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ArribaAbajo[- XIV -]

Carta del auctor á un señor de estos reinos, consolándole en su enfermedad, y enseñándole como es merced de Dios; y lo que el Señor quiere dezir en la enfermedad al enfermo


Sabido he que está Vuestra Señoría mal dispuesto, y no sé si me pene ó si me goze, porque me paresce aver causa para lo uno y para lo otro. Si á su cuerpo miro, compassión le tengo, porque es grave género de padecer el estar enfermo; si á su ánima, no puedo sino gozarme, porque confío de Nuestro Señor que esta corporal molestia es para mucho bien de ella. Resta, que por una parte me pena su pena, y por otra me alegro de su ganancia: y quanto más vale ánima que cuerpo, tanto es mayor el gozo de su bien que la pena de la enfermedad del cuerpo.

Trabájese V. S. de entender á Dios, cuyas obras son palabras; porque la Escriptura dize que «es acepto á su señor el siervo que entiende»; y la experiencia declara que cosa es molesta al señor la torpeza del criado que entiende uno por otro, quanto más si entiende lo contrario de lo que le dizen. Jesu Cristo quiere salvar essa su ánima muy de verdad. Y esto no es mucho que se crea, pues que las llagas y muerte que por ella passó dizen á vozes que la ama. Y no ama y desmampara, sino quiere hazer mucho bien á quien ama, porque su amor cosa fecunda es, y no estéril: y queriéndola salvar, le solicita por muchas maneras esta salvación; muchas de las quales serán á Vuestra Señoría notas, pues sabe las inspiraciones, las occasiones que para su bien Dios le ha procurado, y otras no entenderá por ser encubiertas, ó por no mirar él en ellas. ¡Y es posible que todavía Vuestra Señoría se haga sordo y sea la dureza tal que con tanta blandura no se ablande, y que aya hecho olvidar los buenos propósitos que Cristo le ha dado! Y como según la palabra del Apóstol, Dios sea rico en misericordia, añide Él bondad y mercedes, aunque ayamos destroçado las que no[s] ha hecho; y ponemos casa y caudal de nuevo, aunque jugamos y perdimos lo que primero nos dió: y inmenso es Dios, y de su propria naturaleza dadivoso, suffridor, y de mucha misericordia, y nunca el hazer bien le pudo ahitar. Muy grande es la sed que tiene de nuestro bien (porque es Él bueno), mayor mucho que la que el más cobdicioso hombre pudo tener de su bien é interesse proprio; y por esto tornar de nuevo á acordar á V. S. lo que muchas vezes le ha dicho, que le quiera tomar por padre, y Él le tomará por hijo; que quiere tratar con él, y que Él se holgará de ello; y que todo el provecho será de V. S.; porque Dios no quiere más de gozarse de nuestro bien, porque nos ama, y porque ay algunos hombres pesados, para ir á Dios á gozar dél; y Él en todo caso quiere que vayan tras Él por diversos medios, hasta que los cansa, y experimenten que fuera de Él no ay sino angustias, desmayos y perdición: dales amarguras muy vivas, que con ningún dinero, estado, favor ni medio se pueden quitar, para que provando lo amargo de todo lo criado, y la falta y poquedad de ellos resurtan de ello y vayan á gozar del Señor, que es todo suave; como el niño herido corre á los pechos de su madre, y quando no lo era andava lexos de ella, y quiçá con peligro.

Tenga Vuestra Señoría por cierto que esto que le embía es mensaje de amor y de paz, aunque parece cruel guerra y açote, y que como á pece grande le trae río abaxo y río arriba hasta cansarle, no por cansarle, que su padre es, y no se deleita con verle padecer, sino para que viéndose cansado, se vaya á Jesu Cristo á descansar, y. sea dél recebido con braços abiertos; y entonces dirá Cristo: «Porque gozasses deste abracijo te embié aquel açote, y por sanarte en lo más, te herí en lo que es menos, y por medio de lo que parece ira, te he hecho participante en mi misericordia.»

Este es el fin de la vara del castigo de Dios: y mirando este fin tan rico y suave sufframos lo amargo del medio; que Hester besó el cabo de la vara que el rey Assuero tenía en la mano.

Agradezca Vuestra Señoría á Jesu Cristo Nuestro Señor este trabajo, y sepa aprovecharse de él, mirando lo que la Escriptura dize: «Hijo no te desmayes ni desprecies en tu enfermedad, mas ora al Señor, y curarte ha.» Ya sabe que dizen: si no sabes orar, entra en la mar; porque somos tales, que si no es en el tiempo de los trabajos, no oramos atentamente al Señor: y llamo orar al gemido que sale del coraçón por las offensas de nuestra vida passada, y el [firme] propósito de renovar nuestra vida. Esto se haze más fácilmente en la enfermedad que en la salud; porque viéndonos en peligro de vida esnos ayuda para tener en poco la vida, y para enmendar la que nos queda.

Y pues Cristo con amor le visita, V. S. con amor le salga al camino, y le offrezca de buen coraçón los trabajos de la enfermedad, los quales Él recebirá como un muy precioso don, assí por ser cosa qu[e] mucha duele, como por ser offrecidos con humilde obediencia: y quanto más padesciere su cuerpo, tanto más se goze su ánima; porque tanto queda ella más rica, quanto el cuerpo affligido. El mal del cuerpo se passará, el bien del ánima no.

Esfuércese agora V. S. un poco, y haga cuenta que entra en guerra, que aun Séneca dixo que el varón fuerte también tiene en qué exercitar su fortaleza en la cama, padeciendo enfermedades, como en el campo exercitando la guerra; porque la principal parte de la fortaleza es suffrir, más que acometer: y la Escriptura dize que es mejor el varón paciente que el fuerte. Y pues V. S. es amigo de sonido de atambor y de guerra, exercite agora su desseo en pelear contra unas tercianas: pelee contra la poca gana del comer, y coma sin gana quando es menester: otro tiro, no comiendo lo que le daña, aunque lo aya gana; y otros mil ardides ay, que V. S. bien entenderá. Y piense que se saca desta pelea mayor honra y riqueza que de otro qualquier vencimiento: la joya de aquello es una ciudad, ó reino, ó reinos; mas en fin, son de tierra y polvo: la de acá es el perdón de los peccados, los quales por la penitencia perdona Dios. Es el tener domada la carne, que es un muy peligroso enemigo quando está fuerte; es la amistad de Cristo, el qual particularmente ama á los trabajados, porque Él lo fué, y vee en ellos imagen dél; es en fin la joya Dios, el qual se da á trueco de trabajos: y por esso se deve Vuestra Señoría animar á salir victorioso de aquesta pelea; y quando flaco se viere, mire á Jesu Cristo sudando y angustiado en la suya; y viendo á su Rey tan fatigado, haya vergüença el cavallero de tornar atrás por más trabajos que vengan: y pida esfuerço al mismo Cristo, que si Él no esfuerça, no ay fuerça; y según fué dicho á un rey por boca de un profeta: «Si p[i]ensas que la victoria consiste en fuerças humanas, hará el Señor que seas de tus enemigos vencido, porque de Dios es dar victoria, y de Dios es hazer huir.»

Pida Vuestra Señoría la medicina al que embió la herida; que para sanar hirió, no para herir: llámele, que cierto le oirá, y muy mejor que quando estava sano: use el sacramento de la confessión y comunión, con que tenga fuerças para llevar su trabajo: haga dar largas limosnas, porque su mal sea alivio de males agenos: y pida que offrezcan al Padre Eterno su Hijo en sacrificio en el altar, para que su misericordia esfuerce la flaqueza de Vuestra Señoría y le perdone lo errado, le enmiende lo que va tuerto, consuele lo que está triste, descargue lo que da pesadumbre, asegure lo que le da temor, y quando su sancta voluntad sea, le levante de essa cama sano del cuerpo y del ánima, [y] con tanta gracia que le sea un leal servidor, y por tal reine en el cielo con Él.

Larga carta es esta para enfermo: mándela Vuestra Señoría leer á pedaços, quando la terciana diere lugar: y sea Jesu Cristo su salud. Amen.




ArribaAbajo[- XV -]

Carta del auctor á un señor destos reinos, animándolo á que se dé á buscar sobre toda cosa la gracia del Señor, porque en Él están todas las cosas


Pues que la vida cristiana haze poco caso del cuerpo, y su principal trato es en el espíritu, no es mucho que sin aver visto á V. S. sea muy dado á su servicio con dessearle mucha gracia delante los ojos de Dios, y con supplicarlo al mismo Señor en mis oraciones y sacrificios, y con muy verdadero coraçón para en todo lo que más pudiesse ayudar á V. S., para que gane esta corona en el cielo prometida; porque, á mi ver, el cristiano, ó no tiene más de un negocio, ó éste es el principal, conviene á saber, hallar gracia delante de Dios; pues tenerlo contento es la mayor de las buenas dichas que nos pueden venir. Porque sin esto ¿qué es todo sino pesadumbre y pobreza?: y teniendo este negocio bien hecho, no ay cosa que dañe, pues teniendo á Dios, no se deve nadie tener en menos, aunque todos los trabajos vengan sobre él; y creo que una de las causas por que muchos se quedan sin tener á este Señor, y se contentan con las poquedades del mundo, es por no conocer el valor dél, ó por no conocer la gana que tiene de darse; porque quien en un bien solo halla juntos todos los bienes, y que le están rogando con él, más querría tener aquel que andarse cansando, y mendigando de las criaturas de cada una alguna parte, y después de muchos trabajos quedarse tan vazío como si ninguna cosa uviera alcançado.

Denos Cristo su luz para que alcemos á Él nuestros ojos, y nos parezca tan digno de ser querido que sin miedo ninguno demos por le aver quanto por Él nos pidiere; porque quien por Dios quiere dar algo, y algo no, baxamente siente dél, y por esto merece quedarse sin Él, pues tan mal responde al precio con que Dios nos apreció quando todo se dió en la cruz por nuestro amor. Mucho se ha de dar por el que es mucho; mucho se ha de estimar la gloria de todo lo criado, y quanto más nos doliere lo que nos pide por sí, tanto más alegrarnos por tener en qué honrarlo y enseñarle el amor.

Y si esto está bien á todos ¿quánto mejor á las personas de estado, á las quales el Señor dió más aparejo para le servir y les dotó de mayores mercedes?

Yo he dado gracias á Nuestro Señor por la buena parte que del servicio de Dios á V. S. cabe. A su misericordia plega darle cada día mayor y mayor gracia, para que vaya ganando más gloria delante de Dios, y dándole perseverança en su amor, pues al que persevera está prometida aquella celestial corona.




ArribaAbajo[- XVI -]

Carta del auctor á un señor de título, animándole á confiar de Dios, y enseñándolecómo ha de vivir para alcançar esta alegre confiança


Ayer supe que V. S. avía escripto, y que andava con sus acostumbrados achaques cerca de su salud. Es cierto que aunque la compassión no se puede negar á los males corporales de Vuestra S., que es más mi plazer quando oigo que anda assí, que no mi pena. Tengo á Nuestro Señor por Padre muy verdadero, y por médico muy cuidadoso para el bien de Vuestra Señoría, y miro estas cosas como particulares remedios que de su providencia vienen para que la soltura del coraçón de Vuestra Señoría se restrinja debaxo la sancta ley, y entienda más en aparejarse para morir que no en vivir largos días ó vanos días; y assí como esto es grande merced suya mirar más á nuestro eterno provecho que á nuestro breve passatiempo, assí será grande nuestra locura si no aceptamos esta gracia y nos aprovechamos de tales remedios. Temer devemos, no se diga de nosotros que «curaron á Babilonia, y no sanó» y por esso la dexaron: y en todo caso conviene tener los ojos puestos en lo que más nos va, que es lo del ánima.

Y si las temporales occupaciones de la vida, casamiento y estado no dan lugar á que con entrambos ojos y coraçón muy entero miremos esto, á lo menos lo miremos con el ojo derecho, y lo estimemos por lo principal en nuestro coraçón, y en lo del ánima entendamos con amor, en estotras cosas por más no poder; y entonces conozcamos las cosas que menos son, quando no contradixeren á los que más son, ni nos apartaren de ell[a]s: y si no puede Vuestra S. amar á solo Dios sin que ame algunas cosillas otras con Él, á lo menos ámele más que á todas las cosas, y caigan debaxo los pies quando quisieren levantarse á ser preciadas más que un mandamiento de Dios. Ya que no puede tener la. limpieza de la conciencia que él querría, tenga aquella que es necessaria, sin la qual ninguno puede ser llamado hijo adoptivo de Dios ni ver su faz. Campo ay donde la gente común oye al Señor, y monte donde los más fuertes suben á le oír: y he visto algunos dexar de ser medianamente buenos porque no son perfectamente tales. ¿Qué mayor locura que esta, meterme en el infierno porque no me hizieron de los mayores sanctos del cielo?: ¿qué mayor desatino que porque no ando sin tropeçar alguna vez, darme tanto desgrado de mi mal andar, que por aquello me quedo caído ó me corto los pies? «Hijo, dize la Escriptura, en tu flaqueza no te desprecies, mas ora al Señor, y curarte ha.» De alabar es en el flaco que se mida, y se estime conforme á su poquedad; mas muy de reprehender que se desmaye, y dé con todo en el suelo porque se vee sano; porque de aquesta manera viene á caer en mayor enfermedad, aborreciendo la misma enfermedad. Digo esto porque desseo que tuviesse V. S. asiento cierto en su ánima, y una concertada vida, de manera que pueda con ella esperar de la bondad de Nuestro Señor que está en su amistad, y que tiene parte en su reino; y que sea muy cuidadoso y porfiado en guardar esta tal vida y tener en pie el alegría del coraçón que de la guarda de los mandamientos de Dios nace. Y aunque las malas disposiciones del ánima suelen dar pena, aunque no sean males de muerte, como se vee en las del cuerpo, no se ha de dar tanto lugar á esta pena que derribe mucho el coraçón, mas irle á la mano diziendo: «bendito sea Dios, por cuya misericordia estoy vivo, aunque enfermo»; y el plazer del vivir delante los ojos de Dios tiemple la pena de la poca salud, y t[é]ngase por muy dicho[so] en tener esperança de ser salvo, aunque passando primero por fuego.

Mucho querría ver a V. S. alegre y consolado en la gracia de Jesu Cristo, y el coraçón persuadido que por Él ha de ser salvo mediante la guarda de su sancta ley; y que llevasse unos passos ciertos y sosegados, una qüenta clara y de buena esperança, con que tuviesse conjectura que le ha de dezir el Señor: «Gózate, siervo bueno y fiel»; y que en todo caso para esto no aya pereza, no se alegue pobreza, no respecto á cosa ninguna, sino que se cumpla con el ánima. De donde diere, que si Dios vee en un coraçón verdadero desseo de agradarle á Él, no dexará por su bondad de abrir caminos como se effectúen los buenos desseos, con tal que entendamos que algunas vezes es menester derramar la sangre en estos caminos, y essa es cierta señal que son de Dios, pues Él dixo ser estrechos. Cierto, si un hombre espera que se le ofrezcan los medios para su salud sin trabajo y sin pérdida de lo temporal, muchas vezes se quedará sin la salud de su ánima, porque tan barato la quiso comprar, y tan sin trabajo alcançar; pues aun en la del cuerpo, que muy menor es, no se sufre esto. Bien entiendo que no se haze esto tan presto como se dize: mas, ¿qué hemos de hazer donde vemos estar en balanças ganar ó perder á Dios, y para siempre? ¿Qué cosa puede aver que haga contrapeso á cosa en que tanto va?

Por tanto, Señor, entremeta V. S. este cuidado entre los otros, ó por mejor dezir, sea este el principal, y los otros los entrexeridos, y duela ó no, corte aunque sea de su carne, hasta quedar con salud, que después se alegrará. Ose acometer la entrada en el cielo, que á Dios hallará por ayudador en el camino; y no sólo no le desmayen los trabajos, mas gloríese que le pone Dios en ellos para mayor gloria dél.

A su misericordia plega dar á V. Muy Illustre S. su sancto espíritu, con que le sea dulce el cumplimiento de su palabra, y alcance aquel reino para que fué criado. Amen.




ArribaAbajo[- XVII -]

Carta á un señor de título enfermo, animándole al amor del padecer, significándole el grande fruto que de aquesto viene


He sabido que después que de allá me partí ha ido á V. S. aún más trabajosamente que quando yo allá estava; y deve ser por hazerle Nuestro Señor más merced, pues lo son los trabajos para quien lo sabe entender. Y bien es que para tener parte en la venida de Jesu Cristo Nuestro Señor esté V. S. en ellos, pues dixo Él que avía venido para dar á los pobres buenas nuevas, y medicinar los quebrantados de coraçón y consolar los llorosos, y darles corona por la ceniza y alegría por el lloro. Y pues el consejo del Altíssimo es no dar parte de sí sino á quien destas cosas tuviere parte, tiémplese el sinsabor de ellas con venir Dios con ellas, ó tras ellas; lo qual no sólo las haze sufribles, mas deseables, porque muy mayor es la ganancia que traen que la pérdida; y siendo Dios el que se da á trueco de la hiel que ell[a]s tienen, en ninguna manera deven dexar de ser amadas, y assí bien recebidas quando vienen, y aun desseadas, y llamadas quando se tardan.

Fortíssima cosa es un coraçón determinado en querer á Dios, porque, como entiende que puede alcançar á este que desea, no teme meterse por lanças, teniéndose por cumplidamente dichoso con sólo este bien que alcance, aunque sea á trueco de todo lo que le pueden pedir: estima á Dios en mucho, y de aí le viene estimar los trabajos en poco, pues leemos de Jacob aver hecho esto con su amada Raquel, y aunque le echasen carga de nuevos trabajos, toda la llevó por gozar de su deseo; y pues á V. S. ha cabido suerte por la misericordia de Dios de estar apalabrado con Dios sobre que será Él su gualardón y descanso de sus trabajos, no dé esta mancha en su honra, que le parezcan grandes, siendo Dios la paga dellos y el mismo que los embía. Sufra V. S. la carga y la sobrecarga los siete años primeros y los siete siguientes, que si persevera en el amor de Raquel, su galardón será el eterno descanso, y cantará delante el acatamiento de Dios: L[a]etati sumus prodiebus quibus nos humiliasti: annis quibus vidimus mala; y entenderá entonces el valor de la enfermedad y dolores que Nuestro Señor agora le embía, y mirarlas ha como á simiente de su gozo, y á camino de su descanso y á cosas que le acarrearon á Dios; y pues el cristiano acá ha de tener parte de aquella luz que allá ha de poseer perfectamente, mire V. S. sus trabajos con ojos de fe, cotejándolos con lo que dellos saldrá, y serle han consuelo dellos mismos, y verá que aunque son cargosos, ellos mismos traen fuerça con que ser llevados; porque lo que afligen con lo presente consuelan con la esperança: y como ésta sea muy cierta, pues lleva la orden que Dios tiene puesta, que es que venga después de ser uno provado en la tribulación, ningún lugar queda para no ser bien recebidos los anunciadores de nueva tan buena, como es de llevarnos al cielo. Tenga V. S. cuidado de les dar compañía qual ellos dessean, que es paciencia en ellos y diligencia en hazer las buenas obras que pudiere; que pues Dios da á entender que le quiere salvar, no es razón ser floxo en effectuar lo que conviene para tan grande bien y que tan presto verná: y esté con mucha confiança en las piadossíssimas manos de Dios, el qual sea guarda de V. Illustríssima S., y todo su bien, y su eterna corona. Amen.




ArribaAbajo[- XVIII -]

Carta del auctor á un señor de título enfermo y muy temeroso, enseñándole lo que ha de hazer, y quanto conviene, no dexando el conocimiento de sus faltas, que le causan temor, crecer en el conocimiento de Dios, que le cause amor


Recebí la carta de V. S., leila y entendila, y espero de Nuestro Señor misericordia para V. S., pues para la grandeza dél no es mucho hazer bien á quien no lo merece, aviéndolo hecho á los que lo desmerecen.

No me pesa que V. S. tenga temor de la muerte, porque aunque es cosa penosa, no es peligrosa, y muchas vezes embiada por Nuestro Señor para que con esta espuela hagamos lo que con la del amor no hazemos. Y Él como es padre de misericordia suele guiar estos negocios de arte como temor y esperança nos ayuden á andar el camino, el qual será bien allanar y aparejar, pues para todo successo aprovecha y para ninguno daña.

Querría que V. S. mandasse hazer la casa del aposento de los pajes. Item, que se pagasse aquello de las armas y cavallos que se echaron en aquellos pueblos. Item, que por agora no se compre cosa costosa de vestidos y cosas semejables. Item, si Vuestra Señoría ha malganado algo á juego, que no esté restit[u]ido ó tornado á perder con la misma parte, que se restituyesse. Item, si dixo á algunas personas que jugassen, y por respecto de Vuestra Señoría, cuyo ruego es como mando, jugaron, y alguna perdió, que se le restituya. Item, porque las personas que tienen estado como V. S. no alcançan muchos cargos y agravios que se hazen á otras, ó sus criados por descuido de ellos, que V. S. mandasse dezir en las iglesias de su estado que qualquiera persona que tenga algún agravio, que lo venga diziendo, y se le satisfará: é poner Vuestra Señoría al prior de Sancto Domingo, y un letrado de derechos, que sepa los negocios del Estado, y al cura, para que oyan y vean lo que se deve hazer; y algunos casos oirá Vuestra Señoría, aunque le sea trabajoso, porque no se le digan en otra parte, que más pena le dé. Y en todo caso querría que se hiziesse esto, porque me parece ser remedio de qualquier mal que á próximo toque, y fácil de hazer bien, quanto diffícil si se guarda para después de la vida. No sea impedimento para esto lo que al mundo puede parecer de hazerlo, pues quien tiene cuenta con Dios fácilmente la perderá con el mundo.

A la persona que V. S. manda que hable, no he hablado, porque haze diez ó doze días que estoy en la cama: ayer me levanté: yo terné cuidado cierto de lo hazer con brevedad, y avisaré á V. S. de lo que ay. Desde que V. S. se partió de acá ha queridoNuestro Señor de me poner cuidado más vivo de lo encomendar en las manos de su misericordia. No avía entendido la causa, y deve ser la mayor necessidad: sea lo que fuere, V. S. se esfuerce mucho con aliento nuevo ofrecerse á la voluntad del Señor, como quien haze servicio á un padre de algo que mucho ama. No nació V. S. para sí, sino para Dios: y antes que naciesse ya estava comprado por Jesu Cristo, el qual consigo, precio de tanta ventaja, nos compró, para que los que vivimos, como dize Sant Pablo, no vivamos para nos, sino para Él. ¿Quién querrá quedarse por proprio, viéndose comprado por Dios, y por precio de Dios? Ay hombres que se offrecen en una guerra por causas ligeras á perder la vida: ¿y seremos tan covardes que [no] queramos darnos á Dios? Dióse Él por nos á manos de sayones: ¿y no nos daremos nosotros á las suyas, Él para morir, nosotros para vivir? No sea V. S. avariento en esto: haga esta cuenta: Dios ay; por quien es, y por lo que por mí passó y por lo que me ha soltado, y por lo que me ha hecho, me le devo tres mil vezes; si hasta aquí no le he dado el señorío de mí, pésame dello: agora se lo doy libre y desembaraçado para que me trate á su voluntad, y que yo haga la suya, assí en lo que tiene mandado que yo haga en su sancta ley, como en qualquier trabajo que me quisiere embiar, quitar ó poner: ¿dónde estaré mejor guardado que en las manos de Dios?; á las quales yo me doy, pues Él no dexa perder sus cosas, que porque yo hiziesse esto perdió Él la vida: no lo pidiera si no lo quisiera, y no se gozara si no lo desseara; porque no es de Dios mandar que le den y no querer recebir, como tampoco es mandar que le pidan y dexar de dar. Y pues nos ha notificado su dulce voluntad, con la qual quiere nuestro bien, y por esto quiere que seamos suyos, sin duda creamos que quien tan cuidadoso es en pedir, y quien pide con amenaza de infierno y con promessa de reino, no será descuidado en el recibimiento de lo mismo que Él pidió.

No le parezca á V. S. que peccados passados son parte para estorvar este amoroso abracijo de Dios, pues con braços abiertos está llamando al mismo peccador, primero que el peccador llamasse á Él, y le dize: Fornicata est cum amatoribus multis; revertere ad me, et ego suscipiam te. No se cansa el pastor en buscar la oveja perdida, ni el caçador su açor, y quando lo halla, tómalo y tráelo consigo con mucha alegría. Digo esto, porque á lo que de V. S. entiendo, tiene más de proprio conoscimiento que de conocimiento de Dios, y por esto terná más de temor que de esperança y de amor. No se desdiga V. S. de la mala possessión en que se tiene: confiésselo assí, créalo assí, y no quiera remediar su temor con falsa esperança y mentira, alivianando sus males: no assí, que será mal sobre mal, y el postrero peor que el primero, y estorvo para remedio, pues no da Dios su perdón ni misericordia sino á quien conoce propria miseria: mas crea que como nosotros somos más malos de lo que alcançamos, assí es Dios más bueno de lo que entendemos. Otro coraçón tiene Él que nós, y especial en el perdonar, lo qual saben los hombres muy mal hazer, porque saben muy mal amar. Y de aquí nace no alcançar aquella alteza de misericordia que Dios con los peccadores tiene; porque como no han experimentado sino ira con quien les offende, y si perdonan les quedan mil reliquias y resfriamiento de amor, juzgan de Dios lo que de sí, y aunque su boca diga que ay differencia de Dios al hombre, no lo siente assí su coraçón.

Quando sean más grandes los hijos de V. S. y le den algunos enojos, quiça entenderá algún rastro de aquesto. No desama el padre al hijo aunque le enoje, sino castígalo y tiénele coraçón de padre: y assí haze Nuestro Señor, al qual siempre que el peccador quiere tornar á Él, no se le niega el coraçón paternal; y quando no bolvemos está desseando que bolvamos, sin ser parte para estorvar este desseo todos nuestros peccados, porque es mayor su amor. Y este amor y cabida en su coraçón ganamos por el medianero de Dios y los hombres, Jesu Cristo Señor Nuestro, que siendo Él Hijo natural, nos ganó adopción de hijos, y coraçón en Dios de padre con hijos, cada y quando que dél quisiéremos gozar por la penitencia y sacramentos. Este amor es la raíz de donde sale el esperarnos Dios, el llamarnos, el recebirnos, perdonarnos y salvarnos; que si bien se mira, el coraçón y amor con que esto haze nos enamora más y obliga más que lo que haze. ¿Qué cosa es querer tanto Dios al hombre que por amarle tanto, por mucho que le enoje, no le quite este amor, y hazerle dezir: «no, quiero á fulano bien, aunque se torne á mí, no la quiero buscar ni embiarle á rogar que se torne á mi casa»? No, nada desto, no, sino aquel perseverante amor que como vivas llamas arde y tan encendidas, que assí como las muchas aguas de las penas no se lo pudieron apagar para que dexasse de morir por nós, assí las mayores aguas de nuestros peccados no pueden apagar esta encendida caridad de Dios con nosotros, mas siempre vencedora en las penas y en las culpas, y allí padeciendo, aquí perdonando. Y todo nasee de una misma raíz de amor, y tan fuerte que no ay maldad que le vença. Quien desto semaravillare terná razón, porque de igual á igual, de menor á mayor, fuera cosa maravillosa; y este amor de Dios al hombre es más que maravilloso: mas quien por parecerle cosa muy grande no lo creyere, afrenta haze á Dios, pues por ser su coraçón maravilloso por esso no lo cree, siendo rastro proprio para conocer las obras de Dios el ser tales que hagan maravillar á los que las conocen; porque si Él es maravilloso, hanlo de ser sus obras: y si otras sí, estas del amor más, pues nacen de bondad, de cuya manifestación Dios más se precia y Dios más usa que de los otros atributos suyos: Miserationes ejus, ait David, super omnia opera ejus. ¡Pues quán mal lo mira quien por ser mucho lo que Dios haze no lo cree, por ser mucho lo que promete no lo espera, cotejando las cosas de Dios con la medida tan chica de su entender! No alcança la Samaritana dónde ó de dónde tenga Cristo agua y gana de darla, que quien la beviere no tenga más sed: mas dize el Señor que no sabe la mujer el dón de Dios, ni quién es el que pide á ella fe y penitencia, y quiere darle el Espíritu Sancto. Y no faltan agora hombres tan acovardados y flacos en la fe que no puedan creer de Dios sino conforme á su propria pequeñez, puestos los ojos en su poco poder, poco merecer; y como animales de tierra andan por ella, y assí se quedan en ella. Mas quien á Dios mira, y dándonos su Hijo, que es su amor, y amansamiento, contentamiento, y donde sus ojos se recrean, ¿qué dudará deste coraçón, sino que le será propicio quando le llama con penitencia, y piadoso cuando le uviere menester? Pues quien esto conoce, y lo pide como lo deve pedir, puede esperar que lo terná, y con tenerlo tiene todo bien, y no por qué temer como esclavo sin amor.

Dese pues V. S. priessa á amar á este Señor que tanto le ama y tanto bien le tiene guardado; y mire que si algún tiempo tuvo desseo de se enmendar y seguir al Señor, agora le renueve y acreciente; porque dos vezes mandó el Señor que circuncidassen á su pueblo: una quando lo mandó á Abrahám, y otra quando lo metiesse Josué en tierra de promissión. La primera significa quando uno sale de la vida mala y mundana y sigue el camino de la ley de Dios, que es el camino estrecho, mayormente en los ojos del mundo: y la segunda es quando Dios quiere llevar á uno á su reino, mándale que con nuevo f ervor se mire, se enmiende, y cercene todo lo superfluo que es menester para que con alegría y limpieza espere la corona de rey que la bondad de Dios tiene aparejada á los suyos.

Use V. S. el confessar y comulgar, porque es la cosa que más consuela y esfuerço da, oir la sentencia de nuestra absolución y recibir en nós á Jesu Cristo. Rezar algo y leer, y limosnas, y todo lo demás que Nuestro Señor le inspirare.

Y hágame sabidor de cómo le va; y si le fuere á V. S. mejor de salud, quedarnos hemos con el buen estilo del ánima, y avremos sacado esfuerço del miedo.

El espíritu consolador, que por Jesu Cristo se da á los hombres que se aparejan, more en V. S. y le enseñe agradar á Dios, y lo guíe por camino derecho. Amen.




ArribaAbajo[- XIX -]

Carta del auctor á una muger trabajada de graves y peligrosas tentaciones; avísale que se esfuerce á padecer, porque el fructo que se cogerá de los trabajos será grande, si los sabe llevar


«Consolaos, consolaos, pueblo mío, dize el Señor Dios nuestro, hablad al coraçón á Hierusalem, y llamadla, porque cumplida es su pena, y perdonada su maldad.» Confiad, hermana, que estas palabras dizen á vos, y manda que os consoléis con su favor, que os defiende, aunque los infernales poderes y adversarias maldades trabajen de os derribar; porque si muy cuidadosos andan en perseguiros, más lo está Cristo en abrigaros, y defenderos, y sacaros de la guerra llena de muchas coronas, más alegres cierto y de estimar, que es la tribulación que tenéis para lastimar. ¿Qué avéis, qué os lastima, qué os espanta? Vuestro Dios es salud destas llagas: no miréis á ellas; y en el día que os las acabare de atar, resplandecerá á vos un sol más luziente siete vezes que el que antes deste trabajo os luzía: serán vuestras espirituales prosperidades muy aventajadas á las passadas, pues lo que agora padecéis es más amargo que lo passado; porque estas tales avenidas de angustias víspera suelen ser de abundancia de espirituales regocijos, como las tribulaciones de Job fueron mensajeros de doblada hazienda y descanso que Dios le dió. Amargólo, y después consolólo; probólo y coronólo; escondiósele un poco, mas después se le mostró más dulce que primero airado. Esta es la condición del Señor con los suyos, mortifícalos aun hasta parecer que los mete en tormentos de infiernos, mas sácalos y alívialos sin que la ballena pueda retener ni empecer al que tragó. Mucha sobervia tienen los demonios, nuestros adversarios, y dizen que nos tragarán; mas digámosles: «Juntaos contra nosotros, que vencidos avéis de ser: entrad en consejo, que destruído será, porque Dios es con nosotros.» No os passe, hermana, por pensamiento temer estos infernales lobos, que el que una vez en la cruz los venció, los ha vencido y vencerá en vos, y los despojará con gran deshonra suya: y aunque os parezca ser la guerra brava y el enemigo fuerte, que os haga temer, no desmayéis, porque el Señor dize: «¿Por ventura será quitada la presa del fuerte?: ¿y lo tomado por el robusto podrá ser salvo?» Verdaderamente será quitado el captivo de la mano del fuerte, y será hecho salvo lo que el fuerte avía tomado: y esto porque la mano de Dios peleará por vos, y pasará sobre vos como aves que buelan, defienden y abrigan con sus extendidas alas á los pollicos que mucho aman. ¡O si viessen nuestros ojos el zelo de Dios con que guarda á nuestras ánimas, y quán en salvo las tiene quando ellas piensan que están ya perdidas!

Hacia arribasuelen arrojar el vidrio los que quieren enseñar cómo saben recebir lo que arrojan en alto; y si el vidrio sintiesse, temblaría de verse echado en alto é ir á caer en las piedras duras, donde parece que se ha de hazer dozientos pedaços; mas socorre la mano de quien lo arrojó y tómalo en sí sin lisión. Y assí vos, viéndoos sacada de vos y combatida de fuegos tan vivos y penas tan crudas, teméis y tembláis, pensando que os avéis de hazer pedaços y caer en offensas de Nuestro Señor; mas pensad que el Señor que en esse trabajo os puso Él mismo os sacará dél: esse que se absconde porque padezcáis, está muy cerca de vos para defenderos, que de otra manera estuviérades diez mil vezes tragada de la crueldad de vuestros contrarios. Él os arroja y Él os recibe; Él mueve el alboroto en la mar, mas Él os guarda porque no os ahoguéis; porque lo que sentís no lo hazéis vos, sino sufríslo; y por esso quien lo haze, que es el demonio, esse lo pagará. Bien vee Dios vuestro coraçón, que es amador de sus mandamientos, y aborrecedor de sus offensas; el qual os guarde, como lo ha hecho; que de lo que el demonio os trae no tengáis cuidado, pues aunque sea feo y os duela, no os verná por ello mal.

Cosas son estas que á muchos suelen acaecer, y no sólo las que vos ternés, mas sin ninguna comparación otras mayores y que parecen ser traslado al mismo infierno, y del fuego y lenguaje que allá ay. Mas no por esso dexa Dios á sus ánimas; antes quando todo el humano consejo y fuerça ha faltado, entonces acorre con su poderosa mano, quitando la copa del amargor de la boca, da por ella diez mil consuelos, y conócese la persona por flaca, pues vió por experiencia su grande miseria, y conoce la fuerça y maldad de sus enemigos, y procura de huir más dellos y arrimarse más á Dios, el qual sólo vee ser bastante á librarla de tales refriegas; y assí saca de los males passados luz para tenerse en menos, y mayor confiança en su Dios, y grande cautela para más recatadamente vivir por aver conocido las traiciones y maldades de los demonios. Lo qual no es de tener en poco; porque assí como nuestra vida consiste en conocer y amar á Dios, assí es gran parte de los espirituales avisos conocer al demonio, no para amarlo y honrarlo (que esto para Dios es), sino para huir y escapar de sus lazos, los quales de pocos son conocidos, aunque les parezca que conocen á Dios. Y por esso es de estimar en mucho el provecho que destas refriegas se saca, porque se haze el ánima experimentada en la guerra contra este astuto enemigo; y estas cosas y otras muchas saca el benigno Señor destos males en que nuestro adversario nos querría hazer caer, y assí le haze perder lo que pensava ganar, y haze burla dél, purificando y aprovechando el ánima por el medio que él pensava dañar.

E pues os avéis offrecido al servicio de Cristo, y no sois vuestra desde el día de vuestro bien, no le tengáis por olvidadizo pastor; pues si olvidaros quisiera, no os llamara, ni halagara, ni os hiziera tan dulces promesas. Acordaos en el día del mal del día del bien, para que no os derribe lo presente, templándolo con lo favorable de entonces. Y pensad que si Cristo no os amara, no levantara ni diera la joya; y pues sabéis que por Él començastes este camino, y que le avéis desseado agradar, y según vuestra flaqueza lo avéis procurado, no deis tal mancha en vuestra honra, que assí perdáis la confiança en Aquel, que, estando vos apartada, os llegó Él á sí, y os dió espíritu nuevo y blando en vuestras entrañas, y os señaló con su señal, para que fuéssedes suya, y por tal os tuviéssedes. Y si el lobo infernal ha osado acometer á la que estava herrada con la señal de Jesu Cristo, y que le desseava servir, no os espantéis, que pruevas son de nuestra fe y de nuestro amor á ver si desmayamos y tornamos atrás.

No hay virtud firme si no es provada, y la fe se prueva entre los peligros y disfavores de Dios; mas si fina es, no sólo no desmaya, mas quando más acosada, más esfuerço toma, y de la soledad saca compañía, porque sabe que esta es costumbre del señor, poner á los suyos en los cuernos del toro, y esconderse Él, para provar la fe de ellos; y como no está arrimada á la vista, sino á la bondad de su Señor, no cura de mirar lo que siente, ni de qué parte sopla el viento, sino engendra una confiança, que como áncora fixada en el suelo de la mar, ássese firmemente con el Crucificado, y fixa su pensamiento y dize: «Tú, Señor, moriste por mí antes que yo naciesse, y me buscaste con dolores sin buscarte ni llamarte yo: agora que te llamo y te quiero no me desampares. Si abrigaste á quien te era enemiga, no desecharás á quien te dessea servir, y á la que ya tomaste por tuya, y en esta fe vive, y está segura entre todas las olas y tempestades que en la mar se le offrecen, aunque parezca que ya se le hunde la nao, y trabaja por no desmayar, porque no se levante el Señor y le riña, como á los Apóstoles hizo, diziendo: «¿Qué estáis temerosos, hombres de poca fe?» En lo qual veréis qué de verdad quiere el Señor que estemos esforçados, porque aun entrando las olas en la navecilla ya para sumilla, aún riñe con los que entonces tienen temor: y esto porque los que con Él se embarcan no quiere que sean temerosos, pues van con el verdadero Señor de las almas y fiel provisor en las oportunidades. Y pues vos saliste de tierra y os embarcastes con Él entrando á servirle, ¿qué es lo que agora teméis, pues avéis caminado y estáis en compañía de Jesu Cristo? Acordaos que Sant Pedro andava con los pies sobre las aguas de la mar quando tuvo fe; y quando vió los vientos rezios y las olas altas, temió, y luego començó á hundirse, para dar á entender que con la fe andava seguro, y por atibiarse ella, se hundía, y oyó de la boca del Señor: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?» Y de la misma manera lo dize á nosotros si temerosos nos vee, por grandes peligros que á los ojos veamos. E si aquel cuidado tuvo el Señor en librar al discípulo de la muerte del cuerpo, mayor lo tendrá en libraros á vos de la muerte del ánima, y hazer que no os ahogue la gran tempestad que contra vos se ha levantado. Solamente, hermana, no desmayéis ni huyáis de la guerra, que aquí no por ser tentados, sino por huir ó ser vencidos se pierde la corona. Offreceos á padecer dolores y fuegos por honra de Aquel que por vos los sufrió: y quanto mayores fueren, por más ciertas prendas las tened del amor entre Cristo y vos. E pedilde que os esfuerce á padecer y no que os lo quite, y será un purgatorio con que quedéis apurada delante de Dios, y seros ha compañía la cruz de vuestro amado Señor, que es la cosa que más sus amadores deven dessear, y quedaréis como oro en crisol, tanto más resplandeciente quanto más fuistes atribulada. Mirad que qualquier amador ha de passar algo que duela por amor de su amado.

E pues avéis entrado en la guerra del amor, no os acovardéis; mas acordaos de lo mucho que muchas mugeres flacas padecieron por Cristo, unas en fuegos, otras en golpes, otras en ser carmenadas las carnes, y teníanse por bienaventuradas en padecer por amor de su Señor: pues por Él padecéis; que si á Él dexassedes, no os perseguirían los enemigos; mas porque os passastes al bando de Josué, por esso mueven guerra contra vos. E si faltan sayones hombres, succeden en su lugar sayones diablos, que son más crueles y menos se cansan, y con peines de hierro y parrillas de fuego os atormentan, y más en el ánima que en lo exterior. Devéis pensar que estáis en un martirio por amor de Jesu Cristo, pues por servirlo sois martirizada.

Haced vuestros exercicios de confessión y comunión, aunque sea de mala gana, y aunque os lo estorve el demonio, como lo suele hazer, aun hasta enmudecer la lengua que no pueda confessar, y haze entender que han comido de noche para que no comulguen. Holladle con todas sus astucias, y orad al Señor en la cruz, y traelda con vos, y armaos con ella, y offreceos tan de verdad a padecer que si el Señor quisiere que os dure toda la vida, que estéis contenta con ello: y quanto vos más os pusiéredes en la voluntad dél, tanto más presto os remediará, porque no desecha al que á Él va: y acordaos que no ay amor sin dolor, y que por muchas tribulaciones hemos de entrar en los reinos de los cielos, adonde una sola hora que veáis á Dios en su hermosura, daréis por bien empleados dos mil años que passéis lo que padecéis. Y pues Dios allá os ha de llevar, según lo podéis esperar, no seáis covarde en padecer, y tibia en amar, que no os dexará el que por vos murió, y para sí os llamó. Él sea vuestro consuelo. Amen.




ArribaAbajo[- XX -]

Carta del auctor á una muger que sentía mucha absencia y disfavores de Nuestro Señor: anímala á confiar del Señor, enseñándole lo mucho que ay para confiar de su Magestad. Danse en esta carta las causas por que Dios aflige á los suyos, y de los fructos que de ellas saca su Magestad


No tengáis por ira lo que es verdadero amor; que assí como la malquerencia suele halagar, assí también el amor reñir y castigar; y mejores son, dize la Escriptura, las heridas dadas por quien ama, que los falsos besos de quien aborrece; y grande agravio hazemos á quien con amorosas entrañas nos reprehende ó castiga, pensar ó dezir que por querernos mal nos persigue.

No olvidéis que entre el Padre eterno y nosotros es medianero Nuestro Señor Jesu Cristo, por el qual somos amados, y atados con tan fuerte lazo de amor, que ninguna cosa lo puede soltar, si el mismo hombre no lo corta por culpa del peccado mortal. ¿Tan presto avéis olvidado que la sangre de Jesu Cristo da vozes pidiendo para nosotros misericordia, y que su clamor es tan alto que haze que el clamor de nuestros peccados quede muy baxo y no sea oído? ¿No sabéis que si nuestros peccados quedassen vivos, muriendo Jesu Cristo por deshazerlos, su muerte sería de poco valor, pues no los podía matar? Nadie pues aprecie en poco lo que Dios apreció en tan[t]o que lo tiene en sufficiente y sobrada paga, en quanto de su parte es, de todos los peccados del mundo, y de mil mundos que uviera. No por falta de paga se pierden los que se pierden, mas por no querer aprovecharse de la paga por medio de la fe y penitencia y sacramentos de la sancta Iglesia.

Asentad una vez con firmeza en vuestro coraçón, que el negocio de vuestro remedio Cristo lo tomó á su cargo como si fuera suyo, y á nuestros peccados llamó suyos por boca de David, diziendo: Longe a salute mea; y pidió perdón de ellos sin los aver cometido, y con entrañable amor pidió que los que á El se quisiessen llegar fuessen amados como si para Él lo pidiera; y como lo pidió lo alcançó, porque según ordenança de Dios, somos tan uno Él y nosotros, que ó hemos de ser Él y nosotros amados, ó Él y nosotros aborrecidos; y pues Él no es ni puede ser aborrecido, tampoco nosotros, si estamos encorporados en Él con la fé y amor, antes por ser Él amado lo somos nosotros, y con justa causa, pues que más pesa Él para que nosotros seamos amados, que nosotros pesamos para que Él sea aborrescido, y más ama el Padre á su Hijo que aborrece á los peccadores que se convierten á Él; y como Él, muy amado, dixo á su padre «ó quiere bien á éstos ó quiere mal á mí, porque yo me offrezco por el perdón de sus peccados y porque sean encorporados en mí», venció el mayor amor al menor aborrecimiento, y somos amados, perdonados y justificados, y tenemos grande esperança que no avrá desamparo donde ay ñudo tan fuerte de amor; y si la flaqueza nuestra estuviere con demasiados temores congoxada, pensando que Dios la ha olvidado, como la vuestra l[o] está, provee el Señor de consuelo, diziendo en el profeta Isaías desta manera: «¿Por ventura puédese olvidar la madre de no tener misericordia del niño que parió de su vientre? Pues si aquélla se olvidare, yo no me olvidaré de ti, que en mis manos te tengo escripta.» ¡O escriptura tan firme, cuya pluma son duros clavos, cuya tinta es la misma sangre del que escrive, y el papel su propria carne!: y la sentencia de la letra dize: «Con amor perpetuo te amé, y por esso con misericordia te atraxe á mí.» Tal pues escriptura como esta no deve ser tenida en poco, especialmente sintiendo en sí ser el ánima atraída con dulcedumbre de propósitos buenos, que son señales del perpetuo amor con que el Señor la ha escogido y amado.

Por tanto no os escandalizéis ni turbéis por cosa destas que os vienen, pues que todo viene dispensado por las manos que por vos y en testimonio de amaros se enclavaron en cruz. Y si queréis entender lo que os viene al intento que Dios os lo embía, sabed que son pruevas para que seáis examinada y después como á persona fiel en la prueva seáis con corona de justicia de la mano del mismo Señor coronada. Y porque no penséis que essas cosas que passáis son señales de reprobación, y que á solos los malos las embía Dios, oid qué dize David en su persona y de otros muchos que andan el camino de Dios: «Yo dixe en el excesso de mi ánima: alcançado soy delante de la faz de tus ojos»; y aunque es cosa que mucho lastima este desmayo del coraçón, y disfavor sentido en lo de dentro dél, y no atinar el ánima cómo está con Dios, ni cómo estará, ni en qué parará, mas con todo esto, pocas cosas ay con que uno tanto purgue sus peccados, ni tantas cosas aprenda, como en aquella obscuridad tenebrosa y afflicción interior, que haze sudar del coraçón gotas de sangre; lo qual embía Nuestro Señor á los suyos porque no se vayan deste mundo sin sentir qué es cruz y tribulación, y assí hiéreles en lo del espíritu, donde están vivos; porque si les hiriera en las cosas temporales, á las quales están muertos, no lo sintieran.

Conviéneos, pues, dar buena cuenta deste peligroso paso donde Dios es servido poneros, y adorando sus juizios, y confortada con la confiança de su bondad, abaxar vuestra cabeça, y sin más escudriñar abrir la boca de vuestro coraçón, y tragar esta píldora de obscuridad y del sentimiento de la ausencia y disfavor de Dios con obediencia del mismo Dios.

Sabed cierto que si queréis no desdezir en la prueva que Dios os embía, que os conviene hazeros robusta, como dixo el ángel á Josué, y vivir muriendo cada día, como Sant Pablo hazía: cozeos en el fuego de la tribulación para que seáis fuerte como ladrillo, y seáis conveniente para suffrir lluvias y vientos de tentaciones y de trabajos, y no blanda como adobe de barro, que se deshaze en el agua, y no es fuerte para edificio; que la gente que ha de ser puesta en el edificio del cielo, con golpes de diversos trabajos y tentaciones ha de ser provada en el suelo, según está escripto: «Probélos el Señor y hallólos dignos de sí.»

Enseñaos pues á mantener con gruessos manjares, y esforçaos á convertir en pan las piedras de las tribulaciones, si queréis tener testimonio de que sois hija de Dios. Y si os da gana de pan blando y blanco de consolaciones, remitir esso á la voluntad del Señor, y contentaos con que ternéis tanto de esso en el siglo que está por venir, que lo dulce de allá excede sin comparación á lo amargo de acá; y en lugar de los duros huessos que acá davan á comer á los dientes del ánima, será allá el mismo Dios sabrosíssimo pan de vida que nunca se acabe. Esperad esto y esforçaos con esto, porque este negocio ni es para regalados ni para hombres de flaca fee.

En trabajos os veréis muchas vezes que si con sentido humano los miráis, os parecerán ser señales de infierno y principio dél, y avéislos de suffrir con paciencia y sin consolación, y aun sin sentimiento de confiança, para que sepáis qué cosa es padecer de verdad; porque mientras la confiança está fuerte, no ay cosa que mucho lastime, mas quando Dios esconde su faz y no enseña favor al ánima sino disfavor, y siendo perseguida de sus enemigos no siente favor en su buen amigo, entonces es el padescer puro y sabe á tormentos de infierno: no sentiréis entonces esperança de escapar, mas contentaos con no desesperar, y séaos aquel desconsuelo penitencia por vuestros peccados, con los quales algún día os consolastes, y sírvaos de ver á la clara qué es lo que podéis vos de vos. Justo es que quien pecca amándose y pareciéndose bien, que lo pague descontentándose entrañablemente de sí, y quien en sí confía que le demuestren tan á su costa qué es lo que puede. Por este fuego os conviene passar, si queréis gozar del descanso: esta guerra avéis de vencer para merecer la corona del cielo. Mirad que dize la divina Escriptura: «Bienaventurado el varón que suffre la tentación, porque quando fuere provado, recebirá corona de vida»; la qual prometió Dios á los que le aman. Si os agrada la corona, no os sea pesada la prueva; y no puede aver prueva sin tentación; y no os vendrá tentación que no passe por la mano de nuestro Padre, Dios, midiéndola que sea convenible para vuestro provecho y para vuestra flaqueza. No temáis de bever con paciencia lo que Dios os da con amor. Él mesmo dize: «Hijo, no te angusties quando eres de Dios castigado, porque al que el Señor ama, castiga, y como padre en hijo se agrada»; y en otra parte dize: «Hijo, en tu flaqueza no te desprecies, mas ora al Señor, y curarte ha.» Y pues no[s] está mandado de parte de Dios que en ninguna cosa desmayemos, vamos á Él fiados de su palabra, y pidámosle favor, que verdaderamente nos lo dará.

¡O hermana, si viéssemos quán caros y preciosos somos delante los ojos de Dios! ¡O si viéssemos quán metidos nos tiene en su coraçón, y quando nosotros nos parece que estamos alançados, quán cercanos estamos á Él! Sea para siempre Jesu Cristo bendito, que éste es á boca llena nuestra esperança, que ninguna cosa tanto me puede atemorizar quanto Él assegurar: múdeme yo de devoto en tibio, de andar por el cielo á escuridad de abismo de infierno, cérquenme peccados passados, temores de lo porvenir, demonios que acusen y me pongan lazos, hombres que espanten y persigan, amenázenme con infierno, y pongan diez mil peligros delante, que con gemir mis peccados y alçar mis ojos pidiendo remedio á Jesu Cristo, el manso, el benigno, el lleno de misericordia, el firmíssimo amador mío hasta la muerte, no puedo desconfiar, viéndome tan apreciado que fué Dios dado por mí. ¡O Cristo, puerto de seguridad para los que acossados de las ondas tempestuosas de su coraçón huyen á Ti! ¡O fuente de vivas aguas para los ciervos heridos y acossados [d]e los perros espirituales, que son demonios y peccados! ¡Tú eres descanso entrañal, fiucia que a ninguno de su parte faltó, amparo de huérfanos y defendedor de las viudas, firme casa de piedra para los erizos llenos de espinas de peccados, que con gemido y desseo de perdón huyen á Ti! ¡Tú defiendes de la ira de Dios á quien á ti se subjeta: Tú, aunque mandas algunas vezes á tus discípulos que entren en la mar sin Ti, y que se desteten de tu dulce conversación, y estando Tú absente se levanten en la mar tempestades que ponen en aprieto de perder el ánima, mas no los olvidas: dízesles que se aparten de Ti, y vas Tú á orar al monte por ellos: piensan que los tienes olvidados y que duermes; estás las rodillas hincadas rogando por ellos; y quando son ya passadas las tres partes de la noche, quando á tu infinito saber parece que basta ya la penosa absencia tuya para los tuyos que andan en la tempestad, desciendes del monte, y como señor de las ondas mudables andas sobre ellos, que para Ti todo es firme, y acércaste á los tuyos, quando ellos piensan que están más lexos de Ti, y dízesles palabras de confiança, que son: «Yo soy, no queráis temer.» ¡O Cristo, diligente y cuidadoso pastor, quán engañado está quien en Ti y de Ti no se fía de lo más entrañable de su coraçón, si quiera enmendarse y servirte! ¡O si dixesses Tú á los hombres quánta razón tienen de no desmayar con tal Capitán los que quieren entrar á servirte, y cómo no ay nueva que tanto pueda entristecer ni atemorizar al tuyo, quanto la nueva de quien Tú eres basta para lo consolar!

Si bien y perfectamente conocido fuesses, Señor, no avría quien no te amase y confiasse, si muy malo no fuesse; y por esto dizes: «Yo soy, no queráis temer.» «Yo soy aquel que mato y doy vida, meto á los infiernos y saco»: quiere dezir, que atribulo al hombre hasta que le paresce que muere, y después le alivio y recreo y doy vida: meto en desconsolaciones que parecen infierno, y después de metidos no los olvido, mas sácolos, y por esso los mortifico, para vivificarlos; para esso los meto, para que no se queden allá, mas para que la entrada en aquella sombra de infierno sea medio para que después de muertos no vayan allá, mas al cielo. Yo soy el que de qualquier trabajo os puedo librar, porque soy omnipotente, y os querré librar, porque soy todo bueno, y os sabré librar, porque todo lo sé. Yo soy vuestro abogado, que tomé vuestra causa por mía: yo vuestro fiador, que salí á pagar vuestras deudas: yo Señor vuestro, que con mi sangre os compré, no para olvidaros, mas engrandeceros, si á mi quisiéssedes servir, porque fuistes con grande precio comprados: yo aquel que tanto os amé, que vuestro amor me hizo transformarme en vosotros, haziéndome mortal y pasible, el que de todo esto era muy ageno: yo me entregué por vosotros a innumerables tormentos de cuerpo y mayores de ánima, para que vosotros esforcéis á passar algunos por mí, y tengáis esperança de ser librados, pues tenéis en mí tal librador: yo vuestro Padre, por ser Dios, y vuestro primogénito Hermano por ser hombre: yo vuestra paga y rescate, ¿qué teméis deudas, si vosotros con la penitencia y confessión pedís suelta de ellas?: yo vuestra reconciliación, ¿qué teméis ira?: yo el lazo de vuestra amistad, ¿qué teméis enojo de Dios?: yo vuestro defendedor, ¿qué teméis contrarios?: yo vuestro amigo, ¿qué teméis que os falte quanto yo tengo?: si vosotros no os apartáis de mí, vuestro es mi cuerpo y mi sangre, ¿qué teméis hambre?: vuestro mi coraçón, ¿qué teméis olvido?: vuestra mi divinidad, ¿qué teméis miseria? Y por accessorio son vuestros mis ángeles para defenderos: vuestros mis sanctos para rogar por vosotros: vuestra mi Madre bendita para seros madre cuidadosa y piadosa: vuestra la tierra para que en ella me sirváis: vuestro el cielo para que á él vernéis: vuestros los demonios é infiernos, porque los hollaréís como á esclavos y cárcel: vuestra la vida, porque con ella ganáis la que nunca se acaba: vuestros los buenos plazeres, porque á mí los referís: vuestras las penas, porque por mi amor y vuestro provecho las suffrís: vuestras las tentaciones porque son mérito y causa de vuestra eterna corona: vuestra es la muerte, porque os será el más cercano passo para la vida: y todo esto tenéis en mí y por mí, porque ni lo gané para mí solo, ni lo quise gozar yo solo, pues que quando tomé compañía en la carne con vosotros, la tomé en hazeros participantes en lo que yo trabajasse, ayunasse, comiesse, sudasse y llorasse, y en mis dolores y muerte, si por vosotros no queda.

No sois pobres los que tanta riqueza tenéis, si vosotros con vuestra mala vida no la queréis perder á sabiendas: no desmayé[i]s, que no os desampararé aunque os prueve: vidrio sois delicado, mas mi mano os tendrá: vuestra flaqueza haze parecer más fuerte mi fortaleza: de vuestros peccados y miserias saco yo manifestación de mi bondad y de mi misericordia: no ay cosa que os pueda dañar si me amáis, y de mí os fiáis: no sintáis de mí humanamente según vuestro parecer, mas en viva fe con amor, no por las señales de fuera, más por el coraçón, el qual se abrió en la cruz por vosotros, para que ya no pongáis duda en ser amados en quanto es de mi parte; pues veis tales obras de amor de fuera y coraçón tan herido con lança, y más herido de vuestro amor por de dentro, ¿cómo os negaré á los que me buscáis para honrarme, pues salí al camino á los que me buscavan para maltratarme?; offrecíme á sogas y cadenas que me lastimavan, ¿y negarme he á los braços y coraçón de cristianos, donde descanso?; dime á açotes y columna dura, ¿y negarme he al ánima que me está subjecta?; no bolvi la faz á quien me la hería, ¿y bolverla he á quien se tiene por bienaventurado en la mirar para la adorar? ¡Qué poca confiança es aquesta, que viéndome de mi voluntad despedaçado en mano de perros por amor de los hijos, estar los hijos dudosos de mí si los amo, amándome ellos? Mirad, hijos de los hombres, y dezid; ¿á quién desprecié que me quisiesse?; ¿a quién desamparé que me llamasse?, ¿de quién huí que me buscasse?: comí con peccadores, llamé y justifiqué á los apartados y suzios, importuno yo á los que no me quieren, ruego yo á todos conmigo; ¿qué causa ay para sospechar olvido para con los míos, donde tanta diligencia ay en amar y enseñar el amor? Y si alguna vez lo dissimulo, no lo pierdo, mas encúbrolo por amor de mi criatura, á la qual ninguna cosa le está bien como no saber ella de sí, sino remitirse á mí: en aquella ignorancia está su saber, en aquel estar colgada su firmeza, en aquella subjección su reinar. Y bastar le deve que no está en otras manos sino en las mías, que son también suyas, pues por ella las di á clavos de cruz, y más son que suyas, pues hizieron por el provecho de ella más que las proprias suyas. Y por sacarla de su parecer y que siga el mío, le hago que esté como en tinieblas, y que no sepa de sí; mas si se fía, y no se aparta de mi servicio, librarla he, y glorificarla he, y cumpliré lo que dixe: «Sei fiel hasta la muerte y darte he corona de vida.» Amen.




ArribaAbajo[- XXI -]

Carta del auctor á una muger atribulada. Enséñale cómo los trabajos suelen venir ó por culpa del trabajado, ó por pr[u]eva del Señor, y cómo se ha de aver en su tribulación


La paz y gracia de Nuestro Señor sea siempre con vos, amen.

El amor verdadero con que os amo en Jesu Cristo ha causado en mí tanta compassión de lo que padecéis, que me movió á escreviros esta letra, desseando ayudaros en algo. No sé, hermana, si os alegre, ó si antes os ayude á llorar; ni sé si os diga que es bueno lo que tenéis, y que lo devéis llevar con alegría; ni si conceda con lo que á vos paresce que es malo, y que como tal se deve huir. Veo que si lo passan muchos buenos, no lo dexan dé passar también muchos malos; y que si en unos es señal de amor, en otros es sospecha de ira. A unos castiga el Señor con essas cosas, á otros que no han menester castigo, prueva con ellas mismas, y les da en qué merecer: y aunque esso que vos passáis pueda proceder de qualquiera destas dos causas, no me pesa que os persuadáis vos que deve ser açote de alguna culpa liviana (si liviana se deve llamar la que tan grave castigo merece), y no prueva de vuestra bondad; porque si los sanctos no conocen en sí bondad alguna, antes muchas faltas y maldades, ¡quánto más vos que tan lexos os conocéis de sanctidad y tan metida en peccados!

Pues si tenéis por más provable que essos fructos nascen de esta raíz, el remedio es que examinéis bien si avéis hecho alguna cosa por donde merezcáis essa corrección. Y sabed que las más vezes suele ser algún polvillo de vana gloria; y si no veis por qué, esso tened por peor, pues aviendo tantas culpas, no veis ninguna: y quando os sacudieren el golpe, humillaos debaxo de la poderosa mano de Dios, conosciéndoos por digna de mayor tormento; y supplicad á Nuestro Señor aya misericordia de vos, y que no os alance de sí. Dezid «Señor, pequé; qualquier castigo es liviano para la gravedad de mis peccados: si sois servido de castigarme, heme aquí: alça, Señor, la mano; descarga el golpe, corta, quema y mata; mas no me vea yo apartada ni desechada de Vos: si pequé, no sea el castigo dexarme á que peque más, pues el castigo de la culpa es la pena, y no otra culpa.»

No querría tampoco que por pensar que vuestras culpas han causado esso que tenéis os desconsoléis y entristezcáis tanto que caigáis en algún despeñadero de desesperación. Quiero que por una parte os humilléis creyendo que vuestros peccados lo merecen, y que por otra os consoléis, acordándoos que sois hija de Dios, y no de las olvidadas, pues se acuerda vuestro Padre de castigaros como á hija, porque no os hagáis más mala. Y creedme una cosa (aunque no sea adivino), que si el Señor con su misericordia no os uviera humillado assí, quiçá uviérades caído en alguna soberbia luciferina, que fuera en infinitas partes peor: y con esso os tiene tan humilde que no osáis, ni aun podéis, alçar cabeça. Agradeced pues al Señor essa merced, y básteos su gracia. Pero ya sé que me diréis: «Si yo supiesse que soy hija y no enemiga, y que es castigo de padre y no pena de juez; si yo acabasse de persuadirme que estoy en su gracia, ¿qué me faltaba?: pero creo que si no es en el infierno, no ay en la tierra hombre tan malo que tal tenga: no es vida de hijos de Dios esta mía, sino vida (ó por mejor dezir muerte) de dañados.» ¡O humana, y si supiéssedes el don de Dios, y quién son los que estas cosas padecen por la mayor parte, quiçá os alegraríades! Si yo viesse que solamente los enemigos de Dios passan tales cosas, cierto me afligiría: mas veo los mayores amigos en esso tentados, ¿por qué no me consolaré con ellos? El bienaventurado Job se vido un día tal, que dixo: «Desesperado he.» Tales cosas avía passado en su pecho, que le pareció aver caído en desesperación: mas porque veáis que no, luego torna á pedir misericordia; pues quien misericordia pide no desespera. David, siendo quien sabéis, dixo que ya Dios lo avía alançado de delante sus ojos, y que se vido cubierto de tinieblas y oscuridades, cercado de dolores de muerte y de peligros de infierno; y tales cosas dize que le acaescieron, que no las entenderá sino quien las uviere passado. Cállense las tribulaciones de Sant Pablo causadas por Satanás, que le hazían abaxar el cuello, pues tantas vezes las avéis oído. En las vidas de los Padres he leído cosas, que no las creyera, si el auctor no fuera de tanta auctoridad: y oy día vemos y oimos cosas estrañas que vienen á personas devotas y siervas de Nuestro Señor [y á] los unos [y á] los otros sacó y saca Nuestro Señor de ellas con mucha ganancia. De donde colegimos que es menester creer hombre en semejantes casos lo que no vee, y esperar contra la esperança como Abrahám. Dezidme, hermana, ¿avéis visto á los cantareros encender algún horno?: ¿avéis visto aquel humo tan espesso y tan prieto, aquel encendimiento de fuego y aquella semejança de infierno que allí passa? ¿Quién creyera que los vasos que allí dentro están no avían de salir hechos ceniza del fuego, ó á lo menos negros como la pez del humo? Y passada aquella furia, apagado el fuego, al tiempo que deshornan veréis sacar los vasos blandos de barro duros como piedras, y los que primero estavan morenos salir más blancos que la nieve, y tan lindos que se pueden poner en la mesa del Rey. Vasos de barro nos llama Sant Pablo, y con mucha razón por cierto, pues tan blandos somos y delicados para suffrir los golpes de los trabajos. Una jarrilla sois, y por cozer avéis estado, y por esso érades tan tierna, y no podíades retener ni conservar bien el licor que Dios os infundía. Cozeros quieren, hermana: tened paciencia: metida estáis en el horno de la tribulación: suffrid agora essos fuegos y essas humaredas y obscuridades; y confiando en la sabiduría y bondad de nuestro buen ollero, ni saldréis hecha ceniza que lleve el viento, ni tiznada con algún mal que se os aya pegado; antes dura para padescer, para que aunque caigáis no os quebréis; blanqueada del descolorido color que primero teníades, y finalmente ábil y dispuesta para ser vaso de honra, y para ser puesta sobre la mesa de Dios. Procurad no salgáis del horno quebrada, porque no os den por ay de balde: solamente se quiebran los que en el horno de la tribulación pierden la paciencia. Confío en Nuestro Señor y en vos que saldréis sin lisión: suffríos agora un poco, que presto se apagará todo: no desmayéis por más que atize el demonio: persiga quanto quisiere, confía en Dios. Señal es que no tiene Lucifer parte en vos, pues va tras vos, que si os tuviera no os siguiera: señal es que os avéis ido de su reino, pues tantos esquadrones de gente armada va empós de vos. Salístesos de las tinieblas de Egipto para ir á la tierra que Dios os ha prometido: sale Faraón tras vos con todo su exército: halláisos agora atajada, delante de vos el mar Bermejo, de tras los enemigos: no halláis por qué vía huir. No temáis, espera y veréis las maravillas que ha de hazer el Señor: el Señor peleará por vos y vos callaréis: el Señor abrirá camino por medio de las aguas: las aguas os serán en lugar de muro á la diestra y á la siniestra, y passaréis á pie enxuto por medio de las tribulaciones y tentaciones, y vuestros enemigos se ahogarán en ellas.

Pensad qué gozo será aquel quando aviendo passado todo el pueblo de Dios este mar peligroso del mundo, tomará María Virgen, figurada en María la hermana de Moisés, el adufe de su cuerpo, y comience á cantar, y vos en compañía de las otras vírgenes á responder aquel cantar de tanta alegría. Y porque más os consoléi[s], sabed que no ay de qué tener escrúpulo, porque más es esso tormento padecido que peccado cometido. Entretanto que vos no consentís libremente, ni os deleitáis en el pensamiento que el demonio offrece, ni lo queréis vos pensar, ¿de qué tenéis escrúpulo? Pues, creedme como á hombre que conoce vuestra conciencia, que aunque os parezca que avéis alguna vez consentido, el temor os haze parecer lo que no es, como acaesce á los que tienen fiebre ó alguna otra fuerte passión. Y esto sea para escusaros en lo passado, y no para descuidaros en lo por venir: y aunque alguna cosilla se os uviesse pegado, aunque alguna heridilla uviessedes recibido, como vos no os rindáis ni deis por vencida, hermosas y gloriosas son las heridas del cavallero en los ojos del Rey quando son recebidas en su servicio. Mayor es el bien y merecimiento que sacáis de la victoria, que el daño que padecéis en la lucha; por esso ninguna cosa os turbe. No os engañéis en pensar que las imaginaciones y tentaciones son cosa vuestra, obrada por vos: obras son de Lucifer, palabras son que él habla é imágenes que representa. Miraldo todo como cosa agena, y hazed como quando oís á un hombre blasfemar y dezir otras palabras feas, que, aunque os da grave pena el ver que se offende Dios, al fin os es algún consuelo ver que no sois vos la que le offendéis. Péseos que el demonio hable y haga como quien él es, y consolaos que no sois vos sino él, y que al fin ha de llevar su pago. Sant Pablo dezía que se gloriava en sus flaquezas y tribulaciones, porque en ellas resplandecía más la virtud y fortaleza de Cristo. Hermana, si á Cristo amáis, gozaros devéis de la gloria que saca Él de vuestras flaquezas. ¿No os parece que muestra Dios en vos su fortaleza, pues con las flaquezas de una mugercilla, mochacha y enferma y nada, vence las fuerças y poderíos de las huestes infernales? Pues porque Jesu Cristo sea glorificado ¿no seréis vos de buena gana combatida? Si por cierto, y de muy buena gana; que esso creo yo de vuestra caridad que vos pretendéis, esso creo yo que desseáis, que se sirva el Señor de vos, y sea en cosas prósperas ó en adversas, en dulces ó en amargas, en amores ó en dolores, en guerra ó en paz. Agora quiere que le sirváis en la guerra, con frío y con sol, las armas á cuestas de día y de noche, durmiendo con sobresaltos, en pie sobre una pica., y, lo que más os duele, lexos de la presencia del Rey. Tras este tiempo verná otro, y os mandará que le sirváis en la sala, donde gozaréis de quanto desseáis. Él fortalezca vuestra ánima para pelear las peleas del Señor, y os saque vencedora, para que merezcáis la corona de gloria que tiene prometida á los que vencieren. Amen.




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Carta del auctor á una señora, esforçándola á que lleve con paciencia del Señor los trabajos que padecía


Señora, desseo tengo de preguntar á V. M. á qué saben los fructos de la cruz, pues tanto come de ellos. El Señor dixo: «Subiré á la palma y tomaré los fructos de ella»: y parece que ha tomado á Vuestra Merced de la mano y subídola consigo á lo mismo, para que, si antes solía subirla para que mirasse y contemplasse cómo Él comía, agora no se contenta con que ella lo acompañe, con aver compassión de las penas dél, sino que coma con Él en la cruz, y sea testigo de prueva de lo que Él padecía quando comía. Bienaventurada osso llamar al ánima que con la Madre de Dios está al pie de la Cruz del Hijo como ella estava, penando con Él, comiendo á una mesa, crucificada con Él: que no ay cosa tan agradable á los ojos del Padre como ver á su Hijo, y á los que á su Hijo acompañan con imitación de sus trabajos y cruz.

No se engañe nadie pensando que se enamora Dios de donaires y niñerías, ó que han de reinar con Él qualesquiera. El favor de Dios es para los amadores de los trabajos: no ha de reinar sino el crucificado. Para que los hombres sepan, que pues acá les pide tanto, aquel reino no es como quiera, sino muy abundante en riqueza y descanso, pues es Dios su joya: y se esfuercen con nuevos alientos á despreciar todo descanso presente, y suffrir todo trabajo. ¿Qué quiere vuestra Merced que haga Nuestro Señor sino lo que con sus amados hijos haze y hará? ¿Qué quiere que haga sino tratarla como el Padre suyo lo trató á Él? «Como el Padre me amó os amo yo á vosotros» dixo Él. Pues quien se parare á mirar el tratamiento de tal Padre á tal Hijo, suffrirá con paciencia el suyo, por áspero que parezca. Espere un poquito, señora, que passar se ha esta tempestad y gozar se ha de averla passado. Abaxe su cerviz á la voluntad de su celestial Padre, que assí hizo Jesu Cristo quando le pusieron al cuello una soga que le desollava la cerviz; y Él callava de dentro y de fuera por la obediencia del Padre. ¿Qué nos dize esta dura soga en cerviz tan delicada, y aquella pesada cruz en hombros tan cansados, sino que seamos obedientes en suffrir los trabajos, aunque nos desuel[l]en y arranquen el mismo coraçón? No es razón que sea ya Vuestra Merced parte en sí misma para ordenar su vida, y escoger esto quiero y esto no, pues se ha offrecido muchas vezes por esclava verdadera del Señor á toda la voluntad dél: porque no es razón que quiera agora desdezir en el trabajo lo que antes affirmó en la paz, ni querrá ser como amigo fingido, que en el tiempo del plazer haze muchas offertas, y quando le dizen que passe algo, desdize lo dicho. «¡Ay de aquellos (dize la Escriptura) que perdieron el suffrimiento!» Quiere dezir, que como cansados de trabajar y esperar, dieron con su coraçón en el suelo, como quien no puede llevar la carga. El justo, señora, de la fe vive: y el Señor le manda que espere, aunque haga tardança; y promete que verná: mas si el justo tiene relox que da muy apriessa las horas, y le parece passarse el tiempo sin que Dios le remedie, dezirle han lo que está en Isaías: «El que creyere no se dé priessa», sino «ponga su salud en la longanimidad», como dize S. Pedro. El Señor verná, señora, y la consolará: alborotada está la mar, y las olas quieren anegar la navezilla, y el Señor duerme de buen reposo, como quien tiró la piedra y escondió la mano, y picó y huyó: Él hizo levantar la tempestad, y luego echóse á dormir: Él ha puesto á Vuestra Merced en los trabajos que tiene, que no otra mano: Él atribula y hiere, que sin Él no se puede nada hazer: y el que [tan bien] ha sabido herir, y tan vivo ha estado para atribular, duerme agora quando le piden remedio; y mientras más le piden consuelo, suele acrecentar desconsuelo: y con todo esto quiere que tengamos una fe viva que en todos estos trances no desconfíe: y si lo hazemos, con lo que recuerda es reñir, y dezir: «Hombres de poca fe, ¿por qué estáis temerosos?» ¡Vee, señora, quán esmerada, provada y pasada por fuego quiere esta fe para confiar! Que assí como una castidad es provada con cosas contrarias, una humil[d]ad con deshonras, una paciencia con trabajos, una caridad con hazer bien á quien nos haze mal, assí es la fe y confiança provada con embiar Dios trabajos que parezcan sacar de juizio, y esconderse Él, y parecer que añide más mientras más es rogado. Conviene passar esto si queremos oir: «Muger, grande es tu fe.» Esta lucha hemos de vencer si queremos nombre y corona de verdaderos y perfectos fieles: y conviene recebir açotes, y que escuezcan hasta el ánima, y creer que son abracijos de grande amor. En esto, que de fuera parece ira, hemos de creer el coraçón de Dios muy pacífico, y sus entrañas muy paternales, para que no vivamos en sentido de carne, sino en fe, que es muerte de sentido de carne.

Esta, señora, es la sabiduría de la Cruz, que á ojos cerrados se subjeta á la sancta ordenación de Dios, y con este no juzgar, sino confiar en Él, es más sabia que todo el saber del mundo: porque quien á Dios quisiere conocer y agradar, no alce, sino abaxe los ojos con humildad, y no escudriñar, y alcançará el verdadero saber, y hallará al Señor de las virtudes, que en todas las cosas es suave para los suyos, y entonces les haze mayores bienes quando á los ojos de carne parece que los desampara.

Mas días ha que Vuestra Merced cantó este cantar: «Mi amado á mí, y yo á Él.» Cántelo agora, que para el tiempo de los tr[a]bajos son los requiebros: su Amado la mira y tiene della cuidado; mírelo ella y fíese deste cuidador. Él á ella es padre, aunque la açote: sea ella hija en recebir con obediencia y hazimiento de gracias su açote; y si duele mucho mirando el açote, tiémplelo mirando la mano que embía el açote. Su Amado es, y más amador que amado: con amor la açota, con amor lo reciba, para que responda al tono que el Señor le habla. Apurar la quiere con fuego: no huya del crisol aunque le duela, que más vale quedar limpia de la inmundicia de la tierra, que es la propria voluntad, aunque quede hecha pedaços, que no sana y suya. Cante al Señor: «Provaste mi coraçón, y visitástelo en la noche: examinásteme con fuego y no fué hallada en mí maldad.»

Assí, assí, señora, apura Dios á sus escogidos: y quien assí no es provado y apurado, no es hijo, ni será heredero. Y pues ha días que Vu[e]stra Merced tiene prendas de heredar, sufra con paciencia la carga anexa á la herencia. Muy rica y gozosa es ella, mas los herederos han de ser muy atribulados acá, y de la cruz los han de quitar acá quando entren á reinar allá, que no de plazer á plazer. Agarrocheados salen los buenos toros del cosso, que los floxos sanos se van. E assí es el buen cristiano, que de todas partes ha de tener garrochas. Y quando faltan tyranos y sayones, bastan la casa, hijos, marido y amigos, que por otras vías más blandas atormentan más que los otros. Cierto es que ver padecer á quien amamos cuchillo nos es, y el amor es nuestro sayón, y mientras mayor amor, mayor sayón; mas no le bolvamos el rostro, que este amor fué el sayón de Jesu Cristo que más le penó que los de fuera, y este fué el sayón de su Madre, y de quantos escogidos ay de Dios. Apareje Vuestra Merced la cabeça para ser dél cortada, su coraçón para ser atormentado: y en la presencia de Dios y de su corte, que le están mirando, pelee varonilmente, pues le está aparejada excelente corona. El Señor, que embía el trabajo, sabe el tiempo del consuelo, y Él lo proveerá en su tiempo; y entretanto dé paciencia, y sea con Vuestra Merced siempre. Amén..




Arriba[- XXIII -]

Carta del autor á una señora enferma, consolándola en sus trabajos y animándola á que los pase por Cristo trabajado


Señora, he sabido que V. M. está mala y no me pesa dello: porque si es de alguna demasía de penitencia que ha hecho, bien se le emplea el castigo; y si no es sino que Nuestro Señor lo embía, sea muy en buena ora la parte que de la cruz le da. Y aunque por una parte me dé pena su pena quanto sabe Nuestro Señor, por otra me alegro, porque veo clara la ganancia de quien yo deseo ver muy ganada. No quiero yo para mis hijos consuelo, sino açotes, que después será tiempo de los consuelos. Agora, señora, no se quiten sus ojos de la Cruz, ni su coraçón de quien en ella se puso: no descanse hasta que le sepa bien el padecer, que en ello se parece el amor: no aya piedad de sí misma, que en el cielo y en la tierra tiene quien della la tenga muy de coraçón; y lo que le viene muy mirado viene, y pasado por mano de quien la ama muy de verdad. No se atibie la fe en los peligros y necessidades, ni el amor entre los trabajos. Quando el fuego es grande no se apaga con el viento, antes crece: y assí quando uno ama á Dios de burla, con un soplillo que le sopla se apaga su f uego como candelilla. Mas el verdadero amor crece en los trabajos, porque más f uerça pone á sufrir, mientras más viene que sufrir; y como sea de Dios, vence á los trabajos, y ninguna agua hasta para apagar este fuego que del cielo descendió. Para amar la llamó Dios, y no es cosa el amor para regalaros: conviénele aborrecerse para amar á Cristo, y negarse para confessarle, y ser cruel para sí misma, para ser suave y blanda al Señor. Si le quiere y dessea gozar pierda á sí misma. Si le quiere ver, por lanças se ha de meter: si le dessea aposentar en su coraçón, eche dél á sí misma y á toda cosa criada: sola la quiere Dios, y atribulada, no por malquerencia, sino, después que su Hijo bendito fué atr[i]bulado, no quiere ver á sus hijos vestidos de otra librea. Esto es lo que delante sus ojos parece hermoso, ver en nosotros la imagen de su unigénito Hijo: é assí como no ay cosa que de tan buena gana mire una ánima como á Jesu Cristo atormentado en la Cruz, y, mientras más atr[i]bulado y affeado está, más hermoso le parece, assí mientras más padeciéremos, mejor pareceremos á Dios. Y no es mucho que el ánima que á Dios desea bien parecer se ponga este affeite con que a Dios enamore, pues que las mugeres del mundo hazen muchas cosas y muy á su costa para contentar á hijos de hombres.

Señora, mudarse tienen los cueros para parecer bien á Dios. Con agua fuerte se apura el oro, y quitada la tierra sale resplandeciente del crisol. Ayamos vergüença de ser tan floxos en empresa tan grande como es agradar á Dios; que si lo sintiéssemos, cobraríamos ánimo para derramar la sangre por Él, porque más hermosos le pareciésemos. E considerando esto un hermitaño sancto, y viendo una muger del mundo ir muy compuesta y galana, comiença él á llorar y dezir: «Perdóname, Señor, perdóname, que el atavío desta muger que en un día ha tenido para agradar á los ojos del m[u]ndo sobrepuja al que yo he tenido en muchos años para agradará los tuyos.» Assí que, señora, la empresa del amor no es palabras, sino dolor, crudos tormentos, deshonra del mundo, desamparo de criaturas, y absencia del amparo del Criador: y con todo esto ha de ayer buen rostro, no quexas, no caimiento de coraçón; mas á semejança de martyr que le sacavan las entrañas, y peinavan con peines de hierro y no sonava en su boca sino Jesús, y en su coraçón bendito sea Dios, y propósito de pasar más si Dios era servido. Don y merced es padecer por Cristo, y no la da sino á quien Él mucho ama.

Gran misericordia es dar á uno papirotes y soltarle los açotes: y si con lo que aquí se pasa se quita lo que allá devemos, trabajemos aquí, y paguernos todo lo que Dios quisie[r]e, porque salidos de aquí, luego veamos la faz de Dios. Baste el destierro de aquí: trabajemos que en acabándose luego nos metan en nuestra tierra. Sant Augustín dize que haze injuria al martyr el que ruega por el martyr, porque el martyrio le haze bolar al cielo derecho. Pues trabajemos nosotros de ser mártyres con la paciencia, que aunque no es tan grande nuestro trabajo como el de aquéllos, es más largo. Y devemos desear que esta vida no nos sea apazible, mas un puro martyrio; que esta fué la vida de Nuestro Señor, y esta quiere que sea la nuestra. Muchos mártyres uvo por la fe; mas en fin mucho[s] han ido al cielo sin serlo: mas mártyres de amor todos lo hemos de ser si queremos ir allá. Este nos ha de atormentar haziéndonos tomar pena porque offendimos á Dios, y porque otros le offenden: éste nos ha de quitar todos los consuelos de acá, y ponernos la cruz -encima los hombras: éste nos ha de hazer abraçar los trabajos, y pasar por encima dellos con la llama del amor de Dios encendida: éste haze sufrir deshonras sin las sentir, y saca á uno de sí como el vino al borracho. Que en esto se parece el amor, que el que lo tiene no busca á sí m[i]smo, sino á solo Dios, y su voluntad. Mas este amor tan cruel ¡qué piadoso será después, á quien le abaxó su cuello para recebir su martyrio! No puede uno sentir las fuerças del amor con que aquí atormenta, ni las con que después consuela. Créamoslo, señora, pues Dios lo ha dicho: y en fe de su palabra caminemos, que gran camino nos queda. Escoja quál quiere más: largos trabajos y no muy grandes, ó breves y grandes; que de passar mucho no puede escapar. Desto no se entristezca, que si le da Dios muchos trabajos, es porque assí lo merecen sus muchos peccados; y assí los pagará aquí. Y assí lo pido yo al Señor que se los dé; porque si yo muriere primero que Vuestra Merced no querría que ella fuesse á purgatorio; quiçá no terná á quien le duela su ánima, ni tenga mucho cuidado de la sacar: y si ella muere primero, harto me bastará la pena que della tendré. Perdóneme, que no es razón que ella mire á su provecho ni yo, sino que, aunque sepamos que después desta vida hemos de ir á tormentos, devemos aquí esforçarnos á los pasar por amor, y el amor con sólo amor se contenta. Cristo padeció por nuestro amor, padezcamos por el suyo: Cristo llevó la cruz, ayudémosela á llevar: Cristo deshonrado, no quiero honra. Cristo padeció dolores, vénganme á mí: Él tuvo necessidades, essas q[u]iero yo tener: Él por mí fué aquí estrangero, no tenga yo cosa en que repose mi coraçón: Él murió por mí, sea mi vida por su amor una muerte continua. Viva yo, ya no yo, mas viva en mí Cristo, y Cristo crucificado, apassionado, desamparado, y en solo Dios recebido. Este Cristo quiero, aquí lo busco, y fuera de aquí no lo quiero: haga Él lo que mandare de mí, que yo trabajos quiero por Él: deme galardón ó no, que sólo el padecer por Él es muy sobrado galardón. Y si mercedes me quisiese dar, no le pediré otras sino trabajos; porque en esto conoceré que le amo y que me ama, si Él me pone á mí en la cruz donde Él aquí estuvo: que aunque no busque mi provecho, bien sé que si persevero en su cruz, que me llevará á su reino. A Él sea gloria en los siglos de los siglos. Amén.