma;
Y hallaba más Retratos si fatales
más quebrantaban las Ondas sus cristales.




103


La confusión del Viento su cuidado
venció, de un Bien sintiendo los retiros;
Su pensamiento el vuelo arrebatado
del Leño en que se lograba el Mar sus tiros.
Excede el Corazón tierno arrancado
la Acción que al Rayo impele; Y los suspiros
los Truenos con que gime su desaire
la garganta vastísima del Aire.




104


Así por Soles diez fue infaustamente
juego el Abeto a la Tormenta extraña;
suspirando al crujir trágicamente
del Bosque el Buque la primer Campaña;
Al Otro una Ola el Mar creció eminente
más alta que los Riscos que allí baña;
(¡rara caída!) dando el Pino en tierra
se despeñó del Mar, sobre la Sierra.




105


Como en su Anfiteatro un tiempo Roma
al mirar que a una Fiera el hierro encuentre,
notó que por la herida el parto asoma
renunciando las cárceles del Vientre;
Y el tierno hijo que sale, y vida toma
por donde percibió que el acero entre,
ni bien la arena, ni el congreso vía,
confuso al estrenar la Luz del Día;




106


Así Jacinta que el furor airado
huyó del Mar, y su Campaña incierta,
(Rompiéndose la Nave) salió al Prado,
de la obscura mansión de la Cubierta;
Y así en la claridad que ha recobrado
la fuerza del Sentido mal despierta
debía (oh Cielo) a cuanto ardor conduces
su Vista absorta ceguedad de Luces.




107


Corta es la Isla; Más verde maravilla
de Cuya Cumbre hasta aquel Mar se mueve
entre mil Flores tierna Fuentecilla
porque vive felice a vivir breve.
Parece, angosto el Monte, y poca orilla
Árbol del fondo que a la Luz se atreve;
No el Golfo la opugnó, que su Pimpollo
sufre por Alga el Mar, no por Escollo.




108


Sosegose del Piélago la ira
viendo que el risco ya el Bajel se vaya;
Sino es que en la Isla, o la Beldad que admira
embelesado su furor desmaya.
Cortés se alarga ya, ya se retira
tendiendo espumas por la hermosa Playa;
Dientes del Mar, que en trozos de Azucena
blancos se quiebran al morder la arena.




109


Cobró la Bella Aliento, y Vista errantes,
quizá porque otro tiempo en su ardor ciego
el Objeto a sus Ojos debió amantes,
y al aliento el crecer su amante Fuego.
Mas viendo que no ve los Navegantes,
ni otra Gente, vertió todo el ver luego
en una triste Lágrima, y perdido
ahuyentó el respirar en un Gemido.




110


En fin llegaste (oh Muerte) ansiosa dice;
en fin ya el fin impones a mi fuerte.
Muerte esta despoblada Isla predice
a mi angustia; predice el Golfo muerte.
En este extraño Páramo infelice
donde me ignoren todos, llegó a verte;
porque aun muerte ocultando esta Victoria
le sobre de mi Vida a mi Memoria.




111


Viví infeliz, pues cuando a arder alcanza
mi Pecho entre un Volcán de Abismos ciertos,
sólo debí al Amor una Esperanza
Sueño (¡ay cuanto engañoso!) De despiertos.
Faltome el Cielo, hizo el Cristal mudanza
y en fin si acaso (oh Sustos nunca inciertos)
le negáis el de Adversa y importuna,
todo el Ser le desmiento a la Fortuna.




112


Buscaba el Sacro Templo Peregrino
para hallar la Piedad del Cielo Santo,
y hoy conozco intentaba así el Destino
de mi Patria aparteme a inmenso llanto;
Mas en vano me quejo, pues previno
siempre el Hado a mi Vida ahogo tanto;
y a esta Patria de Monstruos, Susto, y Pena
no podrá mi dolor llamarla ajena.




113


El Bajel, dese Escollo al golpe fuerte
mira sus Tablas, y Árboles deshechos;
la Gente que auxiliar pudo mi fuerte
dio al fondo undoso los difuntos pechos.
Ya nada hay que esperar sino mi muerte;
pues ¿por qué no la buscan mis despechos?
Y si no aguardo entre el dolor en que ardo
la Vida ya, ¿por qué la Muerte aguardo?




114


Membrudas Fieras que en esta Isla oculta
habitáis de sus Grutas las pizarras,
siendo en el hueso de su roca inculta
difusa animación de greña, y garras;
Broncas Aves, oh furias que me oculta
con bastos troncos, y silvestres parras
en ese Caos de hoja que así enreda
vuestro confuso Abismo de arboleda;




115


Venid todas; lograd la más violenta
hazaña (oh Cielo) por quien hoy suspiras;
Si tanto (Hado cruel) tu Ley sangrienta
lloro, ¿por qué estos Monstruos me retiras?
En brutas Bocas halle otra Tormenta
mi Vida, presa infausta de sus iras;
sean los fieros dientes con lid suma
riscos; y espumas la rabiosa espuma.




116


Mas aún duermen los Brutos perezosos
por no librar mi Aliento de mis penas;
sino es que aún de vivientes horrorosos
sólo el despueblo puebla estas arenas.
Llorad, Ojos, llorad, hasta que ansiosos,
si es cierto que al Mortal guardan las venas
Vida y Alma en la Sangre, deis vertida
en la Sangre del Alma aquí la Vida.




117


Era mi Vida Amor; y en sus despojos
el llanto mis estragos ya me avisa,
pues al raudal sangriento y sus enojos
quita el rojo color, de Amor divisa.
Si viví viendo un Bien. Tenga en los Ojos
(Pues tuve el respirar) muerte precisa;
y anegándome fiel Piélago tanto
dense a alientos de Vista urnas de Llanto.




118


Así se aflige; y tantas maravillas
de Beldad viendo la Isla, y Mar llorosas,
blando susurro el uno en las orillas
hizo, y la otra en las Ramas cuidadosas;
Su vuelo las pintadas Avecillas
a escucharla pararon obsequiosas;
y suspensas del Céfiro en las salas
las tuvo más su oído que sus alas.




119


Del Cielo que la aflige murmuraba
tierno el Favonio en aura balbuciente;
y en fe de que Jacinta respiraba
más llenaba de Aromas el ambiento.
Trémula cada Flor se desvelaba
por templar la Quejosa floreciente;
todo parece que su afán sentía,
y estorbando sus lágrimas decía:




120


No llores, no; no juzgues que alto origen
a mil penas tiene hoy tu hermoso Abismo;
muy presto en ansias que tu Esfuerzo rigen
fiel mudanza hallará tu parasismo.
Si han sido tan groseros que te afligen,
como pueden tener a un tiempo mismo
tan discreta Elección los Sustos fieros
que de espacio se estén con tus Luceros?




121


No es tan poco Celeste el Cielo, y la ira
no así los Sacros Ánimos contienen
que olviden tu Beldad, con quien suspira
la Alfombra que estas Flores te previenen.
Mírate el Ciclo; y aun contigo mira,
pues copiándote a Estrellas, todos tienen
los Ojos de la Esfera luminosa
hermosa Niña en tu niñez hermosa.




122


Como entre el Sol y Estigias de horror llenas
la Humana Vida está, bañan sus Velos
ya del Humo Infernal borrón las penas;
ya las Glorias, colores de los Cielos;
Si el Bajel despeñado a estas arenas
roto como ondas causa tus desvelos,
muy presto a darte Puertos más seguros
se volverán las ondas Palinuros.




123


Al que opugna con sustos el Abismo
da luego dichas al Zafir brillante;
y más si es por Amor al Parasismo;
o en lo hermoso, a sus Orbes semejante.
La Beldad cerca está del Cielo mismo
y ser debe su Angustia breve instante,
pues el Padecer, y el Gemir fiero
en Provincias Celestes Extranjero.




124


Mira esa Fuentecilla que risueña
si del Mar que ama sale a aquella Cumbre
otra vez a sus ondas se despeña
ardiendo en su Cristal constante Lumbre.
El Cielo a auxilios del que amó se empeña;
y Amante de la Tierra su techumbre,
no es (circundando Flores y Ondas bellas)
más que un abrazo azul lleno de Estrellas.




130


Pierde sus Hermosuras el fecundo
Campo, y de Sombra en Piélagos severos
Luceros de matiz sumergió inmundo
cuando es Jardín el Aire de Luceros.
En muda Soledad yacía el Mundo;
callan las Aves, Viento, y Brutos fieros,
sólo el agua, al batir la Arena fría
viéndose entonces menos, más se oía.




131


Jacinta habiendo con el mal que llora
batallando gran rato, al fin rendida
sobre el Lecho en que mece ámbares Flora
suspendió lo angustiada en lo dormida.
Mas como de las Fábulas, y ahora
del Mar, la Fantasía halla teñida,
soñó cuanto ya el juicio fiel desprecia
mentir supersticioso de la Grecia.




132


Soñó que el Mar bruñido en perezosa
quietud risueña adormecía su bruma;
y la amarga ya al Gusto Plata undosa
se endulzaba a la Vista en beldad suma.
Grande pella de espuma ondeaba hermosa,
nata de ampos, espuma de la espuma;
y eran, cuajando risas que atesora,
labios del Mar los pechos de la Aurora.




133


No sé si al Vientecillo que suave
la circundaba sin osar lamerla,
o tiritando tierna entre humor grave,
se endureció en carámbano de Perla.
Grande una Perla se hizo, porque lave
de blanca Lumbre el Mar que ha de merecerla;
Corre el Golfo, y gastando allí un tesoro
la eriza de Coral, la raya de Oro.




134


Rasgado luego el Risco nada bronco,
vertió al Golfo otro golfo de Hermosuras,
transformando con Luz al rubio tronco
en Estrellas sus ramas mal seguras.
Quedó suspenso el vientecillo ronco,
y emulando sus galas nunca obscuras
cuantas al Mar Deidades ya fingieron
Perla abortada de la Perla fueron.




135


En un cóncavo Nácar que excedido
el precio a todo aljófar asegura,
Concha que el Mar cuajó desvanecido
del Sudor Celestial de l'Alba pura,
Salía el gran Neptuno esclarecido
con la Esposa en que Amor su incendio apura,
dando el Carro a una, y otra Deidad grata
Doseles de Coral, Tronos de Plata.




136


Por la espuma feliz los conducían
sus marinos Caballos que fogosos
con intrépidas manos dividían
en pedazos los vidrios espumosos.
Salpican con el Golfo que rompían
el Golfo mismo en vuelos ambiciosos,
despidiendo a la herida de sus huellas
los jaspes vagos húmedas centellas.




137


De sus Ovas al Dios de la Ribera
verde Barba, y Cabellos adornaban,
que al vasto Cuerpo (en limos de esfera
ceñido) blandas lluvias destilaban.
De juncos en la Sien que el Mar venera
bien tejidos Diadema se enredaban,
y la Diestra en tres puntas muestra sumas
la eterna Ley que enfrena las espumas.




138


Tetis Divina en la corriente grata
es mejor Venus de Ondas más lucientes;
Al Viento en ricas Nubes que dilata
sus Cabellos fió resplandecientes;
Cuantas hebras dulcísima desata
tantas Almas anuda reverentes;
Beldad fecunda, más que la de Guido,
de quien cada cabello era un Cupido.




139


En la Cándida Frente se ilustraba
(de las Ninfas del Ganges real tarea)
un Cerco de Zafiros que igualaba
del velo Celestial la azul librea.
En el Cuello, y los brazos enroscaba
hilos de Perlas que su Patria ondea,
Tramos que Egipto venerara en ellos
de Cleopatra inmortal Áspides bellos.




140


Precedía Tritón; Y en mil marinos
Monstruos delante van de sus Señores
muchas Ninfas del agua, y mil Divinos
Amantes suyos, Dioses nadadores.
Quien brocados vestía de Oro finos
que del Pactolo halló en los esplendores;
Cual Ninfa vistió azul porción del Cielo;
Y cual del Limo floreciente velo.




141


Con festivo bullicio en competencias
se explayaba la Escuadra Soberana,
siendo de las Sirenas las cadencias
triunfales ruidos en la espuma cana.
De Doris, y Anfitrite en las presencias
quedaba obscuro el Sol, si l'agua ufana;
Y hacían mejor Cielo en Luz difusa
Hesperia, Forba, Spio, y Aretusa.




142


La inquieta juventud de los Tritones
en Tropas por el Golfo travesea;
Cual se hunde, y sale luego; Y cual porciones
de l'Agua arroja al que irritar desea.
Danzan con Dioses que aman sus prisiones
Acasta, Nise, Thoa, y Deyopea;
Y obsequioso a su amante devaneo
la Beldad de Sicilia sigue Alfeo.




143


De Azucena, y jazmín (con vituperio
de Flora) cada Ninfa está ceñida;
Triunfa el Campo al mirar que hurtan su imperio
Primaveras del Piélago con vida.
Pasmó al Mayo en el líquido Hemisferio
ver su halagüeña pompa introducida,
cuando en las trenzas de Astros nadadores,
troncos de musgo producían flores.




144


No las Nereides ya, no los incastos
Tritones cruzan sólo aquella Esfera;
Danzan las Focas; los Escollos vastos
estrenan movimiento en la Ribera.
Suena su ruido aún en los verdes pastos;
Y en los Faunos, y Dríades de altera
corren absortos al Cristal poblado
los Divinos Espíritus del Prado.




145


Con tan vario espectáculo apacible
que a Jacinta más dulce hizo el reposo
le bordó en vanos rasgos perceptible
su Pabellón el sueño perezoso.
Vivo admiran sus Ojos el falible
congreso del Alcázar espumoso;
Y halla su Oído (no las Voces solas)
aún los lentos murmúreos de las Olas.




146


Mas ¿cómo será firme a un triste Amante
un delirar feliz? Cuando se alegra
Jacinta a tal Objeto, el Pueblo undante
se hizo todo una informe Nube negra.
La Nube a poco espacio fue un Gigante
cual no se finge en la alta Lid de Flegra;
Lavose; y todo el Mar, y la Agua, oculta
quedó en la Esponja de la Barba inculta.




147


Sobre un Caballo Bárbaro camina
tan grande como el Dueño portentoso;
al Mar, del gran Bucéfalo declina
la clin, y es ya mojada limo undoso.
La Cabeza, que fue vital colina,
se vuelve de Pantera, y caudaloso
un Río da de inundación no poca
la animada Caverna de su Boca.




148


Vuelan luego los Dos, y en un instante
caen en la Isla en que Jacinta estaba;
y ya para comerla abrió el Gigante
una, y otra de Dientes Sierra brava.
Tiembla la Dama en sueños; el Volante
del pecho, más con la ansia palpitaba:
Llenose al ver del Mar Monstruos impíos
de otro Mar muerto de sudores fríos.




149


Mas luego el Briareo y toda aquella
Visión fatal de Sombra no sucinta,
se convirtió en su Amiga Leonor Bella;
riose; y se rió también Jacinta.
Pasa sin saber cómo, al Mar con ella;
solídase el cristal que un Mayo pinta,
y en la espuma cuajada errantes lavan
la blanca espuma que sus Pies quejaban.




150


Porque juegue una, y otra tierna Aurora
transformaron del Mar luego los baños,
bolas de Oro las Ondas que atesora,
gran tabla azul sus Piélagos extraños;
Infelice Hermosura, logra ahora
que no sientes, de espacio esos engaños;
vive hoy que sueñas, sin que angustias libes;
ya vendrá el tiempo de soñar que vives.


 
 
Fin del Libro segundo