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«Febo el Troyano» [1576] de Esteban Corbera: La reescritura caballeresca de la materia troyana

José Julio Martín Romero


Universidad de Jaén



El 3 de julio de 1576 vio la luz en las prensas barcelonesas de Pedro Malo la obra de Esteban Corbera Dechado y remate de grandes hazañas, más conocida como Febo el troyano. Se trata de un infolio en letra gótica a dos columnas, salvo la dedicatoria, en letra redonda y a línea tirada, y los poemas finales, en el mismo tipo de letra y centrados en la página. Consta de cincuenta y dos capítulos que ocupan ciento dos folios, más un prólogo narrativo y la dedicatoria «a la ilustrísima señora doña Mencía Faxarda y Çúñiga, marquesa de los Velez y Molina &c.»; a quien dedica, al final de dicha dedicatoria, un soneto: «La tan nombrada hija de Latona». La portada, la dedicatoria y el prólogo ocupan ocho folios más. Al final de la obra hallamos otros cinco poemas que no pertenecen a la pluma de Corbera: un soneto de Luis Alariu al autor1; otro de Iosepho Roger, en italiano, también dedicado a Corbera2; un tercer soneto «en que se encaresce el valor que esta obra cobra en ir dirigida a la ilustrísima señora doña Mencía Faxardo y de Çúñiga, marquesa de los Velez y Molina &c.»3; otro más, de Benito Sánchez Galindo, quien lo dirige a los lectores4, y, finalmente, la «estança» de Luis Alariu dedicada a la ciudad de Barcelona5.

De este impreso, que presenta numerosos errores, han llegado hasta nosotros tres ejemplares: uno de ellos conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid, con la signatura R-2.093; otro se encuentra en la Hispanic Society of America; por último, se custodia otro, en bastante mal estado, en la British Library de Londres (signatura 12491.1.32).

El hecho de que sólo se realizara una edición hace pensar en el limitadísimo éxito comercial de la obra6. Sin embargo, hay que tener en cuenta la situación en que se hallaba la imprenta en la época en la que apareció el Dechado y remate. Desde 1564, fecha de la aparición del Olivante de Laura, hasta 1579, cuando se imprimieron las partes tercera y cuarta del Belianís de Grecia, el único libro de caballerías original impreso fue precisamente el de Esteban Corbera. El estudio de las obras caballerescas reimpresas desde 1564 tampoco aumenta la nómina en exceso: frente a las seis obras impresas ese año, tan sólo cinco obras aparecen en los nueve años siguientes, hasta la aparición del Dechado en 1576; y hasta 1579 no encontramos ningún libro de caballerías ni original ni reimpreso7. Por tanto, el fracaso editorial de la obra pudo deberse tanto a las peculiaridades temáticas y estructurales del libro como al especial momento de la imprenta, tal como han estudiado Alvar y Lucía Megías8, que concluyen que se vivió una de las crisis quinientistas de la imprenta española hacia 1572 y que no se superó hasta casi la década siguiente. Todo ello debió de contribuir a la escasa difusión de Febo el troyano; no ha de sorprender, por tanto, que este libro apenas haya dejado rastros en obras posteriores y que casi no hayan llegado a nosotros datos que confirmen su conocimiento entre sus contemporáneos. El Dechado y remate se erige así en el único intento editorial de lanzar un libro de caballerías por esos años, toda una rareza editorial que, sólo por eso, ya merece ser estudiado, aunque no es éste el único motivo para recuperar la obra del catalán.

Otra singularidad del Dechado y remate de grandes hazañas es que se trata de un libro de caballerías de materia troyana9. Aunque encontramos ecos de dicha leyenda en libros de caballerías anteriores10, será en la obra de Esteban Corbera donde la historia de Troya surja como narración y no como mera mención o referencia:

«Durante aquella memorable y tan de perpetuo nombrada guerra troyana, por el robo de Elena, muger del griego rey Menelao, mortales y sangrientas batallas passavan entre los dárdanos -o, por mejor dezir, troyanos- y griegos; en las cuales el que más altamente de los troyanos y griegos se señalava era el valeroso y pujante primogénito de Príamo, el fortíssimo Héctor»11.



El autor continúa narrando los amores entre Héctor y Pantasilea, fruto de los cuales nacerá Florante12, que termina en manos de los griegos Aquiles y Ayax Telamón. Cuando Calcante propone sacrificar al recién nacido troyano, una espantosa jayana lo rapta; en realidad se trata de la maga Periana; ésta fue adoctrinada en las artes adivinatorias y mágicas por Cassandra, la hija de Príamo condenada a que sus profecías nunca fueran creídas. Periana decide rescatar a Florante y reconstruir Troya13. La materia troyana tradicional, es decir, aquélla que narra el asedio a la Troya del rey Príamo, se limita al primer capítulo14; pero gran parte de la obra narra un nuevo asedio a la reconstruida Troya, que llevan a cabo no griegos sino paganos (los emperadores de Trapisonda y de Persia), con lo que el sentido de la leyenda se transforma de acuerdo con unas parámetros cristianos que convertían al infiel en el enemigo, lo que también puede interpretarse como una expresión del miedo a la amenaza que representaba el Turco en la época.

La imaginación de Esteban Corbera contempla el mundo troyano con los ojos de un lector de libros de caballerías, por lo que sus personajes se comportan como héroes caballerescos, como es el caso de Aquiles y Ayax Telamón, de los que dice que «eran salidos de su real, a buscar las aventuras»15; Héctor y Pantasilea se convierten en amantes que cumplen todos los tópicos del amor secreto y embarazo clandestino; Florante nace con unas letras rojas en el pecho16 que dicen «del tronco d'éste decenderá la destrución de griegos»17. Febo el troyano supone, por tanto, un relato de carácter híbrido en el que la leyenda troyana, base temática e inspiración de gran parte del libro, se rescribe de acuerdo con el molde del género editorial nacido del Amadís.

Otra peculiaridad del libro es la tendencia de Esteban Corbera a incorporar en su obra fragmentos, a veces muy amplios, de otras obras. Tradicionalmente se ha defendido la idea de que es un plagio de Espejo de príncipes y caballeros de Ortúñez de Calahorra18. Eisenberg subraya los paralelismos entre las líneas básicas del relato de Esteban Corbera y el de Ortúñez de Calahorra19. En efecto, el Espejo de príncipes y caballeros es una de las fuentes principales de nuestro texto, pero no es el único ni el principal. Más modernamente se han mencionado otras fuentes: S. Roubaud ha comentado la influencia del Belianís de Grecia20 e Isabel Muguruza la del Olivante de Laura21. Ésta última hace referencia a la influencia del prólogo narrativo de la obra de Antonio de Torquemada sobre el Dechado y remate, pero encontramos aquí muchos más pasajes tomados del Olivante. Además de éstos, también se hallan frecuentemente fragmentos y episodios tomados de la Tercera parte de Florisel de Niquea (1546), de Feliciano de Silva, e incluso del Patrañuelo de Juan de Timoneda, cuya patraña veintiuna (la historia de Geroncia) se transforma en la historia de la reina Filaxia, en el cuadragésimo capítulo del libro22.

Los momentos que Esteban Corbera suele plagiar son las descripciones de príncipes, el denominado «amanecer mitológico», los monólogos discursivos sobre el amor, así como algunos episodios (el de la reina Filaxia o el episodio de Aquilanio y Lindamira, entre otros).

Si bien las copias de Esteban Corbera son frecuentísimas y los fragmentos copiados de forma prácticamente literal son muy amplios, no hay que rechazar de plano la originalidad del barcelonés. Su propuesta, un libro de caballerías de materia troyana, ya resulta innovadora. Lo troyano no se utiliza como símbolo de heroicidad, sino como materia narrativa propia, de la que surge la trama posterior. Por otra parte, el concepto tan particular que Esteban Corbera demuestra tener de la imitatio lo singularizan dentro de la práctica habitual en el siglo XVI, en la que los fragmentos imitados eran menores: no solían ser más que unas líneas y estar limitados al ámbito de la descripción literaria; en la narración se imitaba siguiendo las líneas básicas del relato y no tomando pasajes. Frente a estos usos, Corbera no duda en copiar fragmentos de forma literal para colocarlos con el fin de conseguir una nueva «composición»: su texto. En este sentido, las copias literales de Esteban Corbera no han de entenderse como una mera falta de originalidad, sino como una extraña nueva manera de componer, entendiendo la imitatio de una forma muy personal.

La obra presenta una estructura curiosa, carente de la unidad que encontramos en algunos de sus modelos, como el Olivante de Laura o la obra de Ortúñez de Calahorra. El núcleo central del texto no es, frente a lo que pudiera esperarse, la trayectoria vital del Caballero del Febo, cuyo nacimiento no se narra hasta el folio 63, sino la narración de un nuevo asedio a la ciudad de Troya, que ocupa veinte capítulos (caps. IV-XXIII), aunque este núcleo narrativo no concluye hasta las bodas de los príncipes que protagonizaron la narración bélica (cap. XXVII).

El relato del asedio de Troya se organiza de acuerdo con la narración de la llegada del invasor y los preparativos para el asedio, y, posteriormente, la alternancia entre batallas campales y treguas para enterrar a los muertos, tal como sucedía en la materia troyana, muy difundida a lo largo de todo el siglo XVI a través de la Crónica Troyana impresa23. Este texto sin duda debería mencionarse entre las fuentes de Febo el troyano.

Tras la narración del asedio a Troya, el talante del relato se transforma por completo y adquiere un carácter más amadisiano: desaparecen las batallas campales; la enrancia caballeresca -ausente hasta ese momento- se erige como clave narrativa, y aparece la técnica del entrelazamiento. Esta sección «amadisiana» del libro narra, por una parte, las hazañas, tanto bélicas como amorosas, del desenfadado y rijoso caballero don Playartes; y, por otra, la historia del Caballero de Febo, que ocupa tan sólo trece de los cincuenta y tres capítulos del Dechado y remate.

La mezcla estructural de materia troyana y libros de caballerías no debe sorprendernos. De la Crónica troyana impresa conservamos quince ediciones que se datan entre finales del siglo XV hasta 1587, lo que da muestra del enorme éxito que esta versión de la leyenda troyana gozó en el comercio editorial de la época. En momentos en los que, como se ha comentado, la imprenta pasaba por una época de crisis, no resulta extraño que Esteban Corbera se propusiera unir precisamente dos productos editoriales de gran éxito: la Crónica Troyana impresa y los libros de caballerías. Pero el hibridismo que caracteriza el texto se observa también en la aparición de la temática pastoril, otro género que había surgido con gran fuerza. Sin embargo, habría que empezar a considerar lo pastoril como un elemento que, desde Feliciano de Silva, no compite ni se opone a lo caballeresco, sino que forma parte de él. Los elementos pastoriles son una de las posibilidades narrativas que los libros de caballerías hispánicos admitían, si bien no siempre este elemento hace su aparición en el mundo caballeresco. Encontramos en Febo el troyano otro elemento propio de lo pastoril, y, por tanto, tampoco ajeno a los libros de caballerías: el verso24.

Por otra parte, la búsqueda de un estilo elevado, como corresponde a los temas heroicos que trata, lleva a Esteban Corbera a expresarse con una sintaxis retorcida, de largos períodos e interminables enumeraciones25. Ya Pascual de Gayangos comentó esta característica del libro e incluso citó como muestra el pasaje inicial de la obra26. Su pasión por estos laberintos lingüísticos se evidencia en la mayoría de los fragmentos copiados de forma casi literal por Esteban Corbera -aquéllos que tomó como modelos y que, por tanto, consideró dignos de ser imitados-, los cuales presentan la misma ampulosidad que parodió Cervantes. La exageración estilística va de la mano de la exageración temática: su libro suponía una amplificación al máximo de los tópicos caballerescos, de ahí su título: Dechado y remate de grandes hazañas, con el que promete la superación de toda gesta, el relato de las más altas caballerías jamás contadas.

La bibliografía sobre esta obra es prácticamente inexistente. Encontramos menciones de ellas en Gayangos, Henry Thomas, Eisenberg y, más modernamente, S. Roubaud, pero carecemos actualmente tanto de edición moderna del texto27 como de un estudio monográfico. Si la crítica ha sido tradicionalmente dura con todo el género de los libros de caballerías, se ha ensañado especialmente con la obra de Esteban Corbera. Se ha convertido en tópico que Febo el troyano es un plagio de la obra de Diego Ortúñez de Calahorra, Espejo de príncipes y caballeros, idea que difícilmente puede sostenerse tras una mera lectura de ambos textos. Gayangos lo definió como «pesadísimo» y considera afortunado el hecho de que la prometida segunda parte nunca viera la luz. Henry Thomas, al hablar de un grupo de libros de caballerías entre los que se cuenta el que tratamos, afirma que «se puede tratar con tanto desprecio como se quiera sin el menor riesgo»28.

Sin embargo, la obra de Corbera no merece una opinión tan negativa. Encontramos numerosas razones para proponer la recuperación de este texto. El difícil contexto editorial en el que surge, las peculiaridades compositivas que presenta o su temática híbrida entre libro de caballerías y leyenda troyana son sólo algunos de los rasgos que lo singularizan y que hacen injustificable la ausencia de un estudio sobre esta obra, cuyo análisis ilumina más de un aspecto de la labor literaria a fines del siglo XVI.





 
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