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La intervención de Lope en la publicación de sus comedias

Victor Dixon


Trinity College, Dublín



La iniciativa de Prolope de emprender la ingente tarea de editar debidamente la totalidad de las partes -y el muy feliz augurio de su volumen primerome han animado a esbozar esta especie de vista de pájaro de la participación del poeta mismo en la edición de su teatro a lo largo de su vida. Por ser su alcance tan amplio, contendrá sin duda muchas equivocaciones y lacunae, pido que las corrijan y subsanen otros aficionados al Fénix1.

En su Epístola a su amigo Antonio Hurtado de Mendoza, Lope escribe unos versos conocidos:


   Necesidad y yo, partiendo a medias
el estado de versos mercantiles,
pusimos en estilo las comedias.
   Yo las saqué de sus principios viles,
engendrando en España más poetas
que hay en los aires átomos sutiles.2



Estas frases se prestarían a una interpretación un poco marxista: que la Comedia Nueva nació de una necesidad histórica y económica. Una vez despertado el apetito de diversión de un creciente público urbano de todo nivel social, una vez descubierta para la labor caritativa de los hospitales una fuente de ingresos tan insustituible como las loterías de hoy -en palabras del doctor Johnson, «impuestos sobre los necios»- era inevitable el desarrollo del teatro nacional, por más que protestasen, a veces con éxito, sus enemigos. Con que, de no haber existido el todopoderoso Lope, habría sido necesario inventarle.

Pero él sin duda quiere decir solamente, una vez más, que ha escrito sus comedias sobre todo pro pane lucrando, que la creación teatral ha sido para él un recurso esencial para mantenerse a flote. De lo que con razón se ufana es de que las invenciones nacidas de esa necesidad hayan sido no sólo cuantiosas sino lo bastante magistrales para sentar las bases de toda una escuela nacional. Lo cual no tiene nada de sorprendente; los artistas más geniales han sido casi todos profesionales, y como dijo también Johnson, «ninguno, menos un zopenco, escribió jamás, excepto por dinero».

En su empeño en publicar esos «versos mercantiles», según creo y espero mostrar, impera sobre todo -y aflora a menudo- la misma motivación. Otras sin duda tiene, pero siempre que las expresa parece trascender la principal. Como ejemplo de ello citaré su alegato más famoso, que por otra parte servirá como punto de partida (in medias res) del presente estudio. En su prólogo a la Novena parte (Madrid, 1617), Lope escribe:

Viendo imprimir cada dia mis comedias, de suerte que era impossible llamarlas mias, y que en los pleytos desta defensa siempre me condenauan los que tenian mas solicitud y dicha para seguirlos, me he resuelto a imprimirlas por mis originales; que aunque es verdad que no las escriui con este animo, ni para que de los oydos del teatro se trasladaran a la censura de los aposentos, ya lo tengo por mejor, que ver la crueldad con que despedazan mi opinion algunos intéresses. Este sera el primer tomo, que comiença por esta nouena parte, y assi yran prosiguiendo los demás, en gracia de los que hablan la lengua Castellana, como nos la enseñaron nuestros padres.



Este prólogo ha dado lugar a muy diversas opiniones. Según algunos, Lope no ha tomado parte hasta ahora, como por cierto parece decir, en la edición de sus comedias. Según otros, interviene en ella desde su primera publicación. A Castro y Rennert se les hace «difícil admitir que los ocho volúmenes de comedias publicados hasta 1617 saliesen todos sin permiso de Lope»3. Thomas Case dice asimismo: «Se supone que Lope había dado su tácito permiso para estas ediciones, excepto, tal vez, para la Parte VI»4. Sturgess Leavitt alega incluso que «Lope sin duda instigó la impresión de las ocho primeras partes, pero sentía por lo visto que necesitaba una cortina de humo»5. ¿Qué es lo que podemos saber en concreto?

Conviene recordar primero que Lope edita obras dramáticas suyas desde l604. Habiendo publicado ya La Dragontea, Arcadia, El Isidro y La hermosura de Angélica, con otras diversas rimas, incluye en su Peregrino (cuya dedicatoria firma en «Sevilla, último día del año de 1603»6) los textos de cuatro autos. Tampoco ignora entonces que ya se están publicando comedias suyas, o que se dicen suyas. En el prólogo, antes de darnos su famosa primera lista de 219, se queja de «los que con mi nombre imprimen ajenas obras. Ahora han salido algunas comedias que, impresas en Castilla, dicen que en Lisboa, y así quiero advertir a los que leen mis escritos con afición [...] que no crean que aquéllas son mis comedias»7. Pero está mal informado, en parte al menos; en el tomo al que alude, Seis comedias de Lope de Vega, y de otros autores8, sí es suya la sexta comedia, El perseguido. Con el título, incluido en su lista, de Carlos el perseguido, se publica de nuevo, a partir de un texto distinto, en la llamada «Primera Parte», y su autógrafo, de 1590, es uno de los que copió Ignacio de Gálvez9.

Al final del quinto libro de su novela, imaginando que ésta concluye con fiestas de boda, dice: «Las ocho primeras noches hubo ocho comedias, que saldrán impresas en otra parte por no hacer aquí mayor volumen». A continuación nos da los títulos de todas ellas, con los nombres de los autores que las habían representado, y por terminar añade: «Vergara [...] y Pedro de Morales [...] hicieron después otras dos, llamadas El Argel fingido y Los amantes sin amor, que con otras fiestas se remiten a la segunda parte»10. Parece probable que esté pensando de veras sacar un volumen aparte, con la ayuda quizás de su mecenas de entonces, Juan de Arguijo.

Pero no lo hace; ni siquiera «a medias» cumple su promesa, como dice uno de los editores modernos del Peregrino, Juan Bautista Avalle-Arce. Éste se equivoca al afirmar que «en ese mismo año de 1604 Lope recogió no diez, sino doce comedias en la parte primera de las suyas»11. La portada de la princeps del tomo que así llamamos, impresa por Angelo Tavanno en Zaragoza a finales de 1603 y principios del año siguiente, proclama que habían sido «recopiladas por Bernardo Grassa». Lo mismo dice, añadiendo que están «agora nvevamente impressas y emendadas», la de otra edición financiada muy poco después en Valladolid por Alonso Pérez. Es algo sorprendente por tanto la poca vergüenza con que Pérez pretende en una dedicatoria: «Aviendo llegado a mis manos algunas obras de Lope de Vega, y hecho elección destas doze Comedias [...] me resolui a imprimirlas»12. Indudablemente, como ha dicho Maria Grazia Profeti, «l'operazione che Tavanno aveva tentato indicava un interesse del mercato, e l'accorto Pérez pare deciso a sfruttarlo»13. De todas maneras, nada indica la participación de Lope, y las doce comedias incluyen sólo dos de las diez que había mencionado al final del Peregrina Carlos el perseguido y La montañesa (La amistad pagada). Es más: en la Segunda parte de sus Rimas, impresa con el Peregrino (aunque no sabemos en qué mes)14, inserta su divertida Epístola a Gaspar de Barrionuevo, y allí, amén de aludir a su «nuevo Peregrino», parece quejarse precisamente del provecho que le han robado los editores de aquella «Primera parte», como también de sus malos textos. Incluso pudiera inferirse otra vez que espera publicar él mismo sus comedias:


Imprimo, al fin, por ver si me aprovecha
para librarme desta gente, hermano,
que gozan de mis versos la cosecha.
Cogen papeles de una y otra mano,
imprimen libros de mentiras llenos,
danme la paja a mí, llévanse el grano.
Veréis a mis comedias, (por lo menos
en unas que han salido en Zaragoza)
a seis ringlones míos ciento ajenos.15



La Segunda parte, impresa en Madrid por Alonso Martín en 1609, es costeada también por Alonso Pérez. Es él quien pide tanto la licencia como la tasa. Y esta vez escribe, en otra dedicatoria: «Di a la estampa doze comedias de Lope de Vega Carpio, librando la perpetuidad de su fama en mi atrevimiento y la disculpa de mi osadía en la grandeza de v.m.», añadiendo que espera lograr «para estas obras perpetuidad en el tiempo y yo gracia cerca de su autor». ¿Publica la Segunda parte con la tolerancia de Lope? Es una pregunta que nos hace Moll, agregando que es una «que podremos repetir unos años más tarde»16. A principios del mismo año Pérez había reeditado las Rimas de 1604, añadiéndoles (si bien, por cierto, con numerosos errores) el Arte nuevo de hacer comedias17, más tarde habrá de financiar muchísimos libros de Lope, y su hijo de ocho años llegará a ser el discípulo predilecto y primer biógrafo del poeta. Pero dudo que Lope haya tenido participación alguna en esta Segunda parte.

Tampoco la tiene, sin duda, en la Tercera. Dicho libro, editado, según su portada, por Cormellas en Barcelona, en 1612, de hecho sale, como Moll ha mostrado, de la imprenta sevillana de Miguel Ramos Bejarano18. Pero al año siguiente se produce, en la madrileña de Miguel Serrano de Vargas, una segunda edición. La costea, según su portada y sus erratas, Miguel Martínez; pero quien pide no sólo la licencia, sino también la tasa, es otra vez Alonso Pérez.

Lope, por aquellas fechas, sería aun más consciente de que otros, como Pérez, comprendiendo mejor tal vez los beneficios que podían sacarse de la edición de comedias, le habían ganado por la mano, que casi le estaban obligando ya a hacerles competencia, como diría unos veinte años después en su Epístola a Claudio:


Con esto, y no saber que tiempo hubiera
en que la voz a la impresión llegara,
la culpa ajena es clara
que en mí se considera,
con que al principio las impresas miras
ganar dinero y vender mentiras.
Pues viendo yo que de mi monte pobre
la leña ardía con provecho ajeno
tomé en plata el veneno
que me daban en cobre,
y salieron, vistiéndolas de nuevo,
con menos manchas a la luz de Febo.19



De todos modos la Cuarta parte, de 1614, resulta muy distinta de todas las anteriores. Es impresa, como la segunda edición de la Tercera, por Miguel Serrano de Vargas; pero la costea otro librero, Miguel de Siles, que ha financiado el año anterior una nueva edición de las Rimas, en que el Arte nuevo sale bastante mejor corregido. Aprobación, privilegio y tasa son pedidos, en el espacio de sólo un par de meses, por el viejo autor de comedias Gaspar de Forres (o Porras)20. Éste firma además una dedicatoria a Sessa, el protector de Lope, que comienza:

Para satisfazer al Autor deste libro del poco gusto que tiene de que se impriman las cosas que el escriuio con tan diferente intento, no halle medio mas eficaz que dirigirle a V. Ex. a quiê tanto ama, deue y dessea seruir.



Sabemos perfectamente, por haberse conservado una copia del borrador de esta dedicatoria, que la redactó Lope mismo21; y parece muy probable, por su estilo y contenido, que escribiera también el prólogo, sin firma, «A los lectores». Dice así:

Los Agrauios que muchas personas hazen cada dia al Autor deste libro, imprimiendo sus Comedias tan barbaras como las han hallado, después de muchos años que salieron de sus manos, donde apenas ay cosa concertada, y los que padece de otros, que por sus particulares intéresses, imprimen o representan las que no son suyas con su nombre [...] me han obligado por el amor y amistad q ha muchos años que le têgo, a dar luz a estas doze, que yo tuue originales [...] Aunque es verdad que su Autor nunca las hizo para imprimirlas, y muchas dellas en menos tiempo del que fuera necesario, por el poco que para estudiarlas les quedaua a sus dueños, no se dexo con todo esso de conocer la fertilidad de su riquissima vena, tan conocida de todos. [...] Remito a los quexosos al [Arte] que el escriuio para su defensa en la Academia de Madrid que anda impresso en sus Rimas, porque ya pocos deuen de ser los escrupulosos a quien no conste, que no ay en España mas preceptos, ni leyes para las comedias, que satisfazer al vulgo. Maxima que no desagradó a Aristoteles, quando dixo, que el Poeta de la fabula auia conseguido el fin, si con ella consguia [sic] el gusto de los oyentes, &c.



Efectivamente, como todos saben, Porras, nacido hacia 1550, tiene «amor y amistad [...] ha muchos años» con Lope. En su proceso por libelos en el año 88, Lope alegó que Velázquez se enemistó con él «porque las comedias que le solía dar las dio a Porras»; y en palabras de Pérez Pastor, «entre todos los autores de comedias, Porras fue el que gozó más primicias del Fénix de los Ingenios»22. Lope mantendrá incluso buenas relaciones con el hijo de Porras, Matías (a quien dedicará en el 23, por ejemplo, El valor de las mujeres), hasta después de la muerte de éste en 1628. Y recién salida nuestra Cuarta parte, el dramaturgo escribe a Sessa que este mismo Matías «diome el libro de las Comedias, y dixo que le hauia presentado a Vex.ª»23. George Haley ha demostrado además no sólo que al menos la mitad de las comedias de esta parte habían sido representadas por Porras en los años 1604 y 1606, sino que cuatro publicadas en la Segunda pertenecían asimismo al repertorio de éste; sugiere por tanto que el primer ataque en la dedicatoria citada va contra Alonso Pérez por haberlas pirateado24.

Es más que posible, creo, que la recopilación y edición de la Cuarta parte hayan sido el fruto de una colaboración, con la ayuda del duque de Sessa, entre Porras y Lope mismo; que represente, es decir, la primera participación de éste en la publicación de sus comedias. A esta Cuarta parte, y no sólo a la Novena y a las siguientes (que no se dedicaron al duque), estará aludiendo quizás, cuando escriba, otra vez en su Epístola a Claudio:


Dediqué las primeras, finalmente,
al duque excelentísimo de Sessa,
cuya feliz empresa
que las demás intente
pudo obligar la pluma y los pinceles,
porque sin Alejandros no hay Apeles.25



No tarda en presentarse, sin embargo, otro comerciante emprendedor. El 15 de noviembre de 1614, Francisco de Ávila, vecino de Madrid, consigue privilegio real para editar una nueva colección: Flor de las comedias de España de diferentes autores. Consiste, como casi todas, en doce comedias, acompañadas cada una en este caso de una loa y de un baile; y aunque sólo es de Lope la primera, El ejemplo de casadas, a su título se añade: Quinta parte. Ávila no carece de pretensiones y talentos literarios; es suya por ejemplo una divertida Loa en alabanza de las mujeres feas incluida en este tomo, y en la Octava parte publicará asimismo dos entremeses propios. Pero su oficio principal es el de un mercader de lienzos, y en palabras de Montesinos «es poco probable que sólo el entusiasmo literario le impulsara a editar a Lope. Era un negocio, como la venta de sus otras mercaderías, un negocio probablemente lucrativo, que debió irritar a Lope, no muy sobrado de dineros»26.

Ávila cede la edición a Alonso Sánchez, un librero de Alcalá, que la hace imprimir allí. Como ha advertido Moll, es sintomático del éxito de que iba gozando la venta de comedias impresas que, nada más expedida la tasa (el 5 del junio siguiente), Sánchez se compromete por contrato a entregar a un librero madrileño, Miguel Martínez, doscientos ejemplares del tomo, que éste anticipa vender en sólo dos meses y medio27.

Pero Ávila, mientras tanto, ha obtenido a finales de diciembre un segundo privilegio, que vende luego a su vez a ese otro librero de Madrid, Miguel de Siles, que había costeado la Cuarta parte. Alegando al pedirlo que «en adquirillas y juntallas [había] gastado mucho tiempo y trabajo», había reunido las doce comedias, todas de Lope, que constituyen la Sexta parte. Impresa en Madrid por la viuda de Alonso Martín, por lo visto con premura, recibe su tasa el 3 de abril, dos meses antes incluso que la Quinta.

Esta Sexta parte reclama un estudio monográfico; se trata de un caso excepcional en la publicación de las comedias de Lope. El año siguiente, l6l6, sale de otra imprenta, la de Juan de la Cuesta, aunque otra vez «a costa de Miguel de Siles», una nueva edición, que según su portada ha sido «corregida y enmendada en esta segunda impression de Madrid por los originales de su propio Autor». Se repiten, con leves cambios, los preliminares de la princeps, pero reza así un prólogo añadido, sin firma:

AL LECTOR. Bien estoy cierto, Lector amigo, que aunque te hago segundo combite con vn mismo plato, està tan bien sazonado, por la erudición de su dueño, que no te dexara mal gusto, principalmente auiendole añadido la salsa de su corrección y enmienda, q aunque en la impression primera, con el estudio possible procure reduzir a su principio los versos, q por auer andado en manos diferentes, estauan algo disfigurados, en esta he hecho vna copia de los mismos originales, en que estan restituydos a su primera hermosura, admira al Autor, y agradece el desseo, que cő lo primero darás muestras de entendido, y con lo segundo de noble. Vale.



Amezúa dio por sentado que este prólogo anónimo fue escrito por Miguel de Siles. Aludió también a otro, muy interesante por cierto, en que Lope había de escribir, cinco años después, en la Decimoséptima parte:

Dos vezes se les puso pleyto a los mercaderes de libros, para q no las imprimiessen, por el disgusto que les daua a sus dueños ver tantos versos rotos, tantas coplas agenas, y tantos disparates en razón de las mal entendidas fabulas, y historias. Vencieron, probando, que una vez pagados los ingenios del trabajo de sus estudios, no tenian acción sobre ellas. Y assi se determinaron a pedirles, que se las dexassen corregir, y que auiendo de imprimirse, no ñiesse sin auisarles. Esto se ha hecho, y las comedias salen mejores, como muestra la experiencia.



Amezúa supuso luego que el primero de los pleitos aludidos, aunque sus «autos no han llegado a nosotros», había sido entre Lope y Miguel de Siles, y que aquél aludía en 1621 a haber podido participar en la segunda edición de la Sexta parte, «en forma no vista hasta ahora por sus biógrafos»28. Pero son demasiadas conjeturas, y la realidad parece haber sido otra.

Al comparar las dos ediciones, hallamos que las comedias han sido colocadas en otro orden: en relación con la primera, 1, 2, 3, 8, 6, 5, 7, 10, 4, 9, 11, 12. De modo que si bien las tres primeras son las mismas (La batalla del honor, La obediencia laureada y El hombre de bien), es ahora la cuarta la que antes era la octava (El secretario de sí mismo). Y en estos cuatro casos se detecta claramente el empleo de nuevos textos, que han conservado mejor lo que Lope en un principio escribiera. No puede decirse lo mismo de las otras ocho comedias, aunque en varias sí encontramos intentos serios de mejorar lecturas. La parte ha sido revisada por un editor bastante concienzudo, que dispone en efecto de cuatro manuscritos más fidedignos. Y por fortuna sabemos también que estas mismas cuatro comedias habían formado parte del repertorio del autor Alonso de Riquelme29. A diferencia de Amezúa, sugiero que el editor en cuestión, como también el autor del prólogo, fue el que (como allí dice) había compilado antes la princeps, Francisco de Ávila, y que había adquirido mientras tanto de Riquelme, como luego explicaré con mayor detalle, originales que a éste no le interesaba ya utilizar en las tablas. Y así se explicarían -no por la supuesta intervención de Lope- las alusiones en esta «segunda impression» a «originales del propio Autor»; no creo que plantee, como ha dicho Moll, «el problema de la relación de esta Parte con Lope»30.

Entretanto, la actividad de Ávila no cesa; planea dos partes más. Ha comprado ya de Juan Hernández, el 29 de febrero, otras doce comedias de Lope, pertenecientes antes a María de la O, la viuda de Luis Vergara, y doce más, el 31 de marzo, a Baltasar de Pinedo. A base de ellas prepara luego las Partes VII y VIII, e inicia los trámites de «pedimento» de licencias y privilegio. A mediados de junio -en este caso los autos sí han llegado hasta nosotros- Lope protesta al Consejo de Castilla contra la nueva iniciativa de quien, mal informado quizás, apellida «Pedro de Ávila». El 21 de agosto alega que «no vendió las dichas comedias a los autores para que se imprimiesen, sino tan solamente para que se representasen en los teatros». El Consejo parece aceptar sin embargo el argumento de Ávila: «con la venta se enajenó de su derecho y yo sucedí en él por las dichas compras»31.

Conviene notar dos cosas interesantes. En primer lugar, González Palencia, al publicar en 1921 los particulares de este pleito, aludió en una nota final a otro documento, del año anterior, que incluía el mismo legajo. Según él, Alonso de Riquelme había logrado suspender una impresión de comedias por Francisco de Ávila, para luego apartar el pleito el 9 de marzo de 161532. Se trata sin duda de una disputa entre los dos en torno a la princeps de la Sexta parte, que esta disputa, según parece, terminó en un arreglo, nos ayuda a explicar el empleo en la segunda edición de ella de los cuatro «originales» ya mencionados.

En segundo lugar, las listas de comedias que había comprado Ávila, según los contratos de venta presentados por él al Consejo, no se corresponden del todo con el contenido posterior de las Partes VII y VIII. Dos títulos figuran en ambas listas33, y otros tres no han de incluirse en ninguno de aquellos tomos34. Para completar sus dos docenas, Ávila habrá tenido que adquirir (Dios sabe dónde) cinco comedias más, entre ellas El villano en su rincón. La fecha de composición de ésta ha sido muy discutida, pero que alguien estuviera dispuesto a vendérsela sugiere que se consideraba ya una obra relativamente vieja.

De todas maneras Ávila consigue, el 10 de septiembre, su privilegio doble. Lo vende a Miguel de Siles, que se apresura a hacer imprimir los dos tomos a que se refiere35. En ambos casos la viuda de Alonso Martín, que se nombra en la portada, comparte la impresión con Juan de la Cuesta, como se desprende de un examen de su tipografía36, de modo que salen a la calle antes de fin de año. Así se explica que campee en la portada de un ejemplar de la Séptima parte conservado en Viena la fecha «1616»37.

El librero dedica los dos volúmenes a Sessa. Pero esto no implica, creo, que tomaran parte en su publicación ni el duque ni Lope mismo, que habrá leído más bien con cierto despecho, en la dedicatoria de la segunda, una alusión a «nuestro Terencio Español», como también la suposición de que él quedará «agradecido q se aya dado a sus celebrados trabajos vn dueño en quien resplandece el amparo de las buenas letras». Discrepo por ello de lo que han dicho al respecto una serie de eruditos. Castro y Rennert escribieron, en su biografía: «Las Partes VII y VIII van [...] dedicadas al duque por el librero Miguel de Siles, el cual también editó la Parte VI. Apenas podemos, por consiguiente, creer ilegítimos esos volúmenes». Lázaro Carreter en sus Adiciones comenta: «La intervención de Lope en la preparación de las Partes VII, VIII y IX [...] está fuera de duda»38. En su apoyo cita a Amezúa, que escribió efectivamente: «Ya desde la VII [Parte] Lope interviene en su impresión, para lo cual los libreros editores le facilitaban los originales, que él luego corregía, como explícitamente dice Miguel de Siles»39. Pero Amezúa quería decir probablemente «desde la VI», y dicho aserto se basaba en su dudosa interpretación, comentada ya, del prólogo a la segunda edición de ésta. En fin: aunque no se explica todavía todo lo que Lope había de decir en 1621, nada nos autoriza a creer que participara de modo alguno en la edición de las partes V a VIII.

Al contrario, el fracaso en sus intentos de impedir la publicación de las dos últimas le impulsa a no perder más tiempo para acaparar el negocio. El primero de abril del 17 consigue la primera aprobación de la Novena parte. A finales del mes escribe a Sessa: «el [libro] de las comedias va famoso, y se dirige a Vex.ª con vna braba epistola y armas de Cordoua en la fachada»40.Y el tomo, impreso por la viuda de Alonso Martín, a costa de Alonso Pérez, recibe su tasa el 13 de julio.

El duque ayuda no sólo con dádivas o préstamos de dinero, sino -más importante aún- con textos. Lleva al menos seis años ya coleccionando autógrafos de Lope y otros escritores41; por alusiones inadvertidas hasta ahora en dos epístolas de Lope (de julio del año 15) sabemos por ejemplo que Sessa intentaba entonces obtener comedias suyas de Pedro de Valdés y Jerónima de Burgos42. En su dedicatoria a Sessa, Lope reconoce aquella ayuda: «De los papeles que V. Exc. tiene mios, saqué estas doze Comedias, que le restituyo impressas». Pero no es del todo verdad; Amezúa exageraba mucho al escribir «que cuando el Fénix [...] se resolvía a sacar a luz algún tomo o parte nueva de comedias [...] bastábale acudir al repleto y bien abastado archivo ducal para encontrar en él las necesarias»43. Tiene que acudir también, como Ávila, a autores u otras personas. Es mentira por tanto en parte, como en otros muchos casos, lo que dice la portada, y repiten tanto la aprobación de Juan de Pina y el privilegio de Pedro Contreras como el prólogo arriba citado: que las comedias han sido «sacadas de sus originales por el mismo».

La undécima por ejemplo es la más famosa de todas, La dama boba; se comprende fácilmente que Lope quisiera incluirla. Pero el autógrafo conservado estaba en posesión entonces de Jerónima de Burgos, para quien la había escrito en 1613, y mal podía pedírsela; no se podían ver desde hacía al menos dos años44. En cambio, como sabemos por un testimonio de Suárez de Figueroa, La dama boba, con otras obras de Lope, había sido transcrita en un corral por el memorión Luis Remírez de Arellano45; se conserva incluso un manuscrito firmado por éste mismo46. Y lo que Lope sí pudo conseguir fue una mala copia de aquella transcripción, parecida -pero de ninguna manera casi idéntica, como creía García Soriano47, sino muy inferior- a dicho manuscrito. Total, que el texto publicado por Lope, amén de estar muy estragado, carece de 467 versos conservados por el «original» auténtico. Como él confiesa a Sessa, sucintamente: «En razón de las comedias nunca Vex.ª tubo La dama boba, porque ésta es de Geronima de Burgos, y yo la ymprimi por una copia, firmandola de mi nombre»48.

En la misma carta Lope prosigue: «la que esta aqui es de San Segundo, y en poder de Ortiz; yo la pediré oy»; pero habrá surgido una dificultad, porque San Segundo de Ávila, escrita en 1594, no se publicó en vida. Añade luego «que El exemplo de casadas no le ymprimi, porque estaua impresso»; en efecto había salido ya, como vimos, con privilegio, en la Quinta parte. Seguirá teniendo sin duda problemas parecidos; en otra carta escribirá, en una frase mal comprendida por Amezúa, que ha estado con el librero, «que dice que de aquellas comedias están tres ynpresas y serán menester dos, porque trahe treze»49. (En otras palabras, entre trece que han juntado, tres no pueden publicarse de nuevo; para completar la docena, necesitan otras dos). Y termina en la carta presente, pidiendo ayuda: «crea Vex.ª que no le faltara vn verso de lo que yo llebare, si se junta el cielo con la tierra. Con esto yre a ver a Vex.ª, si me da su buena licencia, y a suplicarle se sirva de que passemos adelante con la impression, porque esta gente ruin ymprime mis comedias lastimosamente: fio de la generosidad de Vex.ª sera seruido desta defenssa de mi opinion, como dueño y señor mio.»

Por estas fechas Lope, para consolidar su empresa, está preparando con premura la Décima parte, que recibirá el 7 de noviembre su primera aprobación. A primeros de septiembre, según parece, escribe de nuevo al duque: «En otra ympression quieren poner otro tomo, porque salgan aprisa, y solicitan criados de Vex.ª los libreros; si sera bien darnos prisa, Vex.ª lo vea, porque con eso pagaré yo mas presto lo que tomé, aunque poco, en confiança de su graçia»50. Pero la parte, aunque impresa, como la Novena, por la viuda de Alonso Martín, no va dedicada al duque, sino al marqués de Santa Cruz, y la costea no Alonso Pérez sino Miguel de Siles otra vez.

En los siete años siguientes, Lope edita 120 comedias más, en diez tomos, costeados casi todos por Alonso Pérez; Miguel de Siles financia sólo la Parte catorce, y una segunda edición de la Decimaséptima51. A partir de la Trezena, cada comedia va dirigida a una persona distinta, 94 en total; y en estas dedicatorias, como también en casi todos sus prólogos, Lope habla con frecuencia de sus labores de editor. Sigue atacando los malos textos publicados por otros, e insiste a veces de nuevo en que las comedias que él edita se han sacado «de sus mismos originales». En la Onzena parte imagina que dice «El Teatro»:

Estas que aqui te presento puedo afirmar como testigo de vista, que son las mismas que en mi se representaron, y no supuestas, fingidas ni hurtadas de otros [...] Leerlas puedes seguramente, que son de los borradores de Lope, y no de la pepitoria poetica destos zangaños, que comen de la miel que las legitimas abejas labran de tantas y tan diversas flores.



Es muy de notarse, sin embargo, que a partir de la Dozena semejantes pretensiones desaparecen de las portadas, y a menudo Lope confiesa más bien, como en la Decimaséptima parte, no disponer de textos adecuados de sus obras, «que no ha de andar el poeta guardándolas, y más quien les da [a los autores] su mismo original, y en su vida guardó traslado». Abunda en las varias vicisitudes que han sufrido después, en manos de autores, actores, memoriones y libreros muy poco escrupulosos; por todo ello, sus escritos, muchos de ellos muy viejos ya, le han llegado en pésimas condiciones. En la dedicatoria de Los muertos vivos escribe:

No hay cortesana que haya corrido a Italia, las Indias, y la casa de Meca, que criados y hombres que viven de hurtarlas, y de añadirlas. En esta parte he desconfiado de muchos papeles míos, a quien yo llamo pródigos, porque ni puedo vestirlos, ni negarlos. Uno de ellos es esta comedia de Los muertos vivos, que nunca más bien le vino este nombre.



Y en la misma Decimaséptima parte dice a Juan de Pina de El dómine Lucas, compuesta en Alba de Tormes:

Escribíla en el estilo que corría entonces; hállela en esta ocasión pidiendo limosna como las demás, tan rota y descosida cual suelen estar los que salieron de su tierra para soldados con las galas y plumas de la nueva sangre, y vuelven después de muchos años con una pierna de palo, medio brazo, un ojo menos, y el vestido de la munición sin color determinada. Hice por corregirla, y bien o mal, sale a luz con el nombre del mayor amigo.



Al hablar en la Trezena parte de Santiago el Verde, cuyo texto allí en efecto es muy distinto del autógrafo conservado, escribe:

Mis comedias andaban tan perdidas que me ha sido forzoso recibirlas como padre y vestirlas de nuevo, si bien fuera mejor volverlas a escribir que remediarlas52.



Es decir, alude a la posibilidad de revisar las comedias de un modo radical; pero no alega nunca haber emprendido más que algunas correcciones. Ofrece al lector, por ejemplo, esta misma Trezena parte, «lo mejor que me ha sido posible corregirla»; pero es muy revelador el comienzo del prólogo de la Decimaquinta parte.

Cumpliendo va el autor de estas comedias la palabra [...] en dar a luz las que le vienen a las manos, o a los pies, pidiéndole remedio. Él hace lo que puede por ellas; mas puede poco, que las ocupaciones de otras cosas no le dan lugar a corregirlas como quisiera, que reducirlas a su primera forma es imposible.



Quejándose con frecuencia del estado del teatro y de los montajes en los corrales, los actores, los «carpinteros», el público y los detractores, destina sus obras a ser leídas, pero no como «literatura» -cosa que como nuevos editores (o viejos profesores) nunca debiéramos olvidar. Espera más bien que su lector recuerde haberlas visto en el teatro, o que reconstruya mentalmente la representación ideal que él mismo imaginara en un principio. En la Dozena parte nos dice:

Bien sé que en leyéndolas te acordarás de las acciones de aquellos que a este cuerpo sirvieron de alma, para que te den más gusto las figuras que de sola tu gracia esperan movimiento. Quedo consolado, que no me pudrirá el vulgo como suele; pues en tu aposento, donde las has de leer, nadie consentirás que te haga ruido, ni que te diga mal de lo que tú sabrás conocer, libre de los accidentes del señor que viene tarde, del representante que se yerra, y de la mujer desagradable por fea y mal vestida, o por los años que ha frecuentado mis tablas; pues el poeta no la escribió con los que ella tiene, sino con los que tuvo en su imaginación, que fueron catorce o quince.



Lope -y los que le editamos- publicamos sus comedias para lectores que, si no van a representarlas, deben ser los directores, actores y público de su propio teatro mental. No sabe Lire le théâtre quien no intenta leerlas así53, como un músico oye, leyéndola, una partitura.

En el prólogo de la Parte veinte Lope escribe: «V.M. señor Lector se entretenga con estas comedias lo mejor que pueda, hasta la parte veintiuna». Por lo visto la está preparando, sin saber por cuántos años tendrá que esperarla dicho lector. Menos de dos meses después de concedida la tasa de la Parte Veinte, el Consejo de Castilla decide, el 6 de marzo de 1625, suspender la concesión de licencias para la impresión de comedias y novelas54. Tal vez haya sido en cierta medida un alivio para Lope, cada vez más deseoso durante su último decenio de granjearse el favor de los poderosos y el aprecio de los doctos. En la Decimaoctava parte había dicho Sebastián Francisco de Medrano:

Le he visto con animo de no proseguirlas, ocupando en estudios de mas considerado el tiempo que le cuesta el corregirlas, para que salgan mas acertadas de la estampa, que no de todas se hallan los originales.



Pero por otra parte sin duda se resiente de aquella suspensión. Cuando en 1628 aparece la Primera parte de las comedias de Alarcón -permitida por haber recibido seis años antes sus aprobaciones y privilegio- escribe a Sessa: «Las Comedias de Alarcón han salido ympresas: sólo para mi no ay licencia»55. Y sabe naturalmente que otros consiguen de vez en cuando burlarse de la ley, imprimiendo fuera del reino o con falsos pies de imprenta, o publicando novelas llamadas de otra manera. Su discípulo Montalbán prepara una miscelánea, Para todos, publicada por su padre en 1632, en la cual incluye, amén de tres novelas y dos autos, cuatro comedias propias. Y Lope también se vale de estrategias. Imitando la forma de la traducción de la Comedia de Eufrosina, impresa en Madrid en 1631, escribe su «acción en prosa» La Dorotea, describiéndola como «diálogo en prosa» para pedir el privilegio que se le concede el 10 de junio del 3256. Y dos años después publica suelta, en Barcelona, su tragedia El castigo sin venganza. Probablemente le ayuda de nuevo Sessa, que durante años parece haber dejado de apoyarle. Es la primera comedia que Lope le dedica desde la Novena parte, aunque luego saldrán dirigidas al duque las Rimas [de] Burguillos y la póstuma Vega del Parnaso.

Levantada la suspensión de licencias a finales de 1634, el viejo dramaturgo se anima a reanudar la serie de tomos de doce, y consigue privilegios para otros tres57. Uno de los dos que se le conceden el 25 de mayo de 1635, aunque no se utilizó, mal pudiera ser más intrigante. De las doce comedias que reúne para pedir el privilegio, nueve se habían publicado en partes compuestas por otros: tres en la Segunda, una en la Tercera, y hasta seis en la Sexta. Había editado él mismo sólo las tres restantes: La dama boba en la Novena, y La locura por la honra y El perro del hortelano en la Onzena. Por desgracia, nunca sabremos si en algunos casos había conseguido mejores textos, por ejemplo de La dama boba, pero es interesante notar que tres de las seis de la Sexta parte eran precisamente La batalla del honor, El hombre de bien y El secretario de sí mismo, a las que aludí antes.

Con el otro privilegio concedido el mismo día se imprime la Veinte y una parte, en la cual figura de nuevo El castigo sin venganza. Cuando recibe su tasa, el 5 de septiembre, el Fénix ha muerto ya. Pero su hija Feliciana en la dedicatoria dice: «Estas Doce Comedias que escriuio, y fiò a la estampa Frei Lope Felix de Vega Carpio, mi padre y señor, dio intención repetida de dedicárselas a V.S.». Y Joseph Ortiz de Villanueva, en un prólogo a los «aficionados» a Lope: «Auiendo juntado en mi poder la mayor parte de sus obras [...] a persuasion suya le di estas doze comedias, sacadas de sus borradores y originales para darlas a la estampa».

Anuncia también la Parte veintidós, con un tercer privilegio, conseguido por Lope el 21 de junio, saldrá a principios de octubre. Un grabado inicial de Juan de Courbes proclama: «Este libro contiene doze comedias que dexo para imprimir el Fénix de España Lope de Vega Carpio», y la portada dice que están «sacadas de sus verdaderos originales, no adulteradas como las que hasta aqui han salido». Es muy de notarse sin embargo que la novena comedia, Amor, pleito y desafío, no es la del Fénix cuyo autógrafo se conserva, sino la que con el mismo título había figurado en la llamada «Parte veinticuatro de Lope» publicada en el 33 en Zaragoza, y que es en realidad una versión de Ganar amigos, de Juan Ruiz de Alarcón58. El error sugiere que Lope no pudo haber mirado de cerca el texto que presentó para pedir el privilegio.

La vega del Parnaso es un caso aparte. Aunque no saldrá hasta mediados del 37, Valdivielso declara haber estado escribiendo su aprobación cuando «nos le arrebató el cielo», y el privilegio se concede a Luis de Usátegui sólo dos meses y pico después, el 3 de noviembre. No sabemos sin embargo si Lope mismo había planeado publicar las ocho comedias más que el libro contiene. Pero de todos modos podemos decir que seguía tomando parte, «con las ansias de la muerte», en la edición de su teatro.

¿Cómo hemos de caracterizar su labor editorial? Como dije al principio, parece seguro que pese a todo aquello de «defensa de mi opinión» publica sus comedias más que nada por dinero -en este aspecto con consecuencias lamentables para la calidad de los textos-. Siendo (o sintiéndose) pobre, complementa de este modo sus esporádicos ingresos, aunque gana posiblemente menos de la publicación de doce que de la venta original de una sola a los actores, o de la subvención de ella por un mecenas59. Por ello mismo, como también por «ocupaciones de otras cosas» o «estudios de más consideración», no puede permitirse el lujo, a pesar de sus pretensiones de querer «vestirlas de nuevo», de dedicar mucho tiempo a cuidar de su impresión. Gasta más, probablemente, en palabras de Ávila, «en adquirillas y juntallas».

A veces, gracias a la ayuda de Sessa o de autores complacientes, o a la buena fortuna, puede recobrar, más o menos intactos, los «borradores» u «originales» que con frecuencia pretende emplear. Los casos en que esto ocurre se pueden identificar principalmente de dos maneras. Por un lado, disponemos de más de cuarenta autógrafos suyos, amén de muchas copias fidedignas de los mismos. Si otro texto se editó en las partes, no es difícil cotejarlos. Por otro lado, en ellos es posible rastrear características de su estilo, como sus normas de ortología60, o su empleo, casi siempre correcto, de los diversos tipos de rima61, y averiguar después en qué medida se encuentran en las obras publicadas.

Otro criterio posible es el de las didascalias. En sus autógrafos Lope suele usar un mínimo de verbos; los que sí emplea no son -significativamente- descripciones, en indicativo (sale), sino instrucciones, en subjuntivo (salga). Sus impresores, cuando no encuentran verbos, los suplen con el indicativo convencional; cuando sí los encuentran, los cambian igualmente al indicativo. Pero a veces, con un «borrador» delante, copian mecánicamente los subjuntivos que ven. Por ejemplo, al cotejar con el autógrafo de La doncella Teodor el texto de la Novena parte, he notado los siguientes verbos en las acotaciones: indicativos suplidos, 27; subjuntivos «corregidos», 22; subjuntivos no «corregidos», 23. Otros impresores sin duda habrán sido más consistentes en cambiarlos; pero he aquí al menos una hipótesis de estudio: un relativamente alto porcentaje de subjuntivos indica tal vez que trabajaban sobre un texto no muy distinto del autógrafo de Lope. Puede haber ocurrido por ejemplo en el caso de El perro del hortelano. El texto que nos ofrece la Onzena parte parece por otras razones bastante fidedigno, y resulta que el porcentaje de subjuntivos en sus acotaciones se eleva al 42%.

Por otra parte, Lope recobra, como confiesa, en muchísimas ocasiones, textos ya muy estragados de sus comedias, y «reducirlas a su primera forma es imposible». Pero «no se echa de ver que lo intentara siquiera». Son palabras de Montesinos, el cual estudió de cerca, hace más de medio siglo, los textos de tres comedias contenidas en la Parte catorce, cuyos autógrafos editaba. Tras un minucioso cotejo, halló «una docena de enmiendas aceptables entre un millar de disparates y variantes de "colaboración popular"»62. Si Lope se quejaba con razón de los textos que otros publicaban, Montesinos concluyó, «no era él mismo un editor ejemplar ni mucho menos». «Tal vez corrigiera algo: pero estas correcciones, perdidas entre una muchedumbre de variantes, no pueden distinguirse ya». Más importante todavía, añadió, Lope no refundía63.

Mis propias observaciones lo confirman. Por ejemplo, el texto que Lope publicó de su El perro del hortelano no es malo, como ya dije. Pero al editarla comenté haber hallado en él «bastantes lecturas inverosímiles y errores evidentes de puntuación para convencernos de que Lope no participó en su edición de una manera seria»64. Parece en efecto que era mínima su labor editorial. Irónicamente, en el caso citado de la segunda edición de la Sexta parte, la de Ávila (o quien fuera) fue por lo visto más concienzuda.

En algunas partes publicadas por Lope encontramos sin embargo correcciones en prensa. Es dudoso que Lope mismo fuera responsable de ellas, pero no debemos descartar la posibilidad. Y aunque no sean de él, habrán sido intentos serios realizados por coetáneos de restaurar su texto. Cuando editamos hoy comedias suyas de las cuales no tenemos mejores textos, es una práctica esencial, aunque rara todavía, compulsar cuantos ejemplares podamos de las partes utilizadas. Celebro mucho que la haya adoptado el equipo de Prolope.

En el caso, por ejemplo, de la Dozena, Aníbal en 1932 distinguió entre dos ediciones impresas en Madrid en 1618 por la viuda de Alonso Martín; las bautizó A y B65. En el 82, Moll demostró que B se había basado en A; por consiguiente, un verso suplido en el texto de Fuente Ovejuna era posible pero dudosamente de Lope66. Pero Moll advirtió también que dos pliegos de A habían sufrido correcciones en prensa; afectaban a cinco páginas del texto de aquella comedia. Al editarla yo, señalé además correcciones de otro pliego, que afectaban a dos - páginas más67.

Es parecido el caso de la Onzena parte y El perro del hortelano. Los preliminares de la princeps incluyen una lista de sus erratas, a veces de difícil interpretación; en los ejemplares que pude ver, alguna se había corregido ya, otras no, y otras de una manera distinta. Pero uno de aquellos ejemplares tenía de nuevo correcciones en prensa, en dos pliegos, que afectaban a cuatro páginas de la comedia68. Consulté también, desde luego, todos los otros textos que pude de la comedia; y en Inglaterra, siguiendo una pista sugerida por La Barrera -nunca debemos perder de vista a los eruditos del siglo diecinueve- di con un manuscrito temprano que suministró variantes de importancia69. Aclaró sobre todo la distribución de versos entre los personajes, al comienzo del acto tercero, claramente errada en la parte que publicó Lope.

Editar bien, por fin, sus comedias es una tarea que nos pide un gran esfuerzo; pero el Monstruo de la Naturaleza nos lo exige. Nuestras ediciones deben aspirar a ser al menos comparables con las de su contemporáneo Shakespeare. Incluso podrían llegar a ser bastante superiores. Aunque algunos de los textos publicados en las partes sean malos, y Lope -insisto- los corrige poco, otros son relativamente buenos. Y por gran fortuna disponemos además de una cantidad incomparable de autógrafos y copias. Claro, la lista de sus obras de arte es larga, y la vida breve. Pero para ello está Prolope.





 
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